Drucaroff, Elsa MADRES MONSTRUOSAS
Drucaroff, Elsa MADRES MONSTRUOSAS
Drucaroff, Elsa MADRES MONSTRUOSAS
Elsa Drucaroff
continúa teniendo sentido. Cientos de obras que analizo en Los prisioneros de la torre
muestran que el pasado ominoso está vivo. El trauma habla en forma oblicua, una y
fantasmas (¿acompañan todavía?) a los que fueron jóvenes después. Recurre así, en
procedimientos, la Gestalt “dos, pero uno muerto”. En ella, un personaje vive junto a
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Aunque estos dos autores y estas dos obras no están incluidos en ese ensayo, los presupuestos del análisis que sigue
están expuestos en Los prisioneros de la torre. Política, relatos y jóvenes en la postdictadura. Buenos Aires, Emecé,
2011.
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de las veces no, pero la gran cantidad de obras donde esa Gestalt se repite pide ser
Cuando el Estado no juzga y castiga, la culpa es colectiva. Esa culpa se lee todavía en
las generaciones de postdictadura, aunque tal vez en los últimos dos o tres años
empiecen a aparecer obras que ya no se puedan entender desde allí. Pero sí persiste,
Como dramaturgo, Penelas fue inédito hasta este año,2 Galettini publicó un tomo de
cuentos en 2011.3 Los diez años que separan a Penelas (1970) de Galettini (1981) no
que define.4
Las dos obras que analizará esta ponencia se generan en la estructura “dos, pero uno
muerto”. Aunque Las pausas… refiere evidentemente a las víctimas del terrorismo de
muerte del hijo, ambas tienen la impronta del trauma por los desaparecidos en
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Las pausas exactas es su primera obra publicada, apareció en Drucaroff, Elsa (comp.), Panorama InterZona.
Narrativas emergentes de la Argentina. Bs. As., InterZona, 2012. Los números de las citas corresponden a páginas de
esta edición.
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Lo único importante en el mundo, Bs. As., El fin de la noche, 2010. El libro fue publicado con un subsidio del
Fondo Nacional de las Artes. A este tomo de cuentos pertenece “Conversiones”. Las citas, sin embargo, corresponden
a su reedición en Drucaroff, Elsa (comp.), Panorama InterZona. Narrativas emergentes de la Argentina. Op. Cit.
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En Los prisioneros de la torre me extiendo sobre las posibilidades y los límites del método generacional para el
análisis literario y trabajo con las ideas de Karl Mannheim alrededor del concepto de generación como construcción
eminentemente cultural. El problema de las generaciones, en Reis: Revista española de investigaciones sociológicas,
ISSN 0210-5233, Nº 62, 1993 (Ejemplar dedicado a Karl Mannheim), 193-244.
http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=766796
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identidad filial. 5
¿De quiénes son hijos, los de postdictadura? Nacieron entre treinta mil fantasmas,
jóvenes. Cargaron con una derrota ajena. Son hijos en falta ante padres dañados. Los
En Las pausas…, Jose acepta que la vieja y autoritaria Paula lo convierta en José, y
después le propone ser llamado Claudia, la hija desaparecida que pareciera ser su
Pero la anciana se niega a reconocer (nombrar) a ese joven que quiere hacerle saber
lo que nunca logra decirle claramente: es su nieto, hijo de Claudia. Con tal de obtener
algún lugar en Paula, para Paula, Jose no sólo acepta cambiar de nombre a José,
también simula querer un trabajo: Paula busca un hombre que le lea en voz alta el
texto que ella quiere, con las pausas que ella indica, y Jose se presenta como
aspirante al puesto.
tendría que haber muerto yo” (69). Los prisioneros de la torre muestra cómo en la
Gestalt “dos, pero uno muerto” que llamativamente habita los imaginarios de la nueva
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Este trabajo no ignora el rechazo postmoderno al concepto de identidad pero se niega a usar de modo
indiscriminado y acrítico este interesante cuestionamiento, tal como a veces se propicia. En el contexto histórico-
político de las desapariciones forzadas, seguidas de tortura y asesinato, que realizaron estados dictatoriales en
América Latina, la reivindicación de la identidad de las víctimas es clave.
