C 619 96

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Sentencia C-619/96

EXAMEN DE EXPEDIENTES-Estudiantes de derecho

El estatuto procesal civil fue modificado por el Decreto 196 de 1971, en


punto a la exigencia de que los dependientes de los abogados que pueden
acceder a los expedientes sean estudiantes de derecho. La conclusión
anterior debe hacerse extensiva al ámbito del procedimiento
administrativo y del laboral, toda vez que ni el Código Contencioso
Administrativo ni el Código Procesal del Trabajo contemplan normas
especiales relativas al acceso a los expedientes judiciales. El alcance y
contenido de la restricción al acceso a expedientes contentivos de procesos
penales por parte de los dependientes de los abogados son los mismos en
el Código de Procedimiento Penal y en las normas demandadas, toda vez
que en ambas normas se exige que los mencionados auxiliares sean
estudiantes de derecho.

EXPEDIENTES CON ACTUACIONES ADMINISTRATIVAS-


Acceso

El Código Contencioso Administrativo, expedido con posterioridad al


Decreto 196 de 1971, estableció el acceso de cualquier persona a los
expedientes relativos a actuaciones administrativas, razón por la cual en
este ámbito el examen de los mencionados expedientes por parte de los
dependientes de los abogados no está condicionado a que éstos sean
estudiantes de derecho. En tratándose del acceso de abogados y sus
dependientes a expedientes contentivos de actuaciones administrativas
sujetas a reserva, la Corte estima que los dependientes de abogados que
eventualmente accedan a expedientes que contengan actuaciones
administrativas reservadas deben ser estudiantes de derecho.

PROFESIONAL DEL DERECHO-Selección de asistentes

Dentro del mercado laboral, los profesionales del derecho habrán de


seleccionar, como asistentes, a aquellas personas que puedan cumplir,
integralmente, las tareas a que se refieren las disposiciones cuestionadas,
pues estas se exigen, de forma permanente y reiterada, en el ejercicio
profesional. En esta medida, los estudiantes de derecho tienen una ventaja
comparativa sobre el resto de la población para ocupar los empleos que
procuren los abogados.

IGUALDAD DE OPORTUNIDADES-Acceso al
trabajo/MERCADO LABORAL

Si bien es cierto que la práctica laboral puede resultar útil para el


aprendizaje integral de la carrera de abogado, también lo es que una
norma que tenga como única finalidad fortalecer la enseñanza, no puede
extenderse a la esfera laboral para romper la igualdad de oportunidades
con que deben contar los ciudadanos para competir en el acceso a un
puesto de trabajo. El aserto anterior se funda no sólo en los principios
universales de la igualdad, sino también en una valoración de las
circunstancias de pobreza por las que atraviesa el país, que exigen al
Estado fortalecer la libre competencia en igualdad de condiciones y le
prohiben, decididamente, convertir el mercado laboral en una feria de
privilegios y exclusiones arbitrarias. En este sentido se orienta la
Constitución, al establecer como fin esencial del Estado facilitar la
participación de todas las personas, en igualdad de condiciones, en la vida
económica de la Nación.

LIBERTAD DE EJERCER PROFESION U OFICIO-Exigencia


títulos de idoneidad

El ejercicio de la libertad de escoger profesión u oficio, puede estar


sometido a la exigencia de títulos de idoneidad y a la vigilancia de las
autoridades competentes. No obstante, el Estado sólo puede imponer las
limitaciones estrictamente necesarias, útiles y proporcionadas, para la
protección del interés general. En otras palabras, las reglamentaciones en
materia laboral están sometidas a las exigencias generales que plantea el
principio de igualdad, de manera tal que sólo resultan constitucionalmente
aceptables aquellas que obedecen a una justificación objetiva y razonable
y que persiguen una finalidad legítima.

DIFERENCIACION SUFICIENTE-Idoneidad
laboral/DIFERENCIACION INSUFICIENTE-Campo laboral

En la esfera del mercado de trabajo, una clasificación se revela objetiva y


razonable cuando, en virtud de la finalidad legitima perseguida, resulta
suficiente. Una diferenciación suficiente es aquella en la cual la norma que
establece distinciones fundadas en criterios de idoneidad incluye, dentro
de la categoría de personas habilitadas para ejercer una determinada
profesión, a aquellas objetivamente capacitadas y excluye, exclusivamente,
al grupo que amenazaría los derechos o intereses legítimos de terceras
personas que la norma pretende proteger. Por el contrario, si se toma en
consideración la finalidad de la norma, una clasificación insuficiente sería
aquella que, dada su amplitud, incluye, dentro del grupo de personas
habilitado para ejercer determinada profesión u oficio, a una categoría
que no está objetivamente capacitada para ello, poniendo en riesgo los
intereses y derechos que la disposición busca garantizar. También se revela
insuficiente aquella clasificación que, al ser excesivamente restringida,
excluye del grupo de personas consideradas idóneas, a una categoría que,
objetivamente, está en capacidad de adelantar las labores de que trata la
disposición, sin arriesgar los bienes cuya protección se procura.

EXAMEN DE EXPEDIENTES-Finalidad
legítima/DIFERENCIACION SUFICIENTE-Acceso a expedientes

La necesidad de ordenar una mínima calificación para quienes actúen


como agentes de los abogados en procesos judiciales o administrativos,
tiende a la protección de bienes constitucionales de la mayor importancia,
tales como el debido proceso, la celeridad, eficacia, eficiencia y moralidad
de la administración de justicia y el derecho de acceso a la administración
de justicia. Las labores deben ser adelantadas bajo estricta vigilancia del
abogado, de lo cual se deduce la entera responsabilidad del profesional
frente a los actos u omisiones de sus dependientes. Si bien el estudiante de
derecho puede revisar integralmente los expedientes, no así puede asistir,
en representación del abogado, a la totalidad de las actuaciones legales o
administrativas. El criterio de diferenciación adoptado por el legislador,
no obstante su amplitud, es suficiente para garantizar el mínimo de
idoneidad que se requiere para asistir a un abogado en las actuaciones
contenidas en la norma. Si bien un estudiante ordinario puede no tener una
capacitación profesional, lo cierto es que el medio en el cual convive, el
proceso de aprendizaje en el que se encuentra inmerso, su especial
vocación e interés por los asuntos de la profesión, permiten suponer que, a
diferencia de quienes han optado por otra profesión u ocupación, están en
capacidad de adquirir una serie de conocimientos, no sólo de tipo técnico
y teórico, sino también de índole ética, que les permiten un manejo mucho
más responsable de la información contenida en los expedientes en donde
obran actuaciones judiciales o administrativas.

Referencia: Expediente D-1364

Actor: Hugo Ernesto Fernández Arias

Demanda de inconstitucionalidad contra


los artículos 26, literal f) (parcial) y 27 del
Decreto 196 de 1971, "Por el cual se dicta
el Estatuto del Ejercicio de la Abogacía"

Magistrado Ponente:
Dr. EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ

Santa Fe de Bogotá, D.C., Noviembre trece (13) de mil novecientos noventa y


seis (1996).

Aprobada por acta Nº 54

La Sala Plena de la Corte Constitucional, integrada por su Presidente Carlos


Gaviria Díaz y por los Magistrados Jorge Arango Mejía, Antonio Barrera
Carbonell, Eduardo Cifuentes Muñoz, José Gregorio Hernández Galindo,
Hernando Herrera Vergara, Alejandro Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz
y Vladimiro Naranjo Mesa

EN NOMBRE DEL PUEBLO

Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCIÓN

ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA

En el proceso de constitucionalidad contra los artículos 26, literal f) (parcial)


y 27 del Decreto 196 de 1971, "Por el cual se dicta el Estatuto del Ejercicio de
la Abogacía".

I. TEXTO DE LA NORMA REVISADA

DECRETO 196 DE 1971


(Febrero 12)

"Por el cual se dicta el Estatuto del Ejercicio de la Abogacía"

(...)

