Comentario de La Ley de Recursos Hídricos
Comentario de La Ley de Recursos Hídricos
Comentario de La Ley de Recursos Hídricos
La Ley tiene aspectos que permiten alguna flexibilidad para adaptar el manejo del agua a
las condiciones particulares de cada zona del país. También, abre posibilidades de auto
sostenibilidad para las organizaciones de aguas. Sin embargo, contiene aspectos
negativos que se repiten de versiones anteriores. Tal como está, se estructuraría una
organización dependiente de las autoridades del gobierno sin autonomía y, por tanto, con
bajas posibilidades de continuidad. Pretende ser descentralizada, pero, en esta versión,
en contraste con una versión anterior, se muestra un retroceso cuanto a los objetivos y
facultades de los Consejos.
Los Consejos que pueden ser una buena solución para descentralizar el manejo del agua
deben corregirse en cuanto a sus atribuciones, su composición y su condición de
autonomía. También, se debe dejar claro que no son la única forma de descentralizar la
organización y se debe diferenciar el papel del Estado como autoridad del papel de las
organizaciones de usuarios financieramente sostenibles con autonomía para el manejo
del agua.
Cuando se haga referencia a “la Ley” se entiende que se trata de la Ley de Recursos
Hídricos, Ley Nº 29338, y cuando se haga referencia a “el Reglamento” se refiere a este
Reglamento.
El Reglamento es de aplicación a todas las entidades del sector público nacional, regional
y local que ejercen competencias, atribuciones y funciones respecto a la gestión y
administración de recursos hídricos continentales superficiales y subterráneos; y, a toda
persona natural o jurídica de derecho privado, que interviene en dicha gestión. Asimismo,
es de aplicación, en lo que corresponda, para aquellas entidades con competencias sobre
el agua marítima y el agua atmosférica, las que se rigen por su legislación especial siempre
que no se oponga a las disposiciones de la Ley.
Por lo que respecta a la posición del individuo en cuanto beneficiario del derecho
fundamental al agua potable, el Estado se encuentra en la obligación de garantizarle /
cuando menos tres cosas esenciales: el acceso, la calidad y la suficiencia. Sin la presencia
de estos tres requisitos, dicho atributo se vería desnaturalizado notoriamente al margen
de la existencia misma del recurso. No se trata, pues, de proclamar que el agua existe,
sino de facilitar un conjunto de supuestos mínimos que garanticen su goce o disfrute por
parte del ser humano o individuo beneficiario.
Este acceso debe suponer que desde el Estado deben crearse, directa o indirectamente
(vía concesionarios), condiciones de acercamiento del recurso líquido a favor del
destinatario. Para tal efecto, varios pueden ser los referentes: a) debe existir agua,
servicios e instalaciones en forma físicamente cercana al lugar donde las personas
residen, trabajan, estudian, etc.; b) el agua, los servicios y las instalaciones deben ser
plenamente accesibles en términos económicos, es decir, en cuanto a costos deben
encontrarse al alcance de cualquier persona, salvo en los casos en que por la naturaleza
mejorada o especializada del servicio ofrecido, se haya requerido de una mayor inversión
en su habilitación; c) acorde con la regla anterior, no debe permitirse ningún tipo de
discriminación o distinción cuando se trata de condiciones iguales en el suministro del
líquido elemento. Desde el Estado debe tutelarse preferentemente a los sectores más
vulnerables de la población; d) debe promoverse una política de información permanente
sobre la utilización del agua, así como sobre la necesidad de protegerla en cuanto recurso
natural.
Similar criterio ha de invocarse para los servicios o instalaciones cuyo deterioro natural no
debe servir de pretexto para la generación de perjuicios sobre el líquido elemento.
Cumplido su periodo natural de existencia, dichos servicios o instalaciones deben ser
sustituido por otras que ofrezcan iguales o mejores estándares de calidad.
Estos Derechos Humanos, por violar los derechos colectivos que protege esta disposición
convencional, uno de los cuales es el de propiedad indígena y tribal. Estos derechos han
sido elaborados a partir de una interpretación evolutiva, donde el diálogo judicial y la
coordinación con el derecho internacional extra interamericano y el derecho comparado
juegan un papel central. El debido respeto de estos derechos requiere conocer bien la
jurisprudencia judicial de donde emanan.
La Comisión alegó que “el presente caso ilustra la persistencia de factores de
discriminación estructural en el ordenamiento jurídico, en lo relativo a la protección de su
derecho a la propiedad del territorio ancestral y los recursos que allí se hallan” puesto que
pese a los avances generales de su ordenamiento jurídico en reconocer los derechos de
los pueblos indígenas persisten disposiciones jurídicas en el Ordenamiento civil, agrario y
administrativo que se aplicaron en este caso y que determinan el funcionamiento del
sistema estatal en forma discriminatoria, ya que se privilegia la protección del derecho a
la propiedad privada racionalmente productiva sobre la protección de los derechos
territoriales de la población indígena. A su vez los representantes indicaron que existe una
política de discriminación que reporta un patrón sistemático fácilmente observable y que,
además, goza de un elevado consenso, con lo cual se está conduciendo aceleradamente
al deterioro extremo de las condiciones de vida de las comunidades indígenas en general.
La supuesta imposibilidad fáctica y jurídica acerca de la titularidad de las tierras, no es
otra cosa que la aplicación deliberada de una política racista y discriminatoria. A mi juicio
si bien existe cierta discriminación de parte de la población hacia los indígenas por una
herencia del colonialismo, a través del sistema educativo se trata de revertir, no existe un
acuerdo deliberado ni consenso de aplicación de una política racista ni discriminatoria,
que privilegia la protección del derecho a la propiedad privada racionalmente productiva
sobre la protección de los derechos territoriales de la población indígena. Entiendo que no
se viola el deber de no discriminar, aunque en realidad falta adecuar la legislación para
agilizar los trámites de acceso de las comunidades indígenas a sus tierras ancestrales,
coincidiendo con el criterio de la Corte, pero entretanto se aplica las normas
constitucionales tales como las que garantizan la propiedad privada, que es inviolable y
del que solo puede ser privado por expropiación, por sentencia judicial, previo pago de
una justa indemnización e igualmente en razón de la primacía de la Constitución por sobre
todo tratado o convenio internacional y la expresa mención de que carecen de validez
todas las disposiciones o actos de autoridad opuestos a lo establecido en la Constitución.
Por lo demás, se debería valorar los ingentes recursos asignados por el Estado en los
últimos años para la adquisición de tierras.