Qué Maravilloso Es El Don de La Vida
Qué Maravilloso Es El Don de La Vida
Qué Maravilloso Es El Don de La Vida
¿Quién eres tú para quitar la vida a alguien que está llamado a la vida eterna con
Dios?
Un gran escritor español José María Gironella, cuenta que allá en diciembre de
1936, iniciada ya la guerra civil española, en un momento en que temían que su vida
peligrara en Gerona, decidió pasarse a Francia, y su padre lo acompañó hasta la
frontera. Al pasarla, los gendarmes franceses le registraron y, en sus bolsillos,
encontraron un papel que, sin que él lo advirtiera, había introducido su padre
momentos antes de cruzar dicha frontera. Era una brevísima carta que decía: No
mates a nadie, hijo. Tu padre, Joaquín.
La carta era realmente conmovedora, sobre todo en aquel momento. Porque lo lógico
hubiera sido que en esa circunstancia un padre hubiera aconsejado a su hijo: “Ten
cuidado, no te maten”. Pero aquel padre sabía algo muy importante: que es mucho más
mortal matar que morir. El que mata a otro ser humano, queda mucho más muerto,
mucho más podrido que el que es asesinado.
Por esta razón Dios, cuando los hombres nacemos, desliza en los bolsillos de
nuestra conciencia otra carta que dice: No mates a nadie, hijo. Tu Padre Dios.
El precepto moral del “no matarás” tiene un sentido negativo inmediato: indica el
límite, que nunca puede ser transgredido por nadie, dado el carácter inviolable del
derecho a la vida, bien primero de toda persona. Pero tiene también un sentido
positivo implícito: expresa la actitud de verdadero respeto a la vida, ayudando a
promoverla y haciendo que progrese por el camino de aquel amor que la acoge y debe
acompañarla.
¿Quién eres tú para quitar la vida a alguien que está llamado a la vida eterna con
Dios?
Además nuestra vida humana y terrena es grande en vistas a nuestra vida eterna en
el cielo. La vida humana es condición de la vida eterna, a donde estás llamado por
Dios para gozar de Él eternamente. Por eso es tan valiosa a los ojos de Dios tu
vida terrena, y por esto es también de un precio inestimable para ti que eres
cristiano, porque es el tiempo de atesorar méritos para la vida eterna, que te ganó
Cristo con su sangre, muerte y resurrección. San Jerónimo dijo en cierta ocasión
que esta vida es un estadio para los mortales: aquí competimos para ser coronados
en otro lugar14.
Si has entendido esto que te he dicho, entonces comprenderás que la vida humana es
una chispa que salta de Dios. Nadie tiene derecho a extinguirla. La vida humana
aquí en la tierra es la posibilidad que Dios nos concede de alcanzar la vida eterna
en el cielo. Nadie tiene derecho de despojarnos de ella.
Tu vida es bien noble. No puedes reducir la vida a lo que decía el filósofo ateo
francés Jean Paul Sartre en su obra “La Náusea”: Comer, dormir; dormir, comer.
Existir lentamente, dulcemente, como aquellos árboles, como una botella de agua,
como el andén rojo del tranvía.
La vida nace en el seno del amor: un hombre y una mujer que se aman colaboran con
Dios para dar a un hombre el mayor regalo: la vida, el paso de la nada al ser. ¡Qué
noble ha de ser la vida humana si Dios nos da este don, en colaboración con tus
papás!
Dios te ha dado la vida para poder entrar en comunión contigo. Por eso con la vida
te ha dado una inteligencia para que le puedas conocer, y una voluntad para que le
puedas elegir y amar. ¿Cómo vas a quitar la vida a un hombre, cuando está llamado a
encontrarse con Dios y entablar con Él un diálogo en la fe y en el amor, a través
de la oración y los sacramentos, aquí en la tierra; y después en la otra vida,
mediante la visión cara a cara con Dios? No tienes ningún derecho a privar a un
hombre de lo más noble que hay: conocer y amar a Dios aquí en la tierra, y gozar de
Él después en la eternidad.
