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prematrimoniales
Archidiócesis de Toledo
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CURSOS prematrimoniales Archidiócesis de Toledo Tema
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TEMA 3
¿SOLOS ANTE EL PELIGRO?
IDEAS CLAVE
ESQUEMA
· Texto Bíblico
· Introducción
· ¿Qué es un Sacramento?
· La celebración cristiana del Matrimonio.
· Preguntas para el diálogo en grupo.
· Oración
· Material complementario: bibliografía, páginas web y videoteca.
CURSOS prematrimoniales Archidiócesis de Toledo 4
Diapositiva nº 4
TEXTO BÍBLICO
“Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los
dos una sola carne. Este es un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En
una palabra, que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la
mujer respete al marido.”
Efesios 5,31-33
INTRODUCCIÓN
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Este Dios, que en la creación mostró su amor y en cuyo vértice plasmó al hombre
a su imagen y semejanza, aún recibiendo la desobediencia del mismo, no lo abandonó
a su propia suerte. A lo largo de todo el Antiguo Testamento se hace el encontradizo,
buscando a su creatura y mostrándole su misericordia con la esperanza cierta de un
Mesías, de un Salvador.
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de la apertura de aguas del mar Rojo. Dios muestra su amor y realiza la salvación
por medio de palabras y obras. Y es así como se va revelando progresivamente a su
pueblo a través de todas las páginas del Antiguo Testamento.
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2. ¿QUÉ ES UN SACRAMENTO?
Estas acciones son las que denominamos sacramentos. Al igual que Dios
en el AT y NT manifestó su amor y salvación por medio de palabras y obras, ahora en
el tiempo de la Iglesia Dios sigue hablando, revelándose al hombre, otorgándole su
salvación, por medio de palabras y obras, que es lo que albergan los sacramentos.
Signo sensible: se refiera a que son gestos o acciones, palabras que todos
nuestros sentidos pueden percibir. El “signo” apunta a algo externo a sí mismo. Un
ejemplo de la vida cotidiana sería el humo; este indicaría la presencia de fuego en un
lugar. Se percibe por nuestra vista, por nuestro olfato. El signo nos orienta de algún
modo hacia lo que significa o expresa. Es como un mensaje que indica o representa
otra realidad. Además del signo, está el “símbolo”, que es un lenguaje cargado de
más connotaciones. Él mismo “es” ya de algún modo la realidad que representa, nos
introduce en un orden de cosas al que él mismo pertenece. Por ejemplo, para felicitar
el cumpleaños a una persona lo hacemos con un lenguaje simbólico: una tarta con
sus velas, un regalo... constituye todo un símbolo. Así en los sacramentos por medio
de palabras y acciones (signos) se apunta a una realidad más profunda e invisible (la
2 Las dos casas que Jesús describe, construidas sobre roca o sobre arena (cf. Mt 7,24-27),
son expresión simbólica de tantas situaciones familiares, creadas por las libertades de sus miembros,
porque, como escribía el poeta, «toda casa es un candelabro».(Cfr.AL.8)
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Estos signos perceptibles han sido instituidos por Cristo. Este instituir, nos
recordaba el concilio de Trento (siglo XVI) y el Catecismo de la Iglesia Católica que no
lo hemos de entender de modo jurídico. Instituire significa que Cristo quiso, a través de
estas acciones, que lógicamente en la Liturgia se han ido articulando progresivamente,
comunicar su salvación (“Lo que era visible en Cristo ha pasado a los sacramentos de
la Iglesia”. San León Magno, Sermón 74,2).
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Lo visible nos lleva a lo invisible. Dios asumiendo nuestro lenguaje nos comunica
su salvación, misteriosa pero eficazmente. Y esto lo realiza en todos los sacramentos,
que son siete. Cada uno tiene unos efectos concretos, todos ellos nos hacen crecer y
robustecen en la fe. Se pueden agrupar del siguiente modo: los de Iniciación cristiana:
Bautismo, Confirmación y Eucaristía; los de sanación: Reconciliación y Unción de
enfermos; y los de servicio o vocación específica: Orden y Matrimonio.
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Ahora bien, siendo que todos estamos llamados a la santidad, a ser felices, a
ir al cielo, Dios nos ofrece a cada uno un camino concreto para alcanzar dicho fin. A
vosotros os regala la vocación matrimonial.
