Janet Delgado Rodríguez - Autonomía Relacional - Un Nuevo Enfoque para La Bioética
Janet Delgado Rodríguez - Autonomía Relacional - Un Nuevo Enfoque para La Bioética
Janet Delgado Rodríguez - Autonomía Relacional - Un Nuevo Enfoque para La Bioética
LA BIOÉTICA
0
Índice
1.- Introducción.................................................................................................................2
7.- Conclusiones..............................................................................................................54
8.- Bibliografía.................................................................................................................57
1
1.- Introducción
Las éticas aplicadas surgen por imperativo de una realidad social que requiere
respuestas multidisciplinares en sociedades moralmente pluralistas. Los nuevos
problemas sociales que pasan a ser objeto de la filosofía son las biotecnologías, las
organizaciones empresariales, la revolución informática, los medios de comunicación,
etc. En definitiva, son muchas las cuestiones que desde la vida cotidiana buscan
respuestas. Victoria Camps y Adela Cortina han señalado cuáles son algunas de las
características de las éticas aplicadas1. La realidad social cambiante es la que lleva la
iniciativa en el caso de las éticas aplicadas, ya que no sólo se insta a filósofos a buscar
respuestas, sino también a gobiernos, expertos y ciudadanos. Una realidad tan
cambiante requiere asesoramiento ético tanto para los gobiernos como para los expertos
de los diferentes ámbitos, que se encuentran ante nuevos problemas que no tienen una
única solución. Por su parte, los ciudadanos cada vez exigen más que se respeten sus
derechos en los distintos campos. Pero también consideran cada vez la necesidad de
asumir responsabilidades y participar directamente en aquello que les concierne, en los
ámbitos en los que, si bien no son expertos, por lo general son las personas afectadas.
Otra de las características fundamentales de las éticas aplicadas es la
interdisciplinariedad: se trata de una reflexión en la que colaboran expertos, éticos y
afectados en comités y comisiones para llegar a consensos. Esos consensos muchas
veces son recogidos en informes, declaraciones, códigos u orientaciones que tienen
fuerza normativa en la vida pública. Finalmente, cabe señalar que el trabajo que se
desarrolla en el ámbito de las éticas aplicadas tiene lugar en diferentes instituciones y
organizaciones políticas o cívicas, tanto a nivel local, estatal, transnacional o global.
Pues desde esta perspectiva, la Bioética responde a lo que se ha denominado
como el giro aplicado de la ética2. Más que de una disciplina estrictamente acotada se
trata de un amplio espacio discursivo e interdisciplinar que contempla demandas éticas,
científicas, sociales, políticas y jurídicas. Si bien es cierto que la extensión del término
Bioética se restringió, en un primer momento, al ámbito médico como efecto de la
1
Camps, V. y Cortina, A. “Las éticas aplicadas”, en Gómez, C y Muguerza, J (eds) La aventura de la
moralidad (Paradigmas, fronteras y problemas de la ética). Alianza Editorial, Madrid, 2007. Pp 444-463
2
A. Cortina, “El estatuto de la ética aplicada. Hermenéutica crítica de las actividades humanas”, en
Isegoría, nº 13, 1196, pp. 119-134.
2
institucionalización de centros de bioética3, también la Bioética ha experimentado un
desarrollo importante desde sus comienzos.
3
El primero fue, en la Universidad Georgetown de Washington, el Kennedy Institute of Ethics, fundado
por un católico liberal, Hellegers, preocupado por los problemas suscitados por la medicina y las técnicas
de reproducción.
3
del paciente y las indicaciones previstas por el imperativo de la salud pública podían
verse enfrentadas.
A esto cabe añadir que las personas no nos encontramos en una situación ideal
desde la que podemos elegir. Estamos contextualizados, insertos en medio de unas
condiciones sociales y culturales, que en ocasiones están tan marcadas por la
precariedad y la situación de vulnerabilidad que no seríamos francos si pensáramos que
en esas condiciones se toman decisiones plenamente autónomas. Por otro lado, tampoco
podemos olvidar que las personas somos seres constitutivamente relacionales. Por eso,
no podemos pensar que las decisiones importantes que una persona toma respecto a su
salud, tratamiento, etc, las toma en un acto de autodeterminación tal que tuviera que
tener como requisito el aislamiento. Este tipo de decisiones, habitualmente, se toman
tras debatir con los familiares, con algún amigo, con la pareja, etc. Por todas estas
razones, entre otras, en buena parte del debate bioético actual se plantea la necesidad de
pensar y reformular ese principio de autonomía. Y es sobre todo a partir de las críticas
de la Bioética feminista que se comienza a fundamentar la noción de autonomía
relacional.
Pero hay que aclarar dos cosas antes de comenzar este análisis del concepto de
autonomía. Primero, que esta revisión que pretendo llevar a cabo sobre el concepto de
autonomía para la Bioética no implica un rechazo, ni un desmantelamiento del
significado del principio. Simplemente se pretende ampliar ese concepto y ese modelo
de autonomía con el que hasta ahora se ha trabajado en las ciencias biomédicas para
discutir las dificultades que entraña este modelo, intentando dar cabida a posibles vías
de solución. Pero hay que dejar bien claro que no pretendo restar ni un ápice de la plena
5
autonomía que tiene el individuo. La única pretensión a este respecto es la de buscar
cómo acercar el principio de la autonomía a las personas reales que experimentan esa
autonomía (o su ausencia). En segundo lugar, hay que ser cautos también a la hora de
hacer este abordaje, para no caer en posturas proteccionistas que terminen
desembocando en una nueva forma de paternalismo. Esto sería una vuelta atrás nada
deseable y totalmente rechazable. Sin embargo, lo cierto es que hasta ahora, ese modelo
de autonomía ha hecho mucho más hincapié en la idea de que es el paciente quien debe
decidir, que en la idea, paralela a esta y que debe ir junto a ella, del compromiso por
parte del profesional de dar una información adecuada, o de ayudar al paciente a asumir
su responsabilidad. Esto sin duda implica una mayor responsabilidad para el profesional
sanitario en cuanto a materia de información y comunicación efectiva, y sin embargo,
curiosamente, no se incide tanto en esto último. Con ello, se acentúa aún más la
asimetría ya propia del sistema sanitario, puesto que ahora exigimos que el paciente se
responsabilice de sus decisiones, pero sin garantizar las condiciones mínimas necesarias
para que se puedan tomar decisiones realmente autónomas. Y sin embargo, admitir que
cada cual debe poder decidir libremente no significa que eso sea siempre posible para
todo el mundo.
