Historia Del Barrio de La Coma

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Historia del Barrio de la Coma (I)


Publicado el 26 octubre 2006

Un documento que explica la historia de la aparición del barrio de La


Coma. Es muy completo aunque se pueden poner más cosas.

No cabe duda de que una de las mejores maneras de comprender


cualquier circunstancia, es hacer un seguimiento de los diversos pasos que han
hecho desembocar tal situación. Partiendo de esta premisa, se puede justificar
una descripción de los hechos más relevantes, relacionados con la aparición de
un barrio con las características de “La Coma”.

Aunque parezcan demasiado lejanos los años 50, se pueden encontrar


hechos significativos a los que se da lugar a continuación.

En los años 50, España era una nación básicamente agrícola encerrada
en una precaria economía de subsistencia y de trueque donde los índices de
desarrollo caían por debajo incluso de las cotas de la España de la preguerra.
Así se inician una serie de reformas al sistema económicos tendentes a acoplar
las estructuras y la legislación al modelo de producción y de mercado
capitalista que empieza a obtener algunos resultados favorables en los países
occidentales recién salidos de la Segunda Guerra Mundial.

Se inició de este modo una progresión paulatina de apertura exterior,


liberalización del comercio exterior e interior y un acomodo progresivo de la
legislación a las nuevas exigencias de un sistema productivo y de un mercado
más liberal. Así comenzó un lento crecimiento industria!, que se limita a las
grandes ciudades y áreas donde ya existían con anterioridad algunas de las
infraestructuras necesarias, La Comunidad valenciana se vio beneficiada en el
sentido agrícola, donde se dio salida comercial al exterior, en el sentido
turístico se produjeron las primeras inversiones y los núcleos industriales se
vieron mejorados por las comunicaciones que favorecía el intercambio interior y
exterior.

Este conjunto de cambios provocó uno de los movimientos migratorios


más importantes producidos en el territorio español, que tuvo su máxima
intensidad en las dos próximas décadas. La población rural se dirigió hacia los
núcleos urbanos donde los sectores industriales y de servicios se desarrollaban
con mayor velocidad.

El resultado de este movimiento migratorio desembocó en un grave


problema, la falta de viviendas donde refugiar a los miles de personas que
llegaban, lo que dio lugar a la improvisación de hábitats, A consecuencia de
esto, las periferias de las ciudades se llenaron de chabolas, barracas y todo
tipo de infraviviendas que a menudo venían a unirse a los chabolistas
arraigados desde la postguerra. En este tipo de infraestructuras no contaba
naturalmente, con ninguna de las necesidades básicas como agua, desagües,
alcantarillados, asfalto y por supuesto ningún servicio público.

En la Comunidad Valenciana la población emigró de las poblaciones


interiores más pobres, hacia el litoral y las poblaciones más ricas. En Valencia,
las poblaciones limítrofes van recibiendo el flujo migratorio y se incluyen poco a
poco en el área metropolitana.

En Valencia, los 50 empezaron con las consecuencias de la riada de


septiembre de 1949, que arrasó en una hora con más de dos mil chabolas que
ocupaban el cauce del río Turia y un elevado número de viviendas de baja
calidad situadas sobre todo en la zona de la desembocadura (Nazaret, Grao,
etc. ). Esta riada provocó la prohibición de asentar cualquier tipo de
construcción en el cauce y la construcción de cinco mil viviendas, dentro de un
plan del instituto nacional de la vivienda, con la finalidad de combatir el
chabolismo. Este tipo de construcciones fue una de las primeras intervenciones
públicas. La promoción y construcción de edificaciones en zonas aisladas sin
articulación, con el entorno urbano buscando el bajo precio del suelo y
pretendiendo atraer hacia esas zonas otras construcciones de promoción
privada que fueran absorbiendo y desplazando el chabolismo, y procurar no
perjudicar los intereses de tas zonas urbanas ya consolidadas.

El chabolismo en la ciudad de Valencia no creció como en otros lugares


con la típica estructura anular, sino que debido a las huertas y terrenos
agrícolas, los terrenos de baja calidad cerca de la playa fueron el asentamiento
de las chabolas. Las zonas intersticiales de la ciudad como los terrenos
próximos a los cementerios, vías férreas, zonas industriales, fueron también
asentamiento de zonas marginales.

Comenzaron en estos años los primeros movimientos de clases obreras,


universitarias y vecinales que procuran que se mejoren las duras condiciones
de la periferia, en un entorno político que no permitía el asociacionismo
reivindicativo. Pocos eran los resquicios que dejaba el régimen para la
expresión popular libre y el reclamo de los derechos ciudadanos. Aún así es a
mitad de esta década cuando surgen los primeros movimientos de protesta. En
los barrios, la propia supervivencia impone, en primer lugar la formación de
asociaciones que, por el propio proceso de crecimiento y de auto afirmación en
la pugna contra las condiciones de absoluta precariedad, van adquiriendo unos
rasgos agresivos y reivindicativos. Este movimiento, constituyó el único canal
de comunicación de demanda social donde acabaron refugiándose el activismo
político y sindical prohibido y perseguido.

