Fray Andres Otra Vez
Fray Andres Otra Vez
Fray Andres Otra Vez
A ~artlr de 9 años
INDICE
1 Fueron despertados
muy de mañana ...................................... 5
2 El mercado de la
ribera norte del río................................... 11
3 Trepados en las pisaderas
de los buses.............................................. 24
4 Misterioso estuvo
aquel despertar........................................ 35
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5 Fray Andrés al borde
Fray Andrés, otra vez
©Víctor Carvajal
©Ediciones S.M. Chile S.A.
de lat 111~ii~na........................................... ~C)
6 Apenas unos minutos
l
General Salvo 68 con sus padres......................................... 55
Providencia, Santiago 7 Fray Andrés
Fono: 2351224 no asoma su sotana................................. 71
I.S.B.N. 956-264-022-1
Inscripción No 73.406
llustraciones:Patricia Alvarez
Portada: Natacha Campos O.
Impresión : Salesianos
3
1
Fueron despertados muy
de mañana
5
Fueron despertados muy de mañana por
los remezones de una pesada mano.
Chicho y Pablo dormían en el suelo, en
plena calle Recoleta, tapados con pape-
les y cartones.
-¿No vais a levantaros? -la voz profun-
da de fray Andrés, les recordó un deber.
Los niños vieron la figura de un fraile
franciscano, con amplia sotana hasta el
suelo y una capucha muy ancha sobre la
cabeza. El religioso calzaba sandalias,
¡sin calcetas!, y llevaba una soga atada
a la cintura.
-¿Por qué nos despierta? -protestaron
los muchachos. ¿Qué hemos hecho de
malo?
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Fray Andrés, con voz cálida, se inclinó
para hablarles:
-Pues, si queréis ir por la limosna, de-
béis hacer como yo y levantaros muy
temprano. Es menester caminar toda la
ciudad hasta conseguir lo necesario de
estas almas reacias a dar algo.
-¿Qué tenemos que ver con usted, pa-
dre?-protestó muy serio, Pablo.
El fraile se quedó pensando; reconoció
el sacrificio de esos niños, durmiendo
bajo un cielo desnudo, sin abrigo,
desvalidos. Se disculpó, respetuosamen-
te, y se marchó por la calle Recoleta en
dirección a la ribera norte del río.
Pablo se había despertado casi por com-
pleto. La pequeña panadería en la es-
quina de la calle, había abierto ya sus
puertas y un agradable olor a pan recién
salido del horno se apoderaba del aire.
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-¡Qué rico olor! -dijo Pablo. Y se levan- _.
..
tó pensando en ir al negocio y pedir pan,
sabiendo que no tenían un peso para
comprarlo.
Chicho también se incorporó del suelo
de un salto.
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-Vámonos de aquí. El olor a pan fresco El mercado de la
me está matando.
Recogieron los papeles y cartones y ribera norte del río
marcharon.
Chicho y Pablo eran hermanos. Habían
salido de su casa decididos a no regre-
sar a ella sin dinero. Tenían todas las
esperanzas de triunfar; de hacer lo que
fuera necesario para ganarse el sustento
diario y tener algo que ofrecerles a sus
padres y hermanitos. La vida de este par
de muchachos, como los hay tantos en
las grandes ciudades, no era fácil.
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El ·mercado de la ribera norte del río
estaba en todo su esplendor. Los ven-
dedores llenaban el aire con sus gritos;
ofrecían sus productos con frases inge-
niosas y divertidas. Las compradoras,
principalmente, se sentían siempre muy
halagadas.
Chicho y Pablo llegaron tempranito al
mercado y se mezclaron con la gente, un
verdadero río humano, que bajaba y
subía, de un lado al otro, sin cesar ni un
instante.
Una señora, con sendas bolsas de géne-
ro, vino al encuentro de los muchachos.
-¿Le llevamos las bolsas, señora?
-No, niño. No son muy pesadas -
respondió la mujer, dispuesta a conti-
nuar su camino.
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-Por favor, señora -insistió, Chicho-. y corrió unos cuantos metros en direc-
No hemos tomado desayuno. Estamos ción contraria al tráfico de vehículos;
muertos de hambre. conseguir un taxi libre, al mediodía, era
La mujer se detuvo; se los quedó miran- a veces imposible. Después de cruzar la
do. Un golpe de compasión se apoderó calle, arriesgando su vida, entre los
de su pecho. Ella era madre y pensó en cientos de automóviles que rugían en el
sus hijos; si ellos tuvieran que pedir tránsito, Chicho consiguió un taxi. Tro-
como lo hacen estos niños: "¡Qué ho- tando junto a la portezuela del conduc-
rror!. Ni Dios lo permita." tor, lo condujo hacia el sitio donde
-Está bien, niños -aceptó lamujer-. Aún esperaba la señora. Los niños la ayuda-
me quedan muchas cosas que comprar. ron a subir, pusieron las pesadas bolsas
Pablo cogió la más pesada y Chicho la en el piso del-vehículo y Pablo estiró la
otra, porque era el más pequeño de los mano pararecibirunas monedas peque-
dos. La señora demoró bastante en com- ñas. El taxi emprendió la marcha y
pletar sus compras; los niños, siempre_ Pablo contó las monedas: cuarenta y
detrás de ella, comprobaron que las cinco pesos.
fuerzas se van agotando a medida que Eran las primeras ganancias del día y ya
pasa el tiempo y no hay descanso. se había pasado la mañana.
