Números 20:2-29
En nuestro programa anterior, comenzamos a estudiar el capítulo
20 de Números. Y al entrar en el estudio de este capítulo 20,
comentamos la muerte de María, hermana de Moisés y Aarón. Y
observamos que los israelitas están una vez más en Cades.
Habían estado allí 38 años antes y ahora están nuevamente aquí.
Habían vivido treinta y ocho años de deambular como
extraviados, y de no llegar a ninguna parte. Estos años de
extravío, no fueron años de gran bendición para el pueblo de
Israel. Pero sí fueron años llenos de grandes lecciones para ellos
y para nosotros.
Muchos de nosotros, hoy en día, no viajamos como peregrinos en
este mundo. Simplemente lo que nos ocurre, es que nos
extraviamos o andamos como viajeros errantes, lo cual es una
situación triste, porque los años vividos de esta manera son años
perdidos, así como lo fueron para Israel. Y en cuanto a la muerte
de María, comentada escuetamente en un solo versículo,
observamos que no hay aquí ningún comentario elogioso. En
nuestro programa anterior presentamos una breve reseña sobre
su vida. Es cierto que ella cuidó a Moisés en su infancia para
librarle de la muerte. Sin embargo, en la rebelión contra él, ella
se unió incluso con su hermano Aarón. Pero recordemos que
Moisés la había perdonado e intercedido ante Dios por ella.
Leamos los versículos 2 y 3 de este capítulo 20 de Números, que
comienzan a hablarnos sobre
La séptima murmuración de los israelitas
"Porque no había agua para la congregación, se juntaron contra
Moisés y Aarón. Y el pueblo se quejó contra Moisés, diciendo:
¡Ojalá hubiéramos muerto cuando perecieron nuestros hermanos
delante del Señor!"
Ahora, no creemos que cuando dijeron que deseaban la muerte,
hablaban en serio. Ninguno de nosotros quiere realmente morir.
La muerte no constituye una inclinación natural para el hombre.
Pero, notamos que aquí se están quejando, lamentándose una
vez más y murmurando. Y esta es la séptima vez, o sea, la
séptima murmuración, y el motivo es la falta de agua.
Continuemos leyendo los versículos 4 y 5:
"¿Por qué hiciste venir la congregación del Señor a este desierto,
para que muramos aquí nosotros y nuestras bestias? ¿Y por qué
nos has hecho subir de Egipto, para traernos a este horrible
lugar? No es un lugar de siembra, de higueras, de viñas ni de
granados, ni aun de agua para beber."
Aquí vemos que continúan con su queja. Y aquí están otra vez en
Cades, donde antes habían fallado, y ya están quejándose en vez
de confiar. Bueno, la tierra de la abundancia estaba delante de
ellos, y aun no estaban allí.
Aquí sería bueno destacar que si usted es hijo de Dios, tiene que
reconocer que no estará permanentemente aquí en esta tierra.
Todos somos simplemente peregrinos que estamos en tránsito
por este mundo y, por lo tanto, no permaneceremos en un sólo
lugar por mucho tiempo. Por todo ello, no debemos pasar tanto
tiempo quejándonos. Leamos el versículo 6:
"Moisés y Aarón, apartándose de la congregación, fueron a la
puerta del Tabernáculo de reunión y se postraron sobre sus
rostros. Entonces la gloria del Señor se les apareció."
Una vez más, debemos destacar que cada vez que este pueblo
murmuraba o se quejaba, la gloria del Señor aparecía. Ahora, a
Dios no le agradaban sus quejas, de la misma manera que no le
agradan las de aquellos que se encuentran instalados en una
actitud de queja permanente
Leamos ahora los versículos 7 y 8 de este capítulo 20 de Números,
que comienzan a relatar el incidente de
El agua de la roca y la desobediencia de Moisés
"Y el Señor dijo a Moisés: Toma la vara y reúne a la congregación,
tú con tu hermano Aarón, y hablad a la peña a la vista de ellos.
Ella dará su agua; así sacarás para ellos aguas de la peña, y darás
de beber a la congregación y a sus bestias."
