Libros de Actas Antiguos PDF
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LOS LIBROS DE ACTAS MUNICIPALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX
Libro de actas municipales de Toledo del año 1779. Firmas del teniente de
corregidor y del escribano
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Durante la vigencia de la normativa local de los gobiernos moderados, las sesiones
municipales se celebraron a puerta cerrada. Sólo se permitía la presencia de público
para tratar asuntos de quintas, de alojamientos de tropas, y para la aprobación de pre-
supuestos y cuentas municipales (artº 55 de Ley de Ayuntamientos de 1843). Por el
artículo 65 de la Ley de Ayuntamientos de 8 de enero de 1845 sólo se autorizó la
presencia del público cuanto se debatieran temas relacionados con los alistamientos
y sorteos para el servicio militar. El artículo 145 de la Ley de Ayuntamientos de
1856, vigente entre 1868 y 1870, también recogió su celebración a puerta cerrada.
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ese año por la reacción absolutista, se indica que los secretarios debían lle-
var un "cuaderno o libro" para extender los acuerdos del Ayuntamiento con
toda la debida formalidad. El libro, cuyas hojas irían foliadas, debía ser de
papel del 4º mayor, compuesto de pliegos enteros, reflejando los acuerdos
sucesivamente, de modo que unos pliegos dependieran de otros, sin que pu-
diera haber intercalaciones u otros fraudes. Además, al final del acta, se re-
cogería la media firma del presidente y de los demás capitulares que hubie-
ran concurrido a la sesión, junto con la firma del secretario (artº 67).
Ya conocemos las vicisitudes del régimen local en los años siguientes a
la aprobación de esta Ley 7 con la reacción absolutista y el olvido de la nor-
mativa gaditana. Fallecido Fernando VII, el inicio del liberalismo político en
el ámbito local se produjo con la aprobación del Real Decreto de 23 de julio
de 1835. Por su artº 59 se estableció que en las actas de Ayuntamiento se
recogiesen los nombres de su presidente y de los individuos que hubiesen
asistido a cada una de las sesiones. Debían ser firmadas por el alcalde-
presidente, el procurador del común y el secretario. Este último (artº 64) ex-
tendería las actas en un libro encuadernado y foliado, y del papel del sello
que la ley determinara, procurando que unos pliegos dependieran de otros.
Pocos meses después, por una Ley de 15 de octubre de 1836 se restableció
la vigencia del Decreto de 3 de febrero de 1823 para el gobierno económico-
político de las provincias. Por eso durante buena parte de los años 1837-
1843 8 , y 1854-1856 permanecieron en vigor los artículos 64 y 67 del Decre-
to de 1823.
Pero en esas primeras décadas del siglo XIX se adoptaron algunas me-
didas que pudieron tener una grave incidencia en la conservación de estos
libros.
7
En una Instrucción de 12 de mayo de 1824 se reguló el tipo de papel que se debía
utilizar en estos libros. Esta norma es mencionada por Pedro Mariano Ramírez en el
libro segundo de su Práctica de la Administración Municipal , Madrid: Imprenta de
don Vicente de Lalama, 1884, p. 20, nota 4.
8
En Toledo, el primer acta que recoge la media firma de todos los concurrentes a
una sesión municipal es la de 3 de enero de 1837. Hasta entonces y en aplicación de
la normativa de 1835 iban firmadas por el alcalde, el procurador del común y el se-
cretario.
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LOS LIBROS DE ACTAS MUNICIPALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX
Libro de actas del año 1836. Firmas del alcalde, del procurador del común y
del secretario
9
Gaceta de Madrid, núm. 94, de 5 de julio de 1814, pp. 756-758.
10
Javier García Fernández en su libro El origen del municipio constitucional (Ma-
drid: IEAL, 1983, p. 304) manifestó que por esa disposición se ordenó que se borra-
sen “de sus libros las actas del periodo constitucional”. En realidad sólo afectaba a
las actas en las que se recogían las elecciones.
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Libro de actas del año 1814. Antes y después de la aplicación de la Real Cédu-
la de 15 de junio de 1814
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En la leyenda de esos sellos impresos se decía lo siguiente: “1814 FERD. VII D.
