Antropología Del Cerebro
Antropología Del Cerebro
Antropología Del Cerebro
Roger Bartra
Las manos de Orlac parecen estar determinadas por el espíritu extranjero del
asesino a quien habían pertenecido. Si pasamos del territorio de la ficción a la
realidad podemos acercarnos al problema del libre albedrío desde otro ángulo. El
ejemplo más conocido del trastorno obsesivo-compulsivo es la irresistible manía
que impulsa a las personas a lavarse constantemente las manos, poseídas por la
idea fija de que cualquier contacto las contamina peligrosamente. A los individuos
aquejados por este trastorno les parece que todo cuanto les rodea está sucio. No
pueden dejar de lavarse las manos después de tocar el pomo de la puerta, coger un
billete, tomar un cubierto, abrir un grifo, estrechar otra mano o rozar una tela.
Creen que el mundo a su alrededor está contaminado y viven en una ansiedad
permanente por el miedo a quedar infectados. Las causas del trastorno obsesivo-
compulsivo parecen ubicarse en anormalidades de los ganglios básales y en el
lóbulo frontal del cerebro.1
Los casos patológicos y anormales destacan con fuerza la presencia de una cadena
determinista. Aquí la persona no ha elegido libremente que su voluntad quede
encadenada a causas biológicas. Pero los humanos suponemos que bajo
condiciones «normales» somos seres racionales capaces de elegir libremente
nuestros actos. Suponemos, por lo tanto, que no todo lo que hacemos tiene una
causa suficiente que determina nuestros actos. Creemos en el libre albedrío. Pero
siempre flota en el aire la sospecha o el temor de que los casos anormales en
realidad descubran el mecanismo determinista oculto que nos rige a todos bajo
cualquier circunstancia.
En una carta al mismo interlocutor, Einstein hizo unas afirmaciones que han sido
citadas con frecuencia por los deterministas. Dijo que si la luna fuese dotada de
autoconciencia estaría perfectamente convencida de que su camino alrededor de la
tierra es fruto de una decisión libre. Y añadió que un ser superior dotado de una
inteligencia perfecta se reiría de la ilusión de los hombres que creen que actúan de
acuerdo a su libre albedrío. Aunque los humanos se resisten a ser vistos como un
objeto impotente sumergido en las leyes universales de la causalidad, en realidad
su cerebro funciona de la misma forma en que lo hace la naturaleza inorgánica.3
Las diferencias entre Tagore y Einstein simbolizan dos grandes formas de abordar
el problema de la libertad. El primero, como muchos religiosos, trató de aprovechar
lo que parecía un resquicio abierto por los físicos para colar la idea de la
indeterminación. A muchos les pareció que el principio de incertidumbre de alguna
manera podía significar que los electrones gozaban de «libertad» y que se
escapaban de la cadena causal. Esta visión ha influido incluso en científicos tan
importantes como John C. Eccles, que propuso explicar la subjetividad mediante la
presencia de unos «psicones» que supuestamente funcionarían en la mente de
forma similar a los campos de probabilidad de la mecánica cuántica.
Otra vertiente de la idea de que el libre albedrío es una ilusión se expresa en la idea
de que en los humanos existe un módulo cerebral innato responsable del proceso
inconsciente y automático que genera juicios sobre lo justo y lo incorrecto. Este
módulo sería el responsable de las elecciones morales. Es una transferencia al
terreno de la ética de los postulados de Noam Chomsky sobre la existencia de una
gramática generativa alojada en los circuitos neuronales. De la misma manera,
habría una gramática moral, una especie de instinto alojado en el cerebro que, a
partir de principios inconscientes e inaccesibles, generaría juicios sobre lo
permisible, lo prohibido, lo inequitativo y lo correcto. Desde luego el instinto (o la
facultad) moral generaría en cada contexto cultural diferentes reglas y costumbres,
de la misma manera en que se supone que el módulo cerebral del lenguaje genera
diferentes lenguas en los individuos de acuerdo al lugar donde nacen y crecen. Pero
el módulo impondría una misma estructura gramatical en todos los casos. Un libro
de Marc Hauser, profesor de psicología en la Universidad de Harvard, ha
popularizado esta interpretación.5 El instinto moral, sostiene, se ha desarrollado a
lo largo de la evolución y se manifiesta en las intuiciones más que en los
razonamientos que hacen los hombres. Estos instintos le dan color a nuestras
percepciones y restringen los juicios morales. Sin embargo, Hauser no señala con
precisión cuáles son los principios morales universales que están alojados en el
órgano moral de nuestro cerebro, acaso debido a que cree que estos principios,
«escondidos en la biblioteca de conocimientos inconscientes de la mente, son
inaccesibles». En la misma línea, otro psicólogo, Steven Pinker, ha afirmado: «El
sentido moral es un dispositivo, como la visión en estéreo o las intuiciones sobre los
números. Es un ensamblaje de circuitos neuronales engarzados a partir de piezas
más antiguas del cerebro de los primates y configurados por la selección natural
para realizar un trabajo».6Desde luego, no hay ninguna prueba científica de que
estos módulos morales existan.
Los lectores pueden intuir que hay algo sospechosamente viciado en estas
afirmaciones. Y sin embargo, la idea de que la conciencia puede voluntariamente
tomar decisiones que producen actos es rechazada por muchos psicólogos y
neurocientíficos. Si la conciencia es definida como un proceso que ocurre
exclusivamente en el interior del cerebro, se llega casi irremediablemente a un
enfoque mecánico determinista. Toda idea contraria a este enfoque suele ser
calificada de metafísica y cartesiana. Yo creo, a pesar de todo, que hay
explicaciones claramente materialistas y no metafísicas que permiten comprender
que la autoconciencia es un proceso que no ocurre totalmente dentro del cerebro y
que se entiende mejor si la ubicamos en un contexto más amplio, que incluye el
contorno social y cultural.
