Varo F - Sabes Leer La Biblia
Varo F - Sabes Leer La Biblia
Varo F - Sabes Leer La Biblia
Francisco Varo
(Adaptación informatica DRAKE)
MARTA
Una chica aplicada que estudía Historia. Sus padres le enseñaron a rezar desde
pequena, va a misa los domingos y asíste a la catequesis de confirmación. Como
la Marta del Evangelio, hermana de María y Lázaro, es amiga de Jesús, aunque a
veces lo pasa mal con las dudas de fe que se le plantean ante lo que lee en los
libros o escucha en la universidad.
DANIEL
Un tipo simpatico, chistoso y abierto, que cae bien a todos. Es mecánico de
automóviles y tiene una imaginación muy despierta. Le gusta la literatura
esotérica y libros como los Caballo de Troya o El código Da Vinci. Sus amigos
dicen que es como Daniel el profeta, siempre descifrando mensajes ocultos.
TOMÁS
Cuenta el Evangelio que cuándo Jesús se aparecio a los Apóstoles el Domingo de
Resurrección había uno,Tomás que no estaba con ellos en ese momento. Cuándo los
otros se lo dijeron no les dio crédito: «Si no le veo en las manos la marca de
los clavos, y no meto mi dedo en esa marca de los clavos y meto mi mano en el
costado, no creeré.» Pues algo así es también este Tomás. Un buen muchacho,
trabajador, servicial. Estudía Químicas y le gusta la ciencia. Dice que no tiene
fe: sólo da crédito a lo que se puede comprobar empíricamente.
DÉBORA
Entusiasta seguidora de las tendencias dominantes. Siempre politicamente
correcta, aunque a veces se acalora ante asuntos que le parecen de importancia
capital. Muy sensible a las cuestiónes sociales, al compromiso con la causa de
los oprimidos, y sobre todo a la discriminación y violencia contra las mujeres.
Brillante y reivindicativa. Parece que aquella mujer que asumió el liderazgo en
la defensa de las tribus de Israel, que se llamaba igual, le ha pasado algo de
su empuje.
LUZ
Todavía quedan entre nosotros personas que saben mirar al cielo y sonar, que
gozan de la poesía y tienen una fina intuición para ver claro otros caminan a
oscuras. Esta chica, sencilla y amable, time en su memo la luz de su nombre.
Estos amigos, que suelen salir a divertirse juntos, se fueron encontrando con
otros personajes.
UN FIN DE SEMANA
COMO TODOS LOS JUEVES
Botellón en el parque
Era un jueves como todos los jueves. Tomás estaba en prácticas de Enlace
Químico. Tuvo que repetir varias veces una medida y salió de la universidad más
tarde de lo que pensaba. Esa semana le tocaba a el pasar por el supermercado.
Miró a la parada del 14, y tuvo que correr para subir al autobús que acababa de
detenerse.
Fue derecho a su piso. Dejó los libros. Se entretuvo lo justo para meter unas
lonchas de jamón en la barra de pan, y salió zumbando a comprar las coca-colas y
las fantas, y a agenciarse una botella de ron que diera un poco de alegría al
refresco.
Apenas salió a la calle con los botellones en la bolsa de plástico, cuándo le
sonó el móvil.
-¡Hola, Marta! Si, si, en seguida llego. Voy para allá. Me he retrasado en
clase, pero ya voy. ¡Nos vemos!.
Cruzó hacía la acera del parque. Subió la escalinata en cuatro zancadas, tomó
el sendero que bordea el estánque y allí, en el banco de siempre, estaba la
cuadrilla. Marta, radíante. Le gustaba vestirse bien para salir. Con ropa
deportiva y alegre. Melena larga y rubia, bien peinada, y un toque de maquíllaje
que realzaba su simpatia natural.
Daniel, a su manera. Con su pelo ensortijado y revuelto, barba de tres días,
tejanos modelo gueto con la entrepierna poco más arriba de las rodillas, y una
enorme sudadera talla XXL, arremangada lo suficiente para dejar libres las
manos.
Por el fondo llegaba Débora, corriendo con dificultad, con sus zapatos de
enormes suelas, traje vaquero flexible con pantalón muy acampanado y una
camiseta a la que parecían faltarle las tallas que le sobraban a Daniel.
-Bueno, chicos, aquí estamos -masculló Tomás, mientras recuperaba el aliento-.
¡Anda, otra vez a pasarlo bien! Nos espera una noche guay. Tengo planes, y
mogollón de chismes interesantes que contaros.
-Primero tómate algo, que hay que repostar. Tenemos tiempo -le dijo Daniel.
Sacaron los vasítos y pasó una primera ronda de Coca-Cola con un toque de
espíritu. Tomás separó el papel de aluminio y empezó a dar cuenta de su bocata.
Mientras tanto, Marta tomó un sorbo y comentó:
-Pues esta tarde he oído una historia fascinante. Desde hace unos días viene a
mi clase de inglés un chico judío de barba, que viste como en las películas, con
esa especie de levita negra, pantalón gris y una camisa blanca siempre un poco
salida, por asoman los flecos de una especie de camiseta que lleva debajo. Lleva
patillas largas, que forman tirabuzónes junto a las orejas, un gorrito en la
coronilla, y un sombrero negro. Ha llegado con su familia desde Zurich hace unas
semanas, y se van a quedar a vivir aquí. Se llama Uriel. Es un tío legal, que se
toma lo suyo muy en serio. Ayer, la profesora nos dijo que, para que vayamos
soltandonos en hablar, cada día uno de los alumnos contaria algo en inglés
durante un rato y luego los demás le hariamos preguntas. Todo en inglés, claro.
Como Uriel ya se maneja bastante bien, le tocó ser el primero en intervenir. ¿A
que no sabéis de que ha hablado?
-Ni idea. Nunca he conocido un tío así... intervino Débora.
-Pues alucina, ¡de su conversión! Es un tipo sin complejos, que se ha puesto a
contar su vida delante de todos, con detalles bastante íntimos.
-Venga, cuenta, que soy todo oídos - la urgió Débora.
Tomás, en cambio, que seguía trabajando el bocadillo, comenzaba a sentirse un
poco incómodo:
-¡Que pesada! Desde que vas a las catequesis de confirmación, hablas de cosas de
religión como si fuese un tema normal.
»Es verdad que hay un algo. A mi me parece que cada uno tiene que aprender a
valorar lo que de verdad le importa en la vida. Y para eso es bueno que
establezca una escala de valores y todo eso.
»Yo mismo quiero ser honrado. Pero para eso no necesito que vengan a sermonearme
y decirme que tengo que hacer o que esta mal.
»Seguro que casí todos los que van pasando por esa acera, los que están parados
en el semaforo y el tío de la moto que va haciendo eses hasta ponerse en primera
fila son gente más o menos como yo. Cada uno tiene por dentro sus convicciones.
Pero eso, por dentro. Las creencias no son para airearlas por ahí.
-No le hagas caso, Marta, y habla, que me estoy poniendo nerviosa -dijo Débora,
puesta de pie-. Por cierto, has dicho que es judío y contó su conversión. ¿Es
que era cristiano y se ha pasado al judaísmo? Esto se pone interesante.
-No corras, chica, que la realidad es más interesante que la imaginación. No.
Uriel nunca ha sido cristiano. Nació en una familia judía y no sabe nada del
cristianismo. Cuándo él habla de «conversión» se refiere a lo que le pasó por
dentro para decidirse a tomarse en serio sus deberes religiosos, cuándo no había
recibido en casa ni en la escuela ninguna instrucción religiosa, ni había
prácticado nunca.
-No lo entretengas más, y cuenta...
El lenguaje machista
Daniel y Tomás, mientras discutían, se habían quedado rezagados. Pero por
delante, la conversación había tomado otro cariz. Marta iba en silencio. En
cambio, Luz exultaba en voz alta de la belleza de esas páginas iniciales de la
Biblia, arrebatada, entusiasmada, posefda por la musa de la poesfa. Débora, que
había estado muy calláda hasta entonces, le dejó caer:
-Callá, maja, que me estás poniendo nerviosa con tantas alabanzas a un libro tan
machista como la Biblia.
-No exageres. Es un clasíco de la literatura universal. Tiene un lenguaje
antiguo, pero se entiende perfectamente, y no me parece nada insultante hacía
las mujeres.
-¡Si se nota a la legua que esta escrito en una sociedad machista las mujeres
son oprimidas y no cuentan para nada! Cuándo los tfos que lo hicieron se ponen a
escribir, en seguida les viene a la pluma el macho que llevan dentro. Fíjate,
sin ir más lejos, en lo que se dice ya en el primer capítulo:«Dijo Dios:
"Hagamos al hombre a nuestra imagen, segun nuestra semejanza. Que domine sobre
los peces del mar, las aves del cielo, los ganados, sobre todos los animales
salvajes y todos los reptiles que se mueven por la tierra." Y creó Dios al
hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó» (Gón. 1, 26-27).
-Sé honrada y termina la frase como acaba en la Biblia: «Varón y mujer los creó»
(Gen. 1, 27) replica Luz.
-Sí, todo lo que tú quieras. Pero a imagen de Dios sólo el hombre. Luego
menciona a la mujer como de tapadillo, intentando arreglar las cosas, pero el
estropicio ya esta hecho. Y ahora que hay más sensibilidad, todavía vendran los
teólogos a intentar arreglarlo diciendo que la mujer es con el hombre « hueso de
mis huesos y carne de mi carne» (Gen. 2, 23), como dijo Adan al ver a Eva. Y
como el hombre es imagen de Dios, la mujer también porque es imagen de la
imagen. ¿Te puedes creer que oí un día en la tele a un profesor de no sé qué
diciendo eso? Y así no hacen más que enrevesar la cuestión para salvar lo
insalvable...
-¡Que bonito, y que cruel! -dijo Luz-. Los hombres hechos con sangre de dioses.
-Has dado en la clave para interpretar los mitos respondió Apolo . Ya sabían las
gentes de Babilonia que los hombres no somos figuras de sangre solidificada. Por
eso, y por tantos motivos, no se pueden leer estos poemas como si nos oírecieran
una descripcion técnica de la creación, que no lo pretenden en absoluto. Pero,
en un lenguaje simbólico y con gran fuerza poética, dejan en claro que el ser
humano no es un objeto, ni siquiera un animal más de cuantos viven sobre la
tierra, porque tiene un algo divino, ha sido hecho con «sangre de dioses». A
esto me refería cuándo dije que los mitos son expresiones simbólicas de
realidades que no se acierta a expresar en un lenguaje racional.
»Y algo parecido sucede con el texto egipcio del que hablamos antes, cuándo dice
que un dios hizo el soplo de vida para las narices del hombre. Es otro modo
imaginativo de expresar ese algo propio del ser humano que lo distingue y lo
eleva por encima de los animales.
Uriel y el cura
Viernes, poco antes del mediodía. Depués de dos horas de asígnaturas troncales,
la clase de inglés en el Instituto de Idiomas era un descanso. La gente iba
llegando con tranquilidad. Algunos estaban en la cafeteria apurando los minutos
antes de entrar. Otros charlaban por los vestibulos del edificio, o por los
pasíllos.
Marta encontró aquel día a Uriel sentado en un banco, con cara de desconcierto.
-Hola Uriel, ¿como te va? iQue bonita historia nos contaste ayer!
Uriel, seguía pensando y apenas esbozó una sonrisa distraida. Marta le fue
ponderando cuanto le había interesado aquel relato de su conversión, y
hablandole de lo importante que le parecía el hablar a fondo y sin reparos de
las cosas que se llevan en el corazón, especialmente de las ideas religiosas de
cada uno, porque es algo que ayuda a conocerse, respetarse y valorar las cosas
buenas y nobles de los demás. No era consciente de que estaba entrando, sin
querer, en lo que tenía pensativo a Uriel.
-Pues sabes, me parece que algo de razon tienes le respondió.
Y le fue contando a ella, con la misma sencillez que el día anterior a toda la
clase, lo que le había pasado esa misma mañana, una hora antes, en la biblioteca
de la universidad.
Había llegado allí sobre las nueve para estudíar un rato. Tomo el primer volumen
del Comentario a la Torá de Rabbí Moshé ben Nahmán, gran rabino de Girona en el
siglo XIII, y se puso a leer.
La zona de la biblioteca en torno a las estánterías de los clásicos del judaísmo
era tranquila. No iba mucha gente por allí, salvo algún investigador de vez en
cuándo, o algún chico judío como el que aprovechaba un espacio entre clases para
profundizar en su cultura. Pero ese día había por allí un personaje nada
habitual. Parecía un cura. Joven, bajito, vestido con pantalón y camisa negros,
y con alzacuellos blanco.
Pero tenía unos papeles escritos extendidos sobre la mesa, y llevaba varias
horas consultando diversos tomos del Talmud. También hojeó en algún momento la
Misna, e incluso varios volúmenes de los comentarios clásicos de la Biblia
recogidos en las Mikra'ot Gedolot, en todos los casos en ediciones hebreas. Por
la bibliografía que manejaba, cualquiera diría que era un Joven rabino o un
estudíante avanzado de una yeshivá; sin embargo, por su aspecto, no había dudas
de que era un sacerdote católico.
Uriel le iba contando a Marta que estaba intrigado, cada vez más a medida que
avanzaba la mañana, hasta que ya no pudo vencer la curiosidad, y se quedo
remoloneando por las estanterias para hacerse el encontradizo la siguiente vez
que aquel hombre se acercara a consultar otro libro.
No tardo muchos minutos. Lo saludó y fue directo a lo que le interesaba:
-Buenos días. Perdona la pregunta, pero ¿de qué vas vestido?
-Pues de sacerdote católico, ¿no lo ves?
-Pero ¿eres cura?
-¡Claro!
-Entonces, ¿qué haces mirando nuestros libros toda la mañana?
-Estoy terminando mi tesis, e intento localizar de dónde proceden las citas que
hacen algunos exégetas a los textos de la Biblia que estoy estudiando.
-Pero las citas que hagan Agustín, Jerónimo o Tomás de Aquíno no son de estos
libros, sino de otros -dijo Uriel.
-Ya lo se. Pero no estoy estudiando sus comentarios, sino los de Abraham Ibn
Ezra, Ramban, Abravanel y otros -respondió el cura.
-Pero ¿qué textos de la Biblia estás estudiando? Varios pasajes de Isaías. Más
en concreto, los llamados Cantos del Siervo.
Uriel no recordaba en esos momentos de que hablaban esos textos. Pero como
estaban junto a la estantería, tomo una Biblia y con la ayuda del sacerdote los
localizó y se puso a leer:
Mirad, mi siervo triunfará,
Será ensalzado, enaltecido y encumbrado.
Como muchos se horrorizaron de él
-tan desfigurado estaba,
que no tenía aspecto de hombre ni apariencia de ser humano-,
así él asombrara a muchas naciones...
No hay en él parecer, no hay hermosura que atraiga nuestra mirada,
ni belleza que nos agrade en él.
Despreciado y rechazado de los hombres,
Varón de dolores y experimentado en el sufrimiento;
como de quien se oculta el rostro,
despreciado, ni le tuvimos en cuenta.
Pero él tomó sobre sí nuestros enfermedades,
cargó con nuestros dolores,
y nosotros lo tuvimos por castigado,
herido de Dios y humillado.
Pero él fue traspasado por nuestras iniquidades,
molido por nuestros pecados.
El castigo, precio de nuestra paz, cayó sobre el,
y por sus llagas hemos sido curados.
Todos nosotros andabamos errantes como ovejas,
cada uno seguía su propio camino,
mientras el Señor cargaba sobre él
la culpa de todos nosotros.
Fue maltratado, y él se dejó humillar,
y no abrió su boca;
como cordero llevado al matadero,
y, como oveja muda ante sus esquiladores,
no abrió su boca...
Puesto que dio su vida en expiación,
verá descendencia, alargará los días,
y, por su mano, el designio del Señor prosperará.
Por el esfuerzo de su alma
verá la luz, se saciará de su conocimiento».
[Is. 52, 13; 53, 12.]
Uriel fue leyendo el texto despacio, fijándose en cada frase, en cada palabra,
pensando en qué significaba, y a la vez intentando comprender por qué un cura se
ponía a estudíar a uno de sus grandes profetas, Isaías, y más en concreto aquel
texto tan misterioso y complejo.
Cuándo terminó, cerró la Biblia y le dijo al sacerdote:
-¡Ah! Ya lo entiendo, tú estudías estos textos porque quieres demostrar que el «
siervo» del que se habla en ellos es Jesús de Nazaret.
-Estoy convencido de que lo que se dice ahí, en efecto, se cumplió en Jesús de
Nazaret -respondió el cura-. Pero de algún modo esas palabras se habrfn cumplido
mucho antes, cuándo el Señor, al ver los sufrimientos de Israel en el destierro
a manos de los gentiles, tuvo piedad de su pueblo, perdonó los pecados y les
permitió regresar a su tierra y reconstruir el Templo, más de cuatro siglos
antes de Jesús.
A Uriel esa explicación le pareció razonable, pero estaba comenzando a sentirse
un poco incómodo al comprobar que aquel sacerdote se manejaba con bastante
soltura por cuestiónes religiosas que se salían de lo que hasta ese momento
había pensado que era el marco en el que se movían los cristianos.
Siguió procesando datos mentalmente, intentando buscar una explicación de lo que
estaba sucediendo que le resultara plausible, y le lanzó otra pregunta:
- ¿Te estás preparando para ser polemista?
