Actualidad y Vigencia de La Filosofía Del Derecho de Hegel
Actualidad y Vigencia de La Filosofía Del Derecho de Hegel
Actualidad y Vigencia de La Filosofía Del Derecho de Hegel
SUMARIO
1. H E Q E L ANTE L A CIENCIA DEL DERECHO N A T U R A L . — 2 . CRÍTICA A LAS DOCTRINAS MODER-
NAS DEL DERECHO NATURAL.—3. RELACIÓN ENTRE LA CIENCIA FILOSÓFICA DEL DERECHO
NATURAL Y LAS CIENCIAS JURÍDICAS POSITIVAS.—4. L A ACTUALIDAD DE LA CONCEPCIÓN IUSFI-
LOSÓFICA HEGELIANA.—BIBLIOGRAFÍA.
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Revista de Estudios Políticos (Nueva Época)
Núm. 110. Octubre-Diciembre 2000
JOSÉ LÓPEZ HERNÁNDEZ
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(3) «La absoluta totalidad ética no es sino un pueblo» (Sobre las maneras... HEGEL, 1979: 58).
(4) Constitución de Alemania, HEGEL, 1972: 23.
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(5) Mientras tanto, ya otros autores habían utilizado esta denominación. GUSTAV HUGO, por ejem-
plo, en 1798 publica su Manual de Derecho natural como filosofía del derecho positivo. Para esta cues-
tión véase el estudio imprescindible de GONZÁLEZ VICÉN: «La filosofía del derecho como concepto histó-
rico», en Estudios de filosofía del derecho, 1979: 246-252.
(6) FD § 1 (HEGEL, 1975: 27; HEGEL, 1989: 29).
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mente, como el movimiento real del conocimiento científico, que descubre nuevos
aspectos de la realidad y avanza constantemente. La ciencia está poniendo siempre
conceptos, verdades limitadas por sus negaciones, verdades parciales o unilaterales,
y a esta actividad la llama Hegel la realización (parcial, limitada) de los conceptos.
Este movimiento de realidades finitas, considerado en su totalidad, es un movimien-
to infinito, porque no está nunca acabado y porque tiende a proseguir indefinida-
mente. Esta visión global del movimiento infinito de los conceptos y de su realiza-
ción es lo que Hegel llama Idea. La Idea es la infinitud concreta: es el conjunto de
los conceptos puestos y realizados en un momento dado dentro de un ámbito par-
ticular de objetos estudiados por una ciencia (7). (También se puede hablar de la
Idea absoluta, que es la misma visión global, pero aplicada a la totalidad de los obje-
tos y de todas las ciencias que los estudian: dicha visión total es el objeto de la Filo-
sofía, con la cual culmina el sistema hegeliano en su última fase, el Espíritu absolu-
to. Pero aquí nos interesa sólo la relación entre una ciencia concreta, la Ciencia del
derecho, y su filosofía correspondiente, la Filosofía del derecho.)
Así pues, la tarea de las diversas ciencias es elaborar conceptos particulares de
su propio ámbito de objetos. La tarea de las diversas filosofías o partes de la filoso-
fía, según Hegel, es elaborar la Idea de su parcela propia de la realidad, es decir,
comprender y exponer en una visión global, pero rellena previamente de todas las
determinaciones conceptuales elaboradas por sus ciencias respectivas, el concepto y
la realización de todos sus objetos. La ciencia produce verdades parciales, pero con-
cretas, obtenidas de la actividad del pensamiento sobre el material de la experiencia
sensible. La filosofía toma como suyas todas las verdades de la ciencia, pero les aña-
de algo más: primero, el reconocimiento de que esas verdades son sólo una parte de
la realidad efectiva, tanto por su negatividad como por su inacabamiento; segundo,
configura el sistema de la ciencia, construyendo y reformando continuamente el ar-
mazón total, descubriendo la conexión lógica entre las diversas verdades, ordenán-
dolas y conectándolas entre sí por medio de una necesidad lógica.
Ésta es la distinción que hace Hegel entre la Filosofía del derecho y las ciencias
jurídicas particulares. Por consiguiente, su solo planteamiento ya significó un paso
adelante en la situación que había vivido la filosofía del derecho, al menos desde la
Edad Media hasta principios del siglo xix, conocida todavía entonces como Ciencia
del derecho natural. En efecto, las diversas doctrinas del derecho natural anteriores
poco tenían que ver con la ciencia jurídica y con la realidad efectiva del derecho que
(7) Como prueba solamente aportamos algunas definiciones de HEGEL: «El concepto es, en su iden-
tidad consigo, lo determinado en y para sí» (Ene. § 160). «El concepto es lo simplemente concreto» (ibid.
