EMPIRISMO
EMPIRISMO
EMPIRISMO
En este sentido, podríamos establecer que el empirismo se sustenta básicamente en dos principios
fundamentales. Por un lado, lleva a cabo la negación de la absolutización de la verdad,
estableciendo además que el hombre no puede acceder a la verdad absoluta. Y por otro lado, deja
patente que toda verdad debe ser siempre puesta a prueba dando lugar a que, a partir de la
experiencia, aquella se pueda modificar, corregir o desamparar.
Para la filosofía, el empirismo constituye una teoría relacionada al conocimiento que acentúa el
valor de la experiencia y de la percepción sensorial en el surgimiento de ideas. Para que el
conocimiento sea válido, debe ser probado a través de la experiencia, que de esta forma se
convierte en la base de toda clase de saber.
De igual modo, el empirismo en la filosofía de la ciencia supone que el método científico debe
apelar a hipótesis y teorías probadas mediante la observación del mundo natural. El raciocinio, la
intuición y la revelación quedan subordinados a la experiencia.
Resulta interesante resaltar además que el inglés John Locke (1632–1704) fue el primero que
formuló de modo explícito la doctrina del empirismo. Locke consideraba que el cerebro de un
recién nacido es como una tabla rasa, en la cual las vivencias dejan huellas. Por lo tanto, el
empirismo considera que los seres humanos carecen de ideas innatas. Nada puede ser entendible
sin alusión a la experiencia.
De esta manera, el empirismo filosófico se opone al racionalismo, que señala que el conocimiento
se obtiene mediante la razón, más allá de los sentidos o de la experiencia.
El filósofo escocés David Hume (1711–1776), por su parte, sumó al empirismo un punto de vista
escéptico que le permitió contrarrestar postulados de Locke y de otros pensadores. Para Hume, el
conocimiento humano se divide en dos categorías: la relación de ideas y la relación de hechos.
Francis Bacon o Thomas Hobbes fueron otros de los empiristas más importantes de la Historia y
más concretamente de su vertiente inglesa. En concreto, el último ha pasado a generaciones
posteriores por obras de la talla de Leviatán en la que expone un total de diecinueve leyes
naturales. Es frecuente que, en muchas ocasiones, al hablar de empirismo se haga también
referencia al racionalismo. Este es una tendencia de corte filosófico que se sustenta en la
identificación de lo que es la razón con el pensar. Partiendo de dicha acepción existen diversos
tipos de racionalismo tales como el ético, el metafísico o el religioso.
El empirismo, bajo ese nombre, surge en la Edad Moderna como fruto maduro de una tendencia
filosófica que se desarrolla sobre todo en el Reino Unido desde la Baja Edad Media. Suele
considerarse en contraposición al llamado racionalismo, más característico de la filosofía
continental.
El término ‘empirismo’ proviene de la voz griega empeiría, la cual puede ser traducida como
‘experiencia’. A lo largo de la historia del pensamiento han sido constatadas varias formas de
empirismo, unas radicales y otras moderadas. Así, por ejemplo, en la Antigüedad griega puede ser
citada la filosofía aristotélica; en la Edad Media, el pensamiento de Guillermo de Ockham; en la
Edad Moderna, el empirismo clásico; y en el siglo XX, el neopositivismo.
El empirismo clásico ─o moderno─ se desarrolló en las Islas Británicas en los siglos XVII y XVIII en
simultaneidad con el racionalismo de la Europa continental. Sus representantes más conocidos
fueron: Thomas Hobbes (Inglaterra, 1588-1679), John Locke (Inglaterra, 1632-1704), George
Berkeley (Irlanda, 1685-1753) y David Hume (Escocia, 1711-1776). Por lo demás, el empirismo
clásico puede ser definido brevemente como la corriente filosófica según la cual el origen y el
límite del conocimiento vienen dados por la experiencia sensible.
