H.St. Chamberlain - Cristo No Es Judío PDF
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Chamberlain
Cristo no es judío
Este texto constituye el capitulo III de la célebre obra del autor Fundamentos del
siglo XIX
‘’Dijeronle ellos: Nosotros no somos nacidos de fornicación, tenemos por padre a Dios.
Díjoles Jesús… ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Por que no podéis oír mi palabra.
Vosotros tenéis por padre al Diablo, y queréis hacer los deseos de vuestro padre. El es
homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad porque la verdad no estaba en
él.’’
Así también vosotros por fuera parecéis justos a los hombres, mas por dentro estáis
llenos de hipocresía y de iniquidad.
INTRODUCCIÓN
Ante nuestros ojos se halla una imagen incomparable; esta imagen es la herencia que
hemos recibido de nuestros padres. La importancia histórica del Cristianismo no se
puede apreciar y juzgar exactamente, sin el conocimiento preciso de esta imagen: en
cambio no es válido lo contrario, y la figura de Jesucristo hoy está más bien oscurecida
y lejana, a raíz de la evolución histórica de las iglesias, que descubierta a nuestro ojo
perspicaz. Observar esta figura solamente a través de un dogma limitado por tiempo y
lugar, significa ponerse voluntariamente anteojeras y restringir la visión sobre lo
divinamente eterno a una pequeña medida. De todos modos, precisamente la imagen de
Cristo apenas es tocada por los dogmas eclesiásticos: todos ellos son tan abstractos que
no proporcionan punto de sostén a la razón ni al sentimiento: es válido para ellos en
general lo que un testigo no capcioso, san Agustín, dice del dogma de la Trinidad:
‘’Hablamos por consiguiente de tres personas, no porque nos hagamos la ilusión de
haber dicho algo con eso, sino simplemente porque no podemos callar.’’ (1)
Seguramente no es una falta al respeto debido cuando decimos: no las iglesias forman el
poder del cristianismo, sino que éste lo constituye sola y exclusivamente aquella fuente
de la cual las iglesias mismas toman su fuerza: la vista del Hijo del Hombre crucificado.
No nos dejemos, pues, enturbiar el juicio al considerar la imagen de Cristo por ninguna
clase de simulacros históricos ni tampoco por las opiniones transitorias del siglo 19.
Estamos convencidos de que precisamente de esta única herencia sólo nos hemos
incautado de la mínima parte; y, si queremos saber lo que ha significado para todos
nosotros –tanto da si cristianos o judíos, creyentes o no creyentes, indistinto si somos
conscientes de ello o no- entonces tapémonos por ahora los oídos contra el caos de los
dogmas religiosos y las blasfemias infamantes de la humanidad, y alcemos por lo pronto
la mirada hacia la imagen mas incomparable de todos los tiempos.
En este capítulo no podré menos que observar con examen crítico mucho de lo que
forma la ‘’base racional’’ de distintas religiones. Pero como dejo intacto lo que yo
mismo guardo como santuario en el corazón. Así espero de también no llegar a herir a
ninguna otra persona sensata. La imagen histórica de Jesucristo puede ser separada de
toda significación sobrenatural que le es inherente como se puede y debe practicar física
sobre base puramente material, sin por eso haber derribado a la metafísica de su trono.
De Cristo por cierto difícilmente se puede hablar sin rozar de tanto en tanto el terreno
del más allá; pero la fe, como tal, no necesita ser tocada, y cuando procedo como
historiador lógicamente y convincentemente, entonces acepto gustoso las distintas
refutaciones que el lector saca no de su intelecto, sino de su alma, Consciente de ello,
hablaré con la misma franqueza en el siguiente capítulo que en los precedentes.
1. Los Galileos
Esta pregunta tiene a primera vista algo de mezquino. Ante semejante imagen las
peculiaridades de las razas desaparecen. ¡Un Isaías sí! Por mucho que descuelle frente a
sus contemporáneos, sigue siendo judío totalmente, ni una palabra que no brote de la
historia del espíritu de su pueblo; también allí donde despiadadamente pone al desnudo
y condena lo característicamente judío, se acredita –precisamente en esto- como judío:
en Cristo no hay ni vestigio de esto. ¡Oh, nuevamente un Homero! Este despierta, el
primero, al pueblo helénico a la conciencia de sí mismo; para poder hacerlo, debió
albergar en el propio pecho la quintaesencia de todo helenismo. ¿Dónde, empero, está el
pueblo que despertado por Cristo a la vida se hubiera ganado por ello el precioso
derecho –y aunque viviese en las Antípodas- de calificar a Cristo como suyo? ¡De
cualquier modo no en Judea! Para el creyente Jesús es el Hijo de Dios, no de un ser
humano; para el no creyente será difícil encontrar una fórmula que designe el hecho a la
vista de esta personalidad incomparable en su inexplicabilidad, de una manera tan breve
y expresiva. Es que existen manifestaciones que no pueden ser incorporadas al complejo
de representaciones del intelecto sin un símbolo. Esto en cuanto a la cuestión principal y
para alejar de mí toda sospecha de que pudiera navegar sujeto al cabo de remolque de
aquella escuela ‘’histórica’’ chata que emprende la tarea de explicar lo inexplicable. Es
cosa distinta instruirnos sobre el medio histórico de personalidad solamente para ver
ésta con una mayor claridad. Si hacemos esto, entonces la respuesta a la pregunta: ¿Fue
Cristo un judío? De ninguna manera es sencilla. Según la religión y la educación lo fue
sin ninguna duda; según la raza –en el sentido más limitado y propio de la palabra
‘’judío’’- con la mayor probabilidad no.
El nombre Galilea (de Gelil haggoyim) significa Comarca de los Paganos. Parece que
esta parte del territorio, tan alejada del centro espiritual, nunca se había mantenido tan
pura, ni siquiera en los viejos tiempos en que Israel aún era fuerte y unido y en que
servía a las tribus Naftalí y Sebulon como patria. De la tribu Naftalí se refiere que
originariamente era ‘’de procedencia muy mezclada’’ y si bien la población primitiva
no-israelita se mantuvo en todo el ámbito de Palestina, esto ‘’no sucedió en ninguna
parte en tan grandes masas como en las masas del norte’’. (2) A ello se agregaba otra
circunstancia. Mientras que la restante Palestina por su situación geográfica está en
cierto modo separada del mundo, ya cuando los israelitas ocuparon el país existía una
vía de comunicación del lago Genesaret a Damasco. Y Tiro y Sidón podían ser
alcanzadas más rápidamente desde allí que Jerusalén. Y así vemos a Salomón ceder una
considerable parte de esta Comarca de los Paganos (como ya entonces se llamaba.
