13 Lecciones de Doctrina Bíblica
13 Lecciones de Doctrina Bíblica
13 Lecciones de Doctrina Bíblica
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13 LECCIONES
PRÓLOGO
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CONTENIDO
1. DIOS 6
2. JESÚS, EL CRISTO 17
3. LA BIBLIA 29
4. LA IGLESIA 40
5. LA FE 50
6. EL ARREPENTIMIENTO 60
7. EL BAUTISMO 71
8. LA CENA DEL SEÑOR 82
9. LA ORACIÓN
10. EL DAR
11. EL DAR EN EL NUEVO TESTAMENTO
12. LA MISIÓN DE LA IGLESIA
13. LA VENIDA DEL SEÑOR
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DIOS
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¿Hay un Dios? si lo hay, ¿cómo es Él? ¿Tiene cuidado de nosotros?
¿Qué pide de nosotros? La respuesta a estas preguntas determinará el cur-
so y el final de cada vida.
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todo el mundo. La Tierra ha venido realizado estos viajes por miles de
años, ¿cómo se puede dar una explicación a ello? Un Dios sabio y po-
deroso es la respuesta más acertada.
D. La naturaleza lo prueba. El salmista declaró: “ Los cielos cuentan
la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo
19:1). Pablo añade en Romanos 1:20: “Porque las cosas invisibles de él, su
eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del
mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que
no tienen excusa.” Cuando vemos el universo que nos rodea, podemos
estar segurosde que hay un Dios que es sabio y poderoso. La gente que
rechaza esta evidencia, no tiene excusa para su incredulidad. Alguien es-
cribió: “Si la palabra ‘DIOS’ estuviera escrita en cada hoja de los árboles,
mostrada en cada nube, grabada en cada piedra de granito, la evidencia
inductiva de que Dios está en el mundo no sería tan fuerte como lo es
ya.” Cuando la inteligencia humana piensa en términos de finalidad con
el “mundo” como su premisa, el “luego entonces” de ese silogismo sería
“DIOS.” El universo es un gigantesco anuncio con la palabra “DIOS.”
E. La intuición lo requiere. El hombre reconoce intuitivamente a un
Ser supremo y desea adorarlo. Esto ocurre en la mayoría de las tribus
paganas. Pablo notó que esto era una realidad entre los idólatras de At-
enas (Hech. 17:23). ¿Dónde obtuvo el hombre este conocimiento y este
concepto de un ser divino? Los animales no lo tienen. El hecho de que el
hombre sea el único religioso de entre toda la creación es prueba de que
ese conocimiento fue puesto en él por su diseñador: DIOS. El ateo es in-
capaz de explicarlo de otro forma. Esta era escéptica está rechazado a Dios
mientras nada en un mar de evidencias de Su existencia.
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infinito. Cuando Moisés preguntó a Dios Su nombre (Éxo. 3:14), Éste le
contestó: “Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros”; es
otra forma de decir “JEHOVÁ EL QUE ES.” Este nombre indica clara-
mente que Dios es eterno (Salmo 90:2).
El nombre “ELOIM” es aplicado a Dios en Génesis 1:1 y en otras
partes del Antiguo Testamento y significa “EL PODEROSO;” esto se re-
fiere a Su omnipotente (todopoderosa) naturaleza, y se usa especialmente
en relación con la creación.
El término “ADONAI,” que quiere decir “SEÑOR, MAESTRO” es
aplicado muy seguido a Dios, e indica Su autoridad sobre el hombre y
toda la creación.
La creación física nos puede decir que hay un Dios, y la Biblia también
lo dice (la Biblia es la revelación de Dios que nos dice cómo se Su físico).
Veremos algunos de sus atributos.
A. Su unidad – Un Dios. Hay solamente un Dios: “Oye, Israel: Jehová
nuestro Dios, Jehová uno es” (Deut. 6:4). Con todo, hay tres personas en
la deidad: EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU SANTO. El término
“DIOS” es aplicado a cada uno de ellos (1ª a Cor. 8:6; Juan 1:1; Hechos
5:3,4). El término “DIOS” se usa más como una expresión de deidad que
como nombre propio.
La idea de tres personas en un solo Dios no pareció perturbar a los es-
critores del Nuevo Testamento. Ellos lo aceptaron aparentemente por fe,
comprendido la imposibilidad de que el hombre finito pudiera entender
completamente la naturaleza de un Dios infinito. En ciertos aspectos
el hombre como ESPÍRITU, ALMA y CUERPO (1ª a Tesal. 5:23). El
hombre es un espíritu con alma que vive en un cuerpo; y Pablo se con-
sidera así. Si el hombre no puede comprender su propia naturaleza, no
debe asombrarse si no puede comprender la naturaleza de Dios. Nosotros
lo aceptamos por fe, como lo hacemos con la mayoría de kas cisas de este
mundo.
B. Su santidad. Esta es una de las más grandes diferencias entre el
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Dios verdadero y los dioses creados por el hombre. Los dioses que crea el
hombre son pecadores y débiles como sus creadores. Un estudio de la mi-
tología griega demuestra la naturaleza pecadora de los dioses del Olimpo.
No hay duda de que cuando el hombre crea un dios, no inventa uno que
lo condene por sus pecados.
Esto no es aplicable a Jehová. Mientras que Israel estaba rendido a
dioses paganos, de naturaleza impía, Jehová tronó desde el Monte Sinaí:
“Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santos seréis,
porque santo soy yo Jehová vuestro Dios” (Lev. 19:2). El profeta Isaías
tuvo en el templo una visión de Dios con los serafines cantando fuerte-
mente: “Y el uno al otro toda la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6:3).
La primera petición de la oración modelos es SANTIFICADO SEA TU
NOMBRE (Mt. 6:9).
La santidad de Dios es lo que le motiva a odiar todo lo que es malo e
impío y a amar todo lo que es bueno y santo. El salmista cantó a Dios:
“Los insensatos no estarán delante de tus ojos; aborreces atodos lo que
hacen iniquidad” (Salmo 5:5). La santidad perfecta de Dios es lo que hace
imposible que Él sea tentado por el malo, y menos pecar (Stgo. 1:13).
Una mujer ataviada con vestido blanco aborrece la mugre y la suciedad
más que un excavador de tumbas. Entre más limpios seamos del alma,
tanto más detestaremos el pecado. Siendo que Dios es totalmente santo,
tiene un gran odio hacia todo lo malo. La destrucción de la Tierra por
medio del diluvio y la destricción final por medio de fuego son expre-
siones de la actitud de Dios hacia el pecado, debido a Su santidad.
El término “SANTO” significa en el Nuevo Testamento “UNO SEP-
ARADO” o el que vive una vida santa, piadosa. Todo hijo de Dios que
lleva una vida piadosa es un santo. Como hijos de un DIOS SANTO,
somos llamados a vivir como Él (1ª de Pedro 1:14-16).
C. Su amor. Este es el supremo atributo de Dios: “El que no ama, no
ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1ª de Juan 4:8). El amor es
la característica que más se acerca para describir la naturaleza de Dios (cf.
Isaías 63:7-9). El amor es el motivo incomparable que tuvo Jesús para
salvar a la humanidad perdida (Juan 3:16).
El amor de Dios se ve manifiesto cuando envió a Cristo para salvar al
hombre (1ª de Juan 4:9, 10). Su amor se nota también al incluir en Su
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familia a los que obedecen al evangelio (1ª de Juan 3:1). Su amor es supe-
rior a cualquier amor que el hombre pudiera tener (Rom. 5:6-8).
Podemos ver el amor de Dios en el cuidado providencial que tiene
por los hombres, y especialmente por los redimidos (Mt. 5:44-48; Rom.
8:28).
Su perdón continuo por nuestros pecados proviene de Su amor. El rey
Ezequías dijo: “He aquí, amargura grande me sobrevino en la paz, mas a
ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus
espaldas todos mis pecados” (Isaías 38:17).
El amor de Dios por nosotros induce en nosotros amor hacia Él: “le
amamos a él, porque él nos amó primero” (1ª de Juan 4:19). Su amor nos
motiva a que nos amemos unos a otros: “Amados, si Dios nos ha amado
así, debemos también nosotros amarnos unos a otros” (1ª de Juan 4:11;
cf. Juan 14:15).
D. Su misericordia. El amor de Dios es la base de Su misericordia,
como lo declara Juan 3:16. Pablo dice después: “Pero Dios, que es rico en
misericordia, por su gran amor con que nos amó aun estando nosotros
muertos en pecados, nos dió vida juntamente con Cristo (por gracia sois
salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en
los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros
las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en
Cristo Jesús” (Efe. 2:4-7).
Tres grandes palabras de la Biblia están unidas íntimamente: “AMOR,
MISERICORDIA, GRACIA.” El amor es la base de la misericordia de
Dios, y concede la gracia (o favor inmerecido) porque es misericordioso.
La más grande expresión de amor, misericordia y gracia de Dios fue
cuando Jesús vino a expiar nuestros pecados, “En esto consiste el amor:
no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a
nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1ª de
Juan 4:10). Dios podría habernos dejado morir en nuestros pecados, y
sería justo al hacerlo; pero decidió ser misericordioso y salvarnos aunque
no lo merecíamos.
Dios muestra a diario Su misericordia cuando contesta nuestras peti-
ciones de perdón. Nuestro inteligente Sumo Sacerdote, Jesús, y el trono
de la gracia son nuestros, “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono
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de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno so-
corro” (Heb. 4:16). El Señor “es paciente para con nosotros, no queriendo
que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2ª de
Pedro 3:9). ¡Cuán maravillosa es la misericordia de Dios!
E. Su poder – omnipotencia. Dios dice en Génesis 17:1: “Yo soy el Dios
Todopoderoso.” El Término “TODOPODEROSO” quiere decir que Su
poder no tiene límite. En Apocalipsis 19:6 el ejército celestial cantaba:
“¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!” Este poder
ilimitado es lo que permitió a Dios crear el mundo y conservarlo hasta el
día de hoy. Los milagros de la Biblia fueron hechos por el poder de Dios.
Los hombres encuentran difícil creer la historia de la creación en Génesis
y los milagros, porque han rechazado al omnipotente Dios. Jesús dijo:
“…para Dios todo es posible” (Mt. 19:26).
F. Su sabiduría – omnisciencia. Pablo canta un himo de alabanza en
Romanos 11:33 “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de
la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescritables sus
caminos!” El conocimiento y el entendimiento de Dios son ilimitados.
“Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; y Su entendimiento es
infinito” (Salmo 147:5).
El conocimiento de Dios es tan grande que abarca desde las cosas
pequeñas e insignificantes hasta los grandes hechos. Jesús dice que Dios
ve por el gorrión y que todos los cabellos de nuestra cabeza están contados
(Mt. 10:30). Juan escribe: “pues si nuestro corazón nos reprende, mayor
que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas” (1ª de Juan 3:20).
Dios conoce aun nuestros pensamientos: “Tú has conocido mi sen-
tarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Has
escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos.
Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes
toda” (Samo 139:2-4).
G. Su omnipresencia. Dios, siendo espíritu, puede estar en todos lados.
Él siempre está presente. Jehová declara: “¿Soy yo Dios de cerca sola-
mente, dice Jehová, y no Dios desde muy lejos? ¿Se ocultará alguno, dice
Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo
y la tierra? (Jere. 23:23. 24). David, en el Salmo 139, pensaba que no
había lugar adonde él fuera que no estuviera bajo el amor y el cuidado de
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Dios. Nosotros nunca estamos lejos de dios; como dijo Pablo a la audien-
cia pagana del Areópago: “para que busquen a Dios, si en alguna manera,
palpando, pueden hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno
de nosotros. Porque en el vivimos, y nos movemos, y somos; como al-
gunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo
somos” (Hech. 17:27, 28).
Dios no está limitado por el tiempo, porque es eterno; es ilimitado en
poder porque es omnipotente; Su omnisciencia significa que es ilimitado
en conocimiento y Su omnipresencia nos dice que no está limitado por
el espacio. “Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses, y Señor de
señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de per-
sonas, ni toma cohecho” (Deut. 10:17).
H. Su fidelidad. “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios
fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan
sus mandamientos, hasta mil generaciones” (Deut. 7:9). En medio del
constante cambio que se ve durante la vida, parece que nada es estable.