El otro debió de pensar que por la mente de Uriel estaban pasando las polémicas
medievales entre judíos y cristianos, y se apresuró a responder:
-No. De ninguna manera. Nada más lejos de mi intención que dedicarme a algo así.
La otra explicación que vino a la mente de Uriel, quiza no se habría atrevido a
pensarla, o si la hubiera pensado, no la habría dicho. Pero las palabras se
escaparon de su boca:
-Ya lo entiendo, lo que pasa es que quieres ser judío.
El sacerdote no se lo esperaba. Pero la respuesta también le salió sin pensar:
-En realidad, lo que me gustaría es que mi vida reflejara lo mejor posible la
vida de un judío, que es Jesús de Nazaret.
-¡Tú eres judío en el corazón! -respondió Uriel. Sí -dijo el cura-. Todos los
cristianos lo somos. La Iglesia es el nuevo Israel que abre sus brazos al mundo
para acoger a todos los hombres de todas las razas y hacerlos partícipes del don
de la salvación que el Dios de Israel otorga en Cristo Jesús.
Uriel hubiera querido preguntarle más cosas, pero tenía que ir recomponiendo sus
esquemas mentales. Además, se acercaba la hora de ir a clase de inglés y no
quería llegar tarde. Se despidieron y fue corriendo hasta el Instituto de
Idiomas.
Todo esto se lo contaba a Marta en el banco del pasíllo, mientras se recuperaba
de la carrera que se había dado para llegar en punto, antes de comenzar.
Había sido todo tan rápido que ni se había presentado ni le había preguntado al
cura como se llamaba. ¿Se volverían a encontrar en alguna otra ocasíon?
En ese momento, la profesora entró en el aula, y ellos también.
Los secretos de la cábala
A las dos en punto de la tarde «hace» mucha hambre, sobre todo cuándo se tienen
veinte años y cinco clases en el cuerpo, en la mañana con mayor carga lectiva
del horario semanal.
Marta salió pronto de clase porque había quedado con Daniel para comer. Daniel
trabaja en un taller de automoviles muy cercano a la Facultad de Historia, y
algunos días se pone de acuerdo con Marta para ir a la misma hora a los
comedores universitarios, que han mejorado mucho. Ahora son un sitio agradable,
limpio y cómodo, se come pronto, bien y barato.
Le acompañaba por la calle Uriel, que había dejado aparcado el coche por allí, y
seguían comentando el encuentro de esa mañana con el cura en la biblioteca.
Allí en la esquina, apoyado contra la pared y tomando el sol, llevaba Daniel
unos minutos. Al verlos llegar, se quito los auriculares con los que escuchaba
mósica y saludo:
-¡Hola, Marta!
-¡Hola, Daniel! Mira, este es Uriel, un compañero de clase.
-Encantado.
-No lo pares mucho, Uriel -le dijo Marta-, que Daniel es un do que se interesa
por todo lo curioso, y como se ponga a hablar contigo de la Biblia, nosotros nos
quedaremos sin comer y tú llegarás tarde a casa.
-¿Has leído la Biblia? -pregunto Uriel.
-Más bien he curioseado los sótanos de la Biblia y de todos los libros dónde se
esconde la sabiduría -respondió Daniel.
-¡Que cosas dices! -intervino Marta.
-Pues si eres un observador atento y te gusta el estudio, cada día descubrirás
rincones nuevos. Ya dicen nuestros sabios que la Biblia tiene setenta caras -
comentó Uriel.
-Yo estoy convencido de que en la Biblia hay muchos mensajes ocultos que sólo
los iniciados pueden captar..
-Y que lo digas -respondió Uriel-. Hasta las cosas más pequeñas son
significativas. Si Dios entregó a Moisés en el Sinaí la Torá, no iba a malgastar
energías, así que cada una de sus letras encierra enormes riquezas de la
sabiduría divina.
-¡Sigue, sigue! -le animo Daniel.
-Pues así se puede observar desde el principio. Desde la primera palabra, desde
la primera letra.
-A ver..
-La primera palabra de la Torá es Br'syt (se lee bere´sit, y significa «en el
principio»). Como el Señor hace todas las cosas con orden y sabiduría, nuestros
sabios se preguntan por que comenzó la Torá por la segunda letra del alfabeto
hebreo, que es bet, y no por alef, que es la primera, como pareceria lógico.
-Pero ésa es una pregunta absurda -tercio Marta.
-No lo es -dijo Daniel-. Ya decía yo que hay sentidos ocultos hasta en los más
pequeñas detalles, que sólo perciben los que han sido iniciados en los
misterios. Venga, cuentame que explicación le dan, porque eso si que será
interesante.
-Pues hay varias. Una de ellas dice que 'alef es la letra con la que comienza la
palabra ´arirah, que significa «maldición», mientras que bet es la inicial de
berakah, es decir «bendición», para que sepas que el mundo no fue creado con una
maldición sino con una bendición -explicó brevemente Uriel.
En el principio:
Maldición:
Bendición:
El matrimonio
Varón: ----- fuego:
Mujer: ---- fuego:
El Señor:
En el principio:
Hijo:
Espíritu:
Padre:
Tres:
Uno, unicidad:
Completo:
Papiros y códices
Pues no es eso lo más serio -prosiguió Fernando-. Fíjate bien: no tiene pies ni
cabeza, científicamente, decir que los Evangelios que actualmente tenemos en la
Biblia tienen su origen a partir del año 325, y que surgieron como un
instrumento del Concilio de Nicea para apoyar las tesis imperiales de
Constantino. Se conservan papiros o pergaminos hasta doscientos años anteriores
al Concilio de Nicea que contienen esos textos.
»Los Evangelios fueron redactados originalmente en griego. Segun un obispo del
siglo II, llamado Papías de Hierápolis, existió únicamente una redacción
original aramea o hebrea de parte del Evangelio de San Mateo, que no ha llegado
hasta nosotros. Pero de eseEvangelio se conserva una version griega. Todos los
demás textos del Nuevo Testamento fueron escritos directamente en griego.
»Los originales se escribieron sobre papiro, el material de uso más frecuente en
esos momentos.
» La pena es que el papiro es un material que normalmente dura poco, porque se
deteriora fácilmente con la humedad y el uso. Por eso los originales de los
libros del Nuevo Testamento se perdieron relativamente pronto. Sin embargo,
desde el principio se fueron haciendo copias, de forma que su contenido se fue
difundiendo y transmitiendo sin dificultad.
El papiro más antiguo que se conserva del Nuevo Testamento contiene varios
versículos del Evangelio de san Juan (18, 31-33, 37-38) y está datado en la
primera mitad del siglo II, es decir, no más de cincuenta años depués de que
fuera escrito ese Evangelio. También han llegado hasta nuestros días fragmentos
de papiros con textos de Mateo y Lucas de finales del siglo II. Y hay papiros
del siglo III que contienen textos muy extensos del Nuevo Testamento.
-Pero esos papiros de los que hablas, ¿existen?, ¿se pueden ver?
-¡Por supuesto! Están a disposición de los investigadores que deseen
estudiarlos. Por ejemplo, el papiro que te he dicho que es el más antiguo se
conserva en la John Rylands University Library de Manchester. Además, hay más de
treinta papiros de los siglos II y III con textos del Nuevo Testamento, que
están repartidos por las grandes bibliotecas de Europa y America, y llegan hasta
ciento diez los oficialmente catalogados, incluyendo algunos del siglo IV y
posteriores. Hay algunos muy importantes, como los tres que componen la
colección Chester Beatty: uno de ellos, que data aproximadamente del año 200,
contiene una parte importante de las cartas de san Pablo, y los otros dos, de la
primera mitad del siglo III, tienen muy amplíos fragmentos de los Evangelios,
los Hechos de los Apóstoles y el Apocalipsis. También en la colección Bodmer se
incluye uno datado en torno al año 200 que contiene catorce capítulos del
Evangelio de san Juan, y otros algo posteriores con textos extensos de otros
Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, la carta de Judas y las dos de san
Pedro.
» Además de escribir en papiros, en cuanto les fue posible, los cristianos
comenzaron a usar el pergamino (o sea, piel seca de oveja o cabra) para
conservar los textos sagrados. En un primer momento los copiaban en rollos, como
era lo habitual en las obras literarias de la Antiguedad y también en el Antiguo
Testamento. Depués se fue extendiendo la forma de libro, es decir, los códices,
que permiten un manejo más fácil y cómodo. Y nos han llegado textos casí
completos de la Biblia en pergamino desde el siglo IV.
» Los más antiguos son el llamado Códice Sinaítico, que se conserva en la
British Library de Londres, y el Códice Vaticano que, como su nombre indica,
está en la Biblioteca Vaticana. Algo posteriores, es decir, del siglo V, son
otros códices que se conservan en la Biblioteca del Patriarca de Alejandría,
otro más en el Vaticano, en la Biblioteca Nacional de Paris y en la University
Library de Cambridge.
Esto supone que tenemos documentos que oírecen un testimonio comprobable de que,
por más que alguna mente calenturienta se dedique a decir que Constantino y sus
secuaces inventaron libros para divinizar a Jesús, esos textos ya llevaban
bastante tiempo escritos antes de que ninguno de ellos hubiese nacido.
-Pero entonces, al hablar de la Biblia, ¿estamos hablando de textos fiables?
¿Podemos tener alguna seguridad de que lo que leemos en las Biblias cristianas
es lo que realmente escribieron sus autores? -preguntó Daniel.
-Sin duda- respondió Fernando-. Precisamente el Nuevo Testamento es el libro
antiguo mejor atestiguado y contrastado desde el punto de vista textual en toda
la historia humana. En estos momentos se conservan más de cinco mil ejemplares
manuscritos en griego. De ninguna otra obra literaria de la Antiguedad se
conservan tantas copias manuscritas y tan cercanas a los originales, ni de
lejos. Incluso en el caso de los grandes clásicos más utilizados en la
antiguedad, el numero de copias que se conservan es mucho menor: de ordinario
apenas pasan de una decena, y son muy posteriores a los originales, que en
ningun caso se conservan.
» Por ejemplo, la obra literaria de la Antiguedad de la que han quedado más
manuscritos, depués de la Biblia, es la Iliada. De ella se conservan unos
seiscientos cincuenta. De los Anales de Tacito hay veinte copias, que son
novecientos años posteriores al original. Otros libros famosos quedan algo más
lejos. De la Poética de Aristoteles, por ejemplo, sólo se han conservado cinco
ejemplares manuscritos, que además son mil trescientos años posteriores al texto
original.
» Pero es que, además, hay también muchos manuscritos de traducciones antiguas
en las que se puede comprobar que el texto base que tradujeron es el mismo que
nos ha llegado en los manuscritos griegos. En concreto, son muy importantes las
traducciones al latin, al siriaco y al copto, todas ellas anteriores a la época
de Constantino. Así que los textos no sólo existian cuándo Constantino llegó a
ser emperador, sino que ya entonces estaban difundidos por todo el mundo
conocido.
» Y respecto al texto del Antiguo Testamento la situación es muy semejante. Los
códices Sinaitico y Vaticano de los que te hablaba contienen también una
traducción griega casí completa del Antiguo Testamento. Pero, además, en Qumran
han aparecido papiros y pergaminos del siglo I, e incluso anteriores, con
amplíos fragmentos biblicos y hasta libros completos, como el de Isaías.
-¿Y de la purga de los Evangelios apócrifos, para quitar de la circulación todas
las versiones que no apoyaran la ortodoxia de Constantino, que me dices? -
pregunto Daniel-. Al fin y al cabo tanta manipulación es crear unos nuevos
documentos como eliminar de la escena los que aportan una información que no
interesa a las tesis oficiales.
-No te empeñes en ver campañas inquisitoriales por todas partes respondió
Fernando-. No hubo nada de eso en los orígenes de la Biblia.
»Sólo la misma mente fantasíosa que urdió todo lo anterior es capaz de
inventarse, sin otra fuente que su capricho, que hubo ochenta Evangelios en los
que se relataba la vida de Jesús como un simple hombre mortal y que fueron
destruidos por Constantino. ¡Pobre Constantino, la cantidad de culpas que le
achacan sin pruebas, ahora que no puede defenderse!
» Ciertamente hubo escritos compuestos en grupos marginales de cristianos, que
se presentaban con formás de evangelios, hechos de los apóstoles, o cartas
apostólicas. Algunos los escribieron gentes bienintencionadas, pero que no
tenian buena información y si una fantasía notable. Otros son escritos de sectas
gnósticas de distinto tipo que, precisamente, se caracterizaban por desviarse de
lo que los apóstoles habían transmitido sobre Jesús, pretendiendo estar en
posesión de conocimientos misteriosos, sólo asequibles a ellos y a los iniciados
en la secta de turno.
» Esos escritos no necesitaron de ninguna persecucion oficial para desaparecer
pronto de la escena. Simplemente no fueron recibidos como sagrados por las
comúnidades cristianas. La falta de reconocimiento no es lo mismo que la
represión, es la simple constatación de que lo que allí se dice no refleja la
predicacion apostolica ni la fe que compartian.
El uso, importancia y autoridad que se daba a los distintos libros hizo que unos
se mantuvieran mientras que otros se iban relegando al olvido. Los cristianos de
los primeros siglos tenian una conciencia clara de que escritos contenian la
verdad de Jesús y sobre Jesús, y por Canto cuales eran los Evangelios y demás
libros a los que debian prestar atención, y cuales no. Lo que se adecuaba a la
fe y lo que iba contra ella se discernia con la tradición apostólica, o sea, lo
que habían transmitido los testigos presenciales de la vida, muerte y
Resurrección de Jesús. Por eso unos se copiaban y se transmitian, y otros no,
entre otras cosas, porque no era barato hacer copia de un libro.
-Fernando, ¿cuantas horas le has echado al estudio de todo eso? pregunto Daniel,
que había estado escuchandole embobado.
-Algunas.
Se habían quedado solos en la gran sala de los comedores universitarios. Al
fondo, algunas personas recogian las mesas y limpiaban, pero nadie les había
dicho que se marchasen.
En un momento, Daniel miro su reloj y tuvo un sobresalto. Había perdido la
noción del tiempo, y ya deberia estar trabajando en el taller desde hacía media
hora. ¡Cómo estaría el jefe!
-Lo siento, Fernando, tengo que marcharme corriendo. A ver como va eso. Ya
seguiremos hablando. Se despidieron. Daniel volvió al taller y Fernando a la
biblioteca a seguir contrastando citas, que para eso había ido a la universidad.
Depués de todo esto, la mujer de su amo puso los ojos en José, y le dijo:
-Duerme conmigo.
El rehusó, y repuso a la mujer de su amo:
-Mira, mi amo no me controla nada de lo que hay en casa, y me ha confiado todo
lo que tiene; no hay nadie más importante que yo en esta casa, y no se ha
reservado nada excepto tu, porque eres su mujer. ¿Cómo voy a cometer esa gran
maldad, pecando contra Dios?
Ella insistia a José todos los días, pero el no accedió a unirse y a darse a
ella.
Cierto día entró José en la casa a hacer su trabajo, y no había allí ninguno de
los sirvientes. Ella lo agarró de la ropa diciendole:
-Duerme conmigo.
Pero el, abandonando la ropa en sus manos, huyó y salió afuera. Al ver que había
abandonado la ropa en sus manos y había huído afuera, ella llamó a sus
sirvientes y les dijo:
-Mirad, nos ha traído un hebreo para escarnecernos; ha entrado dónde yo estaba
para unirse a mí; pero he gritado con voz fuerte, y, al oír que yo levantaba la
voz y gritaba, ha abandonado su ropa junto a mí, ha huído y ha salido afuera.
Ella se guardó la ropa de José hasta que su amo llegó a casa. Y entonces le
contó las mismás cosas, diciendo:
-El siervo hebreo que nos trajiste ha entrado dónde yo estaba para abusar de mi,
y cuándo levante la voz y grite, abandonó su ropa junto a mí, y huyó afuera.
Cuándo el amo de José oyó la version de su mujer que le decía: «Esto me ha hecho
lo siervo», montó en cólera; apresó a José y lo metió en la carcel dónde
estaban encerrados los presos del rey; y quedó preso allí.
Marta releyó despacio ese relato de la Biblia y remiró el texto de los folios.
¿Cómo es posible que se parezcan tanto?
El diluvio
Pero el susto mayor se lo llevó con los textos mesopotámicos, al leer la
traducción de la tablilla 11 de la Epopeya de Guilgamesh, el gran héroe de la
ciudad de Uruk. Segón se explicaba en esos folios, esta tradición tuvo una gran
difusión y llegó a ser conocida en la mayor parte de los centros culturales del
antiguo Oriente: Uruk, Sippar, Assur, Nínive, Sultantepe, Tell Harmal, BoghazKoy
y Meguidoh, entre otros. Nació de forma oral en el mundo sumerio, y se fue
reelaborando a comienzos del segundo milenio hasta que tomó su forma acadia. Sus
versiones más elaboradas datan de los siglos XIII o XII a. J.C. El texto más
completo que se conserva procede de Nínive, y pertenecia a la biblioteca del rey
Asurbanipal, del siglo VII a. J.C. El relato que leyó decía así:
Utanapistim le dijo a Guilgamesh: Voy a revelarte, Guilgamesh, un secreto y a
decirte a ti un misterio de los dioses:
-Cuándo en los tiempos antiguos los dioses moraban en Shuruppak (conoces bien
esa ciudad situada a orillas del Éufrates), los grandes dioses decidieron
suscitar el diluvio.