En el principio de tos años 60 se produjo un relevo de los ministros


esencialmente políticos por los tecnócratas, el tiempo de la liberalización
parcial del comercio exterior y de la inversión extranjera, el tiempo del
saneamiento de la situación financiera, el tiempo de la flexibilización laboral, el
tiempo de los planes macroeconómicos que acaban convirtiéndose en los
Planes de desarrollo cuatrienales. Se cierra así el lastre del espejismo de la
autosuficiencia y el aislacionismo y se entra de lleno en una de las etapas de
mayor crecimiento y desarrollo del país.

Este periodo coincidió en Valencia con una nueva catástrofe natural a


cargo del río Turia que, en el otoño del 57 asoló de nuevo la ciudad, cebándose
en el casco antiguo de la ciudad ubicado en un brazo seco del río y en las
frágiles barriadas de la desembocadura. Su impacto fue tal que movilizó hacia
la búsqueda de soluciones que evitaran de una vez por todas los periódicos
envites del rio. Así se planeó el desvío del río y se replanteó la estructura
urbanística de la ciudad. En esta búsqueda de soluciones fraguó el Plan Sur.

El plan consistía en un nuevo encauzamiento del río desde Quart de


Poblet hasta la desembocadura en el sur de la ciudad, en un nuevo plan de
viviendas que resolviera tanto la situación de tos damnificados como las
previsiones de crecimiento de la ciudad, en un plan de infraestructuras viarias y
de transportes, además de un aumento y ampliación de zonas para uso
terciario. La preparación del plan Sur supuso la elección del modelo de
desarrollo urbano que se iba a imprimir a la ciudad.

Este ambicioso Plan, del que no se han cumplido gran parte de sus
objetivos, arrastró una serie de intervenciones entre las que se encuentran la
expropiación de los terrenos para hacer posibles todas las obras previstas. En
este contexto empiezan a aparecer en los planos que se barajan en los
estudios técnicos una zona de terreno situada entre los límites oeste del
municipio de Burjassot y noroeste de Paterna. Una alargada y suave loma de
rocas calcáreas y suelo calizo de escaso rendimiento agrícola y sobre la que ya
han existido anteriormente propósitos de convertirlo en zona urbanizable
debido a su proximidad con la ciudad y a su situación en una zona bien aireada
y con buenas posibilidades de comunicación por la vía de acceso a Ademuz,
Unos terrenos denominados “La Llorna Llarga” y del que su segmento más
occidental se llama “La Coma”.

Pero antes de ser plasmado el Plan Sur en los papeles, se puso en


marcha el plan riada, que daba cabida a la creación de 2500 nuevas viviendas.
Como los trámites expropiatorios ralentizaron demasiado el proceso, se optó
por la creación de 880 viviendas en el grupo Fuensanta, 42 viviendas en
Torrente (grupo Virgen de la Paloma) y 290 viviendas de escasa calidad de
infraestructura, llamados grupos de la Merced en las proximidades de Paterna.

Se inicia la década de los 60 que pasó a la historia como la etapa del


“desarrollismo” y del “milagro económico”. En esta etapa cambió la estructura
productiva y la estratificación social del país, incorporándose, por fin, después
de la haber perdido las ocasiones históricas de la revolución industrial y la
revolución burguesa, a la modernidad. Entre los años 63 y 73 más de seis
millones de españoles se trasladaron a la ciudad dejando atrás sus antiguas
viviendas. Esta cantidad de personas volvió a encontrarse con una deficiencia
estructural de las ciudades. Como la población aumentó su nivel adquisitivo por
la incorporación al mercado de trabajo, se experimentó un crecimiento
espectacular de la demanda de viviendas, lo que propició un incremento de la
industrialización y del sector de servicios consecuentemente. Así surgieron
muchas empresas inmobiliarias y de construcción convirtiendo el sector en un
verdadero campo de batalla de intereses empresariales sin árbitro. La falta de
una planificación rigurosa en un momento tan crucial como este, desembocó en
un desarrollo caótico que a su vez dio lugar a la sociología urbana, que aún
tardaría años en poder influir en las estructuras definitivas.