6
2.- La concepción liberal de la autonomía
8
Alvarez, S. “La autonomía personal y la perspectiva comunitarista”. Isegoría, n 21, 1999. Pp 69-99
9
Kant, I. ¿Qué es la Ilustración? Alianza, Madrid, 2004
10
Kant, I. Fundamentación de la Metafísica de las costumbres. Espasa-Calpe, Madrid, 1973. P 101.
11
Camps, V. La voluntad de vivir. Ariel, Barcelona, 2005, p 110-111
9
de las leyes como los fines en sí no pueden ser aislados de la autonomía, del mismo
modo que ésta no llega nunca a hacerse efectiva con independencia del legislar por y
para todos y del respeto debido a la dignidad de los otros.
“la única razón que puede tener una comunidad para proceder contra uno de sus
miembros es la de impedir que perjudique a los demás. No es razón bastante la del bien
físico o moral de este individuo. No puede en buena justicia obligarse a un hombre a
hacer o no hacer una cosa porque esto fuera mejor para él, porque esto le haría más feliz
o más justo. Semejantes razones son buenas para hacerle advertencias, discutir con él,
convencerle o suplicarle, pero nunca para obligarle o para causarle algún perjuicio si se
empeña en llevar adelante sus propósitos. Para justificar la imposición sería preciso que
la conducta que trata de modificarse en un hombre fuese nociva para algún otro. En lo
que no interesa a nadie sino a él, su independencia es de derecho, absoluta. Sobre sí
mismo, sobre su cuerpo y sobre su espíritu, el individuo es soberano.” 12
Para Mill, nadie puede coaccionar u obligar a otra persona a actuar de manera
diferente, o abstenerse de hacer lo que desea bajo ningún pretexto. Esta libertad de la
que habla Mill es muy amplia. Las personas deben poder gozar de un derecho absoluto a
pensar y sentir sobre cualquier tema como prefieran, derecho a diseñar su plan de vida
conforme a su carácter, derecho a asociarse, etc, con la única condición de no molestar o
dañar a terceros. Aunque Mill no utiliza el término autonomía, el concepto está
implícito en su defensa de la libertad. Lo que él llama la individualidd es en cierto
sentido idéntico a la idea de autonomía, como la capacidad de cada persona de llevar a
cabo su vida como un agente moral con autodeterminación. Para él, sólo está justificada
la interferencia en la libertad personal del individuo en el supuesto de que haya daños a
12
Stuart Mill, J. Sobre la libertad. Centro de publicaciones Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
Madrid, 1991, p 49
10
terceros. Aunque Mill admite que habrá ocasiones en que la ley podría legítimamente
invalidar la autonomía de los individuos, sostiene que una sociedad democrática liberal
este tipo de paternalismo debería limitarse a aquellas situaciones en las que esté
claramente justificado, de tal modo que se debería tender a maximizar la esfera de la
libertad individual a la vez que se minimizara la esfera del paternalismo del estado.
Pero, como señala Victoria Camps13, al tiempo que defiende la libertad como
ausencia de intervenciones externas, Mill también la entiende en un sentido positivo,
parecido a la autonomía Kantiana. La libertad tiene que ser autogobierno, pues si no de
nada sirve estar libre de imposiciones. Para Mill no sólo las reglas y las normas
explícitas son restricciones a la libertad, sino fundametalmente otras muchas formas de
opresión son las que le impiden al individuo decidir por sí mismo. Autogobernarse
significa decidir por uno mismo, sin dejarse llevar por la corriente, que nos esclaviza sin
que seamos conscientes de ello. Así, entiende que
“la única libertad que merece este nombre es la de buscar nuestro propio bien,
cada uno a su manera, siempre que no tratemos de privar a los demás del suyo o de
entorpecer sus esfuerzos para conseguirlo. Cada uno es el guardián natural de su propia
salud, física, mental y espiritual.”14
En este sentido, Mill alertó de uno de los grandes peligros de la democracia: “la
tiranía de la mayoría”, esa imposición tácita de lo que hay que pensar, decir o hacer.
Cabe señalar además que Mill rechaza expresamente cualquier tipo de escepticismo
sobre valores éticos: de hecho, el liberalismo depende del reconocimiento del valor
inequívoco de la autonomía personal y otros valores, como la igualdad y la justicia,
asociados con ella.15 Así, la sociedad liberal, en virtud de su compromiso con el valor
de la autonomía, distingue claramente entre la esfera de las opiniones personales y la
esfera de la intervención del estado y de la ley, lo que significa que ningún miembro de
una sociedad liberal puede invocar puede invocar a la ley para imponer sus opiniones. Y
en ello radica, para Charlesworth, el gran valor de la sociedad liberal.
13
Camps, V. La voluntad de vivir. Ariel, Barcelona, 2005, p 112
14
Stuart Mill, J. Sobre la libertad. Centro de publicaciones Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
Madrid, 1991, p 51.
15
Charlesworth, M. La bioética en una sociedad liberal. Cambridge University Press, 1996, p 21.
11
3.- Críticas a la autonomía del modelo liberal
Muchas han sido, como sostiene Charlesworth16 en su obra, las críticas que se
han hecho a la autonomía. De entre ellas, destacan aquellas que defienden que el
principio de autonomía es individualista y asocial, porque abstrae al individuo del
contexto social y cultural que dota de significado las acciones humanas. La centralidad
otorgada al individuo y a la libertad nos ha llevado a una concepción de la autonomía
excesivamente individualista y egoísta. Y esto es debido a que ha triunfado la idea de
libertad negativa, en la que se trata de defender al individuo de cualquier interferencia,
ya sea política o de cualquier institución: familia, escuela, comunidad, etc. De este
modo, bajo el paradigma liberal se concibe la autonomía como aquello que se
contrapone a cualquier tipo de imposición al individuo. Unido a este planteamiento, va
aparejada la idea de que el énfasis en la autonomía lleva a un enfoque ético egoísta,
centrado sólo en uno mismo, de modo que llegan a no ser importantes las
responsabilidades relativas a los otros.