De ello deliberaron su padre Anu, su consejero Enlil, el héroe, su palafrenero
Ninurta, su fontanero Ennugui; Niniguiku estaba también sentado con ellos.
Repitió su decision a un seto de cañas:
-¡Seto, seto!, ¡valládo, valládo! ¡Seto, escucha! ¡Valládo, pon atención!
Hombre de Shuruppak, hijo de Ubar-Tutu, destruye tu casa, construye un barco,
renuncia a las riquezas, no busques ya más que la vida, desprecia los tesoros si
quieres salvar la vida, embarca en el barco todas las espécies vivas. El barco
que tienes que construir, que sus medidas esten bien calculadas de modo que se
correspondan su largura y su anchura; cúbrelo de un techo como el abismo.
Cuándo estuvo informado le dijo a Ea, mi amo:
-La orden, amo mío, que acabas de darme la respetare y la ejecutare. Pero ¿que
responder a las preguntas de la gente de la aldea, del pueblo y los ancianos?
Ea, abriendo la boca, dijo dirigiendose a mi que soy su servidor:
-Hombre, esto es lo que dirás:
-Enlil parece tenerme odio; no puedo seguir morando en vuestra ciudad. Como no
puedo poner el pie sobre el suelo de Enlil, voy a bajar al Apsu para morar con
mi amo Ea. Entonces sobre vosotros hard Llover la abundancia, los pájaros más
selectos, los peces más exquisitos; os dard las más ricas cosechas; por la
mañana hard Llover la tempestad de lentejas y por la tarde tempestad de granos.
Con las primeras luces de la mañana el país se reunió alrededor de él. El más
debil llevaba el betun, el más fuerte los aperos necesarios.
El quinto día acabe con su forma exterior; su superficie era de una arpenta,
cada pared tenía una altura de diez dobles cañas, y el borde superior formaba un
cuadrado de diez dobles cañas de lado. Así es como tracé la forma de su
estructura. La cubri con seis puentes sucesivos, dividiendola así en siete pisos
de los que veía la superficie nueva. Puse a sus lados clavijas marinas, pense en
los remos y coloque las vituallás.
Derrame tres sar de betun en el horno y dentro tres sar de asfalto; para aceite
los portadores trajeron tres sar; además del sar de aceite que consume el
calafateo, estaban los dos sar de aceite que el marino guarda en reserva.
Para la gente que me ayudaba, yo degollaba bueyes y mataba cada día carneros;
los artesanos bebían cerveza, aceite de sesamo y vino como si fuera agua de un
río. Para que pudieran tener una fiesta como en el año nuevo.
Hice mis unciones, y deje mis manos en reposo. El septimo día, al ponerse el
sol, el barco estaba acabado. Pero como su flotación resultaba dificil, se
equilibraron sus lados arriba y abajo hasta que sus flancos estuvieron hasta los
dos tercios.
Lo cargué con todos mis bienes, con todo lo que poseía de plata lo cargué, con
todo lo que poseía de oro lo cargué, con todo lo que poseía de espécies humanas,
con todas, lo cargué; hice subir al barco a toda mi familia y mi parentela.
Manadas y rebaños de la estepa, a los artesanos los hice subir a todos.
Shamás me había fijado un momento preciso:
-Por la mañana hare llover lentejas, por la tarde tempestad de granizo. Sube
entonces al barco y cierra la puerta.
Aquel plazo llegó: por la mañana hizo llover lentejas, por la tarde tempestad de
granizo.
Observé el cariz del tiempo: ¡era terrible verlo...!. Subí al barco y cerre la
puerta.
Al calafatero del barco, a Puzur-Amurru, el marinero, le di mi palacio y todos
mis bienes.
A las primeras luces de la mañana, he aquí que sube del horizonte una nube
negra; en su interior Adad no cesaba de rugir, mientras Shullat y Hanish van por
delante; avanzan ellos, los palafreneros, por montes y por valles; Nergal
arranca la compuerta de la bóveda celestial que contiene las aguas. Avanza
también Ninurta que hace derribarse las esclusas celestiales. Los Anunnaki
blanden antorchas que, con su esplendor, abrasan la tierra.
El terrible silencio de Adad invade los cielos. Todo resplandor se cambia en
tinieblas. Las columnas de la tierra se rompen como una jarra.
Durante todo un día la tempestad sopló, rápida sopla y provoca la inundación.
Como la tormenta del combate, pasa sobre los hombres que no pueden ya percibir
nada; los cielos ya no son visibles para los hombres.
Los dioses llegaron a espantarse de tal diluvio; retroceden y suben al cielo de
Anu.
Fuera, los dioses están acurrucados como perros, temblando. Ishtar se pone a
gritar como una mujer en parto; gime la dama de los dioses de dulce voz:
-Ese día lejano, ojalá pueda borrarse, ya que en la asamblea de los dioses, tuve
ideas funestas. ¿Cómo pude en la asamblea de los dioses tener discursos
funestos? Hable de combate para destruir a los humanos, mis criaturas, yo, que
crie a esos pueblos que me son queridos; ¿cómo pude llenar de ellos el mar como
si fueran pececillos?
Con ella lloran los dioses, los Anunnaki. Los dioses están postrados, llorando,
sus labios apretados. Seis días y siete noches, el viento sopla, la tempestad,
el verdadero diluvio, arrasa el país.
Cuándo llegó el día septimo, la tempestad, verdadero diluvio, como un combate se
aplacó.
La mar, que se había revuelto como una mujer en parto, se calmó, la tempestad se
hizo silenciosa, el diluvio cesó.
Llene entonces la boca de aire y el calor del sol rozó mis mejillas. Mire el
día: un silencio de muerte reinaba por doquier. Pues la totalidad de la gente
había vuelto al barro.
Un prado se extendía uniforme como un techo. Me quedó arrodillado, llorando; las
lagrimás corrian por mis mejillas.
Escudrine los ríos hasta el confín del mar: a doce veces doce dobles cañas se
elevaba una especie de isla. Era el monte Nitsir en el barco encalló. El monte
Nitsir detuvo el barco sin permitir que se moviera. Así un primer día y un
segundo, así un tercero y un cuarto, así un quinto y un sexto; cuándo el día
septimo llegó, hice salir una paloma que quedó libre; la paloma se alejó y luego
volvió; como no había descubierto ningun lugar, por eso volvió.
Hice salir una golondrína que quedó libre; la golondrína se alejó y luego
volvió; como no había descubierto ningón lugar, por eso volvió.
Hice salir un cuervo que quedó libre; el cuervo se alejó al ver que las aguas
habían bajado, come, revolotea, grazna y ya no vuelve.
Decidí la salida a los cuatro puntos cardinales; Dice un sacrifício y puse una
ofrenda de incienso en la cima de la montaña; coloque siete y siete jarras y
dentro derramé caña sagrada, cedro y mirto. Los dioses olieron su perfume.
Marta leía y releía con asombro este texto misterioso, y se iba fijando en que
había muchos elementos comúnes entre este relato y el bíblico del diluvio
contenido en el libro del Génesis, que había leído y oído contar cientos de
veces.
En efecto, en esa Epopeya de Guilgamesh, la causa del diluvio es la decisión de
los dioses de exterminar a los seres humanos. En ella se describe la
construcción del arca y sus dimensiones. En su interior, para salvarse del
diluvio, entraran algunas personas y muchos animales. La duración del diluvio
fue de siete días y siete noches. Cuándo cesó el diluvio, las aguas fueron
menguando paulatinamente. El arca quedo enclavada en un monte. Para comprobar si
ya se podía abandonar el arca sueltan sucesivamente una paloma, una golondrína y
un cuervo. Finalmente, cuándo la tierra esta seca, se sale del arca y se ofrece
un sacrifício. Parece que paso por paso se va contando el mismo relato bíblico
del arca en la que Noe y su familia pudieron salvarse del diluvio.
En los folios de conserjería había bastantes más textos del Próximo Oriente,
todos ellos muy antiguos. A Marta le apasíonaba leérlos, pero ya estaba muy
cansada. Tenía ya demasiadas cosas en la cabeza, revoloteando como pajarracos de
mal agaero, que la asustaban. Le parecio que ya era suficiente por esa tarde en
la biblioteca, así que metió los folios en una carpetilla de cartón y se marchó.
Al salir a la calle tomo una bocanada grande de aire para respirar a gusto. Lo
necesitaba. Querria haberse quedado con la mente limpia y despejada, pero no lo
conseguía. Se sentía espesa, tensa, un poco ansiosa.
Tomo el autobús hacía casa. Cenaría algo y depués se iría al piso de Tomás, por
fin podría descansar un rato.
En casa de Tomás
Escalera izquierda. Segundo A. Allí era. Llamó al portero automático. Una voz de
chico pregunto:
-¿Quien es?
-Yo.
Marta pensaba que no hacía falta decir más y en efecto, no hizo falta. Alguien
desde arriba pulso el interruptor y se abrió la puerta de la calle.
Mientras subia en el ascensor aprovecho el espero para recomponer algunos
mechones de su pelo con estudíada naturalidad y ajustar su mejor sonrisa. Ya se
sentía mejor depués de una buena ducha y de haber tomado algo en casa. Había
llegado el momento de pasar un rato relajado y divertido.
-¡Hola, Marta!, -¿cómo te ha ido el día?
-¡Si lo contara, Tomás! Pero el día ya paso y ahora comienza la noche. ¿Ha
llegado Débora?
-Todavía no, la espero de un momento a otro.
-¿Y tus amigos? Cuándo llamé a Débora me dijo que hoy estarian por aquí.
-Pues todavía no han regresado. No se si por fin hoy vendran pronto a casa.
Hablaban de irse al cine.
-¡Que bien vivis los Químicos!- se desahogo Marta, con desaliento no del todo
fingido-. Todo el día con probetas y tubos de ensayo, midiendo cosas y jugando a
simular interacciones moleculares con el ordenador, pero sin problemas serios
como nos encontramos los historiadores.
-Anda, chica, desconecta. Que se nota que hoy vienes cargada.
-Tienes razon, Tomás. Ya vale. Voy a poner la tele, a ver que echan.
Apenas había comenzado Marta a zapear aburrida, cuándo sonó el timbre de abajo.
-¡Ahí esta!
-¿Quien es? -pregunto Tomás.
-Nosotros -respondió una voz que parecía la de Débora.
-¿Nosotros? ¿Quien es « nosotros»?
-Uu, isorpresa!
Tomás abrió con curiosidad. Medio minuto depués se abria la puerta del ascensor
y allí estaba Débora con Apolo, su vecino.
-¡Ahí va! ¡Que pequeño es el mundo! Nos encontramos ayer camino del Planetario,
y hoy no necesito ni salir a la calle para que nos volvamos a tropezar. Bien
venidos a casa.
-¡Hola, Marta! Mira con quien vengo. Me lo he encontrado pensativo en la
escalera de mi bloque cuándo salia de casa, lo he invitado a venirse, y aquí
esta. Apolo, el que sabe todo sobre los mitos.
-¡Pues para mitos estoy hoy!. Pero la verdad es que si, que con lo que me ha
pasado en este día tendriamos para hablar horas y horas.
Todos se iban acomodando en el sofa frente a la tele, menos Débora, que prefirió
una silla. Mientras, Tomás les ofreció unas cervezas fresquitas, que aceptaron
con gusto.
-Mira -le dijo Marta a Apolo-, si ayer hablamos de lenguaje mítico, hoy se han
planteado en clase de historia antigua cosas mucho más serias. Me he enterado
nada más y nada menos de que hay relatos de ficción del antiguo Oriente que
vienen también en la Biblia como si fueran historicos y verdaderos. Estoy hecha
un mar de dudas. A partir de ahora, como me voy a fiar de lo que leo en la
Biblia, si pueden ser detalles tan inventados como los de esas narraciones?
-¡Ya ves! El mundo de las humanidades es muy amplio y apasionante, y hay que
tener unas referencias de todos los ámbitos para moverse con cierta soltura. Si
no, uno se convierte en un almacén de datos inconexos que no le sirven para
pensar sobre la realidad, y tampoco es capaz de sacar consecuencias para
afrontar su propia existencia.
-No te vayas por las ramás, que a estás horas no estoy para más teorías -
respondió Marta.
-No estoy hablando de cuestiónes irreales, sino de lo que pasa todos los días.
Vamos a ver. Ahora mismo estamos hablando, y nos estamos sirviendo de palabras,
pero no estamos jugando con ellas. Las usamos como medio para comúnicar
información, pensamientos, sentimientos, afectos y tantas cosas más. Todo
verdadero diálogo es un proceso de comúnicación y cuándo se habla, lo importante
son las ideas que se transmiten, no el modo o los medios de transmision.
-A ver, explicate mejor.
¡Biip bip! ¡Biip bip! ¡Biip bip! ¡Biip bip! ¡Biip hip!...
-Un momento, que me parece que eso que esta sonando es mi móvi1-interrumpió
Marta.
»Si, mama, no lo preocupes, preciosa, ya he cenado...
»Estoy aquí, en casa de Tomás con Débora y un amigo suyo...
»Si, si... »No...
»Charlaremos un rato y esta noche vuelvo pronto a casa...
»Que descanses. Un besito.
» Era mi madre, que no vuelva tarde, etcetera, etcetera.
-Pues eso te estaba diciendo, Marta -siguió Apolo-. Acabas de tener un diálogo
con tu madre. ¿Que te quería transmitir ella? Pues más o menos, que no quiere
que te retrases al volver a casa esta noche. ¿Que le has respondióo
tu? Que esté tranquila, que así será. ¿No es cierto? Pues bien, para hacerle
llegar esa información tú has dicho unas palabras, es decir, has emitido unos
sonidos articulados con la boca, que han sido captados por el micrófono del
móvil, que a su vez los ha convertido en ondas y los ha emitido, y depués de dar
tumbos por varios repetidores, esas ondas han llegado al móvil de tu madre, el
auricular las ha transformado en otras ondas sonoras que han hecho resonar en el
oído de tu madre el tono de tu dulce voz..., y perdona por la cursilería.
-¿Y?
-El estudio de cómo son, cómo funcionan y cómo se transmiten esas ondas requiere
muchas horas de investigación, como bien sabe Tomás, que es de ciencias. Y esos
estudios no son irrelevantes, pues gracias a ellos has podido establecer ese
diálogo. Pero al usuario normal le basta con estar atento a lo que oye por el
auricular y decir lo que desea transmitir, sin perder tiempo ni energías en
indagar como ha funcionado todo el proceso.
-Pero cuándo dos personas hablan frente a frente, o se intercambian información
con un texto escrito, no hay que complicarse con tantos líos de ondas ni de
lenguajes, vamos, me parece -replicó Marta.
-Sí y no, porque el mensaje que puedan transmitir en un proceso de comúnicación
las palabras, las frases, o los textos, depende de muchas cosas. Te voy a poner
un ejemplo. Tú sabes que significa una frase muy breve, de una sola palabra, que
es «llueve»?
-Claro, que cae agua desde el cielo. Todo el mundo lo sabe.
-Pues esta tarde -dijo Apolo-, mientras me preparaba un bocadillo en la cocina,
estaba viendo distrafído la ropa que la madre de Débora había puesto a secar en
el patio interior de nuestro bloque. Llevaba ahí desde la mañana, y me parecía
que ya debía de estar seca. En ese momento comenzaba a Llover. Mientras buscaba
una Coca-Cola en el frigo oí las voces de su madre: «Débora, Débora, ¡llueve! »
Y antes de un minuto, allí estaba Débora retirando la ropa de los tendederos.
-¡Fisgón! -interrumpió Débora- ¿que hacías curioseando por el patio lo que yo
hago en mi casa? -No, mujer, no curioseaba, sólo estaba merendando y te ví por
allí. En fin, lo que quería decir es que la palabra llueve que te dijo tu madre,
la información que transmitía es: «Mete la ropa en casa.»
»Pero es que poco depués me pasó algo parecido. Ya estaba listo para salir, y
cuándo fui a despedirme de mi madre antes de salir a la calle, ella me miró, vió
que llevaba encima un simple chubasquero, y me dijo con cierto tono de pena: «
Apolo, llueve. » No necesitó decirme más, porque entendí perfectamente el
mensaje que me estaba transmitiendo: «llévate un paraguas, ¡anda! ». La conozco
de sobra.
»En resumen, que eso de que el mensaje que transmite la frase llueve, que a ti
te parecía tan evidente, sea «cae agua desde arriba», tiene algo de verdad, pero
no toda. En un diálogo real puede querer decir «mete la ropa en casa», «llevate
un paraguas, ¡anda!» y varias cosas más. En un texto no se puede hablar de
verdades o mentiras de palabras, frases o párrafos sueltos sin saber nada de
quien escucha, del conocimiento que tiene de quien le habla, y de la situación
en la que están.
-¡Que interesante! -exclamó Marta- . ¿A ti te parece que puede suceder algo
parecido con esas narraciones antiguas que están en la Biblia, como las del
diluvio, lo de José y la mujer de Putifar, o lo del niño flotando en una cestita
en el río, o tantas otras? ¿Es decir, que si uno lee sin más ese texto es como
si le dijeran «llueve»?.
-Me parece que es exactamente así. Uno asocia mentalmente con esos relatos unas
ideas, que tienen alguna relación con el mensaje que el autor desea transmitir,
pero que no son el nucleo mismo de lo que nos están queriendo decir, que bien
puede ser una coca diversa.
