Apuntes
Apuntes
Apuntes
Mª Rosario López
Introducción
A pesar del tiempo que se viene trabajando y discutiendo sobre los aspectos de género, la visión
androgénica omnipresente y la presión “invisible” que esta ejerce sobre el pensamiento y sobre la
jerarquía del conocimiento, han logrado que aún hoy no se conozca, y por tanto no se tenga en
consideración, el concepto de género ni se reconozcan las inequidades que esto conlleva.
Los términos sexo y género suelen ser utilizados indiscriminadamente, aunque ambos representan
conceptos marcadamente diferentes, y en el estudio en ciencias de la salud suele referirse a
aspectos exclusivamente biológicos (fisiología, anatomía…) orgánica y biológica que distingue
al macho de la hembra( y sirve tanto en seres humanos como en los animales) y cuando usamos
el término género, hacemos referencia el conjunto de características, oportunidades y expectativas
que la sociedad asigna a las personas, y que estas asumen como propio, basándose en sus
características biológicas, o sea, en su sexo.
Por tanto. el género consiste en las diferencias sociales entre hombres y mujeres que han sido
aprendidas, cambian con el tiempo y presentan grandes variaciones tanto entre diversas culturas
como dentro de una misma cultura (dinámico). Como se desprende de lo anterior, el sexo de una
persona lo determina la naturaleza, pero su género lo elabora la sociedad. No debemos confundir
“sexo” con “género” ni “género” con “mujer”
Perspectiva de género
Las personas son siempre mujer u hombre y puede haber diferencias por sexos en el
estado de salud y en la atención en los servicios sanitarios.
Existe una construcción cultural y social distinta para cada sexo (construcción de género),
y puede haber diferencias debidas a estas construcciones de género en el estado de salud
y en la atención sanitaria (desigualdades).
En la sociedad existe jerarquía entre los sexos, siendo aún a veces minusvalorado o
discriminado lo femenino y existiendo relaciones de poder entre hombres y mujeres. Son
las relaciones de género.
Las posibles diferencias de salud, tanto debidas al sexo, como motivadas por factores y relaciones
de género, pueden resultar discriminatorias y ser injustas y evitables. Es decir, pueden ser
desigualdades e inequidades de género en el estado de salud y en la atención sanitaria. Es
necesario analizar los estereotipos que suponen un riesgo para la salud y establecer medidas para
modificarlos
Algunos de estos riesgos, aun actualmente, colocan a las mujeres en posiciones de desventaja en
la salud, -como la precariedad en el mundo laboral o el estar sometidas a trabajos de cuidados-, e
incluso a veces, en situaciones de alto riesgo para la vida -como es el caso de la violencia de
género-.
En otros casos son los hombres los que se sitúan en desventaja, como el caso de muertes por
accidentes (tanto laborales La perspectiva de género (enfoque de género) otorgará una doble
mirada sobre la realidad que viven hombres y mujeres y buscará el camino adecuado para reducir
inequidades y mejorar la situación de unos y otras.
El género impregna toda la vida social y cultural de las personas y por ello en todas las actividades
existen sesgos de género, incluidas las del ámbito sanitario.
Sesgos en la investigación
Sesgos en el estado de salud
Sesgos en el acceso a la atención y el diagnóstico
Sesgos en el esfuerzo terapéutico como de tráfico) o el de cuidado de la salud sexual.
Salud y Género 3
Las diferencias encontradas por sexos pueden deberse a circunstancias sociales discriminatorias
para uno u otro sexo, -como situaciones discriminatorias para las mujeres en el trabajo, en el
reparto del trabajo fuera y dentro de casa que afectan a su salud. Los roles de género
desempeñados por hombres y mujeres son factores sociales de vulnerabilidad de género. Como
resultado es necesario identificar los factores diferenciales en salud
Los determinantes de género pueden explicar diferencias de resultados de salud que en otros
contextos se asimilan a diferencias por clase social o nivel educativo, dada la asociación que se
presenta entre los factores socioeconómicos más desfavorables con las mujeres en muchas
ocasiones multifactorial). Por ejemplo, existen diferencias en salud según el estatus
socioeconómico, pero cuando se enfocan desde el aspecto de género pueden revelar diferencias
inesperadas entre las mujeres y los hombres que no pueden ser explicados solamente por el estatus
socioeconómico. Se han obtenido resultados en estudios donde las mujeres de nivel
socioeconómico alto tienen resultados de salud similares a los hombres de nivel socioeconómico
bajo.
Identificar si los hombres y mujeres consultan de forma diferente por el mismo problema
en los distintos escalones de los servicios sanitarios, y si estas diferencias son debidas a
actitudes de las mujeres o de los hombres relacionadas con los modelos de
comportamiento de género.
Identificar si se aprecian diferencias por sexos en la forma en que el sistema sanitario
atiende a los y las pacientes, tanto en el esfuerzo diagnóstico como el terapéutico.
Identificar si se realizan distintos diagnósticos, a igualdad de síntomas, debidos a
estigmatización o desvalorización de uno de los sexos.
