Varo F - Sabes Leer La Biblia

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¿Sabes leer la Biblia?

Francisco Varo
(Adaptación informatica DRAKE)

GENTE QUE QUIERE SER FELIZ;


UN FIN DE SEMANA
COMO TODOS LOS JUEVES
Botellón en el parque; Uriel, Uriel, ¿dónde estás?; Los microchips de Santa
Claus ; El lenguaje machista; El lenguaje de los mitos; Los mitos de los
orígenes; Los «mitos» de la Biblia; Señales de vida en el cosmos; Las rarezas de
la Tierra; ¿De dónde venimos?.
UN VIERNES LLENO DE CASUALIDADES
Uriel y el cura; Los secretos de la cábala; ¿Se besaban en la boca?; Papiros y
códices; Las crecidas del Nilo; ¿Fenómenos naturales, o milagros?; Los folios de
conserjería; Una novela egipcia de equivocos amorosos; La «confesión del difunto
ante Osiris»; Un niño en una cestita flotando sobre el río; El diluvio; En casa
de Tomás; El laberinto de los espejos; Los fundamentalistas; Comprender sin
dejarse manipular.
HASTA LA NOCHE DEL SÁBADO
¡Que bonito despertar!; Como un pajaro en su jaula; «El osario de Jesús, hijo de
José»; Sepulcros en Jerusalén; Prohibido robar cadáveres; La resurrección de
Jesús, ¿alucinación o realidad?; Los Evangelios ¿son históricos?; ¿Dios habla
con la gente?; Un retrato de la historia; Perplejidad; En el banco de siempre;
Una carta misteriosa.
LA PREGUNTA ADECUADA

UNA «CARTA DE DIOS»


Un texto inspirado; Libros canónicos y libros apócrifos; Un libro, no una
biblioteca.
EXPLORANDO LA BIBLIA
Instrucciones de funcionamiento; El porqué de los fracasos; Repensar la vida;
Cuándo uno se siente sólo; Poetas y sabios; Identidad en un mundo globalizado;
¡Ahora se entiende!.
10 CLAVES
1. Escuchar la palabra de Dios en la Santa Misa. 2. Buscar un tiempo para la
lectura personal. 3. Utilizar una buena edición de la Biblia. 4. Atender al
sentido literal. 5. Comenzar por el Nuevo Testamento. 6. Aprender a leer el
Antiguo Testamento. 7. Apertura al dialogo con Dios. 8. Intervenir «como un
personaje más». 9. Cuentaselo a un amigo. 10. Concretar consecuencias.
HAN INTERVENIDO...

UN BUEN GUIÓN PARA LA VIDA


En mayo de 1989, un periodista brasíleño hacía una entrevista a uno de los más
prestigiosos psiquiatras del siglo XX, Victor Frankl, en la terraza de un hotel
de Río de Janeiro con vistas al mar:
-¿Por que sus libros son bestsellers en tantos paises?
-Porque hablo del sentido de la vida, porque a través de esos libros ayudo a las
personas a recuperar el sentido de sus vidas, que es la necesidad primordíal del
ser humano. ¿Ve a toda esa juventud en la playa? Gente guapa, alegre... pero su
alegría es tan superficial como su bronceado. Los conozco bien... Una
contrariedad, un fracaso, una enfermedad, la pérdida de un ser querido... y caen
en la depresión, hablan de ir al psiquiatra... Les falta un sentido fundamental
para la vida y para la muerte.
En efecto, eso pasa con frecuencia. La vida tiene muchos momentos de felicidad
chispeante, de ilusión de vivir, de grandes ideales... pero no faltan las
incoherencias y fracturas interiores.
Hay días en que uno se siente firme y contento en un marco vital y de valores
estable y en un abrir y cerrar de ojos, parece que todo se va al traste. Un
arranque de deseos de autoafirmación, de placer o de evasíón puede tener en un
instante tal fuerza que parece irresistible. Y nos sorprendemos a nosotros
mismos con reacciones irreflexivas o decisiones precipitadas que a la larga sólo
van dejando vacío interior y desilusión contagiosa.
La existencia humana se parece a un almacén de trozos de película con
escenas hay de todo, cielos luminosos y ambientes tétricos, ritmo trepidante y
serenidad calmosa, momentos cargados de tensión y espacios relajantes, que están
pidiendo a voces un buen guión, un montaje en el que cada pieza encuentre el
lugar tenga sentido, y de sentido a las otras, hasta llegar a un final feliz.
Es muy corriente que uno no pueda contar su vida. No porque no quiera, sino
porque, aunque quiera, no sabe. Tiene un arsenal de imágenes, vivencias y
sentimientos de los que es protagonista pero que le resultan inconexos, porque
en ninguno de ellos acaba de reconocerse plenamente.
Nadie puede eludir plantearse en algún momento, ya sea en voz alta, ya para sus
adentros, unas preguntas fundamentales: ¿Cúal es el sentido de mi vida?, ¿hay
algo por lo que valga la pena vivir?, ¿ese algo es tan fuerte como un bronceado,
que apenas dura una temporada, para dejar un pálido vacío?
Nuestros abuelos solían tener en casa un libro grueso y bien encuadernado que en
el lomo tenía escrito «La Sagrada Biblia» o por lo menos otro más pequeño
titulado «Nuevo Testamento», o un librito muy gastado que se llamaba «Santos
Evangelios». Rezaban y leían esos libros con verdadero interés y provecho.
En ellos encontraban respuestas a las grandes cuestiónes sobre el sentido de la
vida. En sus páginas buscaban la sabiduría que conduce a la felicidad, además de
oraciones, refranes, consejos, y hasta historias para contar a los nietos
mientras se dormían. Todo eso puede descubrir en la Biblia quien sepa leerla.
¿Sabes leer la Biblia? Parece fácil, pero no lo es tanto.
Todo texto literario está constituido, por un conjunto de signos. Pero leer,
como dicen los expertos, no consiste en la mera decodificación lineal de los
signos escritos. Abrir un libro y comenzar a leerlo es introducirse en una
aventura abierta a diversas posibilidades. Al avanzar en la lectura se va
recordando algo leído unas páginas antes, y se va suscitando la curiosidad por
nuevas cuestiónes a las que se busca una respuesta. La imaginación del lector
suple aquellos aspectos o detalles sobre los que el texto guarda silencio. En
definitiva, a través de esos signos se construye un mundo de referencias, se
configura lo que se ha denominado el «mundo del texto» .
El texto es un universo de referencias, que está abierto a las preguntas que se
le hacen. Es decir, el «mundo del texto» abre muchas posibilidades por las que
interesarse y perspectivas desde las que interrogarlo. Por eso ejerce su magia
de modo distinto en cada lector. Depende de con qué actitudes y disposiciones se
aventure cada uno a entrar en ese mundo.
Un mismo texto puede oírecer diversas respuestas, según que preguntas se le
hagan. Por eso, la importancia de las respuestas que recibe cada lector depende
de si le ha hecho las preguntas adecuadas, o se ha entretenido en interrogarlo
sobre cuestiónes en las que el texto tiene menos cosas interesantes que decir.
Así sucede también con la Biblia. En ella están las claves para descubrir el
sentido de la vida, pero hay que saber preguntarle para no engañarse buscando en
ella lo que no tiene interés en decir.
Es verdad que tiene mucho que aportar a quien busca el camino para ser feliz,
pero sólo se lo dice claramente al que le sabe preguntar con inteligencia.
Eso es lo que intentaremos aprender en este libro.
Procuraré no aburrirte con divagaciones teóricas. No faltan escenas de la vida
real que ayudan a pensar y que a cada uno nos pueden sugerir las pistas
adecuadas para encontrar en la Biblia una respuesta a lo que más nos interesa.
Te contaré algunas.

GENTE QUE QUIERE SER FELIZ


Antes que nada, quiero presentarte a unos amigos: Marta, Daniel, Tomás, Débora y
Luz.

MARTA
Una chica aplicada que estudía Historia. Sus padres le enseñaron a rezar desde
pequena, va a misa los domingos y asíste a la catequesis de confirmación. Como
la Marta del Evangelio, hermana de María y Lázaro, es amiga de Jesús, aunque a
veces lo pasa mal con las dudas de fe que se le plantean ante lo que lee en los
libros o escucha en la universidad.

DANIEL
Un tipo simpatico, chistoso y abierto, que cae bien a todos. Es mecánico de
automóviles y tiene una imaginación muy despierta. Le gusta la literatura
esotérica y libros como los Caballo de Troya o El código Da Vinci. Sus amigos
dicen que es como Daniel el profeta, siempre descifrando mensajes ocultos.

TOMÁS
Cuenta el Evangelio que cuándo Jesús se aparecio a los Apóstoles el Domingo de
Resurrección había uno,Tomás que no estaba con ellos en ese momento. Cuándo los
otros se lo dijeron no les dio crédito: «Si no le veo en las manos la marca de
los clavos, y no meto mi dedo en esa marca de los clavos y meto mi mano en el
costado, no creeré.» Pues algo así es también este Tomás. Un buen muchacho,
trabajador, servicial. Estudía Químicas y le gusta la ciencia. Dice que no tiene
fe: sólo da crédito a lo que se puede comprobar empíricamente.

DÉBORA
Entusiasta seguidora de las tendencias dominantes. Siempre politicamente
correcta, aunque a veces se acalora ante asuntos que le parecen de importancia
capital. Muy sensible a las cuestiónes sociales, al compromiso con la causa de
los oprimidos, y sobre todo a la discriminación y violencia contra las mujeres.
Brillante y reivindicativa. Parece que aquella mujer que asumió el liderazgo en
la defensa de las tribus de Israel, que se llamaba igual, le ha pasado algo de
su empuje.

LUZ
Todavía quedan entre nosotros personas que saben mirar al cielo y sonar, que
gozan de la poesía y tienen una fina intuición para ver claro otros caminan a
oscuras. Esta chica, sencilla y amable, time en su memo la luz de su nombre.
Estos amigos, que suelen salir a divertirse juntos, se fueron encontrando con
otros personajes.

URIEL, APOLO, FERNANDO Y EL VIEJO PROFESOR


Uriel es un médico judío, compañero de Marta en ]as clases de inglés.
Apolo -como aquel del que dicen los Hechos de los Apóstoles que era muy experto
en las Escrituras- es un joven filólogo, vecino de Débora.
Fernando es un cura joven, al que conocen en la universidad esta haciendo su
tesis doctoral.
Y Marta tiene un viejo profesor de Historia Antigua, muy erudito, lleno de
sabiduría y sentido común. Todos ellos son personajes reales de carne y hueso,
que han sido ligeramente desdibujados en esta sencilla ficción literaria. Son
gente corriente, cada uno con su carácter, creencias y modo de ser, que dicen
sin complejos lo que piensan y saben escuchar. Están a gusto con ellos mismos,
pero a la vez se dan cuenta de que les falta algo: ese buen guión que encaje las
piezas de su personalidad, que proporcione sentido a sus vidas y les descubra el
camino para ser plenamente felices.
En las conversaciónes que he podido compartir con cada uno ha habido momentos de
chispa y genialidad, y se han debatido argumentos que pueden interesar a mucha
más gente. Varias veces se han planteado cuestiónes relacionadas con la Biblia.
Y en esas charlas todos hemos ido aprendiendo a formular al texto sagrado las
preguntas precisas para encontrar las respuestas adecuadas a lo que
necesitdbamos en cada momento. Son los diálogos que aparecen en el relato «Un
fin de semana».
Todo eso es lo que voy a contar ahora con cierto detalle. Depués, podemos pensar
juntos en lo que ahí se dice y sacar consecuencias prácticas.

UN FIN DE SEMANA
COMO TODOS LOS JUEVES

Botellón en el parque
Era un jueves como todos los jueves. Tomás estaba en prácticas de Enlace
Químico. Tuvo que repetir varias veces una medida y salió de la universidad más
tarde de lo que pensaba. Esa semana le tocaba a el pasar por el supermercado.
Miró a la parada del 14, y tuvo que correr para subir al autobús que acababa de
detenerse.
Fue derecho a su piso. Dejó los libros. Se entretuvo lo justo para meter unas
lonchas de jamón en la barra de pan, y salió zumbando a comprar las coca-colas y
las fantas, y a agenciarse una botella de ron que diera un poco de alegría al
refresco.
Apenas salió a la calle con los botellones en la bolsa de plástico, cuándo le
sonó el móvil.
-¡Hola, Marta! Si, si, en seguida llego. Voy para allá. Me he retrasado en
clase, pero ya voy. ¡Nos vemos!.
Cruzó hacía la acera del parque. Subió la escalinata en cuatro zancadas, tomó
el sendero que bordea el estánque y allí, en el banco de siempre, estaba la
cuadrilla. Marta, radíante. Le gustaba vestirse bien para salir. Con ropa
deportiva y alegre. Melena larga y rubia, bien peinada, y un toque de maquíllaje
que realzaba su simpatia natural.
Daniel, a su manera. Con su pelo ensortijado y revuelto, barba de tres días,
tejanos modelo gueto con la entrepierna poco más arriba de las rodillas, y una
enorme sudadera talla XXL, arremangada lo suficiente para dejar libres las
manos.
Por el fondo llegaba Débora, corriendo con dificultad, con sus zapatos de
enormes suelas, traje vaquero flexible con pantalón muy acampanado y una
camiseta a la que parecían faltarle las tallas que le sobraban a Daniel.
-Bueno, chicos, aquí estamos -masculló Tomás, mientras recuperaba el aliento-.
¡Anda, otra vez a pasarlo bien! Nos espera una noche guay. Tengo planes, y
mogollón de chismes interesantes que contaros.
-Primero tómate algo, que hay que repostar. Tenemos tiempo -le dijo Daniel.
Sacaron los vasítos y pasó una primera ronda de Coca-Cola con un toque de
espíritu. Tomás separó el papel de aluminio y empezó a dar cuenta de su bocata.
Mientras tanto, Marta tomó un sorbo y comentó:
-Pues esta tarde he oído una historia fascinante. Desde hace unos días viene a
mi clase de inglés un chico judío de barba, que viste como en las películas, con
esa especie de levita negra, pantalón gris y una camisa blanca siempre un poco
salida, por asoman los flecos de una especie de camiseta que lleva debajo. Lleva
patillas largas, que forman tirabuzónes junto a las orejas, un gorrito en la
coronilla, y un sombrero negro. Ha llegado con su familia desde Zurich hace unas
semanas, y se van a quedar a vivir aquí. Se llama Uriel. Es un tío legal, que se
toma lo suyo muy en serio. Ayer, la profesora nos dijo que, para que vayamos
soltandonos en hablar, cada día uno de los alumnos contaria algo en inglés
durante un rato y luego los demás le hariamos preguntas. Todo en inglés, claro.
Como Uriel ya se maneja bastante bien, le tocó ser el primero en intervenir. ¿A
que no sabéis de que ha hablado?
-Ni idea. Nunca he conocido un tío así... intervino Débora.
-Pues alucina, ¡de su conversión! Es un tipo sin complejos, que se ha puesto a
contar su vida delante de todos, con detalles bastante íntimos.
-Venga, cuenta, que soy todo oídos - la urgió Débora.
Tomás, en cambio, que seguía trabajando el bocadillo, comenzaba a sentirse un
poco incómodo:
-¡Que pesada! Desde que vas a las catequesis de confirmación, hablas de cosas de
religión como si fuese un tema normal.
»Es verdad que hay un algo. A mi me parece que cada uno tiene que aprender a
valorar lo que de verdad le importa en la vida. Y para eso es bueno que
establezca una escala de valores y todo eso.
»Yo mismo quiero ser honrado. Pero para eso no necesito que vengan a sermonearme
y decirme que tengo que hacer o que esta mal.
»Seguro que casí todos los que van pasando por esa acera, los que están parados
en el semaforo y el tío de la moto que va haciendo eses hasta ponerse en primera
fila son gente más o menos como yo. Cada uno tiene por dentro sus convicciones.
Pero eso, por dentro. Las creencias no son para airearlas por ahí.
-No le hagas caso, Marta, y habla, que me estoy poniendo nerviosa -dijo Débora,
puesta de pie-. Por cierto, has dicho que es judío y contó su conversión. ¿Es
que era cristiano y se ha pasado al judaísmo? Esto se pone interesante.
-No corras, chica, que la realidad es más interesante que la imaginación. No.
Uriel nunca ha sido cristiano. Nació en una familia judía y no sabe nada del
cristianismo. Cuándo él habla de «conversión» se refiere a lo que le pasó por
dentro para decidirse a tomarse en serio sus deberes religiosos, cuándo no había
recibido en casa ni en la escuela ninguna instrucción religiosa, ni había
prácticado nunca.
-No lo entretengas más, y cuenta...

Uriel, Uriel, ¿dónde estás?


-Pues al terminar sus estudios de Medicina, consiguió su primer trabajo en el
hospital de un pueblo pequeño en las laderas de los Alpes. Se instló allí, pero
no conocía a nadie de ese lugar. Siempre le había gustado el campo y la
naturaleza. El entorno de ese pueblo tenía unas vistas fabulosas.
Marta continuó contandoles la historia que había oído a Uriel. En su relato
recordaba que en los días largos del verano terminaba su jornada laboral a media
tarde, y depués paseaba por el campo para disfrutar del paisaje. Caminaba sólo,
miraba, gozaba y pensaba.
Un día, no había por que, le vino a la cabeza una pregunta: ¿Quien ha disenado
toda esta maravilla?.
La primera respuesta que se le ocurrió es la que había aprendido en la escuela:
todo es una acumulación de materia, que tras millones de años de evolución,
erosiones, plegamientos y actividad natural produce paisajes caprichosos,
algunos bellísimos como aquel. Pero e1 mismo se sintió ridículo con esa
explicación. No le convencía. Aquello era demasiado hermoso para ser producto
sólo de una acumulación de materia por azar. Miraba, y le parecía distinguir en
el paisaje la huella de un artista escondido con una sensibilidad exquisita.
Pero esa explicación tampoco le satisfacía. La consideraba imaginativa y bonita,
pero irreal. No hay nada más que lo que se ve. Así, atormentado por estos
pensamientos, y un poco triste, regresó a su casa.
Desde entonces no podía quitar de su mente un problema que no conseguía
resolver. Y seguía contemplando cada vez con más admiración la belleza de
aquellos valles, ríos, montañas y bosques.
En medio de esas divagaciones que se iban haciendo obsesivas, una nueva idea
vino a torturarlo: «Uriel, te han engañado en la Facultad de Medicina. »Te han
enseñado a contemplar al hombre como si fuera una gigantesca reacción bioquímica
en equilíbrio, a la que en ocasíones hay que ayudar con unos productos Químicos
más o menos complejos para que se recomponga de los desequilíbrios que el
funcionamiento, el ambiente o el desgaste le van produciendo. Pero eso no es
verdad».
Y rumiaba las ideas, y se convencia cada vez más: No es verdad. » »Cada día -
pensaba- veo en mi consulta personas. Mujeres y hombres que sufren, que se ríen,
que tienen sentimientos, que son capaces de sacar energías para desarrollar los
proyéctos que los ilusiónan. También me han ensenado que eso forma parte de la
actividad propia de unos sistemás biológicos complejos, puramente naturales.
Pero no me lo creo. Detras de una mirada llorosa, alegre o enamorada hay mucho
más.
Sólo en ese momento, al barajar y desechar diversas explicaciones, recordó una
que había escuchado en su infancia.
Había oído decir que un ser superior y muy bueno, Dios, había modelado a su
imagen y semejanza una figura de barro de la tierra, había soplado en sus
narices y así había dado vida al primer ser humano. Pero aquella narración le
parecía tan hermosa, y tan irreal, como la de Blancanieves, Cenicienta y otros
cuentos de hadas que le habían contado de niño.
Así que decidió buscar la respuesta en la filosofía y se puso a leer. Un poco de
todo lo que iba cayendo en sus manos. Primero Freud, depués los viejos Platón y
Aristóteles, también algo de Marx. Se iba asomando con avidez a todo lo que
pudiera oírecerle alguna respuesta, pero nada le servía.
O no lo entendía, o se aburría y lo dejaba inmedíatamente, o no conseguía
encontrar nada que respondiera de verdad a las preguntas que le inquietaban.
Leyó mucho.
De esos meses sólo recordaba un libro, que tampoco entendió, pero comprobó que
en algo conectaba con el y llegó a convencerse de que su autor podría saber
dónde estaba la verdad. Releyó despacio el libro. Ahí había algo, pero no
acertaba a encontrarlo...
-¡Hola, chicos! ¿Que os pasa? Estais ahí con el alma en vilo. Como si
estuvieseis en otro mundo, sin daros cuenta ni de quien anda por el parque. ¿Es
que no me habeis visto llegar? -interrumpió Luz.
-La que está siempre colgada eres tu. ¡Mira por dónde sale la poetisa! ¿En que
galaxia vives? -apostilló Daniel-. Llegas tarde, con los cascos puestos, y
encima molestándo, con lo interesante que estaba esto. Seguro que no vienes
oyendo a Eminem.
-Nada de rap. Escuchaba a Vivaldi y venía con los ojos clavados en ese azul
profundo salpicado de chispas que tenemos arriba.
-Es verdad que hoy la noche está preciosa -terció Tomás-, pero sigue, Marta,
con lo que estabas contando.
Y Marta continuó contando cómo Uriel estaba aturdido dandole vueltas y más
vueltas a la cabeza. Cuándo le llegaron las vacaciones recorrió varios lugares
de Europa. Le impresionó la sinagoga de Praga, semivacia, con algunos hombres de
edad madura estudiando y leyendo la Torá. Fue abrigando hacía ellos una
particular sintonia afectiva, sobre todo al enterarse de las grandes
dificultades que habían tenido que padecer hasta hacía poco por defender sus
tradiciones religiosas bajo el regimen marxista. Lo mismo experimentó en las
sinagogas de Polonia. Se sentía cada vez más cercano a esas personas.
«¡Son mi gente, como yo! », se decía. Esa experiencia alcanzó momentos
particularmente emotivos y dramáticos en su visita a los campos de exterminio
nazis.
Atrapado en las cavilaciones que lo atormentaban llegó a Israel en sus últimos
días libres antes de reincorporarse al trabajo. En Jerusalén iba ponderando
todas esas experiencias mientras recorria las callejas de piedra del barrio
judío en la ciudad antigua hasta que llegó al Muro Occidental. Allí se quedó
mucho tiempo en silencio, contemplando aquellas piedras cargadas de historia y
las gentes que se acercaban al muro.
-Y en medio de ese silencio, vi la verdad -recordaba Uriel, aún emocionado-. No
hacían falter explicaciones intelectuales, ¡lo vi! Vi mi vida, y pense: «Uriel,
Dios ha dado a tu pueblo seiscientos trece mandamientos para que los guarden, y
tú nunca has cumplido ninguno.» Así que decidí comenzar por alguno, fui a una
tienda, me compre una kippah y me la puse. Era tarde, y ya no tenía tiempo para
hablar despacio con nadie que me orientase, y me ayudara a estudiar la Torá.
Al día siguiente por la mañana fue a una sinagoga y buscó a un rabino. Le contó
detenidamente su vida y sus inquietudes para que le ayudase. Aquel hombrecillo
viejo y afectuoso lo escuchó como si estuviese oyendo lo más normal del mundo y
al final le dijo:
-Lo que lo ha pasado a ti, le pasa a todo el mundo. Además, así está escrito en
la Torá, en el libro del Génesis. En él se narra la desobediencia de Adan y Eva,
que comieron del fruto prohibido e inmedíatamente se avergonzaron de verse
desnudos, y se escondieron. No querían encontrarse con Dios.
»Así sucede a muchos hombres -siguió el rabino- que están escondidos cuándo Dios
pasa junto a ellos, porque no quieren encontrarse con e1. Pero Dios salió a su
encuentro llamándolo:«Adan, Adan, dónde esters?» (Gen. 3, 9). Y así ocurre por
lo menos una vez en la vida de cada ser humano (que en hebreo se dice adam), que
Dios sale a buscarlo y lo llama: «Adam, Adam, ¿dónde estás?».
¡Bien, genial! -aplaudió Luz-. ¡Que historia tan bonita! Y no sólo es hermosa,
es autentica, es verdadera. También a mi, mientras lo ibas contando, me parecía
escuchar una voz que me hablaba por dentro: «Adam, Adam, ¿dónde estás?» , «Luz,
Luz, ¿dónde estás?».
»Hasta ahora -siguió la Luz- había gozado muchas veces al imaginarme los oceanos
primordiales y pensar en esa palabra poderosa que habla, y todo lo que dice,
inmediatamente se hace: « Dijo Dios: haya luz. Y hubo luz. » Esa voz que hace
amontonarse a las aguas en los mares, subir los montes, bajar los valles,
decorar con bosques la tierra y poblar el cielo de aves... Ese alfarero que
sopla en un muñeco de barro, y lo pone en movimiento con ese chispazo divino que
es la vida... Pero no había disfrutado tanto como ahora al oír en la Biblia una
voz que me habla a mi.
-Luz, eres todo sentimiento. Pero piensa un poco, razona, y ten sentido común -
intervino Tomás- . Esos relatos de la Biblia a los que lo refieres son
narraciones antiguas, misteriosas, sugerentes, pero falsas. Parece mentira que
todavía haya en el siglo XXI gente tan ingenua como tu. ¿Es que no has aprendido
nada de ciencias naturales en el colegio? La materia existe desde siempre, y
funciona con unas leyes fisicas y Químicas que se han ido descubriendo poco a
poco, y de las que hoy ya se sabe mucho. Un dios que crea todo de la nada en
siete días es un mito. Cuándo los hombres primitivos no podían explicar el mundo
con la ciencia, inventaban relatos que dieran razón de lo que tenian por
delante. Pero ahora no hacen falta, para eso esta la ciencia.
-Pues tú dirás lo que quieras, pero el «Luz, Luz, ¿dónde estás?» que he oído en
el corazón mientras Marta contaba esa historia tan bonita es tan real como las
palabras que me acabas de decir.
¡Que vas a escuchar, mujer! -insistió Tomás-. La voz que te parece oír es sólo
creación de tu mente poética.
-Bueno, no nos vamos a quedar toda la noche apalancados en este banco. Algo
tendremos que hacer, ¿no? -intervino Marta cortando la conversación . ¿Nos vamos
al cine?
-¡Que aburrimiento!, si esta semana no hay ninguna película que valga la pena -
dijo Daniel.
-Si os parece, tengo otro plan -dijo Tomás-. Me han dicho que ahora cierran el
Planetario más tarde que de costumbre y que la última sesión se titula Senates
de vida en el cosmos. iHay que verla! Estoy seguro de que nos gustara.
Tomás metió las botellas que les quedaban en la bolsa de plástico, y se fueron
hacia el Planetario.

Los microchips de Santa Claus


Daniel y Tomás son buenos amigos, aunque discuten de vez en cuándo. Se entienden
bien, pero cada uno tiene su carácter y su modo de ver las cosas.
Tomás es un tipo sereno, cumplidor, ordenado. No es amigo de teorías ni de
palabras huecas. Sólo le parecen reales los hechos que se pueden comprobar y
experimentar. El resto es loca imaginación, que esta bien para charlar con los
amigos, pero nada más.
Daniel es un volcán. Siempre inquieto. Juega a recoger flecos de información y a
procesarlos con su mente creativa en continua ebullición. No le atraen las
explicaciones convencionales, tramadas por mentes que consider, vulgares, para
gente que no sabe mirar más allá de sus narices. En cambio, devora los libros
que urden tramás alternativas y oírecen interpretaciónes que otros no han visto,
o no se han atrevido a proponer.
Lo de las «señales de vida en el cosmos» le había disparado la imagiación,
porque tiempo atrás había leído varios articulos sobre revelaciones realizadas
por seres inteligentes de otros mundos que viajaban por el espacio y en el
tiempo.
Además, todo eso unido a la conversación anterior sobre la Biblia le había
recordado unos libros que cayeron en sus manos hacía unos años y que le causaron
tal impacto que le despertaron un sentido crítico muy agudo. Y se puso a
contarle a Tomás que de pequeño había ido a misa algunas veces con sus padres, y
en las clases de religión le habían hablado de Jesucristo, un personaje amable,
amigo de los pobres, que hacía milagros, que predicaba la necesidad de hacer el
bien a todos.
Pero que desde que leyó esos libros se habían desequilibrado sus creencias. Allí
se enteró -seguía diciendo- de que hay una documentación secreta guardada en
Estados Unidos acerca de una operación singular llevada a cabo en 1973 por las
Fuerzas Aéreas Norteamericanas en Israel. El autor de los libros decía que había
tenido noticias de su existencia gracias a un militar de aviación retirado que,
cuándo estaba a punto de morir, le desveló el secreto: dos astronautas habían
viajado en el tiempo hasta el año 30 de la era cristiana, se habían encontrado
con Jesucristo y habían contemplado lo que realmente le sucedió. Y así pudieron
comprobar que los Evangelios habían tergiversado lo que pasó de verdad, y
también que se habían calládo muchas cosas.
Mientras caminaban hacía el Planetario, Tomás y Daniel se quedaron un poco
rezagados y seguían con su discusión particular.
-Daniel, estás pasado de vueltas -le soltó Tomás-. ¡Lo colgado que puedes llegar
a estar a base de empapuzarte de libros de ciencia ficción! Seamos razonables.
Tú has leído un novelón que te ha cogido, pero no seas torpe. Si eso fuera
cierto, se habría sabido hace tiempo.
-Es que a los americanos no les interesa que se hable de estás cosas.
-Me parece que lo que se diga sobre este tema a los americanos les da igual.
Pero en todo lo que me cuentas lo de ese novelista no hay un sólo dato real que
se pueda comprobar. Esa novela es pura fantasía mental en una noche de
calentura.
-Calláte y deja de largar teorías, Tomás, que si lees los informes del oficial
norteamericano veras que las palabras de Jesús en la última cena que traen los
Evangelios son una burda manipulación, hecha por los discípulos de Pedro, de lo
que realmente dijo Jesús en aquella ocasíón. Pero hay mucho más. También lo
enteraras de que su madre era una luchadora entusiasta por los derechos de su
pueblo, «nacionalista» diríamos hoy, de pies a cabeza que animaba a su hijo a
unirse a la revolución para echar a los romanos. El autor del libro tuvo la
oportunidad de leer los informes secretos de ese mayor sobre su conocimiento
personal de Jesús y de quienes estaban a su alrededor. El mismo acompañó y
conviviócon los apóstoles depués de la crucifixión y fue testigo de unas
apariciones, todo ello contando con la ayuda providencial de Santa Claus, el
ordenador central de su nave del tiempo.
-Daniel, alucinas más que un topo en una discoteca.
-Que no, macho, que es al revés. Eres tu el que no sabe lo que pasa. Tanta
Química y no te comes ni el agujero de un donut de lo que esos mangantes
maquínan a nuestras espaldas.
-Pero ¿que puedes pensar de todo eso de Santa Claus?
-¡Hum...! Que quien lo escribió tiene mucha información.
-No seas falso, Daniel. Todo eso, ¿te lo crees de verdad, o sólo cuándo llevas
encima unas copas de más?
-Lo que pasa es que tengo una mente abierta, no corno tu. Te metes en un
laboratorio, haces unas mediciones aburridas, y sólo eres capaz de sacar las
mismas conclusiones que los químicos con peluca empolvada de hace siglo y medio.
Se valiente, y no te asustes de que se tambaleen, se resquebrajen o se derrumben
tus convicciones. No es una desgracia que una casa en ruinas se venga abajo.
Así, una vez quitados los escombros, se pueden poner buenos cimientos y levantar
un edificio sólido.
-Me parece que los únicos cimientos que de verdad sostienen la vida son los de
la racionalidad y los de la ciencia. Lo que lo me cuentas sólo es capaz de
deslumbrar a los ingenuos, que no saben nada de historia y mucho menos de
ciencia. Tu «Santa Claus» es todavía más falso que el que viene en trineo
arrastrado por renos con los regalos en Navidad.

El lenguaje machista
Daniel y Tomás, mientras discutían, se habían quedado rezagados. Pero por
delante, la conversación había tomado otro cariz. Marta iba en silencio. En
cambio, Luz exultaba en voz alta de la belleza de esas páginas iniciales de la
Biblia, arrebatada, entusiasmada, posefda por la musa de la poesfa. Débora, que
había estado muy calláda hasta entonces, le dejó caer:
-Callá, maja, que me estás poniendo nerviosa con tantas alabanzas a un libro tan
machista como la Biblia.
-No exageres. Es un clasíco de la literatura universal. Tiene un lenguaje
antiguo, pero se entiende perfectamente, y no me parece nada insultante hacía
las mujeres.
-¡Si se nota a la legua que esta escrito en una sociedad machista las mujeres
son oprimidas y no cuentan para nada! Cuándo los tfos que lo hicieron se ponen a
escribir, en seguida les viene a la pluma el macho que llevan dentro. Fíjate,
sin ir más lejos, en lo que se dice ya en el primer capítulo:«Dijo Dios:
"Hagamos al hombre a nuestra imagen, segun nuestra semejanza. Que domine sobre
los peces del mar, las aves del cielo, los ganados, sobre todos los animales
salvajes y todos los reptiles que se mueven por la tierra." Y creó Dios al
hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó» (Gón. 1, 26-27).
-Sé honrada y termina la frase como acaba en la Biblia: «Varón y mujer los creó»
(Gen. 1, 27) replica Luz.
-Sí, todo lo que tú quieras. Pero a imagen de Dios sólo el hombre. Luego
menciona a la mujer como de tapadillo, intentando arreglar las cosas, pero el
estropicio ya esta hecho. Y ahora que hay más sensibilidad, todavía vendran los
teólogos a intentar arreglarlo diciendo que la mujer es con el hombre « hueso de
mis huesos y carne de mi carne» (Gen. 2, 23), como dijo Adan al ver a Eva. Y
como el hombre es imagen de Dios, la mujer también porque es imagen de la
imagen. ¿Te puedes creer que oí un día en la tele a un profesor de no sé qué
diciendo eso? Y así no hacen más que enrevesar la cuestión para salvar lo
insalvable...

El lenguaje de los mitos


Mientras hablaban, vieron llegar por la acera en dirección contraria a un tipo
que caminaba sólo, de unos veinticinco años, alto, fuerte, con ropa informal de
marca, engominado, que se las quedó mirando.
Débora lo saludó tímidamente. Era un vecino suyo, que acababa de defender su
tesis doctoral en filología y había comenzado a dar clase en la universidad. Se
detuvo un momento, y Débora se lo presents a Luz y a Marta:
-Esta es Marta, una amiga, que sabe mucho de historias. Y ésta es Luz, otra
amiga, que también es muy amiga de los libros.
»Este es Apolo -dijo, -dirigiendose a ellas- , que se los ha leído todos, y
parece que vive en ellos. Cuándo lo oyes hablar, te entran unas ganas
irresistibles de ponerte a leer.
-Hola, Apolo, me alegro de conocerte -dijo Marta y le tendió tímidamente la
mano.
Luz también le tendió la mano y se vio sorprendida por el energico apretón de
Apolo, propio de gente segura de si misma y con personalidad. El chico parecía
cordíal y sincero. Luz sintió algo al contemplar su sonrisa y darse cuenta de
que la miraba directamente a los ojos. Esbozó un tímido:
-Mucho gusto. Encantada.
-No te preocupes, Apolo, Luz siempre es así. Parece tímida al principio, pero
luego no se corta -dijo Débora-. A lo mejor os encontrais alguna vez por el
barrio, porque Luz vive cerca de nuestra casa, en el bloque que hay frente al
cruce de la avenida, que tiene debajo una óptica.
-Ah, si, ya se cúal es. Bueno, pues somos casí vecinos.
La conversación entre Débora y Luz se había detenido. Marta no dijo nada más.
Apolo tampoco se movió. Pasaron unos segundos hasta que Apolo rompió el hielo:
-Paseaba por aquí, haciendo tiempo mientras llegan unos amigos con los que he
quedado para cenar. Pero no quisiera interrumpir vuestra conversación que, desde
lejos, parecía muy animada.
-No, no molestas, al contrario -balbuceó Luz-. Veniamos tratando de un tema que
lo puede interesar.
-¿Ah, si?, ¿de que se trata?
-Pues de los primeros capítulos de la Biblia. Esos relatos...
-Esos relatos escritos con un lenguaje mítico fascinante -interrumpió Apolo.
Bueno, no hablabamos de eso. Ni se nos habían ocurrido que fueran mitos -terció
Débora-. Yo decía que se nota desde el principio el talante machista con que
están escritos. Comprendo que son viejos y que entonces no había la sensibilidad
que hay ahora para estos temas, pero es que te pones a leerlos y te quedas más
quemada que una fallá en San José.
-¡Mitos! Si son más reales que todo lo que he leído -protestó Luz-. Tienen una
gran viveza de imágenes, y te hablan. Hoy me han contado una historia real, y yo
misma he notado que el texto me decía algo a mi.
-Lenguaje mítico no quiere decir lenguaje falso, ni que se utilice para decir
mentiras -sentenció Apolo-. Me atreveria a decir que sucede lo contrario. Las
grandes verdades nos superan tanto que no se pueden expresar sino en lenguaje
mítico.
-Aclarate, por favor.
-Los mitos son expresiones simbólicas de realidades que no se acierta a expresar
en un lenguaje racional, ni se dejan encerrar en las categorias de la historia
ordinaria que acaece en el tiempo. Cuándo alguien quiere hablar de algo que le
supera con mucho, las palabras se le quedan cortas, y el lenguaje corriente
chirria al expresar esas realidades.
»Si esto nos sucede a nosotros, para los pueblos de cultura primitiva, que no
tenian un lenguaje tecnico adecuado para expresar con precisión cuestiónes de
astronomía, física, biología e incluso filosofía, la cuestión era todavía más
grave.
»Pero las gentes de Mesopotamia, Egipto, Fenicia, Siria o Canaan no se quedaron
mudas ante la grandeza de las fuerzas naturales, ni dejaron de preguntarse cómo
habían llegado a la tierra en que vivian, o por que se consideraban hermanos de
unos pueblos vecinos y enemigos de otros que también vivian junto a ellos.
»Los pueblos que rodeaban al antiguo Israel explicaban la existencia de los
dioses, el origen del mundo y del hombre, y el actuar de las fuerzas de la
naturaleza con mitos. Cuándo aquellos mitos eran recitados en unas acciones
simbólicas, los ritos, que representaban lo narrado en los mitos, tenian el
convencimiento de asegurar las realidades que estaban expresando de ese modo
misterioso. Por ejemplo, así pensaban fortalecer el orden del universo y de la
sociedad, para que no se trastocasen, o el carácter favorable de las fuerzas de
la naturaleza, especialmente de la fecundidad.
»Actualmente se conocen bastantes de esos relatos gracias a tablillas de barro
escritas, que han descubierto los arqueólogos, a papiros o pergaminos, o incluso
a inscripciones jeroglíficas talládas en templos y tumbas de Egipto.
-¡Anda! Esto es como en las películas de Indíana Jones. ¿Por que no nos cuentas
algún mito? -le pidió Marta, a la que le iba picando la curiosidad mientras
Apolo comentaba todo aquello.

Los mitos de los orígenes


-Se trata de explicaciones sencillas e imaginativas, basadas en lo que están
acostumbrados a observar, pero proyectado a los momentos del comienzo.
»Por ejemplo, en Egipto, cada año veian repetirse el «milagro» del Nilo,
encontraron en ese fenómeno inspiración para hablar de los orígenes del mundo.
»Cada año, sin que hubiese llovido, el caudal del río comenzaba a subir y subir,
hasta salirse del cauce e inundar las tierras que estaban en sus orillas.
Entonces no habían que esa crecida se debia a las lluvias y al deshielo de los
montes de Kenia, en nace, porque nunca habían explorado el Nilo hasta llegar a
sus fuentes.
»Al cabo de unas semanas, las aguas iban menguando, y las tierras que habían
quedado encharcadas, ayudadas por un sol tremendo, producian buenas cosechas.
»En el momento de la crecida, con las aguas abundantes y túrbias, llenas de
barro, ramas y matorrales arrancados, y todo tipo de objetos arrastrados por la
corriente, todo era un desorden descomunal. Esas aguas, en fuerte y violento
desorden, al cabo de unos días se iban serenando, se iban retirando de nuevo a
sus orillas. Así aparecía la tierra seca, comenzaban a brotar las plantas, y
volvía a ser poblada por los animales.
»Por eso, en sus mitos, todo ha nacido de un oceano primordíal, al que llaman
Nun. De el se dice que nacieron los primeros dioses, Amón, Ra, e incluso los
faraones, a los que se divinizaba. También se fueron formando a partir de el las
ciudades, sobre cúmulos de arena que iban emergiendo de las aguas. En la cumbre
de todo ese proceso están los seres humanos.
»Los textos en los que se contienen esas creencias son oscuros y misteriosos,
pero bellos. Por ejemplo, hay uno que se encontró en el dorso de un papiro
procedente de Egipto, con unas palabras que se remontan al siglo XV antes de
Cristo, y dice así:
Los hombres, rebano de dios, están bien gobernados.
Pensando en ellos hizo el cielo y la tierra,
rechazó al monstruo marino.
El hizo el soplo de vida para sus narices.
Salidos de sus miembros, son sus imágenes.
Para ellos brilla en el cielo.
Para ellos hizo plantas y animales,
pájaros y peces para alimentarlos.
-Pero eso se parece bastante a los relatos con los que comienza la Biblia, se
habla de que el ser humano es imagen de Dios, e incluso que el Señor hizo a Adan
del barro de la tierra, y depués sopló en sus narices para que recibiera la vida
-comentó Luz, boquiabierta.
-En algunos detalles, sí. Y algo parecido ocurre con el modo en que las gentes
de Babilonia se imaginaban el origen del mundo -siguió Apolo.
»Babilonia se encuentra cerca de la desembocadura del Tigris y el Eúfrates, dos
ríos muy largos y caudalosos que se unen al llegar a su desembocadura en el
golfo Persico. Esa zona es muy plana, y a ella llegan mansas y muy caudalosas
las aguas de ambos ríos, que con el paso del tiempo han ido formando un gran
delta, surcado de canales.
»La gente que vivia allí observaba que el barro, las cañas y todo lo que
arrastraban los ríos iba amontonandose al llegar al delta, y así surgian nuevos
islotes que se iban reforzando, hasta que al cabo del tiempo se podía cultivar
en ellos, e incluso construir casas sobre el terreno que se había asentado.
»También el genio creador de estos pueblos plasmó en mitos la explicación de sus
orígenes. Al principio todo eran aguas revueltas en el oceano, se trenzaron las
cañas y se embadurnaron con barro hasta oírecer un apoyo al Esagil, la morada de
los grandes dioses: Marduk y Aruxu, su compañera. De ellos surgio la semilla de
los hombres. Desde allí Marduk fue poniendo orden en ríos, campos y bosques,
poblándolos de animales.
»Hay un poema babilónico muy antiguo, unos veinte siglos antes de Cristo, con un
mito sobre la creación de los hombres, que dice así:

Cuándo el cielo fue separado de la tierra,


y cuándo la diosa madre fue creada,
cuándo la tierra fue formada y modelada,
cuándo se establecieron los destinos del cielo y de la tierra,
cuándo las regatas y los canales fueron bien trazados
y establecidas las orillas del Tigris y el Éufrates,
entonces... los dioses se instalaron en bellos santuarios
y se pusieron a pensar en la creación:
ahora que están establecidos los destinos del cielo y de la tierra,
que vamos a crear?, ¿que vamos a hacer?... Inmolemos los dioses Lagma,
y creemos a los hombres con su sangre.
En adelante les incumbe el servicio de los dioses;
tendrán que garantizar los límites de los campos,
deberán poner en sus manos picos y espuertas,
habrán de construir la gran morada de los dioses...
deberán regular el curso de los canales
y hacer crecer abundantemente las plantas,
tendrán que hacer que la abundancia reine en el país,
habrán de celebrar la fiesta de los dioses.

