Trabajo Decada 60 Cepal

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UNIVERSIDAD LATINOAMERICANA Y DEL CARIBE

COORDINACIÓN DE POSTGRADO
MAESTRÍA EN ECONOMÍA POLÍTICA LATINOAMERICANA

Trayectoria de la CEPAL en los años sesenta: reformas para desobstruir la


industrialización

Autores:
Lcda. Yumelys Díaz
Abog. Sandra González Ch.
Esp. Jonathan Figueras

Cumaná; Mayo de 2018


Introducción
La Comisión Económica para América Latina -CEPAL- es creada en 1948 con el
objetivo de ayudar y colaborar con los gobiernos de la zona en la investigación y
análisis de los temas económicos regionales y nacionales, manteniendo un nivel de
tareas bastante activo que la conlleva a alcanzar un considerable prestigio e influencia
en la zona.
Desde su creación y hasta la imposición compulsiva y global del Neoliberalismo,
tuvo un influyente papel en el diseño de todas las políticas económicas de América
Latina, bajo la dirección del economista Raúl Prebisch y la reflexión económica
independiente de otros personajes como Celso Furtado, Oswaldo Sunkel entre otros.
Sin embargo, el esfuerzo por impulsar la idea del desarrollo en América Latina, a partir
de los años 50 bajo el imperativo de industrialización, había seguido otro curso al no
eliminar la vulnerabilidad externa y la dependencia de los países de la periferia con
relación a los del centro o países desarrollados, constituyéndose estos factores, junto a
otros, en la obstrucción del desarrollo urgiendo entonces la necesidad de crear
reformas para desobstruir el proceso de industrialización durante la década de los
1960.
Por tanto, el presente informe aborda la actuación de la CEPAL durante la
década del sesenta marcada por las reformas orientadas a desobstruir la
industrialización en América Latina, tratando no solo las llamadas estrellas
conceptuales cepalinas, pues también se abordan, de forma general, algunos factores
asociados a la obstrucción del proceso de desarrollo de la región con el propósito de
tener un cuadro completo sobre las reformas y la situación evolutiva del contexto.
1.-Generalidades de los factores asociados a la obstrucción del desarrollo y/o la
industrialización a partir de los años sesenta.
En la década del sesenta del siglo pasado se inscriben un conjunto de iniciativas
que condicionaron el llamado proceso de “industrialización” para los países
latinoamericanos. Así encontramos el impulso del programa de ayuda económica,
política y social (Alianza para el Progreso), en la cual la garantía de los objetivos estaba
sujeta al compromiso de los Estados Unidos de cooperar en aspectos técnicos y
financieros; el tema de la integración regional a partir de la Asociación Latinoamericana
de Libre Comercio -ALALC- motivada principalmente por la necesidad de superar las
dificultades estructurales que enfrentaban las economías de los países de la región; y
la creación de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo
(UNCTAD), que, para la época, ganó autoridad como foro intergubernamental para el
diálogo Norte-Sur y las negociaciones sobre los temas de interés para los países en
desarrollo, incluidos los debates sobre el Nuevo Orden Económico Internacional.
Estas iniciativas ganaron el entusiasmo de la comunidad latinoamericana,
aunque algunas de éstas fracasaron, como es el caso de la Alianza para el Progreso,
debido a que los EE.UU. limitaron la ayuda financiera en América Latina, prefiriendo
acuerdos bilaterales. El impacto de este hecho, considerablemente, incidió en el desvío
del curso del proceso de industrialización, al no lograr incorporar en la mayoría los
frutos de la llamada modernidad y del progreso técnico, sumándose la persistencia de
la vulnerabilidad externa y la dependencia, como procesos que obstruían el desarrollo
de los países de la región para la época.
Este carácter bilateral de las relaciones internacionales (Norte-Sur) pasa a ser
entonces otro factor determinante en los procesos de industrialización, marcando el
período de la Multinacionalización, definido por el desarrollo del Sistema Capitalista
Mundial (SCM), a través de los conglomerados de economías nacionales, conducidas
por centros corporativos internacionales con una estrategia internacional. Así, finalizada
la segunda Guerra Mundial, con EE.UU. como potencia hegemónica del bloque
occidental, esos capitales salen a reorganizar el mundo a imagen y semejanza de sus
intereses estratégicos, “Europa es reorganizada a través del Plan Marshall y América
Latina a través de la inversión extranjera, el monopolio tecnológico, el dominio de los
mercados y una cadena de golpes de Estado” (Escalona, 2016, p. 23).
Por consiguiente, la expansión del capital y la industrialización en América
Latina, son procesos que coinciden en el mismo período y se definen con la protección
de los mercados y su explotación intensiva por las empresas transnacionales, lo que
provocó que durante los años sesenta estas empresas capitalizaron el desarrollo del
mercado interno, haciendo que la producción interna no alcanzara los niveles
requeridos para competir con el mercado externo, agudizando la dependencia de
insumos intermedios y bienes de capital, cuya sustitución en el ámbito latinoamericano
rebasaba la capacidad de inversión regional.
Así estos factores condicionaron además el imperativo de la integración
económica regional, elevada por el pensamiento estructuralista, y afectaron el proceso
de industrialización del aparato productivo y la sustitución de importaciones como
modus operandi, por el hecho de la dependencia que, al mantener las premisas del
sistema capitalista, impiden el desarrollo real de la región. Por tanto, el advenimiento de
la obstrucción y/o crisis de la industrialización no se hizo esperar.
Como plantea Rosales (2012):
...el proceso de construcción de un aparato productivo diversificado y
homogéneo fracasó en términos generales, pese a notables éxitos para algunas
economías de la región. La transnacionalización del capital, proceso que se
acentuó a partir del auge de la segunda posguerra, determinó nuevas formas de
inserción de la periferia en el mercado mundial, aún en condiciones de
subordinación al ciclo económico del centro. Esta vinculación estaba
determinada por las empresas transnacionales (ETN) que fueron herramienta
central en el proceso industrializador latinoamericano; así, la relativa escasez de
ahorro interno y la falta de tecnología representaron la fuente de una dinámica
productiva dependiente (p.31).
En definitiva la idea del desarrollo en los años sesenta estuvo básicamente
confiada en los efectos económicos, sociales, políticos e ideológicos de la
industrialización, sin embargo se constata que este proceso en la región, no eliminaba
gran parte de los obstáculos que se atribuían a la sociedad tradicional -preindustrial-
sino que creaban otros. A partir de esta crisis nace el concepto de dependencia, como
el indicador principal del hecho de que los países latinoamericanos tenían sus
economías condicionada por el desarrollo y expansión de las economías desarrolladas
a la cual eran sometidos.

