Le Perención de La Instancia

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Le Perención de la Instancia.

Nuevas Tendencias Jurisprudenciales

Alvaro Badell Madrid

Profesor de Derecho

Procesal Civil en Pre y Post Grado de la Universidad Católica Andrés Bello

I.- Introducción

Con ocasión a la pretensión de nulidad por ilegalidad interpuesta por


MOLINOS SAN CRISTOBAL, contra el acto administrativo Nro CJ-33, de fecha
25 de julio de 1986, emanado del Ministerio de Transporte y Comunicaciones
(hoy Ministerio de Infraestructura), que ratificó el acto de fecha 12 de
febrero de 1986, Nro. DTA011, de la Dirección de Transporte Acuático de
dicho Ministerio, la Sala Político Administrativa del Tribunal Supremo de
Justicia con ponencia Conjunta de los Magistrados que la conforman,
interpretando el artículo 86 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de
Justicia, el cual regula la perención en los procedimientos substanciados por
ante el más Alto Tribunal, consideró procedente la perención de la instancia a
pesar de que el referido juicio de nulidad se encontraba en estado de
sentencia.

Dicha decisión constituye un hito jurisprudencial en relación con la


interpretación y aplicación de la perención de la instancia, lo cual motiva
particularmente la revisión del tema a través de estas breves consideraciones
a objeto de tratar de arribar a conclusiones jurídicas en relación con la
doctrina jurisprudencial sentada por la Sala Político Administrativa con la
referida sentencia.

II.- Concepto y naturaleza jurídica

A los fines de la mejor comprensión y ubicación del tema de la perención de


la instancia, es preciso tener en cuenta la naturaleza jurídica de dicha
institución.
Estimamos necesario, como punto previo, hacer referencia al carácter de la
perención en el Código de Procedimiento Civil de 1916, ya que como
antecedente histórico inmediato tiene un valor referencial importante y
ayuda al entendimiento pleno de la verdadera intención del legislar cuando
estatuyó y reguló de mejor manera la perención en el Código Procesal Civil
vigente.

El artículo 201 del Código derogado establecía que la instancia se extinguía


por el transcurso de tres (3) años sin haberse ejecutado durante ellos ningún
acto de procedimiento. Sin embargo, el mismo Código disponía que la
perención aún cuando se verificada de derecho, sin embargo, era
renunciable.

En efecto, el artículo 203 así lo preveía cuando establecía que: La perención


se verifica de derecho y cuando se quiera continuar la instancia, quien
pretenda aprovecharse de la perención debe proponerla expresamente antes
que cualquier otro medio de defensa, entendiéndose que la ha renunciado si
no lo hiciere así.”

Difiere respecto de lo antes señalado la concepción del Código de


Procedimiento Civil vigente, como veremos seguidamente, lo cual a su vez,
conduce a importantes diferencias y conclusiones.

En efecto, se trata la perención, sin duda alguna, de una institución


netamente procesal desde que constituye uno de los medios de terminación
del proceso distintos a la sentencia. Sin embargo, a diferencia de otros
medios de terminación -unos bilaterales (transacción y desistimiento del
procedimiento después de contestada la demanda) otros unilaterales
(desistimiento de la acción)-, este no está vinculado a la voluntad de las
partes ni del Juez sino a condiciones objetivas fundamentalmente fácticas
que deben confluir a los fines de su materialización.

El artículo 267 del Código de Procedimiento Civil vigente al regular la


perención de la instancia lo hace en los siguientes términos:

“Toda instancia se extingue por el transcurso de un año sin haberse


ejecutado ningún acto de procedimiento por las partes. La inactividad del
Juez después de vista la causa, no producirá perención....” (resaltado
nuestro).

En concordancia con dicha norma, el artículo 269 eiusdem determina que la


perención se verifica de derecho y no es renunciable por las partes. Puede
declararse de oficio por el Tribunal y la sentencia que la declare es apelable
libremente.

Tradicionalmente ha sido considerada la perención como un medio de


terminación del proceso bajo la presunción de abandono o pérdida de interés
en el juicio fundamentado en la falta de impulso procesal por parte de los
sujetos de la relación procesal al no instar el procedimiento, manteniéndolo
paralizado por un tiempo determinado por la ley.

En ese sentido, Rengel-Romberg[1] al definir la perención de la instancia


señala que es «la extinción del proceso por el transcurso de un año sin
haberse ejecutado ningún acto de procedimiento por las partes.»

Señala el eminente procesalista en referencia que para que la perención se


materialice que la inactividad debe estar referida a las partes, que «debiendo
realizar los actos de procedimiento no los realizan; pero no del juez, porque
si la inactividad del juez pudiese producir la perención, ello equivaldría a
dejar al arbitrio de los órganos del Estado la extinción del proceso. (Negrillas
nuestras)[2].

Citando el criterio de Chiovenda, resalta Rengel Romberg[3] que el eximio


procesalista italiano considera que la actividad del juez «basta para mantener
en vida el proceso, pero su inactividad no basta para hacerlo desaparecer,
cuando durante su inactividad las partes no están obligadas a cumplir actos
de desarrollo del proceso.»