Los factores socioeconómicos de riesgo para la salud, y especialmente el trabajo, merecen una
consideración especial dentro del enfoque de género (salud laboral). El trabajo es una de las áreas
críticas más poderosamente determinantes, junto con la clase social, donde la discriminación y
los estereotipos de género potencian desigualdades y vulnerabilidad que perjudican la salud y
calidad de vida de mujeres y hombres.
El modelo tradicional de división sexual del trabajo (trabajo reproductivo recluido en el espacio
doméstico para las mujeres y productivo remunerado para los hombres) sigue regenerándose en
el mundo laboral y afectando negativamente la posición social de las mujeres, resultando
inequidades que repercuten en riesgos fundamentalmente psicológicos para la salud.
Los riesgos físicos de salud en el lugar de trabajo son distintos para mujeres y hombres. Los
accidentes y las víctimas mortales son más frecuentes en ellos, porque los tipos de trabajo y el
entorno son peligrosos. Y se exponen más que las mujeres a ruidos, vibraciones, temperaturas
extremas y levantamiento de pesos pesados.
Sin embargo, los riesgos de salud de las mujeres en el trabajo proceden más de altas demandas y
poco control, con movimientos repetitivos y posturas forzadas y con intensa exposición cara al
público. Para ellas, el cansancio, estrés y problemas musculoesqueléticos son más frecuentes.
Promover la inclusión del enfoque de género para alcanzar la igualdad y equidad en salud
en todos los niveles del sistema de salud.
Aplicar la perspectiva de género en la programación en salud es un reto por el que es
necesario incorporar marcos teóricos y enfoques que abarcan el concepto de salud
integral, que considera la salud como un proceso en el que influyen la biología, el
contexto social y la experiencia subjetiva vivida.
Tener en cuenta que los factores mencionados (biología,…) afectan de forma diferente a
hombres y mujeres y, a menudo, generan inequidad que repercute directamente sobre el
proceso de salud.
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Existen recursos generales de resistencia (biológicos, materiales y psicosociales) que hacen que
las personas perciban más fácilmente su vida como coherente, estructura y comprensible.
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Travis, desde su clínica del bienestar, planteó el modelo de salud como un continuo, donde un
polo sería la muerte y el otro el máximo bienestar particular.
Surge (Hupper, 2009) el concepto de salud mental “florenciente”, que se caracteriza por síntomas
de hedonia y funcionamiento positivo, operacionalizados a través de medidas de bienestar
subjetivo, así como la autovaloración de la propia vida y de la calidad de su funcionamiento vital.
Pero el continuo no es unidimensional, al menos uno es cómo de sano estoy y otro cómo de
enfermo estoy. Puede estarse sano pero enfermo al mismo tiempo. La realidad tiene más de una
dimensión, por lo que múltiples ejes representan mejor lo que ocurre (Corey y Keyes, 2005).
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Desde la teoría general de sistemas se han propuesto modelos aplicados al campo de la salud. La
salud no es un sistema que suma 0, sino que al mejorar la salud mejora todo lo demás (gente sana
es gente que trabaja).
Determinantes de la salud
Intervienen múltiples factores en la salud. Los determinantes sociales de la salud son las
condiciones sociales en que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen, incluyendo
los sistemas de salud. Apuntan tanto a los rasgos específicos del contexto social que afecta la
salud, como a los mecanismos por los cuales las condiciones sociales se traducen en impactos de
salud.
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Hablar de salud en positivo permite ensalzar los factores de protección y la creación de un entorno
saludable. Es necesario promover la salud para todos (estrategia poblacional). Hay inequidad en
la salud, no es una desigualdad justa ni inevitable: es injusta y evitable.
Whitehead propone un modelo en el que existe un fuerte factor de protección de las redes sociales
y comunitarias. En sistemas en los que las restricciones sean mayores, lo importante es la
introducción de la diversidad y la conciliación.
Las desigualdades de salud en España son patentes y significativas, aunque menores que en otros
países europeos. Afectan principalmente a mujeres, colectivos vulnerables y clases sociales
desfavorecidas. Están estrechamente ligadas al nivel educativo. En mortalidad, las desigualdades
no han cambiado mucho de tendencia, pero sí han tendido a aumentar las desigualdades en salud
autopercibidas.
EN CIENCIAS DE LA SALUD
Mª Rosario López
El análisis de dos convocatorias del FIS alejadas en el tiempo muestra que la presencia de las
mujeres en el sistema de promoción de la investigación ha mejorado muy poco con el paso de los
años. Si en 1995 la cifra de investigadoras principales se situaba en un 26,1%, los datos más
recientes muestran que el porcentaje de primeras investigadoras se situó en 2005 en un 29,7% ,
en el 2014 es de un 27,2% y en 2017 en un 25,2%.
En el campo académico las mujeres ocupaban en el 2010 el 14% de las cátedras universitarias en
Medicina y este número presenta pocas variaciones en los últimos años (actualmente un 19%).