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narrativa, se lee una estructura inconsciente aún más siniestra: “dos, pero el muerto
En el final de Las pausas…, las conversiones caen. Jose, el rebelde, sale de escena
sin convertirse pero sin obtener reconocimiento, aunque haya sembrado crisis en ese
el complejo planteo de Avelar, quien sostiene que el duelo irresuelto en las recientes
didascalia piden una lectura metafórica. Por ejemplo, Jose (35 años) es descripto
de 25, parece la mucama sometida a la vieja, y sin embargo todo indica la posibilidad
de que sea la hija de Claudia, a la cual Paula crió; por otra parte, Paula hace que le
lean una y otra vez un mismo texto que se repite en la obra. Éste habla de la
destrucción de cualquier marca que señale al pasado, Paula exige un control absoluto
sobre la voz que lee, le indica “las pausas exactas” que hay que hacer al decirlo.
escena se construye como alegoría de lo mismo que cuenta: el hecho de que una
madre en duelo eterno por asesinatos impunes (la obra fue escrita en 2002) esté
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Avelar, Idelber. Alegorías de la derrota. La ficción postdictatorial y el trabajo del duelo. Santiago de Chile,
Editorial Cuarto Propio, 2000.
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imposibilitada para dar identidad a los hijos de la postdictadura no puede leerse como
una anécdota puntual, y menos como descripción de una integrante de las Abuelas de
Plaza de Mayo, cuya labor es exactamente la contraria; entonces pide leerse como la
Las pausas… nunca podría ser realista (como lo es “Conversiones”) pero sí podría
(igual que en “Conversiones”) relatar algo no político. Cuando Paula habla, rencorosa,
de los “gestos torcidos”, “de perra perdida”, que habría tenido Claudia en su juventud
(64), podríamos entender la “torcedura” como alusión, por ejemplo, a que la hija se
potencia lo político: el pañuelo blanco. Pocos objetos más obvios para una alegoría.
Las pausas exactas logra generar con lo obvio algo nada obvio: el anti-pañuelo, un
pañuelo que literalmente Paula pisotea en escena, uno que ella no bordó, que bordó
Jose, como él cuenta, mostrando que se hizo cargo generacional de una tarea que no
era suya. Es cierto que después, desnudada por la verdad, Paula admite haberlo
hecho ella también, pero esto no borra la imagen espantosa del hijo huérfano que
debe labrar el pañuelo porque cree que su abuela no lo hizo. En este punto, insisto, el
personaje de Paula y la obra toda no pueden entenderse como alegoría de las Madres
Curiosamente estamos ante una alegoría que usa procedimientos más metonímicos
abuela que niega a su nieto), sirviera para proponer no una “parte por el todo” sino una
colectiva que busca decirse y habla, como diría Avelar, en escrituras encriptadas.
objeto muerto está enterrado vivo, el objeto reaparece en Jose (“sus gestos torcidos”,
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“su boca tan igual” 64) y también en “el adolescente” del cuento de Galettini, que
Ya que el hermano de “Conversiones” “no va a volver” (69), el vivo vuelve, (se) vuelve
el muerto y produce un desorden muerto, uno que no irrita de verdad a la madre, que
la hace sonreír, condescendiente: el desorden que los jóvenes deberían producir pero
ya no producirán nunca.
“Todo vuelve” se dice en Las pausas… “Ahora volvés con esa boca, esos ojos. Tan
tuyos. Tan…”, reprocha Paula (65). Como los espectros, como el sentido en la
alegoría: críptico, muerto detrás de un discurso significante, muerto como está muerta
Hitchcock, El hombre que sabía demasiado, pero sobre todo su canción Qué será,
será, que entona Doris Day con la edulcorada y reconciliada ideología del cine
“Todo vuelve”, en Las pausas exactas, mientras se lo niega, mientras no se cede a “la
tentación del recuerdo” (como reza el texto que se hace leer y releer Paula), sino que
cuarto del muerto todos los días para que sea el cuarto de un vivo que ensucia, para
que haya que ocuparse, no acordarse, y se pone furiosa cuando el hijo sobreviviente
ejemplo, “el adolescente” es obligado a ayudar al padre a pintar las sillas de jardín:
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La canción es de Jay Livingston y Ray Evans y se publicó en 1956. En el mismo año la canta Doris Day en The man
who knew too much, el film de Alfred Hitchcock que protagoniza junto a James Stewart.
