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Elementos Esenciales Del Teatro

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ELEMENTOS ESENCIALES DEL TEATRO

El Texto
El texto es la parte literaria del teatro: es el guion que contiene todas las
acciones y la descripción de los personajes que los actores van a desarrollar a lo
largo de la representación teatral.

Los Actores
Los actores y las actrices son los seres reales que hacen posible la ilusión teatral.
Gracias a ellos, el texto teatral se convierte en una obra representada. Los
actores son las personas que encarnan a los personajes; ellos
momentáneamente prestan su cuerpo y se olvidan de sus personalidades para
dar vida a esos seres de ficción que solo existen dentro del texto teatral: deben
olvidarse de sí mismos y centrarse en los personajes que van a interpretar.
Característica de los Actores y Actrices
Los actores y las actrices deben:

 Tener vocación, buena memoria, excelente voz y sensibilidad.

 Identificarse con su personaje. Es decir, deben pensar, hablar y sentir como


el personaje que les corresponde para que puedan caracterizado en forma
adecuada.

 Modular o vocalizar bien las palabras, sin llegar a exagerar. Esto se logra
hablando en forma pausada.
 Emplear un tono de voz adecuado al lugar donde se representara la obra.

 Realizar gestos con los ojos, la boca, la cara y las manos acordes con lo que
están diciendo.

 Realizar preferentemente movimientos naturales, sencillos y cortos en el


escenario, y en todo caso seguir las indicaciones del director o la directora.

 Hablar mirando al interlocutor, que puede ser otro personaje o el público, o


hacia donde señale el director.

 No precipitar sus actuaciones.


El Público

Para que exista verdaderamente teatro, es necesario, que la representación que


llevan a cabo los actores se haga frente a un público. El público es la audiencia
que está dentro de la sala teatral observando con detenimiento la puesta en
escena de una obra. El público está conformado por personas de diferentes
condiciones sociales y culturales, de diversas sensibilidades, los cuales se
integran para dar respuestas sobre la representación que se realiza frente a
ellas. Entre los actores y el público se establece un sutil canal
de comunicación mediante el cual se transmite la aceptación o el rechazo de
lainterpretación. Los aplausos o silbidos le indican al actor si la obra fue de la
aceptación del público.
ELEMENTOS SECUNDARIOS DEL TEATRO

La escenografía

La escenografía es todo lo relacionado con la ambientación de la obra: la utilería,


el vestuario, el sonido, la iluminación, etc.
Para realizar una buena escenografía se debe:

 Tener claro los lugares en donde se realizan las diferentes escenas.

 Elaborar un esquema del montaje de la obra.


 Destacar con la iluminación las áreas donde ocurre la acción.

 Realizar un mobiliario y un vestuario acordes con la época representada.

 Utilizar la iluminación y el sonido para crear la atmósfera que rodea la escena.

 Evitar el empleo excesivo de recursos técnicos, que puedan opacar la


representación.

Elementos complementarios

Los elementos siguientes no son vitales para llevar a cabo una obra de teatro
pero su contribución aporta gran valor a la hora de hacer la historia más
interesante, organizada, creíble y real.

En palabras de Salvat: “<<los accesorios escénicos>> como los decorados,


luces, utilería, vestuario, maquinaria, etc., los cuales contribuyen a crear la
ilusión en la realidad irreal de la escena” (Salvat, 1983, pág. 13). Estos son:

1- Vestuario

Es el atuendo que llevan puestos los actores. A través de ellos y sin necesidad
de enunciar palabras, el público puede identificar el género, la edad, la
ocupación, el estatus social y las características de los personajes, así como la
época en la que se desarrolla la historia.
Hoy en día existe una persona dedicada exclusivamente a este aspecto y trabaja
de la mano con el director y con los maquillistas para crear armonía en la
construcción de la apariencia del personaje.

2- Maquillaje

Se utiliza para arreglar las distorsiones producidas por la iluminación (como la


pérdida de color o exceso de brillo facial).