Desde el punto de vista de sus efectos, la perención de la instancia, produce


a tenor de lo dispuesto en el artículo 282 eiusdem, la extinción del proceso,
aclarando el legislador que ello no impide proponer nuevamente la demanda,
pero, para ello existe una imposibilidad pro tempore, ya que el demandante
no podrá demandar en ningún caso, antes de transcurrido el lapso de 90 días
continuos después de verificada la perención.
Otro aspecto a considerar es que la perención decretada en segunda
instancia produce que la sentencia apelada adquiera la firmeza de la cosa
juzgada material –273 CPC-, salvo en el caso de las sentencias que tienen
consulta legal, ya que en estos casos no hay lugar a la perención. Caso típico
sería en materia de amparo constitucional en donde la sentencia tiene ex
lege, revisión de oficio por ante el Tribunal Superior con independencia de
que se proponga o no el recurso de apelación.

Una vez declarada con lugar la perención de la instancia no e generarán


costas procesales (vid. 283 CPC).

De lo señalado puede concluirse que:

a) Desde el punto de vista de la naturaleza jurídica de la perención de la


instancia esta ha sido reconocida como una institución eminentemente
sancionatoria desde que está predeterminada a la extinción del proceso y a
impedir además que pueda demandarse nuevamente hasta que transcurra el
lapso de 90 días.

b) Es de naturaleza irrenunciable por las partes, lo cual hace que ocurridos los
supuestos objetivos de procedencia, ella opere de pleno derecho sin que se
pueda convalidar por acto posterior alguno.

c) El juez puede decretarla de oficio, para lo cual sólo bastará que concurran
las circunstancias que rigen la materia.

d) Para que la perención se materialice que la inactividad debe estar referida


a las partes, que debiendo realizar actos de procedimiento no los ejecutan.

e) No puede imputarse al juez el hecho objetivo que genera la perención, ya


que si la inactividad del juez pudiese producir la perención, ello equivaldría a
dejar al arbitrio de los órganos del Estado la extinción del proceso.

III.- Interpretación de la perención de la instancia como hecho sancionatorio


Siendo una sanción, vinculada con el orden público dado el carácter
irrenunciable de la misma y la posibilidad de que el juez la decrete de oficio,
esta debe ser adminiculada con otros principios jurídicos que rigen la materia
sancionatoria. En tal sentido, el ordinal 6° del artículo 49 de la Constitución
vigente prevé dentro de las garantías que informan el debido proceso, el
principio de tipicidad de las sanciones y las penas en los siguientes términos
“ninguna persona puede ser sancionada por actos u omisiones que no fueren
previstos como delitos, faltas o infracciones en leyes preexistentes”.

Siendo así, la interpretación y aplicación de las normas relativas a perención


debe ser taxativa y restrictiva. Taxativa, lo cual indica que sólo para los
supuestos previstos por el legislador a texto expreso es que procede la
referida sanción, vale decir;

a) La perención brevísima -de 30 días- regulada en el ordinal 1° del art. 267


del CPC cuando se concreten los supuestos de procedencia allí establecidos;

b) La perención -de 30 días- que surge a partir de la reforma del libelo de la


demanda, cuando esta se hace antes de la citación del demandado;

c) La perención –de 6 meses- que deriva de la suspensión del proceso por


muerte de alguno de los litigantes o por haber perdido el carácter con que
actúa; y

d) La perención anual, la cual sólo podrá decretarse ocurridos que sean los
extremos de ley, a saber; transcurso de un (1) año sin que las partes hubieren
ejecutado ningún acto de procedimiento. Es principio rector en materia
ordinaria que la perención anual, después de vistos, es decir, del acto del
acto de informes, no se producirá por inactividad del juez.

Las anteriores premisas legales se encuentran comprendidas en el Título V


del Código de Procedimiento Civil correspondiente a las formas de
terminación del proceso, pero en el entendido que se extiende a los procesos
en general ya que se encuentra a su vez comprendida dicha institución
dentro del Libro Primero que regulas las disposiciones generales.
Otras normas que deben tenerse en cuenta al momento de escudriñar e
interpretar el verdadero alcance de la perención de la instancia como hecho
procesal sancionador son el artículo 7 del CPC que rige el principio de
legalidad de las formas de los actos procesales conforme con el cual “los
actos procesales se realizarán en la forma prevista en este Código y las leyes
especiales...” y los artículos 196 y 202 eiusdem que establecen el principio de
legalidad y preclusividad de los actos procesales, que suponen que «los
términos o lapsos para el cumplimiento de los actos procesales son aquellos
expresamente establecidos por la Ley» estándole por tanto vedado al juez
fijar términos o lapsos procesales.

Bajo las notas que anteceden y atenidos a la necesaria aplicación restrictiva


que toda institución de naturaleza sancionatorio supone, debe ser tomada en
cuenta en procedimientos distintos a los regidos directamente por el CPC,
pero que pudieran permitir la aplicación de sus principios cuando una norma
de la ley especial haga la remisión, o cuando no existiendo remisión precisa,
se deban aplicar analógicamente tales postulados por mandato del artículo 4
del Código Civil.