-¡Que bonito, y que cruel! -dijo Luz-. Los hombres hechos con sangre de dioses.
-Has dado en la clave para interpretar los mitos respondió Apolo . Ya sabían las
gentes de Babilonia que los hombres no somos figuras de sangre solidificada. Por
eso, y por tantos motivos, no se pueden leer estos poemas como si nos oírecieran
una descripcion técnica de la creación, que no lo pretenden en absoluto. Pero,
en un lenguaje simbólico y con gran fuerza poética, dejan en claro que el ser
humano no es un objeto, ni siquiera un animal más de cuantos viven sobre la
tierra, porque tiene un algo divino, ha sido hecho con «sangre de dioses». A
esto me refería cuándo dije que los mitos son expresiones simbólicas de
realidades que no se acierta a expresar en un lenguaje racional.
»Y algo parecido sucede con el texto egipcio del que hablamos antes, cuándo dice
que un dios hizo el soplo de vida para las narices del hombre. Es otro modo
imaginativo de expresar ese algo propio del ser humano que lo distingue y lo
eleva por encima de los animales.

Los «mitos» de la Biblia


-Entonces, los primeros capítulos de la Biblia son mitos como éstos -intervino
Débora.
-Hay muchas semejanzas, pero también diferencias notables. Se podría decir que
los relatos de la Biblia emplean un lenguaje mítico, pero no son mitos en
sentido estricto. Hay en ellos cosas sorprendentes.
»Fíjate, por ejemplo, en que tanto los textos egipcios como los babilónicos de
los que hemos hablado, y en general todos los relatos míticos, mencionan sin
reparo a varios dioses actuando, aunque haya una jerarquía entre ellos.
»En cambio, en todos los relatos de la Biblia escritos con este lenguaje sólo se
habla de un único Dios. Un sólo Dios que, además, crea con un poder
extraordinario, sin partir de nada preexistente, y sin la ayuda de dioses
secundarios o intermedios.
»Cuándo el redactor de los textos biblicos escribe, esta empleando un lenguaje
que resulta familiar a la gente de ese tiempo, adecuado para expresar la
realidad de que Dios ha creado el mundo y al hombre, pero es sólo un lenguaje,
porque el sabe ya por la fe de su pueblo que el creador es el Señor, el único
Dios verdadero.
-¿Lo ves, Débora? El lenguaje machista del que me hablabas es sólo parte del
ropaje cultural, de aquellos modos de hablar, pero no del contenido. No forma
parte de las enseñanzas que se pueden sacar de la lectura de la Biblia -
sentenció Luz.
-Está bien lo que dices, pero, si vamos por ahí, nos estamos metiendo en otra
cuestión distinta, aunque también interesante -intervino de nuevo Apolo-. Es
verdad la conclusión a la que has llegado, pero lo has quitado el tema de encima
demasíado pronto. Las cosas no son tan sencillas.
-Aver... -susurró Marta.
-Uno no puede ir eliminando de esos relatos lo que no le guste, lo que le
resulte antipático o aquello que no sepa cómo explicar, echandole la culpa al
lenguaje mítico y diciendo que se trata sólo del ropaje de palabras y no del
mensaje real. Eso seria manipular los textos. Se pueden sacar conclusiones, pero
hay que pensar las cosas más despacio.
-Explícate mejor. Eres tan teórico que no se te entiende lo que quieres decir.
Anda, ponme un ejemplo, a ver si me aclaro -dijo Luz.
-Ya dije que el lenguaje mítico no es una fabrica de hacer mentiras, sino un
modo peculiar de decir verdades. Por eso uno no se puede quedar en la primera
impresión, sino que debe buscar esas verdades que están ahí, aunque presentadas
de forma imaginativa.
»Fijaos, por ejemplo, en que en los primeros capítulos del Génesis, el primer
libro de la Biblia, los relatos que hablan de los orígenes con ese lenguaje
mítico son dos, no uno.
»El primero de ellos presenta a Dios creando el mundo en seis días y descansando
el septimo. En esos días va separando el cielo de la tierra, las aguas de la
tierra, y adornando lo que ha creado con las luminarias del cielo para el día y
para la noche, con las plantas y animales, y finalmente crea al ser humano a su
imagen y semejanza, varón y mujer.
»El segundo de esos relatos presenta al Señor que hace la tierra y el agua, hace
germinar el suelo y forma al primer hombre del barro de la tierra, sopla en sus
narices y así comienza Adan a vivir. Más tarde crea los animales, y los hace
desfilar por delante de Adan para que les ponga nombre. Así lo va haciendo, pero
no encuentra nada semejanze a el. El Señor le hace caer entonces en un sueño
profundo, le arranca una costilla, y de esa costilla forma a Eva, la primera
mujer. Cuándo Adan despierta y se encuentra a Eva reconoce que es «carne de mi
carne, y hueso de mis huesos».
Se trata, como veis, de dos narraciones bastante distintas, que con bastante
probabilidad han sido escritas en distintas circunstancias de lugar y tiempo.
Las dos tienen un tipo de lenguaje análogo a esos mitos del Próximo Oriente de
los que estamos hablando.
»Sin embargo, daos cuenta de que en ambos casos se habla, como ya dije antes, de
un sólo Dios, no de varios dioses.
»Pero hay más. En ninguno de los relatos se concretan las espécies de los
animales, sólo se dice de modo generico que fueron creados segun su especie. En
cambio, el ser humano no es tratado como una especie más: Dios interviene de
modo muy directo, y en ambos casos se especifica que hay algo divino en el, ya
sea al decir que fue hecho a imagen de Dios, ya al decir que vive gracias a ese
soplo divino que vivifica la materia de que estamos hechos.
»Los dos relatos, a pesar de ser distintos, también coinciden en poner una sola
pareja al principio, un varón y una mujer.
»Y lo que es más sorprendente e importante, Débora, porque estamos llegando al
tema de vuestra conversación. En un contexto cultural en el que hay tan poca
sensibilidad hacia las mujeres, de un machismo agobiante diríamos hoy, como
realmente era el que había en el Próximo Oriente cuándo esos textos se
escribieron, llama mucho la atención que en ambos relatos se mencione la acción
de Dios en la creación de la mujer, y que, dentro de las características propias
del lenguaje mítico, se haga notar la igualdad radical que hay entre varón y
mujer, a la vez que la complementariedad de ambos.
-¿Lo ves? ¡Tenia yo razón! -apostilló Débora, bastante satisfecha.
-¡Hay tantas verdades dichas de modo tan bonito en estos textos!: « Por eso,
dejara el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una
sola carne» (Gen. 2, 24).
Luz, que se iba comiendo con los oídos las palabras de Apolo, y no le quitaba la
mirada de encima, enrojeció.

Señales de vida en el cosmos


Mientras tanto, Daniel y Tomás las habían adelantado ya y llevaban un rato
sentados en un banco junto a la puerta del Planetario, esperando a sus amigos.
Su paciencia se iba colmando, al verlas venir tan despacio que apenas avanzaban,
escuchando a un chico que parecía haberlas hipnotizado, de lo absortas que lo
escuchaban.
-Bueno, chicas, me despido, que os están esperando, y también a mi. Otra vez voy
a llegar tarde. Además, tengo mucha hambre y mis amigos ya habrán empezado a
cenar.
-Hasta otra, Apolo. Nos veremos. ¡Muchas gracias por tus explicaciones! -
respondieron Marta, Débora y Luz.
Daniel ya estaba nervioso:
-¿Cómo se han dejado seducir las senoritas por ese galan gominoso y pijo, que
apesta a colonia de Armani?
-¡No te enfades, chaval! Es un chico educado, vecino mio dijo Débora , que nos
hemos encontrado mientras veniamos. Si no os hubierais enzarzado en vuestra
discusión y no os hubieseis quedado atrás, no habríamos tenido ocasión de
pararnos a hablar con él.
-Y no sabéis lo que os habeis perdido -anadió Luz-. ¡Que conversación más
interesante!
Tomás, más práctico, en vez de entrar en el rifirrafe había ido recogiendo los
cuatro euros que valia la entrada de cada uno, y se había acercado a la
taquílla. Pronto llegó con los billetes y pasaron a la sala principal de
proyecciónes.
Daniel alucinaba con las butacas articuladas, y jugaba poniendolas en todas las
posiciones posibles. Casí tumbado, mirando al techo, exultaba:
¡Y yo que pensaba que iba a ser un aburrimiento esto del Planetario! A ver si el
documental esta a la altura de las butacas.
-¡No seas cateto y compórtate!-le riñó Marta-. Callá, que esto va a empezar.
Las luces se fueron atenuando, y comenzó la proyección. Envueltos en musica New
Age iban viajando por las estrellas, y la voz del narrador se preguntaba si no
habría otros seres inteligentes en el universo. Y si los había, como seria
posible identificarlos y entrar en contacto con ellos. Algunos pioneros estaban
intentandolo de diversos modos.
Todos seguían atentos la proyección, pero Daniel se incorporó un poco en la
butaca para no perderse detalle cuándo comenzaron a hablar del Proyecto Phoenix,
desarrollado por el SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence Institute) de
Califórnia.
Se trata, explicaba el documental, de escuchar con radiotelescopios, intentando
localizar señales emitidas por otras civilizaciones inteligentes que utilicen
ondas electromagnéticas para transmitir datos.
Para ello parten de la hipótesis de que, teniendo en cuenta las condiciones para
la transmisión de ondas en nuestra galaxia, si hay otras civilizaciones que han
utilizado microondas con ese fin, deben usar una frecuencia que se encuentre en
el intérvalo entre 1.000 y 3.000 megahercios.
Por eso buscan si en ese espectro hay señales de banda estrecha que, para ese
tipo de ondas, sólo pueden ser producidas por un transmisor intencionado, pues
las que producen emisores naturales como los quásares o los púlsares tienen
otras características. En la actualidad, decía el documental, el Proyecto
Phoenix ha examinado las emisiones de las 500 estrellas en las que cabría
abrigar mayores esperanzas de encontrar algo, a razón de 1,8 billones de canales
por estrella, sin encontrar nada. Pero siguen buscando. También han enviado
emisiones de diversas características por si hay en el universo alguien distinto
a los pobladores de la Tierra capaz de captarlas, y se logra establecer una
comúnicación.
-¿Ves como es razonable lo que lo decía?-. Daniel se volvió hacia Tomás en
cuanto se encendieron las luces al terminar la proyección-. No es tan
descabellado pensar que hay seres inteligentes por ahí. Y posiblemente más que
la mayoría de los humanos. Yo estoy seguro de que conseguiran contactar con
ellos.
-Veremos... -respondió Tomás un tanto esceptico, ante el aluvión de palabras de
Daniel.
En efecto, el documental había disparado la imaginación de Daniel y con su mente
ataba todos los cabos que Tomás le había venido diciendo por el camino que
estaban sueltos.
-Pues claro que es posible viajar en el tiempo. ¿Y por que no podía haber en
tiempo de Jesús unos altavoces traídos desde otros mundos, que hacían resonar
voces del cielo que dejaban boquiabiertos a aquellos pescadores paletos de
Galilea...?
»Seguro que es posible rastrear la Biblia con atención e inteligencia insistía
como fuera de sí desde el principio hasta el final, para encontrar señales de
esos seres que nos dicen que existen y han venido a la Tierra. Además, que son
esos halos luminosos que les pintan desde antiguo a los santos alrededor de la
cabeza, sino simplificaciones primitivas de un casco para viajes espaciales?
-Calma, Daniel, ¿de que vas? -dijo Marta, que no se aclaraba de lo que le estaba
diciendo a Tomás. -Así como los del Phoenix lanzan unos mensajes a ver si
alguien inteligente de otros mundos los capta insistió Daniel-, estoy convencido
de que yo podría captar en la Biblia esos mensajes de otros mundos.

Las rarezas de la Tierra


-Tranquilo, Daniel, que lo estás poniendo un poco alocado. Sigo pensando que lo
equivocas, que tienes una imagmación calenturienta. Aunque, hombre, segun se
miren las cosas, puede que tengas algo de razón -concedió Tomás.
-¡Vaya! Por fin empiezas a parecer razonable. A ver, dime en que estás de
acuerdo en que tengo razón.
-Pues en lo de que hay algunas cosas sorprendentes, que sólo percibe el
observador atento, y que podrian ser señales de que alguien inteligente quiere
sugerir algo. Pero todo es muy confuso -respondió Tomás.
-Aclarate, ¡anda!
-Resulta que acabo de leer un libro que me ha descolocado un poco mi modo de ver
la ciencia y me hace dar vueltas respecto a que hay detras de esas leyes
Químicas que nos explican en clase y luego vamos comprobando experimentalmente
en el laboratorio. No es un libro de Química, sino de cuestiónes curiosas de
ciencia en general.
»Es un ensayo escrito por un americano sobre las rarezas de la Tierra. El autor
dice que la vida, en todos sus estadios, es un fenómeno de una riqueza
asombrosa, que no deja de hacer pensar a cualquiera que se plantea con seriedad
y sin prejuicios las grandes preguntas que un ser inteligente no puede esquivar.
Y va dando una serie de datos que se pueden constatar.
-Di algunos, que nos hagamos una idea de que va -le pidió Débora.
-Por ejemplo, hasta hace poco-explicó Tomás- a muchos les parecía razonable
explicar la vida a partir de la estadistica y por lo que se podría denominar el
«principio de mediocridad» de la Tierra. O sea, si la Tierra es un planeta más
entre miles de millones, en el que se han dado unas circunstancias favorables
para que surja y se desarrolle la vida, no habría razones de peso para afirmar
que ese fenómeno sólo se ha dado en ella.
»Sin embargo, el libro que os digo señala que el desarrollo de la astronomía,
Geofísica, Química, etc., ha hecho que, frente a los que hablaban de la
«mediocridad» de la Tierra, cada vez tenga más partidarios la tesis de la
«rareza» de la Tierra. Es decir, de que se han tenido que producir a la vez
tantas peculiaridades, cada una de ellas resultado de un «accidente» cósmico
sumamente improbable, para que surja y se desarrolle la vida, que el mismo hecho
de que esta exista es asombroso... Tanto que parece inexplicable que todo eso
haya sido fruto de la pura casualidad, y más bien parece que esos procesos
naturales hayan estado guiados por un plan inteligente.
»Y la lista de «rarezas» de la Tierra es bastante larga, pero os digo las que
así, a bote pronto, recuerdo:
»Su situación en la Via Lactea en el punto exacto de distancia del centro: o
sea, lo bastante lejos para que las radíaciones no hicieran imposible cualquier
género de vida, y lo bastante cerca como para que pudieran existir los elementos
pesados necesarios para la Química de la vida.
»La situación exacta de la Luna, que estabiliza la rotación de la Tierra a una
inclinación de 22,5° con una leve oscilación periódica que causa estaciones
equilibradas.
»Una atmósfera con la proporción de carbono y óxigeno exacta para que haya seres
vivos, de forma que no haya un efecto invernadero que elevaría excesivamente la
temperatura y que a la vez no quede desprotegida ante las radíaciones cósmicas.
»Y sobre todo la presencia del agua, en unas temperaturas adecuadas: eran
necesarias aguas tibias, saladas y no muy profundas para que pudiera surgir y
desarrollarse la vida.
Podría seguir -concluyó Tomás-, pero ya esta bien de ciencias todos los días en
la universidad, como para que también ahora sigamos aquí. La noche es para
desconectarse, no para seguir enganchado en el mundo de todos los días.

¿De dónde venimos?


-¿Y tú que piensas, Tomás, de todas esas «rarezas» de la Tierra? .¿Hay alguien
inteligente que ha disenado el Universo hasta en los más pequeños detalles, para
que los seres humanos podamos tener un hogar habitable? -preguntó Marta.
-Siempre se puede pensar que en un tiempo eterno no hay prisa. Por tanto, todo
lo que es posible, aunque sea altisimamente improbable, acaba siendo real.
»Es como en el juego de los dados en que estos se van tirando una y otra vez, en
un tiempo infinito -siguió Tomás-. Aunque obtener un millón de cincos seguidos
sea poco probable. Si con paciencia se van haciendo series de un millón de
tiradas, sin parar nunca, alguna vez saldria el cinco en todos los casos. En
fin, son temás que escapan a la imaginación. Pero si no fuera así, ¿quien pudo
ser?, ¿alguno de los amigos que Daniel tiene en otros mundos?
-¿No podría ser Dios, el Señor, o como lo quieras llamar? -insistió Marta .
Precisamente, mientras vosotros hablabais camino del Planetario, nosotras íbamos
discutiendo de esos textos asombrosos, en lenguaje mítico, que están al
principio de la Biblia. En ellos se dice que Dios creó todas las cosas, y en ese
caso, lo que te parece un misterio sería perfectamente explicable.
-Otra vez con las cosas de lo catequesis. Marta, te están comiendo el coco.
-Me parece que el que lo esta revolviendo el tarro es Daniel con sus líos
esotéricos, y lo le das fácilidades con tus complejos. Te crees todo lo que
dicer los libros sin pensar nada por ti mismo -replicó Marta un poco acalorada.
-Hum...
-Hum...
Iban a hablar Daniel y Tomás, pero Marta estaba lanzada y les tomó la delantera:
-Pues si. En la catequesis nos han explicado que Dios sale al encuentro del
hombre en lo que se llama la Revelación divina. Hay unas palabras muy bonitas
del Concilio Vaticano II que nos hemos aprendido casí de memoria a fuerza de
oirlas. Dicen así: «Dios invisible habla a los hombres como amigo, movido por su
gran amor, y mora con ellos para invitarlos a la comúnicación consigo y
recibirlos en su compama.
-¿Cómo va a comúnicarse conmigo alguien a quien nunca he visto y no conozco? se
encaró Tomás.
-Pero ¿qué venías diciendo hace un momento? Esa «rareza» de la Tierra, ¿no
podría ser un indicio de que alguien lo quiere decir algo? ¡A mi me parece eso
una explicación más razonable que la de lo absurdo juego infinito de dados!
»Cuándo estás a solas y piensas, ¿no has oído por dentro algo parecido a lo de
Uriel, mi colega de clase?: «Tomás, Tomás, ¿dónde estás?» iSi te está hablando!
-Anda, vamos a dejarlo -sentenció Débora, que llevaba bastante rato calláda,
escuchando la conversación-. Hemos hablado mucho esta noche. Vamos a la
discoteca a bailar un poco y a despejarnos, que mañana hay que seguir
trabajando.
-¡Vamos! -se sumaron Daniel y Luz.
Marta estaba muy cansada y les dijo que se volvía a casa:
-Chicos, ya no puedo con mi alma. He tenido un día demasíado duro. Me voy a la
cama.
El sábado a las once nos encontramos de nuevo, siempre.
-Pues hasta entonces. Nos vemos.
A Tomás también le apetecía irse un rato a bailar, pero el diálogo con Marta no
podía quedarse así. De modo que todavía se entretuvo un momento con ella.
-¡Eh! Esperadme, que voy con vosotros -les gritó a los que se marchaban.
-Bueno, Marta, seguiremos hablando. iNo lo enfades!, ¿eh?
-Por supuesto que no, Tomás. Ni tú conmigo. Disfruta, descansa, relájate. Estoy
segura de que si piensas por ti mismo, con libertad, sin prejuicios, veras
muchas cosas con más claridad. Pero a estás horas la mente no esta en
condiciones. A ver si el sábado por la mañana haces un poco de deporte, corres,
tomas oxígeno, y lo quedas con el coco limpio de rollos malos. Veras que noche
nos espera.

UN VIERNES LLENO DE CASUALIDADES

Uriel y el cura
Viernes, poco antes del mediodía. Depués de dos horas de asígnaturas troncales,
la clase de inglés en el Instituto de Idiomas era un descanso. La gente iba
llegando con tranquilidad. Algunos estaban en la cafeteria apurando los minutos
antes de entrar. Otros charlaban por los vestibulos del edificio, o por los
pasíllos.
Marta encontró aquel día a Uriel sentado en un banco, con cara de desconcierto.
-Hola Uriel, ¿como te va? iQue bonita historia nos contaste ayer!
Uriel, seguía pensando y apenas esbozó una sonrisa distraida. Marta le fue
ponderando cuanto le había interesado aquel relato de su conversión, y
hablandole de lo importante que le parecía el hablar a fondo y sin reparos de
las cosas que se llevan en el corazón, especialmente de las ideas religiosas de
cada uno, porque es algo que ayuda a conocerse, respetarse y valorar las cosas
buenas y nobles de los demás. No era consciente de que estaba entrando, sin
querer, en lo que tenía pensativo a Uriel.
-Pues sabes, me parece que algo de razon tienes le respondió.
Y le fue contando a ella, con la misma sencillez que el día anterior a toda la
clase, lo que le había pasado esa misma mañana, una hora antes, en la biblioteca
de la universidad.
Había llegado allí sobre las nueve para estudíar un rato. Tomo el primer volumen
del Comentario a la Torá de Rabbí Moshé ben Nahmán, gran rabino de Girona en el
siglo XIII, y se puso a leer.
La zona de la biblioteca en torno a las estánterías de los clásicos del judaísmo
era tranquila. No iba mucha gente por allí, salvo algún investigador de vez en
cuándo, o algún chico judío como el que aprovechaba un espacio entre clases para
profundizar en su cultura. Pero ese día había por allí un personaje nada
habitual. Parecía un cura. Joven, bajito, vestido con pantalón y camisa negros,
y con alzacuellos blanco.
Pero tenía unos papeles escritos extendidos sobre la mesa, y llevaba varias
horas consultando diversos tomos del Talmud. También hojeó en algún momento la
Misna, e incluso varios volúmenes de los comentarios clásicos de la Biblia
recogidos en las Mikra'ot Gedolot, en todos los casos en ediciones hebreas. Por
la bibliografía que manejaba, cualquiera diría que era un Joven rabino o un
estudíante avanzado de una yeshivá; sin embargo, por su aspecto, no había dudas
de que era un sacerdote católico.
Uriel le iba contando a Marta que estaba intrigado, cada vez más a medida que
avanzaba la mañana, hasta que ya no pudo vencer la curiosidad, y se quedo
remoloneando por las estanterias para hacerse el encontradizo la siguiente vez
que aquel hombre se acercara a consultar otro libro.
No tardo muchos minutos. Lo saludó y fue directo a lo que le interesaba:
-Buenos días. Perdona la pregunta, pero ¿de qué vas vestido?
-Pues de sacerdote católico, ¿no lo ves?
-Pero ¿eres cura?
-¡Claro!
-Entonces, ¿qué haces mirando nuestros libros toda la mañana?
-Estoy terminando mi tesis, e intento localizar de dónde proceden las citas que
hacen algunos exégetas a los textos de la Biblia que estoy estudiando.
-Pero las citas que hagan Agustín, Jerónimo o Tomás de Aquíno no son de estos
libros, sino de otros -dijo Uriel.
-Ya lo se. Pero no estoy estudiando sus comentarios, sino los de Abraham Ibn
Ezra, Ramban, Abravanel y otros -respondió el cura.
-Pero ¿qué textos de la Biblia estás estudiando? Varios pasajes de Isaías. Más
en concreto, los llamados Cantos del Siervo.
Uriel no recordaba en esos momentos de que hablaban esos textos. Pero como
estaban junto a la estantería, tomo una Biblia y con la ayuda del sacerdote los
localizó y se puso a leer:
Mirad, mi siervo triunfará,
Será ensalzado, enaltecido y encumbrado.
Como muchos se horrorizaron de él
-tan desfigurado estaba,
que no tenía aspecto de hombre ni apariencia de ser humano-,
así él asombrara a muchas naciones...
No hay en él parecer, no hay hermosura que atraiga nuestra mirada,
ni belleza que nos agrade en él.
Despreciado y rechazado de los hombres,
Varón de dolores y experimentado en el sufrimiento;
como de quien se oculta el rostro,
despreciado, ni le tuvimos en cuenta.
Pero él tomó sobre sí nuestros enfermedades,
cargó con nuestros dolores,
y nosotros lo tuvimos por castigado,
herido de Dios y humillado.
Pero él fue traspasado por nuestras iniquidades,
molido por nuestros pecados.
El castigo, precio de nuestra paz, cayó sobre el,
y por sus llagas hemos sido curados.
Todos nosotros andabamos errantes como ovejas,
cada uno seguía su propio camino,
mientras el Señor cargaba sobre él
la culpa de todos nosotros.
Fue maltratado, y él se dejó humillar,
y no abrió su boca;
como cordero llevado al matadero,
y, como oveja muda ante sus esquiladores,
no abrió su boca...
Puesto que dio su vida en expiación,
verá descendencia, alargará los días,
y, por su mano, el designio del Señor prosperará.
Por el esfuerzo de su alma
verá la luz, se saciará de su conocimiento».
[Is. 52, 13; 53, 12.]

Uriel fue leyendo el texto despacio, fijándose en cada frase, en cada palabra,
pensando en qué significaba, y a la vez intentando comprender por qué un cura se
ponía a estudíar a uno de sus grandes profetas, Isaías, y más en concreto aquel
texto tan misterioso y complejo.
Cuándo terminó, cerró la Biblia y le dijo al sacerdote:
-¡Ah! Ya lo entiendo, tú estudías estos textos porque quieres demostrar que el «
siervo» del que se habla en ellos es Jesús de Nazaret.
-Estoy convencido de que lo que se dice ahí, en efecto, se cumplió en Jesús de
Nazaret -respondió el cura-. Pero de algún modo esas palabras se habrfn cumplido
mucho antes, cuándo el Señor, al ver los sufrimientos de Israel en el destierro
a manos de los gentiles, tuvo piedad de su pueblo, perdonó los pecados y les
permitió regresar a su tierra y reconstruir el Templo, más de cuatro siglos
antes de Jesús.
A Uriel esa explicación le pareció razonable, pero estaba comenzando a sentirse
un poco incómodo al comprobar que aquel sacerdote se manejaba con bastante
soltura por cuestiónes religiosas que se salían de lo que hasta ese momento
había pensado que era el marco en el que se movían los cristianos.
Siguió procesando datos mentalmente, intentando buscar una explicación de lo que
estaba sucediendo que le resultara plausible, y le lanzó otra pregunta:
- ¿Te estás preparando para ser polemista?
El otro debió de pensar que por la mente de Uriel estaban pasando las polémicas
medievales entre judíos y cristianos, y se apresuró a responder:
-No. De ninguna manera. Nada más lejos de mi intención que dedicarme a algo así.
La otra explicación que vino a la mente de Uriel, quiza no se habría atrevido a
pensarla, o si la hubiera pensado, no la habría dicho. Pero las palabras se
escaparon de su boca:
-Ya lo entiendo, lo que pasa es que quieres ser judío.
El sacerdote no se lo esperaba. Pero la respuesta también le salió sin pensar:
-En realidad, lo que me gustaría es que mi vida reflejara lo mejor posible la
vida de un judío, que es Jesús de Nazaret.
-¡Tú eres judío en el corazón! -respondió Uriel. Sí -dijo el cura-. Todos los
cristianos lo somos. La Iglesia es el nuevo Israel que abre sus brazos al mundo
para acoger a todos los hombres de todas las razas y hacerlos partícipes del don
de la salvación que el Dios de Israel otorga en Cristo Jesús.
Uriel hubiera querido preguntarle más cosas, pero tenía que ir recomponiendo sus
esquemas mentales. Además, se acercaba la hora de ir a clase de inglés y no
quería llegar tarde. Se despidieron y fue corriendo hasta el Instituto de
Idiomas.
Todo esto se lo contaba a Marta en el banco del pasíllo, mientras se recuperaba
de la carrera que se había dado para llegar en punto, antes de comenzar.
Había sido todo tan rápido que ni se había presentado ni le había preguntado al
cura como se llamaba. ¿Se volverían a encontrar en alguna otra ocasíon?
En ese momento, la profesora entró en el aula, y ellos también.
Los secretos de la cábala
A las dos en punto de la tarde «hace» mucha hambre, sobre todo cuándo se tienen
veinte años y cinco clases en el cuerpo, en la mañana con mayor carga lectiva
del horario semanal.
Marta salió pronto de clase porque había quedado con Daniel para comer. Daniel
trabaja en un taller de automoviles muy cercano a la Facultad de Historia, y
algunos días se pone de acuerdo con Marta para ir a la misma hora a los
comedores universitarios, que han mejorado mucho. Ahora son un sitio agradable,
limpio y cómodo, se come pronto, bien y barato.
Le acompañaba por la calle Uriel, que había dejado aparcado el coche por allí, y
seguían comentando el encuentro de esa mañana con el cura en la biblioteca.
Allí en la esquina, apoyado contra la pared y tomando el sol, llevaba Daniel
unos minutos. Al verlos llegar, se quito los auriculares con los que escuchaba
mósica y saludo:
-¡Hola, Marta!
-¡Hola, Daniel! Mira, este es Uriel, un compañero de clase.
-Encantado.
-No lo pares mucho, Uriel -le dijo Marta-, que Daniel es un do que se interesa
por todo lo curioso, y como se ponga a hablar contigo de la Biblia, nosotros nos
quedaremos sin comer y tú llegarás tarde a casa.
-¿Has leído la Biblia? -pregunto Uriel.
-Más bien he curioseado los sótanos de la Biblia y de todos los libros dónde se
esconde la sabiduría -respondió Daniel.
-¡Que cosas dices! -intervino Marta.
-Pues si eres un observador atento y te gusta el estudio, cada día descubrirás
rincones nuevos. Ya dicen nuestros sabios que la Biblia tiene setenta caras -
comentó Uriel.
-Yo estoy convencido de que en la Biblia hay muchos mensajes ocultos que sólo
los iniciados pueden captar..
-Y que lo digas -respondió Uriel-. Hasta las cosas más pequeñas son
significativas. Si Dios entregó a Moisés en el Sinaí la Torá, no iba a malgastar
energías, así que cada una de sus letras encierra enormes riquezas de la
sabiduría divina.
-¡Sigue, sigue! -le animo Daniel.
-Pues así se puede observar desde el principio. Desde la primera palabra, desde
la primera letra.
-A ver..
-La primera palabra de la Torá es Br'syt (se lee bere´sit, y significa «en el
principio»). Como el Señor hace todas las cosas con orden y sabiduría, nuestros
sabios se preguntan por que comenzó la Torá por la segunda letra del alfabeto
hebreo, que es bet, y no por alef, que es la primera, como pareceria lógico.
-Pero ésa es una pregunta absurda -tercio Marta.
-No lo es -dijo Daniel-. Ya decía yo que hay sentidos ocultos hasta en los más
pequeñas detalles, que sólo perciben los que han sido iniciados en los
misterios. Venga, cuentame que explicación le dan, porque eso si que será
interesante.
-Pues hay varias. Una de ellas dice que 'alef es la letra con la que comienza la
palabra ´arirah, que significa «maldición», mientras que bet es la inicial de
berakah, es decir «bendición», para que sepas que el mundo no fue creado con una
maldición sino con una bendición -explicó brevemente Uriel.

En el principio:
Maldición:
Bendición:

-Esto es fantastico -dijo Daniel-. Me entran ganas de ponerme a estudíar hebreo


para saber cosas como éstas.
-Pues en las letras y en las palabras hay muchas más lecciones de las que uno se
podría imaginar. Por ejemplo, ¿sabes como se dice «varón» en hebreo?
-Pues no, no se hebreo -respondió Daniel.
-Es una palabra de tres letras: ' y s (se lee 'is). ¿Y mujer?
-Hum...
-Pues 'sh (se lee 'isáh), el femenino de ' y s.
Esto es más complicado -comentó Marta.
-No, es muy sencillo. ¿Vosotros sabéis qué es el matrimonio?
-Hombre, ¡qué pregunta!
-Pues la unión de un ' y s ('is) con una 's h ('isáh). ¿Y sabéis que es lo que
mantiene unido al hombre y a la mujer en el matrimonio? Pues una letra de cada
uno: la y de ' y s y la h de 's h, que juntas forman la palabra y h (se lee yah,
y es la abreviatura más corriente de yahweh), es decir, el Señor. Esto es, Dios
es quien mantiene unido al matrimonio.
Pero... peso...?
-Pues todavía hay más. ¿Que pasa si se quita a Dios de en medio de un
matrimonio? Pues que si se le quitan esas letras al hombre y a la mujer, ambos
quedan convertidos en lo mismo. Si al ' y s le quitamos la y de yahweh, se queda
en ' s (se lee 'es, que significa «fuego»). Y si a la 's h le quitamos la letra
prestada del nombre de Dios, la h, también se queda convertida en 's, «fuego».
Es decir, cuándo el hombre y la mujer quitan al Señor de en medio, el matrimonio
se convierte en un infierno.

El matrimonio
Varón: ----- fuego:
Mujer: ---- fuego:
El Señor:

-¡Pero ese modo de sacar conclusiones es irracional! -protestó Marta.


-¡Todo lo contrario, es mágico! -sentenció Daiiiel.
De nuevo Uriel se había entretenido, cuándo apenas le quedaban cien metros para
llegar al sitio dónde tenía aparcado el coche. Daniel y Marta estaban tan
alucinados, que casí se les había olvidado que iban a comer. Pero se lo
recordaron en seguida los bostezos y la sensación de vacío que sentian en el
estómago, que estaba reclamando llenarse de algo.
Comenzaban a despedirse cuándo vieron doblar la esquina un cura bajito que
venía de la universidad.
-Es el -dijo Uriel . El que me he encontrado esta mañana en la biblioteca.
-Buenas tardes, y buen provecho- saludo al pasar, y ver que Marta y Daniel se
disponían a entrar en los comedores.
-Un momento-lo detuvo Uriel-. Esta mañana estuvimos hablando, pero no hemos
tenido ocasíon de presentarnos. Me llamo Uriel, soy de Zurich, y vengo al
Instituto de Idiomas de la universidad para estudiar inglés.
-Yo me llamo Fernando, estoy terminando mi tesis en Filología Hebrea, y he
venido unos días aquí para trabajar en la biblioteca.
-¡Hola! -dijeron Uriel, Daniel y Marta, que todavía estaban allí.
-Ésta es Marta, una compañera de clase de inglés, y éste, Daniel, un amigo suyo.
-Acabamos de montar en esta acera una clase de Filología Bíblica, que te habría
encantado escuchar -dijo Daniel-. Nos contaba aquí el colega los misterios que
se encierran en la Biblia, escondidos incluso en las letras con las que se
escriben las palabras, desde la primera.
-Cuidado, amigos, que si es por imaginación, se puede llegar con esos sistemas a
las conclusiones más asombrosas -dijo Fernando con una sonrisa.
-¿Todavía más?-lo provoco Daniel.
-No sé qué os habrá contado Uriel, pero casi seguro que mucho más.
-¿Por ejemplo?
-Por ejemplo, si se leen las palabras como siglas, segun la vieja regla de
interpretación rabínica llamada notarikón, se puede demostrar que en esa palabra
ya esta contenido todo lo más importante que Dios tenía que manifestar a los
hombres.
Como os habrá dicho Uriel, la primera palabra de la Torá es Br'syt (lease
bere'sit). Si nos fijamos en sus letras, todas y cada una de ellas son la
inicial de una palabra importante:
»B es la inicial de la palabra hebrea ben, que significa «hijo».
»R es la inicial de rúaj, que significa «espíritu».
»' es la inicial de ´ab, es decir, « padre» .
»S es la inicial de salos, el numero «tres».
»Y es la inicial de yihud, «unidad», o mejor: «unicidad».
»T es la inicial del adjetivo tamim, que significa completo, «perfecto».
»Es decir, ya desde la primera palabra de la Biblia se dice de modo condensado
que «el hijo, el espíritu y el padre, los tres son una unidad perfecta», es
decir, el misterio de la Santísima Trinidad.

En el principio:
Hijo:
Espíritu:
Padre:
Tres:
Uno, unicidad:
Completo:

-¡Pero de ahí no se pueden sacar esas conclusiones! -saltó Uriel.


-Estoy de acuerdo, y con este ejemplo sólo intenlaha mostrar a Daniel que no
conviene precipitarse en sacar conclusiones sobre sentidos ocultos que se
esconden en las letras, ya que uno no sabe adónde puede llegar por ese camino.
-Todo esto esta muy bien, pero ¿no teneis hambre? -dijo Marta, que ya empezaba a
marearse un poco-. ¿Nos quereis acompañar a comer?
-Prefiero comer en casa, Marta, te lo agradezco -dijo Uriel-. El lunes nos vemos
de nuevo en clase.
-Pues, si no os importa, me quedo con vosotros -aceptó Fernando-. Me había
retrasado en la biblioteca, y había salido para comer algo y volver esta tarde a
trabajar. Es más divertido comer hablando con alguien que leyendo el periódico.
-Pues vamos dijeron Daniel y Marta.

¿Se besaban en la boca?


Como se habían quedado hablando bastante rato en la puerta, cuándo entraron ya
habían comido muchos, y quedaba poca gente en la cola. No tardaron mucho en
llegar al mostrador y tomar las bandejas.
Coincidieron en comenzar por unos macarrones con tomate, que tenian bastante
buen aspecto. Daniel tomó también un filete a la plancha con ensalada. Marta iba
a tomar otro cuándo vio que Fernando ponía en su bandeja un pescado frito y se
acordó de que, como todos los viernes, era día de abstinencia. Dudó un poco, y
al final se inclinó por un plato de simple ensalada que le ayudase a guardar la
linea.
Una vez sentados a la mesa, y tras saborear el primer sorbo de cerveza, Daniel
comentaba sus impresiones de la conversación que se había montado en la puerta:
-Me he quedado flipando con eso de las letras hebreas en la Biblia, y todo lo
que esconden. Realmente hay muchos más códigos secretos escondidos ahí de los
que la gente se piensa.
»No hace mucho -continuó Daniel- leí una novela que está muy bien documentada.
Con los datos que salen ahí no hay que extrañarse de que haya muchas cosas de
las que se hable en lenguaje codificado para escapar a las censuras que ha
tenido que superar el texto durante siglos.
-Pero ¿eso era una novela histórica o los inventos de una imaginación desbocada?
-preguntó Marta.
-El autor maneja muchos documentos poco conocidos porque han sido silenciados
mucho tiempo por los que controlaban el poder- pontificó Daniel-. En concreto,
ese libro explica que Jesús estuvo casado con María Magdalena, y tuvo con ella
una hija. Uno de los pocos pasajes auténticos sobre esa relación se ha
conservado en un evangelio muy antiguo, que por supuesto fue rechazado por la
Iglesia como falso (apócrifo, creo que es la palabra que se usa), en el que se
dice que Jesús besaba en la boca a María Magdalena. Como eso iba en contra del
catolicismo oficial, ese evangelio fue retirado de la dirculación, pero
afortunadamente ha aparecido un ejemplar que permite asomarse a lo que ocurrió
en los orígenes del cristianismo y a lo que pasó con los escritos biblicos que
hablaban sobre Jesús.
-¿Adónde vas? No confundas la realidad con los relatos esotéricos de «historia-
ficción» -lo interrumpió Fernando, que empezaba a ponerse nervioso ante la
seguridad con la que Daniel iba contando las cosas.
–¡Si esa novela sólo pone al descubierto la estrategia de mentiras con las que
se ha embaucado a la gente durante mucho tiempo! Pero se acabó. En el mundo
moderno no cuelan las fábulas de viejas.
-Calma, señores -intervino Marta-, disfrutemos de una sobremesa en paz, que hay
muchas cuestiónes sobre las que dialogar.
-Tienes razón, Marta, me he pasado un poco -reconoció Daniel-. Perdona,
Fernando. Pero es que hay datos incontestables. Mira: los primeros cristianos
adoraban a esa dualidad sagrada, Jesús y la Magdalena, como tantos
contemporaneos suyos que tributaban culto a Marte y Atenea, o Isis y Osiris.
Ninguno se escandalizaba de adorar el sagrado femenino.
»Por supuesto que ninguno de esos primitivos cristianos pensaba que Jesús, ese
hombre de ideas y modos de hacer tan atractivos, fuera Dios. El emperador
Constantino se lo inventó y montó con unos cuantos obispos amigos suyos un
Concilio en Nicea en el año 325 para imponer la idea de que Jesús es el Hijo de
Dios. Los Evangelios que ahora tenemos en la Biblia, por ejemplo, no son más que
el producto de una gran manipulación politica para apoyar la divinidad de Jesús.
»A partir de entonces -seguía Daniel casí sin respirar-, la poderosa Iglesia,
contando con la protección imperial, condenó como apócrifos los Evangelios
auténticos e intentó hacerlos desaparecer, a la vez que compuso a su gusto
cuatro nuevos evangelios que son los que presenta como verdaderos desde
entonces.
»Los emperadores y los papas, todos varónes, hicieron una brutal campana de
demonización de lo sagrado femenino, y para eso mataron gente si hacía falta,
como sucedió a tantos millones de brujas en la Edad Medía y el Renacimiento, y
enganaron y no tuvieron escrópulos para mantenerse en el poder. Y mucho más.
»Ya va siendo hora concluyó, más despacio, Daniel, aunque manteniendo el tono
de mitin con que le habían salido sus palabras- de que la Iglesia reconozca
publicamente sus crimenes y mentiras a lo largo de la historia, ya va siendo
hora de que vuelva a adorar a la divinidad femenina, ya va siendo hora de que
revise su moral machista sobre la sexualidad, ya va siendo hora de que no se
discrimine a las mujeres en el sacerdocio.
-¡Te has despachado a gusto, Daniel! -resopló Marta, un tanto tensa por la
situación creada-. Ya se ve que llevas muchas cosas revueltas por dentro.
-Mira, Daniel, no tengo ganas de discutir -dijoFernando-. En realidad no vale la
pena. Las cosas no son verdad o mentira dependiendo de quien grite más fuerte, o
de quien tensa las intervenciones más ingeniosas. A veces hablamos como si
estuviesemos en esos debates de la televisión en los que parece que gana el que
logra arrancar más aplausos de los espectadores que asísten en el estudio. Y
como lo que consigue audiencia es el espectáculo y las reacciones brillantes e
imprevistas, parece que el que tiene la razón es el que mejor maneja las masas.
-En algo tienes razon -respondió Daniel, más calmado. Una vez fui al plató de
unos estudios para seguir en directo uno de esos programas y perdi la inocencia.
Cuándo no nos enfocaban las cámaras, nos mostraban unos carteles que decían:
«aplaudir», «abuchear» «silencio», «gritar» o lo que le apeteciera al
realizador. Esto por no hablar de los actores que estaban disimulados entre el
público para salir gritando en el momento oportuno y rebatir con ironia las
intervenciones de los invitados que tuviesen una opinión distinta a la que
intentaba mantener el director del programa, con una apariencia hipócrita de
neutralidad. Salí asqueado, aquello era una farsa, una manipulación en toda
regla. Y luego uno esta viendo la tele, y se deja arrastrar, y se acaba poniendo
de parte de quienes lo están teledirigiendo...
-¿Quieres que vayamos analizando un poco más despacio las cosas que has dicho, a
ver en que razones se apoyan? -propuso Fernando.
-Vale, me interesa mucho.
En ese momento, cuándo parecía claro que la sobremesa podía alargarse bastante,
se levantó Marta:
-Perdonad. Lo estoy pasando muy bien, pero tengo que marcharme. Si no, no llego
a la primera clase de esta tarde.
-¡Que la disfrutes! -le dijo Fernando.
-Nos vemos mañana por la noche, Daniel. ¡Hasta luego!
Daniel quedó en la mesa sentado frente a Fernando, que le dijo:
-Seguimos.
Daniel no dijo nada durante unos segundos. Se quedo pensativo, como abstraído.
Al cabo de un momento explicó:
-Es que... nunca he hablado a solas con un cura.
-¿Te atreves?
Silencio. Más silencio. Todavía estuvo calládo un poco más.
-¿Por qué no? -se decidió Daniel-. Adelante, no pasa nada. Si estabamos hablando
antes muy a gusto. Seguimos.
-De entrada, lo de los amores entre Jesús y la Magdalena no tiene ningún
fundamento real. Es verdad que hay un texto apócrifo, el llamado Evangelio de
Felipe, algunos autores creen leer que besó a María Magdalena. Digo que creen
leer porque en el documento original esa zona del texto está muy corrompido y no
se puede leer bien lo que dice. Así que esa traducción obedece a una simple
conjetura a partir de algunos trozos de letras, que es lo único que queda.
»Además, el verbo griego al que hipoteticamente corresponderían esas letras es
aspazein, que alude a un simple saludo sin connotaciones eróticas. De hecho, ese
verbo es de la misma raíz que el sustantivo que el Evangelio de Lucas utiliza al
hablar de la anunciación del arcangel Gabriel a la Virgen María, cuándo se
refiere al «saludo» del Angel (cfr. Lc. 1, 29). Traducir por « beso en la boca»
en ese contexto es sencillamente ridículo.
»Por si esto no fuera suficiente, hay que tener en cuenta que el apócrifo
Evangelio de Felipe es un texto gnóstico valentiniano y entre los seguidores de
esa secta las palabras «beso» o «saludo» tenfan connotaciones exclusivamente
espírituales, nunca carnales. Sólo una fantasía loca que prescinda
sistemáticamente de los hechos reales puede inventar una leyenda tan inverosímil
como esa, retorciendo unos datos a base de una conjetura sin fundamento.
»Y, además, eso de deducir de ahí que los primeros cristianos adoraban a una
dualidad sagrada, con enorme veneración al sagrado femenino, no tiene nombre. Si
no fuera porque es penoso que se traten de modo tan irreverente cosas tan
serias, sería como para partirse de risa.
-Veo que te has currado bien los apócrifos -comentó Daniel.
-Es que mucha gente habla de eso sin saber, y ya está bien de ir repitiendo como
borregos lo que unos fulanos sin escrúpulos en mentir ponen a circular por ahí -
replicó Fernando.
-Tranquilo, amigo, que estabamos hablando con calma, intentando ver las cosas
con moderación y serenidad -le pinchó cordíalmente Daniel.
-Es verdad -sonrió Fernando-. Gracias, Daniel, por recordármelo. Seguimos.

