Qué Maravilloso Es El Don de La Vida

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Qué maravilloso es el don de la Vida

¿Quién eres tú para quitar la vida a alguien que está llamado a la vida eterna con
Dios?

Por: P. Antonio Rivero L.C. | Fuente: Catholic.net

El Valor de la Vida humana

Un gran escritor español José María Gironella, cuenta que allá en diciembre de
1936, iniciada ya la guerra civil española, en un momento en que temían que su vida
peligrara en Gerona, decidió pasarse a Francia, y su padre lo acompañó hasta la
frontera. Al pasarla, los gendarmes franceses le registraron y, en sus bolsillos,
encontraron un papel que, sin que él lo advirtiera, había introducido su padre
momentos antes de cruzar dicha frontera. Era una brevísima carta que decía: No
mates a nadie, hijo. Tu padre, Joaquín.

La carta era realmente conmovedora, sobre todo en aquel momento. Porque lo lógico
hubiera sido que en esa circunstancia un padre hubiera aconsejado a su hijo: “Ten
cuidado, no te maten”. Pero aquel padre sabía algo muy importante: que es mucho más
mortal matar que morir. El que mata a otro ser humano, queda mucho más muerto,
mucho más podrido que el que es asesinado.

Por esta razón Dios, cuando los hombres nacemos, desliza en los bolsillos de
nuestra conciencia otra carta que dice: No mates a nadie, hijo. Tu Padre Dios.

El precepto moral del “no matarás” tiene un sentido negativo inmediato: indica el
límite, que nunca puede ser transgredido por nadie, dado el carácter inviolable del
derecho a la vida, bien primero de toda persona. Pero tiene también un sentido
positivo implícito: expresa la actitud de verdadero respeto a la vida, ayudando a
promoverla y haciendo que progrese por el camino de aquel amor que la acoge y debe
acompañarla.

Jesucristo vino a destruir la muerte y a traer vida y a traerla en abundancia, nos


dice san Juan en su evangelio en el capítulo 10. Y la vida que nos trajo Jesús es
la vida eterna. Y Él lucha y luchará para que nadie nos arrebate esta vida eterna.
Y esta vida eterna traída por Jesús abarca salvar nuestro cuerpo y nuestra alma, es
decir, nuestra persona.

¿Quién eres tú para quitar la vida a alguien que está llamado a la vida eterna con
Dios?

El escritor americano Louis Begley ha denominado al siglo XX como “réquiem


satánico”. Es un infierno de asesinatos y homicidios, de masacres y crímenes
violentos, un compendio de atrocidades. En el siglo XX se ha matado a más hombres
que nunca. A este siglo le corresponden el holocausto y la bomba atómica. ¿Qué
hacer? ¿Dónde ha quedado la vida y la salvación traída por Cristo hace más de
veinte siglos?

Compartiré contigo en este mandamiento: "No matarás"

I. Lo maravilloso que es el don de la vida.


II. Las diversas formas de transgredir este mandamiento.
III. Casos especiales: legítima defensa, pena de muerte, guerra.

I. ¡QUÉ MARAVILLOSO ES EL DON DE LA VIDA!

¿Dónde está el valor de la vida humana?


En que eres imagen y semejanza de Dios. Al ser creado, recibiste una chispa divina,
que nadie puede darnos sino Dios. Y por tanto, nadie puede quitarnos la vida, sino
sólo Dios, que es el Dueño de nuestra vida. Por eso, el que levanta la mano contra
la vida humana ataca la propiedad de Dios.

Además nuestra vida humana y terrena es grande en vistas a nuestra vida eterna en
el cielo. La vida humana es condición de la vida eterna, a donde estás llamado por
Dios para gozar de Él eternamente. Por eso es tan valiosa a los ojos de Dios tu
vida terrena, y por esto es también de un precio inestimable para ti que eres
cristiano, porque es el tiempo de atesorar méritos para la vida eterna, que te ganó
Cristo con su sangre, muerte y resurrección. San Jerónimo dijo en cierta ocasión
que esta vida es un estadio para los mortales: aquí competimos para ser coronados
en otro lugar14.

Si has entendido esto que te he dicho, entonces comprenderás que la vida humana es
una chispa que salta de Dios. Nadie tiene derecho a extinguirla. La vida humana
aquí en la tierra es la posibilidad que Dios nos concede de alcanzar la vida eterna
en el cielo. Nadie tiene derecho de despojarnos de ella.

Es Dios quien da la vida. Sólo Él puede quitarla15 .

