Doctrina Administrativa PDF
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Resumen
La doctrina administrativa científica fundada por el ingeniero Henri Fayol, propuso llevar adelante
el despliegue, desde el último cuarto del siglo XIX hacia finales del primer cuarto del siglo XX, de
un proceso de racionalización sobre el campo administrativo en su totalidad, tanto en su esfera
teórica como en su esfera práctica. Por medio de un proceso de normalización, por un lado, se
produjo la refundación del fragmentado cuerpo teórico de la administración como una doctrina
científica positiva, y por otro, se procedió a llevar a cabo el proyecto permanente de estructuración
disciplinaria bajo el modelo de “organización” de cada uno de los patológicos cuerpos sociales
de las empresas y de otras instituciones. Éste trabajo se centra exclusivamente en el desarrollo de
un análisis foucaultiano general de la justificación epistemológica de la doctrina fayoliana, que
funciona como patrón fundamental, como “polo ideal”, en el proceso de normalización del campo
administrativo.
Palabras clave: doctrina administrativa científica, normalización, dispositivo de demarcación
positivista, organización, fayolismo, análisis foucaultiano.
Abstract
The scientific administrative doctrine founded by the engineer Henri Fayol, suggested carrying on,
from the late XIX century until the early XX century, a display of a process of rationalization over
the whole of the administrative field, in its theretical as well as in its practical sphere. On the other
hand, by means of a process of normalization, the refoundation of the fragmented theoretical body
of the administration as a positivist scientific doctrine took place, on the other hand the proyect of
a permanent disciplinary frame following the model of “organization” of each of the pathological
social bodies of entreprises was carried through. This article is focused mainly on the development
of a general Foucaultian analysis of the epistemological Fayolian doctrine, which stands as a
fundamental pattern, as an “ideal pole”, in the process of normalization of the administrative field.
Key words: scientific administrative doctrine, normalization, positivist demarcation mechanism,
organization, Fayolism, Foucaultian analysis.
JEL: L22, M10, N00, Z00.
Resumé
La doctrine administrative scientifique, fondée par l›ingénieur Henri Fayol, a proposé d›effectuer le
déploiement, depuis le dernier quart du XIXe siècle jusqu’à la fin du premier quart du XXe siècle,
d›un processus de rationalisation sur le domaine administratif dans son ensemble, tant dans sa
sphère théorique que pratique. D’une part, c’est grâce à un processus de normalisation, que la
refondation du corps théorique fragmenté de l›administration comme une doctrine scientifique
positive a eu lieu. D’autre part, on a procédé à la mise en place du projet permanent de structuration
disciplinaire sous modèle «d’organisation » de chacun des corps sociaux pathologiques des
entreprises et d›autres institutions. Ce travail vise exclusivement à développer une analyse
foucaldienne générale de la justification épistémologique de la doctrine fayolienne, qui fonctionne
comme patron fondamental, comme «pole idéal», dans le processus de normalisation du domaine
administratif.
Mots clés : doctrine administrative scientifique, normalisation, dispositif de démarcation
positiviste, organisation, fayolisme, analyse foucaldienne.
I. Introducción
L
a doctrina administrativa científica fundada por el ingeniero Henri Fa-
yol1, propuso llevar adelante el despliegue, desde el último cuarto del
siglo XIX hacia finales del primer cuarto del siglo XX, de un proceso
de racionalización sobre el campo administrativo en su totalidad, tanto en su
esfera teórica como en su esfera práctica. En este artículo, se sostiene que
este proceso de racionalización se ha llevado a cabo por la instauración de
dispositivos de poder disciplinario, que actuaron en estas esferas diferen-
ciadas, pero que trabajaron en perfecta solidaridad e integración, y que en
conjunto instauraron el funcionamiento de relaciones estratégicas de poder,
que buscaron producir un efecto de normalización, y que fueron sostenidas
Estas ideas están insertas en el desarrollo de un proyecto mayor2, que en su totalidad pro-
cura ser “una historia del presente”, una historia que posibilite detectar el nacimiento del
presente en el que se está inmerso. Este proyecto permitió encontrar que mecanismos inte-
grantes de las «anticuadas» formas productivas tradicionales (la manufactura, la fábrica, la
administración científica de Frederick Taylor y el sistema de producción en masa de Henry
Ford) persisten en las unidades productivas contemporáneas, algunos de las cuales se
conservan en su especificidad, y otros por medio de modificaciones, o articulándose con
nuevos elementos, cumplen con renovadas funciones en los nuevos dispositivos de conjun-
to. Por lo tanto, el presente puede ser alumbrado por ese pasado, puesto que el primero lo
continúa de algún modo, o rompe con él, fundándose en la diferencia. Para continuar el es-
tudio de la influencia de la escuela tradicional se abordó uno de sus pilares fundamentales
que es la doctrina fayoliana.