“Mi amigo Giuliotti me invitó a dar una vuelta, para conocer la población. Me hizo
admirar una plaza triangular. En uno de los ángulos se erguía solitario un
monumento en bronce: el navegante Juan de Verazzano. De cada lado del triángulo
arrancaba un camino.
Juan me propuso:
El amigo me explicó:
- Es el hospital.
- Entonces volvamos atrás.
- Volvamos atrás.
Finalmente tomamos el tercer camino que también era de subida. Llegamos frente a
una casona blanca, vieja y cerrada. Todas sus ventanas tenían rejas negras.
Concluye Papini: esta población nos da una fiel imagen de la vida humana en el
planeta Tierra. Los seres humanos desembocan en la enfermedad, o en la cárcel, y,
en todo caso, en la muerte (De una carta de Papini).
Yo no estoy de acuerdo con Papini en este pensamiento, pues nuestra vida desemboca
en la eternidad de Dios.
Te habrás dado cuenta cómo cada hombre aprecia su propia vida y la defiende al
máximo; incluso los que se quejan de su vida están defendiéndola en el fondo, pues
piden mejores condiciones para vivir, protestan porque quisieran vivir de otra
manera.
El problema nace a la hora de considerar la vida de los demás frente a los propios
intereses. Así, por ejemplo, se prefiere recurrir al aborto antes que a la
promoción de un recto uso de la sexualidad; se prefiere recurrir a la eutanasia
antes que a un interés eficaz por los ancianos y los marginados; se prefiere
recurrir a grandes campañas contra la natalidad en el tercer mundo antes que a
planes eficaces de desarrollo y colaboración económica; se prefiere el uso de la
guerra y el terrorismo al diálogo y la confrontación democrática, y en general, la
vida humana viene supeditada a otros intereses que tienen mucho menos valor.
Por eso, no debes medir el valor del hombre desde un punto de vista industrial o
comercial, como se hace hoy día. Así la persona humana es cotizada por su eficacia,
y se considera al hombre más por el tener que por el ser. Ahí tienes la concepción
materialista de la vida: vales por lo que produces y tienes, y no por lo que eres.
Nunca debes aceptar esta concepción del hombre.
Debes alzar la voz fuerte contra esta injusticia y estos crímenes. El mandamiento
de Dios es bien claro: “No matarás”.
Alza la voz como lo hizo el Papa Juan Pablo II en Denver el día 14 de agosto de
1993 a los jóvenes: Con el tiempo, las amenazas contra la vida no disminuyen; al
contrario, adquieren dimensiones enormes. No se trata sólo de amenazas procedentes
del exterior, de las fuerzas de la naturaleza o de los Caínes que asesinan a los
Abeles; no, se trata de amenazas programadas de manera científica y sistemática. El
siglo XX será considerado una época de ataques masivos contra la vida, una serie
interminable de guerras y una destrucción permanente de vidas humanas inocentes.
Los falsos profetas y los falsos maestros han logrado el mayor éxito posible”.
Voy concluyendo esta parte. La vida humana es un don, es algo precioso que te es
dado, que recibes gratuitamente de Dios a través de tus padres. En el camino de la
vida adquieres la conciencia de ser una persona y también un sujeto individualizado
e irrepetible. Desde el punto de vista cristiano, estás hecho a imagen y semejanza
de Dios; tu vida procede del Ser Supremo y, por la creación, eres verdaderamente su
hijo. Esta filiación es elevada sobrenaturalmente por el sacramento del bautismo,
que te asocia a Jesucristo con una nueva creación y un nuevo amor.
Entre 1945 y 1975, sólo en treinta años, se produjeron en el mundo 119 guerras, en
las que intervinieron 19 países, y eso recién terminada la gran guerra mundial, que
se presentó como la última guerra.