Tu vida es bien noble. No puedes reducir la vida a lo que decía el filósofo ateo
francés Jean Paul Sartre en su obra “La Náusea”: Comer, dormir; dormir, comer.
Existir lentamente, dulcemente, como aquellos árboles, como una botella de agua,
como el andén rojo del tranvía.

La vida nace en el seno del amor: un hombre y una mujer que se aman colaboran con
Dios para dar a un hombre el mayor regalo: la vida, el paso de la nada al ser. ¡Qué
noble ha de ser la vida humana si Dios nos da este don, en colaboración con tus
papás!

Dios te ha dado la vida para poder entrar en comunión contigo. Por eso con la vida
te ha dado una inteligencia para que le puedas conocer, y una voluntad para que le
puedas elegir y amar. ¿Cómo vas a quitar la vida a un hombre, cuando está llamado a
encontrarse con Dios y entablar con Él un diálogo en la fe y en el amor, a través
de la oración y los sacramentos, aquí en la tierra; y después en la otra vida,
mediante la visión cara a cara con Dios? No tienes ningún derecho a privar a un
hombre de lo más noble que hay: conocer y amar a Dios aquí en la tierra, y gozar de
Él después en la eternidad.

No compartimos de ninguna manera la visión de la vida que cuenta Papini, escritor


italiano de inicios del siglo XX, al narrar esto.

“Mi amigo Giuliotti me invitó a dar una vuelta, para conocer la población. Me hizo
admirar una plaza triangular. En uno de los ángulos se erguía solitario un
monumento en bronce: el navegante Juan de Verazzano. De cada lado del triángulo
arrancaba un camino.

Juan me propuso:

- Tomemos este camino.


- Tomemos este camino -dije yo.

El camino era de subida y estaba cubierto de graba entre álamos y viñedos.


Recorrimos unos doscientos metros. Allí el camino terminaba al pie de un edificio
largo y de color claro.
- ¿Qué es esto? -pregunté.

El amigo me explicó:

- Es el hospital.
- Entonces volvamos atrás.
- Volvamos atrás.

Llegamos de nuevo a la plaza triangular. Tomamos el segundo camino. Subía más


empinado que el anterior, zigzagueando entre altas vallas y bardas caídas. Pronto
llegamos delante de un zaguán y de un alto muro que encerraban un terreno blanco de
lápidas, y negro de cruces. Inmediatamente entendí qué cosa era aquello.

- Volvamos al pueblo -dije.


- Volvamos.

Finalmente tomamos el tercer camino que también era de subida. Llegamos frente a
una casona blanca, vieja y cerrada. Todas sus ventanas tenían rejas negras.

- Y esto, ¿qué es? -pregunté.


- La cárcel .
- Regresemos pronto.
- Regresemos.

Concluye Papini: esta población nos da una fiel imagen de la vida humana en el
planeta Tierra. Los seres humanos desembocan en la enfermedad, o en la cárcel, y,
en todo caso, en la muerte (De una carta de Papini).

Yo no estoy de acuerdo con Papini en este pensamiento, pues nuestra vida desemboca
en la eternidad de Dios.

Te habrás dado cuenta cómo cada hombre aprecia su propia vida y la defiende al
máximo; incluso los que se quejan de su vida están defendiéndola en el fondo, pues
piden mejores condiciones para vivir, protestan porque quisieran vivir de otra
manera.

Todos queremos vivir.

El problema nace a la hora de considerar la vida de los demás frente a los propios
intereses. Así, por ejemplo, se prefiere recurrir al aborto antes que a la
promoción de un recto uso de la sexualidad; se prefiere recurrir a la eutanasia
antes que a un interés eficaz por los ancianos y los marginados; se prefiere
recurrir a grandes campañas contra la natalidad en el tercer mundo antes que a
planes eficaces de desarrollo y colaboración económica; se prefiere el uso de la
guerra y el terrorismo al diálogo y la confrontación democrática, y en general, la
vida humana viene supeditada a otros intereses que tienen mucho menos valor.

Ante todo esto, tú debes proclamar y defender la dignidad de la vida humana. La


dignidad del hombre es un valor absoluto, y la vida humana, un valor en sí misma
que siempre ha de ser defendida, protegida y potenciada, independientemente de lo
que diga la mayoría o los medios de comunicación o tu propia sensibilidad.

Por eso, no debes medir el valor del hombre desde un punto de vista industrial o
comercial, como se hace hoy día. Así la persona humana es cotizada por su eficacia,
y se considera al hombre más por el tener que por el ser. Ahí tienes la concepción
materialista de la vida: vales por lo que produces y tienes, y no por lo que eres.
Nunca debes aceptar esta concepción del hombre.