Adicionalmente, la aplicación de productos cosméticos sirve para consolidar el


personaje mediante su caracterización exterior, resaltando o disimulando
facciones de los actores o agregando efectos a los personajes: rejuvenecer,
envejecer, hacer lunares, cicatrices o simular heridas, entre otros.

3- Escenografía

Corresponde al conjunto de decorados empleados para ambientar la


representación dramática. Esto significa que es el espacio en el que interactúan
los actores, decorado de tal manera que muestra el espacio geográfico,
temporal, histórico y social en el que se desarrolla la historia.

La mayoría de elementos son estáticos y para producir un efecto más


impactante, se apoyan en la iluminación. Un ejemplo sencillo puede ser el
escenario propuesto “de día” y “de noche”.

A los utensilios o herramientas utilizados por los actores durante la actuación se


les denomina objetos de utilería.

4- Iluminación

Tal como ocurre con la escenografía, la iluminación abarca los objetos como la
acción de manejar las luces. Es decir, la iluminación es el conjunto de luces
empleadas durante la representación artística, así como la creación y ejecución
de las mismas para ayudar a transmitir emociones, resaltar y esconder actores,
y darle más asertividad a la escenografía, el maquillaje y el vestuario.

5- Sonido

Constituido por la música y todo efecto auditivo para mejorar los aspectos
acústicos de la pieza teatral a los actores y al público.
Por ejemplo, los micrófonos para que los diálogos de los actores puedan ser
escuchados por la audiencia, reforzar la transmisión de una emoción o de una
acción tales como el sonido de la lluvia o el freno súbito de un carro.

6- Director

Es el artista creativo encargado de la coordinación de todos los elementos que


intervienen en la actuación, desde la escenografía hasta la interpretación. Es el
responsable de la organización material del espectáculo (Ubersfeld, 2004, pág.
39).

La figura del director es prácticamente nueva en relación a toda la trayectoria


histórica del teatro: el trabajo del director escasamente existía antes de 1900
como una función artística separada y antes del teatro de 1750, muy rara vez
(Balme, 2008).

Lo anterior se prueba en el hecho que en el teatro griego, en el teatro romano,


el medieval y del Renacimiento esta figura no existía en el sentido estricto de la
palabra. Esta persona no está presente en el escenario, a diferencia de los
actores.

HISTORIA DEL TEATRO

Para hablar del teatro es necesario, ante todo, tener en cuenta sus dos facetas:
la literaria y la escénica. No obstante, hay que considerar que es uno de los
géneros artísticos más antiguos y más impactantes en la historia de la
humanidad. El término teatro (del griego theatron – observo), como concepto
genérico, nace para designar los lugares de espectáculos e incluye diferentes
tipos, tales como el drama[1], la opera, el ballet, la pantomima, etc., todos
unidos por su peculiaridad que hace las obras únicas, imposible en otros tipos
de arte, es decir, su naturaleza sintética capaz de incluir con facilidad otras artes:
literatura, música, artes plásticas, escultura, canto, danza, incluso artes visuales
como el cine.
Moliere, escultura ubicada en la Comédie Française, París.

Moliere dijo en una ocasión que el teatro se aprovecha de todo lo que encuentra
en su camino, así pues, la historia y el desarrollo de las civilizaciones humanas,
en sus más diversas manifestaciones, son incluidas en el teatro; por ejemplo,
los logros de la psicología forman base de la maestría de los directores y actores,
la semiótica, lingüística y hasta la medicina permiten perfeccionar la
interpretación y las técnicas vocálicas en la escena; la tecnología se aprovecha
para subir a otro nivel la utilería del escenario, para crear los efectos especiales
en la obra, etc.