/Reyes IX. 11) con veinte ciudades al rey Tiro en pago de sus suministros de cedros y
abetos y de los 120 quintales de oro que éste había entregado para la construcción del
templo; tan poco caro era al rey de Judea este país a medias poblado por extranjeros. El
rey Tirio Hiram debió encontrarlo en general poco poblado, ya que aprovechó la
ocasión para radicar en Galilea a distintos pueblos extranjeros. (3) Después vino, como
es sabido, la separación en dos reinos y desde esa época, es decir, desde mil años antes
de Cristo se produjo sólo transitoriamente, de vez en cuando, una conexión más
estrecha, política, entre Galilea y Judea, y sólo ésta, no una comunidad de la fe religiosa,
promueve una fusión de los pueblos. También en tiempos de Cristo galilea estaba
separada totalmente de Judea desde el punto de vista político, de tal modo que estaba
con respecto a ésta ‘’en la situación de un país extranjero’’. (4) Pero entretanto había
ocurrido algo que debió eliminar el carácter israelita de esta región norteña casi por
completo: 720 años A.C (o sea alrededor de un siglo y medio antes del cautiverio
babilónico de los judíos), el reino norteño de Israel fue devastado por los asirios y su
población –presuntamente en su totalidad, de todos modos en gran parte- deportada: y
ello a distintas y alejadas comarcas del reino, en las que en poco tiempo se fusionó con
los habitantes y, en consecuencia, desapareció completamente. (5) Al mismo tiempo
fueron trasladadas tribus extranjeras, de zonas apartadas, para su afincamiento en
Palestina. Los eruditos sospechaban, empero, (sin poder dar seguridades al respecto)
que una considerable fracción de la anterior población mestizada con sangre israelí,
había quedado en el país, pero de todos modos ella no se mantuvo separada de los
extranjeros, sino que se diluyó en ellos. (6) El destino de estos países fue por
consiguiente, muy diferente al de Judea. Porque cuando más tarde también fueron
llevados los judíos, su país quedó por así decirlo vacío, poblado sólo por pocos
campesinos autóctonos, de tal modo que al regreso del cautiverio de Babilonia, en el
cual además habían conservado la pureza de su raza, los judíos pudieron sin dificultad
seguir manteniendo esta pureza. Galilea, por el contrario, y los países adyacentes habían
sido, como queda dicho, colonizados sistemáticamente por los asirios, y, como se
desprende de los informes bíblicos aparentemente de sectores muy distintos de este
enorme reino, entre otras del norte montañoso de Siria. En los siglos previos al
nacimiento de Cristo inmigraron, asimismo, muchos fenicios y también numerosos
griegos. (7) Conforme a estos últimos hechos hay que presumir que también sangre aria
pura fue transplantada allí; pero es seguro que se produjo una gran mezcla de las más
diversas razas, y que los extranjeros se habrían asentado en mayor número en la Galilea,
más accesible y además más fértil. El Viejo Testamento mismo cuenta con subyugante
ingenuidad como estos extranjeros originariamente llegaron a conocer el culto de Yahvé
(II Reyes XVII, 24 y sig.) en el país despoblado se multiplicaron las fieras; se tomo esta
plaga como una venganza del ‘’dios local’’ descuidado (versículo 26); pero no había
nadie que hubiese sabido como éste quería ser venerado: así los colonos mandaron
enviados al rey de Asiria y solicitaron un sacerdote israelita del cautiverio, y éste vino y
‘’les enseñó el culto del dios local’’. De este modo los habitantes de Palestina norteña, a
partir de Samaria, se convirtieron en judíos en cuanto a la fe, también aquellos de entre
ellos que no tenían ni una gota de sangre israelita en sus venas. En épocas posteriores
pueden muy bien haberse afincado allí algunos genuinos judíos; pero probablemente
sólo como extranjeros en las ciudades mayores ya que una de las cualidades más dignas
de admiración de los judíos –en especial a partir de su regreso del cautiverio, donde
también se presenta por primera vez el concepto nítidamente circunscrito, de judío
como designación para una religión (véase Zacarias VII, 23) –fue su preocupación de
mantener pura la raza; un matrimonio entre judío y galileo era inconcebible. Sin
embargo, también éstos núcleos judíos en medio de la población extranjera fueron
completamente eliminados de Galilea no mucho tiempo antes del nacimiento de Cristo.
Simon Tharsi, uno de los macabeos fue el que, después de una campaña exitosa en
Galilea contra los sirios: ‘’reunió a los judíos que vivían allí y los determinó a emigrar y
a asentarse todos sin excepción en Judea (8). Y el prejuicio contra Galilea siguió siendo
tan grande entre los judíos que, cuando Herodes Antipas hubo construido durante la
juventud de Cristo la ciudad de Tibeias y quiso introducir a los judíos allí, no lo logró ni
mediante promesas, ni por la fuerza (9). No existe, pues, como se ve, ni el menor
motivo para admitir que los padres de Jesucristo hayan sido, en cuanto raza, judíos.
En el ulterior transcurso de la evolución histórica tuvo lugar algo para lo cual se podía
mostrar más de una analogía en la historia: entre los habitantes de la Samaria, situada
más al Sur e inmediatamente adyacente a Judea, que sin duda por la sangre y el
intercambio estaban mucho más próximos a los judíos propiamente dichos que los
galileos, se conservó la tradición de la repugnancia y de la envidia norisraelita contra los
judíos: los samaritanos no reconocieron la supremacía eclesiástica de Jerusalén y eran
de ahí tan odiosos a los judíos como heréticos que no estaba permitido ningún trato con
ellos: ni un pedazo de pan podía el ortodoxo tomar de sus manos, era considerado como
si hubiera comido carne de cerdo. (10) Los galileos, en cambio, que para los judíos eran
directamente ‘’’extranjeros’’ y como tales despreciados y mantenidos excluidos de
ciertas ceremonias religiosas, eran sin embargo ‘’judíos’’ estrictamente ortodoxos y
frecuentemente hasta fanáticos. Querer ver en ello una prueba de su origen, es insensato.
Es exactamente lo mismo que si quisiera identificar a la población eslava genuina de
Bosnia o los más puros indoarios de Afganistán etnológicamente con los turcos porque
son mahometanos ortodoxos mucho más devotos y fanáticos que los auténticos
otomanos. La expresión judío designa a una raza humana determinada, mantenida
sorprendentemente pura, sólo en segundo término e impropiamente a los que profesan
una religión. Tampoco puede ser de ninguna minera que se equipare el concepto
‘’judío’’ como últimamente sucede con frecuencia, con el concepto ‘’semita’’; el
carácter nacional de los árabes por ejemplo, es absolutamente distinto al de los judíos.
Sobre esto volveré en el capítulo quinto_; entretanto llamo la atención sobre el hecho de
que también el carácter nacional de los galileos contrastaba esencialmente con el de los
judíos. Consúltese la historia que se quiera de los judíos, la de Ewald, de Graetz o de
Renán, en todas partes se encontrará que los galileos se diferenciaban por su carácter de
otros habitantes de Palestina; se los califica de hombres coléricos, de idealistas
energéticos, de hombres de acción. En los largos disturbios con Roma, antes y después
de la época de Cristo, los galileos son por lo general, el elemento propulsor y a los que
únicamente la muerte vencía. Mientras que las grandes colonias de judíos genuinos
estaban en excelente relación, en Roma y Alejandría, con el imperio pagano, donde
llevaban la buena vida como intérpretes de sueños (11), ropaviejeros, mercachifles,
prestamistas, actores, consejeros legales, comerciantes, eruditos, etc., en la lejana
Galilea, aun en época de César, Ezekia el Galileo osó levantar su bandera de la rebelión
religiosa. A él siguió el famoso Judas el Galileo, con el lema: ‘’¡Dios sólo es Señor, la
muerte es indiferente, la libertad uno y todo!’’ (12) Luego se formó en Galilea el partido
de los Sicarios (es decir, cuchilleros), no muy distintos de los actuales thugs indios; su
jefe más importante, el galileo Menahem, aniquiló en tiempos de Nerón la guarnición
romana de Jerusalén, y en agradecimiento, bajo el pretexto de que había querido hacerse
pasar por el Mesías, fue ajusticiado por los mismos judíos; también los hijos de Judas
fueron clavados en la cruz como agitadores peligrosos para el Estado (y ello por un
procurador judío); Juan de Giachala, una ciudad en la extrema frontera norte de Galilea,
dirigió la desesperada defensa de Jerusalén contra Tito, y la serie de héroes galileos fue
cerrada por Eleaser, quien durante años después de la destrucción de Jerusalén se
mantuvo atrincherado con una pequeña tropa en las montañas donde, cuando la última
esperanza se había perdido, mataron primero a sus mujeres e hijos y luego se mataron a
sí mismos, (13) En estas cosas se manifiesta, evidentemente, un carácter nacional
especial, diferente. Con frecuencia también se refiere que las mujeres de Galilea habrían
poseído una belleza sólo peculiar a ellas; los cristianos de los primeros siglos hablan
además, acerca de su gran bondad y su amabilidad en su trato con adherentes de otras
religiones, en contraste con el soberbio desprecio de que eran objeto por parte de las
judías genuinas. Este carácter nacional tuvo, empero, otra precisa particularidad: la
lengua. En Judea y en los países limítrofes se hablaba en tiempos de Cristo el arameo; el
hebreo ya era una lengua muerta, que únicamente seguía viviendo en las escrituras
sagradas. Ahora bien: Se refiere que los galileos habrían hablado un dialecto del arameo
tan peculiar y extraño, que se los reconocía a la primera palara; ‘’tu lengua te traiciona’’
dicen los siervos del sumo sacerdote a Pedro. (14) El hebreo se dice, no eran capaces de
ninguna manera de aprenderlo, en especial sus sonidos guturales eran para ellos un
obstáculo insalvable, de tal modo que a los galileos por ejemplo, no se los podía admitir
para recitar las oraciones, porque su ‘’pronunciación descuidada causaba risa’’. (15)
Este hecho prueba una diferencia física en la construcción de la laringe y por sí sólo
haría suponer que se había producido un fuerte agregado de sangre no semita; porque la
riqueza en sonidos guturales y la virtuosidad en usarlos es un rasgo común a todos los
semitas (16).