El principal problema que intenta resolver el empirismo es el del origen, límite y validez del
conocimiento humano. Este problema es considerado como previo e ineludible antes de comenzar
cualquier otra investigación. Las características fundamentales del empirismo se mencionan a
continuación.
Representantes:
Tomas Hobbes
De origen inglés, nacido en 1588, hijo de un pastor rural. Estudia en Oxford y allí conoce la filosofía
escolástica, que no logra interesarle. Su estadía en París, así como su contacto con varias
personalidades filosóficas y científicas fueron decisivas para la formación de sus ideas filosóficas.
Fue secretario de Bacon y testigo de la revolución y la restauración de su patria. Murió en 1679.
Sus obras las escribió en latín y en inglés. De manera especial: De corpore, De homine, De cive, y el
Leviatán, su obra cumbre, en la cual sostiene en filosofía el materialismo y el empirismo, en moral
el utilitarismo y el despotismo en la política.
Su pensamiento
Según Hobbes, hay dos clases de conocimiento: el conocimiento de hecho, que no es sino
"sentidos y memoria" y el conocimiento de la consecuencia que va de una afirmación a otra que es
propiamente ciencia.
El conocimiento para Hobbes "se funda en la experiencia, y su interés es la instrucción del hombre
para la práctica." Su filosofía es empirista porque parte de los fenómenos tal y cual como son
aprehendidos por los órganos de los sentidos.
Al contacto con la escolástica en Oxford, al igual que Hobbes, no demuestra ningún interés por
ella.
Emigró durante el reinado de Jacobo I, y participó luego en la segunda revolución inglesa de 1688
[...] El empirismo encontró en él su expositor más hábil y afortunado, y por su conducto dominó en
el pensamiento del siglo XVIII.
La obra más importante de Locke es "El ensayo sobre el entendimiento humano", publicada en
1690. Escribió también obras de política, "Tratado sobre el gobierno civil", "Cartas sobre la
tolerancia", y algunos pensamientos sobre la educación.
Para Locke, el origen del conocimiento es la experiencia. Sobre ello, afirma: "Todo cuanto la mente
percibe en sí misma o es objeto inmediato de percepción, de pensamiento o de entendimiento; a
todo esto lo llamo idea." Para él, idea es todo aquello que "pienso y percibo" o lo que en nuestra
época llamamos vivencia.
La percepción puede ser de dos clases: "Percepción externa mediante los sentidos o sensaciones, y
percepción interna de estados síquicos o reflexión." Estas dos operan juntas.
También hay dos clases de ideas: simples y compuestas. Las simples llegan directas de un solo
sentido o de varios al mismo tiempo, así como pueden llegar tanto de la sensación como de la
reflexión, o juntas. Las ideas complejas son el resultado de la actividad de la mente. Las ideas
simples dejan huella en la mente, es ésta la razón por la cual no pueden cambiarse. Las ideas
complejas están fundadas en la memoria.
Algunos filósofos han dicho que existen ciertos conocimientos en forma innata; es decir, que están
en nuestra mente y no son fruto de la experiencia. Pero, según Locke, esto es una gran falsedad
porque todo conocimiento se adquiere a través del uso de las facultades naturales. (Ver, en
Biografías: Locke, John)
George Berkeley
Nació en las cercanías de Kilkenny (Irlanda), en 1685. Cursó sus primeros estudios en su tierra
natal, más tarde vino a América con el propósito de fundar un colegio misionero en las Islas
Bermudas. Cuando regresó a Irlanda fue consagrado obispo anglicano de Cloyne en 1734;
desempeñó su cargo hasta que renunció a él en 1752, retirándose a Oxford, donde murió al año
siguiente. Fue enterrado en esta ciudad, en la Catedral de Christ Church.
Sus obras principales son: "Nuevos ensayos de una teoría de la visión", "Tres diálogos entre Hylas y
Filonús", "Principios del conocimiento humano", "Siris".