»El lector ingenuo piensa que sabe de qué le hablan, pero al no tener el
contexto existencial en que se sitúa ese texto, en realidad no se da cuenta de
lo principal del mensaje que le están transmitiendo. La búsqueda del sentido
real en medio de tantos espejismos como producen las palabras requiere un
esfuerzo de concentración y atención como el que se necesita para escapar de un
laberinto de espejos.
»El relato bíblico del diluvio, por ejemplo, es muy pedagógico. No pretende
ofrecer una versión más de los relatos del Próximo Oriente que hablan del tema.
A todo el que lo lee le queda claro que no puede escudarse en el anonimato para
hacer el mal. Si uno se empeña por ser fiel a Dios, aunque todo el mundo a su
alrededor viva de otro modo, puede tener la certeza de que sus esfuerzos, como
los de Noe y su familia, no pasan inadvertidos al Señor, que siempre salva a los
que le son fieles.
»Algo parecido sucede con el incidente de José con la mujer de Putifar en
Egipto. Anima a imitar la rectitud moral del patriarca, incluso en un ambiente
difícil en el que no faltan tentaciones ni provocaciones.
»El modo en que se narra la infancia de Moisés, por su parte, ilustra
perfectamente acerca del misterio de la vocación divina, y de cómo Dios en su
providencia ordinaria va disponiendo los acontecimientos para que cada uno este
en el momento oportuno en las condiciones óptimás para llevar a cabo aquella
tarea para la que el Señor lo ha hecho y que da sentido a su vida.
»Para entender el mensaje de los textos de la Biblia, como cualquier texto,
sobre todo los más antiguos, hay que tener en cuenta muchas más cosas de las que
parece. Y la Sagrada Escritura no esta para transmitir informaciones
anecdóticas, que a la larga son irrelevantes, sobre detalles curiosos de la vida
de sus protagonistas, sino para explicar la acción de Dios en la historia y en
la vida de las personas.
Los fundamentalistas
-Un día de estos pasó en mi casa una cosa curiosa relacionada con la Biblia -
dijo Débora-. Estaba mi madre sola en casa cuándo llamaron a la puerta.
»Abrió, y eran dos chicas muy amables y sonrientes que, depués de saludarla, le
preguntaron si ella leí a la Biblia, y le fueron diciendo que para encontrar la
felicidad, el descanso, la solución a todos los problemas, sólo tenía que abrir
la Biblia porque en ella se contenía la palabra de Dios. Lo que pasa, le decían,
es que muchas veces los cristianos no la leemos directamente y la conocemos sólo
de oídas y mal, y por eso no nos hemos enterado de lo que Dios ha dicho, hacemos
las cosas mal, y entonces todo se desencaja y la vida pierde su sentido. Pero
que si la leemos con mucha fe, encontraremos la salvación.
»Le iban diciendo muchas cosas de estás, y mi madre, que es católica prácticante
de las que no se pierde misa y rosario desde joven, se iba poniendo nerviosa
porque aquello le sonaba raro y estaba comenzando a pensar si esas chicas tan
cordíales no serfan de alguna recta.
»Como ejemplo de lo que le estaban diciendo le propusieron abrir la Biblia y
leer algún pasaje, para mostrarle que los cristianos sabemos pocas cosas si nos
sacan de lo que escuchamos en misa.
»Comenzaron a pasar las páginas de una Biblia que llevaban en la mano, y mi
madre, un poco nerviosa, les dijo:
-No, con su Biblia, no, que puede ser protestánte y estar trucada.
-No se preocupe, señora, todas las Biblias normales son parecidas. ¿Tiene en
casa alguna Biblia de la que se fíe?
-Sí, tengo una.
-Pues traigala y usamos esa, para que vea que no estamos inventando nada, sino
que sólo queremos ayudarle a que la lea entera, tranquila y despacio.
»Mi madre sacó su Biblia -prosiguió Débora-, y se la dejó. Buscaron allí el
pasaje que tenian señalado en la que ellas traían y que se habían vuelto a
guardar en el bolso. Se trata del capítulo veinte del libro del Éxodo, que
es se contienen los diez mandamientos. Leyeron los seis primeros versículos:
Entonces Dios pronunció todas estás palabras, diciendo:
-Yo soy el Señor, tu Dios, que lo ha sacado del país de Egipto, de la casa de la
esclavitud.
»No tendras otro dios fuera de mí.
»No te harás escultura ni imagen, ni de lo que hay arriba en el cielo, ni de lo
que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas por debajo de la
tierra. No lo postraras ante ellos ni les darás culto, porque yo, el Señor, tu
Dios, soy un Dios celoso que castigo la culpa de los padres en los hijos hasta
la tercera y la cuarta generación de aquellos que me odían; pero tengo
misericordía por mil generaciones con los que me aman y guardan mis
mandamientos.
»-Vea, senora, que aquí el Señor anuncia que tendrá misericordía de los que no
hagan esculturas ni imágenes de ningun tipo, pero que en cambio castigara a
quienes les den culto. Piense si todo le va bien, o tiene alguna desgracia o
algo que la apena en su salud, o en su familia. Quiza no conocía este mandato
tan claro del Señor, y fijese, desde aquí se ve que tiene usted en su propia
casa una estatuilla del Corazón de Jesús en el salón, y un cuándo de la Virgen
en este recibidor.
»Mi madre se sintió muy mal, y las despidió en seguida, lo más amablemente que
pudo.
»Cuándo llegue al mediodía aún le duraba el disgusto, y me estuvo contando todo
esto mientras comíamos, pero estaba desganada.
-Pues mira, precisamente de eso es de lo que estabamos hablando -intervino
Apolo-. Esas chicas tan amables que llamaron a lo puerta y hablaron con lo madre
hacfan una «lectura fundamentalista» de la Biblia.
»Los fundamentalistas son gente que me dan mucha pena, porque lo pasan mal y lo
hacen pasar mal a los demás. A veces son gentes piadosas que están confundidas o
engañadas. Han oído, como enseña la Iglesia, que toda la Sagrada Escritura esta
inspirada por Dios, y tiran por la calle de en medio considerando que cada
palabra o frase de la Biblia es «palabra de Dios» en sentido absoluto, cuándo
así lo único que hacen es manipular la Palabra de Dios.
»¡Pobres! En el fondo no entienden que es la «inspiración» de la Biblia. No
acaban de aceptar que así como el Hijo de Dios al hacerse hombre para nuestra
salvación asumió las limitaciones de nuestra naturaleza humana, y supo lo que es
tener hambre y sed, y cansancio, y dolor, y morir.. lo mismo sucede con la
Sagrada Escritura, en la que escuchamos la Palabra de Dios en un lenguaje
humano, del que también ha asumido su modo de funcionar, incluso con sus
limitaciones, para que podamos entendernos.
»El pensador austríaco Karl von Frisch, estudiando el comportamiento de las
abejas durante años, descubrió que tienen un cierto lenguaje para comúnicarse
alguna información. En concreto, toman como referencia al sol y, medíante una
especie de baile volando en círculos y con un movimiento oscilante del abdomen,
indican al resto de sus compañeras es posible encontrar las flores que
necesitan. Se han hecho experimentos con abejas mecanicas que reproducen ese
movimiento, y su mensaje ha sido captado por otras abejas. Si se empleara la
lengua latina para hablar a las abejas, aunque es mucho más rica y perfecta que
su lenguaje de signos, sería imposible transmitirles nada, porque no lo
percibirían. En cambio, con una abeja mecánica bien estudíada se les puede hacer
llegar algún mensaje, aunque sea muy limitado y lógicamente, hay muchas cosas
que no se les pueden decir con precisión, la mayoría.
»Algo así ocurre cuándo Dios quiere entrar en contacto con los hombres. Su
inteligencia es muy superior a la nuestra, y lo mismo sucede con «su» lenguaje.
Con una diferencia mayor que la que pueda haber entre nosotros y las abejas.
Pero como nos quiere, y desea transmitirnos mensajes importantes para ayudarnos
a encontrar el sentido de la vida y a ser felices, accede a emplear un lenguaje
que podamos entender, el lenguaje humano. No es perfecto, tiene sus limitaciones
y puede conducir a equivocos, como bien sabemos. Pero es suficiente para que nos
podamos entender con el.
-Oye, tío, ¿no seras seminarista? -le preguntó Tomás, que iba siguiendo la
conversación sin perderse palabra-. Porque la gente normal no tiene un dominio
de esas filigranas teológicas como el que tu tienes.
-No lo soy, aunque los seminaristas son buena gente, no les tengas miedo -
respondió Apolo.
-¡Lo decía en broma!
-Anda y no provoques -le dijo Marta.
-Es que estás cosas no son de seminaristas, curas ni monjas, sino de cualquier
tipo culto que piense un poco, y se interese por asomarse a la realidad. Pero
no, no se tanta teología como tu crees. ¡Ya me gustaría saber bastante más!.
Todo esto lo he aprendido hace poco curioseando el Catecismo de la Iglesia
Católica.
»Resulta que hace unos días estaba tomando un cafe en el bar de mi facultad con
unos amigos de clase y salió la conversación del fundamentalismo. Uno de ellos
insistia en que la gente que se aferra a sus creencias religiosas son un peligro
para la convivencia y la democracia.
»-Con esos intolerantes -decía-, es que no se puede ni hablar porque no se
atienen a razones, sólo a lo que ellos leen en sus libros.
»-Si de mi dependiera -dijo otro-, borraba del mapa a los musulmanes, judíos y
cristianos.
»-Oye, no te pases, que los nazis sois peores -replicó un tercero.
»-¿Nazi yo? ¡Venga ya!. Lo que digo es que las religiones del Libro son un
avispero de fanátios fundamentalistas, y no hay manera de razonar con ellos.
Sepulcros en Jerusalén
Ese día había poca gente por los pasíllos de la facultad. Marta los iba
recorriendo casí en solitario hasta que llegó a la puerta del despacho del viejo
profesor. Como había imaginado, allí estaba trabajando.
Llamó tímidamente a la puerta, y una voz la invitó a pasar:
-¡Adelante!
-Muchas gracias. Venía a traerle el trabajo que nos propuso ayer.
-¡Tan pronto! Eso está muy bien. No esperaba que ya hoy me comenzasen a llegar
trabajos, pero mucho mejor.
-Aquí se lo dejo -dijo Marta, que no tenía demasiadas ganas de hablar-. Se lo he
hecho como me propuso ayer, buscando unos textos que pudiera comparar con la
Biblia y valorando críticamente las coincidencias y diferencias.
»La verdad es que me ha resultado muy interesante y util para aprender. Pero me
parece que han sucedido muchas cosas demasíado rápido. Depués de la clase de
ayer, que me dejó un poco desconcertada, me animó un poco lo que hablamos. Esta
mañana, al hacer el trabajo, estaba muy contenta pensando ingenuamente que mis
dificultades habían desaparecido. Pero sólo mirar la prensa de hoy me ha dejado
chafada, con el ánimo por los suelos.
-¿Que te ha pasado? ¿Que has leído que haya tenido un efecto tan fulminante y
devastador?
-La noticia del hallázgo del osario con los restos mortales de Jesús -respondió
Marta entristecida y un poco avergonzada-. ¿Cómo me iba a imaginar yo que podía
suceder eso?
-¿Eso? ¡No seas ingenua, chica! Si algo debe tener un historiador es un mínimo
de sentido crítico y rigor para preguntarse a fondo por el fundamento real en
que se basan las afirmaciónes que lee.
-Pero en este caso los datos están bastante claros. Se trata de un osario del
siglo I con la inscripción «Jesús, hijo de José» .
-No, mujer. No está nada claro. De entrada habrá que preguntarse por la
credibilidad que merecen las declaraciones a la prensa del guarda de un almacén
de antiguedades a la hora de valorar tecnicamente los objetos que se conservan
allí.
»En primer lugar, todo hallázgo arqueológico que merezca ser tenido en
consideración ha de estar perfectamente atestiguado. Un profesional serio
siempre toma fotografias de la marcha de las excavaciones, en que posición van
apareciendo los osarios o los objetos de que se trate. Por supuesto que se
fotografia el contenido.
»No es serio decir que tenía huesos y que se retiraron. Hay que probarlo. Pero
en este caso no importa demasíado, lo más probable es que, en efecto, hubiera
unos huesos allí.
»Respecto a la datacion, habea que estudíar la memoria de los excavadores para
comprobar en que indicios se basan para realizarla.
Pero en este caso concreto del que estamos hablando no hay mucho lugar para las
sorpresas, porque se sabe bastante de los enterramientos en Jerusalén en el
siglo I.
»En aquella época, cuándo alguien fallecia, su cadaver se depositaba en uno de
los nichos de un sepulcro. Allí permanecian algunos años, al cabo de los cuales
los huesos o restos que quedasen se trasladaban a un osario de piedra o de
ceramica. Hasta la fecha ya ban aparecido más de mil osarios de esa época, con
el nombre del difunto grabado en su exterior.
»Del estudio de las inscripciones encontradas hasta ahora se deduce que los
nombres propios eran poco variados on aquella época. Es decir, había pocos
nombres que eran, por tanto, muy corrientes y que se repetian con todas las
combinaciones posibles.
»Entre los nombres más frecuentes se encuentran Simeon (Simón), Juan, José,
Jacob (Jacobo, «Santiago»), Judas, Josue (Jesús), Zacarias, Natanael, Eleazar
(Lázaro), o Matias, para los varónes, y María, Salome, o Marta, para las
mujeres.
»Al ser relativamente pocos los nombres corrientes, se han encontrado varios
ejemplos de casí todas las combinaciones posibles: aMatias, hijo de Juan»,
Simon, hijo de Zacarias» , y tantas otras.
»La primera vez que se planteo un problema como el que has leído hoy en el
periodico fue en 1931, cuándo por primera vez se encontró un osario con la
inscripción: «Jesús, hijo de José.» Algunos aventuraron entonces que podría
tratarse de «Jesús de Nazaret». Sin embargo, la propia estadistica invitaba a
ser prudente, ya que al haber pocos nombres habituales, y ser bastante
frecuentes esos dos, no seria extraño que hubiera al menos varias decenas de
personajes en los que se diera esa combinación de nombres.
»De hecho, en los años siguientes, ya han aparecido casí una decena de osarios
con la misma inscripción, y todavía es posible que aparezcan algunos más. Y
tienes bastantes indicios en la historia para pensar que ninguno de esos
personajes es el Jesús de los Evangelios.
-Dice usted que tengo bastantes indicios para pensar que no es él. ¿Por que? ¿No
podría ser uno de ellos, aunque hubiese más que se llamásen igual?
-Afirmar que resucitó y que, una vez vivo de nuevo, subió en cuerpo y alma a los
cielos, es, desde luego, una afirmación que requiere tener fe en Dios y en la
divinidad de Jesucristo. No se puede hacer una demostración puramente racional
de que fue así. Sin embargo, tampoco se puede demostrar quo no fue así. Y en
cualquier caso, los indicios que hay, si se estudían sin prejuicios, invitan a
pensar que la explicación más razonable de lo que paso es que realmente
resucitase.
Un retrato de la historia
-¿Y puede percibirlas una persona que busque con rigor histórico lo que sucedio?
-Si, sin duda, pero se requiere una profunda honradez intelectual al indagar en
la historia.
De entrada, conviene tener presente que en la Antigiiedad el objetivo ordinario
del historiador no era dejar un «documento» para testimoniar ante la posteridad
lo que sucedio en los tiempos preteritos, sino recordar el pasado a sus
contemporaneos para darles razon de su situación, y proporcionarles unos
elementos de reflexión y orientacion para la toma de decisiones y para la accion
en ese preciso momento. Todo lo que se de,ja por escrito, se escribe con alguna
intención.
Esto sucede dentro y fuera de la Biblia. Por eso, en la interpretación rigurosa
de un texto histórico, y en especial de un texto de historia antigua, no se
puede prescindir de los condicionamientos personales y culturales del
historiador que lo escribió, ni del tipo de historia que quiso componer.
»En la Biblia encontramos el testimonio de una interpretación muy antigua que ha
llegado hasta nosotros. Se trata de una valoracion de la historia desde el punto
de vista de la fe de Israel y la fe cristiana. Ante sus autores se abrían,
gracias a su fe, algunas perspectivas originales que les hacían dirigir su
atención hacía hechos aparentemente marginales en el decurso de los grandes
acontecimientos que interesaban a otros pueblos a otras cultural. Los textos
biblicos proponen marcos de interpretación en los que quiza no habían reparado
quienes no mirasen la realidad desde ese punto de vista, y proporcionan así unas
excelentes vial de acceso racional para comprender a fondo lo sucedido.
-Pero la imagen de los acontecimientos sucedidos que muestran los textos de la
Biblia ¿es real? -pregunto Marta. ¿No será una versión tan interpretativa que
distorsione los hechos y ofrezca una version puramente imaginaria de lo
sucedido?
-Totalmente real -respondió el profesor-, y no con una realidad engañosa, sino
plena.
»Los relatos biblicos no son como una «fotografia» de los acontecimientos de la
historia en los que Dios intervino, sino mas bien como el «retrato» pintado por
un gran pintor. No es lo mismo «fotografia» que «retrato».
»La Biblia no oírece la visión superficial que aparece a simple vista, como la
que podría captar una «fotografia» instantanea, sino que dibuja los caracteres
de las personas y resalta matices en los acontecimientos.
