Cam - Maricela Gutierrez
Cam - Maricela Gutierrez
Cam - Maricela Gutierrez
© 2020Maricela Gutiérrez
©Todos los derechos reservados
1ªEdición: Septiembre, 2020
Skye no deseaba otra cosa que poder vivir su propia vida, la que
le arrebataron luego de la muerte de sus padres en un trágico
accidente. En cambio, se vio encerrada en un mundo de fanáticos
religiosos, con un tío sin escrúpulos capaz de hacer cualquier cosa
por conseguir sus propósitos. En su afán por huir de aquello que se
negaba a aceptar, terminó por convertirse en Steven y entonces
descubrió que tenía un nuevo problema: confesarle al hombre que la
ve y la trata como un amigo su más grande verdad y la profundidad
de sus sentimientos.
PRÓLOGO
***
-Hora
de irnos —grité al otro lado de la puerta de la habitación de
Steven, que salió apurado acomodándose su gorra.
—Estoy listo —dijo y ambos nos encaminamos a la salida.
Cuando entramos al salón, nos encontramos con Aidan y Alexy
sentados conversando.
—Ya nos vamos —dije a modo de despedida.
—Toma, llévate la camioneta —gritó Aidan a mi espalda
lanzándome las llaves, las alcancé y las puse en mi bolsillo.
—Maldición, estoy tan emocionado —exclamó Steven un rato
después cuando nos acercábamos al sitio donde se llevaría a cabo
el concierto. Tuvimos que estacionar varias calles más lejos, con
tanta gente fue imposible encontrar un lugar libre cerca—. Espero
que no lo rayen —dijo mirando el auto—. Aidan nos matará si lo
llevamos con algún rasguño.
Hice un gesto restándole importancia, un auto no era problema
para Aidan, podría comprar diez más como ese si quisiera.
Nos mezclamos con el río de gente y cuando por fin logramos
ingresar, el lugar estaba abarrotado. Steven saltaba de arriba abajo
como un niño pequeño. Nos hicimos campo en medio de la gente y
nos acomodamos listos para disfrutar del espectáculo.
Una hora después todo era una locura, la banda tocaba y el lugar
estaba a reventar, los asistentes gritaban y cantaban las canciones
a modo de coro, Steven no había parado de cantar. De pronto sentí
una mano apoyarse en mi brazo y giré para encontrarme a una
chica que me sonreía mordiéndose el labio.
—Creo que la vista aquí es mejor que la del frente —dijo
recorriéndome con la mirada.
Le sonreí de vuelta guiñándole el ojo.
—¿Tú crees? —pregunté dándole un repaso.
Era linda, con unos shorts cortos y un top ajustado, su cabello
estaba recogido a un lado dejando un bonito cuello al descubierto.
—Podría jurarlo —respondió pegándose más a mí.
Le permití pensar por un momento que correspondía a sus
avances, pero lo cierto era que nunca me había acostado con
ninguna humana, no porque tuviese algo en contra, sino más bien
porque pensaba que eran demasiado frágiles y a mí me gustaba el
sexo duro. Sentí un codazo y cuando giré, Steven negaba con una
sonrisa.
—Ella es tan obvia —dijo alargando la palabra.
Él conocía mi regla de no humanas en mi cama. Reí dejando
caer la cabeza hacia atrás, sabiendo que la chica esperaba que la
invitara a ir conmigo al final del concierto, cosa que no sucedería,
por supuesto.
***
***
Entré a la habitación de Steven sin llamar y lo encontré recostado
en su cama con los ojos pegados a un libro de historia. El chico
tenía un interés por este tipo de lectura que yo no acababa de
comprender, pero parecía que sus momentos favoritos eran cuando
le narraba algunas de las cosas que había visto cambiar durante mi
existencia.
—Hey, enano —saludé, dejándome caer a su lado.
—Hey —respondió sin apartar su atención del texto.
—¿Quieres hacer algo? Estoy aburrido —propuse y lo vi negar.