Toda la vida parece estar construida sobre arena movediza; pero ¡Dios
no es así! Humbolt, el explorador, relata su experiencia de un terremoto
en Sudamérica: “Cuando la tierra bajo él se meció como un bote en el
agua, los árboles cayeron, las piedras rodaron, y él sintió que nada estaba
quieto ni seguro; entonces vio hacia arriba; el Sol seguí allí, el cielo estaba
impasible.” Las cosas de esta vida cambian, Dios no. David dice: “Desde
el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. El-
los perecerán, mas tú permanecerás; y todos ellos como una vestidura se
envejecerán; como un vestido los mudarás, y serán mudados; pero tú eres
el mismo, y tus años no se acabarán” (Salmo 102:25-27).
La fidelidad de Dios se basa en Su inmutabilidad (Su naturaleza que
no cambia). Jehová dice: “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos
de Jacob, no habéis sido consumidos” (Malaquías 3:6). Sus métodos y
convenios con el hombre pueden cambiar, pero no Sus principios ni Su
carácter. Él no cambia; por eso, el hombre puede confiar en cualquier
promesa que Dios le haga. La omnipotencia de Dios reafirma Su fideli-
dad. Los hombres no pueden sostener sus promesas debido a que son
incapaces, por su debilidad, de cumplirlas.
El escritor de Hebreos pudo decir con toda confianza: “Mantengamos
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firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que
prometió” (Heb. 10:23).
14
PREGUNTAS
Ponga “V” o “F” (verdadero o falso) antes de cada severación, según
su criterio.
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Llene los espacios.
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JESÚS, EL CRISTO
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Jesús como el cumplimiento de las esperanzas mesiánicas de los judíos del
antiguo testamento. El nombre Jesucristo significa “EL MESÍAS QUE
VINO A LA TIERRA PARA SALVAR A LA HUMANIDAD PERDI-
DA”.
La pregunta lógica que sigue es: ¿Quién es este Jesús y este Mesías? Se
han dado muchas respuestas. Algunos de los judíos pensaron que era el
hijo de José y María (Mt. 13:55; Mar. 6:3); otros lo llamaron engañador
(Mt. 27:63); otros pensaron que era un profeta (Juan 6:14); algunos hoy
en día piensan que Él fue solamente un hombre que vivió una vida más
santa.
¿Qué dice la biblia, qué dice Jesús y qué dicen los apóstoles que lo
conocieron muy bien?
JUAN EL BAUTISTA DIJO QUE JESÚS ES EL HIJO DE DIOS.
“Y yo le vi, y he dad otestimonio de que éste es el Hijo de Dios” (Juam
1:34).
MARCOS DIJO QUE ES EL HIJO DE DIOS. “Principio del evan-
gelio de Jesucristo, Hijo de Dios” (Mar. 1:1).
PEDRO DIJO QUE ES EL HIJO DE DIOS. “Respondiendo Simón
Pedro, dijo, “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt. 16:16).
PABLO DIJO QUE ES EL HIJO DE DIOS. “… Dios envió a su
Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gál. 4:4).
“… el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (lc. 1:35).
LOS DEMONIOS DIJERON QUE ES HIJO DE DIOS. “…¿Qué
tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios?” (Mt. 8:29).
JESÚS MISMO DIJO QUE ES EL HIJO DE DIOS. “… El sumo
sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del
Bendito? Y Jesús le dijo: Yo soy…” (Mar. 14:61, 62; cf. Mt. 26:64 y Juan
10:36).
El testimonio culminante vino del PADRE cuando dijo: “este es mi
Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt. 3:17; cf. Mt. 17:5).
A. Poderes divinos y honores atribuidos a Jesús. Aunado al testimonio
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arriba indicado de la deidad de Cristo, se dice que Él posee poderes y
honores que pertenecen sólo a Dios.
1. Cristo tiene el poder para crear. Toda la biblia atribuye el poder de
crear a Dios (Gén. 1:1, Isa. 48:12, 13). En muchos pasajes de la Escritura
el mismo poder se le atribuye a Jesús (Juan 1:1-3; Efe. 3:8-11; Col. 1:16,
17).
2. Cristo tiene el poder de perdonar pecados. Este es un poder exclu-
sivo de Dios, pero en Lucas 5:20-25, Jesús dice que Él tiene poder de
personar pecados, y lo demuestra sanando al paralítico.
3. Cristo es un Ser digno de adoración. Dios es el único que debe ser
adorado; sin embargo, Dios concedió este honor a Jesús: “Porque el Padre
a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren
al Hijo como honran al Padre. El que no honra la Hijo, no honra la Padre
que le envió” (Juan 5:22, 23).
Estos poderes y honores son de Cristo, porque Él es el Hijo unigénito
que está en el seno del Padre (Juan 1:18). Cuando Jesús hablaba al pueblo
acerca de Dios, nunca usó el término “NUESTRO PADRE”. Nunca se
clasificó con los mortales para indicar igualdad. En Mateo 6:9 Jesús uspo
el término “PADRE NUESTRO”, pero estaba enseñando a Sus discípu-
los una forma de orar.
Jesús no es meramente un hombre, Él es el Hijo unigénito de Dios que
vino a la Tierra y vivió como un hombre por algunos años, pero Él es y
siempre ha sido en un solo sentido el HIJO DE DIOS.
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A. Jesús, nuestro salvador. El diccionario define “SALVADOR” como
“EL QUE SALVA” y por antonomasia es Jesucrito. Esta fase de la vida de
Jesús es, quizá, la que m{as brilla de todas.
El ángel dijo a José: “… llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a
su pueblo de sus pecados” (Mt. 1:21). El ángel del Señor dijo a los pas-
tores en la llanura de Judea: “… os ha nacido hoy, en la cuidad de David,
un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lc. 2:11). Jesús resumió su mis-
ión en la Tierra así: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar
lo que se había perdido” (Lc. 19:10).
Romanos 5:6-8 dice que cuando el hombre era aún débil e incapaz
de salvarse a sí mismo, cuando era un pecador que no merecía salvación,
Cristo murió para salvarle por la gracia y el amor de Dios. 1ª de Pedro
1:18, 19 dice que el hombre fue redimido, comprado y rescatado de la es-
clavitud no con oro ni plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como
de un cordero sin mancha ni contaminación.
Un misionero trabajando en África buscó por mucho tiempo una
palabra nativa que pudiese expresar la idea de “SALVADOR”. Un día
había gran conmoción en la aldea; y cuando este misionero se unió a la
muchedumbre congregada en la plaza, se encontró con un nativo pálido y
sangrado, narrando excitadamente su escapatoria de la fauces de un tigre.
Y usó cierta palabra para describir al que lo había salvado.
Inmediatamente el misionero escribió esa palabra, y al siguiente do-
mingo predicó a Jesús como el Salvador usándola. Cuando la gente se
congregó junto a él, después del culto, le dijeron: “Ahora comprendemos
que Jesús murió en la cruz para salvarnos del pecado y de Satán. Esto es
lo que tratabas de decirnos por muchas lunas”.
Este misionero dice: “He vivido cuatro años en África prácticamente
solo. He sido azotado por la fiebre treinta veces, tres veces atacado por
leones, varias veces por rinocerontes, varias veces emboscado por los nati-
vos; por catorece meses no vi un pedazo de pan, pero les diré que estaría
contento de sufrir todo esto de nuevo con tal de tener la satisfacción de
volver a llevar la palabra “SALVADOR” a otras tribus del África Cen-
tral”.
Muchas religiones ofrecen a sus seguidores esperanza de salvación
por medio del abuso y tortura del cuerpo. Otros, con observar ciertas
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máximas morales; y, aún, la esperanza es vaga. La máxima seguridad del
cristiano es que Dios salvó al hombre por el amor que le tiene, no por
las obras de la justicia que hacemos “… sino por su misericordia, por el
lavamiento de las regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,
el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Sal-
vador” (Tito 3:5, 6).
Sólo el cristianismo tiene un Salvador. Una razón más de porqué cree-
mos que ésta es la única religión verdadera.
B. Jesús, nuestro Señor. Ningún término es más expresivo, en cuanto a
la fe de los primeros cristianos, que el término “SEÑOR”. Pedro proc-
lamó en el día de Pentecostés que los judíos habián crucificado a Jesús,
pero que Dios le había hecho “SEÑOR Y CRISTO” (Hech. 2:36). En
Hechos 10:36 Pedro dice que Él es “SEÑOR DE TODOS”.
Pablo declara que nosotros confesamo con la boca a “Jesús como el
Señor” (Rom. 10:9). El creyente confiesa a Jesús como su Salvador, como
su Mesías o Cristo y, especialmente como su Señor. En Filipenses 2:9-11
Pablo explica: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio
un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se
doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de
la tieera; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de
Dios Padre”.
La expresión “SEÑOR” indica la soberanía de Cristo sobre Sus seguir-
dores — la iglesia (Colosenses 1:18). Él es el Maestro, y el cristiano es
siervo. La palabra SALVADOR indica lo que Cristo ha hecho y hace
por el creyente. La palabra “SEÑOR” refleja lo que el creyente tiene que
hacer por Cristo, su Salvador. A mucha gente le gusta leer y oír lo que
Cristo ha hecho por ellos; pero continuamente no muestran interés por
saber la respuesta que Cristo espera y requiere de ellos. ¡Si Cristo no es
Señor de todo, no podrá ser nuestro Señor en todo! Jesús dijo: “¿Por qué
me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lc. 6:46)- Es nec-
esario enfatizar más esta fase de Cristo hoy día.
C. Jesús, nuestro Mediador. La palabra “MEDIADOR” sugiere a uno
que “ESTÁ ENTRE DOS PARTES”. Esto implica que estas partes están
peleadas o difieren una de la otra, y este mediador se está esforzando por
traerlas a una armonía o acuerdo. Las Escrituras enseñan que cuando el
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hombre está en pecado está enemistado con Dios, alejado de Él y sin
esperanza.
Cristo vino y murió para hacer posible la paz entre Dio y el hombre,
sea judío sea gentil (Efe. 2:16).
Cristo murió en la cruz para remover (quitar) la barrera(el pecado) que
hay entre Dios y el hombre. Cuando el hombre acepta el perdón ofrecido
por Cristo por medio del evangelio, entonces puede reconciliarse con
Dios y ser uno con Él de nuevo.
Cristo fue el único apto para quitar esa barrera; ya que solamente Él es
sin pecado. Nadie puede morir por los epcados de otro mientras tenga sus
propios pecados. También es cierto que solamente Jesús puede ser media-
dor entre Dios y el hombre. Pablo escribe: “Porque hay un solo Dios, y un
solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1ª a Tim.
2:5). Jesús dice: “… nadie viene al Padre sino por mi” (Juan 14:6).
Un mediador debe tener conocimiento de las dos partes, y debe con-
cernirle el bienestar de ambas. Jesús, “siendo en forma de Dios”, antes de
venir a la Tierra, comprendió totalmente el lado de Dios, y después vino
a la Tierra para poder comprender el lado humano (leer Heb. 2:17, 18,
4:15, 16).
Así que Cristo Jesús es el único y perfecto “MEDIADOR” entre Dios
y el hombre.
D. Jesús, nuestro Profeta. Cuando la obra de Jesús es vista en su con-
cepto más amplio, se divide, generalmente, en tres oficios que Él ejerce:
PROFETA, SACERDOTE y REY.
En el Antiguo Testamento un profeta era uno que hablaba por Dios.
Amós dijo que él no era profeta por capacitación o hijo de alguno, sino
que era pastor o boyero y recogía higos silvestres; pero “Jehová me tomó
de detrás del ganado, y me dijo: Vé y profetiza a mi pueblo Israel. Aho-
ra, pues, oye palabra de Jehová…” (Amós 7:14-16). Los profetas iban
hablando el mensaje de Dios para el tiempo y necesidad presentes. Iban
prediciendo también eventos futuros.
El Antiguo Testamento señala sin error a un gran profeta que iba a ser
el revelador de Dios en la Tierra. En Deuteronomio 18:15 Moisés reveló:
“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová
tu Dios; a él oiréis.” Pedro nos relata que este profeta es Jesús (Hech.
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3:19-26).