Su pensamiento
Berkeley parte de la doctrina establecida por Locke. No cree en las ideas generales, tampoco
existe para él la materia. Aduce que "todo el mundo material es sólo representación o percepción
mía. Sólo existe el yo espiritual, del que tenemos una certeza intuitiva".
Los objetos, según Berkeley, del conocimiento humano son o ideas impresas realmente en los
sentidos, o bien percibidas mediante atención a las pasiones y a la operaciones de la mente o,
finalmente, ideas formadas con ayuda de la imaginación y de la memoria.
David Hume
Nació en Edimburgo (Escocia) en 1711. Hijo de un terrateniente. En su juventud se dedicó al
comercio, pero luego se dedica a las letras y a la filosofía. A los veintitrés años escribe su primer
trabajo filosófico. Murió en 1776.
Sus obras más importante son: "Tratado de la naturaleza humana", "Investigación sobre el
entendimiento humano", "Investigación sobre los principios de la moral".
Su pensamiento
El punto clave del pensamiento de Hume reside en su teoría de la asociación de las ideas.
Es Hume quien lleva a sus últimas consecuencias la dirección empirista iniciada con Bacon. Para él
las ideas son copias borrosas y sin viveza de las impresiones directas.
Según Hume, tanto la percepción como la reflexión nos aportan una serie de elementos que
atribuimos a la sustancia como soporte de ellos. Pero no limita su crítica a las sustancias
materiales sino al propio yo.
Para Hume, el conocimiento no puede llegar a alcanzar una verdad metafísica. Tampoco acepta
que existan ideas innatas, ya que todos los contenidos de la conciencia provienen de la
experiencia.
Discusiones sobre el empirismo
Sobre el argumento de Locke contra las ideas innatas, nos deberíamos preguntar, ¿qué valor
tienen los argumentos de Berkeley? Es posible que éste no haya conseguido nunca formar una
idea abstracta o que ni siquiera la hubiera conseguido, y que simplemente se haya quedado en el
mero plano de la imaginación.
Hume tiene razón al sostener que el principio de causalidad no se puede reducir al principio de
identidad.
Sin duda alguna, hay en el empirismo una verdad importante, que le brinda las fuerzas necesarias
para poder resistir los ataques del racionalismo y es que afirma que el espíritu humano no tiene
ideas innatas y que la experiencia es indispensable.
De otra parte, se considera que el defecto esencial del empirismo es el privar al hombre de
inteligencia y de razón, limitando todo el conocimiento a los meros objetos concretos de la
experiencia. "En esto es infiel a los datos más claros de la experiencia. Pues es un hecho que el
hombre es capaz de pensar las esencias abstractas de lo sensible, de comprender que son cosas
que ve."
"Se ha indicado a veces que para los empiristas modernos, los empiristas ingleses, la mente es
como una especie de receptáculo, en el cual imprimen sus huellas las impresiones procedentes del
mundo externo."
Empirismo lógico
Se considera al empirismo lógico como la corriente más influyente, ya que es ésta la continuación
del positivismo. El empirismo lógico está bastante influido por la tradición filosófica inglesa del
nominalismo y del empirismo.
El empirismo lógico da un paso de mucha importancia, al reconocer juicios como 3+2= 5, que no se
derivan de la experiencia. "Se llama empirismo lógico porque presta gran atención a la lógica y a la
matemática".
El empirismo, o conocimiento como fruto de la experiencia, abre las posibilidades para que el
hombre se convierta en autodidacto de su propia vida. El hombre que experimenta es un hombre
que conoce, que despeja interrogantes, que descubre el mundo. Cifrar toda la existencia en las
experiencia vividas lleva, en gran medida, a desconocer la historia y los planteamientos hechos
hasta el momento, porque así se tengan por establecidas cosas que pudieron ser fruto de la
experiencia, se puede concluir que lo vivieron otros hombres en otra época, en circunstancias
distintas, y hoy se puede experimentar de manera diferente y llegar a otras conclusiones.
