Ricardo Llamas, Teoría Torcida, Prejuicios y Discursos en Torno A La Homosexualidad
Ricardo Llamas, Teoría Torcida, Prejuicios y Discursos en Torno A La Homosexualidad
Ricardo Llamas, Teoría Torcida, Prejuicios y Discursos en Torno A La Homosexualidad
Siglo . V
Veintiuno
de España
Editorés
Teoría
F3
Teoría
torcida
Prejuicios y
discursos en torno a
«la homosexualidad»
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TEORÍA TORCIDA
por
Ricardo Llamas
siglo
veintiuno
editores
MÉXICO
ESPAÑA
siglo veintiuno editores, sa
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{DIS)TORSIÓN IX
PUNTOS DE PARTIDA................................................................................ 1
LA INFLACIÓN DISCURSIVA DEL SECRETO .......................................... 1
EL RÉGIMEN DE LA SEXUALIDAD ............................................................. 11
CONSTRUCCIÓN SOCIAL O ESENCIA. LOS LÍMITES DE UNA DICO
TOMÍA ........................................................................................................... 21
LAS REALIDADES GAYS Y LÉSBICAS Y EL ACCESO A ÉSTAS {Y A
OTRAS) SUBJETIVIDADES ....................................................................... 30
PRIMERA PARTE
LAS FORMAS “ESPONTÁNEAS” DEL PREJUICIO
SEGUNDA PARTE
LOS DISCURSOS ARTICULADOS Y SUS IMPLICACIONES
{CON)TORSIÓN 383
BIBLIOGRAFÍA 387
De igual modo que, hasta en las mejores familias, hay niñas que se
echan a perder y niños que salen raritos, la teoría que en este libro
X (Dis)torsíón
puestos. Es por ello que lo que sigue no pretende ser más que un
análisis de los elementos que caracterizan ‘‘la homosexualidad” y
las realidades gays y lésbicas en Europa Occidental y Norteamé
rica. Es decir, allí donde el afecto y el placer humanos (y en par
ticular los que unen a personas del “mismo” sexo) han cobrado
una importancia particular que se expresa a través de múltiples
discursos y numerosas prácticas de los que se derivan implicacio
nes en ámbitos diversos.^
Sería ingenuo, no obstante, considerar que los criterios de
análisis y las implicaciones de “la homosexualidad” en Occidente
son idiosincrásicos hasta el punto de su incompatibilidad con
otras culturas o sistemas político-económicos. Los procesos de
mundialización de los prejuicios o de los referentes de liberación
pueden alcanzar rapidez o trascendencia sorprendentes. Si las
costumbres o las opciones éticas de los pueblos no varían de un
año para otro, los procesos que aquí se estudian tienen una histo
ria de varios siglos. En este periodo, las disposiciones legales y los
estereotipos que las justifican y que son netamente occidentales se
han impuesto (o han sido adoptados, o han confirmado esquemas
más o menos coincidentes) en puntos dispares del globo.' * De
’ Sin embargo, el contacto de las élites europeas con otros pueblos y culturas
donde los afectos y los placeres se organizan de diversos modos (un contacto es
tablecido a partir de las crónicas coloniales), tiene gran importancia a la hora de
definir un modelo occidental de racionalización y organización del “sexo”. A este
respecto, Bleys, Rudi C. (1996), The geography ofperversion. Male-to-male sexual
behavior outside the West and the ethnographic imagination, 1750-1918, Lon
dres, Cassell. El análisis puede ser también válido para la población mayoritaria-
mente “occidentalizada” de Oceania, América Latina y, progresivamente, para la
Europa Oriental. De cualquier modo, la aplicación de los argumentos que desa
rrollo a estos casos, así como a las comunidades étnica o culturalmente diversas de
las mayoritarias en Europa Occidental y Norteamérica, puede resultar bien poco
esclarecedora, y no debe realizarse sino con extremada prudencia. No obstante,
algunos paralelismos y regularidades que trascienden fronteras serán menciona
dos a título ilustrativo. Hablaré del “mundo occidental” para dar cuenta de la vi
gencia (no absoluta o ininterrumpida) en un espacio geográfico determinado y
progresivamente interrelacionado de las tradiciones culturales greco-latina, ger
mánica y anglosajona; del modelo económico capitalista y del sistema político de-
mocrático-liberal.
Después de muchos años de presión por parte de numerosas asociaciones
de gays y lesbianas de todo el mundo, una de las más importantes Organizaciones
No Gubernamentales de defensa de los derechos humanos, Amnesty internatio
nal^ aceptó en 1993 reconocer como presos y presas de conciencia a los gays y les
bianas encarcelados por “homosexualidad”. Un año más tarde, esta organización
4 Puntos de partida
® Butler, Judith (1993b), Bodies that matter. Qn the discursive limits of^sex\
Nueva York y Londres, Routledge.
Puntos de partida 9
• EL RÉGIMEN DE LA SEXUALIDAD
de Murray, Epstein, Steven (1992), «Gay politics, ethnic identity. The limits of
social constructionism», en Stein, Edward (comp.), 1992. Sobre los criterios
calsifìcatorios de Hirschfeld, Steakley, James D. (1997), «Per scientiam adjusti-
tiam. Magnus Hirschfeld and the sexual politics of innate homosexuality», en
Rosario (comp.), 1997a.
En referenda al precursor proyecto de exposición exhaustiva que preside
la obra de Sade, Hénaff escribe: «Del escritor al lector, es decir, de Amo a Amo,
la relación no es de contrato, sino de complot. Leer es ya conspirar. Por lo tanto
decirlo todo no define una sabiduría sino un poder. Poder que el lector, libertino
y cómplice por hipótesis y por conclusión, es invitado a compartir. Leer es ya ser
elegido.» Hénaff, Marcel (1980), Sade. La invenáón del cuerpo libertino., Barce
lona, Destino, p. 77.
Puntos de partida 17
Rubin, Gayle S. (1993), «Thinking sex: Notes for a radical theory of the
politics of sexuality», en Abelove, Henry; Barale, Michele Aina y Halperin, David
(comps.) (1993), The lesbian and gay studies reader, Nueva York, Routledge,
p. 12. Edición en español: (1993), «Reflexionando sobre el sexo: notas para una
teoría radical de la sexualidad», en Vanee, Carol S. (comp.) (1989), Placer y peli
gro. Explorando la sexualidad femenina, Madrid, Talasa.
Puntos de partida 19
Weeks, Jeffrey (1990), Coming out. Homosexual politics in Britain from the
nineteenth Century to the present^ Londres, Quartet Books (la primera edición
data de 1977) y Foucault, 1978 (edición original de 1976). Particularmente es-
clarecedor es el análisis de Halperin, David M. (1990), One hundred years of ho
mosexuality and other essays on Greek love^ Nueva York y Londres, Routledge.
Un antecedente de los postulados de la construcción social de “la homosexuali
dad” es el artículo de McIntosh, Mary (1968), «The homosexual role», Social Pro-
hlems, 16,2, pp. 182-92. Recientes aportaciones a este debate se pueden encon
trar en Stein (comp.), 1992. Los roles sociales y económicos, los significados
atribuidos y las formas de articulación con otras instituciones de las unidades de
convivencia que denominamos “familia” no son comparables a las que existen en
otras sociedades diferentes del Occidente moderno y contemporáneo.
Boswell, John (1985), «Hacia un enfoque amplio. Revoluciones, universa
les y categorías relativas a la sexualidad», en Steiner, George y Boyers, Robert
(comps.) (1985), Homosexualidad: literatura y política, Madrid, Alianza. Otras ver
siones comparables de este debate pueden ser las que se producen en el seno del
pensamiento feminista entre las corrientes de la igualdad y la diferencia, así
como otros en tomo a realidades étnicas o de clase. Cf. Epstein, 1992.
Puntos de partida 23
Turner, Bryan S. (1989), The body and society, Oxford y Nueva York,
Basil Blackwell, p. 159.
Weinrich, James (1992), «Reality or social construction?», en Stein,
(comp.), 1992. Este autor proporciona abundantes ejemplos referentes a las re
laciones entre dos hombres, aunque no incide en la pertinencia de su análisis en
otros casos.
26 Puntos de partida
” Una perspectiva muy parecida es la que adopta Mira, que considera “la ho
mosexualidad” como «una categoría ideológica construida ya como marginal,
perversa, reprobable». Como escribe este autor a propósito del teatro inglés de
los años cincuenta y sesenta (y como tendremos ocasión de ver en detalle), ciertas
subjetividades en el seno de contextos hostiles son posibles. «Las subjetividades
homosexuales que Rattigan e Inge contribuyen a construir no son ni las únicas
posibles ni las más pertinentes. Se trata de un tipo de subjetividad que, si se toma
como una verdad absoluta [...] sólo puede conducir a la auto-opresión.» En el
contexto de prejuicio del mundo occidental, las subjetividades homosexuales, tal
y como las define Mira, no han sido perseguidas. Es más, en ocasiones han sido
promocionadas. Mira Nouselles, Alberto (1994), ¿Alguien se atreve a decir su
nombre? Enunciación homosexual y la estructura del armario en el texto dramático.
Valencia, Universität de Valencia, pp. 84 y 217-18.
34 Puntos de partida
que es “propio de las mujeres” (o “de los hombres”) sin colapsarlo en los térmi
nos que designan los roles de género, da pie a muchas formulaciones paradójicas.
Las distinciones en lengua inglesa entre female y féminine, y entre male y mascu
line evitan estas confusiones, aunque no evitan que todos esos términos remitan a
una misma matriz de significados heterosexual.