La Biblia es como un «retrato» pintado en un cuadro. Transmite, a partir de unos
signos más o menos figurativos, una información más real de los acontecimientos
que la que obtuvieron los testigos presenciales. Aunque a veces los detalles
narrados no sean calco de la realidad, ayudan a oírecer una imagen más auténtica
de lo sucedido que si hicieran un calco minucioso de los hechos. La Biblia
cuenta una interpretación autorizada, escrita bajo la inspiracion del Espíritu
Santo, de las intervenciones salvadoras de Dios en favor de los hombres.
-Pongame un ejemplo de lo que dice, por favor -interrumpio Marta-, que me estoy
perdiendo con esto de las fotos y los retratos.
-¿Has visto alguno de esos cuadros clásicos que representan a la Trinidad con
Cristo en la Cruz? En ellos aparece Dios Padre, sentado en un trono de nubes,
con barbas blancas, y con resplandor de sol alrededor de la cabeza, que sostiene
en sus manos el travesaño de la Cruz. El Hijo esta clavado en esa Cruz,
sostenida por Dios Padre en los cielos. El Espíritu Santo esta representado por
una paloma a mitad de camino entre la cabeza del Padre y la del Hijo. Alrededor
de la Cruz hay unos ángeles que adoran y lloran.
Piensa ahora en un fotograma de la película sobre «La Pasíon», de Mel Gibson. Un
hombre, con el cuerpo malherido, clavado en una cruz tosca de madera, en las
afueras de una ciudad, rodeado de soldados brutotes.
La escena de la película puede parecer más « realista» (una ejecucion tal y como
la vieron los testigos). Sin embargo, se puede decir que el cuadro es más «real»
que ella, a pesar de que ya se sabe que Dios Padre no tiene barbas ni los
ángeles tienen alas ni túnicas, porque presenta unos elementos importantes que,
aunque no los vieron con sus ojos los soldados que clavarón a Jesús en la Cruz,
enseñan a mirar la muerte de Jesús como lo que realmente fue, no una simple
ejecución, sino el acontecimiento culminante en la redención del género humano.
-¿Que papel tiene, entonces -siguió preguntando Marta-, la lectura de la Biblia
en ese acercamiento de Dios a los hombres del que estabamos hablando?
-Ya hemos quedado en que la Revelación divina es un proceso de comúnicativn
entre Dios y el hombre. Y como en todos los procesos humanos de comúnicación,
para captar lo esencial, esto es, el mensaje transmitido, no sólo hay que
atender a la materialidad de las palabras, sino a aquellos elementos que hay en
el que comúnica o en el que recibe el mensaje que hacen que unos signos
meramente convencionales (las palabras que constituyen los textos) hagan llegar
una información precisa al receptor.
Para entender mejor este valor comúnicativo de signos, que no son un duplicado
de la realidad que manifiestán, puede ayudarte pensar de nuevo en la técnica de
la pintura. Incluso los cuados más realistas, vistos de cerca, no son una
reproducción idéntica y minuciosa de la realidad visible, sino un conjunto de
simples manchas de color magistralmente dispuestas, que contempladas a cierta
distancia producen en la retina una imagen similar a la real.
»Además, con el progreso de la investigación pictorica en los últimos siglos, es
posible comprobar que hay tipos de pintura, como la impresionista, que pueden
reflejar la realidad mejor que cualquier cuadro realista; o representaciones
abstractas, como el Guernica de Picasso, que describe el terror del bombardeo
mejor que cualquier fotografia de los escombros.
»Estás consideraciones nos pueden ayudar a apreciar el valor de la Sagrada
Escritura, que no es un libro convencional de historia, sino algo mucho más
importante: una obra literaria que oírece un particular y logrado «retrato de la
historia», realizado bajo la inspiración del Espíritu Santo.
-Todo esto es apasíonante -dijo Marta, a la vez que miraba su reloj y veía que
era la hora de comer-. Tendre que pensarlo más despacio porque hemos hablado de
demasiadas cosas a la vez, pero se lo agradezco.
»Espero que sea bueno a la hora de calificar mi trabajo. Lo he hecho lo mejor
posible, pero ahora veo que no tengo ni idea...
-Lo leere con gusto, no te preocupes. Y ya seguiremos tratando otras cuestiónes
en clase. Hoy nos hemos entretenido mucho hablando de la Biblia, pero hay otras
muchas cuestiónes en la historia antigua que son realmente apasíonantes.
-Así lo espero -dijo Marta mientras se despedía-. Que pase un buen fin de
semana, y hasta el lunes.
Perplejidad
Mientras se dirigia a la parada del autobús para regresar a su casa, Marta se
sentía un poco aturdida. Estaba viviendo un fin de semana realmente intenso y
singular. Las conversaciónes que se habían ido sucediendo con los amigos y
amigas, y los largos cambios de impresiones con el profesor de historia antigua,
habían ido desembocando en cuestiónes relacionadas con la Biblia de un modo o de
otro.
Además, todo eso la estaba afectando en muchas cuestiónes personales que no la
dejaban indiferente. Si hasta unos días antes había leído los Evangelios y, en
general, toda la Biblia con una gran paz, ahora pensaba que también había una
gran ingenuidad en sus planteamientos anteriores. Nunca se había parado a pensar
despacio en esas cuestiónes y menos aún a informarse con precisión de todo.
Estaba tranquila, pero perpleja. Resulta que para enterarse a fondo de lo que
pasaba había que saber cómo se escribían los documentos en la Antiguedad y como
y dónde se han conservado. Era necesario prestar atención a todos los indicios.
Había que dominar la crítica literaria e historica. Era necesario conocer bien
los mitos y la cultura de los pueblos antiguos del Próximo Oriente y.. Y no
terminaba de cerrar la lista de habilidades que parecían hacer falta para leerla
a fondo y sin sobresaltos.
Pensaba que, tal y como estaban las cosas, en el siglo XXI Biblia había pasado a
ser coto de paleógrafos, antropólogos, críticos literarios (¡como Apolo!),
historiadores y mucha gente mas. A ella, una chica cristiana normal y corriente,
se la habían robado. Una pregunta la rondaba de modo casi obsesivo mientras
viajaba en el autobús: « Mi Biblia, la que leía con gusto, sosiego y serenidad
desde pequeña, aquella dónde encontraba historias bonitas y edificantes, aquella
que me llenaba de paz, ha desaparecido. ¿Dónde esta mi Biblia?»
En el banco de siempre
Llegó la noche. Habían quedado como todos los jueves y como todos los sábados,
en el banco de siempre. Esta vez el tiempo estaba desapacible. El día se había
ido nublando mas y mas conforme pasaban las horas, y al anochecer caían algunas
gotas, pocas. Y soplaba aire fresco, un poco mas fuerte de lo que habría sido
deseable.
Esta vez Tomás fue el primero en llegar. Es un tipo cumplidor y estaba un poco
avergonzado porque el jueves le hubiesen tenido que esperar. Al ver el banco
vacío se puso a merodear por allí, cinco pasos arriba, diez pasos abajo, girando
y avanzando con energía. No le apetecía quedarse parado.
Poco después vio acercarse entre las sombras una silueta con andares
inconfundibles. Era Daniel. -Hola, tío, ¿que tal te ha ido?
-Que quieres que lo diga, colega? La vida del currante siempre es dura. Todo el
día con el jefe metiendo prisas, que no lo deja disfrutar de los motores
mientras los trabajas. Además, ayer se cogió un rebote mas que regular porque me
retrase después de comer y quería que hubiésemos atendido pronto un compromiso
que se le presentó con un amigo suyo. Si no te importa, me voy a sentar a
descansar un poco mientras llegan los demás, que venia corriendo para no
retrasarme -se interrumpió Daniel.
-¡Vale! Yo también me voy a sentar, que ya he entrado en calor.
-Pues como te iba diciendo. Había ido a comer y me encontré con Marta y unos
tipos que la acompañaban, y nos quedamos charlando mas de la cuenta. Fue muy
interesante. Toda la tarde de ayer, y todavía hoy, no dejo de darle vueltas a
todo lo que hablamos. Pero estoy hecho un lío. Cuándo pienso sobre «filosofía»
es como si la cabeza se me llenara de pájaros. Pero hay cosas que me han
afectado personalmente y no logro dejar de pensar en ellas. Me parece que,
mientras no cambie, mi vida tiene menos interés que la de un percebe en una
bañera. Fíjate en que...
Mientras hablaba llegó Débora con sus zapatos de suela alta. Daniel se calló y
se levantó para cederle el sitio en el banco dónde estaba sentado. A Débora se
le encendió la cara, que parecía que iba a empezar a echar humo, y se puso a
gritar:
-¡No, no me hagas eso! -¿Que te he hecho?
-¡Pues eso, te has levantado para dejarme el sitio. No me estas respetando. Eres
un desconsiderado que te sientes mejor cuándo me tratas con paternalismo!
-¡No, no, tía, nada de eso!
-¡Que sí! Que si en vez de ser yo hubiera sido un chico, ¡para nada te habrías
levantado a ceder el asiento!. Te levantas porque soy mujer y me miras como
inferior, del «sexo débil» como decís vosotros.
-¡Que no, Débora, que es todo lo contrario. No quería ofenderte! Es sólo un
detalle de respeto.
-¡No necesito que me respeten. No quiero que me respeten. Exijo que me traten de
igual a igual. Y punto. Y basta! -gritaba Débora marcando con dureza cada una de
sus palabras, cada vez más excitada.
-¡Bueno, bueno, calma! -terció Marta, que acababa de llegar-. ¿Que pasa aquí?
-Hemos tenido un mal comienzo esta noche -intervino Tomás apaciguando los
Animos, mientras Daniel y Débora se quedaron calládos-. Llevamos una semana
trabajando duro y estamos un poco tensos, pero tranquilos, amigos, que ahora se
ha terminado el tiempo de los jefes y de los viejos, y entramos en nuestro
mundo, el mundo del sábado Por la noche. i Vamos a pasarlo bien!
-Si, vamos a tomar una copa lo primero, que nos entonardá -sugirió Marta.
-Vale, vamos.
-Por cierto, ¿dónde está Luz? Esta chica está en las nubes, como siempre. El
jueves también llegó tarde. Depués del Planetario se vino con nosotros a la
disco, pero ya no me di cuenta de cuándo se marchó. Desde entonces no le he
vuelto a ver el pelo, ¿en que mundo estará? -anadió Tomás.
-¿Vendra? -dijo Daniel.
-¡Claro! -respondió Marta-, siempre viene, aunque ya sabes cómo es.
-Pero si la esperamos aquí, nos vamos a quedar helados -intervino Débora, que en
seguida nota el frio.
-¿Y si nos vamos andando hacía su casa?-propuso Tomás-. Total, queda de camino
hacía el barrio viejo y vamos a tener que pasar cerca de allí si queremos
tomarnos algo.
-¡Venga! ¡Maar-chen! -bromeó Daniel mientras emprendía el camino marcando el
paso.
-Si, mi capitán -respondió Débora con ironia, y siguió- : Es que estás
desquiciado. ¿Adónde vas ahora con ese lenguaje militarista trasnochado?
-Perdona, Débora -admitió Daniel, con sorprendente humildad-. Si que estoy un
poco desconcertado, me patinan las neuronas, parece que el suelo se me mueve
bajo los pies, y hay momentos en que no me reconozco a mi mismo... Y no lo digo
más...
Bajaron los escalones del porque, cruzaron un par de calles, y se dirigieron
hacía la calle de Luz.
Daniel
Daniel se puso a observar hasta los más pequeños detalles en busca de algún
indicio. Es lector empedernido de novelas y ensayos sobre extraterrestres,
mensajes encubiertos en lenguajes misteriosos, y supuestas realidades que pasan
ocultas al común de los mortales. Con aquel papel en la mano entró en
trepidacion. Era como en las novelas, pero real.
Iba pensando, cada vez más excitado: «¿Que sistema de codificación habrán
empleado?. Será relevante el valor numérico de las palabras?. ¿Habrá un
algoritmo para calcular las letras que hay que leer en el conjunto?» A toda
velocidad pasaba sus ojos por encima del papel buscando alguna correlación con
algún sistema que le resultase conocido. Al cabo de pocos minutos de ansiedad
galopante grito:
-¡Lo tengo! Por lo menos, me voy acercando. El mensaje tiene exactamente 333
palabras, justo la mitad del numero de la Bestia, que es el 666. ¿Esto será
bueno o malo?
-Si eso es verdad, a mi no me gusta nada este asunto -dijo Débora . Déjalo y
vamonos ya, que estás metiendote donde no debes.
-¡Dejate de supersticiones -gritó Tomás, la Bestia no existe más que en una
imaginación calenturienta! ¿Como es posible que una persona culta pueda hoy
pensar que es real lo que no se ve ni se puede medir?.
-No vayas tan rápido, Tomás -lo corto Daniel-, que ya se hasta el nombre del
autor. Lo he encontrado. Esta vez es el viejo sistema del acróstico.
-¿Quó es eso? -preguntó Marta.
-Pues consiste en escribir mensajes ocultos usando la primera letra de cada
verso o de cada estrofa, si es en pasajes poéticos, o de cada párrafo si son
escritos en prosa.
-Y que pone?
-En el folio hay un poema que, además del encabezamiento «Para Luz», tiene siete
estrofas. Y si miras las iniciales, alucina lo que encuentras:
»P es la inicial « Para Luz».
»E es la inicial de la primera estrofa: «En la mañana... »
»R es la primera letra de la segunda: « Repara en... »
»I es la letra con la que comienza la siguiente: «Intuyes... »
»C es la que esta al principio de la cuarta: « Calmás... »
»L es como comienza la quinta: «Los pajarillos... »
»E es la inicial de la estrofa que sigue: « Escucha... »
»S es la primera letra de -Sean ... », que es como comienza la última estrofa.
»Es decir, como podeis comprobar, le escribe alguien que se llama Pericles.
-Pero ¿conoces a alguien que se llame así, o es un seudónimo? -preguntó Débora.
Todavía no lo se, tendre que averiguarlo -respondió Daniel.
Débora
-Anda, dejame verla -dijo Débora, mientras arrancaba de un tirón el folio de sus
manos-, que no puedo aguantar más sin buscar por mi misma más datos sobre ese
tal Pericles.
Débora iba leyendo en díagonal, con tensión. Recorria aquellos versos en busca
de alguna pista que respondiera a sus intereses: «Quien haya escrito esto ¿es
alguien razonable o es un loco bromista?, ¿es alguien a quien valga la pena
escuchar o un fanatico?, ¿es un tipo legal o un repugnante fundamentalista? ».
Ella tenía bien claro que esos tipos se retratan bien pronto al hablar y al
escribir porque no usan un lenguaje inclusivo sino sexista, o se les escapan
ramalazos homófobos o violentos, o les sale el inquisidor que llevan dentro. Así
que buscó si había algo allí que la inclinara en una a otra dirección. Y lo
encontró sin tardar:
-Un explotador impresentable. ¿Vosotros creeis que se puede añorar la actitud de
los esclavos, siempre atentos a lo que indiquen sus señores, aunque sea con un
leve gesto de sus manos?. Y lo que es peor, explotador de las mujeres. No
soporto que ni en lenguaje poético me presenten al varón como a un rey al que le
conducen una doncella, a la que el ha vestido con todo tipo de lujos, para que
le produzca hijos. ¡Es repelente! Y que considere a las mujeres como un trozo
esbelto de carne a las que mirar calibrando sus contornos. ¡Adónde hemos
llegado!
-Calma, Débora, que esta noche te estás pasando le dijo Tomás, mientras tomaba
el folio de su mano.
Tomás
Lo leyó. Estaba intrigado por el revuelo que el folio había levantado entre sus
amigos, pero estaba convencido de que no podía haber detras ningun poder
sobrenatural ni nada tan raro como lo que se estaba comentando. Tenía que ser
algo más sencillo.
En efecto, al leerlo le pareció bastante vulgar. Eran unos versos que no estaban
mal, pero poesía, sin más. Y el no era hombre de malabarismos del lenguaje, ni
de metáforas que no dicen lo que parece que dicen sino otra cosa. Todo eso son
para el mundos irreales. Puede que sean bonitos, pero están desenganchados de la
realidad. Su única pregunta al leer un papel escrito es que dice y si es verdad
lo que dice, una verdad de las que el llama auténticas, de las que se pueden
medir y comprobar. Pero aquello no le decía nada:
Palabras, palabras, palabras... pero nada -es lo único que comentó . No se sabe
ni quien escribe, ni de qué habla en concreto.
Marta
Mientras tanto, Marta estaba impaciente. Era la única que no había tenido el
papel en sus manos y las conjeturas iban corriendo demasíado rápido por su mente
al ver las reacciones de los demás.
Primero pensó que seguro que Pericles era un nombre simbólico, no el de una
persona real, sino de alguien que quería presentarse diciendo que era como el
famoso gobernante ateniense. A toda velocidad intentaba recordar lo que había
aprendido sobre este personaje en las clases de historia antigua, a ver si sus
datos le cuadraban con alguien conocido.
Recordaba que había vivido en el siglo V a. J.C. y que siendo aún muy joven
logró convencer a la asamblea de Atenas para que, a pesar de la oposicion de la
oligarquía, aprobase una serie de reformás que reforzaban la democracia de la
ciudad. Fue un buen estratega y pacifísta, y se ganó cada vez más el
reconocimiento de sus conciudadanos que lo mantuvieron al mando de la ciudad
durante muchos años hasta el final de su vida.