Con la obligación de los gobernantes de intervenir en la promoción de


viviendas, llegó la ley del suelo, por medio de la cual el gobierno trata de
rebajar los precios en el mercado, incrementando la oferta de suelo
urbanizable. Pero este suelo se extrae básicamente de emplazamientos
marginales fuera del perímetro urbano, escogiendo de esta manera una nueva
opción urbanística que tendría importantes repercusiones: la actuación
poligonal.

Así, este tipo de actuación logró que los sectores más pobres, se
desplazasen hacia la periferia urbana.

Se conceptualizan los polígonos como áreas suburbanas de las


ciudades, formadas por conjuntos más o menos grandes, de bloques de
viviendas dedicadas a la residencia familiar.

Otra característica de la actuación poligonal consiste en la regulación de


los porcentajes de suelo que dentro de los polígonos han de destinarse a la
edificación por un lado, porcentajes que en muchos casos se verán alterados a
favor de la edifícabilidad, un tipo de transgresión que, como veremos en el caso
del polígono Acceso Ademuz, será tan flagrante y grave que primero entorpeció
y luego desvirtuó el proyecto original.

Cuando la ley del suelo nace, existía ya en el clima político del plan de
estabilización previsiones de una actuación poligonal en las grandes ciudades
españolas y en áreas de expansión de Madrid y Barcelona.

Las previsiones de área total destinadas para la ampliación urbana por


medio de polígonos de viviendas de promoción pública en todo el territorio
español, varían de la estimación inicial de 569 Ha, previstas en el año 57 hasta
las 2700 Ha, previstas en el año 60, y que casi cuadruplica la cantidad de
viviendas. La actuación poligonal servirá también como modelo para la
planificación del modelo industrial cerca de las ciudades.

En la ciudad de Valencia se prevén realizar un total de cinco polígonos de


ejecución directa, cuatro de ellos residenciales y uno específicamente
industrial. Y es en esta intervención del estado por medio de la gerencia de
urbanización de planeamiento poligonal para las previsiones de crecimiento de
Valencia y de absorción de la inmigración y del chabolismo, donde tiene su
acta de nacimiento el polígono Acceso Ademuz. Acta de uno de los proyectos
con más vicisitudes e irregularidades ha acumulado y que lo han convertido en
el paradigma ejemplifícador de lo que no ha de ser una actuación urbanística.
Los cinco polígonos eran:
 Polígono Avda. Castilla: de uso residencial
 Polígono Campanar: de uso residencial
 Polígono Monteolivete: uso residencial
 Polígono Acceso Ademuz: uso residencial
 Polígono Vara de Quart: uso industrial.

De todos ellos el polígono Acceso Ademuz es el mayor en extensión y en


cuanto a previsiones de construcción. Lo segundo que destaca es su
emplazamiento fuera del límite territorial y administrativo de la ciudad. Otro
aspecto a destacar es el tiempo que tarda en aprobarse y empezar a
ejecutarse desde que se inicia el expediente, trece años, que vienen a reflejar
los múltiples problemas que tuvo que sortear.

El polígono Acceso Ademuz consiste en la expropiación de una superficie de


199,48 Ha, una franja alargada de terreno ubicada entre los municipios de
Burjassot y Paterna -ya prevista en las actuaciones del plan sur- para la
descongestión planificada de Valencia, y la previsión de construir 8872
viviendas distribuidas en siete sectores Sin embargo las irregularidades que se
dieron acabaron por dar lugar a las “613 viviendas” en Burjassot y al barrio “La
Coma” en Paterna. Así pues tanto el barrio “La Coma ” como tas 613 viviendas
será pues una parte inconclusa de un proyecto mucho más amplio que acabó
frustrándose y paralizándose. Esto es el origen del rotundo aislamiento del
barrio “La Coma” que quedó situado en el extremo más occidental de la
alargada franja que componía el proyecto.
Las causas de las dificultades provinieron de los ayuntamientos implicados.
Tanto Paterna como Burjassot acogen con suma reticencia un proyecto que, en
una rápida estimación, supondría la llegada de 35000 habitantes, lo que
duplicaría la población de cualquiera de los dos municipios, y con el agravante
de que la población esperada provendría de las capas más débiles de la
sociedad, lo que multiplicaría las necesidades a atender desde las arcas.

Desde el año 1961 hasta el 1974, se suceden trece años en los que las
ilegalidades de calificación y distribución de espacios y en cuanto a los
coeficientes de edificabilidad, fueron soslayadas con modificaciones y
rectificaciones tanto de la normativa y las ordenanzas como de las roturaciones
urbanísticas del terreno. Las irregularidades eran tan ininterrumpidas que
desde el ayuntamiento de Valencia se obligó al MOPU a modificar la normativa
existente a su favor.