De esta cuestión -¿Fue Cristo un judío según la raza?- he creído haber tenido que
ocuparme con cierta amplitud, porque en ninguna obra he encontrado reunidos
claramente los hechos concernientes a ello. Hasta en una obra objetivamente científica,
no influenciada por ninguna clase de intenciones teológicas, como la de Albert Réville
(17) el conocido profesor de investigación religiosa comparada en el College de
Francia, la palabra judío se emplea a veces par la raza judía, a veces para la religión
judía. Leemos por ejemplo: ‘’Galilea estaba habitada en su mayor parte por judíos, pero
había también paganos sirios, fenicios y griegos’’. Aquí por tanto, judío significa el que
venera al dios local de Judea, indistintamente del origen racial. En la página siguiente,
empero, se habla de una ‘’raza aria’’ en contraste con una ‘’nación judía’’ aquí por
tanto, judío designa un tronco humano determinado, estrechamente limitado mantenido
puro durante siglos. Y seguidamente hace la profunda observación: ‘’La cuestión si
Cristo es de origen ario, es ociosa. Un hombre pertenece a la nación en cuyo medio se
ha criado’’. ¡Esto se llamaba ciencia en el año del Señor de 1896! En las postrimerías
del siglo 19 un erudito aún no debía saber que la forma de la cabeza y la estructura del
cerebro tienen una influencia del todo decisiva sobre la forma y la estructura de los
pensamientos, de tal modo que la influencia del entorno, por grande que sea la
importancia que se le asigne, está sin embargo limitada por ese hecho inicial de las
disposiciones físicas a determinadas capacidades y posibilidades, con otras palabras,
que están señalados caminos determinados; no debía saber que precisamente la figura
del cráneo pertenece a aquellos caracteres que son transmitidos por herencia, de modo
que mediante mediciones craneológicas se distinguen las razas y aún después de siglos
de mestización los integrantes primitivos que se manifiestan atávicamente son revelados
al investigador podía creer que la así llamada alma tiene su asiento fuera del cuerpo al
que lleva de la nariz como un muñeco! ¡Oh Edad Media! ¿Cuándo se apartará tu noche
de nosotros? ¿Cuándo comprenderán los hombres que la figura no es un accidente sin
importancia sino una expresión del ser más íntimo? ¿Qué justamente aquí, en este
punto, los dos mundos del interior y del exterior, de lo visible y de lo invisible, se
tocan? Denominé a la personalidad humana el mysterium magnum de la existencia;
ahora bien: en su imagen visible este milagro insondable se presenta a la vista y al
intelecto escudriñador. Y de la misma manera que las posibles figuras de un edificio
están determinadas y limitadas por la naturaleza del material en construcción en
aspectos esenciales, así también la posible figura de un ser humano, la interior y la
exterior, está determinada en aspectos sustanciales por los elementos constructivos
heredados, de los cuales se hace la composición de esta nueva personalidad.
Seguramente puede suceder que se dé una significación abusiva al concepto de raza:
con ello se menoscaba la autonomía de la personalidad y se corre el peligro de
subestimar el gran poder de las ideas; además, la cuestión racial es infinitamente más
complicada que lo que cree el profano, pertenece eternamente al terreno de la
antropología y no puede ser solucionada por sentencias de lingüistas e historiadores.
Pero, con todo, no puede ser que se deje simplemente de lado la raza como quantité
négligeable; menos puede ser que se enuncie algo directamente acerca de la raza y
permitir que semejante mentira histórica llegue a cristalizar si, en un dogma
incontrovertible. El que sostiene la aserción de que Cristo fue un judío, es o bien
ignorante o falta a la verdad: ignorante, si hace una mezcla confusa de religión y raza,
falta a la verdad, si conoce la historia de Galilea y mitad calla mitad desfigura los
hechos sumamente enredados a favor de sus prejuicios religiosos o aún para mostrarse
complaciente al poderoso judaísmo. (18) La probabilidad que Cristo no fue un judío,
que no tenía una gota de sangre judía en las venas, es tan grande que casi equivale a una
certeza. ¿A qué raza pertenecía? A esto no se puede dar ninguna respuesta. Como el
país estaba situado entre Fenicia y Siria, impregnada en su porción sudoeste de sangre
semita, además quizá no estaba del todo limpio de su anterior población mestizada con
israelíes (pero nunca con judíos), la probabilidad de un árbol genealógico
preponderantemente semita es grande. Pero el que ha echado aunque sea sólo un vistazo
a la Babel de razas del reino asirio (19), y luego se entera de que de las partes más
diversas de este reino se trasladaron colonos a aquel anterior hogar de Israel, no tendrá
pronta la respuesta. Es bien posible que en algunos de estos grupos de colonos existiese
una tradición de casarse entre ellos, con lo que entonces una rama étnica se habría
mantenido pura; pero que esto haya sido realizado durante más de medio milenio, es
casi increíble pues precisamente por el traspaso al culto judío se iban borrando
paulatinamente las diferencias étnicas, que al comienzo (II Reyes, XVII, 29) habían sido
mantenidas por costumbres religiosas patrias. En épocas posteriores inmigraron además,
como hemos oído, griegos; de todos modos pertenecía a las clases más pobres y por
supuesto adoptaron de inmediato el ‘’dios local’’. Sólo una afirmación podemos dejar
sentada, por lo tanto, sobre sano fundamento histórico: en toda aquella parte del mundo
había una única raza pura, una raza que mediante estrictas prescripciones se protegía de
toda mezcla con otros pueblos, la judía; que Jesucristo no pertenecía a ella, puede ser
considerado como seguro. Toda ulterior aseveración es hipotética.
2. RELIGION
Por lo general, y hasta quizá sin excepción, la situación es presentada de tal manera
como si Cristo fuera el que ha llevado a su culminación al judaísmo, o sea, a las ideas
religiosas de los judíos. (20) Aun los judíos ortodoxos, si bien no pueden venerar en el
tal supuesto carácter, lo ven, pese a todo, una. rama lateral de su árbol y contemplan con
orgullo todo el cristianismo como un apéndice del judaísmo. Esto es un error del cual
estoy profundamente convencido; es una idea fija, de esas opiniones que asimilamos
con la leche materna, acerca de la cual, tanto el librepensador como el ortodoxo adicto
de la Iglesia están imbuidos. Ciertamente, Cristo estaba en una relación inmediata con el
judaísmo, y la influencia del judaísmo, por lo pronto, sobre la formación de su
personalidad, y en medida aun mucho mayor sobre el origen y la historia del
cristianismo, es tan grande, precisa y esencial que todo intento de negarla debería
conducir a absurdos; pero esta influencia es solo en la mínima parte una influencia
religiosa. Ahí esta el núcleo del error.
Este ser humano es alegre, ebrio de vida, ambicioso, despreocupado, bebe y, juega, caza
y roba; repentinamente, empero, se llama a la reflexión: el gran misterio de la existencia
lo cautiva, por completo, sin embargo, no como un Problema puramente racionalista --
de donde viene este mundo? -de donde provengo yo? - a lo cual habría que dar una
respuesta puramente lógica (y por ello insuficiente), sino como una necesidad vital
inmediata, perentoria. No comprender, sino ser: es a esto a lo que se siente impulsado.