36 Puntos de partida
’ Roditi es otro “psicosexólogo” que, durante los años sesenta, extiende las
implicaciones de “la homosexualidad” al relacionarla no sólo con el crimen y la
enfermedad, sino con otras especies animales, con la política, la historia, el urba
nismo. .. Básicamente, su tesis se reduce a un “mejor curar que castigar”. Roditi,
Edouard (1975), La inversión sexual (sin lugar de edición), Picazo, p. 100. La pri
mera edición data de 1962. O, en otras palabras, «cuando más necesario es afir
mar públicamente un principio es cuando está dejando de ser aceptado. Enton
ces, su afirmación pública sustituye simbólicamente a su negación real y efectiva
y se reafirma simbólicamente lo que se niega en la práctica». Lamo de Espinosa,
Emilio (1989), Delitos sin víctima. Orden social y ambivalencia moral, Madrid,
Alianza Universidad, p. 153. La articulación de subjetividades en las sociedades
que no construyen “la homosexualidad” como abyección se produce, a buen
seguro, por medio de otros procesos de diferenciación y exclusión.
52 Las formas '‘espontáneas” del prejuicio
México, Gríjalbo, pp. 265 y 259. Pese a lo que este proceso da a entender, en
América, fueron relativamente pocos los indios condenados por sodomía, sobre
todo si tenemos en cuenta la generalidad con que tales prácticas se atribuían en
diversas crónicas a toda la población autóctona. Este dato remite al argumento se
gún el cual la atribución de la sodomía funcionaba más como criterio de estable
cimiento de una alteridad y como argumento que permitía postular una diferen
ciación étnica que permitiera considerar tales pueblos como inferiores, y a partir
de la que construir la propia especificidad. Bleys, 1996:36.
’ Un extracto de Las damas galantes de Brantôme aparece en W.AA. (1971),
Loí homosexuales, Buenos Aires, Minerva, pp. 43-44. Esta anónima antología de
textos (según se puede leer en la contraportada), «procura ser un muestrario des
prejuiciado [... ] El resultado ha sido un libro excento [r/c. ] de morbosidad gra
tuita, destinado a aportar elementos para la mejor comprensión y estudio de un
hecho triste pero de existencia inocultable». El texto completo, Les Dames Ga
lantes, está editado en París, (Librairie Générale Française, 1990). El libro, pu
blicado por vez primera en 1665 (medio siglo después de la muerte de su autor),
cuenta recuerdos, anécdotas, rumores y acontecimientos que de la corte y la
aristocracia francesa de finales del siglo XVI guardaba éste, y muy particular
mente los referidos a la vida íntima de las damas.
56 Las formas '"espontáneas'’ del prejuicio
® Así por ejemplo, la relación sexual entre dos hombres, siempre y cuando
ésta no tenga implicaciones para la identidad social de los individuos, puede
aparecer en la literatura erótica hasta fechas relativamente recientes sin connota
ciones particularmente peyorativas. Un ejemplo de ello aparece en el libro de
ApoUinaire, Las once mil vergas (1983, Barcelona, Laertes), publicado por primera
vez de forma clandestina en 1907. En la actualidad, no obstante, la práctica pue
de ser considerada como indicio suficiente y manifestación necesaria de una
esencia íntima. La construcción del lesbianismo no se realiza nunca a partir de la
práctica sexual entre mujeres, habida cuenta la ignorancia generalizada de las po
sibles manifestaciones de la sexualidad lésbica.
Ser o no ser. Profusión terminológica y censura selectiva 51
Bourdieu, Pierre (1982), Ce que parler veut dire: l'économie des échanges lin
guistiques, Paris, Fayard, p. 100.
58 Las formas '^espontáneas'" del prejuicio
guir su ejemplo»?
* ’ Cualquier cuestionamiento público del signi
ficado social de “la homosexualidad” supone una desvinculación
personal con respecto a ese marco colectivo de referencia simbó
lica en el que aquella entelequia denostada tiene vigencia.
En pocas palabras: no se puede caer en el esquema reductor y
represivo que está socialmente establecido sin pasar a ocupar, en
cualquier contexto, una posición radicalmente subalterna. Es de
cir, una mujer no puede desear o amar a otra sin que ese senti
miento o ese deseo no la constituyan (social, política, cultural
mente), a los ojos del mundo, como “homosexual”. Pero, además,
tampoco se puede cuestionar públicamente esa esencia social de
terminada y opresiva sin correr el riesgo de pasar a ser considera
do, también, como instancia marcada por el estigma. Es más: una
integración precaria en virtualmente cualquier grupo podrá ser re
forzada a través de la confirmación del estereotipo y de la acepta
ción de su validez. La ostentosa demostración práctica de las im
plicaciones asignadas (el chiste, el insulto, la agresión física a la
instancia señalada...) es la prueba irrefutable de pertenencia a
una instancia determinada.
Los términos castellanos “marica”, “bujarrón”, “nefandario”,
“bardaje”, “sodomita”, “puto”, “somético”, “puñetario” o “ca
balgado”, entre otros, como señala Carrasco (1985), eran de uso
común en Valencia durante el siglo xvii. En tanto en cuanto son
el reflejo de procesos de constitución de esencias ficticias, son
susceptibles de redefinición o de substitución por otros de nuevo
cuño. Pero también son, además, susceptibles de desaparecer si
quedan vacíos de contenido, si la realidad (o la ficción) que de
signan deja de ser destacable o si se vuelve demasiado incoheren
te. De hecho, a excepción de los dos primeros, los demás prácti
camente han desaparecido. Las connotaciones negativas se han
concentrado en los términos aún en uso, mientras que otras posi
bilidades de manifestación del prejuicio se canalizan a través del
vocabulario complementario de los saberes articulados. La di
versidad (o incluso el localismo) parecen haberse perdido.
Montrose, Louis (1992), «The work of gender and sexuality in the Eliza
bethan discourse of discovery», en Stanton, Domna C. (comp.), 1992. Sobre el
“afeminamiento” de las razas no blancas en el discurso colonial, Bleys, 1996. Un
ejemplo bastante más reciente de feminización / penetración / sometimiento lo
constituyen unas imágenes metafóricas utilizadas por Jean Paul Sartre. El filóso
fo francés reproduce en £/ ser y la nada esta identificación de “lo femenino” con
un agujero, sirviendo la penetración como imagen ilustrativa de la relación de co
nocimiento. Mangeot, Philippe (1992), «Ton corps est un champ de bataille»,
Cahier de Résistancesy 6 (julio-septiembre 1992), pp. 21-26.
Ser o no ser. Profusión terminológica y censura selectiva 61
Las batallas legales por la conquista de cada nuevo espacio de libertad que
llevaron a cabo las publicaciones de cultura física (las revistas de beefcake} y el
cine underground de “La Factoría” de Andy Warhol y que lograron que no fueran
condenables, por este orden, las imágenes homoeróticas, el desnudo masculino, la
visibilidad genital, las escenas simuladas de relaciones sexuales, la erección y, por
último, las relaciones sexuales explícitas con penetración, dieron lugar, durante la
década de los sesenta a todo un juego en el que se ponían a prueba, una tras otra,
todas las limitaciones impuestas, llevando en cada caso hasta el límite mismo de lo
autorizado (y, en muchas ocasiones, más allá) el contenido de la representación de
referentes gays. A este respecto, véase Waugh, Thomas (1996), «Cockteaser», en
Doyle, Jennifer; Flatley, Jonathan y Esteban Muñoz, José (comps.) (1996), Pop
Out Queer Warhol, Durham y Londres, Duke University Press.
Ser o no ser. Profusión terminológica y censura selectiva 71
Los personajes entrevistados son Sal Mineo, Luchino Visconti, Cecil Bea
ton, Rainer Werner Fassbinder, George Cukor y Rock Hudson. Hadleigh, Boze
(1988), Conversaciones secretas^ Barcelona, Ultramar, p. 18.
n
Citado por Russo, Vito (1987), The celluloid closet. Homosexuality in the
movies, Nueva York, Harper & Row, p. 116. El guión de la película fue escrito
por Gore Vidal y modificado por Mankiewicz, aunque en los títulos de crédito
Ser o no ser. Profusión terminológica y censura selectiva 75
«Hablar en voz baja es hablar, pero sólo para los que disponen
de un oído alerta; los demás que acampen y escuchen el altavoz:
a cada cual su arte y su gusto.»’’
Juan Gil-Albert, 1955
” En su novela The pure and the impure, Colette señala que una de las afi
ciones de las aristócratas lesbianas parisinas de aquel “//« de siècle” era, precisa
mente, montar a caballo. Tanto el olor del animal en la amazona como el hecho
de subyugarlo constituían atractivos eróticos suficientes como para inspirar a la
novelista. Extractos de la obra de Colette aparecen publicados en Miller, Neil
(comp.) (1995), Out of the past. Gay and lesbian history from 1869 to the present,
Londres, Vintage.
80 Las formas "espontáneas” del prejuicio
titula la novedad, aunque él las llevó a extremos inéditos. Los chicos de Tom, por
encima de todo, eran incuestionablemente maricas, eran evidentemente felices, fo
llaban despreocupados en espacios públicos, injuriaban sus uniformes al con
vertirlos en parte de la escenografía, blasfemaban al reducir todo principio de
autoridad a experiencias de placer, utilizaban un complejo utillaje sexual. Unos
principios que, aún hoy, suscitan recelos y que, durante los años cincuenta y se
senta, constituían una verdadera revolución. Cierto es que los chicos de Tom nun
ca se comprometieron con otra cosa que no fuera su propio placer, pero no olvi
demos que este hedonismo y esta vitalidad les llevó a utilizar condones desde los
primerísimos años ochenta, promoviendo el único sexo que podía seguir siendo
libre y vivo.» Radical Moráis (1995), «Tom: nada que ocultar», De Un Plumazo, 4,
1995, p. 15.