Artículo 26.- Los expedientes y actuaciones judiciales o


administrativas sólo podrán ser examinados:
a) Por los funcionarios públicos en ejercicio de sus atribuciones y por
razones de ellas;
b) Por los abogados inscritos, sin perjuicio de las excepciones en
materia penal;
c) Por las partes;
d) Por las personas designadas en cada proceso como auxiliares de la
justicia, para lo de su cargo;
e) Por los directores y miembros de consultorios jurídicos en los
procesos en que estén autorizados para litigar conforme a este
decreto, y
f) Por los dependientes de los abogados inscritos debidamente
acreditados, siempre que sean estudiantes de derecho.

Artículo 27.- Los dependientes de los abogados inscritos sólo podrán


examinar los expedientes en que dichos abogados estén admitidos
como apoderados, cuando sean estudiantes que cursen regularmente
estudios de derecho en universidad oficialmente reconocida y hayan
sido acreditados como dependientes, por escrito y bajo la
responsabilidad del respectivo abogado, quien deberá acompañar la
correspondiente certificación de la universidad.

Los dependientes que no tengan la calidad de estudiantes de derecho,


únicamente podrán recibir informaciones en los despachos judiciales
o administrativos sobre los negocios que apodere el abogado de quien
dependan, pero no tendrán acceso a los expedientes.

(se subraya la parte demandada)


II. ANTECEDENTES
1. El Presidente de la República expidió el Decreto 196 de 1971, el cual fue
publicado en el Diario Oficial Nº 33.255 de 1971.

2. El ciudadano Hugo Ernesto Fernández Arias demandó los artículos 26,


literal f) (parcial) y 27 del Decreto 196 de 1971, por considerarlo violatorio de
los artículos 13, 26, 25 y 26 de la Constitución Política.

3. Mediante escrito fechado el 8 de julio de 1996, la Presidenta de la Sala


Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura defendió la
constitucionalidad de la norma demandada.

4. El 9 de julio de 1996, el apoderado del Ministerio de Justicia y del Derecho


intervino en el proceso de la referencia con el fin de defender la
constitucionalidad de la norma acusada.

5. El Procurador General de la Nación (E), mediante concepto fechado el 6 de


agosto de 1996, solicitó a esta Corporación declarar exequible el aparte
demandado del artículo 26 del Decreto 196 de 1971.

III. LA DEMANDA

El demandante considera que las normas acusadas establecen una


"discriminación odiosa" que vulnera el artículo 13 de la Carta Política, toda
vez que "en caso de aspirar al cargo de auxiliar, dependiente o asistente de un
abogado, solamente están autorizados los estudiantes de derecho y el
Abogado está condicionado sólo a recibir estudiantes de derecho para proveer
estos cargos".

En opinión del actor, la Constitución prohibe cualquier tipo de discriminación


en materia laboral, en razón de la especial protección que otorga al trabajo y
de la posibilidad de todo individuo de escoger su oficio en condiciones dignas
y justas. La limitación al acceso de los expedientes que consagra el aparte
demandado del artículo 26 del Decreto 196 de 1971 y el artículo 27 de la
misma norma, impiden que determinadas personas, que son "conocedoras de
las lides judiciales" pero que no son estudiantes de derecho (como son, por
ejemplo, "los exempleados de la rama jurisdiccional del poder público, de la
Procuraduría, de la Contraloría" y "los estudiantes de derecho que por alguna
razón dejaron de estudiar"), puedan trabajar con los abogados y ejercer, de
este modo, su derecho a la libre escogencia de profesión u oficio. Además de
lo anterior, el libelista considera que las normas acusadas vulneran, también,
el derecho al libre desarrollo de la personalidad del trabajador, como quiera
que le impide "escoger un oficio y un trabajo digno y justo".

IV. INTERVENCIONES

Intervención del Ministerio de Justicia y del Derecho


Por intermedio de apoderado, el Ministerio de Justicia y del Derecho solicitó
a la Corte que declarara la exequibilidad de la norma demandada, con base en
las siguientes consideraciones.

En primer lugar, el representante judicial de la Nación efectúa un análisis de


la vigencia del artículo 26 del Decreto 196 de 1971, el que, a su juicio, se
encuentra derogado por normas posteriores de carácter especial. En efecto, el
artículo 127 del Código de Procedimiento Civil regula, de manera especial, el
acceso a los expedientes que correspondan a los procesos que cursen ante esa
jurisdicción. Esta norma, al referirse a los dependientes de los apoderados, no
establece que éstos deban llenar algún requisito para poder acceder a los
expedientes. Puede entonces concluirse que, en materia de procedimiento
civil, para que los dependientes de los abogados tengan acceso a los
expedientes no es necesario que éstos sean estudiantes de derecho. Lo anterior
se hace extensivo al procedimiento laboral y al administrativo, en virtud de la
remisión a las normas del Código de Procedimiento Civil que establecen los
respectivos códigos (Código Procesal del Trabajo, artículo 145; Código
Contencioso Administrativo, artículo 267).

El apoderado del Ministerio de Justicia considera que, en razón a la


"naturaleza especialísima" del procedimiento penal, el acceso a los
expedientes sea aún más restringido. Por esta razón, el artículo 144 del
Código de Procedimiento Penal establece que los apoderados, dentro de los
procesos penales, pueden designar como auxiliares a los estudiantes de
derecho. Adicionalmente, esta norma regula la responsabilidad del apoderado
por las conductas que despliegue su auxiliar.

En cuanto a la segunda hipótesis contemplada por el aparte acusado del


artículo 26 del Decreto 196 de 1971, relativa al acceso a los expedientes
contentivos de actuaciones administrativas, el interviniente afirma que allí,
también, se produjo una derogación, en virtud de lo dispuesto por el artículo
29 del Código Contencioso Administrativo, en donde se determina, como
principio general, que todas las actuaciones administrativas son públicas y,
por ello, cualquier ciudadano puede acceder a los expedientes en donde éstas
consten.

Pese a considerar que la norma demandada fue derogada en los términos antes
expuestos, el apoderado del Ministerio de Justicia estima que el trato desigual
que allí se consagra "está lejos de constituir un tratamiento discriminatorio",
toda vez que en el artículo 2° del Convenio Internacional del Trabajo N° 111,
ratificado por Colombia desde 1969, dispone que "las distinciones,
exclusiones o preferencias basadas en las calificaciones exigidas para un
empleo determinado no serán consideradas como discriminación". A juicio
del interviniente, esta norma internacional debe ser aplicada, en forma directa,
dentro del ordenamiento jurídico colombiano, por expresa disposición de los
artículos 53 y 93 de la Constitución.

Por otra parte, el representante judicial de la Nación considera que el artículo


26 del Decreto 196 de 1971 debe ser leído en forma conjunta con el artículo
27 del mismo Decreto, en donde se establece la posibilidad de que los
dependientes de los abogados que no sean estudiantes de derecho reciban
informaciones relativas a los negocios que éstos apoderen, si bien se prohibe
expresamente que accedan a los expedientes. Lo anterior permite concluir
que, en ningún momento, puede deducirse de la intención del legislador que
sólo los estudiantes de derecho pueden ser dependientes de los abogados.

En opinión del apoderado del Ministerio de Justicia, el fundamento


constitucional de las restricciones consagradas en el artículo 26 del Decreto
196 de 1971 y en el artículo 144 del Código de Procedimiento Penal, se
encuentra en el artículo 228 de la Carta, que permite la posibilidad de
establecer limitaciones al principio de publicidad de las actuaciones
judiciales. De otro lado, los expedientes contienen la totalidad de las pruebas
con base en las cuales se adoptan las decisiones a lo largo de un determinado
proceso además que, en materia penal, cualquier filtración de información
puede llegar a entrabar, de manera insalvable, las investigaciones que se estén
llevando a cabo. Por este motivo, "se puede palpar que existe la necesidad de
que el dependiente judicial que examine el expediente posea unos criterios
básicos del derecho que le permitan su correcto manejo en términos jurídicos,
pero que además tenga unos asideros morales y éticos en lo que atañe a la
realización de su labor como dependiente judicial".

Igualmente, el interviniente manifiesta que "el legislador ha considerado que,


de los estudiantes de derecho, se puede esperar un manejo más responsable y
adecuado del expediente, a los cual se le puede sumar un presumible interés
del estudiante de derecho por todo lo que tiene que ver con los temas de la
que va a ser su profesión, lo cual sin duda se va a ver reflejado en un mejor
desenvolvimiento en sus funciones de dependiente judicial".

