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Cada año, los incendios destructivos y el uso del fuego en sistemas de aprovechamiento del terreno afectan varios
cientos de millones de hectáreas de bosques y otras formas de vegetación en el mundo. En algunos ecosistemas, los
incendios desempeñan una función ecológicamente significativa en el mantenimiento de los ciclos biogeoquímicos. En
otros, conducen a la destrucción de bosques y al deterioro del sitio en el largo plazo. Los incendios de vegetación
producen emisiones de gases y partículas que afectan la composición y el funcionamiento de la atmósfera global. Estas
emisiones interactúan con las de los combustibles fósiles y otras fuentes tecnológicas, que son las principales causas
del daño climático producido por el hombre. Las emisiones de humo de los incendios en zonas silvestres también
causan problemas de visibilidad que pueden producir accidentes y pérdidas económicas, afectar la salud humana y
conducir a la muerte.
El fuego es un proceso químico. Ocurre cuando se aplica una fuente de calor a una sustancia combustible. Para que
se realice la combustión es necesario que haya oxígeno que combinado con los gases que desprende el combustible y
el suficiente nivel de energía producirá luz y calor.
En el caso de los incendios forestales el fuego es una reacción exotérmica que se mantendrá una vez iniciada mientras
no varíen las condiciones mientras halla combustible. El combustible es la masa vegetal del bosque y el oxígeno no
faltará nunca.
En resumen, para que se produzca un incendio es necesario que coincidan tres factores: foco de calor inicial, aire y
combustible. El calor que genere el propio fuego lo mantendrá vivo. Por eso las técnicas antiincendios van destinadas
a eliminar uno de ellos.
Un incendio forestal ocurre cuando el fuego se propaga sin control sobre el terreno forestal, y afecta a la vegetación
que no estaba destinada a quemarse.
En un bosque nos encontramos con diferentes tipos de combustibles. Según el tipo de combustible la reacción puede
ser más violenta y espontánea a temperatura ambiente:
Combustibles vivos: plantas vivas con un contenido hídrico elevado que depende de las lluvias y sequías, especie
vegetal, tipo de suelo, exposición.
Combustibles muertos:
Ligeros: fácilmente inflamables y de rápida propagación y que se secan fácilmente (hierbas, hojarasca, ramas delgadas
y secas, matorral ligero)
Pesados: que se secan muy lentamente, por la cual cosa, se encienden fácilmente después de largas sequías (troncos,
ramas gruesas, tocones y raíces).
La inflamabilidad de la materia vegetal también viene determinada por la composición química (presencia de resinas o
substancias aromáticas), pero sobre todo por el contenido hídrico.
Se diferencian diversos tipos de incendios según dónde se localicen dentro del bosque:
Incendio superficial: quema hierbas, matorrales y restos vegetales sobre el suelo y los troncos que encuentra a su
paso. Es el más frecuente.
Incendio de copas: quema las copas de los árboles. Es necesario que el estrato arbóreo sea suficientemente denso y
se dé un viento importante o pendientes muy pronunciadas.
Incendio subterráneo: quema la capa de materia orgánica acumulada en el suelo y las raíces que se encuentran. Son
poco frecuentes.
Combustible: como ya se ha comentado, según el tipo de vegetación y su grado de humedad, es más fácil que se
encienda o menos. Además, la cantidad y la continuidad (tanto vertical como horizontal) favorecen el crecimiento del
incendio.
Relieve: el fuego se propaga mejor de abajo hacia arriba (mejor cuanta más pendiente), mejor en vertientes más
expuestas a la radiación solar (solanas) que no en las umbrías. También puede verse favorecido por determinadas
morfologías que favorecen vientos concéntricos (como en desfiladeros o barrancos). Además, el relieve accidentado
dificulta las tareas de extinción.
Meteorología: en función del viento (si es intenso y constante), la temperatura (si es alta) y la humedad ambiental (si
es baja) el fuego se propaga más fácilmente. La radiación solar desempeña también un importante papel, tanto en el
inicio como en la propagación.
Por otro lado, el propio fuego, a medida que se va haciendo grande, es capaz de modificar la meteorología de su
entorno, y por lo tanto, favorecerse aún más su desarrollo.
Natural: rayos, volcanismo, caída de meteoritos… El único importante en nuestro país es el rayo. Hay que añadir que
determinadas situaciones meteorológicas sostenidas favorecen el inicio y desarrollo de los grandes incendios forestales
así como la distribución de los mismos (ver anexo II).
Antrópico:
Otros: chispas de líneas eléctricas, trozos de vidrio que hacen de lupa, fuegos controlados que se escapan.
Cuando un incendio tiene lugar, provoca graves daños. Entre ellos nos encontramos con:
3. Pérdida de biodiversidad.
5. Aumento de las emisiones de CO2 (dióxido de carbono) a la atmósfera con la contribución al aumento del efecto
invernadero, incremento del riesgo de erosión y pérdida de suelo, desertificación, pérdida de bienes materiales e incluso
de vidas humanas.
Altos niveles de CO2 (dióxido de carbono), reacción de oxidación, combustión, dióxido de hidrogeno; y si el combustible
tiene otros elementos como el nitrógeno o el azufre, como ocurre en el caso de la madera y la materia orgánica que
se quema en los incendios, también se producen pequeñas cantidades de gases más peligrosos como los óxidos de
azufre, culpables de la lluvia ácida, y los óxidos de nitrógeno que contaminan demasiado nuestras ciudades.
¿Cómo se puede aprovechar la energía de los fenómenos naturales?
Agua: a través de las hidro-eléctricas que aprovechan las energías cinética y potencial provenientes de las corrientes
de agua.
Viento: a través de las variaciones del viento se puede generar energía eólica.
Tierra: a través del calor interior de la tierra se puede generar energía geotérmica.
Justifica tu respuesta
Creo que para aprovechar la energía de los fenómenos naturales, primero debemos identificar el tipo de energía que
es y así poder transformarla a la energía que necesitemos para poder disfrutarla y beneficiarnos de ella.
Conclusión de la importancia del método científico para el estudio de los fenómenos naturales.
El método científico es de vital importancia a la hora de compartir un conocimiento, ya que este nos brinda la veracidad
suficiente para confiar en que el conocimiento es fiable. El método científico sigue una serie de pasos a través de los
cuáles se comprueba una hipótesis sobre un hecho o fenómeno en donde por medio de la experimentación se da por
concluida una ley o principio; su importancia radica en que no es un proceso empírico, no es basado en la experiencia.
Al contrario, toma como pruebas experimentaciones realizadas en torno a este. También nos permite conocer que tipos
de energía son liberadas mediante la ocurrencia de los mismos, y el conocer el tipo de energía y la forma en cómo se
libera la misma, nos da la posibilidad de canalizar dicha energía para que sea menos destructiva para los recursos del
medio ambiente, o bien para aprovecharla de la forma más efectiva y eficiente posible.