No el pasado con su letanía de causa y efecto, sino el presente, el presente de eterna
duración, cautiva su reflexión asombrada. Y solo -eso lo siente- si a todo lo que lo rodea
ha tendido puentes, si se reconoce a si mismo -lo único que conoce directamente- en
todo fenómeno, vuelve a encontrar todo fenómeno en si mismo, solo si, por así decirlo,
ha puesto en consonancia a si, mismo y el mundo, entonces puede tener la esperanza de
escuchar con sus propios oídos el movimiento de la obra eterna, percibir la misteriosa
música la existencia en su corazón. Y para hallar esta armonía, él mismo canta hacia el
exterior, lo prueba en todos los tonos, se ejercita en todas las melodías y luego escucha
con recogimiento. No queda sin respuesta su llamado; voces misteriosas oye; toda la
naturaleza se vivifica, por doquier se mueve en ella lo afín al ser humano. Adorando cae
de rodillas, y no se imagina que es sabio, no cree conocer el origen y el objetivo final
del mundo, pero presiente un destino más elevado, descubre en sí el germen de hados
inconmensurables, -‘’la simiente de la inmortalidad-. Esto no es un mero ensueño, sino
una convicción vivida, una fe, y como todo lo viviente vuelve a generar vida. Los
héroes de su tronco y sus hombres santos los ve como ‘superhombres- (como dice
Goethe) suspendidos en lo alto sobre la tierra; a ellos quiere parecerse, porque también a
él lo atrae la altura, y ahora sabe de qué profunda fuente interior extraen la fuerza para
ser grandes. Esta mirada en las profundidades inexplorables del propio ser, esta ansia
hacia arriba: esto es religión. Religión, por lo pronto, no tiene nada que ver ni con la
superstición ni con la moral: es un estado del alma. Y porque el ser humano religioso
está en contacto directo con un mundo más allá de la razón es poeta y pensador: actúa
conscientemente creador; sin embargo trabaja en la noble obra de Sisifo de dar forma
visible a lo invisible, concebible a lo inconcebible; (22) nunca encontramos en él una
cosmogonía y teogonía terminada, cronológica, para ello heredó un sentimiento
demasiado vivido de lo infinito: sus conceptos continúan siendo fluyentes, nunca se
vuelven rígidos; antiguos son reemplazados por nuevos; dioses altamente venerados en
un siglo, en el siguiente apenas son conocidos por el nombre. Y sin embargo las grandes
percepciones (Erkenntnisse) forman una firme adquisición y no vuelven a perderse
jamás, por sobre todas la fundamental, que milenios antes de Cristo el Rigveda trató de
expresar de la siguiente manera: ‘’El enraizamiento de lo existente los sabios lo
encontraron en el corazón’’ (‘’Die Wurzelung des Seienden fanden die Weisen im
Herzen ‘’) –una convicción de que el siglo diecinueve encontró por boca de Goethe casi
idéntica expresión.
¡Esto es religión! – Precisamente esta disposición, este estado de ánimo, este instinto, de
buscar el núcleo de la naturaleza en el corazón falta a los judíos en una notable medida.
Son racionalistas natos. La razón es en ellos fuerte, la voluntad enormemente
desarrollada, en cambio su fuerza de la fantasía y de la plasmación es curiosamente
limitada. Sus escasas ideas mítico religiosas, hasta sus mandamientos y costumbres y
sus preceptos de culto los tomaron sin excepción de pueblos extraños redujeron; todo a
un mínimo (23) y lo conservaron rígidamente inmodificado; el elemento creador, la
verdadera vida interior, falta aquí casi por completo; en el mejor de los casos está con
respecto a la vida religiosa tan inmensamente rica del ario (que incluye todo lo más alto
en pensamiento y poesía de estos pueblos) en la misma relación que los sonidos
linguales antes nombrados, o sea como 2 a 7. Véase, pues qué florecimiento
exhuberante de las más espléndidas concepciones e ideas, y para más, que arte y qué
filosofía gracias a los griegos y germanos, brotó con vigoroso empuje sobre el suelo del
cristianismo, y hágase después la pregunta con qué imágenes y pensamientos el pueblo
supuestamente religioso de los judíos ha enriquecido entretanto a la humanidad! La
‘’ética geométrica’’ de Spinoza (una aplicación errónea, totgeboren, de un pensamiento
genial y creativamente productor de Descártes) me parece en realidad la ironización más
sangrienta de la moral del Talmud y, de cualquier modo, tiene aún menos en común con
la religión que los diez mandamientos de Moisés presumiblemente tomado de los
egipcios (249. No, la fuerza del judaísmo que impone respeto está en un campo
eternamente distinto a ello me referiré de inmediato.
¿Pero cómo fue posible, pues, omnubilar de tal manera nuestra capacidad de juicio
como para que pudiéramos considerar a los judíos como un pueblo religioso?
Por de pronto, fueron los judíos mismos los que desde siempre aseguraban con la
máxima vehemencia y volubilidad que eran ‘’el pueblo de Dios’’: hasta un judío liberal
como el filósofo Filón sienta la osada afirmación que sólo los israelitas son ‘’seres
humanos en el verdadero sentido’’, (25) los buenos tontos indogermanos les creyeron
esto. Pero, cuán difícil les resultó, lo prueba el curso de la historia y las palabras de
todos sus hombres prominentes. Esta credulidad fue posibilitada solamente por los
exegetas cristianos que reconstruyeron toda la historia de Judá en una teodicea, en la
cual la crucifixión de Cristo significa punto final. Hasta Schiller (Die Sendung Moses,
La misión de Moisés) insinúa: ¡La providencia había quebrado a la nación judía en
cuanto hubo cumplido, lo que debía! Al respecto los eruditos pasaron por alto el hecho
fatal de que el judaísmo no prestó la menor atención a la existencia de Cristo, que sus
historiadores más antiguos ni siquiera mencionan su nombre; a lo cual se agrega hoy en
día la observación de que este extraño pueblo sigue viviendo después de dos milenios y
muestra alto florecimiento; nunca ni siquiera en Alejandría, el destino de los judíos fue
tan espléndido como ahora. Finalmente actuó un tercer prejuicio, que en última estancia
provenía de las escuelas filosóficas de Grecia, y de acuerdo al cual el monoteísmo, es
decir, la idea de un Dios único indivisible debía ser el síntoma de una religión más
elevada: esto es una conclusión absolutamente racionalista, la aritmética no tiene nada
en común con la religión: el monoteísmo puede significar tanto empobrecimiento como
ennoblecimiento de la vida religiosa. Además, a este funesto prejuicio, que quizás ha
contribuido más que cualquier otra cosa a la ida fija de una superioridad religiosa de los
judíos debe oponerse dos hechos: primero, que los judíos, mientras formaban una
nación y su religión poseía aún una chispa de vida lozana, no eran mono sino politeístas,
cada pequeño país y cada pequeña tribu tenía su propio dios; segundo, que los
indoeuropeos, en su camino puramente religioso habían llegado a ideas mucho mas
grandiosas de la unidad Divina (26) que la miserablemente pobre idea judía del creador
del universo. Sobre estas cuestiones frecuentemente tendré ocasión de volver,
especialmente en los capítulos sobre el ingreso de los judíos en la historia occidental y
sobre el origen de la Iglesia Cristiana. Por ahora quisiera esperar que haya logrado
sacudir al menos la opinión preconcebida de la especial religiosidad del judaísmo. Creo
que el lector del ortodoxamente cristiano Neandro meneará de ahora en adelante
escépticamente la cabeza cuando encuentre la aseveración: la figura de Cristo constituye
el ‘’centro’’ de la vida religiosa de los judíos, que ‘ha sido planeada en todo el
organismo de esta religión y su historia nacional con necesidad intrínseca’’ etc, etc; (27)
sobre los floreos oratorios del librepensador Renán: ‘’Le Christianisme est le
chef.doevre du Judaisme, sa gloiré, le résumé de son évolution. Jésus est tout entier
dans Isaie’’, (El cristianismo es la obra maestra del judaísmo, su gloria, el resumen de
so evolución… Jesús está integro en Isaías)etc, sonreirá con cierto enojo; (28) y me
temo que estalle y se le ría en la cara cuando el judío ortodoxo Graetz le asegura que la
imagen de Cristo es ‘’la vieja doctrina judía con ropaje nuevo’’ que entonces ‘’había
venido la época en que las verdades fundamentales del judaísmo, la plenitud de
augustos pensamientos sobre Dios y una vida santa para el individuo como para el
Estado, habría de verterse en la cavidad de otros pueblos y aportarles un rico contenido
(29)
3. CRISTO NO ES JUDIO
El que quiera ver la imagen de Cristo, arránquese, por tanto, este velo oscurísimo de los
ojos. Esta imagen no es la consumación de la religión judía, sino su negación.