Hall había sido siempre tory, se había convertido al catolicismo (The well
of loneliness acaba con la súplica de Stephen a Dios, implorándole que reconoz
ca su existencia), y al final de su vida sintonizaba con el fascismo italiano y con
posturas antisemitas. En una carta a su editor, manifestaba que la publicación de
su novela era un «deber», que pretendía «defender a las indefensas». A las tres se
manas de su publicación, un artículo de denuncia en la prensa supuso su retirada
y un proceso en el que el libro fue considerado obsceno. Publicado en Estados
Unidos, también allí afrontó persecución judicial. Pese a los procesos judiciales, se
86 Las formas “espontáneas” del prejuicio
Russo, 1987:116. El propio Vito Russo nos cuenta el desarrollo de las pri
meras interpretaciones críticas de películas en Estados Unidos. The boys in the
bandy dirigida por William Friedkin en 1970, ya fue acusada de presentar “la ho
mosexualidad” como la causa de la infelicidad de los protagonistas. Aunque fue
durante el rodaje de Cruising, en 1979, cuando la crítica dio paso al enfrenta
miento. La película, rodada en el Village de Nueva York, fue objeto de todo tipo
de boicoteo y sabotaje. Un periodista del Village Voice había hecho un llama
miento para impedir el rodaje como fuera. La historia de un policía psicótico que
busca a un asesino de gays, que se descubre gay él mismo, y que empieza a su vez
a matar a otros gays soliviantó al activismo. En la película, además, aparecían
como extras varios asiduos de la “escena leather', de modo que al enfrenta
miento entre la comunidad gay y lésbica con el equipo de rodaje se le unió un
agrio debate que enfrentó a gays-militantes con gays-“colaboracionistas”. El tes
timonio de Vito Russo sobre esta controversia aparece en Marcus, Eric (1992),
Making history. The struggle for gay and lesbian equal rights 1949-1990, Nueva
York, Harper Collins. El 3 de septiembre de 1975, Los chicos de la banda se es
trenaba en el teatro Barceló de Madrid. Por entonces, no existían asociaciones rei-
vindicativas, de modo que la protesta americana no tuvo equivalente. Sin em
bargo, el estreno sí dio lugar a una pequeña conmoción en el desierto de
referentes gays de la época. El editorial de Blanco y Negro decía que «lo que ocu
rrió la otra noche en el teatro Barceló no es una anécdota pasajera, sino la primera
manifestación pública del 'gay power español». El texto de la obra y los comen
tarios de prensa aparecen en Crowley, Mart (1975), Los chicos de la banda, Ma
drid, M K. La protesta por una obra de teatro representada en Madrid se hizo pú-
bhca en 1995, cuando La Radical Gai denunció el contenido de Ptcospardo's, la
historia angustiosa de un grupo de mujeres que descubren “la homosexualidad”
de sus seres queridos, hospitalizados al derrumbarse el techo de una discoteca
“ratita”. Véase «Picospardo’s-. de la disco al hospital», en Llamas (1997a).
Bergman, David (1991), Gaiety transfigured. Gay self-representation in
American literature, Madison (Wisconsin), The University of Wisconsin Press. En
Ser o no ser. Profusión terminológica y censura selectiva 89
’ Bersani, 1995a:88. Watney, Simon (1995), «El espectáculo del sida», en Lla
mas (comp.), 1995b:48.
Tales prácticas se aplican a numerosas realidades, que casi siempre com
parten con “la homosexualidad” un carácter (supuesta o potencialmente) “se
creto” o “peligroso”. Así, ciertos actos sexuales (“un francés”, “un griego”) y en
fermedades se atribuyen a ámbitos de referencia distintos del propio. Tales
prácticas fueron denominadas “etnofaulismo” [''etnophaulism”} por Abraham Ro-
back, en su libro publicado en 1944 A dictionary of international slurs. Leroy-For-
geot denomina «silogismo del otro» al siguiente razonamiento: «los sodomitas son
los peores criminales; X (que se opone a mi grupo) es el peor criminal; luego X es
sodomita». Leroy-Forgeot, Flora (1997), Histoire juridique de l'homosexualité
en Europe, Paris, Presses Universitaires de France.
Un lugar bajo el sol. Distanciamiento y emplazamiento 95
''Nuesíra''
«El fin del dicho mes de Julio, halló el demonio cómo salir de la
suya, para sacar de quicios el pueblo que quedaba sin cabezas.
Porque habiendo predicado el maestro Luis Castellolí de la
orden de San Francisco, en la iglesia mayor el día de Santa
Magdalena, que el vicio de la sodomía había prendido en Va
lencia (traído por personas extranjeras, que a ocasión de mer
cadear la moraban), y que éste era el señuelo que llamaba los
castigos de Dios, que tan espesos llovían sobre nosotros y más la
pestilencia; se exasperaron tanto los oyentes de oír aquel ne
fando nombre, que pusieron faldas en cinta en buscar a los
culpados, y habiendo descubierto cuatro dellos, mosén Geró
98 Las formas ‘'espontaneas'’ del prejuicio
"'Nuestra'' ideología
Reich, Wilhelm (1974), lucha sexual de los jóvenes, México, Roca, p. 84.
El texto fue escrito en 1932. Pocas veces se incide en la violenta hostilidad de
Reich hacia “la homosexualidad”. Sus críticas de la familia patriarcal como insti
tución represiva le hacen a menudo pasar por un pensador progresista. En otra
obra suya (1978), La revolución sexual, Valencia, Ruedo Ibérico, Reich perfila sus
posturas. «En la fase de transición de una sociedad autoritaria a una sociedad li
bre debe regir este principio: reglamentación moral para impulsos secundarios y
antisociales, y autorregulación de la economía sexual para las necesidades bioló
gicas naturales» (p. 47). Reich critica aquí la fracasada revolución sexual soviéti
ca. Un índice de este fracaso es la pervívencia de “la homosexualidad” y la solu
ción represiva adoptada por Stalin en 1934: «Poco a poco, y como resultado de la
persistencia del problema sexual en general, creció la ola de la homosexualidad
hasta que, en enero de 1934, se practicaron detenciones masivas de homosexua
les en Moscú, Leningrado, Jarkov y Odesa» (p. 237). «No se pueden reducir las
actividades homosexuales si no es logrando las condiciones necesarias para una
vida de amor natural de las masas» (p. 238). Sobre la particular concepción de lo
natural volveré más adelante.
Un lugar bajo el sol. Distanciamiento y emplazamiento 105
La película de Luchino Visconti La caída de los dioses (La caduta degli dei,
de 1969) üustra este proceso de desavenencias políticas en el seno del nazismo y
el juego de influencias en el marco de los imperios industriales alemanes, a partir
de la historia de la familia de un magnate del acero. En todo caso, la representa
ción de la “noche de los cuchillos largos” que realiza Visconti parece remitir tam
bién a un proceso de castigo moral a las SA, que habían convertido su encuentro
al borde de un lago bávaro en una auténtica orgía.
” Haeberle, Erwing J. (1989), «Swastika, Pink Triangle and Yellow Star;
The destruction of sexology and the persecution of homosexuals in nazi Ger
many», en Duberman, Vicinus y Chauncey (comps.), 1989.
106 Las formas "espontáneas” delprejuiáo
portadas sin juicio previo; las asesinadas sin haber sido deportadas; las persegui
das y asesinadas por gobiernos aliados y colaboracionistas del régimen nazi en
Croacia, Eslovaquia, Hungría, Rumania o Finlandia, las que se suicidaron y las
que añadían “la homosexualidad” a algún otro delito (étnico o político), o al re
vés, la magnitud del exterminio puede superar ampliamente las cien mil personas.
La polémica sobre la magnitud del exterminio es, en todo caso, estéril, a no ser
que el único criterio de evaluación de la barbarie sea el peso, volumen y número
de cadáveres que produce. Haeberle, 1989 y Marshall, Stuart (1991), «The con
temporary political use of gay history. The Third Reich», en Bad Object Choices
(comp.), 1991.
D’Emilio, John (1983), Sexual politics, sexual communities. The making of
a homosexual minority in the United States, 1940-1970, Chicago (Illinois), The
108 Las formas espontaneas’* del prejuicio
University of Chicago Press. El documento elaborado por una comisión del Se
nado de EE UU bajo el título «Employment of homosexuals and other sex per
verts in government», del 15 de diciembre de 1950, aparece reproducido en
Katz (comp.), 1985:99 y ss.
Según esto, el objetivo no hubiera sido hacer rodar cabezas indiscrimina
damente, sobre todo si tenemos en cuenta que entre los gays bien situados en las
altas esferas de poder estaban John Edgar Hoover, director del FBI, así como di
plomáticos, mandos militares, etc., entre los que, irónicamente, habría que contar
al propio McCarthy, según algunos rumores que circulaban en Washington. Al
llegarle tales rumores, McCarthy, con 45 años y hasta entonces soltero, se casó re
pentinamente con su secretaria. Tripp, C. A. (1978), La cuestión homosexual, Ma
drid, EDAF.
Un lugar bajo el sol. Disíanciamiento y emplazamiento 109
vulgarización sin ningún pudor de las tesis más sofisticadas sobre “la homose
xualidad”. Wassermann, entre otros, enlaza el prejuicio no articulado y “visceral”
con las razones de una determinada ciencia. Wassermann es el seudónimo de En
rique Sánchez Pascual. No deja de resultar curioso comprobar cómo, incluso tra
tándose de libros netamente hostiles, algunos autores españoles (quizás para
atribuirse la “legitimidad” de todo lo que llegaba del extranjero tras muchos
años de censura, para no quedar asociados al interés por “estos temas”, o para
acabar de expatriar “la homosexualidad”), firmaban sus obras con nombres fal
sos, a menudo de inspiración germánica. También Enrique Martínez Fariñas
(autor de una Biografía de la homosexualidad publicada en Barcelona en 1976) fir
maba como Helmuth von Sohel o como Inving Smutty, y Mauricio Carlavilla del
Barrio se escondía detrás del seudónimo Mauricio Karl. Cf. Smith, Paul Julian
(1992), Laws of desire. Questions of homosexuality in Spanish writing and film
1960-1990, Nueva York, Oxford University Press, p. 5. Traducción española:
(1998), Las leyes del deseo, Barcelona, Ediciones de la Tempestad.