2.- Estrellas Conceptuales Cepalistas Durante los Años 60

En el contexto de la década de los 60 se generó en América Latina un debate


que gravitaba en torno a tres puntos, los cuales terminaban delimitando la división
político-ideológica:

1.- La industrialización había seguido un curso que no lograba incorporar en la


mayoría de la población los frutos de la modernidad y el progreso técnico.

2.- La interpretación de que la industrialización no había eliminado la


vulnerabilidad externa y la dependencia, pues solo había modificado su naturaleza.

3.- La idea de que ambos procesos obstruían el desarrollo.

Las tres estrellas conceptuales cepalistas, durante los años 60, se constituyen
en los diagnósticos reflejados en tres vectores analíticos:

1) Insuficiencia Dinámica,

2) Dependencia y

3) Heterogeneidad Estructural.

El modelo se orienta en esta década, al análisis del uso social del excedente
potencial. En el caso de la década en particular, se focaliza en la cuestión agraria, en el
campo. Los latifundistas rentistas entorpecerían el progreso técnico.

Ya en la década de los 50 se hablaba de restringir el consumo de las clases


ricas en favor de la inversión y el progreso técnico. Se trataría ahora, en los 60, de la
reorientación del latifundio para favorecer al trabajador del campo.
El acceso del campesino a la tierra siempre que fuera debidamente apoyado por
el Estado, abriría el camino para aumentar la productividad agrícola y mejorar el uso
del excedente. Ayudaría a radicar al hombre en el campo evitando la marginalización
urbana.

El aporte del economista argentino y secretario ejecutivo de la Cepal, Raúl


Prebish, con su tesis sobre la necesidad modificar la estructura social y redistribuir el
ingreso, especialmente a través de la reforma agraria, era la orientación de la
discusión. Esto se hallaba plasmado en su texto: “Hacia una dinámica del desarrollo
latinoamericano”, 1963.

En el documento la Carta de Punta del Este (1961), la CEPAL reconoce el


convenimiento en la región en cuanto a la necesidad de planificar el desarrollo,
profundizar la industrialización, redistribuir el ingreso y realizar la reforma agraria.

Se trata del uso social del excedente potencial haciendo énfasis en la


disponibilidad del ahorro potencial para fines de inversión productiva.

2.1- Insuficiencia Dinámica

Este diagnóstico refleja la tendencia al estancamiento que caracterizó a este


período. Prebish sostenía que sin la alteración de la estructura social y la redistribución
del ingreso, no sería posible sortear la insuficiencia dinámica de la economía de la
región.

Enfatizaba en la disponibilidad del ahorro potencial para fines de inversión


productiva. Es necesario indicar que este vector sobre Insuficiencia Dinámica no es lo
mismo que lo referido a la Tesis de “Tendencia al Estancamiento” (1969) de Celso
Furtado, concebida por dicho autor para el Brasil.