La última todavía suena en nuestros oídos: la guerra en Irak por parte de Estados
Unidos, abril del año 2003.
Después, está la guerra del terrorismo que en muchos países es una herida
permanente abierta: palestinos e israelíes, norte y sur, católicos y
protestantes...
Y está la feroz guerra del aborto, en la que hoy están muriendo más de 50 millones
de no nacidos cada año; es la guerra probablemente más sangrienta que haya
inventado la humanidad. El aborto es la manipulación de un feto en el seno materno
con el propósito de destruirlo.
Te voy a contar una anécdota escalofriante para que comprendas el valor de la vida.
Lucía, joven religiosa, es decir, monja, sufrió como otras miles de mujeres la
barbarie de la violación. Reproducimos la carta que escribió a su Superiora
General:
Soy Lucía Vetruse, una de las novicias que han sido violadas por las milicias
serbias. Le escribo sobre lo que me ha acaecido a mí y a mis hermanas Tatiana y
Sendria. Permítame que no le dé detalles. ¿Qué es, madre, mi sufrimiento y la
ofensa sufrida en comparación con la de Aquel al que había prometido mil veces
darle mi vida?
Dije despacio: "Hágase tu voluntad, ahora, sobre todo ahora, ya que no tengo más
apoyo que la certeza de que tú, Señor, estás a mi lado". Le escribo, madre, no para
recibir consuelo, sino para que me ayude a dar gracias a DIOS POR HABERME ASOCIADO
A MILLARES DE COMPATRIOTAS MÍAS OFENDIDAS EN EL HONOR. Y A ACEPTAR LA MATERNIDAD NO
DESEADA...
A las puertas de nuestro convento, hay cada día centenares de criaturas famélicas
tiritando de frío, con la desesperación en los ojos. La otra semana una joven de
dieciocho años me había dicho: "Usted es afortunada porque ha escogido un sitio
donde la milicia no puede entrar”. Y añadió: "No sabe lo que es el deshonor".
Lo pensé despacio y vi que se trataba del dolor ingente y casi sentí vergüenza de
estar excluida de su huida. Ahora soy una de ellas, una de tantas mujeres anónimas
de mi pueblo con el cuerpo destrozado y el alma saqueada. El Señor me ha admitido
al misterio de su vergüenza, es más, a esta hermana le ha concedido el privilegio
de comprender la fuerza diabólica del mal.
Sé que, de hoy en adelante, las palabras de valor y consuelo que trataré de sacar
de mi pobre corazón serán creídas, porque mi historia y la suya, y mi resignación,
sostenida por la fe, podrá servir, si no de ejemplo, al menos de confrontación con
sus reacciones morales y afectivas. Basta una señal, una pequeña palabra, una ayuda
fraternal, para movilizar la esperanza de un ejército de criaturas desconocidas.
Dios me ha escogido -Él me perdone esta presunción- para guiar a las personas
humilladas de mi gente hacia un alba de redención y de libertad. No podrán tener
dudas sobre la sinceridad de mis deseos, porque yo también vengo, como ellas, de la
frontera de la abyección... Todo ha pasado, madre, pero ahora comienza todo en su
llamada telefónica, después de decirme palabras de consuelo que le agradeceré toda
mi vida, me hizo una pregunta: "¿Qué harás de la vida que te ha sido impuesta en tu
vientre?".
Sentí que su voz temblaba al hacerme esa pregunta que no podía ser respondida de
inmediato, no porque no haya reflexionado sobre la elección que tenía que hacer,
sino porque usted no quería turbar con proyectos mis decisiones.
Lo he decidido ya: si soy madre, el niño será mío. Lo podría confiar a otras
personas, pero él tiene el derecho, a mi amor de madre, aunque no haya sido deseado
ni querido. No se puede arrancar una planta de sus raíces. El grano que ha caído en
una tierra tiene necesidad de crecer allí donde el misterioso, aunque inicuo
sembrador lo haya echado.
