Apreciación Del Arte
Apreciación Del Arte
Apreciación Del Arte
E-ISSN: 1682-2749
[email protected]
Universidad de Matanzas Camilo
Cienfuegos
Cuba
RESUMEN ABSTRACT
La educación artística es una materia Artistic education is a necesary subject of
necesaria de carácter general, que general interest that involves in any way
implica de algún modo a todos los every citizen. The appreciation of works
ciudadanos. La apreciación de obras de of art is a ability in itseft. This article is
arte constituye una habilidad. A la devoted to the evolution of the
evolución de la apreciación de las obras appreciation of Works of art throutgh
de arte a través de la historia se dedica history.
este artículo.
INTRODUCCIÓN
La Historia del Arte es una disciplina autónoma con sus propios objetivos y métodos. El
objeto de estudio de esta materia es la obra de arte como producto resultante de la
inteligencia, creatividad y actuación humana en diálogo permanente con el tiempo y el
1
Master en Ciencias de la Educación Superior. Especialista en Apreciación e Historia del Arte. Profesor
de la Escuela de Hotelería y Turismo de Varadero.
DESARROLLO
Por otro lado, la importancia del patrimonio artístico, los desafíos que plantea su
conservación, junto con el potencial de recursos que contiene para el desarrollo
inmediato y futuro de la sociedad, constituye otro motivo fundamental que demanda una
adecuada formación que promueva su conocimiento, disfrute y conservación, como
legado que ha de transmitirse a las generaciones del futuro.
Definir el arte parece ocioso, pero existen variadas definiciones: “Arte como ilusión o
engaño conscientes (Conrad Lange), introyección o proyección sentimental (T. Lipps y
Vernon Lee), satisfacción indirecta de un deseo reprimido (Sigmund Freud),
organización de la experiencia para que resulte más intensa y vital (John Dewey),
fenómeno significativo o símbolo (S. K. Langer), lenguaje para comunicar valores
(Chester Morris), expresión imaginativa de una emoción (Collinwood), placer objetivado
(Santayana), representación verídica de la realidad (la mayor parte de los estetas
soviéticos), modo de manifestación de la autoconciencia de la humanidad (G. Lukacs),
lenguaje o discurso cuyos signos forman parte de un contexto semántico y autónomo
(G. della Volpe), mensaje que transmite una información no propiamente semántica sino
estética (Moles y otros cibernéticos), etc” (Sánchez, 1970, p. 152)
Toda definición en el campo estético debe ser histórica. Al someter el fenómeno “arte”,
o cualquier otro fenómeno estético a una definición única e inmóvil, se corre el peligro
de catalogar como artísticos a los objetos que en su momento desempeñaron otras
funciones sociales. El estudio de estas funciones sociales, en el contexto de cada
cultura, debe entonces acompañar la valoración formal, plástica, cromática, temática,
simbólica, etc., de los fenómenos estéticos del pasado.
Esta posición tiende, cada vez menos, a partir de definiciones apriorísticas, renunciando
a situar los fenómenos estéticos de las culturas aborígenes dentro de estructuras
inmutables, pues se trata más bien de una fenomenología, comprensible en el marco
del sistema socio-cultural, en el cual los individuos adquieren gustos, actitudes,
comportamientos, que no pueden ser definidos por medio de una fórmula
inmovilizadora.
La interrogante debe ser: ¿Qué hace a un objeto obra de arte y qué permite
diferenciarlo de los demás objetos? Los criterios de valoración estética, es decir,
aquellas cualidades que caracterizan un objeto, acontecimiento, o acto como estético,
dependen de los contextos sociohistóricos. Aunque lo estético se sustente en
condiciones naturales humanas, como la sensibilidad, la percepción, etc., su carácter es
eminentemente social. Por tal razón, grupos sociales diferentes decidirán sobre sus
prácticas estéticas de manera diferente, un objeto estético es, como ha señalado
Morawsky (1977, p. 35) “un acto de fe cultural”.
