50 Fabulas Con Su Moraleja
50 Fabulas Con Su Moraleja
50 Fabulas Con Su Moraleja
Las fábulas infantiles parecen una composición lírica que nunca pasarán de
moda. Desde «la Cigarra y la hormiga» de Esopo, pasando por «la gallina
de los huevos de oro» de María Samaniego hasta las más modernas del
escritor colombiano Rafael Pombo, todas destacan su capacidad de educar
y hacer reflexionar a través de las moralejas a los niños.
Todos desde los más pequeños de la casa hasta los adultos, hemos pasado
por lecturas de fábulas de manos de nuestros padres o abuelos,
quedándose muchas de ellas impregnadas en nuestra memoria y la cual la
hemos transmitido a nuestros más pequeños.
Índice [Ocultar]
1 Lista de fábulas cortas para niños
o 1.1 La liebre y la tortuga
o 1.2 El león y el ratón
o 1.3 La cigarra y la hormiga
o 1.4 Pedro y el lobo
o 1.5 El cuervo y el zorro
o 1.6 El niño y los dulces
o 1.7 La pulga y el hombre
o 1.8 El conejo y el cerdo
o 1.9 Familia de hormigas
o 1.10 El pájaro ruiseñor
o 1.11 El gato y el ratón
o 1.12 El ciervo y el cervatillo
o 1.13 El mono y el delfín
o 1.14 El Astrónomo
o 1.15 El asno, el perro y el lobo
o 1.16 El cuervo y los pájaros
o 1.17 El viejo perro cazador
o 1.18 El perro y el reflejo
o 1.19 La serpiente mentirosa
o 1.20 El perro y el espejo
o 1.21 Los monos y la cuerda
o 1.22 Las ranas y el pantano seco
o 1.23 El labrador y la culebra
o 1.24 El lobo y el perro dormido
o 1.25 El zorro, el oso y el león
o 1.26 Las dos amiguitas
o 1.27 El aceituno y la higuera
o 1.28 El zorro y la cabra
o 1.29 El huevo de oro
o 1.30 El coyote y las uvas
o 1.31 La hormiga y la mariposa
o 1.32 El viento y el sol
o 1.33 El halcón, el cuervo y el pastor
o 1.34 El hijo y el padre
o 1.35 El Zorro y los Gallos
o 1.36 El amo del cisne
o 1.37 El enfermo y el doctor
o 1.38 El gato y el cascabel
o 1.39 El adivino
o 1.40 El zapatero y el hombre rico
o 1.41 El toro y las cabras
o 1.42 La mula vanidosa
o 1.43 El elefante y el león
o 1.44 El guepardo y el león
o 1.45 La hormiga, la araña y la lagartija
o 1.46 Los perros y la lluvia
o 1.47 La abeja y el fuego
o 1.48 Tilín el desobediente
o 1.49 El zorro irresponsable
o 1.50 La carrera de perros
o 1.51 El gallo puntual
o 1.52 El caballo presumido
o 1.53 El loro y el perro
La liebre y la tortuga
Una vez, una liebre se burlaba de las patas tan cortas y de la lentitud al
caminar de una tortuga, sin embargo, esta no se quedó callada y se
defendió lanzando una risa y diciéndole a la liebre: – Puede que seas muy
veloz amiga liebre, pero, estoy más que segura de que podré ganarte una
carrera.
Poco después, la liebre despertó y vió si por atrás seguía sin llegar la
tortuga, pero al mirar hacia la meta, vió a la tortuga muy cerca de la final,
y en un intento desesperado por correr lo más veloz que pudo, la tortuga
llegó y ganó.
También nos muestra que no tenemos que burlarnos de las personas por
sus defectos físicos, ya que pueden ser mejores en otros aspectos.
Esta fábula tiene un gran valor educativo, ya que hacer las cosas bien
hechas es importante en la educación y para ello es necesario ser
pacientes.
El león y el ratón
Al león le resultó divertido pensar que un ratón podría alguna vez ayudarlo.
Pero fue generoso y finalmente lo liberó.
La cigarra y la hormiga
-¡Bah! Trabajar tanto es para bobos, haz como yo, canta y disfruta del
verano.
La pequeña hormiga sin decir más nada siguió su camino. En los siguientes
días, la cigarra seguía cantando y muchas veces componía canciones que
se burlaban de su amiguita la hormiga.
