Acerca de La Ciudad Rem Koolhaas

,
¿QUE FUE DEL URBANISMO?

1994
Koolhaass, Rem. Acerca de la ciudad. España: Editorial Gustavo Gili, 2014. ProQuest ebrary. Web. 12 October 2015.
Copyright © 2014. Editorial Gustavo Gili. All rights reserved.
El siglo xx ha sido una batalla perdida en el tema de la
cantidad.
A pesar de su promesa rmctat. de su frecuente valentía.
el urbanismo ha sido incapaz de inventar y aplicar nada
a la escala exigida por su apocalíptica demografía. En
veinte años. Lagos. la capital de Nigene. ha crecido des-
de los 2 hasta los 7. los t yfmetmente los 15 millones de z
habitantes: Estambul los ha duplicado. pasando de 6 a
12 millones. China se prepara para muttrptrcacrones aun
más asombrosas .
..,Cómo explicar la paradoja de que el urbanismo. como
profesión. haya desaparecido en el momento en que por
todas partes. y tras décadas de aceleración constante.
el proceso de urbanización está en vías de establecer un
"tnu nfo ·· global y defmrtrvo de la condición urbana?
La promesa alquímica del movrrruento moderno (trans-
formar la cantidad en calidad mediante la abstracción y
la repencrón) ha sido un fracaso. una patraña: una ma-
gia que no funcionó. Sus ideas. su estética y sus estrate-
gias se han acabado. En conjunto. todos los intentos de
plantear un nuevo comienzo no han hecho mas que des-
acreditar la idea de ese nuevo comienzo. La verguenza
colectiva mostrada tras este fiasco ha dejado un enorme
crater en nuestro entendrrruento de la modernidad y la
modernización.
''
Lo que hace que esta expenencre resulte desconcertante
y (para los arquitectos) deshonrosa es la desafiante per-
srstencta y el aparente vigor de la ciudad. pese al fracaso
colectivo de todos los organismos que actúan o tratan de
tnflutr en ella: en lo creativo. lo logístico o lo político.
Los profesionales de la ciudad son como Jugadores de
ajedrez que pierden frente a los ordenadores. Un per-
verso piloto automático burla constantemente todos los
Intentos de capturar la ciudad. agota todas las am b1c10-
nes de lograr su deñmcrón. ricncuuza las aseveraciones
más apasionadas sobre su fracaso presente y su impo-
srbtlrdad futura. la impulsa implacablemente en su hui-
da hacia adelante. Todo desastre pronosticado queda
en cierto modo amortiguado bajo el manto tnfmrto de lo
urbano.
Incluso cuando la apoteosis de la urbanrzecrón salta a
la vista y resulta matemáticamente mevrtebte. una ca-
dena de acciones y posturas escapretes de retirada pos-
pone la hora de la verdad para las dos profesiones an-
teriormente más implicadas en la creación de ciudades:
la arquitectura y el urbanismo. La omnipresente urbam-
zacrón ha modmcedo la propia condrcrón urbana hasta
oejarla nreconocrbte. "La" ciudad ya no existe. A medida
que el concepto de ciudad se dtstorstona y se extiende
hasta lím rtes sin precedentes. todo acto de msistencra en
su concncrón primordial-en cuanto a imágenes. reglas o
realización- lleva irremediablemente. por vía de la nos-
talgia. a la irrelevancia.
Para los urbanistas. el descubnrruento tar dro de las
virtudes de la ciudad clásica en el momento de su rrn-
posrbrüdad cefmtnva puede que haya sido un punto de
no retorno. un momento fatal de desconexión. de desea-
''
Hfrcacrón. Ahora son especratrstes del dolor fantasma:
doctores que debaten las complejidades médicas de un
miembro amputado.
La transrctón desde una posrcrón anterior de poder
hasta un puesto restringido de relativa humildad es di-
fícil de realizar. La msatlsfeccrón con la ciudad contem-
poránea no ha llevado al desarrollo de una alternativa
creíble: por el contrario. no ha hecho sino msptrar vías
refinadas de expresar la tnsensfaccrón. Una profesión
persiste en sus fantasías, su ideología. sus pretensio-
nes. sus ilusiones de rmpucecrón y control. y por tanto es
incapaz de concebir nuevas modestias. intervenciones
parciales. reatmeacrones estratégicas. posturas com-
prometidas que podrían I nflu Ir. reorientar. tener éxito en
térrnt nos restringidos. reagrupar e Incluso empezar des-
de cero: pero que nunca recuperarán el control. Debido a
que la generación de Mayo del 68 -la mayor generación