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contarlo en el presente; esa es otra mancha temática que atraviesa a los “prisioneros
de la torre”. Así como en Las pausas… Paula jamás es nombrada como “la abuela”, el
lúcido narrador de “Conversiones” parece intuir que quien no transmite no puede ser
llamado padre o madre, y quien no se filia en esa transmisión no es hijo; por eso
también rehúsa establecer los vínculos familiares entre los tres personajes: los llama
“el adolescente”, “la mujer”, “el hombre”. Los vínculos no se pronuncian; los vínculos
están demasiado enfermos. Por eso nadie tiene nombre, salvo el muerto: Mauricio.
En las dos obras las madres son monstruosas porque, como diría Luisa Muraro, no
pueden dar identidad porque, en el duelo no hecho, el objeto perdido incorporado pero
existencia de los jóvenes que deben seguir viviendo. Pero es difícil concebir futuro
mientras el pasado aúlla. En este sentido, la canción Qué será, será puede leerse
como la respuesta atroz de una madre terrible que no puede tranquilizar, no puede
prometer futuro. The future is not ours to see, explica, implacable, Doris Day, y así
En las dos obras. los descendientes vivos exigen su derecho a existir, gritando ante
las madres sordas que ellos no están muertos, y reciben idéntica respuesta: violencia
física represiva. Cuando Jose propone a Paula llamarse Claudia, “el nombre prohibido”
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En la sociedad falo-logocéntrica el padre lega el apellido pero sin reconocerlo, la misma cultura deja en la madre la
tarea real de nombrar en el sentido de pronunciar por primera vez, para el hijo, los significantes que condensarán su
identidad, el nombre con el que le da la bienvenida, reconociéndolo en un orden simbólico previo al que instaurará la
ley del padre. La madre opera haciendo orden simbólico para sus hijos e hijas, transmitiendo lenguaje y nombre.
Contra lo que plantea Lacan, la autoridad de la madre no precisa de la helada ley del padre para evitar la psicosis. Cf.
Muraro, Luisa. El orden simbólico de la madre. Madrid, Horas y HORAS, 1994. Desde otro camino, León
Rozitchner llega a conclusiones coincidentes. Cf. Rozitchner, León. , León. “La Mater del materialismo histórico (De la
ensoñación materna al espectro paterno)”, mímeo, 6 pp. y Rozitchner, León. “Edipos”, en Revista Topía, psicoanálisis,
sociedad y cultura, año XV, Nº 48, Buenos Aires, noviembre 2006.
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su hermano diciendo “era”, no “es”, llega la cachetada. Hay que acallar al que se
expectativas maternas. Como lector, Jose no es lo que Paula “busca” (61), lo que
duerme hasta tarde, le prohíbe salir a andar en bicicleta y lo hace estudiar química,
materia que ya no le gusta (dice ella) porque no se la explica más Mauricio (68), el
hermano perfecto, el que a diferencia de él, “estaría levantado desde las siete” (67)
Los que viven no sirven, deberían estar muertos en lugar de los muertos.
A menos que, como Albita, respondan con sometimiento casi total. Con reminiscencias
pausas…), Albita, la nieta que no se perdió, tampoco recibe identidad. Parece una
“ALBITA: No le gusta a la señora Paula que suene la música. Pero yo canto. Ella sabe.
Me deja cantar. Cuando plancho. Pero no muy fuerte. Bajito. Una vez la vi por el reflejo
dé cuenta. Que la descubra espiándome. Por eso canto bajito. Para que venga a
Podemos pensar que Jose, por su edad, llegó a convivir con su madre desaparecida,
Claudia9, y tal vez empezar a crecer afuera de ese círculo de dolor y silencio le
permitió la rebeldía con la que irrumpe en la escena, a donde llega con su propio
discurso, sus propias pausas, sus alternativas al texto “oficial” de la decisión de olvido
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Debo esta inferencia a la lectura de la didascalia que hizo mi alumna Laura Destéfanis.