Si nos fijamos por especialidades un porcentaje elevado de ellas elige Pediatría. Es por tanto
curioso constatar que en 2014 no existía ninguna catedrática de Pediatría en España (como
tampoco de Ginecología y Obstetricia)
Respecto a las publicaciones científicas en el área de salud, son varios los análisis bibliométricos
de diferentes publicaciones para valorar la importancia de la participación de las mujeres. Así, en
1998 prácticamente un 70% de los artículos publicados en las principales revistas especializadas
en salud el primer autor era un hombre y aunque actualmente la cifra se ha reducido (en torno al
50%) no responde a la distribución real de mujeres en el área de salud. En el caso de los editoriales
de revistas científicas internacionales, la proporción de mujeres se sitúa entre el 11 y el 18%.
También existe una presencia menor de mujeres en los equipos editoriales. En conjunto, se puede
decir que la media de participación de las mujeres en puestos de toma de decisión y evaluación
de las revistas de ciencias de la salud es del 20%.
Actualmente, las mujeres suponen un 68% del total de profesionales sanitarios colegiados, según
los datos del INE, lo que refleja la progresiva feminización de las especialidades en conjunto,
aunque la distribución de hombres y mujeres en las diferentes especialidades no es homogénea, y
depende de muchos y diversos factores ( estereotipos de género).
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Los Consejos Generales de Colegios Profesionales (CGCP) destacan por ser las entidades
profesionales con menor presencia de mujeres en sus juntas directivas. En los CGCP de las
especialidades de Biología, Medicina y Veterinaria existen pocas mujeres en los órganos de
gobierno (Presidencia, tesorería…) incluyendo el caso concreto de la OMC de España y los
colegios provinciales. En la Real Academia de Medicina el porcentaje de académicas a Enero de
2014 era de 4,17%. Desde entonces se han nombrado 3 académicas más.
Temas de investigación
Por otra parte, en cuanto al contenido de la investigación, las expectativas acerca de que la
priorización de la investigación sea especialmente relevante con los problemas de salud de la
mujer tradicionalmente desatendidos, son escasas.
Probablemente juega un papel importante la atención selectiva que los especialistas y “expertos”
suelen dirigir y focalizar en las oportunidades de mercado y de prestigio, asociadas generalmente
a la innovación tecnológica, y que no siempre es congruente con las necesidades sanitarias
percibidas por las mujeres y hombres.
Situación actual
Para concluir, es alentador comprobar la formulación de aspiraciones comunes por parte de las
autoridades responsables de progreso en:
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En este sentido se están haciendo propuestas para que una proporción mayor de recursos para la
investigación se asigne a mujeres (FIS)) y se ha creado un área FEM en las convocatorias del Plan
Nacional I+D+i. Este hecho resulta particularmente significativo e indica el trecho que queda por
recorrer para erradicar el sesgo involutivo de género en cuanto a estrategia, relevancia social,
priorización y producción de conocimiento y aplicación clínica.
La validez de la investigación hace referencia al grado en que las conclusiones son extrapolables
a la población de referencia. La medicina basada en la evidencia se refiere a la utilización
consciente, explícita y juiciosa de la mejor evidencia científica disponible a la hora de tomar
decisiones sobre el cuidado de los pacientes (Sackett,1997)
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Los ensayos clínicos se realizan con el objetivo fundamental de encontrar nuevos fármacos o
nuevas terapias para el tratamiento de una enfermedad. La consideración de esta metodología
científica empezó en el año 1937 y en el año 1959 se dieron algunas recomendaciones para la
elección de los sujetos de estudio: hombres, de raza blanca y clase social media dado que parecía
el patrón más recomendable.
La instauración normatizada de los ECC se realizó por primera vez en EEUU por la la agencia
que regula los medicamentos (FDA) a raíz del empleo de la talidomida en 1960.
Este procedimiento se criticó para la realización de ensayo con fármacos nuevos, pues su
exclusión de las primeras fases de la investigación (evaluación de toxicidad y efectos adversos),
dejaba de proporcionar información útil sobre estas posibilidades en la mujeres y extendía el error
en las sucesivas redefiniciones del diseño del ensayo en fases posteriores
A principios de los 90 surge el debate sobre la exclusión sistemática de las mujeres de los ensayos
clínicos y comienza a aparecer bibliografía científica señalando que, con el argumento de prevenir
el riesgo potencial de daño fetal, se las ha podido dañar en lugar de proteger.
La cantidad de grasa corporal, la altura, el peso o las hormonas son factores que influyen en el
modo en que los fármacos actúan sobre el organismo y existen evidencias en la literatura médica
que confirman que los hombres y mujeres absorben, distribuyen y metabolizan los medicamentos
de forma diferente.
Existe por lo tanto una duda razonable en cuanto a la efectividad y los efectos secundarios.
Esto dio lugar a la modificación de la guía eliminando la exclusión de mujeres. Además ,desde
1993 la legislación en EEUU obliga a que los estudios clínicos financiados por los Institutos
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Nacionales de Salud (NHI) incluyan en las poblaciones de estudio tanto a hombres como a
mujeres.