Pedro y el lobo
Había una vez un niño llamado Pedro que era pastor y se llevaba todo el
día caminando con sus ovejas.
Los vecinos del pueblo acudieron rápidamente con palos para ahuyentar al
lobo, pero cuando llegaron al árbol donde se sentaba Pedro, lo encontraron
riendo a carcajadas. Pedro decía:
Los vecinos se fueron a sus casas pensando que era una broma y que no
pasaba nada.
Los vecinos volvieron a acudir rápido, con sus palos y preparados para
hacer frente al lobo. Pero se volvieron a encontrar a Pedro riendo, que reía
y decía:
Esta vez los vecinos pensaron que la broma no era tan graciosa y se fueron
malhumorados a sus casas.
Otro día, Pedro estaba caminando con sus ovejas cuando escuchó un ruido
entre los matorrales. No le dio importancia, pero rápidamente un lobo salió
empezó a perseguir a sus ovejas. Pedro empezó a pedir ayuda:
El cuervo y el zorro
Había una vez un cuervo que descansaba en un árbol, tras haber logrado
robar un queso de la ventana de una casa.
Cerca caminaba un zorro que olió el fuerte aroma, vio al cuervo y le dijo:
-¡Hola! Qué buen día hace, además tu plumaje es muy bonito. Le queda
muy bien.
El cuervo se sintió muy bien con lo que le dijo el zorro. Le entraron ganas
de cantar para celebrarlo, abrió el pico, pero entonces dejó caer el queso.
Moraleja: presta atención cuando alguien te dice cosas bonitas. Puede que
sea por interés.
Esta fábula enseña a los niños a no ser tan egoístas, una cualidad muy
importante a la hora desarrollar su personalidad. En un mundo en donde la
individualidad prevalece, es bueno desde pequeños que lo niños aprendan a
compartir y a ser generosos con sus iguales.
La pulga y el hombre
– ¿Quién te crees que eres insignificante bicho, para estar picándome por
todo mi cuerpo y no dejarme disfrutar de mi merecido descanso?
– Lo siento pequeña pulga, pero no puedo hacer otra cosa que acabar con
tu vida para siempre, ya que no tengo ningún motivo para seguir
aguantando tus picaduras, no importa si es grande o pequeño que pueda
ser el prejuicio que me causes.
Moraleja: nos enseña a que todo aquel que le hace daño a otra persona,
debe estar dispuesto a afrontar las consecuencias. Ya que cuando uno
molesta, agrede u ofende a otros compañeros, debe saber que sus actos
irán seguidos de unas consecuencias.
El conejo y el cerdo
Había una vez en un colegio un conejo muy presumido que todos los días
llevaba sus zapatitos muy limpios, relucientes, brillantes.
En su misma clase también estaba el cerdito Peny, que tenía mucha envidia
al conejo por sus zapatos.
Pero el cerdito al vivir en una charca de barro sabía que nunca conseguiría
tener unos zapatos como los de su amigo conejo.
Todos los días limpiaba y limpiaba, pero nada seguían igual de sucios.
Un día jugando en el recreo tenía que hacer una carrera para ver quien era
el más veloz. El cerdito asustado, no sabía que hacer, ya que sus zapatillas
no eran como las de su amigo.
Familia de hormigas
Había una vez una familia de hormigas formada por la madre, el padre y su
dos hijitas.
Paseando por el prado, se encontraron con otra hormiga, pero esta no era
de su misma especie, ya que era de color rojo y le faltaban dos patitas.
Angustiada, la hormiga roja les pidió ayuda para que la llevasen hasta su
casa, ya que podría morir enterrada por la nieve.
Así que la familia siguió su camino, pero una de las hijas no pudo aguantar
y se dio la vuelta para ayudar a la hormiga roja, aun sabiendo que podrían
echarla del prado para siempre.
Una vez llegaron las dos a la casa de las hormigas rojas, estas sorprendidas
por la solidaridad de la hormiga negra, le regalaron toda la comida que
tenían.
Moraleja: hay que ayudar a los demás cuando lo necesiten, ya que algún
día también nosotros podemos necesitar esa ayuda.
