Apunte Derecho Civil III

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Apuntes sobre el Có digo Civil y Comercial

Romina Victoria Castillo

HECHO JURIDICO

Previo a hablar del acto jurídico propiamente dicho, deberemos desarrollar qué entendemos por
“hecho”. Un hecho es un suceso cualquiera que ocurre de forma perceptible. Pueden suceder por
hecho de la naturaleza o con intervencion del accionar humano. Es importante este concepto
porque todo vínculo jurídico arranca de un hecho o tiene por objeto un hecho. Es éste el que genera,
modifica, transforma o extinga un derecho.

La noción de hecho jurídico está claramente establecida en el Código Civil y Comercial Argentino en
el art. 257, que reza: “El hecho jurídico es el acontecimiento que, conforme al ordenamiento
jurídico, produce el nacimiento, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas”. Es
decir que el hecho para ser jurídico debe modificar, transformar o extinguir algún derecho.

Clasificación.

Hemos dicho anteriormente que es infinita la variedad de los hechos, y que como de ellos depende
la producción de efectos jurídicos, resulta que de la variedad de los hechos depende la multiplicidad
de los derechos. Por tanto, es útil clasificar los hechos, es decir ordenar la variedad de los mismos,
distinguiendo sus clases. Ello nos permitirá conocer y clasificar los distintos derechos.

El Código civil, aparte del art. 897 y su nota hace una clasificación de los hechos, que nosotros
adoptaremos. Esta clasificación se ajusta al siguiente esquema, que explicaremos luego en detalle:

Los hechos jurídicos se dividen en hechos externos o naturales, y hechos humanos. Estos últimos en
hechos voluntarios e involuntarios; los voluntarios en lícitos, e ilícitos; los lícitos en simples actos, y
en actos jurídicos; los ilícitos, en delitos y cuasidelitos.

a) Hechos jurídicos externos o naturales

El hecho, como objeto del derecho, es siempre humano, es decir algo que el hombre debe o no
hacer. La prestación, en las obligaciones, consiste siempre en un hecho del hombre. En cambio el
hecho considerado no como objeto, sino como fuente o causa del derecho (que es el aspecto bajo
el cual aquí lo estudiamos) se puede presentar como producto de dos actividades distintas: la
actividad de la naturaleza, o la actividad del hombre y de ahí la clasificación más general, en hechos
naturales o humanos.

Denominamos “hechos jurídicos externos o naturales” a aquellos que ocurren con prescindencia o
sin el concurso de la acción del hombre. El derecho es una regulación o valoración de la conducta
humana, lo cual explica que los hechos naturales sean los de menos importancia para la
consideración jurídica. Sin embargo ellos pueden ser muy numerosos y de la más variada especie.

Los hechos naturales o externos pueden subclasificarse, en primer lugar, en positivos o negativos,
según sea necesario que el acontecimiento se produzca o deje de producirse, para que surjan los
efectos jurídicos, como sucede, por ejemplo en la hipótesis de una obligación que está sujeta a la
condición resolutoria de que “no llueva”.

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Los positivos, a su vez, pueden ser reales o presuntos; ejemplos de estos últimos se dan, como ya
hemos dicho, cuando el derecho se vale de ficciones, suponiendo la existencia de un hecho para
sustituir una realidad, como sucede en la declaración de muerte presunta de una persona que se
encuentra ausente.

Entre los hechos naturales efectivamente acontecidos los hay de la mayor variedad: así, es un hecho
natural el nacimiento de una persona, que produce como efecto jurídico establecer vínculos de
parentesco y, a veces, que el recién nacido adquiera ciertos derechos por herencia o donaciones.
También lo es la muerte de las personas, que produce la sucesión de sus derechos a favor de los
herederos.

El transcurso del tiempo, que hace adquirir el dominio por la prescripción, o libera a un deudor por
la prescripción liberatoria, también es un hecho jurídico, y de la mayor importancia. Y en el catálogo
de hechos jurídicos naturales podemos mencionar la creciente extraordinaria de un río, que mata
animales o convierte en cauce del río a un inmueble, extinguiendo el derecho del propietario; o el
granizo que destruye una cosecha, y el rayo que incendia una propiedad.

Algunas veces estos hechos naturales no producen los efectos por sí solos, sino combinados con
hechos del hombre; por ejemplo, cuando el granizo destruye una cosa, o el rayo incendia una
propiedad, no solamente produce el efecto de aniquilar la cosa sobre la que recaía el derecho de
propiedad, sino que si la cosecha destruída, o la finca incendiada, se encontraban aseguradas, va a
dar nacimiento a la obligación de la compañía de pagar ese seguro, y el correlativo derecho de
crédito a favor del propietario, para cobrar ese importe. Aquí el hecho de la naturaleza se ha
conectado con el contrato de seguro, que es un acto jurídico.

b) Hechos jurídicos humanos

El derecho, como ya hemos dicho, es regulación de la conducta humana, por cuyo motivo se
comprende fácilmente que los hechos jurídicos humanos son los de mayor importancia en nuestro
estudio.

