La Segunda Manifestación de Cristo
La Segunda Manifestación de Cristo
La Segunda Manifestación de Cristo
HEBREOS 9:28
Sí que tendremos que darle cuentas; sí que es posible que sintamos una profunda vergüenza en aquel día; pero,
mientras para el incrédulo la segunda venida significa el horror del descubrimiento de su eterna perdición, para
el creyente la nota dominante será la entrada en la plena realidad de la salvación.
No es al juicio que él llama la atención sino a Cristo que “aparecerá por segunda vez. Su observación final es
que Cristo trae “salvación para todos los que le están esperando”. Y eso es muy importante
Éste es el énfasis del autor. Cristo viene para salvarnos. ¿En qué sentido?
No en el sentido de justificarnos de nuestros pecados, porque esto lo hizo en su primera venida. No en el sentido
de santificarnos, porque esto ya lo está haciendo ahora por su Espíritu en nosotros. Nuestra salvación en aquel
día consistirá en nuestra plena glorificación; será la consumación perfecta de la obra de salvación que él ha
realizado a nues-tro favor. Nuestra justificación fue consumada en la Cruz, y así lo proclamó Jesús: Consumado
es (Juan 19:30). Pero la totalidad de lo que Dios tiene en mente para nosotros y que está comprendido en la
palabra salvación –nuestra perfecta transformación a la imagen del Señor Jesucristo y nuestra plena entrada en
la herencia eterna– no será consumada hasta aquel día. Entonces entraremos en el pleno disfrute de todas las
bendiciones que Cristo ganó para su pueblo en su primera venida. Entonces restaurará nuestros cuerpos, ahora
sujetos a corrupción a causa del pecado:
“Para salvar”. Aquí se trata de la salvación en su dimensión futura. Esto será la culminación de nuestra
salvación al recibir cuerpos glorificados en los cuales poder estar para siempre, más allá del alcance e influencia
negativa del pecado.
En su segunda venida, Jesús perfeccionará la salvación que ha comenzado en nosotros. Como enseñaba
Juan Wesley, la salvación es un proceso. Somos salvos, estamos siendo salvos y seremos salvos. Ya hemos
sido salvos de la culpabilidad y de la pena de nuestros pecados pasados. Estamos siendo salvos del poder
del pecado y del mal que hay en este mundo. ¡Cuando aparezca Jesús por segunda vez, seremos salvos
para siempre: salvos de la tentación, las pruebas, la muerte y este cuerpo humano; salvos de todo lo que es
profano e indeseable; salvos a todo lo que es bueno; salvos para estar en comunión íntima con Dios y con
su familia para siempre!
Conviene preguntarnos –ya que el autor de Hebreos lo da por sentado– si realmente estamos esperando la
venida del Señor Jesucristo. El verbo aquí traducido por esperar tiene una especial intensidad en el original,
como si el texto rezara: para salvar a los que le esperan con ansia. La fuerza de la frase es semejante a la de 2
Timoteo 4:8: los que aman su venida. Se refiere a los que tienen la segunda venida de Cristo como meta y razón
de ser de la vida.
En estos casos, habría sido perfectamente correcto hablar de los creyentes, de los que han confiado en
Jesucristo o de algo semejante. Si tanto el autor de Hebreos como el apóstol Pablo prefieren hablar de los que
aman –o esperan– su venida, quizás sea porque la palabra creyente se presta a mayores confusiones. Muchas
personas se consideran creyentes por el solo hecho de creer que Dios existe o de asistir a alguna iglesia.
En cambio, una de las maneras bíblicas de distinguir entre los auténticos creyentes en Jesucristo y los que no lo
son es ésta: los que verdaderamente creen en él están esperando con ansia su segunda manifestación. La
verdadera Iglesia ama la venida de Jesucristo. Así, Pablo puede describir a los corintios como los que están
esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo (1 Corintios 1:7).8 La visión de la Iglesia en el Nuevo
Testamento es la de una comunidad de creyentes viviendo a la espera del pronto retorno del Señor Jesucristo.
