Vida de M. de Cervantes de Mayans y Siscar 1737
Vida de M. de Cervantes de Mayans y Siscar 1737
Vida de M. de Cervantes de Mayans y Siscar 1737
DE CERVANTES
SAAVEDRA
Extracto de http://cvc.cervantes.es/literatura/cer-
vantistas/encuentros/e_2004/e_2004_19.pdf
Autor Profesora María José Alvarez Faedo
Universidad de Oviedo
Al Exmo. Señor Don Juan,
Barón de Carteret
Exmo. Señor:
Un tan insigne escritor como Miguel de Cervantes Saavedra, que
supo honrar la memoria de tantos españoles y hacer inmortales
en la de los hombres a los que nunca vivieron, no tenía hasta hoy,
escrita en su lengua, vida propia. Deseoso U. E. de que la hubiese,
me mandó recoger las noticias pertenecientes a los hechos y es-
critos de tan gran varón. He procurado poner la diligencia a que
me obligó tan honroso precepto, y he hallado que la materia que
ofrecen las acciones de Cervantes es tan poca, y la de sus escritos
tan dilatada, que ha sido menester valerme de las hojas de éstos
para encubrir de alguna manera, con tan rico y vistoso ropaje, la
pobreza y desnudez de aquella persona dignísima de mejor siglo;
porque, aunque dicen que la edad en que vivió era de oro, yo sé
que para él y algunos otros beneméritos fue de hierro. Los envidio-
sos de su ingenio y elocuencia le mormuraron y satirizaron. Los
hombres de escuela, incapaces de igualarle en la invención y arte,
le desdeñaron como a escritor no científico. Muchos señores, que
si hoy se nombran es por él, desperdiciaron su poder y autoridad
en aduladores y bufones sin querer favorecer al mayor ingenio de
18 VIDA DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
número
Su patria, 4.
Sus estudios, 9.
Su empleo, 10.
Su profesión, 11
Su cautiverio, 12
Su redención, 12.
Su aplicación a la cómica, 12.
Sus obras, 13 et seqq.
Los seis libros de La Galatea, 13.
Don Quijote de la Mancha, 15.
Novelas Ejemplares, 147.
Viaje del Parnaso, 166.
Ocho comedias y ocho entremeses, 173.
Gregorio Mayans y Siscar - BIBLIOTECARIO DEL REY CATOLICO 21
número
Otras comedias suyas, 71 et 175.
Los trabajos de Persiles
y Sigismunda, 178.
Otras obras suyas, 177 et ult
Su enfermedad, 177.
Su muerte, 178.
Su retrato, 183.
M
iguel de Cervantes Saavedra, que viviendo fue un valiente
soldado aunque muy desvalido y escritor muy célebre
pero sin favor alguno, después de muerto es prohijado
a porfía de muchas patrias. Esquivias dice ser suyo. Sevilla le niega
esta gloria y la quiere para sí. Lucena tiene la misma pretensión.
Cada una alega su derecho, y ninguna le tiene.
1. Defiende la parte de Esquivias don Tomás Tamayo de Var-
gas, varón eruditísimo, quizá porque Cervantes llamó famoso a
este lugar, pero el mismo Cervantes se explicó diciendo: «Por mil
causas famoso: una, por sus ilustres linajes, y otra, por sus ilustrí-
simos vinos».
2. El grande émulo de Tamayo, don Nicolás Antonio, patrocina
la causa de Sevilla y, para probarla, alega dos razones o conjeturas.
Dice que Cervantes siendo niño vio representar en Sevilla a Lope
de Rueda, y añade que los apellidos de Cervantes y Saavedra son
sevillanos. La primera conjetura prueba poco. Yo, siendo niño, vi
representar en el Teatro de Valencia un gran comedión (que es el
24 VIDA DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
25. Éstas eran las historias que tanto se aplaudían entre las nacio-
nes que entonces eran menos rudas. Había hombres neciamente
ocupados en fingir y publicar tan extravagantes caprichos porque
había letores más necios que ellos que los leían y aplaudían y tal
vez los creían.
