Civilización Del Amor - CELAM
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Es otro importante recurso pedagógico para la organización. Por ella, se van ajustando
cada vez mejor los pasos que se van dando y se va perfeccionando la acción. Sin
evaluación, se continúan repitiendo los mismos errores, no se valoran los éxitos ni se
aprende de los fracasos, la acción deja de ser transformadora y no estimula a nuevas
acciones, el proceso comienza a estancarse y la organización puede llegar a morir.
La evaluación permite descubrir lo que se ha hecho bien, lo que hay que cambiar,
mejorar y proyectar. Es una actitud permanente de revisión de las motivaciones, de los
procesos, de los resultados alcanzados, de los objetivos, de la distribución de roles,
etc.
También la evaluación debe partir de las observación de los hechos sucedidos, con
sus causas y consecuencias -ver-, seguir con un juicio desde los criterios y valores
cristianos -juzgar-, para impulsar nuevas pistas de acción -actuar-. En esta revisión se
descubre la presencia de Dios actuando en la historia, llamando a conversión y
motivando a nuevos compromisos -celebrar-.
Por ser una acción de toda la Iglesia, la pastoral juvenil tiene como agentes a todos los
cristianos -obispos, sacerdotes y diáconos, comunidades religiosas y laicos- pero más
particularmente a quienes trabajan activamente en la pastoral juvenil, en la pastoral de
conjunto y en las pastorales más afines con la juventud.
Los mismos jóvenes y sus grupos o comunidades juveniles son también agentes de los
procesos de pastoral juvenil, ya que ellos son los primeros protagonistas de la
evangelización de la juventud y de la construcción de la Civilización del Amor.
Aquí se destacan las funciones específicas de aquellos agentes que forman parte más
directamente del quehacer diario de la pastoral juvenil: el animador, el asesor, el
párroco y el obispo.
5.1 El Animador.
Para que este servicio evangelizador pueda realizarse y ser eficaz son necesarias
algunas características como el conocimiento de la realidad, la capacidad de
cercanía, la actitud positiva de apoyo y colaboración, la facilidad para la relación
personal, una madurez acorde con la edad y un cierto recorrido en el camino de la fe,
que pueden considerarse a su vez como signos válidos de una vocación para la
animación. Junto con el conocimiento de las líneas fundamentales del proceso
formativo, la capacitación permanente y el acompañamiento de los asesores, estas
características aseguran que el joven animador podrá llevar adelante y realizar con
fruto su servicio evangelizador a los otros jóvenes.
5.1.2 Tareas:
Cuando en una realidad pastoral existen varios animadores, es muy bueno integrar
con ellos un Equipo de Animadores donde sea posible comunicar e intercambiar
experiencias, ayudarse y animarse mutuamente, asegurar la continuidad de una
formación permanente, evitar que cada uno se cierre en su experiencia particular,
potenciar los encuentros intergrupales, preparar las actividades y los servicios
comunes a todos los grupos, etc.
5.2 El Asesor.
La palabra “asesor” proviene de “sedere ad”, que quiere decir “sentarse junto a” y
sugiere la idea de motivar, acompañar, orientar e integrar el aporte y la participación de
los jóvenes en la Iglesia y la sociedad y propiciar la acogida de esa acción juvenil en la
comunidad.
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El asesor de Pastoral Juvenil es un cristiano adulto llamado por Dios para ejercer el
ministerio de acompañar, en nombre de la Iglesia, los procesos de educación en
la fe de los jóvenes.
Los ministerios son servicios que se confieren a determinadas personas para beneficio
de la comunidad y para una mejor realización de su misión en el mundo. Por tanto, son
mediados y discernidos por la Iglesia. En este caso, los pastores, la comunidad y los
mismos jóvenes perciben juntos la necesidad de un acompañamiento real de sus
procesos de educación en la fe y reconocen la oportunidad y la validez de un
ministerio que lo haga posible.
La asesoría como ministerio de servicio a los jóvenes sólo puede ser ejercida por quien
ha hecho una opción personal, ha recibido el envío por parte de la Iglesia y cuenta con
la aceptación de los mismos jóvenes. No es un ministerio exclusivo del sacerdote o del
religioso. En todos los niveles y experiencias de la Pastoral Juvenil y especialmente en
las Pastorales Específicas de Juventud, crece cada día más el reconocimiento de que
es también y fundamentalmente un ministerio laical.