Es una curiosa paradoja que el neurofisiólogo cuyos experimentos son los más
citados para sustentar las tesis deterministas haya creído en la existencia del libre
albedrío. Benjamín Libet (1916-2007) fue un científico que, en los Estados Unidos,
se había dado a conocer en los años setenta del siglo XX por unos experimentos
que mostraban que, aun cuando una sensación táctil tarda medio segundo en ser
reportada conscientemente por la persona, subjetivamente la percibe como si
hubiese llegado exactamente en el mismo instante. Más tarde Libet instaló en su
laboratorio instrumentos de registro muy precisos con el objeto de medir el tiempo
transcurrido entre el momento en que una persona decide actuar (por ejemplo,
mover un dedo) y el instante en que realmente lo hace. Registró con un
electroencefalógrafo la actividad de la corteza cerebral y un osciloscopio
cronometró cada acontecimiento. Hay que señalar que unos diez años antes dos
investigadores alemanes de la Universidad de Friburgo, HH Kornhuber y L Deeke,
habían descubierto lo que llamaron el Bereitschaftspotential, que es el potencial de
preparación que aparece en la electroencefalografía momentos antes de que ocurra
un movimiento voluntario. El experimento de Libet demostró que este potencial
eléctrico de preparación ocurría antes de que los sujetos manifestaran su intención
de ejecutar una acción, pero que ésta sucedía después de haberla decidido
conscientemente. Mostró también que una decisión voluntaria podía abortar el
movimiento, aun cuando ya se hubiese desencadenado el potencial de preparación.
Libet llegó a la conclusión de que la acción intencional se inicia inconscientemente.
Pero también observó que la conciencia puede controlar el resultado del proceso
mediante una especie de poder de veto: podía inhibir los mecanismos que llevan a
la acción, aun cuando ya se hubiesen iniciado inconscientemente.7
Los experimentos de Libet levantaron una gran polvareda de comentarios. Sus
propias conclusiones han sido criticadas duramente por los deterministas, pues
afirmó que el libre albedrío era una opción científica tan buena o mejor que su
negación. Apoyaba su idea en una cita de Isaac Bashevis Singer: «El mayor don
que ha recibido la humanidad es el libre albedrío. Es verdad que nuestro uso del
libre albedrío es limitado. Pero el poco libre albedrío que tenemos es un don tan
enorme y su valor potencial tan grande que por ello mismo vale la pena vivir». 8 Los
deterministas exaltaron el resultado de los experimentos que mostraron que el acto
voluntario se inicia inconscientemente, pero rechazaron la posibilidad de que la
conciencia pudiese interrumpir el proceso.
Hay un ejemplo que parece indicar que el libre albedrío es un hecho comprobable
científicamente. El trastorno obsesivo-compulsivo, que ya he mencionado más
arriba, implica una intromisión involuntaria en la conciencia. Una de las formas más
exitosas de combatir esta enfermedad es la llamada terapia cognitiva-conductual,
cuyo uso ha logrado que la gente afectada por este trastorno mental aprenda
conductas alternativas que suplan la compulsión de, digamos, lavarse las manos
continuamente. Ello significa que el paciente aprende a reconocer el impulso intruso
como efecto de la enfermedad, a entender que ello se debe a un desequilibrio
químico, a distraer su atención con una conducta alternativa y a valorar el síntoma
de una nueva manera. El psiquiatra Jeffrey Schwartz, a partir de esto, arguye que
el tratamiento produce cambios sistemáticos en el metabolismo cerebral de la
glucosa como resultado de una serie de decisiones voluntarias realizadas por el
individuo durante el tratamiento. Schwartz ha mostrado que la terapia cognitiva-
conductual genera nuevos circuitos cerebrales gracias al ejercicio de la voluntad y
al poder de sus esfuerzos.9 Esta argumentación no ha convencido a los
deterministas, quienes siguen viendo en este ejemplo la propuesta camuflada de
una interpretación dualista que acepta que algo «mental» (no físico) puede ejercer
influencia en la maquinaria física del cerebro. Para ellos la volición es una mera
acción cerebral explicable mediante los mecanismos deterministas que postulan las
ciencias físicas y que se expresan en las funciones neuronales. Pero los
deterministas no han logrado, a partir de este postulado, agregar nada a la
comprensión de la conciencia, el libre albedrío o las decisiones éticas. Es cierto que
aceptar la existencia de una «mente no física» es una violación de las leyes físicas.
Pero afirmar que la mente tiene un carácter físico no ayuda en nada a explicar el
funcionamiento de los procesos subyacentes a la toma de decisiones. Sería como
pretender que la naturaleza física de una institución social o política contribuye a
entender sus funciones.
Es necesario, por tanto, colocar el problema del libre albedrío a un nivel más alto de
complejidad, sin por ello olvidar que subyacen estructuras neuronales, químicas y
físicas. Ciertamente, elevar el nivel de complejidad al introducir las estructuras
sociales y culturales no resuelve el problema, pero lo coloca en un contexto en que
es posible realizar investigaciones más fructíferas. Sin embargo hay que reconocer
que las cosas se complican, aparentemente, pues al aceptar que la conciencia es
también un fenómeno exocerebral se introducen nuevas variables, la más
importante de las cuales es la red de procesos simbólicos sin los cuales una
voluntad consciente no puede existir. El problema se complica para quienes quieren
abordar el tema de la conciencia solamente desde la neurología, y suponen
erróneamente que la introducción de variables exocerebrales es como abrir la
puerta a la metafísica. La red de procesos simbólicos exocerebrales no es un
fenómeno metafísico, sino una sólida realidad fincada en la materialidad del mundo,
pero que no puede ser reducida a explicaciones bioquímicas y físicas. El estudio de
la interacción entre las redes neuronales y las simbólicas nos enfrenta a una
situación más compleja, pero puede facilitar -no complicar- el entendimiento de los
mecanismos mentales del libre albedrío.
Creo que comprenderemos mejor el tema del libre albedrío si lo vemos como una
parte del problema de la conciencia, entendida como una instancia capaz de tomar
decisiones y de elegir. En mi libro Antropología del cerebro10 he desarrollado la idea
de que la conciencia existe en las redes que vinculan los circuitos neuronales con lo
que he llamado el exocerebro. Las decisiones que podemos llamar «libres» son
procesos que ocurren precisamente en este exocerebro, es decir en el conjunto de
redes que unen a ciertos circuitos neuronales con una parte de las estructuras
culturales. A continuación presento algunas de las ideas que desarrollo en este
libro.