26. Los trovadores también, quiero decir los poetas, que en tiem-
po de Ludovico Pío empezaron a cultivar la gaya ciencia, esto es,
la poesía, como si dijésemos la ciencia festiva, se aplicaron a re-
ducir al metro aquellas mismas patrañas y, cantándolas todos, se
hicieron vulgares.
27. En España el uso de la poesía es mucho más antiguo. No tra-
to de los tiempos más apartados del nuestro, y por eso no me val-
go del testimonio de Estrabón. Hablo sólo de la poesía vulgar que
llamamos rítmica.
No hay memoria de ella en toda Europa antes de la entrada de
los árabes en España. Ellos solos tienen mayor número de poetas
y poesías que todos los europeos. Pegaron esta afición, o confirma-
ron más en la que ya tenían, a los españoles, los cuales componían
rimas con todo el primor que requieren el arte; como lo refiere
con prolija curiosidad Álvaro Cordovés, quejándose de ello ciento
y treinta años después de la pérdida de España. Si algunas, o mu-
chas de aquellas poesías árabes que refiere Álvaro, eran especie de
novelas no me atreveré a afirmarlo. Las hazañas de su Buhalul, tan
celebradas de ellos en prosa y verso, sin duda lo son.
Lo cierto es que la tradición aún hoy conserva en España ciertas
hablillas que llamamos cuentos de viejas, llenos de encantamientos,
de donde viene a tantos la credulidad de éstos. Por eso Cervantes,
hablando con la propiedad que suele, llamó cuentos a sus Novelas.
Bien que Lope de Vega quiso distinguir los cuentos de las novelas
cuando, escribiendo a la señora María Leonarda, dijo así:
38 VIDA DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
mos los que son y serán miembros suyos, esto es, los ciudadanos
presentes y venideros.
Sólo he referido tan memorable ejemplo para que se considere
lo que puede la costumbre de las ficciones contrarias a la verdad,
si aquélla se extiende, pues aun a los hombres buenos naturalmen-
te discretos y muy estudiosos, como fue el obispo Guevara, llega
a pervertir el juicio, y miserablemente pervirtió los de la mayor
parte de los españoles sólo porque se dejaban llevar del pernicioso
halago de los libros de caballerías.
30. Acostumbrados, pues, los entendimientos a la maravilla que
causaban las extravagantes hazañas entretejidas en las historias, se
atrevieron a escribir unos libros enteramente fabulosos, lo cual sería
mucho más tolerable y aun digno de alabanza si, fingiendo con ve-
rosimilitud, representasen la idea de unos grandes héroes en quie-
nes se viese premiada la virtud y castigado el vicio en la gente ruin.
Pero de qué manera se escribiesen aquellos libros dígalo el jui-
cioso autor del Diálogo de las Lenguas:
Cuanto a las cosas -dice-, siendo esto así que los que es-
criben mentiras las deben escribir de suerte que se alle-
guen cuanto fuere posible a la verdad, de tal manera que
puedan vender sus mentiras por verdades, nuestro autor
de Amadís -que fue el primero y el que mejor escribió los
libros de caballerías-, una vez por descuido, y otra no sé
por qué, dice cosas tan a la clara mentirosas que en nin-
guna manera las podéis tener por verdaderas.
Lo cual confirma con varios ejemplos. Esto mismo reprehendía
el sabio Luis Vives con aquella gravedad y peso de razones que le
hizo el más severo crítico de su tiempo.
La erudición -decía- no se ha de esperar de unos hom-
bres que ni aun vieron la sombra de la erudición. Pues
Gregorio Mayans y Siscar - BIBLIOTECARIO DEL REY CATOLICO 43
tan ingeniosamente que, cual hermoso tapiz, forman con ella una
misma tela y hacen una labor muy amena y agradable.
44. Cuando es muy hábil el artífice, nadie conoce mejor que él
la perfección de sus obras. Por eso decía el mismo Cervantes, ha-
blando de su historia:
Los cuentos y episodios della, en parte no son menos
agradables y artificiosos y verdaderos que la misma
historia.
45. Para hacer Cervantes su invención mucho más verosímil y
plausible, fingió haber sido el autor de ella Cide Hamete Ben-En-
geli, historiador arábigo natural de la Mancha.