Además de los estudios financiados por el estado, en ese mismo año la FDA rescindió la
prohibición de inclusión de mujeres y publicó una guía para el estudio y la evaluación de las
diferencias según el sexo en los ensayos.
En una época en que la ciencia no acepta como verdaderas las hipótesis hasta que son puestas a
prueba rigurosamente, es llamativo que haya habido pocos cambios desde la reformulación de las
guías de la FDA. La conclusión de una revisión del año 2000 (R. Vidaver ) sobre el sesgo de
género en los ensayos publicados en The New England Journal of Medicine y otras revistas
americanas en la segunda mitad de los noventa, financiados por el NHI , no es demasiado
optimista sobre la mejoría en los ensayos respecto del equilibrio del número de mujeres y hombres
estudiados en éstos y la aplicación del análisis de resultados específicos por sexos
Aproximadamente una quinta parte no incluía mujeres en los estudios y de los que las incluían
solo una cuarta parte analizaba los datos por sexo.
En el caso de la Unión Europea la decisión es aún más controvertida dado que por una parte se
promueve el equilibrio entre los sexos en la investigación y por otra parte en el apartado de la
ética se suele aludir a la Declaración de Helsinki que manifiesta la necesidad de proteger a quienes
participan en las investigaciones.
Un reciente estudio financiado por la UE investigó si los comités de ética de cinco estados
miembros tenían en cuenta la igualdad de sexos a la hora de evaluar los protocolos de los ensayos
clínicos y la respuesta es que no se consideraban como requisitos formales en la mayoría de los
casos.
Incluso en 2005 la Agencia Europea del Medicamento (EMA) hizo público un documento en el
que exponía argumentos en contra de la necesidad de incluir a las mujeres como un grupo especial
dentro de las guías que regulan los ensayos clínicos (International Conference on Harmonization,
ICH).
La mayor dificultad en incorporar a las mujeres a los ensayos, su alta tasa de abandono durante el
seguimiento, los efectos de confusión provocados por los cambios hormonales y las interacciones
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Sin embargo, estas razones de exclusión son las que hacen recomendable su inclusión, pues para
prescribir un fármaco hay que conocer la existencia de variaciones en la respuesta al tratamiento
según el estadio del ciclo menstrual y si es antes o después de la menopausia, si las terapias
hormonales afectan a la respuesta, si los fármacos estudiados pueden afectar a su fertilidad y si
ambos sexos responden de forma diferente al mismo tratamiento. Indiscutiblemente existe
también un problema económico (la duplicación de las muestras en los ensayos clínicos).
Los efectos de la comercialización de fármacos que no contaron con estas recomendaciones son
sufridos actualmente por las mujeres de todo el mundo. El hecho de que las mujeres sufran más
efectos adversos que los hombres, incluso bajo el control de dosis y el número de fármacos que
se prescriben, es un argumento más para cuestionar la validez de la extrapolación a mujeres de
los resultados de los ensayos realizados en hombres (en un articulo de la Dra. Ruiz Cantero de la
Universidad de Alicante se indica que el riesgo de sufrir un efecto secundario es entre 1,5 y 1,7
veces mayor en mujeres que en hombres). En EEUU, según datos de la FDA, el 80% de los
tratamientos que se retiran o cambian sus indicaciones es por la presentación de efectos adversos
en mujeres
En este tipo de estudios el sesgo es menos evidente porque al tratarse de estudios poblacionales o
en muestras muy grandes suele haber un número importante de hombres y de mujeres.
Desde las instituciones públicas ya se está exigiendo que los análisis se hagan desagregando los
resultados por sexos. Sin embargo, no siempre esto es suficiente, porque no garantiza que se
incluyan todas las variables que componen los aspectos de género y de ahí que las conclusiones
extraídas puedan ser erróneas.
Desde las instituciones públicas, promover el cumplimiento de la nueva ley orgánica de igualdad
(LOI) . Esta ley va a actuar positivamente en la investigación en salud ya que en su artículo 27
dice que “las administraciones publicas actuarán para fomentar la investigación científica que
atienda las diferencias entre mujeres y hombres en relación con la protección de su salud tanto en
el aspecto diagnóstico como terapéutico y tanto en los ensayos clínicos como en estudios
epidemiológicos”.
Es necesario un sujeto “mujeres” para reivindicar a las mujeres en los distintos espacios, las
desigualdades y la discriminación, pero la clave está en la contextualización. El sujeto político
mujer es necesario solo en ciertos contextos. Es esencial también la deconstrucción de los
dualismos. La “piñata” del sexo es una metáfora de esta idea, hay que reventar la piñata y ver los
tipos de sexo que hay.
No existen dos sexos por naturaleza. No se puede asignar una etiqueta al cromosoma, ya que, por
ejemplo, existen mujeres que poseen un cromosoma Y. El cariotipo no define la identidad, pues
la mayoría de las veces se desconoce. Además, no es algo necesariamente natural, puesto que en
no en todas las especies es igual, e incluso algunas cambian según el contexto. Hay una amplia
variabilidad genética en la naturaleza. Ocurre lo mismo con el sexo hormonal. Las hormonas no
son específicas de un sexo u otro, sino que se tienen en mayor o menor proporción, además de
que su función no es meramente sexual (crecimiento, diferenciación celular, etc.). Respecto al
sexo gonadal y morfológico también existe una variabilidad tanto en los órganos internos como
externos. En definitiva, sería más correcto hablar de una multiplicidad de sexos.