Creo que la existencia de lo que llamo el exocerebro podría ser respaldada por
diversos hechos, algunos de los cuales mencionaré brevemente:
1) La condición de los autistas, que parecen tener atrofiadas precisamente las redes
neuronales sociodepen-dientes, o la de los individuos afectados por el llamado
síndrome de la personalidad antisocial, y que los estudios han mostrado que se
caracterizan por una reducción significativa de la materia gris prefrontal.
Hay que destacar el hecho de que una parte importante, y acaso fundamental, del
aparato traductor no se encuentra oculto en el interior del cráneo, sino que
funciona ante nuestras mismas narices bajo la forma de un amplio abanico cultural
integrado por lenguajes, arte, mitos, memorias artificiales, razonamientos
matemáticos, órdenes simbólicos, relatos literarios, música, danza, mecanismos
clasificatorios o sistemas de parentesco. Es necesario explorar desde la perspectiva
neurobiológica todos estos aspectos para definir allí los mecanismos exocerebrales
precisos que puedan ser la clave no sólo de las mediaciones traductoras entre el
lenguaje cerebral y el mental, sino además ayudar a explicar el fenómeno de la
autoconciencia. El habla es sin duda uno de los aspectos más importantes de lo que
denomino el exocerebro, pero es necesario tomar siempre en cuenta el contexto de
símbolos plásticos, rituales, creencias, signos mnemotécnicos y sistemas
matemáticos. Quiero poner un ejemplo sencillo de exocerebro basado en
experimentos encaminados a explorar el lenguaje de los simios y su relación con
las prótesis.
Como nota final, como colofón, quiero señalar que estoy persuadido de que la
solución al problema del libre albedrío se encuentra en lo que he llamado el
exocerebro. Una parte del comportamiento humano logra escapar de las redes
deterministas de causación. Las decisiones se realizan en el contexto sociocultural y
bajo ciertas condiciones se generan decisiones individuales que no obedecen a
reglas deterministas. Se podría argüir que habría aquí un determinismo social que,
a su vez, podría ser reducido a los mecanismos causales ubicados en centenares,
miles o millones de cerebros. Sin embargo, las diversas expresiones de
determinismo social en sus versiones extremas (del darwinismo social al
economicismo marxista o a la sociobiología) han fracasado. Con mayor razón está
destinado al fracaso el determinismo que reduce lo social a lo biológico (y, si
seguimos la cadena, lo biológico a lo físico).
Las redes socioculturales que unen al colectivo de cerebros tienen sus propias
leyes, reglas, normas y estructuras. Es aquí donde podemos ubicar el problema del
libre albedrío, y desde aquí comenzar a entender sus dimensiones neurofisiológicas
y biogenéticas. Este espacio, que he denominado exocerebro, puede ser un punto
de partida común para que las neurociencias y las ciencias de la cultura comiencen
a investigar el problema de la conciencia y del libre albedrío.
Metacognición: mente y cerebro
1. INTRODUCCIÓN
2. LA METACOGNICIÓN
El entusiasmo por los estudios metacognitivos pronto se hizo sentir, tanto entre los
psicólogos como los psicolingüistas y especialmente entre los educadores, quienes
vieron en ellos la posibilidad de facilitar el aprendizaje. La gran cantidad de trabajos
diferentes que se realizaban trajo consigo, por una parte, una cierta confusión en
cuanto al significado del término (Peronard 1999) y, simultáneamente, una mayor
precisión en su alcance, gracias a la proposición de una serie de distinciones. La
primera y tal vez la más nítida es aquella entre el autoconocimiento y el
conocimiento de la mente de los otros, o el reconocimiento de que los otros tienen
una mente parecida pero distinta a la nuestra. En Flavell (1971) esta distinción está
poco elaborada, pero posteriormente se comienza a distinguir entre lo que se llama
"teoría de la mente" y "metacognición", reservando este último término para el
conocimiento de sus propios procesos y contenidos mentales. Una segunda
distinción trajo considerables consecuencias metodológicas, aunque también
aparece débilmente esbozada en esa obra, cuando distingue, por una parte,
entre conocimiento de las capacidades de sí mismo en cuanto sujeto de la
cognición, exigencias cognitivas de la tarea y las estrategias que conviene aplicar
de acuerdo con los objetivos perseguidos con el proceso cognitivo y, por otra parte,
lo que denomina experiencia metacognitiva, la sensación que tiene de lo percibido,
que correspondería a lo que los filósofos denominan los qualia. Posteriormente,
Flavell hace una nueva distinción -la que ha sido relacionada con el grado de
conciencia del conocimiento metacognitivo- entre conocimiento declarativo (saber
qué), más consciente y conocimiento procedural (saber hacer) más
automatizado. Así, por ejemplo, el sujeto sabe que está prestando atención a un
cierto objeto pero no sabe cómo lo hace su cerebro; sabe que conoce una
determinada palabra, pero no sabe cómo lo hace para evocarla o decirla. Una
distinción bastante similar, propuesta por Baker y Brown (1984) y acogida por otros
estudiosos, es la que se plantea entre "conocimiento" y "control o regulación de la
actividad".
En todo caso, para que Flavell pudiera llegar a interesarse por un fenómeno como
la metacognición fue necesario que la psicología recorriera un largo camino desde
su nacimiento. La filosofía, en cambio, parece haber considerado que la cognición sí
era un tema de discusión desde antiguo. En efecto, la discusión acerca de la
posibilidad de que el ser humano pueda tener conciencia de los contenidos de su
propia mente es de larga data en dicho ámbito. Ya Aristóteles disentía de la
doctrina de las "ideas" de su maestro Platón como realidades "suprasensibles"
separables de los seres individuales y con una existencia más allá de ellos.
Consideraba, en cambio, que la cuidadosa observación de las formas permitiría
llegar a lo universal en lo particular. Estos universales serían conceptos formados
mediante procesos de abstracción sobre la base de repetidas sensaciones que
llegan a la memoria, permitiéndonos, de este modo, experimentar lo mismo en lo
individual y lo diverso. El hecho de que este filósofo haya sido el iniciador de dos
disciplinas: la lógica o analítica preservada en lo que hoy se conoce como el
Órganony la psicología, representada por De Anima y una colección de artículos
acerca de las sensaciones, la memoria, los sueños y el dormir reunidos en Parva
Naturalia, permite concluir que el estagirita pensaba que los procesos mentales son
tan observables como los hechos exteriores, es decir, que el hombre es capaz de un
pensamiento refl exivo o introspección.