§ 164). «El concepto... es lo único que posee realidad (Wirklichkeit), precisamente porque se la da a sí
mismo» (FD § 1). Sobre la Idea: «Idea est synthesis infíniti et fíniti et philosophia omnis est in idea» (De
orbitisplanetarum, cit. en HEQEL 1979: 119). «La idea es lo verdadero en y para sí, la unidad absoluta del
concepto y de la objetividad... La idea es la verdad, ya que la verdad es esto [precisamente], que la objeti-
vidad se corresponda con el concepto, no que las cosas exteriores se correspondan con mis representacio-
nes» Ene. § 213). Finalmente, «la idea [es] aquello que constituye la razón de un objeto» (FD § 2). Sobre
las nociones de concepto e idea en HEGEL, véase GLOCKNER, 1965: 67-87.
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los juristas estudiaban. En la Edad Media, la filosofía jurídica era una parte de la
Teología moral. Entre los autores modernos, la filosofía jurídica era elaborada como
parte de la filosofía política; en concreto, como el punto de partida para justificar
una determinada concepción del Estado, del origen y naturaleza del poder político.
Sólo algunos autores, de manera ocasional, reflexionaron en sus escritos sobre la
realidad del derecho en la vida social y sobre el estado de la ciencia jurídica de su
tiempo (Grocio, Leibniz).
Ésta es, pues, la tarea anunciada por Hegel: que la Filosofía del derecho ha de
crear el sistema de la Ciencia jurídica, dando unidad lógica y necesidad interna a los
conceptos que ésta elabora. Es decir, la Filosofía del derecho debe exponer la Idea
del derecho, el concepto del derecho y su realización, exponer lo que es el derecho
en su totalidad infinita, incluyendo su efectiva realización en la vida social.
Esta tarea la había asumido en parte la Ciencia del derecho natural, pero Hegel
considera que las doctrinas que componían dicha ciencia no lo habían hecho con el
método filosófico adecuado. Agrupa estas doctrinas en dos clases: las que utilizan
un método empirista y las que utilizan un método formalista. Ninguna de estas dos
escuelas ha conseguido dotar a las ciencias jurídicas positivas de la unidad racional
que éstas demandaban y, por eso, tales ciencias se han mantenido al margen de los
desarrollos de la Filosofía jurídica. Ésta no les ha proporcionado el verdadero con-
cepto del derecho, apto para dotar a todo el sistema jurídico de unidad y necesidad
lógica.
El empirismo (la ciencia empírica del derecho natural, donde se incluyen las
teorías de autores como Hobbes, Locke, Rousseau, etc.) se fija, como es obvio, en
las cosas y en los hechos jurídicos observables, en la empiria pura. Y descubre ahí
una multivariedad enorme de tales hechos: principios jurídicos, leyes, fines, debe-
res, derechos, etc. (8). Como el criterio para dotar de unidad científica a este mate-
rial es sólo la propia experiencia, resulta que todos estos hechos tan variados tienen
en sí mismos igual valor y, por tanto, unos no pueden prevalecer sobre otros. Ningu-
no puede ser tomado como criterio universal que fundamente y unifique a los otros.
Además de esta variedad, los hechos están sometidos también a movilidad y, así,
unos sustituyen a otros y les suceden, según el cuadro que nos pinta la experiencia.
¿Cómo resuelve la ciencia empírica del derecho natural el problema de dotar de uni-
dad a este material jurídico variado y cambiante? Evidentemente, lo hace de manera
arbitraria. Como la observación empírica no puede distinguir entre lo accidental y lo
necesario, lo que hace el empirismo es elegir un hecho al azar, el que en cada mo-
mento se le aparece como más importante, y lo eleva a principio para constituir so-
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bre ese fundamento la unidad científica. En las doctrinas precedentes, ese principio
unificador ha sido la noción del estado de naturaleza. Pero ni siquiera esta noción ha
servido para unificar la ciencia del derecho, pues cada autor ha concebido las deter-
minaciones del estado de naturaleza de manera diferente. Para unos, el individuo hu-
mano es sociable, para otros no lo es en absoluto; para unos existe la justicia en di-
cho estado, para otros no hay en él justicia ni injusticia, etc. La conclusión es que el
propio principio racional que debería unificar la multivariedad de fenómenos jurídi-
cos varía constantemente y, lo que es peor, la ciencia empírica pone a posteriori un
principio al cual le atribuye luego la función de unificar a priori la experiencia (9).
Así pues, la noción del estado de naturaleza termina siendo un caos, porque sus de-
terminaciones se oponen según los diversos autores y, por consiguiente, carecen de
necesidad interna. A este método empirista, que actúa de manera irracional, pues
toma arbitrariamente cualquier fenómeno empírico y lo convierte en principio racio-
nal y fundamento de todos los demás fenómenos, se le ha llamado —dice Hegel—
no solamente «teoría», sino incluso «filosofía» del derecho (10).