La variabilidad natural, cuando no hay coherencia entre los diferentes componentes o no son
dualistas, suele traducirse en ambigüedad patológica (síndromes), por no ajustarse a las normas
sociales dualistas. Un ejemplo de ello es la medicalización de la intersexualidad, que son
variaciones sexuales que no encajan en las definiciones típicas de hombre o mujer. La presión es
tan fuerte en la asignación sexual binaria que es una forma de violencia, generalmente violencia
administrativa. ¿hasta qué punto es necesario un cuerpo binario para ser ciudadano?
Toda asignación de sexo es provisional, puesto que es imposible el diagnóstico de un sexo o, más
bien, de prever con certeza la futura de identidad de género de la persona. Por eso, la asignación
sexual, en especial cuando implica cirugías, es una forma de violencia muy grave contra las
personas. Las variaciones anatómicas sexual son consideradas patológicas, supone una urgencia
“psicosocial” que implica diagnóstico y asignación médica de un sexo, y “fijación” mediante
tecnologías de “normalización” sexual. La intersexualidad como variación corporal en sí misma
no es una patología, si bien sí puede haber condiciones que requieran atención médica específicas.
Necesidad de otro tipo de representaciones más allá del referente biomédico. Representaciones
que “empoderen”, que generen identificaciones positivas, que representan vidas y personas
posibles y deseables, desde la agencia y que representen la multiplicidad de experiencias
diferentes. Representaciones que abran dudas sobre la realidad natural del dualismo sexual. Se
trata de espacios de fantasía y deseo, más allá del referente de la biomedicina, sobre otros cuerpos
reales y posibles y sobre la diversidad sexual. No nos hablan de cuerpos fragmentados,
diagnosticados e intervenidos, “nos cuentan historias” (Cabral, 2009).
Por tanto, el respeto por la integridad corporal de niños y niñas intersex, la interrupción de cirugías
tempranas e irreversibles médicamente innecesarias y la propiedad individual del propio cuerpo
son fundamentales. Hay que tener en cuenta el carácter histórico, construido y contingente de la
relación entre corporalidad (genitalidad) y género. No se debe atribuir el género al nacer ni hacer
cirugías innecesarias, sino que la persona debe decidir de adulta, con toda la información
disponible posible.
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VIOLENCIA OBSTÉTRICA
Muchas veces el que ejerce violencia no se da cuenta de que la hace, está normalizada, además
entran en juego las rutinas. Asimismo, hay violencias que pueden ser consideradas extremas para
unos y no para otros. Hay violencias simbólicas que se aprovechan de la vulnerabilidad de las
personas y las posiciones de poder.
Actualmente hay un alto número de cesáreas: generalmente es más fácil, menos costoso y con
menor riesgo de complicaciones. Sin embargo, es una forma de violencia la imposición de la
cirugía cuando es innecesaria. Hay una fuerte medicalización del parto.
Ya desde el siglo XIX se habla de violencia obstétrica, así que no es algo precisamente nuevo.
Carmen Barrenechea Alcain, matrona de finales del siglo XIX, afirma que Madrid era la ciudad
de la muerte en esa época. No había matronas, sino comadrones, con una importante falta de
higiene y una amplia extensión y transmisión de enfermedades. La fiebre puerperal era una de las
principales causas de muerte.
Cuando los hombres empiezan en la obstetricia se apropia de los saberes de las mujeres. Por
ejemplo, el cornezuelo del centeno se ha venido usando para aliviar los dolores del parto. Una vez
que John Stearns lo introduce en la práctica (masculina) su uso pasó a ser masivo, alegando que
no tenía efectos secundarios, sin tener que en cuenta de que aumentaba la posibilidad de muerte
y complicaciones. De igual forma, muchas de las prácticas que se realizan en ginecología se han
fomentado por la comodidad del que atiende y no de la persona atendida.
Algunos datos:
Consuelo Prado
Marañón afirmaba que las mujeres eran el sexo débil, eran las histéricas. A partir de eso muchas
fuentes médicas han bebido de esta idea, considerando que es la esencia de la mujer. Se trata de
una visión paternalista de la mujer. La medicina de las mujeres nación asociada a su función
reproductiva (ginecología). Cuando empiezan a visibilizarse, empiezan a ser el objetivo de
multinacionales, dando la vuelta a procesos naturales y medicalizándolos.