También nos enseña a que no hay que prejuzgar ni discriminar a otros por
su raza o por su condición fisica, algo muy importante en la vida, ya que
tenemos que educar a nuestros hijos en la tolerancia y el respeto a la
diversidad.
El pájaro ruiseñor
Una noche cenando con su madre, esta le dijo que no debía cantar hasta
mas tarde ya que los cazadores pasarían a esa hora y si estos les oían
podrían matarle.
Moraleja: hay que estar muy atentos y escuchar a nuestros padres cuando
nos hablen, ya que un descuido nos puede salir caro.
El gato y el ratón
– ¡Qué guapo y lindo estás ratoncito! Ven conmigo, pequeñito, ven… dijo
con dulce voz el gato.
La mamá del ratoncito escuchó las intenciones que tenía el hábil gato y le
advirtió a su hijo diciendo:
– Ven, pequeñito ven. ¡Mira este queso y estas nueces! ¡Todo eso será para
ti!
El inocente ratoncito le preguntó de nuevo a su madre:
-No me hará nada mamá. Sólo quiero probar un pedacito… – dijo por
última vez el ratoncito, y sin que su madre pudiera detenerlo, salió
rápidamente de su agujero.
La mamá ratona no pudo hacer nada para salvar a su ratoncito que murió
devorado por el gato.
El ciervo y el cervatillo
Esta fábula trata sobre dos ciervos, uno joven y otro más mayor.
El cervatillo joven tenía muy claro que ganaría, ya que era más veloz y mas
rápido que el ciervo anciano.
-¿Como lo has hecho?, no puede ser, si yo soy más. joven y más veloz que
tú.
El mono y el delfín
Había una vez un marinero que se comprometió a realizar un viaje muy
largo. Para hacer más entretenida la travesía, se llevó con él a un mono
para divertirse durante la larga travesía.
Mientras tanto, el mono que luchaba contra las olas, fue visto por un delfín;
el cual creyendo que era un hombre, fue a salvarlo deslizándose debajo él y
transportándolo hacia la costa.
El delfín indignado por tantas mentiras que el mono decía, dio media vuelta
y lo devolvió a alta mar.
Moraleja: las propias mentiras del mentiroso son las que se encargan de
revelar la verdad en un pequeño descuido. Las mentiras tienen las patas
muy cortas, por tanto siempre saldrá a la luz la verdad.
El Astrónomo
Un día, uno de sus viejos colegas le dijo que había aparecido un extraño
astro en el cielo, el anciano salió de la ciudad para poder verlo con sus
propios ojos. Tan emocionado estaba el astrónomo mirando al cielo, que no
se dio cuenta que a pocos pasos de él había un agujero. Cuando se cayó al
agujero comenzó a gritar pidiendo ayuda.
-Te ayudaré a salir de ahí, pero ten mucho cuidado la próxima vez que
salgas por un lugar que desconoces, tienes que estar muy atento por donde
caminas ya que te puedes encontrar con cualquier cosa en el suelo.
– Mejor ¿Por qué no esperas un rato más hasta que despierte el Amo y te
dé el mismo de comer?
El perro, respondió:
-Mejor, ¿Por qué no esperas un poco más hasta que despierte el amo y te
salve?
Moraleja: hay que ofrecer nuestra ayuda a los demás siempre y cuando la
necesiten si no queremos que nos pase lo mismo que al asno. Hay que
educar a nuestros hijos para que sean personas solidarias y compartan con
el resto de sus iguales.
Un día el dios Júpiter citó a todos los pájaros a una reunión para elegir
como Rey al más hermoso de todos. Los pájaros, muy halagados ante esta
gran oportunidad, de inmediato fueron a las aguas del gran río para lavarse
y acicalarse para estar presentables.
El cuervo, dándose cuenta de su fealdad, se le ocurrió un plan que consistía
en recoger las plumas que los pájaros dejaban caer al acicalarse, para
luego pegarlas a su cuerpo. Es así que el cuervo pasó varias horas
colocándose las plumas para ser el más bello de los pájaros.
Entonces llegó el día esperado y todas las aves acudieron a la cita, entre
ellos el cuervo, que destacó al instante por sus plumas multicolor. Júpiter al
verlo, decidió coronar al cuervo por su gran belleza, pero los pájaros se
sintieron muy indignados por haber elegido al cuervo.