Los hechos humanos se producen con el concurso de la acción del hombre, ya sea de la misma
persona cuyos derechos se generan modifican o extinguen por el hecho, ya sea por los actos u
omisiones de un tercero. También ellos pueden ser positivos o negativos, según dependan de la
acción o de la omisión de un hecho (por ejemplo, una declaración de voluntad, o la falta de pago de
una deuda, que dará nacimiento a la obligación de indemnizar). También ellos pueden ser ficticios
(como la supuesta residencia de una persona en un lugar determinado, en las hipótesis del domicilio
legal) o reales, es decir efectiva- mente producidos.

Respecto a los hechos humanos cabe hacer esta adverten- cia: los fenómenos exclusivamente
psicológicos no son “hechos jurídicos humanos”, mientras no se revelen al exterior por algún signo
sensible, porque ellos no pueden ser conocidos por los terceros, mientras no trasciendan. Es
siempre necesario, por consiguiente, la manifestación externa de ese estado psíquico, que puede
serlo por decisiones de la voluntad, declaraciones, etc.

Algunas veces el hecho constituye por sí solo el supuesto necesario para que se produzca el efecto
jurídico; en otras oportunidades debe unirse a otros hechos, de la misma o de distinta persona. En

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este último supuesto se dice que el hecho jurídico es “complejo”. Como ejemplo de estos casos
podemos mencionar los siguientes: la oferta de contrato formulada por una parte, debe unirse a la
aceptación de la otra para que, juntas, constituyan el supuesto de hecho que conforme a la ley da
lugar al nacimiento del contrato. El préstamo de una suma de dinero (primer hecho), unido a la falta
de pago del deudor (segundo hecho), integran el supuesto necesario para que, según la ley, el
deudor se encuentre en estado de mora. Podríamos multiplicar los ejemplos, pero lo consideramos
innecesario.

c) Hechos jurídicos voluntarios e involuntarios

Según vimos en el esquema precedente, los hechos jurídicos humanos, o actos, se subdividen en
voluntarios o involuntarios, como lo expresa el art. 897 del Código:

“Los hechos humanos son voluntarios o involuntarios. Los hechos se juzgan voluntarios, si son
ejecutados con discernimiento, intención y libertad”.

Más adelante estudiaremos con detenimiento lo que debemos entender por estos tres requisitos
de la voluntariedad, pero por el momento nos limitaremos a algunas ligeras advertencias.

Comúnmente se entiende por acto “voluntario” aquél que nace espontáneamente de la decisión
del sujeto, sin que sea impuesto por fuerza o necesidad extrañas al agente. El espíritu humano es la
causa del hecho. Ahora bien, como expresa Freitas en la nota a su art. 445, si se examina esa facultad
activa del espíritu humano, que se ejercita en cada uno de los actos y que denominamos “voluntad”,
no se puede dejar de advertir la presencia de tres elementos: discernimiento, intención y libertad.

Freitas nos dice que entiende por “discernimiento” la facultad de conocer en general, la facultad
que ministra los motivos a la voluntad en todas sus deliberaciones; por “inten- ción” entiende el
discernimiento aplicado a un acto que se ha deliberado practicar; y por “libertad”, el imperio de sí,
que expresa la posibilidad de elección entre los motivos. Estos son los “elementos internos de la
voluntad”.

Pues bien, los hechos humanos voluntarios, o sea los ejecutados con discernimiento, intención y
libertad, son llamados “actos”; en cambio los que carecen de esos requisitos, es decir los
involuntarios, son simplemente “hechos”.

El hecho jurídico involuntario, según dispone el art. 900 del Código civil, “no produce por sí
obligación alguna”. En la nota al mismo artículo podemos leer:

“Nota al art. 900.- El elemento fundamental de todo acto, es la voluntad del que lo ejecuta. Es por
esto que el hecho de un insensato o de una persona que no tiene discernimiento y libertad en sus
actos, no es considerado en el derecho como un acto, sino como un acontecimiento fortuito”.

En consecuencia, el hecho involuntario es equiparado a un hecho de la naturaleza. Por otra parte,


ante un caso concreto no es necesario efectuar una investigación psicológica para determinar si
esos elementos internos de la voluntad existieron o no, pues la propia ley se encarga de establecer
cuándo un acto debe ser considerado involuntario. Los artículos 921 y 922 determinan cuándo el
acto es practicado sin discerni- miento, y cuándo lo es sin intención y sin libertad1.