Es importante definir los límites de este artículo, tanto en el aspecto metodológico como en
su campo de análisis. Para analizar la propuesta Fayol, se emplea una estrategia similar a la
empleada en estos trabajos anteriores. La estrategia metodológica cualitativa utilizada con-
tiene procedimientos del análisis genealógico de las estrategias de poder. Se toma como
campo de lectura la obra más importante del autor “Administración industrial y general”y las
transcripciones de ciertas conferencias dictadas por Fayol en distintos eventos desarrolla-
dos en instituciones francesas, y se asumen como operadores de lecturas los conceptos de
poder disciplinario de Michael Foucault y las nociones centrales de la crítica epistemológica
del positivismo de Esther Díaz de Kóbila.
Para el cumplimiento de sus objetivos, el cuerpo social debe llevar adelante seis funciones
básicas e ineludibles: las funciones técnicas, comerciales, financieras, contables, de se-
guridad y administrativas. Estas funciones están profundamente interrelacionadas entre sí,
por lo que se hace necesario e indispensable que marchen juntas, para que sea posible el
éxito de la empresa. El deterioro de una, con respecto a las otras, o la falta de sincroniza-
ción entre ellas, puede llevar al fracaso de todo el emprendimiento. Es oficio del gobierno
el llevar adelante todas las funciones, en forma pareja (Fayol, 1969: 149). Dichas funciones
existen en toda empresa, cualquiera sea su tipo. Es decir, todo cuerpo social debe hacerse
cargo, de una u otra forma, de estas operaciones fundamentales o esenciales. Aunque en
empresas pequeñas, más de una de estas funciones puede ser realizadas por un mismo
sector del cuerpo, generalmente el desarrollo del organismo tiende a la diferenciación de
las funciones, que son sostenidas por órganos particulares, los que Fayol llama servicios
(Fayol, 1969: 213). Por lo tanto, en el seno de la entidad, se diferencian diversos órganos
que asumen las distintas funciones y, por lo tanto, emergen diversos órganos: uno técnico,
uno comercial, uno financiero, uno de seguridad y uno de contabilidad. La forma y el tamaño
de estos órganos dependerán del tamaño total de la empresa (Fayol, 1969: 206-209).
149). En resumen, la función administrativa es una metafunción, pues opera sobre las otras,
estructurando el constructo social, que es sostén de todas.
La organización del trabajo consiste en la construcción del cuerpo social y material (Fayol,
1969: 204). Se busca dotar a los elementos mínimos del cuerpo social -las células/agentes-
de una cohesión con sus semejantes, para conformar diversos grupos con funciones y es-
Los diferentes órganos poseen objetivos contrapuestos, asimetrías que generan disputas,
por la primacía de sus objetivos en lo simbólico y en lo real, y por la utilización de los recur-
sos. Por estas causas, tienden a independizarse, con respecto a las necesidades generales
del cuerpo social. Se hace necesaria la coordinación de los actos, para darle el tamaño e
importancia adecuada a cada cosa, y poder conciliarlas entre sí. Para que nada se des-
víe por su camino propio, olvidándose del resto, se hace necesario obtener la proporción
adecuada, para que cada fenómeno prevalezca en su justa medida y aporte al todo, como
corresponde. Equilibrar las funciones, para que cada quien conozca qué se espera de él, y
qué auxilio puede esperar de los demás, en el cumplimiento de sus tareas. Se produce una
puesta en armonía entre lo planeado y la realidad. Todos empujan hacia el mismo lado. Esta
armonía tiende a la canalización y represión de los conflictos (Fayol, 1969: 264).
es lograr el éxito de la empresa, evitando y reparando los desgarros que tienden a desarmar
los esfuerzos conjuntos y a despilfarrar los recursos materiales.