Fíjate a dónde te llevaría esta postura: porque eres minusválido, no sirves….se te


puede matar; porque tuviste un accidente y quedaste hemipléjico, no sirves…se te
puede matar; naciste con una deficiencia mental o corporal, no sirves…se te puede
descartar ya desde el seno de tu madre; ya estás anciano y sufres mucho, no sirves…
se te puede aplicar la eutanasia.

Debes alzar la voz fuerte contra esta injusticia y estos crímenes. El mandamiento
de Dios es bien claro: “No matarás”.

Alza la voz como lo hizo el Papa Juan Pablo II en Denver el día 14 de agosto de
1993 a los jóvenes: Con el tiempo, las amenazas contra la vida no disminuyen; al
contrario, adquieren dimensiones enormes. No se trata sólo de amenazas procedentes
del exterior, de las fuerzas de la naturaleza o de los Caínes que asesinan a los
Abeles; no, se trata de amenazas programadas de manera científica y sistemática. El
siglo XX será considerado una época de ataques masivos contra la vida, una serie
interminable de guerras y una destrucción permanente de vidas humanas inocentes.
Los falsos profetas y los falsos maestros han logrado el mayor éxito posible”.

Voy concluyendo esta parte. La vida humana es un don, es algo precioso que te es
dado, que recibes gratuitamente de Dios a través de tus padres. En el camino de la
vida adquieres la conciencia de ser una persona y también un sujeto individualizado
e irrepetible. Desde el punto de vista cristiano, estás hecho a imagen y semejanza
de Dios; tu vida procede del Ser Supremo y, por la creación, eres verdaderamente su
hijo. Esta filiación es elevada sobrenaturalmente por el sacramento del bautismo,
que te asocia a Jesucristo con una nueva creación y un nuevo amor.

De aquí procede la sacralidad de la vida humana, de tu vida humana. Este valor


persiste durante toda tu existencia desde el inicio de la concepción en el seno de
la madre, hasta su término natural en el momento de la muerte. Dios es el señor y
el dueño de la vida de cualquier hombre y mujer.

II. HAY DIVERSAS MANERAS DE MATAR

Matar es mucho más fácil de lo que piensas.

Desgraciadamente la historia de la humanidad, desde Caín, es la historia de la


violencia.Desde el principio del mundo tenemos datos históricos de más de dos mil
guerras. Prácticamente no hay año en la historia en que no estalle alguna.

Entre 1945 y 1975, sólo en treinta años, se produjeron en el mundo 119 guerras, en
las que intervinieron 19 países, y eso recién terminada la gran guerra mundial, que
se presentó como la última guerra.

La última todavía suena en nuestros oídos: la guerra en Irak por parte de Estados
Unidos, abril del año 2003.

En este momento, ¿cuántas guerras hay declaradas y cuántos conflictos bélicos? Y


decimos estar en paz.

Después, está la guerra del terrorismo que en muchos países es una herida
permanente abierta: palestinos e israelíes, norte y sur, católicos y
protestantes...

Y está la feroz guerra del aborto, en la que hoy están muriendo más de 50 millones
de no nacidos cada año; es la guerra probablemente más sangrienta que haya
inventado la humanidad. El aborto es la manipulación de un feto en el seno materno
con el propósito de destruirlo.

Generalmente, en la mayoría de los casos de aborto se procede asesinando al feto


dentro del seno de la madre, antes de extraerlo. Está comprobado ya científica y
médicamente que ese feto es un ser humano, una persona: desde el momento de la
concepción tiene un código genético propio y está llamado a realizarse como ser
humano y a gozar eternamente de Dios. Además, tiene un alma espiritual creada
amorosa, individual y personalmente por Dios. ¡Es un hijo de Dios!

Te voy a contar una anécdota escalofriante para que comprendas el valor de la vida.

Las mujeres han sufrido de forma muy especial la violencia en la antigua


Yugoslavia. Las violaciones y los malos tratos han sido utilizados como arma de
guerra, especialmente por parte de las tropas serbias. Según los informes
elaborados por las Naciones Unidas, miles de mujeres han sido víctimas de esta
violencia.