Debemos querernos tal y como somos, ya que solo así nos querrán los
demás.
Hace muchos años, vivía un viejo perro de caza, cuya avanzada edad le
había hecho perder gran parte de las facultades, como ser más fuerte o
veloz.
-Querido amo mío, no creas que he dejado escapar a ese hermoso animal
por gusto. He intentado retenerlo, al igual que hacía cuando era joven, pero
por mucho que lo deseemos ambos, mis facultades no volverán a ser las
mismas. Así que, en lugar de enfadarte conmigo porque me he hecho viejo,
alégrate por todos esos años en los que te ayudaba sin descanso.
Moraleja: nos viene a decir que debemos ser respetuosos con nuestros
mayores, ya que hicieron lo posible porque nuestra familia tuviera una vida
feliz.
El perro y el reflejo
Había una vez un perro, que estaba cruzando un lago. Al hacerlo, llevaba
una presa bastante grande en su boca. Mientras lo cruzaba, se vio a si
mismo en el reflejo del agua. Creyendo que era otro perro y viendo el
enorme trozo de carne que llevaba, se lanzó a arrebatársela.
Moraleja: no hay que envidiar a los demás y debemos ser felices con lo
que somos y con lo que tenemos, ya que como dice el dicho «la avaricia
rompe el saco». Tenemos que conformarnos con lo que tenemos, y no pedir
o exigir más a nuestros padres, sino queremos que nos pase lo que al
perro.
La serpiente mentirosa
Había una vez un sabio elefante, una trabajadora hormiga, un fuerte león,
un hábil zorro, una divertida hiena y una amistosa cebra que vivían en
armonía y como buenos amigos en la selva. Los animales se ayudaban
mutuamente en las labores diarias.
—Yo propongo ir un poco más lejos para encontrar algo que comer.
La cebra afanada por encontrar comida se separó del león sin darse cuenta.
En el camino se encontró con una serpiente con una larga y aguda lengua.
La cebra no perdió tiempo en hacer amistad con la víbora, así que le contó
en lo que andaban ella y el resto de sus amigos.
El león le contestó:
—¡Ahora que recuerdo hace una hora vi a tu amiga cebra comerse una
presa de antílope!
Moraleja: la justicia tarda, pero llega, cada quien recibe lo que se merece.
No se puede andar por la vida engañando ni diciendo cosas que no son
ciertas.
El perro y el espejo
Érase una vez un perro llamado Glotón, porque comer era lo que más le
gustaba hacer. Su enorme peso le impedía caminar con facilidad, y más
aún correr.
Cierto día el canino entró al mercado del pueblo y los ojos casi se le
salieron al ver una enorme chuleta sobre el mostrador de una carnicería. Se
escondió en espera de un descuido del dueño.
La sola idea de pensar que otro perro se comía una chuleta más grande y
sustanciosa que la de él, le generó envidia y molestia. El enfurecido animal
se abalanzó con toda su fuerza y peso contra el otro canino.
El animal estaba muy asustado y sintió un fuerte dolor en una de sus patas
traseras, era un trozo del espejo que se le había encajado. Pero más
grande fue su sufrimiento cuando se dio cuenta de que su chuleta estaba
en el suelo cubierta de partículas de vidrio.
Había una vez tres monos que vivían en un bosque con grandes árboles e
innumerables ríos. El mayor se llamaba Topotopo y era el más mandón, el
segundo de los monos lo conocían como Ñoño y era gordo, mientras que el
más pequeño respondía al nombre de Paco y era el más travieso.
Cierto día, Paco estuvo a punto de ser mordido por una serpiente venenosa
al tratar de pisarle su cascabel. Luego, Topotopo casi fue atrapado por las
garras de un león cuando lo molestaba mientras este dormía. Ñoño no fue
la excepción, de milagro escapó de un lobo feroz al que le intentó quitar su
almuerzo.
El resto de los animales del bosque se mantenían alejados, puesto que los
tres monos eran irrespetuosos y sus bromas muy pesadas.
Los tres amigos llegaron al lugar y pasaron casi todo el día trepándose
entre las ramas de los árboles más elevados, comieron todo tipo de frutas y
semillas y desde los copos molestaban con sus burlas a los otros animales
que allí vivían. Después regresaron nuevamente a su hábitat, pero con la
intención de volver.
