Servidores Públicos Mexico

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RESPONSABILIDAD DE LOS SERVIDORES PÚBLICOS

INTRODUCCIÓN

El artículo 108, Título Cuarto, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
establece quiénes son servidores públicos o funcionarios, para efectos de
responsabilidades:

Para los efectos de las responsabilidades a que alude este Título se reputarán como
servidores públicos a los representantes de elección popular, a los miembros del Poder
Judicial Federal y del Poder Judicial del Distrito Federal, los funcionarios y empleados y,
en general, a toda persona que desempeñe un empleo, cargo o comisión de cualquier
naturaleza en el Congreso de la Unión, en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal o en
la Administración Pública Federal o en el Distrito Federal, así como a los servidores
públicos de los organismos a los que esta Constitución otorgue autonomía, quienes serán
responsables por los actos u omisiones en que incurran en el desempeño de sus respectivas
funciones.

El Presidente de la República, durante el tiempo de su encargo, sólo podrá ser acusado por
traición a la patria y delitos graves del orden común.
Los gobernadores de los Estados, los diputados a las Legislaturas Locales, los magistrados
de los Tribunales Superiores de Justicia Locales y, en su caso, los miembros de los
Consejos de las Judicaturas Locales, serán responsables por violaciones a esta Constitución
y a las leyes federales, así como por el manejo indebido de fondos y recursos federales.
Las Constituciones de los Estados de la República precisarán, en los mismos términos del
primer párrafo de este artículo y para los efectos de sus responsabilidades, el carácter de
servidores públicos de quienes desempeñen empleo, cargo o comisión en los Estados y en
los Municipios.
IMPUNIDAD, INMUNIDAD Y FUERO

Según el autor, César Carlos Garza, se debe considerar como responsables, como cualquier
otro sujeto del Estado de Derecho, a los funcionarios que cometieran delitos, infracciones o
faltas. En este sentido, argumenta que:

…con el fin de que algunos funcionarios puedan desempeñar las labores correspondientes
a su cargo, la constitución prevé que durante el tiempo que dure el mismo, éstos no puedan
ser perseguidos por actos punibles que cometieran, salvo plena declaración de procedencia
de la Cámara correspondiente de las del Congreso de la Unión.

Sostiene que, por impunidad se debe entender, la condición de aquel que no está sujeto a
las sanciones, previstas por la ley, para la comisión de faltas, infracciones o delitos.
Los únicos funcionarios que en México son impunes son los diputados y senadores, y sólo
“por las opiniones que manifiesten en el desempeño de sus cargos”.

Asimismo, afirma que inmunidad “constituye la condición del que no ha de ser perseguido
ni juzgado por la responsabilidad -penal- que derivare de la comisión de faltas,
infracciones o delitos, pero sólo durante el tiempo del encargo”.

La inmunidad de los servidores públicos se refiere sólo al Presidente de la República, a los


diputados y senadores del Congreso de la Unión, a los ministros de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, a los consejeros de la Judicatura Federal, a los secretarios de
Despacho, a los representantes de la Asamblea del Distrito Federal; al Jefe de Gobierno del
Distrito Federal, al Procurador General de la República, al Procurador General de Justicia
del Distrito Federal, así como al Consejero Presidente, y los consejeros electorales del
Consejo General del Instituto Estatal Electoral; a los gobernadores de los Estados, a los
diputados locales, a los magistrados de los Tribunales Superiores de Justicia Locales y, en
su caso, a los miembros de los Consejos de las Judicaturas Locales.

Respecto al fuero arguye que “existen diferentes acepciones, pero para efectos de este
estudio sólo importa la que se refiere al derecho a una jurisdicción especial por razón de
clase. “En México, sólo la tiene el Presidente de la República, en cuanto a su
responsabilidad penal y por el tiempo que dure en su encargo.

En esos términos -manifiesta el autor-, en México, “con la excepción del caso previsto en el
artículo 61 de la Constitución, no existe impunidad de los funcionarios públicos sino sólo
su inmunidad durante el tiempo del encargo”, y que en lo que se refiere al fuero, sólo lo
tiene el Presidente de la República, con respecto a su responsabilidad penal, durante el
tiempo de su encargo.