Hebreos 1:1, 2 dice que Dios habiendo en otros tiempos, comunicado
Su mensaje al hombre de muchas maneras, pero “en estos postreros días
nos ha hablado por el Hijo”. Jesús fue el divino Maestro y revelador de la
voluntad de Dios para el hombre.
Como profeta, Jesús habló con autoridad, para que la gente conociese
que Él hablaba por Dios. “… la gente se admiraba de su doctrina; porque
les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mt.
7:28, 29). Y más aún, habló sencilla y claramente para que todos com-
prendieran. Gran multitud del pueblo le oía con gozo (Mar. 12:37). To-
dos estaban de acuerdo, hasta Sus enemigos: “… ¡Jamás hombre alguno
ha hablado como este hombre” (Juan 7:46).
El ministerio profético de Jesús, después de subir al cielo, fue continu-
ado por el Espíritu Santo que Jesús envió. Jesús dijo a Sus discípulos la
noche antes de morir: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el
Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará
todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).
Cuando leemos el Nuevo Testamento podemos aceptar por fe y com-
pleta seguridad que es el mensaje de Dios para nosotros. Jesús, el gran
Profeta de Dios dijo: “Mi doctrina no esmía, sino de aquel que me envió”
(Juan 7:16). “Yo hablo lo que he visto cerca del Padre…” (Juan 8:38).
E. Jesús, nuestro Sumo Sacerdote. Un sacerdote era un ministro o líder
en cualquier religión, ya sea pagana (Hech. 14:13) ya sea bíblica (Mt.
8:4). El sumo sacerdote era el guía de los sacerdotes. En el libro de los
Hebreos, Jesús es mencionado diez veces como el Sumo Sacerdote. Cristo
es considerado el verdadero Sumo sacerdote, del cual Aarón era sólo un
tipo. Todos los cristianos son sacerdotes (1ª de Ped. 2:9).
Sus trabajos son especificados en Hebreos 5:1: “Porque todo sumo
sacerdote tomado de entre los hombres en lo que a Dios se refiere, para
que presente ofrendas y sacrificios por los pecados”. La función del sumo
sacerdote en el periodo mosaico era dirigir la adoración a Jehová en el
templo y ofrecerle sacrificios en pro de la gente. Aarón, siendo humano y,
por tanto un somo sacerdote pecador, tenía que ofrecer sacrificio primera-
mente por su propio pecado y el de su familia (Lv. 16), y entonces podría
entrar por segunda vez al lugar santísimo, rociando sangre en el trono de
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la Misericordía (propiciatorio) por los pecados de Israel. Por medio de
este acto los pecados de Israel eran recordados año con año, hasta que
viniera “el CORDERO” de Dios a quitar por completo los pecados del
pueblo (Heb. 10:1-4).
1. Jesús es comisionado Sumo Sacerdote. En Hebreos 5:4-6 el escritor
narra que Jesús es hecho Sumo Sacerdote por Dios mismo: “Y nadie toma
para sí esta honra, sino el que es llamado por dios, como lo fue Aarón. Así
tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino
el que le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Como tambíen
dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de
Melquisedec”.
David sabía esto, y lo dijo en el Salmo 110:4. Ya hemos dicho que
Jesús es nuestro Profeta, Sumo Sacerdote y Rey. Es interesante notar que
Jesús no es un sumo sacerdote según el orden de Arón (Aarón era de la
tribu de Leví, la tribu sacerdotal). Los escritores del Nuevo Testamento
dan mucha importancia al hecho de que Jesús era de la casa y del linaje
de David (Lc. 2:4, 5; Cf. Mar. 11:10; Mt. 21:9). ¿Cómo pudo Jesús ser
Sumo Sacerdote, si procedía de la tribu de Judá, la tribu real? La respuesta
se halla en el hecho de que Jesús es Sumo Sacerdote según el orden de
Melquisedec (Heb. 6:20; 7:15-17). Melquisedec era superior a Abraham,
y era rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo (Heb. 7:1-4).
2. Su preparación. La preparación o entrenamiento de Jesúa para ser
nuestro Sumo Sacerdote empezó cuando Él dejó las glorias del cielo y
vino a la Tierra para ser uno de los que Él representa (Fil. 2:5-8).
Hebreros 2:14 revela que Jesús fue participante en “carne y sangre” de
la misma forma que nosotros. En Hebreos 4:15 Su preparación continúa
cuando es tentado en todo lo que nosotros somos tentados, y aún sigue
sin pecado. Podemos notar parte del entrenamiento para cumplir su ofi-
cio en Hebreos 5:8, donde leemos que Él aprendió la obediencia por las
cosas que sufrió, siendo así nuestro Sumo Sacerdote perfecto y completo.
Para interceder con propiedad entre Dios y el hombre, Jesús necesitó “…
ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y
fiel sumo sacerdote, en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del
pueblo. Pues en cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso
para socorrer a los que son tentados” (Heb. 2:17, 18).
24
Aparte de no tener pecado, no hay nada de la experiencia humana
que le sea desconocido. Hoy en día, como nuestro Sumo Sacerdote, fiel y
misericordioso, Él aboga ante Dios por Su pueblo, que está sitiado por el
pecado y la enfermedad (Heb. 4:15, 16; Rom. 8:33, 34).
3. Su ofrenda. Cuando Aarón hacía expiación por los pecados de Is-
rael bajo el Antiguo Testamento, usaba sangre de toros y de chivos para
el sacrificio a Dios. Cuando Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, ofreció Su
sacrificio a Dios, se ofreció a sí mismo. Hebreos 9:11, 12 dice: “Pero
estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por
el más amplio y perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no
de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino
por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo,
habiendo obtenido eterna redención”.
De Las Escrituras sacamos estos hechos:
a. El tabernáculo en que entró Jesús para ofrecer Su sacrificio no fue
una tienda en el desierto, ni en el templo de Jerusalén. La expiación no
fue hecha en el lugar santísimo en Jerusalén, sino en el mismo cielo ante
la presencia de Dios (Heb. 9:24).
b. Su altar de sacrificio no fue uno broceado en el patio del templo,
sino en una burda cruz en el monte Gólgota.
c. Su ofrenda no fue la sangre de los machos cabríos ni de becer-
ros, sino Su sangre preciosa, “… como de un cordero sin mancha y sin
contaminación” (1ª de Ped. 1:19). Él es el sacrificio y el sacrificador (Juan
10.17, 18).
d. El efecto de Su sacrificio. El efecto del sacrificio de Aarón en el
día de la expiación era un recordatorio anual, que no quitaba el pecado
(Heb. 10:4).
Sin embargo, cuando Jesús vino y ofreció Su sacrificio, no necesitó
ofrecerse a sí mismo cada año. Hebreos 9:26, “De otra manera le hubiera
sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero
ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre
por el sacrificio de sí mismo para quita de en medio el pecado”. Jesús of-
reció de una vez por todas el sacrificio perfecto que puso fin al sacrificio
animal, y quitó el pecado para siempre, haciendo posible la redención
eterna por Su sangre.
25
F. Jesús, nuestro Rey.
1. Jesús predicho para ser Rey. El tercer gran oficio de Cristo es REY,
y fue profetizado por Jeremías: “He aquí que vienen días, dice Jehová,
en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será
dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra” (Jer. 23:5; cf. Zac. 6:13).
Su reino procedió de Dios pero por medio del linaje de David. Ga-
briel dijo a María: “Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y
el Señor Dios le dará el trono de David su padre” (Lc. 1:32). Dios había
prometido a David que saldría de su simiente uno que iba a establecer un
reino que duraría para siempre (2ª de Sam. 7:12, 13), y esto se cumplió
en Jesús.
2. Jesús aclamado para ser Rey. Después de Su bautismo empezó a
predicar que el reino de los cielos estaba a la puerta. En Mateo 16:28 Jesús
predijo: “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no
gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo
en su reino”. Cuando Pilato preguntó a Jesús: “¿Eres tú el Rey de los
judíos?” Él le dijo: “tú lo dices”. Lo cual equivale a: SÍ (Lucas 23:3).
3. La naturaleza de Su reino. Jesús dijo que Su reino no era de este
mundo. En Juan 18:36 Jesús dice a Pilato: “Mi reino no es de este mun-
do; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para yo no
fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí”.
El reino de Jespus es espiritual (cf. Rom. 14:17; Heb. 1:8, 9). Cristo
es, por tanto, Rey, un Rey de verdad; el Rey de la salvación, Rey de la paz,
Rey de justicia. Su reino está en el corazón de cada humano para el gran
propósito de salvar sus alamas.
4. La duración de Su reino. Gabriel dijo a María en Lucas 1:33: “y re-
inará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. Pedro
exhorta a los cristianos a ser diligentes en tener segura su vocación y elec-
ción, “Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada
en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2ª de Ped.
1:11). Cristo, en Su reino mediador, es el que busca redimir al género
humano. Él continuará reinado por la eternidad; entonces veremos sobre
Su cabeza muchas coronas, y sabremos que Él es verdaderamente Rey de
reyes y Señor de señores (Apoc. 19:12, 16).
26
PREGUNTAS
Ponga “V” o “F” (verdadero o falso) antes de cada severación, según
su criterio.
27
Llene los espacios.
28
LA BIBLIA
29
Es el que más se ha vendido en el mundo; a razón de dos millones de
copias anuales, durante los últimos cien años. Ha sido traducido a mil
idiomas y dialectos. Es mucho más que cualquier otro libro.
Otro hombre escribió:
“La Biblia es para el mundo intelectual y moral lo que el Sol para los
planetas del sistema solar (el cimiento y una especia de luz y vida espiritu-
ales y eternos). No hay idea espiritual en toda la raza humana que no haya
salido de la Biblia. En cuanto los filósofos encuentren un rayo independi-
ente de la naturaleza, un teólogo encontrará la concepción espiritual del
hombre independiente del mejor libro” (Sistema Cristiano, pág. 3, por
Alejandro Campbell).
30
damientos de Dios y que enseñasen a sus hijos a guardarlos también:
“Aplicad vuestro corazón a todas las palabras que yo os testifico hoy, para
que las mandéis a vuestros hijos, a fin de ue cuiden de cumplir todas las
palabras de esta ley” (Deut. 32:46; cf. Heb. 4:12).
C. Las Sagradas Escrituras. Pablo se refiere a los escritos del antiguo
Testamento como las Sagradas Escrituras (Rom. 1:2); lo cual quiere decir
simplemente: “ESCRITORS SAGRADOS”. Tal expresión es usada en 2ª
a Timoteo 3:15. La palabra “ESCRITURA” quiere decir “ESCRITO”.
Este es el término comúnmente usado por nuestro Señor y Sus após-
toles para los libros del Antiguo Testamento (Mt. 21:42; Mar. 14:49; Lc.
24:32; Juan 5:39; Hech. 18:24; Rom. 15:4).
31
no crearon su propio mensaje: “Porque nunca la profecía fue traída por
voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo
inspirados por el Espíritu Santo” (2ª de Ped. 1:21). Es un hecho bien
conocido que Jesús y Sus apóstoles siempre consideraron al Antiguo Tes-
tamento como la revelación de Dios.
2. El Nuevo Testamento. No solamente los escritores del Antiguo Tes-
tamento declararon que su mensaje venía de Dios, también los escritores
del Nuevo Testamento dijeron que su mensaje venía de Dios. Pablo dice
en Gálatas 1:11, 12: “Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio
anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí
de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo”.
Pedro habla de los escritos de Pablo: “Casi en todas sus epístolas,
hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de
enteder, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también
las otras Escrituras, para su propia perdición” (2ª de Ped. 3:16). La pa-
labra “ESCRITURAS” usada aquí indica una forma especial de escrito
que fue considerado divinamente inspirado; y la expresión “OTRAS ES-
CRITURAS” muestran que Pedro coloca el escrito de Pablo a la par con
el Antiguo Testamento. Jesús dijo a Sus apóstoles que el Espíritu Santo
les ayudaría a recordar siempre todo lo que Él les había enseñado. El
Espíritu Santo, además, les enseñaría muchas otras cosas (Juan 14:26;
cf. Mt. 10:19,20). Pablo elogió a los hermanos tesalonicenses, porque
habían recibido su mensaje no como palabra de hombres, sino según es
en verdad, la palabra de Dios (1ª de Tesal. 2:13).