Sostenía Fayol que las patologías en los cuerpos organizados, se producían principalmen-
te, porque no se había desarrollado una adecuada estructura teórica para guiar la acción
práctica, y por lo tanto, el desorden del campo de las ideas producía como consecuencia
un desorden en el campo de lo real. De este modo éste poder médico no solo se debe
ocupar de los cuerpos sociales, sino también de curar al campo epistémico, que también
se encuentra enfermo, y que es causa de la dificultad para desarrollar en las empresas una
capacidad administrativa sólida. Como consecuencia, asume la tarea fundamental de res-
guardar la salud y la buena operatoria del cuerpo teórico.
En el ejercicio de esa función médica realizó, por una parte, una tarea de diagnóstico de los
cuerpos sociales y del campo epistémico, y por otra, propone los remedios para la curación.
Con respecto al diagnóstico de los cuerpos sociales organizados, Fayol reconocía que,
en las empresas de su época, las funciones propias de toda organización no estaban pre-
cisamente definidas y, en algunas, muy poco desarrolladas. Encontraba que se les daba
una equivocada importancia relativa, y que podían ser asumidas por distintos sectores del
cuerpo social. En general, no se conocían con claridad, los objetivos, principios y métodos
de la función administrativa, y cuáles eran sus relaciones con el gobierno de la empresa
(Fayol, 1969: 160-161, 276). Tampoco estaban claros los diferentes roles de los agentes, en
materia administrativa. Las empresas no poseían o no utilizaban debidamente los elemen-
tos teóricos y técnicos, para pronosticar el futuro y, así, poder plantear una estrategia que
permitiera la realización de los fines, en un ambiente competitivo (Fayol, 1969: 289). Muchos
de los cuerpos sociales tenían sus órganos y sistemas de mando mal conformados (Fayol,
1969: 313). Esto se evidenciaba en la inadecuada forma de las jerarquías administrativas
y en la ambivalente distribución de las responsabilidades. Faltaban mecanismos de res-
ponsabilidad y penalización de los directivos que incumplen sus misiones administrativas
(Fayol, 1969: 166). La coordinación y el control eran inexistentes o se realizaban de forma
deficiente.
En relación al diagnóstico del campo de la producción teórica, Fayol detectó los siguientes
problemas, que demuestran la falta de una doctrina administrativa unitaria, consolidada,
y la necesidad de desarrollarla: indefinición e imprecisión en el desarrollo de las principa-
les funciones (Fayol, 1969: 261, 276); variedad exagerada de los principios y utilización
contradictoria de los preceptos; inexistencia o excesiva cantidad de métodos para llevar
adelante los principios correctos; inconsistencia en la elección de los métodos por utilizar;
métodos no estandarizados (Fayol, 1969: 161); escasa importancia asignada a la educación
administrativa, prevaleciendo la educación técnica (Fayol, 1969: 159); aislamiento de los ad-
ministradores en sus experiencias y saberes individuales; diversidad de doctrinas; anomia
administrativa de la sociedad; falta de control social teórico y práctico de los administrado-
res (Fayol, 1969: 160-161).
El administrador francés como un buen médico, se propuso curar estas patologías a través
de dos medidas centrales. En primer lugar, por medio de la creación de una doctrina que
sería la regla de medida, la escuadra modelo de la perpendicularidad. En segundo lugar,
mediante el sostenimiento de un gobierno de las empresas, de acuerdo con sus postulados,
que permite conformar el cuerpo organizativo bajo el modelo propuesto. Estas medidas
en conjunto combatían la irracionalidad imperante en las unidades productivas, fuente de
enormes pérdidas económicas, las que existían debido a las deficientes teorías y prácti-
cas directivas aceptadas como válidas, por los asistemáticos opositores epistemológicos y
prácticos de Fayol.
