Predica de Isaias 37 - 30
Predica de Isaias 37 - 30
Predica de Isaias 37 - 30
Introducción:
Uno de los grandes males que podemos ver en la Iglesia de Jesucristo hoy día es: EL DESANIMO.
Como lo enseño el Señor en la Parábola del Sembrador, recibimos con gozo la Palabra, pero al pasar
el tiempo, las dificultades económicas, los problemas de toda índole, ya sea familiares, emocionales,
de trabajo, etc., nos llevan a caer en el DESALIENTO.
Una de las muchas preguntas que nos llegamos a hacer tiene que ver con este espíritu que está
operando en la Iglesia de Jesucristo, un espíritu de desaliento, de desánimo, de no querer seguir
adelante, vemos a muchos hermanos retrocediendo, apartándose, ya no quieren seguir adelante,
se cansaron del Camino, de la Carrera que tenían por delante.
El salmo que citamos anteriormente, tiene que ver con el momento en que el Rey Senaquerib se
levantó para destruir a Israel en los tiempos del Rey Ezequías, y su rescate por Dios.
Sin embargo, también tiene que ver con nosotros en este tiempo en donde vemos cada día como
los Huracanes, los Terremotos, los Tsunamis están destruyendo miles de miles de personas.
Espero que a través de esta palabra usted se pueda levantar y echar fuera ese espíritu de su vida
“Y esto te será por señal: Este año comeréis lo que crezca espontáneamente; y al
segundo año, lo que haya brotado de aquello; y al tercer año, sembraréis, y segaréis,
y plantaréis viñas y comeréis su fruto”.
La forma singular, “te”, dirige esta declaración al rey de Asiria mientras las formas
plurales, “sembraréis”, “segaréis”, “plantaréis” y “comeréis” dirigen la declaración
siguiente a la gente de Jerusalén. El significado es que por dos años la tierra de
Judá quedaría en barbecho por causa del conflicto con Asiria y el peligro de estar
afuera de los muros protectores de la ciudad, pero en el tercer año los Judíos
podrían trabajar sus tierras, plantar cultivos y cosecharlos. Otra dimensión de este
signo es que se le tome como un símbolo para el cautiverio de Judá en Babilonia
por el espacio de tres generaciones, después del cual un remanente volvería.
Así, Senaquerib fue muerto en la casa de su dios por sus propios hijos, y Ezequías y
Jerusalén fueron defendidos por su Dios contra invasores de una tierra extranjera.
El Dios verdadero, adorado por Ezequías y su pueblo, los salvó al destruir al
ejército Asirio milagrosamente mientras Senaquerib, quien hizo mofa blasfema de
que Jehová no podía guardar a Ezequías y su pueblo, fue muerto en la presencia de
su dios falso, que no pudo salvarlo.
«Ésta será una señal de lo que va a suceder: este año y el siguiente comerán
ustedes el trigo que nace por sí solo, pero al tercer año podrán sembrar y
cosechar, plantar viñedos y comer de sus frutos» (Isaías 37:30).
Un Poquito de Historia
Fue en el año décimo cuarto del reinado de Ezequías cuando Senaquerib hijo
de Sargón II de Asiria “subió contra todas las ciudades fortificadas de Judá y
procedió a apoderarse de ellas” (durante dos años el reino del sur fue sitiado).
Ezequías quiso evitar el desastre y pagó al cruel asirio 300 talentos de plata,
casi dos millones de dólares; y 30 talentos de oro, unos once millones de
dólares (2ª Reyes 18:13-16) con tal de que se alejara del país. Pero esto sirvió
sólo para detener momentáneamente la conquista, Senaquerib quería poseer
Jerusalén a toda costa. Fue así que envió un gran ejército para sitiar la Ciudad
y con ellos iba un vocero cuyo propósito era entregarle un mensaje a
Ezequías, mensaje de burla contra Jehová y de amenaza contra el rey.
Senaquerib quería amedrentar al pueblo, a los ministros de gobierno y los
residentes de palacio, ¡y lo consiguió! El vocero asirio gritó a todo pulmón que
la derrota de los judíos estaba cerca (2ª Reyes 18:13-35; 2ª Crónicas 32:9-15;
Isaías 36:2-20). El rey Ezequías fue informado de esto lo que causó en él gran
angustia, “fue entonces al templo de Dios donde rasgó sus vestiduras,
extendió la carta de amenaza que Senaquerib le había enviado, leyó el oficio
delante de la presencia de Jehová y oró” (2ª Reyes 19:8-34; Isaías 37:8-15).
Corría el año 732 a.C.
Mi RHEMA
Entendí que todo proyecto por más bueno que sea tiene enemigos, y que al igual
que los judíos cuyo adversario fue Senaquerib, a mí se me oponía “un enemigo
formidable”.
Entendí que mis pensamientos negativos, mis palabras de auto-derrota y algunas
malas gestiones hicieron que yo mismo me pusiera en un estado de sitio del cual
no podía salir (me estaba matando de hambre, angustia, desespero).
Entendí que si bien este sitio era desesperante ––no habían resultados, las cosas
no salían, no tenía dinero y yo me culpaba en demasía––, era parte del guión de la
vida, que nada nuevo ocurría debajo del sol, es decir, que lo mismo que yo estaba
viviendo ya otros emprendedores lo habían vivido y quizá muchos de los que me
están leyendo lo están viviendo aún. ¡Todo proyecto para ver la gloria debe pasar
por un estado de sitio!
Entendí que los dos años en que “sólo comí el trigo que brotaba naturalmente en
el campo” eran mis escasos resultados (pocas ventas, pocas invitaciones a dar
seminarios, escasísimos contactos, yo era muy poco conocido y no creía en mí);
pero que aún así estos raquíticos resultados me sirvieron para no morirme de
hambre y sostener a mi familia. Entonces agradecí por ese “escaso trigo”, porque
sin él el sitio nos habría derrotado.
Entendí también que Dios me estaba dando una palabra de alivio, una p alabra de
consuelo para mi alma afligida: “pero al tercer año podrán sembrar y cosechar,
plantar viñedos y comer de sus frutos”. El Señor me decía que el sitio llegaría a
su fin, que la recompensa no tardaría en llegar y que después del esfuerzo viene el
fruto…, ¡comeríamos de nuestra propia viña! O sea, que todo lo sembrado brotaría
y que disfrutaríamos los beneficios de nuestra perseverancia…, ¡así es la vida!
Esa noche ––04 de noviembre del 2015–– mi alma lloró, allí en mi cuarto de
oración las lágrimas brotaron como manantial sin fin. No me contuve, NO, me
derramé como nunca antes lo había hecho porque comprendí que Senaquerib
no podría derrotarme, comprendí que si recurro a Dios, si persevero en el
trabajo y agradezco mis resultados, aunque estos sean escasos, tarde o
temprano me sentaré debajo de mi viña, gozaré de su sombra y del dulzor de
sus uvas. Por último el Espíritu me susurró esa noche cuando mis ojos se
cerraban para dormir: “el sitio no es para siempre Gabriel, ya sean dos o más
años no será para siempre, aguanta que yo me encargaré del asirio”.