"Toma la vara," dijo el Señor y era, por cierto, la vara de Aarón.
"Reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la
peña". Ahora, ¿por qué era que esta vez, sólo debía hablarle a la
roca? Bueno, es porque según dice el capítulo 17 de Éxodo,
Moisés ya había golpeado una vez la peña y había salido agua. El
hecho es que Jesucristo, la Roca, debe ser golpeada ¡una sola
vez! Continuemos. Versículos 9 y 10:
"Entonces Moisés tomó la vara de delante del Señor, como él le
mandó. Reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de
la peña, y él les dijo: ¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Haremos salir agua
de esta peña para vosotros?"
Ahora, vemos que no son sólo los hijos de Israel los que se
quejan, sino que también Moisés se queja. Y hasta podemos
simpatizar con él. Ha estado con ellos por cuarenta años en el
desierto y, sinceramente, es comprensible que se está cansando
un poco de ellos. Todo lo que hacen es murmurar y quejarse, y
parece evidente que Moisés ya estaba desanimado.
Se olvida, pues, de algo importante cuando dice: "¿Os hemos de
hacer salir aguas de esta peña?". Moisés no iba a hacer salir aguas
de la peña, de ninguna manera. Dios es el único que puede
proveer agua; de modo que necesitaban aprender aquí la gran
lección de que la peña es una figura de Cristo.
Ahora, Moisés se enojó e hizo algo que no debió haber hecho. Y
esto, le va a impedir entrar en la tierra prometida. Leamos el
versículo 11:
"Y alzando su mano, Moisés golpeó la peña con su vara dos veces.
Brotó agua en abundancia, y bebió la congregación y sus bestias."
Algunos dicen que, no debió haberla golpeado dos veces. En
realidad, no debió haberla golpeado ni siquiera una sola vez.
Pues, ya había sido golpeada. La Peña que tenemos aquí es una
figura profética de Cristo, como dijo San Pablo en 1 Corintios
10:4. Cristo sufrió una sola vez por los pecados, nunca una
segunda vez. Murió una sola vez. Y Dios les estaba enseñando
esto mediante esta figura y Moisés debió haber protegido y
guardado el significado de la figura, en obediencia a Dios. Debió
haber obedecido al Señor. Dios le dijo con toda claridad, que
debía hablarle a la peña. Eso era todo lo que tenía que hacer.
Pero desobedeció y, al ser la roca una figura de Cristo, se trataba
de un acto importante de desobediencia.
El apóstol Pablo nos dice en su primera carta a los Corintios,
capítulo 10, versículos 1 al 4: "No quiero, hermanos, que ignoréis
que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos
pasaron el mar, que todos, en unión de Moisés fueron bautizados
en la nube y en el mar, todos comieron el mismo alimento
espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque
bebían de la roca espiritual que les seguía. Esa roca era Cristo".
Ahora, las aguas salieron en abundancia. El error de Moisés, no
impidió que las aguas salieran, porque Dios es misericordioso.
¡Muchos hoy en día, confían en Cristo como su Salvador, pero
todavía están llenos de temores e incredulidad! No están seguros
de su salvación. ¡Qué mal testimonio damos del poder de Dios,
cuando no nos fiamos de Su Palabra y no creemos! El escritor a
los Hebreos, dice en el capítulo 10, de dicha carta, versículo 12:
". . . pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo
sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios".
Volviendo al capítulo 20 de Números, leemos en el versículo 12:
"Pero el Señor dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en
mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no
entraréis con esta congregación en la tierra que les he dado."
¿Se fija usted? El error en esto, no fue simplemente una cuestión
de golpear la peña. Esta era una figura de Cristo, lo cual era
importante. Moisés y Aarón pecaron al no creer a Dios, y al no
obedecerle.
Por esa razón Moisés no entrará en la tierra, sino hasta después
de su muerte. Sabemos que estuvo en la tierra prometida, porque
apareció con Cristo en el monte de la transfiguración, en esa
tierra.
