Ariadna PDF
Ariadna PDF
Ariadna PDF
3
Y tanto que lo creía, pues su colchón goteaba. Y os recuerdo que yo
corrosivo.
coches. Llevaba la tira de años y vivía como Dios (dentro del Infierno,
has vivido solo, es imposible volver con los padres. Y una Mierda. A las
café venía a mí, no por arte de magia, sino gracias a mi madre, que era
teníamos que decir cuánto de café y cuánto de leche. ¡Vale! Rosquillas nos
4
desayunando: galletitas metálicas. El dinero no sabe lo que es pasar
La verdad es que me sentía un poco jeta. Unos ratos más que otros,
comido las patatas con tierra y todo, aquel hombre. Amaba la Naturaleza.
No hace falta ser vegetariano para eso. Un tipejo harapiento, con una
Así que al tajo. Lo principal es quitar las malas hierbas. Mira cómo
los riñones, que parecía que les fuera a dar un infarto, a mis riñones. Me
5
en forma de uve, me rozaban a la altura de la cintura y me subía el picor
señorito.
laboral, por el mío propio, vamos… que si había alguna oferta por ahí, algo
momento.
granos, mi novela. Quizá sería mejor olvidarla de una vez y comenzar una
¡tiempo!, ¡tiempo todo para mí! Comerme el tiempo con patatas y escribir
mi tiempo.
6
No, no…, me animaba… no está tan mal, la novela, podría
Algún día leerá mi novela, se dará de bruces con ella. Mientras ojee los
neón, con todos los colores del arco iris, intermitentes, en letras
libro, de tapas duras más duras que mi… Lo abrirá por la página 793.
¡Gracias! Comeré pizza cuatro quesos a su salud. ¡Qué digo, pizza!, ¡de
más complicado, porque no creo que haya leído muchos libros en su vida.
7
mis juegos de palabras, quizá contrate a un literato. Se le caerá el mundo
¿no?...
Mi madre cosiendo como una loca. Horas y horas. Bastidor, hilo del
gordo, del fino, dorado, dedal, tijeras, metro, plancha. En la mesa del
brasero. Los pies calentitos, ¡sólo faltaba! Los curas, frotándose las
8
Harvard, según tengo entendido, pero no la supieron apreciar esos
poseso por todo el pueblo al anochecer. ¡Qué horas son éstas, joder!
pregunto.
guardaba los comodines debajo del culo, y aun así, no había manera de
Taladré a todo el mundo con mi novela. ¿Qué hago? ¿Tú qué harías?
madre. Mamá… ¿tú qué harías? Ay, hijo mío, yo de esas cosas no
pena mi ruptura con Natalia. La vio por la ciudad, por casualidad, un día,
algo de Claudia?, me solía decir. No, mamá, no sé nada. Claudia era mi ex.
9
enfado. Quizá conste en el Libro Guinness de los Récords, nuestro enfado.
joder. Sólo se acuerdan de ti cuando tienen alguna mala noticia que darte.
Total: ¿qué tal la vuelta a casa con tus padres?, ¿encuentras algún
se estaba disipando cada vez más rápido. Visto lo visto, el de ella no. Lo
mí. Gracias, no os preocupéis, les dije. Mamá, que estaba segura de que
triste para crear. Aunque, según dicen, los nubarrones vienen bien,
tu vera y te dan besitos por la nuca y por el cuello. ¡Pues que vengan de
10
Debía salir de casa, me aconsejaba mamá. Tenía mi tez color
amarillo verdoso. Así que me lanzaba a pasear por los campos. Mi madre
mismísima Calíope (me apunto este nombre para otra novela), si hace
con los brazos abiertos, mostrándome todos sus encantos. ¡Hola!, me dijo,
subía, con esfuerzo. Madre mía, ¡qué mujer!... su aura casi me tira para
11
silenciosa, se deslizaba cual pantera descendiendo de su árbol, en la
enfrente. Me lo ponía fácil la tía, sólo tenía que enamorarla. Hola, ¿qué
Pero me fui topando con alguna que otra traba. Su padre era
oían desde que irrumpían en el edificio. Subían por las escaleras, los
galones primero; detrás él. Más cosas. El novio. Menuda bofetada me llevé
cuando los vi, entrando en el domicilio, uno detrás del otro. Me pregunté,
todas formas. Con enchufe todo es más fácil. Te llega antes la electricidad,
empresa, aunque no era suya del todo, como él decía, sólo era un socio
más. También era tío mío, ‘el platanero’. Un tío de esos que no sabes muy
12
primo segundo de mi madre, pero no estoy muy seguro. Era un gran
butifarra, una barra entera de pan tipo chapata y tres J.B con coca cola.
Vamos, un pozo sin fondo. Y divertido como pocos, tenía una risa más
el brazo a casa y comérselo aderezado con ajetes tiernos. Quizá sea mejor
reiría tanto. Buen tipo, de todas formas. Sobre todo para tenerlo de jefe.
que dicen ahora. Otra logia masónica barata. Iba y venía de La Bisbal a
13
que la empresa tenía agarrada una apetitosa contrata con la diputación
imagino.
Pues sí, así era: Eduarda Fornells Enrech. Mi vecina. Luego caí que en el
Sin duda, era de esos padres que fabrican a los hijos a su imagen y
estará?
Así pues, cogí la carta del suelo, eso, que yo sepa, no es delito,
Vladivostok! Pero no, no era su novio, era su padre. ¡De buten!, pensé.
Vaya con la letra que tenía el tío. Letra militar, ¡ahí no se canteaba
ni una ‘ese’! No había trazos curvos. ¡Le habría costado escribirla medio
14
aérea. Eso ya en el membrete, como aperitivo. Se gustaba el tío. Veamos.
Seguí leyendo. Dos folios por las dos caras. Al final, la firma ocupaba casi
media página. Era como el Guernica, pero no como el cuadro, sino como el
mucho, hija, vas a ser una gran abogada, y que no me entere yo de que te
alguna que otra vez, padrecito, me dije. ¡Yo era testigo de aquello! Falta
grave, señorita Eduarda. ¡La pena va a ser pasar un fin de semana, aquí
hubiese minado todo el bloque con cámaras secretas. Ándate con ojo,
querida Eduarda, que este tío se presenta un día sin avisar y os manda, a
único que sabía de ella: su apellido, Enrech. Pero no… no es lo que estáis
15
Digamos, que tenía historia, ahora sí, digna de una novela policíaca,
todo lo posible, yo, por verla. Por la mañana no había manera, pues me
cosquillitas en la cabeza.
reflejado ahí, dentro de la furgoneta, tan campante, con las dos manos en
buen día hace hoy!’, ‘vaya, está lloviendo’, ‘refresca’… Original, yo, donde
los haya. Parecía hacerle gracia mi rudo acento maño. Quizá también se
16
cuestionase ella de dónde diablos había salido yo. Pero no me preguntó, a
todo. Para adentro, sin llamar. Llevarán juntos mucho tiempo, pensaba,
Así que: o urdía un plan o me podía tirar años así. Con la mirilla y
17
siguiente, solicitándole que reprenda a su hija a fin de que adecúe su
pelotas.
No sé muy bien por qué, pero sellé de nuevo la carta que rapiñé en
problema, me guardaban una cama. ¿Qué quieres para cenar? Lo que sea,
furgoneta para asuntos propios. Haz lo que quieras con ella, mientras no
las nueve de la noche del viernes. De camino, combatí el tedio del viajecito
18
obligadas’, según decía él… ¿Por qué no te vienes?, le insinué. Dicho y
hecho.
Total que el lunes, primer lunes de otoño, por la tarde, nos dimos
una vuelta por ahí. Una ciudad muy coqueta, Girona. El casco viejo se
funerario. Parece ser que toda la alegría estaba en aquel bar, borracha
con alcohol. Ocupamos la última mesa, tan cerca de los baños, que parecía
que nos mearan encima, los clientes. Me puse a destripar todas esas
19
caras, gente joven, la mayoría, al parecer universitarios. Poco nos
enfrente de los grifos. De ahí salía el dorado líquido espumoso, ¡oh, ácido
Intentaba arrancar todos esos peinados, todos esos rictus, todas esas
cabeza y cerrar con llave. Para mi novela. Era como si llevase un pajarito
bueno…
gesticulando. Muy morena de piel, con ojos rasgados, sus facciones eran
pantalones vaqueros y una blusa roja con exageradas mangas. Muy corto,
con unas tijeras gigantes, un dedo justo por encima de las cejas.
del ala. Regresé junto a mi hermano. Observé que se le caía la baba, de ver
20
tanta gachí feliz. Así que le expliqué, señalando a la pantera, que era mi
para entrar. Vamos a decirles que se sienten aquí con nosotros, a beber…
vi, allí, hablando con Eduarda. Vino todo el grupo, hacia mí, yo
sus costados, como doblando la esquina. Tenía una buena frente, vamos…
para sacar las raquetas y jugar unas bolas. Era muy fea, y salpicada de
granos… pensé… ¡mi novela!... ¡ya tengo título para mi novela! Casi me
muero de gusto, ahí mismo, por mis adentros. Alabado sea el destino.