Debieron pasar varias décadas de un período de ciencia normal bajo la égida del
conductismo positivista antes de que se produjera un cambio de paradigma
epistemológico que permitiera abrir la mente, "la caja negra", al estudio científico.
Por otra parte, y lo que resulta fundamental para nuestras propias investigaciones,
los psicólogos se sintieron muy interesados en el lenguaje, en parte gracias a que
Chomsky (1965) pone en el centro de la arquitectura del lenguaje la sintaxis como
un aspecto genéticamente determinado y la oración como unidad fundamental de la
lengua. Logra así debilitar la supremacía del conductismo por su incapacidad para
explicar la adquisición de este aspecto del lenguaje.
3. NACE LA PSICOLINGÜÍSTICA
El primer objetivo que surgió como natural y obvio -en gran medida impulsado por
la búsqueda de la adecuación explicativa propuesta por Chomsky (1965)- fue el
estudio de la adquisición de la lengua materna, hasta tal punto que el término
"psicolingüística" llegó a ser sinónimo de los estudios en torno a la adquisición de la
lengua materna. Posteriormente, y gracias al creciente interés de los psicólogos por
el lenguaje y de los lingüistas por los procesos cognitivos subyacentes, los estudios
se dirigieron hacia la comprensión y producción, tanto del lenguaje oral como al
escrito.
Para enfrentar la complejidad de este objeto, cuyo estudio hasta entonces habían
querido evitar los lingüistas, Saussure (1964), originalmente publicado en 1916 y
Bloomfield (1933), la psicología cognitiva recurrió a metáforas más o menos
iluminadoras que fueron aplicadas por los psicolingüistas. La primera fue la analogía
con la computadora, que permitió que estos procesos fueran concebidos como
productos del procesamiento de la información y la memoria como almacenes
similares a los de estas máquinas: la memoria (operativa o de corto plazo) y la
memoria de largo plazo. Este modelo es posteriormente rechazado y/o
complementado con el modelo de las redes neuronales que trata de explicar el
lenguaje en términos de una serie de asociaciones neuronales activadoras o
inhibidoras de variados peso. Esta nueva perspectiva es conocida como
"conexionismo" y si bien estas posiciones no han alcanzado consenso al interior de
la comunidad científica, se han hecho esfuerzos por llegar a compatibilizarlos
(Kintsch 1998), y han permitido avances interesante en la construcción de modelos
que sustentan investigaciones novedosas.
En forma paralela, aunque sin enfatizar la relación con el lenguaje, los psicólogos
de la escuela iniciada por Piaget (1946) continuaron el desarrollo de su disciplina.
Cuando el psicólogo John Flavel -discípulo de Piaget y divulgador de sus ideas-
comienza a trabajar con Wellman (Flavell y Well-man 1977), la psicología cognitiva
estaba en pleno desarrollo y no dudan en usar con sus sujetos la introspección,
tanto retrospectiva como proyectiva. Por eso mismo es que utilizan el término
metacognición para designar el objeto de su investigación.
Sus investigaciones las realiza gracias a su rica experiencia con personas que
manifiestan las más diversas patologías, producto, la mayoría de las veces, de
accidentes (Ramachandran y Blackeslee 1998). Su trabajo lo llevó a distinguir dos
tipos de desorden: uno en relación con las sensaciones subjetivas (qualia)
asociadas a la percepción del mundo y otro asociado a la conciencia del yo. Los
primeros problemas se manifiestan en sujetos que ven lo que no existe o que no
ven lo que existe (para el investigador). Se pregunta cómo es posible que la
actividad neuronal en el cerebro dé origen a los qualia, es decir, a la mente. El
segundo problema es el de la conciencia del Yo, cuyas características serían la
sensación de continuidad, de unidad o coherencia de sí mismo, de corporeidad, de
ser agente de sus propias acciones y la capacidad de autorrefl exión. Cada una de
estas características o aspectos pueden verse alterados cuando el sujeto sufre
diversas enfermedades cerebrales. Para explicar la mente y la conciencia del yo,
Ramachandran (2003) sugiere que la evolución ha creado una estructura superior,
una especie de ejecutivo central, que puede representar simbólicamente las
representaciones sensoriales, una especie de metarrepresentación, que nos
permitiría usar el lenguaje, tener conciencia del yo y anticipar las consecuencias de
nuestras acciones, es decir, hipotetizar. Otros neurocientistas, interesados
fundamentalmente en el mundo interior del ser humano, la conciencia y la
identidad personal, han tomado una postura más bien freudiana, con la intención
de fundar una subdisciplina que denominan "neuropsicoanálisis" que no utiliza tanto
el estudio de los trastornos neurológicos, sino más bien los relatos de los pacientes
de sus emociones, motivaciones, memoria, fantasía, sueños, alucinaciones y
conciencia, temas, típicos del psicoanálisis. Anteriormente, se pensaba que este
mundo interior no era susceptible de ser estudiado científicamente. "Sin embargo,
en los últimos años -después del desprestigio del conductismo, la llegada de la
tecnología de imagenología funcional del cerebro y la aparición de la neurobiología
molecular- estos temas de repente han surgido de las sombras y se convirtieron en
el centro de interés de muchos laboratorios neurocientíficos importantes alrededor
del mundo" (Solms, M. y Turnbull, O. 2004: xiii). El lenguaje pasa así a ser
fundamental como herramienta para llegar a la conciencia y la introspección una
forma validada para llegar a la conciencia. Pero el hecho de que un psiquiatra
pueda llegar a la conciencia de otros, interpretando lo que el paciente dice no
presupone que el paciente o el psiquiatra puedan llegar a su propia conciencia. La
relación entre conciencia y lenguaje no es tan directa y unívoca en estos casos.