Felizmente, la señora, dio por termina- -¿Qué hacemos, Pablo?
das sus compras y se dirigió a la salida Podían adquirir unos cuantos paquetitos
del mercado; su intención era llamar un con calugas de leche y venderlos en los
taxi. El mismo Chicho,solícito y des- buses; pero no era mucho lo que podían
pierto, dejó la bolsa junto a su hermano comprar con ese dinero.
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Una pareja de carabineros los observa- -¿Se lo lavamos? -agregó, Pablo. Por
badesdehacíarato; los niños, al notarlo, cincuenta pesos se lo dejamos como
optaron por alejarse del lugar. nuevo.
-Ahora mismo nos agarran por sospe- -Vuelvo en media hora -advirtió la se-
chosos -advirtió Pablo a su hermano. ñora.
Así llegaron a la playa de estaciona- -En media hora se lo tenemos listo -
miento, junto a la extensa avenida que confirmó Pablo.
subía hacia la parte alta de la ciudad. Los hermanos se miraron un largo rato.
Varios cuidadores de automóviles co- ¿Dónde conseguir los implementos ne-
rrían de un lugar a otro, orientando a los cesarios para realizar el trabajo? El
conductores para estacionar sus vehí- problema no era tan sencillo de resol-
culos. ver.
-Aquí no hay nada que hacer -comentó -Voy donde las pergoleras -gritó Chicho,
Chicho. · y se disparó corriendo en dirección a
-Es tu culpa -rezongó Pablo. Y tronó, en los puestos de flores.
contra de su hermano: -Dormís tanto, Chicho iba en busca de un tarro con agua
que siempre llegamos tarde a todas limpia; faltaba un trapo para lavar y otro
partes. para secar. La tienda de géneros era la
Sorpresivamente, Chicho se abalanzó a solución.
un automóvil que ingresaba al estacio- Pablo cruzó la calzada y entró decidido
namiento, buscando un sitio desocupa- en el negocio que vendía telas por kilos.
do. La cajera de la tienda se horrorizó cuan-
-¿Se lo cuido, señora? do Pablo le hizo el ruego.
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-No estamos autorizadas para regalar
nada -dijo la joven.
Pablo no se dio por vencido; no podía
hacerlo. Se paseó varias veces por el
interior de la tienda, buscando un trozo
de tela que por su mala calidad, nadie
qutstera comprar.
-¿Y si le regalamos este? -preguntó una
de las vendedoras que había estado
hurgueteando en un cerro de telas.
-Tú sabes que el patrón tiene prohibido
que regalemos la mercadería -se discul-
pó la cajera.
Seguramente Pablo rogaba con la mira-
da; la desesperación se escapaba a tra-
vés de sus ojos . La joven vendedora
eligió un trozo de género barato, lo puso
en la balanza y lo pagó con su dinero.
-Toma-le dijo al niño-. Ojalá te sirva de
algo.
-¡Claro que sí! -respondió Pablo. Y
salió disparado hacia la calle.
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En los estacionamientos Chicho espera- nerviosismo; felizmente, nadie fue a
ba con un tarro de lata oxidada, lleno de exigirles que se marcharan. Llegó la
agua. Dividieron el trapo en dos y se dama y les dio cincuenta pesos.
entregaron a la tarea de lavar el vehícu- -¿Qué podemos comer? -preguntó
lo, con entusiasmo y energía. Chicho.
Mientras uno quitaba el polvo con el -Nada -determinó, secamente, Pablo.
trapo mojado, el otro secaba. ¡Si pudie- Los planes de Pablo consistían en inver-
ran hacer ese trabajo con diez, veinte tir aquel dinero para doblarlo o
automóviles! Sería conveniente. Por tripicarlo. Regresar con sólo algunas
desgracia, los estacionamientos esta- monedas era un fracaso; querían tener
ban siempre ocupados; los cuidadores y algo que ofrecer.
lavadores de autos ya se habían repar- Se dirigieron al puesto de dulces y
tido la ciudad y cada cual cuidaba lo galletas ubicado junto a la parada de
suyo. Chicho y Pablo comprendían que buses. Allí compraron diez barras de
esta oportunidad no era más que eso: chocolate "Superocho". Es lo que hacía
una excepción. No podían quedarse allí la mayoría de los vendedores ambulan-
para siempre; los otros cuidadores se- tes, muchos de ellos, tan niños como
guramente los echarían o tendrían forzo- Chicho y Pablo.
samente que pagar un derecho para tra- -Los vendemos a diez pesos y nos gana-
bajar allí. mos casi el doble por cada barrita.
La dueña del automóvil regresó más Prohibido comerse los chocolates. Has-
tarde de lo anunciado y los muchachos ta que los hayamos vendido todos. ¿He-
esperaronjunto al vehículo con temor y cho?
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-Hecho- respondió, Chicho.
-Dame tu palabra de hombre.