Lucía, joven religiosa, es decir, monja, sufrió como otras miles de mujeres la
barbarie de la violación. Reproducimos la carta que escribió a su Superiora
General:

Soy Lucía Vetruse, una de las novicias que han sido violadas por las milicias
serbias. Le escribo sobre lo que me ha acaecido a mí y a mis hermanas Tatiana y
Sendria. Permítame que no le dé detalles. ¿Qué es, madre, mi sufrimiento y la
ofensa sufrida en comparación con la de Aquel al que había prometido mil veces
darle mi vida?

Dije despacio: "Hágase tu voluntad, ahora, sobre todo ahora, ya que no tengo más
apoyo que la certeza de que tú, Señor, estás a mi lado". Le escribo, madre, no para
recibir consuelo, sino para que me ayude a dar gracias a DIOS POR HABERME ASOCIADO
A MILLARES DE COMPATRIOTAS MÍAS OFENDIDAS EN EL HONOR. Y A ACEPTAR LA MATERNIDAD NO
DESEADA...

Mi humillación se suma a la de las demás y sólo puedo ofrecerla por la expiación de


los pecados cometidos por los anónimos violadores y por la paz entre las dos etnias
opuestas, aceptando el deshonor, sufrido y entregándolo a la piedad de Dios...No se
asombre que le pida compartir conmigo una "gracia" que pudiera parecer absurda. He
llorado en estos meses todas mis lágrimas por mis dos hermanos asesinados por los
mismos agresores que van aterrorizando nuestras ciudades. Pensé que ya no podría
sufrir muchas cosas más, que el dolor pudiera tener tantas dimensiones.

A las puertas de nuestro convento, hay cada día centenares de criaturas famélicas
tiritando de frío, con la desesperación en los ojos. La otra semana una joven de
dieciocho años me había dicho: "Usted es afortunada porque ha escogido un sitio
donde la milicia no puede entrar”. Y añadió: "No sabe lo que es el deshonor".

Lo pensé despacio y vi que se trataba del dolor ingente y casi sentí vergüenza de
estar excluida de su huida. Ahora soy una de ellas, una de tantas mujeres anónimas
de mi pueblo con el cuerpo destrozado y el alma saqueada. El Señor me ha admitido
al misterio de su vergüenza, es más, a esta hermana le ha concedido el privilegio
de comprender la fuerza diabólica del mal.

Sé que, de hoy en adelante, las palabras de valor y consuelo que trataré de sacar
de mi pobre corazón serán creídas, porque mi historia y la suya, y mi resignación,
sostenida por la fe, podrá servir, si no de ejemplo, al menos de confrontación con
sus reacciones morales y afectivas. Basta una señal, una pequeña palabra, una ayuda
fraternal, para movilizar la esperanza de un ejército de criaturas desconocidas.

Dios me ha escogido -Él me perdone esta presunción- para guiar a las personas
humilladas de mi gente hacia un alba de redención y de libertad. No podrán tener
dudas sobre la sinceridad de mis deseos, porque yo también vengo, como ellas, de la
frontera de la abyección... Todo ha pasado, madre, pero ahora comienza todo en su
llamada telefónica, después de decirme palabras de consuelo que le agradeceré toda
mi vida, me hizo una pregunta: "¿Qué harás de la vida que te ha sido impuesta en tu
vientre?".

Sentí que su voz temblaba al hacerme esa pregunta que no podía ser respondida de
inmediato, no porque no haya reflexionado sobre la elección que tenía que hacer,
sino porque usted no quería turbar con proyectos mis decisiones.

Lo he decidido ya: si soy madre, el niño será mío. Lo podría confiar a otras
personas, pero él tiene el derecho, a mi amor de madre, aunque no haya sido deseado
ni querido. No se puede arrancar una planta de sus raíces. El grano que ha caído en
una tierra tiene necesidad de crecer allí donde el misterioso, aunque inicuo
sembrador lo haya echado.

Realizaré mi vida religiosa de otro modo. No pido nada a mi congregación, que me lo


ha dado ya todo. Estoy agradecida a la fraternidad de mis hermanas y a sus
atenciones, sobre todo por no haberme molestado con peticiones indiscretas. Mi
hijo, me iré con mi hijo. No sé a dónde, pero Dios, que ha roto de improviso mi
mayor alegría, me indicará el camino para cumplir su voluntad. Seré pobre,
retornaré el viejo delantal y me pondré los zuecos que usan las mujeres en los días
de trabajo e iré con mi madre a recoger resina de los pinos de nuestros grandes
bosques... Haré lo imposible por romper la cadena de odio que destruye nuestro
país... Al hijo que espero le enseñaré solamente a amar. Mi hijo, nacido de la
violencia, será testigo, de que la única grandeza que honra a la persona es la del
perdón» (Diario Ya, julio de 1995).