El testimonio unánime de la biblia es que su autor es Dios, pero fue
escrita por hombres inspirados por el Espíritu Santo.
B. Evidencias del origen de la Biblia.
1. Las profecías cumplidas. Una de las grandes pruebas de la in-
spiración de la Biblia es la profecía cumplida. Esta es la predicción ex-
acta de un evento futuro, es una fuerte evidencia de que el profeta posee
poder sobrenatural. Ocasionalmente alguien podrá hacer una adivinación
acertada, pero a causa de las profecías que se cumplen exactamente, la
posibilidad de una casualidad es eliminada.
a. Profecías en cuanto a Jesús. Abajo hay una lista parcial de las pro-
fecías tocante a Jesús, y su cumplimiento en el Nuevo Testamento.
32
1) Lugar de nacimiento Miq. 5:2; Luc. 2:1-7
2) Su precursor Mal. 4:5; Isa. 40:3; Mt. 3:1-3; 11:11-14
3) La traición Sal. 41:9; Jn. 13:18; Lc. 22:47, 48
4) Su muerte Isa. 53:9-12; Lc. 23:33
5) Huesos intactos Salmo 34:20; Juan 19:31-37
6) Su sepultura Isa- 53:9; Mt. 27:57-60
7) Su resurrección Salmo 16:10; Mt. 28:1-6
Estas y muchas otras profecías del Antiguo Testamento dan elocuente
testimonio de un autor divino de la Biblia.
2. Su maravillosa unidad. La Biblia fue escrita en un periodo de como
1,500 años, en tres continentes y por aproximadamente 40 escritores,
cuyos oficios van desde pastores, reyes, granjeros hasta doctores. La Bib-
lia fue escrita en tres idiomas, y cubre en sus 66 libros todo tema que
se pueda imaginar; y con todo esto es, en esencia, un solo libro, ¿cómo
puede ser posible esto?
Esta unidad puede ser ilustrada con una gran orquesta que consta de
cien músicos, con una diversidad de instrumentos musicales. Aunque
todos toquen, hay una gran armonía. La razón de esto es, que hay una
mente maestra, un conductor qu dirige y controla a todos los músicos
cuando tocan. Dios hizo Su gran oratorio para ser tocado por más de
mil años, y cuando un músico guardó silencio, otro tomó su lugar, y
así resultó una gran sinfonía. El tema nunca se perdió, y cuando cesó la
última tonada, puede verse que a través de estos gloriosos movimientos y
melodías ha habido un gran tema.
¿Compuso cada músico su propia música, y la tocó como le vino en
gana? O, ¿hubo un compositor y director sobre ellos? La conclusión real
es que Dios es el verdadero autor de la Biblia, y que dirigió a cada escritor
con Su Santo Espíritu. Esta es la respuesta a la unidad de la Biblia.
3. Prueba lógica. Un hombre llamado Juan Wesley ideó una brevísima
pero interesante forma de probar que la Biblia es de Dios. Dijo, “La Bib-
lia puede ser invención de hombres buenos o de ángeles, de hombres
malos o de diablos, o de Dios.
“No pudo ser invención de hombres buenos o de ángeles, porque no
podrían ni pudieron hacerla y decir mentiras todo el tiempo cuando es-
33
cribían ‘así dice el Señor’ cuando todo era de su invecnión.
“No pudo ser invención de hombres malos o demonios; pues no pudi-
eron hacer un libro que les manda hacer lo bueno, perdona pecados y
condena sus alamas por la eternidad.
“Por tanto, él sacó esta conclusión que la Biblia fue escrita por hom-
bres inspirados por Dios.”
34
de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de dios”
(Mt. 4:4). La negligencia en el estudio de la Palabra crea enfermedades
espirituales. Pablo dice a los ancianos de Éfeso: “Y ahora, hermanos, os
encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para so-
breedificaros y daros herencia con todos los santificados” (Hech. 20:32)
a. Por la Palabra de Dios los creyentes son limpiados de la inmundicia
del pecado. Jesús dijo a Sus apóstoles: “Ya visitris estáis limpios por la
palabra de os he hablado” (Juan 15:3)- Sabemos que la sangre de Cristo
nos limpia de todo pecado (1ª de Juan 1:7; Heb. 9:14); sin embargo, es
por la Palabra (conocimiento de y obediencia a ella) que somos traídos a
esa sangre. El salmista hizo esta pregunta y dio esta respuesta: “¿Cin qué
limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra” (Salmo 119:9).
La Palabra es el medio que nos mantiene limpios y apartados o santi-
ficados para el uso de Dios. Jesús oró al Padre: “Santificalos en tu verdad;
tu palabra es verdad” (Juan 17:17).
Un hombre dijo: “Este Libro te apartará del pecado, o el pecado te
apartará de este Libro”.
b. Los cristianos son habilitados por la palabra de Dios para enfren-
tarse a los ataques de Satanás. Cuando éste tentó a Jesús en el desierto,
nuestro Señor refutó todas las embestidas usando la palabra de Dios (cf.
Mt. 4:1-11). Pablo dice a los efesios: “Vestíos de toda la armadura de
Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo… Y
tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra
de Dios” (Efe. 6:11, 17). La Biblia es la espada del cristiano en la batalla
espiritual contra el pecado. El salmista reconoció también esta realidad
cuando dijo: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar con-
tra ti” (Salmo 119:11).
c. Un conocimiento completo de la Palabra da confianza y ánimo al
evangelista. Un hombre que profesaba ser u incrédulo decía que había
desconcertado a muchos predicadores con sus argumentos infieles. Un
día fue un evangelista a la ciudad donde vivía este hombre para dirigir
una reunión de entorpecer con sus argumentos la acción del predicador.
El incrédulo empezó a atacar, y el evangelista contestó todos sus ataques
con “ASÍ DICE EL SEÑOR”. Frustrado y confundido el infiel abandonó
el lugar de reunión. Al día siguiente, un amigo suyo le preguntó cómo le
35
había ido en el debate y le contestó: “No muy bien; pero no fui allá para
argüit con el Dios Todopoderoso”.
V. LA SANTIDAD DE LA PALABRA
36
poseáis la tierra que Jehová el Dios de vuestros padres os da. No añadiréis
a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis
los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno” (Deut. 4:1,
2).
Hay una idea similar en la última amonestación de la Biblia: “… Si
alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están
escritas en este libros. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta
profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y
de las cosas que están escritas en este libro” (Apoc. 22:18, 19).
Siendo que la Biblia es la palabra de Dios, si el hombre le añade o le
quita algo, será bajo su responsabilidad ya que se pone en grave peligro.
Cuando todos estemos frente al gran trono blanco esta Palabra será uno
de los libros que nos juzgarpa en ese momento. Si obedecemos la Palabra,
ella nos salvará; si la desobedecemos, nos condenará. Demos oídos a las
palabras de Pablo y permitamos que la palabra de Cristo sea derramda
ricamente sobre nosotros (Col. 3:16).
37
PREGUNTAS
Llene los espacios.
A. ______________________________________________
B. ______________________________________________
C. ______________________________________________
D. ______________________________________________
E. ______________________________________________
A. ______________________________________________
B. ______________________________________________
C. ______________________________________________
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7. ¿Qué beneficios conce la Palabra al perdido?
A. ______________________________________________
B. ______________________________________________
A. ______________________________________________
B. ______________________________________________
C. ______________________________________________
D. ______________________________________________
39
LA IGLESIA
I. ¿Qué es la iglesia?
A. Significado de la palabra IGLESIA.
B. Significados individual y general de la palabra.
II. El principio de la iglesia.
A. Predicciones de la iglesia venidera.
B. Establecimiento de la iglesia (reino).
C. Evidencia de la profecía.
III. El fundador de la iglesia.
IV. El fundamento o base de la iglesia.
V. El gobierno de la iglesia.
VI. Títulos para la iglesia.
A. La iglesia.
B. La iglesia de Dios.
C. Casa de Dios.
D. Templo de Dios.
40
I. ¿QUÉ ES LA IGLESIA?
41
“La iglesia de Cristo sobre la Tierra es esencial, intencional y constitu-
cionalmente una; que está integrada por todos los que en cualquier lugar
profesan su fe en Cristo, y le obedecen en todas las cosas de acuerdo con
las Escrituras, y lo manifiestan con su vida y conducta; y de ningún otro
modo, ya que nadie puede verdadera y apropiadamente ser llamado cris-
tiano si no cumple los requisitos.” (Robert Richardson, Las Memorias de
Alexander Campbell, p.258).
42
de Cristo, Él no estableció la iglesia. Después de Su resurrección Sus dis-
cípulos le preguntaron, “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiem-
po? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el
Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido
sobre vosotros el Espíritu Santo, y hasta lo último de la tierra” (Hech.
1:6-8). También les recomendó, “pero quedaos vosotros en la ciudad de
Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lc. 24:49).
El cumplimiento de las promesas en cuanto al Espíritu Santo, y recibi-
eron el poder prometido. Pedro predicó el primer sermón evangelístico,
y como 3,000 personas creyeron en Cristo como su Señor y Mesías, se
arrepintieron de sus pecados y fueron bautizados en Cristo (Hech. 2:36-
41). Estos fueron y son los requisitos de admisión a la iglesia del Señor.
Toda mención de la iglesia después de Pentecostés indica que ésta ya está
establecida (Hech. 5:11; 8:1). Pedro afirma la fecha del inicio de la iglesia
en Hechos 11:15, cuando habla de Pentecostés “como al principio”.
C. Evidencia de la profecía. La evidencia presentada en el Nuevo Testa-
mento sobre el principio de la iglesia es confirmada por la profecía. Isaías
predijo que en los últimos días, refiriéndose a la era cristiana, el monte
de la casa del Señor sería establecido, sería grandioso, y todas las naciones
concurrirían allí, “Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra
de Jehová” (Isa. 2:3).
Dios dio la ley en el monte Sinaí, y el evangelio de Su Hijo saldría de
Jerusalén. Jesús confirmó esta profecía cuando dice: “Y que se predicase
en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las na-
ciones, comenzando desde Jerusalén” (Lc. 24:47).
La iglesia de Cristo, o el reino, fue establecida en el día de Pentecostés,
después de la resurrección y ascensión de Cristo.
43
Él es el edificador y la cabeza de la misma (Col. 1:18).Pablo la llama,
“la iglesia del Dios viviente” (1ª a Tim. 3:15). La iglesia es la esposa de
Cristo, que fue salvada y santificada por Él, por la unión con Él mismo
(Efe. 5:23-33). La iglesia es mencionada como “el cuerpo de Cristo” (Efe.
1:22, 23; 4:12; Col. 1:18) “La cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que
todo lo llena en todo” (Efe. 1:23).
La iglesia pertenece a Cristo porque Él la compró con Su sangre pre-
ciosa. Pablo instruye a los ancianos de Éfeso, “… apacentar la iglesia del
Señor, la cual ganó con su propia sangre” (Hech. 20:28; cf. 1ª de Ped.
1:18, 19).
Una iglesia divina, con una cabeza divina, necesita también un funda-
mento divino. Tal fundamento es la aseveración que hizo Pedro cuando
confesó a Cristo como el Mesías, el Hijo de Dos; a lo cual respondió
Jesús: “Y sobre esta roca edificaré mi ilgesia; y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella” (Mt. 16:18). Por toda la Escritura se hace men-
ción de Cristo como una roca; por ejemplo, en Isaías 28:16 Dios dice:
“He aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra
probada, angular, preciosa, de cimiento estable…” Pedro cita lo mismo
en 1ª de Pedro 2:6, y lo aplica a Cristo. Jesús es la piedra desechada por
los hombres, mas Dios le hizo la principal piedra del ángulo (Hech. 4:11,
12). Pablo confirma el fundamento de la iglesia, cuando dice: “Porque
nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es
Jesucristo” (1ª a Cor. 3:11). Cristo es el fundador de la iglesia y su fun-
damento.
V. EL GOBIERNO DE LA IGLESIA
44
forma de congregación local, tiene un tipo de gobierno con autonomía
limitada.
A. Cristo Jesús es la cabeza y la autoridad absoluta de la iglesia. “Y sometió
todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la
iglesia” (Efe. 1:22).
“Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel
que es la cabeza, esto es, Cristo” (Efe. 4:15).
“Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de
la iglesia, la cual es su cuerpo y él es su Salvador” (Efe. 5:23).
“Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el
primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminen-
cia” (Col. 1:18; cf. 2:10).
1. Como la suprena autoridad de la iglesia, Jesús tiene todo el poder,
“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el
cielo y en la tierra” (Mt. 28:18).
2. Como la cabeza de la iglesia, Cristo tiene todo el poder legislativo.
Cristo tiene el poder de crear leyes para gobernar Su iglesia y sus activi-
dades.
Para probarlo, ya ha establecido las siguientes leyes, que están inclui-
das en la constitución.
a. Calificación de ciudadanía (Juan 14:6; Marc. 16:16).
b. Cualidades de los oficiales del reino (1ª a Tim. 3:1-13; Tito 1:5-9).
c. Deberes de los ciudadanos (Mt. 5:3 al 7:27; 1ª de Ped. 2:21).
d. Deberes de los oficiales (2ª a Tim. 4:2; 1ª de Ped. 5:2; Hech.
6:1-6).
e. Leyes de finanzas (1ª a Cor. 9:1-13; 16:1, 2; 1ª a Tim. 5:17, 18).
f. Leyes de disciplina (1ª a Cor. 5:1-13, 1ª a Tesal. 5:12; 1ª a Tim.
5:20).
g. Leyes para reintegrar a los apóstatas (Hech. 8:18-24; 2ª a Cor. 2:5-
11).
45
obediencia de ésta a los mandamientos de Jesús.
B. Gobierno autónomo de la iglesia local. Ya que la iglesia está com-
puesta por seres humanos, Cristo concedió al hombre un poder limitado
sobre Su iglesia.
1. La naturaleza de este poder limitado. Este poder está basado en la
democracia. El pleno o la mayoría de la iglesia local es la autoridad final
en sus propios asuntos. Hay algunas referencias bíblicas que confirman
esto: Hech. 6:5; 11:29, 30; 1ª a Cor. 16:3.
Este poder lo ejercen los ancianos, quienes son los gobernantes y su-
perintendentes de la iglesia. Ellos son escogidos por la iglesia, y dirigen y
gobiernan en favor de la iglesia (1ª de Ped. 5:1-5). Para los requisitors de
los ancianos, ver 1° a Tim. 3:1-7 y tito 1:5-9.
2. La limitación de este poder. Hay limitaciones bien definidas sobre
la iglesia en cuanto a la autoridad. La autoridad de la iglesia para hacer re-
glas y decisiones son limitadas a asuntos de opinión, y eso donde la Biblia
no ha dado instrucciones precisas; por ejemplo: el número de ancianos
y diáconos que la iglesia debe tener, qué clase de edificio, horas para re-
unirse, etc. Estas son cosas importantes en el trabajo del reino, pero no
hay un “ASÍ DICE EL SEÑOR” para guiar a la iglesia del Señor en esto.
Estas son áreas que Cristo ha dejado al juicio humano; aunque no hay
que olvidar que existen decisiones que deben hacerse en armonía con el
espíritu y la enseñanza de Cristo. W. L. Hayden, en su libro, Constitución
Política de la Iglesia, hace esta observación sobre el gobierno propio:
“¿En qué ocasión y con qué propósito están los cristianos autorizados
para votar?
Ellos no votan en asuntos de fe, piedad, moralidad, o necesarios
para la salvación, ni pueden ser clasificados a causa de un voto; y
nadie estará respetando la adoración o moralidad de la iglesia sólo
porque fue una decisión de la mayoría. Estas cosas atañen a la reve-
lación, a la autoridad divinia, y son reguladas por un “ASÍ DICE
EL SEÑOR” y no por un “ASÍ DICE LA MAYORÍA”. Pero en las
demás cosas, experiencias, conveniencias, etc. no hay otra manera
de decidir, sino por el voto de la hermandad”.
46
VI. TÍTULOS PARA LA IGLESIA
47
PREGUNTAS
Ponga “V” o “F” (verdadero o falso) antes de cada severación, según
su criterio.
48
Llene los espacios.
A. ________________________________________________
B. ________________________________________________
49
LA FE
50
I. EL USO DEL TÉRMINO “FE” EN
EL NUEVO TESTAMENTO
51
La fe, vista de manera objetica, es la evidencia o garantía en la cual está
fundada la esperanza del cristiano. Y vista de manera subjetiva, la fe es la
seguridad de cosas que se esperan y la convicción de las que no se ven.
Tal seguridad o confianza impulsa al creyente a tratar al futuro como si
fuera el presente, y a lo invisible como si fuera visible. No es aún el cono-
cimiento completo que un día tendremos, sino la firme seguridad que nos
mantiene fieles hasta el final. El capítulo 11 de Hebreos muestra amplia-
mente que la fe verdadera mostrada por Abraham, Moisés, Rahab y otros
fue simplemente una confianza total en Dios, a quien ellos consideraron
digno de confiar en Él.
Otra palabra que describe más correctamente la naturaleza de la fe es
CONFIANZA. La fe, en sentido general, puede significar simplemente
aceptación. Por ejemplo, uno puede creer que George Washington,
Simón Bolívar, José Martí o Benito Juárez existieron en realidad, pero
no habría motivos como para tener confianza en ellos como personas. La
fe cristiana no sólo se persuade de ciertos factores concernientes a Jesús,
sino que, además, hay motivos para confiar en Él como Señor y Salvador.
El ejemplo de la fe de Abraham, mostrado en Romanos 4:20, 21, ilustra
estos motivos para la confianza, “Tampoco dudó, por incredulidad, de la
promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plena-
mente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que
había prometido”. Abraham era fuerte en la fe, pues estaba plenamente
convencido y seguro de que Dios cumpliría Su promesa de darle un hijo,
Confió plenamente en Dios, que creyó que si mataba a su hijo conforme
al mandato de Dios, Él lo traería de nuevo a la vida (Heb. 11:17-19).
Alejandro Campbell consideró la palabra...
CONFIANZA o CONFIAR para expresar sustancialmente el signifi-
cado de la palabra FE. Este punto de vista, simple y comprensible, fue
el que adoptó y usó durante su vida el señor Campbell. Durante sus
innumerables controversias, se vio obligado a contender contra los er-
rores populares sobre el tema, para insistir en la necesidad absoluta de la
evidencia y para asegurar que donde no hay evidencia no puede haber
fe. De esta forma él pudo mantener la fe verdadera en Cristo, al someter
su voluntad a la voluntad y autoridad del Señor, y así pudo confiar en
Él como el Hijo de Dios y Salvador perfecto de la raza humana. (Robert
52
Richardson, Las Memorias de Alexander Campbell, pp. 177, 178).
53
Estos pasajes aclaran perfectamente que la fe cristiana, como cualquier
otra fe, descansa sobre el testimonio. Pablo, en Romanos 10:16, 17, deja
perfectamente establecido cómo se produce la fe: “Mas no todos obe-
decieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro
anuncio? Así que, la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios”. Esa
fe es el resultado de un testimonio. Es producida y probada por la voz de
la insiración divina y la razón humana.
54
eralmente no lo hace; y hay un motivo para ello: Dios desea saber a qué
se debe que le obedezcamos, si por fe y amor a Él, o tenemos otros mo-
tivos. En todas las edades Dios ha escogido ciertos actos que demuestren
claramente la fe que el hombre tiene en Dios; por ejemplo, hasta donde
Evapodía ver o pensar, no había razón poderosa que le impidiera comer
del fruto prohibido. Era bueno para comer, era agradable a los ojos y era
deseable. El único motivo para no comerlos era que Dios lo había prohi-
bido, y cuando ella lo comió, fue un claro caso de desobediencia.
2. Hoy en día Dios ha requerido un acto similar de obediencia para
probar nuestra fe: la inmersión (bautismo cristiano). Mucha gente dirá,
“No veo la conexión entre el bautismo cristiano y el que yo acepte a
Dios”. Desde el punto racional, esto es cierto; no hay manera humana
de explicar cómo es que la imnersión es parte esencial para ser cristiano,
sólo que Cristo la ordenó (Marc. 16:16). Pedro dijo en Hechos 2:38, “Ar-
repentíos y bautícese (sea sumergido) cada uno de vosotros en el nombre
de Jesucristo para remisión de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu
Santo”. Cuando alguien se somete al acto del bautismo, lo hace por la
única razón de que Cristo lo ordenó. Esto es la prueba de su fe y amor ha-
cia Él. Jesús dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Jn. 14:15).
El bautismo es una prueba de obediencia a Dios.
B. La obediencia es, simplemente, fe en acción. Esto es lo que Santiago
tuvo en mente cuando escribió que si la fe no es expresada en obediencia
o acción, no es fe verdadera. Hasta los demonios crren en Jesús, pero no
resulta en obediencia (Stgo. 2:14-26). Al mismo tiempo nos recuerda que
Abraham probó su fe cuando, por medio de la obediencia, ofreció a Isaac
en sacrificio. La obediencia no es algo que el hombre hace además o aparte
de la fe; es, en sí, su fe en acción. Alguien no podrá tener fe verdadera si,
al menos, no la dirige hacia la obediencia. Un entendiemiento claro de
esto anulará cualquier pregunta como: ¿es el hombre salvo solamente por
fe, o solamente por obediencia?, ya que es salvo por ambas. Ilustremos
esto: ¿cuál hoja de las tijeras hace el corte? Lo cierto es que mabas hojas
efectúan el corte. Para obtener salvación debemos aplicar tanto fe como
obediencia. No podemos separarlas.
55
V. LOS BENEFICIOS DE LA FE
56
su triste corazón al ejercitar una fe genuina en Cristo y en Dios.
Jesús dio la solución para todo temor y tristeza en Mateo 6:25-34.
En términos más simples la solución es: SER IGUAL QUE UN NIÑO,
confiar en el amor, en la bondad y en el poder de Dios. Elizabeth Chaney
resumió este pensamiento en su poema “Oído por casualidad en un huer-
to”:
“Dijo el petirrojo al gorrión:
Me gustaría saber en realidad,
Por qué esta ansiosa humanidad
Corre tan aprisa y se acosa.
Y el gorrión contestó al petirrojo:
Amigo, creo que tiene que ser así,
Pues ellos no tienen al Padre Celestial,
Que cuida de ti y de mí”.
4. La fe no sólo trae los beneficios antes mencionados, también per-
mite a nuestra mente y visión pensar y ver como Dios piensa y ve. Ely V.
Zollars lo ilustra elocuentemente:
“Debe notarse que la fe en sus varios usos o aplicaciones cubre un
campo muy extenso: abre la puerta del pasado y hace a un lado la cor-
tina del futuro. El conocimiento que adquirimos, entonces, es más ex-
tenso que el que adquirimos por medio de nuestros sentidos físicos; y
en esto el hombre es infinitamente superior a cualquier animal. Si nos
confináramos al conocimiento que podemos obtener con los sentidos,
nuestro campo sería muy limitado. El ojo y el oído naturales pueden
percibir sólo un pequeño mundo, que aumentado con el microscopio
o el telescopio, sería un poco más grande. Pero con el ojo y el oído de
la fe podemos descubrir algo nunca visto, y habitar entre las bellezas
que nunca acabarán.” (Ely Zollars, La Gran Salvación, pp. 95, 96).
57
PREGUNTAS
Ponga “V” o “F” (verdadero o falso) antes de cada severación, según
su criterio.
A. _____________________________________________
B. _____________________________________________
C. _____________________________________________
58
3. Una persona puede obedecer debido a dos motivos, ¿cuáles
son?
A. ________________________________________________
B. ________________________________________________
A. ________________________________________________
B. ________________________________________________
C. ________________________________________________
59
EL ARREPENTIMIENTO
I. ¿Qué es arrepentimiento?
A. Definición de arrepentimiento.
B. El arrepentimiento ilustrado.
II. Lo que no es arrepentimiento.
A. El arrepentimiento no debe ser confundido con tristeza.
B. El arrepentimiento no es una reforma.
C. El arrepentimiento no debe ser confundido con el miedo.
III. Motivos que guían al arrepentimiento.
A. La bondad o el amor de Dios.
B. La tristeza a causa del pecado.
C. Miedo al juicio.
IV. La restitución y su relación con el arrepentimiento.
V. La necesidad del arrepentimiento.
A. El arrepentimiento es necesario para el pecador.
B. El arrepentimiento es necesario también para el cristiano.
VI. Algunos impedimentos para el arrepentimiento.
A. El orgullo natural del corazón.
B. La influencia de los deseos pecaminosos.
C. La tardanza para hacer una decisión.
60
El llamamiento al arrepentimiento aparece desde el principio de la
Biblia. Pedro llama a Noé, PREGONERO DE LA JUSTICIA (2ª de
Ped. 2:5). Aunque no se dice claramente, Noé, sin duda, predicó el ar-
repentimiento a la gente de su tiempo, en un intento por salvarlos del
diluvio.