Los tres desobedientes monos contaron sus vivencias a sus parientes, estos
de nuevo les aconsejaron portarse mejor y mantenerse alejados de los
peligros. En respuesta, los amigos soltaron una fuerte carcajada al unísono.
Llegó el día esperado por los monos, el de regresar a las lejanías del
bosque. Salieron apenas despuntó el sol sin que nadie se diera cuenta.
Una vez en el lugar, Topotopo, Ñoño y Paco se treparon al árbol más alto y
desde allí divisaron una cuerda que atravesaba el caudaloso río. Se miraron
entre sí y bajaron rápidamente hasta llegar a la orilla del río.
Sin decir una palabra, los tres amigos se subieron a la cuerda y
comenzaron a atravesar el río, cuando llegaron a la mitad se dieron cuenta
que la soga estaba a punto de reventarse.
El peso de los tres monos terminó por hacer que la cuerda se rompiera.
Inevitablemente, los desobedientes animales cayeron a las profundas aguas
y fueron arrastrados por la corriente.
Vivían dos ranas en un bello pantano, pero llegó el verano y se secó, por
tanto la abandonaron para buscar otro con agua. Hallaron en su camino un
profundo pozo repleto de agua, y al verlo, dijo una rana a la otra:
– Amiga, bajemos las dos a este pozo.
El labrador y la culebra
Enterado de cómo habían sucedido los hechos, el labrador sintió tal culpa
que fue en busca de la culebra para pedirle perdón y ofrecerle miel, agua,
harina y sal, como muestra de su sincero arrepentimiento. A pesar de la
nobleza de sus intenciones, la culebra no solo no le perdonó, sino que
además se permitió el lujo de decirle:
Un zorro que por allí pasaba, viéndolos extenuados por la lucha y con el
cervatillo en medio, se apoderó de este y corrió pasando tranquilamente
entre ellos.
Era una vez 2 avestruces amiguitas que se hicieron tan pero tan amiguitas
que no podían pasar un día sin la compañía de la otra, hasta que cierto día
un pequeño desliz entre ambas puso a prueba su hermosa amistad:
El aceituno y la higuera
Un día una nevada cayó sobre ellos, y, estando el aceituno lleno de follaje,
la nieve cayó sobre sus hojas y con su peso se quebraron sus ramas,
despojándolo inmediatamente de su belleza y matando al árbol.
«Vine aquí para beber agua. Es la mejor que he probado en mi vida. Ven y
pruebala por ti misma. Sin pensar ni siquiera por un rato, la cabra saltó al
pozo, apagó su sed y buscó una forma de salir. Pero al igual que el zorro,
también fue incapaz de salir.
«Tengo una idea. Ponte de pie sobre tus patas traseras. Subiré sobre tu
cabeza y saldré. Entonces yo te ayudaré a salir también».
El huevo de oro
Había una vez un rico comerciante de tela que vivía en un pueblo con su
esposa y sus dos hijos. Tenían una gallina hermosa que ponía un huevo
todos los días. No era un huevo normal, sino un huevo de oro. Sin
embargo, el joven comerciante no estaba satisfecho con lo que solía
obtener todos los días.
Intentó alcanzarlas saltando, pero tampoco llegó; una y otra vez fallaba
hasta que sus patas ya no podían más y entonces cayó al suelo extenuado.
Estando tumbado en el suelo, se pudo dar cuenta que dos pajarillos la
estaban observando; levantándose, se sacudió el polvo y se marchó
diciendo.
Moraleja: A veces nuestro orgullo puede más que nuestro juicio, hasta el
punto en que somos capaces de despreciar las cosas, sólo porque parecen
inalcanzables.
La hormiga y la mariposa
Moraleja: Haz el bien, sin mirar a quien. La vida es una cadena de favores.
El viento y el sol
-Yo soy el más fuerte, cuando yo paso, los árboles se mueven; hasta puedo
derribarlos si quiero- dijo el viento.
-El más fuerte aquí soy yo, yo no derribo árboles, pero puedo hacerlos
crecer- Le respondió el sol.
-Voy a demostrarte que soy el más fuerte ¿ves a ese hombre con
chaqueta? Se la voy a quitar con mi soplido- dijo el viento.