Y Chicho se la dio. Sabía que estaba
haciendo un acto de verdadero sacrifi-
cio, pues el hambre le perforaba el
estómago.
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Trepados en las pisaderas de
los buses
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Chicho y Pablo habían visto muchas -Les deseamos mucha suerte y que Dios
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veces cantores ambulantes, con guita- se los pague -completó, el mayor, mien-
rras, flautas y charangos; pero,jamás a tras el pequeño estiraba la mano simu-
un dúo tan singular como éste. Uno de lando recibir muchas monedas de un
los chiquillos sacó de su bolsillo un par público que sólo existía en su mente. Los
de cucharas pequeñas, las juntó, una muchachos se abrazaron; estaban con-
contra la otra, formando una castañuela. tentos; el mayor, satisfecho con el dis-
El ritmo no se hizo esperar; la voz del curso del pequeño. Recogieron sus bár-
chiquillo salió fuerte, poderosa, chillo- tulos y se marcharon, a conquistar su
na, encrespaba los nervios: era una público.
canción con una historia conmovedora. Chicho y Pablo guardaron silencio.
Acto seguido, el más pequeño de los Quizá ambos pensaban lo mismo: con-
dos, se adelantó unos pasos y comenzó a seguir una guitarra, una flauta y salir a
hablar; "Señores pasajeros, no quere- cantar; pero ellos no eran artistas.
mos molestarlos en su largo viaje; no El día se había ido definitivamente. Se
queremos cansarlos, porque sabemos hizo fresca la tarde y se llenó la plazo-
que vienen del trabajo. Nosotros no leta de sombras misteriosas, amenaza-
cantamos para gastamos el dinero en doras. Los muchachos abandonaron el
vicios y pecados; la plata que ustedes lugar, antes detener una mala experien-
nos dan, se la damos a nuestra madre que cia.
no tiene para alimentamos. Por eso, Fray Andrés los esperaba; como siem-
señores pasajeros, les agradecemos pre, el franciscano, lucía su largo hábito,
mucho lo que nos puedan dar. Muchas sandalias, soga atada a la capucha. Al
gracias".
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verlo, Chicho y Pablo, trataron de huir,
pero fray Andrés se las arregló para
salirles al encuentro; no era fácil escapar
de él.
-¿Por qué nos persigue?- murmuró ape-
nas, Chicho.
-Os equivocáis, rapazuelos- respondió
el fraile.
Fray Andrés tenía la rara virtud de escu-
char a todo el mundo, pero acudía sólo
junto a aquellos que de verdad lo nece-
sitaban.
-Nosotros no lo necesitamos a usted-
dijo, Pablo.
-Pero, si me llamáis a cada instante.
Los muchachos lo miraron como si se
tratara de un loco. ¿En qué momento lo
habían llamado? El fraile tenía el rostro
lleno de picardía.
-Nos toma el pelo -protestó, Chicho.
El fraile caminó entre los dos niños y los
cogió, amigablemente, de los hombros.
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Así les habló: "Vosotros pedís la limos- del universo. A cambio de esto, exijo
na al igual que yo. Cada vez que lo que se tenga fe en mis servicios; de lo
hacéis, sin desearlo, estáis pensando en contrario, ningún milagro es posible.
mí. Estamos en los mismos trabajos pero Así consigo mis limosnas, y puedo ase-
nada es sencillo y vosotros lo sabéis. No guramos que la gente, después de cono-
todos los hombres están dispuestos a cerme, se vuelve generosa y COMEDI-
sacrificar lo propio para dárnoslo. De DA."
modo, pues, es menester dar algo de Los muchachos no supieron qué respon-
nosotros cada vez que solicitamos lo der. Era dificil entenderse con un fraile
ajeno. ¿Me váis siguiendo?". Chicho y que se creía santo.
Pablo respondieron que sí, aun cuando Fray Andrés hundió sus manos en las
en su interior sabían que el fraile habla- anchas mangas del hábito y sacó de ellas
ba de un modo muy extrafio. Fray An- dos pequenes calientitos, como recién
drés, que adivinaba hasta los pensa- sacados del horno, y se los regaló a los
mientos, sonrió y prosiguió: "Vosotros muchachos. Fue tal el embrujo que oca-
ofrecéis vuestra fuerza y capacidad de sionaron los pequenes en los nifios, que
trabajo; yo, en cambio, hago verdaderos ni cuenta se dieron que el fraile ya había
milagros; aunque no lo creáis. Saco de desaparecido de su vista.
la cama a un enfermo; le devuelvo la Los pequenes, rellenitos con cebollas,
razón a un demente; le doy la vida a un estaban sabrosos. Fue aquella una me-
mortal que la ha perdido; le arranco la rienda inesperada; se sentían satisfe-
rabia a un perro; cambio muletas por chos y encantados, porque el fraile es-
piernas, como si fuera lo más sencillo taba resultando todo un misterio.
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Prepararon la cama en el suelo y se
metieron en ella, entre papeles y carto-
nes. En el cielo habían estrellas y nuba-
rrones, pero ninguna luna que les hicie-
ra compañ.ía.