Alabado sea Dios y todos sus discípulos y Nerón y las llamas del Vesubio y
Luego estaba Virginia, con nariz de tucán y boca de pez gato, con
bigotitos y todo. Insípida como ella sola. Y por último, Carlota, rubia
teñida. Hacía tres meses que se tiñó, lo digo por los tres centímetros de
cascar y de reír, la tía, era muy menuda, parecía estar hecha a otra
escala. Luego me enteré de que su padre era arquitecto, por tanto, mis
tres, porque Virginia nos abandonó a las primeras de cambio. Tenía que
21
acabar un trabajo, alegó. Todas estudiaban Derecho. Celebraban el
cumpleaños de Eduarda, por cierto. Buena excusa para darle otros dos
besos. Se los di con ganas, como los que te dan las viejas del pueblo, con
la mesa. Si no eres muy diestro, date por jodido. Y cuanto más bebes,
no!... por dios, ¡no puede ser!, me decía yo. Iba con un grupete de amigos,
cabeza. ¿Por qué diablos me habría imaginado yo que eran novios? Cosas
pesimista ortodoxo. Aquello despejaba el camino, sin duda. Sin papá, sin
22
Su hermano se despidió enseguida, sólo pasaba a saludar, dijo, algo
cortado. A las once en punto sonó una campanita, con un badajo muy
¿Su casa?, pensé yo. Genial idea, les pareció a todas. Otra baja, nada más
augurio. Jamás hubiese pensado que tenía novio, mi novela, pero eso es lo
se trate de mi hermano.
Así que ahí nos tienes a los cuatro escaleras arriba, bueno, mejor
dicho, los tres y el gnomo. Porque Carlota parecía ir menguando cada vez
23
estaba firmemente convencido de que no estábamos solos. Y ella, dale que
te pego con que no. Que eso eran invenciones de la Nasa, excusas para
podía creer. ¡Cabía toda ella en el asiento de la silla!... con las piernecitas
mano, hacerle caricias en el lomo, como a una gatita recién nacida. Fue
una y otra vez en lo de chiquitita dime por qué, en lo de que ella era la
¿pero para qué abre la puerta? ¡Si cabe por la ranura de abajo! Más y más
risas. Casi me da algo. Volví en mí, poco a poco. Todavía llegaban algunas
24
preguntado por su madre!, a la pantera… ¡tenía que saber qué fue de su
madre!... estaba algo obsesionado con aquello… ¡por Dios!, necesitaba que
abajo. Me temí lo peor, y acerté, por supuesto. Pero no me quedé ahí, tras
ver con mis propios ojos, meter el dedo en la llaga. Sadomasoquismo puro
y duro.
no, ahora no es buen momento. Se oiría a lo lejos una voz femenina, dulce,
25
(¡sin tilde!) del Serengeti, durmiendo con la pantera en su árbol. Muy
sueños!, sustituí aquel nombre por el de Ariadna. Fui al azar a una página.
Caí en la 53. Comencé a leer… Cuando iba por la 56, cerré el archivo.
26
Me apareció el escritorio, de nuevo. Cliqué sobre el archivo de texto
reciclaje?
modus operandi.
más solemne.
Dudé unos segundos… clicar sobre el ‘Sí’, o clicar sobre el ‘No’. Ésa
27
PRIMERA PARTE
León andaba dando un voltio por las huertas. Adrián gobernaba el mundo.
- Proceda.
del piano. Una de sus esposas descubrió que a sus cincuenta años, Ervin,
28
tardaba más de media hora en abrocharse los zapatos. ‘¡Brutal!... ¿Cuánto
Adrián abrió tanto los ojos que le dolieron. ¿Pero qué broma sobrenatural
era esa? ¿El primer perro marciano? En ese momento se oyó rebuznar el
furioso.
ver con esto –respondió su hijo fingiendo sosiego, como si viese perros
verdes a diario.
29
León tardó tres horas en morir. Adrián enterró al éxitus en un
Azcona tampoco lo era, desde luego. A los pocos días la familia se enteró
cuatro dígitos. El dinero le volaba como arena entre las manos bajo un
huracán, a pesar de que sus vicios tampoco eran muy caros: música, cine,
Adrián tenía un hermano tres años mayor que él. Ambos habían
estaba orgulloso de él, de su inteligencia, pero, sobre todo, del arrojo con
30
sobre todo, de ser consciente de estarlo. Convertir cada instante en
eterno. A eso aspiraba Adrián, por aquello quería escapar del barrio, de
aquella vida fútil. Sólo se sentía vivo muy de vez en cuando, recibía como
los cataplines. La verdad es que al pobre le daban unos sustos del copón. Y
el tema no era de risa, porque con la presión que llevan esos aparatos, si
31
muchacho, el número de operaciones que necesitó y tal y cual… Desde
vistazo ahí arriba, para mantenerse alerta. Aquella era como su señal de
la cruz. Amén.
Había una banqueta, tipo de bar, en medio del taller. Parecía tener
porque, cada vez que Adrián se sentaba (al poco le soplaron que había
distraes más.
más presión’, ‘tienes afuera los de la empresa Walter Rodríguez, que hay
32
aéreo. No tardaba en entrar algún listo (a los que nunca les había pasado)
con el sermón:
banqueta?
grupos para fletar coches (no pagaban los gastos de desplazamiento, por
33
‘¡De buten! Pero de eso nada monada. Cada trabajador tenía su silla, su
mucha velocidad al teclear los datos, les martillaban con que eran
tiempo!
pausas: una de quince minutos a las seis y otra de diez minutos a las
Las Huertas, y se unió a tres tipos del barrio de Las Delicias, cercano al
suyo.
34
salían de su boca gorgoteando. Su cara era del mismo color de su nombre
hasta las suelas de sus zapatos. Siempre sonriente y con un bolso a modo
treintañera, con cara de pato, culo carpeta y espárrago-tetas (de esas que
princesa y estaba loca por pillar a un ricachón y pasearse muy pero que
muy pero que muy despacio en descapotable por la ciudad. Cogían el auto
parió, sea virgen o no. Por supuesto, cuando alguno de ellos faltaba, iba
fino. Con Rosa tenían la coña de que si se estampaban algún día contra
35
tiempo y transcurrió el invierno, sin mucha novedad. Adrián ya le había
cogido tirria a unos cuantos del curro. Por supuesto, todos tenían apodo.
‘Acequias’ era uno de los jefes, un liliputiense que quería ser Gulliver. El
sus restos por una acequia. ‘Premio Nobel’ era un tipo estirado con mirada
físico nuclear e ingeniero de caminos pero era más tonto que alto. Y
(supervisor que amaba el trabajo, del que decían que había nacido allí),
directas de quedar a tomar algo después del trabajo, de lo guapo que estás
ponía cara de asco y miraba hacia otro lado ignorándola. Pero nadie puede
36
ignorar a un mamut. El mamut, en peligro de extinción por entonces,
quisieran largar de ahí por patas, dejando solo al tronco. Intentó hacerse
el sueco y seguir con la charla pero notaba que ella no apartaba sus
pequeños ojos golosos sobre él. Con los nervios, presionaba tanto el
acelerador como para juntarlo con el asfalto. Por fin habló Rosa desde su
estómago hiperpotámico:
derecho.
agarró el bolso y se apeó del vehículo. Adrián aceleró como Kurt Rusell en
37
Death Proof. Cuando lanzó una mirada furtiva al retrovisor vio a la
Rosa.
hermano desde Hanoi hasta Hue en bus cama. A eso de las diez de la
noche, Adrián, con los ojos ya cuasi ensangrentados a causa del regular y
divisó algo mucho peor: dos agentes de la guardia civil. Entraron verdes y
oficina. Lo primero que pensó Adrián era si tenía bien aparcado el coche.
las manos sobre sus cabezas de pitiminí. Adrián temía tener algo que ver
con todo aquel lío. Y acertó. Salieron todos los peces y ‘Acequias’ se dirigió
a él:
su pecé.
Como los culpables que pretenden hacer ver que son inocentes. Observó la
aquellos ojos.
38
Hablaron los agentes. Su lenguaje parecía sacado de tácticas
topó con el rey. Lo miraba seriamente, el rey. Una banda azul cruzaba por
su pechera y se tapaba con las dos manos sus partes nobles, nunca mejor
dos solos (aparte del rey), en una sala de unos cinco metros cuadrados.
medio tartamudeando.
39
familiarmente atento. Intentó tranquilizar a su defendido explicándole
violencia, dijo, todo acabará cuando den con quien atropelló a la víctima.
oscuridad parecía enfriar más el ambiente. Unos cuantos grillos, los más
careto de Rosa por doquier. Ora veía sus ojos lacrimosos cuando se bajó
del coche, ora la veía con el cuchillo y tenedor y con la baba colgante. Le
40
peso de encima. Unos pocos compañeros animaron a Adrián (sobre todo
que lo tuvieran presente, ‘por si salía algo’. Objetivo: escapar. Volar con su
sueño.
41
Comenzó a sudar, le sobrevino un miedo atroz. El presentador, el público,
pliegues, que descendían hasta el suelo. Sus pies estaban ocultos entre
mismo aspecto.
con el Imserso. Adrián los llevó al aeropuerto y les dio cuatro besos. Su
casullas para los curas de gratis. Esos días Adrián echó de menos más a
León. Comenzaban los cierzos fríos del otoño. El Sol acabó su papel de
42
agua al fluir por las acequias… Todo aquello se desvaneció. El cielo guardó
sin leer las preguntas, recibió botas, guantes y firmó el contrato. Aquella
izquierda y derecha. Por fin llegó una tartana con un cartelito manuscrito
bus y divisó algún asiento libre casi al final. La luz tenue daba un aspecto
43
No era buen síntoma, desde luego, si necesitaban pimplar para ir a currar.
pensó que deliraba. Se giró para volver a verla y por detrás también
hay?’. No obtuvo respuesta. Al poco rato la escuchó roncar tan dulce que
despertar de aquella pesadilla. Así debió estar unos veinte minutos, sin
cabeza al rape. A primera vista parecía no tener facciones, su cara era lisa
como una pizarra y sus ojos pintados con tiza. Adrián atendió a sus
44
disfrutaban de su anarquía, pasaban del rojo frecuentemente. Me río yo
(¿siempre hubo clases?). Mete ocho mil llaves media hora en tu horno a
ciento ochenta grados: a eso olía. Sin duda, un paisaje idílico. Adrián se
viaje.
para armar el eje trasero del coche. Una vez soldados, comprobaba los
día a día le iba exigiendo más: Azcona, tienes que hacer doscientas piezas
sentaba todo lo lejos que podía de ella. Mientras fingía escuchar a algún
45
Traía siempre unos tuppers a rebosar. Nada más abrirlos, aquel olor se
menudo pestazo. Adrián todavía no había cruzado ni una sola palabra con
Waters.