Los ayuntamientos de Paterna y Burjassot pasaron muchos años intentando


defenderse de las exigencias intolerables en cuanto a la propia autonomía para
disponer del suelo y defendiendo una legalidad que les era arrebatada, tanto
fue así que los ayuntamientos terminaron por mirar a este polígono como algo
ajeno y una carga forzosamente impuesta.

En 1973 la crisis energética se dejó sentir frenando la etapa de crecimiento;


un alza general de precios no compensada por un aumento proporcional en los
salarios, por lo que se pierde poder adquisitivo y se reduce el nivel de consumo
y consiguientemente el de producción; todo esto conllevó un aumento de paro,
que pasó a ser la mayor expresión de la crisis en la sociedad española.
En 1974 se aprobó la ejecución del plan parcial del polígono Acceso
Ademuz, y será ya metidos de lleno en las consecuencias de los desajustes
económicos y en las profundas transformaciones políticas en España cuando
se lleva a efecto una parte del plan. En el periodo 75-79 se construyen en un
emplazamiento al sudoeste de Burjassot las primeras 613 viviendas
pertenecientes a uno de los sectores sur del polígono. La finalización de la
construcción de esta primera fase coincide con una realidad nueva, la llegada
de los ayuntamientos democráticos. Así, el ayuntamiento de Burjassot exige la
creación de una comisión desde la que poder influir en el proceso de
adjudicaciones y, más importante en esos momentos, en el de decidir las
condiciones mínimas para comenzar estas adjudicaciones.

Uno de los frutos de esta comisión, con participación y audiencia del


ayuntamiento de Paterna implicado en el polígono que estaba naciendo, fue un
cambio en la ordenación y distribución de los terrenos asignando más espacios
verdes y públicos al término de Burjassot por las carencias que de estos tenía y
ser comparativamente más pequeño y más saturado urbanísticamente y pasar
la correspondiente edificación de viviendas al término municipal de Paterna. En
el año 79 se comienzan a entregarse las llaves de las viviendas a las familias
que pasaron el examen de la comisión. Pero estas viviendas estaban
destinadas a acoger a familias que por sus escasos recursos económicos
tienen dificultades en conseguir una vivienda en el mercado libre inmobiliario,
sobre todo las procedentes del chabolismo. De manera que un barrio nacido
para suplir el problema de la vivienda y mejorar las condiciones sociales de sus
habitantes se convierte paradójicamente en un barrio donde el principal
problema será el de la convivencia y el de la vivienda. La imaginación popular
bautizó rápidamente a este lugar como “Lian-Shan-Po” en referencia a un lugar
de una famosa serie de ficción donde regía una ley propia al margen y en
contra de la ley del país.

A finales de los años setenta y principios de los ochenta, la tónica


general en muchos barrios fue la de estar abocados a una creciente
marginalización, y era ya un hecho irreversible. El espacio se volvió a la vez
acogedor y hostil, y empezaron a surgir unos problemas muy característicos:
anonimato, polución, agresión sensorial, tráfico, hacinamiento, la burocracia…
Cuando la ciudad llega a un punto crítico de saturación, se produce un
movimiento de disgregación en el que sin perder el nexo con la ciudad, se
buscarán nuevas formas de residencia. Este tipo de problemas tomarán unas
características específicas en aquellos barrios que han ido ocupando los
espacios suburbanos, habitados principalmente por las clases sociales a las
que la crisis económica, había dejado más desamparados.

Es preciso añadir a esto la llegada de las drogas a un consumo


indiscriminado, rompiendo los límites de la contracultura y los pequeños grupos
de iniciados para ser uno de los agentes más demoledores y destructores tanto
de individuos como de energías de cambio. Algunos han hablado del circulo
vicioso de la pobreza que se da precisamente teniendo en cuenta los tipos de
crisis que hemos ido viendo: en un primer momento la crisis económica arroja
al paro a muchas personas, especialmente a las menos cualificadas, en
segundo lugar la crisis del estado del bienestar reduce las posibilidades de
subsidio y de reinserción al mercado laboral, y en tercer lugar la crisis de
valores o de integración social dejan en la intemperie al sujeto que se ve
impelido a buscar estrategias alternativas de subsistencia y de satisfacción de
necesidades. Circulo que se cierra cuando en el proceso aparecen intentos de
salida en falso por la droga o la delincuencia.

INICIO DE LA ANDADURA DEL BARRIO “LA COMA”

En 1981 se acometen las obras de construcción de las primeras


viviendas del sector norte del polígono, lo que acabara siendo el futuro barrio
“La Coma”. Una mirada atenta a lo que sucede desde la colocación del primer
ladrillo en suelo de Paterna en el 81, confirma que el desencuentro entre el
ayuntamiento y los responsables del MOPU, comenzados ya en el origen del
proyecto en el 61, se agudizan a medida en que las viviendas comienzan a
aparecer, desencuentro que irán heredando los nuevos organismos sucesores
que van apareciendo en escena por los cambios politicos que van sucediendo.