Los profetas arguyeron constantemente con el pueblo de Israel para
que se arrepintiera de sus pecados, y se volviera a Dios (Joel 2:12-14;
Ezequiel 33:11). Juan, el Bautista, predicó en el desierto de Judea: “Arre-
pentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2). Cuando
Jesús inició Su ministerio terrenal, llegó a Galilea predicando el evangelio
de Dios deiciendo, “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha
acercado arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marc. 1:15).
Ese mensaje de Dios es el mismo en la era cristiana. En Pentecostés el
apóstol Pedro ordenó que la gente se arrepintiera y fuera bautizada (sum-
ergida) en el nombre de Jesucristo para recibir la remisión de los pecados
y el don del Espíritu Santo (Hech. 2:38)-
En el mensaje Jesús a las siete iglesias en Asia (Apoc. 2 y 3) enfatizó la
doctrina del arrepentimiento. Ocho veces en esos dos capítulos aparecen
las palabras que implican arrepentimiento (ARREÍÉNTETE, ARREPI-
ENTA, ARREPENTIRSE). El arrepentimiento era una de las principales
necesidades en los tiempos bíblicos; y se necesita muchos más hoy en día,
tanto para los que están dentro como los que están fuera de la iglesia del
Señor.
I. ¿QUÉ ES ARREPENTIMIENTO?
61
timiento es un cambio de voluntas o de mente, causado por un dolor a
causa del pecado, y guía a una reforma de vida.” (Comentario de Hechos,
Pág. 61).
Podemos ver tres pasos en estas definiciones: 1) El arrepentimiento
es un cambio de voluntad o de mente; 2) Este cambio es producido por
un dolor a causa de pecados cometidos; 3) Guía a un cambio de vida y
conducta.
B. El arrepentimiento ilustrado. El verdadero arrepentimiento se ve
ilustrado en la iglesia de Corinto (2ª a Cor. 7). En la primera carta Pablo
los reprendió severamente por sus pecados; más tarde escribió la segunda,
donde dice que se alegraba, no porque estaban tristes, sino porque habían
mostrado tristeza para arrepentimiento. Y continúa: “Porque la tristeza
que es según Dios produce arrepentimiento para salvación” (vs. 10). El
dolor santo precedió guió al arrepentimiento o cambio de mente, y siguió
la salvación como resultado final.
La historia del hijo pródigo de Lucas 15 es una buena ilustración del
arrepentimiento. El pecado del joven se nota en su rechazo voluntario a la
autoridad del padre y del hogar. Esta obstinación le llevó a un país lejano,
donde perdió todo lo que tenía en una vida disipada (vs. 13). Podemos
ver lo profundo de su pecado, cuando por falta de dinero, de amigos y
comida se humilló hasta el grado de alimentar cerdos.
El arrepentimiento se notó cuando él consideró seriamente su
condición. “Y volviendo en sí” (vs. 17), indica que un pecador está fu-
era de sí (de su mente), no piensa claramente. El joven comprendió que
había llevado una vida muy sucia, y que si condición era más baja que
la del siervo más bajo en la casa de su padre. Esto lo llevó al primer paso
hacia el arrepentimiento, o sea el dolor por causa del pecado. El dolor
por el pecado le guió a nuevas resoluciones, dijo: “Me levantaré e iré a mi
padre” (vs. 18). Él cambió de mente en cuanto al pecado, y comprendió
el enorme precio que había pagado por el placer de pecar por un corto
tiempo; cambió su mente en cuanto a su padre y el hogar. Esta es la se-
gunda fase del arrepentimiento.
Sin embargo, para que éste sea completo, debe haber un cambio o
reforma de vida. El joven pudo haberse quedado sentado en el chiquero
por le resto de su vida, con su resolución y nunca arrepentirse verdadera-
62
mente. Su arrepentimiento estaba encompleto hasta que se levantó y fue
a su padre (vs. 20).
Hemos visto ilustrados los tres elementos del arrepentimiento: un
cambio de mente debido al dolor ocasionado por el pecado, que después
guió a una reforma de vida.
63
es, pues, un fruto del arrepentimiento.
C. El arrepentimiento no debe ser confundido con el miedo. Es cierto que
el miedo al juicio es uno de los motivos que guían al hombre a arrepen-
tirse; sin embargo, el miedo NO es arrepentimiento.
Cuando Pablo predicó a Félix, en Hechos 24:25, le habló de la justi-
cia, del autocontrol y del juicio venidero. Cuando Félix oyó describir la
justicia que no tenía, el autocontrol que nunca había ejercido y el juicio
para el cual no estaba preparado se atemorizó, y dijo a Pablo: “Ahora
vete; pero cuanto tenga oportunidad te llamaré”. Después de que Pablo
salió, y su temor se hubo apaciguado, Félix no mostró ningún cambio
de mente o reforma de vida. Hay muchos que piensan que si estuvieran
muy enfermos, a la puerta de la muerte; con sólo tener miedo y llorar
demostrarán que están arrepentidos; pero recuperados, muy pocos, en
realidad, muestran con su vida que se arrepintieron. El miedo, entonces,
NO es arrepentimiento.
64
Cuando alguien comprende cómo hiere el pecado a Dios, a los seres
queridos y a los amigos; cuando reconoce que el pecado entristece a Dios,
entonces, esto lo guía al arrepentimiento.
Pablo nos recuerda con estas palabras que hay dos clases de arrepen-
timiento: uno piados y otro mundano; uno trae salvación y el otro trae
muerte.
Pedro y Judas ilustran estas dos clases de dolor. Ambos pecaron contra
el Maestro. Cuando Pedro comprendió su pecado, al ver al Maestro y oír
el canto del gallo, la Biblia dice que salió y “lloró amargamente” (Mt.
26:75). Sin embargo, el día de la resurrección fue el primero en entrar en
la tumba vacía, y por el resto de sus días siguió los pasos del Maestro. Su
cambio de mente fue genuino porque lo guió a un cambio de vida; re-
gresó humildemente al Maestro, quien lo perdonó y lo envió a predicar.
Judas traiciona al Maestro; sin embargo, por la mañana comprende la
gravedad de su acción. La Biblia dice que se arrepentió y regresó las teinta
monedas de plata a los príncipes de los sacerdotes, y dijo: “Yo he pecado
entregando sangre inocente” (Mt. 27:4). Podemos ver que Judas cambió
de mente, más su arrepentimiento no fue genuino. La palabra griega para
el arrepentimiento de Judas no es METANOIA, sino METAMELO-
MAI, que significa “sentimiento de inquietud” o “remordimiento”. Este
sentimiento puede redundar en arrepentimiento genuino o en una simple
molestia de conociencia. Judas estaba triste por lo que estaba sufriendo el
Maestro; sin duda no pensó que iba a ser condenado. Estaba triste porque
sus planes no salieron como quería. No hay indicios de que haya tenido
dolor o tristeza a causa de su pecado, porque no regresó al Maestro para
obtener el perdón y la salvación, sino que consiguió una sga y se ahorcó.
Pedro tuvo un dolor según Dios a causa de su pecado, y obtuvo la
salvación. Judas demostró un dolor según el mundo, que le guió a la
muerte.
C. Miedo al juicio. Cuando Pablo habló a los filósofos del Areópago,
en Atenas, les recordó que antes que viniera Cristo, Dios había pasado
por alto su ignorancia; pero ahora que Cristo había venido y la aslvación
estaba disponible para todos los hombres, dijo que Dios “manda a todos
los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hech. 17:30). El motivo
que hace que se arrepientan es la perspectiva del juicio de Dios. Pablo les
65
sigue diciendo: “Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al
mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos
con haberle levantado de los muertos” (Hech. 17:31). El miedo al juicio
no es realmente el motivo más grande para lograr el arrepentimiento,
pero algunas veces es muy efectivo. A menudo el corazón se torna muy
duro a causa del pecado, que atrae sobre sí la amenaza del juicio de Dios,
a fin de destruir la barrera, para que el amor de Dios pueda alcanzar el
croazón. Es muy probable que en muchos casos Dios haga uso de los tres
medios para atraer al hombre al arrepentimiento.
IV. LA RESTITUCIÓN
Y SU RELACIÓN CON EL ARREPENTIMENTO
66
los judiós: “Antes si no os arrepentís, todos preceréis igualmente” (Lc.
13:3). Pablo informó a los filósofos de Atenas que Dios una vez pasó por
alto su ignorancia e idolatría; pero, “ahora manda a todos los hombres en
todo lugar que se arrepientan” (Hech. 17:30). El arrepentimiento es tan
importante que es una de las primeras cosas que median entre el hombre
y la destrucción. Una de las razones para la benignidad y paciencia de
Dios hacia el hombre es que Él no quiere que nadie pereza sino que todos
procedan al arrepentimiento (2ª de Ped. 3:9).
A. El arrepentimiento es necesario para el pecador. El gran proósito del
evangelio es salvar al hombre del pecado; pero antes de salvarle, su cora-
zón debe ser purificado del pecado. Hechos 2:38 nos dice que esto se re-
aliza cuando los individuos, respondiendo a la fe, se arrepienten, se alejan
del pecado y son sumergidos (bautizados) en Cristo. Dios ha prometido
perdonar al hombre solamente cuando éste desee arrepentirse y aban-
done el pecado. antes que un pecador quiera reclamar la promesa de la
salvación, debe, por medio de la fe, arrepentirse y obedecer al evangelio.
Pedro confirma esto en su primera carta, capítulo 1, verso 22, donde dice
que las almas son purificadas por medio de la obediencia a la verdad.
B. El arrepentimiento es necesario también para el cristiano. ¿Qué hace el
cristiano para obtener perdón de pecados después que ha venido a Jesús y
ha pecado? Pedro responde a esta pregunta en Hechos 8:22. Simón había
creído en Cristo; sin embargo, la tentación lo venció y pecó. Después
de reprenderle severamente por su pecado, Pedro le dice cómo obtener
perdón: “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás
te sea perdonado el pensamiento de tu corazón”. Dos pasos son nece-
sarios para el cristiano que peca: arrepentimiento y oración para lograr
el perdón. Sin duda, que el orar sin arrepentimiento es un ejercicio sin
provecho; mas la oración con arrepentimiento ayudará a salvar al cris-
tiano del pecado.
67
Sanedrín, antes de que lo apedrearan, diciendo: “¡Duros de cerviz e incir-
cuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo;
como vuestros padres, así también vosotros” (Hech. 7:51). El hombre es
orgulloso por naturaleza; y es difícil para cualquiera reconocer o aceptar
que ha pecado o anda errado. El orgullo impulsa a uno a apegarse más a las
cosas que son malas, que admitir su pecado o debilidad. Es un verdadero
heroísmo moral admitir humildemente que tenemos fallas y que debe-
mos abandonarlas. La humildad es, en verdad, una virtud que no tiene
precio. LJesús dijo: “Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis
en el reino de los cielos” (Mt. 18:3). LE fue necesario al hijo pródigo una
gran humildad para “tragarse” su orgullo y regresar a casa, y admitir ante
su padre y su hermano mayor que había pecado. Muchos se perderán
eternamente porque el orgullo les obstaculizó su arrepentimiento.
B. La influencia de los deseos pecaminosos.
La consecuencia necesaria del arrepentimiento incluye abandonar
las gratificaciones sensuales, los apetitos carnales, los sórdidos placeres,
la lujuria y todas las formas vergonzosas de pecado; y esto es algo que
muchos no pueden hacer. El borracho puede llorar por su pecado, mas
su apetito desordenado le aleja de su propósito de abandonar sus ma-
los deseos. El dolor sugiere arrepentimiento, pero el apetito ataca con
mayor saña, y el hombre titubea, y finalmente se pierde. (Ely Zollars,
La Gran Salvación, p. 121).