La insuficiencia dinámica alude al dinamismo de la productividad, a la


incapacidad de sostener el crecimiento acelerado del PIB y la existencia de altas tasas
de informalidad laboral.
De acuerdo a la concepción de Prebish, el crecimiento de la producción
industrial es una condición necesaria pero no suficiente para lograr el pleno empleo. Si
bien para el crecimiento económico, es necesario el crecimiento industrial.

En Latinoamérica, para el periodo en análisis, se revisa una tasa de crecimiento


del producto industrial manufacturero asociado a una tasa de acumulación de capital,
que tenía la capacidad de absorber la fuerza de trabajo generada por la expansión
demográfica, el exceso de fuerza de trabajo en sectores de actividad con baja
productividad y el desempleo tecnológico.

Ahora bien, si esa tasa de crecimiento no se hacía lo suficientemente alta, las


economías tenderían hacia el estancamiento, identificando Prebish este problema
como de insuficiencia dinámica. Para este autor, en sus valiosos aportes para el
análisis del subdesarrollo latinoamericano dentro de los vectores analíticos de la
CEPAL, este inconveniente se origina en el desequilibrio temporal de la productividad y
el coeficiente de inversión.

A la par de los diagnósticos, resultado del análisis concienzudo de los supuestos


reales, en Prebish destacan sus aportes a la solución, y al respecto del tema concluía
que el ingreso generado por el incremento en la productividad, induciría a la formación
de ahorro en la economía. El problema que había es que el capital que se necesitaría
para absorber la fuerza de trabajo aumentada, resultaba mayor que el ahorro
generado, y esto significa que la tasa de crecimiento del producto industrial
manufacturero es menor que la tasa que garantiza la absorción de la fuerza de trabajo
que existe en la economía.

Según Prebish la insuficiencia dinámica se origina en la incapacidad del sistema


económico de absorber el incremento de la población activa y la fuerza de trabajo
desempleada a causa del progreso tecnológico.

Su propuesta para solucionar el problema es aumentar el ritmo de acumulación


del capital y el coeficiente de inversión, además de mejorar la utilización del capital
existente. Para aumentar la acumulación de capital hay que incrementar el ahorro, para
lo cual propone comprimir el consumo de los grupos de ingreso más alto, respecto al
consumo de los de otros grupos de más bajos ingresos.

Este ahorro debe transformarse en producción de bienes de capital, lo cual


requiere aumentar el coeficiente de inversión. Esta solución presenta complejidad en su
implementación, en cuanto las economías típicas de la región latinoamericana
subdesarrolladas no tienen una capacidad interna suficiente para producir bienes de
capital o para importarlos. Por otra parte, el incremento de la demanda de bienes de
capital y de bienes de consumo debido a un aumento del ingreso, solo se puede
satisfacer incrementando el grado de utilización de la capacidad productiva.

La tasa de crecimiento del producto industrial requiere un aumento de la


acumulación de capital y también una mejor utilización del capital existente. Este
proceso de cambio estructural, según su parecer, exige demasiado tiempo para
implementarse, y entonces resulta recomendable la aportación de recursos externos
hasta que la sustitución de importaciones y el crecimiento de las exportaciones
permitan el empleo adecuado del ahorro formado al interior de la economía.

En este sentido, destaca, entre otros aportes, la propuesta de Prebish de una


reforma agraria que estuviera orientada a adoptar técnicas de producción que elevarán
la productividad a través del aumento de los rendimientos de la tierra.

2.2- Teoría de la Dependencia

Una explicación simple y resumida de la llamada “Teoría de la dependencia”,


nos da cuenta de un conjunto de modelos que tratan de explicar las dificultades que
encuentran algunos países para el despegue y el desarrollo económico.

Estas teorías surgieron en los años 60, impulsadas por el economista argentino
Raúl Prebish y la CEPAL. Inicialmente, se dirigieron al entorno latinoamericano, aunque
posteriormente fueron generalizadas por economistas neo-marxistas entre los que
destacó Samir Amín, asociándolo al concepto de desarrollo desigual y combinado.
Según Juan Carlos Martínez Coll, en su trabajo “El crecimiento económico” en
“La Economía de Mercado, virtudes e inconvenientes”. (2001), “la dependencia
económica es una situación en la que la producción y riqueza de algunos países está
condicionada por el desarrollo y condiciones coyunturales de otros países a los cuales
quedan sometidas. El modelo “centro-periferia” describe la relación entre la economía
central, autosuficiente y próspera, y las economías periféricas, aisladas entre sí, débiles
y poco competitivas. Frente a la idea clásica de que el comercio internacional beneficia
a todos los participantes, estos modelos propugnan que sólo las economías centrales
son las que se benefician”.

A esta idea se agrega lo expuesto por André Gunder-Frank en su trabajo


“América Latina: Subdesarrollo o Revolución”, (1963), quien expresa que el
subdesarrollo no es consecuencia de la supervivencia de instituciones arcaicas, de la
falta de capitales en las regiones que se han mantenido alejadas del torrente de la
historia del mundo, por el contrario, el subdesarrollo ha sido y es aún generado por el
mismo proceso histórico que genera también el desarrollo económico del propio
capitalismo”.