En su tiempo, el pensamiento y el arte alcanzaron su máximo esplendor en la
Grecia clasíca. Se rodeó de ilustres hombres de letras, dramatúrgos como
Sófocles, historiadores como Tucídides o filósofos como Sócrates. Buscó los
mejores arquitectos y escultores y financió la construcción de varios templos en
la Acrópolis.
Mientras Marta recordaba todo esto, iba pensando: «¿Y que tiene que ver eso con
Luz?. Será un mecenas anónimo que le da dinero para que escriba poesía?. No
creo, no me encaja en la Luz que conozco.» Por más vueltas que le daba, cada vez
le cuadraba menos lo del nombre simbólico. Además, por lo que iban comentando
los otros, aquello era ¡poesía!
En cuanto Tomás soltó el folio, ella lo tomó. Nada más comenzar a leer se dio
cuenta de hasta que punto eran incultos sus amigos. Aquello no era un poema.
Aquello era Biblia. Siguió leyendo, y aquello también era Biblia, pero había
algo que no funcionaba. Parecía poesía amorosa, pero para nada le recordaba a
los pasajes del Cantar de los Cantares que había leído. Desde luego no eran
textos del Nuevo Testamento ni fofmaban parte de los más famosos relatos de la
Biblia hebrea. Le sonaba muy parecido a los salmos, pero no recordaba ningun
salmo así.
Se fue fijando. Reconocía uno tras otro los versos, incluso las estrofas eran de
salmos, pero de salmos distintos. Se fue emocionando, le parecía que estaba
acercandose a la clave para entender aquello. Su experiencia en análisis de
textos antiguos le había ver claro que aquel texto no había sido redactado
originalmente de un tirón por un poeta creativo. El autor había tomado unas
piezas literarias anteriores, que a primera vista parecían todas del libro de
los Salmos, las había sacado de su contexto y las había ensamblado para formar
un nuevo texto, retocandolas adecuadamente de modo muy ligero, para transmitir
su propio mensaje.
El gusanillo de la investigación histórica sobre los documentos y la historia
redaccional de los textos le iba recomiendo por dentro de curiosidad. Pero
necesitaba tiempo y medios. Le hacía falta una Biblia para ir buscando
exactamente de dónde procedía cada verso o estrofa y si había sufrido algún
retoque. Pero no la tenía a mano. ¡Que bien le vendría tener al lado a alguien
que supiera hacer esas tareas con seriedad científica y que le ayudara a
resolver el enigma! Se acordó de su viejo profesor, pero no pensaba que
estuviera dispuesto a entrar en ese juego. Se acordó de Apolo, el vecino de
Débora, que parecía saber un montón de cosas, pero esa noche quien sabe dónde
estaria.
La carta estaba comenzando a romper el plan del sábado. Se habían quedado en el
portal de la casa de Luz discutiendo sobre ella y no llegaban a ninguna
conclusión.
Daniel propuso:
-¿Por que no nos vamos a tomar algo? Ya está bien de seguir discutiendo en un
portal. Además se nos ha pasado bastante tiempo y como llegue Luz y vea lo que
bemos hecho...
Ahí llega -dijo Marta, un poco azorada-. Acaba de pasar por la puerta el coche
de sus padres y están bajando al garaje.
-Vámonos antes de que nos encuentre aquí. Marta dobló cuidadosamente el folio,
lo metió en el sobre, dobló hacía dentro la solapa, como lo encontraron, y lo
dejó sobresaliendo un poco del buzón. Tal y como estaba. Como si no hubiera
pasado nada.
Y se fueron.
Para Luz
En la mañana te busco,
mi alma tiene sed de ti,
mi carne desfallece por ti,
como tierra desierta y seca, sin agua.
Leyó y releyó cada vez más emocionada. La había escrito un hombre que tenía una
sensibilidad exquisita, lo que siempre había sonado. Un hombre culto, creyente y
buen conocedor de la Biblia: la tarjeta de su identidad impregnaba hasta el
último verso. De una delicadeza extraordinaria. Se quedaba mirando ese «yo
estare siempre contigo: me tomáste con lo mano derecha». Lo había notado desde
el primer momento. Rompió a llorar:
-Es El, Apolo. ¡Me quiere y va en serio! ¡Quiere que formemos una familia de
verdad! ¡Y si el Señor nos bendice, tendremos hijos, y los criaremos...!
Ahora siento cuanta verdad hay encerrada en aquella historia que nos contaba
Marta el jueves por la noche. El Amor pasa a mi lado y me viene llamando: «Luz,
Luz, ¿dónde estás?»
»Soy feliz, ¡que más puedo esperar de la vida! Soy muy feliz. Soy muy muy feliz.
Soy inmensamente feliz. ¡Gracias, Señor Dios nuestro!
LA PREGUNTA ADECUADA
Se puede leer un libro para evadirse por un rato de las tensiónes en las que uno
se siente atrapado. Pero los libros que gusta saborear y dejan un poso de
serenidad y paz son los que no esconden la realidad transportándonos a mundos
imaginarios, aquellos que ensenan a ser felices en el mundo real en que vivimos.
La Biblia es el mejor de ellos, siempre que se acierte a dar con la clave
adecuada de lectura. Ningun otro ofrece respuestas tan certeras a las preguntas
fundamentales: ¿Cúal es el sentido de mi vida?. ¿Hay algo por lo que valga la
pena vivir?.
Luz se encontró a si misma, con algo que la llenaba de felicidad, porque supo
leer. Si. Algo tan sencillo como eso. Sus amigos habían tenido por delante el
mismo folio, lo habían repasado con detenimiento, pero no se habían enterado de
lo que decía.
Ya dijimos al principio que el proceso de lectura no es la mera decodificación
lineal de los signos escritos. No consiste en descifrar un código oculto. ¡Que
Daniel lo explique lo que sabe de meterse en tremendos quebraderos de cabeza
para no acabar llegando a nada real!
El texto es un universo de referencias, que está abierto a las preguntas que
se le hacen. Puede ofrecer diversas respuestas, dependiendo de las preguntas que
se le hagan. Por eso, las respuestas serán sumamente relevantes si las preguntas
son pertinentes al máximo, es decir, si son las mas adecuadas a lo principal que
el texto puede decir.
Daniel preguntaba al folio que mensaje transmitía mediante códigos ocultos, y
sobre eso aquella carta no tenía nada que decir. Simplemente logró sacar las
curiosidades que la casualidad había querido que se dieran en ella.
Marta le interrogaba acerca de cómo se había compuesto, de dónde procedían sus
piezas, y que estrategia se había seguido para ensamblarlas. Averiguó
algunos datos de interés acerca de cómo se había escrito, pero no logró llegar
mucho mas lejos.
Débora le preguntaba si estaba abierto a la sensibilidad dominante, o era
machista, homófobo o violento. Y quedó muy confundida porque, al servirse de
textos ya escritos procedentes de otra época, el autor no reflejaba en las
palabras su propio pensamiento sobre esas cuestiones.
Tomás permanecía indiferente porque su interés exclusivo por los hechos
concretos, experimentables y repetibles no encontraba nada. Todas estas
preguntas las admitía el papel contenido en el sobre, y para todas tenía alguna
respuesta, aunque sólo fuera negativa. Pero
ninguna de ellas era «la respuesta», porque en el fondo esas preguntas no se
habían interesado por lo mas importante que había sobre el papel: una
declaración de amor.
Sólo Luz acertó a leer la carta haciéndole las preguntas decisivas: ¿Quien me
escribe? ¿Que me esta diciendo? ¿Que le quiero responder? No se entretuvo en
cuestiones que, aunque pudieran responder a alguna curiosidad, eran
irrelevantes. Por eso, sólo ella pudo entender lo que aquellas palabras decían.
Así sucede con la Biblia. Se trata de un libro que es una obra maestra en la
historia de la humanidad, que ha generado un riquísimo «mundo del texto»,
abierto en todas las épocas a multitud de preguntas. Pero no todas las preguntas
que se le han hecho o se le hacen son igualmente relevantes.
La experiencia que tuvo nuestra cuadrilla de amigos en ese fin de semana invita
a reflexionar sobre que tipo de escrito es la Biblia, que es lo mas interesante
que cabe buscar en el, y cual es el mejor modo de hacerlo.
Vamos a pensar un poco.
Un texto inspirado
La carta de Apolo a Luz no puede entenderla por completo quien no sepa que ya
había « algo» entre ellos. El puro texto escrito sobre un papel viene a aclarar
y formalizar ese « algo» real que ambos percibían. Aunque todo fue muy rápido,
no eran unos desconocidos. Se habían saludado personalmente antes y se había
establecido un diálogo entre ellos mediante palabras y gestos que, cuándo Luz
lee la carta y se ilumina su corazón al captar el mensaje que encierra, cobran
todo su sentido.
Lo mismo sucede con la Biblia. Se trata de un texto que sólo funciona del todo
bien cuándo se deja actuar a ese «algo»que hay entre quien habla a través de
ella, Dios, y el lector. En la larga conversación del viernes por la noche en
casa de Tomás, Apolo había aludído a que la fe cristiana no es una «religión del
Libro» . Esto quiere decir que no tienen su primer ni su último fundamento en un
libro, la Biblia, sino en la vida real, en una relación personal entre Dios
vivo, que sale al encuentro, y cada ser humano que se deja encontrar por ese
Dios bueno que lo busca para hacerlo feliz.
Lo primero y principal es, pues, ese diálogo amoroso que en teologfa se designa
como la Revelación. Se podría decir que Dios se ha complacido en la creación de
cada ser humano, mujer a hombre, y ha volcado en cada uno de nosotros su
capacidad infinita de amar. Dios ha creado todo lo que existe para entablar una
historia de amor. El creador ha dejado impreso el designio de su sabiduría en
las leyes que rigen el universo entero con un orden admirable, y tiene también
un proyecto de amor para cada persona: a todos nos llama por nuestro propio
nombre a ser participes de su luz, de su vida, de su felicidad. La aventura más
apasíonante, y más gratificante, que cualquiera puede emprender es la de
descubrir ese camino personal de amor que conduce a la felicidad.
Dios se ha manifestado medíante acciones y medíante palabras, intimamente
ligadas entre sí, de tal modo que las acciones se expresan con palabras y las
palabras muestran el sentido de las acciones. De este modo se ha ido llevando a
cabo la Revelación de Dios a los hombres, que se ha realizado de modo
pedagógico, poco a poco. Ha comenzado por la creación, ha seguido con la
elección de un pueblo, Israel, con el que ha establecido una alianza y al que ha
hecho depositario de sus promesas, llamadas a extenderse a toda la humanidad, y
ha llegado a su plenitud en la persona de Jesucristo.
Parte importante de esa manifestación de Dios a su pueblo, y de la respuesta del
pueblo a Dios, la constituye la redacción escrita en diversas etapas de unos
textos que testimonian esta acción de Dios y valoran la respuesta de los hombres
a esa invitacion amorosa.
La palabra de Dios se ha configurado y transmitido de modo oral, de boca a boca,
antes de ponerse por escrito. E incluso cuándo esas palabras se escribian,
proporcionaban datos adecuados para valorar a la luz de la fe y para meditar con
la guía del Espíritu Santo los nuevos acontecimientos que se iban presentando,
por lo que se leían y releían, y también iban quedando por escrito esas
relecturas. Dios mismo es, pues, el verdadero autor de esos textos.
Los hombres que en cada momento fueron escribiendo las primeras versiones,
relecturas y actualizaciones dejaron la huella de su estilo personal y sus modos
de expresarse. La labor de todos ellos fue importante, pero no es la decisiva en
el resultado final. Hay personajes relevantes, como Moisés, Isaías, Jeremías,
David o Salomón, por sólo citar algunos, cuyos nombres están sólidamente
asociados a la composición de ciertos libros, como el Pentateuco, textos
proféticos, Salmos o Proverbios. En todos los libros sagrados ha habido un largo
y más o menos complejo proceso de composición. Las discusiones sobre hasta que
punto o que partes de los libros pudieron tener su origen en esos autores son
cuestiones técnicas que estudian los especialistas, pero que en nada afectan a
la fe, ni al contenido, ni a lo más importante de todos ellos. Al fin y al cabo,
Dios es el autor principal que habla en esos libros cuando se leen en la Biblia.
A esos textos se les fue reconociendo una singular autoridad en el seno del
pueblo de Dios, porque en el se va adquiriendo, con la ayuda de lo alto, desde
luego, la certeza de que testimonian los designios de la voluntad divina
manifestados a Israel.
Esos designios se manifestaron en plenitud en la persona y en las obras de
Jesucristo. Por eso, los Evangelios son como el corazón de toda la Biblia, ya
que constituyen el principal testimonio de la doctrina y de la vida del Salvador
del mundo, de la Palabra de Dios hecha carne.
Lo mismo que sucede con la mayor parte de los textos de la Biblia, también los
Evangelios han tenido un complejo proceso de composición hasta alcanzar su forma
actual. En ese proceso es posible distinguir tres etapas:
a) La primera la constituyen los hechos mismos que están en su origen, es decir,
la vida y la enseñanza de Jesús. Todo lo que Jesús hizo y enseñó para la
salvación de todo ser humano ha quedado fielmente expresado en los Evangelios.
b) Una segunda etapa la constituye la predicación oral de los apóstoles. Ellos,
después de la ascensión del Señor a los cielos, explicaron lo que Jesús había
dicho y hecho a la luz de su resurrección y con la ayuda del Espíritu Santo, que
les abrió el entendimiento para que conocieran y expresaran plenamente la
verdad.
c) Por ultimo, tuvo lugar la puesta por escrito de los cuatro Evangelios. Los
autores sagrados los redactaron seleccionando entre los muchos recuerdos que se
transmitían de palabra o por escrito, sintetizándolos, organizándolos y
explicándolos de modo adecuado para comunicar la verdad acerca de Jesús.
También se escribieron en ese tiempo otros libros sobre la actividad de la
Iglesia en sus comienzos, así como cartas y epístolas, dirigidas a iglesias
particulares o a personas, pero con un valor universal.
En tiempo de Jesús y entre los primeros cristianos se respetaba la autoridad de
los libros sagrados recibidos en la tradición de Israel y también la de aquellos
que, de un modo análogo a lo que había sucedido en los siglos anteriores, se
fueron escribiendo en esos momentos para dejar testimonio de la vida y enseñanza
de nuestro Señor, así como de la actividad y la fe de los apóstoles. Esto es
debido a que a todos ellos se los reconocía como « inspirados» por el Espíritu
Santo (2 Tim. 3, 14; cfr. 1 Pe. l, 19).
Los libros de la Biblia son, pues, textos escritos en el seno del pueblo de
Dios, que se ha hecho universal en Jesucristo, en los que se expresa ese diálogo
amoroso de Dios con los hombres y que invitan a implicarse a fondo en esa
conversación personal.
En ellos se contiene esa historia de amor que Dios ha querido entablar con todo
ser humano. Por eso es el lugar más adecuado para que cada uno busque ese
proyecto amoroso que el Señor ha diseñado para el. La aventura más apasionante,
y la que ofrece mejor recompensa, que cualquiera puede emprender es la de
descubrir ese camino personal de amor que conduce a la felicidad, y las etapas
de esa aventura se van desvelando en el diálogo personal con el en torno a lo
escrito en los textos bíblicos.
Sólo quien se acerca a ellos con estas disposiciones comparte ese «algo» que
permite captar la plenitud de sentido al leer la Biblia. Los demás lectores
pueden encontrar bastantes cosas que les interesen en su lectura, como Daniel,
Marta, Débora y Tomás pudieron entender algo en la carta de Apolo, pero no
captaron lo fundamental, el sentido pleno de sus palabras.
EXPLORANDO LA BIBLIA
La Biblia es un libro que aúna muy diversas situaciones y experiencias,
especialmente de lo que afecta a lo más hondo del ser humano, su relación con
Dios, en un conjunto que en si mismo tiene y confiere un sentido que asume,
supera y explica un conglomerado aparentemente heterogéneo de vivencias.
Se trata, pues, de un entramado de bloques literarios, cada uno con sus
características peculiares, ensamblados en el conjunto unitario y significativo
del gran proyecto amoroso de Dios sobre el ser humano.
Ayuda mucho a entender la Biblia tener una cierta visión de conjunto de su
contenido. Así sabe cada uno en que marco literario y de significado se encuadra
el pasaje o el libro que esta leyendo. Para facilitar esos primeros puntos de
referencia vamos a dar un paseo por los grandes bloques de libros que la
integran, señalando en cada caso alguno de los datos relevantes acerca de lo más
importante que se puede encontrar en cada uno de ellos.
Instrucciones de funcionamiento
El primer gran bloque con personalidad propia dentro del conjunto de la Biblia
es el denominado Torá o Pentateuco, y consta de cinco libros: Génesis, Éxodo,
Levítico, Números y Deuteronomio.
Ese bloque constituye en sí mismo una obra literaria bien definida, en la que se
integran elementos muy variados, como expresiones en lenguaje mítico sobre los
orígenes del mundo y del hombre, sagas, tradiciones tribales, listas
genealógicas, normas de culto o códigos legales, plenamente integrados en una
trama argumental unitaria.