Sagaseta, Salvador (1978), La angustia sexual en las prisiones (Prólogo de
Juan María Bandrés), Madrid, Ediciones de la Torre, p. 95. Aquí vemos cómo,
una vez más, el periodo postfranquista abre las puertas a todo tipo de análisis
que encuentran en “la sexualidad” un verdadero filón. Desde los supuestos del
alegre “destape”, los prejuicios y los estereotipos logran expresarse con un des
parpajo inédito. Hasta las ansiedades sobre las duchas colectivas, los cuerpos se-
midesnudos y los ambientes penumbrosos se expresan con una soltura sin pre
cedentes.
114 Las formas “espontáneas” del prejuicio
"Nuestra' fe
“Nuestra” especie
Lang, Theo (1971), The difference between a man and a woman, Nueva
York, The John Day Company, p. 108.
Krafft-Ebing, Richard von (1978), Psychopathia sexualis, Nueva York,
Stein and Bay.
Un lugar bajo el sol. Distanciamiento y emplazamiento 123
Bergman, 1991. No sin ironía, Cardin (1989) califica muchas iniciativas con
finalidad supuestamente científica de “turismo sexual”, en función de la ausencia
de un proyecto etnológico serio.
Así las expresiones “amor socrático” (utilizada por Voltaire en su Diccio
nario filosófico] o “amor platónico”; y “gustos” o “costumbres antiguas”. Cou-
rouve, 1985:27.
134 Las formas ‘'espontáneas'' del prejuicio
lamente que les haya deseado, sino que me han abierto la perspectiva ilimitada de
la lucha de clases.» También, por citar un último ejemplo, el norteamericano
Alien Young cuenta cómo en su viaje a Cuba conoció otros gays que le abrieron
las puertas de lo que suponía ser gay en un régimen revolucionario; de lo que se
había logrado con la deposición de Batista, de lo que se había perdido, de cómo
una revolución no podía permitirse el lujo de mantener o acrecentar el prejuicio
anti-gay y anti-lésbico si quería serlo realmente. Guérin, Daniel (1983), «Homo
sexualité et révolution», Cahiers du vent du ch’min, 4, p. 13. Young, Allen (1992),
«The Cuban révolution and gay libération», en Jay y Young (comps.), 1992.
Delph, Edward William (1978), The silent community, Beverly Hills (Ca
lifornia), Sage.
Un lugar bajo el sol. Distanciamiento y emplazamiento 137
última década del siglo XIX, Óscar Wilde no sólo violó los códigos
de respetabilidad sexual de su época llevando una vida homose
xual cada vez más expuesta; también derribó las barreras de clase
relacionándose con jóvenes de la clase obrera».’^
En contra de la pretensión voluntarista de disolución de las
fronteras entre posibles identidades sociales, estas formas de acer
camiento han sido analizadas como estrategias de consolidación
de esas diferencias. Desde el siglo XIX, el imaginario gay está in
tegrado por múltiples sistemas binarios. Waugh (1996), que se
centra en el análisis de las relaciones entre la loca [queen) y el cha-
pero {hustler) en el cine de Andy Warhol, menciona algunos
otros: dandy / efebo, burgués / obrero, mentor ! protegido, artis
ta / modelo, “viejo verde” ! adolescente, europeo / oriental...
para acabar caracterizando esas relaciones como emulación de
una escisión entre sujeto (los primeros términos de cada binomio)
y objeto. La “diferencia” y el encanto de la “otredad” tienen, en el
imaginario gay, una vigencia comparable a la que estructura “la
heterosexualidad”. La “promesa” de la igualdad es destruida,
precisamente, en la consolidación de los ejes que estructuran (en
términos sociales, económicos, étnicos, etc.) las diferencias. Sólo
cabe esperar, sigue Waugh, que esa diferencia desarrolle sus po
tencialidades en dirección a la riqueza y la diversidad, y no en una
complicidad con los sistemas de opresión que con frecuencia
consolidan.
El acercamiento a realidades o mundos poco conocidos es
considerado, a menudo, una forma de perversión o de proselitis
mo. El afecto o el placer no son nunca, para lesbianas y gays,
motivos legítimos para establecer contactos con otras personas; el
régimen de sexualidad establece a priori como ilegítimo cualquier
vínculo (social, político, mercantil...) que se establezca a partir de
una relación lèsbica o gay. Definidos de entrada como ilegítimos,
todo lo que de ellos se derive también es de antemano condenable
o dudoso. En cualquier caso, tampoco es ésta la razón única de los
procesos de acercamiento. Por ejemplo, la lucha contra el sida.
5^* Act Up-París (1995), «Una nueva idea de la lucha contra el sida», en Lla
mas (comp.), 1995b:265-66.
140 Las formas '"espontáneas” del prejuicio
Dinkins, David, «Keep marching for equality», The New York Times, 21
de marzo de 1991, citado por Duggan, Lisa (1992), «Making it perfectly queer»,
Socialist Review, 22/1 (enero-marzo 1992), pp. 11-31. Su antecesor en el cargo,
Ed Koch, fue con frecuencia severamente criticado por su falta de compromiso
con las asociaciones de lesbianas y gays, crítica tanto más agria cuanto que Koch
constituía un caso de **closet queen"^, de “reina del armario”, que se oculta. Seis
años más tarde, 35 lesbianas y gays de ILGO fueron detenidas/os por intentar
bloquear una marcha de la que seguían excluidas. El alcalde de la ciudad, el re
publicano Rudy Giuliano, que participaba en la manifestación (hetero) irlandesa
declaraba; «Esta es la marcha del orgullo irlandés. En junio es la marcha del or
gullo gay y lèsbico. Ya tendrán tiempo de mostrar su orgullo» —Gay and Lesbian
Times, 27,20 de marzo de 1997. ILGO había optado por la desobediencia civil al
serle denegado el permiso para organizar una manifestación alternativa.
’’ Desde 1993, Amnistía Internacional considera «candidato a ser adoptado
como preso de conciencia a cualquiera que haya sido encarcelado solamente a
causa de su homosexualidad, incluida la práctica de actos homosexuales entre
adultos en privado y de mutuo acuerdo». Amnistía Internacional (1994), Rom
pamos el silendo. Violadones de derechos humanos basadas en la orientadón se
xual, Madrid, EDAI, p. 10. Como la propia asociación reconoce, los límites pac
tados al reconocimiento de los derechos (la mayoría de edad y la privacidad)
varían substancialmente de unos países a otros. Estos criterios, dicho sea de
paso, han despertado la oposición de asociaciones que consideran limitado el
compromiso de defensa de lesbianas y gays asumido por AL
142 Las formas “espontáneas" del prejuicio
ser aceptado por cada uno de ellos), sino sobre todo en la jerar
quía informal que con frecuencia se establece entre ellos. De igual
modo, los puentes entre diferentes movimientos se establecen
también en el nivel de la organización, de las formas de acción y
de las estrategias. Es evidente que a tales puentes y alianzas se atri
buye una mayor eficacia en la consecución de los objetivos de los
movimientos reivindicativos.^®
Si la razón de ser de los diferentes movimientos de libera
ción es diversa, las estrategias de lucha común deberían partir, en
principio, de la aceptación de tal diversidad y de la consiguiente
renuncia a considerar los propios objetivos como universales (o si
quiera prioritarios) para, acto seguido, otorgar a todas las luchas
por la liberación y a todas las prácticas de resistencia igual im
portancia que la que se concede a la propia. La meta última con
sistiría en comprender hasta qué punto y de qué manera las luchas
por la liberación se implican, se refuerzan, se complementan unas
a otras. Y, al revés, analizar los cómos y los porqués del carácter
excluyente de unas con respecto a otras.
Sería ingenuo atribuir a “la homosexualidad” un potencial
de liberación específico, pero también sería un error no reconocer
el carácter relativamente poco esclerotizado de los sistemas de
estratificación en los que se desarrollan las realidades lésbicas y
gays: «la homosexualidad es más destacable por la forma en que
resiste a las jerarquías que por la forma en que se doblega ante
ellas».5^ Sirva la brevedad de este epígrafe para subrayar el vigor
«El pecado del fornicador que fornica así contra natura clama
venganza al cielo y el cielo lo oye, enviando el azufre y el fue
go.»^
Luis Sala-Molins
finales del s. XV
Sala-Molins era miembro del Tribunal del Santo Oficio. Citado por Ca
rrasco, 1985:40.
Schulman, Sarah (1991), People in trouble, Nueva York, Plume, p. 58.
Traducción española: (1993), Gente en apuros, Madrid, Alfaguara.
144 Las formas "espontáneas^ del prejuicio
«...y cada novela que leía y que hacía referencia a los maricas
los describía como gente que se mataba o se destruía a sí misma
al darse cuenta de lo terribles que eran por desear a otros hom
bres...» (1991:105)
David Wojnarowicz
por Jacques Maritain. Su novela es, ante todo, eso: una ficción con
moraleja en la que se dejan bien claros los inconvenientes de la
inadecuación al orden.