Primero, porque, si bien parece ser irrefutable que el paciente debe tener
conciencia de lo que está pensando para poder enunciarlo verbalmente, lo que
piensa no corresponde necesariamente a lo percibido en su oportunidad. Bien se
sabe que cuando se evocan episodios guardados en la memoria de largo plazo,
éstos se alteran cada vez que se traen a la conciencia. Los cambios se introducen
involuntariamente y se debe a que la persona que vivió los episodios no es
exactamente igual a la que los reproduce. En segundo lugar, porque el psiquiatra
debe interpretar lo dicho por el paciente y en ello no pueden dejar de infl uir sus
preconcepciones, tanto científicas como acerca del paciente. Por último, la
información no dice relación, en absoluto, con las estrategias cognitivas que el
paciente pone en juego para llevar a la conciencia dicha información. Ni siquiera
arroja luz acerca de cómo funciona el cerebro para que el sujeto pueda hablar y
decir lo que quiere decir: "Try to introspect the next time you talk. You will hear
well formed sentences coming tumbling out if your mouth, but without any
knowledge of what entity formed them with the appropiate syntax" (Koch 2004:
206).
Indudablemente que las neurociencias han permitido descubrir mucho acerca del
cerebro, pero falta aún mucho por descubrir. Como se señaló anteriormente, la idea
de que una parte del cerebro, específicamente de la corteza cerebral, puede
interpretar las actividades neuronales de estructuras inferiores, se parece mucho a
la idea del homúnculo: "In fact, what I am calling a metarepresentation bears un
uncanny resemblance to the homun-culus that philosophers so much delight in
debunking" (Ramachandran 2003: 116).
Ahora bien, el hecho de que los neurólogos no hayan podido llegar a un consenso ni
descubrir con certeza qué parte de nuestro cerebro entra en juego para tener
sensaciones subjetivas ni conciencia del Yo, no tiene gran consecuencia para el
concepto de metacognición. Por el contrario, estos estudios refuerzan la existencia
de la capacidad de autorrefl exión y, de hecho, es uno de los fenómenos en los que
basan sus investigaciones. Por otra parte, también se refuerza la idea de la
existencia de lo que denominan "zombies" en la mente, que se manifiestan en las
actividades inconscientes, automatizadas, probablemente producto de la
experiencia.
Resulta curioso que, a pesar de todos los estudios realizados en torno a la mente y
al cerebro, en relación con el lenguaje aún no haya sido posible encontrar una
explicación para la adquisición de la sintaxis de nuestra lengua materna. Esta
habilidad la adquirimos sin tener conciencia de ello ni del esfuerzo que significa,
para luego hacer uso de ese conocimiento automática pero, al mismo tiempo,
creativamente.
Los misterios del cerebro humano
Ya en el principio del siglo XVI, Gregor Reisch sostuvo la teoría de que en el cerebro
las funciones estaban relacionadas con 3 ventrículos, pero tanto sus teorías como
sus diagramas no se comparan con los maravillosos dibujos de Andrés Vesalio que
cambió para siempre el concepto de anatomía.
Pero más importante que la anatomía fue la función del cerebro, y Franz Joseph
Gall dibujó en el siglo XVIII las funciones asignadas al cerebro, iniciando la llamada
Frenología.
La historia tiene anécdotas curiosas como la ocurrida a Phineas Gage, que en 1848
mientras trabajaba como albañil sufrió un golpe por una barra de hierro que le
atravesó el cráneo, y vivió para contarlo, aunque en los siguientes 12 años de su
vida su temperamento cambió y se volvió agresivo.
Las hermosas imágenes que ahora nos ofrece la resonancia magnética funcional
nos permiten conocer la relación entre nuestras emociones y la actividad cerebral,
imágenes que son imitadas y tal vez superadas por el arte, como el de Katherine
Dowson en una obra llamada Mi alma.
El estudio del cerebro seguirá sin descanso, como atestigua el artículo de "Desde la
trinchera de las ciencias básicas" que aparece en este número, y seguiremos, (¿o
deberíamos seguir?) explorando nuestro cerebro, nuestra mente, que es en esencia
la razón de nuestra existencia.
Analogía computacional del cerebro y la mente
Introducción
En los últimos dos siglos se ha dado un especial interés por desentrañar los misterios que
rodean a la mente y al cerebro (3). Es más, esta separación ha hecho suponer que la mente es
una cuestión de orden espiritual y que el estudio del cerebro jamás llegará a develar los
verdaderos secretos de la mente. La mayoría de los neurocientíficos modernos no creen que
esto sea cierto, entre ellos Richard Restak reconocido neurocientífico norteamericano, y
suponen que los procesos y enfermedades mentales pueden ser descritas como un conjunto
de balances o desbalances bioquímicos. Sin embargo, aunque no muy clara todavía, la
relación mente-cerebro es cada día más estrecha y los métodos que se tienen para estudiar
uno y otro se integran para sacar mayor provecho de ambos. Estas técnicas son el
psicoanálisis y la neurociencia. El psicoanálisis nos permite descubrir los complicados
vericuetos de la mente y la neurociencia la compleja red de dentritas, axones y las complicadas
reacciones bioquímicas que ocurren en el cerebro. Sin embargo, hay otra área del
conocimiento que es fundamental y no ha sido fuertemente integrada al estudio del cerebro y la
mente: las ciencias de la computación.
No es raro oír a los profesionales en informática hablar del cerebro como el gran computador,
se escuchan comentarios como "me falta más memoria RAM para recordar más números
telefónicos" o "me quedé enciclado". Sin embargo, estas comparaciones se realizan en son
jocoso y pocos se aventuran a describir la mente como un computador, pues se considera que
es imposible tal descripción siendo el cerebro muy, muy superior a lo que cualquier computador
de la actualidad pueda realizar. Esta opinión es compartida por algunos neurocientíficos, como
Restak. Otros neurocientíficos, como Jonathan Winson (neurocientífico de la Universidad
Rockefeller en Nueva York) sí se aventura a hacer estas comparaciones y utiliza, aunque muy
tímidamente términos computacionales para describir ciertos procesos mentales, como la
commutación nueronal del hipocampo (5).
El artículo está dividido en tres partes. En la primera se menciona algunos órganos cerebrales,
su función fisiológica y su interpretación computacional. Se divide el cerebro en tres grandes
grupos. Se propone que estos tres grandes grupos tienen un equivalente, mucho más simple,
en la organización actual de los sistemas operativos, reflejo claro que puede realizarse una
correspondencia entre procesos y mecanismos cerebrales y procesos y mecanismos
computacionales.