Los mecanismos mediante los que el comercio internacional agrava la pobreza


de los países periféricos son diversos, según la reseña de Martínez Coll:

*La especialización internacional asigna a las economías periféricas el papel de


productores-exportadores de materias primas y productos agrícolas y consumidores-
importadores de productos industriales y tecnológicamente avanzados.

*La monopolización de las economías centrales permite que los desarrollos


tecnológicos se traduzcan en aumentos salariales y de precios, mientras que en la
periferia se traducen en disminuciones de precios.

*La expansión económica tiene efectos diferentes sobre la demanda de productos


industriales y la de productos agrícolas, ya que su elasticidad respecto a las rentas es
diferente. Cuando los países de la periferia crecen económicamente sus importaciones
tienden a aumentar más rápidamente que sus exportaciones.
Como consecuencia de estas ideas, los países latinoamericanos aplicaron una
estrategia de desarrollo basada en el proteccionismo comercial y la sustitución de
importaciones. A la vez, los bancos centrales latinoamericanos se esforzaron por
sobrevalorar sus propias monedas para abaratar sus importaciones de tecnología.

La estrategia funcionó satisfactoriamente durante la década de los 70, en la que


se produjo un crecimiento generalizado del precio de las materias primas en los
mercados internacionales que influyó muy negativamente en las economías “centrales”.
Pero finalmente, la contracción de la demanda internacional y el aumento de los tipos
de interés, desembocó en la década de los 80 en la crisis de la deuda externa, lo que
exigió profundas modificaciones en la estrategia de desarrollo.

La docente e investigadora de la Universidad Nacional de la Plata, Carmen Rosa


Schaposnik, en su trabajo “Aportes para una rediscusión de la Teoría de la
Dependencia”, reseña que el modelo de crecimiento “hacia adentro” aplicado en las
economías latinoamericanas abarcó desde la década de los años 50 hasta la década
de 1970, período en el que las políticas favorecieron la sustitución de importaciones,
transfiriendo recursos del sector agropecuario al industrial.

“En una primer etapa –denominada de sustitución “fácil”, hasta la década de


1950– se desarrollaron industrias livianas y de baja complejidad, manteniéndose la
estructura de exportaciones existente, y los gobiernos populistas y desarrollistas
predominaban en el plano político. En la segunda etapa –de sustitución “difícil”– la
industria de bienes durables orientó su producción hacia los bienes de consumo interno
de los grupos de poder adquisitivo medio y alto. La mayor escala de producción atrajo
la inversión extranjera directa y tanto los grandes grupos empresarios nacionales como
las empresas multinacionales estuvieron muy ligados al poder político, al amparo de
gobiernos militares autoritarios. La dependencia del capital extranjero no se eliminó con
la sustitución de importaciones sino que, por el contrario, hubo una mayor penetración
de los capitales extranjeros que condujo prácticamente a la desnacionalización de la
industria. La localización geográfica de corporaciones en la región constituía en
realidad una prolongación económica y tecnológica de las economías centrales
(Malavé Mata, 1983)”.
La autora cita a Dos Santos (1970) para explicar la dependencia, como
expresión histórica del capitalismo y las diversas formas que asumió en América Latina.
Al respecto señala: “La dependencia colonial, de naturaleza exportadora, en la que el
capital comercial y financiero domina las relaciones económicas entre los europeos y
las colonias mediante el monopolio ejercido por los primeros sobre la tierra, las minas y
la mano de obra de los países colonizados”.

A la lista agrega la dependencia financiera–industrial, que se consolidó a fines


del siglo XIX, caracterizada por el dominio del capital de los centros hegemónicos y su
expansión al exterior mediante la inversión en la producción de materias primas y
productos agrícolas para el consumo de los centros (desarrollo “hacia fuera”, según la
CEPAL).

Igualmente, la dependencia tecnológica–industrial, tras la finalización de la


Segunda Guerra Mundial, basada en las corporaciones multinacionales que realizaron
sus inversiones en industrias conectadas al mercado interno de los países
subdesarrollados, estimulando el ingreso de capital financiero en la región.

“El mismo Dos Santos, veinte años más tarde dice que el capital financiero “no
se contentaría, sin embargo, con la modalidad de desarrollo local, sino aspiraría a un
desarrollo regional, a la extracción de excedentes fuera de sus fronteras, y buscaría
una conciliación con el capital internacional, algún tipo de alianza para poder afirmarse
como capital financiero... Era inevitable, por lo tanto, que el capital internacional
sometiese al nacional a su dinámica, lo que reflejaba la fuerza emergente de una
economía mundial basada en un nuevo tipo de empresa multinacional” (Dos Santos,
2003:78-79).