La segunda manera de construir la Ciencia del derecho natural ha sido el forma-
lismo (en el cual se incluyen las teorías de Kant y de Fichte). Este método incurre en
el defecto contrario al empirismo, aunque sus resultados vienen a ser los mismos:
arbitrariedad e irracionalidad en la fijación de un concepto unitario del derecho. Si
el empirismo partía de las determinaciones finitas todas iguales y, para dar unidad a
la realidad jurídica, tomaba al azar una determinación y la colocaba como funda-
mento racional de todo el sistema, ahora el formalismo parte de la infinitud pura
(vacía de experiencia) y para dar unidad a ese vacío tiene que tomar al azar una de-
terminación finita cualquiera, un dato empírico, y ponerlo como fundamento de di-
cha vaciedad. El papel unificador que en el empirismo jugaba la noción de estado de
naturaleza lo juega ahora en el formalismo la noción de coacción. La ciencia forma-
lista del derecho natural no parte de una pluralidad de leyes, o sea, de cosas y de he-
chos jurídicos. La única ley que reconoce, que es además su punto de partida, es la
voluntad pura, la cual no tiene determinaciones o materia, ya que es pura forma.
Pero como toda ley ha de tener por fuerza alguna materia (si no, no podría obligar a
nada concreto), entonces cualquier material empírico vale para rellenar de contenido
aquella ley universal. Se refiere Hegel, obviamente, al imperativo categórico kantia-
no, que es la ley de la voluntad pura. Estamos, por tanto, en la misma arbitrariedad
que con el empirismo. Se da, pues, en el formalismo una oposición entre la autocon-
ciencia pura y la conciencia real del sujeto, entre la libertad universal de todos y la
libertad singular de cada uno (11). Esta oposición se resuelve sistemáticamente con
el recurso a la coacción (o compulsión), que es la que fija arbitrariamente en cada
(9) Ibid.: 17. «La determinación directora no puede ser aquí sino lo que se necesita para la descrip-
ción de aquello que se encuentra en la realidad efectiva (Wirklichkeit); el principio rector es, para aquel a
priori, lo a posteriori».
(10) Ibid.: 23.
(11) Ibid.: 46.
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(12) KANT, 1989: 42; KANT, 1954: 37. Aunque HEGEL cita en el texto expresamente a FICHTE y su
obra Grundlage des Naturrechts, la teoría de la coacción como nota defínitoria del derecho es de KANT.
Compárense los siguientes textos: «El derecho estricto, es decir, aquél que no está mezclado con nada éti-
co... se apoya en el principio de la posibilidad de una coacción exterior (áusseren Zwanges), que puede
coexistir con la libertad de cada uno según leyes universales» (KANT, 1989: 41; KANT, 1954: 37). HEGEL,
por su parte, dice que en el sistema de la legalidad, «pese a la separación del concepto y del sujeto de la
eticidad, empero, justamente por ello, sólo deben reunirse ambos formal y externamente, relación ésta a
la que (el formalismo) llama la compulsión (dieses Verhaltnis heisst der Zwang)» (HEGEL, 1979: 47;
HEGEL, 1965: 476).
(13) HEGEL, 1979: 44.
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(14) Ibid.: 63. Decía Platón que «la ley no es lo más justo», porque es general e invariable y las co-
sas humanas son particulares y variables (Político, 294 b-d).
(15) Ibid.: 64.
(16) Ibid.: 65.
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Cada individuo es una realidad en la que se condensa la realidad del pueblo. «La eti-
cidad absoluta— dice Hegel— constituye tan esencialmente la eticidad de todos,
que nada se puede decir de ella que no se refleje como tal en el individuo singu-
lar» (17). El individuo con sus virtudes particulares (valor, moderación, ahorro, libe-
ralidad, etc.) contribuye a la formación de la cultura o de la vida de su propio pue-
blo. Las virtudes pertenecen a la esfera subjetiva de los individuos y componen el
dominio de la moral. Por otro lado, las normas objetivas que encuentra dadas y a las
que se somete todo individuo dentro de un pueblo componen el dominio del derecho
natural, un derecho que se llama natural porque es lo que se halla ya previamente
dado a su experiencia antes de que el individuo intervenga en su elaboración. Así es
como se encuentran, frente a frente y en relación dialéctica, la moralidad, que es
subjetiva, con el derecho natural, que es objetivo; la vida privada de los individuos
con la vida pública, etc. Estos hechos y relaciones las estudian, respectivamente, la
Ciencia moral y la Ciencia del derecho natural. Pero la Ciencia moral no estudia so-
lamente la moralidad de los individuos, sino también las relaciones de esta morali-
dad individual con el todo ético. Por un lado, la vida moral de cada individuo ali-
menta la vida de su pueblo y, por otro, la eticidad del pueblo, uno de cuyos compo-
nentes esenciales es el derecho, alimenta a su vez la moralidad de los individuos.