Y por otro lado… estaba Claudia. ¡Oh, sí, Claudia! Claudia era muy
amable, pero no sólo con Adrián sino con todo el mundo. Tenía treinta y
vida. Quizá también con la muerte. ¡Con todo! Era muy atractiva, con una
hablaban, sólo un ‘¿qué tal?’ o un ‘ya queda menos, ¿eh?’, pero Adrián
46
No sé por qué hay días en que te sientes mejor. Más fuerte, más ágil,
más inteligente, más alto, más guapo. Bajas a la calle y todo el mundo te
final.
47
Poco a poco fueron intimando. Ante las escasas probabilidades de
podría decir que Claudia y Adrián ya eran amigos, buenos amigos. Aquel
fin de año Javier no viajó a Zaragoza debido a una gran ola de frío que
inundó toda Europa. Adrián, durante todo aquel tiempo, y con gran
seriamente su escapada.
curioseó sobre ‘la de las fiambreras de judías blancas con chorizo’. Claudia
le explicó que era una buena chica. Muy callada. La pobre estaba llevando
- Ya ves, Adrián, son cosas que pasan. Debían estar muy unidas, más
siendo gemelas. Pero hay que seguir hacia delante, ¿no? ¡Qué le
vamos a hacer!
48
Claudia salía con un monitor de gimnasio. Llevaba una gran foto
enamorada, sin duda, pues cada vez que hablaba de él, sus ojos sonreían.
intentaba sentarse cerca de ella en las pausas, a pesar del terrible olor de
de una ocasión, pero le faltó valor. Al final se dio por vencido y prefirió
café.
había hecho ilusiones con ella, pues le gustaba… le gustaba mucho, pero al
49
ranura y marchó hacia su puesto de trabajo. Había reunido todo el arrojo
todos hemos oído y que a nadie nos valió nunca. Que si amigos y tal.
tiempo?
50
Arribaron a la parada de Las Huertas.
51
pues te he escuchado hablar por teléfono alguna vez, y se te da muy
bien...
Pero ella no estaba muy convencida… arguyó que era muy feliz en
de raíz sus raíces. Concluyó que seguirían con la relación a distancia ‘si
podían’.
Estaba hasta el gorro del patético David García y sus discursitos paterno-
Por otro lado, Adrián siguió sin hablar con la gemela de Rosa.
52
fue olvidando de aquel incidente, hasta que el sentimiento de culpa se
así, para aprovechar más el tiempo con el italiano, pues aquella semana
para sí.
sabías.
53
casa vio al italiano de Claudia en todas partes. En un cartel publicitario,
un coche patrulla…
- Ten mucho cuidado, hijo mío. Vigila lo que comes. Dale un beso
marcha.
54
Tuvo mucha suerte, Adrián, con el asiento. En una salida de
dormido, el muy pillo. Adrián pasó casi todo el rato leyendo, navegando
desierto.
Allí había que aguardar unas cinco horas. Adrián se cruzó por las
goteros y una pierna colgando del techo. Todavía más frágil, igual de
Bangkok. Siete horas más de vuelo. Esta vez Adrián durmió casi todo el
que el avión se detenga por completo. Les agradecemos que hayan volado
55
les informan de que ellos tienen esperando un taxi que les llevará a un
Ahí tienes el aeropuerto. Todo para ti. Hasta las ocho de la mañana
para dar algún paseo y templar algo sus nervios. La terminal estaba
atestada: una familia árabe con sus siete u ocho chiquillos correteando,
todos con toga y turbante, los varones de blanco y ellas de negro; jóvenes
ingleses o alemanes muy blancos con tablas de surf entre sus maletas
jugando a las cartas en el suelo; parejas muy variopintas: viejo calvo con
joven asiática; joven asiática con viejo con peluquín; blanca, rubia y alta
con negro gigante; japonés enjuto con cámara enorme; monje budista con
monje budista; y una que no formaba pareja, pero que merece la pena
reseñar: una monjita muy pequeña muy pequeña que era y andaba igual
que ET.
56
amanecer. De vez en cuando Adrián salía afuera a la sauna e inspiraba
Por fin llegó la hora, Adrián facturó, pasó por los arcos de
seguridad, esperó un poco más en otra salita y a volar de nuevo. Esta vez
el viaje duraba dos horas y media. No hubo café gratis. Era una compañía
mamá (el último: lomo con pimientos verdes fritos) y lo saboreó tan
pausadamente como si estuviera en una cata de vinos, pero sin poner cara
de gilipollas.
a saborear su Libertad.
57
Javier no tardó en llegar. Apareció en una vieja moto de color
granate.
acercándose a él.
rapado al tres o al cuatro. Hasta sus ojos parecían más achinados. Vestía
cuenta. Seguro.
58
- ¡Tengo que enseñarte muchas cosas, hermano! ¡Ya verás qué guapo
barahúnda.
observando.
Javier vivía en una estrecha calle cerca del lago. Su piso, aunque
pequeño y poco luminoso, era muy confortable. Tipo estudio. Adrián dejó
ruidosa urbe. Hanoi es una ciudad viva, donde las haya. Con ‘viva’ me
llegar hasta Saigón, tomarse allí una bia y regresar a su posición original
se perdieron en Ho Chi Minh, pisaron los cráteres de los B52 cerca de los
59
Por fin, sus días estaban henchidos de vivencias, que flotaban en su
Grandiosa sensación.
mercadotecnia del futuro. Adrián salía con la moto, leía, escribía, veía la
Muchas veces la fuerza del aguacero ni siquiera le dejaba abrir los ojos. Su
dos compañeros de Javier a tomar unas bias en una terraza cerca del
60
esos raros peces abisales, muy feo, el pobre. Era diabético (Mellitus tipo I)
y andaba todo el día con un pequeño bolso isotérmico, donde guardaba sus
am Main, muy esbelta, con una lisa cabellera rubia y cara de oliva muy
pero que muy arrugada. Estaba liada con una tailandesa o tailandés, pues
todavía no estaba muy claro de qué sexo era. Adrián se echó unas buenas
61
Pagó a su hermano el viaje a Trieste. No quería que se quedase allí
mar, a unos tres kilómetros al sur del puerto. Había una construcción que
gente hasta lo alto: mediante una montaña rusa que ascendía en espiral
62
Javier, Olga y Carlo se marcharon a trabajar de punta en blanco,
devuelto a primera plana sus ya casi olvidados recuerdos del otro mundo.
Por fin descubrieron que lo que tenía Olga era una novia, pues la
invitó al viaje. Por la noche, quedaban todos en la terraza del hotel, con
63
ventanal de un bar a Claudia. ¿Claudia? –preguntó Adrián a sus ojos,
Había pasado una eternidad desde la última vez que la vio. Allí, en aquel
al público sus hermosos ojos verdes, sus pómulos brillaban como un nuevo
cuerpo sedoso. Aquella mujer poseía poesía. Su pelo seguía como antaño,
qué diablos está haciendo Claudia aquí? ¡Aún tiene el valor de venir a
visitarle! Creo que voy a entrar. Pero, ¿y si ahora el cachitas, tan amable,
64
momento en que Claudia se quedase sola para entregarle una nota. Así
Al cuarto de hora la pareja salió del bar. Adrián los siguió a una
Anduvieron media hora larga piano piano y por fin pararon en un quiosco
andar con paso firme hacia Claudia. Ésta, sintiendo que alguien se le
improvisado.
65
al teléfono. Miraba a la tele. Con más atención, escudriñó el móvil: ahí
tumbado, todo el sillón para él. ¡Como un rey! Fue a comprobar si estaba
contacto con otros dispositivos extraterrestres. ‘No sigáis por ese camino
66
Entre el gentío que iba y venía a oleadas, Adrián se topó con Carlo.
delataba.
¡No lo podía creer! ¡No podía ser! Pero sí, era. Enrico era el novio de
Claudia, el malhechor.
con Enrico, en una fiesta en el hotel Postojna… Dime dónde estás tú,
67
Tomó un taxi y en diez minutos se presentó ante Claudia, que
esperaba dentro del portal de un gran bloque de pisos. Ésta abrió la puerta
hizo caso omiso a todas las resoluciones provisionales del juez y obligó a
de la justicia.
de salvarla.
68
Ella lo intentó retener, le rogó que no hiciera ninguna locura, que
ella no estaba mal del todo, que podía aguantar, que se zafaría de él con el
tiempo y volvería con sus padres a Zaragoza, que éstos tenían una casa de
vengaría…
brindis.
su novia, algo apartado del bullicio. Observó a Enrico. Lo tenía a unos seis
69
wáter. Estaban solos. Mejor –pensó Adrián. Se miró al espejo. El espejo le
Los italianos seguían con las altas de los Países Bajos. Javier estaba
sentado con otro grupo. Parecían discutir sobre política, pues un ‘Fuck
pitando de allí. Tras él, más despedidas, abrazos, besos. Falsas amistades
70
aterraron. Por fin, Adrián respiró profundamente y se decidió a llevar a
cabo su plan.
hasta ella y con una fuerza sobrehumana la arrastró hacia afuera del
escondite. Allí estaría a salvo, sin duda, pero una eternidad los separaba.
las llaves, cogidas por unas pinzas, caían en una bolsa transparente; el
ascensor, en primera fila, con las puertas abiertas, no quitaba ojo; débiles
71
Claudia, que, sentada en el tercer escalón, era interrogada por varios
jugada… ‘Lo han matado para robarle la cartera’. ‘Tenía veintiséis años’.