Canaán realmente es una figura de donde usted y yo debemos
vivir por la fe. No es una figura del Cielo. Estamos en este mundo
que es un desierto, pero usted y yo, estimado oyente, debemos
disfrutar ahora mismo de todas las bendiciones de Canaán, las
cuales obtenemos, como veremos en el libro de Josué, por medio
de la muerte y la resurrección de Cristo. Debemos aferrarnos a
este hecho, creyendo a Dios, y entregándonos total e
incondicionalmente a El. Y eso es precisamente, lo que Moisés y
Aarón, no hicieron. El versículo 13, dice:
"Estas son las aguas de la rencilla, por las cuales contendieron los
hijos de Israel con el Señor, y él manifestó su santidad en medio
de ellos."
Llegamos, ahora, a otro incidente. Leamos los versículos 14 al 16,
que nos relatan la ocasión en que
Edom negó a Israel el permiso para cruzar sus tierras
"Envió Moisés embajadores al rey de Edom desde Cades, con este
mensaje: Así dice Israel, tu hermano: Tú has sabido todas las
dificultades por las que hemos pasado: cómo nuestros padres
descendieron a Egipto, cómo estuvimos en Egipto largo tiempo y
cómo los egipcios nos maltrataron a nosotros y a nuestros padres.
Entonces clamamos al Señor, que oyó nuestra voz, envió un ángel
y nos sacó de Egipto. Ahora estamos en Cades, ciudad cercana a
tus fronteras."
Moisés les expone una breve historia de su nación, y luego les
pide permiso para pasar por su tierra. Continuemos con el
versículo 17:
"Te rogamos que nos dejes pasar por tu tierra. No pasaremos por
los campos de labranza ni por las viñas, ni beberemos agua de
los pozos; por el camino real iremos, sin apartarnos a diestra ni
a siniestra, hasta que hayamos atravesado tu territorio."
Ahora, esta es una petición expresada con palabras amables y
bondadosas. Edom era hermano de Israel, y Moisés les recuerda
este hecho. Pero vemos que Edom le responde en el versículo 18:
"Edom le respondió: No pasarás por mi país; de otra manera,
saldré contra ti armado."
Los hijos de Israel, una vez más, en el versículo 19, le dicen a
Edom, que tenían con ellos su ganado y sus hijos pequeños y que
sólo deseaban pasar. Una vez más, le aseguraron, que no
tomarían nada, ni dañarían la tierra. Pero, él respondió, en los
versículos 20 al 22:
"Pero él respondió: No pasarás. Y salió Edom contra él con mucho
pueblo y mano fuerte. No quiso, pues, Edom dejar pasar a Israel
por su territorio. Entonces Israel se desvió de él."
Ahora, toman una ruta tortuosa, la cual, quizá no habría sido
necesario tomar, si hubieran recibido permiso para pasar por
Edom. Pero, en realidad, creemos que Moisés, se equivocó aquí.
Debió haber seguido la nube. El no tenía que preocuparse porque
Dios había prometido guiarle y dirigirle. En lugar de pedir permiso
a Edom para pasar por su tierra, debió simplemente haber
seguido la nube. Creemos que la columna de nube les habría
dirigido de tal manera que, nunca habrían tenido que luchar
contra Edom. Creemos que este es un caso, de querer ir por
delante del Señor, de querer adelantarse a Sus propósitos. Y
tememos que, hoy en día, también somos muchos los que
actuamos así.
En este capítulo hay lecciones muy adecuadas en este capítulo
para usted y para mí, estimado oyente. Leamos, pues, los
versículos 23 y 24, que nos anuncian
La muerte de Aarón
"El Señor habló a Moisés y a Aarón en el monte Hor, en la frontera
de la tierra de Edom, diciendo: Aarón va a ser reunido a su
pueblo, pues no entrará en la tierra que yo di a los hijos de Israel,
por cuanto fuisteis rebeldes a mi mandamiento en las aguas de
la rencilla."
Hay muchas personas en la actualidad que consideramos salvas,
pero que no parecen disfrutar de los frutos de la salvación, ni
tener la paz del Espíritu en sus propias vidas. No demuestran
saber lo que es vivir en comunión con el Señor Jesús. Sin
embargo, no estamos cuestionando aquí el hecho de su salvación,
porque no podemos ver lo que realmente hay en la vida interior
de las personas.
