Las 10 Conductas Que Te Harán Perder A La Mujer Que Amas

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LAS 10 CONDUCTAS QUE TE HARÁN PERDER A LA

MUJER QUE AMAS


Dejar de escucharla, estar a la defensiva y olvidar hacer pequeños gestos amorosos,
juegan una mala pasada y puedes terminar perdiéndola. 09 de Enero de 2015 | 15:05 |
Por Francisca Vargas V

Fuente: Emol.com - http://www.emol.com/noticias/Tendencias/2015/01/10/741199/Las-


10-conductas-que-te-haran-perder-a-la-mujer-que-amas.htmlLas 10 conductas que te
harán perder a la mujer que amas Dejar de escucharla, estar a la defensiva y olvidar
hacer pequeños gestos amorosos, juegan una mala pasada y puedes terminar
perdiéndola. 09 de Enero de 2015 | 15:05 | Por Francisca Vargas V. Amor, la fuerza
más poderosa, la quinta esencia de la vida. Nos encanta estar enamorados, sentir que
somos amados, amar y estar en compañía. Pero, ¿por qué llega el desamor, la pérdida
y el término de una relación? “Si no existe la libertad de preguntarse qué espera cada
uno de la relación ni hay honestidad para mantener despejado el espacio para la
confianza , o para desarrollar lo que es de cada uno, se vuelve difícil mantener una
buena relación de pareja”, explica la psicóloga transpersonal Edith Saa, de CasaFen.
En este sentido, desarrolla, que lo que puede perturbar una relación suelen ser
actitudes y conductas fallidas, tales como falta de honestidad, descuido del tiempo para
estar juntos y en calma, pero también el dejar de escuchar atentamente lo que el otro
quiere decir. “Ser pareja es compartir el tiempo, lo cual implica considerar lo que
interesa a ambos, y cuidar de que haya siempre momentos equilibrados para respetar
intereses, necesidades y ganas de cada uno”, dice. Es que de acuerdo a la psicóloga
Saa, el estar en pareja significa también dar apoyo y compañía para empujarse, en
forma mutua, a crecer y así, poder desplegar todas las capacidades y potencialidades
de cada uno. Por lo tanto, para la especialista, lo que suele ahogar las relaciones de
pareja es tener la expectativa de que la pareja sea todo, o ser todo para la pareja, y
donde no haya reflexión sobre los intereses individuales. “Que sea todo es una
exigencia desmedida e imposible de cumplir, y niega la individualidad, la diversidad y el
mundo propio que cada uno necesita conservar en alguna medida”, explica. Ahora,
observa que ese “espacio” individual y para estar juntos, es algo que se construye en la
intimidad y confianza, en el conocer quién ese otro con quien se comparte, saber hacia
dónde se desarrolla su vida, sus habilidades y sus intereses. “En una relación debes
tener conciencia de que siempre se está cambiando, de que estamos en permanente
transformación, y por tanto, hace falta mantenerse abierto a hacerse preguntas, a
mirarse y mirar al otro con preguntas, con curiosidad, desafiando la tendencia a creer
que ya sé quien es”, aconseja. Los momentos críticos Para la psicóloga Varinia
Signorelli los problemas surgen en una relación cuando la pareja viene a llenar un
vacío, una carencia. “Por ejemplo, si posicionas a tu hombre como objeto amoroso que
te cuida y te protege, y esa característica desaparece y deja de ser el protector, tú
comenzarás a sentir que ya no es lo que tú quieres y si no lo trasladas a otro lugar, te
comenzará a perder”, explica. Pero también indica que para la mujer es importante la
valoración en la diferencia, es decir, cuando te comparan con el resto. “Si un hombre
no te hace sentir que eres especial, ni tú sabes las razones por la que te eligió,
comenzaras a sentir que cualquier puede ocupar tu lugar y uno comienza a
desilusionarse, a cuestionar el por qué él está en la relación y si tienen algún futuro
estar juntos”, acota. Ahora, el asunto empeorará si no somos escuchadas ni tenemos
un feedback de lo que estamos diciendo, o más aún, si no nos pueden aconsejar ni dar
su opinión sobre nuestros temas. “Las mujeres somos más racionales al contrario de lo
que muchos puedan pensar, siempre estamos buscando y dando sentido a lo que
hacemos y si esto lo ponemos en conversación con la pareja, se generará una relación
duradera; sino será difícil de mantenerla”, advierte. Es que es muy cierto que el amor
se construye en el compartir, acompañarse y racionalizar juntos y no sólo en temas
íntimos, sino que en todas las cosas que pasan en el cotidiano, con honestidad,
complicidad y confianza. “Estar en pareja es crecer y caminar juntos, donde la
complicidad, el juego, el compartir y respetar las diferencias con la pareja son
fundamentales y una fuente de profundidad en el contacto sensible y el respeto mutuo
de cada día”, agrega la psicóloga Edith Saa. Las acciones que matan el amor Para que
la reflexión sea práctica, la coach norteamericana Tamara Star publicó un artículo en el
elephantjournal.com, donde enumera las 10 cosas que te harán perder a la mujer que
amas. ¡Hombres, tomen nota! 1. Dejar de hacer pequeños gestos hacia ella, como
tomar su mano y mirarla a los ojos. 2. No hacerle preguntas sobre lo qué le pasa,
siente o piensa. Es decir, perder el interés por conocerla. 3. No escucharla cuando
habla contigo o peor, interrumpirla en el momento que comparte desde su corazón, sus
pensamientos y respuestas a sus problemas. 4. Ponerse a la defensiva cuando ella te
cuestiona para sentirse segura que la amas, porque la mujer lo hace con la sola
intención de relajarse en que el amor es correspondido. 5. Tomar todo como un ataque
personal y mantener una actitud defensiva y enojona. 6. No hacerla sentir que es
especial ni que ella sienta que es tu “mujer”. 7. Tener sexo y no hacerlo como una
expresión de amor. 8. Dejar de bromear y hacerla reír. 9. Estar con ella pero sin darle
toda tu atención. Esto es, estar más pendiente del teléfono, el chat o pegado a las
redes sociales, que en ella. 10. Ser infiel.