Precisamente allí donde las facultades del alma ocupaban el menor lugar en las ideas
religiosas, allí se presentó una nueva visión religiosa que –a diferencia de otros grandes
intentes de captar la vida interior ya sea en pensamientos, ya sea en imágenes- pone
todo el peso de esta ‘’vida en el espíritu y la verdad’’ en el alma. La relación con la
religión judía a lo sumo podría ser interpretada como una reacción; el alma es, como
hemos visto, la fuente primigenia de toda genuina religión; precisamente esta fuente
estaba casi cegada para los judíos por su formalismo y por su inascesible racionalismo
duro de corazón; ella, pues, se remite Cristo. Pocas cosas permiten echar una mirada
tan profunda en el divino corazón de Cristo como su comportamiento frente a las leyes
religiosas judías- Las observa, pero sin celo y sin poner en ello ningún énfasis; es que en
el mejor de los casos son sólo un recipiente que sin contenido, quedaría vacío, y en
cuanto una ley cierra el camino que ha de seguir, la quiebra sin la menor consideración,
pero igualmente con calma y sin ira; ¡qué tiene que ver todo esto con la religión! ‘’El
ser humano (39) también es Señor del sábado’’; para un judío, por cierto, sólo Yahvé
había sido un señor, el ser humano su siervo. Acerca de las leyes alimentarias judías (un
punto tan importante en su religión que la controversia sobre su obligatoriedad se
propaga hasta los primeros tiempos del Cristianismo=, Cristo juzga: ‘’Lo que entra por
la boca no vuelve impuro al ser humano, sino lo que sale de la boca, eso vuelve impuro
al ser humano. Porque lo que sale por la boca proviene del corazón y vuelve impuro al
ser humano.- (31) pero sin fanatismo habla de ella. De qué manera pone la Escritura al
servicio e sus fines es hasta muy curioso; también sobre ella se siente ‘’señor’’ y la
transforma, de ser menester, en su contrario. ‘’Toda la Ley y los Profetas’’ se puede,
manifiesta, expresar en el único mandamiento ama a Dios y a tu semejante. Esto suena
casi como sublime ironía, especialmente si consideramos que Cristo no menciona con
ninguna sílaba el temor de Dios, que empero (y no el amor a él) proporciona el
fundamento de toda la religión judía. ‘’El temor del Señor es el comienzo de la
sabiduría’’, canta el salmista. ‘’Escóndete en la tierra ante el temor de Dios y ante su
majestad’’, dice Isaías a los israelitas y hasta Jeremías pareció haber olvidado que existe
una ley según la cual ‘’hay que amar a Dios de todo corazón, con todo el alma, con
todas las fuerzas y todo el ánimo’’ (32), y había hecho hablar a Yahvé a su pueblo:
‘’Quiero ponerles mi temor en el corazón, para que no se aparten de mí; deben temerme
durante toda su vida!’’; sólo si los judíos lo temen, -no dejará de hacerles bien-, etc.
Transformaciones similares de las palabras de la Escritura las encontramos en Cristo en
muchos lugares. Y si ahora vemos por un lado un Dios de la misericordia, del otro un
Dios de la dureza de corazón, (33) por un lado la doctrina de que hay que amar al
‘’Padre celestial’’ de todo corazón, por el otro siervos, a quienes se inculca el temor
ante el ‘’Señor’’ como primer deber: (34) entonces bien podemos preguntar que
significa eso si se designa la una, visión del mundo como la obra, como la consumación
de la otra? Sofisma es esto, no verdad. Cristo mismo lo dijo con sencillas palabras
‘’Quien no está conmigo, ése está contra mí’’; ninguna manifestación del mundo está
tan exactamente ‘’contra él’’ como la religión judía, así que en general todo el concepto
de religión por parte de los judíos, desde los albores hasta el día de hoy.
Hasta ahora hemos fijado nuestra atención sobre lo que separa o por menos diferencia a
Cristo del judaísmo; sería parcial si nos limitáramos a esto. Tanto su destino como
también los acontecimientos principales de su existencia están entrelazados con la
historia y el estilo de vida judaicos. Descuella sobre su entorno, pero sin embargo
pertenece a él. Aquí hacen al caso principalmente dos rasgos fundamentales del carácter
nacional judío: el concepto histórico de la religión y la preponderancia de la voluntad.
Estos dos rasgos están entre sí en una relación genética, como veremos en seguida. El
primero ha influenciado profundamente sobre todo el destino de la vida de Cristo y el
destino de su recuerdo; en el último radica su doctrina moral. El que no pasa distraído
frente a estas cosas, hallará explicación sobre más de una de las cuestiones más
profundas y más difíciles en la historia del Cristianismo y sobre alguna de las
contradicciones internas insolubles de nuestras tendencias religiosas hasta el día de hoy.
4. RELIGION HISTÓRICA
De los muchos pueblos semitas uno sólo se ha conservado como unidad nacional, y de
hecho uno de los más pequeños y políticamente impotentes; este pequeño pueblo ha
resistido todos los embates y se presenta hoy como ejemplar único entre los seres
humanos: sin patria, sin jefe, diseminado por todo el mundo, incorporado a las
nacionalidades más diversas, y a pesar de ello unido y consciente de su unidad. Este
milagro es la obra de un libro, la Thora (con todo lo que fue adicionándose como
complemento en el curso del tiempo hasta nuestros días). Este libro, empero, debe ser
considerado como el testimonio de un alma popular del todo extraña a la que en un
momento crítico le fue señalado por hombres importantes, consecuentes, este camino de
terminado. En el capítulo subsiguiente habré de ocuparme detenidamente del origen e
importancia de estas escrituras. Por ahora quiero llamar solamente la atención sobre el
hecho de que el Antiguo Testamento es una obra netamente histórica. Prescindiendo de
agregados posteriores aislados que en definitiva son completamente secundarios (como
los llamados Proverbios de Salomón) cada frase de estos libros es histórica; también
toda la legislación que contienen es fundamentada históricamente y se enlaza por lo
menos en forma de sucesos relatados: ‘’El Señor habló con Moisés’’, el holocausto de
Aarón es sugerido por el Señor, los hijos de Aarón son muertos durante la proclamación
de las leyes, etc, etc,; y cuando se trata de inventar algo, el escriba se funda ya sea en un
relato novelesco, como el libro de Job, o sea en una audaz falsificación histórica como
en el libro de Esther. Por este predominio de la crónica la Biblia se diferencia de todos
los otros libros sagrados conocidos. Lo que contiene como religión, se presenta como
componente de un relato histórico, no a la inversa; sus mandamientos éticos no crecen
de una necesidad interior de lo más recóndito del corazón humano, sino son ‘’leyes’’
que fueron promulgadas bajo determinadas circunstancias en días determinados que
pueden ser revocadas en cualquier momento. Echese una mirada comparativa sobre los
indoarios: frecuentemente les venían a la mente interrogantes sobre el origen del
mundo, sobre el de dónde y adónde, pero no como componente esencial de la elevación
de sus almas a Dios; esta pregunta por las causas no tiene nada que ver con su religión,
y en lugar de asignarle gran importancia, los cantores de himnos exclaman casi
irónicamente:
El que quiera poseer totalmente el hoy, también debe involucrar el ayer, del cual
emergió. El materialismo fracasa, tan pronto como no es consecuente; al judío le
enseñaba esto un instinto infalible, y es exactamente de la misma manera que nuestros
materialistas contemporáneos saben cómo se origina el pensamiento por los
movimientos de los átomos, aquél sabía cómo Dios había hecho el mundo y que un
pedazo de barro había hecho el ser humano. La creación empero, es lo de menos; el
judío tomó las mitologías que llegará a conocer en sus viajes, las desvistió en la medida
de lo posible de lo mitológico y las acondicionó en acontecimientos históricos tan
concretos como le fue factible (39) Pero recién entonces viene su obra maestra: del
escaso material que era común a todos los semitas (49) el judío construyó toda una
historia mundial y en seguida se puso a sí mismo en el centro; y desde ese momento, es
decir, desde el momento en que Yahvé hace la alianza con Abrahám, el destino de Israel
constituye la historia mundial, más aún, la historia de todo el cosmos, lo único de lo
cual se preocupa el Creador del mundo. Es como si los círculos se estrecharan cada vez
más al final queda sólo el centro, el ‘’yo’’; la voluntad triunfó. Esto, en efecto, no fue la
obra de un día; tuvo lugar paulatinamente; el judaísmo propiamente dicho, es decir, el
Antiguo Testamento en su forma actual, recién se ha formado y afirmado
definitivamente al regreso del cautiverio babilónico. (41) Y ahora fue aplicado y
desarrollado conscientemente lo que antes se había hecho con genialidad inconsciente:
el enlazamiento del pasado y del futuro con el presente, de tal manera que cada uno de
los momentos formaba un centro en el camino recto, como tirado a cordel que el pueblo
judío debía transitar y del que en adelante no podía apartarse ni a derecha ni a izquierda.