LICENCIA Y LA IMPUNIDAD, INMUNIDAD Y FUERO

Ante la separación del cargo, por cualquier motivo, del servidor público acaban, de manera
inmediata y automática, todos los privilegios de los que goce (impunidad, inmunidad o
fuero), así lo establece categóricamente el artículo 112 Constitucional al establecer: “No se
requerirá declaración de procedencia de la Cámara de Diputados cuando alguno de los
servidores públicos a que hace referencia el párrafo primero del artículo 111 cometa un
delito durante el tiempo en que se encuentre separado de su encargo

La impunidad, la inmunidad y el fuero, siempre se relacionan con la función pública que


busca protegerse, y no directamente con el investido como servidor público; por esta razón,
cuando por cualquier causa, incluso la licencia, el funcionario se separa, o se encuentra
impedido legalmente para ejercer la función correspondiente al encargo público, de forma
automática se pierden todos los privilegios.

Ahora bien, si el proceso penal, en el caso de este tipo de responsabilidad, se inició durante
el periodo de licencia, entonces conforme al artículo 38 Constitucional, se suspenden los
derechos o prerrogativas del ciudadano, en caso de alguna de las dos modalidades que
estatuyen las fracciones II y V, a saber: “II. Por estar sujeto a un proceso criminal por
delito que merezca pena corporal, a contar desde la fecha del auto de formal prisión; V. Por
estar prófugo de la justicia, desde que se dicte la orden de aprehensión hasta que prescriba
la acción penal” y, por consiguiente el funcionario no podrá regresar a sus funciones, por
estar suspendido en sus derechos de ciudadano, por lo que el proceso puede seguir su
desarrollo, de manera normal, pero en caso de no encuadrar en tales supuestos, entonces
el proceso se deberá detener en espera del desafuero.

TIPOS DE RESPONSABILIDAD

El artículo 109 de la Constitución faculta al Congreso de la Unión, y las Legislaturas de los


Estados expedir, dentro de los ámbitos de sus respectivas competencias, las leyes de
responsabilidades de los servidores públicos, y demás normas conducentes, para sancionar
a los funcionarios que incurran en cada una de las siguientes responsabilidades:

Este tipo de responsabilidad se encuentra prevista por el Derecho Constitucional Mexicano


en los numerales 109 fracción I, 110, y 114 de la Ley Fundamental. De acuerdo al derecho
positivo mexicano, por responsabilidad política se comprende aquella que se presenta
“cuando por el ejercicio de sus funciones incurran en actos u omisiones que redunden en
perjuicio de los intereses públicos fundamentales o de su buen despacho”.

Sólo tienen responsabilidad política: los senadores y diputados al Congreso de la Unión,


los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los consejeros de la Judicatura
Federal, los secretarios de Despacho, los diputados a la Asamblea del Distrito Federal, el
Jefe de Gobierno del Distrito Federal, el Procurador General de la República, el Procurador
General de Justicia del Distrito Federal, los magistrados de Circuito y jueces de Distrito,
los magistrados y jueces del Fuero Común del Distrito Federal, los consejeros de la
Judicatura del Distrito Federal, el Consejero Presidente, los consejeros Electorales, el
Secretario Ejecutivo del Instituto Federal Electoral, los magistrados del Tribunal Electoral
del Poder Judicial de la Federación, los directores generales y sus equivalentes de los
organismos descentralizados, empresas de participación estatal mayoritaria, sociedades y
asociaciones asimiladas a éstas, y fideicomisos públicos; los gobernadores de los Estados,
los diputados locales, los magistrados de los Tribunales Superiores de Justicia Locales y, en
su caso, los miembros de los Consejos de las Judicaturas Locales. Cabe subrayar, que el
Presidente de la República carece de responsabilidad política, para efectos del título cuarto
de la Constitución.

Es regulada por la Carta Magna en sus artículos 109, fracción II, 111, 112, y 114. César
Carlos Garza García, comenta que, por responsabilidad penal se entiende la resultante de
“la comisión de delitos por parte de cualquier servidor público… en los términos de la
legislación penal”135 (artículo 109, fracción II Constitucional). Con respecto al Presidente
de la República, el artículo 108 limita el alcance de la responsabilidad penal exigible,
durante el tiempo de su encargo, a los delitos graves del orden común, los que se
especifican en las legislaciones penales correspondientes. Todos los servidores públicos
son responsables penalmente, sin distinción alguna.