‘Esto no pasaba antes’. ‘Seguro que ha sido alguno de esos moros, ¡cada
Allí nos vemos. Un beso’. En otra habitación del hotel, un móvil sonó e
faltaban unas cinco horas para el VA 0853 con destino Hanoi y escala en
Moscú. Adrián se bebió un café largo con hielo con el hielo y todo. Después
72
compañía. Le parecía genial que, allí, tan cerca de Zaragoza, Adrián
estar cerca del Vaticano, Dios no le hizo caso. Quizá estuviese reunido con
más inri, el vuelo se retrasó tres cuartos de hora por problemas técnicos.
Adrián fue quien hizo despegar aquel avión. Cuando los pies de su
entre los glúteos, zanjasen el tema con el robo de la cartera y ella pudiese
por fin volver a Zaragoza. Pero no las tenía todas consigo. Y tanto que no.
criminal. Ni mucho menos un profesional del crimen. Por ahí podían venir
73
los problemas. ¡No borró sus huellas de ningún lado! El odio te inyecta
fuerza física pero te resta facultad mental. ¡Y él había actuado casi sin
decía… Quizá lo vio alguien entrar al portal, conversar con Claudia, o mil
intentó leer. Imposible. Optó por un paseo. Todo el avión dormía. Roncaba
con tu familia y tus amigos… ¡Ojalá así sea! No te puedes imaginar lo que
vueltas a todo como un loco. ¡Ocurrió tan rápido! ¿Qué te dijo la policía?
74
remuevan Roma con Santiago en ese sentido. Espero que los carabineros
carné. ¡Nada más! Aunque, ¿quién sabe? Nos tienen bien vigilados, igual
por un lado estoy cagado de miedo, pero por otro, me alegro de haberte
respuesta como el santo advenimiento! Dime que estás bien, que todo ha
que te hizo! Tú no tienes nada que ver con su muerte. Fue decisión mía.
Sólo mía. Yo soy el único culpable. Siento la chapa que te estoy dando,
¡pero tengo que descargar con alguien! ¡Lo siento! Entiéndeme, Claudia,
por favor. No te enfades conmigo. Igual quieres olvidar este asunto cuanto
antes, seguramente así sea… pero yo aquí, sin saber nada, necesito
qué crees? Por favor, dime cuanto sepas, cualquier detalle que te dijera la
75
te pido eso… Así sabré a qué atenerme por si vienen a buscarme. De todas
veladas cerca del lago. Adrián las frecuentaba menos. Se excusaba en las
ocupada, cuanto más mejor. Incluso un trabajo físico. Una nueva vía de
escape.
doblar la esquina hasta un almacén sito a las afueras, pasado el Río Rojo.
76
Hanoi seguía siendo la misma. Hanoi sí es inmortal. Mientras Roma
tal’. ¿Qué sabrán ellos? ¿Hacia dónde estaban mirando? Hanoi era un
del bote.
kilómetros por hora. Casi dos horas para atravesar la ciudad. Al llegar al
ofrecían un café. ¡Aquel café con leche condensada! ¡Oh, sí! Aquel café te
trabajo resultó para Adrián mucho mejor que ocho millones quinientas
77
gota del cuenco de phô. Delicioso. Javier se pasó el rato contando
despacio hacia casa. ¿Cómo una ciudad tan agitada puede ofrecer
78
‘Hola Adrián. De verdad, perdóname por no haberte escrito antes.
cuento lo que pasó. Me llamó una vecina que volvía de una fiesta y se
encontró con Enrico. Esto fue más o menos a la media hora de que te abrí
última vez con Enrico. Si él solía llevar mucho dinero encima. Si tenía
segura de que los policías creen que ha sido un robo. Han preguntado a
todos sus amigos y ellos tampoco se lo explican. Enrico era muy querido
los gitanos rumanos por la inseguridad y esas cosas. Incluso hubo algún
que otro altercado. Han dado la noticia por todos los telediarios, como que
tenía que haber más seguridad para los turistas de la Expo. La familia de
que me quedara en su casa a vivir con ellos hasta que se me pasara el mal
79
trago. Yo lo agradecí pero me vine a Zaragoza en que se tranquilizó todo
fallecido en Trieste, que yo había estado allí con él… para que lo dijera en
que estaba algo mejor de los nervios pero me seguía sintiendo muy mal,
sin poder hablar de esto con nadie. Parecía que me iba a explotar la
alguna crisis más. Al final no aguanté más y se lo conté todo a mis padres.
Ellos me quieren mucho. Mi padre fue el que se lo tomó peor. Me dijo que
qué clase de amigos asesinos tenía y mil cosas más. Fue horrible. Seguro
que lo dijo porque está muy preocupado por verme así. Yo pensaba que se
todo tal y como fue. Y me amenaza con que si no lo hago, irá él. Que soy
así, yo me siento mucho peor. Dice que me encontrarán, que al final todas
sabía lo que iba a ocurrir, que no tuve nada que ver con el crimen, pero él
80
sé lo que va a hacer mi padre ni sé lo que voy a hacer yo. Estoy muy
olvidan jamás. Se oyó una ovación cerrada. Adrián, cabizbajo, sentía las
público más entregado alarga una ovación tanto tiempo. Aquello era otro
se despidió hasta el año que viene. La traca final duró tres horas.
81
estas cosas caes en la cuenta de que realmente el mundo es un
debemos tejer un plan. Una cosa está clara: van a venir. Imagino que
creo que sí. Por otro lado, olvídate de Claudia, ahora mismo ella es un
82
armado de su padre, y no creo que tenga fuerzas para huir…
cierto… te fichan por todos lados… En que tomas un avión, date por
hermano.
así. Hay que plantarse. Tú te vas a quedar aquí y vas a seguir con tu
día. Jamás olvidaré lo que has hecho por mí. Tus sinceras palabras de
acabó.
- ¿Quién llama?
aquí. Nada, que sólo es para avisaros que en unas diez horas llegaré a
84
Madrid. Cogeré un autobús. Os llamaré cuando sepa la hora de llegada
- Ah… bien, bien… Oye una cosa, ¿te pasa algo?... te noto muy raro…
- ¿Te has metido en algún jaleo? –gruñó-, ¿Qué has hecho? ¿No
alimento. Con unas migajas de dolor y tristeza renace como el oso polar
que despierta hambriento de focas. Helo ahí, con su blanca piel manchada
junto a los fogones, dejó de pelar patatas, se llevó las manos a la cara y
85
Pasadas las cuatro de la tarde el timbre de la puerta de entrada
Los dos agentes entraron al salón. Uno de ellos sacó libreta y bolígrafo. El
- Sí, soy yo. ¿Qué quieren? ¿Qué diablos ha hecho mi hijo para que se
un reluciente plato hasta que una lágrima disolvía su imagen. ‘Madre mía’
86
terminaron los agentes, el padre, cabizbajo, hincando los codos en la
Los agentes dijeron que así sería todo más fácil. Se evitaban la
pegó un salto sin levantar los pies del suelo ¿No sería su gemela, la de la
del seísmo. ¡Eso sí que era una casualidad! No, no, seguramente sólo se
Adrián pensó en que algo iba mal, más cuando el desafiante agente le
cuello como un robot e hizo una seña a un grupo de perros policías que
87
‘Última llamada para el pasajero Adrián Azcona. Vuelo VA 0932’…
busca de alguna idea genial para salvarlo. ¡Algo se le tenía que ocurrir!
como una gran estatua de cobre que emergía en medio del océano. Y
aquella figura, poco a poco, se fue haciendo más grande. Más grande. Ya
que el oso introducía su hocico en el agua, nuestro salmón dio un salto con
88
aquellos árboles del paraíso. Anheló por un momento tener pulmones
Javier observó su reloj, restó tres horas y pensó ‘todavía debe estar
bajo un árbol en la campiña inglesa. Ahí, que yo sepa, no hay osos. Por
profundamente dormido.
89
se quedan ahí, no… ¡qué va! Después crean distinciones entre las
fronteras. ¿Qué será lo próximo? Disculpe, tiene que hacer fila ahí. Esta es
pasillos hasta una pequeña sala cubierta por azulejos blancos. De camino
observó unas cuantas maletas declarando, con sus bocas abiertas de par
ser firme. Lo sentaron en una silla de plástico seis veces más grande que
caso. Nadie lo sabía mejor que él. Cuando hicieron una referencia a la
alma. Una cosa era que su padre se hubiese vuelto loco para salvaguardar
a su hija y que ésta no hubiera podido pararle los pies; otra bien distinta,
90
- Además –añadió-, deberías esperar a tu abogado. Él te aconsejará
aparato. Sugirió que le dejasen solo. ‘Está bien. Tienes dos minutos’.
ahora.
creer, por Dios! No… ¡imposible!… Pero bueno… Sí que ha ido deprisa
el bastardo ese. ¿Pero quién coño se cree que es el padre de esa chica?
así. ¡Te lo prometo! ¡Aunque sea lo último que haga! –dijo Javier
91
Entraron los agentes y retiraron el teléfono de la mano muerta de
Adrián. Javier siguió hablando un buen rato hasta que advirtió que la
Adrián tomó otro vuelo. Pero esta vez no era un vuelo comercial, sino una
Trieste. Ahora Adrián era presa de los carabineros. ‘Misma bazofia con
del suelo: la cama. Los ataúdes están acolchados; las camas de aquellas
columpio. Su padre lo empujaba. Una y otra vez. Una y otra vez. ‘¡Más,
papá! ¡Más alto! –pataleaba el niño entre pícaras carcajadas- ¡Sí, papá!