Fingiole manchego para suponerle bien informado de las cosas
de Don Quijote. Es cosa muy graciosa ver cómo celebra Cervantes
la escrupulosa puntualidad de Cide Hamete en la relación de las
cosas aun más mínimas, como cuando hablando de Sancho Panza
maltratado a garrotazos dijo:
Despidiendo treinta ayes y sesenta sospiros y ciento y
veinte pésetes y reniegos de quien allí le había traído, se
levantó.
Y cuando dice de otro:
Era uno de los ricos arrieros de Arévalo, según lo dice
el autor desta historia, que deste arriero hace particular
mención porque le conocía muy bien, y aún quieren de-
cir que era algo pariente suyo. Fuera de que Cide Hamete
Benengeli fue historiador muy curioso y muy puntual en
todas las cosas, y échase bien de ver, pues las que quedan
referidas, con ser tan mínimas y tan rateras, no las quiso
pasar en silencio.
Gregorio Mayans y Siscar - BIBLIOTECARIO DEL REY CATOLICO 53
60. Muy diferentes eran las que le hacían sus contrarios, dejándo-
se llevar de su dañada intención y maledicencia. Unas, como dije,
fueron privadas, otras públicas. Pero tales, que el mismo contra
quien se dirigieron hizo alarde de contarlas:
Estando yo -dice- en Valladolid, llevaron una carta a mi
casa para mí con un real de porte; recibiola y pagó el porte
una sobrina mía que nunca ella le pagara, pero diome por
disculpa que muchas veces me había oído decir que en
tres cosas era bien gastado el dinero: en dar limosna, en
pagar al buen médico, y en el porte de las cartas, ora sean
de amigos o de enemigos, que las de los amigos avisan y
de las de los enemigos se puede tomar algún indicio de
sus pensamientos. Diéronmela y venía en ella un soneto
malo, desmayado, sin garbo ni agudeza alguna, dicien-
do mal de Don Quijote, y de lo que me pesó fue del real;
y propuse desde entonces de no tomar carta con porte.
61. Más sentido se manifestó Cervantes con otro enemigo de
su Don Quijote, pues le describió tan al vivo que bien se echa de
ver la fuerza de su indignación. Sólo se sabe que era fraile, pero
no quién ni de qué religión, y así bien podemos copiar aquí su
pintura:
La duquesa y el duque salieron a la puerta de la casa a
recibirle (a Don Quijote) y con ellos un grave eclesiásti-
co destos que gobiernan las casas de los príncipes, des-
tos que, como no nacen príncipes, no aciertan a enseñar
cómo lo han de ser los que lo son, destos que quieren
que la grandeza de los grandes se mida con la estrecheza
de sus ánimos, destos que queriendo mostrar a los que
ellos gobiernan a ser limitados los hacen ser miserables.
Destos tales digo que debía de ser el grave religioso que
con los duques salió a recibir a Don Quijote.
Gregorio Mayans y Siscar - BIBLIOTECARIO DEL REY CATOLICO 67
65. Don Nicolás Antonio juzgó que este autor no tenía genio para
continuar tal obra. Esto es poco. Ni tenía genio ni ingenio para tan
difícil empresa. No tenía genio porque éste supone ingenio, pues,
como decía la duquesa que tanto honró a Don Quijote,
las gracias y los donaires no asientan sobre ingenios
torpes.
Y tal era el del autor aragonés cuya leyenda es indigna de cual-
quier letor que se tenga por honesto. Escribir, pues, con gracia pide
un natural muy agudo y muy discreto, de que estaba muy ajeno el
dicho aragonés. Ni aun le tenía para inventar con alguna aparien-
cia de verosimilitud, pues habiendo intentado continuar la Histo-
ria de Don Quijote debía haber imitado el carácter de las personas
que fingió Cervantes, guardando siempre el decoro que es la ma-
yor perfección del arte. Últimamente, su dotrina es pedantesca y
su estilo lleno de impropiedades, solecismos y barbarismos, duro
y desapacible y, en suma, digno del desprecio que ha tenido, pues
se ha consumido en usos viles, y únicamente el haber llegado a ser
raro pudo darle estimación, pues, habiéndose reimpreso en Ma-
drid después de ciento y diez y ocho años, esto es en el de 1732,
no hay hombre de buen gusto que haga aprecio dél. El año 1704
se imprimió en París una que se llama traducción de esta obra en
lengua francesa, pero se observa el orden invertido, muchas cosas
quitadas y muchas más añadidas, y éstas han podido granjear al-
gún crédito a su primer autor.