El empirismo acaba con las prohibiciones, los dogmas, los métodos científicos preestablecidos y se
reafirma en la persona como sujeto capaz del conocimiento.
La ciencia misma, que sólo da como válido lo que es producto experimentado y comprobado, hace
que lo que no corresponda a otros patrones, aunque también se sitúe en el campo científico, no
sea tan valorado y tenido en cuenta. El empirismo ha sabido ganarse el espacio y cuenta con
elementos muy convincentes para seguir siendo motivo válido de especulación y conocimiento.
El término empirismo viene de la voz griega "empeiría" que se puede traducir como "experiencia".
Cuando hablamos de "experiencia" en este contexto nos referimos más exactamente a la
experiencia sensible o conjunto de percepciones. En un sentido amplio llamamos empirista a toda
teoría filosófica que considera los sentidos como las facultades cognoscitivas adecuadas para la
adquisición del conocimiento. A lo largo de la historia de la filosofía se han dado muchas formas de
empirismo, unas radicales y otras moderadas; por ejemplo en la filosofía griega se puede citar la
filosofía aristotélica y la filosofía atomista como filosofías más empiristas que la de Platón o la de
Parménides. En el pensamiento medieval también encontramos autores muy inclinados al
empirismo, como Guillermo de Occam, en la filosofía moderna el empirismo clásico, y en el siglo
XX el neopositivismo.
*En sentido estricto, utilizamos el término “empirismo” para referirnos al empirismo clásico o
empirismo inglés, movimiento filosófico que habitualmente se contrapone al racionalismo
clásico y que se caracteriza por las siguientes notas:
1. Los autores más importantes nacieron en las Islas Británicas, entre los siglos XVII y XVIII (Edad
Moderna) y sus representantes más destacados son John Locke (1632-1704), George Berkeley
(1685-1753) y David Hume (1711-1776), a quien se considera su máximo y más radical
representante.
7. Acepta la deducción sólo para la lógica y las matemáticas, y cree que para el conocimiento del
mundo sólo es adecuada la inducción.
EMPIRISMO
La filosofía empirista llevó a cabo una saludable autocrítica de la razón,
experiencia.
Historia.
El empirismo es una corriente filosófica opuesta al racionalismo que surge en
Inglaterra en el siglo XVII y que se extiende durante el siglo XVIII y cuyos máximos
propiamente dicho hace relación a las teorías filosóficas creadas por las corrientes antes
mencionadas.
Locke influye en los ilustrados alentando los principios de las revoluciones americana y
tesis.
conocer las cosas más que a partir de las ideas que tiene sobre ellas.
Por lo tanto, si lo primero en el orden del conocimiento son las ideas, éstas
de los objetos sensibles externos (las cosas) y las operaciones internas de la mente
(emociones, sensaciones, etc.).
sensible.
ser adquirido. La mente no posee contenido alguno (ideas innatas), sino que es como
una "tabla rasa", un receptáculo vacío que debe "llenarse" a partir de la experiencia y el
aprendizaje.
razón, utilizando un método adecuado, no tiene límites y podría llegar a conocerlo todo.
universales no hacen referencia a ninguna realidad en sí (objetiva), sino que son meros
se encuentran vinculadas entre sí. Cualquier idea compleja ha de ser explicada por
combinación y mezcla de ideas simples. Los universales o conceptos generales son sólo
los intereses principales tanto del racionalismo como del empirismo. La diferencia entre
ambos estriba en que, si para los racionalistas el modelo ideal de método era
matemático y deductivo, para los empiristas debía ser experimental e inductivo, similar
al que utilizó Newton en el campo de la física, y que tan excelentes resultados había dado.
empírica. Salvo en las matemáticas, que no versan sobre hechos, sino sobre nuestras
propias ideas y sus leyes de asociación, las ciencias de los fenómenos naturales (física,
geografía, biología, etc.) deben evitar cualquier supuesto u hipótesis metafísica, así
como rechazar el método matemático deductivo. El error cometido por los racionalistas
consistió en tratar de igual forma y bajo el mismo método a todas las ciencias, sin
El tiempo, no obstante, dio la razón a los empiristas, pues a partir del siglo
estéticas no pueden percibirse, no tienen valor cognoscitivo sino que la guía para la vida
humana es el sentimiento.