Así, el viento sopló con todas sus fuerzas, pero mientras más fuerte
soplaba, más fuerte el hombre se aferraba a su chaqueta, y el viento se
cansó de soplar.
Entonces fue el turno del sol, y este, lanzando todos sus rayos hacia el
hombre, hizo que se quitara la chaqueta de tanto calor.
-Bien, tú ganas, pero debes admitir que yo hice mucho más ruido- dijo el
viento al final.
Moraleja: cada persona tiene sus propias capacidades y a menudo vale
más la maña que la feurza.
Viendo el pastor lo que sucedía, tomó al cuervo entre sus manos, con su
machete cortó sus alas, y a su casa lo llevó.
El hijo y el padre
–Tonto viejo, ¿por qué no cruzas si no vienen carros? ¡Yo sí cruzaré, tengo
un compromiso importante!- pensó el joven acelerando el paso.
Pero al llegar a la esquina de aquella acera se dio cuenta ¡ese hombre era
su padre!
-¿papá?-
-hola hijo-
-sí ya veo-
-¡Papá nadie nos está viendo! ¡Vamos a cruzar que vamos tarde!-
Moraleja: La humildad es una virtud que muy pocos practican, pero que
todos deberían dominar. A quien hace alarde de sus propios éxitos, no
tarda en aparecerle alguien que se los quita.
Algunas personas cuentan que los cisnes son hermosas aves capaces de
entonar bellas y armónicas canciones justo antes de su muerte.
Sin saber esto, un día un hombre se hizo a un hermoso cisne. Éste no era
sólo el más bello, sino el mejor cantante de todos. Por esta razón, el
hombre pensó que el cisne podría deleitar a quienes visitaran su hogar con
sus maravillosos cantos. De esta manera, el hombre buscaba generar
envidia y admiración en sus allegados.
Una noche, el amo organizó una fiesta, sacando a al cisne para exhibirlo,
como si se tratase de un valioso tesoro. El amo solicitó al cisne que
entonara una bella canción para entretener al público. Ante esto, el cisne
permaneció impávido, generando molestia e ira en el amo.
Los años pasaron y el amo siempre pensó que había malgastado su dinero
en la bella ave. No obstante, una vez el cisne se sintió viejo y cansado,
entonó una maravillosa melodía.
Moraleja: nada en la vida debe ser apurado. Todas las cosas llegan en el
momento más oportuno.
El enfermo y el doctor
– Estás bien.
– Creo que me voy a morir de estar bien, pero cada día estoy peor.
Ante esto, el Doctor sintió vergüenza y entendió que debía prestar más
atención a las necesidades de sus pacientes.
El gato y el cascabel
En una casa de una gran urbe vivía un gato grande y consentido por sus
dueños. Dicho gato tomaba toda la leche que gustaba, y sus amos le
consentían y cuidaban, esforzándose por darle todo lo que quisiera.
El gato tenía una confortable cama para él solo, y pasaba sus días
persiguiendo a un grupo de ratones que también vivían en la casa. Cada
vez que uno de estos ratones se asomaba para tomar algo de alimento, el
gato aparecía y ferozmente le cazaba.
Los ratones eran atosigados por el gato de tal manera que ya no podían
salir de su ratonera para conseguir alimento.
Un día, los ratones se reunieron para buscar una solución a sus problemas.
Tanto los niños como los jóvenes y los viejos deliberaron infructuosamente
en busca de soluciones.
Hasta que un joven ratón propuso una alternativa que a todos gustó:
ponerle un cascabel al gato para así saber cuándo merodeaba fuera de la
ratonera.
Todos los ratones vitorearon y acordaron que ésta era la mejor alternativa.
Hasta que uno de los ratones más viejos preguntó:
Se dice que hasta el día de hoy los ratones pasan las tardes deliberando
quién se encargará de la temeraria labor, mientras que la comida continúa
escaseando.
El adivino
El adivino se paró de un brinco y corrió hacia su casa para ver qué había
sucedido. Sorprendido al entrar en su morada vio que ésta se hallaba vacía.
Uno de los testigos del evento entonces preguntó:
– Tú, que siempre estás por ahí hablando del futuro de los otros, ¿por qué
no predijiste el tuyo?