En este caso de vida está resumido todo el valor del quinto mandamiento de la ley
de Dios.

Pero sigamos.

Otras formas de crímenes sobre niños todavía no nacidos que se pueden incluir aquí
son las muertes de embriones humanos producidas por experimentos realizados dentro
o fuera del seno materno. A esto se le ha llamado la terrible matanza de los
experimentos genéticos, de la fecundación in vitro, de los embriones congelados, de
los experimentos de la clonación, etc... donde descartan y mueren cantidad de seres
humanos.

¿Todas las técnicas de manejo de los genes son inmorales?

No todas las técnicas de manejo de los genes (son éstos, fragmentos del ácido
desoxirribonucleico o ADN), en los que están inscritos los caracteres específicos
de cada ser animal o vegetal …no todas estas técnicas, digo, son malas:

Algunas, como la mejora genética, han logrado aumentar el rendimiento productivo,


la resistencia ante enfermedades, la calidad en animales y plantas; lo que palia
grandes necesidades de la humanidad.

Otras como la llamada ingeniería genética molecular”, por la que genes humanos,
animales o vegetales (fragmentos de ADN), trasferidos a determinados cultivos
bacterianos para reaplicación, han logrado para la humanidad la producción de
medicinas (insulinas artificiales, interferón, vacunas, etc.), así como alimentos
fundamentales en la agricultura y la ganadería. Por otra parte, se está elaborando
ya el llamado “mapa del genoma humano”, por medio del cual se podrán en su día
intercambiar genes enfermos del ser humano por otros sanos.

¿Dónde está, pues, la técnica inaceptable moralmente?


Es la que resulta de la llamada manipulación genética humana, tanto en células
germinales, o que pueden dar origen a la vida (posible origen futuro de la
partenogénesis o androgénesis), como en la hibridación celular interespecífica
(ovocito de un póngido –chimpancé, gorila y orangután- fecundado con esperma
humano), entre otras técnicas.

En otro orden de cosas, dentro del problema que te estoy tratando, la moral
católica enuncia juicios muy severos acerca de las técnicas de eugenesia positiva
(mejora de los genes): inseminación artificial, homóloga o heteróloga (del marido o
no), fecundación in vitro y la clonación o proceso, mediante el cual se podría
producir un gemelo genético –como una fotocopia repetible a voluntad- a partir de
un solo progenitor16 . De esto te hablaré más adelante.

Está también la violencia nuestra de cada día. Es verdad, “no robamos, ni matamos
físicamente”, pero sí matamos cuando criticamos, cuando nos enfadamos con gran
violencia. Esta violencia está en el corazón. La agresividad se ha ido adueñando de
nuestra vida cotidiana. Somos violentos en nuestro lenguaje. Somos violentos en
nuestra manera de entender la vida. Así se oye decir: “aquí o pisas o te pisan...
el que da primero da dos veces... bastos son triunfos”.

Somos violentos en nuestro estilo de humor. Aquí la sonrisa se sustituye con


frecuencia por la sal gorda, el sarcasmo, la sonrisa hiriente, el vinagre. Tenemos
un arte especial para reírnos de nuestro prójimo y olvidamos que dejar a alguien en
ridículo es siempre un arma inmoral. Somos agresivos hasta en el modo de perdonar.
¿Cuántas veces oímos decir: “Perdono, pero no olvido” que con frecuencia no es sino
un arte de alargar y prolongar la herida?

Otra de las formas más dramáticas con la que puede violarse hoy este mandamiento es
precisamente el del uso y abuso de las drogas. Ya sabes que el mal de la droga,
aunque sea “blanda” está en que produce efectos irreparables en el cerebro, además
de otros problemas psicológicos que varían según el efecto de la droga.

La razón de fondo para consumir drogas es siempre profundamente egoísta, pues se


busca con ellas conseguir sensaciones especiales, placer, huida de la realidad,
etc. Esto no justifica el mal que producen. Las drogas llegan a dominar fácilmente
al hombre adueñándose de su ser y de su querer, le arruinan completamente su vida.
Se apoderan absolutamente de la voluntad por las fuertes sensaciones de placer
(cocaína), de relajación (morfina), de fuerza y energía (heroína), de liberación
mental (L.S.D.) que produce, y finalmente se posesiona de todo el metabolismo, del
sistema nervioso y de los centros vitales.

No obstante lo dicho, es lícito utilizar las drogas con fines medicinales curativos
o anestésicos.