Entre 1981 y 1983 se construyen las primeras 832 viviendas, y se


continúan las obras de cuatro grupos de edificios alrededor de esta primera
fase. Antes de que se planteara la adjudicación de estas viviendas, el
ayuntamiento pide al MOPU, todavía responsable del proyecto, la cesión de
terrenos para un colegio público, un centro de salud y equipamientos sociales,
terrenos que fueron cedidos; por un lado la Consellería de Educación como
organismo autonómico que está recibiendo las competencias para que
promueva y construya un centro escolar, y por otro lado al todavía organismo
estatal INSALUD, para que construya un centro de atención primaria.

Así mismo se señala con preocupación la completa inexistencia de


locales comerciales dado que las fincas construidas no disponen de bajos para
este uso, y no se ha previsto ninguna edificación destinada a tal efecto, y en
este caso a pesar de la insistencia no hubo respuesta por parte det MOPU.
Como medida cautelar el ayuntamiento acuerda en pleno que no se entregarán
las autorizaciones para ocupar tas viviendas, hasta que los servicios públicos
mínimos como el centro de salud y el centro escolar estuvieran instalados, y se
resolviese el tema de los locales comerciales. También se pidió en pleno que la
adjudicación se llevase a cabo como en el caso de las “613 viviendas”,
ampliando la participación a los ayuntamientos colindantes con claros intereses
en estas viviendas: Burjassot, Godella y Valencia.

En 1984 se inicia por parte de la Consellería de educación y por el


procedimiento de urgencia, la construcción de un centro escolar de 16
unidades previsto para atender las necesidades de estas 832 viviendas. El
ayuntamiento sigue instando a la construcción del centro de salud, a resolver el
problema de la inexistencia de locales comerciales y se pide que se concluyan
las obras de urbanización general que presenta deficiencias. El INSALUD sigue
haciendo oídos sordos y en cuanto a las demás obras necesarias el año 84 se
caracterizará por un importante estancamiento, ya que el proceso de
transferencias no puede evitar un cierto desajuste.
En 1985, el COPUT se vio obligado a concluir el proyecto del polígono
Acceso Ademuz, debido a la normativa sobre vivienda y planificación urbana.
El gobierno autonómico hereda un proyecto al que tiene la obligación de dar
solución de continuidad por encontrarse en un estado avanzado de ejecución.
Pero empiezan a oírse voces discrepantes contra este proyecto desde los
mismos urbanistas que están valorando su oportunidad.

Las razones que empiezan a esgrimirse ponen en entredicho


precisamente su necesidad; la pretendida descongestión de Valencia, para la
que se plantearon estas viviendas, ya no es tan urgente y necesaria.
La razón es que la ciudad ha moderado su crecimiento y existen solares
suficientes dentro de su perímetro, como para tener que recurrir a un
emplazamiento periférico con una previsión tan amplia de viviendas de
promoción pública juntas: el mismo emplazamiento no es considerado ahora
muy bueno dado que la comunicación urbana, con los municipios vecinos no es
adecuada, y además se pone de manifiesto la voluntad reiterada en contra de
este proyecto por parte de los ayuntamientos.

La Dirección General de la Vivienda y Arquitectura opta por intentar dar


solución a problemas concretos. En primer lugar el de la falta de locales
comerciales parece ser uno de los prioritarios sobre los que tiene competencias
directas ya que el centro escolar está siendo acabado por estas fechas. Se
aprueba la construcción de un edificio para usos comerciales que en poco más
de un año quedaría terminado, Pero este no reuniría las condiciones
necesarias, a pesar de ser premio nacional de arquitectura, por varias razones.
En primer lugar tiene una estructura “carcelaria” y poco acogedora, su
ubicación está en el lugar menos oportuno, ya que se emplaza fuera del
perímetro de las 832 viviendas, y como colmo la adjudicación definitiva se dio
en 1987 una vez habitado ya el barrio. Este lugar terminó siendo durante
muchos años un punto de reunión, donde se daban actividades de todo tipo.

Un nuevo tipo de demanda empieza a aparecer y mostraba unas


características distintas en los nuevos solicitantes de las viviendas. Los
transvases demográficos de las décadas precedentes que tanto habían
modificado el mapa poblacional y el mercado inmobiliario, se habían reducido
sustancialmente, y los saldos migratorios comenzaban a ser negativos. Los
agobios de la ciudad empiezan a restarle los atractivos que despertó cuando la
vida en los pueblos era muy difícil, la vida en la ciudad ya no es una meta a
cualquier precio.