—No.
—¿Prefieres quedarte ahí leyendo ese tedioso libro?
—Sí.
Sus escuetas respuestas comenzaban a molestarme, así que
arranqué el libro de sus manos y lo lancé al otro lado de la
habitación.
—¿Qué te pasa? —preguntó irguiéndose y mirándome como si
quisiera golpearme.
—Eso, así está mejor, ¿puedes dejar de ignorarme?
—¿Y tú puedes dejarme tranquilo?
—¿Por qué estás tan molesto? —interrogué asimilando la furia
que desprendían sus ojos.
—Yo no estoy molesto, solo quiero que te largues con alguna de
las putas con las que duermes y me dejes en paz —gritó
levantándose y se dirigió al baño, cuya puerta cerró con fuerza.
Por un momento consideré la idea de que estuviera celoso, pero
luego la deseché. Steven no me veía de esa forma, ¿verdad? Me
puse de pie y caminé hasta donde había lanzado su libro, lo recogí y
regresé para depositarlo en la cama. Luego me fui.
***
***
***
-Eso
fue divertido, gracias por permitirme ir contigo —le dije a
Cam cuando regresamos al bar.
—Sí, lo fue, parece que después de todo sí puedes matar
demonios —bromeó.
—Búrlate todo lo que quieras, pero con un poco más de práctica,
seré imparable.
Su risa nos acompañó todo el trayecto hasta el sótano donde
vivíamos.
—Que descanses —dijo antes de dirigirse a su habitación.
No tenía mucho sueño, así que en lugar de ir a dormir fui a la
cocina. Cuando entré me encontré a Emily y Alana sentadas en la
mesa.
—¿Qué hacen despiertas a esta hora? —pregunté sentándome
con ellas.
—Esperamos a Alexy y Marcus —respondió Alana—. ¿Y tú qué
haces levantada?
—En realidad acabo de llegar, salí con Cam.
Ambas mostraron sorpresa ante mi declaración.
—Vaya, ¿así que ustedes…? —comenzó Alana dejando la
pregunta en el aire.
—Nosotros nada, yo sigo siendo Steven para él. Por cierto, vimos
a tu marido, quien no estaba muy contento de que Cam me hubiera
permitido ir —comenté, cambiando de tema.
—Alexy siempre se preocupa por todo ¿Quieres un poco de té?
Emily lo preparó.
Hice una mueca en dirección a la aludida. Emily provenía de una
clase social alta y tenía modales muy refinados, por lo que para
nadie era extraño que pareciera una dama inglesa y bebiera té todo
el tiempo. Incluso había contagiado su costumbre a Alana y Ángela,
pero yo era una chica de café y no pensaba cambiar eso por nada.
—Lo siento, Em, pero ya sabes que prefiero el café.
Ella sonrió haciendo un gesto despreocupado con la mano.
Nos quedamos un rato charlando de nada en especial, hasta que
sus esposos llegaron y me dejaron sola. Acababa de prepararme un
café y estaba a punto de darle un sorbo, cuando escuché de nuevo
la voz.
—Skye, tu tiempo se acaba.
Di un grito y la taza resbaló de mis manos, apenas si registré el
sonido sordo que hizo al caer al piso y romperse, manchándolo todo
de café. Corrí tan rápido como pude al único lugar y con la única
persona que me sentía segura. Aporreé la puerta de Cam y cuando
abrió, ni siquiera lo dejé hablar, solo me apresuré a entrar y
acomodarme en su sofá.
—Enano, ¿qué mierda…?
—Bichos, en mi cama —dije con voz temblorosa. En realidad,
todo mi cuerpo temblaba.
—¿Te sientes bien? Luces asustado.
—No me gustan los bichos.