Por lo tanto, se cree conveniente abordar el análisis del modelo fayoliano, concibiéndolo
simultáneamente como un dispositivo de normalización disciplinaria de las empresas y de
otras instituciones, y como un dispositivo de demarcación epistemológico, en el campo
teórico administrativo.
Fayol creía, fehacientemente, que se podría revertir el caos imperante, si se constituía una
doctrina administrativa, que poseyera una determinada estructura simbólica, conformada
básicamente por tres elementos centrales: los principios fundamentales o generales; los
elementos de la administración o las reglas fundamentales, y los medios, procedimientos o
utillaje administrativo, para la realización de los principios y elementos.
Este código debe ser internalizado por los jefes de todos los niveles, agentes encargados
de dirigir la transformación y por los operarios, que llevan adelante las tareas de rutina.
El proceso educativo de los empleados, que se estructura como parte de las tareas de la
organización (Fayol, 1969: 236-237), dentro de las sutilezas de la doctrina fayoliana, confor-
maría los espíritus y cuerpos administrativos adecuados a un cuerpo social normal. Como
resultado de una práctica administrativa guiada por estos principios, que se sostiene en la
educación de los todos los agentes en la doctrina administrativa (Fayol, 1969: 161-162), en
el interior de la organización, las funciones emergerán bien conformadas, sanas y vitales.
Específicamente, la administrativa podrá desarrollarse con eficacia y eficiencia. La empresa
podrá planificar con eficacia su futuro. Se obtendrá una sana organización. El mando, la
coordinación y el control estarán bien estructurados y funcionarán perfectamente.
Se examinan aquí las teorías desde el punto de vista lógico, observando sus constituciones
internas, y las relaciones y conexiones que existen entre ellas, buscando resumir todos
los principios de las ciencias, principalmente, los metódicos. De esta forma, se alcanzan
a conocer las leyes lógicas del espíritu, y a definir el método positivo, como una norma
intelectual que es fundada en la naturaleza de la razón. Se trazan criterios que permiten
evaluar a las teorías, en sus méritos y aciertos, o en sus deméritos y desviaciones, con el
objeto de separar los conocimientos legítimos, de los ilegítimos, para luego prohibir a los
falsos pretendientes científicos sus entradas al universo legítimo de la verdad. Los criterios
devienen autoridades epistemológicas, medida y centro del sentido y la verdad. Se delinea
el cuadro enciclopédico de los conocimientos positivos, que son legítimos y constituyen el
estado normal del pensamiento, prohibiéndoles la entrada a los fraudulentos. Se establece
una vigilancia permanente sobre la sabiduría vulgar, la filosofía y la ciencia, y sobre el traba-
jo intelectual, a fin de imponer el orden intelectual y moral normal.
Bajo esta luz se vislumbra que, el blanco de la doctrina no era únicamente la multitud de
organizaciones patológicas, sino que apuntaba también a las otras teorías y prácticas ad-
ministrativas. La caja de herramientas fayoliana se tendía a plantear como la única válida
que debía prevalecer, frente a las fragmentadas y asistemáticas doctrinas personales, por
lo que se presentaba también como una tentativa de normalización del campo epistémico-
administrativo. Se exterioriza como el polo ideal de la norma, patrón de rectitud, con el que
todo integrante del polo patológico, debe medirse, evaluarse y reformarse para adecuarse
a él. En el siguiente apartado se analizan las diferentes medidas que pone en funcionamien-
to la doctrina administrativa en el despliegue de su misión, que es el poner bajo control al
campo epistemológico administrativo.