Papiros y códices
Pues no es eso lo más serio -prosiguió Fernando-. Fíjate bien: no tiene pies ni
cabeza, científicamente, decir que los Evangelios que actualmente tenemos en la
Biblia tienen su origen a partir del año 325, y que surgieron como un
instrumento del Concilio de Nicea para apoyar las tesis imperiales de
Constantino. Se conservan papiros o pergaminos hasta doscientos años anteriores
al Concilio de Nicea que contienen esos textos.
»Los Evangelios fueron redactados originalmente en griego. Segun un obispo del
siglo II, llamado Papías de Hierápolis, existió únicamente una redacción
original aramea o hebrea de parte del Evangelio de San Mateo, que no ha llegado
hasta nosotros. Pero de eseEvangelio se conserva una version griega. Todos los
demás textos del Nuevo Testamento fueron escritos directamente en griego.
»Los originales se escribieron sobre papiro, el material de uso más frecuente en
esos momentos.
» La pena es que el papiro es un material que normalmente dura poco, porque se
deteriora fácilmente con la humedad y el uso. Por eso los originales de los
libros del Nuevo Testamento se perdieron relativamente pronto. Sin embargo,
desde el principio se fueron haciendo copias, de forma que su contenido se fue
difundiendo y transmitiendo sin dificultad.
El papiro más antiguo que se conserva del Nuevo Testamento contiene varios
versículos del Evangelio de san Juan (18, 31-33, 37-38) y está datado en la
primera mitad del siglo II, es decir, no más de cincuenta años depués de que
fuera escrito ese Evangelio. También han llegado hasta nuestros días fragmentos
de papiros con textos de Mateo y Lucas de finales del siglo II. Y hay papiros
del siglo III que contienen textos muy extensos del Nuevo Testamento.
-Pero esos papiros de los que hablas, ¿existen?, ¿se pueden ver?
-¡Por supuesto! Están a disposición de los investigadores que deseen
estudiarlos. Por ejemplo, el papiro que te he dicho que es el más antiguo se
conserva en la John Rylands University Library de Manchester. Además, hay más de
treinta papiros de los siglos II y III con textos del Nuevo Testamento, que
están repartidos por las grandes bibliotecas de Europa y America, y llegan hasta
ciento diez los oficialmente catalogados, incluyendo algunos del siglo IV y
posteriores. Hay algunos muy importantes, como los tres que componen la
colección Chester Beatty: uno de ellos, que data aproximadamente del año 200,
contiene una parte importante de las cartas de san Pablo, y los otros dos, de la
primera mitad del siglo III, tienen muy amplíos fragmentos de los Evangelios,
los Hechos de los Apóstoles y el Apocalipsis. También en la colección Bodmer se
incluye uno datado en torno al año 200 que contiene catorce capítulos del
Evangelio de san Juan, y otros algo posteriores con textos extensos de otros
Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, la carta de Judas y las dos de san
Pedro.
» Además de escribir en papiros, en cuanto les fue posible, los cristianos
comenzaron a usar el pergamino (o sea, piel seca de oveja o cabra) para
conservar los textos sagrados. En un primer momento los copiaban en rollos, como
era lo habitual en las obras literarias de la Antiguedad y también en el Antiguo
Testamento. Depués se fue extendiendo la forma de libro, es decir, los códices,
que permiten un manejo más fácil y cómodo. Y nos han llegado textos casí
completos de la Biblia en pergamino desde el siglo IV.
» Los más antiguos son el llamado Códice Sinaítico, que se conserva en la
British Library de Londres, y el Códice Vaticano que, como su nombre indica,
está en la Biblioteca Vaticana. Algo posteriores, es decir, del siglo V, son
otros códices que se conservan en la Biblioteca del Patriarca de Alejandría,
otro más en el Vaticano, en la Biblioteca Nacional de Paris y en la University
Library de Cambridge.
Esto supone que tenemos documentos que oírecen un testimonio comprobable de que,
por más que alguna mente calenturienta se dedique a decir que Constantino y sus
secuaces inventaron libros para divinizar a Jesús, esos textos ya llevaban
bastante tiempo escritos antes de que ninguno de ellos hubiese nacido.
-Pero entonces, al hablar de la Biblia, ¿estamos hablando de textos fiables?
¿Podemos tener alguna seguridad de que lo que leemos en las Biblias cristianas
es lo que realmente escribieron sus autores? -preguntó Daniel.
-Sin duda- respondió Fernando-. Precisamente el Nuevo Testamento es el libro
antiguo mejor atestiguado y contrastado desde el punto de vista textual en toda
la historia humana. En estos momentos se conservan más de cinco mil ejemplares
manuscritos en griego. De ninguna otra obra literaria de la Antiguedad se
conservan tantas copias manuscritas y tan cercanas a los originales, ni de
lejos. Incluso en el caso de los grandes clásicos más utilizados en la
antiguedad, el numero de copias que se conservan es mucho menor: de ordinario
apenas pasan de una decena, y son muy posteriores a los originales, que en
ningun caso se conservan.
» Por ejemplo, la obra literaria de la Antiguedad de la que han quedado más
manuscritos, depués de la Biblia, es la Iliada. De ella se conservan unos
seiscientos cincuenta. De los Anales de Tacito hay veinte copias, que son
novecientos años posteriores al original. Otros libros famosos quedan algo más
lejos. De la Poética de Aristoteles, por ejemplo, sólo se han conservado cinco
ejemplares manuscritos, que además son mil trescientos años posteriores al texto
original.
» Pero es que, además, hay también muchos manuscritos de traducciones antiguas
en las que se puede comprobar que el texto base que tradujeron es el mismo que
nos ha llegado en los manuscritos griegos. En concreto, son muy importantes las
traducciones al latin, al siriaco y al copto, todas ellas anteriores a la época
de Constantino. Así que los textos no sólo existian cuándo Constantino llegó a
ser emperador, sino que ya entonces estaban difundidos por todo el mundo
conocido.
» Y respecto al texto del Antiguo Testamento la situación es muy semejante. Los
códices Sinaitico y Vaticano de los que te hablaba contienen también una
traducción griega casí completa del Antiguo Testamento. Pero, además, en Qumran
han aparecido papiros y pergaminos del siglo I, e incluso anteriores, con
amplíos fragmentos biblicos y hasta libros completos, como el de Isaías.
-¿Y de la purga de los Evangelios apócrifos, para quitar de la circulación todas
las versiones que no apoyaran la ortodoxia de Constantino, que me dices? -
pregunto Daniel-. Al fin y al cabo tanta manipulación es crear unos nuevos
documentos como eliminar de la escena los que aportan una información que no
interesa a las tesis oficiales.
-No te empeñes en ver campañas inquisitoriales por todas partes respondió
Fernando-. No hubo nada de eso en los orígenes de la Biblia.
»Sólo la misma mente fantasíosa que urdió todo lo anterior es capaz de
inventarse, sin otra fuente que su capricho, que hubo ochenta Evangelios en los
que se relataba la vida de Jesús como un simple hombre mortal y que fueron
destruidos por Constantino. ¡Pobre Constantino, la cantidad de culpas que le
achacan sin pruebas, ahora que no puede defenderse!
» Ciertamente hubo escritos compuestos en grupos marginales de cristianos, que
se presentaban con formás de evangelios, hechos de los apóstoles, o cartas
apostólicas. Algunos los escribieron gentes bienintencionadas, pero que no
tenian buena información y si una fantasía notable. Otros son escritos de sectas
gnósticas de distinto tipo que, precisamente, se caracterizaban por desviarse de
lo que los apóstoles habían transmitido sobre Jesús, pretendiendo estar en
posesión de conocimientos misteriosos, sólo asequibles a ellos y a los iniciados
en la secta de turno.
» Esos escritos no necesitaron de ninguna persecucion oficial para desaparecer
pronto de la escena. Simplemente no fueron recibidos como sagrados por las
comúnidades cristianas. La falta de reconocimiento no es lo mismo que la
represión, es la simple constatación de que lo que allí se dice no refleja la
predicacion apostolica ni la fe que compartian.
El uso, importancia y autoridad que se daba a los distintos libros hizo que unos
se mantuvieran mientras que otros se iban relegando al olvido. Los cristianos de
los primeros siglos tenian una conciencia clara de que escritos contenian la
verdad de Jesús y sobre Jesús, y por Canto cuales eran los Evangelios y demás
libros a los que debian prestar atención, y cuales no. Lo que se adecuaba a la
fe y lo que iba contra ella se discernia con la tradición apostólica, o sea, lo
que habían transmitido los testigos presenciales de la vida, muerte y
Resurrección de Jesús. Por eso unos se copiaban y se transmitian, y otros no,
entre otras cosas, porque no era barato hacer copia de un libro.
-Fernando, ¿cuantas horas le has echado al estudio de todo eso? pregunto Daniel,
que había estado escuchandole embobado.
-Algunas.
Se habían quedado solos en la gran sala de los comedores universitarios. Al
fondo, algunas personas recogian las mesas y limpiaban, pero nadie les había
dicho que se marchasen.
En un momento, Daniel miro su reloj y tuvo un sobresalto. Había perdido la
noción del tiempo, y ya deberia estar trabajando en el taller desde hacía media
hora. ¡Cómo estaría el jefe!
-Lo siento, Fernando, tengo que marcharme corriendo. A ver como va eso. Ya
seguiremos hablando. Se despidieron. Daniel volvió al taller y Fernando a la
biblioteca a seguir contrastando citas, que para eso había ido a la universidad.

Las crecidas del Nilo


Mientras Daniel y Fernando charlaban en la sobremesa, Marta se había marchado a
clase. Había dudado unos momentos si no ir, porque estaba disfrutando de la
conversación, pero no podía faltar. Las clases de historia antigua le gustaban
mucho, y aquel día iban a explicarles el Imperio Medio egipcio que, según decían
los compañeros de otros años, era una de las especialidades del viejo profesor.
La clase, desde luego, no la defraudo. La palabra cálida y clara del maestro, y
su excelente ritmo narrativo, apoyado en las imágenes que iba proyectando,
atrapaba la atención, y el tiempo pasaba sin darse cuenta. Aquello era como un
crucero por el Nilo, pero sin calor ni mosquitos.
De hecho, aquel día la sesión trató sobre los efectos de las crecidas del Nilo
en los cultivos, la economia y las construcciones del Antiguo Egipto.
Marta cerraba los ojos y se imaginaba el repetirse anual del fenómeno.
Recordaba, a la vez, la conversación de la noche anterior con Apolo, que también
había mencionado ese prodigio de la naturaleza al hablar de los mitos egipcios
sobre los orígenes. Se dejaba arrastrar por la fantasía... Sin que hubiera
llovido, las aguas del río subian y subian, cubrían las orillas, y seguían
creciendo. Inundaban los campos, salidas ampliamente de su cauce. Desde las
colinas cercanas, los campesinos contemplaban, llenos de esperanza en la
fecundidad de la cosecha, aquella mása de aguas enrojecidas por el fango que
cubría el valle.
El relato del profesor continuaba explicando que, al cabo de unos días, las
aguas iban volviendo a su cauce y dejaban los campos cubiertos de un limo fértil
y empapados de humedad bajo un sol abrasador. Pronto brotarían las semillas que
sembrasen en ellos.
Eran unos días recios. Los charcos que iban quedando se poblaban de ranas, y en
ellos se criaban nubes de moscas, mosquitos y tábanos que picaban noche y día.
La inundación había sorprendido a algunos animales que se habían ahogado,
atrapados entre ramajes. Ahora, en las tierras todavía húmedas, aparecían sus
cadáveres entre el barro. Era muy dura la vida en el campo aquella temporada.
Abundaban las enfermedades y no era raro que alguien de la familia o algún
vecino o conocido sucumbiera a ellas.
No era fácil la vida del campesino egipcio hace más de tres mil años. Cuándo no
era el barro, que impedía beber el agua de los pozos, eran las úlceras o las
infecciones, y los mil cuidados de la siembra hasta que el trigo iba creciendo y
brotaba la espiga. Los días de lluvia serena no abundaban, pero a veces el cielo
se cubría de unos nubarrones que descargaban terribles tormentas de granizo, y
al poco tiempo se deshacían veloces, abriendo claros a un sol de justicia. E
incluso podían llegar en el momento menos pensado, arrastradas por el viento del
desierto, esas terribles nubes de langostas que cubrían el sol en pleno día,
dejando la tierra en una oscuridad que presagiaba la destrucción que se cernía
sobre los campos.
Las pinturas de las tumbas o los grabados de los templos ilustraban las
condiciones de vida de aquellas gentes.
Marta se compadecía de aquellas mujeres y hombres que tantas dificultades tenian
que superar cada día para sobrevivir. Y mientras su imaginación corría por aquel
mundo, le vino a la cabeza una idea que se le quedó fija como un clavo.
Recordó lo que había leído en la Biblia de cuándo Moisés fue a hablar con el
faraón para pedirle que dejara salir a su pueblo y este se negó. Dice el libro
del Éxodo que Dios envió entonces una serie de plagas a Egipto para que el
faraón, aterrorizado ante esas desgracias, accediera a permitir la salida de los
israelitas. Primero las aguas del Nilo se convirtieron en sangre. Depués siguió
una enorme proliferación de ranas, mosquitos y tábanos. Más adelante, una peste
diezmó los ganados. De inmedíato fueron las personas quienes comenzaban a sufrir
en sus cuerpos úlceras pustulentas. El granizo y las langostas llevarón una
oscuridad de muerte sobre las tierras del faraón. Pero este, aunque cada vez
estaba más asustado, no cedió.
Mientras recordaba todo esto pensaba y repensaba con desasosiego lo que estaba
oyendo en clase. ¿No sería una ficción el relato de las plagas? Realmente sonaba
igual que una repetición de las dificultades originadas por los fenómenos
naturales del entorno del Nilo que les estaban contando. ¿No sería falsa toda la
historia de Moisés con el faraón?
La imaginación le había jugado una mala pasada. Mientras pensaba todo esto se
había distraído y había desconectado del resto de las explicaciones del
profesor.
Sólo se dio cuenta de su despiste al terminar la clase. Cuándo sus compañeros
comenzaban a levantarse de los bancos sólo pudo oír las palabras del profesor
que, alzando un poco la voz, hacía la última advertencia:
-He dejado en conserjería unos folios con una selección de textos para que
puedan fotocopiarlos. El trabajo de esta parte del curso consiste en el
comentario personal de uno de esos textos, el que cada uno prefiera.

¿Fenómenos naturales, o milagros?


Marta estaba inquieta. Ya le habían pasado en otras ocasíones cosas parecidas.
De vez en cuándo aparecía la sombra de la duda sobre lo que había leído de niña,
lo que había escuchado de las lecturas de la misa, los ejemplos de historia
sagrada que le habían contado en clases de religión en el colegio, o en las
sesiones de catequesis a las que estaba asístiendo para prepararse para la
confirmación.
Ella pensaba: «En la iglesia me presentan unas narraciones como si fueron de
verdad, pero luego resulta que cuándo una se pone a estudíarlas más a fondo, a
contrastar los datos reales, aquello no funciona bien. Lo que parecen milagros
no son sino hechos naturales, un poco llamativos, que los adornan, y parece que
hay alguien todopoderoso detras de esos acontecimientos cuándo puede no haber
nada extraordinario, son simplemente cosas que pasan por sí mismás.»
Un tanto dubitativa, decidió acercarse al profesor a la salida de clase para
hacerle una pregunta:
-Mire usted, mientras contaba todo eso de las crecidas del Nilo se me han venido
a la cabeza las plagas de Egipto de las que habla la Biblia. ¿Que piensa usted
de lo que cuenta el libro del Éxodo sobre las plagas?
-Pues que esos fenómenos, más o menos habituales cada año en Egipto, se
presentaron con singular rapidez y dureza cuándo los israelitas negociaban con
el faraón su salida del país. El monarca no cedía, pues perdía un contingente
importante de mano de obra en la fabricación de adobes para sus construcciones.
Israel aducia que su Dios le había pedido que fueran a darle culto a un lugar
del desierto y el faraón pensaba que se trataba de una excusa. Pero las
desgracias que se sucedieron en aquellos días lo dejaron aterrorizado y accedió
a dejarlos partir. Cuándo en el libro del Éxodo se rememora esa situación, el
autor de ese libro construye un relato que ayuda al israelita a darse cuenta de
que, si ha logrado salir de la esclavitud a la que estaba sometido, no ha sido
por sus propias fuerzas ni por sus meritos guerreros, sino porque el Señor, su
Dios, lo ha liberado del poder del faraón.
-Perdone la pregunta, pero usted no cree en Dios, ¿verdad? -preguntó Marta.
-Pues si, yo si que creo en Dios.
-Pero sus explicaciones son puramente racionalistas, ¿no cree en los milagros?
-Mira, niña -respondió parsimoniosamente el viejo profesor-, yo creo que Dios es
todopoderoso, puede hacer milagros, y ha hecho bastantes, los suficientes. Pero
estoy firmemente convencido de que no le gusta presumir de hacerlos y no ha
hecho ni uno más de los estrictamente necesarios. Por eso, de todo aquello para
lo que tenga suficientes indicios racionales de que no ha sido un milagro,
pensare que no ha ocurrido, sino que se trata de acontecimientos guiados por la
providencia ordinaria de Dios. Me parece mucho más razonable buscar al Señor en
el trabajo bien hecho de cada día, en mi caso en la investigación o en la
docencia de la historia, que en manifestaciones extraordinarias que,
posiblemente, nunca voy a ver.
-Pero, entonces, los textos de la Biblia mienten. Presentan como hechos de Dios
acontecimientos naturales y así enganan a la gente con unas manifestaciones del
poder divino que no son reales -se le escapó a Marta.
-No seas tan impulsiva -le dijo el profesor-. Puedes hacer cosas interesantes si
estudias en serio y piensas mejor las cosas. Anda, léete despacio los textos de
los folios que he dejado en conserjería, y piensa en ellos a la luz de lo que
estás estudiando en teoria de la literatura. Te recomiendo que hagas el trabajo
comparando alguno de esos textos antiguos con algún pasaje de la Biblia con el
que este relacionado, y luego lo comentamos. Te divertiras y aprenderas mucho.

Los folios de conserjería


Marta bajó pensativa las escaleras había conserjería para comprar sus
fotocopias.
Había demasiadas cosas que le daban vueltas en la cabeza, y pensó que al acabar
esa tarde, que estaba siendo intensa, le vendría bien despejarse y hablar de
cosas intrascendentes con alguien.
Así que, mientras esperaba en la cola, llamó por teléfono a Débora a ver cómo le
venía quedar por la noche para charlar. Su amiga le dijo que había quedado con
Tomás en ir a su casa para ver la tele un rato, porque la divertia ver las
series con sus compañeros de piso, que eran unos tíos con mucho colmillo en sus
comentarios. De modo que decidió sumarse y quedaron en que también ella
apareceria por el piso de Tomás depués de cenar.
Recogio, por fin, los folios y se fue a la biblioteca a comenzar el trabajo.
Todavía le quedaban varias horas esa tarde, y pensaba que, en ese momento,
mientras le bullian ideas en la mente depués de la clase, podía dejarlo
encarrilado.

Una novela egipcia de equivocos amorosos


Fue leyendo aquellos textos. Muchos de ellos le traían a la memoria pasajes de
la Biblia. El primero era muy largo y la atrapó como si fuera un relato de
aventuras. Era una narración egipcia, ya conocida a medíados del siglo XIII a.
J.C., que contaba la historia de dos hermanos llamados Anubis y Bitiu, y que
dice así:
Hubo una vez dos hermanos de una sola madre y de un sólo padre; el mayor se
llamaba Anubis y el menor Bitiu. Anubis tenía una casa y una mujer, mientras que
su hermano menor estaba con él como criado. En efecto, él era el que hacía las
ropas e iba tras el ganado al cameo. Este hermano menor era un obrero excelente
y no había otro semejante en todo el país, pues el germen de todo dios estaba en
el.
Cuándo el hermano menor iba tras los bueyes, segun su costumbre diaria, volvía
luego a su casa cada tarde con toda clase de hierbas del cameo, y esto era lo
que hacía: depositaba las hierbas delante de su hermano mayor, que estaba
sentado con su mujer. Luego comía, bebía y dormía en el establo con sus
excelentes bueyes.
Cuándo la tierra se iluminaba y surgía otro día, depués de cocer los panes, los
ponía delante de su hermano mayor. Y este le daba panes para que los llevara al
cameo.
Guiaba a sus bueyes para hacerlos pacer en la campiña. Mientras iba tras los
bueyes le decían:
-La hierba de tal lugar es excelente.
El escuchaba todo lo que le decían y llevaba a los bueyes a los buenos pastos
que deseaban. De este modo, los bueyes que estaban con el se pusieron muy
robustos y se multiplicaron mucho los pastos.
Cuándo llegó la época de arar, su hermano mayor le dijo:
-Preparanos una yunta de arar, porque la tierra ha emergido [depués de la
inundación del Nilo] y está a punto para ser labrada. Vete pues al cameo con
simiente, porque vamos a arar esta misma mañana. Así habló, y el hermano menor
hizo todas las cosas que su hermano mayor le había mandado ejecutar.
Pues bien, cuándo la tierra se iluminó y llegó el segundo día, se fueron al
cameo con su yunta y se pusieron a arar, y se alegraron mucho por su trabajo, y
no lo abandonaron.
Muchos días depués de esto estaban en el cameo arando y la simiente comenzó a
escasear. Entonces el hermano mayor envio a su hermano menor diciendo: Anda y
traeme la simiente de casa.
El hermano menor encontró a la mujer del hermano mayor peinandose y le dijo:
-Levántate y dame la simiente para que vuelva al cameo, pues mi hermano me dijo:
«¡no te detengas!». Ella entonces le replicó:
-Ve tú y abre el almacén y toma lo que te plazca para que no me quede yo a medio
peinar.
Entonces el joven entró en el establo, tomó una gran jarra, porque quería llevar
mucho grano, la llenó de trigo y cebada, y luego salió llevandolo.
Entonces le dijo ella: -¿Cuanto le llevas?.
Él respondió:
-Tres medidas de cebada, dos de trigo; en total cinco medidas llevo sobre mis
hombros.
Así habló él. Pero ella le dijo:
-¡Eres muy forzudo! ¡Todos los días me fijo en la fuerza que tienes!
Y el corazón de ella sintió deseos de conocerlo. Se levantó, pries, y lo agarró
diciendole:
-¡Ven, y durmamos juntos una hora! ¡Si accedes, te irá bien y te daré hermosos
vestidos!
Entonces el joven reaccionó como una pantera del sur, enfurecido a causa de las
perversas palabras que ella le había dicho. Ella se asustó muchisimo. Luego el
le dijo:
-Tu eres para mí como una madre, y tu marido es para mí como un padre, porque
él, siendo mi hermano mayor, es el que me da medios para subsistir. Así pues,
esa cosa nefanda que me has dicho no la vuelvas a decir, y yo no lo dire a
nadie, y mi boca no lo divulgara jamás.
Luego levantó su carga y se fue al campo. Cuándo llegó junto a su hermano mayor
se pusieron a hacer su faena.
Al atardecer, el hermano mayor volvió a su casa, mientras que su hermano menor
se quedó atrás con los bueyes llevando la carga de las cosas del campo, y
llevando a su ganado delante de si para conducirlo a dormir a sus estabos de la
alquería.
Entretanto, la mujer del hermano mayor sintió miedo por las palabras que había
pronunciado. Se embadurnó con sebo negruzco y apareció como si hubiera sido
maltratada por un malhechor para poder decir a su marido cuándo volviera por la
tarde, como solía hacerlo cada día: «¡Es tu hermano menor, que me ha querido
violar! »
En efecto, al llegar este a su casa encontró acostada a su mujer como si
estuviera enferma. Y no derramó agua en sus manos como solía hacerlo, ni
encendió la lumbre delante de el, de modo que su morada estaba a oscuras y ella
estaba acostada vomitando. Entonces su marido le dijo:
-¿Quien ha hablado contigo?
Ella replicó:
-Nadie ha hablado conmigo excepto tu hermano menor, pues cuándo vino a recoger
para ti la simiente, me encontró sentada sola y me dijo: c «¡Ea, vamos a
acostarnos juntos una hora; adorna tu cabellera!». Así me habló, pero yo no lo
escuche, y le dije: « ¿No soy yo tu madre?, y tu hermano mayor ¿no es para ti
como un padre? ». Así le hablé. Pero el tuvo miedo y me golpeó para que yo no te
lo contara. Así pues, si permites que él siga viviendo, me va a matar, porque
cuándo venga, si me quejo de sus malvadas palabras, esta claro lo que va a
hacer.
Entonces el hermano mayor se puso como una pantera del sur y afiló su cuchillo y
lo tomó en su mano. Se colocó detras de la puerta de su establo para matar a su
hermano menor cuándo volviera por la tarde para meter su ganado en el establo.
En efecto, cuándo se puso el sol, el hermano menor cargo sobre sí toda clase de
hierbas del campo, como solía hacer cada día. Cuándo estaba levando, la vaca que
iba en cabeza dijo a su guardían:
-Tu hermano mayor esta delante de ti con un cuchillo para matarte. ¡Ponte a
salvo de el!
Y cuándo oyó lo que le dijo la vaca que iba en cabeza, la segunda vaca le dijo
lo mismo; entonces el miró por debajo de la puerta del establo y vio los pies de
su hermano mayor que estaba detras de la puerta con su cuchillo en la mano.
Depositó entonces su carga en el suelo y echó a correr a toda prisa. Y su
hermano mayor le siguió detras con su cuchillo...
Marta leía extasíada. Le apasíonaba el mundo egipcio y se sabia casí de memoria
los pasajes de la Biblia ambientados en Egipto. Ese argumento le sonaba mucho,
pero no recordaba exactamente dónde lo había leído. Las hojas del profesor no
traían comentario alguno. A ella le parecía recordar que había leído una
historia no identica pero sí bastante parecida, y con unos protagonistas más
conocidos. Buscó en la Biblia, y depués de dar varias vueltas por los índices y
pasar páginas, lo encontró. Era el relato de Gen. 39, 1-20 sobre José, el hijo
de Jacob, y la mujer de Putifar, el funcionario egipcio que lo había comprado a
los ismaelitas a quienes se lo vendieron sus hermanos para que frabajara a su
servicio, que dice así:
José fue bajado a Egipto. Putifar, un egipcio servidor del faraón y capitan de
los guardías, lo compró a los ismaelitas que lo habían bajado allí. El Señor
estaba con José, que llegó a ser un hombre afortunado viviendo en casa de su amo
egipcio. Su amo vio que el Señor estaba con el, y que le daba exito en todo lo
que emprendía. José halló gracia ante él y entró a su servicio. Putifar lo puso
al frente de su casa y le encomendó todo lo suyo. Desde el momento en que lo
puso al frente de su casa y le encomendó todo lo suyo, el Señor bendijo la casa
del egipcio gracias a José. La bendición del Señor recayó sobre todo lo que
aquel tenía en su palacio y en el campo. El egipcio confió todo lo que poseía en
manos de José, y no se preocupaba de otra cosa que del alimento que tomaba. José
era bien parecido y de bella presencia.

Depués de todo esto, la mujer de su amo puso los ojos en José, y le dijo:
-Duerme conmigo.
El rehusó, y repuso a la mujer de su amo:
-Mira, mi amo no me controla nada de lo que hay en casa, y me ha confiado todo
lo que tiene; no hay nadie más importante que yo en esta casa, y no se ha
reservado nada excepto tu, porque eres su mujer. ¿Cómo voy a cometer esa gran
maldad, pecando contra Dios?
Ella insistia a José todos los días, pero el no accedió a unirse y a darse a
ella.
Cierto día entró José en la casa a hacer su trabajo, y no había allí ninguno de
los sirvientes. Ella lo agarró de la ropa diciendole:
-Duerme conmigo.
Pero el, abandonando la ropa en sus manos, huyó y salió afuera. Al ver que había
abandonado la ropa en sus manos y había huído afuera, ella llamó a sus
sirvientes y les dijo:
-Mirad, nos ha traído un hebreo para escarnecernos; ha entrado dónde yo estaba
para unirse a mí; pero he gritado con voz fuerte, y, al oír que yo levantaba la
voz y gritaba, ha abandonado su ropa junto a mí, ha huído y ha salido afuera.
Ella se guardó la ropa de José hasta que su amo llegó a casa. Y entonces le
contó las mismás cosas, diciendo:
-El siervo hebreo que nos trajiste ha entrado dónde yo estaba para abusar de mi,
y cuándo levante la voz y grite, abandonó su ropa junto a mí, y huyó afuera.
Cuándo el amo de José oyó la version de su mujer que le decía: «Esto me ha hecho
lo siervo», montó en cólera; apresó a José y lo metió en la carcel dónde
estaban encerrados los presos del rey; y quedó preso allí.
Marta releyó despacio ese relato de la Biblia y remiró el texto de los folios.
¿Cómo es posible que se parezcan tanto?

La «confesión del difunto ante Osiris»


Siguió leyendo textos de la antologia que había preparado el profesor de
historia antigua. Algunos le resultaban sumamente interesantes y curiosos,
incluso con una cierta actualidad, como la «Confesión del difunto ante Osiris»,
texto egipcio datado entre los siglos XV y XIV a. J.C. Se trata de una
declaración de inocencia que se fácilitaba al difunto en el Libro de los Muertos
para justificarse en el juicio ante Osiris:
No he cometido mal contra los hombres. No he maltratado al ganado. No he
cometido pecado en el lugar de la verdad. No he conocido lo que no es. No he
visto lo malo. Mi nombre no ha llegado al Señor de la barca. No he blasfemado
contra dios. No he hecho violencia al pobre. No he hecho lo que los dioses
abominan. No he difamado a un esclavo ante su superior. No he hecho enfermar a
nadie. No he matado. No he dado orden a un asesino. No he causado sufrimiento a
nadie. No he aminorado los ingresos de alimentos en el templo. No he causado
dano al pan de los dioses. No he tomado las hogazas de los dioses benditos. No
he tenido relaciones sexuales con ningun muchacho. No he cometido impurezas
conmigo mismo. No he aumentado ni disminuido la medida del grano.
No he disminuido la medida de los campos. No he añadido al peso de la balanza.
No he quitado la leche de la boca de los niños...
No he robado. No he sido codicioso. No he hurtado. No he matado a los hombres.
No he dañado la medida del grano. No he hecho cosas torcidas. No he robado la
propiedad del dios. No he dicho mentiras. No he quitado el alimento. No he sido
pendenciero. No he transgredido. No he matado el ganado del dios. No he
prácticado la usura. No he robado la ración del pan. No fui chismoso. Mi boca no
fue desenfrenada. No he pleiteado con nadie a causa de su hacienda...
Sin embargo, al seguir leyendolos continuaban aflorando cuestiónes que la hacían
dudar de nuevo.

Un niño en una cestita flotando sobre el río


Entre los textos asírios, encontró unos párrafos de la leyenda de Sargón de
Agadé, escrita hacía el siglo XXV a. J.C., que también hablaban de algo que le
sonaba a muy conocido:
Sargón, el soberano poderoso, rey de Agadé, soy yo. Mi madre fue una
sacerdotisa; no conoci a mi padre. Los hermanos de mi padre amaron los montes.
Mi ciudad es Azupiranu, situada a orillas del Éufrates.
Mi madre me concibió y me dio a luz en secreto; me puso en una cesta de juncos y
selló la tapadera con betun. Me echó al río, el cúal no me anegó sino que me
transportó y me llevó a Akki, el aguador.
Este me extrajo cuándo sacaba agua del pozo; Akki el aguador me recibió por hijo
suyo y me crió. Akki el aguador me nombró su jardinero.
Este texto le recordaba en muchos detalles el relato del nacimiento de Moisés y
su liberación de la muerte en las aguas del Nilo, tal y como se narra en Ex. 2,
1-10:
Un hombre de la casa de Levi tomó por esposa a una mujer de su misma tribu; ella
concibió y dio a luz un niño y, viendo que era hermoso, lo tuvo escondido
durante tres meses. Al no poderlo ocultar por más tiempo, tomó una cesta de
papiro, la calafateó con betun y pez, colocó en ella al niño y la puso entre los
juncos, a la orilla del Nilo. La hermana del niño se situó a lo lejos, para ver
que le ocurría.
La hija del faraón bajó a banarse mientras sus doncellas paseaban por la orilla
del río. Cuándo descubrió la cesta en medio de los juncos, envió a su sierva
para que la recogiera. Al abrirla vio al niño que lloraba, se compadeció de él y
dijo:
-Es un niño de los hebreos.
Entonces la hermana del niño dijo a la hija del faraón:
-¿Quieres que vaya a buscarte una nodriza que lo amamante al niño?
-Ve -le contestó la hija del faraón.
Fue, pues, la joven y llamó a la madre del niño. Y la hija del faraón le dijo:
-Llevate este niño y amamántamelo, que yo te dare tu salario.
Tomó la mujer al niño y lo amamantó. Cuándo el niño creció, su madre lo llevó a
la hija del faraón, que lo trató como a un hijo y le impuso el nombre de Moisés,
diciendo: «De las aguas lo he sacado.»
Las dudas de Marta eran cada vez más inquietantes. ¿Es que, entonces, tampoco es
verdad lo de Moisés salvado de las aguas por la hija del faraón?. ¿Todos los
relatos acerca del cuidado de Dios hacía su pueblo elegído que había leído en la
Biblia eran sólo relatos estereotipados, varias veces repetidos en las
literaturas antiguas orientales?.

El diluvio
Pero el susto mayor se lo llevó con los textos mesopotámicos, al leer la
traducción de la tablilla 11 de la Epopeya de Guilgamesh, el gran héroe de la
ciudad de Uruk. Segón se explicaba en esos folios, esta tradición tuvo una gran
difusión y llegó a ser conocida en la mayor parte de los centros culturales del
antiguo Oriente: Uruk, Sippar, Assur, Nínive, Sultantepe, Tell Harmal, BoghazKoy
y Meguidoh, entre otros. Nació de forma oral en el mundo sumerio, y se fue
reelaborando a comienzos del segundo milenio hasta que tomó su forma acadia. Sus
versiones más elaboradas datan de los siglos XIII o XII a. J.C. El texto más
completo que se conserva procede de Nínive, y pertenecia a la biblioteca del rey
Asurbanipal, del siglo VII a. J.C. El relato que leyó decía así:
Utanapistim le dijo a Guilgamesh: Voy a revelarte, Guilgamesh, un secreto y a
decirte a ti un misterio de los dioses:
-Cuándo en los tiempos antiguos los dioses moraban en Shuruppak (conoces bien
esa ciudad situada a orillas del Éufrates), los grandes dioses decidieron
suscitar el diluvio.
De ello deliberaron su padre Anu, su consejero Enlil, el héroe, su palafrenero
Ninurta, su fontanero Ennugui; Niniguiku estaba también sentado con ellos.
Repitió su decision a un seto de cañas:
-¡Seto, seto!, ¡valládo, valládo! ¡Seto, escucha! ¡Valládo, pon atención!
Hombre de Shuruppak, hijo de Ubar-Tutu, destruye tu casa, construye un barco,
renuncia a las riquezas, no busques ya más que la vida, desprecia los tesoros si
quieres salvar la vida, embarca en el barco todas las espécies vivas. El barco
que tienes que construir, que sus medidas esten bien calculadas de modo que se
correspondan su largura y su anchura; cúbrelo de un techo como el abismo.
Cuándo estuvo informado le dijo a Ea, mi amo:
-La orden, amo mío, que acabas de darme la respetare y la ejecutare. Pero ¿que
responder a las preguntas de la gente de la aldea, del pueblo y los ancianos?
Ea, abriendo la boca, dijo dirigiendose a mi que soy su servidor:
-Hombre, esto es lo que dirás:
-Enlil parece tenerme odio; no puedo seguir morando en vuestra ciudad. Como no
puedo poner el pie sobre el suelo de Enlil, voy a bajar al Apsu para morar con
mi amo Ea. Entonces sobre vosotros hard Llover la abundancia, los pájaros más
selectos, los peces más exquisitos; os dard las más ricas cosechas; por la
mañana hard Llover la tempestad de lentejas y por la tarde tempestad de granos.
Con las primeras luces de la mañana el país se reunió alrededor de él. El más
debil llevaba el betun, el más fuerte los aperos necesarios.
El quinto día acabe con su forma exterior; su superficie era de una arpenta,
cada pared tenía una altura de diez dobles cañas, y el borde superior formaba un
cuadrado de diez dobles cañas de lado. Así es como tracé la forma de su
estructura. La cubri con seis puentes sucesivos, dividiendola así en siete pisos
de los que veía la superficie nueva. Puse a sus lados clavijas marinas, pense en
los remos y coloque las vituallás.
Derrame tres sar de betun en el horno y dentro tres sar de asfalto; para aceite
los portadores trajeron tres sar; además del sar de aceite que consume el
calafateo, estaban los dos sar de aceite que el marino guarda en reserva.
Para la gente que me ayudaba, yo degollaba bueyes y mataba cada día carneros;
los artesanos bebían cerveza, aceite de sesamo y vino como si fuera agua de un
río. Para que pudieran tener una fiesta como en el año nuevo.
Hice mis unciones, y deje mis manos en reposo. El septimo día, al ponerse el
sol, el barco estaba acabado. Pero como su flotación resultaba dificil, se
equilibraron sus lados arriba y abajo hasta que sus flancos estuvieron hasta los
dos tercios.
Lo cargué con todos mis bienes, con todo lo que poseía de plata lo cargué, con
todo lo que poseía de oro lo cargué, con todo lo que poseía de espécies humanas,
con todas, lo cargué; hice subir al barco a toda mi familia y mi parentela.
Manadas y rebaños de la estepa, a los artesanos los hice subir a todos.
Shamás me había fijado un momento preciso:
-Por la mañana hare llover lentejas, por la tarde tempestad de granizo. Sube
entonces al barco y cierra la puerta.