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Un hombre que abandona a su familia siempre se arrepiente

 Una de las decisiones más difíciles a las que se enfrenta un hombre es cuando
siente que ha llegado el momento de comprometerse en matrimonio, y la siguiente gran
decisión que enfrenta es cuando decide abandonar el hogar que ha construido al lado
de una persona a la que alguna vez amó, o tal vez aún ama. Aunque he visto hombres
partir de sus hogares sin contemplaciones dejando a su familia, en la mayoría de los
casos libran una gran batalla interna.

 Este artículo lo escribo para esos hombres que aún permanecen en casa luchando
entre el deseo de irse y el dolor de partir; lo escribo con la ilusión de tocar alguna fibra
de su corazón, buscando lograr algún punto de reflexión.

 No hablemos de motivos
 Cuando se habla de motivos en ocasiones se encuentran también excusas, ¡todo se
puede superar si existe amor!. Quiero distanciarme un poco, en esta nota, de los
motivos que llevan a un hombre a tomar la decisión de abandonar a su familia, que
entre otros pueden ser: otra ilusión, la monotonía, probablemente siente que el amor
por su esposa ya no es el mismo, la incompatibilidad, las peleas constantes, la falta de
perdón, etc. Los motivos son tantos como hombres pueden existir, tan solo quiero que
se detenga un instante y analice si esa barrera o ese obstáculo es más fuerte que lo
que usted ha construido al lado de una esposa y unos hijos que le aman y le necesitan.

 Recuerde cuando usted asumió ante Dios el compromiso del matrimonio, en el altar
prometió estar con su esposa en los buenos y en los malos momentos, ¡pues este es
un mal momento!, no intento manipularle, tan solo hacerle comprender que el
matrimonio, la esposa, los hijos, no son desechables, son para toda la vida y aunque
usted decida hoy partir ellos y la historia de vida que ha construido con ellos siempre lo
acompañarán.