Este proceso se realiza a través de la educación: a través de ella la moral individual
se incorpora a la vida ética del pueblo, y las normas de derecho (derecho natural en
un principio) se incorporan a la vida de los individuos, transformándose este último
en derecho viviente. Por eso, el derecho real de un pueblo es la fusión de la morali-
dad y del derecho natural efectivamente vividos, lo cual constituye su sustancia éti-
ca. Los antiguos griegos expresaban esto diciendo que «lo ético consiste en vivir de
acuerdo con las costumbres éticas del propio país» (18). En conclusión, la expresión
máxima de la eticidad es, para Hegel, el sistema de legislación, en la medida en que
las leyes de un país reflejan perfectamente la realidad ética de ese país, es decir, «las
costumbres éticas vivientes actualmente» en dicha sociedad.
En esto último se aprecia ya cuál es el sentido de la filosofía del derecho hege-
liana: ésta es una ciencia filosófica que estudia el derecho de un país como el siste-
ma de leyes vigentes en un momento dado, pero entendidas éstas como leyes vivien-
tes, efectivamente asumidas y observadas, que expresan, por tanto, toda la cultura
del pueblo, tanto la moralidad subjetiva como la legalidad objetiva realizada en cada
individuo y, por consiguiente, en la totalidad social. Por eso la eticidad (Sittlichkeit),
las costumbres (Sitten) plasmadas en leyes y realmente vividas, son la fusión de la
moralidad y del derecho abstracto, llamado aún en este escrito derecho natural.
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3. RELACIÓN ENTRE LA CIENCIA FILOSÓFICA DEL DERECHO NATURAL
Y LAS CIENCIAS JURÍDICAS POSITIVAS
Como hemos visto, la Ciencia del derecho natural estudia la legislación, pero
ésta, al reflejar las costumbres éticas de un pueblo, está imbuida de contenidos y re-
laciones morales entre los individuos, que son objeto de estudio de la Ciencia moral.
Ahí se da, por tanto, una relación estrecha, aunque diferenciada, entre ambas cien-
cias filosóficas. Ahora se trata de ver la relación que mantiene la Ciencia filosófica
del derecho natural con las ciencias particulares que estudian el derecho positivo.
Con ello Hegel plantea cuál es la naturaleza y función de esta disciplina que más tar-
de él mismo denominará «Filosofía del derecho».
Al construir la Idea de la eticidad absoluta, Hegel ha unificado, con sus respecti-
vas diferencias, la moralidad y la legalidad. De la misma manera, ahora intenta ha-
cer ver que en esa Idea de la eticidad están unidas, también con sus diferencias res-
pectivas, el derecho natural y el derecho positivo y esta unificación ha de llevarla a
cabo la Ciencia del derecho natural o Filosofía del derecho.
Las doctrinas del derecho natural anteriores habían opuesto los conceptos abs-
tractos del derecho natural, que representan una justicia inmutable, al derecho posi-
tivo vigente en la sociedad, destacando en muchos casos la imperfección e injusticia
de éste. Pero esta escisión y oposición entre ambos tipos de derecho es tan falsa
como la separación que se da entre la Ciencia del derecho natural y las ciencias jurí-
dicas positivas. Hegel precisa muy claramente cuáles son las tareas específicas de
uno y otro tipo de ciencias. Por un lado, la filosofía acota libremente sus objetos de
estudio en un determinado ámbito científico y a partir de ahí construye la Idea de
esos objetos, o sea, sus conceptos fundamentales y la realización de los mismos. La
Idea construida por la filosofía se convierte así en la guía lógica que da forma al
conjunto de objetos estudiados por las ciencias positivas. Por su parte, la ciencia se
dedica a exponer las determinaciones empíricas de sus propios objetos, profundi-
zando más y más en los detalles y desarrollos particulares. Digamos que la filosofía
deja a las ciencias el estudio detallado de todo el material empírico, pero ella se re-
serva la tarea de guiar a las ciencias en sus investigaciones, construyendo sus con-
ceptos desde la Idea y, por tanto, indicándoles a través de ellos qué datos de la expe-
riencia son reales y cuáles no, qué es lo significativo en la experiencia para el cono-
cimiento científico y lo que no lo es. Así pues, la filosofía construye la Idea de los
objetos de cada ciencia y esta Idea es la ley lógica de la totalidad de esos objetos, es
la unidad de ese campo de objetos según las conexiones necesarias establecidas por
la razón. La filosofía pone la forma de la necesidad lógica en la totalidad de objetos
de un campo científico determinado.
Hegel se queja en otro escrito (19) del divorcio que se había producido en los úl-
timos tiempos entre la filosofía y las ciencias, después de que durante mucho tiempo
(19) Cfr. Enciclopedia, Prólogo a la 2.a ed. (HEGEL, 1997: 61; HEGEL, 1991: 4).