4
Misterioso estuvo aquel
despertar
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Misterioso estuvo aquel despertar;
amaneció como todos los días del Se-
ñor, pero fray Andrés no se presentó.
-Es que no aguanto la curiosidad -re-
ventó, Pablo-. Vamos a buscarlo.
Y se marchó, seguido de su hermano
Chicho, a la iglesia de la Calle Recoleta.
Allí los recibió el portero. Era una
persona con muchos años sobre los
hombros. Lucía muchas canas en la
_cabeza, pero sus cejas eran negras.
Caminaba a pasos lentos y cortitos, con
la columna vertebral encorvada. Cuan-
do los muchachos preguntaron por fray
Andrés, el viejo les cerró la puerta en
las narices y salió corriendo hacia el
interior del edificio. Al cabo de un rato
regresó el portero con dos pequenes
tibios, igualitos a los de fray Andrés.
-Son de ayer -les dijo-, pero no están
añejos.
Los muchachos comprobaron que los
pequenes habían salido de la misma
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cocina; tenían el mismo sabor que los -¿Cómo que no hay nadie?-Tronó, Pa-
del fraile. No cabía duda. El religioso blo.
misterioso vivía en ese convento. Pero, -Quiero decir -prosiguió, Chicho-, que
¿por qué razón el portero no permitió no hay nadie vendiendo.
que lo visitaran? Decidieron no darle Entonces comprendió Pablo lo que su
más importancia al asunto y volver al hermano quería decir. Reunieron el di-
diario combate por el sustento. nero ganado con las ventas de los cho-
Ese día resultó más complicado que el colates, cruzaron la calle y se dirigieron
día anterior. La venta de los "Superocho" a la tienda de telas. Allí compraron un
sobrantes, no reportó mayores ganan- trozo de franela amarilla y con las mis-
cias; apenas recuperaron el dinero in- mas tijeras de la vendedora, la partie-
vertido. El envoltorio de los chocolates ron y dividieron en trozos más peque-
se había estropeado, se notaban que no ños; diez, en total; cinco para cada uno.
eran "frescos" y tuvieron que bajarlos Y salieron a venderlos de inmediato.
de precio: dos pesos menos por cada En el cruce de las Calles Recoleta y
barra. Bellavista, esperaron la detención obli-
Chicho estaba desolado. El negocio no gada de los vehículos, para abordar a
había resultado. Pensaba y miraba a su los conductores y ofrecerles las
alrededor; buscaba en su mente alguna franelitas por la ventanillas.
solución. De pronto notó, queunadelas -¡A cien pesos! ¡Para la limpieza de su
esquinas estaba llena de gente y al mis- automóvil!
mo tiempo, vacía. En- los mil vehículos que pasaron se
-¡Pablo! En la esquina no hay nadie. fueron los diez pañitos amarillos y de-
38 39
jaron unos pesos en las manos de Chicho
y Pablo. Sentados en la cuneta contaron
y contaron las monedas. Un grupo de
muchachones los estaba observando.
Cuando Pablo y Chicho lo notaron, ya
era demasiado tarde: los cuatro joven-
zuelos estaban junto a ellos.
40 41
5
Fray Andrés al borde de la
mañana
47
-¡Oiga, padre! -advirtió, Pablo. Este
camino nos lleva derechito a nuestra
población.
-Así es- respondió el fraile. Y no dio
Fray Andrés se presentó al borde de la lugar a más preguntas o cuestionamien-
mañana, en la comisaría primera de la tos.
ciudad; allí esperó a los niños, que Pero, los niños no querían regresar a
salían del calabozo que los mantuvo casa; no todavía. Pablo se atolondró al
detenidos por algunas horas. tratar de detener al fraile y explicarle
Chicho y Pablo fueron liberados; nunca que no tenían motivos para volver al
se explicaron cómo y por qué los deja- hogar, miserable, de sus padres; ade-
ron en libertad, mientras los cuatro más, ¿por qué se tomaba el fraile tales
muchachones permanecían en la cárcel. atribuciones? ¿Por qué lo hacía?
Nadie dio ninguna explicación; ¿qué Eran menores de edad. "¿No es eso?",
sabía el fraile del asunto? Lo cierto era preguntó fray Andrés. Pidiendo limosna
que fray Andrés, los esperaba al otro por las calles, expuestos a todos los
lado de la calle, cuando salieron de la peligros y riesgos de la ciudad, metién-
comisaría. Fue como un milagro. dose en problemas, durmiendo en el
Fray Andrés echó a caminar; los niños suelo como animalitos sin dueño.
le siguieron, cruzando el puente, entran- -Todo eso lo entendemos, padre. Pero,
do en la calle Recoleta. Atravesando el por favor, no queremos regresar a la
barrio El Salto para seguir caminando población -rogó, Pablo.
más allá de la iglesia de los Recoletos.
48 49
-Pues, no comprendo que no deséis tor- nas a ejercer su misión cristiana, se
nar al sitio al que pertenecéis. sorprendió: el fraile era muy singular;
-No queremos volver con la cola entre hacía tiempo que no veía algo similar:
las piernas. ciertos frailes de provincia, de esos que
Hasta el momento, todos sus esfuerzos ya no existían. Porque el padre Jacques
por triunfar, por no ser una carga para era un religioso moderno; vestía panta-
sus padres, era un rotundo fracaso. lón de paño oscuro,chalecoycasaquilla
-¿Fracaso? -se tomó la barbilla el fraile. deportiva.