G. ET CONST. MONARCH. HISP. REX”.
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Hoja de un libro de actas municipales del año 1826 con parte del texto ta-
chado
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El contenido literal de esta Real Orden puede examinarse en el Libro de acuerdos
municipales del año 1833 del Ayuntamiento de Toledo, en su sesión de 28 de junio
de 1833, folio 185-185v.
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LOS LIBROS DE ACTAS MUNICIPALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX
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En la Ley de Ayuntamientos de 1840, mandada publicar en 30 de diciembre de
1843, se dedican los artículos 51-60 al régimen de sesiones municipales. Sólo se
menciona el acta en el artículo 56 al expresar que en ella se insertaría “si lo pidiesen,
el voto de los que hayan disentido de la mayoría”. También entre las atribuciones del
Secretario (art. 84.1º) se menciona que le corresponde “extender las actas y certificar
los acuerdos, autorizándolos con su firma”. La Ley de Ayuntamientos de 8 de enero
de 1845 dedica los artículos 61-69 al régimen de sesiones municipales, y sólo men-
ciona el acta al copiar el contenido del art. 56 de la Ley de 1840 en su artículo 66.
16
MAS Y ABAD, C.: Consultor de Alcaldes y Ayuntamientos, Tomo I, Madrid: Im-
prenta y Librería de D. José María Mares, 1850, pp. 72-73.
17
Por el artículo 144 de esta Ley de 1856 se considera al "libro de actas del Ayunta-
miento" un instrumento público y solemne. Así aparece también en el artº 68 del De-
creto de 21 de octubre de 1868 por el que se declaró vigente la Ley de Ayuntamien-
tos de 1856.
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Hoja de un libro de actas municipales del año 1868. Los concejales utilizan la
media firma
Hoja de un libro de actas municipales del año 1868. Los concejales utilizan ya
la firma completa
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LOS LIBROS DE ACTAS MUNICIPALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX
Hoja de un libro de actas municipales del año 1873 con la rúbrica del Alcal-
de y el sello municipal
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El artículo 105 de la Ley de Ayuntamientos de 1870 establece que las mismas ca-
racterísticas tendrían los libros de actas de la Junta Municipal de Asociados.
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En algunas publicaciones de la época es definida el acta como el “documento es-
crito en que se hace relación, de los asuntos de que se trata en cada sesión, y en que
se contienen, por consiguiente, las deliberaciones de la corporación municipal”. Véa-
se GALANTE Y RUPÉREZ, A.: Diccionario Municipal y Provincial, Tomo I, Ma-
drid: Imprenta de M. Minuesa de los Ríos, 1880, p. 6.
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El artículo 138 del Estatuto Municipal establece las mismas características para los
libros de acuerdos de la Comisión Municipal Permanente. En esta norma no se indica
que los libros debían formarse con la encuadernación de los pliegos sueltos en papel
sellado una vez redactados. Había tratadistas que defendían la adquisición de los li-
bros en blanco con los pliegos en papel común ya cosidos antes de empezar a usar-
los. Una vez transcritas en ellos el contenido de las actas bastaba con reintegrarlos de
una vez con papel de pagos al Estado.
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Esta normativa, es decir la aprobada entre 1952 y 1955, pero sin indicar artículos
concretos que sí conoce su autora, es la recogida en el estudio sobre las “actas” y los
“libros de actas” en la obra Manual de Tipología Documental de los Municipios, del
Grupo de Trabajo de Archiveros Municipales de Madrid, Madrid: Comunidad de
Madrid, 1988, pp. 43-47. Pero cuando se publicó este libro ya había una nueva regu-
lación general sobre régimen local con nuevos artículos sobre estos libros. Además
no está muy claro en este estudio la diferencia entre el acta y el libro de actas. El
primero sería la minuta o borrador que luego se transcribe al libro correspondiente.