En este caso de vida está resumido todo el valor del quinto mandamiento de la ley
de Dios.
Pero sigamos.
Otras formas de crímenes sobre niños todavía no nacidos que se pueden incluir aquí
son las muertes de embriones humanos producidas por experimentos realizados dentro
o fuera del seno materno. A esto se le ha llamado la terrible matanza de los
experimentos genéticos, de la fecundación in vitro, de los embriones congelados, de
los experimentos de la clonación, etc... donde descartan y mueren cantidad de seres
humanos.
No todas las técnicas de manejo de los genes (son éstos, fragmentos del ácido
desoxirribonucleico o ADN), en los que están inscritos los caracteres específicos
de cada ser animal o vegetal …no todas estas técnicas, digo, son malas:
Otras como la llamada ingeniería genética molecular”, por la que genes humanos,
animales o vegetales (fragmentos de ADN), trasferidos a determinados cultivos
bacterianos para reaplicación, han logrado para la humanidad la producción de
medicinas (insulinas artificiales, interferón, vacunas, etc.), así como alimentos
fundamentales en la agricultura y la ganadería. Por otra parte, se está elaborando
ya el llamado “mapa del genoma humano”, por medio del cual se podrán en su día
intercambiar genes enfermos del ser humano por otros sanos.
En otro orden de cosas, dentro del problema que te estoy tratando, la moral
católica enuncia juicios muy severos acerca de las técnicas de eugenesia positiva
(mejora de los genes): inseminación artificial, homóloga o heteróloga (del marido o
no), fecundación in vitro y la clonación o proceso, mediante el cual se podría
producir un gemelo genético –como una fotocopia repetible a voluntad- a partir de
un solo progenitor16 . De esto te hablaré más adelante.
Está también la violencia nuestra de cada día. Es verdad, “no robamos, ni matamos
físicamente”, pero sí matamos cuando criticamos, cuando nos enfadamos con gran
violencia. Esta violencia está en el corazón. La agresividad se ha ido adueñando de
nuestra vida cotidiana. Somos violentos en nuestro lenguaje. Somos violentos en
nuestra manera de entender la vida. Así se oye decir: “aquí o pisas o te pisan...
el que da primero da dos veces... bastos son triunfos”.
Otra de las formas más dramáticas con la que puede violarse hoy este mandamiento es
precisamente el del uso y abuso de las drogas. Ya sabes que el mal de la droga,
aunque sea “blanda” está en que produce efectos irreparables en el cerebro, además
de otros problemas psicológicos que varían según el efecto de la droga.
No obstante lo dicho, es lícito utilizar las drogas con fines medicinales curativos
o anestésicos.
También, exponemos nuestra vida y la de los demás con el mal uso del volante, y el
exceso de la velocidad. ¡Qué locura! Hay que respetar las señales de tráfico y ser
prudente en la carretera, especialmente cuando otras vidas dependen de ti.
Como puedes ver, se puede matar de mil maneras. Se puede matar de disparos, pero
también de hambre o de soledad. Se puede declarar una guerra o declarar y tolerar
un paro, una calumnia.
No olvidemos las palabras que dijo Dios a Caín: “¿Qué has hecho? La voz de la
sangre de tu hermano está clamando a mí desde la tierra. Ahora, pues serás maldito
sobre la tierra que abrió su boca para recibir, de mano tuya, la sangre de tu
hermano” (Génesis 4, 10).
Caín parece haberse extendido sobre toda la tierra. Parece que la tierra se ha
convertido en un lago de sangre y violencia.
Ya nos hemos acostumbrado. El día en que los telediarios no nos ofrecieran nuestra
ración de muertos, tendríamos la impresión de haber llegado a otro planeta.
Un nuevo paso más damos en este campo con el tema del suicidio. Es quitarse
deliberadamente la vida directamente procurada, ya sea por medio de una acción o a
través de una omisión voluntaria.