En la segunda parte se describe, con base en estas teorías, una hipótesis sobre la posible
organización computacional de la mente, en estado de vigilia. Y en la tercera parte se da una
interpretación computacional de los sueños.
A través del artículo se habla de dos conceptos utilizados por el psicoanálisis y la psicología
que son el conciente y el inconciente. Winson, cree ubicar el conciente en algunas áreas del
cerebro y el inconciente en otras. En este artículo se hace referencia a estos términos teniendo
presente que cuando se habla del conciente o inconciente debe ubicarse esta separación.
Básicamente, y de una forma muy simple el conciente se ubicará en las partes de la corteza
frontal y el subconciente en el sistema límbico. Adicionalmente, desde el punto de vista
computacional, se hacen comparaciones con computadores convencionales (maquinas de
Turing). No significa esto que el cerebro pueda ser visto como una máquina de Turing.
Tampoco estoy afirmando que el cerebro puede ser representado como una máquina paralela.
De hecho, mi opinión es, y parece muy lógica, que ninguno de nuestros computadores, en su
totalidad puede ser visto como un cerebro. Pero, es muy diferente suponer que un computador
es un cerebro o viceversa, a suponer que algunos procesos que ocurren en las computadoras
también pueden ocurrir en el cerebro y viceversa. Esta última suposición es la que presento en
este artículo. Agregando un poco más, creo que si quisiéramos construir algo similar a un
cerebro, deberíamos construir un hardware que reúna la mejor de las características de los
diferentes tipos de computadores actuales, de tal forma que cada proceso "cerebral" corra en el
hardware más apropiado, constituyendo una organización arquitectural no clasificada en la
actualidad. Por ello recalco, el cerebro no es una máquina de Turing, o una máquina paralela,
probablemente es una combinación de ellas, y muchas otras arquitecturas aun por diseñar o
descubrir.
Nuevamente recordemos que tanto el cerebro, como los computadores están hechos para el
manejo de la información. Uno es increíblemente complejo, el otro es conocido y creado por el
hombre, pero en ambos se realizan procesos que perfectamente pueden ocurrir en el otro.
Como ya conocemos bien los computadores ¿por qué no tratar de aplicar este conocimiento a
la exploración del cerebro y la mente? E inversamente también, lo que ya conocemos del
cerebro y la mente, ¿porqué no aplicarlo en el diseño de los computadores?
La clasificación que se sugiere en este artículo agrupa los sub-órganos del cerebro en tres
grandes grupos: el sistema cortical, el sistema límbico y el sistema de controles reflejos. Este
último grupo es el que se sugiere en este artículo y corresponde a las partes del cerebro que se
encargan del control de las funciones reflejo y los movimientos esenciales como la respiración
y el ritmo cardiaco (1,2). Los otros dos grupos ya han sido sugeridos por los neurocientíficos;
sin embargo, Winson crea una asociación entre el psicoanálisis y la estructura del cerebro
sugiriendo (5) que el conciente se aloja en el sistema cortical y el subconsiente en el sistema
límbico.
Organización Computacional del Cerebro: Estado de Vigilia
Bien, una vez que se ha fijado esa realidad el cerebro evalúa esa realidad y toma decisiones
con base en esos resultados. Estas conductas de acción se toman a corto y mediano plazo.
Cada uno de estos procesos es increíblemente complejo, e involucra además asociaciones con
memoria permanente y funciones previamente almacenadas. Además involucra interacciones
con prácticamente todas las demás áreas del cerebro. Puede verse que las conductas de
acción a corto plazo pueden ser de movimiento (casi siempre nos estamos moviendo) lo que
involucraría enviar señales a los ganglios basales. Sin embargo, también si accidentalmente
nos acercamos al fuego, o realizamos algún otro movimiento "involuntario" los ganglios basales
o un reflejo monosináptico, pueden enviar movimientos involuntarios correctivos que también
alteran esta realidad.
Esta ubicación de conceptos prealmacenados puede ser vista como un caso particular de los
llamados "lazos creativos" de Erich Harth, donde se menciona que en el cerebro existen
múltiples y muy comunes circuitos de neuronas recurrentes y que evidencian que la
información reportada por los sentidos es modificada por las estructuras internas cerebrales.
Pero también nuestro cerebro es capaz de recordar hechos recientes, no con todos los detalles
de todo un día o días anteriores. Esto implica que se tiene un espacio de memoria temporal
donde se almacenan realidades comprimidas recientes, podría abarcar varios días. Este
espacio de memoria temporal es el que en el siguiente apartado vamos a ver que se debe
limpiar, para poder seguir procesando información, y este proceso de limpieza se realiza
durante el sueño. Podrían inclusive darse diferentes niveles de memoria temporal, uno para los
hechos ejecutados durante todo el día, otro para los hechos ocurridos en días anteriores (con
realidades comprimidas previamente procesadas durante el sueño que involucrarían también
toda la experiencia que se puede adquirir durante el sueño). Este esquema de memorias
temporales y de diferente nivel explicará el proceso largo de aproximadamente tres años que
más o menos lleva el incorporar los recuerdos a la memoria permanente (5).
Estos serían los procesos de más alto nivel que pueden establecerse; sin embargo, cada uno
de ellos es sumamente complejo y debe ser estudiado por aparte. Por ejemplo, ¿Cómo sería el
proceso de evaluación de la realidad? De hecho involucraría compararla con las realidades
pasadas, con conceptos almacenados y con sentimientos arraigados en el sistema límbico,
cada uno de estos procesos involucraría procesamiento con muchas áreas del cerebro. Citar
por ejemplo el proceso de fijar un objeto.
Luego el lóbulo parietal manda una señal al cerebro medio ("mid-brain", parte del sistema
límbico), para enfocar la atención en otro objeto (i.e. cargar nueva información en la memoria).
El cerebro medio envía luego una señal a los ganglios basales para que se amplíe y amplifique
el objeto que se quiere fijar.
Este es un ejemplo claro de cómo estando en una realidad fija en un momento dado el cerebro
reconoce un objeto nuevo y quiere fijar su atención en él. Para ello es necesario que descargue
la información del objeto fijo en este momento, y que también los ojos cumplan su parte, se
muevan y enfoquen nuevamente que es función de los controladores de movimiento, los
ganglios basales.
