"Un Viejo Recuerdo Respira" en Los Solitarios Amamos Las Ciudades de Susana Reyes - Esp

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Carla García Citerio, 21.11.

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“Un viejo recuerdo respira” en Los solitarios amamos las ciudades de Susana Reyes

Una niña en la terraza y junto a ella un hombre con su altura, con su lengua de dioses, diciendo lo
incomprensible, lo que ella ha olvidado. Por el río que corre y dialoga con ambos nos quedan la distancia, el
silencio entre ellos y su soledad. Esta imagen, síntesis del poema “Con él Il”, es reflejo de la esencia de Los
solitarios amamos las ciudades (2010, 2012), poemario a través del cual la salvadoreña Susana Reyes (San
Salvador, 1971) nos abre una ventana a la memoria. “La ventana/ mira la ventana” nos dice, y a medida que
leemos el poemario recibimos el vacío a través del cual podemos mirar, el mismo que ha sido provocado por
el despojo y el abandono.

la ciudad abandonada
la claridad colándose por las puertas
el torrente de pasos
la continuidad de los sonidos
el silencio luchando contra ellos

Así como el vacío es resultado y no simple naturaleza, el silencio –tan presente en la poesía de Reyes– no se
muestra como espontaneidad de un ambiente armonioso, de albas y ocasos o de gentes tranquilas, por el
contrario se trata de voces acalladas, de miedos, de expectativa, de espera.

El hijo se ha marchado
ella sabe dónde y lo calla

De nuevo la partida (los pasos de quien se dispone a abandonar, dejar atrás). ¿Pero quién es ese hijo que se
va, y porque su marcha, su despedida no es igual a la de cualquier otro hijo? El poemario nos lo cuenta en
cada verso. Los hijos, los padres, los vecinos, el marido, las amigas; personajes divididos en dos grandes
grupos, los que se van y los que se quedan. Y asimismo hay un “país lejano” y una “ciudad diezmada por el
tiempo”. En una entrevista de 2011, realizada por el Centro Cultural de España en El Salvador, la poeta dice:
“mi generación es esa generación del abandono, somos los niños, casi adolescentes de la guerra, que ven
irse a sus amigos, que ven irse a sus hermanos, que ven irse a sus vecinos, que no entienden por qué...” 1
Debemos resaltar que minutos después, y en la misma entrevista, Reyes afirma que no ha sentido nunca su
pertenencia a ninguna generación o grupo literario específico de su país, sin embargo esto no significa que,
dentro de la historia literaria de la nación, sus textos representen un cuerpo anómalo. A pesar de que su

1 Publicada en https://www.youtube.com/watch?v=hBRaXKyMpS8, 30 maggio 2011.


Carla García Citerio, 21.11.19

poesía no es eminentemente social, y a pesar de que en su voz predomina un lenguaje intimista, de la


exploración del yo y del otro, la poesía de Reyes exhibe claramente su herencia de la Generación
Comprometida (1956), grupo que “en respuesta a su época... terminó de amoldar y transformar el imaginario
poético nacional... Los lenguajes y formatos clásicos se convirtieron en lenguajes confesionales, cotidianos,
biográficos, testimoniales”2. De la misma forma su poesía está marcada por características de la generación
de los años noventa, período que coincide con el momento en que la poeta comienza a escribir.
“En aquel momento –afirma Tania Pleitez–, uno de los retos de la literatura salvadoreña de posguerra era
inventar el rostro del 'otro' salvadoreño, aquel que era algo más que el guerrillero o el soldado... Se debía
crear conciencia del 'otro', transmitir la experiencia ajena, y sobre todo ayudar a preservar la memoria” 3.

El suave aroma era una espera en los escalerones


de noche una luciérnaga
ella y el libro en el asfalto
ella y la soledad en la poesía
todavía la guerra y el desayuno
y el libro de música en las manos

Es necesario destacar la figura del 'otro', porque en los textos de Susana Reyes, la madre, la abuela, el
hermano, no son solo los suyos, son la historia, el recuerdo de todos.

la alegría de los vecinos sin rostro


las señoras respetables murmurando en los balcones
...

