Gadamer, Hans-Georg. - Mito y Razon (1997)
Gadamer, Hans-Georg. - Mito y Razon (1997)
Gadamer, Hans-Georg. - Mito y Razon (1997)
Paidós
Studio
126
Mito y razón
Paidós Studio
Mito y razón
PAIDÓS
Barcelona • Buenos Aires • México
Títulos originales:
1. «Mythos und Vernunft», en Gesammelte Werke, vol. VIH, Ásthetik und
Poetik, I, Kunst ais Aussage, Tubinga, J . C . B . Mohr (Paul Siebeck), 1993,
págs. 1 6 3 - 1 6 9 .
2. «Mythos und logos», en op. cit, págs. 1 7 0 - 1 7 3 .
3. «Mythologie und Offenbarungsreligion», en op. cit., págs. 1 7 4 - 1 7 9 .
4 . «Der Mythos im Zeitalter der Wissenschaft», en op. cit., págs. 1 8 0 - 1 8 8 .
5. «Reflexionen über das Verhaltnis von Religión und Wissenschaft», en op.
cit., págs. 1 5 6 - 1 6 2 .
I edición,
a
1997
ISBN: 8 4 - 4 9 3 - 0 3 6 3 - X
Depósito legal: B - 2 . 4 3 3 / 1 9 9 7
2. V ^ ^ ^ i é n . y é o ^ n é ^ ^ "
griego 25
grada . 29
2. La lógica y la verdad de las formas narrativas mí-
ticas 31
3. La exigencia de una fe vinculante por parte de
la revelación bíblica 36
4. i X a c ^ d t t i f i c , del mito' ! i ! ! i ! ! i 47
8 M I T O Y RAZÓN
razón científica?
Como el propio Gadamer ha escrito en el artículo más
antiguo de los que se presentan en esta antología, es necesa-
rio que la filosofía contemporánea reconozca su doble ori-
gen: la Ilustración, por un lado y el Romanticismo, por otro.
Los textos escogidos corresponden al volumen de las
10 M I T O Y RAZÓN
d m í o a ^
cribe Gadamer, el mito tiene su propia riqueza y credibilidad.
Es una tarea propiamente füosófica hacer justicia a esta di-
mensión de lo mítico y de lo ritual. Se trata, en definitiva, de
comprender la palabra, el lenguaje, en toda su complejidad.
Entre las discusiones que Gadamer establece en sus artí¬
culos quisiera destacar la polémica con Max Weber. En
efecto, el desencantamiento del mundo que Weber plantea
sobre todo en Wissenschaft ais Beruf(La ciencia como voca-
ción) es un punto de referencia obligado. Para Gadamer no
se puede ya sostener hoy que el mundo está desencantado,
falto de magia o de religión. Así, «los observadores de la ac-
JOAN-CARLES MÉLICH
Universidad Autónoma de Barcelona
Otoño de 1996
CAPÍTULO 1
M I T O Y RAZÓN
(1954)
£ £ ^ " £ ^ ¡ ¡ ^
influencias, cuyos polos extremos son la Ilustración radical y
la crítica romántica de la Ilustración.
Uno de los temas en que especialmente se expresa esta
bipolaridad del pensamiento moderno es la relación entre
mito y razón. Pues es de suyo un tema ilustrado, una formu-
lación de la clásica crítica que el racionalismo moderno hizo
a la tradición religiosa del cristianismo. El mito está conce-
bido en este contexto como el concepto opuesto a la expli¬
cación racional del mundo. La imagen científica del mundo
se comprende a sí misma como la disolución de la imagen
mítica del mundo. Ahora bien, para el pensamiento científi-
co es mitológico todo lo que no se puede verificar mediante
experiencia metódica. De manera que la progresiva raciona-
lización también deja a toda religión a merced de la crítica.
Max Weber vio justamente en el desencantamiento del
mundo la ley del desarrollo de la historia que conduce nece-
sariamente del mito al logos, a la imagen racional del mun-
W e r S n £Sí^£^SS S
tual, el mito está expuesto constantemente a la crítica y a
la transformación. La religión griega no es la religión de la
doctrina correcta. No tiene ningún libro sagrado cuya ade-
cuada interpretación fuese el saber de los sacerdotes, y justo
18 MITO Y RAZÓN
n^h^qtfpunto Z ^ ^ y T ^ o ^ é n
son una.
