Apreciación Del Arte

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Atenas

E-ISSN: 1682-2749
[email protected]
Universidad de Matanzas Camilo
Cienfuegos
Cuba

Ojeda Alfonso, René Felipe


LA APRECIACIÓN DE OBRAS DE ARTE A TRAVÉS DE LA HISTORIA
Atenas, vol. 4, núm. 20, 2012, pp. 45-54
Universidad de Matanzas Camilo Cienfuegos
Matanzas, Cuba

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=478048956004

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Vol. 3 Nro. 20 2012

LA APRECIACIÓN DE OBRAS DE ARTE A TRAVÉS DE LA HISTORIA

THE APPRECIATION OF WOKS OF ART THROUGH HISTORY

René Felipe Ojeda Alfonso1

Recibido: 1 de junio de 2012;


Aceptado para su publicación: 5 de septiembre de 2012

RESUMEN ABSTRACT
La educación artística es una materia Artistic education is a necesary subject of
necesaria de carácter general, que general interest that involves in any way
implica de algún modo a todos los every citizen. The appreciation of works
ciudadanos. La apreciación de obras de of art is a ability in itseft. This article is
arte constituye una habilidad. A la devoted to the evolution of the
evolución de la apreciación de las obras appreciation of Works of art throutgh
de arte a través de la historia se dedica history.
este artículo.

Palabras Clave: Educación artística, Key Words: Artistic education, artistic


apreciación artística, apreciación de appreciation, appreciation of Works of
obras de arte. art.

INTRODUCCIÓN

La Historia del Arte es una disciplina autónoma con sus propios objetivos y métodos. El
objeto de estudio de esta materia es la obra de arte como producto resultante de la
inteligencia, creatividad y actuación humana en diálogo permanente con el tiempo y el

1
Master en Ciencias de la Educación Superior. Especialista en Apreciación e Historia del Arte. Profesor
de la Escuela de Hotelería y Turismo de Varadero.

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espacio, que se expresa con sus propios códigos y enriquece la visión global de la
realidad y sus múltiples formas de hacerse manifiesta. Al mismo tiempo, por la
complejidad de factores que confluyen en la creación artística, se relaciona
profundamente con otras áreas de conocimiento y campos de actividad.

La educación artística es una materia necesaria de carácter general, que implica a


todos los ciudadanos, lo es también para los que optan por una formación profesional
específica, es una disciplina de gran tradición educativa por sus cualidades formativas,
puesto que el arte constituye una realidad, cada vez más presente en la conciencia
colectiva de la sociedad contemporánea, tanto por sí misma como por la difusión que ha
alcanzado a través de los medios de comunicación social. A describir brevemente la
evolución de la apreciación artística a través de la historia se dedicará atención en este
trabajo.

DESARROLLO

EL ARTE Y LA APRECIACIÓN DE LAS OBRAS ARTÍSTICAS.

El estudio de la Historia del Arte ha de aportar al alumno los conocimientos necesarios


para el análisis, interpretación y valoración de las obras de arte a través del lenguaje de
las formas y del pensamiento visual, teniendo en cuenta que en la sociedad actual,
altamente tecnificada, el ámbito de las artes plásticas tradicionales se ha visto
enriquecido con la aportación de otras manifestaciones procedentes de los medios de
comunicación visual, de modo que el universo de la imagen forma parte de la realidad
cotidiana.

Igualmente, la obra de arte, junto a otras fuentes de conocimiento histórico, constituye,


en sí misma, un valioso documento y un testimonio indispensable y singular para
conocer el devenir de las sociedades, al tiempo que se virtualiza como elemento
transformador de éstas. Por ello, resulta imprescindible el estudio de la obra de arte en
su contexto socio-cultural como punto de partida para el análisis de los diferentes
factores y circunstancias implicadas en el proceso de creación de la obra artística;
paralelamente se debe enseñar a apreciar el arte contextualizado en la cultura visual de
cada momento histórico, incidiendo a la vez en el hecho de que las obras artísticas

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tienen otra dimensión al perdurar a través del tiempo como objetos susceptibles de usos
y funciones sociales diferentes en cada época.