Tan feliz era el zapatero que a sus clientes cobraba poco o nada, ya que
arreglaba los zapatos por placer. Esto hacía del zapatero un hombre pobre,
sin embargo, cada vez que terminaba un encargo, lo entregaba sonriente y
se iba a dormir plácidamente.
Era tal la felicidad del zapatero que pasaba las tardes cantando, cosa que
molestaba a su vecino, un hombre rico.
– Dígame usted, buen hombre, ¿cuánto dinero produce al día? ¿es el dinero
lo que causa so desbordante felicidad?
El zapatero respondió:
– Vecino, la verdad es que soy muy pobre. Con mi trabajo solo obtengo
unas cuantas monedas que me ayudan a vivir con lo justo. No obstante, la
riqueza no significa nada en mi vida.
Este saco de monedas cambió la vida del zapatero. Al tener algo que cuidar
con recelo, su sueño se volvió inestable y temía que pudiese entrar alguien
a su hogar a robar el saco de monedas.
En una verde pradera vivían un toro y tres cabras. Estos animales habían
crecido juntos y eran verdaderos amigos. Todos los días el toro y las cabras
jugaban y disfrutaban de la pradera.
Era normal que estos cuatro amigos jugaran, sin embargo, para un perro
viejo y vagabundo que rondaba por la misma pradera, esta escena
resultaba extraña. Las experiencias de la vida del viejo perro le impedían
entender cómo aquellas cuatro criaturas podían ser amigas y llevarse bien
entre sí.
– Señor toro, ¿cómo es que un animal tan grande y fuerte como usted
puede pasar los días jugando en la pradera con tres pequeñas cabras? ¿No
ve usted que esto puede resultar extraño para los demás animales? Este
juego puede afectar su reputación. Los demás animales van a pensar que
usted es débil y por eso se relacionan con esas tres cabras.
El toro meditó sobre las palabras del perro, sin querer convertirse en el
hazmerreír de los demás animales. Él quería que su fuerza no fuera
subestimada. Por esta razón, decidió alejarse de las cabras, hasta que dejó
de verlas.
El toro y las cabras siguieron jugando todos los días y fueron felices en la
pradera.
Moraleja: debemos hacer aquellos que nos nace y dicta nuestra conciencia
y corazón, sin importar lo que otros puedan pensar sobre nuestras
decisiones.
La mula vanidosa
Había dos mulas de carga que trabajaban para diferentes amos. La primera
mula trabajaba para un campesino y se encargaba de llevar pesadas cargas
de avena. La segunda mula trabajaba para el rey y su labor consistía en
llevar cuantiosas sumas de monedas de oro.
– ¿Por qué me pasó esto? ¿por qué esos ladrones robaron mi carga?
Moraleja: es mejor ser discreto que vanidoso cuando se tiene algo de gran
valor. Muchas personas pueden sentirse envidiosas cuando se habla mucho
de lo que se tiene.
El elefante y el león
En la selva todos los animales le rendían culto al león como su rey. Veían
en él una figura fuerte, valiente, fiera y elegante. No les importaba que
llevara muchos años gobernándoles.
Tal fue la preocupación de todos los animales por reconocer sus cualidades
sobre las del elefante, que no consiguieron ponerse de acuerdo y jamás
lograron entender que el león prefería al elefante por su humildad,
sabiduría y modestia.
El guepardo y el león
Y así cada cual abogaba por su candidato. Mientras tanto, los corredores se
preparaban para la competencia.
Moraleja: No por ser más veloz, ganas una carrera. A veces, basta con
utilizar tus energías de una forma inteligente.
Había una vez, en una casa de campo donde habitaban muchos animales
de distintas especies, una araña y una lagartija.
Vivían felices en sus labores; la araña tejía hermosas y enormes redes
mientras la lagartija mantenía lejos de la casa a los insectos peligrosos.
Esa noche llovió a cántaros y mientras las hormigas estaban en su casa con
refugio seguro y comida abundante, la araña y la lagartija temblaban de
frío y pensaban en que por estar discutiendo no habían guardado comida
en sus despensas.
Había una vez una casa grande en la que vivían varios perros: Negrita,
Blani, Estrellita y Radio. Vivían felices corriendo por los patios, jugando y
haciendo travesuras, pero casi a ninguno lo dejaban entrar a las casas.