Identidad psicológica.
Es una persona abierta, capaz de escuchar y dialogar con los jóvenes y de valorar lo
positivo y lo negativo de sus vidas y de sus situaciones. Sabe tener una mirada de
conjunto sobre la realidad y no quedarse solamente en los elementos que la
componen. No rehuye los compromisos y las dificultades. Es responsable. Toma
posición frente a los problemas y conflictos. Conoce el entorno en el que los jóvenes
desarrollan sus potencialidades y procura encarnarse lo más posible en su realidad,
con clara conciencia de que no se trata de que el asesor llegue a ser “uno más” entre
ellos, sino de ser capaz de entender y acompañar desde su visión de adulto el proceso
personal y comunitario que están realizando. Guía sus afectos por un auténtico amor
de donación, evitando todo paternalismo y promoviendo el crecimiento y maduración
de los jóvenes.
Vive con mucha libertad, porque es capaz de la autocrítica y del perdón. Prefiere
trabajar en equipo. Tiene pasión por la verdad, lo que le permite reconocer en los
jóvenes la misma capacidad de apasionarse por la verdad que él vive. Es capaz de
proponer y esperar, porque sabe que acompaña un proceso que no es suyo, sino de
los jóvenes. No se preocupa tanto por “hacer” cosas, sino por “ser” amigo y hermano y
dar testimonio de una vida alegre y feliz, capaz de entusiasmar a los demás.
Identidad espiritual.
El asesor es una persona de fe. Vive el seguimiento de Jesús en la opción que hace
por los jóvenes, en quienes reconoce diariamente el rostro de Dios y la voz profética
del Espíritu. Descubre la presencia de Jesús en medio de ellos (Mt 18,20), lo encuentra
vivo y presente en los signos de la vida juvenil y lo sigue en el camino (Lc 24,13-35)
que ofrece a los jóvenes para llevarlos a su realización y a su plenitud.
Cree en Dios y cree en los jóvenes. Sabe que la grandeza de su vocación está en la
elección que Dios le ha hecho para confiarle la juventud, para hacerlo partícipe del
amor con que él mismo ama a los jóvenes (SD 118) y para enviarlo a acompañarlos y
estar presente en medio de ellos como signo de su amor.
Identidad teológico-pastoral.
El asesor es una persona de Dios: una persona de oración y testimonio, que habla
desde la profundidad y la experiencia de su vida y no desde la teoría y las cosas
aprendidas. Va creciendo, viviendo, madurando con los jóvenes y haciéndose asesor
desde dentro del proceso del mismo grupo.
Es una persona que conoce, ama y sirve a la Iglesia. Hace comunidad con los
jóvenes y los ayuda a que sientan la Iglesia como una comunidad. Está en comunión
con ella, es fiel a sus enseñanzas y reconoce tanto su realidad divina como sus
limitaciones humanas. Se preocupa por conocer y seguir las líneas pastorales y las
orientaciones de la Iglesia local en la que está trabajando, de la Pastoral Juvenil
Nacional y Latinoamericana y especialmente, procura ser fiel a la propuesta de la
Civilización del Amor como núcleo central del proyecto que la Iglesia propone a los
jóvenes.
Se sabe enviado a todos los jóvenes. Esto lo lleva a superar los límites del pequeño
grupo o de los jóvenes que están integrados en los grupos de la Pastoral Juvenil y
dirigir su mirada y su atención a todos los jóvenes, especialmente a los más pobres y a
quienes nunca han recibido el anuncio de Jesucristo liberador. Lo lleva, también, a no
mirar a los jóvenes en su conjunto, sino en la diversidad de situaciones en que viven,
sea por las actividades que realizan: campesinos, estudiantes, obreros, universitarios;
sea por sus culturas propias: indígenas, afroamericanos; sea por las situaciones que
condicionan sus vidas: migrantes, marginados, jóvenes en situaciones críticas...
Identidad pedagógica.
