La Dama Del Alba
La Dama Del Alba
La Dama Del Alba
AUTOR: La dama del Alba fue escrita por Alejandro Casona, conocido escritor de teatro
español de principios de siglo. Nació en Asturias, en el pueblo de Besullo, y vivió en España
hasta que, después de la guerra civil, tuvo que emigrar porque era contrario al régimen del
General Franco, eligiendo la ciudad de Buenos Aires (Argentina) para vivir.
Lo más bonito de la obra es que es muy poética, está llena de comparaciones muy bonitas,
como por ejemplo, cuando Telva dice que "desgranar las arvejas es como rezar un rosario
verde", o cuando se dice que la muerte en el río es "como una venda de agua en el alma".
También se utilizan muchas metáforas, como, por ejemplo, cuando se dice que Adela es "un
golpe de viento que abre de pronto todas las ventanas" (porque hizo recobrar la luz y la alegría
a una casa que vivía a oscuras). También hay algunas metáforas graciosas, como cuando se
dice que la lengua es "la navaja de las mujeres" (porque cotillean y critican mucho a los demás)
o que la tabernera es una "bruja de escoba".
Primer Acto: En la casa están la madre, el abuelo, tres niños, la vieja sirvienta que se llama
Telva. La madre está muy triste y nos enteramos de que se debe a que hace cuatro años
exactos que murió ahogada en el río su hija mayor, Angélica, a la que todos querían mucho. Lo
que no le permite consolarse a la madre es que el cuerpo de Angélica se lo haya llevado el
agua, pues sólo encontraron un pañuelo suyo. Telva cuenta que ella también perdió a sus siete
hijos que trabajaban en la mina, debido a una explosión, y que sin embargo lo ha superado,
pero la madre parece que no puede. A los niños no se les deja apenas jugar y no van al colegio
porque la madre no quiere que crucen el puente sobre el río por miedo a que les pase lo
mismo que a Angélica.
Aparece en escena Martín, que era el marido de Angélica, y dice que va a montar la yegua y a
ir al campo a buscar ganado. Sin embargo, no encuentra la yegua y se va en el potro
"cuatralbo" (que tiene blancos -albos- los cuatro pies) que parece que es muy peligroso, a
pesar de que la madre le pide que no lo haga.
En este acto aparece también en escena la Pelegrina, que es una mujer que lleva una capucha
y un bastón en la mano, y que cuando se acerca a la casa hace ladrar a los perros. En la casa la
acogen y ella dice que está muy cansada y que se quiere quedar un rato junto al fuego. Juega
un rato con los niños pero le entra sueño y les pide que la despierten sin falta a las nueve.
Cuando Telva manda a los niños a la cama los niños dicen que no pueden porque tienen que
despertar a la Peregrina pero el abuelo se compromete a hacerlo.
En el segundo acto, el abuelo, que dice que recuerda a la Peregrina de algo, empieza a hacer
memoria con Telva de las veces que la ha visto y se da cuenta de que siempre había sucedido
una muerte. Además, el estuvo a punto de morir cuando explotó la mina y pudo verle la cara.
El abuelo la despierta y la peregrina se da cuenta de que han pasado las nueve y cuando el
abuelo le dice que sabe quién es le cuenta que venía a buscar a Martín, que ella misma le
había ensillado el potro. El abuelo la acusa de ser "traidora y cruel" pero la Peregrina se
disculpa, dice que ella sólo hace lo que tiene que hacer y que quiere mucho a los niños, que
cuando les hace daño es sin querer, como un niño del pueblo que tenía unos ojos azules
preciosos y ella le besó en los ojos de lo que le gustaba pero le dejó ciego. La Peregrina parece
una mujer dulce y buena, no es como las imágenes de la muerte que se suelen dar, de una
vieja horrible y mala. El abuelo siente incluso pena de la Peregrina cuando esta le cuenta su
desgracia, que nunca puede querer a nadie y que "está condenada a matar siempre sin nunca
poder morir". ¡Pobre mujer! dice el abuelo.
En ese momento aparece Martín que trae una mujer desmayada y con los vestidos y los
cabellos húmedos en brazos. La madre sale y piensa que es Angélica pero luego ve que es otra
mujer joven Esta joven, que se llama Adela, había intentado suicidarse pero Martín la había
rescatado. La acuestan en la habitación de Angélica.