No durará mucho
...
el paseo nocturno
es un manjar prohibido
un sendero roto
una amargura diluida en las calles

“Esa amargura diluida en las calles” no está reservada para una clase social, es la amargura que toca a todos
porque ha invadido todos los espacios.

2 Pleitez Vela, Tania, “Incertidumbre, desencanto, renovación”, Análisis de situación de la expresión artística en El Salvaor,
Fundación Accesarte, San Salvador, 2012, p. 62.
3 Ibidem., p. 110.
Carla García Citerio, 21.11.19

Los personajes están allí a veces hablando en voz baja, dando a veces mensajes que ninguno recuerda, casi
siempre callados, soportando, con su reserva, con su soledad. Sin embargo, esta soledad se construye a
través de figuras paralelas, y así como “La ventana/ mira a la ventana” –quedándose en una extraña
compañía–, sabemos de la soledad de la protagonista por la forma en que menciona a los otros, siempre
presentes en una “cercana lejanía”.

Intenté atrapar con la red de los sueños


aquella casa que construías cada noche
ahí te sentabas en el corredor amplio
...
un solitario recuerdo de la infancia en el país lejano
mi necedad de verte en la terraza
el olor de la tarde de invierno
Todo ello es tu casa la única
la que guardo en este desordenado hangar que palpita

Dos clases de emociones dibujan la soledad: por un lado se presenta en el recuerdo o el sueño del otro, en el
hastío y la tristeza de quien se ha quedado y ha visto la partida de 'todos'; otra forma es aquella en la que por
el silencio de los personajes reunidos en un mismo espacio, nos llegan sus temores y reservas, su resistencia
y su cansancio ante la espera.
Ella frente a la madre y la abuela, ella frente a la amiga que ha partido, ella en diálogo distante con el
hermano, ella junto al padre, y estos separados por el río; no solo los sujetos se presentan en modo paralelo,
no solo ellos se dibujan por el eco de la expresividad del otro, si llegamos a saberlo es porque también lo
hacen las palabras:

Ella hirvió el agua


con la suavidad de las hojas
Afuera
una niña jugaba al ritual de la comida
Una niña jugaba al ritual de las niñas

Dentro
ella cocinaba la suavidad de los sueños añejados
el simple sabor de las cosas que no serán
Carla García Citerio, 21.11.19

porque el corazón es un niño acurrucado bajo un puente

Dentro y fuera una mujer y una niña durante el ritual de la comida cocinan la suavidad de las hojas y los
sueños añejados.
Ser frente al otro, ser con el otro, ser el otro. Desde la memoria y con la propia soledad, el sujeto lírico
generará una franca identificación entre los diversos personajes.

Ella había traído el mal presagio


siempre ella...

Yo era ella
Muy a mi pesar
Y me vestía con sus ojos
y padecía la carga de un adiós ajeno

Susana escribe “yo sueño las voces en silencio”, y estas voces son el recuerdo insistente, expresado por
medio de palabras que se repiten y que conjugan o combinan las dos nostalgias: aquella de los personajes
que se han marchado y la de los que se quedan. Se trata de palabras y versos que nos hablan de sujetos
apartados pero inmersos en un ambiente empático, lleno de historia individual y simultáneamente colectiva.
Carla García Citerio, 21.11.19

Solo quedan las fotografías


una aventura de sal y la cuna de tu boca
Bajo el ángel un sueño postergado
una mano que no fue
y el abismo hecho de silencio
Carla García Citerio, 21.11.19

Recogí las postales


las fotos de niña
todas en un rompecabezas
de ladrillo y sangre
Reinventé una ciudad ajena
a partir de tiras y lágrimas
calles empedradas, esquinas bulliciosas
Sigo ahí
acariciando una foto el recuerdo
reconstruyendo
Carla García Citerio, 21.11.19

Detrás de la niña en la foto


duele el paisaje de infancia
un río corre
y en noche de invierno crece

La abuela se desvela
acariciando con su mano
el ruido que avanza

Ha de haberle tenido miedo a los puentes caídos

Sabe callar
cuando el corazón cruje
y se abalanza en un llanto atávico sobre ella

En la tarde sola, camina la niña en ese paisaje sepia.