De aquí viene el concepto de la creación colectiva del teatro, sin embargo, no se


trata únicamente de la participación del conjunto teatral en una obra, sino, más
que nada, de la participación del espectador quien es, en realidad, uno de los
coautores más importantes y significativos, cuya percepción corrige y
transforma el espectáculo, llegando a veces a cambiar el significado, el sentido
y la idea de la presentación. La obra teatral es imposible sin la participación del
espectador (el propio nombre, teatro, se refiere al lugar de observación), por
eso la percepción teatral es una labor creativa, sin importar si el propio
espectador esté o no consiente de ello.

La siguiente particularidad del arte teatral, una de las esenciales, es su carácter


momentáneo; cada obra existe solamente en el momento de la presentación.
Tal vez, cada presentación de la misma obra es cada vez otra obra, cada director
y cada actor interpretan a su manera las mismas piezas. Por eso sólo las puestas
en escena más originales, más adecuadas en el aspecto temporal y cultural se
convierten en los éxitos teatrales.
El teatro griego.

Las raíces del arte teatral se ubican en los ritos paganos relacionados con la vida
de las sociedades primitivas. Los fenómenos de la naturaleza y su personificación
buscaban maneras de dialogar con los dioses, cuando en los ritos, en las danzas,
en las presentaciones ingenuas teatrales se manifestaba la importancia social de
los acontecimientos. En estas primeras presentaciones, al parecer, no había
espectadores, todos participaban en la creación, era verdaderamente masiva la
interpretación, sin embargo, el espectador se suponía en dioses, para ellos se
realizaban estas obras. Así, poco a poco, se ha creado la aspiración de llegar a
la cima de la espiritualidad en el teatro que se conserva hasta hoy en las mejores
obras de este arte.

Así surgió la conciencia de la profesionalización del teatro ya que se requería el


talento para hablar con los dioses; quizá esa fue la razón de que los primeros
actores profesionales fueron los chamanes y los sacerdotes, más tarde su lugar
ocuparon los cantadores, danzadores, cantantes profesionales que glorificaban
los dioses antiguos: Sol, Saturno, Júpiter, Waal, Astarta y muchos otros.

De todo esto nace la función más importante del teatro – ideológica – con el
objetivo de formar la opinión pública adecuada para aproximarse a los dioses.
El grado elevado de la inclusión emocional de los participantes de los ritos (más
tarde de los espectadores) permite influir con más precisión en la sociedad. Esta
característica siempre ha permitido hablar del teatro como de la tribuna de la
propaganda de las ideas políticas, religiosas, éticas y morales de la sociedad.

La segunda función social del teatro, que se conserva en la actualidad, es de


entretener, que a menudo se ha tomado como distraer de los problemas más
agudos de la sociedad. Recordemos la exigencia del vulgo romano de la época
del imperio: ¡Pan y circo! (lat. Panem et circenses!). Por eso tendrá razón Wright
al aseverar que “nos pueden entretener una tragedia, una pieza teatral moderna
de teatro de tesis, o bien Shakespeare, o la farsa más intrascendente o
superficial, o una comedia musical. ¡Lo que esperamos del teatro es que nos
entretenga! También esperamos que los artistas comuniquen cualquier cosa que
quieran decir. Mediante esta combinación – expresión – y entretenimiento,
podemos disfrutar de una amplia variedad de sensaciones o experiencias, tales
como: reacciones emocionales substitutivas; una exaltación del espíritu; la
confirmación de nuestras propias convicciones o prejuicios personales; un
análisis de un concepto social, filosófico, político o religioso; la dramatización de
historias o relatos parecidos o bien completamente distintos en cuanto al tiempo
y el espacio, de los nuestros; o una breve escapatoria de nuestra existencia
cotidiana mediante una tarifa poco costosa, que nos ayuda a olvidar por unos
momentos la realidad que nos rodea”[2].