La autora agrega, asociando estas ideas con la noción de modelo de desarrollo


rentístico–financiero, una cuarta modalidad de dependencia: La dependencia
financiera–especulativa, que se sitúa a partir de mediados de la década de 1970,
cuando la abundante oferta de “petrodólares” fomentó la especulación financiera desde
los países centrales y un colosal endeudamiento de los países periféricos.
Por otro lado, los datos que brindan los indicadores socio–económicos de
América Latina muestran que el modelo de desarrollo analizado por la Teoría de la
Dependencia no se modificó sustancialmente en los últimos años.

“La gran mayoría de los latinoamericanos viven en países en los que la


desigualdad en la distribución del ingreso aumentó de modo alarmante en el último
cuarto del siglo XX. En términos generales el incremento de la desigualdad,
característico de la década de 1980, no se revirtió en la década de 1990, período en el
que, por el contrario, siguió siendo mayor el número de países con tendencia al
deterioro de los ingresos. Una de las explicaciones ha sido la evolución asimétrica de la
pobreza y de la distribución del ingreso en las distintas fases del ciclo económico: la
crisis de la deuda afectó dramáticamente a los sectores más pobres, pero la posterior
reanudación del crecimiento no estuvo acompañada de una recuperación equivalente
de los ingresos de estos sectores. (CEPAL, 2002b)”.

2.2.1.- Corrientes principales dentro de la teoría

Al analizar la vigencia de la Teoría de la Dependencia, Schaposnik señala que la


misma se expresa en un núcleo central de ideas y una gran riqueza de matices entre
los diferentes autores.

En este sentido, identifica una serie de corrientes dentro de la teoría y las


describe de acuerdo a lo planteado por los autores Blomströn y Hettne9:

*Una corriente es la estructuralista, nacida a partir de una autocrítica de los científicos


sociales ligados a la CEPAL, que plantea los límites del proyecto de desarrollo nacional
autónomo que ellos mismos habían propuesto y en la que están Osvaldo Sunkel, Celso
Furtado y Raúl Prebish.

*Otra es la corriente neomarxista, basada fundamentalmente en los trabajos de


Theotonio Dos Santos, Ruy Mauro Marini, Vania Bambirra y otros investigadores del
Centro de Estudios Socioeconómicos de la Universidad de Chile (CESO).

*Existe, además, un grupo de autores que no están incorporados en las corrientes


mencionadas, como Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto, quienes están en la
frontera entre el estructuralismo y el marxismo ortodoxo, y André Gunder-Frank, a
quien se ubica más próximo a la corriente neomarxista.

Giovanni E. Reyes, en su artículo “Teoría de la Dependencia” desglosa las


bases teóricas de la propuesta dependiente, al afirmar que combina elementos neo-
marxistas con la teoría económica keynesiana (ideas económicas liberales que
surgieron en Estados Unidos y Europa como respuesta a la depresión de los años 20.

“A partir del enfoque económico de Keynes, la teoría de la dependencia está


compuesta por cuatro puntos fundamentales: a) desarrollar una considerable demanda
interna efectiva en términos de mercados nacionales; b) reconocer que el sector
industrial es importante para alcanzar mejores niveles de desarrollo nacional,
especialmente porque este sector genera mayor valor agregado a los productos en
comparación con el sector agrícola; c) incrementar los ingresos de los trabajadores
como medio para generar mayor demanda agregada dentro de las condiciones del
mercado nacional; d) promover un papel gubernamental más efectivo para reforzar las
condiciones de desarrollo nacional y aumentar los estándares de vida del país”.

Cita a Foster-Carter (1973), quien a su entender encuentra tres diferencias


fundamentales entre el Marxismo ortodoxo clásico y el Neo-marxismo, siendo el
segundo el que provee una base para la teoría de la dependencia. Primero, el enfoque
clásico se centra en el análisis del papel de los monopolios extendidos a escala
mundial, mientras que el centro del Neo-marxismo es proveer una visión desde las
condiciones periféricas. Segundo, el movimiento clásico previó la necesidad de una
revolución burguesa en la introducción de procesos de transformación; desde la
perspectiva de Neo-marxista y basándose en las condiciones actuales de los países del
Tercer Mundo, es imperativo “saltar” hacia una revolución social, principalmente porque
se percibe que la burguesía nacional se identifica fuertemente con posiciones de élite y
de la metrópoli más que con posiciones nacionalistas.

“El enfoque marxista clásico consideraba que el proletariado industrial tenía la


fuerza y estaba llamado a ser la vanguardia para la revolución social; el enfoque Neo-
marxista insistió en que la clase revolucionaria debía de estar conformada por los
campesinos para poder llevar a cabo un conflicto revolucionario”.