Por contra, la crítica del mito hecha a través del cristia-
nismo en el pensamiento moderno llevó a considerar la ima-
gen mítica del mundo como concepto contrario a la imagen
científica del mundo. En cuanto que la imagen científica del
mundo se caracteriza por hacer del mundo algo calculable y
dominable mediante el saber, cualquier reconocimiento de
poderes indisponibles e indomeñables que limitan y domi-
nan nuestra conciencia es considerado, en esas circunstan-
cias, como mitología. Pero esto significa que cualquier expe-
riencia que no sea verificada por la ciencia se ve arrinconada
en el ámbito no vinculante de la fantasía, de modo que tanto
la fantasía creadora de mitos como la facultad del juicio esté-
tico ya no pueden erigir una pretensión de verdad.
II. El concepto «razón» es, si tenemos en cuenta la pala-
bra, un concepto moderno. Refiere tanto a una facultad del
hombre como a una disposición de las cosas. Pero precisa-
mente esta correspondencia interna de la conciencia pensan-
te con el orden racional del ente es la que había sido pensada
en la idea originaria del logos que está a la base del conjunto
de la filosofía occidental. Los griegos llamaron nous a la sa-
biduría suprema en que lo verdadero está patente, es decir,
en que se hace patente en el pensamiento humano la disposi-
ción del ser con arreglo al logos. A este concepto del nous co-
MITO Y RAZÓN 19
historia.
La imposibilidad de cumplir esta exigencia, la de reco-
nocer todo lo real como racional, significa el fin de la meta-
física occidental y conduce a una devaluación de la razón
misma. Ésta ya no es la facultad de la unidad absoluta, ya no
es la facultad que entiende de los fines últimos incondicio-
nados, sino que «racional» significa más bien el hallazgo de
los medios adecuados a fines dados, sin que la racionalidad
misma de estos fines esté comprobada. Por consiguiente, la
racionalidad del aparato civÜizador moderno es, en su nú-
20 M I T O Y RAZÓN
MITO Y LOGOS
(1981)
(1981)
^^^^^^^^^^
queciéndolo cada uno con nuevas invenciones, pretendiera o
alcanzara gracias a ello una validez canónica. De modo que el
tratamiento que tanto el judaismo como el cristianismo dis-
pensan a las Escrituras Sagradas representa una renuncia a
toda mitología. Ciertamente no es azaroso que estas religio-
nes reveladas sean religiones del libro. Hay algo de la validez
de una ley en la pretensión absoluta de tales revelaciones re-
ligiosas, un momento que ha sido desarrollado hasta su ex¬
tremo último en el islam y que ha impregnado su peculiar
forma cultural. Tanto para la comunidad judía como para la
30 M I T O Y RAZÓN
Ssi^r^^
ticos modernos como Usener intentaran desvelar el misterio
de la mitología partiendo de los nombres de los dioses. Pues
el nombre cumple su función genuina allí donde aparece
como apelación y apostrofe. Entonces los nombres de lo di-
vino sólo son plenamente lo que son cuando uno apela a lo
divino. Cuando en los himnos y en las canciones o en los
cantos épicos aparecen los nombres de los dioses, se trata de
una especie de llamada. Se narran sus asuntos y aquello que
de tal suerte se narra alcanza un tipo peculiar de presencia.
Nombrar es como aludir a lo que se puede narrar.