16
Ibid, p 25
17
García Gómez-Heras, J.M. “Consentimiento informado y autonomía moral”, en García Gómez-Heras,
J.M y Velayos Castelo, C. (ed) Bioética. Perspectivas emergentes y nuevos problemas. Tecnos, Madrid,
2005. Pp 257-271
12
claramente que el yo se construye en relación con los otros, 18 así como la necesidad de
desarrollar una nueva ontología en donde el “yo” sea un “yo entre otros” y no un “yo
contrapuesto a los otros”, puesto que la interdependencia es una parte integrante de la
autonomía19. La autonomía requiere la conciencia de la capacidad del yo, que sólo es
posible en unas estructuras de relaciones que conduzcan realmente a ella: “nuestra
dependencia de las otras personas, cuando es recíproca, no es la antítesis de la
autonomía, sino una condición previa literal de la autonomía y la interdependencia, un
componente constante de ésta”.20
Podemos concluir que son dos los problemas derivados del enfoque liberal del
principio de autonomía en el ámbito de la Bioética, y concretamente, en la práctica
clínica. El primero consiste en que nos lleva a una comprensión del ser humano que no
tiene en cuenta su carácter relacional, su dependencia de los demás y su propia
vulnerabilidad, que son también condiciones inherentes a la vida. En sentido abstracto,
la autonomía da cuenta de las decisiones y actos individuales, pero no podemos dejar de
lado que muchas veces, las decisiones individuales dependen de múltiples factores
relacionales. En este sentido la autonomía debe ser reconceptualizada, matizándola y
complementándola, al menos en el ámbito de la Bioética, con otros conceptos, como el
de relación y el de vulnerabilidad. Se trata, de alguna manera, de llevar el concepto
abstracto de autonomía a una realidad más humana, al contexto del sujeto enfermo
entendido no sólo como sujeto autónomo, sino también como sujeto vulnerable. En
segundo lugar, para una mejor comprensión del principio de autonomía, es necesario
reformular la noción de autonomía, en un sentido situacionista, puesto que hasta ahora,
18
Luke, C. y Lee Bartky, S. Feminismos y pedagogías en la vida cotidiana, Morata, Madrid, 1999. Pp
82-84
19
Marsico, G. Bioética: voces de mujeres. Nancea, Madrid, 2003, p 97
20
Porter, E. “Mujeres y amistades: Pedagogías de la atención personal y las relaciones” en Luke, C.
(Comp) Feminismos y pedagogías en la vida cotidiana, Morata, Madrid, 1999, pp 83-84
13
la Bioética ha incorporado el principio de autonomía en un sentido abstracto. Dentro de
las relaciones asistenciales, no podemos perder de vista la posición que ocupan los
participantes en dicha relación. Hasta ahora, la Bioética ha defendido la autonomía en
sentido liberal, desde la perspectiva de una simetría para revertir los daños del
paternalismo. Una simetría basada en la confianza como eje principal de la relación
clínica. Sin embargo, sostengo que esta perspectiva puede no ser del todo adecuada.
Bajo mi punto de vista, la responsabilidad en la práctica clínica es asimétrica, en el
sentido de que la responsabilidad de los profesionales para con los pacientes, entendidos
éstos como sujetos vulnerables, es ineludible. Para la superación del paternalismo, era
necesaria la inversión de la asimetría en la toma de decisiones que tradicionalmente se
ha dado en la práctica clínica, en el sentido de que el médico tomaba todas las
decisiones sin contar con lo que el paciente pensara o deseara. Pero, más allá de dicha
superación, lo cierto es que las relaciones clínicas no son relaciones contractuales, sino
relaciones de ayuda. Por eso, no se trata de pasarle ahora la pelota al paciente y que él
decida solo, sino que los profesionales sanitarios, si bien han de establecer una relación
dialógica simétrica con sus pacientes, han de asumir un modo de responsabilidad
asimétrica, porque el otro que está ante ellos está en una situación de vulnerabilidad, y
porque son ellos los que tienen que garantizar que se den esas condiciones mínimas que
requiere el ejercicio real de la autonomía. En el ámbito sanitario, especialmente aunque
no de forma exclusiva, la indefensión destruye la autonomía, porque ésta requiere la
conciencia de la capacidad del yo para tomar decisiones. Pero esta capacidad para la
toma de decisiones no tiene por qué ser exclusivamente la de un yo individualista,
cerrado a los vínculos con los demás, que no necesite compartir sus miedos y sus dudas
con sus amigos, familiares o personas de confianza.
La esencia de la utopía liberal está marcada por dos ideas centrales: la autonomía
del individuo y la neutralidad del Estado. Así, la moral liberal es antipaternalista, ya que
considera que las personas deben guiar sus vidas sin verse influenciados por las
condiciones externas. Los derechos individuales son afirmados, concediéndoles
prioridad sobre cualquier consideración acerca del bien. Para el liberalismo, ni siquiera
14
el bienestar general de la sociedad puede ser razón suficiente para violar los derechos
individuales. Al afirmar que los individuos son libres para adoptar cualquier concepción
del bien, los liberales rechazan la posibilidad de manifestar públicamente aquello que
permita identificar el bien. Ello implica que el Estado liberal no debe adherirse a
ninguna concepción sustantiva del bien. Así, para salvaguardar la pluralidad de tales
concepciones del bien, los derechos de los individuos deben preceder y anteponerse a la
tutela del Estado. El liberalismo exalta los derechos subjetivos, pero erosionando el
horizonte de significación que dispensaba la ética tradicional, fomentando el
individualismo y exacerbando los efectos desintegradores de las leyes del mercado. En
la ética tradicional, resultaban esenciales los vínculos comunitarios, considerados como
indispensables para el desarrollo de la virtud y la excelencia individual.
Uno de los representantes del liberalismo actual es Rawls. Este autor argumenta
a favor de la salvaguarda del derecho a la libre determinación individual, y en contra del
gran peso que puede ejercer la tradición y la autoridad. Para Rawls, el respeto por la
dignidad moral de los individuos se obtiene estimulando prácticas que permitan la
autodeterminación. Es por ello por lo que rechaza el perfeccionismo y el paternalismo
21
Cristi, R. “La crítica comunitaria a la moral liberal” Rev. Estudios Públicos, nº 69, 1998. Pp 47-68
15
que considera propios del comunitarismo. Así, el perfeccionismo consideraría que
algunas cualidades de carácter son formas de virtud moral que suponen la
perfectibilidad humana. También el paternalismo promueve esas cualidades y conductas
superiores y penaliza las formas de vida menos valiosas. Es por ello que la afirmación
liberal de los derechos individuales intenta neutralizar el paternalismo estatal,
reivindicando un estado neutral. La virtud de éste consistiría en la tolerancia frente a la
diversidad de concepciones del bien. En consecuencia, la afirmación de la autonomía
del individuo será la contribución más importante del liberalismo.
22
Ibid, p 53-54
23
El primero de ellos gira en torno a la afirmación de que una teoría de los derechos individuales requiere
una fundamentación diferente de condiciones utilitaristas. El segundo debate, que se daría dentro del
liberalismo, enfrentaría la postura igualitaria de Rawls con el liberalismo libertario, para el que los
derechos individuales son poseídos por personas que se identifican con sus capacidades y talentos,
mientras que Rawls piensa que los individuos no son propietarios de sus talentos, sino custodios.