Aunque la escuela de la modernización y la escuela de la dependencia difieren


en muchas áreas, también presentan algunas similitudes, las principales son: a) el
centro de la investigación es el desarrollo de los países del Tercer Mundo; b) una
metodología que utiliza un alto nivel de abstracción y se centra en el proceso
revolucionario, utilizando estados-naciones como unidad de análisis; c) el uso de
visiones estructurales teóricas polares; en un caso la estructura es tradición versus
modernidad (modernización), en el otro en el caso del centro versus la periferia
(dependencia).

Reyes desglosa, asimismo, las principales hipótesis sobre el desarrollo en los


países del llamado Tercer Mundo desde la perspectiva de la escuela de la
dependencia: en primer lugar el desarrollo de los países del Tercer Mundo necesita
tener un grado de subordinación al centro en contraste del desarrollo de las naciones
centrales cuyo desarrollo fue históricamente y es hoy día independiente. En
Latinoamérica podemos observar ejemplos de esta situación, especialmente en
aquellos países con un alto grado de industrialización, como Brasil, el cual es utilizado
por André Gunder-Frank como caso de estudio.

Segundo, los dependentistas en general consideran que las naciones periféricas


experimentan su mayor desarrollo económico cuando sus enlaces con el centro están
más débiles. Un ejemplo de esto es el proceso de industrialización que se desarrolló en
Latinoamérica durante los años 30 y 40, cuando las naciones del centro estaban
concentradas en resolver los problemas de la Gran Depresión y las potencias
occidentales estaban involucradas en la Segunda Guerra Mundial.

Una tercera hipótesis indica que cuando los países del centro se recuperan de
su crisis y restablecen sus vínculos comerciales y financieros, incorporan de nuevo al
sistema a los países periféricos, y el crecimiento y la industrialización de este país se
tiende a subordinar.
Gunder-Frank indica en particular que cuando los países del centro se recuperan
de la guerra u otras crisis que han desviado de su atención de la periferia, la balanza
de pagos, inflación y estabilidad política de los países del Tercer Mundo se han visto
afectadas negativamente. Por último, el cuarto aspecto se refiere al hecho de que las
naciones más subdesarrolladas que todavía operan con sistemas tradicionales
feudales son las que tuvieron relaciones más cercanas con el centro.

Sin embargo, Theotonio Dos Santos afirma que la base de la dependencia de los
países subdesarrollados resulta de la producción industrial tecnológica, más que de
vínculos financieros a monopolios de los países del centro. Otros autores clásicos de la
teoría de la dependencia son: Baran, quien ha estudiado condiciones en India a final de
la década de 1950; y Ladsberg, quien ha estudiado los procesos de producción
industrial en los países del centro en los 70.

2.2.3- Críticas a la Teoría de la Dependencia

Reyes señala que las principales críticas de la Teoría de la Dependencia se han


centrado en el hecho de que esta escuela no provee evidencia empírica exhaustiva
para justificar sus conclusiones. Además, este enfoque utiliza un alto nivel de
abstracción en su análisis. Otra crítica es que el análisis de la dependencia considera
perjudiciales los vínculos de estos países con las corporaciones transnacionales,
mientras en verdad estos vínculos pueden ser utilizados como medio de transferencia
de tecnología. Referente a esto es importante recordar que los Estados Unidos fue una
colonia y que este país tuvo la capacidad de romper el círculo vicioso del subdesarrollo.

Agrega el autor que los nuevos estudios de la Teoría de la Dependencia incluyen


los de Cardoso (1979) y Falleto (1980). Estos autores toman en cuenta las relaciones
de los países en términos de sus niveles sistémicos (externos) y sub-sistemáticos
(internos), y cómo estas relaciones pueden ser transformadas en elementos positivos
para el desarrollo de las naciones periféricas.

O´Donell estudió el caso de la autonomía relativa entre elementos económicos y


políticos en el contexto de las condiciones de los países del Tercer Mundo,
especialmente los países de Asia Sur-Oriental. Evans estudió las ventajas
comparativas que Brasil tiene respecto a sus vecinos en Suramérica, y Gold estudió los
elementos de dependencia que operaban a principios del proceso mediante el cual
Taiwán se convirtió en un país con notable potencial económico.

“Un punto importante de los nuevos estudios de dependencia es que mientras


que la posición ortodoxa de la dependencia no acepta la autonomía relativa del
gobierno de las élites poderosas, los nuevos autores de esta escuela reconocen un
margen de acción de los gobiernos en el sentido de darles espacio para perseguir su
propia agenda. Estos argumentos se incluyen principalmente de los trabajos de Nikos
Poulantzas. Para este cientista político los gobiernos del Tercer Mundo tienen un cierto
nivel de independencia del eje real de poder dentro del país.