Según el significado literal, contar es enumerar, como si
uno pudiese apresar mediante la enumeración el todo. Asi,
por ejemplo, a alguien que ha presenciado algo le decimos
que narre detalladamente sin saltarse nada, y esto quiere de-
cir que cuente todo lo que ha presenciado. Pero con este re-
querimiento también se marca, al mismo tiempo, la distan¬
cia. Sigue habiendo una distancia insuperable entre lo que
aconteció y lo que nos proporciona la narración. Esto no es
sólo algo negativo. La narración es siempre narración de
algo. «Narración de algo» no es únicamente un genitivo ob-
jetivo, sino también partitivo. Es inherente a todo narrar que
también podrían ser narradas otras cosas al respecto. Deci-
32 M I T O Y RAZÓN
3. La
por parte
como
una tradición mítica, o como una epopeya ingeniosa sino
como el documento que «está escrito» Como taf pertenecí A
la
una actitud peculiarmente ambigua en su aplicación a los
textos bíblicos. Como indagación de una tradición literaria
y de su verdad histórica es equiparable a cualquier otra in-
vestigación, pero el contenido genuino del mensaje cristiano
sigue siendo inalcanzable para cualquier investigación críti-
ca. Precisamente la paradoja de la fe alcanza tanta más niti-
dez cuanto más claramente resalta lo «mítico» de la historia
sagrada a la luz de la crítica histórica.
MITOLOGÍA Y RELIGIÓN REVELADA 37
(1981)
1. El redescubrimiento de la mitología
gracias al modo de pensar historiográfico
f a ^ l ^
^ t d S
sica le debemos el conocimiento de que el renacimiento del
2
S r i * V o f w ^ n S ^ S ^ ^
der su «caro amigo» (aunque Herder haya podido ser más un
divulgador entusiasta que un descubridor original del mun-
do de la experiencia mítica). En efecto, no sólo debemos ver
3. Mito y filosofía
t^ZÉf^Z enÍ r e ^ e n ^ n ; ^1
c ^ o ^
I ¿ " d
t i "
46 M I T O Y RAZÓN
costumbres.
Así, la ciencia comparada de las religiones fue construí-
ídlT^
nidad lingüística del vocabulario religioso de los pueblos
indoeuropeos era el fundamento de que se dispone para
po er reconstruir la primigenia experiencia religiosa común
a este grupo de pueblos y en seguida la investigación etnoló-
gica tuvo que ponerse al corriente de los usos y las costum-
bres y de las representaciones religiosas de otras culturas.
os nombres de los dioses ejercieron una fascinación espe¬
cial en la investigación lingüística de las ciencias de la reli-
gión. En Hermann Usener pasaron enteramente a primer
EL MITO E N LA ÉPOCA D E LA C I E N C I A 49
S frSiaTS ^c^TJ^^^
legalidades asombrosas en la prehistoria del alma, y lo mismo
ocurre con los arquetipos que, como constantes, C.G. Jung
ha distinguido en los sueños de nuestro inconsciente.
De modo que se puede hablar, por encima de la heren-
cia romántica de las ciencias historiográficas del espíritu, de
nTfue rte.
P
CAPÍTULO 5
R E F L E X I O N E S SOBRE LA RELACIÓN
E N T R E RELIGIÓN Y CIENCIA
(1984)
d t t m b r ^ ^
la indiferencia ya no conoce la pregunta religiosa. ¿Ha llega-
do el final de una ilusión? ¿O la ilusión consiste justamente
en creer que se puede dar la vida humana sin religión?
La pregunta se ha transformado con la expansión de la
civilización científico-técnica sobre toda la tierra. ¿Por qué
56 M I T O Y RAZÓN
p u ^ S
q u é ^ W^bser^rt ^
sociales. De manera que la pregunta es entonces qué signifi-
ca todavía «auténtico».
En particular, hay que preguntarse si no se pueden for-
mar nuevamente, por diferentes vías, convicciones comunes
Z ^ ^ p ^ z T : ^ , tr~sTaTeügtón
ofrece desde tiempos inmemoriales sus respuestas. De modo
que, en resumidas cuentas, hay que plantear la cuestión de si,
tal vez, usamos conceptos inadecuados cuando, en relación
con la religión, partimos del saber de la ciencia y planteamos
a las religiones la cuestión de hasta qué punto sus certezas
corresponden a una «auténtica» fe que, sin embargo, siempre
debe quedar como científicamente indemostrable.