Fayol agregó a la descripción de los “órganos” que componen el “cuerpo del conocimiento
administrativo”, un desarrollo que sienta las bases epistemológicas de su doctrina. En el
prefacio del libro El despertar del espíritu público (1927), expuso diversos argumentos que
justificaban que su floreciente administración alcance el estatuto de ciencia (Fayol, 1969:
345-347).
positivista. Ubicaba, en el mismo plano ontológico, los hechos naturales y sociales. Asumía
que la lógica y el método son independientes de la naturaleza de los objetos de estudio.
Procedía a naturalizar los hechos sociales, desconociendo totalmente el carácter de la cons-
trucción cultural, la singularidad de las agrupaciones, las relaciones y las representaciones
sociales, y los problemáticos fenómenos del poder. El saber científico administrativo tiene,
como núcleo, el descubrimiento de las leyes naturales-sociales que rigen a los cuerpos
sociales, a través del método empírico. Con ellas, se define una práctica, para su posterior
control y explotación. De esta forma, se introducía al campo administrativo por el camino de
la ciencia y del método experimental, para obtener así un lugar asegurado, en el esquema
de las ciencias positivistas.
El gran administrador explicitó que, para la elaboración de su doctrina, había seguido ins-
tintivamente, tanto el método positivo de Augusto Comte, como el método experimental de
Claude Bernard. Junto a estas influencias, reconoció que se apoyó, para la elaboración de
su doctrina, en los principios de René Descartes (Fayol, 1969: 345).
La aplicación conjunta tanto del método cartesiano, como del método positivo, permitiría el
desarrollo de la administración, hasta alcanzar un sólido estado científico:
El método consiste en observar, recoger y clasificar los hechos; interpretarlos; realizar expe-
riencias, si corresponde, y extraer de todo este conjunto de estudios, las reglas que, con el
impulso del jefe, entrarán en la práctica de los negocios. La mayor parte de los perfecciona-
mientos que han elevado la ciencia de los negocios a su nivel actual proceden de un mismo
método, que no es otro, en realidad, que el método cartesiano (Fayol, 1969: 217).
cuerpo humano; por el otro, el administrador, de la del cuerpo social, pero ambos se ocupan
de constituir un organismo sano, conservar la salud y curar las enfermedades (Fayol, 1969:
346). Esta afinidad de roles justifica una correspondencia, en los métodos. Por lo tanto, Fayol
concluía que el método que conviene al médico, conviene también al administrador (Fayol,
1969: 345-346).
Gracias al uso de estos recursos analógicos, el administrador adquiería parte del estatus
político y profesional que posee el médico, y adosaba a la administración algunas de las
funciones que despliega el poder médico, en el campo de la normalización social. Junto a
esto, el administrador que en primera instancia es un médico-juez, que cura y moraliza el
cuerpo social, también se convierte en higienista de lo administrativo. Para ello, procede a
atacar y disolver los focos infecciosos y la mala organización del medio ambiente, que los
métodos de la administración empírica generan.
Bernard, citado por Fayol, distinguía dos formas de abordaje de la experiencia y de la ela-
boración de lo teórico. Por un lado, el método empírico; por el otro, el experimental (Fayol,
1969: 346). El adquirir la experiencia de forma empírica, lleva a obtener enseñanzas instinti-
vas que se obtienen prácticamente. El conocimiento así adquirido es un razonamiento vago
e inconsciente. De la práctica surgen las ideas, todavía demasiado sujetas a la materialidad
de los hechos; son fragmentos teóricos adheridos al fenómeno empírico, de forma superfi-
cial, que no buscan insertarse en cuerpos teóricos, que expliquen un núcleo de fenómenos
similares. Las asociaciones son espontáneas, y la forma de lograrlas no está regulada; las
intervenciones prácticas para establecerlas, no están planificadas ni controladas. Se rela-
cionan con los hechos, con el fin de extraer juicios de valor. Es un camino oscuro, espontá-
neo y sin destino sólido, pues, no hay teoría que guíe la observación, que haga luz sobre el
camino; ni existe un método que brinde seguridad para el despliegue de la actividad; que
enseñe cómo transitar este pasaje, y que sostenga la confirmación de los resultados obteni-
dos. El esquema de emergencia del conocimiento va de los hechos hacia las conclusiones,
salto producido por la intervención del razonamiento.