92
¡Hasta el cielo!’ Su padre sonrió y siguió impulsando. De repente,
comenzó a llover con fuerza. Cada vez más intensamente. Las tremendas
Adrián advirtió que los ojos de aquel niño y de aquel padre le miraban
se fijó en sus manos. Comenzó a tocarse la cara, el pelo, las piernas… ¡No
llovía sobre él! Examinó el cielo. Un torrente de luz blanca le caía como
Adrián abrió los ojos y reparó en una bandeja con algo de comida
93
Llegó el juicio, el día del juicio final. Muchos medios de
cada mañana. Sin saberlo, había sido noticia desde el día en que llegó
retirarlas enseguida.
duros en la lejanía. Tanto Carlo, aun siendo amigo del fallecido, como Olga,
94
se despidieron, aquellos seis ojos emularon las lluvias típicas del Sudeste
asiático.
tenía tiempo ni fuerzas para todo y decidió dejar la huerta. Javier, ante
sin más. Su regreso fue un gran alivio para su padre, pues su esposa
apetece una manzana? Mira, ¡qué buena pinta tiene!’ Le acercaba unas
95
El hijo mayor insistió en que debían hacer caso al médico y buscar
Aquel que una vez acogió a Adrián con los brazos abiertos. El mismo que
Sus palabras eran escasas y sombrías. Adrián apenas quería hablar por
teléfono. Se refugió en sus libros. ‘Es lo único que me hace sentir vivo
para todos’.
brisa. Bajo sus ojos, unos valles grises y abruptos, símbolos de muerte. Las
96
con todas sus fuerzas que aquella pobre madre aguantara con vida hasta
97
SEGUNDA PARTE
más.
98
Además, ¡fuiste tú la que insistió tanto en Croacia!... ¡Ay!... ¡Londres
junto al mar! ¿No era así como habíamos quedado? Llevo la lección
medio de la noche.
¿Ok?
99
- He parado un momento en un área de servicio. Se me estaban
tomamos un café.
quedaba poco.
David acabó de leer la nota y la estrujó. ¿Pero qué broma era esa?
¿Estaba soñando? ¿Soñando? ¡Qué va! ¿Será una broma?... Igual de esas
que serpenteaba cuesta arriba. A ambos lados chalés con jardines… ¡No!,
ha dejado aquí tirado como una miserable colilla. ¡Y tanto hablar del
una alfombra roja en Venecia? Por el amor de Dios… no puede ser, ¡no
100
dar vueltas por los alrededores. Parecía un pequeño pueblo, calles
escudriñó a los clientes a través del ventanal. ¡Sí! ¡Aquí va a estar! Lo que
faltaba, que la viese desayunando chocolate con churros con el otro. ¡En
mi cara! No puede ser... No, ¡no puede ser! Esto no me está pasando a mí.
¡No!
tiempo. Tomé una decisión. Lo siento. ¡Mil veces lo siento! Pero no hay
quieras, pero déjame sola, ¡por favor! Tengo que colgar ya…
ser real! ¡No! Tiene que ser una broma macabra o algo así. ¿Qué ha
pasado, cariño?... ¿Te fugas con otro? ¿Es eso? Dime algo… así no
puedo vivir. No me dejes así, por Dios. ¿Dónde estás? ¿Qué haces?
- Déjalo ya, David. Basta ya, por favor. ¿Te acuerdas que siempre te
101
pasado. Pues bien, todo esto tiene que ver con él. Nada más que eso.
Me he portado mal contigo. ¡Muy mal! Pero tenía que pensar en mí. Y
todo a una carta. ¡Nada más! Te utilicé, David. ¿No te has dado
inmensa. Ni una sutil brisa. Quietud por doquier. Las casas más cercanas
102
Miró su reloj. Estaba algo inquieta, pero menos de lo que esperaba.
pensando que estaba obrando bien. Y eso era lo que hacía: transcribir los
dictados de su corazón.
perfecto.
tantos días de viaje con un amigo... Por lo menos, nos lo deberías haber
hay problema. Recuerda que tengo más de treinta, que no soy una
- Sí, sí, cariño. Claro, claro… Pero ya sabes… todo aquello que pasó y
103
- No te preocupes mamá. Estoy bien. Os iré llamando cuando pueda…
también.
apagó derrotado.
frente, una gran puerta metálica. A la derecha, dos ventanillas; tras ellas,
104
apareció un funcionario, de espaldas, manipulando una fotocopiadora.
tinta, al parecer no se llevaba muy bien con los tóner. Javier le preguntó
por su hermano, Adrián Azcona. Habló alto y claro, como todo aquel que
pasase por ahí daría con ella, fijo. Claudia entró en la panadería y
105
de un gran salto. Claudia maldijo su suerte con un gruñido y devolvió con
tiempo.
- ¡Claudia!
No podía ser, no, ¡por Dios! Ahora no. Claudia se paró en seco pero
se resistía a girarse.
Se dio la vuelta, muy a su pesar. Vio a David con los brazos en cruz.
más difícil. Tengo mucha prisa. ¡Adiós! –dijo, y amagó con seguir su
camino.
de la nada! Dime qué pasa… ¡cariño!... ¡dime qué pasa!... ¡por Dios!
te lo voy a repetir más. ¡No, ahora no! Tengo que hacer algo
106
venga la policía? Entra en el coche y vete, ¡por Dios!... ya no te lo
nuevo.
pastillas… y vigile que se las tome. Poco más puedo hacer. Intente que
107
Antonio despidió al médico y volvió con su mujer. Martina seguía
tiene que ir esa pena, mujer, que al final te va a pasar algo malo. Te
lo digo yo. Estás flaca… demasiado flaca. Cuando venga Adrián os iréis
a dar un paseo por la playa. Ya verás qué bien. Con todo lo que has
dijo.
Cuando pasó por delante de Javier se oyó un ‘le quedan: treinta y cinco
108
Aquella puerta metálica se abría para escupir más humanoides.
Lamentablemente, uno de ellos iba a ser él. Y así fue. Adrián vestía un
notó un saco de huesos entre sus brazos. Apenas podía hablar, lloraba en
pueblo más cercano y ahí tomarían el bus. Hubo algún que otro doloroso
109
nuevo a la cabina telefónica. Esta vez el taxista contestó y le anunció que
enfrente, junto a una caja rural de ahorros. David, aunque la miraba con
los ojos bien abiertos, estaba muerto en vida. Sólo faltaba que llegase el
forense y cerrase sus párpados. El coche de alquiler hacía muy bien las
regordete, con cara de pizza las cuatro estaciones del año, abrió el
estaba sentada, a metro y medio. Adrián pasó por delante de sus narices a
podía mover sus ojos. Nada más. Siguió con la mirada a Adrián y al que
110
dispara. ¿Cómo había sido capaz de semejante barbaridad? ¿Cómo pudo
Debía haberle parado los pies a su padre pero no hizo nada. ¡Nada!
¡Pelele!
se dirigió hacia la mesa que ocupaban los Azcona, con vistas a la plaza.
Todo el bar se volvió hacia la intrusa. Ella se echó a los pies de Adrián.
Lloró en varios segundos lo que todos los glaciares del universo a lo largo
111
suficiente como para suicidarse. Quizá después. Lo primero era mostrar
que deseo es limpiar mi alma para descansar en paz. Fue todo lo que
acercándole una.
- Tú por aquí, Claudia… Cuánto tiempo… Hace una eternidad que pasó
todo, ¿no crees? … Quizá sea mejor que lo dejemos ya, en paz… Hoy es
112
mi primer permiso. Mi hermano ha venido a verme… Espero coger
por mí.
un niño tras él. A duras penas consiguió hablar entre suspiros y gemidos:
Hasta siempre.
Comenzaron a llover días grises. Uno tras otro. Quizá algún día
113
podido imaginar que Claudia volviese a aquel maldito coche de alquiler.
llorar a la costa, como ella. Los rayos solares no hacían sino magnificar
aquella agonía. Una y otra vez. David echó un vistazo y quedó encantado
con el color azul verdoso del apacible Adriático. Era como un lago, un lago
114
en un dormitorio de México Distrito Federal o en un desván de Ningún
acarició la mano.
en la mano de un guía.
pueblo…
115
Cuando reúnas fuerzas… quiero que me expliques lo que pasó allí…
aborrecimiento.
un títere. Una marioneta reserva que espera en casa hasta que algún día
marioneta, sigue ahí, dispuesta, como un soldado raso. Quizá llegue el día
en que sea protagonista y todos los niños la miren y lloren y rían al verla.
reserva. ¡Patético!
116
Había vuelto a Mallia Automoción tres meses después del
arrasó con toda su fuerza. Odiaba en silencio a su padre por lo que había
pues, decidió seguir quedando con David y lo utilizó para visitar a Adrián
117
El domingo, a las doce del mediodía, Adrián era engullido a su vez
Sintió tristeza, pero una tristeza suavizada por las buenas sensaciones del
playa.
padre con dos besos, anunció que había visto bien a Adrián y preguntó por
un beso en la frente.
a dar un paseo por la playa. Tienes que salir del apartamento. Pienso
ventana.
118
Martina tenía peor aspecto. Su rostro exangüe y amarillento
que decidió volverse a casa por su cuenta. David le suplicó por activa y
‘Lo siento, David, pero no aguanto más’ fueron las últimas palabras
primer vuelo. Al llegar se plantó con su fiel maleta ante las pantallas de
¿Qué hacer? ¿Probar una nueva vida en otra ciudad? Llamaría a sus
acabaste por meter en prisión al hombre que me salvó de sus garras. ¿Ése
siempre!