C. La tardanza para hacer una decisión. Demorarse para hacer una
decisión es uno de los mayores impedimentos para el arrepentimiento.
Mucha gente llega al fin de su vida sin haberse arrepentido; pues al igual
que Félix, están buscando un tiempo más conveniente para hacerlo. Las
Escrituras no están de acuerdo con esto; por eso, nos recuerdan: “hoy es
el día de salvación”. El cielo es maravilloso, el infierno tan horrible y la
eternidad tan largaa como para posponer el arrepentimiento.
68
PREGUNTAS
Llene los espacios.
A. ________________________________________________
B. ________________________________________________
C. ________________________________________________
69
Ponga “V” o “F” (verdadero o falso) antes de cada severación, según
su criterio.
70
EL BAUTISMO
71
Jesús dijo: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el
mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su
alma?” (Mt. 16:26). Cualquier tema que hable de la salvación del alma es
un tema importante, y es menester que se haga un estudio cuidadoso. Ya
que Jesús dijo “el que creyere y fuere bautizado será salvo” (Mar. 16:16),
el bautismo (inmersión en agua) es un tema de suma importancia.
Jesús consideró el bautismo lo suficientemente importante como para
caminar de 90 a 100 Kms. de Nazaret al río Jordán, para ser bautizado
por Juan. y así ponernos el ejemplo. En ocho conversiones, de las nar-
radas en el libro de Hechos, se hace mención específica del bautismo. Sin
duda que nuestro Señor y los apóstoles consideraron el bautismo como
una parte vital de la obediencia. Nosotros también debemos considerarlo
importante y bastante significativo.
Nuestro propósito de esta lección es estudiar la enseñanza de Nuevo
Testamento en cuanto al bautismo. Trataremos de contestar estas pregun-
tas: ¿Quién ordenó el bautismo? ¿Cuál es la forma del bautismo? ¿Quién
debe ser bautizado? ¿Cuál es el propósito del bautismo?
72
(Mt. 28:18), no será necesario repetir en cada ocasión el nombre del Pa-
dre, del Hijo y del Espíritu Santo; porque al hacerlo en el nombre de
Jesús, se hace por la autoridad de las tres personas.
73
agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó”. Fue un acto que requirió que tanto
el bautizante como el bautizado estuvieran dentro del agua.
5. SALIR del agua. Marcos narra que después de que Jesús fue bau-
tizado, cuando “subía del agua, vio abrirse los cielos y al Espíritu como
paloma descendía sobre él” (Mar. 1:10). Lucas describe en Hechos 8:39,
“Cuando subieron (salieron) del agua, el Espíritu del Señor arrebató a
Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino”.
De todo esto podemos concluir que el bautismo fue un acto que re-
quirió (y requiere aún) mucha agua, que el candidato fuera al agua, se
metiera en ella junto con el bautizante y, después, salir. Las Escrituras
declaran, pues, definitivamente, que la inmersión en agua es el bautismo
del Nuevo Testamento.
B. El símbolo del bautismo. Siendo que el hombre vive en un mundo
físico, Dios ha dado actos o mandamientos físicos para enseñarle la ver-
dad espiritual. Esto se aplica al bautismo. El bautismo no es sólo un acto
físico, es también un acto con sentido espiritual.
1. El bautismo es semejanza de una sepultura y una resurrección. En
Romanos 6:1-5 notamos este gran significado espiritual.
El bautismo es un drama que representa dos actos significativos. Pablo
dice en Romanos 6:3, 4, “¿O no sabéis que todos los que hemos sido
bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque
somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de
que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así tam-
bién nosotros andemos en vida nueva”. La muerte, la sepultura y la resur-
rección de Cristo por los pecados del hombre son los eventos más grandes
de toda la historia. Dios quiso que el hombre nunca lo olvidara, por eso
le dio el acto del bautismo. Siempre que observemos un bautismo, debe-
mos notar, antes que nada, a Cristo muriendo en la cruz, sepultado en la
tumba de josé y resucitando al tercer día. Esto recuerda constantemente
al cristiano que Jesús le amó y dio Su vida por él.
La otra figura que se puede ver en el bautismo es que el individuo que
ha muerto al pecado por medio de la fe y el arrepentimiento es sepultado
en la tumba acuosa del bautismo. El viejo hombre de pecado, habiendo
sido crucificado, es ahora sepultado y separado del creyente arrepentido.
El bautismo es la sepultura del viejo hombre de pecado. Esta persona es
74
bautizada en Cristo, es añadida a Él y unida a Él; es concebida una per-
sona nueva por Cristo para caminar en vida nueva.
Ninguna acción, excepto la inmersión, contiene todo este rico sim-
bolismo. Un propósito del bautismo es glorificar a Cristo; pues por medio
de él recordamos constantemente Su sacrificio y Su resurrección. Tratar
de cambiar la inmersión por cualquier otro tió de acción, no solamente se
desvía del plan de la Escritura, sino que roba a Cristo el honor que sólo
Él merece.
El profesor J. W. McGarvey, en relación con esto, escribió:
“Cuando estuve en Palestina; si hubiera encontrado, sin lugar a du-
das, el sepulcro de José, donde fue colocado el cuerpo del Salvador,
donde permaneció hasta la mañana de la resurrección, podría estimar
tal escena muy por encima de todo lo que he visto. Me hubiera gusta-
do ir y tenderme en la roca desnuda, tener unos amigos que rodasen
una piedra a la entrada de la tumba, y poder entender enteramente
la sepultura de mi Salvador. Claro que no podemos hacer eso, ni se
nos permitiría; pero en el acto del bautismo podemos hacer algo se-
mejante: Al ser sepultados en una tumba de aga, en obediencia a Su
mandato, dejamos que el agua se cierre sobre nuestro cuerpo y, como
ya estamos muertos, somos levantados de la fría tumba por el brazo
fuerte del siervo de Dios y empezamos a andar en vida nueva, como
Él camino en vida nueva cuano resucitó de la muerte.” (Cowden, Ado-
ración Cristiana, Págs. 220, 221).
2. El bautismo, figura de un nacimiento. En Juan 3:5 Jesús dijo: “De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios”.
Las Escrituras enseñan que el cristiano es una nueva criatura, “De mo
do que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas” (2ª a Cor. 5:17). El acto del bautismo
expresa este significado. Pablo se refiere al bautismo como “el lavamiento
de la regeneración” o baño o limpieza del nuevo conocimiento (Tito 3:5
ampliada).
El cristiano es engendrado o concebido por el Espíritu Santo por medio
de la palabra de Dios. En el acto de la inmersión la figura del nacimiento
resalta bastante clara.
75
C. El significado de la palabra griega. El idioma griego, que es el idioma
original del Nuevo Testamento, es preciso y correcto. Muy rara vez una
palabra es usada para expresar más de un significado. Tal es el caso de la
palabra que se traduce por BAUTISMO, que en griego es BAPTIZO;
y esta a su vez significa SUMERGIR, SUMIR EN AGUA. Esto no lo
puede negar ninguno que sea estudiante honesto de la Palabra.
Si Jesús hubiera querido decir VERTER, habría usado EKQUEO; que
eso es lo que significa. Si hubiera querido decir ASPERJAR o ROCIAR,
habría usado RANTIZO; cuyo es ese significado. No hay duda de qye
Jesús ordenó la inmersión; ya que tanto Él como los apóstoles usaron la
palabra BAPTIZO, esto es inmersión.
De nuestro estudio concluimos que los mandamientos de la Escritura
en cuanto al acto del bautismo y su símbolo tomaron forma de la palabra
griega que Cristo usó; y todo indica que el bautismo es una INMER-
SIÓN.
76
“Arrepentíos y bautícese cada uno de nosotros en el nombre de Jesucristo
para perdón de los pecados” (Hech. 2:38). El que no ha pecado, no tiene
de que arrepentirse. Tampoco el que ha pecado y no se arrepiente, es apto
para el bautismo. Romanos 6 dice que el bautismo es una sepultura en
agua para el que ha muerto al pecado. Es evidente que antes de que al-
guien sea bautizado escrituralmente tiene que, por fe en Cristo y arrepen-
tido del pecado, morir al pecado y, después, ser sepultado con su Señor
en el bautismo. El candidato para el bautismo debe estar arrepentido de
sus pecados.
C. Aunque no se menciona específicamente en el Nuevi Testamento, parece
que debe haber una confesión pública de Cristo precedido al bautismo. De
esto hay indicios en el caso del eunuco, en Hechos 8:37. Pablo parece
repetir lo mismo cuando dice en Romanos 10:10, “Porque con el corazón
se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”.
El Nuevo Testamento enseña que el que va a ser bautizado debe ser
uno que, arrepentido, cree que Cristo es el Hijo de Dios.
La siguiente pregunta lógica es: ¿Para qué debe uno ser bautizado?
¡Qué valor tiene para el cristiano? Para responder a esto, necesitamos sa-
ber el propósito que Jesús le dio. Los grupos religiosos dan respuestas que
difieren mucho unas de las otras, en cuanto al propósito del bautismo.
Un grupo dice que el bautismo no tiene nada que ver con la salvación de
una persona; ya que es bautizada, precisamente, porque es salva. Enseña,
además, que es una contradicción bautizar a alguien para que sea salvo.
Otro grupo enseña que el bautismo debe ser administrado solamente por
alguien autorizado.
Es evidente que ambos puntos de vista están equivocado. Ya que Cris-
to ordenó el bautismo, entonces, Él es el único autorizado para establecer
todo lo referente al bautismo. Cristo y los apóstoles ordenaron el bau-
tismo para cumplir con estos propósitos.
A. Un medio para ser salvo. Marcos 16:16 dice, “El que creyere y fu-
ere bautizado será salvo”. Pedro repite lo mismo al decir como Noé y su
77
familia fueron salvos por agua durante el diluvio, y agrega: “El bautismo
que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de
la carne, sino como l aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por
la resurreción de Jesucristo” (1ª de Ped. 3:21).
B. Para remisión de los pecados. Cuando los 3,000 en el día de Pente-
costés preguntaron qué debían hacer para ser salvos, Pedro, viendo su fe
en Cristo, les dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el
nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo” (Hech. 2:38).
Pedro fue un apóstol, y poco tiempo antes Cristo había mandado el
Espíritu Santo para inspirarle. Cuando estaba dando las intrucciones an-
tes mencionadas, estaba hablando como un apóstol inspirado y un predi-
cador de Dios, revelando al hombre los requisitos para la salvación.
También Jesús dijo a Pedro que le daría “las llaves del reino de los cie-
los; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que
desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mt. 16:19). Lo dicho
por Pedro en Hechos 2:38, de que con el bautismo junto con la fe y el
arrepentimiento so obtenía perdón, vino directamente del trono de Dios;
y esto es algo que nadie puede ni debe poner en tela de juicio.
C. Para lavar los pecados. Cuando Jesús se apareció a Pablo en el cami-
no a Damasco y éste le preguntó lo que tenía que hacer, Jesús le dijo:
“Levántate y vé a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado
que hagas” (Hech. 22:10). Cuando Ananías vino a Pablo, le dijo: “Ahota,
pues, ¿por qué te detienes? Levántate y batízate, y lava tus pecados, invo-
cando su nombre (Hech. 22:16). Pablo creyó en Jesús cuando lo vio en el
camino y permaneció por tres días en oración, mas sus pecados seguían
aún con él. Aunque por sí solo el bautismo no quita el pecado, mas Jesús
y los apóstoles dijeron que el tal es válido cuando es precedido por la fe
en Cristo y el arrepentimiento de los pecados.
D. El bautismo en Cristo. Pablo dijo a los romanos: “¿O no sabéis que
todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bau-
tizados en su muerte?” (Rom. 6:3). Y dice a los gálatas: “Pues todos sois
hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido
bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gál. 3:26, 27). Somos
bautizados, pues, en Cristo.
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El Nuevo Testamento enseña que la redención está en Cristo (Rom.