El proyecto de Fayol fue darle a la administración un estatus científico, por medio del uso del
sistema de demarcación positivista. La propuesta de su dispositivo administrativo no sólo se
justifica mediante la alusión a los argumentos económicos, sino que también se apela a ex-
plicaciones filosóficas. Fayol sostenía que la administración, a través de los siglos, de forma
similar a la medicina, había generado su útil conocimiento por la vía empírica, a través de
innumerables ensayos. Pero, para él, ya había llegado el momento de la aplicación rigurosa
del razonamiento a los hechos, por la vía experimental, para constituir científicamente a la
administración (Fayol, 1969: 346). Por lo tanto, la primera medida importante que tomó fue
hacer del método positivo y experimental, el método para la elaboración del conocimiento
administrativo. Invitaba a desplazar del uso al inconsciente, oscuro y superficial, pero hasta
ese momento útil y único, método empírico. Ubicaba a los hechos sociales en el rango de
los hechos meramente naturales. Por lo tanto, el conocimiento obtenido por su doctrina
describe y explica las “leyes naturales” que rigen la organizaciones. Para conocerlas, se
hace indispensable, exclusivo, el único método verdadero para el estudio de la naturaleza,
el proveniente de las ciencias experimentales. Gracias a este posicionamiento, Fayol hizo
que su doctrina alcance todos los “beneficios del estatus científico”.
Para Augusto Comte, la ley fundamental de la evolución intelectual consiste en que el pen-
samiento humano pasa por tres etapas sucesivas: la teológica o ficticia, etapa provisional
en que predomina la religión; la metafísica o abstracta, en que prevalece la filosofía, y que
La administración es parte del cuerpo general del conocimiento humano, por lo que se hace
necesario especificar su lugar dentro de éste. Fayol llamó a su doctrina administrativa, po-
sitiva o científica, en analogía con el método positivo o científico de Comte, o experimental,
en analogía con el método experimental de Claude Bernard. De esta forma, se diferencia de
la administración empírica, que, sin duda, pertenece a las primeras etapas de la evolución
intelectual. Fayol incitaba a los administradores a unirse a la conformación de la doctrina
administrativa positiva, siguiendo el inexorable curso del desarrollo intelectual, hacia una
etapa científica. Un espíritu que desde el futuro tendía a atraer a las disciplinas, para homo-
geneizarlas en una producción científica, dentro de los cánones metodológicos positivistas,
llevaba a la doctrina administrativa fayoliana a ocupar su lugar, en el rudimentario esquema
de las ciencias, desarrollado por Comte. En primera instancia, este cuadro sólo enmarcaba
en su interior a ciertas ciencias, tales como la matemática, la física, la biología, la sociología,
dejando fuera a importantes sectores epistémicos, tales como la economía política, el dere-
cho, la psicología y las tecnologías (Díaz de Kóbila, 2000: 29).
A pesar de esta estrechez inicial, la justificación filosófica que emprendió Fayol venció los
efectos de la clausura positivista. Todo esquema siempre deja algún espacio libre, para
ampliarse o completarse, más aún si el aspirante se presenta con la llave dada por el rótulo
de ciencia, y más aún, si es una ciencia con una fuerte relación con la técnica -considerada
de gran importancia para el desarrollo científico-, y con los procesos de valorización del
capital. En resumen, con alusión a un nivel óptimo al que tiende el desarrollo natural del
pensamiento humano, se justifica la legitimidad lógica y política de su teoría, y la necesidad
social de desarrollarla.