 Tómese un tiempo y sea sincero siempre


 Conozco de cerca varias historias en las que las mujeres padecen una incertidumbre
constante, ante la inseguridad que les genera la posibilidad de un divorcio. Los
hombres por su misma naturaleza tienden a ser introspectivos, no expresan con
facilidad sus sentimientos, ni exteriorizan fácilmente sus pensamientos; las mujeres
pueden tildarles de egoístas, pero no siempre es egoísmo; lo que sugiero es que usted
como esposo, comprenda lo difícil que resulta para su esposa descifrarle, comprender
que le sucede; si se encuentra en este punto esclarezca al máximo sus ideas,
pensamientos, sentimientos y expréseselos a su esposa, estoy segura que ella lo
comprenderá, no la deje en ese mar de miedo y frustración, explíquele el momento de
indecisión y confusión en el que se encuentra, tal vez ella no solo lo comprenda, sino
que también pueda ayudarlo.
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 Si necesita un tiempo para esclarecer su mente y sus sentimientos, puede tomárselo,


pero sea consecuente con lo pide, es un tiempo para reflexionar, para analizar, para
comprender sus sentimientos. Si dado el caso usted está involucrado en una relación
paralela a su matrimonio, conviene que se distancie también de esa relación para que
pueda ser más objetivo a la hora de tomar decisiones, aclaro esto no es una guía para
que usted elija entre su esposa y otra mujer, tan solo lo contemplo dentro de las
posibilidades. Si ya tomó la decisión y cree que no hay marcha atrás lea esto por favor:

 El amor es una decisión


 Amar es una decisión, y es que un matrimonio no puede estar ligado únicamente al
deseo y a la pasión a medida que pasa el tiempo estos sentimientos se desgastan,
pero es posible recuperarlos, solo recuerde eso que algún día sintió, verá como ese
recuerdo podrá ser su tabla de salvación, usted podrá volver a sentirlo si se esfuerza, si
decide hacerlo.

 No deja atrás tan solo una casa


 No se trata de una mudanza, se trata de dejar atrás sueños, anhelos, ilusiones y
esperanzas, pero especialmente a su esposa y sus hijos; sus hijos que han sido su
creación, le necesitan para crecer, usted es su ejemplo y modelo a seguir, muchos
hombres que abandonan su hogar luego no pueden superar la indiferencia con que le
tratan sus hijos, pero tan solo cosechan lo que han sembrado.

 Busque a Dios y refúgiese en su palabra


 La mejor manera de alcanzar el discernimiento, y la fortaleza que se necesita en este
momento, es la oración, ore con fe y confianza en Dios.

 Quienes deciden marchar siempre extrañan su hogar


 Hay tantas historia que reflejan esto que acabo de escribir, me he cruzado con
hombres, familiares, amigos, conocidos que siempre recuerdan con tristeza y
melancolía todo aquello que dejaron atrás, el amor y las atenciones de su esposa, el
amor y la compañía de sus hijos, la motivación para levantarse e ir al trabajo con el
propósito de lograr los sueños anhelados, las vacaciones, las celebraciones especiales.
Yo le pregunto, ¿porque sacar todo eso de su vida?, ¡es su vida! ¡La que usted
construyó y que necesita seguir construyendo día a día! es como si usted por años se
hubiera dedicado con esfuerzo a construir un hermoso barco y cuando este está listo
para navegar, usted lo deja a la deriva. ¡Luche, sea valiente!.

El marido salva su dañado


matrimonio diciendo esta
simple frase a su esposa.
Mi hija mayor, Jenna, me dijo recientemente: “Mi gran miedo como niña era
que y mamá y tú os divorciaseis. Entonces, cuando tenía doce años,
peleabais tanto que pensé que quizás era mejor que lo hicierais”, luego
añadió con una sonrisa: “Estoy feliz de que lo solucionaseis”.