-Yo os mostraré donde está vuestro éxi- -Os traigo un par de bellaquitos -dijo el
to y vuestro lugar. fraile. Se volvió hacia la puerta y les dio
Dificil era alcanzarlo. Fray Andrés ca- una orden a los niños: "¡Adelante! Es-
minabacomo un rayo, entre las humildes táis en vuestro hogar".
casitas de la población. Chicho y Pablo entraron, arrastrando
En la parroquia, el padre Jacques, hacía los pies, sin saber donde meterse, para
los arreglos necesarios para el desayu- escapar a la mirada juzgadora del padre
no comunitario. Jacques.
Como una tromba entró fray Andrés en -Me alegro verlos de regreso -expresó
el galpón de madera que cobijaba una con acento francés, el padre Jacques.
larga y estrecha mesa, muy parecida a Los chicos se sintieron peor que aque-
esas que se ven en las pinturas de la llos momentos amargos en el calabozo
"Ultima Cena", la de Cristo con sus de la comisaría. Fray Andrés los arrin-
apóstoles. El padre Jacques, un sacer- conó contra la pared y les puso en el
dote francés venido a estas tierras leja- pecho una charla de media hora; esa
50 51
charla fue como una espada, era lo que
se llama estar entre la espada y la pared.
-¿Es que novéis, cómo este sacerdote
organiza las comidas diarias de esta
población? -Tronó el fraile.
Era muy cierto. El padre Jacques, doli-
do por las grandes dificultades econó-
micas de los vecinos, se vio forzado a
organizar una gran olla común. Es decir,
un comedor comunitario, para que los
que no tenían un pan que llevarse a la
boca, lo pudieran hacer en la parroquia.
-En este preciso instante observo que el
padre J acques prepara el desayuno para
sus hijos desposeídos -concluyó su dis-
curso el fraile.
Chicho y Pablo pudieron comprobar
como algunas madres, acompañando a
sus hijos más pequeños, colaboraban
con la parroquia, poniendo tazones de
plástico sobre la mesa.
-¿No es esta vuestra mesa? -fray An-
drés, radiante, les indicó el comedor de
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charla fue como una espada, era lo que
se llama estar entre la espada y la pared.
-¿Es que novéis, cómo este sacerdote
organiza las comidas diarias de esta
población? -Tronó el fraile.
Era muy cierto. El padre Jacques, doli-
do por las grandes dificultades econó-
micas de los vecinos, se vio forzado a
organizar una gran olla común. Es decir,
un comedor comunitario, para que los
que no tenían un pan que llevarse a la
boca, lo pudieran hacer en la parroquia.
-En este preciso instante observo que el
padre J acques prepara el desayuno para
sus hijos desposeídos -concluyó su dis-
curso el fraile.
Chicho y Pablo pudieron comprobar
como algunas madres, acompañando a
sus hijos más pequeños, colaboraban
con la parroquia, poniendo tazones de
plástico sobre la mesa.
-¿No es esta vuestra mesa? -fray An-
drés, radiante, les indicó el comedor de
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la parroquia. Y se esfumó, ahí mismo,
sin que nadie se percatara; porque Chicho
y Pablo se volvieron a mirar la mesa y el
padre Jacques se dedicó a observarlos
con profunda atención.
6
Apenas unos minutos con sus
padres
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Habían estado con sus padres apenas
unos minutos, durante el desayuno, en el
comedor comunitario de la parroquia.
Ahí, Chicho y Pablo, refirieron lo mal
que les había ido en su salida fuera de
casa para "buscar" fortuna. El padre de
los muchachos guardó silencio y la
madre les acarició tiernamente la cabe-
za a ambos; quedaba claro, que ellos
preferían a sus hijos en el hogar y no en
las calles. Sin embargo, los muchachos
se las arreglaron para partir una vez más;
en esta ocasión ambos lo prometieron,
permanecerían solamente la mitad del
día fuera de casa. Además, el padre
J acques, deseaba integrarlos a la es-
cuela.
Debían llegar al centro de la ciudad y de
ahí, dirigirse al sector de los barrios
altos donde la bondad tenía que ser más
robusta, puesto que estaba mejor ali-
mentada.