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éstas hubiesen andado juntas y acompañadas por la educación (Bildung). Ese divor-
cio se había producido, según él, a causa de un prejuicio: el creer que «la filosofía se
opone al conocimiento experimental sensible, a la razonable realidad efectiva del
derecho» y de otros campos de la realidad empírica. Pero, en realidad, continúa He-
gel, la filosofía reconoce y justifica el material empírico, se sumerge en él y aprende
de ello, pues en ese contenido empírico, en tanto que es pensado, se encuentra «la
idea especulativa misma» (20). Esto quiere decir que la filosofía sólo puede cons-
truir su saber íntegramente a partir de la experiencia, la cual es elaborada concep-
tualmente con detalle por las ciencias particulares, pero sólo si éstas se dejan guiar a
su vez por los conceptos reales que elabora la filosofía. Se puede decir que el saber
científico es intermediario entre la filosofía y la realidad empírica, de manera que la
filosofía se sirve de las ciencias para conocer su parcela de objetos detalladamente y
las ciencias necesitan de la filosofía para conducir según la razón sus investiga-
ciones.
Volviendo al tema del derecho, la Filosofía del derecho forma una unidad con
las ciencias jurídicas, integrándose ambos tipos de saber en un solo cuerpo de cono-
cimiento, y manteniendo en esa unidad sus diferencias específicas. Ésta es la pro-
puesta que hace Hegel: «Una buena parte de eso que se llama ciencias positivas del
derecho —quizá su totalidad— debiera caer dentro de la filosofía perfectamente de-
sarrollada y generalizada y que, por el hecho de que se constituyan como ciencias
propias, ni se excluyen de la filosofía ni se oponen a ella» (21). Es cierto que estas
ciencias son empíricas, que su objetivo es conocer los sistemas jurídicos existentes
en un tiempo y en un lugar determinados (el sistema de legislación de un pueblo) y
aplicar esos conocimientos a los casos particulares existentes, pero esto no es un
óbice para que la filosofía integre a esas ciencias, ya que, añade Hegel, «nada puede
ser más aplicable a la realidad efectiva y nada se justifica más ante el modo univer-
sal de representación, es decir, de lo auténticamente universal..., que lo que proviene
de la filosofía» (22).
Sentada esta conclusión, se trata ahora de ver cómo se constituye la Ciencia jurí-
dica positiva bajo la tutela de la Filosofía del derecho. Por un lado está el aspecto
formal y por otro el material. En cuanto a la forma, la Ciencia jurídica elabora los
conceptos, principios y relaciones que permiten entender los sistemas jurídicos da-
dos en la experiencia. Pero en los hechos empíricos se hallan mezclados y confundi-
dos los elementos esenciales con los accidentales y la tarea de reconocer lo que es
esencial en esos hechos para elevarlo a concepto no se puede hacer desde el mero
entendimiento, que es parcial, sino desde la razón, que es omnicomprensiva. Por
tanto, esta función conceptual sólo puede realizarla la ciencia con la ayuda de la fi-
losofía. Un ejemplo de ello lo tenemos en la teoría de la coacción (Zwang), que sos-
tiene que ésta es una característica esencial del derecho. Esta teoría ha sido formula-
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da tanto en la Ciencia del derecho natural como en la Ciencia jurídica penal. Hegel
demuestra con varios argumentos que la coacción (o compulsión) no es determinan-
te en la concepción científica del derecho, ya que ante la pena prevista en una norma
jurídica el sujeto no actúa de una determinada manera por el hecho de verse coaccio-
nado externa o internamente, sino que actúa así realmente porque lo quiere su vo-
luntad, es decir, haciendo uso de su libertad. Por tanto, en vez de ser esencialmente
un mecanismo coactivo, el derecho es real y efectivamente una exteriorización o
manifestación de la libertad. Pues el sujeto puede representarse la coacción y actuar
teniéndola en cuenta o no, pero en cualquier caso lo que siempre determina su ac-
ción es el uso de su libertad (23). Hegel pone otros ejemplos de construcción arbitra-
ria (irracional) de conceptos por parte de la Ciencia jurídica, que se manifiestan
como meras opiniones, ya que cada doctrina destaca un aspecto diferente. Es el caso
de aquellas doctrinas que construyen el concepto del sistema jurídico basándose
sólo en una parte del conjunto: por ejemplo, las que toman como base de todo el de-
recho la categoría de contrato (teoría del contrato social), o las que lo fundamentan
sobre principios morales, derivando unilateralmente de dichos principios todo el de-
recho: político, privado, internacional, etc.