que ha habido. atrapada en el "narcrersmo colectivo de
una burbuja demogréfrcat-> finalmente tiene ahora el
poder. resulta tentador pensar que es la responsable del
fattecrrruento del urbanismo -esa situación en la que
las ciudades ya no se pueden hacer- paradójicamente
porque fue esa generación la que redescubrió y reinven-
tó la ciudad.
Sous les pavés. la plage1 l'bajo los adoquines. ¡La pla-
ya 1"]: 1 nrcretmente. el Mayo del 68 lanzó la idea de un nu e-
vo comienzo para la ciudad. Desde entonces. nos hemos
visto envueltos en dos operaciones paralelas: documen-
tar nuestro respeto reverencial por La ciudad existente.
desarrollando para ello ftlosoftas, proyectos y prototipos
para una ciudad conservada y reconstrturde: y. al mismo
tiempo, reírse del campo profesional del u rbanrsmo hasta
''
hacerlo desaparecer. desmantelandolo con nuestro des-
precio hacia quienes ptamfrceban (y cometían grandes
errores haciéndolo) aeropuertos. nuevas ciudades. cr uda-
des satélite. autopistas. edrftcros en altura. infraestruc-
turas y todas las demás secuelas de la moderruz actón.
Tras sabotear el urbanismo. lo hemos ndrculizado hasta
el punto de que se han cerrado departamentos umverar-
tenos enteros. algunos estudios han careo en bancarrota
y ciertos organismos burocráticos han sido eliminados o
privatizados. Nuestra "sofrstrcacrón" oculta importantes
síntomas de una cobardía centrada en la simple cuestión
de tomar decrerones. tal vez La acción mas decisiva en la
creación de la ciudad. Somos al mismo tiempo dogmáti-
cos y evasivos. Nuestra sabiduría amalgamada se puede
cancatunzer fácilmente: según Jacques Derrida. no po-
demos ser Todo: segun Jean Baudrillard. no podemos ser
Reales, segun Paul V1ril10. no podemos estar Ahí.
"Exrtredos en el mundo virtual": argumento para una
película de terror. Nuestra relación actual con la "crisis"
de la ciudad es profundamente ambigua: seguimos cul-
pando a otros de una sttuacrón de la que son respon-
sables tanto nuestro incurable utoprsmo como nuestro
desprecio. Mediante nuestra relación tupocrtnca con el
poder -e-rtespecttva pero codrcroaa-> hemos desmante-
lado toda una disciplina. nos hemos apartado de su fun-
cronamtento operativo. y hemos condenado a poblacio-
nes enteras a la rmposrbrtrdac de cocnñcar clvrtrzecrones
en su territorio: el tema del urbanismo.
Ahora nos ha quedado un mundo sin urbanismo. solo
arquitectura. cada vez mas arquitectura. El mgemo de la
arquitectura es su seducción; define. excluye. trrmta. se-
para del "resto": pero también consume. La arquitectura
'a
explota y agota las posrbrtroades que en última mstancta
solo pueden ser generadas por el urbanismo. y que solo
la rmegmecrón especrñce del urbanismo puede inventar
y renovar. La muerte del urbanismo -nuestro refugio en
la seguridad parásita de la arqu rtectu ra- crea un desas-
tre inmanente: cada vez más sustancia se mjert a en unas
raíces famélicas.
En nuestros momentos más permisivos. nos hemos
rendido a la estética del caos. de "nuestro" caos. Pero
en el sentido técnico. el caos es Lo que ocurre cuando no
ocurre nada: no es algo que pueda urdirse o adoptarse;
es algo que se mfutre: no puede fabricarse. La umca rela-
ción legítima que Los arquitectos pueden mantener con el
tema del caos es ocupar el lugar apropiado en el ejército
de quienes se dedican a reststrrse a él. y fracasan.
81 ha de haber un "nuevo urbemsmo". no estará basa-
do en Las fantasías gemelas del orden y la omnipotencia.
sino que sera la puesta en escena de la mcertrcumbre: ya
no se ocupará de la drsposlcrón de objetos mas o menos
permanentes. sino de la I rngación de territorios con post-
bfudades: ya no pretenderá lograr unas confrgurecrones
estables. sino crear campos hebrtrtantes que alberguen
procesos que se resistan a cnstauzar en una forma deft-
nmva: ya no tendrá que ver con la defunción meticulosa.
con la rmposrcrón de límites. sino con nociones expansi-
vas que nieguen las fronteras. no con separar e rdentrfr-
car entidades. sino con descu bnr híbridos innombrables:
ya no estará obsesionado con la ciudad. sino con La maru-