Aquel plazo llegó: por la mañana hizo llover lentejas, por la tarde tempestad de
granizo.
Observé el cariz del tiempo: ¡era terrible verlo...!. Subí al barco y cerre la
puerta.
Al calafatero del barco, a Puzur-Amurru, el marinero, le di mi palacio y todos
mis bienes.
A las primeras luces de la mañana, he aquí que sube del horizonte una nube
negra; en su interior Adad no cesaba de rugir, mientras Shullat y Hanish van por
delante; avanzan ellos, los palafreneros, por montes y por valles; Nergal
arranca la compuerta de la bóveda celestial que contiene las aguas. Avanza
también Ninurta que hace derribarse las esclusas celestiales. Los Anunnaki
blanden antorchas que, con su esplendor, abrasan la tierra.
El terrible silencio de Adad invade los cielos. Todo resplandor se cambia en
tinieblas. Las columnas de la tierra se rompen como una jarra.
Durante todo un día la tempestad sopló, rápida sopla y provoca la inundación.
Como la tormenta del combate, pasa sobre los hombres que no pueden ya percibir
nada; los cielos ya no son visibles para los hombres.
Los dioses llegaron a espantarse de tal diluvio; retroceden y suben al cielo de
Anu.
Fuera, los dioses están acurrucados como perros, temblando. Ishtar se pone a
gritar como una mujer en parto; gime la dama de los dioses de dulce voz:
-Ese día lejano, ojalá pueda borrarse, ya que en la asamblea de los dioses, tuve
ideas funestas. ¿Cómo pude en la asamblea de los dioses tener discursos
funestos? Hable de combate para destruir a los humanos, mis criaturas, yo, que
crie a esos pueblos que me son queridos; ¿cómo pude llenar de ellos el mar como
si fueran pececillos?
Con ella lloran los dioses, los Anunnaki. Los dioses están postrados, llorando,
sus labios apretados. Seis días y siete noches, el viento sopla, la tempestad,
el verdadero diluvio, arrasa el país.
Cuándo llegó el día septimo, la tempestad, verdadero diluvio, como un combate se
aplacó.
La mar, que se había revuelto como una mujer en parto, se calmó, la tempestad se
hizo silenciosa, el diluvio cesó.
Llene entonces la boca de aire y el calor del sol rozó mis mejillas. Mire el
día: un silencio de muerte reinaba por doquier. Pues la totalidad de la gente
había vuelto al barro.
Un prado se extendía uniforme como un techo. Me quedó arrodillado, llorando; las
lagrimás corrian por mis mejillas.
Escudrine los ríos hasta el confín del mar: a doce veces doce dobles cañas se
elevaba una especie de isla. Era el monte Nitsir en el barco encalló. El monte
Nitsir detuvo el barco sin permitir que se moviera. Así un primer día y un
segundo, así un tercero y un cuarto, así un quinto y un sexto; cuándo el día
septimo llegó, hice salir una paloma que quedó libre; la paloma se alejó y luego
volvió; como no había descubierto ningun lugar, por eso volvió.
Hice salir una golondrína que quedó libre; la golondrína se alejó y luego
volvió; como no había descubierto ningón lugar, por eso volvió.
Hice salir un cuervo que quedó libre; el cuervo se alejó al ver que las aguas
habían bajado, come, revolotea, grazna y ya no vuelve.
Decidí la salida a los cuatro puntos cardinales; Dice un sacrifício y puse una
ofrenda de incienso en la cima de la montaña; coloque siete y siete jarras y
dentro derramé caña sagrada, cedro y mirto. Los dioses olieron su perfume.
Marta leía y releía con asombro este texto misterioso, y se iba fijando en que
había muchos elementos comúnes entre este relato y el bíblico del diluvio
contenido en el libro del Génesis, que había leído y oído contar cientos de
veces.
En efecto, en esa Epopeya de Guilgamesh, la causa del diluvio es la decisión de
los dioses de exterminar a los seres humanos. En ella se describe la
construcción del arca y sus dimensiones. En su interior, para salvarse del
diluvio, entraran algunas personas y muchos animales. La duración del diluvio
fue de siete días y siete noches. Cuándo cesó el diluvio, las aguas fueron
menguando paulatinamente. El arca quedo enclavada en un monte. Para comprobar si
ya se podía abandonar el arca sueltan sucesivamente una paloma, una golondrína y
un cuervo. Finalmente, cuándo la tierra esta seca, se sale del arca y se ofrece
un sacrifício. Parece que paso por paso se va contando el mismo relato bíblico
del arca en la que Noe y su familia pudieron salvarse del diluvio.
En los folios de conserjería había bastantes más textos del Próximo Oriente,
todos ellos muy antiguos. A Marta le apasíonaba leérlos, pero ya estaba muy
cansada. Tenía ya demasiadas cosas en la cabeza, revoloteando como pajarracos de
mal agaero, que la asustaban. Le parecio que ya era suficiente por esa tarde en
la biblioteca, así que metió los folios en una carpetilla de cartón y se marchó.
Al salir a la calle tomo una bocanada grande de aire para respirar a gusto. Lo
necesitaba. Querria haberse quedado con la mente limpia y despejada, pero no lo
conseguía. Se sentía espesa, tensa, un poco ansiosa.
Tomo el autobús hacía casa. Cenaría algo y depués se iría al piso de Tomás, por
fin podría descansar un rato.

En casa de Tomás
Escalera izquierda. Segundo A. Allí era. Llamó al portero automático. Una voz de
chico pregunto:
-¿Quien es?
-Yo.
Marta pensaba que no hacía falta decir más y en efecto, no hizo falta. Alguien
desde arriba pulso el interruptor y se abrió la puerta de la calle.
Mientras subia en el ascensor aprovecho el espero para recomponer algunos
mechones de su pelo con estudíada naturalidad y ajustar su mejor sonrisa. Ya se
sentía mejor depués de una buena ducha y de haber tomado algo en casa. Había
llegado el momento de pasar un rato relajado y divertido.
-¡Hola, Marta!, -¿cómo te ha ido el día?
-¡Si lo contara, Tomás! Pero el día ya paso y ahora comienza la noche. ¿Ha
llegado Débora?
-Todavía no, la espero de un momento a otro.
-¿Y tus amigos? Cuándo llamé a Débora me dijo que hoy estarian por aquí.
-Pues todavía no han regresado. No se si por fin hoy vendran pronto a casa.
Hablaban de irse al cine.
-¡Que bien vivis los Químicos!- se desahogo Marta, con desaliento no del todo
fingido-. Todo el día con probetas y tubos de ensayo, midiendo cosas y jugando a
simular interacciones moleculares con el ordenador, pero sin problemas serios
como nos encontramos los historiadores.
-Anda, chica, desconecta. Que se nota que hoy vienes cargada.
-Tienes razon, Tomás. Ya vale. Voy a poner la tele, a ver que echan.
Apenas había comenzado Marta a zapear aburrida, cuándo sonó el timbre de abajo.
-¡Ahí esta!
-¿Quien es? -pregunto Tomás.
-Nosotros -respondió una voz que parecía la de Débora.
-¿Nosotros? ¿Quien es « nosotros»?
-Uu, isorpresa!
Tomás abrió con curiosidad. Medio minuto depués se abria la puerta del ascensor
y allí estaba Débora con Apolo, su vecino.
-¡Ahí va! ¡Que pequeño es el mundo! Nos encontramos ayer camino del Planetario,
y hoy no necesito ni salir a la calle para que nos volvamos a tropezar. Bien
venidos a casa.
-¡Hola, Marta! Mira con quien vengo. Me lo he encontrado pensativo en la
escalera de mi bloque cuándo salia de casa, lo he invitado a venirse, y aquí
esta. Apolo, el que sabe todo sobre los mitos.
-¡Pues para mitos estoy hoy!. Pero la verdad es que si, que con lo que me ha
pasado en este día tendriamos para hablar horas y horas.
Todos se iban acomodando en el sofa frente a la tele, menos Débora, que prefirió
una silla. Mientras, Tomás les ofreció unas cervezas fresquitas, que aceptaron
con gusto.

El laberinto de los espejos

-Mira -le dijo Marta a Apolo-, si ayer hablamos de lenguaje mítico, hoy se han
planteado en clase de historia antigua cosas mucho más serias. Me he enterado
nada más y nada menos de que hay relatos de ficción del antiguo Oriente que
vienen también en la Biblia como si fueran historicos y verdaderos. Estoy hecha
un mar de dudas. A partir de ahora, como me voy a fiar de lo que leo en la
Biblia, si pueden ser detalles tan inventados como los de esas narraciones?
-¡Ya ves! El mundo de las humanidades es muy amplio y apasionante, y hay que
tener unas referencias de todos los ámbitos para moverse con cierta soltura. Si
no, uno se convierte en un almacén de datos inconexos que no le sirven para
pensar sobre la realidad, y tampoco es capaz de sacar consecuencias para
afrontar su propia existencia.
-No te vayas por las ramás, que a estás horas no estoy para más teorías -
respondió Marta.
-No estoy hablando de cuestiónes irreales, sino de lo que pasa todos los días.
Vamos a ver. Ahora mismo estamos hablando, y nos estamos sirviendo de palabras,
pero no estamos jugando con ellas. Las usamos como medio para comúnicar
información, pensamientos, sentimientos, afectos y tantas cosas más. Todo
verdadero diálogo es un proceso de comúnicación y cuándo se habla, lo importante
son las ideas que se transmiten, no el modo o los medios de transmision.
-A ver, explicate mejor.
¡Biip bip! ¡Biip bip! ¡Biip bip! ¡Biip bip! ¡Biip hip!...
-Un momento, que me parece que eso que esta sonando es mi móvi1-interrumpió
Marta.
»Si, mama, no lo preocupes, preciosa, ya he cenado...
»Estoy aquí, en casa de Tomás con Débora y un amigo suyo...
»Si, si... »No...
»Charlaremos un rato y esta noche vuelvo pronto a casa...
»Que descanses. Un besito.
» Era mi madre, que no vuelva tarde, etcetera, etcetera.
-Pues eso te estaba diciendo, Marta -siguió Apolo-. Acabas de tener un diálogo
con tu madre. ¿Que te quería transmitir ella? Pues más o menos, que no quiere
que te retrases al volver a casa esta noche. ¿Que le has respondióo
tu? Que esté tranquila, que así será. ¿No es cierto? Pues bien, para hacerle
llegar esa información tú has dicho unas palabras, es decir, has emitido unos
sonidos articulados con la boca, que han sido captados por el micrófono del
móvil, que a su vez los ha convertido en ondas y los ha emitido, y depués de dar
tumbos por varios repetidores, esas ondas han llegado al móvil de tu madre, el
auricular las ha transformado en otras ondas sonoras que han hecho resonar en el
oído de tu madre el tono de tu dulce voz..., y perdona por la cursilería.
-¿Y?
-El estudio de cómo son, cómo funcionan y cómo se transmiten esas ondas requiere
muchas horas de investigación, como bien sabe Tomás, que es de ciencias. Y esos
estudios no son irrelevantes, pues gracias a ellos has podido establecer ese
diálogo. Pero al usuario normal le basta con estar atento a lo que oye por el
auricular y decir lo que desea transmitir, sin perder tiempo ni energías en
indagar como ha funcionado todo el proceso.
-Pero cuándo dos personas hablan frente a frente, o se intercambian información
con un texto escrito, no hay que complicarse con tantos líos de ondas ni de
lenguajes, vamos, me parece -replicó Marta.
-Sí y no, porque el mensaje que puedan transmitir en un proceso de comúnicación
las palabras, las frases, o los textos, depende de muchas cosas. Te voy a poner
un ejemplo. Tú sabes que significa una frase muy breve, de una sola palabra, que
es «llueve»?
-Claro, que cae agua desde el cielo. Todo el mundo lo sabe.
-Pues esta tarde -dijo Apolo-, mientras me preparaba un bocadillo en la cocina,
estaba viendo distrafído la ropa que la madre de Débora había puesto a secar en
el patio interior de nuestro bloque. Llevaba ahí desde la mañana, y me parecía
que ya debía de estar seca. En ese momento comenzaba a Llover. Mientras buscaba
una Coca-Cola en el frigo oí las voces de su madre: «Débora, Débora, ¡llueve! »
Y antes de un minuto, allí estaba Débora retirando la ropa de los tendederos.
-¡Fisgón! -interrumpió Débora- ¿que hacías curioseando por el patio lo que yo
hago en mi casa? -No, mujer, no curioseaba, sólo estaba merendando y te ví por
allí. En fin, lo que quería decir es que la palabra llueve que te dijo tu madre,
la información que transmitía es: «Mete la ropa en casa.»
»Pero es que poco depués me pasó algo parecido. Ya estaba listo para salir, y
cuándo fui a despedirme de mi madre antes de salir a la calle, ella me miró, vió
que llevaba encima un simple chubasquero, y me dijo con cierto tono de pena: «
Apolo, llueve. » No necesitó decirme más, porque entendí perfectamente el
mensaje que me estaba transmitiendo: «llévate un paraguas, ¡anda! ». La conozco
de sobra.
»En resumen, que eso de que el mensaje que transmite la frase llueve, que a ti
te parecía tan evidente, sea «cae agua desde arriba», tiene algo de verdad, pero
no toda. En un diálogo real puede querer decir «mete la ropa en casa», «llevate
un paraguas, ¡anda!» y varias cosas más. En un texto no se puede hablar de
verdades o mentiras de palabras, frases o párrafos sueltos sin saber nada de
quien escucha, del conocimiento que tiene de quien le habla, y de la situación
en la que están.
-¡Que interesante! -exclamó Marta- . ¿A ti te parece que puede suceder algo
parecido con esas narraciones antiguas que están en la Biblia, como las del
diluvio, lo de José y la mujer de Putifar, o lo del niño flotando en una cestita
en el río, o tantas otras? ¿Es decir, que si uno lee sin más ese texto es como
si le dijeran «llueve»?.
-Me parece que es exactamente así. Uno asocia mentalmente con esos relatos unas
ideas, que tienen alguna relación con el mensaje que el autor desea transmitir,
pero que no son el nucleo mismo de lo que nos están queriendo decir, que bien
puede ser una coca diversa.
»El lector ingenuo piensa que sabe de qué le hablan, pero al no tener el
contexto existencial en que se sitúa ese texto, en realidad no se da cuenta de
lo principal del mensaje que le están transmitiendo. La búsqueda del sentido
real en medio de tantos espejismos como producen las palabras requiere un
esfuerzo de concentración y atención como el que se necesita para escapar de un
laberinto de espejos.
»El relato bíblico del diluvio, por ejemplo, es muy pedagógico. No pretende
ofrecer una versión más de los relatos del Próximo Oriente que hablan del tema.
A todo el que lo lee le queda claro que no puede escudarse en el anonimato para
hacer el mal. Si uno se empeña por ser fiel a Dios, aunque todo el mundo a su
alrededor viva de otro modo, puede tener la certeza de que sus esfuerzos, como
los de Noe y su familia, no pasan inadvertidos al Señor, que siempre salva a los
que le son fieles.
»Algo parecido sucede con el incidente de José con la mujer de Putifar en
Egipto. Anima a imitar la rectitud moral del patriarca, incluso en un ambiente
difícil en el que no faltan tentaciones ni provocaciones.
»El modo en que se narra la infancia de Moisés, por su parte, ilustra
perfectamente acerca del misterio de la vocación divina, y de cómo Dios en su
providencia ordinaria va disponiendo los acontecimientos para que cada uno este
en el momento oportuno en las condiciones óptimás para llevar a cabo aquella
tarea para la que el Señor lo ha hecho y que da sentido a su vida.
»Para entender el mensaje de los textos de la Biblia, como cualquier texto,
sobre todo los más antiguos, hay que tener en cuenta muchas más cosas de las que
parece. Y la Sagrada Escritura no esta para transmitir informaciones
anecdóticas, que a la larga son irrelevantes, sobre detalles curiosos de la vida
de sus protagonistas, sino para explicar la acción de Dios en la historia y en
la vida de las personas.

Los fundamentalistas
-Un día de estos pasó en mi casa una cosa curiosa relacionada con la Biblia -
dijo Débora-. Estaba mi madre sola en casa cuándo llamaron a la puerta.
»Abrió, y eran dos chicas muy amables y sonrientes que, depués de saludarla, le
preguntaron si ella leí a la Biblia, y le fueron diciendo que para encontrar la
felicidad, el descanso, la solución a todos los problemas, sólo tenía que abrir
la Biblia porque en ella se contenía la palabra de Dios. Lo que pasa, le decían,
es que muchas veces los cristianos no la leemos directamente y la conocemos sólo
de oídas y mal, y por eso no nos hemos enterado de lo que Dios ha dicho, hacemos
las cosas mal, y entonces todo se desencaja y la vida pierde su sentido. Pero
que si la leemos con mucha fe, encontraremos la salvación.
»Le iban diciendo muchas cosas de estás, y mi madre, que es católica prácticante
de las que no se pierde misa y rosario desde joven, se iba poniendo nerviosa
porque aquello le sonaba raro y estaba comenzando a pensar si esas chicas tan
cordíales no serfan de alguna recta.
»Como ejemplo de lo que le estaban diciendo le propusieron abrir la Biblia y
leer algún pasaje, para mostrarle que los cristianos sabemos pocas cosas si nos
sacan de lo que escuchamos en misa.
»Comenzaron a pasar las páginas de una Biblia que llevaban en la mano, y mi
madre, un poco nerviosa, les dijo:
-No, con su Biblia, no, que puede ser protestánte y estar trucada.
-No se preocupe, señora, todas las Biblias normales son parecidas. ¿Tiene en
casa alguna Biblia de la que se fíe?
-Sí, tengo una.
-Pues traigala y usamos esa, para que vea que no estamos inventando nada, sino
que sólo queremos ayudarle a que la lea entera, tranquila y despacio.
»Mi madre sacó su Biblia -prosiguió Débora-, y se la dejó. Buscaron allí el
pasaje que tenian señalado en la que ellas traían y que se habían vuelto a
guardar en el bolso. Se trata del capítulo veinte del libro del Éxodo, que
es se contienen los diez mandamientos. Leyeron los seis primeros versículos:
Entonces Dios pronunció todas estás palabras, diciendo:
-Yo soy el Señor, tu Dios, que lo ha sacado del país de Egipto, de la casa de la
esclavitud.
»No tendras otro dios fuera de mí.
»No te harás escultura ni imagen, ni de lo que hay arriba en el cielo, ni de lo
que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas por debajo de la
tierra. No lo postraras ante ellos ni les darás culto, porque yo, el Señor, tu
Dios, soy un Dios celoso que castigo la culpa de los padres en los hijos hasta
la tercera y la cuarta generación de aquellos que me odían; pero tengo
misericordía por mil generaciones con los que me aman y guardan mis
mandamientos.
»-Vea, senora, que aquí el Señor anuncia que tendrá misericordía de los que no
hagan esculturas ni imágenes de ningun tipo, pero que en cambio castigara a
quienes les den culto. Piense si todo le va bien, o tiene alguna desgracia o
algo que la apena en su salud, o en su familia. Quiza no conocía este mandato
tan claro del Señor, y fijese, desde aquí se ve que tiene usted en su propia
casa una estatuilla del Corazón de Jesús en el salón, y un cuándo de la Virgen
en este recibidor.
»Mi madre se sintió muy mal, y las despidió en seguida, lo más amablemente que
pudo.
»Cuándo llegue al mediodía aún le duraba el disgusto, y me estuvo contando todo
esto mientras comíamos, pero estaba desganada.
-Pues mira, precisamente de eso es de lo que estabamos hablando -intervino
Apolo-. Esas chicas tan amables que llamaron a lo puerta y hablaron con lo madre
hacfan una «lectura fundamentalista» de la Biblia.
»Los fundamentalistas son gente que me dan mucha pena, porque lo pasan mal y lo
hacen pasar mal a los demás. A veces son gentes piadosas que están confundidas o
engañadas. Han oído, como enseña la Iglesia, que toda la Sagrada Escritura esta
inspirada por Dios, y tiran por la calle de en medio considerando que cada
palabra o frase de la Biblia es «palabra de Dios» en sentido absoluto, cuándo
así lo único que hacen es manipular la Palabra de Dios.
»¡Pobres! En el fondo no entienden que es la «inspiración» de la Biblia. No
acaban de aceptar que así como el Hijo de Dios al hacerse hombre para nuestra
salvación asumió las limitaciones de nuestra naturaleza humana, y supo lo que es
tener hambre y sed, y cansancio, y dolor, y morir.. lo mismo sucede con la
Sagrada Escritura, en la que escuchamos la Palabra de Dios en un lenguaje
humano, del que también ha asumido su modo de funcionar, incluso con sus
limitaciones, para que podamos entendernos.
»El pensador austríaco Karl von Frisch, estudiando el comportamiento de las
abejas durante años, descubrió que tienen un cierto lenguaje para comúnicarse
alguna información. En concreto, toman como referencia al sol y, medíante una
especie de baile volando en círculos y con un movimiento oscilante del abdomen,
indican al resto de sus compañeras es posible encontrar las flores que
necesitan. Se han hecho experimentos con abejas mecanicas que reproducen ese
movimiento, y su mensaje ha sido captado por otras abejas. Si se empleara la
lengua latina para hablar a las abejas, aunque es mucho más rica y perfecta que
su lenguaje de signos, sería imposible transmitirles nada, porque no lo
percibirían. En cambio, con una abeja mecánica bien estudíada se les puede hacer
llegar algún mensaje, aunque sea muy limitado y lógicamente, hay muchas cosas
que no se les pueden decir con precisión, la mayoría.
»Algo así ocurre cuándo Dios quiere entrar en contacto con los hombres. Su
inteligencia es muy superior a la nuestra, y lo mismo sucede con «su» lenguaje.
Con una diferencia mayor que la que pueda haber entre nosotros y las abejas.
Pero como nos quiere, y desea transmitirnos mensajes importantes para ayudarnos
a encontrar el sentido de la vida y a ser felices, accede a emplear un lenguaje
que podamos entender, el lenguaje humano. No es perfecto, tiene sus limitaciones
y puede conducir a equivocos, como bien sabemos. Pero es suficiente para que nos
podamos entender con el.
-Oye, tío, ¿no seras seminarista? -le preguntó Tomás, que iba siguiendo la
conversación sin perderse palabra-. Porque la gente normal no tiene un dominio
de esas filigranas teológicas como el que tu tienes.
-No lo soy, aunque los seminaristas son buena gente, no les tengas miedo -
respondió Apolo.
-¡Lo decía en broma!
-Anda y no provoques -le dijo Marta.
-Es que estás cosas no son de seminaristas, curas ni monjas, sino de cualquier
tipo culto que piense un poco, y se interese por asomarse a la realidad. Pero
no, no se tanta teología como tu crees. ¡Ya me gustaría saber bastante más!.
Todo esto lo he aprendido hace poco curioseando el Catecismo de la Iglesia
Católica.
»Resulta que hace unos días estaba tomando un cafe en el bar de mi facultad con
unos amigos de clase y salió la conversación del fundamentalismo. Uno de ellos
insistia en que la gente que se aferra a sus creencias religiosas son un peligro
para la convivencia y la democracia.
»-Con esos intolerantes -decía-, es que no se puede ni hablar porque no se
atienen a razones, sólo a lo que ellos leen en sus libros.
»-Si de mi dependiera -dijo otro-, borraba del mapa a los musulmanes, judíos y
cristianos.
»-Oye, no te pases, que los nazis sois peores -replicó un tercero.
»-¿Nazi yo? ¡Venga ya!. Lo que digo es que las religiones del Libro son un
avispero de fanátios fundamentalistas, y no hay manera de razonar con ellos.

Las «religiones del Libro»


-Una vez dichas todas las barbaridades que a cada uno se le ocurrieron, volvimos
a clase siguió contando Apolo-. Pero a mi se me quedó dando vueltas por la
cabeza lo de las «religiones del Libro».
»Al llegar a mi casa, mientras dejaba los libros, la vista tropezó en mi
estánteria con un tomo naranja que había comprado cuándo salió, hace unos años,
para tener a mano una información fiable de lo que decía la Iglesia sobre las
cuestiónes que se presentan en la vida. Pero la verdad es que hasta ahora no lo
había mirado mucho. Sin embargo, ese día lo abri y me puse a buscar a ver si
decía algo sobre lo que habiamos hablado, y me encontre con un punto que me
llamó la atención por el modo tan contundente en que esta redactado.
»Es un punto que casí me aprendi de memoria y que dice que la fe cristiana no es
una «religión del Libro» . El cristianismo es la religión de la «Palabra» de
Dios, no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo. No es
interpretación ciega de una letra muerta, sino palabra hecha carne en la vida de
cada día.
»Un cristiano que lee la Biblia en la Iglesia es todo lo contrario a un
fundamentalista. No es un irracional que funciona por consignas y frases hechas.
Cuándo Jesucristo le abre el espíritu puede entender la Sagrada Escritura,
gozarla, llenarse de paz, y transmitir esa paz y serenidad a los demás.

¿Un Dios violento?


Todo eso son palabras bonitas, Apolo, pero no me fastidies -dijo Débora . No
me hables de paz y serenidad, si cuándo abro una Biblia y me pongo a leer me
escandalizo de las barbaridades que se cuentan en ella. Si tuviera fe, la
perderfa al encontrarme con un Dios tan violento.
-¡No exageres, mujer! -terció Marta.
-¿Quien exagera? -se crecio Débora-. ¿Como puede mandar Dios a los israelitas
que cuándo conquisten una ciudad no se compadezcan de sus enemigos, sino que
hagan morir a hombres y mujeres, niños y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y
asnos, y prender fuego a sus ruinas? ¿Como puede complacerse de que le recen
pidiendo venganza de sus opresores y considerando bienaventurado al que agarre y
estrelle a sus niños contra las peñas? ¿Te parece poca brutalidad?
-Acuérdate del «llueve» del que hablamos antes, y no seas fundamentalista
explicó Apolo, con un gesto de la mano que invitaba a tranquilizarse-. No toda
frase que en la Biblia comienza diciendo «dijo Dios» está expresando palabras ni
mandatos explícitos de Dios.
»Es necesario penetrar en el mundo de referencias que genera el texto completo
leído en la tradicion de Israel y de la Iglesia para hacerse cargo del sentido
de cada pasaje.
»Una frase desgajada de su contexto no significa nada, e incluso puede
confundir. Por ejemplo, si afirmo que la Biblia dice que «no hay Dios»
cualquiera podría comprobar que es cierto. Sólo en el libro de los Salmos esa
frase aparece así, textualmente, tres veces (Sal. 10, 4; 14, 1 y 53, 2). Pero si
dijera que la Biblia afirma que «no hay Dios» estaría diciendo una de las
mayores mentiras posibles, ya que la Biblia enseña con toda claridad que Dios
existe, y muchas más cosas acerca de él. El origen de la confusión deriva de
que, al entrecomillar esas palabras privandolas de su contexto, se ha
prescindido de algo que es necesario para entender lo que realmente afirman esos
pasajes, que es lo siguiente: «Dice el necio en su corazón: "No hay Dios." »
»Lo mismo que sucede con una sola frase sacada de contexto, ocurre con un pasaje
o una narración fuera del contexto de toda la Biblia. Puede que en sí mismo
parezca tener un significado. Pero si ese significado no esta avalado por el
conjunto, sino que contradice las enseñanzas fundamentales de la Sagrada
Escritura, atribuírselo a la Biblia es una burda manipulación.
»Pues bien, en la ensenanza de la Biblia en su conjunto, Dios no es cruel ni
violento, sino todo lo contrario. Dios es clemente y misericordioso, lento a la
ira y siempre dispuesto a perdonar.
»A la vez, por el propio bien de los hombres y mujeres, a los que ama
entranablemente, los instruye para que no pierdan el sentido y se pongan a
adorar a ídolos, simples trozos de madera o metal, o proyéctos vanos que no
acarrean sino desgracias.
»Esas «instrucciones» atribuidas a Dios no son, pues, sino testimonio de la
condescendencia divina que permite a los autores sagrados expresar con el
lenguaje humano de su época, que es brutal, una llamada a no dejarse atraer por
los objetos idolátricos de oro o de plata que poseyeran las gentes a las que
vencieran en sus luchas, e incluso a no lanzarse a atacar a nadie para hacerse
con sus posesiones de riquezas, ganado e incluso mujeres y niños como esclavos,
ya que no podrían quedarse con lo que les arrebatasen. Es un lenguaje disuasorio
expresado con un primitivismo fiero, cargado de fuerza. Pero en absoluto una
incitación real a la violencia.
»Y algo parecido puede decirse ante las expresioiies ern las que un profeta, un
sabio o el autor de un salmo parece que desea que otros sufran tormentos
crueles. A veces, uno esta tan cargado de tensiónes por dentro que necesita
desahogarse y soltar por la boca un montón de barbaridades, una detras de otra.
¿Quien no se ha enfadado alguna vez y ha dado rienda suelta en sus palabras a
sus tensiónes interiores?
»Si al final de un salmo el que lo recita clama: « Dichoso el que agarre y
estrelle a tus niños contra la peña» (Sal. 137, 9), sólo esta descargando la
tensión de su impotencia ante la crueldad sufrida en la destrucción de
Jerusalén.
»Cuándo un personaje bíblico se desahóga ante el Señor con palabras fuertes y
echando venablos, la Biblia no esta diciendo que se trate de deseos buenos y
santos, no. Más bien presenta una escena consoladora de como el Señor acoge y
ayuda a serenarse a sus hijos, les deja que en su presencia destapen la olla a
presion que llevan dentro, suelten la tensión que los oprime, y descansen con
confianza en sus brazos, recuperando la paz interior y adquiriendo esa serenidad
que necesitan para llevar el sosiego y la alegría a los demás. Dios no busca
como castigar, no lo necesita, sino como acoger y perdonar.
-Pero aunque el Señor de la Biblia no sea violento, tampoco es un conformista y
dulzon, con un pacifismo estdpido que invite a dejarse oprimir con tal de no
pelearse -interveno Débora-. Vamos, eso me parece a mi. Tengo un amigo de una
comúnidad cristiana de base que continuamente me da la chapa con eso de la
intervencion liberadora del Éxodo.
-¿A que lo refieres? -le pregunto Tomás, que no había oído hablar de esas cosas.
-A esa imagen de Dios comprometido en el proceso de liberacion de los más
pobres, aplastados por la opresion del capital y de los poderosos que presenta
la Biblia, especialmente en algunos libros como el Éxodo.
»Allí se dice que los clamores y gritos del pueblo oprimido por los egipcios
habían llegado al Señor, y que el se decidió a intervenir para liberarlos usando
la fuerza cuándo fue necesario. Y así acabaron los carros de combate del faraon,
con todos sus guerreros, atrapados entre las olas del mar Rojo.
»Si la Biblia no ofrece sólo una memoria del pasado, sino que es fuerza para
actuar en el presente -seguía Débora mientras hacía suyas las ideas de su amigo-
, nadie puede permanecer indiferente como si ese compromiso liberador no fuese
con él.
»Un día que estuve en casa de ese amigo mio, vi que tenía un poster muy
expresivo en su habitación. Era la foto de un guerrillero con uniforme
paramilitar, un poco magullado, manchado de barro y grasa, que sostenia en alto
con orgullo un fusil ametralládor. En la parte baja de la foto había escritas
unas palabras de Jesús: «El que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi
discipulo.»
-Te estás pasando por el otro lado, Débora -intervino Apolo-. Es verdad que la
Biblia y el Evangelio remueven al lector para que no se quede indiferente ante
las injusticias y manifiestán un afecto preferencial hacía los más pobres y
necesitados, y eso es parte del amplio conjunto de verdades, conocidas por el
conjunto de la Revelación divina, con las que un cristiano se acerca a la
lectura de la Biblia. En cambio, el recurso a la revolución violenta no tiene
cabida en ella, e intentar «descubrirla» en sus textos es un modo más de
violentar la propia Biblia. El poster de lo amigo tiene su fuerza, pero es
radicalmente fundamentalista y por tanto no cristiano: toma una frase de la
Biblia y la absolutiza para hacerle decir lo que el quiere, que en ese caso no
tiene nada que ver con el sentido de esas palabras de Jesús en la Sagrada
Escritura. Eso es una burda manipulación.

Comprender sin dejarse manipular


-Ahora sacas la careta de pacifista -dijo Débora.
»Si quieres ser tan exquisitamente correcto con la sensibilidad actual -siguió-,
entonces supongo que veras partidario de que al editar hoy la Biblia se retoquen
las traducciones para evitar el vocabulario violento, sexista, o discriminatorio
de cualquier tipo.
-No le digas eso a un filólogo -respondió Apolo-. Los textos son lo que son y
dicen lo que dicen. También la Biblia ha de ser tratada con la seriedad
científica que merece una obra escrita de una antigiiedad tan venerable, maxime
cuándo ha sido punto de referenda para la creación literaria, pictórica,
escultórica o artística de todos los tiempos.
»Si vamos puliendo el texto para quitarle las aristas que pueden herix la
sensibilidad actual del lector superficial, acabaremos por no entender lo que
dice y no tener ni siquiera las claves adecuadas para interpretar muchas obras
de arte.
»Simplemente me refería a que hay que hacer el esfuerzo de entender el texto en
su contexto histórico y en el conjunto de la obra literaria en que se situa.
-Explicaló con algo concreto, por favor -intervino Tomás , para que los que no
somos profesionales de la literatura nos enteremos. ¿Que pasa, por ejemplo, con
el texto que leyeron aquellas dos chicas a la madre de Débora sobre la
prohibición de hacer imágenes?
-Mira, es un caso que viene muy bien para aclarar algo de lo que estamos
hablando -siguió Apolo.
»En la Antigtiedad, la gente era politeista. Desde luego, en el Próximo Oriente
han aparecido multitud de imágenes y figurillas de dioses y diosas, amuletos y
utensilíos de culto muy variados. La gente se hacía sus diosecillos con lo que
podía, con oro o plata los ricos, y con madera y barro los más pobres. Ponían la
figurita en casa y allí le quemaban incienso o la reverenciaban.
»Como Dios se ha ido manifestándo a su pueblo poco a poco, y de modo que la
gente pudiera entender en cada momento lo que les iba revelando, en ese contexto
cultural lo lógico es que se les prohibiera representar a Dios con imágenes o
esculturas, para que no acabaran derivando hacía la idolatria como todos sus
vecinos. Cuándo se escribe en la Biblia ese texto que leyeron, aón era necesaria
esa medida de prudencia para evitar confusiones y que la gente no perdiera de
vista que Dios no es un simple trozo de metal o de madera al que se le presta
una veneración singular.
»Sin embargo, una vez que con el paso de los siglos el pueblo de Israel fue
plenamente consciente de que Dios no es un trozo de metal ni de madera que trae
buena suerte, sino algo mucho más importante, y una vez que el Hijo de Dios se
hizo hombre en Nuestro Señor Jesucristo, los cristianos hicieron imágenes que
les ayudaran a tenerlo presente.
»Una vez pasado el peligro de idolatria y de confundir con dioses lo que son
obras del arte e ingenio humano, no hay dificultad en utilizarlas, ya que no
obstaculizan la verdadera piedad, e incluso pueden ayudar a fomentarla.
»Cuándo un chico lleva en la cartera una foto de su novia, ya sabe que ella no
esta en un papel, pero mirar ese papel le ayuda a recordar con detalle a quien
ama de veras. Pues lo mismo sucede con las imágenes. Cualquier cristiano sabe
que ni Jesús ni la Virgen son de madera, pero contemplar esas imágenes ayuda a
llevar el corazón a quien no ven en ese momento... Pero, en fin, chavales -dijo
Apolo, como excusandose, habiais venido aquí para que vieramos juntos la tele y
os habeis sentado enfrente de ella, pero nos hemos puesto a hablar y ya se ha
pasado el episodio de hoy.
-¡Que más da! -intervino Marta-, todo esto es mucho más interesante y divertido.
-¿Queréis que nos quedemos a ver la película que comienza en cinco minutos? -
propuso Tomás.
-Al menos yo no, gracias -dijo Débora-. Me voy a marchar, que mañana no puedo
levantarme a la hora que me apetezca, porque tengo muchas cosas que hacer.
Yo también me voy se sumaron Marta y Apolo. Pues nada, que descanséis.
-Gracias, Tomás, por la cervecita y por el buen rato que hemos pasado en lo
casa.
-De nada, aquí podéis venir siempre que querais.
-Mañana nos vemos dónde siempre.
-Hasta mañana.

HASTA LA NOCHE DEL SÁBADO

¡Que bonito despertar!


Esa noche Marta había dormido bien. Se levantó relajada. Abrió la ventana y
sintió la caricia del afire fresco mientras gozaba de los primeros rayos del sol
que se abrían paso entre las nubes.
Un cafe con leche y algo de fruta. Hizo la cama y puso en orden la habitación.
Quería empezar pronto el trabajo, para dejarlo terminado en unas horas, si era
posible. Si lo conseguía, a lo mejor podría llevarselo ese mismo día al viejo
profesor, que pasaba los sabados por la mañana estudiando en su despacho.
Además, se había levantado inspirada, y en los momentos de inspiración todo es
posible.
Dio un repaso rápido a todos los textos de los folios. Aquellos en los que había
reparado el día anterior la habían incomodado un poco y no tenía ganas de volver
sobre ellos. Quiza es que ya estaba cansada cuándo los leyó, despuós de un día
tan intenso, y no era para tanto. Pero prefirió no arriesgar, no fuera a ser que
comenzara a sentirse de nuevo mal por dentro, y no acertara a encauzar su
trabajo. Así que se puso a mirar otros que aún no había leído.