Prescriptivismo
1. [Filosofía] Corriente filosófica que defiende la consideración de los enunciados morales como
carentes de contenido descriptivo.
Corriente filosófica que defiende en general que cierto tipo de expresiones consideradas
tradicionalmente como enunciados declarativos no son tales, es decir, no proporcionan ninguna
información, por tratarse de prescripciones (normas o reglas).
En particular, el prescriptivismo es una teoría de la ética contemporánea desarrollada
principalmente por Richard M. Hare que se opone a cualquier intento de aplicar predicados al
sujeto o a sus actos con el propósito de describir realidades morales. Se establece así un contraste
entre el significado descriptivo del lenguaje, que establece determinados hechos, y el significado
prescriptivo, característico del lenguaje moral, según el cual los términos se utilizan
fundamentalmente como guías de acción para el individuo. El lenguaje moral está hecho, así, de
prescripciones, que no proporcionan información ni influyen necesariamente sobre la conducta,
pero que proporcionan una guía para esta última.
Debe señalarse que el prescriptivismo no es tanto una teoría ética como metaética, ya que no
propugna ningún tipo de prescripciones. Tan sólo aporta una descripción de la relación que existe
entre lenguaje moral y conducta, y en ese sentido hay quien la considera una “mera investigación
lingüística”, en la línea de las preconizadas por la filosofía analítica.
La objeción más común con que se enfrenta el prescriptivismo es el hecho de que considera casi
exclusivamente el lenguaje moral que se expresa por medio de imperativos, y que descuida otros
aspectos diferentes de dicho lenguaje.
En una gramática normativa se establecen las reglas de uso de una lengua. Se fija –prescribe– lo
que se considera correcto y lo incorrecto. En síntesis, se dicta cómo se debe hablar y –sobre todo–
escribir. En esta disciplina se supone codificación (ponderación) de las normas de uso. Se atribuye
más valor a la lengua escrita que a la oral. Se prestigian y perpetúan las modalidades literarias y
cultas. Según este modelo, entre las categorías lógicas y las gramaticales ocurre similitud
(«paralelismo»). Un concepto opuesto es el de gramática descriptiva, relativa al uso real de una
lengua.
Como fenómeno sociológico, el prescriptivismo lingüístico puede ser objeto de estudio en la
Sociolingüística. También se le vincula habitualmente con el purismo, que consiste en abogar por
la defensa contra cualquier influencia externa (alienación) en una lengua.
Las actitudes respecto de la gramática prescriptiva varían entre los hablantes –y escritores– de
idiomas del mundo. Para muchas lenguas existen instituciones reguladoras, como la RAE para el
idioma castellano, o para el idioma francés, la Academie française. Pero, por ejemplo, el inglés
carece de una institución equivalente. Aunque se escriben obras prescriptivas para esta lengua,
sus autores son personas o agrupaciones privadas, sin respaldo oficial alguno.
Criterios de la prescripción
La normativa lingüística se basa en una serie de usos expresivos que deben acatarse para hablar y
escribir correctamente un idioma. Para la determinación del concepto «correcto» se toman en
cuenta los criterios de uso siguientes:
La mayoría de las reglas prescriptivas de los [auto-titulados] expertos del lenguaje no tienen
sentido a ningún nivel. Son pedazos de folklore que se originaron por razones excéntricas hace
cientos de años y se han perpetuado desde entonces... Las reglas no se atienen ni a la lógica ni a la
tradición, y si fueran seguidas forzarían a los escritores a una prosa confusa, torpe, verbosa,
ambigua e incomprensible, en la que ciertos pensamientos no son expresables.3
Uno puede elegir obsesionarse con las reglas prescriptivas, pero estas no tienen más que ver con
el lenguaje humano que lo que los criterios para evaluar gatos en una exposición de gatos tienen
que ver con la biología de los mamíferos.