No sabía por qué no le hablaba de lo que estaba sucediendo, tal
vez era el miedo a que pensara que estaba perdiendo la razón, que
era justo lo que yo misma estaba creyendo. Me tapé la cara con un
cojín intentando calmarme y de pronto me sobresalté al sentir que
algo me rozaba. Me senté de un salto y ahí estaba Cam, con una
manta en las manos, intentando cubrirme.
—Lo lamento —dije tomándola y poniéndola sobre mi cuerpo.
—En serio, estás actuando muy extraño y comienzas a
preocuparme.
—Estoy bien.
Me tapé hasta la cabeza pronunciando todas las oraciones que
recordaba. No soy muy religiosa, pero sí creyente, y en esas
circunstancias me hubiera aferrado a cualquier cosa que se llevara
mi miedo. Pasado un rato y ya un poco más tranquila, me atreví a
destaparme la cabeza. Con sorpresa, me di cuenta de que la
lámpara de la mesa de noche de Cam estaba encendida, y él estaba
sentado en el borde de la cama con su atención puesta en mí, como
si me vigilara.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Eso es justo lo que quiero saber, ¿qué te pasa?
—Ya te dije que nada.
Me estudió un rato con una expresión que decía que no creía en
mis palabras.
—Duérmete —ordenó.
—¿Tú no piensas dormir?
Negó, acomodándose mejor con la espalda apoyada en el
cabecero de la cama, una rodilla levantada y el brazo estirado sobre
esta.
—Me quedaré despierto.
No necesitó explicarme por qué lo haría y mi amor por él creció
un poco más si era posible.
—Gracias —susurré cerrando los ojos.
***
***
Me esperaba un largo día por delante, así que la mayor parte del
tiempo me la pasé dando vueltas por el pequeño lugar. Al menos
Tarek se había asegurado de que la luz no pudiera filtrarse por
ningún lado, y la cabaña permanecía en penumbras, lo que
ayudaba, porque ciego y aburrido ya era una combinación bastante
mala. Intenté leer alguno de los libros de los estantes y casi terminé
por lanzarlos a la chimenea, tenía que decirle al vikingo que su
gusto por la literatura era una mierda. Intenté con la televisión y eso
fue más frustrante, lamenté no haber llevado conmigo mi
computadora. Todo era su culpa, salir corriendo de mi casa,
olvidarme de mis cosas, sentirme como un león enjaulado, todo se
lo debía a ella.
20
SKYE
***
Al día siguiente no lograba animarme a salir de la habitación, si
bien era cierto que Cam me había traído de regreso, no era tan ilusa
como para pensar que eso significaba que ya me había perdonado.
Pasadas varias horas, me convencí a mí misma de que no podía
estar escondida como un conejo en su madriguera; si iba a
quedarme en el bar, tenía que hacer algo, por lo que, dándome
ánimo, salí en busca de Alexy para pedirle que me permitiera
regresar a trabajar. Por fortuna no tuve que ir muy lejos, pues lo
encontré bajando la escalera que llevaba a la vivienda.
—Hola —saludé de forma tímida.
—Hola, Skye —respondió y me pregunté si para él resultaba tan
extraño usar mi verdadero nombre como para mí escuchárselo—.
No puedo creer que no nos hayamos dado cuenta de que eras
mujer, no hay un solo rasgo masculino en ti —comentó de pronto.
—De nuevo lo lamento y te aseguro que no lo hice con mala
intención.
—Supongo que no —fue su escueta respuesta.
—Me preguntaba si tal vez podría hablar contigo —comenté
dubitativa, poniendo las manos detrás de mi espalda.
—Por supuesto, ¿quieres ir a la oficina?
—En realidad lo que quiero decirte no es muy privado, solo
quería preguntarte si es posible que vuelva a trabajar en el bar, ya
sé que ustedes están molestos y que no merezco que me acepten,
pero ahora mismo no sé qué otra cosa hacer.
Se quedó estudiándome un momento, de una forma que me hizo
sentir incómoda. Alexy era de esa clase de personas que nunca
expresan en su rostro lo que están pensando, así que cualquier
cosa que dijera te caía de sorpresa.