66. Éste supo ocultar su nombre, pero no su maledicencia y co-
dicia, pues se atrevió a hablar en su prólogo con tanta insolencia
como ésta:
Se prosigue -esta Historia de Don Quijote de la Mancha-
con la autoridad que él -Miguel de Cervantes Saavedra- la
comenzó y con la copia de fieles relaciones que a su mano
llegaron (y digo mano, pues confiesa de sí que tiene sola
70 VIDA DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
69. Pero Lope, que sabía que era de carne y hueso como los demás
escritores, como cuerdo agradecía las censuras hechas con verdad
y buena intención y procuraba aprovecharse del conocimiento
de sus errores. En prueba de esto, baste el mismo suceso que dio
ocasión a que el indiscreto autor aragonés se quejase tan fuera de
propósito y maldijese tanto.
70. Reprehendieron muchos a Lope de Vega porque componía
comedias no ajustadas a los preceptos del arte. Tengo por cierto que
Cervantes fue uno de sus más fuertes censores. Procuraría Lope
disculparse como mejor podía, quiero decir, atribuyendo muchos
de sus descuidos a la condecendencia del vulgo y, viéndose estre-
chado, llegó a decir que las nuevas circunstancias del tiempo pe-
dían nuevo género de comedias, como si la naturaleza de las cosas
fuese mudable por cualesquiera accidentes.
La controversia se puso en términos de que la Academia Poética
de Madrid mandase a Lope de Vega que alegase por su parte lo que
tuviese que decir. Entonces compuso el razonamiento que intituló
Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo.
Como hombre ingenuo hubo de confesar sus yerros, dorándolos
como mejor pudo, desta suerte:
Mándanme ingenios nobles, flor de España
que un arte de comedias os escriba
que al estilo del vulgo se reciba.
Fácil parece este sujeto, y fácil
fuera para cualquiera de vosotros
que ha escrito menos dellas, y más sabe
del arte de escribirlas y de todo,
que lo que a mí me daña en esta parte
es haberlas escrito sin el arte.
No porque yo ignorase los precetos,
gracias a Dios, que ya Tirón Gramático
pasé los libros que trataban desto.
Gregorio Mayans y Siscar - BIBLIOTECARIO DEL REY CATOLICO 73
71. Tenemos reo confeso a Lope de Vega antes del año 1602, pues
en él se imprimió esta Arte, si merece tal nombre un razonamiento
académico tan contrario a ella. Reflexionemos ahora cuán justa y
cuán moderada fue la censura de Cervantes dirigida a los malos
cómicos de su tiempo; no a Lope de Vega, de quien hizo el debido
aprecio contentándose sólo con reprehender (sin nombrarle) lo
mismo que él públicamente había confesado.
El discurso de Cervantes, en mi juicio, es el más feliz que escribió,
y así débame el letor que le repita el gusto de volver a leerlo. Su-
pongo que Miguel de Cervantes Saavedra se revistió de la persona
de un canónigo de Toledo y, en nombre de éste, habló desta suerte
con el célebre cura Pero Pérez:
He tenido cierta tentación de hacer un libro de caballe-
rías guardando en él todos los puntos que he significado
y, si he de confesar la verdad, tengo escritas más de cien
hojas, y, para hacer la experiencia de si correspondían a
mi estimación, las he comunicado con hombres apasio-
nados desta leyenda, dotos y discretos, y con otros ig-
norantes que sólo atienden al gusto de oír disparates, y
de todos he hallado una agradable aprobación. Pero con
todo esto no he proseguido adelante, así por parecerme
que hago cosa ajena de mi profesión como por ver que
es más el número de los simples que de los prudentes y
que, puesto que es mejor ser loado de los pocos sabios
que burlado de los muchos necios, no quiero sujetarme
al confuso juicio del desvanecido vulgo, a quien por la
mayor parte toca leer semejantes libros.