Ninguna calle dijo nada de su nombre
Ninguna calle se reconocía a sí misma

Dentro de ella, se cuecen la prisa


los techos marrones los callejones anónimos
La ciudad observa
conoce el vacío y el dolor de lo perdido

Aquí está la primera piedra


…quizás en una foto que imagina de familia
y asoma a la puerta de tres generaciones olvidadas
Carla García Citerio, 21.11.19

Venías con octubre en los labios


con el corazón hecho una bóveda
con el tropiezo de los días.
Te sentabas como un perro
que espera al amo ausente
a quien oye en sueños llamarlo en la llanura
Compartías la mesa
con el gesto de los niños hambrientos
con la angustia del vagabundo
Llorabas como llora el mar en la madrugada
Te acostumbraste a desprender una luz
(que te mata cada noche)
porque te acostumbraste a su dolor
a un incómodo resplandor en las entrañas
a su forma de amar y acomodarse
y te sabes fuerte
porque eres capaz de tragar luz y no llorar.
Carla García Citerio, 21.11.19

Llegaste tarde y se había ido


cruzó la puerta sabiendo que no estabas
Abriste y descubriste su olor
recogió sus camisas
Te serviste un jugo sin azúcar
abrió un libro, otro, otro, todos
La televisión ríe y llora cuando quieres
Estuvo temprano, buscando las palabras
Te quedaste sola, otra vez,
su silencio,
Tu rabia,
su orgullo,
Tu rabia, sola,
En silencio, otra vez.
Carla García Citerio, 21.11.19

Las cartas

7 de abril, 15 años, durante

Son las seis


y una ráfaga se hunde con furia
en la quietud de la tarde
Ya tengo vacías las manos
seco el aire que respiro
acaba de incendiarse la tarde
y su color se derrama
en los techos del barrio
yo me refugio en los recuerdos
abrazo un perro temeroso
y la abuela reza por todos
la madre ya habría vuelto
éramos todas un racimo de miedo.

El suave olor a tabaco


las piernas fuertes
un país lejano
en la sala un corazón
y la abuela que acaricia los cabellos
en la cesta la algarabía
el olor a campo el sudor el miedo agazapados
Ella
tres palabras
su silencio
la cena por turnos
y el atardecer incierto
Nosotros
Carla García Citerio, 21.11.19

la espera
el abrazo la cercana lejanía
la eternidad de la tarde

Ella
la ciudad en domingo
el corazón solitario
el laberinto
yo
una pregunta constante
un sobresalto unas ganas del abrazo a medianoche
la abuela y su coraje
la madre y un rumor a las cinco de la tarde
yo y mi perro con su cola inquieta
ambas (ellas y yo)
los silencios y la espera
los caminos paralelos
el nudo en las palabras
Carla García Citerio, 21.11.19

Pero el remedio, aunque sea imperfecto, es huir


siempre del último sitio donde se ha sufrido.
Charles Dickens.

La ciudad seguirá su pulso


el horizonte se ha desnudado de volcanes
el filo de los pinos muerde la tarde
y la voz de todos ensordece los pasos
Un susurro de viento y verde intenta aliviarla
Le ha dicho que nunca se juega con fuego
que el sabor de la soledad
terminará por vencer su alma
que nunca volverá por el mismo sendero
y que afuera caen, a pedazos, los pájaros.
Ayer soñó con la transparencia de viejos días
y rechazaba las caricias
de manos tristes
y la boca era un cuchillo desangrado
Soñó el ruido de la tarde
su látigo de fuego en la habitación
la vasta soledad del jardín acurrucado
las manos sobre el cuerpo tibio y sonriente
la voz como luz recorriendo las cortezas

Llueven diamantes sobre los árboles


y un mar silencioso y verde se mece.

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