Confluyen además en el tema de la perención y necesariamente deben


atenderse los principios contenidos en los artículos 12 y 14 del CPC, que
establecen el deber de los jueces de tener como norte de sus actos –
sentencias, autos, providencias y decretos- la verdad que procurarán conocer
en los límites de su oficio y el deber de actuar como rector del proceso
impulsándolo de oficio hasta su terminación.

En esta última función, le corresponde:

I) Impulsar el juicio de oficio

II) Impulsarlo hasta su conclusión salvo que la causa esté en suspenso por
algún motivo legal.

Derívase de lo anterior que, no estando suspendida la causa por algún motivo


legal –en el entendido que los motivos de suspensión o paralización de las
causas hoy día en las nuevas regulaciones procesales son escasos y
excepcionales (e.g. 354 para subsanar; 335 en materia de cp; 373 tercería,
202 por voluntad de las partes) le corresponderá al juez impulsar el juicio de
oficio hasta su conclusión. Evidentemente, la conclusión a la que alude dicho
artículo es a través de la sentencia como modo normal de conclusión del
proceso.

Así se desprende del artículo 206 del CPC que rige la actividad del juez
cuando le ordena procurar la estabilidad de los juicios evitando o corrigiendo
las faltas que puedan anular los actos procesales. La nulidad no podrá
decretarla en ningún caso sin el acto a alcanzado el fin al cual estaba
destinado. En el caso de las causas en estado de sentencia, evidentemente
que han ocurrido una serie de actos procesales –demanda, contestación,
pruebas, informes, por citar sólo los más relevantes- que estarían amparados
por el postulado del artículo 206 antes aludido.

Lo anterior es ratificado hoy día por la Constitución cuando establece en su


artículo 26 el derecho a la tutela judicial efectiva de los derechos, el derecho
a obtener con prontitud la decisión correspondiente –en el entendido que
dicha decisión es la de fondo ya que sólo a través de ella es que se satisface
el derecho de accionar-, expedita, sin dilaciones indebidas y sin formalismos,
etc. y luego ello, es remarcado por el artículo 257 eiusdem al determinar que
no se podrá sacrificar la justicia por la omisión de formalidades no esenciales.

IV.- Conclusiones

De la interpretación armónica de lo precedentemente expuesto, en


concatenación con lo previsto en el artículo 86 de la Ley Orgánica de la Corte
Suprema de Justicia que dispone que la instancia se extingue de pleno
derecho en las causas que hayan estado paralizadas por mas de un año, y
este año, según la norma, se computa a partir de la fecha en que se haya
efectuado el último acto del procedimiento; debe concluirse que:

1.- Para sostener como válida y ajustada a derecho la interpretación según la


cual pudieran perimir las causas contencioso-administrativas después de
concluida la fase de sustanciación y vistos, tendría que considerarse
formalidad esencial la consignación de diligencias periódicas de las partes
recordándole al juez que debe cumplir con su deber de sentenciar.
Sin embargo, el artículo 96 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia
establece con meridiana claridad que los informes constituyen la última
actuación de las partes. Una vez concluido el acto, no se permitirán nuevos
alegatos o pruebas, no estando previsto ningún acto posterior de
procedimiento.

2.- Al imponer a las partes cargas procesales derivadas de actos no previstos


en la ley –diligenciar periódicamente para recordarle al juez que está en
mora con su obligación de sentencia- se transgreden de los artículos 7, 196,
202, 12, 14 y 15 del Código de Procedimiento Civil y las disposiciones
relativas a la introducción, sustanciación y decisión de los juicios de nulidad
regidos por la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia.

3.- Las paralizaciones de las causas son taxativas, regladas por la ley y no
pueden establecerse causales de paralización distintas a las que el legislador
instituyó. En es sentido, no hay paralización del curso de la causa en estado
de sentencia, salvo el caso excepcional previsto en el artículo 90 del Código
de Procedimiento Civil en el que el nuevo juez debe ordenar la notificación
de las partes cuando la causa se encuentra e estado de sentencia a los fines
de que puedan hacer valer su derecho a recusarlos de ser este el caso.

4.- Cuando la causa entra en estado de sentencia, -dice el artículo 14 del CPC
el cual es perfectamente aplicable por la remisión que hace el art. 88 de la
LOCSJ-, no es posible hablar de paralización ya que por el contrario, existe
una obligación del juez de impulso procesal oficioso hasta su definitiva
terminación.

5.- La perención de la instancia es una institución típicamente procesal y


debe ser aplicada bajo el contexto doctrinario y jurisprudencial que en esta
especialidad se impone, so pena de incurrir en errores de interpretación. De
allí que la interpretación asilada del artículo 86 de la LOCSJ sin considerar el
bloque procesal que incide en este Instituto, conduce, sin duda alguna, a una
interpretación contraria al espíritu y propósito de la misma.

6.- La perención de la instancia al ser de naturaleza sancionatoria debe


aplicarse taxativa y restrictivamente, sin que quepa la analogía como
supuesto de interpretación de la ley.

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