Esta duda nos invita a retroceder, por detrás de la opo-
sición conceptual entre fe y saber, a la vieja oposición entre
mito y logos. Parece que mito y logos se concillan mejor uno
con el otro, incluso parece que uno complementa al otro. El
concepto de mito procedente de la Antigüedad está indiso¬
lublemente unido al concepto antiguo de lo divino. El mito
cuenta acerca de lo divino. Pero de éste sólo cuenta. Son his-
torias de dioses o historias de dioses y de hombres, que
muestran la dimensión de lo divino. Es así evidente, y pro-
bablemente no limitado a la Antigüedad griega, que lo na-
rrado en tales historias no es objeto de un conocimiento
propio, de un tener-por-verdadero o de una fe de la que no
se pueda dudar. Es algo así como una memoria viva que se
refiere inmediatamente a la memoria histórica de las dinas-
tías, de los pueblos y de las ciudades, de los lugares y de las
comarcas. El tránsito de lo histórico a lo mítico es fluido y
64 MITO Y RAZÓN
ACERCA D E LA FENOMENOLOGÍA
D E L RITUAL Y E L L E N G U A J E
(1992)
nuevo giro.
Es evidente que no sólo la razón puede pretender para sí
misma universalidad, sino igualmente el lenguaje, es decir,
la lingüisticidad del hombre. Indudablemente, en ninguno
de los dos casos se debe confundir la universalidad con la to
talidad. No se trata de abarcar enciclopédicamente todo lo
que se puede saber. Si así fuera, habríamos retrocedido al
concepto clásico de la razón de la metafísica y a la doctrina
del intellectus infinitas que, en el desarrollo ulterior de la
rtafísica griega, había caracterizado al concepto de Dios.
met
70 M I T O Y RAZÓN
t^X^S^ 7c°uaita~do q
l
2 André de Muralt «Kant, le demier occamien», Revue de métaphysi-
que et de morale, 8 0 ( 1 9 7 5 ) , n° 1, págs. 3 2 - 5 3 .
72 M I T O Y RAZÓN
eTente ^ ^ p ^ Í ^
una y otra vez los padres puedan aclamar la primera palabra
del hijo que empieza a manifestarse, es claro, no obstante,
que eso no es ninguna palabra ni ningún lenguaje. No hay
una primera palabra si no hay una segunda palabra, y no
puede haber una segunda palabra si no hay lenguaje. Pero
sólo hay lenguaje en la relación que mantenemos unos con
de lo in.
17
^República VI, 5 1 0 b , 51 l b
7 6
76 M I T O Y RAZÓN
iSuSco^r^
especialmente cuando se aplica a la prosa científica. Incluso
cuando de los textos poéticos se dice que son «retóricos», es
un reproche. Lo retórico tiene que serle extirpado tanto a la
poesía pura como a la investigación estricta. Por el contra-
rio, el concepto clásico de retórica remite a toda la convi-
emires Í ^ ^ ^ Z Z^l^e t
es sólo el lenguaje de palabras. Hay el lenguaje de los ojos, el
lenguaje de las manos, la ostensión y la llamada, todo esto es
^ e X u ^ m a X t que ^n^oM^^
to animal se pueda alcanzar una distinción clara entre com-
pañía y convivencia. La impresionante riqueza de conoci-
mientos que tenemos que agradecer a la etología moderna
acerca, con frecuencia, los procesos del mundo animal y el
comportamiento humano de un modo tan alarmante como
emocionante. Al mismo tiempo, parece que sigue siendo de
alguna manera verdad que la naturaleza no ha dotado a los
animales de ninguna convivencia real, sino que ha fijado
previamente sus modos de comportamiento, de modo que
10. Eth. Nte. H 15, 1 1 5 4 b : pr, 2 1 hTrXfjf Vñi> ehai TT¡V (pvaiv. K 7 ,
1177b y8 1178a :«ri)«^eTDK
28 > 20
68
toTelrdlÍk palabra «afirmar» tan a la ligera, sin
reflexionar. Por las matemáticas uno se acuerda de que en el
c ^ ^ t r ^ f Z a ^
l ^ p T e ^
90 M I T O Y RAZÓN
ídeatnde tt ^Z^Í^n^l^
mera copia de lo dicho anteriormente en el pensamiento. Es
verdad que Platón ha caracterizado el pensamiento como la
conversación interior del alma consigo misma. Pero esto no
quiere decir que el hablar repita simplemente, como si fuese
una muestra de esa conversación, lo que ya está con anterio-
ridad presente en el pensamiento. En la conversión del pen-
samiento en lenguaje se realiza más bien un tránsito a otra di-
mensión; y, por tanto, también a la que se designa con el
nombre de escritura.