El proceso de llevar el nuevo objeto enfocado a la conciencia es también una red y se le llama
"anterior attentional network" (red atencional anterior) e involucra el cingulo anterior, localizado
en la línea media del lóbulo frontal de la corteza (nuevamente la parte relacionada con la
conciencia y la representación de la realidad), partes de los lóbulos frontales y partes de los
ganglios basales.
Podría verse que este proceso de fijar la atención de un objeto, puede implicar la búsqueda en
memoria del concepto que se trata de fijar (de ahí que el cerebro medio, parte del sistema
límbico, esté involucrado en este proceso) y cuando se encuentra, traerlo a la representación
de la realidad, que sería cargar nuevamente la memoria del lóbulo parietal (un lazo creativo).
Es, en términos computacionales, ir a buscar a los archivos de conceptos y encontrar lo que
trato de fijar, una vez encontrado lo recupero y lo cargo a memoria.
El sueño es uno de los procesos cerebrales que más ha intrigado a la humanidad. Hasta se ha
llegado a decir que es un error de la naturaleza el hecho que los mamíferos tengan que pasar
gran parte de su tiempo durmiendo cuando podrían estar haciendo cosas "útiles". Sin embargo,
el sueño es necesidad primaria para la supervivencia, tan importante como el comer o el beber.
Presento a continuación una propuesta de los sueños desde un punto de vista neurocientífico y
psicoanalítico. Seguidamente, trataré de explicar cómo los sueños también pueden ser
entendidos desde un punto de vista computacional.
La teoría de Winson, es que el sueño es: "un mecanismo psíquico básico por medio del cual se
construyen gradualmente unas estrategias de comportamiento basadas en la experiencia del
animal, esenciales para su supervivencia". En el ser humano ocurren relaciones más
complejas, recordemos los conceptos conciencia e inconciencia que también son utilizados
para describir la mente. Durante los sueños se dan complejas relaciones entre la información
conciente, que se ha adquirido durante el día y los pensamientos subconcientes, que se tienen.
En el sueño se planean nuevas estrategias a futuro y se evalúan miedos, se reprimen
pensamientos.
Según Freud, los sueños tienen mecanismos de distorsión y censura caracterizados por:
simbolismo, necesidad de representatibidad, condensación y la sensación de no poder ejercer
la voluntad en los sueños. El simbolismo es el hecho de presentar objetos que concientemente
tienen un significado sencillo, pero que inconcientemente representan ideas complejas. Ej: El
sueño de una niña llamada Emily y su gargantilla: una niña que sueña constantemente con una
gargantilla. Este objeto vendría a simbolizar su sexualidad.
Los sueños son la puerta al inconciente, dijo Freud. La puerta al subconciente es pues el
psicoanálisis, la interpretación de los sueños. Tratamos en este artículo de conciencia e
inconciencia pues están sustentados en el cerebro y como tal también corresponden a
complejos procesos de información. Freud asoció los sueños a la mente y definió en el
inconciente un mecanismo de asociaciones de recuerdos y censuras, que como un filtro, dejan
aflorar muy poco al conciente.
Otra teoría de los sueños indica que en el subconciente se encuentran múltiples
personalidades reprimidas (en lenguaje de Freud) y que solamente aflora una en el conciente.
Esto explicaría una enfermedad mental conocida como múltiples personalidades, donde hay
individuos que aleatoriamente cambian la personalidad completamente, a distintas e
independientes personas. Se verá a continuación cómo se interpreta computacionalmente este
mecanismo.
Como se explicó en la sección anterior, el cerebro puede ser entendido como un complejo
órgano de procesamiento de información que constantemente está construyendo, analizando y
modificando su representación de la realidad. Simultáneamente el conciente está aprendiendo,
generando nuevos conceptos, nuevas experiencias, nuevas habilidades y constantemente está
almacenando estas experiencias en una región de la memoria que probablemente sea una
combinación de la amígdala, el hipocampo y alguna otra región del sistema límbico. Esta región
es lo que se denominó memoria temporal.
Ahora bien, el cerebro tiene una capacidad de almacenamiento increíble, muy grande, pero
finita, al fin y al cabo. Este hecho irrefutable es en el que me baso para formular mi
interpretación de los sueños, y es la siguiente: el cerebro tiene una región finita de
almacenamiento de memoria temporal que es accesada y llenada constantemente con
información durante el estado de vigilia. Si este espacio de memoria llegara a llenarse por
completo, el cerebro no sería capaz de recibir más información y por tanto no sería capaz de
llevar a cabo mayor procesamiento, en otras palabras entraría en caos. De esta forma la
naturaleza ha desarrollado una manera de limpiar este espacio de memoria, analizar la
información que en ella se contiene y preparar esta región para seguir recibiendo información.
Este proceso de análisis de información y limpieza de esta área de memoria temporal es lo que
se produce durante el sueño y es fundamental para que el cerebro pueda seguir almacenando
y procesando información. Mi interpretación está fundada desde un punto de vista médico en el
hecho que los individuos cuando se les priva de sueño, luego de la tercera noche no son
capaces de realizar ni las funciones más elementales, se vuelven muy lentos, torpes, y
comienzan también a disvariar, sin embargo, no se ha producido ninguna lesión cerebral, ni
ningún desequilibrio biológico. Todos ellos son capaces de volver a su estado normal de
procesamiento de información una vez que han dormido.
¿Qué ocurre en un computador cuando se queda sin memoria virtual?, lo mismo. Los procesos
se vuelven lentos (el sistema operativo se la pasa haciendo "swapping") y si la memoria se
vuelve crítica el sistema entra en caos y ningún proceso es factible. Cuando esto ocurre
simplemente se aumenta razonablemente, de acuerdo a ciertas reglas, el espacio de memoria
virtual o se aumenta la cantidad de memoria física de la máquina y todo vuelve a la normalidad.
La similitud entre una mente sin dormir y un computador con poca memoria virtual me parece
sorprendente y un hecho que sugiere fuertemente lo que ya he planteado. Esto explicaría
fuertemente por qué es necesario dormir y por qué la naturaleza no se equivocó cuando
"inventó" el sueño.