Como un pajaro en su jaula


Por fin vió uno que le llamó la atención y que se ajustaba a la sugerencia que
le había hecho el profesor. Además, no era muy largo. Se trataba de la
inscripción de un Prisma Hexagonal asírio en el que se narra la campana de
Senaquerib en el siglo VII a. J.C. contra una coalición de algunos ciudades
filisteas que se había formado para hacerle frente, contando con la complicidad
de Egipto, su gran enemigo.
En los últimos años del siglo anterior, más concretamente en el 704 a. J.C., el
rey Ezequias de Juda, desde su capital Jerusalén, venía tramando intrigas contra
los asírios, y había sido uno de los que habían instigado contra ellos la
formación de esa coalición de ciudades. Cuándo Senaquerib subió al poder en
Asíria organizó una campana espectacular contra la coalición: conquistó
territorio filisteo y entró en Juda per la Sefelah. En la inscripción del Prisma
Hexagonal se proporcionan algunos detalles de esa operación militar:
Continuando mi campaña puse sitio a Bet-Dagón, Joppe, a Hanai-Barga y Azuru,
ciudades pertenecientes a Sidqia, que no se habían postrado pronto a mis pies.
Las conquiste y me lleve su botín.
Y los magistrados, jefes y pueblo de Eqron que habían encadenado a Padi, su
soberano, leal al juramento prestado al dios Ashur, y le habían entregado a
Ezequias de los judíos, el cúal lo tuvo encadenado como si fuera un enemigo, y
se asustaron y pidieron ayuda a los reyes de Mu-su-ri (Egipto), y a los
arqueros, los carros y la caballeria del rey de Etiopia, ejercito innumerable,
que acudieron para auxiliarlos. Estos se dispusieron en linea de combate contra
mi, preparando sus armas en la llanura de Eltegeh.
Y yo, confiado en un oráculo favorable de Ashur, mi Señor, les hice frente y los
derroté. Y en el fragor de la batalla capturé vivos a los aurigas egipcios con
sus príncipes, y también a los aurigas del rey de Etiopía.
Puse sitio a Elteqeh y a Timmah, las conquisté y me llevé su botín.
Luego ataqué a Eqron y dí muerte a los magistrados y jefes que habían cometido
el crimen, y empalé sus cadáveres en estacas que rodeaban la ciudad. Y a las
gentes del pueblo culpables de delitos menores los tomé como prisioneros. Al
resto de ellos, que no eran responsables de crimenes ni de malas acciones, los
deje libres.
Hice que Padi, su rey, volviera de Jerusalén, y lo restablecí en el trono como
soberano sobre ellos, imponiéndole un tributo de reconocimiento de mi
superioridad.
En cuanto a Ezequias de los judíos, que no se había sometido a mi yugo, le
asedié cuarenta y seis de sus ciudades fuertes, baluartes y aldeas de los
alrededores. Y los conquisté medíante terraplenes y arietes de cerco, combinados
con un ataque de hombres a pie, utilizando minas y brechas. Y les tomé como
botín doscientas mil ciento cincuenta personas, jóvenes y viejos, hombres y
mujeres; caballos y mulos, asnos, camellos, ganado mayor y ganado menor sin
numero.
Y al mismo lo encerre en Jerusalén, su residencia real, como un pajaro en su
jaula. Edifiqué contra él torres y castigué a todo el que salía de la gran
puerta de la ciudad.
Y las ciudades que yo había saqueado las separé de su país y se las dí a
Mitinti, rey de Ashdod, y a Padi, rey de Eqron, y a Silli-bel, rey de Gaza.
De este modo disminuí su país, pero aumente el tributo y los presentes debidos a
mi superioridad, imponiendole tributos además de los tributos anteriores que
debian pagarse cada año.
Y Ezequias, abrumado per el esplendor y el terror de mi majestad y abandonado
per sus soldados más selectos y otros irregulares, que había concentrado en
Jerusalén para reforzarla, me hizo llegar a Nínive, mi ciudad senorial más
tarde: treinta talentos de oro, ochocientos talentos de plata, piedras
preciosas, piedra daq-ga-ri, de pórfido, lechos de marfil, tronos de marfil,
dientes de elefante, madera de ébano y de boj, toda clase de objetos preciosos,
con sus hijas, concubínas, músicos y cantoras. Y envió su embajador para
entregar el tributo y mostrar su sumisión.
Marta buscó una Biblia, a ver si allí se mencionaban algunos de estos
acontecimientos. Y encontró lo que buscaba. En el libro segundo de los Reyes,
capítulo 18, versículos 13-37 leyó lo siguiente:
El año decimocuarto del rey Ezequias, subió Senaquerib, rey de Asíria, contra
todos las ciudades fortificadas de Juda, y las tomó. Ezequias, rey de Juda,
envió emisarios a Laquís, al rey de Asíria, diciendole:
-He faltado. Retirate y cumplire lo que me impongas.
El rey de Asíria impuso a Ezequias, rey de Juda, trescientos talentos de plata y
treinta talentos de oro. Ezequias entregó toda la plata que había en el Templo
del Señor y en los tesoros del palacio real. Entonces Ezequias arrancó las
puertas del Templo del Señor, y las columnas que el mismo había inaugurado, y
las entregó al rey de Asíria.
El rey de Asíria envió desde Laquís al general mayor, al jefe de los eunucos y
al jefe de los coperos, junto con un fuerte ejercito, hasta Ezequias en
Jerusalén. Ellos subieron, llegaron a Jerusalén, y se detuvieron junto al
acueducto de la alberca de arriba que esta en el camino del campo del batanero.
Llamaron al rey, y salieron hasta ellos Eliaquím, hijo de Jilquias, mayordomo
del palacio, Sebna, el escriba, y Yoaj, hijo de Asaf, el notario. Les dijo el
jefe de los coperos:
-Comúnicad a Ezequias: «Así dice el gran rey, rey de Asíria: "Que seguridad es
esa en la que confias?. ¿Piensas que unas meras palabras son asesoramiento y
fuerza para la guerra? ¿En quien confias ahora para rebelarte contra mí? ¿Es que
ahora te confias en el apoyo de esa caña cascada, es decir, en Egipto, que si
alguno se apoya sobre ella, se le clava y le traspasa la mano? Así es faraón,
rey de Egipto, para todos los que confian en el."» Y si me respondéis:
«Confiamos en el Señor nuestro Dios», ¿acaso no es aquel cuyos lugares altos y
cuyos altares hizo quitar Ezequias, diciendo a Juda y a Jerusalén: « Adorareis
en Jerusalén ante este altar»?. Ahora, pues, pasate a mi Señor el rey de Asíria,
y yo te dare dos mil caballos si puedes conseguirte jinetes para ellos. ¿Cómo
vas a hacer huir a uno sólo de los siervos más insignificantes de mi Señor?.¿Te
fias de Egipto para tener los carros y los caballos? ¿He subido yo a este lugar
para destruirlo al margen de la voluntad del Señor? El Señor me ha dicho: «Sube
contra ese país y destrúyelo».
Respondieron Eliaquím, hijo de Jilquias, Sebná y Yoaj al jefe de los coperos:
-Por favor, habla a tus siervos en arameo, pues lo entendemos. No nos hables en
lengua judía ante la gente del pueblo que está en la muralla.
Pero el jefe de los coperos les replicó:
-¿Acaso me ha enviado mi Señor para tener esta conversación con lo Señor y
contigo? ¿No ha sido más bien a los hombres que están sentados en la murallá
comiendo con vosotros sus excrementos y bebiendo sus orinas?
Entonces el jefe de los coperos se puso en pie y gritó en lengua judía con
fuerte voz. Habló y dijo:
-Escuchad la palabra del Gran rey, el rey de Asíria. Esto ha dicho el rey: «Que
no os engañe Ezequias, porque no podrá libraros de mi mano. Que no os haga
Ezequias confiar en el Señor diciendo: "Seguro que os librara el Señor y no
entregara esta ciudad en manos del rey de Asíria." No hagais caso a Ezequias
porque esto ha dicho el rey de Asíria: "Haced la paz conmigo y entregaos a mi.
Entonces cada uno comera de su parra y de su higuera, y cada uno bebera deasu
aljibe, hasta que yo llegue y os traslade a una tierra como la vuestra, una
tierra de trigo y vino, de pan y de viñas, una tierra de olivos, aceite y
miel, vivireis y no morireis. No escucheis a Ezequias porque os engana diciendo:
«El Señor nos salvara.» ¿Acaso alguno de los dioses de las naciones ha librado a
su tierra de manos del rey de Asíria? ¿están los dioses de Jamat y de Arpad?
¿los dioses de Sefarvaim, de Hená e Ivá? ¿Es que libraron de mi mano a Samaría?
¿Cuales son de entre todos los dioses de los paises, los que libraron de mi mano
a su país, para que el Señor libre de mi mano a Jerusalén?"»
El pueblo guardo silencio y no le contestaron palabra alguna porque había una
orden del rey mandando: «No le respondais.» Eliaquím, hijo de Jilquias, que era
el mayordomo, Sebna, el escriba, y Yoaj, hijo de Asaf, el notario, entraron con
las vestiduras rasgadas a estaba Ezequias y le contaron las palabras del jefe de
los coperos.
Marta, a medida que iba comparando los dos relatos, podía comprobar que, en
efecto, tenía ante sus ojos dos versiones distintas (cada una de ellas escrita
desde un bando) de los mismos acontecimientos.
Contrastando el texto asírio con el texto de la Biblia no quedaba duda de que
tanto Senaquerib, rey de Asíria, como Ezequias, rey de los judíos, eran
personajes reales que tuvieron graves conflictos militares. Tampoco hay duda de
que Senaquerib puso cerco a Jerusalén, o de que el rey Ezequias pagó un fuerte
tributo. Por supuesto, las conversaciónes entre los ministros de Ezequias y los
enviados de Senaquerib debieron de ser muy duras.
Algunos detalles, aparentemente anecdóticos, del relato bíblico otorgan bastante
verosimilitud a los terminos de ese diálogo en las murallas de Jerusalén entre
sitiadores y sitiados, como es el hecho de que los interlocutores por parte de
Ezequias pidan a los asírios que les hablen en arameo, una lengua extranjera que
ellos entienden y pueden hablar, pero que no comprende la gente del pueblo, para
que la negociación se lleve de modo más discreto.
Por otra parte, mientras el texto asírio es de una gran prepotencia al ensalzar
las hazañas de su monarca y ponderar sus victorias militares, el relato bíblico
manifiesta que el rey Ezequias había invitado a su pueblo a confiar en el Señor,
por eso sus enemigos instan a que no le hagan caso.
Es maás, aunque Marta no siguió copiando los capítulos siguientes del libro de
los Reyes para no alargarse en el trabajo, los leyó y pudo comprobar que todo el
contexto del relato bíblico invitaba al lector a tener esa confianza en Dios. De
hecho, Senaquerib no llego a conquistar Jerusalén, y este era otro dato
contrastable mirando los dos documentos, también el asírio. Es decir, no fue
vana la llamada a fiarse del Señor, a la vez que pusieron los medios para
defenderse. A pesar de que tuvieron que pagar un fuerte tributo, la ciudad no
sucumbió entonces.
A medida que iba avanzando en el trabajo, Marta recuperaba su optimismo
habitual. El día anterior lo había pasado muy mal, ya que se le habían acumulado
muchos datos que hicieron tambalearse lo que siempre había creido, e incluso se
le paso por la cabeza varias veces si realmente esto de la religión no era un
mero invento humano, una invencion de gentes buenas de otras epocas, pero que en
nuestro tiempo no se mantiene en pie para una persona medíanamente culta. ¿No
tendrian razon, en el fondo, pensaba aquella tarde en momentos de bajon, algunos
de sus amigos que «pasaban» de todo eso, e incluso a veces se burlaban un poco
de ella?
La conversación de la noche, en casa de Tomás, la había serenado un poco al
comprobar que a un chico inteligente y culto como Apolo no se le planteaban
problemas serios, y que incluso sabia dar razon con coherencia de lo que
pensaba. Sin embargo, de la tertulia de aquella noche aún le quedaba una cierta
nebulosa, una pregunta que le picaba en el fondo y que no se atrevía a
plantearse abiertamente: ¿y si esas historias de la Biblia fuesen, ciertamente,
muy edificantes, pero carentes de toda realidad, simples «historietas
edificantes»? Tal y como había ido la conversación con los ejemplos concretos
que habían salido, bien podía ser así
Conforme se media a fondo en ese trabajo para el profesor de historia antigua,
iba respirando. Podía contrastar que había textos históricos, procedentes de
otros pueblos y culturas, que podían leerse sin sobresaltos al lado de los
textos bíblicos acerca de los mismos acontecimientos. Cada uno, como es lógico,
daba sus interpretaciones de lo sucedido, pero los hechos básicos estaban ahí.
Marta estaba muy contenta. En poco mas de una hora de faena sobre los textos ya
venia las ideas para redactar un trabajo bonito, que sin duda le gustaría al
profesor. Así que se puso a escribir antes de que se le esfumasen las ideas.
En torno a las once y media, ya estaba imprimiendo los folios. Y un cuarto de
hora después se dirigía a tomar el autobús para llevárselos al profesor, con la
esperanza de que le encontraría en su despacho, como todos los sábados por la
mañana.

«El osario de Jesús, hijo de José»


Cuándo Marta subió al 14 se encontró con que en ese mismo autobús también iba
Tomás hacia la universidad.
-Hola, Tomás, que casualidad. También vas para allá en un sábado por la mañana.
-Si, pero es poco rato. Solamente a tomar unas medidas de un experimento que
tenemos en marcha, y que nos tiene esclavizados varios días. ¿Y tu?
-Pues voy a entregar un trabajo de historia antigua -dijo Marta-. Lo he hecho
pronto porque después de lo que hemos venido hablando estos días sobre la
Biblia, he encontrado entre los textos que ofreció el profesor para comentar,
unos que tienen que ver con la historia bíblica, y lo he hecho en poco rato.
»Estoy muy contenta, no sólo por haber terminado pronto ese trabajo, sino sobre
todo porque he podido comprobar que lo que dice la Biblia es bastante fiable
desde el punto de vista histórico.
-Si y no, depende de como lo mires. Fíjate en lo que dice este articulo del
periódico de hoy que venia leyendo.
Tomás le enseñó la pagina de « Cultura y Sociedad» , en la que venia una foto
grande, de tres columnas de ancho, dónde se veía a un tipo en un almacén, con
muchas cajas amontonadas a su espalda. El titular decía: Encontrados los huesos
de Jesús.
El personaje de la foto era el jefe del almacén en el que los arqueólogos que
habían llevado a cabo unas excavaciones en el barrio del Talpiyyot, en
Jerusalén, habían depositado unos osarios de cerámica y de piedra que habían
encontrado allí.
Se trataba de osarios que, según los expertos, eran del siglo i de la era común
es decir, del tiempo en que vivió Jesús. Aquel hombre decía que, cuándo los
encontraron, todos ellos tenían dentro los huesos de los cadáveres
correspondientes, pero que los huesos los habían sacado por motivos religiosos y
los habían enterrado juntos en una fosa común. Allí sólo quedaban los osarios
varios para ser estudiados. La mayor parto de ellos tenían grabada una
inscripción con el nombre del difunto. Uno de ellos, el mas importante, del que
se ofrecía la foto en el reportaje, venia escrito con caracteres hebreos las
palabras «Jesús, hijo de José».
El periodista que escribía el articulo explicaba que era un hallazgo sensacional
ya que probaba, efectivamente, que el Jesús del que hablan los Evangelios fue un
personaje real, que vivió y murió en Jerusalén en el siglo I. De hecho, ahí, en
ese osario, estaban sus huesos cuándo lo descubrieron los arqueólogos. A la vez,
se demostraba que no había resucitado, puesto que allí estaba lo que quedaba de
su cuerpo. La resurrección había sido una leyenda creada por sus discípulos para
divinizarlo.
Marta de nuevo se sintió muy mal. Pensó que otra vez se había precipitado
demasíado al creer que, por haber contrastado históricamente la realidad de
algunos datos contenidos en la Biblia, todo estaba resuelto. Ese periódico le
ponía por delante el ejemplo decisivo de que, aunque sea importante contrastar
históricamente algunos datos, como puede ser la existencia de los personajes,
hay otros que son imprescindibles para la fe, y que pueden no estar tan claros.
¿De que le servía que se probara que Jesús había existido, si a la vez se
demostraba que no había resucitado y todo era una invención de sus discípulos?
El 14 llegó a la parada de la universidad. Tomás salió rdpido había la Facultad
de Ciencias. Marta se despidió de el hasta la tarde, y sin ningun entusiasmo se
dirigió pensativa a entregar su trabajo de historia antigua.

Sepulcros en Jerusalén
Ese día había poca gente por los pasíllos de la facultad. Marta los iba
recorriendo casí en solitario hasta que llegó a la puerta del despacho del viejo
profesor. Como había imaginado, allí estaba trabajando.
Llamó tímidamente a la puerta, y una voz la invitó a pasar:
-¡Adelante!
-Muchas gracias. Venía a traerle el trabajo que nos propuso ayer.
-¡Tan pronto! Eso está muy bien. No esperaba que ya hoy me comenzasen a llegar
trabajos, pero mucho mejor.
-Aquí se lo dejo -dijo Marta, que no tenía demasiadas ganas de hablar-. Se lo he
hecho como me propuso ayer, buscando unos textos que pudiera comparar con la
Biblia y valorando críticamente las coincidencias y diferencias.
»La verdad es que me ha resultado muy interesante y util para aprender. Pero me
parece que han sucedido muchas cosas demasíado rápido. Depués de la clase de
ayer, que me dejó un poco desconcertada, me animó un poco lo que hablamos. Esta
mañana, al hacer el trabajo, estaba muy contenta pensando ingenuamente que mis
dificultades habían desaparecido. Pero sólo mirar la prensa de hoy me ha dejado
chafada, con el ánimo por los suelos.
-¿Que te ha pasado? ¿Que has leído que haya tenido un efecto tan fulminante y
devastador?
-La noticia del hallázgo del osario con los restos mortales de Jesús -respondió
Marta entristecida y un poco avergonzada-. ¿Cómo me iba a imaginar yo que podía
suceder eso?
-¿Eso? ¡No seas ingenua, chica! Si algo debe tener un historiador es un mínimo
de sentido crítico y rigor para preguntarse a fondo por el fundamento real en
que se basan las afirmaciónes que lee.
-Pero en este caso los datos están bastante claros. Se trata de un osario del
siglo I con la inscripción «Jesús, hijo de José» .
-No, mujer. No está nada claro. De entrada habrá que preguntarse por la
credibilidad que merecen las declaraciones a la prensa del guarda de un almacén
de antiguedades a la hora de valorar tecnicamente los objetos que se conservan
allí.
»En primer lugar, todo hallázgo arqueológico que merezca ser tenido en
consideración ha de estar perfectamente atestiguado. Un profesional serio
siempre toma fotografias de la marcha de las excavaciones, en que posición van
apareciendo los osarios o los objetos de que se trate. Por supuesto que se
fotografia el contenido.
»No es serio decir que tenía huesos y que se retiraron. Hay que probarlo. Pero
en este caso no importa demasíado, lo más probable es que, en efecto, hubiera
unos huesos allí.
»Respecto a la datacion, habea que estudíar la memoria de los excavadores para
comprobar en que indicios se basan para realizarla.
Pero en este caso concreto del que estamos hablando no hay mucho lugar para las
sorpresas, porque se sabe bastante de los enterramientos en Jerusalén en el
siglo I.
»En aquella época, cuándo alguien fallecia, su cadaver se depositaba en uno de
los nichos de un sepulcro. Allí permanecian algunos años, al cabo de los cuales
los huesos o restos que quedasen se trasladaban a un osario de piedra o de
ceramica. Hasta la fecha ya ban aparecido más de mil osarios de esa época, con
el nombre del difunto grabado en su exterior.
»Del estudio de las inscripciones encontradas hasta ahora se deduce que los
nombres propios eran poco variados on aquella época. Es decir, había pocos
nombres que eran, por tanto, muy corrientes y que se repetian con todas las
combinaciones posibles.
»Entre los nombres más frecuentes se encuentran Simeon (Simón), Juan, José,
Jacob (Jacobo, «Santiago»), Judas, Josue (Jesús), Zacarias, Natanael, Eleazar
(Lázaro), o Matias, para los varónes, y María, Salome, o Marta, para las
mujeres.
»Al ser relativamente pocos los nombres corrientes, se han encontrado varios
ejemplos de casí todas las combinaciones posibles: aMatias, hijo de Juan»,
Simon, hijo de Zacarias» , y tantas otras.
»La primera vez que se planteo un problema como el que has leído hoy en el
periodico fue en 1931, cuándo por primera vez se encontró un osario con la
inscripción: «Jesús, hijo de José.» Algunos aventuraron entonces que podría
tratarse de «Jesús de Nazaret». Sin embargo, la propia estadistica invitaba a
ser prudente, ya que al haber pocos nombres habituales, y ser bastante
frecuentes esos dos, no seria extraño que hubiera al menos varias decenas de
personajes en los que se diera esa combinación de nombres.
»De hecho, en los años siguientes, ya han aparecido casí una decena de osarios
con la misma inscripción, y todavía es posible que aparezcan algunos más. Y
tienes bastantes indicios en la historia para pensar que ninguno de esos
personajes es el Jesús de los Evangelios.
-Dice usted que tengo bastantes indicios para pensar que no es él. ¿Por que? ¿No
podría ser uno de ellos, aunque hubiese más que se llamásen igual?
-Afirmar que resucitó y que, una vez vivo de nuevo, subió en cuerpo y alma a los
cielos, es, desde luego, una afirmación que requiere tener fe en Dios y en la
divinidad de Jesucristo. No se puede hacer una demostración puramente racional
de que fue así. Sin embargo, tampoco se puede demostrar quo no fue así. Y en
cualquier caso, los indicios que hay, si se estudían sin prejuicios, invitan a
pensar que la explicación más razonable de lo que paso es que realmente
resucitase.

Prohibido robar cadáveres


-Esto me interesa mucho, y me parece que a mis amigos también les va a interesar
cuándo se lo cuente. ¿Cuales son esos hechos que hacen quo lo más razonable sea
pensar que resucitó?
-Pues ya que estamos hablando de arqueología se podría mencionar una losa de
piedra encontrada on Nazaret que se guarda en el Cabinet des médailles de Paris,
formando parte de la Colección Froehner.
»Se trata de una pieza de marmol de 60 centímetros de largo por 37,5 de ancho,
sobre la que hay 22 lineas escritas en griego. Por el tipo de letra, los
expertos piensan que pudo ser escrita al final de la primera mitad del siglo I
d. J.C.
»Contiene una mediocre traducción al griego de un rescripto imperial, del que no
se conserva ninguna otra versión.
»Lo sorprendente del lugar se ha encontrado, una población de escasa
importancia en aquellos momentos, hace suponer que la autoridad romana estaba
interesada en dejar constancia a los habitantes de aquella aldea de esa
ordenanza. No contiene información explicita sobre los motivos. Segun parece,
algún suceso reciente había provocado un enorme revuelo en toda la región, y la
autoridad imperial decidió tomar medidas. La advertencia dice así:
Ordenanza imperial. Sabido es que los sepulcros y las tumbas, que han sido
hechos en consideración a la religión de los antepasados, o de los hijos, o de
los parientes, deben permanecer inmutables a perpetuidad. Si, pues, alguno es
convicto de haberlos destruido, de haber, no importa de que manera, exhumado
cadáveres enterrados, o de haber, con mala intención, transportado el cuerpo a
otros lugares, haciendo injuria a los muertos, o de haber quitado las
inscripciones o las piedras de la tumba, ordeno que ése sea llevado a juicio,
como si quien se dirige contra la religiosidad de los hombres lo hiciera contra
los mismos dioses. Así pues, lo primero es preciso honrar a los muertos. Que no
sea en absoluto a nadie permitido cambiarlos de sitio, si no quiere el convicto
por violación de sepultura sufrir la pena capital.
»La correspondencia del emperador con sus funcionarios se redactaba normalmente
en latin, pero las ordenanzas que debian publicarse en zonas la mayor parte de
la población no conocian bien ese idioma se traducian al griego medíante
interpretes locales. En este caso, el griego poco elegante de la inscripción
refleja el modo de expresarse de la población helenistica en la región sirio-
palestina.
»La inscripción establece una norma juridica sobre la inviolabilidad de los
sepulcros, que esta en continuidad con los principios del antiguo derecho
romano. Esa normativa podría proceder de Augusto, restaurador de la vieja
religión romana.
»Pero además del principio general, si se analiza la redacción del texto
inscrito en esa losa, es posible darse cuenta de que contiene una respuesta a
una consulta concreta sobre un delito de violación de sepultura y transferencia
ilicita de un cadaver.
»El caso se había planteado probablemente en la época de Tiberio, y segun todos
los indicios, los rumores que circulaban entre el pueblo habían rebasado el
límite de lo tolerable, hasta el punto de que la situación amenazaba con romper
el equilíbrio del complejo entramado de favores e intereses mutuos que
entretejian la politica de los gobernantes imperiales.
»La noticia de que un cadaver había desaparecido del sepulcro reposaba había
levantado un gran revuelo por todas partes, y las autoridades romanas oian todo
tipo de interpretaciónes que circulaban entre las gentes sencillas del campo,
los comerciantes, los maestros, y hasta los soldados. Los foros de las plazas
más helenizadas, los mercados populares, las sinagogas, las puertas de las
ciudades e incluso los destacamentos militares eran un hervidero de rumores quo
no hacían presagiar nada bueno. En consecuencia, la cuestión había sido sometida
a la consideración de las autoridades imperiales.
»Hasta aquí lo que se puede deducir de la inscripción.
»Pero aún queda on el aire una cuestión de interés: por que se puso en una aldea
como Nazaret, antes nunca había pasado nada importante, una advertencia imperial
tan solemne?
»Todo hace pensar que la autoridad provincial relacionaba ese revuelo del
cadaver robado con alguien de allí, y quiso advertir por ese procedimiento de
que estaba dispuesta a tomar cartas en el asunto. En realidad, los comentarios
eran sobre quien y cómo lo habrian robado, e incluso si había sido robado. Lo
que nadie dudaba es que aquel cadaver ya no estaba dónde lo dejaron. Había
desaparecido.
»¿Quien pudo ser ese personaje de una aldea perdida en Galilea, cuya sepultura
había traído tales quebraderos de cabeza a los funcionarios del imperio?
»En el siglo I, Nazaret era un poblado aislado en una ladera, lejos de las
grandes vias de comúnicación que cruzaban Galilea. Sus habitantes, varios
centenares, vivian sobre todo de la agricultura y habitaban en unas cuevas
naturales o excavadas en roca caliza, y ampliadas con una superficie explanada
por delante, con paredes de adobe y una cubierta elemental.
»El único vecino de esa población que es notorio en la literatura antigua se
llamaba Jesús. Fue condenado a muerte por el pretor romano Poncio Pilato, y
crucificado en Jerusalén en torno al año 30.

La resurrección de Jesús, ¿alucinación o realidad?


-Todo esto es muy interesante. Pero ¿no podría haber sucedido que sus
discípulos, en efecto, hubieran robado el cadaver para hacer creer que había
resucitado y convencer así a la gente? -preguntó Marta.
-Es muy poco probable. Ahora que sabemos que ha resucitado es muy fácil pensar
que a alguien se le pudo ocurrir la idea de robarlo para depués hacer correr el
bulo de la resurrección. Pero en ese contexto histórico esa ocurrencia resulta
bastante improbable.
-¿Por que?
-Sencillamente, no parece que la idea de una resurrección de Jesús como la que
narraban los apóstoles fuese una ocurrencia lógica en los esquemas mentales de
aquellos hombres.
-¿Por que no? -insistió Marta, interesadisima.
-Pues veras, en la tradición judía de aquellos momentos se esperaba por algunos
la llegada del Mesías. Se confiaba en que el Mesías derrotaria a los enemigos
del Señor, restablecería en todo su esplendor y pureza el culto del templo,
establecería el dominio del Señor sobre el mundo. Pero nunca se pensaba en que
resucitaría depués de su muerte: es algo que no pasaba de ordinario por la
imaginación de un judío piadoso e instruido.
»Robar su cuerpo y crear el bulo de que había resucitado con ese cuerpo, como
argumento para mostrar que era el Mesías, resulta inverosimil en ese contexto
cultural. No hubiera sido razonable inventarse algo que sabían que sus mismos
compatriotas ni esperaban ni creerían.

Los Evangelios ¿son históricos?


-Usted, que es profesor de historia, ¿piensa que los Evangelios son libros
históricos?
-La historia es un género literario que se entendía de otro modo en la
antigtiedad greco-latina. Por tanto, calificar a un libro de esa época de
«histórico» en el sentido que ahora damos a esa palabra es un anacronismo, ya
que no fueron pensados ni escritos con los esquemas conceptuales actualmente en
uso.
»Sin embargo, el que no se les pueda calificar de «históricos» en el sentido
actual de esa palabra no quiere decir que transmitan información o nociones
falsas o enganosas. Transmiten verdades, y hacen referencia a hechos realmente
acaecidos en el tiempo y en el mundo en que vivimos, con unos modos de hablar y
de expresarse distintos, pero igualmente válidos.
»Al hacer el trabajo que me estás presentando, ¿no lo has encontrado con
situaciones parecidas?
-Pues en parte si -replicó Marta-. Ya lo leerá, pero tiene que ver bastante con
eso.
»Pero, entonces -siguió-, ¿a usted le parece de verdad que al leer la Biblia
podemos encontrar información sobre acontecimientos reales, aunque sean narrados
con unos modos de hablar que requieran un poco de esfuerzo para entenderlos a
fondo? O, si me perdona la pregunta, ¿piensa que detrás de lo que se nos cuenta
en los distintos libros de la Biblia hay un Dios que va dejando pistas de su
actuación, y que a través de ellas quiere decir algo?
-Mira, Marta, a la primera pregunta, tú misma puedes responderte en gran parte
con lo que has buscado en algunos pasajes concretos del Antiguo Testamento, o
con lo que acabamos de comentar sobre la resurrección. Son solo dos ejemplos.
Pero ya sabes cómo trabajar. Si buscas honradamente la verdad de los hechos y el
sentido que han tenido en la historia, no lo encontraras problemas irresolubles.
Desde luego, yo no me los he encontrado en los no pocos años de vida y de
trabajo que tengo como historiador. Te animo a que lo vayas trabajando por tu
cuenta. Metete a fondo y no quedaras defraudada. E incluso disfrutaras de veras
al indagar esos vericuetos del pasado.
»A la segunda pregunta tendría que responderte mas despacio.

¿Dios habla con la gente?


-¿Por que? Solo le he preguntado si piensa que hay un Dios tras esos libros, o
no -forzó Marta.
-Desde luego, pienso que si. Aunque el asunto me parece tan importante que
requiere explicarlo un poco. ¿Tienes tiempo?
-Casi todo el que quiera. Una vez entregado el trabajo, ya he hecho lo mas
importante de todo lo que pensaba hacer hoy.
-Pues mira, gracias a Dios tengo fe y se que Dios ha salido al encuentro del
hombre, de todo ser humano, y se le ha manifestado en lo que se llama la
Revelación. Movido por su gran amor nos ha hablado para invitarnos a entrar en
dialogo con el.
»Sin embargo, soy consciente de que hay muchas personas que no creen que haya
sucedido así.
»Pero en las cosas realmente importantes de la vida no se puede jugar con
frivolidad. Aunque nos respetemos en todos los aspectos, una de las dos partes
esta equivocada. O los que piensan que Dios no ha hablado (ya sea porque no
existe, o porque ha preferido quedarse callado), o los que como yo y todos los
que compartimos la fe de la Iglesia sabemos que si se ha manifestado en la
historia humana.
»Los que piensan que no ha hablado argumentan a veces que si lo hubiera hecho
realmente habría sido tan claro que no quedarían resquicios para la duda.
No habría división de opiniones porque seria evidente para todos. Sin embargo,
los que dicen eso saben bien poco del modo de ser de Dios, que siempre sugiere,
invita, insinúa, pero no se impone forzando a las personas. Nos trata como
criaturas responsables, capaces de pensar, amar y decidir.
»Al crear el mundo y el ser humano no ha fabricado una serie de robots que sean
como una legión de esclavos, sino que ha puesto sobre la tierra a millones de
personas libres, con las que hablar de tu, que puedan ganarse también con su
esfuerzo la verdadera felicidad a la que están llamadas, de manera que su
libertad y su existencia no sean una parodia, algo falso e irrelevante.
»Por eso ha dejado una serie de señales lo suficientemente claras para que unas
personas inteligentes y sin complejos puedan captar que hay alguien que esta
buscando entrar en comunicación con ellas.
-Eso me suena -lo interrumpió Marta-. ¿Ha estado recientemente en el Planetario
y ha visto el documental que están proyectando estás semanas?
-Pues no, la verdad es que nunca he entrado en el Planetario -respondió el
profesor.
-Pues precisamente hace un par de días que estuve allí con unos amigos, y vimos
un documental acerca de un proyecto que quiere investigar si hay vida
inteligente fuera de la tierra -le contó Marta.
-¿Y como lo hacen?
-Los investigadores intentan localizar señales electromagnóticas de
características tales que se pueda deducir que han sido producidas de modo
intencionado por un emisor inteligente.
-¿Han conseguido algo?
-Por lo que entendi, me parece que no -dijo Marta-. Aunque se trata de una idea
interesante.
-Pues si, lo es. Y aunque es una cuestibn muy distinta a la que estamos
hablando,tu misma te puedes dar cuenta de que no es irracional buscar indicios
de que haya alguien realmente inteligente que esté intentando ponerse en
contacto con los seres humanos.
»Hay gentes que si tuvieran el más mínimo indicio, aunque fuese dudoso, de que
hubiera vida fuera de nuestro planeta, darian crédito de buena gana a esas
insinuaciones. En cambio, sienten un prejuicio irracional para aceptar que
realmente hay alguien que quiere hablar con ellos, si ese alguien es Dios.
-¿Y por que le parece que sucede eso?
-Porque afirmar o no la existencia de alguien inteligente por esos espacios
lejanos, en el fondo no compromete a nada ni exige plantearse nada en serio
sobre el propio modo de vivir. Sirve para proporcionar temás de conversación
curiosos pero intrascendentes, y poco más. En cambio, plantearse en serio que
hay un Dios, que habla y que espera respuesta, compromete la propia vida. Si es
real, no se puede jugar a ignorarlo, porque no es sensato taparse los ojos para
no enfrentarse a la realidad, y menos a «esa» realidad...
-Pero ¿no es muy dificil reparar en los indicios que pudiera haber, y pensar que
hay alguien intentando comúnicarse a través de ellos?
-Es dificil para quien va atolondrado por la vida, sin atender a lo que sucede a
su alrededor. No lo es tanto para las personas observadoras y reflexivas. ¿Que
seria de la humanidad si nadie se parase a pensar?
Imaginate, por ejemplo, que uno camina por el bosque mientras canta un pajaro.
Todos pueden oirlo, a no ser que sean sordos. Pero no todos perciben lo mismo.
La mayor parte de la gente, sólo percibira que hay un pajaro piando, y a lo
mejor ni siquiera repara en eso, pues lo considera un sonido más entre los que
se oyen en el cambo, y no lo recuerda al terminar su paseo. Pero eso no quiere
decir que esa ave no se haya dejado oír.
»Si el que pasea es un ornitólogo, distinguira si se trata de un ruiseñor o de
un jilguero, pero tal vez no le otorgue más importancia. Si se la daria, en
cambio, si se tratase de una ave que no vive de modo natural en esa región,
porque en ese caso se preguntara como ha levado hasta allí o quien la ha
llevado.
»¿Que sucederia, dejemos correr la imaginación, si el pajaro cantara: «pio» (1
vez), «pio, pio» (2 veces), «pio, pio, pio» (3 veces), «pio, pio, pio, pio, pio»
(5 veces), y así sucesivamente, de modo que el numero de sonidos que emite siga
el ritmo de la serie de los números primos?
»El paseante despistado no lo captaria (sólo escuchara un pajaro que canta
raro), pero quien se diera cuenta de lo que sucede posiblemente quedaria
aterrorizado. Eso no es un pajaro, es alguien que esta intentando transmitir con
los órganos de fonación de un pajaro una información precisa: habla un ser
inteligente.
»El paseante que haya sido capaz de reparar en ese hecho, y de algún modo haya
establecido comúnicación con la inteligencia que ha estructurado la emision de
unos sonidos naturales para la transmision de un mensaje, nunca olvidará ese
día. O huira aterrorizado, o buscará con todas sus fuerzas al pajaro que canta
así para ver si es capaz de intercambiar alguna otra idea, o simplemente para
descubrir que no es un pajaro de verdad sino un muñeco con un emisor que alguien
(¡ciertamente inteligente!) ha dejado allí para gastar una broma pesada a
paseantes intelectuales.
»En la vida real se pueden encontrar continuamente personas que tienen una
particular sensibilidad para captar los detalles aparentemente intrascendentes,
reflexionar sobre ellos y percibir la information sobre la realidad que
esconden, y personas que ven u oyen lo mismo que las anteriores pero no caen en
la cuenta de lo que hay detras: no se enteran de lo que pasa.
»A mucha gente se le habrían caido manzanas encima mientras dormía la siesta en
el huerto, pero sólo Newton reparo en lo que todo el mundo sabia, que las
manzanas que se soltaban del arbol caian al suelo, y las nueces también, y las
bellotas, pudo estudíar las relaciones entre esos hechos intrascendentes para
formular la Ley de la Gravedad.
»Quien reflexiona sobre la vida, quien lee con atención la Biblia, y mejor si
hace las dos cosas a la vez, percibira bastantes indicios que inducen a pensar
que proceden de un Ser sumamente inteligente y amable que sale a su encuentro.
¿Son manzanas que caen, sin más, o invitan a buscar a quien ya esta en camino
hacía nosotros para conocerlo mejor?
¿Piensa que en la Biblia se pueden encontrar algunas de esas huellas o indicios
para que personas inteligentes puedan percibir que alguien les esta intentando
hablar?
-Se trata, me parece, de algo mucho más amplio. Dentro de las realidades
naturales, por ejemplo, el corazón humano se siente atraído por un afan de
felicidad, o por un deseo tan fuerte de gozar con el amor, que reclaman la
existencia de algo real que ejerza esa atracción. Lo que se siente ante las
personas, siendo algo muy grande, no parece sino algo participado de quien posee
ese tesoro en su plenitud.
»La historia de cada ser humano sobre la tierra es una fuente de datos de
inestimable valor informativo acerca de esos indicios reales. zNo has hablado
nunca con nadie que haya experimentado en algún momento de su vida esas
inquietudes?
-Pues, que casualidad!, pero si. Hace muy pocos días me quede muy impresionada
con la historia de un compañero de clases de inglés que contaba unas
experiencias personales impresionantes -respondió Marta.
-Ahí tienes una muestra de que es posible encontrar por todas partes indicios de
ese Dios que sale amorosamente al encuentro de los hombres. Basta con tener los
ojos abiertos y el corazón despierto. Y en la Biblia hay también huellas claras
de esas acciones.

Un retrato de la historia
-¿Y puede percibirlas una persona que busque con rigor histórico lo que sucedio?
-Si, sin duda, pero se requiere una profunda honradez intelectual al indagar en
la historia.
De entrada, conviene tener presente que en la Antigiiedad el objetivo ordinario
del historiador no era dejar un «documento» para testimoniar ante la posteridad
lo que sucedio en los tiempos preteritos, sino recordar el pasado a sus
contemporaneos para darles razon de su situación, y proporcionarles unos
elementos de reflexión y orientacion para la toma de decisiones y para la accion
en ese preciso momento. Todo lo que se de,ja por escrito, se escribe con alguna
intención.
Esto sucede dentro y fuera de la Biblia. Por eso, en la interpretación rigurosa
de un texto histórico, y en especial de un texto de historia antigua, no se
puede prescindir de los condicionamientos personales y culturales del
historiador que lo escribió, ni del tipo de historia que quiso componer.
»En la Biblia encontramos el testimonio de una interpretación muy antigua que ha
llegado hasta nosotros. Se trata de una valoracion de la historia desde el punto
de vista de la fe de Israel y la fe cristiana. Ante sus autores se abrían,
gracias a su fe, algunas perspectivas originales que les hacían dirigir su
atención hacía hechos aparentemente marginales en el decurso de los grandes
acontecimientos que interesaban a otros pueblos a otras cultural. Los textos
biblicos proponen marcos de interpretación en los que quiza no habían reparado
quienes no mirasen la realidad desde ese punto de vista, y proporcionan así unas
excelentes vial de acceso racional para comprender a fondo lo sucedido.
-Pero la imagen de los acontecimientos sucedidos que muestran los textos de la
Biblia ¿es real? -pregunto Marta. ¿No será una versión tan interpretativa que
distorsione los hechos y ofrezca una version puramente imaginaria de lo
sucedido?
-Totalmente real -respondió el profesor-, y no con una realidad engañosa, sino
plena.
»Los relatos biblicos no son como una «fotografia» de los acontecimientos de la
historia en los que Dios intervino, sino mas bien como el «retrato» pintado por
un gran pintor. No es lo mismo «fotografia» que «retrato».
»La Biblia no oírece la visión superficial que aparece a simple vista, como la
que podría captar una «fotografia» instantanea, sino que dibuja los caracteres
de las personas y resalta matices en los acontecimientos.
La Biblia es como un «retrato» pintado en un cuadro. Transmite, a partir de unos
signos más o menos figurativos, una información más real de los acontecimientos
que la que obtuvieron los testigos presenciales. Aunque a veces los detalles
narrados no sean calco de la realidad, ayudan a oírecer una imagen más auténtica
de lo sucedido que si hicieran un calco minucioso de los hechos. La Biblia
cuenta una interpretación autorizada, escrita bajo la inspiracion del Espíritu
Santo, de las intervenciones salvadoras de Dios en favor de los hombres.
-Pongame un ejemplo de lo que dice, por favor -interrumpio Marta-, que me estoy
perdiendo con esto de las fotos y los retratos.
-¿Has visto alguno de esos cuadros clásicos que representan a la Trinidad con
Cristo en la Cruz? En ellos aparece Dios Padre, sentado en un trono de nubes,
con barbas blancas, y con resplandor de sol alrededor de la cabeza, que sostiene
en sus manos el travesaño de la Cruz. El Hijo esta clavado en esa Cruz,
sostenida por Dios Padre en los cielos. El Espíritu Santo esta representado por
una paloma a mitad de camino entre la cabeza del Padre y la del Hijo. Alrededor
de la Cruz hay unos ángeles que adoran y lloran.
Piensa ahora en un fotograma de la película sobre «La Pasíon», de Mel Gibson. Un
hombre, con el cuerpo malherido, clavado en una cruz tosca de madera, en las
afueras de una ciudad, rodeado de soldados brutotes.
La escena de la película puede parecer más « realista» (una ejecucion tal y como
la vieron los testigos). Sin embargo, se puede decir que el cuadro es más «real»
que ella, a pesar de que ya se sabe que Dios Padre no tiene barbas ni los
ángeles tienen alas ni túnicas, porque presenta unos elementos importantes que,
aunque no los vieron con sus ojos los soldados que clavarón a Jesús en la Cruz,
enseñan a mirar la muerte de Jesús como lo que realmente fue, no una simple
ejecución, sino el acontecimiento culminante en la redención del género humano.
-¿Que papel tiene, entonces -siguió preguntando Marta-, la lectura de la Biblia
en ese acercamiento de Dios a los hombres del que estabamos hablando?
-Ya hemos quedado en que la Revelación divina es un proceso de comúnicativn
entre Dios y el hombre. Y como en todos los procesos humanos de comúnicación,
para captar lo esencial, esto es, el mensaje transmitido, no sólo hay que
atender a la materialidad de las palabras, sino a aquellos elementos que hay en
el que comúnica o en el que recibe el mensaje que hacen que unos signos
meramente convencionales (las palabras que constituyen los textos) hagan llegar
una información precisa al receptor.
Para entender mejor este valor comúnicativo de signos, que no son un duplicado
de la realidad que manifiestán, puede ayudarte pensar de nuevo en la técnica de
la pintura. Incluso los cuados más realistas, vistos de cerca, no son una
reproducción idéntica y minuciosa de la realidad visible, sino un conjunto de
simples manchas de color magistralmente dispuestas, que contempladas a cierta
distancia producen en la retina una imagen similar a la real.
»Además, con el progreso de la investigación pictorica en los últimos siglos, es
posible comprobar que hay tipos de pintura, como la impresionista, que pueden
reflejar la realidad mejor que cualquier cuadro realista; o representaciones
abstractas, como el Guernica de Picasso, que describe el terror del bombardeo
mejor que cualquier fotografia de los escombros.
»Estás consideraciones nos pueden ayudar a apreciar el valor de la Sagrada
Escritura, que no es un libro convencional de historia, sino algo mucho más
importante: una obra literaria que oírece un particular y logrado «retrato de la
historia», realizado bajo la inspiración del Espíritu Santo.
-Todo esto es apasíonante -dijo Marta, a la vez que miraba su reloj y veía que
era la hora de comer-. Tendre que pensarlo más despacio porque hemos hablado de
demasiadas cosas a la vez, pero se lo agradezco.
»Espero que sea bueno a la hora de calificar mi trabajo. Lo he hecho lo mejor
posible, pero ahora veo que no tengo ni idea...
-Lo leere con gusto, no te preocupes. Y ya seguiremos tratando otras cuestiónes
en clase. Hoy nos hemos entretenido mucho hablando de la Biblia, pero hay otras
muchas cuestiónes en la historia antigua que son realmente apasíonantes.
-Así lo espero -dijo Marta mientras se despedía-. Que pase un buen fin de
semana, y hasta el lunes.

Perplejidad
Mientras se dirigia a la parada del autobús para regresar a su casa, Marta se
sentía un poco aturdida. Estaba viviendo un fin de semana realmente intenso y
singular. Las conversaciónes que se habían ido sucediendo con los amigos y
amigas, y los largos cambios de impresiones con el profesor de historia antigua,
habían ido desembocando en cuestiónes relacionadas con la Biblia de un modo o de
otro.
Además, todo eso la estaba afectando en muchas cuestiónes personales que no la
dejaban indiferente. Si hasta unos días antes había leído los Evangelios y, en
general, toda la Biblia con una gran paz, ahora pensaba que también había una
gran ingenuidad en sus planteamientos anteriores. Nunca se había parado a pensar
despacio en esas cuestiónes y menos aún a informarse con precisión de todo.
Estaba tranquila, pero perpleja. Resulta que para enterarse a fondo de lo que
pasaba había que saber cómo se escribían los documentos en la Antiguedad y como
y dónde se han conservado. Era necesario prestar atención a todos los indicios.
Había que dominar la crítica literaria e historica. Era necesario conocer bien
los mitos y la cultura de los pueblos antiguos del Próximo Oriente y.. Y no
terminaba de cerrar la lista de habilidades que parecían hacer falta para leerla
a fondo y sin sobresaltos.
Pensaba que, tal y como estaban las cosas, en el siglo XXI Biblia había pasado a
ser coto de paleógrafos, antropólogos, críticos literarios (¡como Apolo!),
historiadores y mucha gente mas. A ella, una chica cristiana normal y corriente,
se la habían robado. Una pregunta la rondaba de modo casi obsesivo mientras
viajaba en el autobús: « Mi Biblia, la que leía con gusto, sosiego y serenidad
desde pequeña, aquella dónde encontraba historias bonitas y edificantes, aquella
que me llenaba de paz, ha desaparecido. ¿Dónde esta mi Biblia?»