—Es cierto que estamos molestos contigo, sin embargo, también
es cierto que fue Cam quien decidió traerte de regreso, y yo no
pienso discutir sus decisiones. Ya que vas a quedarte, pues no veo
problema en que retomes tu empleo.
—Muchas gracias —exclamé recuperando un poco la
tranquilidad que había perdido en días pasados.
—Depende de ti ganar de nuevo la confianza que se te dio una
vez —dijo antes de pasar por mi lado y alejarse.
Suspiré sabiendo que en muchas ocasiones la confianza es
como un jarro de porcelana que se rompe y por más que se intente
unir las piezas, estas nunca vuelven a encajar de forma exacta. Al
menos tenía mi trabajo y eso sirvió para animarme un poco.
T enía que salir del bar, huir de ella o de los sentimientos que
me provocaba. Era como si por primera vez la hubiese visto,
cuando fui a buscarla a casa de Medhan estaba tan
concentrado en mi ira, que apenas si reparé en ella, pero esta vez lo
hice, la vi de verdad, a Skye, ya no más a Steven. Por primera vez
la realidad me golpeó y lo hizo con fuerza, mi amigo no existía, pero
la chica estaba allí y era tan hermosa que estuve a punto de
sucumbir y besarla, o estrecharla en mis brazos, esta vez sabiendo
a quién abrazaba realmente. Estaba luchando contra lo que sentía,
una mezcla de sensaciones que no lograba controlar, a veces
ganaba el enojo y otras el inmenso deseo de decirle que no
importaba cuánto me hubiese engañado, que la perdonaba igual.
No me di cuenta de a dónde me dirigía hasta que me vi frente al
edificio de Aidan; sabía la dirección, pero nunca había estado allí.
Me sorprendí al percatarme de que, de forma inconsciente, buscaba
refugio en su hogar. Estacioné la motocicleta y me dirigí al interior.
Un hombre vestido con uniforme se encontraba en la recepción.
—¿Puedo ayudarlo? —preguntó, poniéndose de pie.
Este no parecía tan estirado como aquel del restaurante, lo que
no evitó que de nuevo me sintiera inadecuado: mi recién descubierto
padre sí que sabía cómo escoger los lugares.
—Vengo a ver a Aidan McKenna—respondí, esperando que no
se pusiera pesado y me pidiera que me fuera.
—Un momento, voy a llamar para avisar que está usted aquí,
¿puede decirme su nombre?
—Cameron.
Me quedé de pie en mi lugar mientras hablaba, escuché la
conversación y supe que fue Abby quien le respondió y le dijo que
me dejara pasar. El hombre me hizo un gesto hacia el ascensor y
me encaminé allí, entonces me detuve, al caer en cuenta de que no
sabía en qué piso vivían.
—¿Podrías decirme que piso es?
—El último.
Por supuesto, tenía que ser el último, era McKenna, después de
todo. Mientras subía, me quedé admirando la vista que las paredes
de cristal del ascensor ofrecían de la ciudad, tenía que reconocer
que era bastante impresionante. Cuando por fin llegué a mi destino,
encontré a Abby de pie en la puerta del apartamento esperándome.
Su largo cabello del color de la noche flotaba suelto a su alrededor
como un manto. Como siempre que la veía, no podía evitar sentirme
algo impactado por la belleza de la chica, aunque apenas si le di un
vistazo, pues todos sabíamos que ella odiaba que la miraran y sobre
todo que alguien hiciera alusión a su aspecto físico.
—Hola —saludé asegurándome de no acercarme demasiado, ya
que además de su esposo, su hermanito y algunas veces las chicas,
no soportaba ser tocada por nadie más.
—Cam, qué gusto verte —saludó con una sonrisa—. Aidan se va
a poner feliz de que hayas venido. Está en la ducha, así que espero
que no me haya escuchado hablar con el portero y se sorprenda
cuando vea que estás aquí.