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Finalmente diremos que, en contra de la afirmación absoluta del artículo 900, no es verdad que el
acto involuntario no produzca jamás efectos. Por el contrario: un acto celebrado bajo los efectos de
error esencial es considerado involuntario, pero si el error es inexcusable, el acto producirá todos
sus efectos; lo mismo puede decirse en los casos de dolo recíproco y, en virtud de las modificaciones
introducidas al art. 907 el acto involuntario podrá dar lugar a una indemnización fundada en razones
de equidad2.

Continuando con el análisis del esquema que hemos trazado veamos ahora la subdivisión de los
actos voluntarios (Obsérvese que ahora hablamos de “actos”).

El proceder del hombre puede provocar efectos jurídicos tanto cuando se ajusta a lo que dispone la
ley, como cuando obra en contra de ella; de ahí la división de los actos voluntarios en lícitos e ilícitos.
Así lo dispone el art. 8983.

d) Actos ilícitos. “Art. 921.- Los actos serán reputados hechos sin discernimiento, si fueren actos
lícitos practicados por menores impúberes, o actos ilícitos por menores de diez años, como también
los actos de los dementes que no fuesen practicados en intervalos lúcido, y los practicados por los
que, por cualquier accidente, están sin uso de razón”.

“Art. 922.- Los actos serán reputados practicados sin intención, cuando fueren hechos por
ignorancia o error, y aquellos que se ejecutaren por fuerza o intimidación”.

“Art. 907 (segundo párrafo).- ... Los jueces podrán también disponer un resarcimiento a favor de la
víctima del daño, fundados en razones de equidad, teniendo en cuenta la importancia del patrimonio
del autor del hecho y la situación patrimonial de la víctima”.

“Art. 898.- Los hechos voluntarios son lícitos o ilícitos.
Son actos lícitos las acciones voluntarias no
prohibidas por la ley, de que pueden resultar alguna adquisición, modificación o extinción de
derechos”.

La conducta ilícita de un sujeto, es decir contraria a lo que manda o prohibe la ley, ciertamente
produce efectos jurídicos, pero estos efectos son producidos en contra del que obra violando el
derecho. Estos efectos jurídicos consisten en la obligación de resarcir el daño ocasionado. En
derecho civil toda conducta ilícita se traduce siempre en una reparación de carácter pecuniario.

Ahora bien, los efectos indicados no se producen porque el sujeto quiera que ellos se produzcan,
sino porque lo quiere el ordenamiento jurídico a fin de corregir una voluntad contraria a derecho y
combatir los efectos antisociales de esa actividad.

Los actos ilícitos se subdividen, según nuestro Código, en delitos y cuasidelitos. Habrá delito si el
acto ilícito ha sido ejecutado con la conciencia de perjudicar, como lo establece el artículo 1072,
cuando expresa:

“El acto ilícito ejecutado a sabiendas y con la intención de dañar la persona o los derechos de otro
se llama en este Código delito”.

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La otra categoría de acto ilícito es el cuasidelito que corresponde a los casos en que al agente no se
le puede imputar dolo, o sea la conciencia de perjudicar, sino solamente culpa o negligencia. Este
tipo de ilícito, en nuestro Código, sólo está caracterizado de manera indirecta por el artículo 1109
cuando dispone:

“Todo el que ejecuta un hecho, que por su culpa o negligencia ocasiona un daño a otro, está obligado
a la reparación del perjuicio. ...”.

Aunque en el cuasi delito el agente no abriga concien- cia de que su acto puede perjudicar, se trata
sin embargo de una conducta asumida de manera consciente, pues se tenía la voluntad de ejecutar
el hecho.

Se ha observado con razón que esta subdivisión de los hechos ilícitos es realmente de carácter
puramente teórico, con escasas consecuencias prácticas, pues dentro de nuestro propio Código
ambos tipos, delito y cuasidelito, están sometidos a normas legales casi idénticas, de modo que no
presentaría inconvenientes suprimir la distinción, como lo hacen Códigos modernos, entre ellos el
alemán, o el suizo de las obligaciones, que legislan de manera general y conjunta todos los actos
ilícitos.

e) Actos lícitos

El acto lícito es el obrar voluntario conforme a derecho, como lo expresa el Código en la segunda
parte del artículo 898 (ver el texto en nota 3).

El elemento fundamental es la voluntad del sujeto que ejecuta el acto, de donde resulta que el “fin”
a que esta voluntad se dirige servirá para determinar o calificar la naturaleza particular del acto
ejecutado. De acuerdo a esa “finalidad” los actos lícitos se subdividen en “actos jurídicos” (que
corresponden a lo que la moderna doctrina europea denomina “negocios jurídicos”), y “simples
actos voluntarios lícitos” (a los cuáles esas corrientes doctrinarias dan el nombre de “actos jurídicos).