En cuanto a la materia, la Ciencia jurídica es positiva en la medida en que estu-
dia los hechos empíricos en sí mismos, como elementos que constituyen el sistema
jurídico. No se trata ya, como antes, de elaborar los conceptos generales que articu-
lan la forma del sistema, sino de entender los hechos como elementos vivos del sis-
tema. El primer conjunto de hechos que asume la legislación de un país es el clima y
la geografía, como ya observara Montesquieu, asumido todo ello en su historia. Y
en esta historia están también las formas políticas y jurídicas anteriores, tales como
el feudalismo, etc. Pero esto que ha ocurrido en la historia de un pueblo no es sólo
cosa del pasado, sino que Hegel lo concibe también como algo que está presente ac-
tualmente en sus leyes. De manera que estudiando la totalidad ética actual o el «ca-
rácter concreto de un pueblo... cabe conocer cómo se concretan todas las partes de la
constitución y de la legislación, todas las determinaciones de las relaciones éticas, y
cómo forman sin más un edificio a través del todo, en el cual ninguna vinculación ni
ninguna decoración se hayan presentado para sí a priori, sino que cada una lo ha
sido a través del todo y sometida a él» (24). Conociendo esta totalidad ética, el todo
concreto de un pueblo, es posible para la Ciencia jurídica deducir la estructura del
derecho actual de un país y la relación entre sus partes, desde lo más alto, el derecho
constitucional, hasta las instituciones y normas más concretas del derecho civil,
como la regulación del matrimonio, los testamentos, etc. El derecho positivo no
nace, pues, de un derecho natural inmutable y abstracto o de un derecho de la razón
a priori, sino de la «individualidad viviente de un pueblo, una individualidad cuyas
más elevadas determineidades cabe concebirlas a su vez a partir de una necesidad
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más universal» (25). Esta visión de la totalidad concreta constituye la Idea del dere-
cho, que la Filosofía construye para orientar el trabajo de la Ciencia jurídica po-
sitiva.
Hegel concluye su ensayo sobre el derecho natural con una constatación que
pone de relieve la necesidad de la unidad y del trabajo conjunto entre la filosofía y
las ciencias jurídicas. Se trata de la escisión producida entre leyes y costumbres éti-
cas. En la polis antigua y en las formaciones políticas medievales, cuando el indivi-
duo aún no había emergido frente a la sociedad y el Estado, las costumbres y las le-
yes eran una sola cosa. Pero en los pueblos modernos el individuo se ha afirmado y
pone sus intereses por delante de los del conjunto social. Por un lado, las costumbres
representan las normas del pasado que rigen la colectividad; por otro, los intereses
de los individuos exigen e impulsan la creación de leyes que ya no coinciden con
aquellas costumbres. Este fenómeno de creación de nuevas leyes lo llama Hegel «lo
positivo», y de hecho coincide con la denominación un tanto peyorativa de «derecho
positivo», que significa que se ha producido una crisis o una ruptura con el derecho
tradicional de un pueblo, que estaba plasmado en sus costumbres. Antiguamente la
legislación y la costumbre coincidían, pero hoy ambas se separan y el derecho escri-
to avanza en parte al margen de la costumbre. Pues bien, esta novedad exige más
aún el esfuerzo de la Filosofía del derecho para comprender la legislación actual en
su relación con las costumbres éticas, es decir, como un derecho que debe corres-
ponderse con la sustancia ética del pueblo.
En resumen, la Filosofía del derecho debe partir del estudio de las leyes actuales
de un país, del derecho positivo, en relación con sus costumbres. Debe partir de la
letra de las leyes actuales y debe realizar la interpretación de las mismas, constru-
yendo los grandes conceptos reales que conforman la estructura general del sistema
jurídico. Esto, en el aspecto formal. Por otro lado, debe encontrar en esas leyes, tam-
bién en relación con las costumbres, los contenidos de la vida actual de un pueblo,
pues las leyes y costumbres son normas que regulan todas las acciones de los hom-
bres en sociedad y expresan, por ello, la cultura del pueblo. Esto, en el aspecto mate-
rial. Como veremos, la Filosofía del derecho dirige y unifica el trabajo de las cien-
cias jurídicas en los dos aspectos.
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ética natural»; en su escrito de madurez, lo ético concreto está representado por la fi-
gura del Estado «como saber legal de sí» (26). Por tanto, en este último escrito el eje
de su pensamiento gira en torno al Estado y sus leyes. En torno a esta idea construye
Hegel su filosofía del derecho como un saber referido al derecho en su totalidad, que
abarca el concepto y la realización del mismo en todos los ámbitos en los que está
presente. En realidad, su filosofía del derecho es también una filosofía moral y, so-
bre todo, una filosofía política.
