1 - Teología Litúrgica
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Teología de la Celebración
El hombre por naturaleza es un ser celebrante y es ésta una de sus manifestaciones que lo
aproximan a su plena realización: el hombre no puede dejar de celebrar, si lo hace
mutilaría algo de sí, dejaría de ser él mismo. Pero ¿qué tiene que ver la celebración con el
hombre? Tiene que ver mucho, pues ella se basa en la dimensión expresiva y festiva del
hombre, dimensión innata y esencial en él.
El hombre es un “animal religioso”, está religado al Absoluto (vive una constante relación
con Dios), que lo llama a religarse también con “los otros”. Los hombres construyen de
esta manera un sistema solidario de creencias (religión) para religarse con “el totalmente
Otro”. Esta religación la ejecutan desde la celebración, pues el hombre quiere celebrar
siempre el encuentro de gozo con el Absoluto, fin y verdad de su existencia.
El Concilio Vaticano II recordó que las acciones litúrgicas pertenecen a la Iglesia y tienen
como sujeto a todo el Pueblo de Dios (cf. SC 26). El Catecismo de la Iglesia Católica utiliza
también esta categoría en el título de la segunda parte, y dedica a este concepto un
capítulo (cf. CEC 1135-1209).
Entonces, para que la Liturgia sea una Celebración, es necesario que asuma y transforme
la vida, y para ello tener una comunidad viva, porque participa de la vida, es decir, es
solidaria con “los gozos y esperanzas, tristezas y angustias” de nuestro pueblo. Sólo una
comunidad solidaria con la historia, que vive inserta en el proceso del país podrá rezar
válidamente sin alienación.
La celebración tiene como núcleo central el Misterio Pascual del Señor. Este Misterio
Pascual del Señor debemos descubrirlo y celebrarlo en nuestra historia, pues Él nos salvó
en la historia y nos sigue salvando en ella.
1. Desde la antropología
1. Debemos rescatar el carácter de “acción total”, tanto a nivel personal y social que posee
la celebración. Por lo tanto, la celebración tiene una dimensión ritual: celebrar es actuar
ritualmente, de manera significativa, movidos por un acontecimiento. En este sentido la
celebración es la liturgia de la acción. Desde este punto de vista la celebración posee
cuatro componentes: el acontecimiento que motiva la celebración, la comunidad que se
hace asamblea celebrante, la acción ritual y el clima festivo que lo llena todo.