Juan Carlos Moreno Cabrera, en su libro La dignidad e igualdad de las lenguas, opina lo siguiente:
Si la moderna ciencia lingüística no apoya esta distinción entre formas correctas o buenas y formas
incorrectas o malas de hablar, ¿de dónde surge, pues, este interés en tachar unas hablas de
incultas o incorrectas? [...] La idea de que el vulgo inculto habla mal ha sido difundida y alentada
desde el poder político y educativo para facilitar que los hablantes de variedades lingüísticas no
estándares las abandonen y se sumen a los modelos de habla considerados cultos. De esa manera
se consigue, a través de este prejuicio, que el propio pueblo abandone sus formas de hablar de
modo voluntario y contribuya a la destrucción de sus propias señas de identidad lingüística.
También expresa:
Desde un punto de vista objetivo y estrictamente lingüístico, no hay nada que haga unas formas
de hablar peores o menos dignas que otras. Como observa el profesor Borrego Nieto, las
instancias educativas desempeñan aquí un papel crucial. Sería interesante no identificar correcto
con normativo. Si no se nos impone una norma, podemos aceptarla libremente, pero debemos
tener presente que esa norma no es más correcta que otras posibles simplemente porque la
acepten o ensalcen determinadas instancias sociales (pág. 160).4
Kirsten Malmkjær, en su Enciclopedia de la Lingüística, cita como uno de los cinco principios de la
lingüística moderna el siguiente:
La Lingüística no es prescriptiva.6
«[...] la supuesta norma culta no existe». Afirman que el prescriptivismo o normativismo no forma
parte de la Lingüística ni está avalado por esta ciencia, ya que ésta se basa en el estudio de la
lengua tal como realmente es, y no tal como a este o aquel autor le gustaría que fuera.
Prescriptivismo
Teoría ética de R.M. Hare, opuesta al emotivismo y al descriptivismo, que establece criterios de
tipo formal para juzgar acerca de un juicio moral: un enunciado es un juicio moral (1) si contiene
un imperativo o enunciado prescriptivo y (2) si es universalizable. Por tanto, se trata de un
formalismo moral, puesto que afirma que es moral todo enunciado que sea, a la vez, prescriptivo y
universalizable, sin referencia alguna al contenido.
Para analizar los enunciados morales, Hare distingue la parte frástica y la parte néustica. La
primera (phrastikon, del griego "señalar") refleja el contenido del enunciado, o lo que alguien dice;
la segunda (neustikon, del griego "asentir con la cabeza"), la postura que el hablante propugna
ante dicho contenido, o el uso que hace del sentido del enunciado. Así, por ejemplo, "no matarás"
puede desglosarse en su frástico, "los hombres no matan a sus semejantes", y en su néustico "y
ésta es la conducta que te exhorto vivamente a poner en práctica".acciones, pero los hechos no
morales por si mismos no pueden hacerlo. Por ello, el juicio moral introduce un nuevo elemento
en el pensamiento (elelemento prescriptivo o motivacional) que no se encuentra en la
desnudadescripción de los hechos. Pero el prescriptivista, si ha de vencer a suoponente, tendrá
que ofrecer una explicación, no meramente de por qué lagente tiene que pensar que dados los
hechos 5on inevitables los juiciosmorales, sino de cómo (por qué proceso racional) podemos llegar
a un juiciomoral prescriptivo en razón de los hechos dados. ¿Es esto posible para
losprescriptivistas, que piensan que los juicios morales son prescripciones, y por lo tanto algo más
que enunciados fácticos? Esto no parecerá posible a quienespiensan que por la razón sólo pueden
descubrirse hechos; pero como hemosvisto esto es un error.Kant, que comprendió este error,