En México, la responsabilidad administrativa se fundamenta en los artículos 109 fracción


III, 113 y 114 Constitucional. La responsabilidad administrativa dimana de actos u
omisiones, de los servidores públicos, que afecten la legalidad, honradez, lealtad,
imparcialidad y eficiencia, que deban observarse en el desempeño del cargo. Todos los
funcionarios públicos mexicanos tienen responsabilidad administrativa, sin distinción
alguna.

De acuerdo con el octavo párrafo del artículo 111 Constitucional, ningún servidor público
dispone de inmunidad para responder de sus obligaciones civiles. El ordenamiento expresa
lo siguiente: “En demandas del orden civil que se entablen contra cualquier servidor
público no se requerirá declaración de procedencia”

PROCEDIMIENTO PARA EXIGIR LA RESPONSABILIDAD

El artículo 109, en su último párrafo, dispone que cualquier ciudadano, bajo su más
estricta responsabilidad y mediante la presentación de elementos de prueba, podrá
formular denuncia ante la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, en contra de
servidores públicos, teniendo en cuenta que quien inicia el procedimiento de
responsabilidad, en las de tipo política y penal, lo es siempre la Cámara de Diputados.

Durante el cargo
El procedimiento para exigir responsabilidad pública, a quienes son sujetos de ésta, de
acuerdo con el artículo 110 Constitucional, es el siguiente:

1) Acusación de la Cámara de Diputados ante la Cámara de Senadores, previa declaración


de la mayoría absoluta del número de los miembros presentes en sesión de aquella
Cámara, después de haber sustanciado el procedimiento respectivo, y con audiencia del
inculpado.
2) Al conocer de la acusación, la Cámara de Senadores, erigida en Jurado de sentencia,
aplicará la sanción correspondiente mediante resolución de las dos terceras partes de los
miembros presentes en sesión, una vez practicadas las diligencias correspondientes y con
audiencia del acusado.
3) Las sanciones consistirán en la destitución del servidor público, y en su inhabilitación
para desempeñar funciones, empleos, cargos o comisiones de cualquier naturaleza en el
servicio público.

Para exigir la responsabilidad penal, en los supuestos del artículo 111 Constitucional, el
procedimiento es el siguiente:

1) La Cámara de Diputados declarará por mayoría absoluta de sus miembros presentes en


sesión, si a lugar o no, a proceder contra el inculpado (primer párrafo, in fine).

Si la resolución de la Cámara fuera negativa, se suspenderá todo procedimiento ulterior,


pero ello no será obstáculo para que la imputación por la comisión del delito continúe su
curso cuando el inculpado haya concluido el ejercicio de su encargo, pues la misma no
prejuzga los fundamentos de la imputación.

2) Si la Cámara declara que a lugar a proceder, el sujeto quedará a disposición de las


autoridades competentes para que actúen con arreglo a la ley.

Con respecto al Presidente de la República, no existe declaración, pero la Cámara de


Senadores resolverá con base en la legislación penal aplicable, por lo que se puede decir,
que es el único caso de fuero en México. Es preciso destacar que el procedimiento a seguir,
en este caso único y específico, es el mismo que se lleva a cabo para tramitar el juicio
político.

3) Las sanciones podrán consistir en las penales correspondientes, y en las económicas,


que no podrán exceder de tres tantos de los beneficios obtenidos, o de los daños o
perjuicios causados (deberían considerarse tanto los daños, como los perjuicios, pues unos
no excluyen los otros).

Para exigir responsabilidad administrativa se sigue el procedimiento determinado en la ley


secundaria respectiva, y básicamente consiste en lo siguiente:

1) Denuncia del ciudadano ante la Secretaría de la Contraloría y Desarrollo Administrativo.


2) La Secretaría de la Contraloría y Desarrollo Administrativo tramita el procedimiento
administrativo correspondiente, a manera de juicio, y dicta la resolución de fondo.
3) Las sanciones podrán consistir en suspensión, destitución e inhabilitación, o en
sanciones económicas.

Es importante destacar que, según el artículo 108 Constitucional, no se puede exigir al


Presidente de la República responsabilidad administrativa durante el tiempo de su
encargo, lo que resulta lógico, pues quien resolvería el asunto sería un asistente (Secretario
de la Contraloría y Desarrollo Administrativo) que, obviamente, le está subordinado.
El procedimiento para exigir responsabilidad civil es el mismo que se lleva a cabo para
cualquier individuo en México.
Después del cargo

En relación a la responsabilidad política, según el artículo 114 Constitucional: “El


Procedimiento de juicio político sólo podrá iniciarse durante el período en el que el
servidor público desempeñe su cargo y dentro de un año después” queda claro que después
del encargo, sólo puede intentarse el juicio político en el término de un año, y siguiendo el
mismo procedimiento que se llevaría a cabo si el servidor público estuviera en funciones.

Con respecto a la responsabilidad penal, y de acuerdo con el artículo 114 Constitucional, los
plazos de la prescripción se interrumpen en tanto el servidor público desempeña su
encargo. La responsabilidad penal, con posterioridad al encargo, puede exigirse siempre, y
en los términos de la legislación penal común. En conclusión, se debe resaltar que la
responsabilidad penal después del encargo, sigue las reglas usuales del procedimiento
penal.

Para exigir responsabilidad administrativa después del cargo, el procedimiento es el


mismo que durante el cargo; y la responsabilidad civil siempre sigue el mismo
procedimiento común.

JUICIO POLÍTICO

Con respecto al juicio político, es necesario


hacer un análisis del contenido del Título
Cuarto de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos denominado de la
responsabilidad de los servidores públicos, y
del Derecho Comparado. El juicio político,
como ya se comentó, tiene como antecedentes
remotos al “Impeachment inglés, y como
referencia mediata al Impeachment
norteamericano”.

Es un juicio propio de los regímenes presidencialistas. Raúl F. Cárdenas comenta al


respecto que, "en los países de América, de régimen presidencialista, se han seguido los
lineamientos de la Constitución Americana, pero en términos parecidos a la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos".

El juicio político es un término que se utiliza para designar el procedimiento para fincar
responsabilidad política u oficial a un servidor público. “Implica el ejercicio material de
una función jurisdiccional llevada a cabo por un órgano de funciones políticas, pero
respetando las formalidades esenciales de un procedimiento jurisdiccional”.
La justicia política, “es aquella que se ejerce sobre hombres políticos o en materia política.
Es el juicio ético-administrativo, al cual son sujetos ciertos funcionarios públicos, con
independencia de cualquier juicio penal, por lo que las sanciones también son
evidentemente políticas”.
Existen varias posturas y opiniones de diversos autores sobre el juicio político. Como ya se
comentó, el juicio político es producto del sistema implementado en Estados Unidos que, a
diferencia del europeo, no puede aplicar además de las sanciones políticas, las penales que
puedan corresponder.
El sistema americano fue expuesto por Alexander Hamilton en el federalista número 65.
Para Hamilton, el juicio político es la separación del servidor indigno del cargo público, y
no la sanción penal o patrimonial de un acto indebido. Hamilton destacó la importancia de
separar la responsabilidad, debido a que el daño ocasionado por un funcionario inflige a la
comunidad política, ésta debe ser resarcida mediante la remoción del funcionario después
de un procedimiento seguido ante un órgano político.
Alexis de Tocqueville también explicó la naturaleza política o administrativa del juicio
político, y comentó que le resultaba menos hostil a la división de poderes, que el sistema
europeo.
La doctrina del siglo XIX estaba en desacuerdo con el término juicio. Eduardo Ruiz,
argumenta que no se debe denominar juicio porque no se aplica ninguna sanción o castigo
al infractor, sino que sólo constituye un correctivo natural para remover al funcionario.
La doctrina americana ha considerado que “realmente se trata de un procedimiento
mediante el cual sí se puede aplicar una sanción de esencia política y no penal, pero que
constituye finalmente un castigo para el funcionario ya que se logra moverlo del cargo y en
ocasiones inhabilitarlo”.

Raúl F. Cárdenas señala que, "la naturaleza jurídica del juicio político, gira sobre hechos,
no delictuosos, y concluye con la separación e inhabilitación, en su caso, del alto
funcionario que ha perdido la confianza pública; por lo tanto es ajeno a la actividad
judicial".

Asimismo afirma que:


El juicio político tiene una jurisdicción especial, que se caracteriza por la naturaleza de los
actos u omisiones en que incurren los altos funcionarios en el desempeño de sus funciones,
que obliga a un cuerpo político, momentáneamente investido del poder de juzgar, a
separarlos de su encargo e inhabilitarlos para desempeñar otro, dentro del lapso que fije la
ley, en virtud de haber perdido la confianza, y para que si el hecho tuviera señalada otra
pena en la ley, queden a disposición de las autoridades comunes para que lo juzguen y
consignen con arreglo a ella.

En México antes de la reforma de 1982, el juicio político se construía sobre, en ese tiempo,
denominados "delitos oficiales". Ahora se habla de "actos u omisiones que redunden en
perjuicio de los intereses públicos fundamentales o de su buen despacho" (art. 109,
fracción I, Constitucional). El juicio político no procede contra el Presidente de la
República, esto cuestiona la existencia de la responsabilidad política del Presidente, ya que
al excluirlo del juicio político, se le reconoce sólo la responsabilidad penal.

DECLARACIÓN DE PROCEDENCIA

Con base en las acepciones que registra el Diccionario Universal de Términos


Parlamentarios, la declaración de procedencia es:
I. Término que sustituye al de declaración de desafuero. Procedencia viene del latín
proceder, que significa adelantar, ir adelante, con el sentido de "pasar a otra cosa" o
progresión, ir por etapas sucesivas de que consta (Breve Diccionario Etimológico de la
Lengua Castellana). En español también se conoce con el nombre de ante juicio.
II. El Término declaración de procedencia, antes denominado fuero constitucional es
conocido con el mismo sentido de constituir una garantía en favor de personas que
desempeñan determinados empleos o se ocupan en determinadas actividades, en virtud de
la cual su enjuiciamiento se halla sometido a jueces especiales.
El Diccionario Jurídico Mexicano del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, al
respecto señala que: Fuero constitucional era el derecho que tenían los llamados altos
funcionarios de la federación, para que antes de ser juzgados por la comisión de un delito
ordinario, la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión resolviera sobre la
procedencia del mencionado proceso penal. En las reformas constitucionales publicadas en
el Diario Oficial de la Federación del 28 de diciembre de 1982, se le cambio el nombre por
"Declaración de procedencia", aunque la institución subsiste.

El procedimiento que se seguía ante la Cámara de Diputados para que ésta autorizara el
mencionado proceso penal ordinario se llamaba ‘desafuero’.
Ese procedimiento es muy parecido al del juicio político de responsabilidad, en su primera
instancia, por lo cual es frecuente que se confundan.
Actualmente, según el Diccionario del Instituto de Investigaciones Jurídicas, la declaración
de procedencia se aplica para dar curso al:
…procedimiento de responsabilidad penal en que posiblemente incurran los servidores
federales, así como contra los gobernadores, diputados y magistrados de las entidades
federativas, cuando incurriesen en delitos federales. La declaración de procedencia se
refiere a la manifestación y examen que hace el Congreso de la Unión de los hechos
presumiblemente delictivos cometidos por alguno de los servidores públicos enumerados,
con el objeto de que las acusaciones temerarias o sin fundamento no procedan contra el
servidor durante el periodo de su encargo y pueda así desempeñarse libremente en el
ejercicio de su función sin presiones por parte de acusaciones falsarias. Por otra parte, la
Constitución establece claramente que la no declaración de procedencia no equivale a una
exculpación del acusado, sino que suspende la tramitación de las etapas procesales
correspondientes, las cuales pueden reanudarse, sin afectar las reglas de caducidad o
prescripción, una vez que el servidor hubiese dejado el cargo público que venía
desempeñando.

RESPONSABILIDAD DEL PRESIDENTE

Con respecto a la responsabilidad del Presidente de la República, Enrique Sánchez Bringas


comenta que, las disposiciones constitucionales que a través de la historia han
reglamentado las responsabilidades del Presidente de la República, permiten afirmar que
existe una marcada tendencia para restringir las causas por las cuales el titular del
Ejecutivo puede ser enjuiciado, por ejemplo:
La Constitución de 1824, dispuso que era responsable por actos que representaran traición
contra la independencia nacional, cohecho o soborno, ataques al normal desarrollo de los
procesos electorales y por obstaculizar o impedir al Congreso de la Unión el ejercicio de sus
atribuciones.
La Constitución de 1917, estableció que el Presidente goza de inmunidad por cualquier
delito que cometa durante el tiempo de su encargo, excepto en dos casos: los delitos graves
del orden común y la traición a la patria.
Según Sánchez Bringas, es pertinente aclarar, que la persona que ha dejado el cargo de
Presidente de la República podría ser sometida a los tribunales correspondientes por
cualquier delito que hubiese cometido durante su desempeño.
Se puede observar que se han reducido los casos en que el Presidente incurre en
responsabilidad. Seguramente el constituyente –afirma-, pretendió proteger la estabilidad
política de la nación, evitando que el Presidente de la República pudiera ser procesado por
cualquier conducta ilícita, lo que facilitaría que los motivos e intereses personales
vulneraran la investidura presidencial. Sin embargo, de ser correcta su hipótesis respecto a
la intención de los constituyentes de Querétaro, de ninguna manera puede conducir a
considerar que el titular del Ejecutivo Federal pueda actuar impunemente, por si y ante sí.

Al respecto cita a Don Miguel Lanz Duret:

Mientras en nuestro derecho público esté consagrado el régimen de gobierno presidencial,


y el titular del Ejecutivo tenga facultades propias de gran importancia nacional, y su poder
y rango sean iguales en teoría a la de los otros órganos del Estado, será siempre de
conveniencia política no subalternarlo a los otros poderes y menos exponerlo a la
destitución de su cargo y a su anulación por acuerdo de cualesquiera de los otros órganos
nacionales. Mucho menos todavía hacerlo blanco de las acusaciones frecuentes, violentas y
apasionadas de los miembros del Congreso. Claro que no pedimos la irresponsabilidad del
Presidente y menos la dictadura constitucional del mismo, especialmente en nuestro país,
sin educación cívica para resistirle y sin instituciones consolidadas para limitarlo y
refrenarlo; lo que buscamos es la efectividad en las responsabilidades para el
desenvolvimiento de nuestras prácticas de gobierno. En los Estado Unidos, donde el
Presidente es responsable por violaciones a la Constitución y está sujeto sobre este
particular a la jurisdicción del Congreso, sólo se ha presentado en más de cien años un caso
de acusación contra el Presidente Johnson, y a pesar de la numerosas irregularidades y
faltas que se le comprobaron, de que el Congreso lo odiaba, sin embargo, fue absuelto.

El caso que refiere Lanz Duret, -según afirma nuestro autor-, fue el de la persona que
ocupó la presidencia con motivo del asesinato del presidente Abraham Lincoln, que por
muchos motivos no tenía las simpatías de los miembros del Congreso, como lo expresa
Lanz.
De manera semejante cita a Emilio Rabasa, que coincide con Lanz en que el Presidente no
debe estar a merced de una simple mayoría de la Cámara de Diputados porque, en esas
condiciones, el juicio político más que un instrumento de protección del Estado de
Derecho, sería el medio más eficaz para deponer al Presidente de la República por
intereses personales, de grupos o de partidos políticos no siempre coincidentes con los de
la nación. Afirma Rabasa, lo siguiente:

En México, todos los presidentes de Juárez a acá, han tenido la salvaguardia de la elección
ficticia; el Congreso elegido con independencia de los gobiernos central y de los estados,
llegará fácilmente al conflicto, del conflicto a la acusación, y del fallo condenatorio de una
cámara sola y apasionada, surgirá, si el Presidente es fuerte o tiene siquiera algunos
batallones fieles, el golpe de estado, antes que el acatamiento a la sentencia.1

Examina una circunstancia especialmente curiosa: a pesar de que todos los textos
constitucionales que han regido a México han previsto los casos de responsabilidad
presidencial, en el ámbito de las leyes reglamentarias se ha omitido desarrollar esa especie
de responsabilidad.