—Te lo agradezco, espero no molestar al haber venido sin avisar.
—Claro que no, pasa.
Cuando entré, la opulencia me impactó y enseguida supe que
jamás podría encajar en un lugar como ese. Todo a mi alrededor
gritaba dinero y poder.
—Cam —gritó el pequeño Kevin, apareciendo de alguna parte y
corriendo a abrazarme. Me alegró escuchar su voz, aunque esta
sonara discordante por la falta de costumbre.
—Veo que ha progresado con las terapias —dije y su hermana
asintió—. Lo estás haciendo bien, amigo. —Lo animé despeinando
su cabello. Me agradaba bastante el chico.
—¿Te quedas a cenar con nosotros? —preguntó Abby,
distrayéndome de la efusividad de su hermano.
—Yo no…
—Ni se te ocurra decir que no quieres molestar —me interrumpió
como si pudiera leer mis pensamientos—. Si lo haces, usaré una
sartén que tengo en tu cabeza —me amenazó y sonreí, se parecía
mucho a las amenazas que usaba Alana.
—Siendo así, creo que voy a quedarme.
—Sabia decisión —dijo comenzando a alejarse, en el camino se
detuvo y giró de nuevo en mi dirección—. Cam, no te he pedido
disculpas por lo de Skye, lamento que ninguna te dijera la verdad,
pero espero que sepas que no lo hicimos con la intención de jugar
con tus sentimientos o burlarnos de ti…—Hizo una pausa y bajó la
mirada al suelo antes de levantarla de nuevo y enfocarse en mí—.
Cada vez que Skye mencionaba cómo tú ibas a odiarla cuando lo
supieras, todas la animábamos diciéndole que no sería así, que tú
mejor que nadie la podrías comprender, y ahora, viendo como está
la situación, no puedo dejar de sentir que además de engañarte a ti,
también la engañamos a ella.
—Yo no la odio —respondí a la defensiva.
—Pero tampoco estás dispuesto a perdonarla, o al menos
preguntarle los motivos que tuvo para fingir ser alguien más.
—¿Y cuáles son esos motivos? —pregunté y la vi apretar los
labios en una línea.
—No lo sé, Cam, en realidad ninguna de nosotras conoce las
razones, ni siquiera Ángela, supongo que eso es algo que tendrás
que averiguar tú, claro, si es que te interesa la respuesta.
Apenas terminó de hablar, se fue, supuse que en dirección a la
cocina. Kevin me tomó de la mano, sacándome de mi estupefacción
por las palabras de su hermana y me arrastró hasta la sala de
televisión donde estaba preparado un video-juego. Comenzó a
enseñarme todo lo que tenía, muy animado, y me fue contagiando
un poco de su entusiasmo.
—¿Craig? —escuché la voz de Aidan y alejé mi atención de lo
que trataba de explicarme el pequeño—. Qué gusto verte —dijo
acercándose.
Me puse de pie y me tomó por sorpresa cuando me rodeó en un
abrazo.
—Disculpa que viniera sin llamar —me excusé, alejándome.
—No digas eso, tú eres bienvenido cuando quieras, esta es tu
casa. —Moví la cabeza sin decir nada que me pudiera comprometer,
ya que no sentía aquel lugar de ninguna forma como mi hogar—.
¿Te parece si vamos al estudio y conversamos un rato? —propuso.
—Por supuesto, muéstrame el camino.
Me condujo por un pasillo y abrió la puerta de su estudio
haciéndose a un lado para invitarme a pasar.
—Es una buena vista la que tienes ahí —observé, fijándome en
los grandes ventanales iguales a los de la sala.
Escuché la puerta cerrarse y me quedé de pie viéndolo pasar por
mi lado, al tiempo que me hacía un gesto con la mano para que me
sentara en el gran sofá.
—Bueno, ya que no puedo ver la luz del sol, tengo que
desquitarme de alguna forma y tener la mejor vista de la noche.