En el pasado, hechos milagrosos divinos en beneficio de los judíos, y en el futuro,
esperanza en el Mesías y dominación mundial; estos eran los elementos, que se
complementan mutuamente, de tal concepción del a historia. El instante perecedero
recibió una significación extrañamente viva por el hecho de que se le veía crecer del
pasado, como recompensa o como castigo, y creyéndosele predicho exactamente en
profecías. De esta manera también el provenir adquiría una inaudita realidad: era como
si se lo tuviera en las manos. Aunque innumerables promesas y predicciones o se habían
cumplido (42) esto podía siempre ser explicado fácilmente; la voluntad no es
comprensiva, no afloja lo que su mano tiene, aunque fuera tan sólo una quimera; cuanto
menos se había cumplido hasta ahora, tanto más rico aparecía el porvenir, y tanto estaba
escrito (especialmente en la leyenda del éxodo= que no podía surgir la duda. Lo que se
llama la fe en la letra (Buchstabenglauben) de los judíos es por cierto una cosa bien
distinta a la fe dogmática de los cristianos: no es una fe en misterios abstractos,
inimaginables y en diversas ideas mitológicas, sino algo totalmente concreto, histórico.
La relación de los judíos con respecto a su dios es desde el principio una relación
política. (42) Yahvé les promete, bajo ciertas condiciones, el dominio del mundo; y su
obra histórica es tal milagro de estructura ingeniosa, que los judíos a pesar del destino
más miserable y lastimoso (como pueblo) del que hagan referencia los anales mundiales
–apenas si una vez, bajo David y Salomón, disfrutaron de medio siglo de relativo
bienestar y condiciones ordenadas- ven sin embargo su pasado con los colores más
luminosos, perciben en todas partes la mano protectora de Dios, extendida sobre su
pueblo elegido, sobre los ‘’únicos seres humanos en el verdadero sentido’’, hallan en
odas partes, por consiguiente, pruebas históricas para la verdad de su fe, de la que
entonces sacan la confianza de que lo prometido hace muchos siglos a Abraham todavía
se cumplirá íntegramente. La promesa divina estaba sin embargo, como queda dicho,
sujeta a condiciones. No se podía andar por la casa, ni beber y comer, ni pasear por el
campo, sin recordar centenares de mandamientos, de cuyo cumplimiento dependía el
destino de la nación. Como canta el salmista del judío (salmo 1,2):
Nosotros echamos cada par de años una boleta electoral en la urna; que nuestra vida
posee también por lo demás una importancia nacional, apenas lo sabemos o no lo
sabemos; el judío nunca pudo olvidarlo. Su Dios le había prometido: ‘’Ningún pueblo te
resistirá hasta que lo extermines’’ pero agregó de inmediato: ‘’!Todos los
mandamientos que te ordeno habrás de cumplir!’’. Así, Dios estaba eternamente
presente en la conciencia. Fuera de la posesión material; al judío en realidad le estaba
prohibido todo; a la posesión, solamente por tanto, estaba dirigida su mente; y de Dios
era de quien debía esperar la posesión. Ahora bien: el que nunca se ha hecho presente
las relaciones esbozadas brevemente aquí, difícilmente podrá hacerse una idea de cuán
insospechada vivacidad el pensamiento en Dios adquiría bajo estas condiciones. Es
cierto que el judío no podía representarse a Dios en imagen; pero su influencia, su diaria
intervención en los destinos del mundo era en cierto modo un asunto de la experiencia:
es que toda la nación vivía de ello; reflexionar sobre ello era (si no en la diáspora, de
seguro en Palestina) su única ocupación espiritual.
Hemos visto que lo que he llamado el instinto histórico del Judío, se debe en último
término a la posesión de una voluntad normalmente desarrollada. La voluntad alcanza
en el judío una supremacía tal que vence y domina las restantes disposiciones. De esta
manera se origina por un lado algo extraordinario, rendimientos que para otros seres
humanos no serían posibles ni deseables, por el otro lado, empero, extrañas
limitaciones. Cristo, dependiente para su acción de este entorno debió adecuar a él sus
doctrinas que, antijudías en lo más profundo, aparecen necesariamente de coloración
judaica en el énfasis dado a la voluntad. Este rasgo va sumamente hondo y se ramifica
profusamente, como una red de vasos sanguíneos, hasta cada una de las palabras, hasta
cada una de las ideas. A través de una comparación espero poder hacer claramente
comprensible el pensamiento.
(La arbitrariedad es eternamente odiada por los Dioses y los hombres cuando en hechos
se muestra, o aún sólo en palabras se manifiesta. Porque por encumbrados que estemos,
es sólo la más eterna Themis (49) de los eternos Dioses y esta debe perdurar y regir).
Y compáreselo con los primeros versos de cualquier salmo, p.ej. el septuagésimo sexto:
6. PROFETISMO
Y algo más no debe ser pasado por alto en esta conexión: el unilateral predominio de la
voluntad toma a la generalidad de las crónicas del pueblo judío en tediosas y
desagradables; a pesar de ello creció en esta atmósfera una serie de hombres
importantes, cuya peculiar grandeza los sustraen a toda comparación con otros héroes
espirituales. Ya he recordado – en la introducción de esta sección y volveré sobre ellos
en el subsiguiente capítulo- a estos ‘’negadores’’ del carácter judío, que permanecieron
ellos mismos tan judíos de los pies a la cabeza que contribuyeron más que ninguna otra
cosa al desarrollo del más rígido hebraísmo; sólo esto debe ser dicho aquí, al tomar
estos hombres el materialismo religioso desde su lado más abstracto, lo elevaron el e
aspecto moral de un grado muy alto; su accionar ha preparado históricamente el terreno
en puntos esenciales a la concepción de Cristo con respecto a la relación entre Dios y el
ser humano. Además se manifiesta en ellos en la forma más clara un importante rasgo
que tiene su fundamento total y absolutamente en el carácter del judaísmo: la religión
histórica. Este pueblo pone el énfasis no sobre el individuo, sino sobre toda la nación; el
individuo puede ser útil o perjudicial para la generalidad pero por lo demás carece de
interés; de ello derivó con necesidad un rasgo pronunciadamente colectivista, que en los
profetas encuentra frecuentemente una potente expresión. Ahora bien: si Cristo sostiene
en un sentido el principio exactamente contrario, o sea el del extremo individualismo, la
redención de cada uno por renacimiento, por otra parte su vida y su doctrina anuncian
inequívocamente un estado que sólo puede ser realizado mediante comunidad. El
comunismo de ‘’Un rebaño y un pastor’’ es seguramente otro que el comunismo
teocrático, de coloración totalmente política, de los profetas; pero nuevamente el
transfondo es exclusiva y característicamente judío.
7. CRISTO, UN JUDÍO
Piénsese como se quiera acerca de estas distintas concepciones judías, poder no se les
puede negar, ni la capacidad de ejercer sobre la formación de la vida humana una acción
casi inmensurable. Nadie negará tampoco que la creencia en la omnipotencia divina, en
la Providencia divina, y también en la libertad de la voluntad humana (56), así como la
exclusiva acentuación de la naturaleza moral del ser humano y de su igualdad ante Dios
(‘’los últimos serán los primeros’’ constituyen, pilares básicos de la personalidad de
Cristo). Mucho más que su referencia a los profetas, mucho más también que su respeto
por las prescripciones legales judías, estas concepciones fundamentales nos muestran a
Cristo influenciado por el pensamiento judío. Y si descendemos muy hondo, hasta aquel
centro de la imagen de Cristo, la vuelta de la voluntad, entonces podemos percibir –y ya
he aludido a ello al comienzo de este capítulo en la comparación con Buda- que aquí la
negación aria de la voluntad ha recibido un tinte semítico. La negación es un fruto de la
súper percepción; Cristo en cambio se dirige a seres humanos en los cuales la voluntad
es prepotente, no el pensamiento; él percibe el poder de esta voluntad y le ordena no
silencio, sino otra, una nueva dirección. Aquí hay que decir: Cristo deviene judío y su
imagen sólo puede ser comprendida si hemos aprendido a entender críticamente estas
concepciones especialmente judías, que él encontró y se apropió.