Cuando la voluntad del sujeto va encaminada a producir un efecto jurídico determinado, que
procura obtener como finalidad inmediata, estaremos frente a un acto jurídico (o “negocio”). Los
efectos jurídicos, es decir la creación, modificación o extinción de una relación jurídica, se
producirán en cuanto fueron queridos por el agente, y en la medida en que fueron queridos.

El mencionado efecto, desde luego, no se producirá por obra únicamente de la voluntad del sujeto,
sino como resultado de su declaración de voluntad y del hecho de que la ley reconoce a la voluntad
de los particulares el poder de generar esos efectos. Como dice un notable jurista alemán, Von Thur,
el acto (o negocio jurídico) es el instrumento que utilizan las partes para reglamentar sus relaciones
jurídicas “dentro del límite que la ley les permite”.

Nuestro Código civil define el acto jurídico en el artículo 944:

“Son actos jurídicos los actos voluntarios lícitos, que tengan por fin inmediato, establecer entre las
personas relaciones jurídicas, crear, modificar, transferir, conservar o aniquilar derechos”.

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Puede suceder, en cambio, que una actividad humana lícita, querida por el agente, no persiga como
fin inmediato obtener un determinado efecto jurídico, pero que la ley -al margen de lo querido por
el agente- establezca que ese acto tenga determinados efectos jurídicos, que nacerán sin el
concurso de la voluntad de quien obró, y no porque haya querido esos efectos, sino simplemente
porque quiso realizar el acto. En estos casos no se estará frente a un “acto jurídico”, sino frente a
un simple acto voluntario lícito, como sucede en el descubrimiento de un tesoro, cuya propiedad es
adjudicada por la ley por mitades al descubridor y al dueño del fundo (art. 2556 del Código civil); o
en la hipótesis del llamado “domicilio real”, que la ley considera que es el lugar donde la persona
tiene el asiento principal de su residencia y negocios (art. 89 del Código civil); o en la gestión de
negocios, cuyos efectos son los que la ley estipula en el título 18 de la sección Tercera del Libro
Segundo (artículos 2288 y siguientes). Vemos así que el artículo 899 nos dice:

“Cuando los actos lícitos no tuvieren por fin inmediato alguna adquisición, modificación o extinción
de derechos, sólo producirán este efecto, en los casos en que fueren expresamente declarados”.

ACTOS JURÍDICOS

Concepto

Al explicar la noción de “hecho jurídico” dijimos que era todo acontecimiento susceptible de
producir una adquisición, modificación o extinción de derechos y obligaciones y clasificamos los
hechos jurídicos en sus distintas especies: naturales y humanos; a su vez a los hechos humanos los
dividimos en voluntarios e involuntarios, según fueran o no ejecutados con discernimiento,
intención y libertad; y a los hechos voluntarios, o actos, los clasificamos en lícitos e ilícitos, según
fueran conformes o contrarios al ordenamiento jurídico; dentro de los ilícitos distinguimos los
delitos, es decir los ilícitos dolosos, de los cuasi delitos, que son meramente culposos; y, finalmente
nos hemos referidos a los actos jurídicos y a los simples actos voluntarios lícitos, dando en cada caso
un concepto elemental de cada una de estas categorías de hechos.

El “acto jurídico” está definido en el artículo 944 del Código de Vélez, que hemos reproducido más
arriba.

Si bien la doctrina, e incluso la legislación, proporcionan diferentes definiciones, existe en ellas cierta
coincidencia, en cuanto se reconoce que el acto jurídico es un modo de expresión de la voluntad del
sujeto. Las variantes se presentan en cuanto a los límites que tiene ese poder de la voluntad, que
algunas posturas lo restringen y otras lo extienden más, pero todas ellas reconocen que el acto
jurídico es el instrumento por el cual la voluntad del sujeto actúa dentro del campo del derecho.

Pero, antes de proseguir, creemos necesario poner de relieve que si bien es cierto que el sujeto
puede, por obra de su voluntad, producir los más diversos efectos destinados a regular sus intereses
particulares, ese resultado puede lograrse en razón de que el derecho reconoce a la voluntad del
sujeto el poder de producir determinados efectos jurídicos. Más aún, el derecho admite no sólo que
la voluntad genere un efecto, sino también que determine el contenido y los extremos que alcanzará
ese efecto. Por ejemplo, cuando dos sujetos celebran un contrato de compraventa uno adquiere,
por obra de su voluntad, la propiedad de una cosa, pero también la voluntad concurrente de las
partes fija el precio que se pagará por esa cosa, las modalidades del pago y el momento en que se
efectuará la entrega de la cosa para que el adquirente goce de ella. Cuando se contrae un