También, exponemos nuestra vida y la de los demás con el mal uso del volante, y el
exceso de la velocidad. ¡Qué locura! Hay que respetar las señales de tráfico y ser
prudente en la carretera, especialmente cuando otras vidas dependen de ti.

Como puedes ver, se puede matar de mil maneras. Se puede matar de disparos, pero
también de hambre o de soledad. Se puede declarar una guerra o declarar y tolerar
un paro, una calumnia.

No olvidemos las palabras que dijo Dios a Caín: “¿Qué has hecho? La voz de la
sangre de tu hermano está clamando a mí desde la tierra. Ahora, pues serás maldito
sobre la tierra que abrió su boca para recibir, de mano tuya, la sangre de tu
hermano” (Génesis 4, 10).

Caín parece haberse extendido sobre toda la tierra. Parece que la tierra se ha
convertido en un lago de sangre y violencia.

A diario, las páginas de los periódicos, los informativos de la televisión, nos


sirven nuestra ración de muerte. Cruzan por nuestras pantallas los tanques de la
destrucción. El hombre de la metralleta y los disparos, parece haberse convertido
en huésped permanente de nuestra sobremesa. Ahora no hace falta ir a la guerra,
porque es la guerra la que nos persigue a nosotros y ha entrado en nuestras casas y
en nuestros colegios.

Ya nos hemos acostumbrado. El día en que los telediarios no nos ofrecieran nuestra
ración de muertos, tendríamos la impresión de haber llegado a otro planeta.

Y hemos dejado los crímenes por atracos diarios en bancos o en farmacias.

Un nuevo paso más damos en este campo con el tema del suicidio. Es quitarse
deliberadamente la vida directamente procurada, ya sea por medio de una acción o a
través de una omisión voluntaria.

La mayoría de los suicidios de época pasadas estaban motivados, más que por un odio
a la vida o deseo de la muerte, por el impulso de encontrar una “solución” rápida a
un problema ético que no había sido enfocado –por culpa propia o ajena- de una
manera justa.

El suicidio suele darse especialmente en personas que sufren fuertes estados de


depresión y generalmente sin grandes ni sólidas convicciones religiosas, ya que la
religión nos enseña a no perder la esperanza y encontrar sentido hasta en las
realidades más duras de aceptar.

Siempre es ilícito, porque se destruye un don que pertenece a Dios. Ninguna vida
humana es inútil o poco importante. El suicidio se opone de forma clara al instinto
de conservación, es decir, a un legítimo amor propio que está en la naturaleza
humana y que le mueve a permanecer en el ser, para su bien y para el bien de los
demás. Hasta tal punto es esto cierto que la mayoría de los suicidios son
achacables a condiciones patológicas, aunque también en muchos casos, originados
por una previa ausencia de sensibilidad moral, de interés real y positivo por el
trabajo y por los demás hombres.

El suicidio de personas que tienen familias (padres, maridos o mujer, hijos) es


también un acto de injusticia respecto a esos parientes.

¿Se condenará quien se haya suicidado? Dejemos en manos de Dios el desenlace de


este hijo suyo, que tal vez no supo lo que hizo17 .

¡Dios mío! Y hemos omitido la anticoncepción y la esterilización, los medios


contraceptivos, abortivos…donde se impide la vida o se mata la fuente de la vida o
incluso la vida misma, en el caso de los medios abortivos18 . El mal moral en todo
esto está en que el hombre y la mujer se colocan por encima del vínculo estructural
y muy profundo existente entre el amor y la fecundidad. Aunque también esto es
materia del sexto mandamiento, quiero adelantártelo ya de una vez, ¿qué te parece?

Poniéndose en el lugar del Creador, se afirman a sí mismos como los señores que
quieren dominar a su gusto, disociando voluntariamente las dos significaciones de
la sexualidad: unión mutua y procreación19 . Y al mismo tiempo que manipulan la
sexualidad humana y se colocan como árbitro y señores del designio divino, los
esposos cesan, por la contracepción, de aceptarse y donarse mutuamente uno al otro
según la verdad de su ser a la vez físico y espiritual. La mujer acoge al marido
pero con el rechazo a su gesto inseminador; el hombre recibe a la mujer, pero con
la activa negación de su ritmo fisiológico y psicológico propio. Conjuntamente, el
hombre y la mujer se acogen uno al otro en la exclusión de una apertura,
simplemente posible, a la vida del hijo.

Veo en tus ojos una pregunta: ¿Es lo mismo esto que los métodos naturales?”.