24
Rawls, J. Teoría de la Justicia. Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1979
16
de que manifiesten valores religiosos, morales, políticos, etc. Su validez como
demandas políticas no tiene que ver con el bien que demandan, con lo que el liberalismo
cuestiona las convicciones religiosas o morales. Y es necesario hacerlo, dados los
profundos desacuerdos que existen en las sociedades modernas. Una asociación fundada
en lazos comunitarios, esto es, lazos no elegidos libremente por sus miembros, no puede
aspirar a ser reconocida por el enriquecimiento moral a las personas autónomas.
Eduardo Rivera25 analiza las críticas del comunitarismo a la teoría liberal. Para
ello, sostiene que se dan un conjunto de críticas a la teoría política liberal, y por otro
lado, otro grupo de críticas que se dirigen a la práctica liberal. Así, entre estas críticas
destaca el haber construido un agente moral excesivamente abstracto, que no encuentra
un correlato en la realidad humana de los individuos de carne y hueso. La teoría liberal
no reflejaría adecuadamente la realidad moral de los seres humanos en sociedad. Sin
embargo, como señala este autor, en cuanto a la práctica liberal, la principal crítica pone
de manifiesto el hecho de que las sociedades liberales han creado de hecho individuos
excesivamente egoístas, separados entre sí, sin vínculos y sin solidaridad o sin ideales
comunes. Esta crítica sí reflejaría la existencia de hombre y mujeres liberales reales,
sólo que tendría consecuencias morales indeseables para los comunitaristas.
En función de cuál sea la posición que se toma frente a estas dos críticas, cabe
distinguir, a juicio de Rivera López, dos tipos de comunitarismo. En primer lugar, los
comunitaristas “débiles” que defienden sólo la crítica metaética y consideran compatible
ser comunitaristas y liberales. Y en segundo lugar, los comunitaristas “fuertes” que
defienden ambas críticas, la metaética y la sustantiva, subrayando fundamentamente la
segunda, estando en desacuerdo con los valores liberales, por considerar que no crean
lazos suficientes para que surjan verdaderas virtudes morales.
27
Alvarez, S. “La autonomía personal y la perspectiva comunitarista”. Isegoría, n 21, 1999. Pp 69-99
18
trataría de una vida sin sentido. Así, para los comunitaristas es inconcebible la idea de
un individuo no sujeto a las pautas de un contexto dado. Para el comunitarismo, resulta
imposible afirmar que el individuo es capaz de autodeterminarse, como sucede en el
liberalismo, puesto que no se puede decidir descontextualizadamente y de forma
imparcial, sin condicionamientos externos al sujeto. Así, para el liberalismo, la
capacidad de elección viene dada en cada persona, de modo que la autonomía no es una
capacidad a desarrollar. Para el comunitarismo, reconocer la capacidad de
autodeterminación del individuo lleva a admitir un pluralismo radical que desembocaría
en el atomismo liberal.
28
Ibid, p 83-85
19
requiere una teoría del bien. La respuesta de Taylor a la fragmentación que resultaría del
atomismo liberal sería la ética de la autenticidad.
29
Valcárcel, A. “Ética y feminismo”, en Gómez, C y Muguerza, J (eds) La aventura de la moralidad
(Paradigmas, fronteras y problemas de la ética). Alianza Editorial, Madrid, 2007. Pp 464-479
20
necesidad de conocer los contextos culturales, sociales, económicos, etc, ya que
considera que la aproximación a los problemas éticos no debe hacerse en abstracto, sino
que se ha de atender a las personas implicadas en las distintas situaciones.
Una de las primeras propuestas que tuvo gran repercusión fue la obra de Carol
Guilligan “Con otra voz: las concepciones femeninas del yo y de la moralidad”, de
197731. En esta obra muestra cómo el desarrollo moral de las mujeres sigue un “patrón”
30
Valls-Llobet C. Mujeres y Hombres: Salud y Diferencias. Barcelona: Folio; 1994.
31
Guilligan, C. “Con otra voz: las concepciones femeninas del yo y de la moralidad” (1977) Traducido en
López de la Vieja, M T (ed) Bioética y feminismo. Estudios multidisciplinares de género. Universidad de
Salamanca, Salamanca, 2006, pp 15-55
21
diferente al de los varones. Partiendo de las deficiencias percibidas en la teoría del
desarrollo moral de L. Kohlberg, Gilligan plantea dilemas morales a varones y mujeres,
a fin de observar si sus respuestas difieren. La conclusión de su estudio es que los
primeros tienden a analizar los conflictos morales en función de derechos en pugna,
aplicando sistemas de evaluación imparcial, basados en la libertad y la igualdad. Por su
parte, las mujeres tienden a enfocar los problemas desde una perspectiva más relacional,
en la que prima el compromiso y la responsabilidad por las personas, atendiendo a sus
peculiaridades y situaciones concretas. Para Gilligan estos resultados ponen de
manifiesto que las mujeres tienen una “voz diferente” de la de los varones, y que ésta
última ha sido predominante en nuestra cultura. Además, sostiene que la recuperación
de esas dimensiones éticas desempeñan un papel fundamental en las acciones de las
personas. Su propuesta, la ética del cuidado, no es tanto una reivindicación feminista,
cuanto una manifestación de la necesidad de una articulación entre ambos modelos. Esa
“otra voz” de las mujeres constituye un elemento fundamental de la moral, y sin
embargo la teoría ética tradicional no ha permitido que emerja.
Por su parte, Susan Wolf32 analiza cuáles han sido las razones principales de que
se haya producido un desencuentro entre Bioética y feminismo. Fundamentalmente,
señala 4 razones:
32
Wolf, S. Feminism in Bioethics New York. Oxford University Press, 1996.
22
d) El aislamiento intelectual. Los debates teóricos no atienden a las
controversias relacionadas con distintos grupos oprimidos, controversias que
tienen que ver con cuestiones raciales, de género, multiculturales, etc.