Las mujeres están mejor preparadas para adaptarse al medio. Cuando, por ejemplo, hombres y
mujeres se ponen en huelga de hambre, los hombres tienen que recurrir más rápidamente a las
reservas de proteínas, destruyéndose a sí mismos. La composición biológica entre los dos sexos
es distinta. La evolución como XX hace que sean organismos menos demandantes de energía y
más ecoestables. El mantenimiento es mejor en déficits del entorno, además de que el catch up es
mucho mayor si el entorno es favorable. Tienen una mayor resistencia a los cambios, ya que los
estrógenos favorecen la acumulación de grasa. Asimismo, las mujeres tienen una sobrevida,
tienen genes inmunorreguladores ligados al cromosoma X. A causa de esto, hay muchas
enfermedades que son muy poco frecuentes en las mujeres. No obstante, la mortalidad de las
mujeres en mayor en la etapa reproductiva que en los hombres, solo se estabiliza en la
menopausia.
Se hacen patológicos procesos que son biológicamente normales, además de que no se informan
de los efectos secundarios que la medicalización conlleva. Esto es lo que viene ocurriendo con
las donantes de óvulos a las que no se les informa del riesgo grave que corren, el síndrome de
hiperestimulación ovárica, ni de los riesgos potenciales de padecer ellas mismas en un futuro:
infertilidad o menopausia prematura por perdida excesiva de óvulos, de padecer cáncer de ovario
o mama por exceso de terapia estrogénica que es la que se usa para estimular el ovario
Los médicos (y médicas, pues no son diferentes en esto), están predispuestos a la medicalización
por su formación tienen la mentalidad de curar enfermedades, por lo que solo tienen preparación
para actuar ante la patología. Esto los lleva a transformar cualquier situación susceptible de
producir problemas de salud, por ejemplo, el parto, en un problema de salud en sí mismo para
poderlo abordar. Es por esto por lo que es muy difícil plantear la prevención y promoción de salud
desde la medicina; la no enfermedad escapa a su campo de visión y de acción. • Sin embargo,
tienen, también por su formación y por el papel especial que nuestra sociedad les adjudica, lo que
se puede llamar “omnipotencia aprendida”. Lo que les impide aceptar sus límites y les impele a
querer solucionarlo todo con sus limitadas herramientas: fármacos, pruebas e intervenciones
(ellos no creen que sean limitadas), por lo que medicalizan al intentar curar o prevenir. Como no
reciben formación alguna para ello, tienen una gran dificultad para ponerse al otro lado (para
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escuchar), para ver al paciente y a la paciente como una persona no pasiva, alguien que es sujeto
activo de su salud. Creen que el saber solo está de su lado de la mesa y del otro lado solo un ser
demandante y sin conocimientos (ni sobre la enfermedad ni sobre sí misma) ni recursos. Como
esta omnipotencia es una carga muy pesada, se auto defienden creando un muro para no
identificarse demasiado con los problemas que escuchan y así no conectar con su propio malestar.
Por último, les falta formación / información que no sea de medicamentos, con lo que estos se
convierten en la única herramienta de que disponen. A menudo ni siquiera están al día de la
investigación y solo leen los folletos de los fármacos. Todo lo cual les deja muy a merced de los
laboratorios farmacéuticos a los que no cuestionan porque consideran aliados y no perciben el
conflicto de intereses que se produce cuando aceptan viajes, regalos costosos, etc.
Las y los pacientes son el eslabón más débil de la cadena: no tienen mucho poder,
realmente, para cambiar al sector médico ni para enfrentarse, al menos de uno en uno,
con los laboratorios, ni para modificar el funcionamiento del sistema sanitario, pero si
pueden, mediante la toma de conciencia, cambiar su relación con la medicina y los
fármacos y, sobre todo, con su propia salud.
¿De qué manera contribuimos las pacientes a sostener la medicalización? Por un lado, tenemos
muy arraigada la mentalidad de “que me curen”. Nos gusta ir al centro médico cuando estamos
mal como quien lleva su coche al mecánico para que lo arregle. Pensamos que el médico o la
médica sabe más de nosotras que nosotras mismas. Hacemos, pues, muchas veces sin saberlo ya
que nos han educado para ello, una transferencia hacia otra persona de la responsabilidad que
tenemos respecto a nuestra salud. No pensamos que eso que nos pasa tenga que ver algo con
nosotras, con nuestra vida, algo que, si lo escucho, si lo analizo, tal vez me aclare porqué enfermo
o qué puedo hacer para estar mejor. Otra cosa que nos ayuda a aceptar la medicalización es la
sociedad de consumo. Vivimos inmersas en la idea de que hay que consumir cosas, y en la idea
de que el consumo da la felicidad. Lo más natural, pues, cuando estamos malas, es que esperemos
que haya algo externo que podamos tomar y nos cure.Además, como decía una médica de familia
de nuestra red, de todas las puertas a las que una persona cuando está mal (física, psíquica,
socialmente…) puede llamar, la única que se abre gratis es la de la medicina de familia del sistema
público de salud. De modo que vamos al centro médico con todo lo que nos pasa y el médico o la
médica solo tiene para ayudarnos un talonario de recetas.
Violencia
Jon Galtung (1930), sociólogo y matemático noruego, es uno de los fundadores más importantes
de la investigación sobre la paz y los conflictos sociales. Sus aportaciones teóricas más conocidas
son:
A menudo, las causas de la violencia directa están relacionadas con situaciones de violencia
estructural o justificadas por la violencia cultural: muchas situaciones son consecuencia de un
abuso de poder que recae sobre un grupo oprimido, o de una situación de desigualdad social y
reciben el espaldarazo de discursos que justifican estas violencias.