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matrimonio se celebra también un acto jurídico, del cual nacen determinados efectos; ese
matrimonio es obra de la voluntad de los contrayentes. Podemos suministrar otros ejemplos:
cuando se arrienda un inmueble se producen los efectos jurídicos propios de ese contrato, que
confiere al inquilino la facultad de usar y gozar de la cosa y la obligación consiguiente de restituirla
al propietario al finalizar la locación; cuando un sujeto otorga un testamento, y luego fallece, el
testamento produce el efecto de establecer el destino de los bienes, de acuerdo a la voluntad del
testador; cuando se reconoce a un hijo, se produce como efecto establecer el vínculo de filiación.
En resumen, cuando se compra, se arrienda, se contrae matrimonio, se testa, se reconoce un hijo
natural, etc., se producen determinados efectos por obra de la voluntad del sujeto, que no
solamente es ocasión de que se produzcan efectos jurídicos, sino que determina el contenido de
ese resultado, seleccionando los efectos que desea producir. Por eso los autores suelen hablar de
voluntad de declaración y voluntad de contenido, es decir, se tiene la voluntad de realizar un acto
jurídico, pero también se tiene la voluntad de obtener un resultado, porque se desea que ese acto
jurídico produzca determinados efectos.
Ahora bien, al concepto de acto jurídico que nos
suministra el Código en el art. 944 pareciera que le falta algo, porque debemos preguntarnos: ¿qué
papel desempeña aquí el derecho?

La voluntad por sí sola no produce efectos jurídicos; los produce porque el derecho lo admite y le
otorga el poder o eficacia necesarios para que produzca esos efectos, aspecto que no está
contemplado en el art. 944. A nuestro criterio en el acto jurídico debemos contemplar dos aspectos:
el elemento de hecho, o elemento material, que es la voluntad del sujeto que da ocasión a que se
produzca un efecto y que expresa cuál es el contenido de ese efecto, y el elemento de derecho, que
es el reconocimiento que otorga el ordenamiento jurídico a la voluntad, para que pueda producir
esos efectos. El concepto quedaría completo si reunimos en él esos dos elementos, el de hecho y el
jurídico, y a lo expresado por el art. 944 de que “Son actos jurídicos, etc. ...”, agregásemos al final: “
... en cuanto el ordenamiento jurídico lo permite, o lo reconoce”.

Con mayor sencillez podríamos expresar ese concepto de la siguiente manera: “Acto jurídico es una
declaración de voluntad encaminada a producir un efecto admitido por el derecho”.

En esa definición encontramos los dos elementos, el material y el jurídico.

Cuando celebramos un contrato realizamos un acto jurídico, que tendrá determinados efectos
porque el derecho protege nuestra manifestación de voluntad y admite que esa voluntad de
celebrar un contrato produzca los efectos queridos por las partes; cuando en una hoja de papel
redactamos de nuestro puño y letra un testamento ológrafo, disponiendo que después de morir
nuestros bienes tengan cierto destino, estamos también frente a un acto jurídico, cuyo efecto será
transmitir y adjudicar los bienes a quienes se han instituido como herederos. ¿Por qué produce esos
efectos? No solamente porque el testador lo quiso, sino además porque el derecho protege su
voluntad y le permite disponer de sus bienes.

Es necesario, pues, poner de relieve en la definición del acto jurídico la existencia de ambos
elementos: el material, o de hecho, y el elemento jurídico.

OBLIGACIONES CIVILES Y COMERCIALES

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Concepto de obligación.

Las relaciones humanas pueden ser naturales o civiles.

Las civiles, abarcan distintos aspectos: los atributos de la personalidad, el hábitat familiar, y los
hechos que se relacionan con las cosas.

La relación de las personas con las cosas puede ser de dos maneras: los derechos reales, ejerciendo
derechos directos sobres las cosas, de manera inmediata; el ius ad rem, el derecho subjetivo a tener
una cosa en poder de otro, una disponibilidad, independiente del orden público. La nota distintiva
de este tipo de derechos es su carácter exclusivamente patrimonial.

Noción vulgar y técnica de obligación.

Una noción vulgar indica que obligación es un vínculo o sujeción de la persona. En tanto que una
noción técnica indica que son aquellos deberes impuestos por el Derecho, susceptibles de
estimación pecuniaria que consisten en dar, hacer o no hacer algo una persona en favor de otra. No
basta que el deber lo imponga el Derecho para que se trate de una obligación.

Concepto.

Relación jurídica en virtud de la cual alguien denominado deudor debe satisfacer una prestación a
favor de otro llamado acreedor, es un estar con respecto a otro. La coercibilidad no hace al concepto
de obligación. La obligación es un vínculo de derecho establecido con arreglo al Código Civil, que
nos constriñe a pagar alguna cosa. Para el romano era un vínculo personal.