ofrece algunas sugerencias sobre cómoactuar. Considera de aplicación la fórmula «obra sólo según
aquella máximamediante la cual puedas querer al mismo tiempo que se convierta en
leyuniversal», sea cual sea el papel que uno ocupe en la situación resultante(Kant, 1785, BA 82
421). Si los juicios morales tienen los rasgos deprescriptividad y universalizabilidad que según los
prescriptivistas tienen, estemétodo viene impuesto por la lógica de los conceptos morales. El
contenido delas máximas que podemos adoptar, o de los juicios morales que podemosaceptar,
dependerá entonces de qué estamos dispuestos a prescribir paratodas las situaciones similares
(de si, por ejemplo, somos el marido infiel o suesposa engañada).El «imaginarse a uno mismo en la
posición de los demás» es una operacióndifícil que plantea tanto problemas prácticos como
filosóficos. Los de ordenpráctico sólo son prueba de que la reflexión moral es difícil: no resulta fácil
paralas personas. Más adelante examinamos el remedio a esta incapacidad. Lasdificultades
filosóficas son un tema demasiado amplio para este breve artículo.Se refieren al problema de
cómo comparar la fuerza de las preferencias dediferentes personas entre sí y con nuestras propias
preferencias; el problemade las «otras mentes» al que han dedicado tanta atención los filósofos;
elproblema de si tiene sentido imaginarme como otra persona (¿seguiría siendo yo?),
y de lo que me veo forzado a decir sobre la situación de esa personacuando lo hago (Hare, 1981,
cap. 7 y refs.).Un posible recurso para quien busca las necesarias limitaciones alpensamiento
moral consiste en decir que a menos que considere a la persona,en cuyo lugar me imagino estar,
en pie de igualdad conmigo mismo, mostrandoun igual interés por ella, en realidad no me imagino
que yo sea esa persona.Esto supone considerar que sus preferencias tienen igual importancia que
mispropias preferencias actuales, y formar así preferencias para la situaciónhipotética en la que
yo soy ella, de igual fuerza que las que ella tiene enrealidad.Esto es lo que supone seguir la Regla
de Oro, hacer a los demás lo quedeseamos que nos hagan a nosotros, y querer a nuestro prójimo
como anosotros mismos. También está implícito en la máxima de Bentham «todo elmundo vale lo
que uno, nadie más que uno» (citado en Mill, 1861, cap. 5, s.f.).
El método kantiano que hemos venido presentando es congruente con unaforma de utilitarismo
(aunque hemos de añadir que no exactamente la forma deBentham, porque está formulada en
términos de placer, mientras que la teoríade Kant está formulada en términos de voluntad).Es
erróneo pensar, como hacen muchos, que kantismo y utilitarismo tienen queestar enfrentados. No
tratar a una persona «nunca simplemente como unmedio sino siempre al mismo tiempo como un
fin» exige, como dice el mismoKant en la página siguiente, que «los fines de un sujeto que es un
fin en símismo deben ser también, para que esta concepción tenga todo su efectosobre mí, en la
medida de lo posible, mis fines» (1785, BA 69 = 430 s.). Un fines lo que se quiere por sí mismo; así
pues, según Kant, tenemos que dar elmismo respeto a la voluntad de fines de cualquier persona,
incluida la propia; yesto es también lo que nos impone el utilitarismo. Esto supone, en un
sentidoinocuo, considerar los fines de muchas personas como si fuesen los fines deuna persona
(yo mismo). Pero no supone dejar de «tomar en serio la distinciónentre las personas» (Rawls,
1971, págs. 27, 187) -una distinción que tienenmuy presente tanto Kant como los
utilitaristas.Aunque puede no haberlo percibido, Kant se enfrenta aquí a la misma dificultadque la