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3 El sacramento del matrimonio no es una convención social, un rito vacío o el mero signo
externo de un compromiso. El sacramento es un don para la santificación y la salvación de los
esposos, porque «su recíproca pertenencia es representación real, mediante el signo sacramental, de
la misma relación de Cristo con la Iglesia. Los esposos son por tanto el recuerdo permanente para la
Iglesia de lo que acaeció en la cruz; son el uno para el otro y para los hijos, testigos de la salvación,
de la que el sacramento les hace partícipes». El matrimonio es una vocación, en cuanto que es una
respuesta al llamado específico a vivir el amor conyugal como signo imperfecto del amor entre Cristo y
la Iglesia. Por lo tanto, la decisión de casarse y de crear una familia debe ser fruto de un discernimiento
vocacional. (Cfr. AL. 72)
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¿Qué quiere decir? Que por medio del matrimonio Dios sigue dando al
esposo y a la esposa la fuerza que necesitan para ser fieles el uno al otro. En
Cristo ambos tienen el modelo de fidelidad. ¿Cómo se han de amar? Fielmente, como
Cristo se entregó por su amada esposa, la Iglesia (cf. Ef 5, 21-33): sin condiciones y
siempre. Y además no solo encuentran un modelo en Cristo, sino la fuerza para hacer
esto posible. Cada uno de los esposos ha de reconocer en el otro al mismo Jesús y
ser corresponsable de su salvación. Así el matrimonio cristiano es un camino seguro
y precioso para llegar al cielo.
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Al inicio el sacerdote hace una monición introductoria para recibir a los novios
e invitar a estos y a todos los que os acompañarán en este día a caer en la cuenta
de que aquel no es un mero acto social, sino que es una celebración muy importante
para vosotros. El amor que un día surgió entre vosotros, no de forma casual, sino
preparado y urdido con detalle por Dios. Él mismo lo quiere sellar y bendecir junto a
su altar. Por esta razón todos son invitados a orar para que Dios conserve y acreciente
en vosotros el amor que os profesáis.
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5 En la mitología griega había una divinidad que se hacía vulnerable en la medida en que se
alejaba de la tierra. En este punto era vencida por el resto de dioses, pero en la medida en que se
aproximaba a la misma tierra recobraba el vigor y era capaz de derrotar a todos. El “altar” es la “tierra”
propia de cada matrimonio. Es ahí donde Dios ha sellado y bendecido su unión. Si el matrimonio es
consciente y cuida su relación con Cristo en la Eucaristía es fuerte y hace frente a todas las dificultades
y crisis que puedan sobrevenir.
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ESCRUTINIO
Tres son los interrogantes que el sacerdote os dirigirá y que constituyen la esencia del
matrimonio que vais a contraer. Estos mismos interrogantes forman parte del “Expediente
matrimonial” que en los meses previos tendréis que realizar y que se os explicará en estos
días. Es en la celebración donde cobra valor aquella declaración haciéndose público vuestro
firme propósito para toda una vida. ¿Cuáles son estas preguntas?
Las siguientes preguntas atañen al plan amoroso de Dios sobre el matrimonio: los
dos fines señalados en el Libro del Génesis y con los que Cristo eleva el matrimonio a la
categoría de sacramento entre bautizados. Los fines del matrimonio son el amor y la
ayuda mutua, la procreación de los hijos y la educación de estos. (cf. CEC n. 1055;
Familiaris Consortio n. 18; 28). Además, las propiedades esenciales del matrimonio son la
unidad y la indisolubilidad, que en el matrimonio cristiano alcanzan una particular firmeza
por razón del sacramento (cf. CDC c. 1056).
6 Según la tradición latina de la Iglesia, en el sacramento del matrimonio los ministros son el
varón y la mujer que se casan quienes, al manifestar su consentimiento y expresarlo en su entrega
corpórea, reciben un gran don. Su consentimiento y la unión de sus cuerpos son los instrumentos
de la acción divina que los hace una sola carne. En el bautismo quedó consagrada su capacidad de
unirse en matrimonio como ministros del Señor para responder al llamado de Dios. Por eso, cuando
dos cónyuges no cristianos se bautizan, no es necesario que renueven la promesa matrimonial, y
basta que no la rechacen, ya que por el bautismo que reciben esa unión se vuelve automáticamente
sacramental. El Derecho canónico también reconoce la validez de algunos matrimonios que se
celebran sin un ministro ordenado. En efecto, el orden natural ha sido asumido por la redención de
Jesucristo, de tal manera que, «entre bautizados, no puede haber contrato matrimonial válido que
no sea por eso mismo sacramento». La Iglesia puede exigir la publicidad del acto, la presencia de
testigos y otras condiciones que han ido variando a lo largo de la historia, pero eso no quita a los dos
que se casan su carácter de ministros del sacramento ni debilita la centralidad del consentimiento
del varón y la mujer, que es lo que de por sí establece el vínculo sacramental. De todos modos,
necesitamos reflexionar más acerca de la acción divina en el rito nupcial, que aparece muy destacada
en las Iglesias orientales, al resaltar la importancia de la bendición sobre los contrayentes como
signo del don del Espíritu. (Cfr. AL. 75)
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El amor conyugal lleva a la unión de los esposos, de la cual nacen los hijos,
corona y bendición de aquél. De la responsabilidad se os hablará más adelante,
en ella vemos la belleza de la sexualidad, vehículo para cooperar con Dios en su
Creación engendrando a los hijos. Además, os comprometéis a educarlos según la
ley de Cristo y de su Iglesia. Ante Dios adquirís este compromiso noble y apasionante.
