Coronel Cadahia PDF
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Valeria Coronel: es doctora en Historia por la New York University (nyu). Coordina el Centro Ma-
ria Sibylla Merian de Estudios Latinoamericanos Avanzados en Humanidades y Ciencias Sociales
(calas, por sus siglas en inglés) para la región andina. Es profesora e investigadora en la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso)-Ecuador. Su investigación aborda la transición del Es-
tado oligárquico al Estado nacional social en la región andina y formas de movilización e integración
del campesinado indígena en partidos políticos en los siglos xix y xx. Correo electrónico: <avc211@
gmail.com>.
Luciana Cadahia: es doctora en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid. Es profesora
e investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso)-Ecuador. Entre sus
líneas de investigación se destaca la teoría política contemporánea vinculada a las transforma-
ciones del rol del Estado, la democracia y las experiencias emancipadoras de carácter populista.
Correo electrónico: <[email protected]>.
Palabras claves: democracia, Estado, populismo, republicanismo, socialismo, América Latina.
1. Emilio de Ípola y Juan Carlos Portantiero: «Lo nacional popular y los populismos realmente
existentes» en Nueva Sociedad Nº 54, 5-6/1981, disponible en <www.nuso.org>.
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Populismo republicano: más allá de «Estado versus pueblo»
2. V. Coronel: La última guerra del Siglo de las Luces. Revolución Liberal y formación del Estado nacional
en el Ecuador (1880-1926), Flacso, Quito, en prensa.
3. E. De Ípola y J.C. Portantiero: ob. cit. y Ernesto Laclau: Política e ideología en la teoría marxista.
Capitalismo, fascismo, populismo, Siglo xxi, Madrid, 1978.
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4. Excedería los propósitos de este trabajo establecer una genealogía que permita comprender
cómo se transfirieron estos debates entre Mariátegui y Haya de la Torre, propios de la primera
mitad del siglo xx, a las discusiones de los años 80, por lo que nos limitamos a resaltar la coinci-
dencia temática.
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Populismo republicano: más allá de «Estado versus pueblo»
Quizá haga falta prestar más atención a las formas de este retorno y a los
tipos de desplazamiento institucional que produce cada juego de repetición
populista a lo largo de la historia latinoamericana5. La lectura sobre la «trai-
ción del populismo al pueblo» solamente tiene sentido si partimos de una
premisa: que el pueblo y el Estado son dos producciones sociales antagónicas
y autocontenidas. Si el Estado es asumido como un tipo de poder mono-
lítico y cerrado sobre sí mismo, una forma universal inmutable y destinada
por naturaleza a la opresión, entonces sí tendría sentido pensar al pueblo
como su contraparte. Pero si, en cambio, lo consideramos como una produc-
ción social porosa, como el lugar donde los distintos actores políticos pujan
por darle forma para determinar su orientación institucional y los tipos de
acumulación y distribución, entonces resulta más complicado asumir sin más
esta dicotomía. ¿No hay acaso en este movimiento de crisis y recomposición
estatal la reiteración de un acto fundante de derecho ejercido mediante una
profanación popular?6
5. Gerardo Aboy Carlés: «Las dos caras de Jano: acerca de la compleja relación entre populismo
e instituciones políticas» en Pensamiento Plural No 7, 7-12/2010 y L. Cadahia: «Hacia una nueva
crítica del dispositivo» en Utopía y Praxis Latinoamericana vol. 19 No 66, 7-9/2014.
6. James Sanders: Contentious Republicans: Popular Politics, Race, and Class in Nineteenth-Century
Colombia, Duke University Press, Durham, 2004.
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7. V. Coronel: «Justicia laboral y formación del Estado como contraparte ante el capital transnacional
en Ecuador 1927-1938» en Illes I Imperis No 15, 2013.
8. Gino Germani: Autoritarismo, fascismo y populismo nacional, Temas, Buenos Aires, 2003.
9. A. Gramsci: Cuadernos de la cárcel tomo 6, Era, Ciudad de México, 2000.
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11. C. Vilas: «¿Populismos reciclados o neoliberalismo a secas? El mito del neopopulismo latino-
americano» en Estudios Sociales No 26, 2004.
12. C. Vilas y E. Rinesi: «Populismo y república. Algunos apuntes sobre un debate actual» en E.
Rinesi, Gabriel Vommaro y Matias Muraca (comps.): Si este no es el pueblo. Hegemonía, populismo y
democracia en Argentina, iec, Buenos Aires, 2010.