Mi esposa Keri y yo luchamos por nuestro matrimonio durante años. Mirando


atrás, no sé qué es lo que nos unió, pero nuestras personalidades no
encajaban mucho. No mucho después de casarnos nuestras diferencias se
hicieron más extremas. Hallar “fama y fortuna” no facilitó nuestro matrimonio.
De hecho, intensificó nuestros problemas. La tensión entre nosotros se hizo
tan grande que encontramos alivio en mis viajes para presentar libros,
aunque parecía que tuviéramos que pagar por ello a la vuelta. Nuestras
peleas se hicieron tan constantes que era difícil incluso imaginar una relación
pacífica. Nos convertimos en personas perpetuamente a la defensiva,
construyendo fortalezas emocionales en torno a nuestros corazones.
Estábamos al borde del divorcio y lo discutimos más de una vez.

Estaba en un viaje de presentación de mi libro cuando las cosas llegaron a un


punto crítico. Tuvimos otra gran pelea por teléfono y Keri me colgó. Estaba
sólo y solitario, frustrado y enfadado. Había llegado a mi límite. Ahí es cuando
me dirigí a Dios. No se si podría llamarlo rezar, quizás gritar a Dios no es
rezar, quizás lo es, pero lo que sea que hice nunca lo olvidaré. Estaba de pie
en la ducha de Buckhead, el hotel Ritz-Carlton de Atlanta, gritando a Dios que
mi matrimonio estaba mal y ya no podía seguir con ello. Aunque odiaba la
idea de divorciarme, el dolor de estar juntos era demasiado. También estaba
confundido. No entendía por qué mi matrimonio con Keri era tan complicado.
En el fondo sabía que Keri era una buena persona, y yo era una buena
persona. ¿Por qué no podíamos llevarnos bien? ¿Por qué me había casado
con alguien tan diferente a mi? ¿Por qué ella no cambiaba?

Finalmente, totalmente afónico y roto, me senté en la ducha y empecé a


llorar. En la profundidad de mi desesperación me llegó una poderosa
inspiración. No puedes cambiarla, Rick, tan sólo puedes cambiarte a ti
mismo. En aquel momento empecé a rezar. Si no puedo cambiarla, Dios,
entonces cámbiame. Recé hasta tarde en la noche, recé al día siguiente en el
vuelo a casa. Recé mientras entré por la puerta para encontrarme con una
esposa fría que apenas reaccionó ante mi presencia. Aquella noche, en
nuestra cama, a apenas unos centímetros el uno del otro pero a kilómetros de
distancia, me llegó la inspiración. Sabía lo que tenía que hacer.

A la mañana siguiente, me acerqué a Keri en la cama y le pregunté:


