Clase IV V
Clase IV V
Clase IV V
Los suelos que comprende esta clase por lo general son tierras marginales para una agricultura
anual e intensiva debido a mayores restricciones o limitaciones de uso. Requieren prácticas de
manejo y conservación de suelos más cuidadosos e intensivos para lograr producciones
moderadas a óptimas en forma continua. La topografía se presenta en tierras con pendientes
inclinadas y complejas de moderada o baja fertilidad natural, de buen drenaje, de textura franco
arcillosa a arcillosa; en la mayoría de los casos son moderadamente profundos. Esta clase
comprende las subclases IVe y IVes.
Subclase IVe
Las tierras de esta subclase son porosas, muy friables y tienen una buena capacidad de
almacenamiento hídrico; mediante un trabajo agrícola adecuado podría mantenerse el equilibrio
hídrico en buenas condiciones, principalmente en la época de relativa sequía. Las limitaciones de
uso están relacionadas básicamente con la naturaleza de la topografía inclinada, que les infiere
serios riesgos de erosión hídrica. Los suelos incluidos en esta subclase pertenecen a los Paleudol,
Tropudalf y Paleudalf.
Subclase IVes
Al igual que los de la subclase IVe presentan buenas características hidrodinámicas, pero en
cambio se encuentran afectados por una reacción fuerte a muy fuertemente ácida que no les
favorece con una mayor disponibilidad de elementos nutricionales; por lo tanto, su fertilidad
natural es baja. A esto se agregan los peligros por erosión pluvial debido a su topografía inclinada.
Los suelos incluidos en esta subclase pertenecen al Grande Grupo Haplortox. En general, el
manejo de estas tierras agrícolas deben orientarse al mejoramiento de las condiciones de
fertilidad e incremento de la capacidad productiva, como mejoras orgánicas; aplicación de
programas de fertilización basados principalmente en nitrógeno, fósforo y potasio; cultivos de
cobertura; araduras, teniendo presente la profundidad efectiva; surcos en contorno y terrazas, y
quizás la incorporación de correctivos en los suelos fuertemente ácidos siempre y cuando se trate
de implantar cultivos muy sensibles y altamente rentables.
Dada la topografía de los terrenos, de pendiente inclinada, resultaría conveniente utilizarlos más
bien para pastos mejorados y desarrollo de una ganadería semiintensiva. También podrían ser
adecuados para explotaciones de carácter permanente, o de ciertos cultivos anuales como yuca,
ñame, maíz y frijoles. Entre los cultivos permanentes pueden indicarse el mango, el marañón, el
mangostín, la piña y otros frutales tropicales nativos.
Este grupo de uso, formado por las clases de capacidad V y VI incluye tierras que por lo general no
son adecuadas para cultivos intensivos, aunque lo serían para cultivos agronómicos permanentes,
pastoreo y actividad forestal. Se estima que cubren 435 902 hectáreas o sea el 25.9% de la
superficie total del Darién.
Clase IV: A esta clase pertenecen los suelos de relieve plano a moderadamente ondulado, con
pendientes inferiores al 12% en más del 80% de la superficie. En general, corresponden a las
terrazas altas y medias de la red actual o de paleocauces. Eventualmente pueden estar sujetos a
inundaciones ocasionales y de corta duración.
Son suelos de fertilidad media a alta, de textura variable, desde arenosa hasta arcillosa, son de
moderadamente profundos a profundos. En estos suelos se puede realizar la mayoría de los
cultivos adaptados a la zona, tales como arroz, café, plátano, cultivos de subsistencia.
CLASE IV: Cultivables sólo ocasionalmente por presentar serias limitaciones de uso y alto riesgo de
daños: Los suelos de la Clase IV presentan severas limitaciones de uso que restringen la elección
de cultivos. Requieren de un manejo muy cuidadoso y, por ello, más difícil de aplicar y mantener
que las de la Clase III. Los suelos de esta Clase pueden estar adaptados sólo para dos o tres de los
cultivos comunes y la cosecha producida puede ser baja con relación a los gastos sobre un período
largo de tiempo.