En 1992 Susan Sherwin publicó “No longer patient: Feminism Ethics and Health
Care”, que es considerado el primer libro de bioética feminista. En esta obra señala que
se puede entender como Bioética feminista toda Bioética sensible a los temas de la
opresión, ya sea de género o de otra clase, que se proponga denunciarlo para
transformarlo.33 Susan Sherwin insistía en el papel que ha de corresponder al
feminismo, entendido como teoría normativa, y no sólo como crítica del sesgo
androcéntrico que ha caracterizado los enfoques más tradicionales. Además, enumeraba
las aportaciones de la ética feminista de las que se tendría que hacer eco la Bioética: la
atención a lo concreto, al contexto, a otros modos de razonamiento moral, a las
relaciones interpersonales y a la inserción del individuo en la comunidad. El énfasis
bioético en el principio de autonomía parece proteger sólo a aquellos bien situados
socialmente. Una de las reclamaciones es la necesidad de un mayor contenido social
para una Bioética que debe dejar de ser sólo para “privilegiados”. La salud no es sólo
una cuestión de cuidados médicos, sino que tiene que ver con la instalación
socioeconómica o con factores medioambientales. Y desde la Bioética feminista se
insiste en afianzar la referencia a los derechos humanos como criterio normativo básico
de una Bioética global.34
33
Sherwin, S. No longer patient: feminist ethics and heath care. Temple University Press, Philadelphia,
1992
34
Guerra Palmero, M. J. “Diferencias culturales y derechos humanos: una cuestión urgente para la
Bioética global” en García Gómez-Heras, J.M y Velayos Castelo, C. (ed) Bioética. Perspectivas
emergentes y nuevos problemas. Tecnos, Madrid, 2005. Pp 99-113
35
Feito, L. “Mujeres y Bioética”. Conferencia pronunciada en el II Congreso Internacional de Bioética:
“Etica de la diversidad, género y cultura” Barcelona, 26 de octubre de 2011
23
d) Describir modos alternativos de analizar y resolver los problemas éticos que no
se centren exclusivamente en la razón.
e) Compatibilizar los principios universales con la atención a lo particular, a lo
concreto.
f) Desarrollar una ética del cuidado y de la responsabilidad que tenga como punto
de partida la idea de que justicia y cuidado no son excluyentes ni incompatibles.
g) Posibilitar una bioética global, que tenga en cuenta los desequilibrios sociales,
económicos, etc que afectan a la justicia global.
Gaia Marsico36 sintetiza los que considera los temas específicos de la Bioética
feminista: la crítica a lo abstracto de la moral tradicional, construida desde principios
imparciales y universales; la justicia en el contexto social y familiar; la no neutralidad
de la ciencia; la cuestión del individualismo liberal; y finalmente la cuestión de la
autonomía desde la óptica individualista y racional. Las feministas consideran que se
deben formular principios universales que no sólo tengan en consideración valores
compartidos, sino también las diferencias. Se trata de desarrollar una aproximación ética
contextualizada a los problemas. Desde la Bioética feminista se insiste en la
importancia que tienen los vínculos en la constitución del sujeto. Nadie negaría en
nuestros días que el ser humano es un ser eminentemente relacional. Y sin embargo
cuando la bioética estandar plantea el principio de autonomía lo hace como el derecho
de un individuo abstracto. Como afirma Jorge Riechmann37, el sujeto moral que
insistentemente se toma como referencia en las reflexiones sobre ética se corresponde
con un sujeto continua y constantemente racional, sin discapacidades dignas de
mención, con buena salud y libre de alteraciones, un concepto de persona que tiene poco
que ver con los seres humanos que somos. La corporalidad, la vulnerabilidad, la
dependencia humana quedan en un segundo plano. Por otro lado, si prestamos atención
a las diferentes perspectivas que nos ofrecen las diversas culturas, constatamos que los
referentes familiares y de pertenencia al grupo son más férreos que en nuestra cultura
occidental. Todo ello nos lleva a pensar que el referente de individuo autónomo que ha
36
Marsico, G. “Bioética feminista: recorridos en evolución”. En López de la Vieja, M. T. (ed) Bioética y
feminismo. Estudios multidisciplinares de género. Universidad de Salamanca, Salamanca, 2006, p75
37
Citado en Ruiz Callejón, E. “El principio de autonomía y la salud del último hombre”. Thémata.
Revista de filosofía. Núm. 39, 2007, pp 147-151, en
http://www.institucional.us.es/revistas/revistas/themata/pdf/39/art17.pdf
24
sido desarrollado por la bioética estandar no da respuesta a los seres humanos reales.
Finalmente, recurrir a la razón excluyendo las emociones y sentimientos es un problema
epistemológico bastante complejo. Para muchas feministas, es necesario sacar a la luz
una idea más ampliada de razón, donde los sentimientos, las emociones, el contexto y
las relaciones tengan un papel principal.
Si en los años setenta el impulso general de la bioética era la extensión de los
derechos civiles y humanos al ámbito de la medicina y las ciencias biomédicas,
adoptando la forma de los derechos de los pacientes, en nuestro tiempo, el problema
consiste en el derecho a tener derechos, a poder acceder al ámbito donde los problemas
de la autonomía puedan plantearse reconociendo el hecho de la relacionabilidad como
contrapunto a los excesos individualistas de un principio de autonomía que, como se ha
denunciado desde la Bioética feminista, está sostenido por un subtexto androcéntrico y
etnocéntrico38.
39
Vázquez Verdera, V. Tesis doctoral: La educación y la ética del cuidado en el pensamiento de Nel
Noddings. Directores: Dr. Juan Escámez Sánchez y Dra. Rafaela García López. Universidad de Valencia
Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, Departamento de Teoría de la Educación, 2009, p 46-47
40
Ibid, p 77.
26
Partiendo de algunas de las concepciones de la ética del cuidado, entender la
autonomía del paciente como una autonomía relacional implica la comprensión de las
personas como individuos insertos en su contexto social, familiar, etc. Esto incluye
también la comprensión de las personas que están solas, que no tienen vínculos, o que
no quieren que sus familiares conozcan el curso de su enfermedad. Con ello, el objetivo
consistirá en mejorar la capacidad de decisión de las personas en lo relativo a su salud.
Al fin y al cabo el paciente, durante todo su proceso de enfermedad, busca en las
instituciones sanitarias un interlocutor que le acompañe, que le ayude y facilite su
recorrido. Por eso, como señala Marisco, “no es sólo la información lo que cuenta, sino,
principalmente, el modo como se comunican diagnósticos, incertidumbres,
41
posibilidades…” Respetar la autonomía del paciente no consiste simplemente en dejar
la decisión en manos del paciente, sin más, sino que requiere un ejercicio constante de
comunicación con el mismo para que pueda llegarse a una decisión verdaderamente
autónoma. Por eso la elección requiere también esfuerzo por conseguir una
comunicación eficaz, en la que se facilite, se anime y se apoye en el proceso de toma de
decisiones del paciente.