3:24); en Cristo no hay condenación (Rom. 8:1); en Cristo hay conso-
lación (Fili. 2:1); que todos volverán a vivir, en el día de la redención, en
Cristo (1ª a Cor. 15:22); que si alguien está en Cristo, nueva criatura es
(2ª a Cor. 5:17). Todas estas hermosas realidades son prometidas a los que
están en Cristo. El Nuevo Testamento declara que para estar en Cristo,
debemos ser bautizados en Él. Uno no puede ser salvo fuera de Cristo.
Queda claro, entonces, que la salbación viene después del bautismo y
no antes; que el bautismo por sí solo no salva a nadie. El Nuevo Testa-
mento enseña que cuando una persona cree verdaderamente en Cristo,
se arrepiente genuinamente de sus pecados y es sumergida (bautizada) en
Cristo, obtiene la remisión de sus pecados.
El Sr. Bruce declara: “El Nuevo Testamento no apoya ni acepta la idea
de un cristiano que no es bautizado”.
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PREGUNTAS
Relacione.
80
COMPLETE
Llene los espacios.
A. ________________________________________________
B. ________________________________________________
C. ________________________________________________
D. ________________________________________________
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LA CENA DEL SEÑOR
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En las principales ciudades del orbe se han construido monumentos
a personajes célebres, como presidentes, héroes de guerras, inventores,
compositores, etc. Y un propósito que tienen los hombres para contruir
estos monumentos es, para que los que pasan cerca de ellos sepan en
honor de quién se han erigido.
Todos estos monumentos, al final, se desmoronan o decaen. Cuando
Jesucristo determinó dejar algo que nos recordara Su nombre, nos dejó
una remembranza que permancería tanto como la Tierra durara. Tal re-
cuerdo es la Cena del Señor.
Cuando el hombre va a construir monumentos, se asugra de que sean
metales y piedras caros y raros. Jesús, al escoger los materiales para Su me-
morial, eligió unos muy comunes: PAN y JUGO DE UVA. El trigo y la
uva crecen en cualquier parte del mundo; así que, el memorial de Cristo
puede ser observado en cualquier lugar de la Tierra.
Comparemos: el hombre construye monumentos con los materiales
más durables que encuentra; Cristo usó los materiales más comunes y
fáciles de descomponerse; pues el pan se enmohece rápidamente y se seca,
y el jugo de uva se agria en poco tiempo y se echa a perder. Se ve que
Jesús no esperó que Su monumento durara por mucho tiempo, debido
a las sustancias usadas, pero sabía que la durabilidad o permanencia de
Su recuerdo en el mundo dependería del amor de Dios que hubiera en el
corazón de Su pueblo.
I. INSTITUCIÓN DE LA CENA
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dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto
en memoria de mí” (Lc. 22:19). Cuando hubieron comido el pan, Jesús
tomó la copa que tenía el jugo de uva; “… habiendo dado gracias, les dio,
diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto,
que por muchos es derramda para remisión de los pecados” (Mt. 26:27,
28).
B. Los elementos usados.
1. El pan. El pan que Jesús usó en la cena fue, probablemente, el pan
ázimo de la fiesta de la pascua. El día anterior al comienzo de la pascua,
toda familia judía debía eliminar todo tipo de levadura en sus casas. Por
siete días debían comer pan ázimo solamente (Deut. 16:3, 4). Esto era
para hacerles recordar su súbita salida de Egipto (Éxo. 12:39). No hay
indicios de que Jesús haya llevado otro tipo de pan a esa cena. El concepto
de que la levadura representa el mal es otro punto a favor del pan ázimo
(cf. 1ª a Cor. 5:6-8).
2. El jugo de uva. A la segunda parte de la Cena del Señor se le llama
COPA o FRUTO DE LA VID (Mar. 14:23, 25; Mt. 26:27, 29). El tér-
mino FRUTO DE LA VID se refiere al jugo de la uva. Dios se refirió
al jugo de la uva como LA SANGRE DE LA UVA (Deut. 32:14). Esto
significa que Jesús escogió la sangre de la uva para ilustrar la sangre del
pacto, la sangre de nuestro Salvador.
Si la copa contenía jugo de uva fermentado o no, es un asunto muy
debatido. Algunas autoridades apoyab que era fermentado. arguyendo
que los judíos no podían mantener dulce el jugo después de su elabo-
ración. Otros contienden que era sin fermentar, ya que desde ña antigüe-
dad había formas para mantenerlo sin fermentar por espacio de un año.
Siendo que Jesús no especificó si el jugo era fermentado o sin fermentar,
la iglesia no apoya ninguna de estas opiniones. Hoy en día, con los méto-
dos para preservar, el jugo sin fermentar es, ciertamente, el más apropiado
para la Cena del Señor.
A. Partimiento del pan. El término que con más frecuencia usa el Nue-
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vo Testamento para esta fiesta cristiana es PARTIR EL PAN. Hechos 20:7
habla de los discípulos juntándose el primer día de la semana “para partir
el pan”. Hechos 2:42 dice que la iglesia primitiva perseveraba en la doc-
trina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el “partimiento
del pan” y en las oraciones. Esta expresión se halla también en 1ª a Corin-
tios 10:16. La descripción de la Cena del Señor parece que fue tomada
de la acción o actividad del Señor la noche en que la instituyó. Mateo,
Marcos y Lucas, al igual que Pablo relatan que Jesús tomó el pan, dio gra-
cias y lo partió, diciendo: tomas, comed, esto es mi cuerpo (1ª a Cor. 11).
Al día siguiente, cuando el cuerpo de Jesús era clavado y traspasado, los
apóstoles percibieron la figura de lo que Jesús quiso decir. ¡Cuán sagrada
sería la hora en que los discípulos pudieran partir el pan en memoria del
cuerpo traspasado del Señor!
B. La Mesa del Señor. Pablo recuerda a los corintios que no pueden
participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios (1ª a Cor.
10:21). Esto nos recuerda que la mesa pertenece al Señor. En primer
lugar, Él la dio; segundo, es huésped en cada comida. Jesús dio a Sus dis-
cípulos esta promesa consoladora: “… donde están dos o tres congrega-
dos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20). Esto es
una realidad en todas las reuniones de la iglesia. Hasta cuando se dispone
la mesa es significativo.
Se necesita enfatizar hoy en día esta sublime verdad. Una iglesia, para
hacer hincapié en este pensamiento, hizo lo siguiente: separaron del púl-
pito la mesa de la comunión, dejando espacio suficiente para poner una
silla entre los dos; los ancianos se sentaban a ambos lados de la mesa, pero
la silla de en medio permanecía siempre vacía. Esto era el testigo mudo de
que Cristo, el invitado especial, estaba presente en la cena.
C. La Cena del Señor. La Cena del Señor es, quizá, el término más
familiar hoy en día. Se llama Cena del Señor, porque Él la instituyó. Él
invita a Sus discípulos a comer. Él es el rechazado cuando un cristiano
deja de presentar a la cena. Para el que participa, Cristo es la fuente de
la comida espiritual. Cristo invita: “Haced esto en memoria de mí” (Lc.
22:19). Cristo es, también, el único que puede excluir de la mesa a un
hijo de Dios. El nombre CENA se debe sin duda a que tuvo lugar durante
una comida en la noche en que Jesús la instituyó.
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D. La comunión. El término COMUNIÓN es aplicado, comúnmente,
a la Cena del Señor. El uso de la palabra “comunión” que usa el Nuevo
Testamento parece más bien una descripción que lo que significa en sí.
Pablo recuerda a los corintios: “La copa de bendición que bendecimos.
¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es
la comunión del cuerpo de Cristo?” (1ª a Cor. 10:16). La palabra comu-
nión significa compartir o participar. Pablo dice que cuando bebemos la
copa o comemos el pan participamos o compartimos las bendiciones o
beneficios de la muerte del Señor en la cruz. Compartimos la comida con
Cristo, nuestro huésped. Esto es comunión o copartir en el sentido más
amplio de la palabra.
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reunión en Troas van a probar que fue una reunión específica con un
propósito definido.
1. Reunión establecida (específica). El uso del artículo EL indica que
los cristianos tenían la costumbre de reunirse el primer día de la semana.
Pablo llegó a Filipos el lunes, una semana antes de la reunión, ya que
Lucas relata que Pablo permaneció siet días en Troas. Él iba apurado a
Jerusalén, pues quería estar allá para Pentecostés (Hech. 20:16). Esto se
pone de manifiesto por el hecho de que Pablo salió el lunes temprano,
después de su reunión con la iglesia; para lo cual se había quedado allí
siete días. Esto puede indicar que el culto en el primer día de la semana
era una costumbre en Troas; y si esto se hacía en Troas, de seguro, era
igual en las otras iglesias que fueron establecidas bajo la dirección de los
apóstoles.
2. Propósito establecido (definido). Lucas dice que ellos se reunieron
con el propósito de partir el pan. La iglesia no se reunió para oír predi-
car a Pablo; estaban acostumbrados a reunirse regularmente para partir
el pan (cf. Hech. 20:7). Siendo que Pablo estaba ese día en la ciudad,
se alegraron de oírle hablar; pero ese no era el principal motivo de su
reunión. Los que usan este pasaje para probar el culto semanal, pero nie-
gan la comunión semanal se contradicen. Esta cita da ejemplo de culto
semanal, así como de un ejemplo apostólico de la Cena del Señor sema-
nal. Cualquier intento por desaprobar un ejemplo, desaprobará necesari-
amente el otro ejemplo.
B. La comunión semanal enseñada por implicación. En 1ª a Corintios
11:20 Pablo da instrucciones para corregir los abusos que existían en
cuanto a la mesa del Señor en Corinto. Les reprocha que abusen de la
mesa del Señor, con estas palabras: “Cuando, pues, os reunís vosotros,
esto no es comer la cena del Señor.” Su conducta ante la mesa les imp-
deía que comieran la Cena en una manera aceptable. Este pasaje podría
implicar que tal conducta les impedía llevar a cabo su proósito principal,
por el cual se reunían, que era participar de la Cena del Señor. Si alguien
dijera que el equió, una vez en el campo, no podía jugar debido a la lluvia;
cualquiera entenderá que el propósito de su llegada era jugar en partido.
Esta misma verdad es obvia en 1ª a Cor. 11:20.
Esto va de acuerdo también con nuestra proposición; puesto que la
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ilgesia de Corinto se reunía semanalmente para adorar, como se ve en 1ª a
Corintios 16:2. Tal pasaje implicaría que cuantas veces se reunía la iglesia
de Corinto, que era cada semana, observaba la Cena del Señor.
C. El argumento del tipo. Cuando Dios dio a Moisés el diseño del tab-
ernáculo, fue más que darle simplemente una tienda en que adorar du-
rante su viaje por el desierto. El tabernáculo era un medio de enseñanza,
para preparar a Israel para la venida de Cristo. Generalmente se piensa
que el atrio del tabernáculo era una representación del mundo; el lugar
santo, un tipo del cielo.
En el lugar santo, que representaba la iglesia hoy en día, había tres
muebles.
El candelero de otro que iluminaba la estancia, era una figura de la pa-
labra de Dios; pues la Palabra da luz y guía el camino del hombre (Salmo
119:105, 130).
El altar de oro donde se quemaban el incienso, representaba adecuada-
mente las oraciones de los santos, elevadas al trono celestial (Apoc. 5:8).
El otro era la mesa de los panes de la proposición, donde cada semana
los sacerdotes tenían la obligación de poner doce panes de la proposición,
los cuales permanecerían por una semana. Una vez repuestos por nue-
vos, los panes viejos servirían de alimento para los sacerdotes, como un
acto de adoración a Dios. Este término significa literalmente “panes de
la presencia”, los cuales eran un recordatorio para Israel de la presencia y
las bendiciones de Dios y Su cuidado providencial. De seguro que esto
encuentra su cumplimiento en la Cena del Señor: el pan y la copa recu-
erdan al cristiano, de manera vívida, que Cristo está con nosotros, y que
por medio de Él recibimos todas las bendiciones de Dios. El hecho de
que los sacerdotes comían los panes cada semana, apoya la enseñanza de
participar de la Cena del Señor cada semana.
D. Testimonio de los “Padres de la Iglesia”. El término “Padres de la
Iglesia” o “Padres Apostólicos! se aplica a los adalides de la iglesia, inme-
diatamente después de los aóstoles. Los escritos de estos hombres no son
considerados inspirados, pero dan o
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