Por otro lado, la importancia del patrimonio artístico, los desafíos que plantea su
conservación, junto con el potencial de recursos que contiene para el desarrollo
inmediato y futuro de la sociedad, constituye otro motivo fundamental que demanda una
adecuada formación que promueva su conocimiento, disfrute y conservación, como
legado que ha de transmitirse a las generaciones del futuro.

La enseñanza de la Historia del Arte a través de sus manifestaciones concretas ha de


tener en cuenta, al menos, un doble referente: uno de carácter histórico y cultural y otro
de carácter técnico y metodológico, estrechamente relacionados entre sí, a esto
añadimos, que existe otro problema sumamente polémico y multidireccional, ¿Qué se
entiende por arte?, ¿Cómo definir qué objeto o fenómeno cultural contiene elementos
que le hagan clasificar en la categoría de obra de arte?

Definir el arte parece ocioso, pero existen variadas definiciones: “Arte como ilusión o
engaño conscientes (Conrad Lange), introyección o proyección sentimental (T. Lipps y
Vernon Lee), satisfacción indirecta de un deseo reprimido (Sigmund Freud),
organización de la experiencia para que resulte más intensa y vital (John Dewey),
fenómeno significativo o símbolo (S. K. Langer), lenguaje para comunicar valores
(Chester Morris), expresión imaginativa de una emoción (Collinwood), placer objetivado
(Santayana), representación verídica de la realidad (la mayor parte de los estetas
soviéticos), modo de manifestación de la autoconciencia de la humanidad (G. Lukacs),
lenguaje o discurso cuyos signos forman parte de un contexto semántico y autónomo
(G. della Volpe), mensaje que transmite una información no propiamente semántica sino
estética (Moles y otros cibernéticos), etc” (Sánchez, 1970, p. 152)

Muchos de estos conceptos sin embargo, distan de ser satisfactorios, ya que en su


mayoría definen el arte por un rasgo que juzgan esencial: se trata de conceptos
cerrados del arte, los cuales entran prontamente en contradicción con la práctica
artística. Otros conceptos se abren de manera desmesurada más allá de toda realidad.
En definitiva, conceptos que elevan en un rasgo particular a la condición de rasgo
general esencial a todo arte.

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Esto se comprende si se considera que el arte en occidente, hasta el surgimiento de las
vanguardias, se seguía principalmente por normas que atendían a nociones de belleza,
las cuales reconocían como artístico sólo aquello que se encontraba dentro de sus
parámetros.

Algunos historiadores del arte coinciden en afirmar la imposibilidad de definir el arte,


entre otras cosas porque no existen propiedades estéticas comunes a las buenas obras
de arte. Umberto Eco (1986) ha observado cómo la expresión “muerte del arte” indica
un acontecimiento histórico, que si bien no es apocalíptico, representa un cambio
sustancial en la evolución del concepto de arte, comparable a lo ocurrido entre la Edad
Media, el Renacimiento y el Manierismo. Esto significó la modificación del arte clásico, a
partir del advenimiento de concepciones más modernas, ligadas a nociones de
autonomía, genialidad individual, sentimiento, fantasía, invención de reglas inéditas, etc.
Así, la noción filosófica “muerte del arte”, asumida como principio metodológico, invalida
las definiciones generales de arte, como afirma Eco.

La idea de muerte no como “fin” sino en su significado dialéctico, disolución-resolución,


expresa la esencia del fenómeno “arte”; la “muerte del arte” debe ser interpretada no
como un fin histórico sino como muerte dialéctica. Estas nociones tienden a superar la
idea del arte al margen de las transformaciones históricas de la sociedad.

Toda definición en el campo estético debe ser histórica. Al someter el fenómeno “arte”,
o cualquier otro fenómeno estético a una definición única e inmóvil, se corre el peligro
de catalogar como artísticos a los objetos que en su momento desempeñaron otras
funciones sociales. El estudio de estas funciones sociales, en el contexto de cada
cultura, debe entonces acompañar la valoración formal, plástica, cromática, temática,
simbólica, etc., de los fenómenos estéticos del pasado.