La posición de Hegel supone un salto adelante, transformando la filosofía del
derecho tradicional que, bajo el nombre de Ciencia del derecho natural, estudiaba
sólo los fundamentos morales o políticos del derecho y dejaba a un lado el análisis
del derecho positivo. Por su parte, Hegel crea una Ciencia filosófica del derecho,
que unifica dialécticamente el derecho natural y el derecho positivo. Respecto a la
situación actual, Hegel adopta una postura que no coincide con las concepciones
iusnaturalistas, positivistas o realistas contemporáneas, aunque se halle más próxi-
ma al realismo que a las otras dos (27).
Hegel se separa en dos aspectos de las corrientes actuales. 1) Primero, en su
concepción de Xa.filosofíacomo ciencia de la razón, omnicomprensiva, con un con-
tenido sustantivo, como ciencia general que contiene a las ciencias particulares, con
las cuales comparte los mismos objetos, diferenciándose de ellas sólo por su méto-
do: mientras que la filosofía trabaja desde el plano de la razón, las ciencias lo hacen
desde el plano del entendimiento. Por contra, hoy la filosofía es concebida como un
saber epistemológico, no sustantivo, cuya tarea principal consiste en la depuración
del lenguaje de las ciencias y del conocimiento en general. En esta tarea, sin embar-
go, la filosofía continúa su función tradicional, que era crear conceptos de totalidad,
aunque ahora se limite sólo al ámbito del lenguaje; esta tarea es, además, fundamen-
tal, ya que el lenguaje es el vehículo y el sustrato de todo conocimiento y, en espe-
cial, del conocimiento científico. 2) Segundo, su concepción del derecho, acorde
con lo anterior, es también omnicomprensiva, no meramente analítica. El derecho
para Hegel no es una realidad separable dentro del mundo social, con fronteras defi-
nibles respecto de otros fenómenos sociales, como la economía, la moral, la políti-
ca... El derecho se halla confundido e interrelacionado en la dinámica de la vida so-
cial con múltiples hechos que, por cierto, también son estudiados por otras ciencias
y partes de la Filosofía. Frente a esta concepción hegeliana, el rápido desarrollo de
la especialización científica en los dos últimos siglos ha ido delimitando esferas que
todavía cuando Hegel escribe su obra no estaban asignadas a ninguna ciencia con-
creta. La Economía con A. Smith, la Ciencia jurídica con Savigny, la Sociología, la
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(28) A esto hay que añadir un cambio más radical aún en el plano de los hechos. El concepto del de-
recho varia sustancialmente por obra de la codificación moderna y HEGEL se halla en el momento crucial
de dicho cambio. LUHMANN señala cómo desde finales del xvm se produce una revolución en el pensa-
miento que lleva hacia la positivizacion completa de la validez jurídica. La legislación termina siendo la
única expresión del derecho y éste se convierte, a partir de ese momento, en un asunto rutinario de la vida
del Estado. Como prueba aporta el precepto contenido en el art. 9 del Código civil austríaco de 1811:
«Las leyes mantienen su vigencia hasta que el legislador las cambia o las deroga expresamente»
(LUHMANN, 1985: 151). HEGEL apoya y asume ya esta realidad en su Filosofía del derecho; véase espe-
cialmente su defensa de la codificación y la necesidad de la legislación en su polémica contra VON
HALLER (F. D. § 258; HEGEL, 1975: 286 y ss.).
(29) Cfr. HEIDEGGER, 1980: 97-120. Otra cosa es el camino que, según HEIDEGGER, deba seguir la
filosofía como saber no metafísico.
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(30) Cfr. LUHMANN, 1985: 11, donde expone los temas de la Sociología del derecho clásica. Su pro-
puesta, sin embargo, es que esta ciencia debe tratar básicamente del derecho como estructura de un siste-
ma social (pág. 7).
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general del derecho. Todas estas investigaciones parciales deberían ser unificadas
desde la Filosofía del derecho a través de una teoría general que tratase los aspectos
comunes a todos, o a la mayoría, de los ordenamientos jurídicos en relación con sus
respectivas sociedades y Estados. Esta teoría general podría llamarse Teoría social
del derecho o Teoría jurídico-social, englobando bajo esta denominación el estudio
de las múltiples relaciones entre el derecho y la sociedad, donde ocuparían un lugar
preeminente los hechos políticos y, en segundo lugar, los hechos morales, económi-
cos y todos los pertenecientes a las distintas esferas de la vida social. Mientras estas
ciencias operan en general con métodos de observación empírica y análisis concep-
tual, la Teoría jurídica social se encargaría de unificar dichas investigaciones desde
el lado del derecho y elaborando una red de conceptos básicos para la comprensión
de la interrelación señalada (entre el derecho y la sociedad en general) (31).