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Eramuytemprano todavía; en la parada que no les alcanzaba el pasaje.
del bus había un considerable grupo de El bus tan esperado llegó a la parada y
personas que esperaba movilizarse a las se detuvo con brusquedad. Mientras los
calles y sitios principales. pasajeros subían a la máquina, Pablo
Pablo le habló a un hombre corpulento y meditó: "Imposible pedir que les lleva-
bajito, con apariencia de obrero. "¿Ca- ran hasta el centro de la ciudad por
ballero, no tiene diez pesos que nos dé treinta pesos solamente; era demasiado
para el bus? Mi hermanito y yo tenemos lejos y los conductores no se arriesgan,
que ir al centro". El hombre negó con un porque sube un inspector y encuentra a
movimiento de cabeza. los nifios sin los boletos correspondien-
Chicho andaba en lo mismo, ante una tes".
sefiora vestida con sencillez, que lo Chicho preguntaba al conductor si los
miraba sonriendo; al parecer, no tenía llevaba hasta el centro. El hombre nada
ninguna moneda que dar. Luego, Pablo, respondía. Entonces intervino Pablo.
frente a otro hombre; Chicho, frente a una -No vamos al centro. Vamos hasta el
sefiorita, la que buscó en su cartera y le cementerio, no más. ¿Nos puede llevar
dio una moneda de cinco pesos. Así, por treinta pesos?
entre las veinte o más personas que El conductor asintió a regafiadientes y
esperaban en la parada, lograron reunir soltó el pedal del embrague para que el
treinta pesos. El pasaje costaba mucho motor del bus se pusiera en marcha.
más y ellos eran dos, o medios que -¿Por qué le dijiste que íbamos hasta el
sumados, hacían uno; pero, sacáranse cementerio?
las cuentas que se sacaran, lo cierto era, -Porque hasta ahí vamos -concluyó, Pa-
blo.
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m-------------------~~----------------~--. ~
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----------------~J~
viajar hacia lo lindo significa un lindo Cantaban y hacían sonar la flauta. Lo
viaJe. único que no hicieron fue pedir limosna;
En plena marcha, en el interior del bus, es claro, no la necesitaban.
se dispusieron a cantar. Pero, antes de El bus se alejaba cada vez más del
que lo hicieran, un muchachito alzó la centro de la ciudad y el plan de Chicho
voz. y Pablo se estaba esfumando. Natural-
Muy buenas tardes, señores pasajeros. mente que la situación no les hacía
Pablo pegó un brinco y trató de ver, entre ninguna gracia a los hermanos.
los pasajeros.- Lo que nos faltaba- dijo. Entonces, Pablo, no aguantó más.
La competencia. Chicho también brin- -Me gustaría darle un bofetón a ese
có, a su modo. payaso -rugió, Pablo.
-Buenas tardes- murmuró apenas. ¿Es Chicho trató de apaciguarlo, pero el mal
que se nos pasó otra vez el almuerzo? humor de su hermano echaba vapor por
Pablo consiguió ver a los dos muchachi- las ventanillas de la nariz.
tos en el pasillo. No eran como Chicho -¿Qué no ves acaso cómo se ríe de
y tantos otros que cantaban en los nosotros?
buses; eran distintos, bien vestidos y de Pablo se abrió, como pudo, camino
presencia. Se habían comprado un ins- entre los pasajeros que viajaban de pie
trumento indígena, el que soplaban ha- y se dirigió al muchachito con la inten-
ciéndolo sonar como una flauta. No ción de remecerlo.
trataban de burlarse de los niños canto- Chicho gritó desde atrás. Los muchachi-
res; deseaban divertirse y algunos pa- tos se quedaron en silencio y algunos
sajeros miraban con simpatía este show pasajeros trataron de intervenir. El con-
imprevisto. ductor del bus, alertado del escándalo
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1
1!
66 67
_.,___._,
--==-- =---- -
los perros con una voz suave, pero auto- Aterrados los nifios respondían con la
ritaria. Los perros no cedieron, tampoco mayor velocidad posible; el sefior guar-
mordieron, ¡por suerte! Finalmente, del dia podría enojarse y ordenar a los
interior del jardín, asomó un guardia perros que mordieran. Todo parecía
vestido de azul y con revólver al cinto. espantoso, hasta que regresó la joven
-Voy a ver si encuentro algo que darles con unos paquetes: era sémola y fideos
-dijo, la joven, y desapareció en la casa. para la sopa y una bolsa desechable con
Entonces comenzó el interrogatorio. Los panafiejo.
perros, con sus lenguas húmedas, obli- -Aquí tienen -les dijo la joven-. Ya,
gaban a estarse muy quietos. La voz del déjalos tranquilos, Norberto. Con esto
guardia intimidó aún más a Chicho y pueden irse. Los sefiores de la casa no
Pablo. demoran en llegar y no les gusta ver
-¿Qué hacen aquí? ¿Porquéandanmen- gente extrafia.
digando? ¿No estarían pensando entrar a Norberto, el guardia, se llevó los perros
robar? ¿Qué hacen tus padres? ¿Traba- y la muchacha se encerró dentro de la
jan? ¿No? ¿Por qué estan cesantes? Se- casa. Los nifios se levantaron del suelo,
guramente es tan ladrón como sus hijos. recogieron los paquetes con alimentos y
¿Andan armados?¿ Con cuchillos?¿Con se alejaron rápidamente del lugar.
piedras? ¿Son peligrosos? ¿Pensaban A pesar del incidente, no se dieron
asaltar a la sirvienta cuando la vieron cuenta por vencidos. En las casas si-
sola barriendo en la puerta? ¿Creyeron guientes fue más sencillo. Como las
que estaba indefensa? Pero, se equivo- rejas estaban cerradas, llamaban a gri-
can, par de bribones. tos a los moradores y a gritos pedían
comida. No siempre tuvieron éxito, pero
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consiguieron recolectar más alimentos.
