Silbatos Tradicionales de Los Andes
Silbatos Tradicionales de Los Andes
Silbatos Tradicionales de Los Andes
Silbatos tradicionales
de los Andes
Silbatos tradicionales de los Andes
Edgardo Civallero
2016
Edgardo Civallero (Buenos Aires, 1973) es bibliotecario, músico, Civallero, Edgardo
investigador y escritor. Estudió Bibliotecología y Documentación en la Silbatos tradicionales de los Andes / Edgardo Civallero. – 1.ed. –
Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), así como Historia Madrid : Edgardo Civallero, 2016.
(especialidad Antropología y Arqueología). Ha publicado trabajos 33 p. : il..
académicos relacionados con su especialidad (tradición oral y 1. Música. 2. Aerófonos. 3. Flauta vertical. 4. Pifilca. 5. Jantarke. 6.
conocimiento indígena) y ha incursionado en sus otras pasiones: la Uxusiri. I. Civallero, Edgardo. II. Título.
música tradicional sudamericana y el diseño gráfico.
© Edgardo Civallero, 2016
Imagen de portada: Baile chino de Chile. Fotografía: El Sol de México / © de la presente edición digital, 2016, Edgardo Civallero
El Occidental. Diseño de portada e interior: Edgardo Civallero
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Introducción
Imagen 6.
Antaras arqueológicas chilenas de piedra.
[Ilustración: Pérez de Arce, 1986].
mo distal y ordenados de mayor a menor. Tienen siluetas
esbeltas y totalmente redondeadas, un pequeño escalo-
nado estriado en el borde inferior, paredes finas (0,7 mm
de espesor), doble asa y escalas más agudas que las del
Norte Grande. A este grupo pertenecerían los fragmen-
tos de 24 instrumentos hallados en Panquehue, o las 29
antaras completas que cita Pérez de Arce (2014a). Por
otro lado, hay una antara con influencias Mapuche, de
estructura más basta y pesada, en cuya elaboración no
se observa tanta delicadeza como en los ejemplos ante-
riores. Ambas versiones carecen de decoración.
Imagen 7.
En el actual área Mapuche, al sur de Chile, el uso de anta- Antara pre-Mapuche.
ras y flautas longitudinales comenzó con la temprana [Ilustración: Pérez de Arce, 2002].
cultura Pitrén (región de Los Lagos, siglo VI, mestizada
luego con la cultura El Vergel hacia el siglo XI). Los instru- segundos poseían conductos múltiples (entre 2 y 9) per-
mentos Pitrén, hechos de piedra verde, producían soni- forados en hilera con distintos patrones de ordenamien-
dos muy agudos e inestables. Su empleo en la zona se to/longitud (cada uno de los 144 ejemplares conocidos
prolongó hasta el siglo XVII entre los Mapuche, quienes, tiene un patrón diferente).
de acuerdo a los cronistas, los llamaban pivilcahue y pitu-
cahue. Los primeros, más numerosos, contaban con un Pérez de Arce (1986) menciona la existencia de una
solo tubo y tenían formas externas más variadas; los variante de pitucahue arqueológico de silueta rectangu-
lar (baja y ancha), dotado de 2-7 conductos cortos, cóni- Yo les tomé tono por tono para formar melodía;
cos y dispuestos sin un orden aparente. El autor apunta pero les pareció cosa ridícula, así no se toca, me dije-
que probablemente se trate de una invención local ante- ron.
rior al contacto con la cultura Aconcagua y sus estilizadas Comenzaron ellos a mostrarme la manera de tocar-
antaras. la, moviéndola rápidamente de arriba abajo.
Pero ellos mismos confesaron que el artista que
A partir del siglo XVII (y, definitivamente, desde el siglo solía tocarla en tiempos antiguos debió de disponer
XIX) se utilizaron solo los ejemplares hechos de madera: de pulmones superiores a los modernos para
la pifilka de un solo tubo (vid. infra) y el piloilo de varios. aguantar este modo de tocar.