Yo mismo me he apoyado en la recepción agustiniana de
la doctrina estoica del «logos interior». Agustín se refiere con
ello al misterio de la encarnación, según el cual la palabra se ha
98 M I T O Y RAZÓN
r y ¿tutdeT^
c c
como una doctrina de dos mundos. Se puede comprender que
Derrida haya visto en las mídales Investigaciones lógicas &
¡ a r ^ d ? ^
que se puedan transmitir palabras comprensibles mediante
raspaduras, hendiduras y rayas. Por el contrario, no es sor-
prendente que haya pinturas rupestres u otras imágenes de
algo que sean inmediatamente comprensibles, por ejemplo,
como magia para la caza o las utilizadas en el culto divino o
en el de las almas. En estos casos nadie hablará de inven-
102 M I T O Y RAZÓN
Z ^ ~ J Z 2 misma Por « K T ^ Se
historias nuevas; es sencillamente inagotable. Las musas dotan
al narrador de una especie de distancia libre y de una suerte de
alegría por todo lo posible, aunque sepamos, como lo sabia
Hesíodo, que las musas han dotado al narrador no sólo de lo
verdadero, sino también a menudo de lo falso. En todas las
narraciones de dioses y de héroes, de los prodigios de los leja-
nos comienzos y de los tiempos primitivos se encuentra un en-
canto único de libertad errante, un encanto que todavía no
está en relación con ningún arte del lenguaje. Partiendo de
ellas, solamente algo nuevo, una nueva fuerza formadora per¬
las leyendas orales habían llegado a ser susceptibles de ser es-
critas. Habrá que preguntar qué significa esto.
El narrar tiene un poder prodigioso. En el ámbito griego
había siempre, uno tras otro y también simultáneamente,
acompañamiento musical. Se trataba de canciones que se
podían cantar a coro y que contenían ya una cierta forma
poética. Al mismo tiempo, es importante ante todo hacer
notar el placer, por completo anterior a lo artístico, de na-
rrar para apreciar correctamente, a partir de ahí, el gran ha-
104 MITO Y RAZÓN
S n " o „ a
T ™ t n i —
ñ X a ^
esa narración. Igual que en la vida de los sueños uno no se so¬
mete a la lógica exacta y, sin embargo, secretas líneas de sen-
tido discurren de aquí para allá. La tradición legendaria de
F E N O M E N O L O G Í A D E L RITUAL Y E L L E N G U A J E 107
" m p H c ^
cu"™
de su configuración poética. Sólo con la expansión de la Ilus-
tración científica empezó a llamársele a todo esto «ficción».
Y no sólo procedemos así con el arte narrativo. No somos
sólo lectores de los grandes novelistas. Están también las ar-
tes plásticas, que lo acompañan todo, que nos abren todo un
mundo. La mención del arte figurativo es necesaria. No se
16
^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^
dias griegas que se han conservado, así como de la lírica y de
la lírica coral. El camino que va de la disertación oral al tex-
to escrito para aprender de memoria y a la forma literaria es
corto. Podemos estar seguros de que detrás de los textos
110 M I T O Y RAZÓN
4. De camino al concepto
; a nosotros.
F E N O M E N O L O G Í A D E L RITUAL Y E L L E N G U A J E 113
como si
lenguaje académico de la fÜosofía. Su afán consistió más bien
en la destrucción del lenguaje académico de la metafísica.
Destrucción quiere decir, y tengo que acentuarlo repetida-
mente, el descubrimiento de los encubrimientos que han
18
p en sáltale
A propósito de esto, habría quizá que considerar la cues-
tión de si, en suma, la manera de pensar griega pudo hacer
122 M I T O Y RAZÓN
X
Z^^L^t:Z
última, sino «dar cuenta».
menoTk tlZtTción
recimiento.
Fue natural atribuir a la dimensión del lenguaje un sig-
nificado fundamental en la crítica, que iba penetrando pau-
£r r^ U