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que se hace leer la vieja (un texto de enorme belleza que no en vano alude al dr.
Frankenstein, el padre que no reconoce al hijo, y al fuego que quema para siempre
toda la memoria). Pero Alba creció oprimida por el duelo encriptado y es apenas
Albita, no logra ser sol que asoma. Su condición de mujer habla alegóricamente de
una opresión mayor. Ella lee y cumple con las pausas exactas, no hace asomar lo
nuevo, aunque lo intenta: canta. Pero Paula sentencia: “Eso no es cantar. Es darse
ritmo” (61).
Como con el “era” versus el “es” de “Conversiones”, en Las pausas… también se lucha
contar una “historia conocida” que “no inventa”, que “a lo mejor Paula conoce” (59) En
“Conversiones”, por su parte, hay un libro de química del hermano muerto que la mujer
ordena leer, pero el adolescente toma otro libro del hermano, y esa es la situación en
hombre que sabía demasiado, una película donde el hijo es el secuestrado, pero por
las acciones políticas de sus padres. Es una palabra que podría recuperarse si la
Esa película es, en cierto sentido, esa escritura tirada al basurero de la historia donde,
según Avelar –que cita a Benjamin- yace la alegoría. Avelar también llama a la
alegoría “resabio del mercado”: El hombre que sabía demasiado es un film que fue a
deja leer lo que está enterrado vivo. La escena donde el canto de Doris Day le permite
anagnórisis (una donde el hijo invierte lo que debería ocurrir: que fuera la madre quien
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lo reconociera a él), se vuelve alegoría social argentina. Sólo en Hollywood ése puede
nietos no nietos, alegorías ellos mismos de un vínculo que debió existir y no existe,
(social) filicida cuando dice: “me tendría que haber muerto yo”.
Porque quien queda vivo (no el resto muerto, no el fantasma, no el cuarto inmaculado,
no el adorno quemado o la foto vuelta cenizas, o el whisky que permite el olvido que
se mencionan en el texto que se hace leer Paula todo el tiempo) señala que la vida
Las pausas exactas fue rechazada varias veces por “Teatro de la Identidad”;10 la
producción literaria enorme y tan rica de postdictadura fue negada durante dos
décadas. Estos dos hechos pueden leerse tal vez, en sí mismos, como un relato
alegórico de una sociedad a la que le cuesta mucho tolerar que haya otras pausas,
Hoy, que el Estado se haga cargo de castigar y enterrar a los muertos de la patria (ya
materialmente, con las investigaciones de los restos humanos cuya identidad puede
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“Teatro por la identidad” (TxI) es un ciclo anual organizado en Argentina desde el año 2000, que se ha presentado
en otros países también. Como se define en su página web, se trata de “un movimiento teatral de actores,
dramaturgos, directores, coreógrafos, técnicos y productores que se inscribe dentro del marco de teatro político y es
uno de los brazos artísticos de Abuelas de Plaza de Mayo. Un movimiento cuyo objetivo es hacer nuestra la búsqueda
de nuestras queridas Abuelas quienes desde hace más de tres décadas siguen el rastro de cuatrocientos jóvenes que
aun tienen su identidad cambiada.” TxI “nació en la profunda necesidad de articular legítimos mecanismos de defensa
contra la brutalidad y el horror que significan el delito de apropiación de bebes y niños y la sustitución de sus
identidades de un modo organizado y sistemático por parte de la dictadura militar. Delito que aun hoy continúa
vigente.Txi en su esencia apela a la toma de conciencia y la acción transformadora de cada uno de nosotros como
ciudadanos de un país que aun no ve cumplidos los deberes y derechos básicos de su pueblo.”
http://www.teatroxlaidentidad.net/default.asp
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elijan sus libros y vayan en bicicleta de espaldas a sus padres y a ese dolor que, por
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A cinco años de escrito este trabajo es necesario señalar la gravedad de los retrocesos que se han dado desde
diciembre de 2015 en el urgente camino de memoria, verdad y justicia respecto del pasado traumático de la dictadura
militar.