Salud y Género 26
A nivel mundial, en el año 2011 se estima que el 79% de las víctimas de estos homicidios fueron
hombres, así como el 95% de los homicidas.
Ahora bien, el homicidio asociado al compañero íntimo y el homicidio familiar afecta de manera
desproporcionada a las mujeres. Las dos terceras partes de las víctimas por asesinatos cometidos
por el compañero íntimo o por un familiar fueron mujeres. Se estima que en el año 2012 fueron
asesinadas 43.600 mujeres por estas causas frente a 20.000 hombres. Esto representa el 47% de
los homicidios en mujeres y el 6% de los homicidios en los hombres (Informe UN).
El concepto femicidio hace referencia a “el asesinato de mujeres por razones asociadas al género”.
Es un concepto que surge con una intención política y que trata de diferenciar en el ámbito jurídico
penal los crímenes por violencia de género de los homicidios de mujeres Existen autoras que
amplían el concepto para incluir en él muertes de mujeres provocadas por acciones u omisiones
que no constituyen un delito o bien son conductas que no pueden ser imputadas a una persona.
Así bajo este concepto más amplio se incluirían las muertes de mujeres asociadas a la desnutrición
selectiva por razones de género, al aborto inseguro o a la falta de acceso al sistema sanitario por
razones de género entre otras.
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La Organización de Naciones Unidas (ONU) define la violencia contra la mujer como "todo acto
de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o
psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación
arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada".
La violencia de pareja se refiere al comportamiento de la pareja o ex pareja que causa daño físico,
sexual o psicológico, incluidas la agresión física, la coacción sexual, el maltrato psicológico y las
conductas de control. [violencia del (ex) compañero íntimo]
La violencia sexual es cualquier acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual u otro acto
dirigido contra la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona,
independientemente de su relación con la víctima, en cualquier ámbito. Comprende la violación,
que se define como la penetración, mediante coerción física o de otra índole, de la vagina o el ano
con el pene, otra parte del cuerpo o un objeto.
La Salud Pública es una disciplina científica que tiene como sujeto y objeto de estudio, la salud y
la calidad de vida de las poblaciones humanas. No se centra en la salud de las personas a título
individual, sino en la salud de las comunidades como un todo. Su objetivo es preservar, promover,
mejorar la salud de la población y hace especial énfasis en la prevención de problemas
relacionados con la salud, así como en el tratamiento de las consecuencias que esta tiene.
La Salud Pública es una ciencia aplicada, y por tanto su objetivo final es poner en marcha o
proporcionar conocimiento del cual deriven intervenciones que deben a su vez ser evaluadas. El
enfoque de Salud Pública a cualquier problema es interdisciplinario y se basa en datos científicos,
donde confluyen un gran número de disciplinas: Medicina, Psicología, Política, Economía,
Sociología, entre otras.
Porque es un problema de una gran magnitud que se distribuye a lo largo del todo el
mundo.
Porque es un problema que no puede analizarse ni afrontarse desde un punto de vista
individual, ya que es la manifestación de relaciones de poder desiguales entre hombres y
mujeres, gestadas en las sociedades, donde “el hombre” ocupa una posición de poder
frente a “la mujer”.
mujeres. Las cifras recientes de la prevalencia mundial indican que el 35% de las mujeres del
mundo han sufrido violencia de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su
vida. Por término medio, el 30% de las mujeres que han tenido una relación de pareja refieren
haber sufrido alguna forma de violencia física o sexual por parte de su pareja (23% en los llamados
países desarrollados). Un 38% de los asesinatos de mujeres que se producen en el mundo son
cometidos por su pareja. En Europa el 77% de muertes violentas en mujeres son debidas a esta
causa. Estas formas de violencia pueden dar lugar a problemas de salud física, mental, sexual y
reproductiva y otros problemas de salud, y aumentar la vulnerabilidad a ETS/ITS como el VIH-
SIDA.
Entre los factores de riesgo de comisión de actos violentos cabe citar un bajo nivel de instrucción,
el hecho de haber sufrido maltrato infantil o haber presenciado escenas de violencia en la familia,
el uso nocivo del alcohol, actitudes de aceptación de la violencia y las desigualdades de género.
Entre los factores de riesgo de ser víctima de la pareja o de violencia sexual figuran un bajo nivel
de instrucción, el hecho de haber presenciado escenas de violencia entre los progenitores, la
exposición a maltrato durante la infancia, y actitudes de aceptación de la violencia y las
desigualdades de género. Las situaciones de conflicto, posconflicto y desplazamiento pueden
agravar la violencia y dar lugar a nuevas formas de violencia contra las mujeres.