En su análisis sobre el tratamiento de “la homosexualidad” en
el cine, Vito Russo comenta que el primer personaje “gay” que
aparece en una película (la alemana Anders ais die Anderen, diri
gida por Richard Oswall en 1919), acaba suicidándose. En 22 de
las 28 películas analizadas entre 1962 y 1978, los personajes prin
cipales acaban suicidándose o muriendo de forma violenta. Tales
películas (como la novela de Van Der Meersch) son algo más que
la historia de personajes “homosexuales”: son verdaderos mani
fiestos sobre “la homosexualidad”. A la película de John Schle-
singer Midnight cowboy {Cowboy de medianoche, de 1969) le co-
Todos los elementos concebibles de la infamia están presentes en La más
cara de camCy traducida al castellano y publicada en Barcelona (Plaza y Janés)
nada menos que en 1975. Por ejemplo, la exposición obscena de sí a lo largo de
doscientas páginas no contradice la imposibilidad de precisión; «Me siento tan
plenamente consciente de la ignominia de mi vicio que jamás tendré valor para
transcribir su nombre sobre el papel. La letra escrita sólo podrá soportar mi
desventura bajo una condición: la de evitar constantemente toda precisión, todo
detalle, para que lo trágico no se convierta inmediatamente en innoble o burles
co» (p. 7). La anomalía funciona como fatalidad o destino; «los hombres no so
mos omnipotentes para con nosotros mismos» (p. 15); «¿Soy responsable? ¿Soy
culpable? [...] No, tú no eres culpable. Llevabas en tu seno tu propio destino»
(p. 36). La apelación a la violencia y la admiración de quien le humilla: «No re
cuerdo haberme peleado jamás... excepto, tal vez, en algunas ocasiones, por el
inexplicable placer de perder, de sentirme dominado y vencido por la fuerza bru
tal de uno de mis compañeros» (p. 21). «¡Cuán bella es la noble cólera indignada
de un hombre honesto ante el vicio!» (p. 62). La propia degradación: «Tiene la
tez amarillenta. Sus mofletes cuelgan, y retiemblan como dos flanes. Sus ojos gri
ses y salientes, inyectados en sangre, parecen los de un bull-dog, [...] Me parece
repugnante. Y, no obstante, su mirada me turba [...] Me siento terriblemente so
metido y magnetizado» (p. 42). El vicio como pulsión incontrolable (animal)
que anula la razón (humana): «Y como el bruto no ha muerto en mí, estoy con
denado a dejarlo vivir, a dejarlo agitarse de vez en cuando y aun a darle de comer
algo una que otra vez» (p. 51); «Me siento vacío de toda voluntad. Soy como un
animal desprovisto de cerebro, una verdadera ruina humana» (p. 111). El vicio
como elemento que mina la salud: «¡Ya ves a lo que has llegado! ¡Eres sifilítico!
¡Estás podrido! He aquí donde te ha conducido esta vida» (p. 76). Por supuesto,
el deseo de muerte: «Morir borracho: en el fondo eso es lo que deseo» (p, 78);
«Estoy harto de todo. El vicio es la muerte. El rescate del vicio es la muerte. El vi
cio me ha conducido a ella» (p. 112). Y, por último, la impotencia incluso frente
al deseo de muerte; «Me siento absolutamente incapaz de vivir. E igualmente in
capaz de morir. Habíame propuesto suicidarme esta madrugada. ¿Adónde puedo
ir en busca de las energías necesarias para llevar a cabo mi propósito?» (p. 114).
150 Las formas “espontáneas'’ del prejuicio
«Un hetero sabe tanto, incluso hoy día, de nuestra vida sexual como de la
de los vampiros. Miento. Sabe mucho más en todos los órdenes de la vida, cos
tumbres y sexualidad de los vampiros que de la nuestra. O al menos eso creen. En
todo caso, vampiros y maricas tras tantas ¡das y venidas, hemos acabado forman
do parte de la gran mitología blanca heterosexual, que occidente ha venido for
jando sobre todo aquello que quiere desconocer y mantener alejado de la luz: so
mos espectros.» Así, el reino de la luz, definido como heterosexual, resulta tan
peligroso para el vampiro como para d gay, «y quien antes era una marica estu
penda, ahora la vemos herida de muerte, fulminada por el luminoso rayo purifí-
cador de la luz-heterosexual». Vidarte, Paco (1995), «De maricas y vampiros.
Sobre la visibilidad en los medios de comunicación y los pactos con las institucio
nes», De Un Plumazo, 4, p. 5.
154 Las formas “espontáneas” del prejuicio
«[‘El cuerpo homosexual’] debe ser visible para que pueda ser
humillado públicamente, arrojado en herméticas bolsas de
plástico, fumigado; se le debe negar el sepulcro, por temor a
que pueda inspirar tan siquiera un resquicio efe reconoci
miento, por temor a la más remota sensación de pérdida. De
este modo, el ‘cuerpo homosexual’ continúa manifestándo
se incluso después de su muerte, no como un recuerdo de
ésta, sino precisamente como su contrario, evocando una vida
que debe presentarse ante todos como desprovista de todo
valor.
Simon Watney
Citado por Gott, Ted (1994b), «Agony down under: Australian artists
addressing AIDS», en Gott, Ted (comp.), 1994a:12. Véase también, en ese mismo
volumen, Watney, Simon {1994a), «Art from the pit: Some reflections on monu
ments, memory and AIDS» así como Watney, Simon (1994b), Practices offree
dom. Selected writings on HIV / AIDS, Durham, Duke University Press.
156 Las formas "espontáneas" del prejuicio
El suicidio del escritor ruso Nicolai Gogol en 1852 fue, al parecer, induci
do por un sacerdote ortodoxo, que le conminaba a purgar sus pecados. Pero, ade
más del suicidio inducido, está también el suicidio por decreto. Peter Illich
Tchaikovsky, que se había insinuado a un sobrino del duque de Stenbok-Fermor,
fue invitado por un tribunal de honor a ingerir un vial de arsénico como alterna
tiva al escándalo y al exilio en Siberia (Miller, 1995). Oficialmente, su muerte en
1893 se debió al cólera.
158 Las formas “espontáneas” del prejuicio
La bandera con seis de los colores del arco iris (ocupando la franja de co
lor rojo la posición superior) se ha convertido quizás en el símbolo más extendi
do de las comunidades de lesbianas y gays del mundo occidental. Su uso se re
monta a las manifestaciones del orgullo gay y lésbico que se organizaban en la
costa Oeste de los Estados Unidos durante los años setenta. Como símbolo, pre
tendía mostrar la diversidad de las comunidades de lesbianas y gays. La Radical
Un lugar bajo el sol. Distanaamiento y emplazamiento 167
Gai fue, a principios de los años noventa, el primer colectivo en utilizarla en el Es
tado español con ese contenido político, aunque en pocos años se convirtió en un
reclamo publicitario.
168 Las formas "espontáneas” del prejuicio
[...] Esto sólo será posible si se le hacen ver las tareas y las posi
bilidades contenidas en su ‘ser anormal’.» Un camino que, por lo
demás, no está exento de dificultades, que no es asequible a todo
el mundo y que exige, en primer término, una buena disposi
ción: «La responsabilidad frente a aquellos que tienen que ocu-
\ parse de homosexuales obliga, no obstante, a recomendar abrir es
tas posibilidades sólo a aquellos homosexuales que aportan esta
disposición de sublimación. Pero incluso éstos precisan, la mayo
ría de las veces, la diaconía constante de un consejero médico o
espiritual.»^
Esta promoción de una castidad radical para quienes no
asumieran el modelo de pareja heterosexual unida por el sacra
mento del matrimonio, se extiende a muchos más ámbitos. Efec
tivamente, muchas son las prácticas sociales que subliman deseos
homoeróticos, substituyéndolos por sucedáneos no estigmati
zados. Las prácticas físico-deportivas, por ejemplo, promocio-
nadas extraordinariamente entre las y los adolescentes, son con
sideradas como una posible vía para encauzar una energía
hormonal (no siempre heterosexual) desbordante. El deseo
implosiona en el seno del compañerismo de equipo y del des
gaste físico. Irónicamente, en la Grecia clásica, la gimnasia, el
amor y el sexo se confundían en prácticas e instituciones fle
xibles.
Los universos desde los que se pretende alejar la tentación se
xual en general son, con harta frecuencia, ámbitos segregados se-
xualmente. Pocas son las actividades deportivas (o religiosas) que
ejercen conjuntamente mujeres y hombres. Tanto en las unas
como en las otras, la realización afectiva y sexual sólo puede con
cebirse en términos de fantasía difícilmente alcanzable o de rela
ción homoerótica sublimada. Esta situación lleva a quien toma
conciencia de su deseo a una situación paradójica: «el deportista
pueden no ser, quienes menos aparentan pueden esconder algo. En este sentido,
como señala Mira (1994), la película es particularmente ilustrativa del clima de
obsesión que definía las formas de abordar “la sexualidad” en Estados Unidos a
lo largo de la era McCarthy.
184 Las formas “espontáneas” del prejuicio
pendientemente de lo que luego gustaran de hacer), han sufrido las formas de re
presión más salvajes. La asimilación entre “no (o “poco”) masculino” y esa in
quietante capacidad de abandonarse al placer resulta eficaz. Por el contrario,
aquéllos que permanecían substancialmente fieles a las expectativas sociales en lo
que se refiere al rol de género masculino y lograban mantener en lo incógnito lo
que luego hacían con sus cuerpos, quedaban fuera de la estigmatización. Incluso
quienes se relacionaban con “su propio sexo” sin mantener el secreto, pero de
jando muy claro el ejercicio de la “actividad” (del “dominio”) podían no sólo es
capar a la censura y la violencia sino que, además, en ocasiones podían ser reco
nocidos como particularmente “machos”.
El carácter ampliamente extendido de las relaciones entre hombres en el
Norte de África y la consideración de éstas según criterios distintos (en función
del rol sexual) son ya señaladas en textos que datan de principios del siglo XX.
Cf. Cardon, Patrick (presentación) (1994), «Les relations homosexuelles en Al
gérie et en Tunisie, par le Dr. Numa Praetorius, Anthropophyteia^ Vienne, 1910»,
en Mendès-Leite (comp.) 1994.