Sin embargo, no en todas las culturas el desarrollo del teatro ha venido


realizando de la misma manera. Una de las formas más antiguas de este arte,
que aún se conserva, es el teatro oriental al que pertenece el teatro tradicional
de la India se caracteriza por su tradicionalidad, la carga simbólica y semántica;
el teatro japonés en sus varias manifestaciones (Noo, Kabuki, teatro de
marionetas); las formas vocálica y de baile del teatro chino; el teatro indonesio
Vayang con las manifestaciones religiosas (vayang kulit – teatro de sombras,
vayang golek – títeres, vayang topeng – máscaras, vayang orang – de actores);
etc. Todas estas manifestaciones teatrales has estado destinadas al espectador
sofisticado, dedicado, capaz de decodificar el simbolismo plástico,
gesticulaciones y mímica, que se siguen empleando para conversar con los
dioses lo que explica el alto nivel social-religioso de los teatros orientales en sus
respectivas sociedades.

Teatro Kabuki.

El mismo camino ha tenido el teatro africano, donde las religiones y los cultos
antiguos permiten guardar las formas ancestrales de expresión, tales como las
danzas, cantos, ritmos de tambores, entre otros. Entre los pueblos africanos
musulmanes están más desarrolladas las formas teatrales con el uso de los
títeres y el arte de los intérpretes-masharabozes (que utilizan la pantomima y
las máscaras), tradicional para el Islam.
Pero es el teatro occidental que se considera el más complejo y más trágico por
su desarrollo. Se originó en la Grecia Antigua donde tuvo auge con los autores
de importancia histórica, como, por ejemplo, Sófocles, Eurípides, Esquilo y
muchos otros a los que consideramos fundadores de la tragedia. Todas sus obras
están basadas en la mitología griega tan extensa y tan profunda, en la que los
dioses son creados a la semejanza del hombre y no al revés, precisamente en la
mitología se refleja todo el tragismo del ser humano, en ella se manifiestan y se
justifican las razones de nuestra existencia y de la creación de la tragedia como
genero teatral.

En su estudio Oswaldo Hernández, con referencias a Heidegger, explica las


razones de la tragedia, su necesariedad, temporalidad y la modalidad inauténtica
de la existencia: “En este sentido, concebimos la tragedia como una condición
espacio-temporal de experiencias desagradables a las que se enfrentan los
individuos en momentos concretos que pueden originarse por el encadenamiento
sucesivo de circunstancias previas al momento de la situación trágica
propiamente dicha, cuyos motivos pueden ser fortuitos, impuestos, previsibles
o no previsibles, manipulados o intencionales”[3].

En esta época helenística nacen los trabajos más importantes en cuanto a la


teoría de las artes y teoría del teatro. Nos referimos a Aristóteles con su obra
“La Poética” y Platón con “La República”, donde ambos filósofos reflexionan
sobre el arte verbal y el arte representativo, y sobre los géneros de tragedia y
de comedia. Para Aristóteles la comedia es retrato de los peores, no según todos
los aspectos del vicio, sino sólo por alguna tacha vergonzosa que sea risible. La
tragedia, según el griego, es la representación de una acción memorable y
perfecta, de magnitud competente, recitando cada una de las partes por sí
separadamente, y que no por modo de narración, sino moviendo a compasión y
terror, dispone a la moderación de estas pasiones. Porque, sigue Aristóteles, la
tragedia es imitación, no tanto de los hombres cuanto de los hechos y de la vida,
y de la ventura y desventura; y la felicidad consiste en acción, así como el fin es
una especie de acción y no calidad”[4]. Platón divide las formas de decir en
imitación propiamente dicha (mímesis) y simple relato (diégesis)[5]. Los dos
filósofos coinciden en que la tragedia (el teatro) es un arte mimético, es decir,
de imitación de la realidad.