13. M.J. Bertomeu: «Republicanismo y propiedad» en Sin Permiso, 5/7/2005.
14. E. Laclau: La razón populista, fce, Buenos Aires, 2009.
15. L. Cadahia, V. Coronel y Franklin Ramírez (eds.): A contracorriente: materiales para una teoría
renovada del populismo, Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, La Paz, en prensa.
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Populismo republicano: más allá de «Estado versus pueblo»
IV. Es sabido que tanto la tradición liberal17 como la socialista18 han tratado de
tender puentes con los estudios del republicanismo. Sin ánimo de simplificar
los debates, podría decirse que el principal desencuentro entre los estudios
sobre el republicanismo se vincula con la bifurcación entre un republicanis-
mo de corte liberal y otro de carácter popular. El primero trata de aunar las
premisas del liberalismo clásico –el individualismo metodológico, la división
de poderes y la libertad negativa– con una reflexión sobre las instituciones
republicanas y sobre cómo estas podrían garantizar esos principios. Este tipo
de vínculo procura centrarse en la dimensión consensual de las institucio-
nes y abandona un rasgo que será clave para la otra vía: el conflicto y las
formas de organización de la soberanía popular. Desde esta perspectiva, el
conflicto es experimentado como una falla o debilidad de las instituciones y
la democracia, y su existencia supone un signo de deterioro. El populismo,
al considerarse no solo como una experiencia que construye poder a partir
16. L. Cadahia: «Espectrologías del populismo en Ecuador: materiales para una lectura renovada
de la Revolución Ciudadana» en La Revolución Ciudadana en escala de grises, iaen, Quito, 2016.
17. Philip Pettit: Republicanismo, Paidós, Barcelona, 1999.
18. Antoni Domènech: El eclipse de la fraternidad, una revisión republicana de la tradición socialista,
Crítica, Madrid, 2004.
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consolidada sobre todo en la «larga noche neoliberal» de los años 90, los mo-
vimientos sociales serían la expresión plebeya liberada del Estado, los sindi-
catos y los partidos políticos22.
Esta irrupción plebeya llevaría en sí una demanda de autonomía que abriría las
puertas para la autodeterminación y la emancipación. Si los populismos de
la primera mitad del siglo xx fueron concebidos como una traición a la volun-
tad colectiva popular, los de inicio del siglo xxi se asumirían, desde la perspec-
tiva autonomista, como una traición a los movimientos sociales. O dicho de
otra manera, la transformación plebeya de los movimientos sociales se encon-
traría reificada por la forma populista; la demanda de autonomía, subordina-
da por la interpelación del Estado, y la búsqueda de emancipación, reducida
a un cesarismo o revolución pasiva de carácter decisionista, verticalista y ca-
rismática. Trazadas estas coordenadas, el Estado quedaría identificado con la
opresión, el verticalismo y la desdemocratización, y los movimientos socia-
les, con la emancipación, la horizontalidad y la democracia. La pregunta que
puede hacerse aquí es por qué la ampliación de derechos que propicia el po-
pulismo no puede ser leída como una forma de autonomía, en los términos de
capacidad de autodeterminación de un pueblo a partir de sí mismo mediante
el uso del derecho. Una forma de autonomía que contribuiría, aunque sea for-
mulada desde arriba –algo que se vuelve paradójico cuando es un líder indí-
gena, un profesor universitario o un líder social quien accede al gobierno– a la
emancipación (posibilidad de autorrealización de nuestras capacidades),
la horizontalidad (todos somos iguales en derechos) y la democratización
(ampliación del poder popular). Que una
medida sea tomada desde arriba ¿supone Que una medida sea
necesariamente subalternizar lo plebeyo? tomada desde arriba
¿Por qué, entonces, determinadas con-
¿supone necesariamente
quistas sociales, muchas veces logradas
mediante la articulación entre Estado y subalternizar lo plebeyo? n
movimientos sociales –como lo fueron la
ley de medios o el matrimonio igualitario en Argentina, la nacionalización
del agua en Bolivia o la regulación de las empleadas domésticas en Ecuador–
no pueden ser comprendidas desde el autonomismo como pasos hacia la au-
todeterminación y la emancipación de ciertas formas de opresión popular23?
¿No son estas las exigencias de los movimientos sociales cuando reclaman
educación universitaria gratuita o regulación de la tierra para evitar los des-
plazamientos forzados? ¿No son acaso las interpelaciones de los movimientos
sociales una forma de exigir más institucionalidad y presencia del Estado en
lugares a los que históricamente este no ha llegado?