Vuestra boda es una oportunidad para abrir y renovar vuestra vida cristiana. Pero
para educar cristianamente a vuestros hijos, vosotros sois los primeros que debéis
sentir la urgencia de Dios en vuestras vidas. La educación en la fe se transmite ante
todo por el ejemplo y la coherencia de la propia vida cristiana como algo natural.
En estas dos últimas preguntas vemos los tres bienes del matrimonio que
señala san Agustín: el bien de la prole (que implica la apertura a la vida), el bien
de la fidelidad (relacionado con la unidad) y el bien del sacramento (relacionado
con la indisolubilidad). También estos tres bienes son elementos esenciales del
matrimonio. Expliquemos brevemente estos tres regalos que Dios os da en vuestro
matrimonio que no hacen otra cosa que indicar las razones precisas de la bondad de
la institución matrimonial. El primero de los bienes es el bien de la prole, por el que
los esposos son llamados a una especial participación en el amor y poder creador de
Dios, convirtiéndose en cooperadores del amor de Dios y siendo sus intérpretes. El
segundo de los bienes es el bien de la fidelidad, que consiste en la mutua lealtad de
los esposos, cumpliendo así el contrato matrimonial y convirtiéndose en un elemento
que contribuye a la bondad del mismo matrimonio por el hecho de unir al hombre y
a la mujer en una comunidad de vida fiel, que protege el amor recíproco y ayuda a
la comunión interpersonal. El último de los bienes, es el bien del sacramento, que
7 El matrimonio es en primer lugar una «íntima comunidad conyugal de vida y amor», que
constituye un bien para los mismos esposos, y la sexualidad «está ordenada al amor conyugal del
hombre y la mujer». Por eso, también «los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden
llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente». No obstante, esta unión está
ordenada a la generación «por su propio carácter natural». El niño que llega «no viene de fuera a
añadirse al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es
fruto y cumplimiento». No aparece como el final de un proceso, sino que está presente desde el inicio
del amor como una característica esencial que no puede ser negada sin mutilar al mismo amor. Desde
el comienzo, el amor rechaza todo impulso de cerrarse en sí mismo y se abre a una fecundidad que lo
prolonga más allá de su propia existencia. Entonces, ningún acto genital de los esposos puede negar
este significado, aunque por diversas razones no siempre pueda de hecho engendrar una nueva vida.
(Cfr. AL. 80)
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CONSENTIMIENTO8
8 A veces, los novios no perciben el peso teológico y espiritual del consentimiento, que ilumina
el significado de todos los gestos posteriores. Hace falta destacar que esas palabras no pueden ser
reducidas al presente; implican una totalidad que incluye el futuro: «hasta que la muerte los separe».
El sentido del consentimiento muestra que «libertad y fidelidad no se oponen, más bien se sostienen
mutuamente, tanto en las relaciones interpersonales, como en las sociales. Efectivamente, pensemos
en los daños que producen, en la civilización de la comunicación global, la inflación de promesas
incumplidas [
] El honor de la palabra dada, la fidelidad a la promesa, no se pueden comprar ni vender.
No se pueden imponer con la fuerza, pero tampoco custodiar sin sacrificio». (Cfr. AL. 214)
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Es esto lo que el sacerdote confirma ante todos los presentes, que son
testigos de vuestro amor que Dios ha sellado: “El Señor confirme con su bondad
este consentimiento vuestro que habéis manifestado ante la Iglesia, y os otorgue su
copiosa bendición. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.
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LAS ALIANZAS
Son signo del amor fiel, exclusivo e indisoluble que Dios ha sellado entre los
esposos. En la cultura egipcia su redondez era signo de eternidad. Al entregároslos
el uno al otro manifestáis este deseo de fidelidad para toda la vida. El hecho de llevar
la alianza os recordará que os debéis fidelidad constante. Cuando no estéis el uno
con el otro al mirar la alianza en la mente y el corazón brotará espontáneamente el
recuerdo del ausente. Asimismo, es un signo ante los demás de vuestro compromiso
y constituye un recuerdo permanente de que vuestra vida está ya entregada a una
persona y ha de ser respetada. Pertenecéis en Cristo el uno al otro y a nadie más9.
LAS ARRAS
9 Una de las antiguas liturgias preveía al salir de la celebración, en el atrio de la iglesia un rito
muy profundo. A los esposos se les entregaba una copa de cristal llena de vino. Entrelazando sus
brazos cada uno daba de beber al otro en su propia copa. Una vez habían sumido el vino, cada uno
lanzaba la copa que era destruida. El significado era que del corazón del esposo solo podía beber la
esposa y viceversa. Cada uno de esos corazones estaba entregado a una persona, a nadie más le
corresponde mendigar el amor que Dios ha sellado.
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Diapositiva nº 19
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CONCLUSIÓN
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ORACIÓN
Amén.
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15 Tema
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A) BIBLIOGRAFÍA
B) PÁGINAS WEB