186 Las formas espontáneas” del prejuicio
Llamas, Ricardo y Vila, Fefa (1997), «Spain: passion for life. Una historia
del movimiento de lesbianas y gays en el Estado español», en Buxán, Xosé
(comp.) (1997), Conciencia de un singular deseo. Estudios lesbianos y gays en el
Estado español, Barcelona, Laertes.
Desde esta perspectiva, la estrategia del movimiento de lesbianas y gays
consiste en lograr que se reconozca la existencia de una violencia dirigida contra
lesbianas y gays en tanto que tales. Las expresiones *^£¡ueer bashing” y ^casser du
pédé'' designan formas de agresión específicas hasta el punto de tener una ex
presión para designarlas. Las agresiones de corte fascista que también en el Es
tado español se dirigen (entre otras personas) a lesbianas y gays, entran en lo que
tales bandas denominan “tocar el tambor”.
Prácticas de auíorrepresión. Sublimación, negación, agresión 195
Foucault, Michel (1988), Ufí diálogo sobre el poder, Madrid, Alianza, p. 152.
202 Los discursos articulados y sus implicaciones
vítico (18,22) dice: «No yacerás con ningún hombre como se yace »
J
con una mujer; es una abominación», y después (Lev. 20,13): «Si
un hombre yace con otro hombre como se yace con una mujer,
ambos han cometido una abominación. Serán castigados con la
muerte; que su sangre caiga sobre ellos,»^
tiene ese carácter aleatorio, ahora los criterios son mucho más ri
gurosos.
Pese a sus inconveniencias (o acaso gracias a esa ambigüe
dad), el término tendrá mucha aceptación en los círculos canóni
cos que articulan condenas severas de las relaciones entre perso
nas del “mismo” sexo. Como justificación de la condena se utiliza
el famoso pasaje bíblico en el que el fuego divino arrasa Sodoma,
pero a la hora de explicar la hostilidad se apela a unas concep
ciones particulares sobre lo natural y lo no natural, argumentos ya
examinados como base de prácticas no articuladas de distancia-
miento.
El carácter no natural (versión radicalizada —y simplifica
da— de lo contrario a la naturaleza), atribuido a las relaciones en
tre hombres o entre mujeres, se basará pues, aun a riesgo de in
coherencia, en su carácter no reproductivo. Ello explicaría la
variedad de prácticas que podían ser catalogadas como contra
natura^ así como la relativa ignorancia del lesbianismo (siendo
las mujeres consideradas meras portadoras de la semilla del hom
bre). En el hombre se localizaba el calor y la vida y, consecuente
mente, la capacidad de engendrar. La reproducción era respon
sabilidad masculina y el deber del hombre era poner la semilla al
servicio de su comunidad. Este análisis contrarresta la visión as
cética de la continencia y apela a considerar las altas tasas de
mortalidad de las sociedades antiguas y medievales, y la impor
tancia que para la mera supervivencia de los pueblos tenían unas
tasas de natalidad elevadas (Brown, 1993).
El criterio de la reproductividad y la descendencia no es ori
ginal ni exclusivo del pensamiento cristiano. Boswell señala que
pueden encontrarse antecedentes en «el judaismo helenístico, el
pensamiento estoico, el neoplatonismo alejandrino y el prejuicio
popular romano». Si bien, durante muchos siglos, el pensamiento
cristiano no le dedicó demasiado interés, llegó a ser considerado
un criterio de fácil articulación, explicación y verificación como
principio de control y dominio de las personas a través de la rea
lidad variopinta y confusa de las relaciones carnales. Este mismo
autor sostiene que la hostilidad por parte de las Iglesias cristianas
hacia las relaciones intermasculinas sólo puede entenderse en el
marco de ese requisito de descendencia que se articula cuando, a
comienzos del siglo xm, el matrimonio queda establecido como
sacramento y la “familia biológica” como unidad de la sociedad
Los discursos de una moral excluyeme y su trascendencia juridico-legal 227
pero podía no aparecer nunca. Del mismo modo, el matrimonio no era el espacio
en que se resolvían en su totalidad los afectos y los placeres, ni siquiera la mayor
parte de éstos o los más significativos. La consagración del matrimonio como sa
cramento está relacionada con su establecimiento como reducto de la gratifica
ción sexual. BosweU, 1996.
230 Los discursos articulados y sus implicaciones
La Pragmática de Medina del Campo fue promulgada por los Reyes Cató
licos el 22 de agosto de 1497. Citado por Carrasco, 1985:41.
Los discursos de una moral excluyente y su trascendencia juridico-legal 233
han sido tratados más abiertamente [...] Enrique fue destronado en efigie por
‘puto’.» Eisenberg, Daniel (1990), «Juan II - Enrique IV», Entiendes... ?, 13, ju
nio-agosto, p. 19.
236 Los discursos articulados y sus implicaciones
paso del tiempo, la policía y los jueces van siendo solicitados para
la represión cada vez más indiscriminada de afectos y placeres casi
siempre ajenos. Se acaba así progresivamente con una indiferencia
moral bastante extendida que se remontaba al mundo clásico;
con una «yuxtaposición de severidad y tolerancia» que Brown
denomina “dualismo benevolente” (1993:49). El cuerpo y el alma
eran consideradas realidades diversas, y el primero planteaba en
ocasiones exigencias a las que era difícil no dar satisfacción.
A medida que la represión se generaliza, a medida que cuerpo
y alma (o, en otro sentido, moral y ley) son consideradas realida
des en simbiosis, los ámbitos legal-jurídicos se ven en la necesidad
de precisar sus valoraciones y, en definitiva, de definir las reali
dades delictivas de forma crecientemente detallada. Se reduce así
de forma progresiva la tradicional indefinición que (sobre todo)
en temas de ordenamiento sexual caracterizaba a la mayoría de los
sistemas de legislación que se iban articulando. La ley podía ser
ambigua, como lo eran los principios morales en que se basaba,
pero cada vez que era sometida a un caso de aplicación concreto,
debía ser precisada, explicada, justificada.^^ Paradójicamente, los
esfuerzos por reprimir una realidad le daban a ésta una progresi
va publicidad que no contradecía los supuestos de la censura,
sino que, al revés, confirmaba su carácter selectivo. La condena
moral ya era formalmente intransigente y se expresaba en la par
ticipación eclesiástica en juicios y sentencias en los que se antici
paba (o substituía) un anunciado Juicio Final. Al participar en los
juicios sobre la tierra, la jerarquía de la Iglesia contribuye a que el
pecado nefando (al menos etimológicamente) deje de serlo. Por
otro lado, en este proceso se gesta el papel cada vez más crucial
que tendrá “el sexo” en la evolución del discurso de la moral
cristiana.
Aun en ausencia de disposiciones legales específicas que cri
minalizaran placeres y afectos entre personas del “mismo” sexo,
los sistemas judiciales harán de determinados delitos (especial
mente del “escándalo público” y de la “corrupción de menores”)
un elemento de represión privilegiado. Así, la ley se constituye
como ámbito progresivamente coherente en su apreciación con
denatoria de las relaciones entre hombres y, en menor medida, en-
seguían existiendo, aun cuando desde 1981 diferentes organismos a nivel euro
peo instaban a los gobiernos a acabar con la desigualdad y el trato discrimina
torio.
” Este caso, conocido como R v. Brown supuso la condena en 1990 de los
acusados a penas de hasta cuatro años y medio de prisión. El recurso presentado
fue resuelto en 1992 y confirmaba el veredicto anterior (Weait, Matthew
—1993— «Operation Spanner», no publicado). Al comparar las relaciones s/m
con el boxeo, Weait establece los criterios que hacen de la primera actividad un
delito y de la segunda un espectáculo legítimo. Si en ambos casos existe consen
timiento, el boxeo establece un vencedor y un vencido, mientras que en el otro
caso puede hablarse de satisfacción recíproca. El boxeo, además, representa los
valores de la masculinidad heterosexual (fuerza, poder, competencia, domina
ción), mientras que en la otra situación entran en juego valores como la sumisión,
decididamente contrarios a los referentes legítimos de la masculinidad. El deba
te pro / anti sadomasoquismo (así como la querella pro / anti pornografía) ha he
cho correr ríos de tinta en el seno del movimiento de lesbianas feministas. Entre
las posturas contrarias, por ejemplo, MacKinnon, 1992; entre las favorables, Ru
bín, 1993 o Duggan y Hunter, 1995. Además del “deporte” pugilístico, en el que
al menos se puede apelar al consentimiento de las partes implicadas, la tradición
británica defiende también el castigo físico a menores en instituciones educativas
(violencia sin placer ni consentimiento, humillación y dolor a partir del puro
abuso de autoridad...).
Los discursos de una moral excluyente y su trascendencia jurídico-legal 253
>
I
«‘Este asesino, este invertido, esa podre, ese cieno, ese desecho
que vosotros, los hombres, ya no queréis, que ya no se quiere a
sí mismo, dádmelo a mí’ —dice el Eterno—. ‘¡Dádmelo!
Y que él acepte solo, humildemente, conocer su miseria, so
portarla y luchar contra ella. Yo daré firmeza a sus pasos y
pondré un cántico nuevo en sus labios. Y ese polvo cantará mis
alabanzas. Y esa vida, de vergüenza y de ignominia a los ojos de
todos, para mí se consumirá como un incienso
*.» (1975:187-88)
Maxence Van Der Meersch, 1936
Citado por Blázquez, Feliciano (1977), Cwtirewíí? años sin sexo, Barcelona,
Sedmay, p. 152. “La carne” está profundamente enraizada, en la tradición moral
260 Los discursos articulados y sus implicaciones
Curiosamente, este criterio coincide con una práctica terapéutica: los tra
tamientos aversivos (de los que hablaré en el próximo capítulo), cuya finalidad es
también conseguir la desaparición de las prácticas sexuales, aun cuando el deseo
siga dirigiéndose de modo persistente hacia otras personas “del mismo sexo”.