En el caso de la vigente ley federal de responsabilidades de los servidores públicos, el


artículo segundo restringe la aplicación de la ley a los servidores públicos que se
mencionan en los párrafos primero y tercero del artículo 108 Constitucional. La ley
reglamentaria que se menciona pasa por alto al párrafo segundo del artículo 108, que es
precisamente donde se dispone que el Presidente de la República, durante el tiempo de su
encargo, sólo podrá ser acusado por traición a la patria y delitos graves del orden común,
con lo cual, el Presidente de la República, en términos del artículo segundo de la ley que se
comenta, no es sujeto de la misma. Se debe considerar, que la Constitución de 1917 impuso
al Congreso de la Unión la obligación de incluir al Presidente de la República como sujeto
de la ley reglamentaria del título IV de la Constitución, ya que es en esa ley donde se deben
precisar las hipótesis y los alcances de la traición a la patria y los delitos graves del orden
común.

Concluye que el título IV de la Constitución mexicana es el que menos eficacia práctica ha


tenido desde que nuestra Carta fundamental fue expedida en Querétaro, en 1917. Esta
circunstancia no sólo presenta un obstáculo para alcanzar la aspiración del Estado de
derecho; es, en realidad, el indicador del largo trecho que aún separa a México de esa
aspirada meta.

IMPORTANCIA DEL DESEMPEÑO DE LA FUNCIÓN PÚBLICA


o La plena profesionalización del servicio público y la consolidación de los servicios
profesionales de carrera en México, son asignaturas todavía pendientes para las
administraciones públicas de los tres órdenes de gobierno en nuestro país.
o Como antecedente de este tema, recordemos que la auditoría superior de la
federación (asf), en el “informe sobre la fiscalización de los servicios civiles de
carrera en el estado federal mexicano” y en la “evaluación 230: servicios de carrera
en el estado federal” mostró tanto las fortalezas como las debilidades para que el
estado mexicano -en su conjunto- cuente con un cuerpo de funcionarios realmente
aptos y capacitados para el desempeño de un servicio público de calidad.
o También en su momento, la organización para la cooperación y el desarrollo
económico (ocde), en el estudio denominado “hacia una gestión pública más
efectiva y dinámica en México” identificó algunas carencias en materia de
profesionalización del servicio público mexicano.
o Entre los déficits que señaló la OCDE, está un inadecuado proceso de planeación de
recursos humanos, así como excepciones a los procesos rigurosos de reclutamiento
mediante el abuso del famoso artículo 34 de la Ley del Servicio Profesional de
Carrera, el cual constituye una excepción al concurso abierto y libre con base en los
méritos y la experiencia.
o Frente al panorama mostrado en los estudios de la ASF y de la OCDE, la reciente
realización del Primer Encuentro Internacional Anticorrupción: Hacia una Ley de
Profesionalización para el Siglo XXI (del 6 al 8 de marzo de 2017), organizado por
la Secretaría de la Función Pública (SFP) y la Red por la Rendición de Cuentas
(RRC), es una buena noticia para afrontar los desafíos que implica la
profesionalización del servicio público en el contexto del Sistema Nacional
Anticorrupción.
o En dicho foro participaron representantes del ámbito gubernamental y académico,
así como integrantes del Sistema Nacional Anticorrupción, con la finalidad de
explicar de cara a la sociedad los necesarios rediseños que involucra la
profesionalización pública, en un marco de rendición de cuentas, para demandar
un mejor desempeño de las instituciones y los servidores públicos.
Hoy en día se identifican nuevas problemáticas en materia de profesionalización, cuyo
estudio y reflexión es imprescindible:

Deficiente formación en los valores de la función pública.