putacrón de la infraestructura para Lograr mterrrunebles
mtenerftcacrones y cñversrftcacrones. atajos y redretnbu-
crones: La rer nvencrón del espacio psrcotógrco. Pu esto que
lo urbano es ahora omnipresente. el urbanismo nunca
''
más tendrá que ver con lo "nuevo". sino solo con el "más"
y lo "mocnñcado": no tendrá que ver con lo clvrtrzedo. sino
con el subdesarrollo urbanístico. Puesto que está fuera
de control. lo urbano está a punto de convertirse en un
vector fundamental de la rmegmacrón. Una vez redefrm-
do. el urbanismo no será umcernente (o principalmente}
una profesión. sino una manera de pensar. una ideología:
aceptar lo que existe. Estabamos haciendo castillos en la
arena. Ahora nadamos en el mar que los arrasó.
Para sobrevivir. el urbanismo tendra que rmegmer una
nueva novedad. Liberado de sus obligaciones atávicas,
el urbanismo. redeñmdo como un modo de actuar en Lo
I nevrtebte. atacara a la arqu rtectu re. 1 nvacn rá sus trinche-
ras. la expulsará de sus bastiones. minará sus certezas.
hará estallar sus lí rrutes. notcu traeré sus preocu pecrones
sobre la materia y el fundamento. destru ira sus tredrcro-
nes y dejaré en evrdencra a quienes la practican.
El fracaso aparente de lo urbano ofrece una oportuni-
dad excepcional. un pretexto para una frivolidad a lama-
nera de Frtedrich Nietzsche. Tenemos que imaginar mil y
un otros conceptos de ciudad. tenemos que correr riesgos
descabellados, tenemos que atrevernos a ser completa-
mente acríticos. tenemos que tragar a fondo y conceder
perdón a diestro y siniestro. La certeza del fracaso ha
de ser nuestro oxígeno/gas de la risa: la moderruzecrón.
nuestra droga más potente. Puesto que no somos respon-
sables. hemos de volvernos irresponsables. En un paisaje
de oportunismo y transrtoneded. el urbanismo ya no es m
tiene que ser la más solemne de nuestras decrsrones: el
urbanismo puede retejerse. convertirse en una gaya aen-
ao: Urbanismo Descafeinado.
'a
.-,Qué tal s¡ declaramos sencillamente que no hoy crisis:
es decir. sr redefrrumos nuestra relación con la ciudad
no como sus creadores. sino como sus simples sujetos.
como sus partidarios?
Más que nunca. la ciudad es todo lo que tenemos.
''
GRANDEZA, O EL
PROBLEMA DE LA TALLA
1994
A partir de cierta escala, la arquitectura adquiere las
propiedades de la Grandeza. La mejor razón para afron-
tar la Grandeza es la que dan los escaladores del monte
Everest: "porque está ahí". La grandeza es la cúspide de
la arq u rtectura.
Parece increíble que el tamafio de un edrñcro por sí
solo encarne un programa ideológico, con indepen-
dencia de la voluntad de sus arquitectos.
De todas las categorías posibles, la Grandeza no pa-
rece merecer un manifiesto: desacreditada como pro-
blema intelectual, se encuentra aparentemente en
vías de extmcrón -como los dmosaunos-> debido a la
torpeza, la lentitud, la intlexrbrtidad y la dtftcuttad. Sin
embargo, en realidad solo la Grandeza pone en marcha
ese régimen de compleJ1dad que movrhze toda la mtelt-
genera de la arquitectura y sus campos afines.
Hace cien años, una generación de adelantos con-
ceptuales y tecnologías de apoyo desencadenaron un
tng bang arqurtectómco. Al hacer aleatoria la circu-
lación, al cortocrrcuitar las drstancras, al hacer artr-
ñctales los mtenores. al reducir la masa, ampliar las
drmensrones y acelerar la construcción, el ascensor,
la electrtcrdad. el aire acondrcronado, el acero y, por
último, las nuevas infraestructuras formaron un con-
''
Junto de mutaciones que provocó una arquitectura de
otra especie. El efecto combinado de estos inventos
proprcró unas construcciones más altas y más profun-
das -más Grandes- de lo que nunca antes se había
concebido, con su correspondiente potencial para la
reotgaruzecrón del mundo social: una programación
enormemente más rica.
Teoremas
Ali mentada m rctalmente por la energía irreflexiva de lo
puramente cuanntattvo. la Grandeza ha sido, durante
casi un siglo, una categoría casi sin pensadores, una
revolución sin programa.
Detmo de Nueva York msmuaba una "Teoría de la
Grandeza" basada en cinco teoremas.
1. A partir de cierta masa crítica, un edrflcro pasa a