Pero, ahora bien ¿es el sueño solo un proceso de limpieza de memoria? No, durante el sueño
se lleva a cabo procesamiento de información sumamente complejo, que para entenderlo es
necesario una breve descripción de las diferentes etapas que componen el sueño en el ser
humano.
Durante una noche un individuo normal puede tener 4 o 5 etapas completas de sueño. Cada
etapa está compuesta a su vez de 5 sub-etapas conocidas como estadios. En cada uno de
estos estadios se realiza un procesamiento especial de información. Los estadios son estadio 1
descendente, estadio 2, estadio 3, estadio 4 y estado 1 ascendente o REM7 (Rapid Eye
Movement). Este último estadio es cuando se produce un movimiento rápido de los ojos y
pequeños movimientos de las puntas de los dedos. En esta etapa de los sueños es cuando se
logra recordar que estamos soñando, es aquí donde ocurren las pesadillas o las fantasías, los
temores o los placeres. El estadio REM se ha asociado con una etapa de evaluación y
generación de nuevas conductas, de hecho así se ha demostrado en experimentos con
animales. Los sueños REM se presentan 4 o 5 veces por noche y la duración de cada uno de
ellos es cada vez mayor, pasando 10 min. en el primer período hasta casi hora y media en el
último.
En los otros estadios del sueño se produce otro tipo de procesamiento no tan impresionante
como en el REM. En el estadio 1 se produce el ritmo alpha (un ritmo de la corteza visual que
aparece apenas cerramos los ojos) poco tiempo después se registra una actividad cerebral
similar a la del estado de vigilia, con la diferencia de que ya estamos dormidos. Luego en los
demás estadios del 2 al 4 se produce procesamiento de la información, aún más desconocido;
sólo se sabe que el contenido de esta información no es tan fantasioso, es más "normal" y se
refiere a información de hechos más recientes. Además su carga emocional es muy débil.
También durante estas etapas se producen procesos reparadores del organismo.
Estas etapas del sueño pueden pensarse como diferentes etapas en el proceso de la
información que durante el estado de vigilia había sido acumulada en la memoria temporal. La
siguiente Figura 5 describe este proceso:
Especulativamente podría pensarse que en la primera etapa del sueño se hace una separación
o clasificación de la información. Podría pensarse en: temática sexual, supervivencia,
conocimientos y sentimientos. Luego durante el estadio 2 podría
tomarse un grupo de esa información y hacer un análisis preliminar. Luego en la etapa 3 podría
darse el proceso de generación de nuevos conceptos, que abarca la compresión y resumen de
la información. Estos nuevos conceptos podrían relacionarse y compararse con conceptos
previamente establecidos en memoria permanente. Se podría también borrar conceptos viejos,
no importa si están en memoria permanente (es por esto que no recordamos hechos que
hayan pasado hace mucho tiempo y que hayamos vuelto a traer a la conciencia). Además, se
estarían creando aquí nuevas asociaciones, con hechos pasados (sub-concientes). Luego, en
la etapa 4 se podría establecer nuevos patrones de conducta con base en la información
previamente analizada. Por ejemplo si se sintió miedo por qué el individuo se acercó a un
precipicio, ¿qué hubiese pasado si hubiera dado un paso más?, ¿cómo habría resuelto la
situación?, ¿o simplemente hubiera pedido ayuda a otra persona, o se hubiera atado con una
cuerda para acercarse?. Estas son posibles acciones que el conciente no tomó mientras se
encontraba en el estado de vigilia, sin embargo, son políticas que se pueden experimentar en
el sub-conciente durante el sueño. Por tanto en esta etapa, los mecanismos del sueño se
encargan de ir generando nuevas "realidades virtuales", que en la etapa REM se ejecutarán y
posteriormente serán evaluadas. Durante esta etapa los mecanismos subconcientes del sueño
en el sistema límbico, generan nuevos procesos y los colocan en la corteza frontal, asociativa,
visual y todas las demás regiones relacionadas con la conciencia. Echan a correr los nuevos
programas, las nuevas realidades virtuales, con la diferencia que los movimientos musculares
están inhibidos. Es por esto que no podemos diferenciar, como dice Descartes, de los estados
de sueños de los de vigilia. Es por esto que tenemos la sensación que los sueños son reales, y
es por esto que no tenemos conciencia en ellos, tenemos la sensación de no poder controlar la
situación, precisamente porque son guiones ya previamente establecidos, comportamientos a
prueba, que deben ser evaluados. Es, en resumen, durante el sueño REM que se corren estas
nuevas realidades virtuales. Luego en un periodo posterior se estarían analizando los
resultados y guardando en memoria permanente los más importantes, rechazando, los
irrelevantes.
El por qué se presentan peridos de sueño REM cada vez más largos y seguidos, sin necesidad
de pasar por etapas previas de sueño puede responder a diferentes niveles de procesamiento,
cada etapa más fina que la anterior, o análisis de diferentes tipos de información. Puede influir
además la cantidad y complejidad de información que se procese.
Recordando de la sesión anterior las características del sueño, el hecho que el cerebro no
almacene todos los detalles de una "realidad" dada, sino, sólo un resumen comprimido de ella,
explica por qué en los sueños se produce la condensación y el simbolismo, pues el cerebro, en
este caso, trabaja esencialmente con los conceptos ya resumidos que mantiene en el
subconciente, en la memoria permanente. La representatibidad es una consecuencia lógica de
nuestra organización mental: en nuestra especie el sentido más desarrollado es la visión, así
nuestras representaciones de la realidad están basadas en imágenes visuales. Si fuéramos
topos nuestros sueños serían olfativos o táctiles probablemente con muy pocas o nulas
imágenes visuales. Y finalmente, la transferencia en los sueños es el resultado del proceso de
análisis y creación de nuevas realidades virtuales.
Lo cierto del caso es que al final de un periodo de sueño completo el cerebro tiene nuevamente
memoria temporal para almacenar más información; ha acumulado nueva experiencia, ha
aprendido y se ha adaptado. De ahí que en las mañanas nos sintamos fresquitos como una
lechuga, listos para un nuevo día de trabajo.
CEREBRO, MENTE Y LECTURA EN LA ERA DE LA
INFORMACIÓN