En el banco de siempre
Llegó la noche. Habían quedado como todos los jueves y como todos los sábados,
en el banco de siempre. Esta vez el tiempo estaba desapacible. El día se había
ido nublando mas y mas conforme pasaban las horas, y al anochecer caían algunas
gotas, pocas. Y soplaba aire fresco, un poco mas fuerte de lo que habría sido
deseable.
Esta vez Tomás fue el primero en llegar. Es un tipo cumplidor y estaba un poco
avergonzado porque el jueves le hubiesen tenido que esperar. Al ver el banco
vacío se puso a merodear por allí, cinco pasos arriba, diez pasos abajo, girando
y avanzando con energía. No le apetecía quedarse parado.
Poco después vio acercarse entre las sombras una silueta con andares
inconfundibles. Era Daniel. -Hola, tío, ¿que tal te ha ido?
-Que quieres que lo diga, colega? La vida del currante siempre es dura. Todo el
día con el jefe metiendo prisas, que no lo deja disfrutar de los motores
mientras los trabajas. Además, ayer se cogió un rebote mas que regular porque me
retrase después de comer y quería que hubiésemos atendido pronto un compromiso
que se le presentó con un amigo suyo. Si no te importa, me voy a sentar a
descansar un poco mientras llegan los demás, que venia corriendo para no
retrasarme -se interrumpió Daniel.
-¡Vale! Yo también me voy a sentar, que ya he entrado en calor.
-Pues como te iba diciendo. Había ido a comer y me encontré con Marta y unos
tipos que la acompañaban, y nos quedamos charlando mas de la cuenta. Fue muy
interesante. Toda la tarde de ayer, y todavía hoy, no dejo de darle vueltas a
todo lo que hablamos. Pero estoy hecho un lío. Cuándo pienso sobre «filosofía»
es como si la cabeza se me llenara de pájaros. Pero hay cosas que me han
afectado personalmente y no logro dejar de pensar en ellas. Me parece que,
mientras no cambie, mi vida tiene menos interés que la de un percebe en una
bañera. Fíjate en que...
Mientras hablaba llegó Débora con sus zapatos de suela alta. Daniel se calló y
se levantó para cederle el sitio en el banco dónde estaba sentado. A Débora se
le encendió la cara, que parecía que iba a empezar a echar humo, y se puso a
gritar:
-¡No, no me hagas eso! -¿Que te he hecho?
-¡Pues eso, te has levantado para dejarme el sitio. No me estas respetando. Eres
un desconsiderado que te sientes mejor cuándo me tratas con paternalismo!
-¡No, no, tía, nada de eso!
-¡Que sí! Que si en vez de ser yo hubiera sido un chico, ¡para nada te habrías
levantado a ceder el asiento!. Te levantas porque soy mujer y me miras como
inferior, del «sexo débil» como decís vosotros.
-¡Que no, Débora, que es todo lo contrario. No quería ofenderte! Es sólo un
detalle de respeto.
-¡No necesito que me respeten. No quiero que me respeten. Exijo que me traten de
igual a igual. Y punto. Y basta! -gritaba Débora marcando con dureza cada una de
sus palabras, cada vez más excitada.
-¡Bueno, bueno, calma! -terció Marta, que acababa de llegar-. ¿Que pasa aquí?
-Hemos tenido un mal comienzo esta noche -intervino Tomás apaciguando los
Animos, mientras Daniel y Débora se quedaron calládos-. Llevamos una semana
trabajando duro y estamos un poco tensos, pero tranquilos, amigos, que ahora se
ha terminado el tiempo de los jefes y de los viejos, y entramos en nuestro
mundo, el mundo del sábado Por la noche. i Vamos a pasarlo bien!
-Si, vamos a tomar una copa lo primero, que nos entonardá -sugirió Marta.
-Vale, vamos.
-Por cierto, ¿dónde está Luz? Esta chica está en las nubes, como siempre. El
jueves también llegó tarde. Depués del Planetario se vino con nosotros a la
disco, pero ya no me di cuenta de cuándo se marchó. Desde entonces no le he
vuelto a ver el pelo, ¿en que mundo estará? -anadió Tomás.
-¿Vendra? -dijo Daniel.
-¡Claro! -respondió Marta-, siempre viene, aunque ya sabes cómo es.
-Pero si la esperamos aquí, nos vamos a quedar helados -intervino Débora, que en
seguida nota el frio.
-¿Y si nos vamos andando hacía su casa?-propuso Tomás-. Total, queda de camino
hacía el barrio viejo y vamos a tener que pasar cerca de allí si queremos
tomarnos algo.
-¡Venga! ¡Maar-chen! -bromeó Daniel mientras emprendía el camino marcando el
paso.
-Si, mi capitán -respondió Débora con ironia, y siguió- : Es que estás
desquiciado. ¿Adónde vas ahora con ese lenguaje militarista trasnochado?
-Perdona, Débora -admitió Daniel, con sorprendente humildad-. Si que estoy un
poco desconcertado, me patinan las neuronas, parece que el suelo se me mueve
bajo los pies, y hay momentos en que no me reconozco a mi mismo... Y no lo digo
más...
Bajaron los escalones del porque, cruzaron un par de calles, y se dirigieron
hacía la calle de Luz.

Una carta misteriosa


Cuándo llegaron al portal de su casa lo encontraron abierto y entraron.
-Me parece que vive en el 5.° D, antique no estoy segura -dijo Marta-. Pero
podemos mirar en los buzónes para asegurarnos antes de subir.
-¿A ver? ¿5.° D? Si, ahí es. Son los apellidos de sus padres -comprobó Tomás-.
Por cierto, ahí tiene una carta mal metida en el buzón.
-Sacala y se la subimos -dijo Marta.
Tomás tomó el sobre y subió con Marta en el ascensor mientras los demás
esperaban en el portal. Llamaron a la puerta varias veces, pero no respondía
nadie.
-Que hacemos?
Marta sacó su móvil y se decidió a llamarla: -Luz?... Oye, ¿dónde te has metido?
Te estamos esperando dónde siempre y no vienes. Hemos venido a tu casa, y
nada... Bien... Vale, guapa, allí nos vemos.
»Que se ha ido con sus padres al pueblo, pero que ya viene -le cuenta Marta a
Tomás-. Que vayamos con nuestro plan porque todavía tardará un poco, tiene que
pasar por casa para cambiarse, y que nos encontraremos en la discoteca.
-Pues vamos con los demás.
Llamaron al ascensor para bajar. Al llegar al portal se encontraron a los otros
sentados en los maceteros Iiaciendo bromás.
-Venga, nos vamos, que Luz irá más tarde –dijo.
Tomás señalando hacía la puerta con la mano en la que llevaba el sobre.
Se lo pass a Daniel y le dijo:
-Anda, echalo de nuevo al buzón, ¿para que lo vamos a pasear toda la noche?
Daniel se quedó mirando el sobre, que no llevaba remitente, y le entró
curiosidad:
-¿Quien le habrá escrito a esta, poniendole su nombre a mano, con pluma y con
una letra tan elegante?
-No seas curioso -respondió Tomás.
Daniel siguió mirando el sobre y se dio cuenta de que no tenía dirección, sólo
el nombre, ni tampoco sello, y que estaba con la solapa doblada hacía dentro,
pero sin cerrar.
-¡Ahí va! Esto no lo ha traído el cartero. Alguien se lo ha dejado personalmente
en el buzón, y esta abierto. ¿Y si le echamos un vistazo a ver que le dicen?
-Me muero de ganas exclamó Débora-, pero no se...
Daniel, desechando todo escrúpulo con una mirada de «venga ya, somos amigos,
¿no?», sacó del sobre un folio escrito por delante y por detras con letra muy
cuidada que contenía unos versos. No parecía una carta. También iba sin firmar.
Sólo al principio decía: «Para Luz.». Se puso a mirar y remirar ante la
impaciencia de los demás.
-Esto es un misterio. No es una carta, sino una especie de poema pero raro.
Estoy seguro de que esconde algo en clave. ¿Qué mensaje puede contener?

Daniel
Daniel se puso a observar hasta los más pequeños detalles en busca de algún
indicio. Es lector empedernido de novelas y ensayos sobre extraterrestres,
mensajes encubiertos en lenguajes misteriosos, y supuestas realidades que pasan
ocultas al común de los mortales. Con aquel papel en la mano entró en
trepidacion. Era como en las novelas, pero real.
Iba pensando, cada vez más excitado: «¿Que sistema de codificación habrán
empleado?. Será relevante el valor numérico de las palabras?. ¿Habrá un
algoritmo para calcular las letras que hay que leer en el conjunto?» A toda
velocidad pasaba sus ojos por encima del papel buscando alguna correlación con
algún sistema que le resultase conocido. Al cabo de pocos minutos de ansiedad
galopante grito:
-¡Lo tengo! Por lo menos, me voy acercando. El mensaje tiene exactamente 333
palabras, justo la mitad del numero de la Bestia, que es el 666. ¿Esto será
bueno o malo?
-Si eso es verdad, a mi no me gusta nada este asunto -dijo Débora . Déjalo y
vamonos ya, que estás metiendote donde no debes.
-¡Dejate de supersticiones -gritó Tomás, la Bestia no existe más que en una
imaginación calenturienta! ¿Como es posible que una persona culta pueda hoy
pensar que es real lo que no se ve ni se puede medir?.
-No vayas tan rápido, Tomás -lo corto Daniel-, que ya se hasta el nombre del
autor. Lo he encontrado. Esta vez es el viejo sistema del acróstico.
-¿Quó es eso? -preguntó Marta.
-Pues consiste en escribir mensajes ocultos usando la primera letra de cada
verso o de cada estrofa, si es en pasajes poéticos, o de cada párrafo si son
escritos en prosa.
-Y que pone?
-En el folio hay un poema que, además del encabezamiento «Para Luz», tiene siete
estrofas. Y si miras las iniciales, alucina lo que encuentras:
»P es la inicial « Para Luz».
»E es la inicial de la primera estrofa: «En la mañana... »
»R es la primera letra de la segunda: « Repara en... »
»I es la letra con la que comienza la siguiente: «Intuyes... »
»C es la que esta al principio de la cuarta: « Calmás... »
»L es como comienza la quinta: «Los pajarillos... »
»E es la inicial de la estrofa que sigue: « Escucha... »
»S es la primera letra de -Sean ... », que es como comienza la última estrofa.
»Es decir, como podeis comprobar, le escribe alguien que se llama Pericles.
-Pero ¿conoces a alguien que se llame así, o es un seudónimo? -preguntó Débora.
Todavía no lo se, tendre que averiguarlo -respondió Daniel.

Débora
-Anda, dejame verla -dijo Débora, mientras arrancaba de un tirón el folio de sus
manos-, que no puedo aguantar más sin buscar por mi misma más datos sobre ese
tal Pericles.
Débora iba leyendo en díagonal, con tensión. Recorria aquellos versos en busca
de alguna pista que respondiera a sus intereses: «Quien haya escrito esto ¿es
alguien razonable o es un loco bromista?, ¿es alguien a quien valga la pena
escuchar o un fanatico?, ¿es un tipo legal o un repugnante fundamentalista? ».
Ella tenía bien claro que esos tipos se retratan bien pronto al hablar y al
escribir porque no usan un lenguaje inclusivo sino sexista, o se les escapan
ramalazos homófobos o violentos, o les sale el inquisidor que llevan dentro. Así
que buscó si había algo allí que la inclinara en una a otra dirección. Y lo
encontró sin tardar:
-Un explotador impresentable. ¿Vosotros creeis que se puede añorar la actitud de
los esclavos, siempre atentos a lo que indiquen sus señores, aunque sea con un
leve gesto de sus manos?. Y lo que es peor, explotador de las mujeres. No
soporto que ni en lenguaje poético me presenten al varón como a un rey al que le
conducen una doncella, a la que el ha vestido con todo tipo de lujos, para que
le produzca hijos. ¡Es repelente! Y que considere a las mujeres como un trozo
esbelto de carne a las que mirar calibrando sus contornos. ¡Adónde hemos
llegado!
-Calma, Débora, que esta noche te estás pasando le dijo Tomás, mientras tomaba
el folio de su mano.

Tomás
Lo leyó. Estaba intrigado por el revuelo que el folio había levantado entre sus
amigos, pero estaba convencido de que no podía haber detras ningun poder
sobrenatural ni nada tan raro como lo que se estaba comentando. Tenía que ser
algo más sencillo.
En efecto, al leerlo le pareció bastante vulgar. Eran unos versos que no estaban
mal, pero poesía, sin más. Y el no era hombre de malabarismos del lenguaje, ni
de metáforas que no dicen lo que parece que dicen sino otra cosa. Todo eso son
para el mundos irreales. Puede que sean bonitos, pero están desenganchados de la
realidad. Su única pregunta al leer un papel escrito es que dice y si es verdad
lo que dice, una verdad de las que el llama auténticas, de las que se pueden
medir y comprobar. Pero aquello no le decía nada:
Palabras, palabras, palabras... pero nada -es lo único que comentó . No se sabe
ni quien escribe, ni de qué habla en concreto.
Marta
Mientras tanto, Marta estaba impaciente. Era la única que no había tenido el
papel en sus manos y las conjeturas iban corriendo demasíado rápido por su mente
al ver las reacciones de los demás.
Primero pensó que seguro que Pericles era un nombre simbólico, no el de una
persona real, sino de alguien que quería presentarse diciendo que era como el
famoso gobernante ateniense. A toda velocidad intentaba recordar lo que había
aprendido sobre este personaje en las clases de historia antigua, a ver si sus
datos le cuadraban con alguien conocido.
Recordaba que había vivido en el siglo V a. J.C. y que siendo aún muy joven
logró convencer a la asamblea de Atenas para que, a pesar de la oposicion de la
oligarquía, aprobase una serie de reformás que reforzaban la democracia de la
ciudad. Fue un buen estratega y pacifísta, y se ganó cada vez más el
reconocimiento de sus conciudadanos que lo mantuvieron al mando de la ciudad
durante muchos años hasta el final de su vida.
En su tiempo, el pensamiento y el arte alcanzaron su máximo esplendor en la
Grecia clasíca. Se rodeó de ilustres hombres de letras, dramatúrgos como
Sófocles, historiadores como Tucídides o filósofos como Sócrates. Buscó los
mejores arquitectos y escultores y financió la construcción de varios templos en
la Acrópolis.
Mientras Marta recordaba todo esto, iba pensando: «¿Y que tiene que ver eso con
Luz?. Será un mecenas anónimo que le da dinero para que escriba poesía?. No
creo, no me encaja en la Luz que conozco.» Por más vueltas que le daba, cada vez
le cuadraba menos lo del nombre simbólico. Además, por lo que iban comentando
los otros, aquello era ¡poesía!
En cuanto Tomás soltó el folio, ella lo tomó. Nada más comenzar a leer se dio
cuenta de hasta que punto eran incultos sus amigos. Aquello no era un poema.
Aquello era Biblia. Siguió leyendo, y aquello también era Biblia, pero había
algo que no funcionaba. Parecía poesía amorosa, pero para nada le recordaba a
los pasajes del Cantar de los Cantares que había leído. Desde luego no eran
textos del Nuevo Testamento ni fofmaban parte de los más famosos relatos de la
Biblia hebrea. Le sonaba muy parecido a los salmos, pero no recordaba ningun
salmo así.
Se fue fijando. Reconocía uno tras otro los versos, incluso las estrofas eran de
salmos, pero de salmos distintos. Se fue emocionando, le parecía que estaba
acercandose a la clave para entender aquello. Su experiencia en análisis de
textos antiguos le había ver claro que aquel texto no había sido redactado
originalmente de un tirón por un poeta creativo. El autor había tomado unas
piezas literarias anteriores, que a primera vista parecían todas del libro de
los Salmos, las había sacado de su contexto y las había ensamblado para formar
un nuevo texto, retocandolas adecuadamente de modo muy ligero, para transmitir
su propio mensaje.
El gusanillo de la investigación histórica sobre los documentos y la historia
redaccional de los textos le iba recomiendo por dentro de curiosidad. Pero
necesitaba tiempo y medios. Le hacía falta una Biblia para ir buscando
exactamente de dónde procedía cada verso o estrofa y si había sufrido algún
retoque. Pero no la tenía a mano. ¡Que bien le vendría tener al lado a alguien
que supiera hacer esas tareas con seriedad científica y que le ayudara a
resolver el enigma! Se acordó de su viejo profesor, pero no pensaba que
estuviera dispuesto a entrar en ese juego. Se acordó de Apolo, el vecino de
Débora, que parecía saber un montón de cosas, pero esa noche quien sabe dónde
estaria.
La carta estaba comenzando a romper el plan del sábado. Se habían quedado en el
portal de la casa de Luz discutiendo sobre ella y no llegaban a ninguna
conclusión.
Daniel propuso:
-¿Por que no nos vamos a tomar algo? Ya está bien de seguir discutiendo en un
portal. Además se nos ha pasado bastante tiempo y como llegue Luz y vea lo que
bemos hecho...
Ahí llega -dijo Marta, un poco azorada-. Acaba de pasar por la puerta el coche
de sus padres y están bajando al garaje.
-Vámonos antes de que nos encuentre aquí. Marta dobló cuidadosamente el folio,
lo metió en el sobre, dobló hacía dentro la solapa, como lo encontraron, y lo
dejó sobresaliendo un poco del buzón. Tal y como estaba. Como si no hubiera
pasado nada.
Y se fueron.

... y llegó Luz


Medía hora depués se abrió la puerta del ascensor y salió Luz. Se había duchado
y arreglado a toda prisa, para dar una vuelta con sus amigos. Estaba guapisima.
Encendió la luz del portal y vio un sobre que sobresalia un poco del buzón.
Era para ella. El sobre sólo tenía escrito su nombre. ¿Quien le habría dejado un
mensaje?. ¿Seria una nota de sus amigos sobre el plan de esa noche?. Sacó la
carta y leyó atentamente:

Para Luz
En la mañana te busco,
mi alma tiene sed de ti,
mi carne desfallece por ti,
como tierra desierta y seca, sin agua.

Repara en los ojos de los esclavos


atentos a las manos de sus señores,
y en los ojos de la esclava
mirando a la mano de su señora,
así te miran mis ojos.

Intuyes cuándo me siento y cuándo me levanto.


Desde lejos conoces mis pensamientos.
Camine o descanse, tú lo adviertes,
todos mis pasos lo son familiares.
Mi corazón se agitaba,
sentía punzadas en mis entrañas,
estaba sin sentido, no entendía:
como un borrico delante de ti.
Pero yo estare siempre contigo:
me tomáste con tu mano derecha.

Calmás el fragor de los mares,


el fragor de sus olas
y el tumulto de la gente.
Guárdame como a la niña de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Aunque pase por valles oscuros,
no temo ningún mal, porque tú estás conmigo.

Los pajarillos encuentran sus casas,


y las golondrinas sus nidos,
donde poner sus polluelos.
Dichosos los que habiten en tu casa.

Escucha, hija, y mira, presta tu oído,


olvida tu pueblo y la casa de tu padre:
el rey está prendado de tu belleza.
Radíante de gloria, la hija del rey enjoyada
-de brocados de oro es su vestido,
con bordados de colores-, es conducida ante el rey.
En lugar de tus padres estarán tus hijos;
serán príncipes de toda la tierra.
Hare memorable tu nombre
en todas las generaciones;
te alabarán los pueblos
por los siglos de los siglos.

Sean nuestros hijos como un plantío,


crecidos desde su juventud;
nuestras hijas, como pilares de esquina,
bien talladas como las columnas de un templo.
Estén llenos nuestros graneros,
rebosantes de frutos de toda especie,
nuestras ovejas, a millares,
a miríadas por nuestros campos,
y nuestros bueyes, bien cargados.
Que no haya brecha ni grieta,
ni voz de alarma en nuestras casas.
¡Feliz el que tenga todo esto.
Feliz el que tenga por Dios al Señor!

Leyó y releyó cada vez más emocionada. La había escrito un hombre que tenía una
sensibilidad exquisita, lo que siempre había sonado. Un hombre culto, creyente y
buen conocedor de la Biblia: la tarjeta de su identidad impregnaba hasta el
último verso. De una delicadeza extraordinaria. Se quedaba mirando ese «yo
estare siempre contigo: me tomáste con lo mano derecha». Lo había notado desde
el primer momento. Rompió a llorar:
-Es El, Apolo. ¡Me quiere y va en serio! ¡Quiere que formemos una familia de
verdad! ¡Y si el Señor nos bendice, tendremos hijos, y los criaremos...!
Ahora siento cuanta verdad hay encerrada en aquella historia que nos contaba
Marta el jueves por la noche. El Amor pasa a mi lado y me viene llamando: «Luz,
Luz, ¿dónde estás?»
»Soy feliz, ¡que más puedo esperar de la vida! Soy muy feliz. Soy muy muy feliz.
Soy inmensamente feliz. ¡Gracias, Señor Dios nuestro!

LA PREGUNTA ADECUADA

Se puede leer un libro para evadirse por un rato de las tensiónes en las que uno
se siente atrapado. Pero los libros que gusta saborear y dejan un poso de
serenidad y paz son los que no esconden la realidad transportándonos a mundos
imaginarios, aquellos que ensenan a ser felices en el mundo real en que vivimos.
La Biblia es el mejor de ellos, siempre que se acierte a dar con la clave
adecuada de lectura. Ningun otro ofrece respuestas tan certeras a las preguntas
fundamentales: ¿Cúal es el sentido de mi vida?. ¿Hay algo por lo que valga la
pena vivir?.
Luz se encontró a si misma, con algo que la llenaba de felicidad, porque supo
leer. Si. Algo tan sencillo como eso. Sus amigos habían tenido por delante el
mismo folio, lo habían repasado con detenimiento, pero no se habían enterado de
lo que decía.
Ya dijimos al principio que el proceso de lectura no es la mera decodificación
lineal de los signos escritos. No consiste en descifrar un código oculto. ¡Que
Daniel lo explique lo que sabe de meterse en tremendos quebraderos de cabeza
para no acabar llegando a nada real!
El texto es un universo de referencias, que está abierto a las preguntas que
se le hacen. Puede ofrecer diversas respuestas, dependiendo de las preguntas que
se le hagan. Por eso, las respuestas serán sumamente relevantes si las preguntas
son pertinentes al máximo, es decir, si son las mas adecuadas a lo principal que
el texto puede decir.
Daniel preguntaba al folio que mensaje transmitía mediante códigos ocultos, y
sobre eso aquella carta no tenía nada que decir. Simplemente logró sacar las
curiosidades que la casualidad había querido que se dieran en ella.
Marta le interrogaba acerca de cómo se había compuesto, de dónde procedían sus
piezas, y que estrategia se había seguido para ensamblarlas. Averiguó
algunos datos de interés acerca de cómo se había escrito, pero no logró llegar
mucho mas lejos.
Débora le preguntaba si estaba abierto a la sensibilidad dominante, o era
machista, homófobo o violento. Y quedó muy confundida porque, al servirse de
textos ya escritos procedentes de otra época, el autor no reflejaba en las
palabras su propio pensamiento sobre esas cuestiones.
Tomás permanecía indiferente porque su interés exclusivo por los hechos
concretos, experimentables y repetibles no encontraba nada. Todas estas
preguntas las admitía el papel contenido en el sobre, y para todas tenía alguna
respuesta, aunque sólo fuera negativa. Pero
ninguna de ellas era «la respuesta», porque en el fondo esas preguntas no se
habían interesado por lo mas importante que había sobre el papel: una
declaración de amor.
Sólo Luz acertó a leer la carta haciéndole las preguntas decisivas: ¿Quien me
escribe? ¿Que me esta diciendo? ¿Que le quiero responder? No se entretuvo en
cuestiones que, aunque pudieran responder a alguna curiosidad, eran
irrelevantes. Por eso, sólo ella pudo entender lo que aquellas palabras decían.
Así sucede con la Biblia. Se trata de un libro que es una obra maestra en la
historia de la humanidad, que ha generado un riquísimo «mundo del texto»,
abierto en todas las épocas a multitud de preguntas. Pero no todas las preguntas
que se le han hecho o se le hacen son igualmente relevantes.
La experiencia que tuvo nuestra cuadrilla de amigos en ese fin de semana invita
a reflexionar sobre que tipo de escrito es la Biblia, que es lo mas interesante
que cabe buscar en el, y cual es el mejor modo de hacerlo.
Vamos a pensar un poco.

UNA «CARTA DE DIOS»


Un Padre de la lglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico
Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: una carta de Dios dirigida a su
criatura.
Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que
expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada
Escritura para un cristiano: una carta de Dios. Un mensaje que le hace llegar
quien lo conoce bien y lo quiere, Dios mismo. Un texto escrito por unos hombres
escogidos e inspirados por el Espíritu Santo, que permite establecer en todo
momento una comúnicación con Dios de modo análogo a como una carta es un medio
de comúnicación entre personas.
¡Que alegría da encontrar una carta en el buzón, sobre todo si es de alguien a
quien queremos!. ¡Como nos apresuramos a abrirla y leerla!
Para entender la Biblia se encuentran las mismás ventajas y surgen los mismos
inconvenientes que se plantean para entender lo que dice una carta ordinaria.
Siempre esta al alcance de la mano y es posible leerla, releerla, saborearla y
encontrar mensajes nuevos y estimulantes para todas las circunstancias de la
vida. Pero como se trata de un mensaje expresado con textos escritos hace muchas
siglos, en contextos geografícos, históricos y culturales muy distintos al
nuestro, necesitamos una ayuda para comprender el mensaje que realmente
encierra, ya que de entrada es posible que no conozcamos el paisaje de las
regiones que menciona, ni lo que sucedía cuándo se escribió, ni que pensaba o
como vivia entonces la gente.
Y, lo que es más importante aún, si se quiere captar el mensaje que expresan las
palabras de la Biblia, y no limitarse a entender su significado, es necesario
poner los medios para estar en sintonía con quien habla en ese escrito, que es
Dios mismo. Por eso, se requiere acceder a su lectura con las debidas
disposiciones interiores.
Ahí esta una de las claves más importantes para entenderla. Si la leemos
buscando en ella códigos ocultos, o estudiando si hay reflejos de moldes
culturales primitivos hoy superados, o como si fuera un manual de ciencias
naturales o de historia, o interesandonos por su proceso de composición,
transmisión y recepción, aprenderemos muchas cosas interesantes. Pero no
lograremos captar su mensaje principal. Sabremos cosas sobre ella, pero no la
entenderemos a fondo.
Los libros de la Biblia enseñan la verdad. En ellos se contiene fielmente y sin
error todo lo que Dios quiso que quedara consignado para nuestra salvación, es
decir, para librarnos de todas las esclavitudes que nos atan, especialmente la
del mal y el pecado, y llevarnos a la felicidad perfecta y duradera.
Dios tiene muchas cosas que decirnos para hacernos felices, para ayudarnos a
orientar el camino de la vida, y nos las dice. Es cuestión de que queramos
escucharlo.
Sólo cuándo leemos la Biblia como una carta que Dios nos dirige personalmente, y
nos interesamos por lo que quiere decirnos sin dejar que el lenguaje, los modos
de expresan o detalles anecdóticos nos despisten, escuchamos verdaderamente su
palabra.
La explicación que el viejo rabino hizo a Uriel de lo que le había pasado, a la
luz de lo que esta escrito en la Biblia, tiene bastante razón. Dios sale al
encuentro de cada ser humano: «Adan, Adan, ¿ estás?». A Uriel, una vez
encontrado el marco de referencia, la Biblia le sirvio para encontrarse a si
mismo y dar con aquello que podía reconocer como fundamento de su propia
identidad.
No se trata de un hecho casual. Si hay algo caracteristico de la Biblia, incluso
como obra literaria, es que proporciona un hilo argumental que engarza escenas
aparentemente inconexas y que incluso a veces parecen contradictorias. Al
mostrar la verdad sobre Dios, el mundo y el hombre, la Sagrada Escritura traza
un camino seguro hacía la felicidad plena que, en el fondo, todos deseamos
alcanzar para no perderla nunca.
Sin embargo, encontrar la respuesta verdadera a la pregunta adecuada requiere
cierto esfuerzo de discernimiento y apertura de corazón.
Luz averiguo en seguida quien era el autor de la carta porque cayo en la cuenta
de que las estrofas del poema que contenia la carta procedían del libro de los
Salmos, aunque estaban sacadas de su contexto originario para transmitir un
mensaje distinto, y a partir de ahí pudo reconocer que el autor tenía que ser
alguien que manejase bien la literatura, tuviese un conocimiento adecuado de los
textos biblicos y fuese un hombre de fe como se deducía del conjunto, es decir,
Apolo.
No fue una simple corazonada lo que tuvo acerca del autor y sus intenciones. Los
poetas saben que las corazonadas son hermosas, pero conducen con frecuencia al
abismo.
Así sucede también con la interpretación de la Biblia. Las primeras impresiones
ante un texto, si no se poseen los conocimientos adecuados, pueden arrastrar a
una lectura fundamentalista que, además de errónea, puede ser peligrosa.

Un texto inspirado
La carta de Apolo a Luz no puede entenderla por completo quien no sepa que ya
había « algo» entre ellos. El puro texto escrito sobre un papel viene a aclarar
y formalizar ese « algo» real que ambos percibían. Aunque todo fue muy rápido,
no eran unos desconocidos. Se habían saludado personalmente antes y se había
establecido un diálogo entre ellos mediante palabras y gestos que, cuándo Luz
lee la carta y se ilumina su corazón al captar el mensaje que encierra, cobran
todo su sentido.
Lo mismo sucede con la Biblia. Se trata de un texto que sólo funciona del todo
bien cuándo se deja actuar a ese «algo»que hay entre quien habla a través de
ella, Dios, y el lector. En la larga conversación del viernes por la noche en
casa de Tomás, Apolo había aludído a que la fe cristiana no es una «religión del
Libro» . Esto quiere decir que no tienen su primer ni su último fundamento en un
libro, la Biblia, sino en la vida real, en una relación personal entre Dios
vivo, que sale al encuentro, y cada ser humano que se deja encontrar por ese
Dios bueno que lo busca para hacerlo feliz.
Lo primero y principal es, pues, ese diálogo amoroso que en teologfa se designa
como la Revelación. Se podría decir que Dios se ha complacido en la creación de
cada ser humano, mujer a hombre, y ha volcado en cada uno de nosotros su
capacidad infinita de amar. Dios ha creado todo lo que existe para entablar una
historia de amor. El creador ha dejado impreso el designio de su sabiduría en
las leyes que rigen el universo entero con un orden admirable, y tiene también
un proyecto de amor para cada persona: a todos nos llama por nuestro propio
nombre a ser participes de su luz, de su vida, de su felicidad. La aventura más
apasíonante, y más gratificante, que cualquiera puede emprender es la de
descubrir ese camino personal de amor que conduce a la felicidad.
Dios se ha manifestado medíante acciones y medíante palabras, intimamente
ligadas entre sí, de tal modo que las acciones se expresan con palabras y las
palabras muestran el sentido de las acciones. De este modo se ha ido llevando a
cabo la Revelación de Dios a los hombres, que se ha realizado de modo
pedagógico, poco a poco. Ha comenzado por la creación, ha seguido con la
elección de un pueblo, Israel, con el que ha establecido una alianza y al que ha
hecho depositario de sus promesas, llamadas a extenderse a toda la humanidad, y
ha llegado a su plenitud en la persona de Jesucristo.
Parte importante de esa manifestación de Dios a su pueblo, y de la respuesta del
pueblo a Dios, la constituye la redacción escrita en diversas etapas de unos
textos que testimonian esta acción de Dios y valoran la respuesta de los hombres
a esa invitacion amorosa.
La palabra de Dios se ha configurado y transmitido de modo oral, de boca a boca,
antes de ponerse por escrito. E incluso cuándo esas palabras se escribian,
proporcionaban datos adecuados para valorar a la luz de la fe y para meditar con
la guía del Espíritu Santo los nuevos acontecimientos que se iban presentando,
por lo que se leían y releían, y también iban quedando por escrito esas
relecturas. Dios mismo es, pues, el verdadero autor de esos textos.
Los hombres que en cada momento fueron escribiendo las primeras versiones,
relecturas y actualizaciones dejaron la huella de su estilo personal y sus modos
de expresarse. La labor de todos ellos fue importante, pero no es la decisiva en
el resultado final. Hay personajes relevantes, como Moisés, Isaías, Jeremías,
David o Salomón, por sólo citar algunos, cuyos nombres están sólidamente
asociados a la composición de ciertos libros, como el Pentateuco, textos
proféticos, Salmos o Proverbios. En todos los libros sagrados ha habido un largo
y más o menos complejo proceso de composición. Las discusiones sobre hasta que
punto o que partes de los libros pudieron tener su origen en esos autores son
cuestiones técnicas que estudian los especialistas, pero que en nada afectan a
la fe, ni al contenido, ni a lo más importante de todos ellos. Al fin y al cabo,
Dios es el autor principal que habla en esos libros cuando se leen en la Biblia.
A esos textos se les fue reconociendo una singular autoridad en el seno del
pueblo de Dios, porque en el se va adquiriendo, con la ayuda de lo alto, desde
luego, la certeza de que testimonian los designios de la voluntad divina
manifestados a Israel.
Esos designios se manifestaron en plenitud en la persona y en las obras de
Jesucristo. Por eso, los Evangelios son como el corazón de toda la Biblia, ya
que constituyen el principal testimonio de la doctrina y de la vida del Salvador
del mundo, de la Palabra de Dios hecha carne.
Lo mismo que sucede con la mayor parte de los textos de la Biblia, también los
Evangelios han tenido un complejo proceso de composición hasta alcanzar su forma
actual. En ese proceso es posible distinguir tres etapas:
a) La primera la constituyen los hechos mismos que están en su origen, es decir,
la vida y la enseñanza de Jesús. Todo lo que Jesús hizo y enseñó para la
salvación de todo ser humano ha quedado fielmente expresado en los Evangelios.
b) Una segunda etapa la constituye la predicación oral de los apóstoles. Ellos,
después de la ascensión del Señor a los cielos, explicaron lo que Jesús había
dicho y hecho a la luz de su resurrección y con la ayuda del Espíritu Santo, que
les abrió el entendimiento para que conocieran y expresaran plenamente la
verdad.
c) Por ultimo, tuvo lugar la puesta por escrito de los cuatro Evangelios. Los
autores sagrados los redactaron seleccionando entre los muchos recuerdos que se
transmitían de palabra o por escrito, sintetizándolos, organizándolos y
explicándolos de modo adecuado para comunicar la verdad acerca de Jesús.
También se escribieron en ese tiempo otros libros sobre la actividad de la
Iglesia en sus comienzos, así como cartas y epístolas, dirigidas a iglesias
particulares o a personas, pero con un valor universal.
En tiempo de Jesús y entre los primeros cristianos se respetaba la autoridad de
los libros sagrados recibidos en la tradición de Israel y también la de aquellos
que, de un modo análogo a lo que había sucedido en los siglos anteriores, se
fueron escribiendo en esos momentos para dejar testimonio de la vida y enseñanza
de nuestro Señor, así como de la actividad y la fe de los apóstoles. Esto es
debido a que a todos ellos se los reconocía como « inspirados» por el Espíritu
Santo (2 Tim. 3, 14; cfr. 1 Pe. l, 19).
Los libros de la Biblia son, pues, textos escritos en el seno del pueblo de
Dios, que se ha hecho universal en Jesucristo, en los que se expresa ese diálogo
amoroso de Dios con los hombres y que invitan a implicarse a fondo en esa
conversación personal.
En ellos se contiene esa historia de amor que Dios ha querido entablar con todo
ser humano. Por eso es el lugar más adecuado para que cada uno busque ese
proyecto amoroso que el Señor ha diseñado para el. La aventura más apasionante,
y la que ofrece mejor recompensa, que cualquiera puede emprender es la de
descubrir ese camino personal de amor que conduce a la felicidad, y las etapas
de esa aventura se van desvelando en el diálogo personal con el en torno a lo
escrito en los textos bíblicos.
Sólo quien se acerca a ellos con estas disposiciones comparte ese «algo» que
permite captar la plenitud de sentido al leer la Biblia. Los demás lectores
pueden encontrar bastantes cosas que les interesen en su lectura, como Daniel,
Marta, Débora y Tomás pudieron entender algo en la carta de Apolo, pero no
captaron lo fundamental, el sentido pleno de sus palabras.

Libros canónicos y libros apócrifos


Una de las cuestiónes que Daniel había planteado a Fernando cuándo se quedaron
charlando en los comedores universitarios era la de la «selección» que se
realizó entre los muchos textos escritos que circulaban en la Iglesia primitiva,
como también había sucedido con los libros utilizados por los judíos de aquellos
tiempos. A unos se les reconoció un valor y una autoridad relevantes y se
incluyeron en la Biblia, mientras que otros fueron rechazados y bastantes de
ellos han desaparecido.
Esa selección no es una acción represiva orientada a imponer a toda la Iglesia
las opiniónes particulares de algunos poderosos, como decía Daniel que había
leído en un libro. Se trata de un proceso natural en el pueblo de Dios que, como
un cuerpo vivo, detecta espontaneamente los elementos extraños que encuentra en
su seno y expulsa lo que no contribuye a su salud sino que es como un foco de
infección.
Entre las actividades importantes del pueblo de Israel y de la Iglesia
primitiva, como de toda sociedad culta, estaba la composición de textos escritos
de carácter jurfdico, literario, familiar o religioso.
A algunos de esos textos se les reconoció, como hemos dicho hace poco, una
singular autoridad, ya que oírecen un testimonio inspirado por el Espfritu Santo
de los designios de la voluntad divina manifestados a Israel.
Pero también había muchas otras obras literarias de diversos generos que eran
fruto de la imaginación de gente ingeniosa, o instrumentos de propaganda
compuestos en grupos sectarios para justificar sus ideas, que podían ser buenos
o malos, divertidos o aburridos, pero en los que el pueblo no percibia un
reflejo genuino de su fe ni de la acción de Dios que habían experimentado. Estos
libros son los que se llaman apócrifos. Muchos se han perdido, porque era caro
copiarlos y no compensaba, y algunos se han conservado. Sirven para asomarse a
las fantasías populares de gentes sencillas, pero no esta en ellos la palabra de
Dios.
En ese proceso de discernimiento acerca de los libros ante los que se requeria
tener un respeto sagrado fueron surgiendo dudas en algunos grupos particulares
acerca de libros concretos.
Por ejemplo, entre los judíos que vivfan en Judea o Galilea hubo dudas acerca de
los libros que circulaban en una lengua distinta al hebreo o, eventualmente,
arameo, en algunos pasajes. Por ese motivo no tomaron en consideración libros
como el de la Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, Judit, Tobías o Macabeos, de los
que sólo manejaban ejemplares en griego, ya porque habían sido escritos
originalmente en esa lengua (como el de la Sabiduría, Judit o el segundo de los
Macabeos), ya porque se habían traducido y no conocfan el original. Así sucede
actualmente en el judafsmo, sólo se reconoce un valor autoritativo en diversos
grados, segun se trate de la Torá, los Profetas o el resto de los Escritos, a
los libros contenidos en la Biblia hebrea.
En cambio, los primeros cristianos incluían en sus Biblias todos esos libros,
tanto los escritos originalmente en hebreo como los que estaban en griego, y a
todos reconocfan el mismo valor sagrado. Y también a aquellos libros como los
Evangelios, Hechos de los Apóstoles, Cartas apostólicas y Apocalipsis, escritos
por cristianos, a los que también consideran «Escritura».
Es más, puesto que en Jesús se cumple en plenitud el designio salvífico de Dios
contenido en la Sagrada Escritura, con los libros que hablan de el y de la
configuración de la Iglesia por él instituida, se cierra el canon de la
Escritura, es decir, la lista de libros sagrados, aquellos escritos bajo la
inspiración del Espíritu Santo y en los que es posible encontrar la genuina
palabra de Dios que sale al encuentro del hombre para hacerlo feliz.
También hubo en ciertos lugares, o en comúnidades cristianas particulares, dudas
acerca del carácter sagrado de algunos de esos libros, como la Epístola a los
Hebreos, la de Santiago, la de Judas (Tadeo, no Iscariote, como es bien sabido),
la segunda de Pedro, la segunda y la tercera de Juan y el Apocalipsis. A estos
libros se los llama a veces deuterocanonicos porque se tardó un poco más en que
la Iglesia tanto de Oriente como de Occidente alcanzara la unanimidad en
reconocerles esa autoridad canónica. No obstante, en el siglo IV ya son
considerados canónicos en todas las listas oficiales de libros sagrados.
La lista completa de libros de la Sagrada Escritura, o canon, comprende 46
libros del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento, que son los siguientes:
Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, los dos
libros de Samuel, los dos libros de los Reyes, los dos libros de las Crónicas,
Esdras y Nehemías, Tobías, Judit, Ester, los dos libros de los Macabeos, Job,
los Salmos, los Proverbios, el Eclesiastés, el Cantar de los Cantares, la
Sabiduría, el Eclesiástico, Isaías, Jeremías, las Lamentaciones, Baruc,
Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonas, Miqueas, Nahum, Habacuc,
Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías, para el Antiguo Testamento; los Evangelios
de Mateo, de Marcos, de Lucas y de Juan, los Hechos de los Apóstoles, las cartas
de Pablo a los Romanos, la primera y segunda a los Corintios, a los Gálatas, a
los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses, la primera y la segunda a los
Tesalonicenses, la primera y la segunda a Timoteo, a Tito, a Filemón, la carta a
los Hebreos, la carta de Santiago, la primera y la segunda de Pedro, las tres
cartas de Juan, la carta de Judas y el Apocalipsis, para el Nuevo Testamento.
En las Biblias protestantes, a los deuterocanónicos, es decir, a los libros del
Antiguo Testamento que se han transmitido ordinariamente en griego y a los del
Nuevo Testamento que tardaron algo más en ser reconocidos en todas las iglesias,
se los llama apócrifos y no se les reconoce un valor canónico. Para evitar
confusiones, a los libros apócrifos (es decir, aquellos a los que nunca se ha
reconocido un carácter sagrado) los denominan seudoepígrafos porque con
frecuencia su autoria se atribuye falsamente a un personaje importante, cuyo
nombre utilizan para arrogarse su autoridad. Es el caso, por ejemplo, de los
llamados Evangelios de Tomás, de Felipe, de Pedro o de Andrés, que nada tienen
que ver con las figuras históricas de esos apóstoles.