La mayoría de los suicidios de época pasadas estaban motivados, más que por un odio
a la vida o deseo de la muerte, por el impulso de encontrar una “solución” rápida a
un problema ético que no había sido enfocado –por culpa propia o ajena- de una
manera justa.
Siempre es ilícito, porque se destruye un don que pertenece a Dios. Ninguna vida
humana es inútil o poco importante. El suicidio se opone de forma clara al instinto
de conservación, es decir, a un legítimo amor propio que está en la naturaleza
humana y que le mueve a permanecer en el ser, para su bien y para el bien de los
demás. Hasta tal punto es esto cierto que la mayoría de los suicidios son
achacables a condiciones patológicas, aunque también en muchos casos, originados
por una previa ausencia de sensibilidad moral, de interés real y positivo por el
trabajo y por los demás hombres.
Poniéndose en el lugar del Creador, se afirman a sí mismos como los señores que
quieren dominar a su gusto, disociando voluntariamente las dos significaciones de
la sexualidad: unión mutua y procreación19 . Y al mismo tiempo que manipulan la
sexualidad humana y se colocan como árbitro y señores del designio divino, los
esposos cesan, por la contracepción, de aceptarse y donarse mutuamente uno al otro
según la verdad de su ser a la vez físico y espiritual. La mujer acoge al marido
pero con el rechazo a su gesto inseminador; el hombre recibe a la mujer, pero con
la activa negación de su ritmo fisiológico y psicológico propio. Conjuntamente, el
hombre y la mujer se acogen uno al otro en la exclusión de una apertura,
simplemente posible, a la vida del hijo.
Veo en tus ojos una pregunta: ¿Es lo mismo esto que los métodos naturales?”.
Es inmoral la fecundación “in vitro” porque hay separación del aspecto unitivo y
procreativo en al acto sexual. Además, en esta fecundación deben ser fecundados
muchos óvulos hasta lograr que uno de ellos se desarrolle suficientemente “in
vitro” para poder ser implantado en el endometrio (útero) femenino.
Consecuentemente, son desechados o congelados, o incluso utilizados en
investigaciones, el resto de ovocitos fecundados; todo lo cual constituye algo
intrínsecamente inmoral 20 .
Te pongo aquí también una cita del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia,
publicado el 2 de abril de 2004 por el Pontificio Consejo Justicia y Paz,
relacionado con varios mandamientos, al menos con el quinto y el sexto:
Todavía nos aterra el caso de Estados Unidos de Terri Schiavo, esa mujer con daños
cerebrales a la que se le quitaron, por indicación de alguno de sus familiares, lo
tubos que le proporcionaban alimento y agua. Y así la mataron.
Aquí surge una pregunta que está en tus labios: ¿está obligado el hombre siempre a
conservar la vida?
Todo esto nos lleva a dos cosas más a este respecto. Una afecta al individuo como
cristiano, y la otra al médico en su obligación deontológica.
Acerca del diagnóstico prenatal, será aceptable si respeta la vida del embrión y se
orienta hacia su custodia o curación.
Acerca de las posibles intervenciones terapéuticas sobre el embrión, serán lícitas
en las mismas condiciones que lo anterior.
La particular gravedad de esta investigación sobre embriones obtenidos por
fecundación “in vitro” y que, ulteriormente, van a ser destruidos…atenta a la
dignidad de la persona humana.
Y todo lo que afecta a la manipulación de embriones en orden a la reproducción
humana (congelación, hibridación interespecífica, donación, partenogénesis,
intentos de selección de sexos, etc.)…todo lo cual constituye una ofensa a la
dignidad del ser humano, así como a su integridad e identidad.
Cristo vino a este mundo para darnos vida y dárnosla en abundancia. Es más, Él se
definió como Camino, Verdad y Vida. Quien sigue a Cristo, apuesta por la vida,
defiende la vida, transmite la vida.