El piloilo o pitucahue es un instrumento hecho a partir de Su uso en la actualidad, tanto en Chile como entre los
un bloque de madera o de greda que asume distintas for- Mapuche de la vecina Argentina, es residual. Pérez Buga-
mas y tamaños y en el que se abren varios conductos (ge- llo (1996) indica que la presencia del piloilo ha sido docu-
neralmente entre 5 y 7) cuyas longitudes suelen orde- mentada esporádicamente y que, al menos en Argenti-
narse de forma decreciente. Febrés (1765) describe el na, no existen registros sonoros etnográficos que docu-
pitucahue como "una tablilla de muchos ahugeros que menten su sonido o su técnica de interpretación.
chiflan en sus bebidas, a modo de silvado de capador".
Valdivia (1887), por su parte, lo define como "chifle con
que chiflan". Amberga (1921) señala:
Imagen 9.
Flautas de piedra Diaguita, Aconcagua y Mapuches.
[Ilustración: Gérard, 2013].
los 40 y los 200 mm. El tubo podía estar abierto o cerrado
en su extremo distal; en el XVI dejó de tenerse noticia del
primer modelo, mientras que el segundo habría perdu-
rado hasta el siglo XIX, momento a partir del cual las flau-
tas de piedra habrían sido remplazadas por instrumen-
tos de madera.
Imagen 10.
Flautas arqueológicas chilenas de piedra.
[Ilustración: Pérez de Arce, 1986].
Parte 2. Los silbatos actuales
Las flautas de los “bailes chinos”
Imagen 15.
Flautas de baile chino.
[Fotos: Pérez de Arce, 2002].
- Bombeo: un tañío de uso esporádico, generalmente plejas, y se preserva el ritual "chino" puro (aunque en los
cuando se entra a la iglesia. Se trata de melodías de volu- años 60 se introdujeron los danzantes).
men bajo, muy suaves, tocadas enteramente con sonido
botella. Los "chinos" tocan únicamente en las "fiestas de chi-
nos", las principales celebraciones comunales de Chile
De acuerdo a Pérez de Arce (1998), la tradición de los central, que solo duran un día y tienen lugar ante la ima-
"bailes chinos" se extiende entre los valles del Limarí y el gen sagrada de cada localidad. En esta región del país es
Aconcagua y es bastante homogénea, aunque existen donde la tradición está más arraigada y tiene mayor fuer-
dos estilos principales. Entre Illapel y La Serena (Norte za. Sus protagonistas viven en comunidades rurales de
Chico) el número de flautas es menor, los movimientos los valles del interior (p.ej. Olmué, Granizo, Pachacami-
de los bailarines son más pausados, la estructura coreo- ta, El Tebal o Palmas de Alvarado) o de la costa (p.ej. Mai-
gráfica está menos definida y aparecen bailarines adicio- tencillo, Horcón o Zapallar). En el primer caso se trata de
nales, conocidos como turbantes y danzantes. Por su par- agricultores que celebran fiestas en honor a la Virgen
te, entre los valles de Petorca y Aconcagua (Chile central) para que garantice lluvias y cosechas, mientras que los
las agrupaciones cuentan con muchos más instrumen- segundos festejan a San Pedro, para que los proteja en el
tos, los movimientos de baile son muy vivos, las estruc- mar.
turas coreográficas están muy definidas y son más com-
Participan en la celebración un "baile" local y "bailes"
invitados. Cada uno asiste al encuentro acompañado
por un alférez que no pertenece al "baile" ni toca un ins-
Imagen 16 (pág. ant.).
Baile chino de Las Palmas, Maitencillo, Valparaíso. trumento, y cuyo rol es improvisar versos a la virgen o al
[Foto: YouTube.com]. santo. En la "fiesta de chinos" se distinguen tres partes:
celerando su propio tempo. Un "baile" experimentado
es capaz de mantener su propio ritmo independiente del
que marquen los demás, aminorarlo para que sus flau-
tistas descansen y volverlo a acelerar rápidamente, pro-
vocando con ello la descoordinación del resto y, en oca-
Imagen 18.
siones, obligando a alguno a parar de tocar, una expe-
Flauta de baile chino.