Henri Fayol dio lugar así al desarrollo del método experimental, para el estudio y renovación
de los cuerpos sociales. A diferencia de Frederick Taylor (que aunque aportó una valiosa
ayuda para la constitución de la administración científica, gracias al descubrimiento de prin-
cipios y reglas justificados, sus aportes quedaron restringidos a la mejora de los talleres) y
El gran administrador tenía reservada para su doctrina, una mirada más amplia y elevada,
que transciende con creces el ámbito empresarial. Los principios administrativos pueden y
deben ser utilizados, en diversos tipos de organizaciones. Fayol sostuvo que todo el mun-
do tiene necesidad, en mayor o menor grado, de nociones administrativas. La familia, las
empresas privadas, con o sin fines de lucro, y el Estado necesitan ser administrados. La
doctrina administrativa acudirá para ayudarlos (Fayol, 1969: 161-162). La normalización de
lo administrativo, tanto en la familia, como también en la escuela primaria, el nivel medio, la
universidad, los talleres, las empresas de servicios e industriales, y otras instituciones, sin
fines de lucro, demuestra el deseo de potenciar y subordinar a todo tipo de cuerpo social
que integre a la sociedad humana.
Este deseo de normalización está movido por los valores de la eficiencia de los procesos,
la utilidad lograda para la sociedad humana, gracias al perfeccionamiento de la misma, y
por la inserción del saber administrativo dentro de lo científico, lo que le da un carácter uni-
versal. Se dictamina que todo lo que necesita ser administrado, debe serlo exclusivamente
por medio de una “administración científica”. El administrador, juez-médico, trabaja para la
normalización y dominación de un campo epistémico, que tiene profundas ramificaciones,
en el cuerpo total de la sociedad. Gracias a esto, se llegará a la normalización y dominación
de la sociedad, en el plano administrativo, con el fin de acrecentar el poder de producción
económico.
La sociedad puede pensarse, según Fayol, como compuesta por diversas capas super-
puestas, en la que cada una agrupa a los individuos que, aunque trabajen en organiza-
ciones diferentes, poseen puestos de similar nivel jerárquico. En las alturas de la pirámide
industrial, se ubican los dueños del capital y la elite de los directivos. En la base, los agentes
inferiores y los directivos de rango medio e inferior (Fayol, 1969: 158). En la cumbre, se
ubican los que viven del trabajo ajeno y los agentes de la explotación. En la base, los que
viven de vender su fuerza de trabajo y sus cercanos vigilantes. El código administrativo ha
suministrado un lenguaje y una práctica que respaldaron y naturalizaron estas jerarquías
piramidales, pero esta naturalización ya no fue sostenida con los argumentos arbitrarios de
los patrones y poderosos, sino, desde el momento inaugurado por Fayol, fue sustentada con
un sólido sustento científico.
Mientras que los juristas buscaban establecer un modelo basado en el pacto, para la cons-
trucción o reconstrucción del cuerpo total de la sociedad, y la justificación política del go-
bierno de Estado, Fayol intentaba la elaboración de la estructura y de los procedimientos
para la coerción individual y colectiva de los cuerpos, contenidos en organizaciones. Su
problema era el aporte a la razón de gobierno de Estado, desde otro lugar no menos im-
portante; él suministra uno de los medios fundamentales para mejorar su poderío, la razón
administrativa, eje fundamental de la razón de gobierno de las organizaciones. Su deseo
era alcanzar a conformar a una sociedad, en la que cada una de las organizaciones que
la integran esté bien administrada, y en donde el mismo Estado se pliegue a esta forma de
hacer las cosas. Si se cumplen estas dos condiciones, el Estado se vuelve, con el tiempo,
más eficiente, más poderoso. Por lo tanto, su objetivo, como el de los juristas, fue abarcar
todo el cuerpo de la sociedad, pero lo pretendió hacer a través de la normalización de las
unidades que la componen. Todo su mundo era un cosmos de organizaciones (Fayol, 1969:
161-162, 252-256).
tos menores y ganancias elevadas. Según el pensar de Chandler (citado por Coriat, 1992:
137-144), el principal aporte de la administración es el logro de la planeación eficaz de los
flujos, por medio de la planificación, en sentido estricto, a través de la división del trabajo
manufacturero, empleado en la producción y distribución, así como de la división funcional
del trabajo, que determina diversas funciones y departamentos, como producción, comer-
cialización, finanzas, distribución.
tivas y funcionales, y para elaborar sus continuas determinaciones, por medio de planes
expuestos a la revisión continua. Estas constelaciones se presentan como capas, con un
orden relativamente estable. Además, cada grupo funcional toma decisiones apropiadas a
su propio nivel, dentro de la jerarquía, y está flojamente unido con los otros. Por lo tanto, se
estructura un mecanismo de generación de flujos estratégicos.