Si se quisiera decir que Cristo pertenece ‘’moralmente’’ a los judíos, entonces, por
cierto, esta palabra ambigua ‘’moral’’ debería ser tomada en un significado más
estrecho. Porque más precisamente en la aplicación moral de estas concepciones de la
omnipotencia y providencia de Dios, de las relaciones directas que de ellas resultan
entre el ser humano y la Divinidad, el Salvador se apartó in toto de las doctrinas del
judaísmo; esto es evidente para cualquiera, y además he tratado de hacerlo claramente
aprehensible en mi análisis anterior; las concepciones mismas, empero, el marco dentro
del cual se incorporó la personalidad moral y del cual no pudo ser extraída, la admisión
incuestionada de estas premisas referentes a Dios y el ser humano, que de ninguna
manera pertenecen a la naturaleza del espíritu humano, sino que por el contrario
representan una concepción particular de un determinado pueblo en el curso de una
evolución histórica de siglos de duración: esto es lo judío en Cristo. Ya en los capítulos
sobre arte helénico y derecho romano llamé la atención sobre el poder de las ideas: aquí
tenemos nuevamente un ejemplo luminoso de ello. El que vivía en el mundo de
pensamientos no podía substraerse al poder de las ideas judías. Y aunque trajo al mundo
un mensaje totalmente nuevo, aunque su vida fue como el amanecer de un nuevo día,
aunque su personalidad fue tan divinamente grande que nos reveló una fuerza en el
interior del hombre, capaz – si ello alguna vez se llega a comprender – de cambiar
completamente a la humanidad: sin embargo, la personalidad, la vida y el mensaje
estuvieron ligados a las ideas fundamentales del judaísmo, sólo en ellas pudieron
revelarse, actuar y divulgarse.
8. EL SIGLO 19
NOTAS:
1 ‘’Dictum est tamen tres personaes, non ut aliquid dicretur sed no taceretur De
Trinitate, Mb. Y. e,9.
4 Graetz: Ic/ 567. Galilea y Perea tenían juntos un terarca propio que gobernaba
independientemente, mientras que Judea, Samaria o Idumea estaban bajo un procurador
romano. Graetz agrega en este lugar: ‘’ Por la animosidad de los samaritanos, cuyo país
formaba una cuña entre Judea y Galilea la comunicación entre las dos porciones de
territorio separados estaba aún más trabada.’’ –Que además no se tiene el derecho de
identificar a los genuinos ‘’israelitas’’ del norte con los ‘’judíos’’ propiamente dichos
del sud, no lo he mencionado aquí por razones de simplicidad. Com, da embargo el cap.
5.
7 Albert Reville Jesús de Nazareth 416. No se olvide tampoco que Alejandro el Grande
había poblado después del alzamiento del año 331 a la próxima Samaria con
macedonios.
10 De la Mishna citado por Renan: Vie de Jesús, Vida de Jesus 23 ed. Pág 242.
13 También aún más tarde los habitantes de Galilea formaban una raza especial
distinguida por su vigor y su valentía, como lo demuestra su participación en una
campaña bajo el persa Sharbaza y en la toma de Jerusalén. En el año 614.
16 Véase p.Ej., el cuadro omparativo en Max Müller Science of Language, 9º ed,p. 169
y en cada uno de los tomos de los Sacred Books of the East (Libros Sagrados del Este).
La lengua sanscrita conoce sólo seis auténticos guturales, la hebrea, diez; es
principalmente llamativa la diferencia en el sonido alto gutural, la h, para el cual las
lenguas indogermánicas desde siempre solo conocieron un solo sonido, las semitas en
cambio cinco distintos. A su vez, se encuentran en el sanscrito siete distintos sonidos
linguales y en hebreo sólo dos. Cuán inmediatamente difícil resulta borrar
completamente tales signos raciales lingüísticos heredados; todos los conocemos
perfectamente por el ejemplo de los judíos que viven entre nosotros; el dominio correcto
de nuestros sonidos linguales les resulta tan imposible como a nosotros la maestría para
emitir sonidos guturales.
18 ¿Cómo se puede explicar por ejemplo que Renan, en su Vie de Jesus aparecido en
1863 dice que es imposible aun hacer suposiciones en cuanto a la raza a la que
perteneció Cristo por su sangre (véase cap. II), en el quinto tomo terminado en 1891 de
su Historie du Peuple d’Israel, sostiene la categórica afirmación, Jesus etait un Juif, y
ataca con insitada violencia a la gente que osa poner esto en duda ¿No será que la
Alliance Israélité con quien Renan en sus últimos años de vida se halló en tan vivas
relaciones, tuvo también una palabra que decir en esto? En el siglo diecinueve
escuchamos tantas cosas bellas sobre la libertad de la palabra, libertad de la ciencia, etc.
Pero en verdad estuvimos mucho peor avasallados que en el siglo 18, porque a los
anteriores detentadores del poder, se agregaron nuevos y peores. La coacción anterior
podía, con toda su amarga injusticia, fortalecer el carácter. La nueva, que sólo parte del
dinero y sólo tiene en vista el dinero, humilla la más baja esclavitud.
19 Comp Hugo Wincker Die Volker Vorderasiens (Los Pueblos del Asia interior),
1900.
20 Una honrosa excepción la hace el gran jurista Merino, que en su Vorgeschichte der
Indoeuropäer, Prehistoria de los Indoeuropeos, p 300. Escribe ‘’De la tierra de su pueblo
no brotó la doctrina de Cristo, el cristianismo significa, por el contrario, una superación
del judaísmo ya desde su primer origen hay algo de ario en él’’.
21 Los semitas tienen mucha superstición pero poca religión –atestigua una de las
máximas autoridades, Robertson Smith, The prophets of Israel (Los profetas de Israel),
p33.
22 Bellamente dice Herder: EL ser humano sólo está en contradicción consigo y con la
Tierra: porque la más desarrollada entre sus organizaciones es al mismo tiempo la
menos desarrollada en su propia nueva disposición. Representa por tanto dos mundos
simultáneamente y esto forma la aparente duplicidad de su modo de ser. (Historia de la
Humanidad).
26 No necesito dar comprobantes del Politeísmo de los Judíos; se los encuentra en toda
obra científica, además en cada tercera página del Antiguo Testamento: véase también
aquí, cap 5º. Hasta en los Salmos todos los dioses son exhortados a adorar a Yahvé;
Yahvé sólo es para los judíos posteriores el ‘’único Dios’’ en cuanto también los judíos
(como nos acaba de informar Filon: ‘’son los únicos seres humanos en el verdadero
sentido’’. Roberson Smith, cuya Religión of the Semites, es considerada como una obra
científica fundamental, atestigua que el monoteísmo no surge de una disposición
religiosa originaria del espíritu semita, sino que en lo esencial es un resultado político!
(Véase la citada obra). EN lo referente al monoteísmo de los indoeuropeos hago
brevemente la observación: El Brahman de los indios es sin duda el más portentoso
pensamiento religioso que jamás fue pensado; sobre el puro Monoteísmo de los persas,
no podemos instruir en el Dermester (The Zend Avest LXXX11 y sig.); el griego
empero, había estado en el mismo camino como Ernst Curtius lo atestigua ‘’Ha
prendido mucho de nuevo, especialmente que fortaleza de una Idea de Dios ha sido
Olimpica y qué poder mundial mora ha sido al Zeus de Fidias’’ (carta a Geizer del 10 de
enero 1896, publicada en la Deutschen Revue, 1897. P24(. Por lo demás uno puede
remitirse aquí a los testigos más insospechables de todos. El apóstol Pablo dice
(Romanos 1.21): ‘’los romanos sabían que es Dios Uno’’; y el Padre de la Iglesia
Agustín desarrolla en el undécimo capítulo del cuarto libro de su De civitate Dei que
según las opiniones de los romanos cultos de su época, de los magni doctores
paganorum ‘’Júpiter es el único Dios y todas las otras deidades ilustran solamente
algunas de sus ‘’virtudes’’. Agustín usó la idea ya existente para explicar a los paganos
que no les resultaría trabajoso pasar a la fe en el Dios uno y dejar a las otras figuras. –e
si ¡te sint, quid perderent si unum Deum colerent prudentiore compendio?’’ (La
recomendación de la fe en el Dios uno, como ‘’proceso abreviado’’ es por otra parte un
rasgo conmovedor de los dorados días de la infancia de la Iglesia cristiana) Y lo que
Agustín desarrolló para los paganos doctos, lo atestigua Tertuliano para el pueblo en
general; todo el mundo dice, cree en verdad sólo en un Dios uno, y nunca se oye invocar
a los dioses en plural, sino siempre solamente ‘’!Gran Dios! ¡Buen Dios! ¡Lo que Dios
quiera! ¡A Dios me encomiendo! ¡Dios lo pague! Esto lo considera Tertuliano como el
testimonio de un alma originariamente monoteísta: ‘’O testimonium animae naturaliter
Christianae’’ (Apologeticus, XVII). Germosas palabras sobre el monoteísmo de los
antiguos escribe Giordano Bruno en su Spacio de la bestia triunfante, ed. Lagarde, P.