ser un Edificio Grande. Dicha masa ya no puede ser
controlada por un único gesto arqurtectóruco. ni si-
quiera por alguna combmecrón de gestos arqurtec-
tómcos.
Esta rmposibrtrdad provoca la autonomía de sus
partes, pero esto no es lo mismo que la fragmenta-
ción: las partes siguen estando comprometidas con
el todo.
2. El ascensor -con su potencial para establecer co-

nexiones mecánicas, más que arqurtectóntcas-> y
su familia de inventos afines invalidan el reperto-
''
r10 clásico de la arquitectura. Las cuestiones de la
composrcrón, la escala, la proporción y el detalle
son ahora drscunbles. El "arte'' de la arquitectura es
mútu en la Grandeza.
3. En la Grandeza, la distancia entre el núcleo y la en-

volvente aumenta hasta el punto de que la fachada
ya no puede revelar lo que ocurre dentro. Esa ex-
pectativa humanista de la ""honradez" está conde-
nada al fracaso: la arquitectura mtenor y la exterior
pasan a ser proyectos separados; una atiende a la
mestabihdad de las necesidades programáticas e
rconográfrcas. y la otra -un agente de desmtorrna-
crón-> ofrece a la ciudad la aparente estabilidad de
un objeto.
Donde la arquitectura desvela, la Grandeza des-
concierta: la Grandeza transforma la ciudad, que de
formar una suma de certezas pasa a ser una acu-
mulación de misterios. Lo que se ve ya no es lo que
se tiene.
4. Gracias al tamaño por sí solo, esos edtftcros entran