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Educa desde la vida y para la vida. Acompaña los procesos personales y grupales de
los jóvenes integrando acción, reflexión, convivencia y oración en una propuesta de
cambio que da nuevo sentido a sus vidas. Transmite datos y elementos culturales de
interés para la juventud, para su crecimiento y para su protagonismo en el proceso
liberador. Aporta principalmente el testimonio de su propia vida y de su compromiso
por la transformación de la Iglesia y de la sociedad, en coherencia con el proyecto de
Jesús y los signos de los tiempos.
Como educador, se ubica entre los jóvenes como amigo maduro y orientador. Ayuda
a formular sus problemas, a objetivar sus intereses y a posibilitar la búsqueda de
soluciones; colabora en la sistematización de sus vivencias y en su confrontación con
las teorías elaboradas, impulsa la articulación de su unidad de organización y acción y
promueve su inserción en el medio y su vinculación con la sociedad más amplia.
Individualiza los liderazgos y desarrolla estrategias para la captación de nuevos
agentes para servicio del proceso. Hace ver a los jóvenes que su modo de actuar
contiene ya, de cierta forma, el resultado que se quiere alcanzar. Para asegurar la
continuidad de los procesos iniciados, plantea la necesidad de definir un tiempo
estable y prudencial para prestar su servicio.
Identidad social.
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Procura ser un actor social y no quedar pasivo ante los desafíos de la realidad. Se
siente llamado a transformarla denunciando los signos de muerte, anunciando signos
de vida y haciendo opciones concretas para que éstos se hagan realidad.
5.2.2 Tareas.
La identidad del asesor de pastoral juvenil, con toda la riqueza de dimensiones que
integra, determina también su rol, es decir, el conjunto de actitudes, quehaceres,
tomas de posición y estilos de vida y de acción que pone en práctica para el
cumplimiento de su misión de asesor, en íntima y coherente relación con su propio ser
y con su propia realidad.
Otro elemento esencial de la tarea del asesor es acompañar los procesos de los
grupos juveniles para que puedan llegar a ser verdaderos espacios de crecimiento
humano y de maduración en la fe. En ese sentido, el asesor tiene un vasto y muy
variado campo de acción.
A partir de la realidad personal y social de los jóvenes del grupo, promueve procesos
de formación integral crítica y liberadora, y les da seguimiento a lo largo de sus
diferentes etapas: anima la integración de los recién convocados, impulsa el
crecimiento y la maduración de los iniciantes y apoya el compromiso de los militantes.
Dedica especial atención a la formación y acompañamiento de los animadores.
Promueve los liderazgos, descubre y potencia las aptitudes personales de los jóvenes,
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Educa para la organización, respetando lo que los jóvenes proponen y estando abierto
a entender y orientar su creatividad. Ayuda a clarificar funciones dentro del grupo,
impulsa la ejecución corresponsable de los planes y programas previstos y favorece la
sistematización de las experiencias realizadas. Favorece todo lo que promueve y
fortalece la identidad del grupo y al mismo tiempo, lo ayuda a abrirse a dimensiones
eclesiales y sociales más amplias del trabajo con jóvenes.
Como adulto, el asesor se ubica tanto dentro de la comunidad eclesial como dentro de
la comunidad social como un enviado al mundo juvenil. El mundo juvenil se propone
generalmente los mejores ideales para transformar la sociedad y la Iglesia, pero suele
encontrar oposición e indiferencia por parte del mundo adulto. Muchos problemas de
los jóvenes no son problemas de la juventud como tal, sino problemas del mundo
adulto reflejados en el mundo juvenil. Buena parte de los problemas de la juventud
encuentran su explicación en el rompimiento de la relación con el mundo adulto y en la
distancia que se ha creado entre ambos.
Será tarea del asesor ayudar al mundo adulto a entender al mundo juvenil. Con su
madurez y actitud de diálogo, hablará y discutirá con él sobre su concepto de juventud
e influirá para que dejen de considerar a los jóvenes sólo como “problemas” y
descubran su potencial y el valor de su aporte cuestionador y renovador. Al mismo
tiempo, ayudará a los jóvenes a entender el mundo adulto y a valorar el aporte de su
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5.3 El Párroco.