C 619 96
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C 619 96
IGUALDAD DE OPORTUNIDADES-Acceso al
trabajo/MERCADO LABORAL
DIFERENCIACION SUFICIENTE-Idoneidad
laboral/DIFERENCIACION INSUFICIENTE-Campo laboral
EXAMEN DE EXPEDIENTES-Finalidad
legítima/DIFERENCIACION SUFICIENTE-Acceso a expedientes
Magistrado Ponente:
Dr. EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCIÓN
ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
(...)
III. LA DEMANDA
IV. INTERVENCIONES
Pese a considerar que la norma demandada fue derogada en los términos antes
expuestos, el apoderado del Ministerio de Justicia estima que el trato desigual
que allí se consagra "está lejos de constituir un tratamiento discriminatorio",
toda vez que en el artículo 2° del Convenio Internacional del Trabajo N° 111,
ratificado por Colombia desde 1969, dispone que "las distinciones,
exclusiones o preferencias basadas en las calificaciones exigidas para un
empleo determinado no serán consideradas como discriminación". A juicio
del interviniente, esta norma internacional debe ser aplicada, en forma directa,
dentro del ordenamiento jurídico colombiano, por expresa disposición de los
artículos 53 y 93 de la Constitución.
De otro lado, la vista fiscal reitera "la naturaleza inescindible del vínculo que
liga al abogado acreditado ante un proceso judicial o una actuación
administrativa, con el dependiente judicial", cuya labor radica, única y
exclusivamente, en el examen de los expedientes, "bajo la responsabilidad del
respectivo abogado". Esta responsabilidad implica, por parte del abogado, "un
juicio de la mayor diligencia", como quiera que de las pruebas y documentos
contenidos en los expedientes depende el resultado final de un proceso y, por
ende, el interés de las partes, "el cual podría resultar lesionado ante la
negligente o inepta actuación del dependiente judicial".
Por las razones antes anotadas, el Procurador General de la Nación encuentra
que las normas acusadas no vulneran ni el principio de igualdad ni los
derechos al libre desarrollo de la personalidad y a escoger libremente
profesión u oficio, motivo por el cual solicita a la Corte Constitucional que las
declare exequibles.
VI. FUNDAMENTOS
Competencia
1. El literal f) del artículo 26 del Decreto 196 de 1971 establece que los
expedientes y actuaciones judiciales o administrativas sólo podrán ser
examinados por los dependientes de los abogados inscritos, siempre y cuando
éstos sean estudiantes de derecho. A su turno, el artículo 27 del mismo
Decreto consagra tres condiciones para que se admita el acceso de los
estudiantes de derecho a los expedientes de los procesos judiciales o
actuaciones administrativas: (1) que el abogado para quien los estudiantes
laboren como dependientes haya sido admitido como apoderado en el
respectivo proceso o actuación; (2) que el estudiante curse regularmente
estudios de derecho en una universidad oficialmente reconocida; y, (3) que el
abogado acredite por escrito al estudiante como dependiente bajo su
responsabilidad y aporte la correspondiente certificación de la universidad.
Esta norma, también establece que los dependientes de los abogados que no
sean estudiantes de derecho no tendrán acceso a los expedientes judiciales o
administrativos, pero sí podrán recibir informaciones relativas a las
actuaciones que éstos contienen.
Como quiera que la norma antes transcrita fue expedida en el año de 1993,
puede considerarse que, en materia de procedimiento penal, sustituyó a las
normas demandadas contenidas en el Decreto 196 de 1971. Sin embargo, el
alcance y contenido de la restricción al acceso a expedientes contentivos de
procesos penales por parte de los dependientes de los abogados son los
mismos en el Código de Procedimiento Penal y en las normas demandadas,
toda vez que en ambas normas se exige que los mencionados auxiliares sean
estudiantes de derecho. En suma, puede afirmarse que el contenido normativo
del artículo 144 del estatuto procesal penal, del literal f) del artículo 26 y del
artículo 27 del Decreto 196 de 1971 es idéntico. Por esta razón, y como lo ha
sostenido la Corte1, si se llegare a concluir que las disposiciones demandadas
son inexequibles, deberá procederse a conformar la respectiva unidad
normativa con la expresión “estudiantes de derecho”, contenida en el inciso 4°
del artículo 144 del Código de Procedimiento Penal.
Sin embargo, resulta fácil advertir que, dentro del mercado laboral, los
profesionales del derecho habrán de seleccionar, como asistentes, a aquellas
personas que puedan cumplir, integralmente, las tareas a que se refieren las
disposiciones cuestionadas, pues estas se exigen, de forma permanente y
reiterada, en el ejercicio profesional. En esta medida, al amparo de las normas
demandadas, los estudiantes de derecho tienen una ventaja comparativa sobre
el resto de la población para ocupar los empleos que procuren los abogados.
En consecuencia, la Corte se aparta de la apreciación que, en este sentido,
formula tanto el Procurador como uno de los intervinientes, al considerar que
si bien la norma no impide que personas que no sean estudiantes de derecho
puedan desempeñarse como asistentes de abogados, lo cierto es que otorga a
estos últimos una ventaja comparativa que rompe la igualdad de
oportunidades en esta específica esfera del mercado laboral.