La Peregrina se despide entonces pero le dice al Abuelo que volverá cuando a la misma casa
dentro de siete lunas para llevarse a una mujer joven. El abuelo piensa que es Adela y le da
mucha pena que una mujer tan joven y hermosa muera tan pronto, incluso se ofrece a irse él
con la Peregrina pues le dice que ya tiene 70 años, a lo que la Peregrina le contesta, "muchos
menos abuelo, esos 70 son los que no tienes ya". Al final la Peregrina se va y le dice al abuelo
que cuando vuelva será para bien de todos, que bendecirá su nombre.
En el tercer acto, ya es verano y han pasado las siete lunas que dijo la Peregrina. Se ve que
Adela está muy contenta en la casa, todos la quieren, Quico, el chico empleado del molino,
está enamorado de ella, los niños juegan con ella y la Madre la quiere como si hubiese
recuperado a Angélica, hasta el punto de que para la fiesta de San Juan, que va a ser esa
noche, le deja llevar la ropa de Angélica. Martín la ve con esa ropa y se disgusta, dice que
prefiere que use ropa suya.
Adela le cuenta a Telva que lo único que la pone triste es que Martín no le hace nada de caso.
En realidad, Martín está enamorado de Adela y en un momento en que están solos le dice que
al día siguiente se va de viaje a Castilla y le confiesa que la quiere pero que no puede casarse
con ella porque en realidad Angélica no murió aquella noche, lo que ocurrió es que le
abandonó por otro hombre y huyeron a caballo pero él no quiso contar la verdad para que
todo el mundo siguiera pensando que Angélica era muy buena.
La Peregrina aparece en la casa y el abuelo le pide que no se lleve a Adela, que ella ha
sustituido a Angélica pero entonces la Peregrina dice que ella no conoce a Angélica, lo que les
sorprende a los dos.
El acto comienza cuando los mozos y las jóvenes "sanjuaneras" aparecen en la casa a llevarse
leña y a las mozas de la casa. Las chicas cuentan todas las supersticiones de esa noche (por
ejemplo, que si al alba tiran los alfileres al agua tendrán un año feliz por cada alfiler) y se llevan
a Telva a la fiesta.
Aparece la Madre y habla con Adela, le dice que se ha dado cuenta de que Martín la quiere y
que si ella también siente lo mismo por él que ella lo acepta, que acepta que ocupe el lugar de
su hija Angélica.
Adela está muy emocionada y le dice a Martín que por lo menos pasen la noche de San Juan
juntos aunque tenga que irse al día siguiente y que se diviertan y que todos vean que se
quieren, y se van juntos al baile.
En ese momento aparece Angélica, muy triste, que al no encontrar a nadie le cuenta a la
Pelegrina lo infeliz que ha sido esos cuatro años, que el hombre con el que se fue la abandonó
y que lo único que quiere es volver a su casa y estar con su familia. La Pelegrina la convence sin
embargo de que no vuelva, le explica que todos la creen muerta y que si se enteran de la
verdad va a volver a destrozar a la familia. También le dice que hay una mujer que la ha
sustituido en el cariño de Martín y ella la puede ver desde la casa a la luz de la hoguera
bailando. Poco a poco, la va convenciendo de que lo mejor para ella es que muera "con
belleza" para que todos tengan un recuerdo hermoso de ella. La acompaña al río.
Cuando vuelven todos del baile, se encuentran con el bastón de la Pelegrina. Al poco rato se
oyen unos gritos de la gente del pueblo, que dicen que han encontrado a Angélica. La Madre
grita al mismo tiempo de dolor y de alegría, porque por fin ha encontrado a su hija, ya no
estará perdida en el agua. En el pueblo la consideran una santa, porque es un milagro que
cuatro años después siga tan hermosa. Se oyen, lejanas y sumergidas en el pueblo que dice la
leyenda que hay en el fondo del río, las campanas de San Juan.
(Alejandro Rodríguez Álvarez; Besullo, 1903 - Madrid, 1965) Comediógrafo español, autor de
un teatro de ingenio y humor que mezcló sabiamente fantasía y realidad. En este sentido, la
suya está considerada una obra de carácter neosimbolista que procura la evasión, aunque
observando siempre un tono experimental. Su producción, poéticamente rica, no empleó sin
embargo en absoluto la construcción en verso.
Después de una breve incursión en el campo de la poesía -La flauta del sapo (1930)- en 1932
publicó Flor de leyendas, colección de leyendas clásicas y medievales, que le valió el Premio
Nacional de Literatura y, en 1934 -año en que decidió dedicarse por completo a la
dramaturgia-, La Sirena varada, por la cual recibió el Premio Lope de Vega.