El Modelo Ecológico Integral (MEI) con el objetivo de integran los distintos factores etiológicos
de la Violencia del compañero íntimo. El patriarcado y la dominación masculina deben estar en
la base de cualquier modelo teórico sobre la Violencia del compañero íntimo. Conceptualiza la
Violencia del compañero íntimo como un fenómeno multidimensional en el que interactúan
variables individuales, variables relacionales, factores comunitarios y factores sociales.
Salud y Género 30
Este tipo de violencia tiene graves consecuencias para la salud de las mujeres:
Las mujeres víctimas de violencia en la pareja tienen una mayor probabilidad de sufrir
discapacidad o muerte.
Distintos autores han mostrado una mayor prevalencia de problemas de salud mental,
problemas musculo‐esqueléticos y problemas de salud sexual y reproductiva.
Los costes sociales y económicos de la violencia de género son grandes para las
sociedades. En ocasiones, las mujeres pierden la capacidad de llevar a cabo su papel
productivo en el mercado laboral, y reproductivo en las familias, y consumen en mayor
medida recursos sanitarios y sociales.
Debido a los muchos efectos nocivos que tiene la violencia del compañero íntimo (VCI) sobre
la salud las mujeres, las mujeres afectadas tienen una probabilidad dos veces mayor de visitar
los servicios sanitarios ‐en concreto los centros de Atención Primaria (AP)‐ en comparación con
aquellas que nunca han sufrido este tipo de violencia.
Aproximadamente, un 20% de las mujeres que consultan los servicios sanitarios lo hace por
algún aspecto relacionado con una situación de maltrato, aunque el motivo por el cual consultan
no es siempre una lesión directa de la agresión, sino que puede ser una manifestación subaguda
o encubierta y, en muchas ocasiones, puede ser una vía involuntaria de pedir auxilio.
Los servicios sanitarios pueden ser el primer y único punto de contacto con los servicios
públicos para mujeres que hayan sufrido o estén sufriendo VCI, lo que supone una excelente
oportunidad para abrir a estas mujeres las puertas de otros servicios que pueden ayudar a
mejorar su calidad de vida, como puedan ser servicios de salud mental, recursos sociales o
servicios especializados en VCI, y en la medida de lo posible a salir de la violencia.
Para ello, los/as profesionales sanitarios/as deben estar alerta de signos y síntomas, tanto en las
mujeres como en sus hijos o hijas, que puedan ser indicadores de sospecha ante la posibilidad de
encontrarse casos de VCI en la consulta y ser capaces de manejarlos adecuadamente
(formación).
Conclusiones
o La violencia de pareja contra la mujer es un problema salud publica que tiene que
estudiarse y afrontarse desde un punto de la sociedad.
o Es un problema multidimensional, en el que interactúan variables que se encuentran a
distintos niveles, y por tanto la respuesta tiene que ser coordinada.
o Las mujeres jóvenes, las inmigrantes, las mujeres de menor nivel socioeconómico y las
que han vivido o han sido testigos de la violencia tienen un mayor riesgo de sufrir VPM
o El contexto en el que una mujer vive influye en el riesgo que esta tiene de sufrir
violencia
o Es necesario estudiar el uso de los servicios de ayuda para dar una respuesta eficaz
antes las situaciones de VPM.
Salud y Género 34
ENVEJECIMIENTO Y GÉNERO
Paula Acevedo
Es muy importante la percepción que tenemos sobre el envejecimiento. En general, tenemos una
concepción muy negativa del envejecimiento, como que la soledad está asociada al
envejecimiento. No obstante, a esto contribuyen en gran medida los medios de comunicación. Es
un grupo cada vez más heterogéneo y variable si se tienen en cuenta experiencias, cultura,
esperanza de vida, etc.
El envejecimiento es el acúmulo de daños biológicos que conducen a la muerte. Los cambios que
conlleva el envejecimiento no son lineales ni uniformes. Acaba siendo un deterioro orgánico, pero
no hay una definición clara de envejecimiento. Incluye daños orgánicos, afectados por la calidad
de vida, pero no tienen una relación necesariamente directa con la edad. Dar una edad a partir de
la cual nos hacemos viejos es imposible. Por ello, podemos hablar del envejecimiento como un
proceso (cambios biológicos) y del proceso de envejecimiento (específico de cada cultura). En el
envejecimiento, por tanto, intervienen la genética, la cultura y el estilo de vida.
Existen diferencias de salud entre hombres y las mujeres, además de que tienen distintos estilos
de vida. Las mujeres tienen mayor esperanza de vida, hasta 7 años de diferencia. Son más
ecoestables, tienen mayor protección biológica de su propia salud. Una persona que percibe mal
su salud suele acortarse la vida de una manera consciente. Las mujeres están más perjudicadas
por afecciones osteoarticulares (menor carga muscular y tendencia a menor ejercicio), así como
a los problemas de salud mental). La escolarización, los ingresos económicos, las oportunidades
laborales, las historias reproductivas, etc., todo tiene que un impacto directo sobre la salud mental
y física.
Invertir en salud y asistencia a lo largo de todo el ciclo vital es necesario cuando la longevidad
sea mayor. Necesitamos fortalecer los sistemas de salud y cambiar la percepción sobre las
personas mayores.