De ninguna manera. La actitud espiritual y ética de los esposos en este caso es


distinta. Aquí también en los métodos naturales, ciertamente, los esposos buscan
evitar un nacimiento, pero lo hacen por un procedimiento cuyo alcance moral es
totalmente diverso. Eligen simplemente unirse cuando, independientemente de su
voluntad, el vínculo entre el amor y la fecundidad está como en suspenso y es
inoperante, pero siempre abiertos a la vida, si viniera.

Al hacer esto, no se erigen en señores de ese vínculo estructural, sino que se


comportan más bien como sus servidores o ministros diligentes, como custodios
responsables del vínculo, inscrito en el ser y querido por Dios, entre el don mutuo
de las personas y su apertura a la vida.

Simultáneamente, por el recurso de los métodos naturales, el hombre y la mujer se


acogen recíprocamente y se entregan el uno al otro en el respeto de su ser íntegro,
a la vez espiritual y carnal. La mujer recibe al hombre en la acogida de su
sexualidad concreta; el hombre recibe a la mujer en la aceptación de su ritmo
específico y de los tiempos que le son propios. Conjuntamente el hombre y la mujer
se reciben el uno al otro evitando, ciertamente, suscitar una nueva vida, pero sin
inscribir ese rechazo en la estructura misma del acto conyugal que realizan, y de
nuevo, te repito, siempre abiertos a la vida nueva, si viniera.

Lo que es moralmente negativo es instalar voluntariamente el “no a la vida” en la


estructura misma de la sexualidad masculina o femenina (anticoncepción,
contracepción, preservativo, etc…) y no el tener, por razones válidas, relaciones
físicas que serán de hecho infecundas. Por los métodos naturales, los esposos
adoptan una manera de vivir verdaderamente personal y humana el conjunto de su
sexualidad en su doble aspecto de amor y de fecundidad; mientras que, por la
contracepción, se contentan con controlar y dominar las consecuencias biológicas de
sus actos sexuales.

Es inmoral la fecundación “in vitro” porque hay separación del aspecto unitivo y
procreativo en al acto sexual. Además, en esta fecundación deben ser fecundados
muchos óvulos hasta lograr que uno de ellos se desarrolle suficientemente “in
vitro” para poder ser implantado en el endometrio (útero) femenino.
Consecuentemente, son desechados o congelados, o incluso utilizados en
investigaciones, el resto de ovocitos fecundados; todo lo cual constituye algo
intrínsecamente inmoral 20 .

Te pongo aquí también una cita del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia,
publicado el 2 de abril de 2004 por el Pontificio Consejo Justicia y Paz,
relacionado con varios mandamientos, al menos con el quinto y el sexto:

Es necesario reafirmar que no son moralmente aceptables todas aquellas técnicas de


reproducción –como la donación de esperma o de óvulos; la maternidad sustitutiva;
la fecundación artificial heteróloga –en las que se recurre al útero o a los
gametos de personas extrañas a los cónyuges. Estas prácticas dañan el derecho del
hijo a nacer de un padre y de una madre que lo sean tanto desde el punto de vista
biológico como jurídico. También son reprobables las prácticas que separan el acto
unitivo del procreativo mediante técnicas de laboratorio, como la inseminación y la
fecundación artificial homóloga, de forma que el hijo aparece más como el resultado
de una acto técnico, que como fruto natural del acto humano de donación plena y
total de los esposos. Evitar el recurso a las diversas formas de la llamada
procreación asistida, la cual sustituye el acto conyugal, significa respetar –tanto
en los mismos padres como en los hijos que pretenden generar- la dignidad integral
de la persona humana. Son lícitos, en cambio, los medios que se configuran como
ayuda al acto conyugal o en orden a lograr sus efectos” (número 235).

Y, ¿qué decir de la eutanasia, encubierta, abierta o legalizada, activa y pasiva?

Todavía nos aterra el caso de Estados Unidos de Terri Schiavo, esa mujer con daños
cerebrales a la que se le quitaron, por indicación de alguno de sus familiares, lo
tubos que le proporcionaban alimento y agua. Y así la mataron.

Nadie es dueño de la vida. Sólo Dios decide el momento de la muerte de la persona


humana. El Papa Juan Pablo II dijo fuertemente en su encíclica “Evangelium vitae”:
Confirmo que la eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios en cuanto
eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana (n. 65).

No debes confundir eutanasia, que consiste en producir la muerte de alguien


quitándole los medios ordinarios que le mantenían en vida, y la analgesia.