Esta posición tiende, cada vez menos, a partir de definiciones apriorísticas, renunciando
a situar los fenómenos estéticos de las culturas aborígenes dentro de estructuras
inmutables, pues se trata más bien de una fenomenología, comprensible en el marco
del sistema socio-cultural, en el cual los individuos adquieren gustos, actitudes,
comportamientos, que no pueden ser definidos por medio de una fórmula
inmovilizadora.

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De acuerdo con esto, no se debe preguntar en forma general “qué es el arte”. Nestor
García Canclini, ha señalado el carácter etnocéntrico de esta pregunta. “Una teoría del
arte, compatible con la práctica actual y con lo que hoy sabemos sobre esta práctica en
el pasado y en otras culturas, debe abolir esta formulación ahistórica y metafísica sobre
el ser del arte, y partir de un planteamiento del problema que haga posible definiciones
y categorías sociohistóricas” (García, 1977, p. 17).

La interrogante debe ser: ¿Qué hace a un objeto obra de arte y qué permite
diferenciarlo de los demás objetos? Los criterios de valoración estética, es decir,
aquellas cualidades que caracterizan un objeto, acontecimiento, o acto como estético,
dependen de los contextos sociohistóricos. Aunque lo estético se sustente en
condiciones naturales humanas, como la sensibilidad, la percepción, etc., su carácter es
eminentemente social. Por tal razón, grupos sociales diferentes decidirán sobre sus
prácticas estéticas de manera diferente, un objeto estético es, como ha señalado
Morawsky (1977, p. 35) “un acto de fe cultural”.

Se debe ver con escepticismo la permanencia absoluta de cualquier valor estético, pues
lo estético no constituye una esencia de ciertos objetos ni corresponde a una
disposición estable de lo que se llamó “la naturaleza humana”, aunque esto dificulte la
demarcación general de los componentes estéticos de la práctica social, pues ellos,
cargados de historicidad, son susceptibles a cambio y modificación de acuerdo a cada
contexto cultural.

La filosofía, desde siempre, ha querido aproximarse al concepto del arte. Aristóteles y


Platón hablaron de arte como habilidad o destreza en alguna actividad: arte de la
medicina, de la guerra; pero llegaban a notar una diferencia entre las artes. Para Platón,
el arte comprendía toda actividad humana distinta de la naturaleza, ordenada a un fin
creativo determinado (y aquí incluía la ciencia). Y, sin embargo, ni siquiera los filósofos
podían ignorar la naturaleza, porque es de ella de donde se surte la imaginación
creadora.

El tema de la naturaleza y el arte fue abordado después muchas veces. La estética


como esencia del arte no existe sin el artista. Si un paisaje es bello e inspira un
sentimiento artístico, no se le confiere a esa impresión el carácter de obra de arte,

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porque el arte es creación humana y sólo eso. Nada de la naturaleza tiene valor estético
sino en la medida en que el hombre le da esa valoración. El sol, visto como necesidad,
es objeto de la ciencia, mientras que si es apreciado con sentido valorativo (como
acción humana voluntaria que el espíritu aprecia en libertad) se hace objeto del arte.
Reino de la apariencia, de la ilusión que se percibe: eso es el arte; y su esencia existe
en tanto el espíritu que recibe la sensación artística da su personal valoración a lo
creado como obra de arte.

El sentimiento de placer o de dolor no viene en la obra de arte como una intención


añadida artificialmente y sobrepuesta como una determinación voluntaria del artista. La
fuerza creativa está oculta en el ánimo y en la mente común a toda época, funciona
como energía impersonal que el artista representa y expresa. Sin este impuso motor no
hay arte. Se necesita vida.

Tomás de Aquino relacionó el arte y su valor con los fines o medios de la obra, y dijo
que para que hubiese belleza en la creación artística debía atenderse un criterio triple:
proporción, integridad y claridad, lo que implicaba una valoración que iba más allá de lo
puramente estético y establecía una jerarquía de los fines y los medios. El valor de un
objeto estético dependía de los fines que él mismo exponía, creando así una
dependencia entre medios buenos y medios malos, fines buenos y fines malos. Para él,
un libro o una pintura cuya finalidad fuese obscena, mágica o herética son obras que
expresan fealdad aunque sus formas sean bellas. La finalidad determina sus medios
estéticos. Era el propósito divino el que decidía el valor estético de la obra.