[Foto: museohistoriconacional.cl]. riencia absolutamente humillante. Esta faceta competi-
tiva también se observa en otras flautas andinas, como
por ejemplo los alma pinkillos o muqunis bolivianos.
los saludos cantados por la mañana (a cargo del alférez),
una procesión instrumental a mediodía (en la cual se Expresiones similares a los "bailes chinos" se encuentran
lucen las flautas), y las despedidas cantadas a la tarde también en zonas periféricas: en Lora (en donde se mez-
(nuevamente por parte del alférez). clan elementos del norte y de la cultura Mapuche), en
Isla de Maipo (una tradición muy diluida), en Copiapó
Aunque debilitado, todavía es posible apreciar el aspec- (sin "sonido rajado", vestidos o elementos coreográfi-
to competitivo que tuvieron estas fiestas: cada "baile" cos), e incluso en Iquique (a donde llegó de la mano de la
representa a su comunidad y durante la procesión inten- migración).
ta hacer perder el pulso a los demás acelerando y desa-
Imagen 19.
Pifilkas arqueológicas y etnográficas.
[Ilustración: Pérez de Arce, 1986].
Ambas versiones del instrumento producen un único
sonido, el cual, dependiendo de la forma del conducto
interno, puede ser más o menos denso y rico en armóni-
cos. Generalmente se interpretan de a pares, alternando
sus sonidos en una secuencia que sigue el ritmo que mar-
can membranófonos tradicionales Mapuche, como el
kultrún o el kakekultrún.
Imagen 24.
Intérprete de pifilka.
[Foto: chileprecolombino.cl].
Las flautas tuquru de
los uxusiri del Titicaca
Imagen 28.
Uxusiris.
[Foto: Fuente no registrada].
Al mismo tiempo que bailan, los hombres (entre 15 y 30)
soplan unas enormes flautas longitudinales de caña
tuquru con embocaduras similares a las de las quenas
(Baumann, 1982) o sin embocadura alguna (Sigl, 2009;
CRESPIAL, 2012), y desprovistas de orificios de digita-
ción. Estos aerófonos –que reciben el mismo nombre
que el material del cual están construidos– tienen más
de medio metro de largo y generan un único sonido,
pero que contiene una gran cantidad armónicos debido
a la potencia con la que se los sopla (justo en el momen-
to en el que el bailarín se inclina bruscamente hacia
Imagen 30. delante).
Uxusiris.
[Foto: panoramio.com].
Dado que las dimensiones de los tubos de estos aerófo-
nos no están fijadas y, por ende, suelen ser bastante desi-
guales, el sonido que emite cada una tampoco es el mis-
que hace mover la falda de paja como si se tratara de una
mo. En líneas generales, y al igual que sucede en los "bai-
escoba.
les chinos", se intenta producir dos grupos de "notas"
más o menos cercanas entre sí, grupos que van alternán-
dose: ahora suena el más grave, a continuación el más
Imagen 29 (pág. ant.).
Uxusiris. agudo. Si a estos conglomerados sonoros absolutamen-
[Foto: Fuente no registrada]. te plagados de batimientos se suman los armónicos, el
resultado son dos "acordes" vibrantes y densos con un El jant'arki de las tierras altas
sonido muy del gusto de las sociedades indígenas andi-
nas. bolivianas y sus vecinos orientales
Imagen 33.
“Fiesta de los Collasuyos”.
[Ilustración: Guaman Poma de Ayala, 1615].
hecha de piedra negra y desenterrada en la provincia de
Nor Chichas (departamento de Potosí). Silbatos líticos
arqueológicos similares han sido hallados en diversos
puntos de ese departamento, así como instrumentos
fabricados a partir de huesos de pariwana y de ñandú
(estos últimos, en la provincia de Sud Lípez).
Sánchez (1999) recoge referencias de numerosos auto- Curiosamente, tras largos años de trabajo junto a los
res que describen el aerófono como un silbato largo y Ava, Pérez Bugallo (1988-89) afirma no haberles visto
esquinado, hecho de madera dura del árbol igüirayepiro tocar jamás el instrumento en cuestión (para el debate
y adornado con figuras y signos tallados, que los hom- suscitado por esta postura, vid. Velo, 1995).
bres tocarían tanto en fiestas como en batallas. Y tam-
bién está documentada su forma de interpretación,
tapando y destapando el orificio distal mientras se sopla
en el proximal. Las técnicas de construcción, el tipo de
madera utilizada, la ornamentación y la técnica de pro-
ducción sonora del instrumento Ava son similares a las
de su par andino.
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