Una de las principales críticas actuales de la teoría de la dependencia y de la


modernización es que ambas continúan basando sus supuestos en los resultados en
los estados-nación. Este es un punto importante que nos permite separar las escuelas
antes mencionadas de la perspectiva teórica de los sistemas mundiales o de la teoría
de la globalización. Estos últimos movimientos enfocan su atención principalmente en
los vínculos entre países, especialmente aquellos relacionados con el comercio, los
sistemas financieros internacionales, la tecnología mundial y la cooperación militar.

Finalmente, podemos citar al sociólogo Enzzo Faletto, quien en su artículo


“Teoría da Dependencia”, retoma el análisis sobre la vigencia de esta corriente, al
asumir varias interrogantes claves:

“¿Es la temática de la dependencia una herencia que hay que rechazar o


asumir? ¿Qué problemas, de los planteados por los estudios sobre dependencia,
siguen hoy vigentes? ¿Cómo reformularlos?”.

A juicio del sociólogo, uno de los temas significativos - de los cuales el debate
sobre la dependencia fue parte – es el problema nacional y la conflictiva relación entre
sistema internacional y sistemas nacionales; en donde, el modo en que ambos se
articulan no es ajeno a las formas en que se constituye el poder interno.
Afirma en su trabajo que el tema de la gestión del desarrollo no es un problema
neutral y de pura resolución tecnocrática. Se trata de opciones de sociedad y de la
posibilidad de intervenir en los procesos de transformación de la vida social. Y a esta
gestión, no le son ajenos los valores culturales e incluso éticos.

“¿Vale la pena estudiar lo dicho por los dependentistas y las interpretaciones


que dieron? En gran medida, el análisis del tema de la dependencia es, también, el
análisis del papel de los intelectuales en un momento de la historia latinoamericana y –
para bien o para mal– los intelectuales son productores de ideologías. ¿Cuál es el
papel de las ideologías en los procesos económicos? El tema de la Nación operó en el
desarrollo latinoamericano como ideología. ¿Hemos terminado con el tema de la
Nación? ¿La participación de las masas es, pura ideología populista, o un problema
real? Y, por último, ¿Cambiar las reglas de la sociedad capitalista actual, es una idea
en desuso?”.

2.3- Heterogeneidad Estructural en la Región.

Esta teoría fue formulada por Aníbal Pinto, con coincidencias analíticas con las
interpretaciones dependentistas cepalistas, aunque Prebish ya había planteado el
concepto de heterogeneidad en su obra fundacional de la CEPAL. Sin embargo, Aníbal
Pinto lo precisa, profundiza.

Esta teoría permite explicar la divergencia en el desarrollo, la desigualdad entre


la zona periférica y la zona centro.

La Heterogeneidad Estructural alude tanto a la estructura productiva como a la


estructura ocupacional.

Una referencia a la heterogeneidad en la estructura productiva la encontramos


allí donde hay sectores, ramas o actividades industriales en las que la productividad del
trabajo es alta o normal, y simultáneamente otras, con productividad mucho más baja.
Esta diferencia coexistente es mucho mayor en el área periférica.

Esto está directamente correlacionado con la estructura ocupacional, siendo una


estructura el reflejo de la otra. La estructura ocupacional refiere a la coexistencia de
mano de obra ocupada en condiciones de productividad alta o normal, coexistiendo con
mano de obra ocupada en condiciones de baja productividad, que en el caso de la zona
periférica, ésta distancia en la estratificación es muy acentuada, es decir, la ocupación
en condiciones de alta o normal productividad, coexiste con la de muy reducida
productividad, esto es, el subempleo.

La teoría de la heterogeneidad estructural ayuda a explicar el fenómeno del


subdesarrollo en Latinoamérica; el porqué de la desigualdad en la región, el
estancamiento, la inequitativa distribución de los ingresos, lo cual aplica en la región,
en mayor medida, a los países más rezagados.

En este sentido Prebish destaca la difusión internacional lenta y desigual del


progreso técnico, que conlleva a diferencias en el grado de desarrollo de los países. La
estructura desigual en el orden tecnológico atiza la polarización Centro-Periferia. Esta
asimetría expresada en el rezago en la innovación y la generación de empleos, acentúa
la heterogeneidad respectivamente entre los países Centro-Periferia, que refleja
globalmente la desigualdad en la región. Esta asimetría abarca aún más allá de lo
tecnológico y económico, incluyendo lo social, y demás áreas.

La dinámica de la estructura productiva y de la ocupacional internacional,


condiciona los niveles sociales y distribuye entre ellos, costos y beneficios.

Así, los frutos del progreso técnico tendían a concentrarse tanto respecto a la
distribución del ingreso entre las clases sociales, como a la distribución entre sectores
(estratos) y entre regiones de un mismo país.

Este análisis de amplias conclusiones, incluye el argumento de que el proceso


de crecimiento en América Latina tendía a propender en forma renovada a la
heterogeneidad estructural imperante en el período agrario-exportador.