La idea extendida de que lo que parece feo en la realidad no es materia artística,


contiene un prejuicio inexplicable. En el orden de las cosas de la realidad se llama feo lo
deforme, lo malsano, lo contrario de la regularidad. Pero lo que en la naturaleza
produce desagrado o se le denomina como feo, puede adquirir en el arte una gran
belleza. En arte sólo es bello lo que tiene carácter, por lo que la representación de la
fealdad o del mal tiene en el arte, por obra de la creación, el carácter de la belleza
Octavio Paz (1997, p. 57) dijo en estos términos lo que es forma y contenido en el arte,
es decir su totalidad: “Las verdaderas ideas de un poema no son las que se le ocurren
al poeta antes de escribir el poema sino las que después, con o sin su voluntad, se

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desprenden naturalmente de la obra. El fondo brota de la forma y no a la inversa. O
mejor dicho: cada forma secreta su idea, su visión del mundo. La forma significa; y más:
en arte sólo las formas poseen significación. La significación no es aquello que quiere
decir el poeta sino lo que efectivamente dice el poema. Una cosa es lo que creemos
decir y otra lo que realmente decimos”. Corresponde por tanto a la apreciación que de
el fenómeno artístico se haga, la correcta interpretación y aprehensión que de este se
derive, incluso lo que pueda constituir mas tarde a su valor artístico y trascendencia
dentro de la cultura.

En todas las épocas el hombre ha sentido la necesidad de expresar cualidades del


espíritu que lo aproximaran a un ideal de perfección, sea cual fuese ese ideal: la razón,
la belleza física, la verdad aristotélica, la alabanza a Dios. En la búsqueda de tales
ideales, el hombre desarrolló las formas diversas del arte, a través de los mitos y el
instinto mágico - religioso, para que nacieran la pintura, la danza, el canto, la
arquitectura de los templos que celebra la magnificencia divina; y, como emblema de su
individualidad única en el universo, la palabra hecha poesía, símbolo del fruto de la
imaginación.

En su origen el arte no tuvo una finalidad estética sino que constituyó una forma de
acercamiento – dominio del hombre primitivo ante un medio hostil e inhóspito al cual se
enfrentaba por su supervivencia, solo en las grandes culturas de la antigüedad se utilizo
como el eficaz y efectivo comunicador de ideas que es, siendo empleado por las élites
dominantes en el sojuzgamiento de las grandes masas de individuos que sustentaron
estas culturas en lo que se ha dado en llamar esclavitud comunal o generalizada o
modo de producción asiático por algunos estudiosos. Engels en La Ideología Alemana
(1970, p. 56) apuntaba: “Las ideas de la clase dominante, son dominantes en cada
época. Es decir que la clase que ejerce el poder material, que tiene a su disposición los
medios para la producción material, dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios
de producción espiritual, lo que hace que se le sometan al propio tiempo, por lo general,
las ideas de quienes carecen de los medios para producir espiritualmente.’’

Para los griegos mediante la enseñanza del dibujo, el individuo podía entre otras cosas
apreciar la belleza de las cosas, siendo aquí donde por vez primera se concibe una

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finalidad educativa al arte en sentido general, aunque en todos estos casos siempre el
interés primero de esta enseñanza estaba centrado en la formación de habilidades
prácticas que redundaran en el aprendizaje de algún oficio relacionado con esta
actividad, esta tendencia se hizo casi absoluta durante la Edad Media donde además se
redujo a prácticamente una tradición heredada de padres a hijos y guardada
celosamente en los gremios de artesanos.