Aparte de que me ayuda a no sentirme encerrado, odio esa
sensación.
No dijo nada más, pero tampoco era necesario, pasar trescientos
años en una sucia mazmorra seguro convertía en claustrofóbico
hasta al más fuerte.
—Lo entiendo —fue todo lo que dije, antes de desviar de nuevo
mi atención a la iluminada ciudad.
—Si quisieras podrías tener esta vista —comentó sentándose a
mi lado.
—¡¿Cómo?! —pregunté extrañado por su comentario.
—Que podrías venir a vivir aquí si quieres, no me refiero a este
apartamento, no estoy seguro de que te sientas cómodo
conviviendo con nosotros, pero dos pisos más abajo hay uno que
estoy seguro te gustaría, tiene casi el mismo diseño de este, puede
ser tuyo si lo quieres.
—Hey, detente, amigo, por favor. Deja de ondear tu chequera
frente a mis ojos, ¿está bien?
Frunció el ceño.
—Lo lamento, Craig, no es mi intención ofenderte, solo que
pienso que, si eres mi hijo, ¿por qué no podrías disfrutar de mi
fortuna?
—Porque estoy bien como y donde vivo, no necesito tu dinero.
De todos modos, ¿cómo fue que lograste conseguir tanto? —
pregunté, pensando que, si me interesaba por algo suyo, tal vez
olvidara la idea de ser el papi dadivoso.
—¿Te gustaría beber algo? —preguntó, dirigiéndose al bar.
Negué y lo vi llenar medio vaso de whisky. Caminó de vuelta, se
sentó a mi lado y encendió un cigarro. Tomó un trago y luego dio
una larga calada.
—Servir a Razvan me representó algún beneficio, yo era quien
me encargaba de sus negocios ilícitos. Era bueno en eso y logré
hacerlo ganar mucho dinero con la venta de armas. Así que me
delegó todas las funciones, al principio comencé sacando pequeñas
cantidades de sus ganancias e invirtiéndolas, así fue como
comencé. Me interesé por los bienes raíces e hice algunas
inversiones que me proporcionaron muy buenos frutos. Y de pronto,
sin darme cuenta, tenía tanto dinero que ni siquiera sabía cómo
gastarlo. Tener tiempo sin límites ayuda.
—¡Vaya! —exclamé, impresionado—. Yo también hago algunas
inversiones, pero no soy ni de lejos tan bueno como tú, aunque
tengo suficiente dinero ahorrado para poder vivir tranquilo durante
algunos años y he ayudado a los demás a tener el suyo.
Me estudió un momento con un gesto indescifrable.
—Creo que lo has hecho muy bien, estoy orgulloso de ti.
Incómodo, me puse de pie y me acerqué al ventanal, cavilando
que tal vez había sido mala idea ir allí. Y ni siquiera sabía que me
había llevado hasta ese lugar.
—¿Por qué te molesta tanto que te haga cumplidos? —preguntó.
Me giré para enfrentarlo.
—La verdad, no lo sé, tal vez porque siento que solo buscas
ganar mi aceptación.
—Y es justo eso lo que busco, Craig, que me aceptes.
—¿Por qué demonios sigues llamándome así? —repliqué, un
poco molesto. Cada vez que usaba ese nombre me sentía como si
se estuviera refiriendo a alguien más, a un completo desconocido.
—Porque ese es tu nombre, el que yo te di cuando naciste, el
que tenía tu abuelo. —Dejé salir un suspiro frustrado, por alguna
razón no lograba conectar con la idea de ser ese niño a quien él se
refería—. ¿De verdad no merezco que al menos intentes verme
como a un padre?
Me quedé viéndolo, pensando en la mejor manera de responder
a su pregunta.