Es de notar que si en la Grecia Antigua el teatro se consideraba como un asunto


de importancia estatal y de primera necesidad, en la Roma Antigua y,
posteriormente, en toda la Europa cristiana (hasta la época medieval) el estatus
social del arte teatral se denigró significativamente. Las presentaciones públicas
se realizaban en otras formas, como las luchas de los gladiadores, el circo, etc.,
donde se buscaba únicamente distraer al pueblo. Con la llegada del cristianismo,
el teatro se deterioró aún más, la reciente religión se hizo la enemiga acérrima
de cualquier manifestación de los ritos y presentaciones paganas, sobre todo en
así llamada Edad Oscura, que se extendió hasta aproximadamente el siglo IV
d.c. Los actores (“los hijos del satanás”) se iban marginando, los teatros fueron
cerrados, a los espectadores los llamaron “las almas perdidas”. En general, la
persecución oficial del teatro, de los dramaturgos y de los actores continuó
durante más de mil años, en el siglo XIV la Inquisición comenzó a ocuparse
“oficialmente” de todos quines tenían algo que ver con el teatro y a los actores,
al igual que a los suicidas, se les negaba el derecho de ser enterrados en los
cementerios y se les “asignaba” el lugar fuera del cielo después de su muerte[6].

La divina comedia.

A pesar de esto las presentaciones callejeras continuaban, sobre todo en España


y en Italia. Podemos recordar a los juglares y los comediantes ambulantes, cuyo
papel social e histórico fue de suma importancia en la vida de estas sociedades:
su sobrevivencia en esa época permitió posteriormente, junto con otros géneros
artísticos, el renacimiento en las culturas occidentales. Entre las primeras obras
del teatro moderno se destacan La divina comedia de Dante (principios del siglo
XIV, Italia) y La Celestina de Fernando de Rojas (1500, España) que, lejos de
poder ser representadas en el escenario, se convierten en las comedias
literarias, dando así el origen de la comedia como género literario.

Posteriormente este género renace y se renueva con las obras de los autores
españoles (Cervantes, Lope de Vega, Garcilaso de la Vega, Calderón de la Barca,
etc.), ingleses (Sackville, Udall, Shakespeare, Milton, Addison, etc.), franceses
(Jodelle y mucho después Moliere) y otros. Lo más curioso de las obras de estos
dramaturgos es que todos ellos se manifestaban implícita o explícitamente
seguidores de los clásicos romanos, como Virgilio, Séneca, Plutarco, etc., por lo
que el período de la creación de muchos de los autores europeos mencionados
suele llamarse Renacimiento, en gran medida gracias al resurgimiento del
teatro.
Sin embargo, no fue sino hasta el siglo XIX cuando surge el teatro moderno,
que, al igual que las demás artes, se revitaliza gracias a las transformaciones
cardinales en la vida social y política en el mundo. Las revoluciones industriales,
los inventos tecnológicos influyeron en todas las expresiones artísticas. La
aparición del cine (y más tarde de la televisión), que desde el principio se
consideraban la competencia del teatro, provocaron discusiones sobre la
próxima muerte de éste. Aparentemente así fue: las mejores muestras de las
artes visuales ya podía ser multiplicadas, más gente obtuvo el acceso a ellas. Es
más, se puede volver a ver las películas las veces que uno quiera y pueda, su
calidad sigue igual en cada presentación. En toda esta exaltación tecnológica
comenzó a olvidarse el principal objetivo del teatro, la interacción entre los
actores y los espectadores. No obstante, a pesar de todo el teatro no se rindió
sino que supo aprovechar esta competencia a finales del siglo XIX y principio del
XX, buscando las formas renovadas.

En este período aparece la nueva profesión teatral, que ahora es la esencial, la


del director. Si el teatro anterior al siglo XIX puede ser considerado el teatro de
actor, desde los principios del siglo XX comienza la nueva época, la del teatro de
director. Surge un concepto totalmente nuevo que consiste en que una simple
organización técnica del espectáculo teatral dentro de cualquiera de las
tradiciones teatrales no agota las posibilidades de la influencia emocional en el
espectador. Ya no es suficiente la ejecución profesional de cada uno de los
componentes de la obra (interpretación de los actores, decoración del escenario,
efectos especiales, etc.), es necesaria su unidad, su fusión. En este caso el
impacto emocional se aumenta varias veces, sin resumirse a simples
impresiones de cada componente, sino multiplicando la percepción general de la
obra. En caso contrario la obra tiende a segmentarse, tal vez, en las partes
dignas por sí mismas, pero contradictorias entre sí. Así entran en la teoría y en

general de la obra, conjunto de los actores, etc.