Pero lo que más me lo quitó de las manos, y aun del
pensamiento de acabarle, fue un argumento que hice
conmigo mesmo, sacado de las comedias que ahora se
representan, diciendo: Si estas que ahora se usan, así las
imaginadas como las de historia, todas o las más son co-
76 VIDA DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
cosa que pide gran ingenio y singular habilidad. Oigamos otra vez
al mismo Cervantes:
Dicen que en el propio original desta historia se lee que,
llegando Cide Hamete a escribir este capítulo, no le tra-
dujo su intérprete como él le había escrito, que fue un
modo de queja que tuvo el moro de sí mismo por haber
tomado entre manos una historia tan seca y tan limitada
como esta de Don Quijote, por parecerle que siempre ha-
bía de hablar dél y de Sancho sin osar extenderse a otras
digresiones y episodios más graves y más entretenidos; y
decía que el ir siempre atenido el entendimiento, la mano
y la pluma, a escribir de un solo sujeto y hablar por las
bocas de pocas personas era un trabajo incomportable,
cuyo fruto no redundaba en el de su autor, y, que por huir
deste inconveniente, había usado en la primera parte del
artificio de algunas novelas, como fueron la del Curioso
impertinente y la del Capitán cautivo, que están como
separadas de la historia, puesto que las demás que allí se
cuentan son casos sucedidos al mismo Don Quijote que
no podían dejar de escribirse. También pensó, como él
dice, que muchos, llevados de la atención que piden las
hazañas de Don Quijote, no la darían a las novelas y pa-
sarían por ellas, o con priesa o con enfado, sin advertir
la gala y artificio que en sí contienen, el cual se mostrara
bien al descubierto cuando por sí solas, sin arrimarse a
las locuras de Don Quijote ni a las sandeces de Sancho,
salieran a luz. Y así en esta segunda parte no quiso inje-
rir novelas sueltas ni pegadizas, sino algunos episodios
que lo pareciesen nacidos de los mismos sucesos que la
verdad ofrece, y aun éstos limitadamente y con solas las
palabras que bastan a declararlos. Y, pues, se contiene y
cierra en los estrechos límites de la narración, teniendo
106 VIDA DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
. ¿Se podía hacer sátira más fuerte y discreta contra los escritores
caballerescos?
129. Pues las críticas particulares que hizo de las obras de ellos
fueron exactísimas y graciosísimas, como se puede ver en el capítulo
VI de su primero tomo y en otros muchos. Con cuánto disimulo
reprehendió el estilo de los que le habían precedido en este género
de composición, diciendo en persona de Don Quijote que el sabio
que escribiese sus hechos, llegando a contar su primera salida tan
de mañana, pondría desta manera:
Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de
la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus her-
mosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajari-
llos con sus harpadas lenguas habían saludado con dulce
y meliflua harmonía la venida de la rosada aurora que,
dejando la blanda cama del celoso marido, por las puer-
tas y balcones del manchego horizonte a los mortales se
mostraba, cuando el famoso caballero Don Quijote de
la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su
famoso caballo Rocinante y comenzó a caminar por el
antiguo y conocido campo de Montiel.
130. También nos pintó Cervantes tan al vivo los vicios, así de
los ánimos como de las obras de los demás escritores, que no hay
más que desear. En el prólogo de su primera parte, que leído mu-
chas veces, siempre causa novedad; con gran disimulo reprehende
aquellos que, faltos de dotrina, afectan erudición en las márgenes
de sus libros reventando por parecer eruditos, como si la variedad
de citas arguyese otra cosa que una tumultuaria lección o manejo
de alguna poliantea. Otros, muy fuera de propósito, encajan las citas
dentro de la obra pareciéndoles que, si alegan a Platón o Aristóteles,
serán tan simples los letores que se persuadan que los han leído.