41
Marsico, G. Bioética: voces de mujeres. Nancea, Madrid, 2003, p 105
27
Con la formulación de la autonomía relacional se trata de repensar un concepto
ampliado de autonomía, ya que ésta no da cuenta suficientemente de la condición
humana, que no sólo es autónoma, sino también vulnerable. De ahí la necesidad de
reconstruir un concepto de autonomía desde la perspectiva de un sujeto de la Bioética
que es a la vez autónomo y vulnerable. Este reconocimiento de la vulnerabilidad como
inherente a la vida misma, nos lleva, especialmente en el ámbito de la práctica clínica, a
desarrollar un modelo de relaciones simétricas entre profesionales sanitarios y
pacientes, en el que sin embargo la responsabilidad ha de ser comprendida como
asimétrica.
42
Nedelsky, J. “Reconceiving rights as relationship”. Review of Constitutional Studies, vol 1, nº 1, 1993
28
autonomía no es un atributo estático, sino que se trata de una capacidad que se va
desarrollando.
Son dos los ejes principales sobre los que va a incidir la autonomía relacional. El
primero de ellos es la importancia de la interdependencia, es decir, atender a la red de
relaciones del sujeto. La segunda cuestión será la de incluir una ética de la
responsabilidad, o de la co-responsabilidad, donde se desarrolle una doble
responsabilidad que ha de ir vinculada, tanto de los profesionales sanitarios como de los
pacientes.
43
Gordillo Álvarez-Valdés, L “¿La autonomía, fundamento de la dignidad humana?” en Cuadernos de
Bioética. XIX, 2008/2ª , pp 237-253
44
Guerra Palmero, M. J. “Vivir con los otros y/o vivir para los otros. Autonomía, vínculos y ética
feminista” Dilemata, año 1 (2009), nº 1, 71-83 ISSN 1989-7022
45
Gordillo Álvarez-Valdés, L “¿La autonomía, fundamento de la dignidad humana?” en Cuadernos de
Bioética. XIX, 2008/2ª , pp 237-253
29
Sin duda, la enfermedad es considerada una de las formas específicas de
vulnerabilidad que afectan a los seres humanos. Sin embargo, el modelo tradicional del
sujeto de la ética moderna considera al sujeto como ser racional, capaz de dar cuenta de
lo que le rodea y, precisamente por ello, capaz también de la acción racional, de dirigir
su voluntad a objetivos de los que a sí mismo puede darse cuenta.46
No se pretende tampoco negar la autonomía del sujeto, de ninguna manera. De
lo que se trata es de reconocer que no sólo somos autónomos, sino también vulnerables.
Y para ello, la filosofía de Paul Ricoeur puede resultar bastante ilustrativa. Ricoeur no
renuncia a la consideración kantiana del ser humano como autónomo, en tanto que sólo
la capacidad de darse a sí mismo racionalmente la ley lo habilita para obrar de modo
verdaderamente moral. Pero a la vez, Ricoeur señala que la autonomía se presenta de
modo paradojal y fundamentalmente como “idea-proyecto”: “porque el ser humano es
por hipótesis autónomo, debe llegar a serlo”47. Ricoeur pone de manifiesto la paradoja
de la autonomía y la vulnerabilidad: “es el mismo ser humano el que es lo uno y lo otro
bajo dos puntos de vista diferentes. Y es más, no contentos con oponerse, los dos
términos se componen entre sí: la autonomía es la de un ser frágil, vulnerable”48.
Debemos llegar a ser autónomos, precisamente porque somos vulnerables y nuestro
horizonte, nuestro objetivo es la búsqueda de esa autonomía. La vulnerabilidad tiene
que ver, pues, con la posibilidad de sufrir, con la enfermedad, con el dolor, con la
fragilidad, con la limitación, con la finitud y con la muerte. Como señala Lydia Feito49,
el concepto de vulnerabilidad es esencial para la comprensión de lo humano, ya que
supone atender a una dimensión antropológica, que nos iguala en la fragilidad, y a una
dimensión social, en la que nos hacemos más o menos susceptibles al daño en función
de las condiciones (ambientales, económicas, etc) en que desarrollamos nuestra vida, y
de la posibilidad que tales condiciones nos ofrezcan de asegurar las capacidades básicas
que nos permiten alcanzar la calidad de vida y encontrar el reconocimiento como clave
de la autonomía.
También este el reconocimiento de la vulnerabilidad es reivindicado por Judith
Butler. La vulnerabilidad que proviene de nuestra sociabilidad y relacionalidad es
46
Cuartango, R “Trascendiendo al yo ensimismado. La ética de la atención de Iris Murdoch”. Isegoría, Nº
35, julio-diciembre, 2006, 283-293. ISSN: 1130-2097.
47
Ricoeur, P. Lo justo 2. Estudios, lecturas y ejercicios de ética aplicada. Trotta, Madrid, 2008, p 70.
48
Ibid, p 71.
49
Feito Grande, L. “Vulnerabilidad” An. Sist. Sanit. Navar. 2007 Vol. 30, Suplemento 3, p 14
30
constitutiva y conlleva que el encuentro con la otra persona nos transforme
irremediablemente. De este modo, el sujeto está imposibilitado para permanecer dentro
de sí. Y esta puesta en riesgo del yo es una forma de virtud50. Para Butler es en esta
concepción del sujeto opuesta a la idea del sujeto soberano, dueño de sí, consciente y
transparente para sí, donde se abre la posibilidad de una práctica ética responsable y no
violenta. Bajo el ideal de un yo autónomo y autotransparente no se potencia el
comportamiento éticamente responsable, porque la responsabilidad tiene que ver con el
reconocimiento de los límites del saber sobre sí, con admitir ese nivel de opacidad que
habita en cada uno y que nos conecta y vincula con las otras personas. El yo liberal,
individualista y narcisista, promueve, por el contrario, una ética de la violencia. La ética
de la responsabilidad planteada por Butler se contrapondría a aquellas concepciones
éticas que la autora considera como violentas, por basarse en una concepción del yo
soberano y en la subsunción de las diferencias en lo universal, que ignoraría de hecho a
los propios seres humanos concretos.51
Por ello es necesario desarrollar un concepto de autonomía que no desestime la
condición de vulnerabilidad intrínseca de los seres humanos. Así, el reconocimiento de
la vulnerabilidad humana, conjugado con la autonomía, se articula como crítica al
modelo atomista liberal del ser humano. La cuestión que plantea J. Butler es la
siguiente: “¿Hay algún modo de seguir luchando por la autonomía en distintas esferas,
sin abandonar las demandas que nos impone el hecho de vivir en un mundo de seres por
52
definición dependientes unos de otros, físicamente vulnerables al otro?” Sostiene
Butler que nuestra interdependencia debe tener también una dimensión normativa en
nuestra vida social. De este modo, cabe reconocer que somos algo más que autónomos:
no podemos pensarnos ni representarnos como simples seres individuales, sin contar
con nuestra propia vulnerabilidad. Butler apunta que todos vivimos con la
vulnerabilidad ante el otro, que es parte de la vida corporal. Pero reconoce que esta
vulnerabilidad intrínseca a los seres humanos se acentúa bajo ciertas condiciones
sociales y políticas, especialmente en formas de vida sometidas a violencia y con
medios de autodefensa limitados. Sostiene que es necesario reconocer la vulnerabilidad
para tomar parte en un encuentro ético. Tal vez sea necesario ir aún más allá, y sostener,
50
Butler, J. Dar cuenta de sí mismo. Violencia ética y responsabilidad, Buenos Aires, Amorrortu, 2009,
p. 40
51
Schramm FR. “Violencia y ética práctica”. Salud Colectiva. 2009;5(1), pp 13-25
52
Butler, J. Vida precaria. El poder del duelo y la violencia. Paidós, Buenos Aires, 2006, p 53
31
como L. Feito53, que la vulnerabilidad es el origen de la ética en tanto que justificación
racional para la idea de justicia.
Especialmente, la enfermedad supone una de las formas específicas de
vulnerabilidad que afectan a los seres humanos. A partir de ésta, se plantea la necesidad
de recurrir a éticas de la responsabilidad y del cuidado en las que la voz del otro
prevalezca. L. Feito54 sostiene que es posible justificar un principio de protección del
vulnerable a partir de la exposición de la vulnerabilidad como característica humana. En
esta línea, si tenemos en cuenta la dimensión de especial vulnerabilidad del sujeto
enfermo, el principio de autonomía bajo el paradigma liberal no da respuesta al sujeto.
De lo que se trata es de reconocer la vulnerabilidad como característica propia, y, a la
vez, intentar solventar la condición de especial vulnerabilidad en la que se ven inmersos
los individuos cuando se encuentran en situación de enfermedad, o cuando pueden ser
de una manera u otra sometidas a un mayor daño potencial por parte de otras personas.
Sobre todo la vulnerabilidad que se genera desde el momento en que no se hay un
reconocimiento del otro, o desde que no se respeta la alteridad radical.
53
Feito Grande, L. “Vulnerabilidad”, An. Sist. Sanit. Navar. 2007 Vol. 30, Suplemento 3, p 15-16.
54
Ibid, p 15
32
porque se trata de subrayar que ha de darse una responsabilidad compartida entre las
dos partes implicadas en la relación clínica: el paciente y el profesional sanitario.
Por otro lado, desde la perspectiva del profesional sanitario se hace necesario
también subrayar la importancia de la responsabilidad profesional. Victoria Camps hace
referencia a la profesionalidad como virtud de nuestro tiempo. Además, el sentido de la
responsabilidad es el núcleo de la nueva profesionalidad que hace falta56. Reformular la
noción de autonomía del paciente implica que el profesional sanitario asuma un
compromiso con la autonomía: ésta sólo será posible si se dan las condiciones mínimas
necesarias para poder optar libremente. Para ello, la primera condición es la
información, que debe ser suficiente, comprensible, adecuada, veraz, etc. La segunda
condición consiste en tener en cuenta el contexto personal, familiar y social en el que el
55
Prat, E. H. El principio de autonomía: una nueva perspectiva. Conferencia de clausura del Máster de
Bioética, Pamplona, 23/05/2009.
56
Camps, V. La voluntad de vivir. Ariel, Barcelona, 2005, p 195
33
paciente se encuentra. Todo ello requiere también una importante acción educativa que
ofrezca a los profesionales sanitarios nuevos medios que les ayuden en lo referente a la
comunicación con los pacientes. La responsabilidad profesional necesaria para
garantizar la autonomía del paciente no consiste en asegurarse de que el paciente
finalmente decida, sino en asegurarse de que se le dan al paciente todas las condiciones
mínimas indispensables para que pueda elegir. En todo caso, es necesario que se dé una
relación de confianza.
Uno de los problemas principales con que nos encontramos cuando tratamos la
cuestión de la responsabilidad viene dado por la asimetría propia de las relaciones
sanitario-paciente.Por un lado, esta asimetría se debe a que el personal sanitario es el
que está en su territorio, controla el lenguaje y el saber tecnocientífico, se considera
capaz de controlar cualquier situación y cree saber inequívocamente qué es lo más
conveniente. Por otro lado, el paciente está en una situación muy diferente, ya que se
encuentra en una situación especialmente dolorosa, tiene un problema de salud que
puede ser leve o muy grave, se encuentra en un espacio y circunstancia totalmente
nuevos para él, en un ambiente desconocido en el que además prima la incertidumbre.
Esta asimetría dificulta la relación y el inicio del diálogo bidireccional. Es por ello que,
dada la asimetría de la relación, también la responsabilidad ha de ser asimétrica: el
mayor esfuerzo ha de provenir de quien está en la situación de profesionalidad en una
relación que se plantea de entrada claramente asimétrica.57 Es al profesional a quien le
corresponde garantizar la autonomía del paciente. A pesar de que con el desarrollo del
principio de autonomía, se ha puesto de manifiesto la necesidad de articular relaciones
clínicas simétricas, lo cierto es que en el momento actual las relaciones siguen siendo
asimétricas, y difícilmente dejarán de serlo.
Paul Ricoeur recoge la idea de simetría en la relación clínica bajo la imagen del
pacto de confianza que compromete al paciente y al médico. Lejos de tratarse de un
contrato, la relación clínica consiste en un pacto de cuidados basado en la confianza. Al
principio de la relación, señala, existe una disimetría considerable que separa a los dos
protagonistas: el que sabe hacer y el que sufre. Pero este foso es salvado, bajo la
57
Malagón Gutiérrez, S. “Interculturalidad y donación de órganos para trasplante”, en Amolef Gallardo,
A; Avaria Saavedra, A; Barriendos Rodríguez, J; Binimelis Adell, M; Díaz Álvarez, E; Gallardo
Rodríguez, C; Llano Camacho, I; Malagón W. J; Samaniego Sastre, M; Varela Huerta, A. Pensar Las
Dinámicas Interculturales. Aproximaciones y Perspectivas. Cidob Edicions Barcelona, 2007, pp 140-155
34
consideración de Ricoeur, mediante una serie de hitos que parten de los dos polos de la
relación. Así, el paciente “trae al lenguaje” su sufrimiento (con un componente
descriptivo y un componente narrativo), de modo que su lamento se transforma en
exigencia. Por su parte, el médico iguala las condiciones mediante la anamnesis, el
diagnóstico y el tratamiento. De este modo, para Ricoeur, “el pacto de cuidados deviene
así un tipo de alianza sellada entre dos personas contra el enemigo común, la
enfermedad”58 Este es el modelo que ha sido defendido por el principio de autonomía
frente al tradicional paternalismo. Pero no podemos perder de vista el reconocimiento
del carácter singular de la situación de cuidados. Si bien la relación clínica debe
sustentarse en una relación dialógica simétrica, la responsabilidad inherente a cada uno
de los participantes es asimétrica. Asimétrica porque la situación en la que cada uno de
los participantes se encuentra es diferente. El paciente sufre, tiene miedo, incertidumbre,
no sabe qué debe hacer ni cómo resolver su situación. El profesional se sitúa en el lado
de la prestación del cuidado, de las respuestas, de la posibilidad de dar soluciones. Por
tanto, la responsabilidad para con el otro vulnerable ha de entenderse como una
responsabilidad asimétrica.