Harvey, profesor de teología moral en De Sales School of Theology, co
menta buena parte de los documentos oficiales de la Iglesia católica sobre “la ho
mosexualidad”, y permanece fiel a la tendencia condenatoria oficial, aduciendo las
razones de un amplio espectro de instancias: «Los argumentos en contra de la ac
tividad homosexual propuestos por los documentos de la Iglesia citados, tienen
sus raíces en las Sagradas Escrituras tal y como son interpretadas por la Iglesia, en
el razonamiento de la ley moral natural, en consideraciones psicológicas y socio
lógicas, y en las experiencias de muchos y muchas homosexuales a quienes he
262 Los discursos articulados y sus implicaciones
aconsejado a lo largo de los anos. De ningún modo pueden justificarse los actos
homosexuales. El estilo de vida homosexual no puede reconciliarse con un modo
de vida verdaderamente cristiano.» Una posible solución al “problema” es la or
ganización de grupos de autoapoyo (Harvey hace referencia constantemente a la
asociación Alcohólicos Anónimos), en los que puedan superarse conjuntamente
los impulsos. En general, permanece escéptico en cuanto a las posibilidades de ce
libato permanente por parte de aquéllos que él denomina «homosexuales com
pulsivos». Harvey, John F. (1987), The homosexual person. Neto thinking in pas
toralcare, San Francisco (California), Ignatius Press, pp. 106-07 y 105.
Ernst, J. (1974), «Déviations sexuelles et leur traitement», en Gaudefroy,
M. (comp.), 1974:290.
Thielicke, 1969:54. Quien así habla lucía en su curriculum un doctorado en
Teología y Filosofía; una cátedra de Teología Sistemática y Etica Social, dos rec
torados (en las Universidades de Hamburgo y Tübingen) y dos doctorados ho
noris causa por las Universidades de Heidelberg y Glasgow.
Los discursos de una moral excluyeme y su trascendencia juridico-legal 265
'l-M
La génesis de una terminología científica, su extensión a otros
ámbitos y la generalización de su uso, se producen de forma pa
ralela a la constitución de una esencia social nueva, de cuya exis
tencia da muestra el catálogo de términos populares al que ya he
hecho referencia. La palabra laica, racional e ilustrada tratará de
dar entidad a esa instancia que para el discurso moral no era
constante, y que en el imaginario popular presenta una variedad y
una multiplicidad de posibles implicaciones tales que amenazan
con hacer inviable el papel que ha de desarrollar. Si, según muy
distintos registros, “el sexo” (cortesano o libertino, pecaminoso o
delictivo...) ya formaba parte de diversos discursos sociales, la
perverso, no obstante, va más allá del mito del libertino, dado que
su comportamiento es la expresión de una naturaleza incontrola
ble (e incontrolada); ofende a todas las normas de forma reiterada,
y lo hace a pesar suyo. El carácter indeseable (inmoral) de su ac
titud le es atribuido como propio; el prejuicio le es consubstancial,
lo lleva inserto en el cuerpo, no puede evitarlo. No existe en esta
fase de transición hacia las nuevas concepciones científicas otra
explicación verosímil de su comportamiento. El es la primera víc
tima de su naturaleza y, como tal, debe ser “ayudado” más que
castigado.
Pero, al mismo tiempo, la sociedad debe guardarse de los pe
ligros que ese comportamiento entraña. La vía hacia un modelo
de represión terapéutica en que el castigo se disfraza de asistencia,
está abierta. El modelo libertino, cuyo prototipo es Donjuán, no
deberá afrontar este proceso. Si bien rompe las leyes de la decen
cia, está, en lo esencial, del lado de la procreación; del lado de la
naturaleza. No se adapta al modelo de control de sí, de dominio
sobre sus pasiones, pero al menos no ofende a la naturaleza ni pa
rece hacer peligrar el orden social?®
De este modo, para el libertino y para el perverso se constitu
yen dos raseros, como corolario lógico de dos procesos diferen
ciados de relación de la persona estigmatizada con el código ético
imperante. El primero se concibe a sí mismo como cuerpo sin
alma, como deseo inmoral, ajeno a los imperativos de las instan
cias trascendentes, alcanzando así una libertad del placer. Éste es
el caso de los personajes de Sade (Hénaff, 1980). El segundo no
renuncia a su alma; ésta le es arrebatada al ser reducido a su ana
tomía desnuda. No opta por la inmoralidad sino que es precipi
tado en lo amoral. No alcanza libertad alguna; queda alienado. No
elige; privado de cualquier posibilidad de concebirse a sí mismo
como sujeto (ético) es constituido como objeto (penal y médi
co). También a este respecto, el perverso marca la transición de la
moral a la ciencia.
La caracterización del sujeto perverso determina, además, el
desarrollo de una “higiene social” que aspirará a ser tanto más es
crupulosa cuanto más perfectos sean los sistemas de localización
dio médico-legal sobre los delitos contra la honestidad de Tardieu, más descriptivo
que explicativo, tiene un notable éxito: es traducido a varias lenguas europeas (en
castellano es publicado en Barcelona en 1882), y reeditado periódicamente
(Guasch, 1993). Una técnica de estudio, bastante difundida a finales del pasado
siglo como esclarecedora de la presencia de personalidades patológicas, es la
elaborada a partir de la fisionomía. La cara (“espejo del alma”) denuncia estados
depresivos o maniáticos y esencias perversas a partir no ya sólo de las caracterís
ticas físicas de los rasgos faciales, sino también de las expresiones, muecas, mira
das... A este respecto, véase Davidson, Amold (1992), «Sex and the emergence of
sexuality», en Stein (comp.), 1992.
La tesis de la deformación canina del pene del perverso sería cuestionada
años después por André Lorulot en una publicación española de ideología anar
quista, en la que la inquietud por la fisiología perversa mantenía vigencia: «Tar
dieu pretendía que el coito anal acarrea la deformación de la verga produciendo
un adelgazamiento del glande. Actualmente se ha comprobado que no es así, sino
que son precisamente los hombres que tienen el glande afilado y delgado ya de
por sí, quienes prefieren el coito anal», Lorulot, 1932b:8. La inquietud científica
de Tardieu es considerada por algunos escritores contemporáneos con cierto
sarcasmo: «Resulta sospechosa la pasión con la que el profesor estudia los anos y
mete el dedo en ellos (incluso el puño, convirtiéndose en precursor del fist-fuc-
bin¿iy y describe la deformación ‘infundibuliforme’ (en forma de embudo: esta
palabra le gusta con locura) en los sodomitas», Fernández, 1992:39. En cualquier
caso, las observaciones del ano son más abundantes que las relativas al pene. Ta
les observaciones permiten la feminización del sujeto explorado (y la subsi
guiente legitimidad de la estrategia examinadora a partir de una posición falo-
crática). Pero además, en la construcción de la “otredad”, la cuestión del pene no
acaba de encajar en el proyecto hetero-eurocéntrico de definición de la ortodoxia.
Efectivamente, los perversos deberían tener un pene pequeño, como el que se ha
bía establecido para las razas consideradas inferiores (los pueblos americanos,
asiáticos y del Pacífico). Pero esta hipótesis era cuestionada por la simultánea
construcción de los pueblos negros y árabes como “bien dotados” y por la ob
servación de casos de perversión entre hombres con iguales características. Bleys,
1996:133. La construcción de la “superioridad” de la raza blanca-heterosexual no
podría apelar a argumentos relativos al tamaño genital.
Los efectos terapéuticos de los discursos científicos 283
the scientific research for homosexual bodies», en Terry, Jennifer y Urla, Jac
queline (comps.) (1995), Deviant bodies. Critical perspectives on difference in
sdence and popular culture, Bloomington e Indianapolis, Indiana University Press.
El último episodio en la larga historia de los estudios sobre las diferencias anató
micas entre “homo” y “heterosexuales” (ejemplo, por lo demás, de que tales in
quietudes no se limitaban al mundo capitalista occidental), lo constituye el estu
dio desarrollado por el Instituto de Ciencia Sexual de Praga a principios de los
años sesenta. En él se estudiaba peso, estatura, longitud del tronco, anchura de los
hombros y caderas, disposición de tejido adiposo y vello, diámetro del pezón, lon
gitud del pene en estado de flaccidez y eje longitudinal de los testículos. Salvo en
el caso de dos variables (el grupo “homosexual” pesaba menos y presentaba
mayor longitud del pene), no se apreciaron diferencias significativas y el estudio
acabó siendo abandonado. Kennedy, Hubert (1997), «Karl Heinrich Ulrichs.
First theorist of homosexuality», en Rosario (comp.), 1997a.
Los efectos terapéuticos de los discursos científicos 289
E. Zola en una carta al Dr. Laupts (25 de junio de 1895), citado por Cou-
rouve, 1985. )
Apenas pueden citarse casos de adopción en primera persona de términos
de los discursos de la moral eclesiástica. Un sorprendente antecedente de la re
cuperación autorreferencial de términos con connotaciones negativas es el caso
del pintor renacentista Giovanni Antonio Razzi (1477-1549), apodado llsodoma,
apodo que él aceptaba orgulloso, probablemente porque las implicaciones de una
Los efectos terapéuticos de los discursos científicos 295
5.3. HOMOSEXUAL
■*° En contraste con las dificultades que conlleva la adopción generalizada del
término “homosexualidad”, su equivalente, la “heterosexualidad”, se impone
sin demasiada controversia en el discurso científico. Cuando Freud lo utiliza
por primera vez en sus Tres Ensayos de 1905, pese a ser también un término “re
cién nacido”, no necesita definirla ni precisar su contenido. La “normalidad” es
taba lista para entrar en el discurso de la ciencia y en el imaginario popular;
sólo faltaba consagrar y popularizar su nombre.