Otros, habiendo apenas saludado la lengua latina, se precian mucho
Gregorio Mayans y Siscar - BIBLIOTECARIO DEL REY CATOLICO 127
136. No solamente los que escriben y leen tuvieron sus justas re-
prehensiones, sino también los que hablan con poca enmienda. Y
a esto me parece que alude lo que dijo el vizcaíno:
Anda, caballero, que mal andes; por el Dios que criome
que, si no dejas coche, así te matas como estás ahí, viz-
caíno. Entendiole muy bien Don Quijote, y con mucho
sosiego le respondió: Si fueras caballero, como no lo eres,
ya yo hubiera castigado tu sandez y atrevimiento, cautiva
criatura. A lo cual replicó el vizcaíno: ¡Yo no, caballero!
Juro a Dios tan mientes como cristiano. Si lanza arrojas
y espada sacas, el agua cuán presto verás que al gato lle-
vas. Vizcaíno por tierra, hidalgo por mar, hidalgo por el
diablo, y mientes que mira si otra dices cosa.
Aquí se ve claramente cuánto desfigura el lenguaje y trastorna el
sentido la colocación perturbada, vicio de los libros antiguos escri-
tos en romance como más inmediatos al origen latino, y vicio tam-
bién del mismo Cervantes en su Galatea, el cual se evita siguiendo
la costumbre de hablar; pero, como ésta no está fundada en una
perfeta analogía, sino que tiene por reglas muchas irregularida-
des, de aquí nace que no se puede hablar ni escribir con enmienda
sin haber estudiado bien la gramática de la propia lengua como
lo practicaron los griegos y romanos, naciones las que mejor han
hablado en todo el mundo. Y porque en España no se usa esto han
sido poquísimos los que han escrito con enmienda.
137. Omito que Cervantes también nos quiso enseñar en boca de
Don Quijote que puede muy bien una provincia ser privilegiada
y exenta de tributos sin distinción de personas, pero que la verda-
dera nobleza, en opinión de todas las gentes, siempre será aquella
en que los hombres se hagan ilustres por sus hazañas y empleos,
y sean honrados de sus repúblicas o príncipes. Sobre lo cual hizo
Don Quijote en otra parte un excelente razonamiento explicando
la diferencia de caballeros y de linajes.
130 VIDA DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
No te metas en dibu-
ni en saber vidas age-
que en lo que no va ni vie-
pasar de largo es cordu-
144. Solamente en lo que toca a Don Quijote, no quiero pasar en
silencio que se engañan mucho los que piensan que Don Quijo-
te de la Mancha es una representación de Carlos Quinto, sin más
fundamento que antojárseles así. Cervantes apreciaba como debía
la memoria de un príncipe y señor suyo de tanto valor y de tan
heroicas virtudes, y muchas veces le nombró con la mayor venera-
ción. También se engañan los que piensan que pintó en Don Qui-
jote a don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, entonces duque
de Lerma, después cardenal presbítero con el título de San Sixto,
por elección de Paulo V, en 26 de marzo de 1618. Pero este pensa-
miento de ningún modo es creíble porque, mandando a España el
duque de Lerma, no se atrevería Cervantes a hacerle una burla tan
infame que le podía salir muy cara, ni dedicaría la continuación de
dicha obra al conde de Lemos, íntimo amigo del duque.
145. Querer hablar de las traducciones que se han hecho de la
Historia de Don Quijote sería alargarnos demasiado. Solamente
diré, para satisfacer de algún modo a la curiosidad de los letores,
que Lorenzo Franciosini, florentín, hombre muy amante y bene-
mérito de la lengua española, dentro de muy pocos años la tradujo
en italiano y la publicó en Venecia, año 1622, omitiendo los versos,
pero, habiéndoselos traducido después Alejandro Adimaro, tam-
bién florentín, publicó segunda vez la misma traducción en Ve-
necia, año 1625, en 8 siendo el impresor Andrés Baba. Debo esta
noticia a don Nicolás Antonio, y la he leído en sus Apuntamientos
manuscritos, donde dice que así se lo había escrito desde Florencia
su amigo Antonio Magliabequi. La misma historia se tradujo en
francés y se publicó en París, año 1678, en 2 vol. en 12. Después en
inglés y en otras lenguas.