que se ha esgrimido a menudo contra el utilitarismo, a saber, que noslleva a conclusiones morales
que parecen contrarias a la intuición (por ejemplo,que sería correcto castigar al inocente, a partir
de supuestos que en la prácticarara vez se cumplen). Pues esto podría ser, en ocasiones tan raras,
lo queharía alguien que hacía suyos los fines de los demás y se esforzaba al máximopor
fomentarlos. Castigar a un inocente puede evitar una catástrofe mayor paralos fines de casi todo
el mundo. La solución es la sugerida en realidad por muchos utilitaristas, que supone dividir el
pensamiento moral en dos niveles-una idea que nos recuerda la distinción efectuada por Platón
Aristóteles
(Ética a Nicómaco,
especialmente el libro VI) entre recta opinión odeseo y entendimiento o sabiduría práctica
phronesis).Los términos depensamiento «crítico» e «intuitivo» son nombres adecuados para estos
dosniveles. Si tuviésemos un pensamiento moral perfecto podríamos utilizar siempre el método
kantiano-utilitarista, es decir el pensamiento critico. Pero silas personas hiciesen esto, les induciría
a error: no tendrían suficiente tiempo oinformación,y estarían a merced del autoengaño y de la
persuasión; y enConsecuencia a menudo pretenderían para sí mismos que la conclusiónconforme
a sus propios intereses era la que exige el método.Por ello, es aconsejable que las personas se
formen en las disposiciones ovirtudes buenas que les lleven a hacer, en conjunto, lo que les
pediría quehiciesen un pensador moral no sesgado y perfectamente crítico -si es precisosin
demasiada reflexión, si ésta es inoportuna. En otras palabras, debencultivar las mismas intuiciones
a las que apelan los intuicionistas, unidas a unafuerte inclinación a seguirlas, y con otros
sentimientos moralmente deseables(por ejemplo, amor) que las refuercen. Sólo cuando entran en
conflicto estasdisposiciones generales (como sucede en ocasiones) nos veremos impulsadosa
cierta reflexión crítica, e incluso entonces dudaremos de nuestras propiasfacultades.
Sin embargo, si se trata de decidir Qué intuiciones y disposiciones hemos decultivar, no podemos
confiar en las propias intuiciones, como hacen losintuicionistas. Cuando tengamos el ~ y estemos
libres de todo sesgo egoísta,deberemos reflexionar críticamente sobre cuales son las correctas o
lasmejores, juzgadas por la medida en que, en general, su cultivo satisface losfines de las
personas. Y esto es lo que han hecho las personas con sabiduríapráctica siglo tras siglo; por ello, se
presume que las convicciones morales quecomparten las personas reflexivas son las correctas.
Pero se trata sólo de unapresunción: algunas de ellas pueden no ser las correctas. Por ejemplo,
¿escorrecto pensar que es moralmente legítimo comer animales no humanos? Sidudamos de que
estén en lo correcto nuestros antecesores, estamos obligadosa ejercer cierta reflexión crítica
nosotros mismos; pero incluso entoncesconvendrá ser humilde y no confiar demasiado en uno
mismo. La «sabiduría delos siglos» tiene cierta autoridad simplemente por ser el resultado de
lareflexión de numerosas personas en situaciones diversas.Los descriptivistas se sienten
reconfortados por esta «sabiduría de los siglos»;a firman que conocen que sus pronunciamientos
son correctos. Y en realidaden cierto sentido lo conocen; han aprendido, y no olvidado, que
determinadostipos de actos son correctos y otros incorrectos. Pero antes de reconfortarsetanto,
deberían conversar con un afrikaner que sabe que es malo que losnegros reclamen la igualdad con
los blancos, o con un fundamentalistamusulmán que sabe que es correcto lapidar a las mujeres
adúlteras