119
Deseó con todas sus fuerzas que el avión se estrellase. Deseó morir.
- ¿Qué tal, hija mía?... Ha ido mal con el amigo, ¿eh?... Si es que nos lo
120
O el barrio de Las Huertas había envejecido. O el resto de la ciudad
después. Tras seis años, seis largos años de exilio, la casa rebosaba
formidable puerta del garaje. La luz penetró por todos los rincones,
del viaje.
- Vamos al salón, anda… mamá –le dijo Adrián, tomándola del brazo.
salón.
durante los veranos y con aquello tiraba todo el año. Antonio hubo de
vender algún terreno, por el que le dieron ‘cuatro duros’, para pagar las
penitenciaria italiano accedió por fin a convertir los últimos cuatro años
condena.
catering. El viejo hule a cuadros verdes y blancos que recubría la mesa del
122
los deliciosos helados en el congelador. Su padre regresó de tomar vermú
con sus viejos amigos luciendo en su cara una tierna y contagiosa sonrisa.
Sus hijos le dieron la bienvenida. Sin duda, todo lo vivido aquellos duros
más rusa que la avenida Nevski, carabineros tan rojos y brillantes como la
gambas y gambones que jugueteaban todavía entre las rocas del arrecife,
- ‘¿Qué hace tu madre? A esta mujer cada día se le pegan más las
123
dejar de gritar ‘¡mamá!’, ‘¡mamá!’. El último grito fue de auxilio. Llegaron
días caballero, bienvenido a bordo. ¿Qué hay señora? Buenos días, sea
bienvenida a bordo.
recolocar el equipaje de mano y contar los pasajeros. Clic, clic, clic, clic.
124
hasta que se apague la señal luminosa de cinturón de seguridad
- ¿Algo para beber? ¿Quiere un vaso con hielo? De nada. ¿Algo para
Tras las bebidas, las comidas. Tras las comidas, las bebidas. Ahora
una manta. El 29A otro vodka. La del 33F dice que no se ha enterado de
- ¿Qué tal Johnny? ¿Cómo lo llevas?... ¡Me duelen las piernas! –dijo
¿Cómo vas?
- No, no…
llama el 29A…
125
Johnny sonrió, cogió una de aquellas botellas en miniatura y se
sería el más fotografiado. ‘Lo siento, chicos, no hay color’ –dijo uno. Ése
altura cada una. En cada torre, cincuenta y cinco pisos con las
habitaciones del hotel. Hasta ahí todo normal. Lo que le hacía único era lo
que coronaba sus torres. Una gran estructura en forma de barco. La proa
popa descansaba en la torre Sur. Allí arriba había un mirador que podía
gran piscina sólo para clientes del hotel. Los bañistas tenían a sus
126
quejaba. Era muy cariñoso a la vez que muy reservado. De toda la
llamaba cariñosamente Steve Bottle. Claudia, Steve ‘el botellas’. Steve ‘el
Johnny.
- Sí… y como sigas así te vas a coger una borrachera más grande que
trago.
ocultar su aliento, le regañaba: ‘te van a pillar… ¡aquí no!... hay mucho
India de Singapur. ‘Esto ya no es lo que era’ –decía ‘el botellas’, que era el
127
que te pego en su habitación y los demás comprándose ropa –contestó
Claudia.
Los tres rieron bien a gusto. Aquella noche eligieron para cenar un
las alcahuetas, Adrián no era más que un ex presidiario que había matado
128
Los primeros días tras la pérdida fueron tremendamente tristes.
hierbas se habían hecho con el poder como los ciegos malos de Saramago.
Adrián ayudó a su padre con la azada. Algunas veces, tras la dura faena,
129
Anécdotas y más anécdotas relacionadas con su mujer. El viaje de novios
dormían en paz.
paja… Allí estaban y allí estarían siempre. Gentes de bien que pasan por el
más que una oración, mucho más que unas lágrimas o una sonrisa, se
130
Una apacible noche de verano, los hermanos cenaban sobre el viejo
firmando en el juzgado?
yo veo.
- Ya… ya me entiendes.
Sobre eso te quería hablar… Quiero que seas sincero… ¿Lo serás?
fuiste muy feliz allí el poco tiempo que estuviste. Yo también lo fui.
con el arroz.
Explicaron sus planes a la vecina Matilde (la bruja que no era tan
131
todas formas, la iremos llamando. No se preocupe’. Aquella vieja mujer se
alarmó.
- ‘Pero… hijos míos… ¿adónde decís que vais? ¡Si vivieran vuestros
padres no os lo consentirían!
Adrián y Javier le dieron dos besos cada uno. ‘Cuidaros, hijos míos’ –dijo
132
recibió una llamada telefónica y salió afuera a hablar. Entró sonriendo
dos de la madrugada. Llevaba una trompa más grande que los elefantes de
- Eso está muy bien… pero aquí y ahora, danos tu palabra de que
Johnny.
133
Los tres amigos chocaron sus copas de vino tinto y el tintineo surcó
la estratosfera.
entonces. Javier, que había comprado ya los billetes, pagando una ligera
Desplegó el folio con fuerza y lo mostró orgulloso ante una gran foto de
sus padres. ‘Papá, mamá, ¡por fin!... Gracias. ¡Gracias!’. Sus padres no
cambiaron sus rictus, pues aquella carta en nada alteró sus sentimientos
134
Seguía manteniendo Javier contacto con sus dos viejos
día tengo que compensarte por todo lo que has hecho por mí… pero no
sé cómo…
- No digas eso… por favor Adrián… ¡no digas eso!… Dejémoslo estar.
todo lo sucedido, me dijo que el Enrico ése tenía algo oscuro y que
nunca había confiado del todo en él. Sólo eran compañeros de juerga.
conversación.
135
- Por cierto, tendrás todo preparado ya… ¿no?
esquina, se giró y observó por última vez la vieja casa. La ventana del
marcha.
Hanoi.
El gobierno del país que hace frontera con Portugal y Francia había
136
Bangkok estaba plagado de grandiosas fotos de ‘el grandioso’.
los cafés. ¡Ahí estaba de nuevo! Más serio, más joven… en sus fotos más
preciadas.
buen rato. La coordinación del grupo era tan caótica que parecía
coordinada en el caos. Una viejecita con un chándal rosa bailaba tras unos
137
ese ritmo, parece mentira que todavía no le haya dado un infarto. Aquel
Era como empezar de nuevo, con el sueldo más bajo, pero, al fin y al cabo,
138
Claudia y su inseparable Johnny disfrutaban de unas pequeñas
estudio para la ocasión, pues les resultaba más familiar que los dichosos
ocho horas libres para visitar a su novio. Claudia se excusó casi todo el
tiempo para dejar a los chicos que hiciesen lo que tuviesen que hacer.
que no habían hecho: comer, alimento. John y Dennis llevaban tres años
139
El mausoleo de Ho Chi Minh se encuentra en una vasta explanada
asimilación de la madurez.
La plaza del mausoleo del tío Ho estaba cuasi desierta; sin embargo,
disponía a dar media vuelta cuando se fijó en una mujer que, sentada
rostro, ni mirar bajo su falda, sino para fisgonear el título o autor del libro.
había cambiado. Su apariencia era más serena, sus palabras más firmes.
Parecía tener más seguridad en sí misma. Bajo sus ojos verdes asomaba el
140
intensidad, su mirada no era penetrante, sino tibia, suave. Sus labios rojos
los mismos pómulos vehementes que vio tras las cristaleras de aquel bar
en Trieste. Vestía con ropas anchas estilo oriental, ella. Una vez sentados
bastante en su día.
audiencia.
casi se me sale el corazón del pecho. Fui una cobarde, me dejé llevar por
el miedo. Jamás me lo perdonaré. Nunca dudé de ti, de que eres una buena
Cada día de mi existencia te digo gracias, gracias por lo que hiciste por mí.
141
Sólo por mí, en un acto de bondad que te honra y te honrará siempre. Odié
por bailarle el agua. Hoy y aquí, en la distancia, los maldigo por lo que
En cambio, sigo odiándome a mí por ello, la culpa fue sólo mía. No tuve
y gritar ¡basta ya!... Comencé a salir con David, uno de los encargados de
que salieses de prisión. Esos eran mis planes. Pero, al verte, supe que
como una medicina. Viajar de aquí para allá, semejante ritmo de vida, no
conocí a gente muy maja. He hecho muy buenos amigos que me han
enseñado muchas cosas. Y ahora, fíjate, qué vueltas da la vida. Estoy aquí,
Staranzano aquel día. Ya has hecho bastante por mí, me has escuchado.
Gracias’.
142
lágrimas. Lágrimas de manantial. Durante la plática, Adrián, desbordado
cayó muy bien. Ese tipo de personas tan simpáticas y joviales no pueden
aquellas miradas. Adrián asintió con la cabeza, sonrió, se dio media vuelta
y se fue. Tras los arcos de seguridad los azafatos secretos tomaron asiento
sonrisa.
143
- Tú ya tienes lo tuyo, acaparador –contestó ella, dándole un codazo
cariñoso.
estudio, muy parecido a aquél de otrora, sólo que éste algo más alejado del
grandes como la ciudad. El gran Río Rojo seguía igual de marrón que
siempre. Nada había cambiado. Las mismas caras. Los mismos cafés con
quizá, era que alguno había echado panza o se había dejado bigote.
144
TERCERA PARTE
sofá. Una vez acabé, me dijo: ¿Y ahora qué vas a hacer? Yo contesté que
agradecí de mala gana la atención prestada y salí con León a dar una
las pavías y los melones de las sandías, me preguntó adónde iba. Voy a
tendrás todo preparado para que te lo lleves a casa. Aquel hombre bueno,
junto con su buena mujer, nos hacían la compra semanal a Claudia y a mí.