Aarón, era un ejemplo típico de este tipo de vida. Tenía cuarenta
años de experiencia dura en el desierto, pero nunca sabría lo que
era sentarse y disfrutar de los frutos de la tierra prometida. No
sabría lo que era beber la leche y comer la miel en esa tierra, que
fluía leche y miel por la riqueza de su ganadería y agricultura. ¡Y
cuántos de nosotros perdemos lo que nos corresponde, de esa
misma manera, a causa de nuestra incredulidad! Continuemos
leyendo ahora los versículos 25 al 29:
"Toma a Aarón y a Eleazar, su hijo, y hazlos subir al monte Hor;
desnuda a Aarón de sus vestiduras y viste con ellas a Eleazar, su
hijo, porque Aarón será reunido a su pueblo, y allí morirá. Moisés
hizo como el Señor le mandó. Subieron al monte Hor a la vista de
toda la congregación. Luego Moisés desnudó a Aarón de sus
vestiduras y se las puso a Eleazar, su hijo. Aarón murió allí en la
cumbre del monte, y Moisés y Eleazar descendieron del monte.
Al saber toda la congregación que Aarón había muerto, le hicieron
duelo por treinta días todas las familias de Israel."
Hay una lección muy buena para nosotros, aquí. Esta fue una
experiencia muy triste para el pueblo de Israel; sin embargo,
tiene algo para nosotros, hoy, que debe impulsarnos a expresar
nuestra gratitud a Dios.
Los israelitas, hicieron duelo a Aarón por treinta días. Creemos
que había muchos en esa multitud que habían visitado a Aarón,
el sumo sacerdote. Conocían a Aarón y Aarón les conocía a ellos.
Y creemos que muchos le traerían sus sacrificios preguntándole:
"¿Crees que Dios me perdonará?" Y creemos que entonces, Aarón
les consolaba y les decía que nuestro Dios es un Dios bondadoso
y misericordioso. Luego, él como sumo sacerdote, ofrecía el
sacrificio por ellos. Bueno, ahora vieron bajar a Eleazar vestido
con las vestimentas de Aarón. Aarón había muerto. Y dirían: "Pero
no conozco a Eleazar y él no me conoce a mí. Ahora tenemos un
sacerdote diferente.
Permítame decirle, estimado oyente, que en la actualidad,
tenemos un Gran Sumo Sacerdote, que vive siempre, para
interceder por nosotros. Nuestro Señor no es sacerdote según el
orden sacerdotal de Aarón, sino según el orden de Melquisedec.
Como dice el escritor a los Hebreos, en el capítulo 7 de esa carta,
en los versículos 1 y 3: "Porque este Melquisedec, rey de Salem,
sacerdote del Dios Altísimo . . ." Y en el versículo 3, dice, Nada
se sabe de su padre ni de su madre ni de sus antepasados; ni
tampoco del principio y fin de su vida. Y así, a semejanza del Hijo
de Dios, permanece sacerdote para siempre. Nuestro Sumo
Sacerdote, amigo oyente, no morirá. Murió una vez aquí por
nosotros y resucitó. Y vive para siempre en el cielo. Siempre
estará allí para nosotros. Siempre podemos depender de El. Nos
conoce personalmente a cada uno. Y nos es posible conocerle a
El. Conocerle, estimado oyente, es poseer la vida eterna.
Conocerle, nos ocupará por toda la eternidad, y tenemos, además
la certeza de que nunca cambiará. Y esto es algo por lo cual,
podemos estar agradecidos. Tenemos un Salvador a quien
podemos acercarnos en cualquier momento.
Y así concluimos nuestro estudio de este capítulo 20 de Números.
Pero en un mundo cambiante, lleno de conflictos, en el cual los
afectos humanos se debilitan con facilidad y las relaciones
personales están sujetas a cambios, tanto positivos como
negativos, porque se inician y muchas veces no permanecen, no
olvidemos que Jesucristo, como dice la carta a los Hebreos 7:25,
puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan
a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.