en un ámbito amoral, más allá del bien y del mal. Su
impacto es mdependrente de su calidad.
5. Conjuntamente, todas estas rupturas -con la es-

cala, con la compostctón arqurtectóruca, con la tra-
dición, con la transparencia y con la ética- conlle-
van la ruptura final y más radical: la Grandeza ya no
forma parte de ningún tejido urbano.
''
La Grandeza existe: como mucho, coexiste. Su sub-
texto es que se Joda el contexto.
Modernización
En 1978, la Grandeza parecía un fenómeno de y para el
(los) Nuevo(s) Mundo(s). Pero en la segunda mitad de
la década de 1980 se muttrptrcaron los signos de una
nueva oleada de modertuzecrón que sepultaría -de
un modo más o menos camuflado- el V1e10 Mundo y
provocaría episodios de un nuevo comienzo incluso en
el continente "acabado".
Con el trasfondo de Europa, el impacto de la Gran-
deza nos obligó a dejar explícito en nuestro trabajo lo
que estaba implícito en Delirio de Nueva York.
La Grandeza se convrmó en una doble polémica que
enfrentaba los anteriores intentos de aplicar la mte-
grectón y la concentración, y las doctrinas coetáneas
que cuestionaban la posibthdad de que el Todo y lo
Real fuesen categorías viables, y que se resignaban a
la desmembración y la drsolucrón. supuestamente m-
evitables, de la arquitectura.
Los europeos habían superado la amenaza de la
Grandeza al teorizar sobre ella más allá de su punto
de aplicación. Su contribución ha sido el "regato" de la
megaestructura, una especie de soporte técnico que
lo abarca todo, que lo permite todo y que, en última
mstancra, cuestionó el estatus del edrñcro singular:
una Grandeza muy segura, cuyas verdaderas rmpuca-
ctones excluyen su aplicación. El urbanismo espacial
'ª
(1958) de Yona Fnedman era emblemático: la Grande-
za flota sobre París como una manta metálica de nu-
bes que promete una potencial renovación, rlmutada
pero desenfocada, de "todo", pero que nunca toca tie-
rra, nunca se encara, nunca reivindica su lugar legíti-
mo: es la crítica como decoración.
En 1972, el Beaubourg -un loft platónico- había
propuesto espacios donde "cualquier cosa" era posi-
ble. La ftexrbiudad resultante quedó desenmascarada
como la rmposrcrón de un promedio teórico a expensas
tanto del carácter como de la precrsrón: entidad al pre-
cio de identidad. De un modo perverso, su puro carác-
ter demostrativo excluía esa neutralidad genuina que
se había hecho realidad sin esfuerzo en los rascacie-
los norteamericanos.
Tan marcada quedó la generación de Mayo del 68, mi
generación -sumamente inteligente, bien informada,
correctamente traumatizada por cataclismos esco-
gidos, franca en los prestamos tomados de otras drs-
ctplmas->. debido al fracaso de este y otros modelos
sumlares de densidad e mtegrecrón -por su msensi-
brlidao ststemánca a lo partrcular->. que propuso dos
importantes líneas de defensa: el desmantelamiento
y la desaparición.
En el primer caso, el mundo se descompone en frac-
tales de singularidad mcompatrbles, cada uno de los
cuales es un pretexto para una desmtegracrón adi-
cional del todo: un paroxismo de fragmentación que
convierte lo particular en un sistema. Detrás de esta
fractura del programa conforme a las partículas fun-
''
ctonales más pequeñas asoma la venganza perversa-
mente inconsciente de esa vieja doctrina de "la forma
sigue a la función", que impulsa implacablemente el
contenido del proyecto -tras juegos prrotécrucos de
sof strcación intelectual y formal- hacia el anncti max
del diagrama, doblemente decepcionante puesto que
su estética sugiere la nea orquestación del caos. En
este paisaje de desmembramiento y desorden fingido,
cada actividad se pone en su lugar.
Las h I bnd acrones/proxi m idades/tnccr o n es/coinciden-
cr as/ su perposrc Iones programáticas que son posibles
en la Grandeza -en realidad, todo el aparato del mon-
taJe inventado a comienzos del siglo xx para organizar
las relaciones entre partes mdependrentes-> están
siendo desmontadas por un sector de la vanguardia ac-
tual en cornposrctones de una pedantería y una rigidez
que casi dan risa tras su aparente desenfreno.
La segunda estrategia, la desapancrón. trasciende la
cuestión de la Grandeza -de la enorme presencra->
grecras a un compromiso ampliado con la simulación,
la vrrtuaudad y la mexrstencta.
Un mosaico de argumentos rescatados desde la dé-
cada de 1960 de sociólogos estadounidenses, de ideó-
logos, filósofos, intelectuales franceses, cibermí sncos.
etc., morca que la arquitectura será el primer "seudo
que se desvanece en el aire" gracias al efecto combi-
nado de las tendencias demográficas, la electrónica,
los medios de comunicación, la velocidad, la economía,
el ocio, la muerte de Dios, el libro, el teléfono, el fax, la
prosperidad, la democracia, el final de la B1g Story ...
'ª
Adelantándose a la desaparición real de la arquitectu-
ra, esto vanguardia está experimentando con una vn-
tuaudao real o simulada, rervindrcando. en nombre de
la modestia, su antigua ommpotencta en el mundo de
la realidad virtual (¿donde el fascismo puede ejercerse
con rmpunidadv).
Máximo
Paradójicamente, el Todo y lo Real dejaron de exrsttr
como posibles rrucrativas para el arquitecto Justo en
el momento en el que el final ya cercano del segundo
rrulemo presenció una desbandada general hacia la re-
orgamzecrón. la consolidación y la expansión: un cla-
mor en favor de la megaescala. Comprometida en otras
cosas, toda una profesión fue incapaz, finalmente, de
aprovechar los espectaculares acontecimientos so-
ciales y economicos que -s1 se hubiesen afrontado-
podrían haber restaurado su credrtnudad.
La ausencia de una teoría de la Grandeza -¿qué es
lo máximo que puede hacer la arquitectura?- es la
debilidad más extenuante de la arquitectura. Sin una
teoría de la Grandeza, los arquitectos están en la po-
srcrón de los creadores de Frankenstein: msngadores
de un experimento con un éxito parcial, cuyos resulta-
dos están haciendo estragos y, por tanto, han quedado
desacreditados.
Debido a que no hay una teoría de la Grandeza, no
sabemos qué hacer con ella, no sabemos dónde po-
nerla, no sabemos cuándo usarla, no sabemos cómo
planearla. Los grandes errores son nuestra única co-
nexión con la Grandeza.
Pero a pesar de tener un nombre tan simple, la Gran-
deza es un ámbito teórico en este fin de siglo: en un
paisaje de desorganización, desmembración, drsocra-
ción y descargo, la atracción de la Grandeza radica en