La eutanasia nunca se justifica. El hombre es solamente administrador la vida dada


por Dios. Hoy se quiere justificar la eutanasia basándose en que “ya no hay vida
real” en ancianos o enfermos que han perdido las facultades mentales o la capacidad
de movimiento. Pero esto es entender la vida sólo en términos materialistas. La
vida vale por sí misma, no por su rendimiento económico, intelectual, social. Y
sólo Dios decide el fin de esa vida.

Por el contrario, la analgesia, absolutamente lícita y ética, se da en moribundos o


personas que ante una enfermedad grave piden que se les administre algún
tratamiento que, aunque no cure, disminuya los dolores. En el caso extremo en que
este tratamiento se administra a una persona cuya muerte es inminente con el fin de
que pierda la conciencia y no sufra el proceso último de la enfermedad, también es
lícito, siempre y cuando se le haya hecho saber al enfermo y se la haya dado
oportunidad de confesarse antes. Así, por ejemplo, en algunos tipos de cáncer donde
la fase final es muy dura, puede aplicarse este tipo de analgesia.

Aquí surge una pregunta que está en tus labios: ¿está obligado el hombre siempre a
conservar la vida?

La respuesta es clara: está obligado a emplear todos los medios proporcionados y


ordinarios (médicos y quirúrgicos, con esperanza de curación y sin excesivo gasto o
dolor) para conservarla. No hay obligación, pues, de usar ni los extraordinarios,
ni de prolongar una vida sin esperanza, alargando el momento de la muerte natural
(distanasia).

Otra cosa distinta es la eutanasia que es la interferencia activa o pasiva para


provocar la muerte. La eutanasia se diferencia moralmente de la omisión de medios
extraordinarios, de los que acabo de hablarte. Nada se opone a la ayuda prestada
para una muerte natural sin dolor, aun cuando con ella se acorte la vida, con tal
de que no se pretenda directamente esto último, y de que los sedantes administrados
no incapaciten al enfermo terminal para prepararse a recibir la muerte de manos de
Dios 21 .

Todo esto nos lleva a dos cosas más a este respecto. Una afecta al individuo como
cristiano, y la otra al médico en su obligación deontológica.

Primero, el cristiano tiene la obligación moral de proteger su propia salud,


evitando cuanto le lleva a una muerte pronta, como el alcohol excesivo o el empleo
de drogas.

La segunda cuestión afecta a la deontología médica, en la que decir la verdad al


enfermo, informar sobre los riesgos de una operación y pedir el consentimiento al
mismo, la posible esterilización de alguien, la utilización de trasplantes de
órganos vitales –de aquí surge la obligación de poseer certeza absoluta de la
muerte del donante- o la experimentación tienen sus específicas obligaciones
morales, graves en muchísimos casos, pero que deben ser examinadas en la moral
específica de la profesión médica22 . También la Congregación para la Doctrina de
la fe publicó en 1987 una “Instrucción sobre el respeto a la vida naciente y la
dignidad de la procreación”, que te recomiendo que leas. Aquí se da un juicio bien
concreto sobre estas cuestiones:

Acerca del diagnóstico prenatal, será aceptable si respeta la vida del embrión y se
orienta hacia su custodia o curación.
Acerca de las posibles intervenciones terapéuticas sobre el embrión, serán lícitas
en las mismas condiciones que lo anterior.
La particular gravedad de esta investigación sobre embriones obtenidos por
fecundación “in vitro” y que, ulteriormente, van a ser destruidos…atenta a la
dignidad de la persona humana.
Y todo lo que afecta a la manipulación de embriones en orden a la reproducción
humana (congelación, hibridación interespecífica, donación, partenogénesis,
intentos de selección de sexos, etc.)…todo lo cual constituye una ofensa a la
dignidad del ser humano, así como a su integridad e identidad.

Y en la consideración de los atentados contra el quinto mandamiento, hemos dejado


en el tintero el maltrato y la destrucción de animales y bosques y océanos y ríos,
donde se mata toda flora y fauna. ¡Cuántos males padecemos en la atmósfera por
estas locuras de algunos! Dios perdona siempre, los hombres algunas veces, pero la
naturaleza nunca perdona. Nos cobra la factura.

Puede decirse que el quinto mandamiento es el más típico, el más representativo de


nuestro tiempo. De ti y de mí depende que hagamos una campaña de aprecio, de
defensa y promoción de la vida.

Cristo vino a este mundo para darnos vida y dárnosla en abundancia. Es más, Él se
definió como Camino, Verdad y Vida. Quien sigue a Cristo, apuesta por la vida,
defiende la vida, transmite la vida.

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