Iglesia de Efeso 2
Iglesia de Efeso 2
Iglesia de Efeso 2
Tanta fue la fama de todos estos actos divinos, que algunos quisieron imitarle al intentar echar
fuera demonios, pero estos vivían muy alejados de la vida del Señor, y por tanto, consiguieron
algo muy distinto a lo que esperaban (Hchs. 19; 13-16). Los creyentes efesios fueron testigos
sin igual del amor y poder de Dios. Tanto fue así que, “muchos de los que habían creído venían,
confesando y dando cuenta de sus hechos” todo ello en el contexto del verdadero
arrepentimiento, haciendo obras dignas del mismo, como podemos leer en Hchs. 19: 19.
Pasaron los años, pero el recuerdo de su amado apóstol perduró. Esos hombres tuvieron en
Pablo el mejor ejemplo de como debía ser un Siervo de Dios. Querían a Pablo con un amor
difícilmente superable. Pero Pablo, en su final encuentro con ellos en Mileto, cuando se
despidió de ellos definitivamente, en su camino hacia Jerusalén, por el Espíritu Santo les
advirtió:
“Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he
rehuido anunciaros todo el consejo de Dios. Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño
en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él
ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de
vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán
hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad,
acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a
cada uno” (Hechos 20: 26-30).
De alguna manera, Pablo intentaba advertirles que no todos iban a ser como él, es decir,
siervos verdaderos del Señor. Que muchos vendrían a ellos una vez él les hubiera dejado, y se
iban a presentar como apóstoles del Señor, pero no lo serían. Iban a ser lobos rapaces que no
iban a perdonar al rebaño.
Pasaron casi cuarenta años después de la experiencia de los ancianos de Éfeso en Mileto con
Pablo, cuando ahora el Señor Jesús les envía un mensaje altamente admonitorio y realmente
grave; un ultimátum: habían perdido el primer amor, y por tanto, debían recordar de dónde
habían caído, arrepentirse y volver a hacer las obras primeras; de lo contrario, pronto Él iba a
quitar el candelero de su lugar. Ese candelero era Su misma presencia por el Espíritu en la
citada iglesia (ver Ap. 2: 3-5).