Los nuevos conceptos teatrales no solo han podido sobrevivir, sino se han
demostrado capaces de ser aplicables a todas las corrientes estéticas. Sobre
todo esto se manifestó en el ejemplo de dos sistemas teatrales alternativos que
se desarrollaron en la Rusia de los principios de los años 20. Se trata del teatro
realista de Konstantín Stanislavsky y el teatro condicional de Víktor Meyerhold.
A pesar de todas las diferencias y hasta contradicciones de los principios
estéticos de estos sistemas, el principio de la decisión de director los ha
convertido en los básicos y esenciales en todo el teatro contemporáneo. Es más,
el papel primordial del director, impuesto por estos sistemas, ayudó a subir a
otro nivel el arte de actor en la escena y de la enseñanza de la maestría de
interpretación. Con toda la variedad de los enfoques tecnológicos y estéticos de
la interpretación (por ejemplo, la escuela de método individualista de
Stanislavsky, “supertíteres” de G. Crag, principio de la biomecánica de
Meyerhold, principio de abstracción de B. Brecht, etc.), el teatro de director ve
en el actor únicamente uno de los componentes, aunque el más importante de
todos, de la obra entera. Precisamente este principio ha llevado las
interpretaciones de los actores a un nivel inalcanzable para los teatros
anteriores. Parece que el teatro actual es el camino único al regreso al arte
dramático puro. Además, estos conceptos teatrales (más que nada los de
Stanislavsky) se trasladaron al cine, donde la figura del director se convierte en
uno de los autores principales de la obra cinematográfica y las interpretaciones
de los actores son partes esenciales de la película.

Con todo lo que ocurrió a principios del siglo XX, las ideas teatrales cambiaron
significativamente, lo que permite hablar de tres etapas del desarrollo del teatro:
el teatro antiguo, el teatro clásico (anterior al siglo XIX) y el teatro
contemporáneo o moderno. Si el teatro clásico se basaba en el realismo, en la
imitación de la realidad, en la identificación del público a través de los conflictos
representados en la escena; el teatro moderno se convierte en ecléctico, es
decir, representa una mezcla de tendencias, de estéticas y de ideas, unidas para
no reflejar como en el espejo la realidad, no imitarla, sino llamadas a crear
realidades independientes. El objetivo del teatro moderno no es la identificación
del público, sino la reflexión sobre los conflictos que se plantean.

Cuatro tendencias fundamentales aparecen en este período del teatro


contemporáneo. El teatro épico, representado por Bertolt Brecht, pretende
lograr el distanciamiento en vez de la identificación donde el público se convierte
en un espectador objetivo, capaz de razonar y reflexionar. Este teatro utiliza en
sus puestas en escena la música, el verso, el desdoblamiento del actor que es
capaz de interpretar varios papeles a la vez, y la incorporación del público en la
obra.
El teatro de la crueldad, con su máximo representante Antonin Atraud, incorpora
lo surrealista en sus obras, incluso, para recrear la crueldad y la violencia, se
introducen los ritos y danzas orientales en el espectáculo. Su objetivo es
impactar al público y eso se logra con mayor facilidad a través de la violencia
verbal o física.

En la Rumanía de posguerra, con las obras de Eugène Ionesko, nace el teatro


de absurdo, estrechamente vinculado con el existencialismo en la narrativa
francesa. El objetivo de las obras de esta tendencia teatral consiste en demostrar
la impotencia humana, el miedo a la muerte, el carácter existencial del hombre;
para eso se basa en las ideas psicológicas de Freud y rechaza el realismo en el
escenario por medio de lo absurdo de las situaciones, cuando la acción y la
reacción no se ajustan, y lo absurdo del lenguaje, en el que las respuestas no
corresponden a las preguntas.

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