Se debe ver con escepticismo la permanencia absoluta de cualquier valor estético, pues
lo estético no constituye una esencia de ciertos objetos ni corresponde a una
disposición estable de lo que se llamó “la naturaleza humana”, aunque esto dificulte la
demarcación general de los componentes estéticos de la práctica social, pues ellos,
cargados de historicidad, son susceptibles a cambio y modificación de acuerdo a cada
contexto cultural.
Tomás de Aquino relacionó el arte y su valor con los fines o medios de la obra, y dijo
que para que hubiese belleza en la creación artística debía atenderse un criterio triple:
proporción, integridad y claridad, lo que implicaba una valoración que iba más allá de lo
puramente estético y establecía una jerarquía de los fines y los medios. El valor de un
objeto estético dependía de los fines que él mismo exponía, creando así una
dependencia entre medios buenos y medios malos, fines buenos y fines malos. Para él,
un libro o una pintura cuya finalidad fuese obscena, mágica o herética son obras que
expresan fealdad aunque sus formas sean bellas. La finalidad determina sus medios
estéticos. Era el propósito divino el que decidía el valor estético de la obra.
En su origen el arte no tuvo una finalidad estética sino que constituyó una forma de
acercamiento – dominio del hombre primitivo ante un medio hostil e inhóspito al cual se
enfrentaba por su supervivencia, solo en las grandes culturas de la antigüedad se utilizo
como el eficaz y efectivo comunicador de ideas que es, siendo empleado por las élites
dominantes en el sojuzgamiento de las grandes masas de individuos que sustentaron
estas culturas en lo que se ha dado en llamar esclavitud comunal o generalizada o
modo de producción asiático por algunos estudiosos. Engels en La Ideología Alemana
(1970, p. 56) apuntaba: “Las ideas de la clase dominante, son dominantes en cada
época. Es decir que la clase que ejerce el poder material, que tiene a su disposición los
medios para la producción material, dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios
de producción espiritual, lo que hace que se le sometan al propio tiempo, por lo general,
las ideas de quienes carecen de los medios para producir espiritualmente.’’
Para los griegos mediante la enseñanza del dibujo, el individuo podía entre otras cosas
apreciar la belleza de las cosas, siendo aquí donde por vez primera se concibe una
Juan Amos Comenius (1592 – 1670) es uno de los primeros en señalar la importancia
del dibujo con un fin educativo y didáctico, de ahí su conocida idea de que, los niños,
pintando, aprenderían a pintar y además, a tener un conocimiento más completo de las
cosas. Se daba así, un carácter eminentemente práctico y activo a la enseñanza del
dibujo, era una preciada conquista de las nuevas concepciones pedagógicas, en franca
lucha contra la instrucción verbal y formalista del escolasticismo medieval. Juan Jacobo
Rousseau (1712 –1778), analizaba la presencia del dibujo tanto desde el punto de vista
educativo como de la psicología infantil. Juan Enrique Pestalozzi (1746 – 1827), influido
por Rousseau, le concede una gran importancia al dibujo en su sistema educativo, al
considerarle como una de las fuentes fundamentales del conocimiento.
Fundada el 13 de enero de 1818, por el francés Juan Bautista Vermay (1786 – 1833), la
Academia de San Alejandro, constituye la primera aproximación consciente, y de algún
modo sistemática, si es que así puede llamársele, a la enseñanza artística en Cuba,
lastrada desde su propio nacimiento por el hecho de partir del concepto academicista y
estereotipado de concebir al arte como copia exacta y fiel de la realidad a partir de su
representación fría, mimética e inanimada. Este derrotero se mantendría con más bajas
que altas durante todo el siglo XIX, hasta que a inicios del XX, alumnos insatisfechos
con estos métodos parten a Europa en busca de los aires revitalizantes que las
Vanguardias Artísticas habían insuflado al arte.
CONCLUSIONES
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Eco, Humberto. (1972) La definición del arte. España, Barcelona, Ediciones Martínez
Roca.
Eco, Humberto. (1986) La estructura ausente. Introducción a la semiótica. España,
Editorial Lumen, tercera edición.