—No es que me cueste verte como a mi padre, lo que en realidad
me cuesta es aceptar que tú me veas como otra persona. Toda mi
vida he sido Cameron, el que trabaja en un bar, el que atiende
borrachos y drogadictos cada noche para ganarse la vida, el que no
soportaría usar un traje elegante y menos una maldita corbata sin
sentirse asfixiado, pero tú insistes en que sea alguien más. No sé
quién es ese Craig, no quiero vivir en uno de tus apartamentos
lujosos, no quiero ir a restaurantes donde los meseros me vean y
me traten como a un criminal. Todo eso me hace sentir incómodo.
Cuando terminé de hablar permaneció en silencio meditando mis
palabras, como si en su cabeza estuvieran girando los engranajes
que, por fin, conseguían conectar todas las piezas sueltas.
—Lo siento mucho, nunca he pretendido convertirte en otra
persona, solo he querido acercarme a ti. No me daba cuenta de que
lo estaba haciendo de la forma incorrecta. Cr… Cam, no te ofrecí
vivir aquí porque quiera cambiarte, lo hice porque pensé que era
algo que te gustaría. Entiendo que tu vida es diferente y estoy
dispuesto a tratar de encajar en ella si con eso logro que me dejes
entrar.
Abrí la boca para responderle, cuando me interrumpió el llamado
a la puerta, esta se abrió y Abby asomó la cabeza.
—Perdón por molestar, pero la cena está servida y no quería que
se enfriara.
—Está bien, mo chridhe —le dijo Aidan con una ligera sonrisa—.
¿Vamos, Cameron?
Asentí y comencé a seguirlo, pero antes de salir lo detuve, tenía
que decir algo más.
—¿Sabes? Eres un gran sujeto, admiro toda esa fuerza que
tienes y la voluntad que le pones a todo. Solo necesito un poco de
tiempo para lograr encajar todo y comprender que mi vida no es solo
aquello que he tenido siempre y que conozco, que hay una parte
que apenas me está siendo revelada y con la cual tengo que
reconciliarme.
—Lo entiendo, sé que debe de ser difícil y tal vez en mi afán por
llegar a ti he pasado eso por alto, pero te prometo que te daré todo
el tiempo que te haga falta y que siempre estaré aquí cuando me
necesites.
Le agradecí por sus palabras, eran las que, sin saberlo,
necesitaba escuchar. Antes de que nos fuéramos se acercó a mí y
poniendo su mano en mi cuello, acercó su frente a la mía.
—Solo quiero que sepas lo feliz que me siento de por fin haberte
encontrado.
***
***
***
***
Cuando nos subimos, quise gritar pues el ruido que causaron las
puertas al ser cerradas, fue como si clavaran agujas en mi cerebro.
Mi vista estaba un poco nublada, sin embargo, me las arreglé para
encender el vehículo y comenzar a conducir. Lo estaba haciendo de
forma errática y temí causar un accidente, lo que casi consigo en un
semáforo. Alana tuvo que gritarme para que frenara y escuché los
bocinazos de los otros autos cuando lo hice y los neumáticos
chirriaron contra el asfalto.
—Skye, estás muy pálida y tus manos están temblando.
—Él va a morir. —La voz de Alana o Abby, no estaba segura de
cuál de las dos hablaba, se mezcló con la que seguía sonando en
mi cabeza.
Volví a poner el auto en marcha, seguí las instrucciones de Abby
y aunque tardamos más tiempo del requerido, por fin llegamos.
—Ahí, Skye, dobla en esa esquina, Henry me dijo que teníamos
que ir por la puerta trasera. —Obedecí usando las pocas fuerzas
que me quedaban, aunque al hacerlo rocé la pared con el frente de
la van, causando un agudo chillido. —Todo está bien —dijo,
poniendo su mano sobre la mía, que seguía fija en el cambio de
marchas—. Vamos por nuestros hombres.
Asentí y quitándome el cinturón de seguridad, abrí la puerta para
bajarme, en cuanto lo hice mis rodillas se doblaron y hubiese caído
de no ser porque logré sostenerme. Una vez más, Emily corrió a mi
lado para ayudarme, mientras Abby nos conducía hacia la entrada.