Es decir, así como para los dependentistas la industrialización no había


eliminado la dependencia, ya que solo la había alterado, en la opinión de Aníbal Pinto,
la industrialización no eliminaba la heterogeneidad estructural, solo modificaba su
formato. El subdesarrollo era un proceso que daba muestras de perpetuarse a pesar
del crecimiento económico.

De manera que a través de esta teoría estructural se puede analizar y


comprender la dinámica macro y micro del desarrollo y pensar en las estrategias
políticas para avanzar en el desarrollo de las áreas periféricas.

Los diagnósticos cepalistas de insuficiencia dinámica, dependencia y


heterogeneidad estructural, se orientaban hacia agendas políticas semejantes de
características reformistas, hacia la idea de que el patrón o estilo de desarrollo
económico tendría que modificarse mediante una mejor distribución del ingreso y de
profundas reformas en las áreas agraria, patrimonial, financiera, tributaria, educativa y
tecnológica. Para alcanzar todo eso se necesitaba una profunda transformación política
que incluyera fundamentalmente la recuperación de la democracia en los países en la
que se habían instalado dictaduras militares.

El texto “Hacia una dinámica del desarrollo latinoamericano” (1963), destaca que
sin esa redistribución de la riqueza y modificación de la estructura, no sería posible
sortear la insuficiencia dinámica de las economías de la región.
Conclusiones

Hablar de América Latina, sus condiciones, características, e incluso su


gentilicio, no es una tarea sencilla, vista la heterogeneidad que se evidencia en cada
país. Sin embargo, si hay algo que siempre ha unido al subcontinente ha sido su
pobreza y por supuesto, su desigualdad, cuando se contabilizan condiciones como
ingresos, salud y otros indicadores sociales.

Desde el análisis de las teorías de la Dependencia, la Insuficiencia Dinámica y la


Heterogeneidad Estructural, se estudian las causas del atraso de Latinoamérica y los
factores que han influido a lo largo de la historia, para que prevalezcan estas
condiciones, luego de tantos planes para lograr el arranque de una región con una
riqueza, aún hoy, inestimable.

El economista argentino Raúl Prebish desde su rol como secretario general de la


Cepal orientó en los años 60 el proceso de industrialización en el continente, que
finalmente fracasaría debido a las mismas condiciones en las cuales se dieron los
planes en los distintos países.

Con la Teoría de la Dependencia vamos a encontrar una serie de explicaciones a


estos fenómenos, que enuncian las relaciones entre los países del centro y la periferia
y finalmente, cómo estas relaciones en lo económico se reflejan en los resultados de
los planes que se aplicaron desde los años 50 en el subcontinente.

El proceso, que también se conoció como de “crecimiento hacia dentro”,


buscaba favorecer la sustitución de importaciones con la transferencia de recursos del
sector agropecuario al industrial.

Debemos citar a la autora Carmen Rosa Schaposnik para reseñar a Teotonio


Dos Santos (1970), quien explicaba la dependencia, como una expresión histórica del
capitalismo y las diversas formas que asumió en América Latina.

Una primera forma fue la dependencia colonial, para seguir con la dependencia
financiera–industrial, que se consolidó a fines del siglo XIX, una cuarta modalidad fue la
dependencia financiera–especulativa, a partir de la década de 1970, para concluir
desde la los modelos de desarrollo analizados por la Teoría de la Dependencia, que la
situación del subcontinente no se modificó sustancialmente en los últimos años.

A la par de esta Estrella Cepalina de la Dependencia, tenemos los vectores que


complementan ese análisis para la comprensión, representado en la Insuficiencia
Dinámica y la Heterogeneidad Estructural, explicados en la investigación que antecede.

Vectores abordados por cada quien en su dimensión, dentro de la complejidad


latinoamericana, por Prebish y Antonio Pinto, cuyos aportes han sido, de acuerdo a lo
estudiado, extraordinarios para la comprensión del fenómeno económico social
regional. Aportes que abarcan, además, el modelo de soluciones direccionadas hacia el
origen de la trabas. Su implementación ha sido objeto de estudio, respecto de lo cual
hemos presentado una modesta aproximación, para orientar análisis más profundos y
extensos.

Sin una distribución equitativa de la renta, reestructuración y reorientación de las


políticas financieras, fiscales, tributarias, educativas, tecnológicas, que permitan ir
homogeneizando la estructura productiva y ocupacional, reinversión social e industrial
del potencial, empleo inteligente del ahorro acumulado, no podría superarse la
insuficiencia dinámica ni estrecharse la distancia entre los factores en la
heterogeneidad estructural; problemas ambos que de no tener solución de continuidad,
hacen que la situación de Subdesarrollo se sostenga, con economías estancadas;
algunas veces con apariencias de mejoras temporales en lapsos coyunturales de
convergencia de factores mayormente externos, pero sin salidas definitivas que sean
el resultado de atacar en forma sostenida e integral el origen de estos problemas.
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