Esta segunda tarea también la desarrolla Hegel en su filosofía del derecho. De
acuerdo con su método dialéctico, él no separa los aspectos formales y materiales
del derecho, o la estructura del sistema jurídico y el contenido real, o la existencia de
normas por un lado y de conductas por otro. Esta separación le habría llevado a ha-
cer una filosofía del derecho dividida en dos partes: una teoría general del sistema
jurídico y una teoría general de la relación del derecho con la sociedad. En lugar de
eso, Hegel contempla el derecho como un concepto que es primero abstracto y que a
partir de ahí se va haciendo concreto, o sea, se va realizando progresivamente. Este
desarrollo o realización del concepto del derecho consiste en pasar de ser una pura
forma a ser una forma que va llenándose de contenidos en la vida social. Su libro ex-
pone con todo detalle esta realización social del derecho a partir de su concepto de
derecho abstracto. Allí vemos cómo el derecho se realiza: primero, en las relaciones
exteriores puras de un sujeto con otro (propiedad, contrato, injusticia); segundo, en
la autoconciencia del individuo que ha asumido esas relaciones y las ha interioriza-
do en su mente, atribuyéndoles un sentido moral (propósito, intención, bien y con-
ciencia moral); tercero, en la formación de grupos sociales, regidos por costumbres,
las cuales son normas jurídicas interiorizadas también como morales y que se expre-
san en forma de leyes; estos grupos son, progresivamente, la familia, la sociedad ci-
vil, que incluye las corporaciones, y el Estado, culminando con las relaciones entre
Estados, lo cual constituye la historia universal.
Se pueden localizar las diversas ramas del derecho en cada una de estos sectores
de la vida social en los que aquéllas se realizan preferentemente: el derecho civil, se-
gún sus contenidos, afecta a la familia y a la sociedad civil; el derecho mercantil se
desarrolla en la sociedad civil; el derecho penal y procesal afecta a estas dos partes y
(31) HERNÁNDEZ MARÍN distingue entre una «filosofía del derecho en sentido estricto», que es la
Teoría general del derecho y de la ciencia jurídica, y una «filosofía socio-jurídica», que trata del derecho
en relación con la sociedad; pero no establece la unidad de ambas como partes de una misma disciplina,
pues dice que ambas «caminan separadas, cada una por su lado» (HERNÁNDEZ, 1993: 175). Más tarde lla-
ma a esta segunda materia con el nombre de «filosofía del Derecho socio-política» y dice que debe que-
dar en una posición secundaria respecto de la Teoría general del derecho (HERNÁNDEZ, 1998: 16 y 23).
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(32) «Lo que el derecho es en sí está puesto en su existencia objetiva, es decir, determinado para la
conciencia por medio del pensamiento y conocido como lo que es justo y tiene validez: es la ley. Por esta
determinación el derecho es derecho positivo. [...] Por el hecho de que se reúnan y escriban las leyes vi-
gentes de una nación, no dejan de ser su costumbre» (F. D. § 210, HEGEL, 1975: 248-249).
(33) Véase F. D., § 2, HEGEL, 1975: 28-29.
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los entes estatales y supraestatales, etc.) como en el de las ciencias y la filosofía (do-
minio absoluto del saber científico, desaparición de la metafísica) hacen inviable
una actualización de la filosofía del derecho de Hegel en sus mismos términos, es
decir, como sistema equilibrado y cerrado y con su mismo método. La filosofía del
derecho actual debe abarcar el mismo contenido, pero se impone la división de la
disciplina en las dos partes citadas, que deben operar cada una con el método cientí-
fico adecuado a sus propios objetos. La Teoría general del derecho ha experimenta-
do un amplísimo desarrollo en nuestros días, aunque la metodología empleada por
los distintos autores difiere excesivamente. Se impone, pues, concebir esta parte
como una ciencia interpretativa general de las normas jurídicas, lo cual significa:
que el derecho es sólo la letra de los enunciados jurídicos, pero además, como la le-
tra requiere interpretación, el derecho es también la interpretación de dichos enun-
ciados, con las consecuencias que se derivan de ahí respecto a su aplicación a la rea-
lidad social. Por tanto, el método empleado por la Teoría general del derecho es emi-
nentemente de naturaleza lingüística, incorporando todas las técnicas disponibles en
este campo. La Teoría social del derecho ha tenido un desarrollo mucho menor y, so-
bre todo, desigual por parte de los cultivadores de la Filosofía del derecho. Las in-
vestigaciones en este campo provienen de áreas científicas y filosóficas colindantes,
como la Sociología, la Filosofía o Teoría o Ciencia políticas, la Ética, etc. Este cam-
po debe ser asumido también como propio por los juristas y ser desarrollado con una
metodología adecuada, que combine técnicas de inducción y análisis propias de las
ciencias sociales con las técnicas interpretativas propias de la Ciencia jurídica. Una
Teoría social del derecho sólo puede construirse desde el propio desarrollo de las
ciencias socio-jurídicas que operan en ese sector y, en primer lugar, de la Sociología
jurídica.
BIBLIOGRAFÍA
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