Ninguna de nosotras dudó de lo que estábamos haciendo, todas
teníamos un propósito que cumplir. La puerta hizo un molesto
chillido al abrirse y varias palomas volaron sobre nuestras cabezas
dejando un rastro de plumas en el aire. Pasamos en medio de un
montón de cajas vacías e hicimos a un lado lo que parecía ser una
cortina de plástico.
—¿Qué demonios hacen ustedes aquí? —rugió alguien.
—¿Cam? —dije en voz baja.
—¿Skye? —Su voz me llegó amortiguada y mis ojos comenzaron
a cerrarse, estaba perdiendo la conciencia. El dolor se hizo más
intenso y aquella maldita cosa no se callaba. —Cielo. —Unos
brazos conocidos me sostuvieron y suspiré sabiendo que si moría
era con él. —Háblame por favor —suplicó acariciando mi mejilla.
—No se calla, no quiere callarse y ya no lo soporto.
—Aquí estoy pequeña, te prometo que haré que se vaya. —Sus
cálidos labios tocaron mi frente y fue como un bálsamo.
—Duele mucho.
—¿Dónde te duele? —Su tono estaba cargado de
desesperación. Sus manos palparon mi cuerpo como si buscara
alguna herida.
—Mi… mi cabeza va a explotar —dije sintiendo que la oscuridad
me arrastraba.
—Skye, no te quedes dormida, ¡mírame! —ordenó.
Quise decirle que nada deseaba más que pasar el resto de mi
vida mirándolo, que si esa fuera la única cosa que pudiera hacer
sería feliz, no obstante, sentía que una fuerza superior tiraba de mí
hacia las tinieblas. Intenté levantar mi mano para tocarlo, pero
pesaba demasiado.
—… amo… —fue lo último que alcancé a decirle antes de que la
oscuridad me envolviera por completo apartándome de mi corazón.
29
CAMERON
***
***
—¿Hacia dónde nos dirigimos? —pregunté a Aker, quien se
hallaba sentado en la parte de atrás de la camioneta. Nithael estaba
en el asiento del pasajero.
—Hacia Muir Woods.
Conduje sin importarme romper los límites de velocidad, mientras
más pronto encontrara el lugar, menos tardaría en regresar con mi
chica.
—¿Por qué conducen autos? ¿Qué hay de sus alas? ¿Solo las
tienen como adorno?
Nithael bufó ante las preguntas.
—¿Piensas que somos idiotas? Vivimos en una ciudad, ¿qué
crees que pensarían los humanos sin ven un enorme pájaro
surcando el cielo? —contesté mirándolo por el espejo retrovisor. No
era tan tonto como para confiar en él, así que, a pesar de estar
concentrado en la conducción, también tenía un ojo puesto en el
sujeto.
—Les dan demasiada importancia a los humanos, ni siquiera
merecen un poco de nuestra atención. —Su voz estaba cargada de
veneno. Nithael y yo compartimos una mirada suspicaz.
—¿Algún problema con la subcriaturas? —preguntó burlón mi
compañero.
—Ninguno, no pierdo mi tiempo pensando en ellos.
Ignoré la conversación, que no me interesaba mucho, y me
concentré en el camino. Muir Woods se encontraba en el condado
de Marin, a solo doce kilómetros del puente Golden Gate. Cuando
pasaba por este sentí la opresión en mi pecho, por un instante
levanté la cabeza hacia el mirador, recordando la noche en que
Skye, aún disfrazada de Steven, y yo pasamos un tiempo sentados
allí.
“Sé fuerte, pequeña, por favor, sé fuerte”, rogué para mis
adentros.
***
***
***
***
A ti, que has leído esta historia, y que sin conocerme sabrás
quien soy, porque en cada palabra que escribo está grabado un
trozo de mi alma.
SOBRE LA AUTORA
[1]
Hermano
[2]
Madre