Al ya tradicional chabolismo que todavía seguía ocupando los pequeños


espacios degradados que el crecimiento urbano iba dejando y cuyas
condiciones de insalubridad se hacen ahora más intolerables en referencia y en
comparación con un entorno que ya no quiere consentir focos de riesgo en su
seno, se sumaban ahora los desplazados por la crisis económica, familias
asalariadas que en los años de crecimiento económico habían conseguido un
trabajo y un piso en alquiler y a los que la nueva situación les arroja al
desahucio y al paro. A estos se agregaban quienes disponiendo de ingresos
regulares, la precariedad de estos y su pérdida adquisitiva no podían hacer
frente a los gastos del alquiler o incluso a las letras de compra del piso en el
que se habían arriesgado.

Caso particularmente grave en estas circunstancias, serán los


pensionistas que tuvieron que abandonar, debido a la degradación urbana de
los barrios en los que vivían, y solicitar ayuda pública para su reubicación. Los
ayuntamientos del área metropolitana ponen sus esperanzas en que el nuevo
barrio de viviendas pueda resolverles situaciones, como el poder dar viviendas
a familias humildes residentes en zonas o terrenos, con claros intereses
inmobiliarios y que son forzados al traspaso y al abandono de estos lugares.

El nuevo gobierno, por su parte, necesita hacer ver que se sigue con
una normalidad administrativa, en esta etapa de recién adquiridas las
competencias y no te interesa dilatar por más tiempo, la entrega de un elevado
número de viviendas que llevan dos años acabadas.

El ayuntamiento, incapaz de mantener paralizada por más tiempo la


entrega de las viviendas, acelera una serie de medidas imprescindibles para
iniciar el proceso de adjudicaciones. El INSALUD no construirá el centro de
salud arguyendo que como no había población (cartillas), no hay asistencia. Es
el propio ayuntamiento quien decide tomar la iniciativa para tapar la tamaña
irresponsabilidad y habilita dos viviendas situadas en planta baja como
ambulatorio provisional consiguiendo, eso si, el acuerdo de desplazar un
médico y un ATS del centro de salud de Paterna a tiempo parcial al barrio. Se
puso de manifiesto la absoluta insensatez en la coordinación para poner en
marcha los servicios mínimos. En un año el ayuntamiento tuvo que improvisar
una serie de medidas, sin las cuales la adjudicación de viviendas hubiera sido
una insensatez.

En los primeros meses de 1986 se concluyeron las obras del colegio, del
mercado y de dos casas como ambulatorio, y en estas condiciones tan
raquíticas comenzaron las adjudicaciones. El ayuntamiento pidió que las
adjudicaciones fueran escalonadas, y envió una carta a los adjudicatarios en la
que se les dice con lo que se van a encontrar. A la vez que se adjudicaban
estas viviendas se proseguía con la construcción de otros grupos; dos de 94
viviendas cada uno y dos más de 64 cada uno que se concluyeron entre el año
88 y 89 y que fueron entregados en sucesivas fases y en circunstancias muy
diversas. En total 1150 viviendas que no suponen ni la quinta parte de lo
proyectado en principio, y que en caso de haberse construido, posiblemente
también habrían quintuplicado los problemas que aparecieron rápidamente en
los inicios de estos barrios.

De las cuatro funciones básicas que ha de cumplir cualquier


asentamiento urbano: residencia, circulación, trabajo y convivencia, en este
barrio se cumplían dos a duras penas (las dos primeras), mientras las otras dos
están claramente frustradas.

De estas funciones básicas se desprenden otras secundarias como


educación y seguridad, que quedan altamente dañadas y comprometidas. Por
lo que respecta a la residencia, los alojamientos están hechos sin tener en
cuenta en ningún momento otro criterio que el económico. No se ha rozado
otras consideraciones como pudieran ser las culturales, tas necesidades según
estilos de vida o los condicionamientos en hábitos de determinados grupos
poblacionales, precisamente para los que se pretende realojar.

La función circulación se vuelve especialmente urgente y conminatoria


en el caso de “La Coma” por la condición tan resaltada de su aislamiento. Se
pretende resolver éste con dos conexiones. Una con la autovía de Ademuz,
única salida posible de unión con el casco urbano de Paterna en vehículo, y
otra mediante una doble conexión con la antigua carretera comarcal de Liria: un
enlace Este que une el barrio con Burjassot y uno Oeste que lo une con las
urbanizaciones de alrededor. La circulación interior, por la sencillez en la
disposición de los bloques y el diseño en conjunto, no presenta grandes
dificultades. Aún así el barrio quedó privado en principio de un transporte
regular que le uniese a las poblaciones más cercanas, asunto que tuvo que
resolver el ayuntamiento de modo precipitado firmando un convenio con el
Consorcio Valenciano de Transportes. Pronto se adució que esta línea no sería
rentable, pero el ayuntamiento contra-argumentó que un servicio público no
puede ser medido solamente por la rentabilidad económica; al no poder
aportarse la diferencia entre beneficios y coste real se perdió la oportunidad de
unir el barrio con su núcleo urbano. Así, la población creó un vínculo más
cercano con Burjassot, por su cercanía, y otro más distante con Paterna por
trámites burocráticos.

En la implantación de La Coma no aparece signo alguno de que se haya


tenido en cuenta la función trabajo. Esta función no está contemplada ni en lo
que se refiere al trabajo que podrían desarrollar sus habitantes en el futuro, ni
en la posibilidad de que dentro del mismo barrio, se pudiera realizar cualquier
tipo de trabajo. Sin embargo el urbanismo podía haber tenido algo que decir…
“Son los urbanistas los que, tratando de calcular tas posibilidades de futuro de
este barrio se encuentran con este destacable rasgo.” Existe una economía
sumergida y centrifuga. Esto es, los que trabajan lo hacen fuera del barrio, y lo
que ganan lo gastan fuera del barrio; la mayoría de los trabajos son eventuales
y de poca cualifícación, y fuera de los circuitos laborales. Buscarse la vida será
una ardua tarea en la que se emplearán mil trucos y recursos, y en la que el
entorno no ayudará mucho.

En cuanto a la convivencia, uno de los aspectos que debe quedar


garantizado, parece que es el punto más débil, donde todas las insuficiencias
van a jugar un papel importante para dificultarla y donde parece que todos los
elementos que componen el barrio parece que estén dispuestos de tal forma
que la conviertan en tarea casi imposible. La posterior historia del barrio será
básicamente una incesante reacción y pelea por parte de los vecinos, por
cambiar las condiciones que obstaculizan la convivencia y un intento continuo
por comprometer a los responsables de la administración en estos cambios.

El primer cálculo que se va al traste fue el del número de vecinos por


vivienda, esperado en una media de 3,5 y que se convirtió en 7. También la
media de edades esperadas no corresponde con una tendencia en el país a
engrosar las franjas de edad más altas. Otra de las carencias para crear vida
social, fue la inexistencia de instalaciones como parroquia, biblioteca, hogar del
jubilado, ni pistas deportivas…

Cuando en la primavera de 1986 empezaron a llegar familias al barrio,


además de la tortuosa historia previa que arrastra y en gran medida debido a
ella, el barrio parte de unas condiciones insuficientes para desarrollar una vida
social y favorable y propicia. Fincas y descampados componen un decorado
árido que en boca de los mismos arquitectos es “un territorio desolado,
incapacitado para generar una trama vecinal”.

Lo que eufemísticamente se llaman calles y plazas no son más que


espacios vacíos entre las fincas, solares sin más función aparente que la de
acumular escombros, arbustos y próximamente basuras, nada de zona de
juegos para niños, fuentes, bancos, papeleras, ningún motivo ornamental,
ninguna zona verde y además ese rotundo aislamiento y separación de todo lo
que se impone omnipresente como una de sus peculiaridades más
destacables… eran en resumen las señas de identidad del barrio recién
estrenado.

A finales de 1986 cuando ya se habían entregado las tres cuartas partes


de las viviendas, entraron en funcionamiento otros servicios: se instalan dos
cabinas de teléfonos, únicas representantes de este servicio en todo el barrio
por mucho tiempo, se abre el consultorio instalado provisionalmente, se
abrieron los primeros establecimientos comerciales en el mercado: una
panadería, una droguería, un video club-quiosco y un frustrado intento de bar,
entró en funcionamiento la línea regular Valencia-Burjassot-La Coma y se
establecieron dos turnos de mañana y tarde para la policía local, empieza la
intervención de los servicios sociales.

No hubo que esperar demasiado para que los problemas que se


presentían, empezasen a aparecer. La dirección general de la vivienda y
arquitectura, alertada por unos datos objetivos como la insuficiencia de plazas
escolares, la insuficiencia de atención sanitaria, la presencia de unas familias
provenientes de los estratos sociales más desfavorecidos y vulnerables,
empezó a ralentizar la entrega de llaves.

Fueron los vecinos provenientes de Paterna con lides de participación


ciudadana los que empezaron a crear los primeros movimientos asociativos.
Estos vecinos que ya en Paterna y en el convulso periodo de la transición
habían participado en sus movimientos vecinales, en los partidos políticos o en
las agrupaciones sindicales, fueron quienes gestaron un primer embrión de la
asociación de vecinos.

Se unieron bajo los mismos problemas y trataron de ir adaptándose al


nuevo entorno, mientras se resolvían los problemas de subsistencia, así
intentaron buscar formas de reivindicación ante la falta de iniciativa de la
administración. Manifestaciones y movilizaciones, no encontraron oídos
dispuestos al dialogo y terminaron con encierros en la sede de la
administración y en la del COPUT, que encresparon las relaciones entre los
vecinos y los responsables de la administración.
De este modo se ven enfrentadas irremediablemente tres posturas: una
la de los vecinos que ven como se les relega a un espacio físico que les
condena al aislamiento y a padecer unas insuficiencias básicas; por otro el del
ayuntamiento que se ve involucrado en un asunto que no ha buscado y contra
el que ha luchado y en el que no tiene competencias decisivas; y la tercera
postura, la de la COPUT que se ve impedida y empujada a dar las viviendas
antes de tener claro en qué va a acabar el proyecto.

Para complicar más aun las cosas llegó otro grave problema, la
ocupación ilegal de viviendas. Primero por goteo y luego en forma masiva,
numerosas viviendas todavía no ocupadas por sus adjudicatarios legales,
fueron ocupadas por el sistema de patada en la puerta. Este problema, cobró
en La Coma unas magnitudes y consecuencias importantes, Las ocupaciones
ilegales arrastraron muchos problemas de convivencia: la llegada de algunas
familias muy conflictivas, traspasos de estas viviendas en un mercado
subterráneo inmobiliario, destrozos tanto de viviendas como de espacios
comunes, utilización de las viviendas para actividades ilícitas…

En pocos meses el ambiente se envenenó. La sensación de impotencia,


aislamiento e impunidad se acaban imponiendo. A las ya difíciles tareas de
buscarse la vida y de encontrar acomodo entre tantas carencia, se sumaba
ahora un ambiente enrarecido y difícil. La incipiente asociación de vecinos
desbordada por los efectos de estas ocupaciones, entre los que se encuentra
junto con el de la convivencia, el abandono de familias adjudicatarias que ven
defraudadas todas sus expectativas de viviendas en un ambiente propicio, la
renuncia de otros adjudicatarios que no llegaron a pisar el barrio ante las
noticias que empezaban a circular, endureció la postura ante la administración
que parece haber abandonado el barrio a su suerte.

Cuando a mediados del 89 la administración decidió tomar cartas en el


asunto, el número de viviendas ilegales ascendía a 200; si a esto añadimos
una casi total morosidad de los ocupantes legales, unos por insolvencia y otros
como protesta al trato que se le daba al barrio, podemos componer el
panorama resultante de una política de improvisaciones, por una conselleria
que buscaba una fórmula para evitar esta situación.

De este modo cuando la COPUT descanse toda la gestión del parque de


viviendas en un organismo recién creado con capacidad de una administración
más eficaz, el IVVSA podrá implantar una unidad de intervención que intente
resolver los problemas acumulados. Ahora este organismo tiene que
enfrentarse al conjunto de problemas que ha colapsado el barrio: ocupaciones
ilegales, morosidad casi absoluta, rehabilitación de viviendas, abandonos y
renuncias de adjudicaciones…

Tal es la magnitud del problema acumulado que el IVVSA deberá recurrir


a la declaración de excepcionalidad, que es un mecanismo que permite tomar
una serie de medidas especiales, tales como: (a groso modo) control del
proceso adjudicador, acelerar los trámites en la resolución de ocupaciones
ilegales, desahucio de adjudicatarios morosos…
El éxito de la operación pasó sin duda por la implicación de los afectados
a través de sus representantes, en las negociaciones donde se tomarían
decisiones. Por su parte, el consell de la Generalitat Valenciana se vio obligado
a crear el decreto de acción conjunta en barrios de acción preferente, por el
cual convoca e implica a cuatro consellerias (Obras Públicas, Urbanismo y
Transporte; Sanidad y Consumo; Cultura, Educación y Ciencia; Trabajo y
Seguridad Social) a elaborar actuaciones singulares y coordinadas dentro de
sus respectivas competencias, en aquellos barrios donde se están viviendo los
efectos más agudos de la marginación urbana. El alcance de esta medida fue
muy desigual según los barrios donde se aplicó, y que en muchas ocasiones
dependió de las responsabilidades políticas que asumieron los vecinos de los
barrios en situaciones de este calibre.

Será a partir de que se tomen medidas como éstas, cuando se empiecen


a dar pasos para afrontar de modo realista, los graves problemas que afligen al
barrio. Hubo que insistir ante la administración, para la aplicación de las
medidas, ya que tenían una tendencia a trabajar por impulsos, de intenciones
concretas, de improvisaciones y de imprevisiones, más que con unos objetivos
claros y a largo plazo.

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