Naturaleza jurídica de la obligación.

Existen distintas teorias.

1. Teoria subjetiva. 


2. Teoria objetiva. 


3. Teoria del vínculo jurídico complejo. 


La obligación es un vínculo complejo que se integra de dos virtualidades.

PRIMER MOMENTO: deuda que se traduce en una expectación del acreedor de la conducta debida
del deudor.

SEGUNDO MOMENTO: cuando el deudor infringe la conducta debida comienza la segunda


virtualidad: el acreedor podrá ser satisfecho con los bienes del deudor, garantía o responsabilidad.

Ambas son concomitantes. La coexistencia de estas puede desaparecer, existen obligaciones


naturales fundadas en sólo en el Derecho Natural. A la inversa no hay obligaciones que consistan en
pura garantía, sin la deuda correlativa.

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Elementos esenciales de las Obligaciones.

Son aquellos elementos o factores irreductibles, es decir, los que pueden faltar. Si no existiera
alguno de ellos no podría existir la obligación.

Ellos son el sujeto, que se desdobla en activo y pasivo, el objeto, y la causa.

El Sujeto.

Los sujetos son las personas vinculadas por la relación jurídica a que ella se refiere. Toda obligación
tiene un sujeto activo, que se denomina acreedor, titular, porque posee un título. El sujeto pasivo
es quien esta en la necesidad de satisfacer la prestación debida.

Objeto de las Obligaciones.

El Objeto de la obligación es aquello que el deudor debe satisfacer a favor del acreedor. Consiste en
una cosa (2311 CCA), en un hecho que habrá de ejecutar el deudor, o en una abstención de algo que
el deudor hubiera podido libremente realizar de no mediar la existencia de la obligación que le exige
un comportamiento negativo (los romanos decían que podía ser un dare, facere - en sentido positivo
o negativo - o prestare). No es posible estar obligado en abstracto. Dentro de lo constituye el objeto
de la Obligación hay que distinguir por una parte la cosa prometida (objeto), y la prestación
(contenido, obligación de hacer).

Requisitos del Objeto, en realidad de la prestación :

• Posibilidad: debe ser material y objetivamente posible. Cuando se trate de un objeto


materialmente imposible, esta debe ser universal. En tanto que cuando la imposibilidad sea
jurídica, debe estar explicitada por el derecho positivo. 


• Responsabilidad: Siempre se juzga la responsabilidad al momento de celebrarse el acto. 


• Legitimidad: la prestación debe ser jurídicamente legítima. Permitida por la ley. 


• Respeto a la moral y buenas costumbres. 
Valor pecuniario de la prestación. 
La prestación


constitutiva de la obligación ha de ser susceptible de apreciación pecuniaria, como un
requisito de existencia de la obligación. Si no fuera estimable en dinero, el acreedor no
tendría la obligación en su patrimonio ni experimentaría daño patrimonial alguno por causa
de su inejecución. 
Ihering criticó esta apreciación, sosteniendo que el derecho protege no
solo los intereses pecuniarios, sino también intereses morales, estéticos, etc.. Colmo
sostuvo que el Código no se ocupa solo de derecho privado económico, sino de un Código
de vida civil entera. Para Llambías esta es una crítica equivocada, generando ella confusión
en el campo de las obligaciones. Según el Código, la obligación siempre será estimable en
dinero, se trate de obligaciones contractuales o extracontractuales. 
Causa fuente. 
Otro
de los elementos esenciales de la obligación. No es posible concebir una obligación sin una
causa que la origine. No existe en el mundo del derecho la generación espontánea. La causa
fuente es el hecho dotado por el ordenamiento jurídico con virtualidad bastante para
establecer entre acreedor y deudor vínculo que los liga. El art. 499 del CCA dice que "No hay

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obligación sin causa, sin que sea derivada de uno de los hechos o de uno de los actos lícitos
o ilícitos, de las relaciones de familia, o de las relaciones civiles". Históricamente el tema de
la causa fuente de las obligaciones fue evolucionando desde el Derecho Romano. A lo largo
de esa evolución encontramos distintas clasificaciones de las causas, hasta llegar al derecho
civil moderno. Sin embargo todas las clasificaciones pueden reducirse a establecer dos
causas fuente de las obligaciones. En nuestro CCA se especifican las causas en los arts. 499
al 502. 
Las causas de las obligaciones son básicamente: el contrato, y la ley. 


Causa Fin.

Algunos autores incluyen como elemento de la obligación a la causa final, esto es, el propósito o
designio que ha movido a las partes para constituir la obligación. Pero basta observar este tópico
no puede plantearse cuando el vínculo se forma al margen de la voluntad de obligarse, para que
quede eliminado ese elemento como ingrediente indispensable de toda obligación.