Hocquenghem (1979), que presupone que Benkert conocía las lenguas
latina y griega, avanza una hipótesis divergente de la clásica del barbarismo, según
la cual sería el término griego “rexri” y no el latino ''sexualis'' el que forma la pa
labra, la cual, etimológicamente, equivaldría entonces a “los iguales que se apar
tan”. Según esta hipótesis, la hipersexualización de realidades diferenciadas sería,
al menos en lo que al autor del neologismo se refiere, un error. Pese a lo sugesti
vo de esta hipótesis, el hecho de que Benkert formulara también otros neologis
mos como ^HeterosexualitaC (en ocasiones llamada '* Normalsexualitát ”) le resta
plausibilidad. En cualquier caso, se acaba reteniendo la acepción “bárbara” que
da primacía a la concepción del “sexo entre iguales” sobre la de la “separación de
los iguales”. El apellido alemán Benkert, al trasladarse la familia de Karl / Károly
a Budapest, fue “hungarizado” como Kertbeny. A menudo se ha considerado que
era este último su verdadero nombre, y que Benkert era un seudónimo. Herzer,
Manfred (1985), «Kertbeny and the nameless love», Journal of Homosexuality,
12/l,pp. 1-23.
Los efectos terapéuticos de los discursos científicos 309
El reconocimiento en lo enfermo
Por ejemplo, Melucci, Alberto (1989), Nomads of the present^ Londres, Ra
dius o Touraine, Alain (1984), Le retour de racteur, Paris, Fayard.
El artículo titulado «Sexual perversion, satyriasis and nynphomania» fue
publicado en el Medical and Surgical Reporter, 61, 1889. Citado por Chauncey,
1985:97.
330 Los discursos articulados y sus implicaciones
Kinsey, Pomeroy y Martin, 1948 y Kinsey, Alfred Charles et al. (1953), Se
xual behavior in the human female^ Philadelphia (Pennsylvania), Saunders.
334 Los discursos articulados y sus implicaciones
Desde 1962, Bieber se había convertido en una de las voces más promi
nentes del discurso psicoanalítico sobre “la homosexualidad”. En esa fecha pu
blicaba, junto con varios colaboradores, un voluminoso estudio en el que se re
cogían y confirmaban diversas tesis que se apartaban del modelo freudiano. El
modelo de familia compuesto por la “madre posesiva” y el “padre ausente” tenía
un destacado protagonismo. La “bisexualidad constitucional” era rechazada; ni si
quiera se admitía una “fase homosexual”. Esa “escuela revisionista” que negaba
cualquier importancia a los factores constitucionales y que, en cierto modo, “de-
sexualizaba” “la homosexualidad” para socializarla en el contexto de los roles de
género y los papeles del padre y la madre, sería la base de buena parte de la prác
tica psicoanalítica hasta bastante después de la modificación del DSM, Bieber, Ir
ving et al. (1962), Homosexuality. A psychoanalytic study of male homosexuals^
Nueva York, Basic Books. Véase también Lewes, 1988.
Los efectos terapéuticos de los discursos científicos 339
rante la Edad Media [...] con frecuencia se practicaban misas negras, en las
cuales los representantes de Satanás ponían en evidencia prácticas perversas, re
presentándose asimismo espectáculos en los que los enviados del demonio man
tenían relaciones sexuales, en ocasiones con personas del mismo sexo, en forma
abyecta y en medio de corruptas orgías [...] El cuadro que ofrecían dichas esce
nas era realmente impresionante, en lugares alejados de la población y entre an
torchas humeantes. El sumo sacerdote, representante del demonio, vestido con
un largo traje negro, y con los ojos relampagueantes, ofrecía, asistido por sus ayu
dantes, el sacrificio a Satanás, estando representado este último por una figura se
mihumana y semianimal, y otras veces por una cabra de una fealdad excepcional,
u otro animal singular. Luego del sacrificio sangriento comenzaba la orgía, en la
cual se cometían toda clase de atropellos sexuales, en medio de la algarabía ge
neral» (Ibid. : 26-27).
Un ejemplo de esta estrategia de confusión (y de mantenimiento de “la
homosexualidad” en un contexto de oprobio) es el catálogo de desviaciones se
xuales que son investigadas en el estudio argentino antes citado: «Homosexuali
dad, travestismo, pedofilia, narcisismo, scoptofilia o voyeurismo, pigmalionis-
mo, exhibicionismo, sadismo, masoquismo, fetichismo, gerontofilia, sodomía,
bestiofilia o zoofilia, triolismo, incesto.» A éstas se añaden otras que el autor no
puede estudiar: «vampirismo, necrofilia, ingestión de cadáveres y canibalismo, os-
fresiofilia (atracción por los malos olores) y tanatofilia (placer por la muerte)». Por
si la intención del estudio no queda clara, el autor afirma que «las perversiones
casi siempre tienen relaciones más o menos estrechas entre sí» [...] Por ejemplo,
«en los homosexuales, con frecuencia se observan tendencias a la pedofilia y al
travestismo». Cukierman, 1983:36, 38 y 39.
Los efectos terapéuticos de los discursos científicos 343
Lorde, Audre (1993), Zami, Sister Outsider, Undersong, Nueva York, Qua
lity Paperback Book Club, p. 44. La cita proviene del texto titulado «The trans
formation of silence into language and action», integrado en la recopilación de en
sayos y conferencias de Audre Lorde Sister Outsider, obra publicada en 1984.
Zami. A new spelling of my name se publicó por primera vez en 1982, mientras
que la recopilación de poemas Undersong incluye composiciones fechadas entre
1968 y 1992.
Los discursos en primera persona 545
2 Estos textos son: Le petits bougres au manège, anónimo de 1790 que reivin
dica el derecho al uso y disfrute del propio cuerpo como propiedad inalienable.
En un tono apologético y lenguaje popular, el autor sostiene que si las prostitutas
gozaran de buena salud y si las vaginas tuvieran la estrechez del ano, los “amantes
del culo” volverían al “cono”. Los otros son: Les enfants de Sodome, del mismo
año y Liberté ou Mademoiselle Raucourt, anónimo de 1791, inspirado en una actriz
(Françoise Marie Antoinette Joseph Saucerotte, protegida de Marie Antoinette), y
donde se afirman el amor y el sexo lesbiano. Estos panfletos aparecen en Blasius,
Mark y Phelan, Shane (comps.) (1997), We are everywhere. A historical sourcebo
ok of lesbian and gay politics, Nueva York y Londres, Routledge.
Incluso las visiones más hostiles podían dar lugar a interpretaciones positi
vas. Por ejemplo, la “teoría de la degeneración”, según la cual los y las invertidas
llevaban una determinada tara genética, era reformulada por Hirschfeld con una
Los discursos en primera persona 341
■* Tales términos o tales referentes no serán objeto de análisis, toda vez que
han caído en desuso. No sólo las implicaciones de las realidades que designan han
cambiado de forma substancial, sino que además han sido substituidos por equi
valentes poderosamente connotados. Así por ejemplo, la paidofilia / pedofilia (y la
pederastia) son en la actualidad el marco de análisis demonizado de las relaciones
que se establecen entre la infancia y la adolescencia y el mundo adulto, y si la per
sona adulta es estigmatizable, tiene un nombre (paidófila o pederasta), el / la
menor ni siquiera tiene un nombre que darle a su deseo. A no ser que ya no sea
tan joven y que la persona a la que ame sea mucho mayor, en cuyo caso puede ser
calificado de (o reconocerse como) “gerontófilo/a”. La ausencia de un vocabula
rio que dé cuenta del deseo o los sentimientos de los y las jóvenes y que sea ajeno
a las connotaciones penales o médico-psiquiátricas es un factor que inmoviliza y
oprime aún hoy la posibilidad de vivir afectos o placeres en la “adolescencia”.
Los discursos en primera persona 351
® Lauritsen y Thorstad, 1977:25. Ulríchs fue el primer teórico de una larga lis
ta de investigadores que consideró que el establecimiento de una base biológica
del uranismo conduciría a un tratamiento igualitario. Publicó sus primeros es-
356 Los discursos articulados y sus implicaciones
’’ Editorial del primer número del “bollo-zine” del grupo madrileño L.S.D.
No« Grata, junio de 1994.
David (1996), «Insumisión Rosa (Juicios)», en Gays e Insumisión {dos
sier}, Iruña-Pamplona, EHGAM Nafarrosa. David Amor, militante del grupo ma
drileño La Radical Gai, fue juzgado por insumisión al servicio militar en 1995.
Los activistas de La Radical Gai se manifestaron en la puerta del juzgado con una
pancarta que decía «Amor Insumiso».
372 Los discursos articulados y sus implicaciones
Ambas expresiones han sido utilizadas por dos grupos madrileños: Les
bianas Sin Duda (L.S.D.) y La Radical Gai. En el contexto del Estado español,
la utilización por parte de grupos reivindicativos de términos considerados
ofensivos (“marica”, “maricón”, “bollera”, “tortillera”, etc., o los equivalentes
en otras lenguas del Estado), aún era a principios de los años noventa minori
taria y excepcional. En pocos años, no obstante, la evolución y la diversificación
de un movimiento progresivamente plural ha dado lugar a la adopción de esta
estrategia, bien por parte de nuevos grupos, bien por parte de otros con más tra
dición.
376 Los discursos articulados y sus implicaciones
Del Bollo, Liliana y Fuckar, Fefa (1995), «De la necesidad de una acción
lesbiana», Non Grata, 111, junio, p. 19.
28 Griggers, Cathy (1993), «Lesbian bodies in the age o£ (post)mechanical re
production», en Wamer (comp.), 1993, p. 183. Sobre la conveniencia o inevita-
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