Falta de vocación en el servicio público.
Resistencias políticas al cambio y a los procesos de formación.
Limitaciones presupuestales y técnicas en la capacitación constante.
Desconfianza en los procesos de reclutamiento, formación y ascenso.
Desconocimiento de la normatividad que rige las atribuciones de cada
funcionario.
Deficiencias en los procesos de evaluación al desempeño.
Escaso alcance del servicio profesional de carrera respecto al total de servidores
públicos en la Administración Pública Federal (aproximadamente 6%).
Ante esta problemática, en el referido foro se dio a conocer la propuesta de Ley General
de Profesionalización de la Administración Pública.
Dicha propuesta tiene por objeto constituirse en un marco normativo que establezca
los principios y las bases generales para la estructura, funcionamiento y organización
de un Sistema de Profesionalización de la Administración Pública, es decir, con ella, se
buscan homologar reglas, criterios y procedimientos para la profesionalización de todo
el servicio público en México.
Ahora bien, a pesar de lo importante y necesario de la propuesta, en el foro se señaló
que, con mucha probabilidad, el principal obstáculo que habrá de enfrentarse es la
voluntad política por parte de los gobernantes (a nivel federal, estatal y municipal),
para dejar de ver a los puestos públicos como un botín político y efectivamente permitir
que los servicios públicos queden en igualdad de condiciones, en manos de hombres y
mujeres realmente preparados, capaces e íntegros, dispuestos a brindar el mejor
desempeño en favor de los intereses de la sociedad.

Frente a esta coyuntura, pensamos que es necesario insistir en que la


profesionalización y todos los procesos que esta implica (formación inicial,
capacitación constante, certificación, evaluación al desempeño, etc.) constituye no sólo
un medio democrático para garantizar que los recursos públicos que los mexicanos
aportan en forma de impuestos se materialicen en un servicio público de calidad y
calidez, sino también como un instrumento útil que puede desincentivar los altos
grados de corrupción que hoy están vivos en nuestro país.

Desde luego, sería ingenuo pensar que la sola existencia de un marco legal novedoso o
de procedimientos pulcros y técnicamente rigurosos para seleccionar a los mejores
hombres y mujeres en el servicio público garantizará la disminución de la corrupción
en México, pero creemos que sí es un elemento que puede contribuir de forma
importante a recuperar poco a poco la confianza ciudadana en sus instituciones.
Por ello, con independencia de nuestro ámbito de actuación (académico, profesional o
ciudadano), consideramos que debemos dar seguimiento a esta propuesta y demandar
un servicio público de calidad, facilitad por personas probas, altamente preparadas y
formadas en los valores democráticos que una sociedad cambiante como la nuestra
demanda.

PRINCIPIOS ÉTICOS QUE DEBE OBSERVAR EL SERVIDOR


PÚBLICO
El objetivo de la ética lo constituye la aplicación de una serie de normas morales
tomando como base lealtad, honradez, la cortesía y el honor, mismas que van a
contribuir al fortalecimiento de las estructuras Institucionales.
Las estrategias normativas Institucionales son de carácter preventivo como lo
establecido en nuestra Carta Magna, consagrando como derechos subjetivos públicos,
como la garantía de acceso efectivo a la jurisdicción del Estado, tomando en cuenta sus
prácticas y costumbres jurídicas, sino también la protección y promoción de sus
lenguas, culturas, usos, costumbres, recursos y forma específicas de organización social
.
Además de los objetivos nacionales, las estrategias, prioridades y programas que
regirán la actuación de las Dependencias y Entidades de la Administración Pública
Federal. Mediante un nuevo modelo de comportamiento y cultura política basada en la
ética pública.

El desarrollo de cada una de las funciones se apoya en doce principios fundamentales:


Humanismo
Equidad
Cambio
Inclusión
Sustentabilidad
Competitividad
Desarrollo regional
Apego a la legalidad
Gobernabilidad democrática
Federalismo
Transparencia
Rendición de cuentas
CONCLUSIÓN

La supervisión del actuar de los servidores públicos, desempeñando su cargo, es un asunto


que la sociedad ha tenido en constante crítica, pues el actuar de los servidores públicos es
desempeñar sus funciones con honestidad es por ello que la responsabilidad política
surge a raíz de la necesidad de controlar la conducta de los servidores públicos y por ende
combatir la corrupción.

• En consecuencia, el servidor público debe ser un ejemplo de


moralidad, donde el cumplimiento del deber y el orgullo de ser
funcionario público, se debe vivir día a día para recobrar la
confianza de la ciudadanía.

BIBLIOGRAFÍA

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