Un libro, no una biblioteca


La Biblia, ya se ha dicho, ha sido escrita por unos hombres escogidos por Dios
que han puesto en ejercicio todas sus facultades y talentos al prestar su
contribución personal en la composición de esa Gran obra literaria inspirada por
el Espíritu Santo. El proceso de su redacción ha sido largo y complejo. Han
intervenido muchos autores en diversos momentos de la historic del pueblo de
Dios a lo largo de casí un milenio, y sus aportaciones a la obra final son muy
variadas en extensión y en contenido.
También el proceso de recepción de esos escritos por parte de Israel, en primer
lugar, y de la Iglesia, posteriormente, ha sido largo. Poco a poco se fueron
completando los diversos libros que, a su vez, iban siendo incluidos en unas
colecciónes más amplias: Pentateuco, Profetas, Escritos, Evangelios, Cartas
apostólicas, etc.
En algunas obras de divulgación biblica suele decirse, y con razón si se atiende
al proceso histórico de Ia fi,jación del Canon de los Libros Sagrados, que la
Biblia es una biblioteca, clasíficada en dos grandes apartados (el Antiguo y el
Nuevo Testamento) con sus respectivas divisiones internas, constituida por
muchos libros.
Sin embargo, hablando con mayor propiedad, desde un punto de vista literario y
teológico se puede decir que la Biblia es un sólo libro, dividido en dos grandes
partes que, a su vez, están constituidas de numerosos elementos. Puede parecer
lo mismo de antes, pero no lo es.
La Iglesia no ha recibido la Sagrada Escritura como una colección de libros
independientes entre si, de modo que cada uno se pueda entender por si mismo al
margen de los demás. La fe católica entiende la Biblia como una unidad en la que
resuenan distintas voces con diversos acentos. El mensaje de la Biblia tiene una
profunda unidad que integra muy diversos matices sin destruirlos. Unidad que se
construye sobre la variedad, y que no es uniformidad.
Esa Gran variedad de estilos y de interpretaciónes manifiesta la inagotable
riqueza de un mensaje coherente y unitario que sólo es posible apreciar con toda
su riqueza a la luz del misterio pascual de Jesucristo, es decir, de su pasíón,
muerte redentora y resurrección. Los textos del Antiguo Testamento alcanzan su
plenitud de sentido a la luz del Nuevo Testamento, y este, a su vez, está
latente en el Antiguo y no se puede entender del todo si no se tiene en cuenta
lo que se dice en aquel. Por eso ambos son inseparables.
Esto lo entenderán bien quienes sean aficionados a las novelas de intriga. ¿Que
sucederia si cayera en sus manos una novela de Agatha Christie a la que hubieran
arrancado el último tercio de sus páginas? Se podría leer con gusto el trozo que
se tiene, pero al terminar los capítulos de los que uno ha podido disponer es
casí seguro que no se podrian resolver las dudas del lector acerca de quien fue
el asesino. Muchos personajes serian sospechosos, pero no se tendrian los datos
para llegar a una solución definitiva. Por otra parte, si alguien leyera sólo
las páginas que habían sido arrancadas del final de la novela, conoceria el
desenlace de la trama, pero dificilmente podría encontrar el sentido de muchas
de las cosas que se dicen.
La razón es que, aunque la novela estuviera dividida en capítulos, cada uno de
ellos no es independiente, y sólo se puede entender correctamente fue colocado
por la autora dentro del conjunto.
Algo análogo sucede con la Sagrada Escritura, tal y como la Iglesia la ha
recibido. No se trata de una yuxtaposición de textos, sino de una colección de
ellos armónicamente estructurada, en la que cada uno sólo se entiende a fondo
atendiendo al conjunto de la Biblia y al lugar que ocupa en ella.
Es dificil que pueda resonar la plenitud de la palabra de Dios en el Antiguo
Testamento si se prescinde del Nuevo, porque ante el lector se abren tantas
posibilidades de sentido que no es posible dilucidar lo que son meros
significados ocasíonales que aparecen en el texto y lo que Dios quiere revelar
en el. El sentido sólo se puede alcanzar cuándo se posee el conjunto de la
Revelación, ya que todas las etapas anteriores constituyen una preparación
progresiva para la plena autocomúnicación de Dios a los hombres realizada en
Jesucristo.
Por otra parte, no se acaban de entender del todo afirmaciónes esenciales del
Nuevo Testamento, como por ejemplo «Jesucristo es Señor» (Flp. 2, 11), si no se
sabe lo que significan los terminos Cristo (« Mesías», Ungido») y Señor. Y para
esto es imprescindible el recurso al Antiguo Testamento.
Ciertamente, desde un punto de vista estrictamente literario, es licito leer
cada libro por separado. Y estás lecturas son por lo menos tan interesantes como
la de cualquier otra obra literaria de la Antigiiedad. Sin embargo, sólo captard
la plenitud del mensaje que Dios transmute por medio del texto el lector que
realice una lectura catolica, esto es, universal, abierta al conjunto coinpleto
de la Escritura y de la fe de la Iglesia.
La Biblia ha llegado a ser comprendida como Sagrada Escritura en el seno de la
Iglesia, y sólo en relación con el misterio de la Iglesia se puede penetrar en
el misterio de la Escritura.

EXPLORANDO LA BIBLIA
La Biblia es un libro que aúna muy diversas situaciones y experiencias,
especialmente de lo que afecta a lo más hondo del ser humano, su relación con
Dios, en un conjunto que en si mismo tiene y confiere un sentido que asume,
supera y explica un conglomerado aparentemente heterogéneo de vivencias.
Se trata, pues, de un entramado de bloques literarios, cada uno con sus
características peculiares, ensamblados en el conjunto unitario y significativo
del gran proyecto amoroso de Dios sobre el ser humano.
Ayuda mucho a entender la Biblia tener una cierta visión de conjunto de su
contenido. Así sabe cada uno en que marco literario y de significado se encuadra
el pasaje o el libro que esta leyendo. Para facilitar esos primeros puntos de
referencia vamos a dar un paseo por los grandes bloques de libros que la
integran, señalando en cada caso alguno de los datos relevantes acerca de lo más
importante que se puede encontrar en cada uno de ellos.

Instrucciones de funcionamiento
El primer gran bloque con personalidad propia dentro del conjunto de la Biblia
es el denominado Torá o Pentateuco, y consta de cinco libros: Génesis, Éxodo,
Levítico, Números y Deuteronomio.
Ese bloque constituye en sí mismo una obra literaria bien definida, en la que se
integran elementos muy variados, como expresiones en lenguaje mítico sobre los
orígenes del mundo y del hombre, sagas, tradiciones tribales, listas
genealógicas, normas de culto o códigos legales, plenamente integrados en una
trama argumental unitaria.
La narración comienza con la «historia de los orígenes» que se cuenta en los
once primeros capítulos del Génesis. Tras ese grandioso pórtico entran en accion
unos personajes concretos, el primero de los cuales es Abraham. Se le hacen unas
promesas, una descendencia numerosa y la posesión de una tierra, que se espera
que se cumplan a lo largo del relato. El desenlace, lentamente, se va
aproximando. La descendencia de Abraham, Isaac y Jacob se ha multiplicado en
Egipto. El pueblo que es liberado de la esclavitud de Egipto y censado en el
desierto es muy numeroso. Esa muchedumbre se dirige hacía la tierra prometida y
cuándo tras muchas peripecias están a las puertas de ese territorio y parece que
se acerca el momento del cumplimiento de la promesa, el Pentateuco concluye
dejando en suspenso el final de la narración.
Desde el punto de vista de la estrategia redaccional, el hecho de que el final
quede abierto tiene una Gran fuerza expresiva. Constituye un golpe de efecto que
impide al lector concluir su lectura con sosiego, con la serenidad de quien se
ha informado de una historia que le interesa, pero le queda lejos, acontecida en
el pasado y concluida hace mucho tiempo. Por el contrario, ese relato
aparentemente inconcluso genera cierta inquietud a quien esperaba un final feliz
con el cumplimiento de las promesas divinas. De algún modo, el propio lector se
ve arrastrado por la corriente de esa narración abierta. En ella encuentra un
anticipo de lo que esta viviendo personalmente, que le oírece elementos para
reflexionar acerca de sus orígenes y lo invita a reencontrarse consign mismo y
con la razon de ser de su vida. Y esa narración, como su propia vida, aiin
aguarda su desenlace definitivo.
Esta primera parte de la Biblia posiblemente se terming de componer en la forma
que nos ha llegado durante el siglo IV a. J.C., cuándo la tierra de Israel
estaba integrada en las provincias del Imperio persa. Constituyó un punto de
referencia legal para la organización de la vida religiosa y civil del pueblo
judío en ese territorio durante bastante tiempo, por lo que también se conoce a
esos libros como «la Ley» -con esa denommación, Ley de Dios o Ley de Moisés, se
los ha designado con frecuencia desde la Antigtiedad.
En ella se contienen los primeros fundamentos de muchas normás que la vida
cristiana ha asumido y completado manteniendo el espíritu «del principio».
Algunas de las leyes que se fundamentan en el designio original de Dios sobre el
mundo y el hombre pueden resultar impopulares o chocar con la legislación
vigente en algunos paises, como es el caso del matrimonio indisoluble entre un
hombre y una mujer, que en la práctica plantea no pocos problemas y suscita
inquietudes: ¿puede la Iglesia descalificar leyes aprobadas por procedimientos
democráticos en una sociedad pluralista? ¿No es un abuso que pretenda imponer
sobre las conciencias de personas responsables de sus actos la indisolubilidad
del matrimonio?
A nadie le gusta que le impongan leyes. Por eso, hablar de la Ley de Dios parece
que no tenga hoy ningun atractivo, y menos para un cristiano que puede ver en
esas leyes y decretos del antigun Israel una etapa de legalísmo superada por la
razón y la ley suprema del amor promulgada por Jesús.
En una primer, impresión parece que las leyes, y alguno diria que, sobre todo,
las religiosas, ponen barreras a la libertad y al desarrollo espontaneo de las
tendencias personales. Atarse a ellas seria como cerrar las puertas a la
racionalidad, dejarse amarrar sin sentido, cuándo una personalidad madura
requiere buscar soluciones creativas y convincentes a las cuestiónes que se
vayan suscitando en cada momento.
Sin embargo, la propia experiencia demuestra que dar rienda suelta a la propia
intuición no siempre produce los mejores resultados.
Quien más, quien menos, tiene experiencia del manejo de un ordenador. Con muy
poca práctica y algo de intuición casí todo el mundo es capaz de asomarse a
cualquier programa corriente de tratamiento de textos o de navegación por
internet. Cualquiera puede hacer bastantes cosas con lo que ha aprendido por si
mismo, depués de algunos tanteos. A partir de ahí, todo parece cuestión de
ponerse a trabajar. Bien es verdad que hay gente a la que de vez en cuándo se le
bloquea la maquína, pierde información, o no sabe que hacer si entra en un
program, configurado por otro de modo algo distinto al que el esta acostumbrado
a utilizar. En cambio, no faltan quienes tienen la experiencia de estudíarse un
manual de un program, determinado. Aunque el program, se conociera y manejase
desde hace tiempo, se descubren propiedades insospechadas que permiten sacar un
rendimiento mucho mayor. Y también se cae en la cuenta de que muchas supuestas
averias que preocupan a otros son en el fondo ingenuidades de novato. Es verdad
que estudíar un manual requiere esfuerzo y paciencia. Pero ¿alguien razonable
diria que ajustarse a esas normás de uso coarta su libertad y creatividad en el
use del ordenador?
Hay leyes, como las incluidas en el manual de uso de un program, informatico,
que son ]as instrucciones preparadas por quien ha diseñado el producto, conoce
hasta el fondo su modo de funcionamiento y virtualidades, y desda ayudar al
usuario a emplearlo de modo confortable, sin problemas y a pleno rendimiento.
Precisamente en esa linea, la sensibilidad religiosa del pueblo hebreo ha
encontrado en la Ley de Dios una dimensión que va mucho más allá de una
normativa que ayuda a lograr una organización razonable de la convivencia.
En la tradición judía se conoce al Pentateuco con el nombre de Torá, palabra que
aunque suele traducirse por «Ley», significa sobre todo «enseñanza». En efecto,
la Ley de Dios es una ley singular: no es una colección de prescripciones
arbitrarias, ni un conjunto de normás emanadas de los líderes religiosos de
Israel o de la Iglesia para reforzar su poder, sino un «manual de instrucciones»
sobre el funcionamiento del ser humano, de la sociedad y de la naturaleza, que
tiene su origen en el Creador del mundo y del hombre.
En ese «manual» no sólo se proporcionan normás de uso, sino las razones que
están en la base de esas normás. Es decir, no se imperan arbitrariamente unas
normás, de modo que las cosas pasen a ser buenas o malas por estar mandadas o
prohibidas: justamente al contrario, se mandan o prohiben ciertas conductas,
precisamente porque «son» buenas o malas para el hombre, le acercan a su
felicidad plena o le alejan de ella. Por eso el Pentateuco se remonta a lo más
profundo en la realidad de las cosas, a los orígenes.
Comienza por la creación del ser humano y explica la constitución intima de su
ser, a imagen y semejanza de Dios, pero con una naturaleza herida por el pecado
desde los primeros momentos. Trata de los orígenes de los pueblos y sobre todo,
del pueblo elegído por el Señor para manifestarse a él. Queda constancia del
cuidado providente de Dios, que no abandona a Israel en la esclavitud de Egipto.
Dios y su pueblo quedan ligados por una Alianza, y el Señor muestra con una
reiteracion conmovedora hasta es capaz de llegar su paciencia, amor y
fidelidad. Todo ello expresado con un lenguaje singular, que requiere un
esfuerzo conocer, pero que esta lleno de expresividad. En ese mundo rico en
evocaciones del pasado y lleno de ensenanzas para el momento actual nos
introduce la lectura del Pentateuco.

El porqué de los fracasos


En la Biblia hebrea, la Torá o Pentateuco va seguida por los Nebi'im risonim
(profetas anteriores), esto es, un conjunto integrado por los libros de Josue,
Jueces, 1 y 2 Samuel y 1 y 2 Reyes, en los que se muestra el modo en que el
pueblo elegído ha ido respondiendo a Dios desde su entrada en la tierra
prometida hasta la cautividad de Babilonia. Es la continuación lógica del hilo
narrativo del Pentateuco. Esta nueva serie fue escrita, sin embargo, antes del
Pentateuco y su redacción responde a otra situación histórica.
Cuándo las tribus israelitas se instalaron en la tierra de Canaan a finales del
Segundo milenio a. J.C. tenian la certeza de que Dios mismo les había dado en
posesión esa tierra hermosa y fértil, y estaban convencidas de que les aguardaba
un futuro estable y feliz. Pero no fue así. No les faltaron conflictos graves
con sus vecinos. Afrontaron tensiónes y divisiones internas que llevarón a que
su territorio se dividiera en dos reinos a la muerte de Salomón. Uno de ellos,
el situado más al norte, se llamó Israel, y el otro, en las regiones del sur,
llamado Juda.
Pero lo más doloroso llegó en el año 722 a. J.C. para el reino de Israel. Los
asírios lograron imponerse sobre ellos, conquistaron su capital, Samaría, y
dispersaron su población muy lejos de su tierra, por todos los rincones del
Próximo Oriente. Y en el 587 a. J.C. le sucedió algo parecido a Juda, cuándo los
ejercitos de Nabucodonosor se apoderaron de Jerusalén, saquearon sus tesoros, y
se llevarón deportados a Babilonia a los grandes personajes del pueblo.
Estos acontecimientos habían dejado una sombra de decepción e incredulidad en la
fe del pueblo. Fácilmente habrían podido sentirse humillados y pensar que Dios
no había cumplido las promesas hechas a sus padres. ¿Eran más poderosos los
dioses de Babilonia que el Señor, de quien habían oído que saco a sus padres de
Egipto?
También en los libros de la Biblia se habla de esos momentos de crisis
encontramos puntos de referencia a la hora de buscar el sentido a lo que nos
pasa ahora.
En efecto, desde hace años, en el ambito del pensamiento se asíste al transito
de la « modernidad», la cultura construida sobre la busqueda racional de la
verdad, a la ,posmodernidad», una percepción del mundo en que se vive con la
sospecha de que no hay una verdad que lo sustente, sino sólo modos diversos de
interpretar unos fenómenos complejos.
En la vida de cada día se percibe la sustitución de unos criterion tradicionales
de comportamiento en sociedad (las normás de cortesia, el aprecio por la familia
o la fidelidad conyugal, el arraigo de fiestas religiosas como la Navidad,
Semana Santa o Pascua en la vida social, o el respeto al prójimo y a las
instituciones sociales, por ejemplo) por un estilo de vida en que cada uno se
siente libre de hacer lo que espontaneamente le apetezca, siempre que no
produzca un daño fisico a la naturaleza ni haga violencia a las personas.
Algunos reclaman incluso tal radicalidad de autodeterminación que ni siquiera
están dispuestos a mantenerse dentro de esos amplíos margenes. El 11-S o el 11-
M, por sólo mencionar don acontecimientos terrorificos de proporciones
gigantescas, son hechos significativos de que algo esta cambiando, y muy
rapidamente, en el mundo.
Aún nos encontramos demasíado cerca de esas tragedías como para aventurarnos a
dar un diagnóstico certero de la situación y los modos de afrontarla. Pero
comienza a percibirse que se esta produciendo en nuestro mundo una
transformación mucho más honda y radical de lo que aparece a una mirada
superficial. No falta quien dice que no estamos en una época de cambios, sino en
un cambio de época.
Como todos los procesos históricos, esto no sucede de la nocbe a la mañana, sino
que lleva su tiempo. Pero hay sintomás de que una civilización, con una fuerte
inspiración cristiana en su origen y una extensión que ha llegado a ser casí
universal, se desmorona y deja paso a otra de fundamentos aún vacilantes.
Nuestros mayores recuerdan, y tal vez anoran, aquellos años en que la
convivencia social se movia de ordinario en un ambiente cristiano. Al comprobar
la magnitud de los cambios que se están produciendo, alguno podría preguntarse:
¿Es que Dios ya no esta con nosotros?. ¿Son más poderosos que el los dioses de
no pocos de nuestros contemporaneos, el dinero, el sexo trivial, el relativismo,
las influencias, pues parece que están ganando la batallá de la cultura?
Las grandes crisis culturales, sociales o religiosas son siempre momentos de
reflexión. Es tiempo de análisis a fondo de lo sucedido, de valoracion, de
asumir los posibles errores y construir el futuro con un rumbo adecuado.
La crisis que siguió a la caida de Jerusalén ante las tropas de Nabucodonosor y
el posterior destierro a Babilonia de los grandes líderes del pueblo judío
supuso para ellos una prueba de grandes dimensiones, no menor que la que
actualmente sufre la cultura cristiana. Pero en esos momentos de enormes
dificultades, el Espíritu impulsó a una reflexión ponderada que condujo a
repensar con profundidad la historia inmedíata y los verdaderos orígenes de lo
que sucedía.
En ese contexto se compusieron los libros de Josue, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2
Reyes, que componen la historia llamada «deuteronomista», porque en todos ellos
se realiza una valoracion de lo sucedido a la luz de la ley contenida en el
libro del Deuteronomio.
Al meditar esa historia comienza a brillar la luz que clarifica y permite
atisbar soluciones y salidas a esa crisis: la promesa de la tierra no había sido
hecha a sus antepasados de forma absoluta, sino condicionada al cumplimiento de
lo pactado en la Alianza que Dios había establecido con ellos. Si habían
sobrevenido esos grandes problemas era porque el pueblo había sido infiel a lo
pactado, no habían cumplido los mandamientos y preceptos de la ley. Y sólo en el
retorno a la fidelidad al Señor radicaba la posibilidad de que cambiase la
situación y se abriera el camino para la esperanza.
Una lectura detenida de los libros biblicos que constituyen la «historia
deuteronomista» puede dar luces para la reflexión de cada uno sobre lo que
sucede en la sociedad y en su propia vida, ayudar a reconocer las infidelidades,
los olvidos de Dios, la falta de atención había sus mensajeros; y a rectificar y
reemprender el camino con esperanza.

Repensar la vida
La experiencia y la reflexión sobre la desgracia del destierro impulsaron la
recopilación de palabras y escritos de unos personajes singulares, que tuvieron
una aportación decisiva en el pueblo de Israel. Son los profetas.
Los primeros «profetas» eran personas que acostumbraban a vivir cerca de algún
lugar de culto y se mantenian de las limosnas. Llevaban una vida sobria, y
solían vestir con un manto de piel de algún animal sobre una túnica sujeta con
un ceñidor de cuero.
En los inicios de la monarquia, algunos de ellos fueron elegidos por el Señor
para orientar a los reyes acerca de la voluntad divina, o ayudarles a reconocer
sus pecados para que hicieran penitencia. Entre ellos, Samuel, Natan y Gad
tuvieron una función importante en la ascension al trono de Satil y David, así
como en el reinado de este último.
Algo más adelante, durante el reinado de Ajab de Israel, aparecen en escena
Elias y Eliseo. Ambos desarrollaron su actividad profética en el reino del norte
durante el siglo IX a. J.C. En los libros de los Reyes se insiste en que sus
palabras, así como las de todos los verdaderos profetas y hombres de Dios, se
cumplen puntual e inexorablemente, aunque haya pasado mucho tiempo desde que
fueron dichas. En esta forma de presentar la historia subyace la certeza de que
la palabra de Dios, pronunciada por medio de los profetas, gufa y dirige la
historia de Israel con toda su divina eficacia.
En el siglo VIII a. J.C. aparecio un nuevo tipo de profetas que suscitaria el
asombro de la gente, y que encontraron muchos problemas para cumplir su misión.
Se trata de personas que han recibido una vocación divina, una misión de Dios a
la que deben responder.
Estos hombres procedían de diversos lugares, y eran de distinta condición y
cultura. Amos fue pastor, Isaías trabajaba en la corte, Jeremías y Ezequiel Gran
sacerdotes. Dios los elegía y les comúnicaba su espfritu para hablar en su
nombre, para promover la fidelidad a la Alianza frente a la tentación del
paganismo y para defender a los debiles en nombre de la justicia divina.
La predicación de estos profetas fue recogida y se fue poniendo por escrito, ya
por ellos mismos, ya por sus discípulos. Se conserva en los llamados Libros
Proféticos.
En una primera aproximación se podrían situar Amós y Oseas en el reino del
norte, e Isaías y Miqueas en el Sur, durante el siglo VIII a. J.C. Nahum,
Sofonías, Habacuc y Jeremías entre el vii y el vi a. J.C. Ezequiel escribe en el
destierro, en el siglo VIa. J.C. De la época persa son Ageo, Zacarías y
Malaquías. Y de época más tardía, difícil de determinar, Joel, Abdías y Jonds.
El libro de Daniel fue escrito probablemente poco antes del año 165 a. J.C.
En todos los casos, aunque con diversos matices, la doctrina predicada por los
profetas se centró en la defensa de la fe en el único Dios, un Dios Santo y
trascendente; el rechazo del pecado, como causa del apartamiento de Dios, y la
necesidad de comportarse con rectitud; la esperanza de salvación que Dios ha
prometido y que llegaría por medio del Mesías salido de un resto fiel del
pueblo.
Los profetas no eran «adivinos» ni magos, sino hombres de Dios que, con la ayuda
que el Espíritu les concedía, valoraban los acontecimientos en su justa
perspectiva, a la luz de los planes del Señor. Llamaban a repensar lo que se
estaba haciendo y a rectificar lo que fuera necesario cambiar. Invitaban a
realizar esa transformación interior que conduce a la serenidad y la paz que
tiene el que vive de acuerdo con los designios de Dios.

Cuándo uno se siente sólo


Durante la dominacion babilónica sobre Judá que siguió a la conquista de
Jerusalén en el siglo VI a. J.C., y en los siglos posteriores, bajo el dominio
persa, se vivieron momentos muy difciles para la fe del pueblo que quedó en
Judea. Las magníficas construcciones del Templo, sus utensilíos, el altar, las
ceremonias de culto, todo había quedado reducido a ruinas, lo mismo que las
murallas de Jerusalén y los edificios más emblematicos de la ciudad. Parecía que
el Señor se había marchado, y sólo quedaba una tierra desolada y sometida por la
que vagaban gentes sin esperanza.
En algunos aspectos, esa impresión puede ser compartida por los cristianos de
hoy. Una mirada puramente fenomenológica a la realidad en que vivimos podría
inducir a pensar que nuestra existencia se desarrolla en un mundo casi ateo, en
un mundo donde se están desvaneciendo las huellas de un Dios personal y
providente que, mal que bien, las viejas tradiciones, costumbres e instituciones
permitían atisbar.
Parece que el hombre puede vivir sin Dios, pues el desarrollo de la técnica, de
la medicina y en general de la investigación científica, ha resuelto gran parte
de los problemas que agobiaban a nuestros antepasados y hay una fe casi ciega en
el ilimitado progreso de la ciencia. Y muchos viven como si Dios no existiera, o
por lo menos, estuviese callado y lejano, ajeno a los problemas de los hombres.
En esa situación, vale la pena seguir empeñándose en ser coherentes con las
creencias recibidas?
La gente sencilla de Juda y Jerusalén, aquellos que nada tenían, ni siquiera
instrucción técnica alguna, hasta el punto de que las tropas de Nabucodonosor no
se molestaron en desplazarlos de su tierra, como hicieron, en cambio, con los
personajes que podían ser influyentes, sino que los dejaron abandonados a su
suerte en medio de las ruinas del Templo y de la Ciudad Santa, sufrieron la dura
experiencia de ese aparente «silencio de Dios» . Pasaron los momentos trágicos
del asedio y las deportaciones, y después vino el tiempo de la soledad y el
abandono. Tristeza y abatimiento que también soportaron, de otro modo, los
deportados junto a los canales de Babilonia.
Sin embargo, el Señor no se había olvidado de su tierra y de su gente y tras un
cierto tiempo de oscuridad, la luz comenzó de nuevo a abrirse paso.
Con el esfuerzo de todos, y bajo la guía de algunos hombres como Esdras y
Nehemías que, en nombre del Señor, asumieron la iniciativa de la reconstrucción
religiosa y civil de la población, comenzó una nueva época. El Templo fue
reedificado, y Juda fue creciendo en prosperidad durante la época persa.
Esa época, en apariencia menos brillante que aquellas de las que hablaban las
tradiciones del pasado, tuvo sin embargo una extraordinaria fecundidad. En ella
alcanzaron su forma definitiva la mayor parte de los libros sagrados del Antiguo
Testamento, el culto del Templo aumentó su esplendor y comenzaron a
desarrollarse las instituciones características del judaísmo.
También en los momentos en que no se ven de inmediato los frutos de la fe y
parece que todo se construye a base de pura fuerza, en un ambiente
religiosamente frío que no invita a grandes proezas, el Señor esta junto a los
suyos y cuenta con su fidelidad y su trabajo, que nunca queda sin recompensa.
La lectura de libros como los de las Crónicas, Esdras y Nehemías, al contrario
de lo que pueda parecer, no requiere cargarse de recursos para contemplar sin
deprimirse una etapa árida en un período gris de la historia, sino que
constituye una oportunidad de explorar la fe de personas que vivieron entre las
ruinas de un pasado brillante.
La propia historia muestra que, con el paso del tiempo, las huellas de su labor
fueron mas perdurables que las de sus predecesores: Jesucristo no contempló la
Jerusalén de David ni el Templo de Salomón, sino la ciudad y el Templo que con
tesón y esfuerzo se habían comenzado a levantar de nuevo en esta época.
Escrito probablemente en ese contexto histórico, el libro de Rut es un relato
breve y encantador que ayuda a descubrir el gozo de encontrar a Dios en las
cuestiones ordinarias de cada día, a pesar de las dificultades que se presenten.

Poetas y sabios
A la sombra de los muros del Templo reconstruido fueron apareciendo varios focos
de cultura.
De una parte, para que en el culto a Dios los cantos de alabanza fueran dignos y
hermosos, poetas y cantores trabajaron con inspiración y exquisita sensibilidad
para recopilar antiguos salmos y componer otros nuevos.
También en los edificios anejos al santuario y a la corte se formaban algunos
jóvenes para el servicio del Templo o para el gobierno del pueblo, y para su
instrucción se fueron componiendo libros de máximas y refranes que eran
verdaderos tesoros de sabiduría humana, llena de sentido religioso.
Los Salmos son piezas poéticas que, al ser releídas una y otra vez, actualizan
las acciones de Dios y ayudan a la oración. Recuerdan los acontecimientos
salvadores que el Señor ha realizado, hacen memoria de cómo Dios ha cumplido sus
promesas, e invitan a esperar la llegada del Mesías que dará cumplimiento
definitivo a todas las esperanzas del pueblo de Dios.
Hay otras composiciones poéticas, como el Cantar de los Cantares, que no estaban
destinadas al culto, pero que en su extraordinaria belleza invitan a reflexionar
sobre el amor esponsal y sobre todo a apreciar la hermosura de un amor fiel,
como el que Dios ofrece a los suyos.
A la vez que los poetas abren los caminos de la belleza, los sabios de Israel
exploran los senderos de la sabiduría. Razonan a partir de la observación de la
naturaleza y de las consecuencias personales y sociales que tienen las acciones
humanas. De ahí que se interesen tanto por el conocimiento de las ciencias
naturales como por el juicio recto sobre la conducta humana. Acogen de buen
grado lo que han descubierto los sabios de otros pueblos y asumen como propias
muchas enseñanzas sobre la forma de vivir para ser feliz y tener éxito que ya
eran conocidas en Egipto y Mesopotámica, aunque impregnándolas de su fe en el
Dios de Israel. Es el Señor quien garantiza que le vaya bien a quien obra el
bien, y que le vaya mal a quien obra el mal.
Así sucede en el libro de Job, donde se presenta en forma dramática el
sufrimiento del hombre justo. Frente a lo que algunos pensaban con una
mentalidad muy permitida, que resultaba insatisfactoria (que Dios colma de
bienes de este mundo al que le es fiel), se enseña que el dolor humano adquiere
sentido cuando se lo contempla como una prueba permitida por Dios en la que el
hombre puede manifestar su fidelidad.
También en el libro del Eclesiastés son sometidas a juicio las propuestas de la
sabiduría tradicional sobre el sentido de la vida. El autor se fija en la
universalidad de la muerte que alcanza por igual a justos e impíos, a sabios e
ignorantes, y hace que todo sea vanidad, es decir, esfuerzo inútil. Es una voz
que se alza frente a formas de pensar apocalípticas que, ya hacia el siglo IV a.
J.C., imaginaban de forma simplista una retribución material después de la
muerte, y frente a las tendencias hedonistas y materialistas propagadas por
corrientes de la sabiduría griega, que negaban el mas allá y centraban la
existencia en la búsqueda de una felicidad terrena. El libro del Eclesiastés
presenta una sabiduría realista que, considerando el carácter efímero de toda
vida humana, y asumiendo lo que en realidad se aprecia por la experiencia,
orienta, a pesar de todo, a vivir en el «temor del Señor», es decir, en la
reverencia y reconocimiento de Dios y de sus obras.
La fuerza de la filosofía griega, extendida a partir del siglo in a. J.C. por
todo el Próximo Oriente, lleva también a los sabios judíos a reafirmar la
sabiduría de Israel. En el libro del Eclesiástico, Jesús ben Sirac, hacia el año
190 a. J.C., propone de nuevo las enseñanzas de la sabiduría israelita
tradicional. No parece olvidar, sin embargo, algunas de las agudas cuestiones
antes planteadas, y encuentra en el conocimiento y practica de la Ley de Moisés,
y no solo en el «temor del Señor», la verdadera sabiduría que trae la felicidad
al hombre. El premio de los justos consiste sobre todo en el buen recuerdo que
de ellos tendrán sus descendientes, y no tanto en los bienes materiales
recibidos en esta vida.
Pero en ese gran tesoro de la literatura sapiencial hay dos libros de la Biblia,
procedentes de dos contextos culturales distintos, aunque con la base común de
la tradición religiosa de Israel, que han tenido mayor repercusión en la
literatura posterior, y en los que conviene detenerse un poco mas. Se trata de
un libro como es Proverbios, compuesto en un ambiente cultural semítico, y otro
escrito según los moldes culturales del helenismo, que es Sabiduría.
En el libro de los Proverbios se muestra que Israel con su reflexión ha sabido
abrir camino a la razón para que, con la luz de Dios, pudiera sondear con
profundidad lo que pretendía alcanzar por sí sola y no lo conseguía. Ante todo
ha mostrado que el conocimiento del hombre es un camino que no tiene descanso.
Además, ha dejado claro que ese camino no lo logra recorrer el que piensa
orgulloso que puede conquistar la sabiduría por sí solo, pues únicamente cuando
la razón reconoce la trascendencia de Dios y a la vez su amor providente en el
gobierno del mundo puede conocer la verdad. En cambio, cuando prescinde de esas
referencias, el hombre se expone al riesgo del fracaso y de quedar atrapado en
la necedad.
Por su parte, el libro de la Sabiduría constituye un contrapunto y complemento
admirable al libro de los Proverbios. Desde un contexto geográfico y cultural
muy distinto, ofrece una reflexión sobre el mundo, el hombre y la acción de Dios
en la historia humana que constituye un excelente testimonio de cómo cada hombre
puede acercarse al conocimiento de la sabiduría desde su propio ambiente. Dios
comunica la Sabiduría al hombre que se encuentra en buenas disposiciones pare
recibirla. Desde ese perspectiva se afirma que la Sabiduría divina gobierna el
universo entero, guía la conducta moral humana en esta vida, y suscita la
expectativa de la vida del mas allá. Por lo demás, el contenido teológico de
Sabiduría es tan rico que abarca, de algún modo, los grandes temas de la
Revelación y del pensamiento humano: Dios, el mundo, el hombre, la creación,
gobierno y providencia de Dios sobre todas las criaturas, la Revelación divina,
natural y sobrenatural, la vida y la muerte, el mas allá, la retribución en la
tierra y en la otra vida, las virtudes morales, y muchos otros.

Identidad en un mundo globalizado


A finales del siglo IV a. J.C., el pueblo de Israel quedó inmerso en una crisis
cultural y religiosa que guarda ciertas analogías con el momento presente.
El helenismo era una nueva y brillante cultura pagana que a partir de las
campanas militares de Alejando Magno se extendía por el mundo entonces conocido,
con un potencial intelectual y técnico de tal superioridad sobre los usos y
costumbres de los pueblos del Próximo Oriente que hizo temblar los fundamentos
mismos de todas las creencias tradicionales. La filosofía, la técnica, el arte e
incluso el deporte, que ya llevaban varios siglos floreciendo en Grecia,
resultaban deslumbrantes para las gentes de aquellas zonas. También muchos
judíos pensaron que la fe aprendida de sus padres era una reliquia del pasado y
que había llegado el momento de abrirse a los nuevos aires de la racionalidad.
La situación no es muy distinta a la actual en varios aspectos. Si el mito de la
«aldea global, es cierto, estamos asistiendo a un cambio cultural de dimensiones
colosales. La rápida difusión por todo el mundo de noticias, música, modas,
actitudes y opiniones mediante la radio, televisión o Internet, y la facilidad
para ponerse en contacto con cualquier persona allá donde se encuentre mediante
el correo electrónico o la telefonía móvil, están generando unas
transformaciones en las relaciones humanas que no tienen precedentes en la
historia de la humanidad.
Hoy la técnica permite que cualquier idea pueda dar la vuelta al mundo en pocos
minutos y ejercer su influencia hasta el ultimo rincón del planeta. Los
variadísimos usos y costumbres que circulan en este gran mercado universal
ejercen su atractivo en todas partes, y con frecuencia desplazan modos de vida
peculiares de naciones y pueblos que tenían arraigo de siglos. La globalización
llega a plantear graves problemas de identidad: ¿No sucederá que nuestro
comportamiento, gustos, opiniones, fobias y simpatías vienen marcados por los
poderes fácticos del mundo de la comunicación en una forma tan sutil que
llegamos a convencernos de que al pensar, sentir o actuar como lo hacemos
estamos expresándonos con autenticidad tal y como somos?
No escapa a un Espíritu perspicaz que el desarrollo de nuevas sensibilidades
propagadas con gran rapidez, o el pronto arraigo en todo tipo de gentes de
corrientes estandarizadas de opinión, se puede explicar con frecuencia porque
grandes masas de población poseen una ingente capacidad de asimilación acritíca
de influjos externos.
La cuestión es de tal calado que interpela a lo mas profundo de quien se detiene
a pensar: ¿Soy « yo mismo» de acuerdo con mis convicciones mas profundas, quien
actúa cuando hago «lo que quiero»? ¿No habré sido atrapado, en el fondo, por la
influencia de planteamientos vitales ajenos a mí, hábilmente difundidos por
otros que mueven los títeres detrás de la escena?
Quien intenta vivir las veinticuatro horas del día, durante los siete días de
cada semana, la vida de Jesucristo en medio de la sociedad contemporánea llama
la atención. El entonces cardenal Joseph Ratzinger, actualmente Benedicto XVI,
publicó hace años un libro cuyo titulo, Ser cristiano en 1a era neopagana,
expresa en pocas palabras el desafío, de proporciones colosales, que interpela
hoy a todos en la Iglesia. ¿Cual es la clave para comportarse con criterio
propio, para llevar una vida cristiana autentica, atractiva, que aporte al mundo
lo que el hombre de nuestro tiempo reclama en coherencia con sus mas profundas
aspiraciones, aunque de entrada no lo eche en falta?
Los libros del Antiguo Testamento como Tobías, Ester, Judit, 1 y 2 Macabeos,
compuestos en este periodo de profundos cambios culturales y de una apertura
hasta entonces insospechada hacia lo que ocurría en tierras muy lejanas y que
produjo una convulsión de notable magnitud en el pensamiento hebreo, constituyen
un testimonio admirable de que no faltaron mujeres y hombres cabales, que
buscaron afanosamente las razones de su fe y se empeñaron en mantener una
conducta coherente con lo que pensaban, fiel reflejo de su propia personalidad.
Soportaron grandes sufrimientos externos y desgarramientos internos, pero el
auxilio divino y los fundamentos recibidos de su tradición religiosa les
permitieron marcar el rumbo de su vida sin dejarse arrastrar por la tempestad.
Además, sucedió algo aun mas importante: cuando fue posible discernir con buen
criterio los elementos de la nueva cultura, se rechazaron con valentía aquellos
que degradaban al ser humano, pero se encontraron también no pocos valores
positivos que debidamente asimilados, sirvieron como fermento de una nueva
época.
La formulación de la doctrina recibida adquirió mayor precisión, solidez y
riqueza que en épocas precedentes. El testimonio heroico de coherencia, hasta
llegar al martirio, abrió nuevas perspectivas sobre el sentido mismo de la vida
humana. La Revelación divina avanzo hacia una plenitud que se alcanzaría poco
después, y dentro de ese marco cultural, con Jesucristo y el nacimiento de la
Iglesia.
La lectura de los libros de esta época, rica, compleja, apasionante y difícil,
tiene mucho que aportar a una reflexión sobre la fe cristiana y su
cristalización en la nueva cultura que se esta forjando en nuestros días.

¡Ahora se entiende!
La Ley de Dios, y los diversos libros del primer Testamento que, inspirados por
el Espíritu Santo, presentan la historia del pueblo de Israel a la luz de los
planes de Dios, valorando los acontecimientos y ofreciendo soluciones adecuadas
para las personas que los viven, constituyen, pues, una aportación de primera
línea en la búsqueda de sentido para la naturaleza, el mundo, la historia y el
ser humano.
Sin embargo, la plenitud de su aportación y de su sentido se encuentran en una
persona, Jesucristo, Dios y hombre. No un Dios que elige ser hombre a costa de
dejar de ser Dios, como Orfeo que desciende a los infiernos por amor a Eurídice,
o como el príncipe que elige dejar de serlo por amor a una plebeya; ni tampoco
un superhombre como Utanapistim, el héroe babilónico del diluvio, o el mismo
Hércules, personajes grandiosos que por sus hazañas merecen ser contados entre
los dioses y vivir entre ellos. Jesús es el Hijo eterno del Padre que sin dejar
de ser Dios es hombre, y es también un hombre que siendo verdaderamente hombre,
es Dios.
Si los libros de la Biblia que hemos considerado hasta ahora ofrecen pistas para
sondear la lógica del Dios creador del universo, Jesucristo nos introduce en lo
mas intimo de Dios mismo. Y lo hace de un modo que resulta ciertamente tan
sorprendente para nosotros como lo fue para los que convivían con el.
Toda la Sagrada Escritura es testimonio privilegiado de una historia de
salvación y una fe profundamente vivida en el antiguo Israel y en la Iglesia
primitiva a la que el lector es invitado a participar, pero esa llamada se hace
mas fuerte en el Nuevo Testamento. Los libros que lo integran constituyen un
testimonio divino y perenne del misterio de Cristo.
El cristiano encuentra así en la lectura de estos libros unas orientaciones muy
claras para descubrir el sentido de su vida.
Los cuatro Evangelios -de Mateo, Marcos, Lucas y Juan-, siguiendo un esquema
básicamente geográfico y cronológico, muestran lo que Jesús hizo y enseño, a la
vez que narran su muerte, resurrección y ascensión al cielo.
El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta lo que sucedió inmediatamente
después, mostrando como surge y se configura la Iglesia, animada por el Espíritu
Santo.
Las Cartas o Epístolas apostólicas son de carácter didáctico. En ellas se
explica la profundidad del misterio de Cristo, la importancia de la fe en el
para alcanzar la salvación, y se enseña como debe vivir un cristiano, unido a
Cristo por la fe, en medio del mundo y en sus relaciones con los demás
cristianos.
Por ultimo, el Apocalipsis, el libro que cierra el Nuevo Testamento, ayuda a
mirar al futuro con esperanza en la victoria. Una esperanza que no es
ingenuidad, sino que se apoya en la fe de la victoria de Cristo, ya definitiva,
sobre el pecado y sobre la muerte.

10 CLAVES
PARA ENCONTRAR
EN LA BIBLIA EL SENTIDO DE MI VIDA
Interpretar correctamente la Biblia es una tarea que requiere esfuerzo, pero que
es posible realizar. Vale la pena emprenderla, ya que se puede llegar a conocer
la verdad que Dios manifiesta. Detras de las palabras hay una verdad real que se
muestra a través de ellas.
La palabra de Dios contenida en la Escritura ofrece toda su vitalidad y
sabiduría en el contexto de las celebraciones litúrgicas. Pero también es fuente
de vida y alimento espíritual cuándo se lee la Biblia personalmente o en
pequeños grupos, siempre que en su lectura se cuente con el auxilio del Espíritu
Santo y esta se realice con una actitud de meditación, oración y contemplación.
El texto escrito se manifiesta, cada vez que se lee así, como palabra de Dios,
viva y eficaz, adecuada para instruir en la fe y proyectar su luz sobre la vida
ordinaria de cada día. Este marco de lectura constituye un ambito muy adecuado
para llevar a cabo la actualizacion de la Escritura de modo que su mensaje pueda
fecundar las cambiantes circunstancias de la historia de los hombres en general
y de cada persona en particular.
¿Y cómo se puede hacer en la practica esa lectura que, contando con la ayuda del
Espíritu Santo, sea provechosa? ¿Dónde y cuando haberlo? ¿Que Biblia utilizar?
¿En donde comenzar y cómo leer?
Como en tantas cuestiones importantes de la vida, no es suficiente con la buena
voluntad o los buenos deseos. Aunque estos sean necesarios, hay que aprender.
Por eso, intentaremos sintetizar de modo asequible unos consejos básicos que
permitan a cada uno realizar esa lectura que le ayude a ser feliz.