Para Llambías no es exacto que sea un elemento de las obligaciones convencionales, o mejor dicho
del contrato que las engendra. Según Vélez a través de la teoría del acto jurídico, la causa final no
juega una función autónoma sino que queda comprendida en el objeto del acto jurídico. Para esta
tendencia, la causa final no es elemento pues se confunde con el objeto o con el consentimiento.

En nuestra teoría la causa final queda comprendida en la noción más amplia de la intención. Así, en
los supuestos de "falta de causa", el acto obrado sin finalidad alguna, carece de intención, y por lo
tanto es involuntario.

La causa en la Argentina.

La causa fuente es distinta de la causa fin, esto es, en sentido teleológico.

Se puede afirmar que el art. 499 del CCA Vélez hace referencia a la causa fuente, así como los art.
500, 501 y 502, lo hacen en referencia a la causa fin, puesto que tienen como fuente directa el
Código Civil Francés de manera ineludible. Aún hoy en día se discute este tema.

Históricamente el derecho consistía en formas rígidas y en acciones. Esto daba seguridad jurídica,
pero al precio de la injusticia. En el derecho canónico se busca como fin la justicia máxima en cada
caso, lo que determinaba gran inseguridad jurídica. El causalismo establece la existencia de una
causa final y una causa motivo. La causa final es la prestación subjetiva, esa es una causa objetiva.
La causa motivo, la razón por la cual se constituía esa prestación; nunca podía determinar la
anulación del acto, salvo cuando la causa fuera constitutiva del acto y conocido por ambas partes.

El neocausalismo sostuvo que la causa fin dependía de la voluntad individual de cada parte.

El artículo 499 del CCA determina que sólo hay nulidad de la obligación cuando no existe causa
(fuente). Los artículos 500, 501, y 502 servirían o no para explicar la causalidad.

Interdependencia de las obligaciones.

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En principio las obligaciones no quedan afectadas por las vicisitudes que experimentan otras
obligaciones ajenas a ellas. Excepcionalmente se presenta la interdependencia de las obligaciones
cuando están tan ligadas entre sí, que alguna no puede existir sin la otra. La que tiene existencia
propia e independiente de la otra es la obligación principal. La que no encuentra su existencia en si
misma es la accesoria.

"De dos obligaciones, una es principal y otra accesoria, cuando la una es la razón de existencia de la
otra" (523 CCA).

Condición.

Es la modalidad por la cual las partes sujetan el nacimiento o extinción de la obligación un hecho
futuro e incierto. Es decir a un hecho futuro, que no ha ocurrido, cuya probabilidad de ocurrir es
incierta, o sea, carece de certeza. El derecho de las partes está en un mayor estado de
provisionalidad, en un estado de indefinición. La condición debe ser posible. La condición debe ser
lícita. Única excepción Seguros: la condición de pago de la obligación está subordinada a un hecho
ilícito realizado por un tercero.

Tipos de Condición.

• Condiciones causales : el hecho condicionan depende del puro azar. 


• Condiciones mixtas: intervienen el azar y un puro hecho. 


• Condiciones potestativas: la condición está sujeta a la potestad de uno de los intervinientes en


la relación condicional. 
Condiciones Suspensivas. 
El derecho nace con el acaecimiento
del hecho condicionante. Es un Derecho en expectativa. Por ejemplo: la compra de un
inmueble a condición de recibir un préstamo bancario. 
La condición suspensiva es
negociable.
Se pueden ejercer medidas conservatorias o precautorias. 
Con las medidas
conservatorias se trata de evitar que salga del patrimonio del vendedor, sin entrar en el del
comprador, puesto que aún no se ha cumplido la obligación. 
Las medidas precautorias son
embargos, secuestros, etc. 
Condiciones Resolutorias. 
El Derecho está incorporado de un
modo provisional al patrimonio. También es negociable, pero sigue siendo provisional. La
condición resolutoria puede morir. El hecho condicionante debe ser cumplido en su
totalidad. Es indivisible. 
Plazo. 
Modalidad por la cual se establece que la obligación queda
sujeta al acaecimiento de un hecho futuro y cierto. Las obligaciones con plazo tienen
exigibilidad. 
Cargo.
El cargo es una obligación accesoria que se impone a un acto jurídico.
(Buscar ejemplos de 
las modalidades de los actos jurídicos) 
Efectos de las obligaciones.

Los efectos de las obligaciones son las consecuencias de orden jurídico provenientes de la
existencia y virtualidad de la obligación. Los efectos de las obligaciones se refieren al
cumplimiento, o no, del deudor, y son acciones legales de las que dispone el acreedor. Los
efectos son normales o anormales. Los normales son las obligaciones en natura. Los
anormales se corresponden con el daño resarcitorio. 


• Mora del acreedor. 