Junto a esto, se fundaron los carriles para los procesos de decisión ad-hoc, decisiones
flotantes tomadas para solucionar problemas emergentes, por medio de la implementación
de un plan que se aplica en una única oportunidad, para instituir ciertos mecanismos per-
durables. Estas decisiones van apoyándose en los diversos actores, distribuidos en hetero-
géneos sectores de la toma de decisiones. El flujo de decisión sigue el camino de la emer-
gencia del problema y de los necesarios pasos de resolución, que están difuminados por
distintos lugares, hasta llegar a solucionar la dificultad e instituir la solución, como posición
estratégica o como práctica rutinaria, en la organización. Estos flujos, para ser eficaces, se
deben apoyar sobre las estructuras planteadas anteriormente. Por lo tanto, en este tipo de
flujo, se genera una corriente de decisión táctica, del principio al fin, tendiendo a conformar
tanto una posición estratégica, como una rutina operativa.
Fayol les dio importancia a las comunicaciones informales3, basadas en los centros de po-
der no oficiales y en las grandes redes de comunicación informal, para sostener el funcio-
namiento de la organización. Algunos autores pertenecientes al campo contemporáneo de
la administración tienen la costumbre irreflexiva de afirmar la total negación de estos flujos,
por parte de Fayol. La lucha de éste por racionalizar la organización lo llevó a emprender
la estandarización de los flujos de supervisión directa, regulados y estratégicos, ante el
exceso de formas acientíficas de resolución de los problemas prácticos, por parte de los
administradores. Sin embargo, no negaba la existencia y la importancia de las emergentes
comunicaciones informales. Invitaba a los gerentes a tomar en cuenta las situaciones no
formales, por lo que son utilizadas por la propuesta fayoliana, como formas de conocer lo
que pasa en la organización, para generar una retroalimentación rica en matices, a fin de
tomar decisiones de mando, coordinación y control. Esto estaba dicho implícitamente, en
sus frases panópticas, acerca de que “un administrador debe saber todos los detalles sobre
todo y todos, a través de los otros”, y de que “el control tiene mil caras, y que se ejerce de
mil formas” (Fayol, 1969: 271). Además, en los innumerables consejos y recetas, para tratar
los problemas emergentes, en la empresa.
La propuesta fayoliana genera las condiciones de sostén, para que los procesos de valoriza-
ción se produzcan; por lo tanto, es condición necesaria para la efectividad de la mejora de
los procesos de acumulación del capital. Permite instituir la capacidad de trazar un rumbo
en el mercado, para que la rutinaria extracción de valor no se detenga, por las equivocacio-
nes estratégicas de la organización, en su gestión del entorno, ni se interrumpa o reduzca
por los efectos de la dinámica fluctuante de la esfera de la circulación. Una vez consolidas
las estructuras del organismo, del sistema de mando, de la coordinación y del control, a fin
de que sean las más adecuadas para sustentar los sistemas de fabricación y de vigilancia
necesarios para sostener procesos de producción y valorización continuos e insidiosos, se
instituye el uso racional, armonizado, equilibrado, siempre energizado y económico de las
fuerzas materiales y humanas.
La doctrina fayoliana se mixturaba de forma perfecta, con las prácticas taylorianas y for-
distas, que se ocupaban de lo meramente productivo, centrándose ella en la regulación
de los flujos administrativos. En conjunto, racionalizaron la totalidad del organismo social,
potenciando enormemente sus niveles de producción, aumentando la productividad agre-
gada (con respecto a lo establecido en la época fabril) de cuatro a cinco veces, llevando
la acumulación de capital a otros niveles. La mejor integración y la mayor velocidad tanto
de las actividades de la producción en serie, como también de la comercialización masiva,
constituyen una causa clave de la mayor eficacia relativa.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS