Modulo 3 TGD UBA 2019 PDF
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Equipo de Cátedra
Adjunta a/c: María Martha Gigena
Ayudantes de Primera: Eugenia Cadús, Ignacio
Gonzalez, Laura Papa, Alejandra Vignolo
Profesora invitada: Susana Tambutti
MODULO 3
2do. Cuatrimestre 2019
Tercer momento
El cumplimiento de la modernidad estética
(1945-1960)
Introducción 3
Bibliografía
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Introducción
En los estudios históricos sobre el arte del siglo XX en Estados Unidos, escritos entre los
años sesenta y setenta desde un punto de vista moderno, el período anterior a la
Segunda Guerra Mundial y el posterior parecen de “dos países diferentes”. Uno, el de los
años treinta, es una sociedad y cultura arraigada en una mirada introspectiva “doméstica”
con formas de producción artística basadas y derivadas de perspectivas y
preocupaciones realistas. Éstas pueden ser diversas, tanto estilística como
políticamente, pero comparten una vinculación con un sentido específico de la función
del arte como elemento de una autodefinición e introspección de la sociedad. Por otra
parte, el país de los años cincuenta corresponde a una sociedad y cultura hacia afuera,
“internacional” y rechazador de lo “provinciano”.[…] El arte americano de los cincuenta es
resueltamente “abstracto” tendiente a lo “universal” (con un sentido negativo de
“arraigo”), a las preocupaciones de la sociedad en su conjunto. Este es, por lo menos, el
relevamiento interno de la disyuntiva entre el arte norteamericano de los treinta y el de
los cincuenta. (Wood: 36)
En los veinte años que siguieron a la Segunda Guerra, Estados Unidos pasó a
ser el centro de mayor difusión de la danza. Desde la década del treinta, se
habían originado cambios significativos que intentaban afirmar el valor
autónomo de los elementos que conformaban este arte junto a la necesidad de
crear un arte “americano”. Podríamos decir que en la década del cincuenta la
danza inauguraba una nueva trayectoria, diferente de la “americanista” anterior,
al realizar cambios profundos tanto en su sistema de representación como en
su creencia en la teoría de la expresión.
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abstracto formal puro. Si el comunismo prohibía el formalismo, entonces éste
debía ser un componente esencial de la democracia de la libre empresa.
Fue en este contexto que Clement Greenberg, defensor del arte abstracto
norteamericano, estableció que la tarea del arte moderno era asegurar la
importancia de su autonomía frente a la instrumentación social.
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contaminación ha surgido entonces de una oposición inconciliable, especialmente en los
movimientos finiseculares del art pour l´art (simbolismo, esteticismo, art nouveau) y
nuevamente en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial en el expresionismo
abstracto en pintura, en el hecho de privilegiar la escritura experimental y en la
canonización oficial del “modernismo alto” en la literatura y en la crítica literaria y en el
museo. (Huyssen, 2006:5)
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La danza romántica, superando la representación mimética, se había centrado
en el modo en que el sujeto que percibe es afectado por la representación.
Con esa premisa, el vocabulario heredado de la danza neoclasicista, sin negar
del todo la consolación de las formas bellas, se ponía al servicio de alcanzar
aquello que era impresentable provocando una experiencia sentimental de la
naturaleza o de la interioridad.
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abstracta de soporte en algo como el cuerpo que, podríamos decir, elude
cualquier idea de abstracción?
El arte realista y naturalista ha disimulado el medio, utilizando el arte para ocultar el arte.
El modernismo usó el arte para llamar la atención sobre el arte. Los viejos maestros
trataron las limitaciones del medio pictórico –la superficie plana, la forma del soporte, las
propiedades del pigmento- como factores negativos que sólo podían ser reconocidos de
modo implícito o indirecto. En el modernismo, estas limitaciones vinieron a ser factores
positivos, y fueron reconocidas abiertamente. (cit. en Harrison, 2000:19)
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En este proceso, la idea romántica de “unión de las artes” fue reemplazada por
la idea de “independencia de las artes”, acercándose así a las propuestas
también presentes en los ámbitos musicales y de las artes visuales. Estos
cambios sustanciales exigían la incorporación de otros métodos compositivos
que se adaptaran a la nueva poética, distante de las distintas especies de la
mimesis, tanto “narrativa” como “expresiva”. Por primera vez aparecieron textos
que hablaban de la especificidad del médium, de sus posibilidades y
limitaciones, reivindicando la pureza de la danza y señalando la inconveniencia
de cualquier representación de un referente externo o de vinculaciones
obligadas con otras artes. La obra coreográfica comenzaba a ser considerada
como un objeto autocontenido con un interés por derecho propio.
[…] la bailarina no es una niña que danza; […] no es ni siquiera una niña, es una
metáfora que simboliza algunos de los aspectos esenciales de las formas terrenales:
espada, copa, flor, etc., y además, ella no danza con estocadas y abreviaturas
milagrosas, sino que escribiendo con su cuerpo, sugiere cosas que la palabra escrita
puede sólo expresar en varios párrafos de diálogo o de prosa descriptiva. Su poema
se escribe sin las herramientas del escritor. (cit. por Copeland & Cohen,1983:112)
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Modernismo y formalismo son nociones inseparables del concepto de
autonomía por su búsqueda de las condiciones específicas de lo artístico. Hal
Foster considera al “formalismo” como sinónimo de “moderno” o “modernista”,
“asumiendo la idea de Modernidad del propio Greenberg y basándose en la
definición de autonomía artística como fundamento de esa identificación.”
(Pérez Carreño, 2003:173).
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programa artístico con lo que de único tenía la propia naturaleza del medio.
Como señala Francisca Pérez Carreño:
El formalismo busca para la historia del arte como disciplina científica criterios de
identidad que le sean propios. Pretende definir una historia del arte que no sea la mera
crónica de unos acontecimientos culturales, ligados a la historia política y social de las
naciones, sino como la historia de un objeto propio, cuya evolución depende, por lo
tanto, de su propio concepto. (Pérez Carreño, 1996:190)
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médium, subsanadas hasta ese momento mediante el auxilio de otras artes, en
rasgos positivos. Las inquietudes formalistas se canalizaron en diferentes
artistas que, más allá de sus diferencias, compartieron el abordaje de este arte
como una disciplina autónoma.
Su interés por el ballet comenzó cuando vio el ballet Apollo (1928) creado por
Balanchine para los Ballets Russes. Como ya se dijo, la tarea encomendada a
éste fue la de “americanizar” el ballet dentro de un marco modernista. En 1933,
la dupla Balanchine-Kirstein fundaba la School of American Ballet en Hartford,
Connecticut.
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Todavía en las preliminares del modernismo, la intención inicial de Kirstein era
propiciar una renovación en la relación entre el drama y la danza, idea surgida
a partir de dos coreografías realizadas por Balanchine: El hijo pródigo (1929), y
Los siete pecados capitales (1933) (esta última basada en la ópera-ballet de
Kurt Weill con texto de Bertolt Brecht) A partir de estas obras, Kirstein
pretendía fundar un nuevo “coreodrama”, con una estructura similar a la de los
viejos ballets en donde la innovación estuviera en la manera en la que el
contenido era comunicado. Como otros participantes de los cambios de la
danza en ese momento, particularmente en la modern dance, Kirstein estaba
alineado con el amplio movimiento cultural de izquierda aglutinado alrededor
del Partido Comunista en la década de 1930. Recordemos que los temas
fundamentales en esa década eran, tal como lo expusiera James Burkhart
Gilbert, “la relación entre el arte burgués y el arte proletario, la problemática de
conciliar forma y contenido, y el conflicto entre el arte y la propaganda.” Sin
duda, los temas del momento eran aquellos referidos a la forma vs. el
contenido y a la tradición heredada vs. la innovación.
Kirstein defendía fervorosamente la técnica clásica en los periódicos de
izquierda empleando frases políticas falaces de las polémicas radicales para
salvaguardar una estética conservadora. La retórica de la izquierda era
claramente el lenguaje de ese momento (Franko, 1995:27).
Los temas relacionados con el antagonismo entre forma y contenido, entre
tradición e innovación estaban entrelazados, así como también si los
trabajadores necesitaban una nueva forma de expresión o, por el contrario, lo
necesario era la exposición de un tema central, dramatizado, legible.
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utilizado por la danza de izquierda. El término, en el uso de la época, hacía
referencia a una danza protagonizada por un sujeto colectivo, en oposición al
comportamiento individual, y en oposición al concepto de una danza de élites.
(Franko, 1995:155)
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Serenade
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en el teatro de ópera, estrechar la mano de Mr. Balanchine cordialmente, y
ponerse a trabajar en pos de crear un ballet americano”. (Garafola, 2005:20).
Kirstein no recibió esta sugerencia de buen grado e inmediatamente respondió
con una larga carta al editor del diario señalando la “antipatía [de Martin] hacia
la forma artística del ballet” al mismo tiempo que atacaba su “construcción
chauvinista” de la palabra “Americano”.
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En 1946, en el período posterior a la Segunda Guerra, el American Ballet
Caravan se transformó en el Ballet Society y, en 1948, pasó a llamarse New
York City Ballet. Kirstein fue el Director General de esta compañía hasta 1989.
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Dance Observer (1938) en la tapa Eugene Loring del Ballet Caravan como Billy the Kid
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Al principio nuestras idea era desarticuladas y vagas', pero gradualmente se conectaron
y emergieron como un sueño hermoso y posible ¡un sueño de bailarines americanos,
bailando América! Cuando en Bennington nos aplaudieron sentimos, más que nunca,
que estábamos en la dirección correcta porque allí nuestra audiencia eran jóvenes
bailarines, quienes aunque tenían una técnica diferente; habían estado haciendo durante
mucho tiempo lo que nosotros estábamos comenzando a hacer ahora. (Garafola,
2005:21)
Su coreografía nunca es una narración literal; pocas veces cuenta una historia
consecuente. Sin embargo, teje una atmósfera dominante, eventualmente un clima
profundo, que frecuentemente es romántico, pero muy a menudo tan extraño en su
romanticismo como para parecer un género de romanticismo raramente visto antes. No
es el romanticismo poético de un Rousseau o un Chateaubriand, sino el de los cuentos
crueles de E.T.A. Hoffmann, Grimm o Andersen; los sombríos versos de Lenau, Heine y
Hölderlin, la conmiseración de Byron y Pushkin. Es una actitud romántica revestida de
sentimentalismo. Es un clima al mismo tiempo nervioso, individual, tierno y trágico.
([1937] 1983:178)
Tapa de Blast at Ballet publicación de Lincoln Kirstein (1938) con el águila Americana y las
barras y estrellas de la bandera (Private Collection).
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En 1938, el American Ballet y el Ballet Caravan se unieron formando el
American Ballet Caravan y la opinión de la mayoría de los críticos no le fue
favorable; consideraban estas creaciones como una muestra de la decadencia
del ballet franco-ruso. Walter Terry (1913-1982), crítico del New York Herald
Tribune, comparó negativamente su trabajo con el de Martha Graham,
mientras que John Martin se refería a Balanchine como representante de una
“estética anémica”. En 1937, Martin escribía:
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planificada de los pintores de caballete, los coreógrafos y músicos progresistas,
empleando a fondo ideas vanguardistas, métodos y materiales… Debido a que el ballet,
en los Estados Unidos, es una forma relativamente nueva, nuestro interés ha estado,
primordialmente, en la reposición de las producciones ya famosas, o en la creación de
obras basadas en temas nacionales. Ahora, ante la finalización de la Segunda Guerra
Mundial, direcciones más amplias son posibles y deseables. 1 (Morris, 2006:38)
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Kirstein comparaba la posición del ballet con la del cubismo, cuyas
innovaciones no habían matado la tradición de la pintura sino que la habían
renovado, del mismo modo, las innovaciones de Balanchine reconsideraban la
tradición de la danza sin intentar desmantelarla. Su pensamiento recuerda la
posición de Greenberg, quien pensaba que la vanguardia, al desvincularse de
la historia del arte, se había colocado en una posición negativa, meramente
“futurista y subversiva”, mientras que el arte constituía la renovación de una
tradición pictórica sin solución de continuidad (Foster, Krauss, Bois, 2006:440),
en consecuencia, la llegada al modernismo solo podría establecerse evitando
un quiebre con la tradición. Greenberg había afirmado en “La pintura moderna”
que ésta había seguido la dirección de la tradición continuando lo iniciado por
maestros como David o Ingres en su búsqueda de la pintura anti escultórica
(Greenberg, 2006:115).
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(1892-1958) en una obra estrenada en el Teatro Aleksandrinsky para la cual
Kuzmin había escrito la música. Las preocupaciones formales de los poetas
acmeístas se vieron reflejadas en las propuestas coreográficas de Balanchine
en la etapa posterior a su período diaghileviano.
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Cuatro temperamentos (1946), New York City Ballet.
Subtítulo: “Un ballet sin trama,” Los cuatro temperamentos es una expresión de danza y
música sobre el concepto antiguo que sostiene que el organismo humano está
construido de cuatro humores diferentes, o temperamentos. Cada uno de nosotros
posee estos cuatro humores, en diferente grado, y del dominio de uno de ellos derivan
los cuatro tipos físicos y psicológicos: melancólico, sanguíneo, flemático y colérico. La
medicina griega asociaba los cuatro humores y temperamentos con los cuatro
elementos: tierra, agua, fuego y aire, los que, para ellos, componían tanto el cuerpo
humano como el mundo. (Balanchine 1968:171)
Sally Banes señala que Los cuatro temperamentos, como Apolo, marcó un
cambio importante en la producción artística de Balanchine por la expansión
que se manifiesta en su vocabulario técnico. Su modernismo en esta obra,
parece construido a partir de la yuxtaposición del vocabulario clásico que le era
familiar, el jazz y las energías y movimientos locales, tomados de la danza
afro. (Banes 1994:65). Estas modificaciones interrumpen el vocabulario de la
danse d´école, pero no fragmentan su unidad; la coreografía siempre retorna
la tradición del ballet.
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Moving history / dancing cultures: a dance history reader, Ann Dils y Ann
Cooper Albright afirman que las referencias africanas no se reducen a un gesto
decorativo en unos pocos ballets sino que son una constante. Las autoras
sostienen que no es suficiente afirmar que el estilo de Balanchine ha sido
influenciado por el jazz. El uso del término “jazz” ha sido una manera de
silenciar y llamar con un nombre equívoco el legado africano; recordemos que
los afro-americanos fueron excluidos del ballet.
Desde la primera [clase] tomaría cuatro bailarinas blancas y cuatro bailarines blancos, de
aproximadamente dieciséis años y ocho negros [sic] de la misma edad…Piensa que la
parte negra de esto sería extraordinariamente flexible, la combinación de flexibilidad y
sentido del tiempo, increíbles. Imagínenlos enmascarados, por ejemplo. Tienen tanto
abandono; y disciplinados serían non pareil [sin igual, énfasis de Kirstein] (cit. Ann Dils y
Ann Cooper Albright, 2001:339)
Suzanne Farrel y yo bailábamos un pas de deux que era una de esas cosas
fantasmagóricas en donde no se utilizaban pasos per se. Él diría “quiero algo como
esto,” y comenzaría a moverse. Deberías ser lo suficientemente libre para dejar que
tu cuerpo vaya y haga. Ceo que una de las cosas que me ayudó muchísimo con él,
fue que, al ser un bailarín de tap, estaba acostumbrado al ritmo y a la velocidad.
Muchas veces cuando estaba coreografiando trabajaba rítmicamente y luego
encajaba los pasos en ese ritmo. Si estaba buscando un movimiento, no estaría allí.
Pero si en cambio comenzabas con dah,,dah,dah,dah, entonces surgiría.[énfasis de
Mitchell]. El ritmo era siempre lo más importante. La coreografía era puesta primero
en ritmo y luego en el espacio. (cit. En cit. Ann Dils y Ann Cooper Albright,
2001:340).
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La dupla Kirstein-Balanchine impactó la escena de la danza norteamericana,
su fuerza se hizo sentir sobre la modern dance, tendencia con la cual decían
competir. Esta mutua influencia quedaba demostrada con la invitación que,
en 1947, Kirstein realizara a Merce Cunningham. Así nació The Seasons,
obra creada para la compañía Ballet Society. La misma estaba fundada en
una concepción abstracta desprovista de cualquier implicación emocional.
Años después Cunningham fue maestro de la Escuela del American Ballet.
Fue en este momento que los juicios sobre la obra coreográfica de Balanchine
cambiaron drásticamente.
En 1962, el New York City Ballet visitó la Unión Soviética, y durante esa gira la
difusión de la renuncia de Balanchine a su nacionalidad, en nombre de la
libertad, fue el tema de la prensa norteamericana. EE.UU. intentaba construir
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una simbología eficaz presentando los valores de la libertad y la oportunidad
como su inalienable patrimonio histórico. El Ballet, deudor de una herencia
italiano-franco- rusa, era ahora un arte norteamericano. En una entrevista de
bienvenida para la Radio Moscú, el periodista le dijo: “Bienvenido a Moscú, el
hogar del ballet clásico”; Balanchine respondió: “¿Perdón? Rusia es el hogar
del ballet romántico. El hogar del ballet clásico es ahora América.” (Taper,
1996:278) El origen ruso de Balanchine, auténtico heredero de las tradiciones
académicas francesa y rusa, fue políticamente significativo para el desarrollo
de una estética balletística estadounidense superadora de ambas tradiciones
como parte de un contexto histórico en el que Estados Unidos se consolidaba
como la potencia hegemónica de Occidente.
Mientras que para Laban las direcciones en las que el cuerpo humano se
proyectaba tenían una carga emocional intrínseca, en el programa de
Cunningham el espacio estaba concebido en términos no dramáticos, sin
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jerarquías. Esta concepción se oponía a la idea de un espacio emocional y
orgánico según la cual si un movimiento sucedía en el plano superior implicaba
liviandad y alegría; si el plano era inferior, la connotación era fuerza y peso; si
se marcaba una retracción espacial, el movimiento podía significar timidez y
tensión; si por el contrario el movimiento era de expansión espacial, felicidad y
confianza; un retroceso, podía indicar temor o defensa; una marcha hacia
delante, ataque, saludo o bienvenida.
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A pesar de esta afirmación, el movimiento de Isadora permaneció liviano y
vertical. Fue Martha Graham quien introdujo la fuerza de gravedad y el uso del
piso como uno de los elementos definitorios de la modern dance. Así, en la
década de 1940, casi todos los bailarines de esta nueva tendencia “llevaban el
peso del universo sobre sus hombros” (Copeland, 2004:77).
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Para Copeland, existía un lazo que unía a Cunningham con el clasicismo y con
Marcel Duchamp, aunque esto parezca una contradicción imposible de
resolver. Para este autor, los arabesques y attitudes utilizados por Cunningham
o todos aquellos movimientos reconocibles como provenientes de la gramática
clásica, funcionaban del mismo modo que los “Ready-made” de Duchamp.
Eran formas pre-existentes, no inventadas por Cunningham y venían de un
ámbito “externo” muy diferente al de formas producidas por una experiencia
“interna”. Por ser formas equiparables con los “reddy-made” no eran capaces
de expresar identidad personal alguna. La “impersonalidad” del ballet es una
fuente privilegiada para su estética, no solo para Cunningham sino también
para Cage. En efecto, si tuviésemos que nombrar un texto fundamento para la
estética de Cunningham deberíamos referirnos al ensayo de Cage “Gracia y
Claridad”, publicado en el Dance Observer, en 1944. (Copeland, 2004: 97-98)
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El objetivo era ver claramente en lugar de sentir profundamente, lema que era
compartido por los pintores del momento quienes desafiaban las prácticas
subjetivistas del expresionismo abstracto. Fue en función de esta afinidad con
los artistas visuales aquello que forjó la relación entre Cunningham y artistas
como Robert Rauschenberg.
Composición e indeterminación
En sus primeros solos, como por ejemplo Root of An Unfocus (1944), con
música de Cage, la partitura estaba dividida en unidades de tiempo, la música
y la danza tenían solo dos puntos de correspondencia: ambas comenzaban y
terminaban juntas en cada una de esas unidades temporales, pero en el
transcurso de la obra eran independientes unas de otras. Ya en 1953, danza,
sonido e imagen funcionaban de manera completamente independiente.
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Los hexagramas constituyen imágenes representativas de estados o situaciones universales, reales, con sus
combinaciones entre la fuerza luminosa, celeste, y la oscura, terrena. Dentro de estos hexagramas se da la posibilidad
de modificación y transformación de los trazos individuales, de tal modo que cada uno de los signos se puede
transformar en otro, como ocurre en el perpetuo cambio de las situaciones de la vida. En el I Ching se encuentra el
sentido del Cielo, el sentido de la Tierra y el sentido del hombre. Reúne estas tres potencias y las duplica, por eso hay
seis trazos. Los seis trazos se distribuyen: primero y segundo, la tierra; tercero y cuarto, el hombre; quinto y sexto, el
cielo.
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las transformaciones que se dan en la naturaleza, y que pueden ser leídas e
interpretadas como un oráculo.
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irracional, porque tomaba la forma de sucesión de estructuras de movimiento
sin causa. La causa quedaba expuesta, en la composición tradicional, de
diferentes maneras: organicista (según una secuencia de movimientos que
siguiera una relación causa-efecto de carácter kinético), narrativa (según una
secuencia de movimientos que encontraban su causa en la palabra, es decir,
en la estructura lineal de un historia) o emocional (según una secuencia
organizada a partir de estados emocionales que serían la causa de la
expresión producida, entendida ésta como su efecto).
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aleatoriedad. Allí las partituras aleatorias eran puramente gráficas y carecían
por completo de cualquier notación tradicional permitiendo al ejecutante
interpretar la partitura más o menos libremente, con pocas instrucciones
específicas, o incluso ninguna. En la estética cunninghamniana, el grado de
libertad de acción del intérprete no tenía la misma amplitud pero, desde 1950,
la indeterminación que se expresaba en lo aleatorio como metodología de
trabajo implicó la disminución de la intervención del coreógrafo en las
decisiones a tomar con respecto a su obra.
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responsable para supervisar el diseño de la escenografía y vestuario de sus
obras. Johns y Rauschenberg son habitualmente reconocidos como los que
condujeron el movimiento lejos de las energías angustiantes, violentas,
profundamente personales del expresionismo abstracto hacia un modo de
producción artística mucho más distante e impersonal.
Tenía cuatro partes que, según Cunningham, seguían una forma clásica. En
la descripción que él hace de esta obra dice que el primer movimiento era un
andante, el segundo un adagio, el tercero era un poco más rápido y el último
era muy rápido. (Copeland 2004:111) El resto de los elementos fueron librados
al azar. Cunningham hizo una serie de diagramas que incluían el espacio, la
temporalidad y las posiciones de los bailarines. La danza, realizada para cuatro
bailarines, estaba basada en el pasaje de uno de estos diagramas a otro. Esta
obra fue originalmente realizada para piano por Christian Wolff (1934) pero
durante el proceso surgió un interés por la música electrónica muy en boga en
1952-53. Cunningham aceptó entusiasmado el uso de sonidos electrónicos.
Esto marcó un cambio en su relación con la música, ya que originalmente
estaba conectado con el sonido del piano y la cuenta de los compases, cosa
que ya no seguiría más a partir de este momento. Su conexión con el sonido
fue a través de una partitura independiente. Cunningham admitió que, a partir
de esta obra cambió s relación con la música:
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Esto cambió el modo en que trabajé con la temporalidad. Originalmente, habíamos
pensado en conectarnos, de alguna manera, con los sonidos del piano o con cuentas,
pero ya no podíamos hacerlo más. En consecuencia, me tuve que conectar con los
minutos y los segundos. Utilicé un cronómetro por primera vez. (Copeland, 2004:79)
Aunque en esta obra las operaciones del azar definieron todos los elementos
coreográficos, paradójicamente, este fue uno de sus trabajos más “clásicos”. El
clasicismo de Cunningham tendría que ver con una creación dirigida por el
azar en donde la expresión del creador se vería limitada, como en el caso del
creador clasicista limitado, por el uso de un sistema anterior. Las reglas y el
azar estarían impidiendo la respuesta automática del creador. (Copeland,
2004: 110-112)
Otro ejemplo de uso del azar fue Second Hand (Segunda mano), una obra de
1970, hecha para la obra musical Sócrates, con partitura de Erik Satie. En esta
obra, Cunningham propuso a cada bailarín mover las manos de modos
diferentes y realizar esos movimientos en cualquier orden. Cada bailarín elegía
uno de los gestos que luego usaría. Los gestos eran pequeños. Según
Cunningham, existía una analogía entre estos gestos y el follaje de un árbol,
porque así como no existen dos hojas iguales aunque cada una tenga la
misma estructura, tampoco los gestos lo eran aunque fueran realizados según
una misma consigna, algunos eran lo suficientemente pequeños como para
pasar casi inadvertidos. Años antes del estreno de esta obra, Cunningham
había hecho un solo para el primer movimiento de la misma partitura. El solo
consistía en una danza desarrollada en el mismo lugar, durante 5 o 6 minutos.
John Cage había hecho una versión de esta música para dos pianos,
adaptando la obra original de orquesta y voces.
En 1969, Cunningham comenzó a trabajar sobre esta nueva versión para dos
pianos. Pero como no obtuvo el permiso para mezclar los arreglos de Cage con
la pieza de Satie, Cage escribió una nueva obra con la misma fraseología, el
mismo ritmo, cambiando la melodía y utilizando operaciones de azar, para
evitar los problemas del Copyright y con un solo piano para poder interpretarla
él mismo. El nombre que John Cage dio a esa pieza musical fue Cheap
Imitation (Imitación barata), por ese motivo, Cunningham decidió ponerle a su
obra coreográfica Segunda mano.
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Otro aspecto de su trabajo artístico está conectado con la reaparición de ideas
de las vanguardias históricas ocurrida en la década del 60. Cunningham formó
parte de la oleada neodadaísta que irrumpió en Nueva York con inusitada,
fuerza junto con el grupo Fluxus3. Trabajó también con objetos procedentes de
la vida diaria y realizó desconcertantes intervenciones públicas, enrolado en un
modo de entender la vida y el arte como un flujo continuo, sin jerarquías
valorativas. Muchas de las novedades introducidas en este momento
provenían de la yuxtaposición de distintas disciplinas debida a los happenings,
tan en boga hacia fines de la década de 1950, y de la llegada del pop art.
3
Fluxus fue un movimiento internacional que se desarrolló a partir de 1961 dentro de un nuevo interés, que surgió
tanto en Estados Unidos como en Europa, por el dadá y la figura de John Cage. Opuesto a la tradición artística, este
movimiento buscaba ante todo la fusión y la mezcla de todas las prácticas artísticas: música, acción, artes plásticas.
Participaron en este movimiento artistas como Brecht, Dick Higgins, Al Hansen, Kaprow, Nam June Paik , Vostell y La
Monte Young. En 1962 se organiza una gran "Gira Fluxus" que duró hasta 1964, pasando por Moscú, Tokyo y Berlín.
En 1963, Joseph Beuys se une a Fluxus en Düsseldorf y las presentaciones del grupo de multiplican por toda Europa.
En Fluxus se mezcla la alta cultura con la popular, el arte, el juego, lo insignificante y un inexistente valor mercantil del
producto o acciones realizadas.
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En El bailarín y la danza: Conversaciones de Merce Cunningham con
Jacqueline Lesschaeve, Cunningham afirmó que “el movimiento viene de algo,
no de algo expresivo, sino de algún momentum o energía y esto tiene que estar
claro para que pueda suceder el movimiento siguiente.”(Lesschaeve, 1985:68)
A pesar de que pensaba el movimiento como algo que se refería a sí mismo,
no afirmó que el movimiento se generaba a sí mismo. Según la cita, el
movimiento para Cunningham provenía de la energía, del mismo modo que
tradicionalmente el movimiento expresivo era el resultado de una agitación
interior o de alguna “sensación”. Para Cunningham estaba en reacción a una
realidad física conectada con lo que llamaba energía. Cunningham
secularizaba así la teoría de la expresión, o bien la estetizaba, al otorgar al
movimiento un origen en lo físico más que en lo espiritual.
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1977:289-317) En otras palabras, la ruptura de Nijinsky con la tradición hizo
posible el regreso de Balanchine a ella y esta referencialidad a la historia era lo
que hacía que el ballet fuera superior a la danza moderna.
Para Johnston, fue Cunningham quien realizó lo que ya habían hecho “la
música de Satie, la poesía de Apollinaire, las obras de Jarry”, y fue este
coreógrafo quien “expresó el cambio esencial en el concepto de composición
desde el acento en lo racional, firmemente centrado y unitario hacia la
fragmentación y yuxtaposición de elementos sin establecer un comienzo y un
final, sin continuidades o transiciones, sin clímax ni resoluciones dramáticas.”
(Johnston, 1976:152).
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Los debates también alcanzaron a la Ausdruckstanz y al lugar que le
correspondía dentro del desarrollo del formalismo. En su relato, Johnston cita a
Mary Wigman, a Martha Graham y a Doris Humphrey, como quienes iniciaron
“la primera investigación intensiva del diseño formal en el espacio y en el
movimiento.” (Johnston, 1976:150-151). Pero la autora no aporta más detalles
acerca de Wigman, citándola sólo como referencia dentro del desarrollo de la
danza moderna norteamericana.
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Finalmente, pata la mayoría de los críticos durante las décadas de 1960 y 1970
continuaron una historiografía que acordaba en que los coreógrafos Balanchine
y Cunningham, habían concretado la meta de la auto reflexión más plenamente
que sus antecesores. En un ensayo de 1961 titulado “Coreografía de
vanguardia,” Selma Jean Cohen (1920-2005) señalaba que Balanchine y
Cunningham “comparten la convicción de que el objeto propio de la danza es la
danza.”(Cohen, 1961:16)
Palabras finales
comienzo de la fase “postmodernista” de la “danza postmoderna.” Ver David Michael Levin, “Postmodernismo en a
danza: Danza, discurso, democracia,” en Hugo Silverman, ed., Postmodernism-Philosophy and the Arts (Nueva York y
Londres: Routledge, 1990), 207-33.
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podía hacer una “lectura”, tomando como referencia el mundo de nuestra
experiencia sensorial, es más, durante mucho tiempo, llamar formal a una
danza significaba oponerla a una cualidad representacional o expresiva.
5
El término está usado en su sentido complejo, es decir, un lenguaje pensado no como una realidad sensible sino
como algo inteligible.
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tri-dimensionalidad de la escultura está encadenada a la analogía con los
objetos ordinarios. La inocultable presencia del cuerpo dificulta la escisión
efectiva del mundo “real” y no permite ubicar cuerpo y movimiento en un
espacio autónomo. El gesto corporal, incluso el movimiento más insignificante,
conserva cierto residuo de figuración. Siempre habrá algo imposible de lograr:
que el espectador ignore la presencia del cuerpo, o como diría Brian Wallis,
conseguir que acepte la “ausencia presencial” del cuerpo en escena. (Wallis,
2001: 91)
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Bibliografía
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