De ninguna manera puede admitirse una restricción del derecho a ejercer una
determinada profesión u oficio, con el mero propósito de favorecer a un
gremio o categoría especial de personas, como no se trate de grupos
marginados o tradicionalmente discriminados (C.P. art. 13), lo que no se
predica de los abogados o estudiantes de derecho. En efecto, si bien es cierto
que la práctica laboral puede resultar útil para el aprendizaje integral de la
carrera de abogado, también lo es que una norma que tenga como única
finalidad fortalecer la enseñanza, no puede extenderse a la esfera laboral para
romper la igualdad de oportunidades con que deben contar los ciudadanos
para competir en el acceso a un puesto de trabajo.
Por esta razones, se aparta la Corte del criterio antes expresado, y entra a
examinar si el tratamiento consagrado por las normas impugnadas se ajusta a
la Constitución.
6. Una de las manifestaciones concretas del derecho al trabajo (C.P. art. 25) y
al libre desarrollo de la personalidad (C.P. art. 16), es la protección
constitucional de la libertad de escoger profesión u oficio (C.P. art. 26). De
este derecho-libertad se deriva la facultad de ejercer la actividad que se ha
escogido, sin más restricciones que aquellas que legítimamente imponga el
legislador, - para minimizar el riesgo social que puede implicar el ejercicio
irresponsable de una profesión u oficio o para proteger derechos de terceras
personas - y que ha de hacer cumplir la administración, en ejercicio de la
facultad de inspección y vigilancia.
En este sentido, el artículo 1.2 del Convenio 111 de la OIT (1958), relativo a
la discriminación en materia de empleo y ocupación, incorporado a la
legislación colombiana mediante la Ley 22 de 1967, determina que "las
distinciones, exclusiones o preferencias basadas en las calificaciones exigidas
para un empleo determinado no serán consideradas como discriminación".
(...)
Sin embargo, en algunos casos existen zonas de penumbra que impiden una
definición precisa de los grupos habilitados para ejercer una determinada
profesión u oficio. Así por ejemplo, una categoría de personas excluida de la
práctica de una profesión, podría estar eventualmente en capacidad de
ejercerla, sin maximizar los riesgos sociales que ello implica. No obstante, es
factible que no existan criterios objetivos para definir con entera certeza el
grado de aptitud de esta categoría. En estos eventos, compete al legislador
trazar los limites dentro de los cuales se circunscriba el grupo de población
habilitado y aquel excluido para la práctica profesional de que se trate.
10. Ahora bien, como tantas veces se ha señalado, las normas impugnadas
otorgan una ventaja preferencial en el mercado laboral a los estudiantes de
derecho. Para que tal beneficio resulte legítimo, es necesario que dicha
categoría de personas tenga, objetivamente, una formación profesional que
haga de ellos las únicas personas idóneas para desarrollar, sin riesgos sociales,
tales labores. En otras palabras, resta a la Corte determinar si, como lo afirma
el demandante, el criterio de diferenciación empleado por el legislador es
excesivamente restrictivo y, en consecuencia, excluye de la ventaja laboral
que se ha mencionado, a una categoría de personas igualmente habilitada para
ejercer el oficio de que trata la citada disposición.
11. Ciertamente existe un grupo de personas que, sin haber cursado estudios
de derecho, por sus labores cotidianas están en permanente contacto con la
información contenida en expedientes judiciales o administrativos. Estas
personas - los dependientes de los despachos judiciales que tienen bajo su
responsabilidad el manejo de expedientes; los dependientes del Ministerio
Público y de la Contraloría General de la República responsables del manejo
de los expedientes en que obren investigaciones disciplinarias o fiscales
sometidas a reserva, etc. -, pueden eventualmente estar en capacidad de
comprender y analizar adecuadamente una determinada información jurídica
o fáctica contenida en dichos expedientes y tener un grado suficiente de
compromiso ético que garantice principios como el de la reserva sumarial y el
secreto profesional.
A la luz del criterio de idoneidad utilizado por el legislador, una persona que
recientemente ha abandonado los estudios de derecho por razones ajenas a su
voluntad y sin que medie deficiencia académica o falta disciplinaria alguna,
está igualmente capacitada para desempeñarse como asistente de un abogado.
Más aún, si se constata que se trata de un individuo que ha avanzado en el
desarrollo de la carrera, y que sólo temporalmente pretende apartarse de las
aulas. En estos eventos no sería razonable que tuviere que abandonar el
trabajo como asistente de un abogado mientras regresa a la facultad.
Sin embargo, no todas las personas que han dejado de ser estudiantes de
derecho se encuentran en las mismas circunstancias. Puede ocurrir, que una
persona abandone las aulas a causa de una sanción disciplinaria, o por
deficiencia académica. De otra parte, para efectos de establecer la idoneidad
de una persona, no es indiferente el tiempo que ha transcurrido entre el
momento en el cual abandonó las aulas y aquél en el que pretende ser
asistente de un abogado inscrito. En efecto, no es igualmente idóneo quien
recientemente abandona sus estudios y quien lo hizo hace un tiempo
relativamente largo.
VIII. DECISIÓN
R E S U E LV E