-Regresaron a la parroquia cuando la
tarde caía sobre la ciudad. Les había ido
, bien. Dieron cuenta al padre Jacques,
entregaron los alimentos recogidos y
Chicho confesó que había tomado las 7
cucharas, devolviéndolas en el acto al Fray Andrés no asoma
comedor comunitario. El sacerdote les su sotana
agradeció de todo corazón, estaba muy
complacido y emocionado, se sentía
reconfortado. Pablo y Chicho compren-
dieron lo que fray Andrés siempre les
repetía: pedir limosna no sólo para vo-
sotros sino también para los demás.
-También hemos ganado algo de plata -
reconoció, Chicho-. ¿Se la damos a
usted padre?
El religioso la rechazó y aconsejó
llevarla a la casa de los niños.
-Con seguridad tus padres la necesitan.
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Fray Andrés no asomaba su sotana por pasar varias carretas, en dirección al
.ninguna parte, lo que era muy extraño. río, chocando las herraduras de los ca-
. Siempre, al caer la tarde o al asomar el ballos contra las piedras de la calle.
alba, aparecía Fray Andrés donde me- A Chicho se le ocurrió saludar a uno de
nos se le esperaba. los conductores de carretas y como éste
-Me daría un gran placer conocer el le contestó el saludo, le pidieron que los
fraile que vino con ustedes la otra vez- llevara hasta la iglesia Recoleta. El
les confesó el padre jacques a los mu- conductor detuvo la carreta y les hizo un
chachos, ¿No es un poco extravagante? lugar en el pescante.
-¿Qué? ¿le hicieron una manda al santo?
-¿Qué es eso, padre? -preguntó, Chicho,
-preguntó, el carretonero.
-Un tanto extraño. .1 -
Los chicos no dieron respuesta; la sola
-Muy raro, padre -agregó, Pablo. Y
presencia del padre Jacques los libera-
prosiguió: "Ahora que deseamos
ba de toda responsabilidad ante otras
topamos con él, no asoma la nariz.
personas mayores.
Antes, nos molestaba a cada rato".
-No. Vamos a visitara un paisano -dijo,
Como los tres no deseaban otra cosa que
visitarle, muy de mañana se fueron al el sacerdote.
Y como el conductor del carretón notara
convento de los recoletos; era preciso
el acento extranjero del religioso, co-
hablar con fray Andrés, antes de que
menzó a hacerle pregunta tras pregunta.
saliera por sus limosnas.
Así se enteró el hombre de las afliccio-
Era tan temprano, que ningún vehículo
nes de aquella parroquia de gente pobre.
de pasajeros transitaba todavía. Pero,
-¿Podría usté darnos unas verduritas pa'
sí los carretones de los verduleros, que
la olla? -preguntó, Chicho.
venían de las chacras vecinas. Vieron
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Pablo le dio un codazo a Chicho y le La carreta, cargada hasta los bordes de
dijo: "¡Qué tonto! El caballero va a sus barandas con verduras diversas,
pensar que somos unos frescos'~ ¿Querí prosiguió la marcha hacia el mercado.
que nos eche de la carreta? Ante las puertas del convento, los visi-
-Podría, si. Claro que podría -dijo, el tantes llamaron con el viejo pufio de
hombre. Y agregó: "Es muy bueno lo que hierro, puesto allí para que le golpearan
hacen con esa gente ... " bien fuerte. Unos pasos se acercaron.
-¿Y podría damos todos los días? - -¿Qué desea? -dijo una voz menuda
insistió, el pequefio. desde el otro lado. Y asomó su nariz al
'
-Chicho, por favor -trató de tranquili- abrir la puerta. Al ver a los nifios, el
zarlo, el sacerdote. portero, exclamó: "¡Ah! ¿Ustedes de
-Es que cuando usté no pueda, nos nuevo?"
vende más barato -insistió, Chicho. -Buenos días-saludó, el padre Jacques.
El hombre se mantuvo en silencio; ante Deseamos ver a fray Andrés, por favor.
la insistencia del sacerdote y los nifios, El viejo portero los condujo al comedor
bajó varias veces la cabeza, como si del convento; en ese momento, los frai-
imitara el cabeceo de su caballo al les desayunaban.
trotar. -Buscan a fray Andrés -dijo, el viejo.
El convento de los recoletos estaba a la "Este par de bribones se han conseguido
vista; el conductor detuvo el caballo y un sacerdote para poder entrar aquí".
los tres se bajaron. Un fraile se levantó de la mesa y recibió
-Mafiana a las cinco,lo estaremos es- a los visitantes. Era mucho más viejo
perando -gritó Chicho- .Chao, caballe- que el fraile que ellos buscaban; más
ro. Y gracias.