1. Escuchar la palabra de Dios en la Santa Misa


¿Pero hay que ir a misa los domingos para entender la Biblia? ¡De esto no
habíamos hablado!
Pues, para ser capaces de entender a fondo lo que dice la Sagrada Escritura sin
perder los matices mas importantes, si. Así es. Los libros de la Biblia fueron
escritos en el seno del pueblo de Dios, ya se ha dicho, y en ellos se expresa el
dialogo amoroso de Dios con los hombres, conversación que sólo es posible
mantener si se comparte ese «algo» que permite entenderse a fondo, si hay esa
«comunión» de sentimientos, proyectos e ideales, y sobre todo, de modos de
comprender y valorar la realidad. Y esa « comunión» donde mejor se consigue es
en la Santa Misa.
Esto lo han experimentado los cristianos desde hace veinte siglos. De ordinario,
aquellos primeros fieles, como era lo habitual entre las gentes de su tiempo, no
tenían libros en casa. Es mas, muchos de ellos, al igual que sus conciudadanos,
ni siquiera sabían leer. Pero la Biblia era muy importante para ellos, y en ]as
reuniones litúrgicas, especialmente en la celebración de la eucaristía,
escuchaban su lectura, atentos a lo que Dios decía a cada uno. Ahí recibían cada
domingo la Palabra de Dios y el Cuerpo de Cristo.
También ahora, cada vez que se participa a fondo en la celebración eucarística,
con el corazón abierto al encuentro personal con Dios, su palabra resuena en lo
mas hondo de quien escucha atentamente y medita las lecturas bíblicas. Después,
tras haberlo recibido en la comunión, es el mejor momento para que ese dialogo
iniciado al oír su palabra en las lecturas se haga mas directo y personal, y se
abran las perspectivas que desvelan cómo concretar hoy y ahora ese proyecto
amoroso de Dios para cada uno que conduce a la felicidad.
En efecto, en la celebración de la Eucaristía es donde resuena con más claridad
y eficacia la voz de Dios en los textos bíblicos, ya que allí, como lo hizo
notar el Concilio Vaticano II, Cristo esta «presente en su palabra, porque es el
mismo quien habla cuando las Sagradas Escrituras son leídas en la iglesia».

2. Buscar un tiempo para la lectura personal


Además de escuchar la Biblia proclamada en las celebraciones litúrgicas, los
cristianos comenzaron a leer y meditar personalmente la Sagrada Escritura en
cuanto les fue posible. Esa lectura personal permite que su palabra cale a fondo
en el alma.
La experiencia enseña que no hay nada mejor que fijar todos los días un tiempo,
aunque sea breve, pueden ser unos minutos, en un momento adecuado de la jornada,
y poner los medios para que día tras día sin excepción dediquemos ese tiempo a
la lectura de la Biblia. No pasa nada porque el tiempo que se le dedique sea
poco cada día, lo que si es importante es no fallar ninguna jornada, aunque uno
no tenga ganas.
Quien se enfrasque en la lectura de la Sagrada Escritura como si fuese una
novela es difícil que entre a fondo en su sentido y perciba el mensaje mas
importante que encierra. Se quedara en las curiosidades, o se aburrirá. Pero en
cambio, gozara y le sacara provecho quien la lea en un contexto de oración, en
presencia de Dios, con deseo sincero de escuchar lo que el Señor le dice hoy y
ahora en el texto leído.
Cada uno vera que lugar le resulta mas adecuado para esa lectura personal. De
ordinario puede ser en casa, a no ser que haya una gran facilidad para ir a una
iglesia. Tener una Biblia en la estantería de la propia habitación o en la
mesilla de noche, siempre a mano, facilitara leerla y meditarla cada día en el
momento previsto.

3. Utilizar una buena edición de la Biblia


Ya habíamos dicho que quien busca entender la Biblia se encuentra con las mismas
ventajas y los mismos inconvenientes que se plantean al que intenta entender lo
que dice una carta ordinaria. Siempre es posible leerla y releerla. Pero si se
quiere comprender su mensaje es preciso salvar la distancia cultural, geográfica
y temporal que hay entre el tiempo en que fue escrita y nuestros días. Y para
eso se requiere ayuda.
Ayuda, en primer lugar, para entender las palabras y frases con las que ha sido
redactado ese mensaje. La mayor parte de la Biblia fue escrita originalmente en
lengua hebrea o griega, y algunos pasajes en arameo. Como esas lenguas son
desconocidas para muchos lectores normales de la Sagrada Escritura, se hace
necesario en primer lugar encontrar una buena traducción a la propia lengua.
Sin embargo, traducir una obra literaria no consiste en traducir cada una de sus
palabras, sino entender cada uno de los elementos que configuran su forma y su
mensaje y expresarlos con la mayor fidelidad posible en la nueva lengua.
Si es difícil que pueda entender el mensaje de una carta quien no conoce bien a
quien la escribe y al destinatario, aunque conozca el significado de todas sus
palabras y frases, con mayor razón puede decirse eso mismo en el caso de la
Biblia. No basta con que el traductor conozca las lenguas en las que se
escribieron las distintas partes de la Sagrada Escritura, es preciso que
participe a fondo en lo que hay de común entre el autor de la palabra que
resuena en ese escrito, Dios mismo, y el lector que acude a ella dispuesto a
escuchar la palabra que Dios le dirige.
De ahí la necesidad de una traducción que haya sido realizada en sintonía con la
fe de la Iglesia. No da lo mismo, pues, cualquier traducción de la Biblia. El
lector puede tener un primer punto de referencia observando quienes han sido los
autores de la traducción que tiene entre manos y comprobando si esa traducción
cuenta con la aprobación de la Conferencia Episcopal.
Además de las diferencias de idioma, hay otras barreras que superar. La Biblia
fue escrita hace mucho tiempo, alrededor de dos mil años. Algunos libros todavía
mas, y otros poco menos. Y sus narraciones tienen como marco geográfico una
región muy distante: la mayor parte de los relatos se sitúan en la tierra de
Israel o Palestina, en el extremo oriental del mar Mediterráneo, y otros en
Egipto o Mesopotámica. Por eso, para entender bien las narraciones es importante
conocer la geografía de esas zonas. También conviene estar familiarizado con las
costumbres de esas gentes en esos tiempos: con sus modos de hablar, de
transmitir las tradiciones populares, de escribir, y con los géneros literarios
que utilizan.
Dios quería y quiere hacerse entender, por eso condescendió a expresar su
mensaje divino en un lenguaje humano, asumiendo las limitaciones inherentes a
ese lenguaje. De ahí que al leer la Escritura sea necesario salvar esos
condicionamientos acudiendo a los expertos en geografía y arqueología de
Palestina, historia y literaturas antiguas del mundo mediterráneo y del antiguo
Oriente Próximo.
La experiencia de Marta en las conversaciones del fin de semana invita a pensar
en lo necesario que resulta, también a personas que han recibido una formación
cristiana, la orientación de expertos para resolver las dudas de carácter
histórico, literario e incluso teológico que pueden plantearse al leer la
Biblia.
Por eso, conviene que la edición tenga unos buenos comentarios que ofrezcan
referencias acerca de la composición de los textos y de su sentido en el
conjunto de la Escritura. También es muy útil conocer algo sobre la recepción de
esos textos en los documentos de la Iglesia y en la vida cristiana, prestando
especial atención a los Santos Padres y a los maestros de la espiritualidad. De
ese modo, el lector tiene a su disposición unas herramientas adecuadas para su
lectura personal.
Es, pues, muy conveniente acertar con una edición que ofrezca una buena
traducción y unos comentarios históricos, literarios y teológicos oportunos para
dejar que la Biblia, a la vez que es ella misma y fiel a su tradición, salga al
encuentro de la gente de hoy y le sugiera respuestas a las grandes preguntas que
se le pueden hacer y a las que puede responder del modo mejor: ¿quien es Dios?
¿Que es el ser humano? ¿Cual es su origen, el sentido de su vida, su destino?
¿Que es la familia, el trabajo, la amistad?

4. Atender al sentido literal


La tarea de buscar en cada momento el mensaje que Dios transmite por medio de la
Escritura para esa situación es una tarea apasionante, pero requiere un
cuidadoso discernimiento para evitar el subjetivismo.
Para realizar una actualización adecuada de la Sagrada Escritura se requiere
partir de una exégesis correcta del texto, que determina el sentido literal.
Este sentido no ha de confundirse con una lectura «literalista» del texto
sagrado, que podría conducir al error del fundamentalismo. Así sucedía, por
ejemplo, con aquellas chicas que llamaron a la puerta de la casa de Débora y le
dijeron a su madre que no estaba cumpliendo lo que el Señor manda en la Biblia
porque tenia una imagen de la Virgen a la entrada del piso.
Ese engaño del fundamentalismo liberalista podrían sufrirlo algunos cristianos
que leen la Sagrada Escritura con buena voluntad pero tienen poca formación en
la teología bíblica. De ahí que se requiera una orientación adecuada para
entender bien lo que quiere decir la Biblia. Por eso es muy útil, y en ocasiones
necesario, leer con atención unas buenas notas al texto bíblico.
No basta conocer el significado de cada palabra do la Biblia para obtener su
sentido literal. Es necesario comprenderlo según las convenciones literarias de
su tiempo. Por ejemplo, cuando un texto es metafórico, su sentido literal no es
el que resulta inmediatamente de una comprensión palabra por palabra. Así, la
expresión «tened ceñida la cintura» que emplea el Evangelio (Lc. 12, 35)
significa «tened una actitud de disponibilidad»: en aquella época la gente solía
vestir con una túnica, que cuando estaban en casa llevaban suelta para estar
cómodos, pero que para salir a la calle o hacer un viaje se ceñían al cuerpo con
una especie de faja, de modo que no les entorpeciera al caminar. Con esa fórmula
se denota, metafóricamente, la actitud de quien ya esta preparado para ir sin
demora a cualquier lugar.
El sentido literal de la Escritura es el significado por sus palabras y
descubierto por la exégesis que sigue las reglas de la justa interpretación.
Por eso, como ya lo hizo notar el Concilio Vaticano II en el numero 12 de la
Constitución Dei Verbum, para llegar al sentido literal hay que tener en cuenta
los modos de pensar, expresarse y narrar que se usaban cuando el texto fue
escrito. De ahí que para entender bien toda la Biblia sea necesario poseer
ciertas nociones acerca de cómo y cuando fue compuesto ese texto sagrado, que
sucedía en la época en la que fue escrito y cual es su estilo y genero
literario, así como las circunstancias geográficas o históricas del tiempo de su
redacción, e incluso de sus diversas etapas.
Para acceder con garantías al sentido del texto se hace, pues, imprescindible el
recurso al método histórico-crítico. Se trata de un modo científico de acercarse
al sentido de los textos antiguos. Puesto que la Sagrada Escritura contiene la
«Palabra de Dios en lenguaje humano», no sólo es legitimo, sino necesario el use
de este método para entender bien la Biblia. Se trata de una metodología cuya
aplicación requiere una fuerte pericia técnica.
a) De entrada, ha de poner los medios para establecer un texto bíblico tan
próximo al texto original como sea posible, a partir de los papiros y códices,
ya sean completos o fragmentarios, que se conserven, así como de las
traducciones antiguas. Esta primera fase es lo que se llama crítica textual.
b) Mas adelante se realiza un análisis morfológico, sintáctico y semántica del
texto, antes de proceder a la crítica literaria que busca indicios sobre el
origen y proceso de composición del texto. También se procura determinar los
géneros literarios empleados y su ambiente de origen, así como situar los textos
en las corrientes de tradición en las que se han formado y transmitido, de las
cuales se procura precisar la evolución en el curso de la historia.
c) Por ultimo, la crítica de la redacción se interesa por el modo en que el
texto ha quedado fijado en su forma definitiva y el sentido que adquiere cada
una de sus partes en esa forma final.
En consecuencia, para un lector corriente de la Biblia, que no tiene por que ser
experto en lenguas antiguas ni en análisis literario o histórico, es muy
recomendable recurrir a unas buenas guías de lectura, que le permitan orientar
bien la interpretación.
Además, no se puede perder de vista que la actualización de un texto bíblico en
la existencia cristiana no puede hacerse correctamente sin establecer una
relación con el misterio de Cristo y la Iglesia.
Por eso, como ya se ha dicho, ayuda mucho leer la Biblia en una edición con
buenas introducciones y notas que proporcionen las herramientas adecuadas para
no desorientarse en la lectura, y sacar todo el provecho posible.

5. Comenzar por el Nuevo Testamento


Puesto que Dios ha ido manifestándose poco a poco, de modo gradual, a lo largo
de la historia, la plenitud de su mensaje só1o queda clara al final, en el Nuevo
Testamento.
Una de las primeras cuestiones que se plantea el que desea leer esa «carta de
Dios a su criatura» que es la Biblia es por dónde comenzar.
Pues bien, aunque conviene leerla completa, a quien la lea por primera vez le
resultara muy útil y atractivo comenzar por el final, esto es, por el Nuevo
Testamento.
Así como en un paseo por el campo se disfruta mas del paisaje cuando se tiene la
certeza de ir por el buen sendero, sin la incertidumbre de dónde se acabara
llegando después de haber caminado varias horas, así conviene saber adónde vamos
a llegar antes de emprender la lectura del Antiguo Testamento.
Cuando se conoce bien el Nuevo Testamento, se va encontrando la plenitud de
sentido del Antiguo conforme se avanza en su lectura. Así, en muchas ocasiones
se puede captar la condescendencia de Dios, que en la Revelación ha ido
manifestando las cosas que quería enseñar poco a poco, con una pedagogía
extraordinaria. De este modo será mas fácil advertir lo que eran enseñanzas
adaptadas a un momento determinado, que representan un avance provisional de la
Revelación, pero que ya han sido superadas una vez que esta ha alcanzado su
plenitud en Jesucristo.
También se puede experimentar que acudir por segunda vez al Nuevo Testamento,
una vez conocido el Antiguo, proporciona una lectura llena de atractivos, porque
entonces todo se entiende mucho mejor y es posible captar muchos matices que en
otras circunstancias pasaron inadvertidos. Por ejemplo, se entenderá mejor por
que se mencionan los nombres de Rahab, Rut o la mujer de Urías en la genealogía
de Jesús con la que comienza el Evangelio de San Mateo. Rahab era una prostituta
de Jericó, pero que reconoció que el Señor estaba con Israel y acogió a los
exploradores enviados por Josué cuando fueron a preparar la conquista de la
ciudad. Rut es una mujer extranjera, moabita, que libremente quiso unirse al
pueblo de su difunto marido y marcharse a la tierra de Judá. Es el prototipo de
mujer fiel, que sabe encontrar a Dios en las circunstancias pequeñas de cada
día, ya sean difíciles o fáciles, y fue la tatarabuela del rey David. La mujer
de Urías cometió un adulterio con David. La mención explicita de estas mujeres
quiere dejar claro que todos, también los procedentes de otras naciones, y los
pecadores, tienen cabida en la familia de Jesús, y que Dios no considera un
desdoro su presencia en el linaje humano del Hijo de Dios hecho hombre.
¿Y cómo leer bien el Nuevo Testamento? De entrada, sin olvidar que estamos ante
textos que permiten asomarse a unos hechos del pasado que siguen activos en el
presente, y en los que el lector está llamado a implicarse, escuchando con
atención las palabras que están allí dirigidas a el.

6. Aprender a leer el Antiguo Testamento


Es muy conveniente leer la Biblia completa. Sin embargo, hay muchas personas que
cuando se introducen en la lectura del Antiguo Testamento quedan un tanto
desconcertadas, sin saber cómo han de acoger lo que leen y que autoridad
conceder a esos textos.
Por ejemplo, al leer los primeros capítulos del Génesis pueden plantearse
innumerables cuestiones: ¿Que duración tenían los días de la semana en la que
Dios creó el mundo? Tan pequeña era la primera mujer que Dios no necesitó para
hacerla nada mas que una costilla de Adán? Por que Vivian los patriarcas
antediluvianos tantos cientos de años? Y, según se sigue la lectura, surgen
muchas mas cuestiones por el estilo:
Por que los patriarcas tenían varias esposas? ¿Cómo puede agradar a Dios que se
pase a cuchillo a toda la población de las ciudades conquistadas por los
israelitas?
El motivo de estas inquietudes e incomprensiones que se suscitan no esta en la
propia Biblia, sino en que se acude a buscar en la Sagrada Escritura algo que
ella no pretende decir.
La Biblia, ya lo hemos dicho, no es un libro de ciencias naturales, ni un
conjunto de crónicas periodísticas de lo que sucedió en épocas remotas.
La Biblia tampoco es un libro de «historia» en el sentido que actualmente damos
a esta palabra en la tradición cultural heredera de los modelos grecolatinos.
Muchos de esos sucesos fueron tan sencillos y aparentemente ordinarios que no
dejaron restos arqueológicos ni epigráficos que permitan verificar cada uno de
sus detalles con el rigor que cabe exigir a una narración histórica actual.
La Biblia es mucho mas que todo eso: es la enseñanza que Dios mismo, Creador del
mundo y Señor de la historia, ha tenido a bien transmitir a los hombres acerca
de si mismo y de su acción en la historia humana en orden a la salvación.
Por lo tanto, para entender los libros históricos del Antiguo Testamento es
necesario acudir a ellos en busca de esa enseñanza divina realizando una lectura
comprometida, en la que el lector este dispuesto a dejarse interpelar por lo que
le dice la Palabra de Dios para adecuar su vida a las exigencias de esa Palabra.
Quien solo tenga intención de satisfacer su curiosidad sobre lo que pudiera
suceder en el antiguo Oriente Próximo, será mejor que no se introduzca sin mas
en la lectura de la Biblia. Si confía en que los textos le ofrecen una
descripción de cada detalle de lo sucedido, se puede ver abocado a una lectura
fundamentalista y errónea del texto sagrado. Un buen pintor, para pintar un
bosque, no se entretiene en dibujar cada una de las hojas de los árboles. Y,
para transmitir su enseñanza, en el texto sagrado se hace un use de las
capacidades expresivas del lenguaje análogo al que el pintor hace de su paleta
de colores.
A la hora de buscar el sentido del texto bíblico no se puede prescindir del
esfuerzo por saber que genero literario se esta empleando en cada caso, y que se
pretende expresar con él. No se puede leer del mismo modo un relato épico que
una fábula o que un cántico de acción de gracias, una lamentación o un oráculo
profético.
Además, no se puede perder de vista que Dios ha ido manifestando su Revelación
sobrenatural de modo gradual. Así lo explicó Apolo a Tomás con un buen ejemplo,
tornado de lo que le había ocurrido a la madre de Débora, poco antes de
marcharse de su casa en la tarde del viernes. Y si esa referencia se pierde de
vista, uno se podrá quedar extrañado y escandalizarse de algunos pasajes del
Antiguo Testamento.
Así sucede, por ejemplo, cuando en el libro del Deuteronomio se permite al
marido despedir a su mujer, dándole un documento de repudio (Dt. 24, 1). Son
usos o costumbres primitivos, parcialmente tolerados en unos primeros momentos,
hasta que la maduración en la fe y en la sabiduría humana permitiera hablar a
los hombres con toda claridad de los designios originales de Dios.
En el mismo caso del repudio, cuando unos fariseos preguntaron a Jesús si era
lícito despedir a la mujer por cualquier motivo, les respondió: «¿No habéis
leído [se refiere Jesús al libro del Génesis] que al principio el Creador los
hizo hombre y mujer, y que dijo: por eso dejara el hombre a su padre y a su
madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? De modo que ya no
son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe
el hombre- (Mt. 19, 4-6).
Jesús es consciente de que con el paso del tiempo la debilidad del ser humano, e
incluso su resistencia a rectificar (lo que en lenguaje bíblico se expresa como
«dureza del corazón»), había permitido que se fueran introduciendo usos y
costumbres, que las propias autoridades religiosas del pueblo habían tolerado,
pero que a la larga se demostraban perjudiciales para las personas y la
sociedad. Por eso, no se deja atrapar en las redes de lo que la opinión común
daba por establecido, sino que asume el reto con valentía, llegando al fondo, al
proyecto originario de Dios sobre el hombre y el mundo. Só1o es posible entender
a fondo el designio de Dios sobre el matrimonio desde esta enseñanza de Jesús.
Una lectura correcta del Antiguo Testamento a la luz del Nuevo, a la vez que
permite captar ese mensaje de Dios, permite gozar de la variedad y riqueza de
los estilos en los que ha querido hacer llegar a los hombres ese mensaje de
salvación.

7. Apertura al dialogo con Dios


Al hablar de la Biblia como una « carta de Dios,, se había señalado que si se
quiere captar el mensaje que expresan las palabras de la Biblia, y no limitarse
a entender su significado, es necesario poner los medios para estar en sintonia
con quien habla en ese escrito, que es Dios mismo.
De entre todas las reacciones ante la carta de Apolo encontrada en el buzón,
sólo la de Luz llegó al fondo, pues sólo ella fue capaz de establecer esa
sintonía afectiva e intelectual con quien la escribió.
También se requiere acceder a la lectura de la Biblia con las debidas
disposiciones interiores. Es posible oír la voz de Dios cuándo se tiene el alma
limpia y se comparte la fe de la Iglesia, cuándo hay un afan sincero de escuchar
esa palabra para que instruya y guie, para que sea luz en el camino, para
conocer y amar a Dios, y vivir de modo coherente con lo que e1 enseña. Ahí esta
la clave para entenderla.
Como ya se ha dicho, si la leemos buscando en ella códigos ocultos, estudiando
si hay reflejos de moldes culturales primitivos hoy superados, como si fuera un
manual de ciencias naturales o de historia, o interesandonos por su proceso de
composición, transmisión y recepción aprenderemos muchas cosas interesantes.
Pero no lograremos captar su mensaje principal. Sabremos cosas sobre ella, pero
no la entenderemos a fondo.
Sólo cuándo se lee como una carta que Dios nos dirige personalmente, y nos
interesamos por lo que quiere decirnos sin dejar que el lenguaje, los modos de
expresión o detalles anecdóticos nos despisten, es cuándo escuchamos
verdaderamente su palabra.
Como consejo ótil, es muy conveniente ponerse en la presencia de Dios antes de
leer la Biblia. Puede ayudar a eso rezar alguna oración sencilla, o encomendarse
al Espíritu Santo pidiendole que ilumine el corazón y lo llene del fuego de su
amor.

8. Intervenir «como un personaje más»


Uno habla con los amigos frente a frente, compartiendo penas y alegrías, ratos
de trabajo y descanso, gozando juntos de momentos inolvidables en la vida. Y
para hablar con Jesús y entrar con el en ese diálogo con Dios que abre las
pistas de despegue de la felicidad, hay que meterse en su vida, o mejor dejar
que el se meta en la nuestra.
Y eso, zcómo se hace?
Pues hace años encontre un consejo excelente de un santo contemporaneo, san
JoseMaría Escriva, sobre como leer desde dentro la Sagrada Escritura. Es este:
Para acercarse al Señor a través de las páginas del Santo Evangelio, recomiendo
siempre que os esforceis por meteros de tal modo en la escena, que participeis
como un personaje más. Así se de tantas almás normales y corrientes que lo
viven-, os ensimismareis como María, pendiente de las palabras de Jesús o, como
Marta, os atrevereis a manifestarle sinceramente vuestras inquietudes, hasta las
más pequeñas.
Pero ese «meterse en el Evangelio» no es una invitación a viajar con la
imaginación en el tiempo para recrear un relato ambientado en un pasado lejano.
Se trata de lo contrario. De contemplar el mundo actual que cada uno tiene por
delante, y acudir al texto sagrado como punto de referencia para valorar en sus
justas dimensiones sobrenaturales la propia experiencia. Así lo explica más
adelante el mismo autor:
Yo lo aconsejo que, en lo oración, intervengas en los pasajes del Evangelio,
como un personaje más. Primero te imaginas la escena o el misterio, que lo
servira para recogerte y meditar. Depués aplicas el entendinnento, para
considerar aquel rasgo de la vida del Maestro: su Corazón enternecido, su
humildad, su pureza, su cumplimiento de la Voluntad del Padre. Luego cuentale lo
que a ti en estás cosas te suele suceder, lo que lo pasa, lo que lo está
ocurriendo. Permanece atento, porque quizá El querrá indicarte algo: y surgiran
esas mociones interiores, ese caer en la cuenta, esas reconvenciones.
En efecto, sólo a la luz de la vida y enseñanza de Jesús, que nos introduce en
lo más intimo del único Dios verdadero, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo,
adquiere una consistencia estable el sentido de la vida humana.
En este marco de referencia, la lectura de la Biblia despliega toda su eficacia
para señalarnos el camino que nos conduce a la felicidad a la que el Señor nos
llama.
Únicamente el Creador del mundo y Redentor del hombre, el que invita a todo ser
humano a ser hijo suyo configurandose con su Hijo, y a participar de ese Amor
inagotable que es el Espíritu Santo, es capaz de configurar una trama estable
para la vida humana, un sentido más duradero que un simple bronceado, como
deciamos al principio del libro.

9. Cuentaselo a un amigo
Si, has leído bien: «cuentaselo a un amigo». Porque cuándo uno se va haciendo
amigo de Jesucristo al escuchar su palabra en la Escritura, bien pronto se
siente movido a hacer participes a quienes uno quiere, a la familia, a los
amigos, del Gran tesoro que ha encontrado.
Si nos atrevemos a entrar en las escenas «como un personaje más» , no tardaremos
en quedar fascinados por la soltura que tienen los primeros discípulos de Jesús
para hablarles de el a sus amigos, de modo que también ellos pudieran participar
de lo que han tenido ocasíon de ver y gozar.
Cuenta san Juan en su evangelio que, cuándo él mismo y su amigo Andres
conocieron a Jesús y gustaron de su amistad, les falto tiempo para hacer
participes a otros de su alegría:
«Andres, el hermano de Simon Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y
siguieron a Jesús. Encontró primero a su hermano Simon y le dijo:
»-Hemos encontrado al Mesías (que significa el Cristo).
Y lo llevo a Jesús» (Jn. 1, 40-42a).
La actitud de Andres, uno de aquellos dos que escucharon la indicacion del
Bautista y siguieron a Jesús, es la logica en cualquiera que se encuentra con
Cristo. Va a buscar a su hermano Simon y le cuenta con gozo su descubrimiento:
«Hemos encontrado al Mesías.» Y a la vez que lo hace participe del motivo de su
alegría, pone los medios para que Simon pueda tener un encuentro personal con
Cristo: -lo llevo a Jesús».
En la lengua hebrea sucede un hecho que parece una curiosidad casual, pero que
sin embargo tiene su fundamento en la realidad de las cosas. Hay un verbo cuya
raiz esta formada por las consonantes l m d que en la forma normal (lamad)
significa « aprender», pero que en la forma intensiva (limmed) tiene el
significado de «ensehar». Es el mismo verbo. Y la realidad que expresa
cualquiera la puede constatar: uno sólo ha aprendido intensamente algo, es
decir, a fondo, cuándo es capaz de ensenarlo a otro. Todos tenemos experiencia
de que cuándo decimos tras estudíar una lección: «lo se, pero no lo se
explicar», la realidad es que no lo sabemos. Como mucho habremos retenido unas
frases en la memoria, pero no hemos llegado a entenderlas y asímilarlas del
todo.
Por eso, desde que uno comienza a leer en serio todos los días la Sagrada
Escritura, a entrar en el Evangelio como un personaje más, a escuchar la palabra
de Dios, una buena idea es la de proponer a los amigos que aitn no lo hacen a
que ellos también se animen a leerlo.
En la medida en que uno va transmitiendo sus experiencias y se esfuerza por
explicar como disfruta haciendolo, y cómo va encontrando las respuestas que
realmente necesita para encarrilar la vida por un camino amable y alegre, ira
afianzando sus convicciones, aprendiendo a hacerlo mejor y, además, obsequiara a
su amigo con uno de los mejores favores que pueda hacerle en la vida.

10. Concretar consecuencias


Entrar en el Evangelio, y en toda la Sagrada Escritura, como un personaje más
requiere la valentia de estar dispuesto a dejarse transformar por dentro y por
fuera. Dejo de nuevo la palabra a san JoseMaría:
Al abrir el Santo Evangelio, piensa que lo que allí se narra -obras y dichos de
Cristo- no sólo has de saberlo, sino que has de vivirlo. Todo, cada punto re
latado, se ha recogido, detalle a detalle, para que lo encarnes en las
circunstancias concretas de lo existencia.
-El Señor nos ha llamado a los católicos para que le sigamos de cerca y, en ese
Texto Santo, encuentras la Vida de Jesús; pero, además, debes encontrar lo
propia vida.
Aprenderas a preguntar lo también, como el Apóstol, Reno de amor: «Señor, que
quieres que yo haga?...» -¡La Voluntad de Dios!, oyes en tu alma de modo
terminante.
Pues toma el Evangelio a diario, y leelo y vivelo como norma concreta. -Así han
procedido los santos.
Habíamos dicho que nuestra vida es como un almacén de trozos de película con
escenas muy variadas, que necesitan un buen guión de montaje para que cada una -
buena o mala, ¡que importa el pasado!encaje en su lugar hasta lograr un final
feliz.
Jesús de Nazaret, con su voz amable y llena de sabiduría, traza a sus oyentes en
aquellas explanadas polvorientas de Galilea la trama que sostiene y da sentido a
la vida. Lo hace, magistralmente, con una parabola, adaptandose al modo de
exposición con el que sus oyentes estaban familiarizados, y que aón hoy es fácil
de entender:
-Un hombre tenía dos hijos. El más joven de ellos le dijo a su padre: «Padre,
dame la parte de la hacienda que me corresponde.» Y les repartió los bienes. No
muchos días depués, el hijo más joven lo recogio todo, se fue a un país lejano y
malgastó allí su fortuna viviendo lujuriosamente. Depués de gastarlo todo, hubo
una gran hambre en aquella región y el empezó a pasar necesidad. Fue y se puso a
servir a un hombre de aquella región, el cúal lo mandó a sus tierras a guardar
cerdos; le entraban ganas de saciarse con las algarrobas que comian los cerdos,
y nadie se las daba. Recapacitando, se dijo: aiCuantos jornaleros de mi padre
tienen pan abundante mientras yo aquí me muero de hambre! Me levantare e ire a
mi padre y le dire: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy
digno de ser llamado hijo tuyo; tratame como a uno de tus jornaleros."» Y
levantandose se puso en camino hacía la casa de su padre.
Cuándo aún estaba lejos, le vio su padre y se compadeció. Y corriendo a su
encuentro, se le echo al cuello y le cubrió de besos. Comenzó a decirle el hijo:
«Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado
hijo tuyo.» Pero el padre les dijo a sus siervos: «Pronto, sacad el mejor traje
y vestidle; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el
ternero cebado y matadlo, y vamos a celebrarlo con un banquete; porque este hijo
mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado.» Y
se pusieron a celebrarlo (Lc. 15, 1124).
Cada uno puede hacer una tarea por su cuenta. Ponerse en el lugar del hijo,
mientras apoya su cabeza en el pecho de su padre y nota en el apretón del abrazo
la fuerza de su amor, y hacerse cargo de cómo contemplaria todo lo que había
vivido hasta entonces. Con el abrazo del perdón descubre definitivamente su
identidad: se sabe verdaderamente hijo, unido al padre por el lazo irrompible
del amor verdadero. Jesús invita en el Evangelio a cada hombre a reconocerse en
ese muchacho. Tras momentos felices en la casa del padre, tras su infidelidad, y
todo tipo de experiencias en la vida, siempre espera que vuelva y participe de
la intimidad con Dios, unido al Hijo para ser también hijo del Padre y gozar de
su Amor. Ahí es su vida encuentra el sentido que busca.
Hace muchos siglos, san Agustin de Hipona, un hombre inquieto en la búsqueda de
la verdad se debatió durante años en preguntas como las que se hacía Uriel al
contemplar la belleza de las montanas, o fijarse en la mirada expresiva de los
enfermos que acudían a su consulta, como las que todos nos hacemos en algún
momento de la vida.
Tras un largo forcejeo intimo contra si mismo, Agustin pudo contemplar
plenamente la verdad, y al escribir sus memorias dejó plasmado con la fuerza
brutal de la sinceridad aquello que sentía y que tanto tiempo le costó
reconocer: «Nos has hecho, Señor, para ti, y nuestro corazón esta inquieto hasta
que descansa en ti.»

HAN INTERVENIDO...
La entrevista con Victor Frankl mencionada en la «Presentación» fue publicada en
Jornal do Brasíl el 13 de mayo de 1989. La cita la he encontrado en un excelente
libro de R. Llano Cifuentes, Dios o el Sentido de la Vida, Palabra, Madrid,
2002, p. 114. La categoria «mundo del texto» es original de P. Ricoeur y la
conviccion de que un texto es un universo de verdades, que está abierto a las
preguntas que se le hacen procede de H.-G. Gadamer. Cfr. V. Balaguer, La
interpretación de la narración: la teoria de Paul Ricoeur, Eunsa, Pamplona, 2002
y H.-G. Gadamer, Verdad y metodo I. Fundamentos de una hermeneutica filosófica,
Sigueme, Salamanca, 1991.
La traducción espanola de todos los textos biblicos citados en este libro esta
tomada de la Sagrada Biblia preparada por la Facultad de Teología de la
Universidad de Navarra, y editada en 5 volúmenes por Eunsa (Pamplona, 1997-
2004).
Algunas de las cuestiónes que se debaten en el apartado «Los microchips de Santa
Claus» están inspiradas en la serie de J. J. Benitez, Caballo de Troya.
Los textos citados en -«Los mitos de los orígenes» están tornados de G. Auzou,
En un principio Dios creó el mundo, Verbo Divino, Estella, 1982. El primer texto
citado con amplitud esta en el dorso del Papiro Golenischeff de Leningrado 1116
A, procedente de Egipto (Auzou, p. 49). El segundo es de una encantación ritual
babilónica (Auzou, p. óó).
Las principales ideas expuestas en «Los "mitos" de la Biblia» proceden de las
catequesis impartidas por Juan Pablo II en las audiencias de los miórcoles entre
1979 y 1980, que pueden consultarse en Juan Pablo II, Varón y mujer. Teología
del cuerpo (Palabra, Madrid, 1995). Acerca del « primitivo carácter mítico» de
esos capítulos del libro del Génesis, vóanse especialmente las páginas 35-40.
En el apartado «Señales de vida en el cosmos» se menciona el Proyecto Phoenix
sobre el que se puede encontrar información en la página web del SETI Institute
(www.seti.org).
Sobre «Las rarezas de la tierra» más información en P. Ward y D. Brownlee, Rare
Earth: Why Complex Life Is Uncommon in the Universe, Copernicus, Nueva York,
2003.
El texto del Concilio Vaticano II citado en «¿De dónde venimos?» es de la Const.
Dogm. Dei Verbum, nóm. 2. Acerca del contexto de las interpretaciónes del Cuarto
Canto del Siervo (Is. 52,13; 53, 12) realizadas en el judaísmo medieval y en las
disputas con los polemistas cristianos, a las que se alude en el epígrafe «Uriel
y el cura», puede consultarse nuestra monografia sobre Los Cantos del Siervo en
la exegesis hispanohebrea (Córdoba, 1992).
En el apartado «Los secretos de la cábala», la explicación sobre por quó la Torá
comienza con bet y no con alef esta tomada de Génesis Rabbah. Puede consultarse
la edición espanola de L. Vegas Montaner, Génesis Rabbah I (Génesis 1-11):
comentario midrásico al libro del Génesis, Verbo Divino, Estella, 1994, p. ó1.
Lo relativo a los juegos de palabras en hebreo sobre el varón, la mujer y el
matrimonio esta tornado de Los capítulos de Rabi Eliezer, XII, 3. El texto puede
consultarse en M. Pórez Fernandez, Los Capítulos de Rabbi Eliezer: Pirqe Rabbi
'Eli `ezer [versión crítica, introduccion y notas], Institución S. Jerónimo,
Valencia, 1984, pp. lló-117.
Algunas de las cuestiónes que surgen en la conversación bajo el epígrafe « ¿Se
besaban en la boca?» tienen su origen en las ficciones planteadas por D. Brown
en El código Da Vinci. Una respuesta más amplia a las muchas incoherencias de
esa obra puede encontrarse en A. Welborn, Descodificando a Da Vinci (Palabra,
Madrid, 2004) y en J. A. Ullate Fabo, La verdad sobre el Código Da Vinci (Libres
Libres, Madrid, 2004).
Para más información acerca de los papiros y códices, así como para todo lo
relativo a la transmisión del texto bíblico puede consultarse, entre otras
muchas obras, R. Dupont-Roc - Ph. Mercier, Los manuscritos de la Biblia y la
crítica textual, Verbo Divino, Estella, 2000. Por lo que se refiere más en
concreto al Antiguo Testamento es util el libro de Th. Romer J.-D. Macchi, Guide
de la Bible hebrai'que: la critique textuelle dans la Biblia hebraica
Stuttgartensia (BHS), Labor et Fides, Ginebra, 1994. Y respecto al Nuevo
Testamento, la obra de J. O'Callághan, Introducción a la crítica textual del
Nuevo Testamento, Verbo Divino, Estella, 1999.
En «Una novela egipcia de equivocos amorosos» se utiliza la traducción del
relato egipcio de Anubis y Bitiu contenida en el Papiro Orbiney, conservado en
el British Museum, que fue realizada por M. Garcia Cordero, La Biblia y el
legado del antiguo Oriente, Editorial Católica, Madrid, 1977, pp. 183-185. La
traducción del capítulo 125 del Libro de los muertos figura la «Confesión del
difunto ante Osiris » esta tomada de esa misma obra de M. Garcia Cordero, pp.
ó05-ó0ó. También hemos tomado de esa obra (p. 231) la traducción de la leyenda
de Sargón de Agadé sobre «Un niño en una cestita flotando sobre el río». El
texto sobre «El diluvio» en la Epopeya de Guilgamesh procede de la Tablilla XI,
lin. 9-159. La traducción esta tomada de F. Malbran-Labat, Gilgames [tradujo:
Nicolas Darrical], Verbo Divino, Estella, 1983.
Acerca de los errores de la lectura «fundamentalista» de la Biblia es muy
instructivo el capítulo dedicado a esa cuestión en el documento de la Pontificia
Comisión Biblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, PPC, Madrid,
1993.
La afirmación de que la fe cristiana no es una «religión del Libro» esta en el
Catecismo de la Iglesia Catolica, nóm. 108.
La traducción del texto procedente del Prisma Hexagonal de Senaquerib que se
presenta en el apartado «Como un pajaro en su jaula» esta tomada de la obra ya
citada de M. Garcia Cordero, La Biblia y el legado del antiguo Oriente, pp. 515-
51ó.
Sobre los osarios con la inscripción «Jesús, hijo de José» y en general, sobre
todo lo relativo a los nombres habituales y a las costumbres funerarias en
tiempo de Jesús puede consultarse nuestro ensayo Rabí Jesús de Nazaret, B.A.C.,
Madrid, 2005. También ahí se encontraran más detalles y referencias
bibliograficas sobre la inscripción de Nazaret en la que se prohibe robar
cadáveres, y acerca de las ideas que circulaban en aquellos momentos sobre la
resurrección.
Acerca del carácter propio de los Evangelios y el modo de leerlos es de gran
ayuda el libro de V Balaguer (ed.), Comprender los Evangelios, Eunsa, Pamplona,
2005.
La carta que Apolo escribe a Luz esta compuesta por los siguientes textos
procedentes de los Salmos, ligeramente retocados en algún caso: Sal. 63, 2; 123,
2; 139, 2-3; 73, 21-23; 65, 8; 17, 8; 23, 4; 87, 4-5; 45, 11-12, 14-15, 17-18;
144, 12-15.
Las ideas más importantes que se contienen en la segunda parte de este libro
(«Cómo leer la Biblia para encontrar la felicidad») están tomadas del Catecismo
de la Iglesia Catolica, nóms. 50-141. Recomendamos la lectura directa de esos
puntos del Catecismo como mejor síntesis de lo que hemos intentado expresar en
esa parte.
En la sección titulada « Explorando la Biblia» se oírece una visión de conjunto
de las ensenanzas de los grandes bloques de libros que es posible distinguir en
la Biblia. Pero para profundizar con más detalle en el contenido, composición y
enseñanza de cada uno de ellos convendra acudir a una buena introducción. Son
muy adecuadas para un primer acercamiento con cierta profundidad las
introducciones a cada uno de los libros de la Biblia y a sus grandes secciones
que oírece la Sagrada Biblia preparada por la Facultad de Teología de la
Universidad de Navarra, y editada en 5 volúmenes por Eunsa (Pamplona, 1997-
2004).
El texto del Concilio Vaticano II citado en la primera de las «10 claves para
leer la Biblia» esta tomado de la Constitución Dogmatica Sacrosanctum Concilium,
num. 7.
La edición de la Sagrada Biblia preparada por la Facultad de Teología de la
Universidad de Navarra, antes citada, se ajusta perfectamente a todas las
características que hemos descrito en la tercera de las «claves».
Las ideas señaladas acerca de la importancia del «sentido literal» en la cuarta
de esas claves están tomadas del documento de la Pontificia Comisión Biblica, La
interpretación de la Biblia en la Iglesia, PPC, Madrid, 1993. De ahí procede
también la breve caracterización que hemos dibujado acerca de las fases que
integran el metodo histórico-crítico.
La intuición expresada con la frase «como un personaje más» y ese modo de
acercarse con viveza a las páginas del Nuevo Testamento y especialmente de los
Evangelios son una notable aportación a la lectura de la Biblia en la Iglesia
realizada por san JoseMaría Escriva. Suyos son los textos citados en cursiva en
el epígrafe correspondiente. El primero es de Amigos de Dios, núm. 222. El
segundo procede de esa misma colección de homilias, num. 253. Y el primero del
epígrafe «concretar consecuencias» es Forja, num. 754. Para un estudio más
detenido de lo que este santo del siglo XX puede ayudar a la lectura de la
Biblia, vease nuestro estudio La Sagrada Biblia en los escritos de san JoseMaría
Escriva, publicado en G. Aranda - J. L. Caballero (ed.), La Sagrada Escritura,
palabra actual, Servicio de Publicaciones, Universidad de Navarra, Pamplona,
2005, pp. 525-547.
El texto con el que termina el libro es la conocida frase de san Agustin
contenida en Confesiones, I, 1.1.

GUÍA RÁPIDA DE LOS LIBROS DE LA BIBLIA


En esta guía se presenta una visión muy sintética del contenido de cada uno de
los libros de la Biblia, que permita un primer acercamiento rápido a ellos y
pueda orientar acerca de buscar algunos pasajes más conocidos.
Para facilitar esa busqueda, junto a cada gran sección se anotan entre
paréntesis los capítulos del libro correspondiente donde se encuentra. No se han
señalado los versículos para simplificar el esquema, por lo que en los casos en
que una sección comienza o termina en medio de un capítulo, esos números marcan
sólo un límite de aproximación.

ANTIGUO TESTAMENTO

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