La Iglesia Primitiva no se olvidó nunca de la esperanza en la Segunda Venida. Latía en toda su fe.
Entonces, los que le esperan (apekdej̱omenois; palabra que se usa siete veces en el N.T. en relación con el
retorno de Cristo: Ro. 8:19, 23, 25; 1 Co. 1:7; Gá. 5:5; Fil. 3:20; He. 9:28), pueden estar expectantes de su
venida, no temiendo al juicio, sino previendo su futura salvación.
“Los que le esperan”. Estas palabras en el original griego son mucho más fuertes, pues implican esperar con
ansiedad y deseo. Es una descripción hermosa de lo que debe ser la actitud y actividad de todo verdadero
creyente. La iglesia del primer siglo jamás olvidaba esa esperanza, y por eso su saludo predilecto era
“Maranata” o sea, “El Señor viene”. Ojalá pudiéramos vivir siempre en esa gloriosa expectativa, pues agregaría
una dimensión y perspectiva eterna a nuestras vidas
Cristo vino una sola vez para morir y así tratar el problema del pecado; vendrá la segunda vez para vivir y para
compartir su vida con todos los que le esperan con confianza y fidelidad.
8
Ver también Romanos 8:23 y 25.
La exhortación implícita en esta exposición del ministerio de Cristo es que lo esperemos. Esperar a Cristo es
hacerlo el enfoque de la vida, perseverar en fidelidad a él y confiar en su sacrificio que nos limpia para entrar en
la presencia de Dios.
Ahora bien, es cierto que, por la ley del péndulo, solemos ir de un extremo al otro en estas cuestiones. Ha
habido momentos en la historia de la Iglesia en que los creyentes han puesto la mirada en las nubes en
detrimento de sus obligaciones terrenales. Pero, en nuestra generación, nos encontramos en el otro extremo:
conscientes de ciertos deberes que el Señor espera que cumplamos aquí abajo, pero olvidadizos en cuanto a su
venida. Esto es especialmente desafortunado por cuanto, bien entendida, la espera de su retorno es el mayor
estímulo que podemos recibir al servicio fiel aquí y ahora.
Cuando el autor dice que hemos de esperar con ansia la manifestación del Señor, no quiere decir que
hayamos de estar con los brazos cruzados. Al contrario, debemos esperarle como siervos que hemos de rendirle
cuentas, entregados a su servicio.9
Debemos ser como los israelitas esperando fuera del tabernáculo. Nuestro Sumo Sacerdote ha traspasado el
velo y está ante Dios intercediendo por nosotros. No podemos verlo. Está velado. Ha entrado en el mundo
invisible, en el verdadero Lugar Santísimo. Pero estamos fuera, en medio del solemne silencio de una gran
expectación. Creemos que el Señor Jesucristo pronto se manifestará por segunda vez, correrá el velo que lo
separa de nuestra vista y aparecerá glorioso para nuestra plena, definitiva, final y completa salvación.
La última parte del versículo 28 expresa una nota de alegría y felicidad: ¡Cristo viene! Aquellos que
anhelantes esperan su regreso repiten constantemente la oración que se encuentra al fin del Nuevo Testamento y
que se proferida en respuesta a la promesa de Jesús: “Sí, vengo pronto”. Ellos oran: “Amén. Ven, Señor Jesús”
(Ap. 22:20).
Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de
David, la estrella resplandeciente de la mañana. Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y
el que tiene sed, venga; y el que quiera tome del agua de la vida gratuitamente … El que da testimonio de estas
cosas, dice: Ciertamente, vengo en breve. Amén; sí, ven Señor Jesús (Apocalipsis 22:16–17, 20).
Con gozo los creyentes anticipan el día del regreso de Jesús, ya que entonces el Señor morará para siempre con
su pueblo, tal como lo ha prometido. A su regreso traerá completa restauración para aquellos que anhelantes le
esperan. Cuando Cristo more para siempre con su pueblo, éstos experimentarán la salvación plena y libremente.
9
Ver las enseñanzas del propio Cristo al respecto, en Mateo 24:44–51.