-“¿Cómo puedo hacer mejor tu día?”
Keri me miró enojada y dijo:
– ¿Qué?
-“¿Cómo puedo hacer mejor tu día?”
-“No puedes”, dijo. “¿Por qué estás preguntando eso?”.
-“Porque lo digo en serio”, dijo, “tan sólo quiero saber qué puedo hacer para
mejorar tu día”.
Me echó una mirada cínica. “¿Quieres hacer algo? Ve y limpia la cocina”.
Probablemente esperaba que me volviera loco. En lugar de eso asentí. “Ok”,
respondí. Me levanté y limpié la cocina.
Al día siguiente le pregunté la misma cosa.
-“¿Qué puedo hacer para mejorar tu día?”.
-“Limpia el garaje”.
Respiré hondo. Tenía un día muy ocupado y sabía que ella hizo esta petición
a sabiendas. Estuve tentado a estallar, pero en lugar de eso dije, “ok”. Me
levanté y durante las siguientes dos horas limpié el garaje. Keri no estaba
segura de qué pensar.
A la mañana siguiente volví a preguntar:
-“¿Qué puedo hacer para mejorar tu día?”.
-“¡Nada!”, dijo. “No puedes hacer nada. Por favor deja de decir eso”.
-“Lo siento”, dije, “pero no puedo. Me comprometí conmigo mismo. ¿Qué
puedo hacer para mejorar tu día?”.
“¿Por qué estás haciendo esto?”.
“Porque me importas”, le dije. “Y nuestro matrimonio”.
A la mañana siguiente le pregunté de nuevo y a la siguiente y a la siguiente.
Entonces, durante la segunda semana ocurrió un milagro. Cuando le hice la
pregunta a Keri sus ojos se llenaron de lágrimas, entonces empezó a llorar.
Cuando pudo hablar dijo:
– “Por favor, deja de preguntarme esto. Tú no eres el problema, yo lo soy. Es
difícil vivir conmigo. No sé por qué estás conmigo”.
Levanté su barbilla suavemente hasta que me miró a los ojos:
-“Porque te quiero”, le dije.
-“¿Qué puedo hacer para mejorar tu día?”.
-“Yo debería preguntarte eso”.
– “Deberías”, le dije, “pero no ahora. Ahora mismo yo necesito ser el cambio.
Tú necesitas saber cuánto significas para mí”.
Ella puso su cabeza contra mi pecho.
-“Siento haber sido tan horrible”.
-“Te quiero”, le dije.
-“Te quiero”, contestó.
-“¿Qué puedo hacer para mejorar tu día?”.
Me miró dulcemente:
“¿Quizás podemos pasar algo de tiempo juntos?”.
Sonreí y dije:
-“Me gustaría”.
Continué preguntándoselo durante un mes y las cosas cambiaron. Las peleas
cesaron, entonces Keri empezó a preguntar:
-“¿Qué necesitas de mí?¿Cómo puedo ser una mejor esposa?”.
Los muros entre nosotros cayeron. Empezamos a tener discusiones
profundas sobre lo que queríamos en la vida y sobre cómo podíamos
hacernos felices el uno al otro. No, no solucionamos todos nuestros
problemas. No puedo decir que nunca volviéramos a pelear. Pero la
naturaleza de nuestras peleas cambió. No sólo eran más raras sino que no
tenían la energía que tuvieron una vez. Les quitamos el oxígeno. No
queríamos herirnos más el uno al otro.

Keri y yo llevamos ahora casados más de treinta años. No sólo amo a mi


esposa, me gusta. Me gusta estar con ella, la deseo, la necesito. Muchas de
nuestras diferencias se convirtieron en fortalezas y lo demás no importa.
Hemos aprendido a cuidar el uno del otro y, lo más importante, hemos
recuperado las ganas de hacerlo.

El matrimonio es duro, pero también lo es la paternidad y mantenerse en


forma o escribir libros y todo aquello que es importante y que vale la pena en
mi vida. Tener un compañero de vida es un gran regalo. También he
aprendido que la institución del matrimonio puede ayudarnos a sanar
nuestras partes más desagradables, y todos tenemos partes desagradables.

Con el tiempo aprendí que nuestra experiencia fue un ejemplo de una lección
mucho mayor sobre el matrimonio. La pregunta que todos tendrían que hacer
a su pareja en una relación comprometida sería:

-“¿Qué puedo hacer para mejorar tu vida?”.

Eso es amor. Las novelas románticas (y escribí algunas) van todas sobre el
deseo y ser felices para siempre, pero el felices para siempre no viene del
deseo, al menos no el que viene retratado en esos libros. El verdadero amor
no es desear a la persona, sino realmente desear su felicidad, algunas veces
incluso a expensas de nuestra propia felicidad. El verdadero amor no es
convertir a la otra persona en la copia uno mismo, es expandir nuestras
propias capacidades de tolerancia y aprecio, para buscar el bienestar del
otro. Todo lo demás simplemente enmascara tu propio interés.

No estoy diciendo que lo que nos pasó a Keri y a mi funcionará para todos. Ni
siquiera estoy reclamando que todos los matrimonios tengan que salvarse.
Pero yo estoy increíblemente agradecido por la inspiración que me llegó ese
día hace tanto tiempo. Estoy agradecido de que mi familia todavía esté
intacta y de tener a mi esposa todavía, mi mejor amiga, a mi lado en la cama
cuando me despierto en la mañana.

Y estoy agradecido de que incluso ahora, décadas después, de vez en


cuando, todavía me acerco a ella en la cama y le pregunto:

-“¿Qué puedo hacer para mejorar tu día?”.

Estar en cualquier extremo de esa pregunta siempre hace que valga la pena
despertarse.

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