145
Claudia, al igual que mi hermano. Yo los adoraba a todos ellos. Aunque, a
cargado también. ¡Joder, qué cabrón soy!... Pero era una novela, ¿no?
llega a ser por Claudia, la hubiera eliminado para siempre. ¿Está seguro
miraba desafiante y me decía con voz de pito. ¿Otra vez? ¡Te he dicho que
echar para atrás y volver a la primera hoja. Has cambiado eso mil veces.
¡Te vas a volver loco! Con eso de que los cafés y las cervezas te ayudan a
inspirarte… ¡te va a dar un infarto y me vas a dejar aquí más sola que la
146
Yo le había dicho mil veces dónde debían llevar mis cenizas. A veces
le preguntaba… Claudia, ¿te acuerdas dónde has de llevar mis cenizas? Sí,
o algo así. Sí, sí, cariño, decía yo. Ya me veía muerto y con entierro formal
en la iglesia del pueblo. Todas las viejas cotillas en casa y mis pobres
conmigo al paraíso. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡No se te está mal! Además, leíste ‘El
trabajo, a que estaba tan cansado que no tenía esa chispa para la
imaginación. No, no le podía echar la culpa a nadie. Sólo a mí. Claudia era
inmemoriales. Ella quería ser profesora. Ella sería lo que quisiese, con
semejante fuerza. Yo dormía muy bien por las noches. Quizá, cuando
mucho, pero yo tengo que ser yo, distinto a ellos. Tomaba café con ella en
147
casa. Doble de café. Ella se largaba a revolotear por la ciudad y yo me
quedaba para siempre. De la cocina al salón, del salón al baño, del baño a
pues es ahí donde hay que seguir escribiendo. Aquel espacio en blanco me
volvía loco y retornaba a la página uno. Sí, ahí estaba. La primera frase.
era buena. Tenía que conseguirlo. El crítico que leyese esa primera frase
siquiera!
cerebro, adivinar qué efecto tenían mis palabras en él. Cuando leía algo
148
bueno, ¿eh?, ¿no te parece? …lo pillas, ¿no? Sí, sí, me decía ella, ausente.
amorosamente y me decía: poco has escrito para tanto rato… ¿no habrás
estado revisando las primeras páginas? Ahí. Ahí la tenéis. El gnomo… ¡el
escritor, muchos escritores se tiran dos o tres años para escribir una
la lotería, pero sólo por si las moscas. Sin duda, tarde o temprano ganaría
un concurso. Sí, señor. Con el premio iría tirando. Llegarían más novelas.
puerta. Voy, ahora bajo. Tomaríamos café. Ellos pagan. ¿Quiere algo más
Adrián? ¿Unos churros o algo? No… no, muchas gracias. Pues nada, ya le
sabe usted que no es oro todo lo que reluce, tenga cuidado con las
cláusulas en letra pequeña, ya sabe. Esto de los negocios dista mucho del
novela: ‘El arte de los negocios es al arte como los negocios a Sartre’. Sí,
ahí estaba. Bueno, ¡muy bueno! Sartre declinó el Nobel, pasaba del dinero
149
invadió de nuevo el espacio en blanco. Me escondí en la cocina y me
piano. Pero las óperas no, por Dios, ¡no! De acuerdo, no pasa nada. Yo
de novela. Ése era yo. Sólo valía para eso. ¿Por qué no haber nacido
Sólo sabía lo que había leído. Que era mucho. O quizá no tanto. Así que,
150
quisquillosos. Lo quieren a doble espacio, encuadernado, en A4, más de
semanas. No, no, de eso nada. En ningún sitio hacen constar en las bases
mías parecía entrar una página entera de las suyas del libro. Una imagen
Buscaba otro concurso. Sí, ¡sí!... ¡ése!... con un premio más goloso, parece
ejecutivos de alta gama! Yo tenía el mismo peligro para ellos que el poder
151
de destrucción de un moco. Mi destino sería la inclusión en su sistema o el
suicidio. Nada más. Sigue, sigue mirando por la ventana. Escribe, si tienes
huevos.
te parece? Cogí el teléfono y marqué. De fijo a fijo sale gratis. Hablar por
pero disimulaban bien esos cabrones. Total, que no había nadie. Bueno,
Comprar pipas era toda una odisea. Significaba bajar los cuatro pisos
tampoco nadie al otro lado de la línea. Algo iba mal. Llamé a su móvil,
152
¡Qué me dices!, exclamé, aterrado. Sí, hijo, sí. Lo están operando ahora
Está trabajando, no sabe nada, acaba de ocurrir hace media hora. Voy
primeras de cambio. Pero bueno, ¡qué clase de broma del destino era ésa!
tierra le paré los pies. ¡Alto, papá! No seas así, hombre, mamá es muy
cristiana, aunque sea por ella, ponle una cruz o un algo. Mi padre accedió
de mala gana, cortó una caña y la ató con una liza a la otra. Ya teníamos
cruz. Alabado sea Dios y todos los santos apóstoles del universo. Descansa
en paz, Leoncito.
entierro, de León.
153
Por la noche se lo conté todo a Claudia. Llamó a mis padres, para
dar el pésame. Ella pasaba bastante del perro; cada vez que llegaba a casa,
repelús, pues el Leoncito era más guarro que la Lucía Pina. El caso de
Lucía Pina, quizá no lo conozcan mis queridos lectores… Lucía Pina, según
decían los viejos del lugar, era una viejecita tan guarra tan guarra que
hacía figuritas con su propia… Ya imaginan con qué… Pues no acaba ahí la
historia, porque también se decía que luego se comía las cabezas, de las
rebozarse por los lodazales de los caminos, oler y degustar las cacas
infumable que nos fumamos. Una adolescente muy mona que predecía la
muerte. Venga, hombre, no me jodas, destino, por qué me tienes que poner
me dije.
Bukowski dijo algo así como que si necesitas leer tus escritos a alguien,
154
no vales. Qué razón tiene el cabrón. De todas maneras, tampoco había
que les leyese. Sólo me preguntaban ‘¿qué tal llevas la novela?’, pero
como quien dice ‘¿qué tal estás?’ sin esperar contestación. Yo avanzaba
salía rodada, pero nada, sólo espejismos. El dios Ra, el crítico supremo,
mar de bonito. Lo hojeé. Leí algún párrafo. No está mal, me dije. Pero
leído sólo tres páginas y me encanta. Yo no sé por qué hay escritores que
155
tienen que utilizar veinte páginas para explicarte cómo es un edificio, qué
leía mi novela a Claudia, no estaba así de atenta. Y eso que sólo eran un
par de páginas. Muchas veces la veía mirar de reojo a la tele y todo. Pero
qué despojo de escritor estoy hecho. Me hundo, bajo hasta el infierno por
cama porque le falta valor para tirarse por la ventana. Claudia, cariño,
dije, mientras palpé sus músculos. Sí, ya ves… dijo ella orgullosa, mientras
156
seguí observando. Esas venas habían construido nuevas carreteras,
asfaltadas y todo, ¡en una noche! Bajaban desde el cuello hasta la última
falange de los dedos. ¡Pero qué era eso! Dejó el cepillo y me miró desde lo
prendado, madre mía… Ella me dijo, ¿pero es que todavía no sabes de qué
lo sé. Tenía miedo de aquella mujer que parecía ser la mujer del
como si se tratase del mismísimo Sol. Era la novela, el tocho con el que
¿Estás bien?, me dijo Claudia, algo mosca. Sí, sí, contesté yo quitándome
157
Hacía la tira de años que estábamos juntos. Nuestro aniversario.
¿Sabes qué día es este sábado?, me preguntó Claudia el lunes. Sí, respondí
pero quizá no tantos. Aparte, hay que tener imaginación para contar
grande, muy mona, con olor a lavanda. Patético, pero yo no tenía un duro.
cuento. A Claudia le pareció tan patético como a mí, pero se hizo la sueca.
para dos vuelos en parapente. Sí, joder, ¡sí! Ya tengo sobre qué escribir.
158
agradecí el regalo, una y mil veces. La besé. Claudia, te quiero, te quiero,
eres muy buena. Ahora sí, ahora sí, ganaré el concurso de novela. Ya
verás al año que viene, te voy a hacer el mejor regalo del mundo.
plan era el siguiente: echar a correr cuesta abajo hasta flotar en el cielo.
notaba que les costaba mucho esfuerzo avanzar, con semejantes alas
tres. A correr como locos, madre mía, si pesaba ese trasto. Parecía que
159
consiguiendo. La cuesta abajo finalizó y me di de bruces con el abismo.
Miré hacia abajo y grité, cual energúmeno, presa del pánico. Pero,
jugando con nosotros a los títeres!... ¡pero qué sensación era esa!...
del director de orquesta del universo. Sonaba un adagio precioso. Pero que
vivan los pájaros. ¡Por Dios! Larga vida a los pájaros. Me compro uno,
como las águilas, pero sin necesidad de buscar comida ahí abajo. Volar
sólo por el placer de volar. ¡Toma castaña! Alabado sea Dios y los ángeles
voladores.
No, no, ¡NO!, fue lo que pensé cuando aterrizamos. Pero, ¿cuánto
ponerles flores a las tumbas de sus días, sus semanas y sus años.
vas a hacer con ese relato tan bueno? No está nada mal, casi parece que
hubieses estado allí y todo, con los parapentes. Está muy logrado, estoy
160
orgullosa de ti, Adrián… Podrías escribir unos cuantos más y presentarlos
fuese por unos momentos, tras aquella pésima racha sufrida. Pero
pobre archivo de texto no sabía qué contestar y acabó por pasar la noche
al raso en el escritorio.