su potencial de reconstrut r el Todo, resucitar lo Real, re-
I nventar lo colectivo y reclamar la máxima tactrbrhdad.
Solo mediante la Grandeza puede la arquitectura di-
sociarse de los movrrruentos artistrcos/rdeotógtcos ya
agotados de la arquitectura moderna y del formalismo
para recuperar su mstrumentaudad como vehículo de
modernización.
La Grandeza reconoce que, tal como la conocemos,
la arquitectura se encuentra en dificultades, pero que
eso no se compensa mediante regurgitaciones de más
arquitectura: lo que propone es una nueva economía
en la que ya no "todo es arqurtectu ra", sr no en laque se
recupera una postcrón estratégica mediante la retira-
da y la concentración, y se cede el resto de un territorio
disputado a las fuerzas enemigas.
Comienzo
La Grandeza destruye, pero también es un nuevo co-
mienzo: y puede reensamblar lo que rompe.
Una paradoja de la Grandeza es que, pese al cálculo
que entra en su plamficacrón -en realidad, a través
de sus propias rigideces- es la única arquitectura
que se las mgerua para afrontar lo rmprevrsrble. En lu-
ªº
gar de forzar la coextstencra, la Grandeza depende de
regímenes de libertades: es la agrupación de las máxi-
mas diferencias.
Tan solo la Grandeza puede sustentar una prolifera-
ctón promiscua de acontecrmtentos en un único con-
tenedor.
Lo que desarrolla son estrategias para organizar tan-
to su mdependencta como su interdependencia dentro
de una entidad mayor, en una stmbtosrs que exacerba
su especrñcrdad, más que comprometerla.
Mediante la contarrunacrón, más que la pureza, y
mediante la cantidad, más que la calidad, tan solo la
Grandeza puede soportar relaciones genuinamente
nuevas entre entidades funcionales que se expanden,
en vez de lrmrtar sus rdenndades. La artrñciatidad y
complejidad de la Grandeza libera la función de su ar-
madura defensiva para permitir una especie de licue-
facción; los elementos programáticos reaccionan unos
con otros para crear nuevos acontecimientos: la Gran-
deza vuelve a un modelo de otcumva programática.
A primera vista, las actrvrdades acumuladas en la
estructura de la Grandeza exigen interactuar, pero la
Grandeza también las mantiene separadas. Al igual
que las barras de plutonio que, en función de cuánto
estén sumergidas, se desactivan o provocan una reac-
ción nuclear, la Grandeza regula las mtensrdades de la
coexrstencta programática.
Aunque la Grandeza es un esbozo de la intensidad
perpetua, también ofrece diversos grados de sereni-
dad e incluso de insipidez. Resulta sencillamente rm-
''
posible infundir mtencronatrdad en toda su masa. Su
vastedad agota esa necesidad compulsiva que tiene la
arquitectura de decidir y determinar. Las zonas que-
darán excluidas, libres de arquitectura.
Equipo
La Grandeza es donde la arquitectura llega a ser ar-
quitectónica en sus grados máximo y mínimo: máximo,
por la enormidad del objeto: mínimo, debido a la pér-
dida de autonomía: se vuelve un instrumento de otras
fuerzas, depende.
La Grandeza es impersonal: el arquitecto ya no está
condenado al estrellato.
Incluso cuando la Grandeza entra en la estratosfera
de la ambrcrón arqurtectómca -el puro escalofrío de
la megalomanía-, puede alcanzarse tan solo a costa
de renunciar al control, a costa de la transformación.
La Grandeza implica la existencia de una red de cordo-
nes umbilicales con otras drscrptmas cuya actuación
es tan crítica como la del arquitecto: como escalado-
res de montañas unidos por cuerdas salvavidas, los
creadores de Grandeza son un equipo (una palabra no
mencionada en los últimos cuarenta años de polémica
arq u rtectón rea).
Más allá de la marca, la Grandeza stgruñca rendirse
a las tecnologías: a los Ingenieros, contratistas y fabri-
cantes: a los políticos: y a otros. La Grandeza promete
a la arquitectura una especie de estatus posheroico:
una reatmeacrón con la neutralidad.
Bastión
S1 la Grandeza transforma la arquitectura, su acumu-
lación genera una nueva clase de ciudad. El exterior de
la ciudad ya no es un escenario colectivo donde pasa
"algo'': ya no queda ese "algo'' colectivo. La calle se ha
convertido en un residuo, en un drsposrtivo organizativo,
un mero segmento de ese plano continuo metropolitano
donde los restos del pasado se enfrentan a los equipa-
rmentos de lo nuevo en un incómodo callejón sin sali-
da. La Grandeza puede exrstrr en cualquier parte de ese
plano. No es solo que la Grandeza sea incapaz de esta-
blecer relaciones con la ciudad clásica -como mucho,
coexiste con ella-, sino que, por la cantidad ycompleu-
dad de los servrcros que ofrece, es en sí misma urbana.
La Grandeza ya no necesita la ciudad: compite con la
ciudad: representa la ciudad: se adelanta a la ciudad:
o mejor aún, es la ciudad. S1 el urbanismo genera un
potencial y la arq u rtectura lo explota, la Grandeza reú-
ne la generosidad del urbanismo frente a la mezquin-
dad de la arquitectura Grandeza= urbanismo frente a
arquitectura.
Debido a su propia mdependencra del contexto, la
Grandeza es la única arquitectura que puede sobrevivir,
e incluso explotar, la srtuacrón ahora global de la tabla
rasa: no encuentra su msprracrón en unos datos que
demasiado a menudo se exprimen hasta sacarles la
última gota de srgruficado: gravita de un modo oportu-
nista hacia lugares que prometen las máximas infraes-
tructuras: con strtuye, por últt mo, su propia razón de ser.
A pesar de su tamaño. la Grandeza es modesta.
''
No toda la arquitectura, no todo el programa y no to-
dos los acontecimientos serán engullidos por la Gran-
deza. Hay muchas "necesidades" demasiado trnprecr-
sas, demasiado endebles, demasiado poco dignas de
respeto, demasiado desafiantes, demasiado secretas,
demasiado subversivas, demasiado "nada" para for-
mar parte de las constelaciones de la Grandeza. La
Grandeza es el último bastión de la arquitectura: una
contracción, una htperarquitecture. Los contenedores
de la Grandeza serán hitos en un paisaje posarqurtec-
tonico, un mundo en el que la arquitectura se ha ras-
pado, igual que la pintura se ha raspado en los cuadros
de Gerhard Prchter: un mundo inflexible, inmutable,
defimtrvo. allí para siempre, generado mediante un es-
fuerzo sobrehumano.
La Grandeza entrega su campo de acción a la posar-
quitectura.
-
LA CIUDAD GENERICA
1997
1. Introducción 1. 1 ¿Son lasciudadescontemporáneas
como los aeropuertos contemporáneos; es decir, "to-