Al llegar el invierno, todos buscaban refugio porque el frío les helaba todo
el cuerpo. Estrellita se burlaba de ellos desde la comodidad de su camita
dentro de la casa.
El invierno pasó y el sol radiante iluminaba todo. Los días eran perfectos
para jugar al aire libre.
Los perros salieron contentos a correr y Estrellita también quiso
acompañarlos pero ellos le dijeron:
La abeja y el fuego
Había una vez una abejita que siempre visitaba un jardín lleno de girasoles.
La abejita se pasaba las tardes conversando con los girasoles más
pequeños.
Con todas sus fuerzas llegó al jardín y cuando estaba cerca de sus amigos,
se le cayó el cerillo. Afortunadamente, se encendió el riego automático
porque era justo la hora de regar el jardín.
La abejita casi se desmaya del susto y sus amigas también.
Moraleja: por muy buenas que sean tus intenciones, siempre debes
calcular los riesgos de tus acciones.
Tilín el desobediente
Había una vez un caballito de mar llamado Tilín, que tenía un amigo
cangrejo llamado Tomás. Les encantaba pasar las tardes jugando juntos y
visitando arrecifes.
Los padres de Tilín le habían dicho siempre que tenía permiso para jugar
con su amigo cangrejo, siempre que no saliera a la superficie.
El cangrejo accedió pero con la condición de que solo fueran hasta una roca
por un momento y regresaran enseguida.
Así lo hicieron, pero cuando subieron a la roca, no se dieron cuenta que una
lancha de pescadores venía del otro lado y cuando los vieron lanzaron su
red.
Tilín sintió que algo le tiró muy fuerte hacia abajo y se desmayó. Cuando
despertó, estaba en su cama con sus padres. Al ver que despertaba Tilín,
ellos suspiraron de alivio.
Lo siento mamá y papá. Solo quería ver la superficie una vez. Sentir el aire
de allá arriba. ¿Qué pasó con Tomás? -dijo Tilín.
El zorro irresponsable
Un día la maestra les asignó una tarea que consistía en tomar del bosque 5
ramitas durante 10 días y hacer con ellas una figura.
Todos los zorritos salieron hablando de lo que pensaban hacer; unos harían
la torre Eiffel, otros un castillo, otros grandes animales. Todos se
preguntaban cuál sería el regalo.
Me alegra mucho oír eso niños. El que haga la escultura más bonita, se
llevará este rico pastel de moras.
Era el pastel con el que Antonie soñaba. Al salir de la clase, Antonie corrió
a su madriguera y en el camino tomó tantas ramas como pudo.
Llegó y comenzó a realizar su proyecto pero ya era muy poco el tiempo que
le quedaba y no logró hacer su tarea.
La carrera de perros
Érase una vez una carrera de perros que se celebraba cada año en un
pueblito remoto.
Los perros debían correr un tramo de mil kilómetros. Para lograrlo, solo se
les daba agua y tenían que sobrevivir con lo que pudieran encontrar.
Para la gente de los demás poblados, esta carrera era la más complicada
del mundo. Llegaba gente de todas partes del mundo a poner a prueba a
sus canes.
“Bueno viejo, nos llegó el día, por lo menos tendrás la dicha de decir que
en esta carrera participaste un día”.
Viejo los rápidos se salieron ya. Es un milagro que sigas en pie, pero eso no
significa que a nosotros nos ganés.
Pronto los perros grandes se agotaron; por su gran tamaño toda el agua se
acabaron, y de la carrera fueron sacados.
Solo el perro viejo la meta logró cruzar. y al lado de su amo fue feliz a
celebrar.
El gallo puntual
¡Kikirikiii!
Hijo, canto a la misma hora porque todos confían en que yo cumpla con mi
trabajo y los despierte. Así todos pueden cumplir sus labores con
puntualidad.
Otro gallo que pasaba por allí, escuchó la conversación y le dice al pollito:
¿Eso crees? Hagamos algo: mañana cantas tú a la hora que quieras, pero
te quedas en el poste después de cantar.
El caballo presumido
“Cálmate chico que con ser tan presumido, no ganarás nada. Al cabo de
unos minutos, entraron el campesino y el vendedor. Llevaban dos cuerdas
en mano y enlazaron a dos borriquitos.
El loro y el perro