Debíamos elegir un fin de semana bueno, con sol y poco viento, para
tirarnos desde una montaña con alas de tela. El tiempo comenzaba a ser
Algunas estaban más enfadadas que otras. Unas negras, muy pequeñas,
parecían tener una mala leche que para qué. Comenzaron los disturbios.
161
Correcalles y enfrentamientos con las fuerzas del orden celestiales. A
jeta.
162
CUARTA PARTE
apetecía’, ansiaba volver a ver aquellos ojos. ‘A las doce, ahí estaré. Un
beso’, leyó Claudia en su móvil y fue a reunirse con Johnny tras las
piedra.
- ¿Pero cómo vas hacer eso? ¿Estás segura, Claudita? Madre mía,
piénsatelo bien.
abrazó y le susurró al oído ‘yo siempre te apoyaré’. ‘Lo sé’, contestó ella,
Claudia vio a Adrián, sentado, con las piernas muy estiradas. Vestía
unos viejos vaqueros, una camiseta negra con una gran estrella roja y
163
rape. Tenía un buen aspecto, saludable. Desprendía energía. Las facciones
Azul claro con botones dorados. De camino, ella se quitó el gorro estilo
marinero y se soltó el pelo. Ahora sí, era Claudia, sin duda. Tras los
- Está bien… Claudia, qué tono más serio… no parece nada bueno –
ti, Adrián... Te busco entre los pasajeros de cada vuelo, creo verte al
espero a que salgas, nada, no eres tú… por fin te encuentro, nos
164
sobresaltada y busco tu cuerpo en mi cama, necesito abrazarte, pero
haber sido tan directa, Adrián, pero te decía todo esto o me volvía
máquina. Aquel estruendo retumbó por todo el cuerpo. Los jugos gástricos
digerir. Los ruidos vienen de arriba. Parece ser el corazón, está haciendo
Claudia tenía poco tiempo y estaba ansiosa por hacer planes de futuro. No
vivir con él. Iban a ser muy felices. Anunció que ansiaba tener una niña.
165
separó de ella, extrañado. Claudia le tomó la mano. Sus ojos se
Le confesó:
trompicones.
nada más entrar por la puerta. Javier arguyó que ya se había enterado de
su conversación con Claudia. ‘Es una gran mujer… a pesar de todo lo que
166
terraza del lago a tomar unas bias. Invitaron a Carlo a la fiesta. Bias iban
la misma que antaño le tiraba los trastos y que, según apuntó Carlo, ahora
macho dominante, no parecía querer tener una relación seria con ella,
Cong, Ho Chi Minh, Pancho Villa y Garibaldi y terminaron con las mujeres
del mundo… ‘¿qué haríamos sin ellas?’ –concluyó Carlo, a pesar de que el
guerra.
vivir con la que no quería ninguna relación seria (aquí hombres sonríen
167
frotó las manos. Los hermanos con sus parejas y Carlo, solo, formaron una
planes, cada uno a su estilo y a su modo, libremente, sin tapujos, sin que a
nadie le molestase nada del otro. Era una relación de amistad sincera.
Williams nació en Nueva York pero se trasladó a la costa Oeste siendo una
niña. Decía ser más de San Francisco que el Golden Gate. Además, era
de nervios que parecía hablar con las manos. Tenía una gran cicatriz en
optó por el hospital público, ‘como todo hijo de vecino’. Adrián era muy
168
abres los ojos y contemplas de día las estrellas. Te olvidas por completo de
que hay vida bajo las nubes. Pero la hay. Hay sombra. Quizá lluvia, quizá
muerte.
anunciación los rejuveneció. Cada vez más necesitaban ver a su hija, tocar
Claudia, ven, por lo que más quieras, ven a vernos, hija mía. Ven, por Dios.
por la cabeza… a nuestra edad, hija mía, por lo que más quieras en el
mundo, ven.
corazón, Claudia. Sea lo que sea yo te apoyaré. Son tus padres’ –le decía.
Así que, tras mucho pensarlo, resolvió ir. Comenzaba su cuarto mes de
gestación.
169
No le sentó nada bien a Javier la noticia, pero disimuló su enfado.
ser tío, su sobrina iba a ser la más guapa del mundo, decía. Antes de
Adrián es el padre. No. Quizá sea mejor que Adrián no acudiese. Su padre
170
buenos para la criatura. Claudia se acarició la tripa y suspiró despacio.
perfecto castellano.
171
Resolvió ir a San Francisco, a una nueva clínica que había
análisis de todo tipo. Estaba como loca con eso de visualizar en una
cuatro días. Todo va a ir bien. Además, con esto de los seguros médicos, no
está nuestra economía muy boyante. Será mejor que vaya sola. Te quiero
mucho, mi amor’.
raro!... si en Zaragoza son las seis de la tarde… ¿Qué hará? –se decía.
172
móvil, que durmió a su lado. Nada nuevo. Marchó hacia el trabajo. En
teoría, Julia ya debería estar en Los Ángeles. De ahí tomaba un tren a San
para ausentarse por la tarde. ‘Sin problema. Tranquilo, Javier. Esta noche
Por fin sonó el móvil, pasadas las dos de la tarde. Javier comenzó a
regañar a Julia mentalmente pero observó que quien llamaba era Adrián.
173
- ¿Qué hay, Javier? ¿Cómo andas? –saludó su hermano con voz
queda.
por la ribera del Ebro. Las Huertas quedaban al otro extremo de la ciudad,
suegros. ‘¡No es más que un asesino!... Pero, ¿te has vuelto loca?... ¡No
¿qué dirá la gente?... ¿No te das cuenta?... ¿en qué diablos estás
de piedra al recibir la noticia. Reaccionó él, en primer lugar, pero esta vez
sus sentimientos por activa y por pasiva, repetía una y otra vez el
174
discurso que formuló mentalmente en el avión. Lloró. Defendió a Adrián a
al cabo, aquí la tenían. Había venido a verlos, los haría abuelos. Un regalo
su tripa, papá zanjó para siempre el tema de Adrián con una sonrisa
conforme.
Así que cenarían todos juntos aquella noche. Los suegros saludaron
La cena era copiosa. Los platos se pisaban unos a otros. No había sitio
cebolla. El ambiente se hizo cada vez más distendido. Los futuros padres
arrasando. Nerón quemaba todo a su paso. Ayuda extra para los jugos
175
Los futuros padres se lo tomaron con humor, pues las piedras en el
esponjoso.
orgullosos de poder ser abuelos, lo repetían una y otra vez. Eran ya unos
para que así fuese. En la senectud no queda otra que aferrarse a la vida.
ha ido bien! Volvemos para casa. Estoy muy contento. Tengo muchas
barrio se lo había tragado la tierra. Julia seguía sin dar señales de vida.
176
A la mañana siguiente se presentó en la consulta del ginecólogo.
Una amable señorita con una impecable bata blanca le hizo saber que el
histeria, casi no acierta a pulsar la tecla del telefonito verde. Tras las
cuestión.
vientre. San Francisco la acogió en forma de cuna. Allí todo resulta más
fácil, con la clínica a tres manzanas de casa. Sentía mucho aquel cambio
mejor para nuestro hijo... Debía velar por él, por su salud, por el bienestar
177
de la familia. Ven aquí a vivir conmigo, cariño, por favor te lo pido.
encantar la ciudad, mi amor. Aquí sólo faltas tú. Sé que ha sido todo muy
madre, más arropada, ante semejante reto: el de criar a una criatura. Por
favor, Javier, ven, ven aquí conmigo, formaremos una gran familia.
emociones, las sílabas huían por su boca antes de formar palabras. Julia
Gate. Javier subía y bajaba por aquellas famosas y empinadas calles, pero
paso. Javier los recibió en su piso, cariacontecido. Les expuso las buenas
178
- Pensé hasta que se había fugado con el médico. Me estoy volviendo
loco. No quiero ir… por un lado. Mi vida aquí, soy muy feliz, en Hanoi,
con vosotros, con Carlo, ¡hasta con mi trabajo!... Pero, por otro… estoy
perderlos! –confesó.
gemela. Llegó a desear que acabase su amor, ¡cualquier cosa!, pero quería
ellos cada momento, pero sabes perfectamente que están ahí. Les guiñas
mamá. Tampoco ellos estaban. Los tres, al otro lado del Pacífico. Muy
aprendió, gracias a la cual era como era. Gracias a la cual había sido capaz
- ¡Por Dios! El gen del color de tus ojos… es muy importante que
bromeaba Adrián.
un kimono rojo y verde, con ribetes dorados, dejando ver sus desnudos
piececitos.
180
Martina se lo puso fácil. Simplemente había que observarla un rato. ¿Por
acostarse. ¿Por qué no podemos chascar los dedos y recibir un nuevo día?
Así no hay que perder tiempo, intentando dormir. Obligados. Tocaba vivir.
de seguir vivo. Si olvidas esto último, adiós. Sonreirás, claro que sí, al
Adrián nació muerto. Javier murió con él. El seísmo borró del mapa
181
que nunca llegó a ser. Le resultó imposible seguir con aquella vida,
Demasiado esfuerzo para tan pocas fuerzas. Decidió dejarlo todo, volver.
de ellos.
fogones. Papá y mamá sufrirían viéndolo allí, solo. Se maldecía por estar
que tanto admiraba. Ya no hay nada que hacer aquí, en el otro mundo, se
dijo Adrián. Consigo se llevó la ciudad, sus gentes y sus lluvias. Sus
182
Llovía cuando llegaron a la vieja casa. Adrián echó un vistazo a la
como cuando se marchó. Justo debajo del alféizar, un canalón vertía con
en aquellas vidas, otrora tan ajetreadas. Reposaron sus almas, por fin, y
lluvia se fue disipando con los últimos acordes y las nubes se fusionaron
purpúreo atardecer.
183
184