El documento original es el del libro toda vez que el borrador o minuta no va firma-
do. Los archiveros catalanes en su libro Normes i procediments de valoració docu-
mental per a arxius públics. Taules d'avaluació documental. Codis 1 a 154 (Barce-
lona: Generalitat de Catalunya, Departament de Cultura, 1997) también distinguen
entre el “Acte del Ple de l'Ajuntament” (p. 86) y el “Llibre d'actes del Ple de l'Ajun-
tament” (p. 85), aunque de nuevo la normativa estudiada no se remonta a antes del
año 1955.
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hojas debían ir foliadas. Para que un acuerdo fuera válido debía estar refle-
jado en esos libros.
El acta debía ser firmada por todos los que hubieran asistido a esa se-
sión, dentro de los ocho días siguientes a su aprobación, tal y como estaba
establecido en el art. 240 del Reglamento de Organización y Funcionamien-
to de las Corporaciones Locales de 17 de mayo de 1952. También debía ser
firmada por el secretario municipal (art. 142 del Reglamento de Funciona-
rios de la Administración Local aprobado por Decreto de 30 de mayo de
1952).
En el primero de esos reglamentos, y especialmente en sus artículos 236
y 240 se había regulado por extenso el contenido de estos libros. El 236 in-
dicaba que de cada sesión debía consignar el secretario lo siguiente: a) lugar
de la reunión, con indicación del nombre del municipio y local en que se ce-
lebra; b) día, mes y año; c) hora en que comienza; d) nombres y apellidos
del Presidente, de los concejales presentes, de los concejales ausentes que se
hubiesen excusado y de los que faltaren sin excusas; e) carácter ordinario o
extraordinario de la sesión y si se celebra en primera o en segunda convoca-
toria; f) asistencia del Secretario o de quien haga sus veces y presencia del
Interventor, cuando concurra; g) asuntos que se examinen y parte dispositiva
de los acuerdos que sobre los mismos recaigan; h) votaciones que se verifi-
quen y relación o lista de las nominales, en la que se especifique el sentido
en que cada concejal emita su voto; i) opiniones sintetizadas de los grupos o
fracciones de concejales y sus fundamentos y los votos particulares cuando
así lo pidan los interesados; j) cuantos incidentes se produzcan durante el
acto y fueren dignos de reseñarse a juicio del Secretario; y k) hora en que el
Alcalde levante la sesión.
En el artículo 235 de este Reglamento de Organización y Funciona-
miento de 1952 se recordó la obligación que tenían los secretarios municipa-
les de custodiar los libros de actas en la casa consistorial, no consintiendo
que salieran de ella “bajo ningún pretexto, ni aún a requerimiento de las Au-
toridades de cualquier orden”. Así había sido establecido anteriormente en el
art. 2, regla 9, del Reglamento de Secretarios de Ayuntamiento, Intervento-
res... de 23 de agosto de 1924. El borrador o minuta del acta de la sesión an-
terior sería leída en la siguiente para subsanar, si era el caso, errores materia-
les o de hecho (nunca de fondo), y una vez aprobada sería inmediatamente
trasladada al libro respectivo “sin enmiendas ni tachaduras o salvando al fi-
nal las que involuntariamente se produjeren” (arts. 237-238).
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LOS LIBROS DE ACTAS MUNICIPALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX
Por aquellos años se escribía que la correcta redacción de las actas re-
quería del Secretario lo siguiente: soltura y fidelidad en la narración, un
concepto claro y fácil de la síntesis, un dominio suficiente de los conceptos,
y un estilo adecuado para lo solemne. Por entonces se manifestaba que “no
hay ni hubo nunca modelo oficial adaptado para la redacción de las actas
municipales” 23 .
Esta normativa se mantendrá hasta la aprobación de la Ley 7/1985, Re-
guladora de las Bases del Régimen Local, y del Real Decreto Legislativo
781/1986, de 18 de abril, que aprobaba el Texto Refundido de las disposi-
ciones vigentes en materia de Régimen Local. En el artículo 50 de este últi-
mo se indica que de cada sesión se extendería acta por el secretario de la
corporación o, en su caso, del órgano correspondiente, haciendo constar,
como mínimo, la fecha y hora de comienzo y fin; los nombres del presidente
y demás asistentes; los asuntos tratados; el resultado de los votos emitidos y
los acuerdos adoptados. En las sesiones plenarias deberían recogerse sucin-
tamente las opiniones emitidas. Por el art. 52.1 se establece que el libro de
actas tiene la consideración de instrumento publico solemne, y deberá llevar
en todas sus hojas, debidamente foliadas, la rubrica del presidente y el sello
de la corporación.
Más extenso será el contenido dedicado a estos libros en el Reglamento
de Organización, Funcionamiento y Régimen Jurídico de las Corporaciones
Locales, aprobado por Real Decreto 2568/1986, de 28 de noviembre. Aun-
que aporte pocas novedades. Así por el art. 109 se recuerda que de cada se-
sión el Secretario extendería acta en la que habrían de constar los mismos
datos que ya eran reflejados en ellas desde la aprobación del Reglamento de
Organización del año 1952. En concreto la única diferencia que tiene ese
artículo 109 con el 236, ya comentado, es que ahora no era preciso incluir
“cuantos incidentes se produzcan durante el acto y fueren dignos de reseñar-
se a juicio del Secretario”. Más interés tiene la posibilidad de ser redactadas
en cualquiera de las lenguas oficiales del Estado (art. 110) . Las actas, una
vez aprobadas, serían transcritas al libro de actas, con las firmas del alcalde
o presidente y del secretario municipal (art. 110). Es decir ya no era preciso
que firmaran todos los asistentes a cada una de las sesiones.
23
Régimen Local: I. Ley de Bases de 1945..., 3ª edición, Madrid: El Consultor de los
Ayuntamientos, 1956, pp. 454-457.
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Libro de actas municipales del año 1994. El acta está firmada por el Secreta-
rio con el visto bueno del Alcalde
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2. El papel adquirido para cada libro, que lo sería con numeración correlati-
va, se haría constar en la diligencia de la apertura firmada por el responsable
de la Secretaría, que expresará en la primera pagina las series, números y la
fecha de apertura en que se inicia la transcripción de los acuerdos. Al mismo
tiempo cada hoja sería rubricada por el Alcalde o presidente, sellada con el
de la corporación y numerada correlativamente a partir del numero 1, inde-
pendientemente del numero del timbre estatal o comunitario.
3. Aprobada el acta, el Secretario la haría transcribir mecanográficamente
por impresora de ordenador o el medio mecánico que se emplee, sin en-
miendas ni tachaduras o salvando al final las que involuntariamente se pro-
dujeren, a las hojas correlativas siguiendo rigurosamente su orden y hacien-
do constar, al final de cada acta por diligencia, el numero, clase y
numeración de todos y cada uno de los folios del papel numerado en que ha
quedado extendida.
4. Como garantía y seguridad de todas y cada una de las hojas sueltas, hasta
la encuadernación, se prohibía alterar el orden numérico de los folios descri-
tos en la diligencia de apertura, debiendo anularse por diligencia en los ca-
sos de error en el orden de transcripción o en su contenido.
5. Cuando todos los folios reservados a un libro se encontraran ya escritos o
anulados los últimos por diligencia al no caber íntegramente el acta de la
sesión que correspondiera pasar al libro, se procedería a su encuadernación.
En cada tomo se extendería diligencia por el Secretario, con el visto bueno
del Presidente, expresiva del numero de actas que comprende, con indica-
ción del acta que lo inicie y de la que lo finalice.
Otra novedad de esta norma es la posibilidad de redactar las actas en
versión bilingüe, utilizando en los libros correspondientes el sistema de do-
ble columna, una para cada lengua, a fin de facilitar su cotejo y uso (art.
201). No había cambios en la responsabilidad del Secretario en cuanto a su
custodia en la casa consistorial y en lo relativo a que impidiera su salida de
ella “bajo ningún pretexto, ni aun a requerimiento de autoridades de cual-
quier orden” (art. 203).
Sin duda la aplicación de esta disposición posibilitó la utilización de la
máquina de escribir para la redacción de las actas municipales que hasta en-
tonces se venían escribiendo a mano en casi todas las localidades, con la
ayuda de pluma o bolígrafo. La ciudad de Toledo da muestra de ello. El acta
de la sesión de 19 de enero de 1987 de su ayuntamiento, reunido en pleno,
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Libro de actas municipales del año 1994. La hoja está validada con el sello
en seco de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, el sello del
Ayuntamiento de Toledo, la rúbrica del Alcalde y el número de la hoja
24
Salvo el periodo comprendido entre el 2 de enero de 1907 y el 30 de diciembre de
1918. La calidad de la tinta utilizada en esos libros de principios del siglo XX es en
algunos de ellos tan pésima que dificulta notablemente su lectura.
25
Diario Oficial de Castilla-La Mancha núm. 50 de 2 de diciembre de 1986, pp.
2.036-2.037.
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LOS LIBROS DE ACTAS MUNICIPALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX
26
Boletín Oficial del Estado, Suplemento al núm. 100 de 27 de abril de 1999, p. 95.
27
Boletín Oficial del Estado, núm. 301 de 17 de diciembre de 2003.
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visto bueno del Presidente del Pleno (art. 122.5). Pero las actas de las Juntas
de Gobierno Local, que por esta norma se crean en sustitución de las Comi-
siones Municipales de Gobierno, serían redactadas por un concejal, nombra-
do por el Alcalde (art. 126.4), asesorado por un funcionario con habilitación
de carácter nacional.
Toda esta normativa general ha podido ser desarrollado en las Leyes de
Administración Local aprobadas por las distintas comunidades autónomas.
Así, por ejemplo, en la Ley 2/2003 de Administración Local de la Comuni-
dad de Madrid se indica, en su artículo 42.2, que esa Comunidad, y para los
municipios más pequeños, elaborará modelos-tipos de actas, ordenanzas y
cualquier otro documento municipal, que podrán ser adaptados por el muni-
cipio a sus propias características 28 . La Ley 1/2003, de 3 de marzo, de la
Administración Local de la Rioja 29 , dedica a las actas municipales y a los
libros de actas los artículos 143 y 144. La de Aragón lo hizo con un conteni-
do muy similar en los arts. 132 y 133 de su Ley 7/1999, de Administración
Local de Aragón 30 , etc.
Una de las últimas leyes publicadas, referidas al ámbito de una Comu-
nidad Autónoma, lo representa la Ley 20/2006, de 15 de diciembre, munici-
pal y de régimen local de las Islas Baleares 31 . En ella se dedica a las actas y
a los libros de actas dos artículos, el 97 y el 98. El contenido de ambos es
muy similar al establecido en el ya lejano Real Decreto Legislativo
781/1986 y en el Real Decreto 2568/1986. En concreto se dice lo siguiente:
Artículo 97. Actas.
1. De todas las sesiones de los órganos colegiados se levantará acta en la
que constará, como mínimo, el lugar de la reunión, la fecha y la hora de
comienzo y terminación de la sesión, los nombres de quien la presida y de
los restantes miembros asistentes a la misma, su carácter ordinario o extra-
ordinario, los asuntos debatidos, con expresión sucinta, en las sesiones ple-
narias, las opiniones emitidas, la indicación del sentido de los votos y los
acuerdos adoptados, así como aquellas otras incidencias acaecidas o los
detalles que se consideren necesarios para reflejar lo sucedido en la sesión.
2. Levantará acta de la sesión el secretario o la secretaria de la corpora-
ción o quien legalmente le sustituya, sometiéndose a su aprobación en la
sesión siguiente, sin que sea necesaria su lectura cuando haya sido previa-
28
Boletín Oficial del Estado, núm. 128 de 29 de mayo de 2003.
29
Boletín Oficial del Estado, núm. 71 de 24 de marzo de 2003.
30
Boletín Oficial del Estado, núm. 108 de 6 de mayo de 1999.
31
Boletín Oficial del Estado, núm. 26 de 30 de enero de 2007.
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LOS LIBROS DE ACTAS MUNICIPALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX
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LOS LIBROS DE ACTAS MUNICIPALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX
Libro de actas municipales del año 1872. La hoja está validada con el sello
en seco de la Fábrica Nacional del Sello, el sello estampado y el número de
bifolio.
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Libro de actas municipales del año 1876. La hoja está validada con el sello
en seco de la Fábrica Nacional del Sello, el sello estampado, el sello ad-
herido y el número de bifolio.
Desde principios del año 1880, al menos en las actas municipales tole-
danas, deja de utilizarse el sello de papel adherido, manteniéndose el uso del
sello en seco, del sello estampado de 10ª clase de una peseta y del número
del bifolio. Pero da partir de enero de 1882 el valor de ese sello timbrado es
de dos pesetas. Desde principios del año 1883 ya no se recoge en el sello
timbrado la mención de “Impuesto de Guerra” y del “50 por %” que se man-
tenía desde 1875. Su valor seguía siendo el de dos pesetas. Junto a este sello
situado en la parte superior y centrada de la hoja, se mantenía el sello en se-
co, junto a su ángulo superior izquierdo. Y en el lado superior derecho figu-
raba el número del bifolio. No habrá cambios hasta el inicio del año 1890. A
partir de enero de ese año el sello en seco fue sustituido por otro sello, tam-
bién timbrado o impreso, como lo queramos llamar, con la leyenda de “Fá-
brica Nl. del Timbre”, escrita con letras mayúsculas, y la mención del año
correspondiente, rodeando un escudo de España.
O sea que entre principios de 1890 y finales de 1892 el papel utilizado
en los libros de actas municipales toledanas iba validado por dos sellos tim-
brados o estampados, uno con la mención de la Fábrica Nacional del Timbre
y el año, y otro con la mención de la clase y de su valor, acompañados de un
número de siete dígitos dado por el fabricante. Desde enero de 1893 el sello
sigue teniendo un valor de dos pesetas pero ahora se corresponde con la cla-
se 11ª. A partir de junio de 1894 deja de recogerse, al menos en Toledo, el
número del bifolio (veinte años después de comenzar su plasmación en estos
libros) y el sello impreso de la Fábrica Nacional del Timbre. Sólo permane-
ce el uso de un sello en papel, adherido con un encolante, que sustituye al
timbrado utilizado desde 1637 y sin que haya cambios ni en su valor (dos
pesetas) ni en su clase (11ª). Entre julio de 1897 y marzo de 1900 a este se-
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LOS LIBROS DE ACTAS MUNICIPALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX
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En el Real Decreto Ley de 1 de enero de 1906 sobre Timbre del Estado, en su art.
103, determinaba que “llevarán timbre de 2 pesetas, clase 10ª, los libros de actas de
dichas corporaciones”. En el art. 106 se permitía el reintegro de estos libros en papel
de pagos al Estado, con la autorización de la Delegación de Hacienda respectiva,
suscribiendo ese hecho con una nota. Véase el libro de R. Gallardo Martínez, Legis-
lación del Timbre del Estado, Madrid: Imprenta de los hijos de M. G. Hernández,
1913, pp. 154-161.
260
LOS LIBROS DE ACTAS MUNICIPALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX
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35
Una resolución de la Dirección General del Timbre de 29 de abril de 1924 mani-
festó que los libros de actas de la Comisión Municipal Permanente debían también
gravarse con timbre de dos pesetas de la clase 7ª.
36
Un ejemplo de diligencias de este tipo es la que a continuación se transcribe: Libro
de actas de las sesiones celebradas por el Pleno del Ayuntamiento de Toledo. Este
libro comprensivo de quinientos folios y destinado a consignar las actas de las se-
siones que celebre el citado Pleno ha sido reintegrado conforme a la vigente Ley del
Timbre, con cinco pliegos de papel de pagos al Estado, clase primera, serie A, nú-
meros 565.899, [565].900, 581.698, 581.699 y 581.705 importantes quinientas pese-
tas, quedando además estampados en todas las hojas el sello de esta Oficina. Toledo
a treinta de mayo de mil novecientos veinticinco. El Administrador de Rentas [Firma
y rúbrica]”
37
No olvidemos que los sellos timbrados sólo se recogían hasta entonces en una de
las hojas del bifolio.
38
El número de bifolio dado por la Fábrica Nacional de Timbre estaba formado, co-
mo sabemos, por seis o siete cifras. No obstante la existencia de este número de bifo-
lio (hasta marzo de 1924) va acompañada de la numeración concreta del libro, desde
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LOS LIBROS DE ACTAS MUNICIPALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX
el Reglamento de Secretarios del año 1924 se les había exigido a éstos que
los abrieran con una diligencia de apertura en la que debían indicar el núme-
ro de hojas y el hecho de ir selladas con el sello de la corporación y valida-
das con la rúbrica del Alcalde. De tal forma que en algunos libros se encuen-
tran dos diligencias, la del Administrador de Rentas en la que daba cuenta
de que se habían abonado en pliegos de papel de pagos al Estado los dere-
chos correspondientes, y la diligencia del Secretario, ya descrita 39 .
.
Libro de actas municipales del año 1925.
Diligencia de apertura redactada por el Administrador de Rentas Provinciales
el número 1 hasta el último. Es decir que en estos libros suele haber una doble nume-
ración.
39
En Toledo el primer libro que contiene las dos se inicia en 1947, seguramente por
entender el Secretario hasta entonces que con la diligencia del Administrador de
Rentas acompañada de las firmas del Alcalde y de la suya propia era suficiente, ya
que en la primera se especificaba también su finalidad y su extensión.
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Inicio de una hoja del libro de actas municipales del año 1933 validado con
la rúbrica del Alcalde, el sello del Ayuntamiento y el de la Administración
de Rentas.
40
Boletín Oficial del Estado, de 30 de diciembre de 1950, p. 6.090.
41
Por la Ley y tarifas de 3 de marzo de 1960 del Timbre del Estado, y en concreto
por su art. 56.1º, se estableció que las actas de las sesiones celebradas por cualquier
corporación pública se extenderían en papel timbrado con el número 53 de la tarifa,
y por un valor de 0.50 pesetas. Entre ellas estaban las actas de sesiones de los Ayun-
tamientos. Véase en este sentido el Informe sobre el Impuesto de Timbre del Estado
en Ayuntamientos de M. Aguilar Hardisson (Madrid: Dirección General de Tributos
Especiales, 1960), el Manual del Timbre del Estado (Madrid: El Consultor, 1960, p.
133) o el libro de P. González G. Quijano titulado El Impuesto del Timbre del Estado
en los Ayuntamientos (Granada: Imp. de José María Ventura, 1950, pp. 193-196). En
todas ellas se insiste en la necesidad de que lleven timbre de “3 pesetas, clase 7ª” los
libros de actas de los Ayuntamientos, tal y como había establecido el art. 103 de la
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Ley del Timbre del Estado de 18 de abril de 1932. Sin embargo, el ayuntamiento to-
ledano entendió que era de aplicación el Texto articulado de 1950 y no adquirió ese
papel timbrado, de tal forma que en el amplio periodo que va de 1951 a 1986 no se
produjo ningún cambio en el sistema ya comentado.
42
La utilización de “hojas móviles” fue acordada en sesión plenaria de 23 de di-
ciembre de 1986.
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Ha sido habitual tras la aprobación de la Constitución de 1978 que las actas muni-
cipales se conviertan en verdaderos diarios de sesiones, plasmando de forma casi
literal (y por ello a veces incomprensible) los debates y deliberaciones de los plenos
municipales. A ello se unen las posibilidades que ofrece a los concejales el artº 27.2º
de la Ley 30/1992. Y por estas causas han aumentado notablemente en extensión, lo
que contrasta con la parquedad de las actas transcritas en estos libros durante el fran-
quismo.
44
Ejemplos de estos trabajos se detallan en las siguientes publicaciones:
FERNÁNDEZ SUÁREZ, E., SANTOS VALERA, S.: “Digitalización y descripción
de los libros de actas del Ayuntamiento de León”, en La documentación para la in-
vestigación : homenaje a José Antonio Martín Fuertes, Vol. 2, León: Universidad de
León, 2002, pp. 205-220; GARCÍA DE PAREDES Y RODRÍGUEZ DE AUSTRIA,
P.: “Microfilmación y digitalización de los Libros de Actas Capitulares”, Almajar:
Revista de Historia, Arqueología y Patrimonio de Villamartín y la Sierra de Cádiz, 2
(2005) pp. 249-253; PÉREZ HERRERO, E.: “Los libros de Actas del Pleno del
Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria (1834-1994). Inventario y microfil-
mación. Estudio diplomático de las Actas de 1834”, Boletín Millares Carlo, 15
(1996) pp. 107-140.
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En la ciudad de Toledo el primer acta que recoge el sello y la rúbrica está datada el
24 de septiembre de 1873.
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En la ciudad de Toledo el primer acta en el que se contempla este hecho data del
año 1835. Pero su presencia no se produce en todas las sesiones posteriores de mane-
ra continua. Desconocemos si hay alguna norma específica anterior a la Ley de 1856,
ya comentada. En las leyes de ayuntamiento de 1840 y 1845 no hay ningún artículo
concreto sobre esta materia, ni tampoco en el Decreto de 23 de julio de 1835. Hasta
esa última fecha, al menos en Toledo, nunca se inicia una sesión, y por lo tanto no
figura en su acta, con la lectura y aprobación del borrador de acta de la sesión ante-
rior.
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La firma del escribano del ayuntamiento suele ser completa (nombre y apellidos).
Aparece normalmente precedida de un “Ante mí”. Tras su rúbrica se recoge habi-
tualmente su oficio (escribano, fiel, etc.). En Toledo, no obstante, hay muchas actas
recogidas en esos libros que están sin firmar.
48
La norma de 1823 apenas estuvo en vigor en ese año ante la inmediata reacción
absolutista.
49
Así lo había establecido el artículo 67 de ese Decreto de 1823. Únicamente en un
periodo breve de tiempo, en el que estuvo vigente el Real Decreto de 23 de julio de
1835, las actas fueron autenticadas con las medias firmas del alcalde-presidente, del
procurador del común y del secretario municipal. En Toledo, en concreto, tienen esas
firmas las actas comprendidas entre el 16 de octubre de 1835 y el 1 de enero de
1837.
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todos los concejales que hubieran asistido (sin indicar que puedan usar la
media firma) y por el secretario. Por ello a partir de entonces las firmas in-
cluidas en las actas suelen ser enteras o completas 50 . Y prácticamente sin
modificaciones 51 esta situación perdurará hasta la entrada en vigencia del
Real Decreto 2568/1986, de 28 de noviembre, que establece su autentica-
ción con las únicas firmas del alcalde-presidente y del secretario municipal,
tal y como se sigue realizando en la actualidad.
50
En el caso del secretario sí determina la norma expresamente (art. 105.2º) que su
firma sea “entera”. En Toledo la primera sesión que recoge las firmas completas de
los concejales asistentes es la del 30 de septiembre de 1868, de constitución del nue-
vo ayuntamiento. En la sesión anterior, celebrada el 25 de ese mes, los miembros de
la corporación utilizaron para validar el acta de esa reunión su media firma (un ape-
llido y la rúbrica).
51
Con las leyes municipales de 1870 y 1877, vigentes prácticamente, en el tema que
nos ocupa, hasta la aprobación del Estatuto Municipal de 1924, cada acta debía ser
firmada no sólo por todos los concejales que concurrieron a esa sesión y participaron
en sus deliberaciones y acuerdos, sino también por los presentes en las que se aprobó
su redacción definitiva, y por el secretario municipal. Además las actas de las sesio-
nes inaugurales de cada corporación municipal debía ser firmada por todos los con-
cejales, los nuevos y los que ya perdían su condición de regidores. Pero con el Esta-
tuto Municipal de 1924 se vuelve a la situación anterior a la Ley de Ayuntamientos
de 1870, es decir a la plasmada en el Decreto de 21 de octubre de 1868 (firmas com-
pletas pero sólo de los concejales asistentes y del secretario). Basta ahora recordar
que tras la derogación del Estatuto Municipal en 1931, las actas municipales serían
redactadas, y hasta 1935, con arreglo a la normativa de 1877, y por lo tanto con las
incidencias ya comentadas en lo relativo a la firma.
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