535./ Para que en esta cuestión tan importante no quede nada impreciso debo agregar
que Curtius, Pablo, Agustín y Tertuliano se equivocan todos en grande cuando ven en
estas cosas la prueba de un monoteísmo en el sentido del materialismo semita; su juicio
está omnubilado aquí por la influencia de conceptos cristianos. La idea de ‘’lo Divino’’,
que encontramos en el neutro sanscrito Brahman y en el neutro griego como así también
en el neutro alemán Gott, que recién en épocas posteriores, debido a la influencia
cristiana, fue concebido como masculino (véase Etymol. Wörterbuch. Diccionario
etimológico, de Kluge), no debe ser de ninguna manera identificado con el creador
personal del mundo de los judíos. Aquí vale para todos arios aún no afectados por el
espíritu semita lo que el prof. Erwin Rohde desarrolla para los helenos ‘’Se está en una
interpretación errónea si se piensa que el griego ha tenido una tendencia hacia el
monoteísmo (en el sentido judío). No a una unidad de la persona divina, pero sí a una
unidad de la esencia divina, a una divinidad uniformemente viviente en muchos dioses,
a una divinidad general, se ve enfrentado el griego donde entra en relación religiosa con
los dioses’’ (Die Religion der Griechen, en los Bayreuther Blätter, año 1895,p213).
Sumamente características son en este sentido las palabras de Lutero: ‘’E la reacción y
en las obras (vista desde afuera contra la criatura= nosotros los cristianos estamos
acordes con los turcos; así también decimos que no hay más que un Dios uno. Pero
nosotros decimos que no es suficiente que solamente creamos que hay un Dios uno.
29 L.C., 1570. Se ha afirmado frecuentemente que los judíos tienen poco sentido del
humor, esto parece ser cierto, por lo menos en cuanto a los individuos: imagínese la
‘’plenitud’’ de estos escribas crasamente ignorantes, carentes de toda fantasía y la
vacuidad’’ de los helenos! En pobre concepto tiene Graetz a la personalidad de Cristo;
el máximo reconocimiento al que arriba es el siguiente: ‘’Jesús también habrá tenido un
modo de ser simpático, cautivador del corazón, por lo que su palabra pudo hacer
impresión’’ (I,576). La crucifixión es considerada por el erudito profesor de Breslau
como la consecuencia de un ‘’mal entendido’’. Acerca de los pocos judíos que
posteriormente se convirtieron el cristianismo dice Graetz que esto fue a causa de las
ventajas materiales y la devoción formal por Cristo ‘’la llevaban con la compra como
algo accidental’’. ¿Tendrá esto aun hoy su validez? Que el ‘’pacto con Yahvé era un
contacto con obligación recíproca, lo sabíamos del Antiguo Testamento; qué es lo que
hay para comprar en Cristo me resulta poco claro.
• Expresión alemana que significa aceptar algo aunque no sea muy agradable por ser
inherente a la adquisición de una cosa (N. del T.)
34 Montefiore y otros autores niegan que la relación de Israel con respecto a Yahvé
haya sido la de los siervos con respecto a su señor, pero la escritura lo dice
inequívocamente en muchos lugares, así por ejemplo LEV XXV, 55. ‘’Siervos son
para mí los hijos de Israel, mis siervos a quienes he conducido desde el país
egipcio’’; y la traducción literal del texto hebreo sería esclavo! (compo. La
traducción literal de Louis Segoad).
36 Cuando en época muy posterior los judíos no pudieron sin embargo resistir del
todo el impulso a la representación, trataron de suplir la carencia de fuerza creadora
por la verborragia oriental, de lo que se puede ver un ejemplo en Ezequiel.
39. ‘’Las mitologías extranjeras se transforman entre las manos de los semitas en
relatos chatamente históricos’’ (Renán: Israel, 1,49).
41 Véase Cap. 5º Como punto de referencia y para hacer resaltar drásticamente las
diferencias de las aptitudes: unos 300 años después de Homero, apenas un siglo
antes de Herodoto.
42 Por ejemplo en seguida como primera promesa a Abraham: ‘’El país te lo daré en
eterna posesión.’’.
47 Si bien el mito del pecado original aparece al comiendo del primer libro de
Moisés, evidentemente es una idea prestada, ya que los judíos nunca lo
comprendieron y no encontró aplicación en sus sistema. El que no infringe la ley es
a su entender libre de pecado. Así tampoco su espera de un Mesías no tiene nada
que ver con nuestra idea de la ‘’redención’’. Mayores pormenores en los cap 5 y 7.
50 Junto a las innumerables de rapiña con asesinato en mesa, mandadas por Dios,
donde también ‘’las cabezas de los niños debían ser estrelladas contra las piedras’’
obsérvese los casos en que se ordena asaltar y asesinar aleyosamente ‘’1 hermano
amigo y prójimo’’ (2º Moises XXXII 27), y también las órdenes que causan
repugnancia, tales como en Ezequiel IV. 12.15)
5º Con qué fanatismo muy lógico los rabinos propugnan hasta hoy la
incondicionalidad de la voluntad que de ninguna manera puede ser interpretada
metafísicamente como libertad de la voluntad, lo que se puede comprobar en
cualquier historia del Judaísmo. Didérot dice: Les Juif sont el faloux de cette liberté
d’indifferénce, que’ils a imaginent qu’il est imposible de penser sur cette metiere du
autrement qu ‘eux’’ ‘’Los judíos son tan celosos de esta libertad de la indiferencia
que creen que es imposible pensar sobre esta materia de un modo distinto que el de
ellos’’. Y cuan exactamente este concepto está ligado al de la libertad de Dios y con
la Providencia, se evidencia por el alboroto que se produjo cuando Maimónidas
quiso limitar la Providencia divina a la humanidad y afirmó que no toda hoja era
movida por ella ni generado cada gusano por su voluntad. –De las llamadas
‘’sentencias fundamentales del renombrado talmudista Rabi Akiba rezan las dos
primeras: 1º Absolutamente todo está vigilado por la Providencia de Dios. 2º la
libertad de la voluntad está sentada. (Hirach Graetz: Gnosticismus und Judentum,
Gnosticismo y Judaísmo. 1846, pág 91).
1) Nunca en los indoeuropeos los Dioses son ‘’creadores del mundo’’, donde lo divino es
concebido como creador como en el Brahman de los indios esto se refiere a una
percepción puramente metafísica, no a un suceso histórico-mecánico como en el
Génesis I; de lo contrario los Dioses se generan más acá de la creación, se habla de su
nacimiento y de su muerte.
55. Si fuera aquí el lugar para hacerlo, gustosamente traería pruebas más detalladas de
cómo esta idea Judía del dios omnipotente, que obra como providencia libre, condiciona
inevitablemente la concepción histórica de este Dios, y cómo precisamente contra esto
se resiste permanentemente toda percepción genuinamente aria. Así por ejemplo toda la
trágica vida intelectual de Pedro Albelardo se debe a que él, a pesar de la más ardiente
ansia de ortodoxia, no puede adecuar su espíritu al materialismo religioso judío.
Reiteradamente llega a la conclusión de que Dios hace lo que hace por necesidad (en lo
que pudo remitirse a los escritos anteriores de Agustín, por especialmente a su De
librero arbitrio): ¡Esto es antisemitismo intelectual en su más alta potncia! También
niega toda acción, todo movimiento en Dios; el imperio de Dios es para él el acaecer de
una determinación eterna, de la voluntad: ‘’en Dios no hay sucesión de tiempo’’. (Véase
A.Naustrath: Peter Abälard P.201 y sig.) Con esto desaparece la Providencia. Por lo
demás ¿Para qué buscar documentación docta? El noble Don Quijote explica con
conmovedora ingenuidad a su fiel Sancho: ‘’Para Dios no hay pasado y no hay futuro,
sino que todo es presente (libro IX, cap8) de esta manera el eternamente grande
Cervantes señala sin rodeos el punto de vista no histórico de todos los no semitas.