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Apuntes sobre el Có digo Civil y Comercial
Romina Victoria Castillo

• Liberación del deudor. 


• Pago por consignación. 
Distintos modos de cumplimiento. 
I) Cumplimiento voluntario: por lo
general las obligaciones son cumplidas espontáneamente: el deudor cumple la prestación
debida, ya sea por convencimiento o por temor. El fenómeno de la ejecución voluntaria
pasa inadvertido. El CCA no se ocupa. 
II) Cumplimiento forzado: ante el incumplimiento
del deudor, el acreedor dispone de " los medios legales a fin de que el deudor le procure
aquello a lo que sea ha obligado". En primer término los recursos se canalizan por
intermedio de la autoridad judicial, nunca puede hacerse justicia por mano propia, son
recursos judiciales. En segundo lugar, tales acciones 


tienden a la ejecución directa de la obligación, es decir a la concreción de la prestación que el


acreedor espera recibir del deudor. Finalmente este recurso está respaldado por la fuerza pública.

III) Cumplimiento por otro. El tercer modo de cumplimiento específico de la obligación es el que se
obtiene el acreedor mediante la intervención de un tercero que satisface la prestación a cargo del
deudor. Acerca de la naturaleza de esta virtualidad de la obligación se desdoba según se examine
desde el lado del acreedor o del deudor. Del lado del acreedor se trata de un cumplimiento
específico de la prestación debida. Del lado del deudor el cumplimiento por otro aparece como un
modo subsidiario de practicar el hecho debido por el obligado.

Este derecho no podrá ser ejercido cuando la prestación debida solo pueda practicarse por el mismo
deudor, si se trata de una obligación de dar una cosa cierta. El campo propio de esta facultad se
presenta en las obligaciones de dar cosas inciertas.

Si se trata de una obligación de hacer, para que sea factible ha de tratarse de un hecho subrogable,
es decir, realizable por otra persona distinta del deudor (no las "intuitu personae", es decir, en vista
de las aptitudes especiales del deudor).

Si se trata de una obligación de no hacer, no es factible el cumplimiento por otro, pues no se


comprende como puede beneficiar al acreedor que un tercero se abstenga de realizar en lugar del
deudor.

Para que la responsabilidad del deudor quede comprometida deben conjugarse los siguientes
presupuestos:

1. Incumplimiento del deudor. 


2. Imputabilidad del incumplimiento al deudor en razón de su culpa o dolo. 


3. Daño sufrido por el acreedor. 


4. Relación de causalidad entre el incumplimiento del deudor y del daño experimentado por el
acreedor. 


Basta que alguno de estos presupuestos falte para que el deudor quede exento de responsabilidad
civil por las consecuencias de su actividad.

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Apuntes sobre el Có digo Civil y Comercial
Romina Victoria Castillo

Mora.

El principio general de las obligaciones es que nacen para ser cumplidas. Pero obviamente no
siempre se cumple. El incumplimiento material del deudor constituye el primer presupuesto de su
responsabilidad. Consiste en una disconformidad entre la conducta obrada por el deudor y la
conducta debida por ésta, según los términos de la obligación. A esta infracción a lo debido se la
denomina incumplimiento material de la obligación, porque aparece como una materia de conducta
en contravención a la exigida por la existencia de la obligación. Todavía no se sabe si esa conducta
indebida comprometerá la responsabilidad del deudor, pues para ello se deben dar los supuestos
mencionados, si concurren habrá responsabilidad del deudor.

Supuestos en los que se da el incumplimiento.

(Es decir cuando no se han producido ninguno de los efectos -medio- para llegar a hacer cumplir la
obligación).

1. Incumplimiento definitivo: daños y perjuicios. 


2. Incumplimiento parcial: el principio general indica que el acreedor no puede ser obligado a recibir
pagos parciales. 


3. Incumplimiento defectuoso. En necesario ante todo saber como se determina el pago. Para ello
debemos saber que el pago debe cumplir con una serie de requisitos o principios. 


La interpelación.

Es el acto por el cual se intima al deudor bajo apercibimiento de considerarlo en mora. No se le


comunica que cayo en mora, sino que en un plazo determinado caerá en mora. No es un acto formal,
pero a los efectos de la prueba se recomienda cierta formalidad: que se haga por medio fehaciente
que facilite la prueba, sea carta documento, telegrama, acta notarial, etc. Es discutible aún el fax
como medio fehaciente de prueba, aunque en algunos casos ha sido aceptado. Se usa
fundamentalmente en Derecho Internacional Privado.

La interpelación debe ser categórica, es decir, de exigencia categórica. Deber ser bajo la misma
naturaleza de la obligación. Debe ser factible de cumplimiento.

El acreedor que intima no puede estar en mora, y debe cooperar con el deudor.

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