La narración comienza con la «historia de los orígenes» que se cuenta en los
once primeros capítulos del Génesis. Tras ese grandioso pórtico entran en accion
unos personajes concretos, el primero de los cuales es Abraham. Se le hacen unas
promesas, una descendencia numerosa y la posesión de una tierra, que se espera
que se cumplan a lo largo del relato. El desenlace, lentamente, se va
aproximando. La descendencia de Abraham, Isaac y Jacob se ha multiplicado en
Egipto. El pueblo que es liberado de la esclavitud de Egipto y censado en el
desierto es muy numeroso. Esa muchedumbre se dirige hacía la tierra prometida y
cuándo tras muchas peripecias están a las puertas de ese territorio y parece que
se acerca el momento del cumplimiento de la promesa, el Pentateuco concluye
dejando en suspenso el final de la narración.
Desde el punto de vista de la estrategia redaccional, el hecho de que el final
quede abierto tiene una Gran fuerza expresiva. Constituye un golpe de efecto que
impide al lector concluir su lectura con sosiego, con la serenidad de quien se
ha informado de una historia que le interesa, pero le queda lejos, acontecida en
el pasado y concluida hace mucho tiempo. Por el contrario, ese relato
aparentemente inconcluso genera cierta inquietud a quien esperaba un final feliz
con el cumplimiento de las promesas divinas. De algún modo, el propio lector se
ve arrastrado por la corriente de esa narración abierta. En ella encuentra un
anticipo de lo que esta viviendo personalmente, que le oírece elementos para
reflexionar acerca de sus orígenes y lo invita a reencontrarse consign mismo y
con la razon de ser de su vida. Y esa narración, como su propia vida, aiin
aguarda su desenlace definitivo.
Esta primera parte de la Biblia posiblemente se terming de componer en la forma
que nos ha llegado durante el siglo IV a. J.C., cuándo la tierra de Israel
estaba integrada en las provincias del Imperio persa. Constituyó un punto de
referencia legal para la organización de la vida religiosa y civil del pueblo
judío en ese territorio durante bastante tiempo, por lo que también se conoce a
esos libros como «la Ley» -con esa denommación, Ley de Dios o Ley de Moisés, se
los ha designado con frecuencia desde la Antigtiedad.
En ella se contienen los primeros fundamentos de muchas normás que la vida
cristiana ha asumido y completado manteniendo el espíritu «del principio».
Algunas de las leyes que se fundamentan en el designio original de Dios sobre el
mundo y el hombre pueden resultar impopulares o chocar con la legislación
vigente en algunos paises, como es el caso del matrimonio indisoluble entre un
hombre y una mujer, que en la práctica plantea no pocos problemas y suscita
inquietudes: ¿puede la Iglesia descalificar leyes aprobadas por procedimientos
democráticos en una sociedad pluralista? ¿No es un abuso que pretenda imponer
sobre las conciencias de personas responsables de sus actos la indisolubilidad
del matrimonio?
A nadie le gusta que le impongan leyes. Por eso, hablar de la Ley de Dios parece
que no tenga hoy ningun atractivo, y menos para un cristiano que puede ver en
esas leyes y decretos del antigun Israel una etapa de legalísmo superada por la
razón y la ley suprema del amor promulgada por Jesús.
En una primer, impresión parece que las leyes, y alguno diria que, sobre todo,
las religiosas, ponen barreras a la libertad y al desarrollo espontaneo de las
tendencias personales. Atarse a ellas seria como cerrar las puertas a la
racionalidad, dejarse amarrar sin sentido, cuándo una personalidad madura
requiere buscar soluciones creativas y convincentes a las cuestiónes que se
vayan suscitando en cada momento.
Sin embargo, la propia experiencia demuestra que dar rienda suelta a la propia
intuición no siempre produce los mejores resultados.
Quien más, quien menos, tiene experiencia del manejo de un ordenador. Con muy
poca práctica y algo de intuición casí todo el mundo es capaz de asomarse a
cualquier programa corriente de tratamiento de textos o de navegación por
internet. Cualquiera puede hacer bastantes cosas con lo que ha aprendido por si
mismo, depués de algunos tanteos. A partir de ahí, todo parece cuestión de
ponerse a trabajar. Bien es verdad que hay gente a la que de vez en cuándo se le
bloquea la maquína, pierde información, o no sabe que hacer si entra en un
program, configurado por otro de modo algo distinto al que el esta acostumbrado
a utilizar. En cambio, no faltan quienes tienen la experiencia de estudíarse un
manual de un program, determinado. Aunque el program, se conociera y manejase
desde hace tiempo, se descubren propiedades insospechadas que permiten sacar un
rendimiento mucho mayor. Y también se cae en la cuenta de que muchas supuestas
averias que preocupan a otros son en el fondo ingenuidades de novato. Es verdad
que estudíar un manual requiere esfuerzo y paciencia. Pero ¿alguien razonable
diria que ajustarse a esas normás de uso coarta su libertad y creatividad en el
use del ordenador?
Hay leyes, como las incluidas en el manual de uso de un program, informatico,
que son ]as instrucciones preparadas por quien ha diseñado el producto, conoce
hasta el fondo su modo de funcionamiento y virtualidades, y desda ayudar al
usuario a emplearlo de modo confortable, sin problemas y a pleno rendimiento.
Precisamente en esa linea, la sensibilidad religiosa del pueblo hebreo ha
encontrado en la Ley de Dios una dimensión que va mucho más allá de una
normativa que ayuda a lograr una organización razonable de la convivencia.
En la tradición judía se conoce al Pentateuco con el nombre de Torá, palabra que
aunque suele traducirse por «Ley», significa sobre todo «enseñanza». En efecto,
la Ley de Dios es una ley singular: no es una colección de prescripciones
arbitrarias, ni un conjunto de normás emanadas de los líderes religiosos de
Israel o de la Iglesia para reforzar su poder, sino un «manual de instrucciones»
sobre el funcionamiento del ser humano, de la sociedad y de la naturaleza, que
tiene su origen en el Creador del mundo y del hombre.
En ese «manual» no sólo se proporcionan normás de uso, sino las razones que
están en la base de esas normás. Es decir, no se imperan arbitrariamente unas
normás, de modo que las cosas pasen a ser buenas o malas por estar mandadas o
prohibidas: justamente al contrario, se mandan o prohiben ciertas conductas,
precisamente porque «son» buenas o malas para el hombre, le acercan a su
felicidad plena o le alejan de ella. Por eso el Pentateuco se remonta a lo más
profundo en la realidad de las cosas, a los orígenes.
Comienza por la creación del ser humano y explica la constitución intima de su
ser, a imagen y semejanza de Dios, pero con una naturaleza herida por el pecado
desde los primeros momentos. Trata de los orígenes de los pueblos y sobre todo,
del pueblo elegído por el Señor para manifestarse a él. Queda constancia del
cuidado providente de Dios, que no abandona a Israel en la esclavitud de Egipto.
Dios y su pueblo quedan ligados por una Alianza, y el Señor muestra con una
reiteracion conmovedora hasta es capaz de llegar su paciencia, amor y
fidelidad. Todo ello expresado con un lenguaje singular, que requiere un
esfuerzo conocer, pero que esta lleno de expresividad. En ese mundo rico en
evocaciones del pasado y lleno de ensenanzas para el momento actual nos
introduce la lectura del Pentateuco.
Repensar la vida
La experiencia y la reflexión sobre la desgracia del destierro impulsaron la
recopilación de palabras y escritos de unos personajes singulares, que tuvieron
una aportación decisiva en el pueblo de Israel. Son los profetas.
Los primeros «profetas» eran personas que acostumbraban a vivir cerca de algún
lugar de culto y se mantenian de las limosnas. Llevaban una vida sobria, y
solían vestir con un manto de piel de algún animal sobre una túnica sujeta con
un ceñidor de cuero.
En los inicios de la monarquia, algunos de ellos fueron elegidos por el Señor
para orientar a los reyes acerca de la voluntad divina, o ayudarles a reconocer
sus pecados para que hicieran penitencia. Entre ellos, Samuel, Natan y Gad
tuvieron una función importante en la ascension al trono de Satil y David, así
como en el reinado de este último.
Algo más adelante, durante el reinado de Ajab de Israel, aparecen en escena
Elias y Eliseo. Ambos desarrollaron su actividad profética en el reino del norte
durante el siglo IX a. J.C. En los libros de los Reyes se insiste en que sus
palabras, así como las de todos los verdaderos profetas y hombres de Dios, se
cumplen puntual e inexorablemente, aunque haya pasado mucho tiempo desde que
fueron dichas. En esta forma de presentar la historia subyace la certeza de que
la palabra de Dios, pronunciada por medio de los profetas, gufa y dirige la
historia de Israel con toda su divina eficacia.
En el siglo VIII a. J.C. aparecio un nuevo tipo de profetas que suscitaria el
asombro de la gente, y que encontraron muchos problemas para cumplir su misión.
Se trata de personas que han recibido una vocación divina, una misión de Dios a
la que deben responder.
Estos hombres procedían de diversos lugares, y eran de distinta condición y
cultura. Amos fue pastor, Isaías trabajaba en la corte, Jeremías y Ezequiel Gran
sacerdotes. Dios los elegía y les comúnicaba su espfritu para hablar en su
nombre, para promover la fidelidad a la Alianza frente a la tentación del
paganismo y para defender a los debiles en nombre de la justicia divina.
La predicación de estos profetas fue recogida y se fue poniendo por escrito, ya
por ellos mismos, ya por sus discípulos. Se conserva en los llamados Libros
Proféticos.
En una primera aproximación se podrían situar Amós y Oseas en el reino del
norte, e Isaías y Miqueas en el Sur, durante el siglo VIII a. J.C. Nahum,
Sofonías, Habacuc y Jeremías entre el vii y el vi a. J.C. Ezequiel escribe en el
destierro, en el siglo VIa. J.C. De la época persa son Ageo, Zacarías y
Malaquías. Y de época más tardía, difícil de determinar, Joel, Abdías y Jonds.
El libro de Daniel fue escrito probablemente poco antes del año 165 a. J.C.
En todos los casos, aunque con diversos matices, la doctrina predicada por los
profetas se centró en la defensa de la fe en el único Dios, un Dios Santo y
trascendente; el rechazo del pecado, como causa del apartamiento de Dios, y la
necesidad de comportarse con rectitud; la esperanza de salvación que Dios ha
prometido y que llegaría por medio del Mesías salido de un resto fiel del
pueblo.
Los profetas no eran «adivinos» ni magos, sino hombres de Dios que, con la ayuda
que el Espíritu les concedía, valoraban los acontecimientos en su justa
perspectiva, a la luz de los planes del Señor. Llamaban a repensar lo que se
estaba haciendo y a rectificar lo que fuera necesario cambiar. Invitaban a
realizar esa transformación interior que conduce a la serenidad y la paz que
tiene el que vive de acuerdo con los designios de Dios.
Poetas y sabios
A la sombra de los muros del Templo reconstruido fueron apareciendo varios focos
de cultura.
De una parte, para que en el culto a Dios los cantos de alabanza fueran dignos y
hermosos, poetas y cantores trabajaron con inspiración y exquisita sensibilidad
para recopilar antiguos salmos y componer otros nuevos.
También en los edificios anejos al santuario y a la corte se formaban algunos
jóvenes para el servicio del Templo o para el gobierno del pueblo, y para su
instrucción se fueron componiendo libros de máximas y refranes que eran
verdaderos tesoros de sabiduría humana, llena de sentido religioso.
Los Salmos son piezas poéticas que, al ser releídas una y otra vez, actualizan
las acciones de Dios y ayudan a la oración. Recuerdan los acontecimientos
salvadores que el Señor ha realizado, hacen memoria de cómo Dios ha cumplido sus
promesas, e invitan a esperar la llegada del Mesías que dará cumplimiento
definitivo a todas las esperanzas del pueblo de Dios.
Hay otras composiciones poéticas, como el Cantar de los Cantares, que no estaban
destinadas al culto, pero que en su extraordinaria belleza invitan a reflexionar
sobre el amor esponsal y sobre todo a apreciar la hermosura de un amor fiel,
como el que Dios ofrece a los suyos.
A la vez que los poetas abren los caminos de la belleza, los sabios de Israel
exploran los senderos de la sabiduría. Razonan a partir de la observación de la
naturaleza y de las consecuencias personales y sociales que tienen las acciones
humanas. De ahí que se interesen tanto por el conocimiento de las ciencias
naturales como por el juicio recto sobre la conducta humana. Acogen de buen
grado lo que han descubierto los sabios de otros pueblos y asumen como propias
muchas enseñanzas sobre la forma de vivir para ser feliz y tener éxito que ya
eran conocidas en Egipto y Mesopotámica, aunque impregnándolas de su fe en el
Dios de Israel. Es el Señor quien garantiza que le vaya bien a quien obra el
bien, y que le vaya mal a quien obra el mal.
Así sucede en el libro de Job, donde se presenta en forma dramática el
sufrimiento del hombre justo. Frente a lo que algunos pensaban con una
mentalidad muy permitida, que resultaba insatisfactoria (que Dios colma de
bienes de este mundo al que le es fiel), se enseña que el dolor humano adquiere
sentido cuando se lo contempla como una prueba permitida por Dios en la que el
hombre puede manifestar su fidelidad.
También en el libro del Eclesiastés son sometidas a juicio las propuestas de la
sabiduría tradicional sobre el sentido de la vida. El autor se fija en la
universalidad de la muerte que alcanza por igual a justos e impíos, a sabios e
ignorantes, y hace que todo sea vanidad, es decir, esfuerzo inútil. Es una voz
que se alza frente a formas de pensar apocalípticas que, ya hacia el siglo IV a.
J.C., imaginaban de forma simplista una retribución material después de la
muerte, y frente a las tendencias hedonistas y materialistas propagadas por
corrientes de la sabiduría griega, que negaban el mas allá y centraban la
existencia en la búsqueda de una felicidad terrena. El libro del Eclesiastés
presenta una sabiduría realista que, considerando el carácter efímero de toda
vida humana, y asumiendo lo que en realidad se aprecia por la experiencia,
orienta, a pesar de todo, a vivir en el «temor del Señor», es decir, en la
reverencia y reconocimiento de Dios y de sus obras.
La fuerza de la filosofía griega, extendida a partir del siglo in a. J.C. por
todo el Próximo Oriente, lleva también a los sabios judíos a reafirmar la
sabiduría de Israel. En el libro del Eclesiástico, Jesús ben Sirac, hacia el año
190 a. J.C., propone de nuevo las enseñanzas de la sabiduría israelita
tradicional. No parece olvidar, sin embargo, algunas de las agudas cuestiones
antes planteadas, y encuentra en el conocimiento y practica de la Ley de Moisés,
y no solo en el «temor del Señor», la verdadera sabiduría que trae la felicidad
al hombre. El premio de los justos consiste sobre todo en el buen recuerdo que
de ellos tendrán sus descendientes, y no tanto en los bienes materiales
recibidos en esta vida.
Pero en ese gran tesoro de la literatura sapiencial hay dos libros de la Biblia,
procedentes de dos contextos culturales distintos, aunque con la base común de
la tradición religiosa de Israel, que han tenido mayor repercusión en la
literatura posterior, y en los que conviene detenerse un poco mas. Se trata de
un libro como es Proverbios, compuesto en un ambiente cultural semítico, y otro
escrito según los moldes culturales del helenismo, que es Sabiduría.
En el libro de los Proverbios se muestra que Israel con su reflexión ha sabido
abrir camino a la razón para que, con la luz de Dios, pudiera sondear con
profundidad lo que pretendía alcanzar por sí sola y no lo conseguía. Ante todo
ha mostrado que el conocimiento del hombre es un camino que no tiene descanso.
Además, ha dejado claro que ese camino no lo logra recorrer el que piensa
orgulloso que puede conquistar la sabiduría por sí solo, pues únicamente cuando
la razón reconoce la trascendencia de Dios y a la vez su amor providente en el
gobierno del mundo puede conocer la verdad. En cambio, cuando prescinde de esas
referencias, el hombre se expone al riesgo del fracaso y de quedar atrapado en
la necedad.
Por su parte, el libro de la Sabiduría constituye un contrapunto y complemento
admirable al libro de los Proverbios. Desde un contexto geográfico y cultural
muy distinto, ofrece una reflexión sobre el mundo, el hombre y la acción de Dios
en la historia humana que constituye un excelente testimonio de cómo cada hombre
puede acercarse al conocimiento de la sabiduría desde su propio ambiente. Dios
comunica la Sabiduría al hombre que se encuentra en buenas disposiciones pare
recibirla. Desde ese perspectiva se afirma que la Sabiduría divina gobierna el
universo entero, guía la conducta moral humana en esta vida, y suscita la
expectativa de la vida del mas allá. Por lo demás, el contenido teológico de
Sabiduría es tan rico que abarca, de algún modo, los grandes temas de la
Revelación y del pensamiento humano: Dios, el mundo, el hombre, la creación,
gobierno y providencia de Dios sobre todas las criaturas, la Revelación divina,
natural y sobrenatural, la vida y la muerte, el mas allá, la retribución en la
tierra y en la otra vida, las virtudes morales, y muchos otros.
¡Ahora se entiende!
La Ley de Dios, y los diversos libros del primer Testamento que, inspirados por
el Espíritu Santo, presentan la historia del pueblo de Israel a la luz de los
planes de Dios, valorando los acontecimientos y ofreciendo soluciones adecuadas
para las personas que los viven, constituyen, pues, una aportación de primera
línea en la búsqueda de sentido para la naturaleza, el mundo, la historia y el
ser humano.