das iguales"? ¿Es posible teorizar esta convergencia?
Y s1 es así, ¿a qué configuración detmittva aspiran? La
convergencia es posible solo a costa de despojarse de
la tdenttdad. Esto suele verse como una pérdida. Pero
a la escala que se produce, debe significar algo. ¿Cuá-
les son las desventajas de la tdenttdad: y, a la inversa,
cuáles son las ventajas de la vacuidad? ¿ Y sr esta ho-
mogenetzacrón accidental -y habitualmente deplo-
rada- fuese un proceso mtenctonal. un movimiento
consciente de alejamiento de la diferencia y acerca-
miento a la sirrutitud? ¿ Y si estamos siendo testigos de
un movrrruento de lrberactón global: "[abajo el carác-
ter!"? ¿Qué queda si se quita la identidad? ¿Lo Genéri-
co? 1.2 En la medida en que la identidad deriva de la
sustancia física, de lo tustónco, del contexto y de lo
real, en cierto modo no podemos rmagmar que nada
contemporáneo -hecho por nosotros- le aporte
algo. Pero el hecho de que el crecmuento humano sea
exponencial rmpuca que el pasado se volverá en cierto
momento demasiado "pequeño" para ser habitado y
compartido por quienes estén vivos. Nosotros mismos
''
lo agotamos. En la medida en que la historia encuentra
su yacrmtento en la arquitectura, las cifras actuales de
la población mevrtablemente se dispararán y diezma-
rán la materia existente. La rdenndad concebida como
esta forma de compartir el pasado es una propostcrón
condenada a perder: no solo hay -en un modelo esta-
ble de expansión continua de la población- propor-
cionalmente cada vez menos que compartir, sino que
la lustona también tiene una ingrata vida media, pues
cuanto más se abusa de ella, menos srgruficanva se
vuelve, hasta el punto de que sus decrecientes dádi-
vas llegan a ser insultantes. Esta drsmmución se ve
exacerbada por la masa siempre creciente de turistas,
una avalancha que, en su búsqueda perpetua del "ca-
rácter", machaca las identidades de éxito hasta con-
vertirlas en un polvo sin sentido. 1.3 La identidad es
como una ratonera en la que más y más ratones tienen
que compartir el cebo ongmal, y que, en un examen
más mmuctoso, tal vez haya estado vacía durante si-
glos. Cuanto más poderosa es la tdenttdad más apri-
siona, más se resr ste a la ex pan srón, la Interpretación,
la renovación y la contradicción. La identidad se con-
vierte en algo así como un faro: fuo. excesivamente de-
terminado, solo puede cambiar su posición o la pauta
que emite a costa de desestabilizar la navegación
(solo París puede hacerse más parisiense: ya está en
vías de convertirse en híper-París, una consumada
caricatura. Hay excepciones: Londres -cuya única
rdenndad es la falta de una tdenttdad clara- perpe-
tuamente se vuelve incluso menos Londres, más
abierto, menos estático). 1.4 La tdenttdad centraliza:
msrste en una esencia, un punto. Su tragedia se da en
simples términos geométricos. A medida que se ex-
pande la esfera de influencia, la zona caracterizada
por el centro se vuelve más y más grande, diluyendo
rrremedteblemente tanto la fuerza como la autoridad
del núcleo: mevrtablemente, la distancia entre el cen-
tro y la circunferencia aumenta hasta llegar al punto
de ruptura. En esta perspectiva, el descu bnm rento re-
ciente y tardío de la penfena como zona de valor po-
tencial -una especie de srtuacrón prehistórica que
finalmente podría ser digna de recibir la atención de la
arquitectura- es tan solo una mststencra disimulada
en la pnondad y la dependencia del centro: sin centro
no hay periferia: es de suponer que el interés del pri-
mero compensa la vaciedad de la segunda. Concep-
tualmente huérfana, la situación de la periferia se ve
empeorada por el hecho de que su madre todavía está
viva, acaparando todo el espectáculo y enfatizando las
deficrencras de su retoño. Las últimas vrbracrones que
emanan del centro agotado rmprden la lectura de la
periferia como una masa crítica. No solo el centro es
por deñrucrón demasiado pequeño para cumplir con
sus obligaciones asignadas, sino que tampoco es ya el
centro real, sino un rimbombante espeusrno en vías de
rmplosrón: sin embargo, su presencia Ilusoria niega su
legrtirrudad al resto de la ciudad (Manhattan denigra
como "gente de puente y túnel" a quienes necesitan el
apoyo de las infraestructuras para entrar a la ciudad, y
les hace pagar por ello). La perststencta de la actual
''
obsesión concéntrica hace que todos nosotros sea-
mos gente de puente y túnel, ciudadanos de segunda
clase en nuestra propia ctvrlizactón, privados de nues-
tros derechos por esa tonta comcrdencra de nuestro
exilio colectivo del centro. 1.5 En nuestra programa-
ción concéntrica (el autor pasó parte de su Juventud
en Ámsterdam, ciudad de la máxima centralidad), la
msrstencta en el centro como núcleo de valor y srgnift-
cado, fuente de toda srgruftcactón. es doblemente des-
tructiva: no solo el volumen siempre creciente de las
dependencias es una tensión a la larga insoportable,
sino que también srgruftca que el centro tiene que ser
constantemente mantenido: es decir, modernizado.
Como "et lugar más Importante", paradó Jicamente tie-
ne que ser, al mismo tiempo, el más viejo y el más nue-
vo, el más fuo y el más dmárruco: sufre la adaptación
más intensa y constante, que luego se ve comprometi-
da y complicada por el hecho de que también tiene
que ser una transformación rrreconoctble. mvistble a
simple vista (la ciudad de Zúrich ha encontrado la so-
lución más radical y cara en volver a una especie de
arqueología inversa: una capa tras otra de nuevas mo-
dernidades -centros comerciales, aparcamientos,
bancos, sótanos, laboratorios, etcétera- se constru-
yen bajo el centro. El centro ya no se expande hacia
fuera o hacia el cielo, sino hacia dentro, hacia el centro
mismo de la tierra). Desde el mjerto de arterias de trá-
fico, crrcunvalacrones. túneles subterráneos más o
menos discretos y la construcción de cada vez más
tangenciales, hasta la transformación rutinaria de las
'º
vrvrendas en oftcmas, de los almacenes en /ofts, de las
iglesias abandonadas en clubes nocturnos: desde las
bancarrotas en sene y las subsrgutentes remaugura-
ctones de locales específicos en recintos comerciales
más y más caros, hasta la implacable conversión del
espacio unutar¡o en espacio "público", la peatonaliza-
ctón, la creación de nuevos parques, las plantaciones,
los puentes, la exbr brción y la sistemática restauración
de la mediocridad htstónca: toda la autenticidad se ve
incesantemente evacuada. 1.6 La Ciudad Genérica es
la ciudad liberada de la cautividad del centro, del corsé
de la «íenttdad. La Ciudad Genérica rompe con ese ci-
clo destructivo de la dependencia: no es más que un
reflejo de la necesidad actual y la capacidad actual. Es
la ciudad sin historia. Es sutrctentemente grande para
todo el mundo. Es fácil. No necesita mantenimiento. S1
se queda demasiado pequeña, simplemente se expan-
de. S1 se queda vieja, simplemente se autodestruye y
se renueva. Es igual de emocionante -o poco emocio-
nante- en todas partes. Es "superftcral": al igual que
un estudio de Hollywood, puede producir una nueva
rdentrdad cada lunes por la mañana. 2. Estadístic
2. 1 La Ciudad Genérica ha crecido espectacularmente