134 VIDA DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
del monte Líbano que diese su hija para casarla con su hijo, y, al
tiempo que hacía esta propuesta, pasaron las bestias del Líbano y
atropellaron y maltrataron al cardo, cuando con tanta arrogancia
aspiraba a ser consuegro del cedro. Esto supuesto, se debe tener
por apólogo La novela de los perros, donde introdujo Cervantes
un agradable coloquio entre Cipión y Berganza, perros del Hospi-
tal de la Resurrección de Valladolid.
154. En lo que toca a las Novelas, dichas así especialmente, su fic-
ción se compone o de partes meramente posibles, como casi todas
las que hay escritas, o de sucesos verdaderos, pero que no tuvieron
el enlace y consecuencia que dice el autor, porque si no, sería his-
toria o relación verdadera, como lo es en gran parte La novela del
cautivo, advirtiéndolo el mismo Cervantes, pero no lo es el enredo
y desenredo en que consiste la novela o fábula.
155. La ficción de cosas posibles, o propone la imitación de una
idea perfeta, la mejor que pueda imaginarse según las acciones ilus-
tres que se han de engrandecer, o una idea de la vida civil que sea
más practicable, o los defetos de la naturaleza o del ánimo, ahora sea
para reprehenderlos, ahora para incitar a su burla o imitación, que
a tanto como esto llega la malignidad del entendimiento humano.
156. Si la fábula propone una idea muy perfeta se llama epopeya,
la cual representa con gallardía las acciones ilustres de personas in-
signes en las artes de la paz o de la guerra con el fin de excitar los
ánimos de los letores a la admiración, y de moverlos a la imitación
de tan heroicas virtudes. Tales son la Iliada y Ulisea de Homero.
157. Antonio Diógenes, que, según conjetura Focio, patriarca de
Constantinopla, vivió poco después de Alejandro Magno, escribió
una Novela de las peregrinaciones y amores de Dinias y Dercilis,
donde se ve una manifiesta imitación de las peregrinaciones de
Ulises y amores de Calipso. La novela que compuso De las cosas de
Etiopia Heliodoro, obispo de Trica en Tesalia, también está escrita
a imitación de la Ulisea de Homero; asimismo, la De los amores de
142 VIDA DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
170. A cuyo cargo satisfizo con decir que Mercurio le había dado
aquella lista, y que tocaba a Apolo, como a dios de la poesía, darles
los puestos que pedían sus ingenios y habilidad.
171. También es este Viaje un memorial de Miguel de Cervantes
Saavedra y, como los hombres desvalidos, aunque modestos, se
ven obligados a referir sus méritos porque no tienen otros que los
cuenten, introduce dos coloquios suyos, uno con Mercurio, a quien
fingió la mitología mensajero de los dioses, y otro con Apolo, so-
berano protector de las ciencias; y en uno y otro dijo Cervantes lo
que convenía que supiese y premiase el rey de España por medio
de su privado, que los que lo son tienen obligación de referir a sus
amos los que merecen premio o castigo, so pena de condenarse a
sí propios a una infamia perpetua. El primer coloquio, con Mer-
curio, dice así:
Mandome el dios parlero luego alzarme
y, con medidos versos y sonantes,
desta manera comenzó a hablarme:
Oh Adán de los poetas, o Cervantes,
¿qué alforjas y qué traje es éste, amigo?,
que así muestra discursos ignorantes.
Yo, respondiendo a su demanda, digo:
Señor, voy al Parnaso y, como pobre,
con este aliño mi jornada sigo.
Y él a mí dijo: Oh sobrehumano y sobre
espíritu cilenio levantado,
toda abundancia y todo honor te sobre,
que en fin has respondido a ser soldado
antiguo y valeroso, cual lo muestra
la mano de que estás estropeado.
Bien sé que en la naval dura palestra
perdiste el movimiento de la mano
izquierda para gloria de la diestra.
Gregorio Mayans y Siscar - BIBLIOTECARIO DEL REY CATOLICO 151