Sin embargo, la plenitud de su aportación y de su sentido se encuentran en una
persona, Jesucristo, Dios y hombre. No un Dios que elige ser hombre a costa de
dejar de ser Dios, como Orfeo que desciende a los infiernos por amor a Eurídice,
o como el príncipe que elige dejar de serlo por amor a una plebeya; ni tampoco
un superhombre como Utanapistim, el héroe babilónico del diluvio, o el mismo
Hércules, personajes grandiosos que por sus hazañas merecen ser contados entre
los dioses y vivir entre ellos. Jesús es el Hijo eterno del Padre que sin dejar
de ser Dios es hombre, y es también un hombre que siendo verdaderamente hombre,
es Dios.
Si los libros de la Biblia que hemos considerado hasta ahora ofrecen pistas para
sondear la lógica del Dios creador del universo, Jesucristo nos introduce en lo
mas intimo de Dios mismo. Y lo hace de un modo que resulta ciertamente tan
sorprendente para nosotros como lo fue para los que convivían con el.
Toda la Sagrada Escritura es testimonio privilegiado de una historia de
salvación y una fe profundamente vivida en el antiguo Israel y en la Iglesia
primitiva a la que el lector es invitado a participar, pero esa llamada se hace
mas fuerte en el Nuevo Testamento. Los libros que lo integran constituyen un
testimonio divino y perenne del misterio de Cristo.
El cristiano encuentra así en la lectura de estos libros unas orientaciones muy
claras para descubrir el sentido de su vida.
Los cuatro Evangelios -de Mateo, Marcos, Lucas y Juan-, siguiendo un esquema
básicamente geográfico y cronológico, muestran lo que Jesús hizo y enseño, a la
vez que narran su muerte, resurrección y ascensión al cielo.
El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta lo que sucedió inmediatamente
después, mostrando como surge y se configura la Iglesia, animada por el Espíritu
Santo.
Las Cartas o Epístolas apostólicas son de carácter didáctico. En ellas se
explica la profundidad del misterio de Cristo, la importancia de la fe en el
para alcanzar la salvación, y se enseña como debe vivir un cristiano, unido a
Cristo por la fe, en medio del mundo y en sus relaciones con los demás
cristianos.
Por ultimo, el Apocalipsis, el libro que cierra el Nuevo Testamento, ayuda a
mirar al futuro con esperanza en la victoria. Una esperanza que no es
ingenuidad, sino que se apoya en la fe de la victoria de Cristo, ya definitiva,
sobre el pecado y sobre la muerte.
10 CLAVES
PARA ENCONTRAR
EN LA BIBLIA EL SENTIDO DE MI VIDA
Interpretar correctamente la Biblia es una tarea que requiere esfuerzo, pero que
es posible realizar. Vale la pena emprenderla, ya que se puede llegar a conocer
la verdad que Dios manifiesta. Detras de las palabras hay una verdad real que se
muestra a través de ellas.
La palabra de Dios contenida en la Escritura ofrece toda su vitalidad y
sabiduría en el contexto de las celebraciones litúrgicas. Pero también es fuente
de vida y alimento espíritual cuándo se lee la Biblia personalmente o en
pequeños grupos, siempre que en su lectura se cuente con el auxilio del Espíritu
Santo y esta se realice con una actitud de meditación, oración y contemplación.
El texto escrito se manifiesta, cada vez que se lee así, como palabra de Dios,
viva y eficaz, adecuada para instruir en la fe y proyectar su luz sobre la vida
ordinaria de cada día. Este marco de lectura constituye un ambito muy adecuado
para llevar a cabo la actualizacion de la Escritura de modo que su mensaje pueda
fecundar las cambiantes circunstancias de la historia de los hombres en general
y de cada persona en particular.
¿Y cómo se puede hacer en la practica esa lectura que, contando con la ayuda del
Espíritu Santo, sea provechosa? ¿Dónde y cuando haberlo? ¿Que Biblia utilizar?
¿En donde comenzar y cómo leer?
Como en tantas cuestiones importantes de la vida, no es suficiente con la buena
voluntad o los buenos deseos. Aunque estos sean necesarios, hay que aprender.
Por eso, intentaremos sintetizar de modo asequible unos consejos básicos que
permitan a cada uno realizar esa lectura que le ayude a ser feliz.
9. Cuentaselo a un amigo
Si, has leído bien: «cuentaselo a un amigo». Porque cuándo uno se va haciendo
amigo de Jesucristo al escuchar su palabra en la Escritura, bien pronto se
siente movido a hacer participes a quienes uno quiere, a la familia, a los
amigos, del Gran tesoro que ha encontrado.
Si nos atrevemos a entrar en las escenas «como un personaje más» , no tardaremos
en quedar fascinados por la soltura que tienen los primeros discípulos de Jesús
para hablarles de el a sus amigos, de modo que también ellos pudieran participar
de lo que han tenido ocasíon de ver y gozar.
Cuenta san Juan en su evangelio que, cuándo él mismo y su amigo Andres
conocieron a Jesús y gustaron de su amistad, les falto tiempo para hacer
participes a otros de su alegría:
«Andres, el hermano de Simon Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y
siguieron a Jesús. Encontró primero a su hermano Simon y le dijo:
»-Hemos encontrado al Mesías (que significa el Cristo).
Y lo llevo a Jesús» (Jn. 1, 40-42a).
La actitud de Andres, uno de aquellos dos que escucharon la indicacion del
Bautista y siguieron a Jesús, es la logica en cualquiera que se encuentra con
Cristo. Va a buscar a su hermano Simon y le cuenta con gozo su descubrimiento:
«Hemos encontrado al Mesías.» Y a la vez que lo hace participe del motivo de su
alegría, pone los medios para que Simon pueda tener un encuentro personal con
Cristo: -lo llevo a Jesús».
En la lengua hebrea sucede un hecho que parece una curiosidad casual, pero que
sin embargo tiene su fundamento en la realidad de las cosas. Hay un verbo cuya
raiz esta formada por las consonantes l m d que en la forma normal (lamad)
significa « aprender», pero que en la forma intensiva (limmed) tiene el
significado de «ensehar». Es el mismo verbo. Y la realidad que expresa
cualquiera la puede constatar: uno sólo ha aprendido intensamente algo, es
decir, a fondo, cuándo es capaz de ensenarlo a otro. Todos tenemos experiencia
de que cuándo decimos tras estudíar una lección: «lo se, pero no lo se
explicar», la realidad es que no lo sabemos. Como mucho habremos retenido unas
frases en la memoria, pero no hemos llegado a entenderlas y asímilarlas del
todo.
Por eso, desde que uno comienza a leer en serio todos los días la Sagrada
Escritura, a entrar en el Evangelio como un personaje más, a escuchar la palabra
de Dios, una buena idea es la de proponer a los amigos que aitn no lo hacen a
que ellos también se animen a leerlo.
En la medida en que uno va transmitiendo sus experiencias y se esfuerza por
explicar como disfruta haciendolo, y cómo va encontrando las respuestas que
realmente necesita para encarrilar la vida por un camino amable y alegre, ira
afianzando sus convicciones, aprendiendo a hacerlo mejor y, además, obsequiara a
su amigo con uno de los mejores favores que pueda hacerle en la vida.
HAN INTERVENIDO...
La entrevista con Victor Frankl mencionada en la «Presentación» fue publicada en
Jornal do Brasíl el 13 de mayo de 1989. La cita la he encontrado en un excelente
libro de R. Llano Cifuentes, Dios o el Sentido de la Vida, Palabra, Madrid,
2002, p. 114. La categoria «mundo del texto» es original de P. Ricoeur y la
conviccion de que un texto es un universo de verdades, que está abierto a las
preguntas que se le hacen procede de H.-G. Gadamer. Cfr. V. Balaguer, La
interpretación de la narración: la teoria de Paul Ricoeur, Eunsa, Pamplona, 2002
y H.-G. Gadamer, Verdad y metodo I. Fundamentos de una hermeneutica filosófica,
Sigueme, Salamanca, 1991.
La traducción espanola de todos los textos biblicos citados en este libro esta
tomada de la Sagrada Biblia preparada por la Facultad de Teología de la
Universidad de Navarra, y editada en 5 volúmenes por Eunsa (Pamplona, 1997-
2004).
Algunas de las cuestiónes que se debaten en el apartado «Los microchips de Santa
Claus» están inspiradas en la serie de J. J. Benitez, Caballo de Troya.
Los textos citados en -«Los mitos de los orígenes» están tornados de G. Auzou,
En un principio Dios creó el mundo, Verbo Divino, Estella, 1982. El primer texto
citado con amplitud esta en el dorso del Papiro Golenischeff de Leningrado 1116
A, procedente de Egipto (Auzou, p. 49). El segundo es de una encantación ritual
babilónica (Auzou, p. óó).
Las principales ideas expuestas en «Los "mitos" de la Biblia» proceden de las
catequesis impartidas por Juan Pablo II en las audiencias de los miórcoles entre
1979 y 1980, que pueden consultarse en Juan Pablo II, Varón y mujer. Teología
del cuerpo (Palabra, Madrid, 1995). Acerca del « primitivo carácter mítico» de
esos capítulos del libro del Génesis, vóanse especialmente las páginas 35-40.
En el apartado «Señales de vida en el cosmos» se menciona el Proyecto Phoenix
sobre el que se puede encontrar información en la página web del SETI Institute
(www.seti.org).
Sobre «Las rarezas de la tierra» más información en P. Ward y D. Brownlee, Rare
Earth: Why Complex Life Is Uncommon in the Universe, Copernicus, Nueva York,
2003.
El texto del Concilio Vaticano II citado en «¿De dónde venimos?» es de la Const.
Dogm. Dei Verbum, nóm. 2. Acerca del contexto de las interpretaciónes del Cuarto
Canto del Siervo (Is. 52,13; 53, 12) realizadas en el judaísmo medieval y en las
disputas con los polemistas cristianos, a las que se alude en el epígrafe «Uriel
y el cura», puede consultarse nuestra monografia sobre Los Cantos del Siervo en
la exegesis hispanohebrea (Córdoba, 1992).
En el apartado «Los secretos de la cábala», la explicación sobre por quó la Torá
comienza con bet y no con alef esta tomada de Génesis Rabbah. Puede consultarse
la edición espanola de L. Vegas Montaner, Génesis Rabbah I (Génesis 1-11):
comentario midrásico al libro del Génesis, Verbo Divino, Estella, 1994, p. ó1.
Lo relativo a los juegos de palabras en hebreo sobre el varón, la mujer y el
matrimonio esta tornado de Los capítulos de Rabi Eliezer, XII, 3. El texto puede
consultarse en M. Pórez Fernandez, Los Capítulos de Rabbi Eliezer: Pirqe Rabbi
'Eli `ezer [versión crítica, introduccion y notas], Institución S. Jerónimo,
Valencia, 1984, pp. lló-117.
Algunas de las cuestiónes que surgen en la conversación bajo el epígrafe « ¿Se
besaban en la boca?» tienen su origen en las ficciones planteadas por D. Brown
en El código Da Vinci. Una respuesta más amplia a las muchas incoherencias de
esa obra puede encontrarse en A. Welborn, Descodificando a Da Vinci (Palabra,
Madrid, 2004) y en J. A. Ullate Fabo, La verdad sobre el Código Da Vinci (Libres
Libres, Madrid, 2004).
Para más información acerca de los papiros y códices, así como para todo lo
relativo a la transmisión del texto bíblico puede consultarse, entre otras
muchas obras, R. Dupont-Roc - Ph. Mercier, Los manuscritos de la Biblia y la
crítica textual, Verbo Divino, Estella, 2000. Por lo que se refiere más en
concreto al Antiguo Testamento es util el libro de Th. Romer J.-D. Macchi, Guide
de la Bible hebrai'que: la critique textuelle dans la Biblia hebraica
Stuttgartensia (BHS), Labor et Fides, Ginebra, 1994. Y respecto al Nuevo
Testamento, la obra de J. O'Callághan, Introducción a la crítica textual del
Nuevo Testamento, Verbo Divino, Estella, 1999.
En «Una novela egipcia de equivocos amorosos» se utiliza la traducción del
relato egipcio de Anubis y Bitiu contenida en el Papiro Orbiney, conservado en
el British Museum, que fue realizada por M. Garcia Cordero, La Biblia y el
legado del antiguo Oriente, Editorial Católica, Madrid, 1977, pp. 183-185. La
traducción del capítulo 125 del Libro de los muertos figura la «Confesión del
difunto ante Osiris » esta tomada de esa misma obra de M. Garcia Cordero, pp.
ó05-ó0ó. También hemos tomado de esa obra (p. 231) la traducción de la leyenda
de Sargón de Agadé sobre «Un niño en una cestita flotando sobre el río». El
texto sobre «El diluvio» en la Epopeya de Guilgamesh procede de la Tablilla XI,
lin. 9-159. La traducción esta tomada de F. Malbran-Labat, Gilgames [tradujo:
Nicolas Darrical], Verbo Divino, Estella, 1983.
Acerca de los errores de la lectura «fundamentalista» de la Biblia es muy
instructivo el capítulo dedicado a esa cuestión en el documento de la Pontificia
Comisión Biblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, PPC, Madrid,
1993.
La afirmación de que la fe cristiana no es una «religión del Libro» esta en el
Catecismo de la Iglesia Catolica, nóm. 108.
La traducción del texto procedente del Prisma Hexagonal de Senaquerib que se
presenta en el apartado «Como un pajaro en su jaula» esta tomada de la obra ya
citada de M. Garcia Cordero, La Biblia y el legado del antiguo Oriente, pp. 515-
51ó.
Sobre los osarios con la inscripción «Jesús, hijo de José» y en general, sobre
todo lo relativo a los nombres habituales y a las costumbres funerarias en
tiempo de Jesús puede consultarse nuestro ensayo Rabí Jesús de Nazaret, B.A.C.,
Madrid, 2005. También ahí se encontraran más detalles y referencias
bibliograficas sobre la inscripción de Nazaret en la que se prohibe robar
cadáveres, y acerca de las ideas que circulaban en aquellos momentos sobre la
resurrección.
Acerca del carácter propio de los Evangelios y el modo de leerlos es de gran
ayuda el libro de V Balaguer (ed.), Comprender los Evangelios, Eunsa, Pamplona,
2005.
La carta que Apolo escribe a Luz esta compuesta por los siguientes textos
procedentes de los Salmos, ligeramente retocados en algún caso: Sal. 63, 2; 123,
2; 139, 2-3; 73, 21-23; 65, 8; 17, 8; 23, 4; 87, 4-5; 45, 11-12, 14-15, 17-18;
144, 12-15.
Las ideas más importantes que se contienen en la segunda parte de este libro
(«Cómo leer la Biblia para encontrar la felicidad») están tomadas del Catecismo
de la Iglesia Catolica, nóms. 50-141. Recomendamos la lectura directa de esos
puntos del Catecismo como mejor síntesis de lo que hemos intentado expresar en
esa parte.
En la sección titulada « Explorando la Biblia» se oírece una visión de conjunto
de las ensenanzas de los grandes bloques de libros que es posible distinguir en
la Biblia. Pero para profundizar con más detalle en el contenido, composición y
enseñanza de cada uno de ellos convendra acudir a una buena introducción. Son
muy adecuadas para un primer acercamiento con cierta profundidad las
introducciones a cada uno de los libros de la Biblia y a sus grandes secciones
que oírece la Sagrada Biblia preparada por la Facultad de Teología de la
Universidad de Navarra, y editada en 5 volúmenes por Eunsa (Pamplona, 1997-
2004).
El texto del Concilio Vaticano II citado en la primera de las «10 claves para
leer la Biblia» esta tomado de la Constitución Dogmatica Sacrosanctum Concilium,
num. 7.
La edición de la Sagrada Biblia preparada por la Facultad de Teología de la
Universidad de Navarra, antes citada, se ajusta perfectamente a todas las
características que hemos descrito en la tercera de las «claves».
Las ideas señaladas acerca de la importancia del «sentido literal» en la cuarta
de esas claves están tomadas del documento de la Pontificia Comisión Biblica, La
interpretación de la Biblia en la Iglesia, PPC, Madrid, 1993. De ahí procede
también la breve caracterización que hemos dibujado acerca de las fases que
integran el metodo histórico-crítico.
La intuición expresada con la frase «como un personaje más» y ese modo de
acercarse con viveza a las páginas del Nuevo Testamento y especialmente de los
Evangelios son una notable aportación a la lectura de la Biblia en la Iglesia
realizada por san JoseMaría Escriva. Suyos son los textos citados en cursiva en
el epígrafe correspondiente. El primero es de Amigos de Dios, núm. 222. El
segundo procede de esa misma colección de homilias, num. 253. Y el primero del
epígrafe «concretar consecuencias» es Forja, num. 754. Para un estudio más
detenido de lo que este santo del siglo XX puede ayudar a la lectura de la
Biblia, vease nuestro estudio La Sagrada Biblia en los escritos de san JoseMaría
Escriva, publicado en G. Aranda - J. L. Caballero (ed.), La Sagrada Escritura,
palabra actual, Servicio de Publicaciones, Universidad de Navarra, Pamplona,
2005, pp. 525-547.
El texto con el que termina el libro es la conocida frase de san Agustin
contenida en Confesiones, I, 1.1.
ANTIGUO TESTAMENTO