en las últimas décadas. No solo su tamaño ha aumen-
tado, sus cifras también lo han hecho. A princrpros de
la década de 1970 estaba habitada por una media de
2,5 millones de residentes oficiales (más 500.000 ex-
treoftctales): ahora ronda la cota de los 15 millones.
2.2 La Ciudad Genérica ¿comenzó en América? ¿Es tan
sumamente poco ongmal que solo puede ser importa-
''
da? En cualquier caso, la Ciudad Genérica existe ahora
también en Asia, Europa, Australia y África. El paso de-
ñmtivo del campo, de la agricultura, a la ciudad no es
un paso hacia la ciudad tal como la conocemos: es un
paso hacia la Ciudad Genérica, una ciudad tan omni-
presente que ha llegado al campo. 2.3 Algunos conti-
nentes, como Asia, aspiran a la Ciudad Genérica: otros
se averguenzan de ella. Dado que tiende hacia lo tropi-
cal -y converge en torno al ecuador- una gran pro-
porción de las Ciudades Genéricas son astáticas, lo
que aparentemente es una contradicción en sus tér-
minos: lo superfarrutiar habitado por lo inescrutable.
Algún día volverá a ser absolutamente exótica, el pro-
ducto desechado de la ctvrlizactón occidental, gracias
a la resemannzecrón que su propia drfusrón deja tras
su estela ... 2.4A veces, una ciudad antigua y singular,
como Barcelona, al simplificar excesivamente su tden-
trdad. se torna Genérica. Se vuelve transparente, como
un logotipo. Lo contrario no sucede nunca ... , al menos
por ahora. 3. 1 La Ciudad Genérica es lo que
queda después de que grandes sectores de la vida ur-
bana se pasaran al ciberespacio. Es un lugar de sen-
saciones tenues y drstendrdas, de contadistmas emo-
ciones, discreto y rmstenoso como un gran espacio
rlummado por una lamparilla de noche. Comparada
con la ciudad clásica, la Ciudad Genérica está sedada,
y habitualmente se percibe desde una posición seden-
taria. En vez de concentración -presencia srmul-
tánea-, en la Ciudad Genérica cada "momento" con-
creto se aleja de los demás para crear un trance de ex-
''
perienctas estéticas casi maprectables: las variacio-
nes de color en la tlurmnacrón fluorescente de un edi-
f1c10 de oftcmas justo antes de la puesta del sol, o las
sutilezas de los blancos ligeramente distintos de una
señal iluminada en la noche. Al igual que la comida
Japonesa, las sensaciones pueden reconstrtuuse e
mtensrñcar se en la mente, o no: simplemente se pue-
den dejar de lado (hay donde elegir). Esta omnipresen-
te falta de urgencia e msrstencie actúa como una po-
tente droga: induce a una aluc1nac1ón de lo normal.
3.2 En una drástica mversrón de lo que supuestamen-
te es la principal característica de la ciudad (el "nego-
cio"), la sensación dominante de la Ciudad Genérica es
una calma misteriosa: cuanto más calmada sea, más
se aproxima a su estado puro. La Ciudad Genérica
afronta los "males" que se atribuían a la ciudad tradi-
cional antes de que nuestro amor por esta se volviese
mcondrcional. La serenidad de la Ciudad Genérica se
logra mediante la evacuación del ámbito público, como
en la emergencia de un simulacro de mcendro. El plano
urbano alberga ahora solo el movimiento necesario,
fundamentalmente los coches: las autopistas son una
versión superior de los bulevares y las plazas, que
ocupan más y más espacio: su diseño, que aparente-
mente busca la eficacia automovrlistrca, es de hecho
sorprendentemente sensual, una pretensión utilrtana
que entra en el dominio del espacio liso. Lo que es nue-
vo de este ámbito público sobre ruedas es que no pue-
de medirse con drmensrones. El mismo trayecto (diga-
mos de diez kilómetros) proporciona gran número de
''

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¿QUE FUE DEL URBANISMO?

1. A partir de cierta masa crítica, un edrflcro pasa a

2. El ascensor -con su potencial para establecer co-

3. En la Grandeza, la distancia entre el núcleo y la en-

4. Gracias al tamaño por sí solo, esos edtftcros entran

5. Conjuntamente, todas estas rupturas -con la es-

como los aeropuertos contemporáneos; es decir, "to-

2. 1 La Ciudad Genérica ha crecido espectacularmente

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