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Los muchachos refirieron la de veces
alto y delgado, casi como un poste de
que le habían encontrado en la calle y
alumbrado público.
cómo les fastidiaba entonces. Pero,
-No es él-exclamó, Chicho, en el acto.
reconocieron que la última vez, los
-Perdone usted, hermano- se disculpó
babia salvado de una situación des-
el padre Jacques- .Parece que estamos
agradable y terrible, algo de lo que ni
equivocados.
siquiera deseaban acordarse; aquello
El fraile se sintió tan incómodo de no
babia sido casi como un milagro. A la
poder ser útil a los visitantes, que les voz de milagro, los frailes del convento
invitó a desayunar; si se habían equivo-
pusieron más atención.
cado de convento, no encontrarían otro
-¿Y cómo luce el fray Andrés milagro-
muy cerca, y ajuzgar por las caras de los so? -insistió con cautela, otro de los
niños, se notaba que no habían desayu- religiosos. Mientras más referencias
nado.
daban los muchachos de fray Andrés,
Jamás habían saboreado dulces de mem-
más se iban asombrando los recoletos,
brillo y albaricoque tan exquisitos; el
levantándose de sus asientos, muy aten-
pan era blando y sabia a fruta seca; la tos, con los ojos brillantes de gozo y
leche fresca y tibia, era un néctar inol-
admiración.
vidable para los niños. ¿Qué importaba -Parece, hermanos -dijo el mayor de
no haber encontrado al misterioso fray los religiosos-, que nuestro Andrés ha
Andrés, si desayunaban cosas tan ri- hecho otro de sus milagros.
cas? E invitaron al padre Jacques y los niños
-¿Por qué tenéis tanto interés en ubicar
a pasar a la nave principal de la iglesia.
a vuestro fray Andrés? -dijo, uno de los El grupo de recoletos se detuvo ante un
frailes.
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Los muchachos refirieron la de veces
alto y delgado, casi como un poste de
que le habían encontrado en la calle y
alumbrado público.
cómo les fastidiaba entonces. Pero,
-No es él-exclamó, Chicho, en el acto. reconocieron que la última vez, los
-Perdone usted, hermano- se disculpó había salvado de una situación des-
el padre Jacques- .Parece que estamos agradable y terrible, algo de lo que ni
equivocados. siquiera deseaban acordarse; aquello
El fraile se sintió tan incómodo de no había sido casi como un milagro. A la
poder ser útil a los visitantes, que les voz de milagro, los frailes del convento
invitó a desayunar; si se habían equivo- pusieron más atención.
cado de convento, no encontrarían otro -¿Y cómo luce el fray Andrés milagro-
muy cerca, y ajuzgar por las caras de los so? -insistió con cautela, otro de los
niños, se notaba que no habían desayu- religiosos. Mientras más referencias
nado. daban los muchachos de fray Andrés,
Jamás habían saboreado dulces de mem- más se iban asombrando los recoletos,
brillo y albaricoque tan exquisitos; el levantándose de sus asientos, muy aten-
pan era blando y sabia a fruta seca; la tos, con los ojos brillantes de gozo y
leche fresca y tibia, era un néctar inol- admiración.
vidable para los niños.¿ Qué importaba -Parece, hermanos -dijo el mayor de
no haber encontrado al misterioso fray los religiosos-, que nuestro Andrés ha
Andrés, si desayunaban cosas tan ri- hecho otro de sus milagros.
cas? E invitaron al padre Jacques y los niños
-¿Por qué tenéis tanto interés en ubicar a pasar a la nave principal de la iglesia.
a vuestro fray Andrés? -dijo, uno de los El grupo de recoletos se detuvo ante un
frailes.
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cuadro imponente, que enseñaba una -Esta es susangre-dijo,simplemente. Y
vieja pintura con la imagen de fray continuó: "Jamás se ha coagulado. Siem-
Andrés. pre se ha mantenido asi, como si estu-
Era él, sin duda; asilo reconocieron los viera fresca. Y les aseguro, que ha esta-
muchachos. do aqui ya varios siglos. Si -aseguró,
-Pero, ¿dónde está? -quiso saber, el con lágrimas de emoción-, estamos
padre Jacques, cada vez más intrigado. seguros de que fray Andrés fue un San-
-En el cielo -fue la respuesta- . Esta es to ".
su tumba. El tiempo habia pasado; el padre Jacques
Imposible de creer; es decir, casi. Los debia regresar a sus deberes. Se despi-
visitantes necesitaron salir de su asom- dieron agradecidos y prometieron re-
bro p~ra enterarse de que fray Andrés gresar con todos los vecinos de la parro-
habia vivido en el convento de los quia, apenas pudieran hacerlo.
recoletos dedicado a la limosna. En Al salir del convento, los tres sabian que
más de una oportunidad le habia salva- nuevas energías los llenaban de con-
do la vida a alguien, sin contar otros fianza.
tantos "milagritos" menores. Pero, de La misa de ese dia fue algo especial para
eso, hacia ya mucho tiempo. el padre Jacques; los niños supieron
Otro de los religiosos se acercó al cual era el sentimiento de los héroes,
grueso muro de la iglesia y abrió una porque en el sermón, el padre J acques se
puertecita, dejando al descubierto una refirió al suceso.
pequeña celda. De alli sacó un frasquito La limosna para la olla común de la
transparente, que contenía un liquido población tiene ahora un significado
espeso de color púrpura. mayor. Los muchachos salen cada dia a
cumplir su misión y esperan impacien-
tes un nuevo encuentro con fray Andrés.
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