El apoderado del Ministerio de Justicia concluye que la restricción establecida


por el aparte acusado del artículo 26 del Decreto 196 de 1971 no es un mero
capricho del Legislador, sino una salvaguarda de la reserva sumarial y del
manejo idóneo de los expedientes judiciales.

Intervención de la Presidenta de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del


Consejo Superior de la Judicatura

En opinión de la Presidenta de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo


Superior de la Judicatura, la exigencia consagrada en la norma demandada
garantiza y protege el derecho a la educación de las personas que adelantan
estudios de derecho, toda vez que éstas deben gozar de una prerrogativa
consistente en poder desempeñarse como "dependiente de un abogado
litigante, para poner en práctica sus conocimientos jurídicos, y prestarle al
profesional de la abogacía una colaboración eficaz, en consideración a que
posee una mayor idoneidad en el manejo de estas disciplinas, sin olvidar que
la norma exige una cualificación especial, como es que se trate de estudiante
de derecho".
En este orden de ideas, la funcionaria judicial interviniente estima que la
declaratoria de inexequibilidad del aparte acusado del artículo 26 del Decreto
196 de 1971, lesionaría los derechos a la educación y al libre desarrollo de la
personalidad de los estudiantes de derecho.

V. CONCEPTO DEL PROCURADOR GENERAL DE LA NACIÓN

En opinión del Representante del Ministerio Público, el libelista se equivoca


al considerar que la norma demandada establece una discriminación contraria
al artículo 13 de la Constitución. Esta conclusión se alcanza con la lectura del
artículo 27 del Decreto 196 de 1971, de la cual se deriva "la razón de ser de lo
acusado". En efecto, de este artículo puede deducirse que las personas que no
son estudiantes de derecho sí pueden ser dependientes de los abogados, salvo
que no podrán acceder a los expedientes en que consten las actuaciones
relacionadas con los negocios que éstos apoderen, frente a los cuales sólo
podrán recibir informaciones.

Según el concepto fiscal, la Carta Política autoriza tratamientos diferenciados,


siempre y cuando éstos se encuentren razonablemente justificados. En este
sentido, el artículo 26 del Decreto 196 de 1971 consagra, en forma taxativa,
las calidades y condiciones generales que deben reunir las personas que
pretendan acceder a un expediente judicial o administrativo, régimen que
debe ser complementado con las disposiciones del artículo 27 del mismo
Decreto, en donde se fijan una serie de exigencias y de responsabilidades que
caben a los abogados en razón de las actuaciones de sus dependientes
estudiantes de derecho. A juicio del Procurador, esta especial regulación tiene
su razón de ser en la importancia que reviste el acceso a los expedientes
contentivos de actuaciones judiciales o administrativas, los cuales, "por
incorporar documentos e informaciones trascendentales para la solución
efectiva de los conflictos en ellos debatidos, solamente deben ser conocidos
por personas calificadas, bien por dependientes judiciales de abogados
inscritos que sean estudiantes de derecho, bien por abogados inscritos", según
lo sostuvo la Corte Constitucional, en la sentencia C-069 de 1996, al resolver
una acción de inconstitucionalidad interpuesta contra el literal b) del artículo
26 del Decreto 196 de 1971.

De otro lado, la vista fiscal reitera "la naturaleza inescindible del vínculo que
liga al abogado acreditado ante un proceso judicial o una actuación
administrativa, con el dependiente judicial", cuya labor radica, única y
exclusivamente, en el examen de los expedientes, "bajo la responsabilidad del
respectivo abogado". Esta responsabilidad implica, por parte del abogado, "un
juicio de la mayor diligencia", como quiera que de las pruebas y documentos
contenidos en los expedientes depende el resultado final de un proceso y, por
ende, el interés de las partes, "el cual podría resultar lesionado ante la
negligente o inepta actuación del dependiente judicial".
Por las razones antes anotadas, el Procurador General de la Nación encuentra
que las normas acusadas no vulneran ni el principio de igualdad ni los
derechos al libre desarrollo de la personalidad y a escoger libremente
profesión u oficio, motivo por el cual solicita a la Corte Constitucional que las
declare exequibles.

VI. FUNDAMENTOS

Competencia

1. El literal f) del artículo 26 del Decreto 196 de 1971 establece que los
expedientes y actuaciones judiciales o administrativas sólo podrán ser
examinados por los dependientes de los abogados inscritos, siempre y cuando
éstos sean estudiantes de derecho. A su turno, el artículo 27 del mismo
Decreto consagra tres condiciones para que se admita el acceso de los
estudiantes de derecho a los expedientes de los procesos judiciales o
actuaciones administrativas: (1) que el abogado para quien los estudiantes
laboren como dependientes haya sido admitido como apoderado en el
respectivo proceso o actuación; (2) que el estudiante curse regularmente
estudios de derecho en una universidad oficialmente reconocida; y, (3) que el
abogado acredite por escrito al estudiante como dependiente bajo su
responsabilidad y aporte la correspondiente certificación de la universidad.
Esta norma, también establece que los dependientes de los abogados que no
sean estudiantes de derecho no tendrán acceso a los expedientes judiciales o
administrativos, pero sí podrán recibir informaciones relativas a las
actuaciones que éstos contienen.

El demandante considera que las normas demandadas vulneran el principio de


igualdad, como quiera que establecen una discriminación entre los estudiantes
de derecho y aquellas personas que, si bien poseen los conocimientos
jurídicos necesarios para acceder a un expediente judicial o administrativo, no
han cursado estudios de derecho, al impedírsele, a ésta última categoría de
personas, la posibilidad de desempeñarse como dependientes de abogados.
En este sentido, el derecho a escoger libremente profesión u oficio por parte
de quienes no son estudiantes de derecho pero tienen las calidades para
ejercer la labor de “dependientes de los abogados”, resulta igualmente
restringido, toda vez que no pueden desempeñarse en una actividad para la
cual están capacitados. A juicio del actor, dicha restricción se traduce en una
violación del derecho al libre desarrollo de la personalidad de esta categoría
de personas.

El apoderado del Ministerio de Justicia y del Derecho manifestó que las


normas acusadas se encuentran derogadas por normas especiales en materia
de procedimiento civil (C.P.C., artículo 127), procedimiento laboral (C.P.T.,
artículo 145), procedimiento administrativo (C.C.A., artículo 267) y de acceso
a los expedientes contentivos de actuaciones administrativas (C.C.A., artículo
29), ordenamientos en los cuales la restricción impuesta por el literal f) del
artículo 26 y el artículo 27 del Decreto 196 de 1971 desapareció. Según el
representante de la Nación, esta restricción sólo subsiste en el ámbito del
procedimiento penal, no por la aplicación directa de las normas demandadas,
sino por expresa disposición del artículo 144 del Código de Procedimiento
Penal.
El Procurador General de la Nación, así como el representante judicial del
Ministerio de Justicia y del Derecho, consideran que las normas demandadas
no violan el principio de igualdad, toda vez que no prohiben que las personas
que no sean estudiantes de derecho se desempeñen como dependientes de
abogados. A su juicio, lo que estas normas determinan es que quienes no
ostenten la calidad de estudiantes de derecho sólo podrán recibir informes
acerca de las actuaciones judiciales o administrativas en las que sus
empleadores sean apoderados, sin poder acceder a los expedientes en que
consten tales actuaciones, mas no impiden que puedan laborar como
dependientes de los abogados. Por otra parte, señalan que la exigencia de que
quienes accedan a los expedientes judiciales o administrativos sean
estudiantes de derecho, es razonable y encuentra asidero constitucional, como
quiera que lo que se busca a través de esta restricción es una mayor
responsabilidad y correcto manejo de expedientes que contienen piezas
procesales de las que depende la solución de los conflictos que se debaten en
los procesos judiciales o en las contenciosas administrativas.