Juan Amos Comenius (1592 – 1670) es uno de los primeros en señalar la importancia
del dibujo con un fin educativo y didáctico, de ahí su conocida idea de que, los niños,
pintando, aprenderían a pintar y además, a tener un conocimiento más completo de las
cosas. Se daba así, un carácter eminentemente práctico y activo a la enseñanza del
dibujo, era una preciada conquista de las nuevas concepciones pedagógicas, en franca
lucha contra la instrucción verbal y formalista del escolasticismo medieval. Juan Jacobo
Rousseau (1712 –1778), analizaba la presencia del dibujo tanto desde el punto de vista
educativo como de la psicología infantil. Juan Enrique Pestalozzi (1746 – 1827), influido
por Rousseau, le concede una gran importancia al dibujo en su sistema educativo, al
considerarle como una de las fuentes fundamentales del conocimiento.

Fundada el 13 de enero de 1818, por el francés Juan Bautista Vermay (1786 – 1833), la
Academia de San Alejandro, constituye la primera aproximación consciente, y de algún
modo sistemática, si es que así puede llamársele, a la enseñanza artística en Cuba,
lastrada desde su propio nacimiento por el hecho de partir del concepto academicista y
estereotipado de concebir al arte como copia exacta y fiel de la realidad a partir de su
representación fría, mimética e inanimada. Este derrotero se mantendría con más bajas
que altas durante todo el siglo XIX, hasta que a inicios del XX, alumnos insatisfechos
con estos métodos parten a Europa en busca de los aires revitalizantes que las
Vanguardias Artísticas habían insuflado al arte.

Ya el la década del 20 se puede hablar de la existencia de una vanguardia cubana, que


iniciada con Víctor Manuel García, fue sumando uno tras otro a una pléyade de
creadores que conformaron lo más renovador y revolucionario del arte cubano, la
enseñanza sin embargo se mantuvo más o menos siguiendo los mismos conceptos y
presupuestos del siglo anterior.

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Con el triunfo revolucionario de enero de 1959, la reforma educacional que implicó una
campaña de alfabetización masiva, y la fundación de escuelas de arte, galerías y
museos, condiciono, que tanto la creación, como la apreciación artística, dejaran de ser
actividades minoritarias y elitistas para convertirse en un derecho de todo el pueblo,
siendo política del estado cubano la masificación de la cultura en todos sus ámbitos,
llegando hasta la actualidad con políticas coherentes y dirigidas a este propósito, como
al concepto de Universalización de la enseñanza, el desarrollo creciente de los
programas relativos a la televisión educacional y la paulatina incorporación a los
programas de estudio en los diferentes niveles, de asignaturas referidas a la aplicación
de elementos de apreciación artística , en aras de lograr la consecución de un hombre
mas culto, mas tolerante, mas sensible y mejor preparado para comprender el mundo
contemporáneo a la par que disfrutarlo en todas sus posibilidades.

CONCLUSIONES

En todas las épocas el hombre ha sentido la necesidad de expresar sus mejores


cualidades del mismo modo que manifiesta su repudio a lo negativo, esto ha sido visto
como una expresión de desarrollo espiritual, de este modo, el hombre ha intentado
mantenerse en la búsqueda de un ideal de perfección, sea cual fuese ese ideal: la
razón, la belleza física, la verdad, la alabanza a Dios u otra de sus variadas formas. En
la búsqueda de tales ideales, el hombre desarrolló formas diversas del arte, primero a
través de los mitos y el instinto mágico - religioso, para que nacieran la pintura, la
danza, el canto, la arquitectura de los templos por citar algunos ejemplos, y de este
modo llegar a sofisticadas formas que prefiguran un ideal estético del hombre en la
modernidad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Eco, Humberto. (1972) La definición del arte. España, Barcelona, Ediciones Martínez
Roca.
Eco, Humberto. (1986) La estructura ausente. Introducción a la semiótica. España,
Editorial Lumen, tercera edición.

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García Canclini, Néstor. (1977) Arte popular y sociedad en América Latina. Teorías
estéticas y ensayos de transformación. México, Edit. Grijalbo.
Morawski, E. (1977) Fundamentos de estética. España, Ediciones Península.
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Sánchez Vázquez, Adolfo. (1970) Estética y marxismo. México, Edit. Era T. I.

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