A su turno, la Presidenta de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo


Superior de la Judicatura manifestó que las normas demandadas no son
violatorias del derecho al libre desarrollo de la personalidad y que, por el
contrario, su objetivo consiste en promover el derecho a la educación de los
estudiantes de derecho, de manera que éstos puedan poner en práctica los
conocimientos aprendidos en la respectiva facultad.

2. El primer problema que la Corte debe desentrañar consiste en determinar la


vigencia y ámbito de aplicación del literal f) del artículo 26 y del artículo 27
del Decreto 196 de 1971.

2.1 El artículo 127 del Código de Procedimiento Civil dispone:

"Artículo 127.- Examen de los expedientes. Los expedientes sólo


podrán ser examinados:
1. Por las partes.
2. Por los abogados inscritos.
3. Por los dependientes de éstos, debidamente autorizados, pero sólo
en relación con los asuntos en que intervengan aquéllos.
4. Por los auxiliares de la justicia.
5. Por los funcionarios públicos en razón de su cargo.
6. Por las personas autorizadas por el juez, con fines de docencia o de
investigación científica.
Hallándose pendiente alguna notificación que deba hacerse
personalmente a una parte o su apoderado, ni aquélla, ni éste, ni su
dependiente, podrán examinar la actuación sino después de cumplida la
notificación aquélla" (negrilla de la Corte).

Ciertamente, como lo señala el representante del Ministerio de Justicia, en el


Código de Procedimiento Civil se establece que el acceso a los expedientes
por parte de los dependientes de los abogados no está condicionado a que
éstos sean estudiantes de derecho. Sin embargo, mientras que el estatuto
procesal civil fue expedido mediante los Decretos-Leyes 1400 y 2019 de
agosto 6 y octubre 26 de 1970, el Decreto 196 de 1971, contentivo de las
disposiciones demandadas, fue expedido el 12 de febrero de 1971. Si bien el
Código de Procedimiento Civil fue modificado en su gran mayoría por el
Decreto-Ley 2282 de 1989, el artículo 127 no fue objeto de ninguna adición,
modificación o derogación por parte de este último Decreto. Como quiera que
las normas acusadas son posteriores a la fecha de expedición del artículo 127
del Código de Procedimiento Civil y el artículo 26 del Decreto 196 de 1971
no hace excepciones en cuanto a los procesos judiciales en los cuales debe ser
aplicado, debe considerarse que el estatuto procesal civil fue modificado por
el Decreto 196 de 1971, en punto a la exigencia de que los dependientes de
los abogados que pueden acceder a los expedientes sean estudiantes de
derecho.

La conclusión anterior debe hacerse extensiva al ámbito del procedimiento


administrativo y del laboral, toda vez que ni el Código Contencioso
Administrativo ni el Código Procesal del Trabajo contemplan normas
especiales relativas al acceso a los expedientes judiciales.

2.2 De otra parte, el artículo 29 del Código Contencioso Administrativo reza:

"Artículo 29.- Cuando hubiere documentos relacionados con una misma


actuación o con actuaciones que tengan el mismo efecto, se hará con
todos un solo expediente al cual se acumularán, de oficio o a petición de
interesado, cualesquiera otros que se tramiten ante la misma autoridad y
tengan relación íntima con él para evitar decisiones contradictorias.

Si los documentos se tramitaren ante distintas autoridades, la


acumulación se hará en aquella en que se inició primero una actuación.
Si alguna se opone podrá acudirse, sin más trámite, al proceso de
definición de competencias.

Cualquier persona tendrá derecho a examinar los expedientes en el


estado en que se encuentren, y de obtener copias y certificaciones
sobre los mismos, que se entregarán en plazo no mayor de tres (3)
días. Con los documentos que, por mandato de la Constitución
Política o de la ley, tengan carácter de reservados y obren dentro de
un expediente, se hará cuaderno separado." (negrillas de la Corte)

De la transcripción anterior se deduce que, en materia de actuaciones


administrativas, las normas demandadas no se encuentran vigentes, como
quiera que el Código Contencioso Administrativo, expedido con posterioridad
(Decreto 01 de 1984) al Decreto 196 de 1971, estableció el acceso de
cualquier persona a los expedientes relativos a actuaciones administrativas,
razón por la cual en este ámbito el examen de los mencionados expedientes
por parte de los dependientes de los abogados no está condicionado a que
éstos sean estudiantes de derecho. En tratándose del acceso de abogados y sus
dependientes a expedientes contentivos de actuaciones administrativas sujetas
a reserva, la Corte estima que debe darse aplicación al artículo 127 del Código
de Procedimiento Civil - por remisión del artículo 267 del Código
Contencioso Administrativo - modificado como está por los artículos 26 y 27
del Decreto 196 de 1971, como quiera que no existe disposición alguna en el
estatuto procesal administrativo que regule esta materia. Por este motivo, es
menester concluir que los dependientes de abogados que eventualmente
accedan a expedientes que contengan actuaciones administrativas reservadas
deben ser estudiantes de derecho.

2.3 A su turno, el Código de Procedimiento Penal en su artículo 54 dispone:

"Artículo 144.- Apoderados suplentes. (Ley 81 de 1993, artículo 23) El


defensor y el apoderado de la parte civil podrán designar suplentes bajo
su responsabilidad, quienes intervendrán en la actuación procesal a partir
del momento en que se presente al despacho el escrito que contenga su
designación.

El nombramiento de suplente se entiende revocado cuando se designa a


otra persona para estos fines.

Los apoderados principales y suplentes no pueden actuar de manera


simultánea.

Los apoderados principales y suplentes podrán designar como


auxiliares a estudiantes de derecho, para conocer y enterarse de la
actuación procesal. Estos auxiliares actuarán bajo la responsabilidad
de quien los designó y tendrán acceso al expediente, entendiéndose
comprometidos a guardar la reserva correspondiente si es el caso"
(negrilla de la Corte).

Como quiera que la norma antes transcrita fue expedida en el año de 1993,
puede considerarse que, en materia de procedimiento penal, sustituyó a las
normas demandadas contenidas en el Decreto 196 de 1971. Sin embargo, el
alcance y contenido de la restricción al acceso a expedientes contentivos de
procesos penales por parte de los dependientes de los abogados son los
mismos en el Código de Procedimiento Penal y en las normas demandadas,
toda vez que en ambas normas se exige que los mencionados auxiliares sean
estudiantes de derecho. En suma, puede afirmarse que el contenido normativo
del artículo 144 del estatuto procesal penal, del literal f) del artículo 26 y del
artículo 27 del Decreto 196 de 1971 es idéntico. Por esta razón, y como lo ha
sostenido la Corte1, si se llegare a concluir que las disposiciones demandadas
son inexequibles, deberá procederse a conformar la respectiva unidad
normativa con la expresión “estudiantes de derecho”, contenida en el inciso 4°
del artículo 144 del Código de Procedimiento Penal.

En resumen, las normas demandadas se encuentran vigentes y son aplicables


dentro del procedimiento civil, penal, laboral y en aquellas actuaciones
1 Sentencia C-220 de 1996 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
administrativas sometidas a reserva. De este modo, es necesario concluir que
la restricción de que trata el literal f) del artículo 26 y el artículo 27 del
Decreto 196 de 1971 sólo perdió su vigencia en materia de acceso a
expedientes contentivos de actuaciones administrativas ordinarias, esto es, no
sometidas a reserva alguna.

3. Definida la vigencia de las disposiciones impugnadas, compete a la Corte


establecer si la diferenciación que las mismas establecen da lugar a un trato
discriminatorio, al otorgar, sin una justificación objetiva y razonable, una
ventaja comparativa a un grupo de personas en la esfera laboral. Si así fuere,
la vulneración de la igualdad tendría como consecuencia la violación de la
libertad de escoger profesión u oficio y del derecho al libre desarrollo de la
personalidad. Por el contrario, si la diferenciación establecida en las normas
estudiadas fuere razonable y proporcionada, deberá proceder un fallo de
exequibilidad.

En efecto, si bien el actor formula de manera separada tres cargos distintos -


vulneración de la igualdad (C.P. art. 13) , de la libertad a ejercer profesión u
oficio (C.P. art. 26) y del derecho al libre desarrollo de la personalidad (C.P.
art. 16) -, lo cierto es que al ser la igualdad un derecho relacional, basta con
comprobar que las normas demandadas lo comprometen, para indicar que, por
contera, afectan los derechos sustantivos que se niegan al grupo
presuntamente discriminado. Si, en cambio, las diferenciaciones contenidas
en las normas estudiadas resultan legítimas - razonables y proporcionadas -,
mal puede afirmarse que la mera diferenciación vulnera cualquiera otra
disposición constitucional.

4. En el caso que estudia la Corte, las normas demandadas establecen una


ventaja especial en favor de los estudiantes de derecho para consultar, en
representación de un abogado inscrito, los expedientes judiciales y
administrativos - cuando se trate de información sometida a reserva - que
correspondan a procesos en los cuales éste haya sido admitido como
apoderado. La ley introduce, entonces, una diferencia de trato, puesto que se
refiere de manera exclusiva a los estudiantes de derecho, lo cual implica
excluir a todas las demás personas del beneficio en ella consagrado.

El Procurador General de la Nación y el representante judicial del Ministerio


de Justicia y del Derecho, consideran que las normas impugnadas no
quebrantan el principio de igualdad, toda vez que no impiden que las personas
que no sean estudiantes de derecho se desempeñen como dependientes de
abogados.

Sin embargo, resulta fácil advertir que, dentro del mercado laboral, los
profesionales del derecho habrán de seleccionar, como asistentes, a aquellas
personas que puedan cumplir, integralmente, las tareas a que se refieren las
disposiciones cuestionadas, pues estas se exigen, de forma permanente y
reiterada, en el ejercicio profesional. En esta medida, al amparo de las normas
demandadas, los estudiantes de derecho tienen una ventaja comparativa sobre
el resto de la población para ocupar los empleos que procuren los abogados.
En consecuencia, la Corte se aparta de la apreciación que, en este sentido,
formula tanto el Procurador como uno de los intervinientes, al considerar que
si bien la norma no impide que personas que no sean estudiantes de derecho
puedan desempeñarse como asistentes de abogados, lo cierto es que otorga a
estos últimos una ventaja comparativa que rompe la igualdad de
oportunidades en esta específica esfera del mercado laboral.

De otra parte, la Presidenta de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo


Superior de la Judicatura manifestó que las normas demandadas no son
violatorias del derecho al libre desarrollo de la personalidad y que, por el
contrario, su objetivo consiste en promover el derecho a la educación de los
estudiantes de derecho, de manera que éstos puedan poner en práctica los
conocimientos aprendidos.

De ninguna manera puede admitirse una restricción del derecho a ejercer una
determinada profesión u oficio, con el mero propósito de favorecer a un
gremio o categoría especial de personas, como no se trate de grupos
marginados o tradicionalmente discriminados (C.P. art. 13), lo que no se
predica de los abogados o estudiantes de derecho. En efecto, si bien es cierto
que la práctica laboral puede resultar útil para el aprendizaje integral de la
carrera de abogado, también lo es que una norma que tenga como única
finalidad fortalecer la enseñanza, no puede extenderse a la esfera laboral para
romper la igualdad de oportunidades con que deben contar los ciudadanos
para competir en el acceso a un puesto de trabajo.

El aserto anterior se funda no sólo en los principios universales de la igualdad,


sino también en una valoración de las circunstancias de pobreza por las que
atraviesa el país, que exigen al Estado fortalecer la libre competencia en
igualdad de condiciones y le prohiben, decididamente, convertir el mercado
laboral en una feria de privilegios y exclusiones arbitrarias. En este sentido se
orienta la Constitución, al establecer como fin esencial del Estado facilitar la
participación de todas las personas, en igualdad de condiciones, en la vida
económica de la Nación (C.P. art. 2 y 13).

Por esta razones, se aparta la Corte del criterio antes expresado, y entra a
examinar si el tratamiento consagrado por las normas impugnadas se ajusta a
la Constitución.

Para resolver el problema planteado resulta necesario determinar el ámbito de


libertad que le cabe al legislador a la hora de definir criterios de idoneidad,
requisitos o condiciones para el ejercicio de una determinada profesión u
oficio. Así mismo, es indispensable estudiar si la condición impuesta por las
normas estudiadas para acceder a los expedientes y actuaciones judiciales o
administrativos, se ajusta a los postulados de la igualdad.

Reglamentación legal de las ocupaciones laborales

5. El estatuto que reglamenta la profesión de abogado (Decreto 196 de 1971),


consagra una serie de condiciones para acceder a los expedientes y
actuaciones judiciales y administrativas, dentro de las cuales se encuentra la
de ser abogado inscrito. El mismo estatuto establece que el abogado inscrito
podrá acceder a los expedientes y actuaciones judiciales o administrativas
bien directamente o, a través de sus dependientes, siempre que estos sean
estudiantes de derecho. En sentencia anterior, la Corte tuvo la oportunidad de
pronunciarse sobre la exigencia de la calidad de abogado para acceder a los
expedientes y actuaciones judiciales y administrativos sometidos a reserva. En
esa oportunidad manifestó:

“Las normas acusadas referentes a la exigencia de la calidad de abogado


para intervenir en los procesos judiciales o actuaciones administrativas,
obedecen al designio del legislador de exigir una especial condición de
idoneidad - la de ser abogado - para las personas que van a desarrollar
determinadas funciones y actividades que por ser esencialmente jurídicas
y requerir, por consiguiente, conocimientos, habilidades y destrezas
jurídicos, necesariamente exigen un aval que comprueba sus calidades,
como es el respectivo título profesional.

Igualmente, necesidades relativas a la eficacia y a la eficiencia del


servicio público, a la protección de los intereses públicos o sociales de la
comunidad y a la buena y recta administración de justicia, hacen legítima
la regulación del legislador, en el sentido de exigir que personas con la
calidad de abogados sean las únicas habilitadas para intervenir en los
procesos judiciales y actuaciones administrativas, salvo las excepciones
que aquél establezca.

Con respecto a la administración de justicia, la presencia de abogado


garantiza los principios de celeridad, eficacia, eficiencia y moralidad que
se predican de todas las funciones estatales y no sólo de la administrativa
(art. 209 C.P.), porque la realización de los diferentes actos procesales en
los procesos judiciales, en los cuales interviene el abogado, muchos de
los cuales son de gran complejidad, exigen de conocimientos especiales,
habilidades, destrezas y tecnicismos jurídicos, con el fin de asegurar la
regularidad de la función y de la actividad judicial; por lo demás, la
formación ética recibida conjuntamente con la jurídica, obviamente
contribuye igualmente al logro de este objetivo. Idénticas reflexiones son
válidas para la exigencia de abogado para las actuaciones
administrativas, respecto a las cuales también se predica la observancia
del debido proceso2”.

Ahora bien, las disposiciones demandadas regulan la circunstancia en la cual


el abogado utiliza un intermediario para acceder a los expedientes o
actuaciones judiciales y administrativas. En las citadas disposiciones se
establece una restricción consistente en que quien cumpla dicha función deba
ostentar la calidad de estudiante regular de una facultad de derecho.

Si bien las disposiciones bajo estudio no se refieren directamente a la


profesión de abogado, si se relacionan de manera estrecha con el ejercicio de
2 Sentencia C-069 de 1996 M.P. Antonio Barrera Carbonell.
la profesión, pues limitan la libertad del abogado al momento de escoger a
quien ha de servirle de agente para los efectos en ellas establecidos. De otra
parte, la restricción estudiada, desde la perspectiva de quien cumple la
función de intermediación, otorga a los estudiantes de derecho una ventaja
comparativa para acceder a los cargos de asistentes que procuren las oficinas
de abogados. Desde este punto de vista, puede afirmarse que el legislador
reguló la ocupación de que aquí se trata - auxiliar de abogado -, cuando quiera
que dentro de las funciones que le correspondan, se encuentre la de consultar
expedientes judiciales o administrativos o asistir a actuaciones de la misma
naturaleza, bajo la responsabilidad del respectivo profesional. Resta analizar
si tal regulación compromete el derecho a la igualdad de oportunidades
laborales y, por contera, la libertad de escoger profesión u oficio.

6. Una de las manifestaciones concretas del derecho al trabajo (C.P. art. 25) y
al libre desarrollo de la personalidad (C.P. art. 16), es la protección
constitucional de la libertad de escoger profesión u oficio (C.P. art. 26). De
este derecho-libertad se deriva la facultad de ejercer la actividad que se ha
escogido, sin más restricciones que aquellas que legítimamente imponga el
legislador, - para minimizar el riesgo social que puede implicar el ejercicio
irresponsable de una profesión u oficio o para proteger derechos de terceras
personas - y que ha de hacer cumplir la administración, en ejercicio de la
facultad de inspección y vigilancia.

En efecto, como lo ha afirmado reiteradamente la Corte 3, el derecho al


ejercicio de una determinada profesión u oficio, puede estar limitado por el
legislador siempre que tal limitación persiga garantizar derechos de terceras
personas o proteger al público en general de los riesgos sociales que puede
implicar el ejercicio de una actividad profesional. En consecuencia, las
distinciones fundadas en criterios de idoneidad, que se realicen en la esfera
laboral y que tengan la finalidad de proteger los bienes mencionados, no
pueden ser calificadas como discriminatorias.

En este sentido, el artículo 1.2 del Convenio 111 de la OIT (1958), relativo a
la discriminación en materia de empleo y ocupación, incorporado a la
legislación colombiana mediante la Ley 22 de 1967, determina que "las
distinciones, exclusiones o preferencias basadas en las calificaciones exigidas
para un empleo determinado no serán consideradas como discriminación".

Sin embargo, resulta importante reiterar que en lo relativo a la definición de


criterios relevantes para restringir a un grupo de personas el acceso a una
determinada profesión u oficio, el Legislador no goza de una libertad absoluta
de configuración, habida cuenta de los derechos fundamentales en juego (C.P.,
artículos 25, 26 y 53). Al respecto, la Corte ha establecido que tanto el
derecho al trabajo (C.P. art. 25), como la libertad de escoger profesión u oficio
(C.P., art. 26), pueden ser regulados y modulados por parte de las autoridades
estatales, siempre y cuando tales intervenciones sean razonables y
proporcionales al interés que se busca proteger. Sobre este particular, la
Corporación ha sentado la siguiente doctrina:
3 Cf. entre otras SC-606 de 1992 y 226 de 1994.
"El contenido de este derecho (C.P. art. 26) se concreta entonces en el
respeto a las condiciones de igualdad para acceder a un puesto de
trabajo, siempre que se cumplan los requisitos de capacitación que exige
cada tarea en particular. Así mismo, dichos requisitos deben ser fijados
de tal manera que obedezcan a criterios estrictos de equivalencia entre el
interés protegido y las limitaciones fijadas, pues una excesiva,
innecesaria o irrazonable reglamentación violaría el contenido esencial
del derecho. Por último, es necesario anotar que, de una parte, los
requisitos que condicionen el ejercicio de una profesión u oficio deben
ser de carácter general y abstracto, vale decir, para todos y en las mismas
condiciones; y de otra, la garantía del principio de igualdad se traduce en
el hecho de que al poder público le está vedado, sin justificación
razonable acorde al sistema constitucional vigente, establecer
condiciones desiguales para circunstancias iguales y viceversa”.

Y más adelante la misma sentencia señala:

"Ahora bien, no puede decirse que el legislador tiene absoluta libertad


para determinar qué actividad debe ser regulada, y establecer cualquier
clase de requisitos o condiciones para su ejercicio. Como se ha dicho
antes, el valor normativo del texto constitucional y el contenido esencial
del derecho que se estudia, imponen al legislador una serie de límites al
ejercicio de sus funciones y al contenido material de los actos que expide

(...)

"Acorde con todo lo anterior, esta Corte considera que en materia de


reglamentación del derecho fundamental a escoger profesión u oficio, el
legislador debe imponer los requisitos estrictamente necesarios para
proteger el interés general, toda vez que el ejercicio de una profesión u
oficio debe permitir el mayor ámbito de libertad posible, para que en su
interior se pueda dar un desarrollo espontáneo de la personalidad, en
congruencia con el principio de la dignidad humana.En conclusión, la
intervención del Estado en el derecho fundamental consagrado en el
artículo 26 de la Carta debe respetar la garantía general de igualdad y de
libertad que conforman su contenido esencial. La reglamentación de una
profesión no puede favorecer, implícita o explícitamente,
discriminaciones injustas, fundadas en distinciones artificiosas entre
trabajo manual o trabajo intelectual o entre oficios y profesiones4”.
En síntesis, el ejercicio de la libertad de escoger profesión u oficio - la cual, a
juicio del actor, resulta vulnerada por el trato diferenciado consagrado en las
normas acusadas -, puede estar sometido a la exigencia de títulos de idoneidad
y a la vigilancia de las autoridades competentes. No obstante, el Estado sólo
puede imponer las limitaciones estrictamente necesarias, útiles y
proporcionadas, para la protección del interés general. En otras palabras, las
reglamentaciones en materia laboral están sometidas a las exigencias
generales que plantea el principio de igualdad, de manera tal que sólo resultan
4 Sentencia C- 606 de 1992 M.P. Ciro Angarita Barón.
constitucionalmente aceptables aquellas que obedecen a una justificación
objetiva y razonable y que persiguen una finalidad legítima.

7. En la esfera del mercado de trabajo, una clasificación se revela objetiva y


razonable cuando, en virtud de la finalidad legitima perseguida, resulta
suficiente. Una diferenciación suficiente es aquella en la cual la norma que
establece distinciones fundadas en criterios de idoneidad incluye, dentro de la
categoría de personas habilitadas para ejercer una determinada profesión, a
aquellas objetivamente capacitadas y excluye, exclusivamente, al grupo que
amenazaría los derechos o intereses legítimos de terceras personas que la
norma pretende proteger. Por el contrario, si se toma en consideración la
finalidad de la norma, una clasificación insuficiente sería aquella que, dada su
amplitud, incluye, dentro del grupo de personas habilitado para ejercer
determinada profesión u oficio, a una categoría que no está objetivamente
capacitada para ello, poniendo en riesgo los intereses y derechos que la
disposición busca garantizar. También se revela insuficiente aquella
clasificación que, al ser excesivamente restringida, excluye del grupo de
personas consideradas idóneas, a una categoría que, objetivamente, está en
capacidad de adelantar las labores de que trata la disposición, sin arriesgar los
bienes cuya protección se procura.

En oportunidades anteriores la Corte se ha manifestado sobre disposiciones


legales que contienen clasificaciones insuficientes, bien por tratarse de
distinciones excesivamente amplias, ora por consagrar diferenciaciones
restrictivas.

En la sentencia C-049 de 1996, la Corporación declaró inexequibles una serie


de normas que habilitaban a personas que no eran abogados, ni contaban con
una mínima formación técnica, para ejercer la defensa de sindicados en
procesos penales. A juicio de la Corte sólo las personas en quienes concurre
un grado suficiente de formación y responsabilidad profesional pueden asumir
la defensa técnica de un sindicado. En consecuencia, admitir la consagración
de diferenciaciones amplias que incluyan, en el grupo habilitado para ejercer
semejante labor, a personas sin idoneidad, implicaría consagrar excepciones
inadmisibles al principio de defensa técnica y, con ello, comprometer las
garantías consagradas en el artículo 29 de la Carta5.

De otra parte, la Corte encontró que la diferenciación realizada por el


legislador en el artículo 1º de la Ley 36 de 1993 resultaba excesivamente
restrictiva, al excluir a un grupo de personas objetivamente idóneas del
ejercicio de ciertas actividades laborales. En efecto, la norma demandada y
declarada parcialmente inexequible, creaba una exclusiva competencia en
favor de los bacteriólogos para realizar el diagnóstico y control de calidad, el
desarrollo biotecnológico, la investigación básica y aplicada, la
administración y docencia relacionadas con la carrera y la dirección científica
en laboratorios clínicos e industriales. Previo un análisis probatorio, la
Corporación consideró que la exclusión de todo profesional diferente al
5 Sentencia C-049 de 1996 M.P. Fabio Morón Díaz. Ver también SC-592 de 1993. M.P.
Fabio Morón Díaz, entre otras.
bacteriólogo para la realización de tales labores no tenía fundamento objetivo
y razonable, ya que existen otros profesionales igualmente capacitados -
personas doctas en ciencias de la salud, en química, en biología, entre otras -
para acometer las mencionadas tareas sin generar riesgos sociales.

Al respecto, la sentencia citada señala:

“La Corte Constitucional encuentra entonces irrazonable la exclusión


establecida por la ley, puesto que, si el objetivo perseguido por la misma,
al reglamentar la actividad de bacteriólogo, es controlar los riesgos
eventualmente ligados con la carrera y dirección científica de
laboratorios clínicos o industriales, no hay razón para excluir a otros
profesionales ampliamente capacitados para desempeñar tales labores6”.

Sin embargo, en algunos casos existen zonas de penumbra que impiden una
definición precisa de los grupos habilitados para ejercer una determinada
profesión u oficio. Así por ejemplo, una categoría de personas excluida de la
práctica de una profesión, podría estar eventualmente en capacidad de
ejercerla, sin maximizar los riesgos sociales que ello implica. No obstante, es
factible que no existan criterios objetivos para definir con entera certeza el
grado de aptitud de esta categoría. En estos eventos, compete al legislador
trazar los limites dentro de los cuales se circunscriba el grupo de población
habilitado y aquel excluido para la práctica profesional de que se trate.

La tarea que compete a la Corte en el presente caso, es la de identificar si la


clasificación empleada por el legislador en la disposiciones acusadas, obedece
a una finalidad legítima y, si es razonable y objetiva, en virtud de dicha
finalidad. Para ello, habrá de comprobar que se trate, como se acaba de
explicar, de una diferenciación suficiente.

7. A juicio de la Corporación, las disposiciones impugnadas persiguen un


objetivo legítimo. En efecto, el legislador pretendió garantizar los intereses
de las personas que han encomendado su causa a un apoderado judicial,
impidiéndole, a este último, que pueda delegar, en cualquier persona, la
función de revisar las actuaciones o expedientes judiciales o administrativos
en que consten las actuaciones que interesan al poderdante. En consecuencia,
condicionó la práctica de este oficio, a quienes tuvieren un mínimo de
idoneidad y para ello, encontró suficiente, exigir que fueran estudiantes
regulares de una facultad de derecho.

La necesidad de ordenar una mínima calificación para quienes actúen como


agentes de los abogados en procesos judiciales o administrativos, tiende a la
protección de bienes constitucionales de la mayor importancia, tales como el
debido proceso (C.P., artículo 29), la celeridad, eficacia, eficiencia y
moralidad de la administración de justicia (C.P., artículo 209) y el derecho de
acceso a la administración de justicia, (C.P., artículo 229), tal y como fue
reconocido por esta Corporación en la sentencia C-069 de 1996, antes citada.

6 Sentencia C-226 de 1994. M.P. Alejandro Martínez Caballero.


8. Sin embargo, la Corte debe analizar si el criterio de calificación empleado
por el legislador permite que personas que no se encuentran debidamente
capacitadas asuman las tareas referidas en la disposición cuestionada y
amenacen con ello derechos de terceros o intereses constitucionalmente
tutelados.

Advierte la Corporación que si en el presente caso la clasificación fuera


insuficiente por incluir a personas que no están suficientemente calificadas,
tendría que declarar inexequible la totalidad del precepto parcialmente
impugnado. Ciertamente, si las razones anotadas llevaren a concluir que la
clasificación normativa es excesivamente amplia, la eliminación del
ordenamiento jurídico de la expresión "siempre que sean estudiantes de
derecho" contenida en el literal f) del artículo 26 del Decreto 196 de 1971 y
del artículo 27 de la misma norma, sería inaceptable. En efecto, acoger, por
estas razones, a la petición del actor, tendría como consecuencia que a los
expedientes judiciales podrían acceder no sólo aquellas personas
objetivamente idóneas sino, también, las personas que no ostentan los
atributos de idoneidad necesarios para la protección de los valores superiores
que se encuentran en juego en el manejo de expedientes judiciales o
administrativos. Esto último pondría en peligro la integridad del derecho al
debido proceso (C.P., artículo 29), la celeridad, la eficacia, la eficiencia y la
moralidad de la administración de justicia (C.P., artículo 209) y el derecho de
acceso a la administración de justicia (C.P., artículo 229), lo cual no es
aceptable desde la perspectiva axiológica plasmada en la Carta Política.

9. Para resolver el problema planteado, es necesario señalar, inicialmente, que


las labores a que se refiere la disposición demandada deben ser adelantadas
bajo estricta vigilancia del abogado, de lo cual se deduce la entera
responsabilidad del profesional frente a los actos u omisiones de sus
dependientes. De otra parte, si bien el estudiante de derecho puede revisar
integralmente los expedientes, no así puede asistir, en representación del
abogado, a la totalidad de las actuaciones legales o administrativas. Ello tiene
lugar, exclusivamente en aquellos casos en los cuales la ley autoriza la
participación del dependiente, sin que pueda entenderse que éste se encuentra
en capacidad de representar al apoderado en diligencias sustantivas en las que
se debatan los asuntos sometidos a litigio.

En estas condiciones, encuentra la Corte que el criterio de diferenciación


adoptado por el legislador, no obstante su amplitud, es suficiente para
garantizar el mínimo de idoneidad que se requiere para asistir a un abogado
en las actuaciones contenidas en la norma cuestionada. En efecto, si bien un
estudiante ordinario puede no tener una capacitación profesional, lo cierto es
que el medio en el cual convive, el proceso de aprendizaje en el que se
encuentra inmerso, su especial vocación e interés por los asuntos de la
profesión, permiten suponer que, a diferencia de quienes han optado por otra
profesión u ocupación, están en capacidad de adquirir una serie de
conocimientos, no sólo de tipo técnico y teórico, sino también de índole ética,
que les permiten un manejo mucho más responsable de la información
contenida en los expedientes en donde obran actuaciones judiciales o
administrativas.

De otra parte, los conocimientos de carácter jurídico - que en forma


permanente están adquiriendo los estudiantes de derecho -, determinan, en la
persona que los posee, una consciencia más aguzada del valor de las piezas
procesales contenidas en los expedientes y de la trascendencia de las
decisiones que se adoptarán con base en éstas. De igual modo, y ello de
manera mucho más especial en materia de procedimiento penal, los
estudiantes de derecho reciben una formación académica que los posibilita
para entender la importancia del valor de la libertad personal que se debate en
los expedientes a los que acceden y de la reserva sumarial que cobija a los
mismos, la cual tiende, no solamente a la efectividad de la libertad del
procesado sino, a la imparcialidad, la moralidad y la rectitud en la
administración de la justicia penal.

A juicio de la Corte la finalidad que se busca proteger a través del trato


diferenciado consagrado en las normas acusadas es legítima y, de otra parte, la
clasificación utilizada por el legislador no arriesga derechos o intereses
constitucionalmente tutelados.

10. Ahora bien, como tantas veces se ha señalado, las normas impugnadas
otorgan una ventaja preferencial en el mercado laboral a los estudiantes de
derecho. Para que tal beneficio resulte legítimo, es necesario que dicha
categoría de personas tenga, objetivamente, una formación profesional que
haga de ellos las únicas personas idóneas para desarrollar, sin riesgos sociales,
tales labores. En otras palabras, resta a la Corte determinar si, como lo afirma
el demandante, el criterio de diferenciación empleado por el legislador es
excesivamente restrictivo y, en consecuencia, excluye de la ventaja laboral
que se ha mencionado, a una categoría de personas igualmente habilitada para
ejercer el oficio de que trata la citada disposición.

Encuentra la Corporación, que el análisis de igualdad planteado debe


efectuarse, fundamentalmente, frente a dos categorías de personas. En primer
lugar, la norma estaría excluyendo, arbitrariamente a quienes, en la practica,
tienen acceso a los expedientes judiciales y administrativos y han podido
aprender a manejar la información en éstos contenida de una forma
“profesional” y éticamente responsable. En este grupo se encuentran las
personas que el actor considera arbitrariamente excluidas, como los
dependientes de los despachos judiciales que, sin ser estudiantes de derecho,
tienen bajo su responsabilidad el manejo de expedientes; los dependientes del
Ministerio Público y de la Contraloría General de la República - que no han
cursado estudios de derecho - responsables del manejo de los expedientes en
que obren investigaciones disciplinarias o fiscales sometidas a reserva, entre
otros. En segundo término, se encuentran marginados quienes han sido
estudiantes de derecho y por alguna circunstancia han debido interrumpir sus
estudios.
La Corte debe, en consecuencia, identificar si, efectivamente, puede afirmarse
que los grupos antes señalados se encuentran objetivamente, en las mismas
circunstancias en las que están los estudiantes matriculados en una facultad de
derecho y, por lo tanto, reúnen los requisitos de idoneidad que el legislador
considera suficientes para garantizar los derechos e intereses señalados en el
fundamento 7 de esta sentencia.

11. Ciertamente existe un grupo de personas que, sin haber cursado estudios
de derecho, por sus labores cotidianas están en permanente contacto con la
información contenida en expedientes judiciales o administrativos. Estas
personas - los dependientes de los despachos judiciales que tienen bajo su
responsabilidad el manejo de expedientes; los dependientes del Ministerio
Público y de la Contraloría General de la República responsables del manejo
de los expedientes en que obren investigaciones disciplinarias o fiscales
sometidas a reserva, etc. -, pueden eventualmente estar en capacidad de
comprender y analizar adecuadamente una determinada información jurídica
o fáctica contenida en dichos expedientes y tener un grado suficiente de
compromiso ético que garantice principios como el de la reserva sumarial y el
secreto profesional.

Sin embargo, pese a que su conocimiento empírico podría garantizar la


defensa de los derechos e intereses que procuran las disposiciones
demandadas, no existe un criterio objetivo que permita a la Corte establecer
con certeza el grado de capacitación de estas personas. En efecto, bien puede
suceder que un servidor público encargado de manejar expedientes judiciales
o administrativos realice una labor de asistencia sustantiva a su superior
jerárquico, pero también puede ocurrir que se limite a procurarle una
asistencia técnica o administrativa. No es pues la experiencia, en estos casos,
un título suficiente de idoneidad que permita al juez constitucional equiparar a
este grupo de personas con aquellas que efectivamente se encuentran en un
proceso continuo y cotidiano de aprendizaje jurídico.

En eventos como éste, las personas excluidas y eventualmente capacitadas, se


encuentran en lo que se ha denominado la “zona de penumbra”, pues no existe
un criterio objetivo suficiente para establecer con entera certeza su grado de
capacitación en materias jurídicas. En estas condiciones, compete al
legislador, y no al juez constitucional, definir si se encuentran debidamente
capacitados y señalar las condiciones que tendrían que reunir para entender
satisfechos los requisitos de idoneidad que exige la intermediación que aquí
se estudia.

En consecuencia, la exclusión de esta categoría de personas del grupo


beneficiado por las normas estudiadas, no puede ser identificada como una
discriminación. Abona este aserto el hecho de que las disposiciones
cuestionadas no operan una exclusión sorpresiva, en detrimento de posibles
derechos adquiridos de individuos que vinieren desempeñándose como
dependientes de abogados y que, en razón de la nueva regulación, debieran
abandonar sus empleos.
12. El segundo grupo excluido y que virtualmente podría estar en las mismas
condiciones en las que se encuentra la categoría beneficiada por la norma
demandada, está compuesto por quienes fueron estudiantes de derecho y, por
algún motivo, han debido abandonar sus estudios.

A la luz del criterio de idoneidad utilizado por el legislador, una persona que
recientemente ha abandonado los estudios de derecho por razones ajenas a su
voluntad y sin que medie deficiencia académica o falta disciplinaria alguna,
está igualmente capacitada para desempeñarse como asistente de un abogado.
Más aún, si se constata que se trata de un individuo que ha avanzado en el
desarrollo de la carrera, y que sólo temporalmente pretende apartarse de las
aulas. En estos eventos no sería razonable que tuviere que abandonar el
trabajo como asistente de un abogado mientras regresa a la facultad.

Sin embargo, no todas las personas que han dejado de ser estudiantes de
derecho se encuentran en las mismas circunstancias. Puede ocurrir, que una
persona abandone las aulas a causa de una sanción disciplinaria, o por
deficiencia académica. De otra parte, para efectos de establecer la idoneidad
de una persona, no es indiferente el tiempo que ha transcurrido entre el
momento en el cual abandonó las aulas y aquél en el que pretende ser
asistente de un abogado inscrito. En efecto, no es igualmente idóneo quien
recientemente abandona sus estudios y quien lo hizo hace un tiempo
relativamente largo.

Las consideraciones anteriores son suficientes para deducir que el juez


constitucional no tiene criterios objetivos que le permitan definir, con entera
certeza, quiénes, de las personas que alguna vez fueron estudiantes de
derecho, se encuentran en capacidad de ejercer las tareas definidas en las
normas demandadas y quienes, por el contrario, podrían poner en grave riesgo
los intereses y derechos protegidos por tales disposiciones. En estas
condiciones y frente a las limitaciones que encuentra la Corte, la única
alternativa razonable, desde la perspectiva del control de constitucionalidad,
es la de avalar el criterio empleado por el legislador.

En efecto, en el caso de las normas demandadas no es posible determinar de


manera razonable, y con un grado notable de certeza, si quienes han dejado de
ser estudiantes de derecho se encuentran, todos ellos, en las condiciones de
quienes actualmente cursan sus estudios. La determinación de los criterios
aplicables a esta categoría de personas rebasa el ámbito de competencias de
esta Corporación, pues se encuentran en la que se ha denominado una “zona
de penumbra”, dentro de la cual sólo el Legislador, en ejercicio de sus
competencias y de su libertad relativa de configuración política, está en
capacidad para definir parámetros razonables de idoneidad.

A la Corte Constitucional le está vedado invadir esta “zona de penumbra” a


través de la fijación de algún criterio por medio del cual fuera posible
determinar la idoneidad de las personas que han interrumpido sus estudios de
derecho, para acceder a expedientes judiciales o administrativos. Una
definición en este sentido por parte de esta Corporación vulneraría las
competencias del Legislador y haría inanes los mencionados principios de
participación democrática y pluralismo político.

En consecuencia, la Corte encuentra que las normas demandadas adoptan uno


de los múltiples criterios razonables para definir la idoneidad de quienes han
de servir de intermediarios entre el abogado inscrito y las actuaciones
judiciales o administrativas contenidas en los expedientes disciplinarios. En
efecto, si bien podrían resultar excluídas personas altamente capacitadas, lo
cierto es que no existe un criterio objetivo para determinar, con certeza, su
grado de calificación y, por lo tanto, mal puede afirmarse que las normas
demandadas excluyen de la ventaja que otorgan a un grupo o categoría de
personas objetivamente idóneo para acometer las tareas en ellas señaladas.

No encuentra por lo tanto la Corte, que las normas demandadas vulneren


precepto constitucional alguno y, en consecuencia, en la parte resolutiva de
esta sentencia, se declarará su exequibilidad.

VIII. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional

R E S U E LV E

Primero.- Declarar EXEQUIBLE la expresión “siempre que sean estudiantes


de derecho” del literal f) del artículo 26 del Decreto 196 de 1971, "Por el cual
se dicta el Estatuto del Ejercicio de la Abogacía".

Segundo.- Declarar EXEQUIBLE el artículo 27 del Decreto 196 de 1971,


"Por el cual se dicta el Estatuto del Ejercicio de la Abogacía.

Notifíquese, cópiese, comuníquese al Presidente de la República y al


Presidente del Congreso, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.

CARLOS GAVIRIA DIAZ


Presidente

JORGE ARANGO MEJIA


Magistrado

ANTONIO BARRERA CARBONELL


Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado

HERNANDO HERRERA VERGARA


Magistrado

ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO


Magistrado

FABIO MORON DIAZ


Magistrado

VLADIMIRO NARANJO MESA


Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

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