58
Ricoeur, P. “Los tres niveles del juicio médico”, en Ricoeur, P. Lo justo 2. Estudios, lecturas y
ejercicios de ática aplicada. Trotta, Madrid, 2008, p 185
59
Belli, L. F. y Quadrelli, S. “La ética como filosofía primera: una fundamentación del cuidado médico
desde la ética de la responsabilidad” Cuadernos de Bioética, XXI, 2010/1ª, p 17
35
pero sólo a partir del momento en que la situación de partida sea la de iguales. Dado que
en el momento actual el yo sigue dominando la escena lingüística, política y ética, la
lectura de Lèvinas abre un camino de dirección completamente distinto al de la ética de
la subjetividad. Esta es, a mi juicio, su gran aportación.
60
Vila Merino, E.S. “Pedagogía de la ética: de la responsabilidad a la alteridad.” Athenea Digital, núm.
6: 47-55 (otoño 2004) Universidad Autónoma de Barcelona. Disponible en:
http://redalyc.uaemex.mx/pdf/537/53700604.pdf
61
Vázquez Verdera, V. Tesis doctoral: La educación y la ética del cuidado en el pensamiento de Nel
Noddings. Directores: Dr. Juan Escámez Sánchez y Dra. Rafaela García López. Universidad de Valencia
Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, Departamento de Teoría de la Educación, 2009, p 48
62
Belli, L. F., “Repensar la bioética: una fundamentación del cuidado médico en una ética de la
responsabilidad”, II Congreso Internacional de la Redbioetica Unesco, V Jornadas Provinciales De
Bioètica, noviembre 2008. Disponible en:
http://www.unesco.org.uy/shs/fileadmin/templates/shs/archivos/TrabajosLibres-
Bioetica/7.%20Repensar%20la%20bioetica.pdf
63
Bello Reguera, G. El valor de los otros. Más allá de la violencia intercultural, Biblioteca Nueva,
Madrid, 2006
36
reconocimiento es la construcción de ese otro. De ahí que el reconocimiento del otro
consista en tomar al otro como otro ser humano igual que el yo, lo que lo remite a una
reiteración del propio yo y de su humanidad, siendo ésta la base de una moral
universalista. Es ésta la razón de la simetría. La otra posibilidad, sostiene, consiste en
una construcción del otro como completamente otro, sin que el yo sea capaz de
reducirle a su mismidad. Así, el otro vulnerable (el extranjero, la viuda y el huérfano en
que representa Lèvinas al otro vulnerable, y en el caso que nos ocupa podemos
extrapolarlo al sujeto enfermo, al paciente o usuario de los sistemas sanitarios), interpela
al yo desde su vulnerabilidad por la injusticia que sufre, de modo que el yo se sitúa en la
posición de responsable, dado que tiene que dar una respuesta a tal demanda. La
responsabilidad, en esta situación, es ineludible, puesto que negarse a responder es ya
una forma de respuesta. El yo no ha elegido esa responsabilidad para con el otro, sino
que se ha visto sorprendido por ella y no se puede zafar. En el encuentro con el rostro
vulnerable del otro, puedo ontológicamente destruirlo o cosificarlo, pero sin embargo su
rostro me obliga al respeto y a la responsabilidad64. El otro, al aparecer como rostro,
dice algo al yo, y éste puede responder a la interpelación del otro de tres maneras:
ignorancia, violencia o reconocimiento.
Ante todo, Lèvinas subraya la posibilidad de una relación yo-otro no violenta,
basada en la responsabilidad con el otro. La relación yo-otro es asimétrica para Lèvinas
porque el otro se manifiesta ante el yo de un modo imperativo desde su situación de
vulnerabilidad, de solicitud de ayuda. El yo queda constituido como sujeto moral desde
el momento en que es interpelado por el otro. La responsabilidad es así, para Lèvinas,
anterior a la libertad: no somos responsables por nuestra libertad, sino que somos libres
porque somos responsables. Desde que se da la relación con el otro, soy responsable
para con él, porque la responsabilidad en el universo levinasiano es previa a la libertad.
A esto G. Bello añade que “esta asimetría entre poder efectivo y poder moral
(vulnerabilidad que interpela) permite dar una última vuelta de tuerca a la asimetría
ética: la responsabilidad para con el otro no es reversible o recíproca: el otro hace al yo
responsable para con él, pero eso no lo convierte a él en responsable para con el yo”65
64
Vázquez Verdera, V. Tesis doctoral: La educación y la ética del cuidado en el pensamiento de Nel
Noddings. Directores: Dr. Juan Escámez Sánchez y Dra. Rafaela García López. Universidad de Valencia
Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, Departamento de Teoría de la Educación, 2009,p 48
65
Bello Reguera, G. El valor de los otros. Más allá de la violencia intercultural, Biblioteca Nueva,
Madrid, 2006, p 205
37
La acción ética “exige una generosidad radical del movimiento que en el Mismo va
66
hacia lo otro” Por tanto, no cabe en Lèvinas la noción de reciprocidad. Este yo
representa para Lèvinas la mismidad patriarcal que conquista, que tiene poder para
apropiarse del otro. Desde esta lectura del yo, Lèvinas reconoce la responsabilidad para
con el otro como asimétrica: soy responsable para con el otro sin que el otro sea
responsable para conmigo. Se trata de elaborar una ética que compense las posiciones
desiguales que han jugado el yo y el otro. Por tanto, Lèvinas se manifiesta contra las
imágenes simétricas del yo-otro, pues no son reales: las posiciones no parten de una
simetría, sino que parten de la asimetría del yo que domina al otro, y este dominio del
yo es lo que Lèvinas pretende desplazar mediante la responsabilidad asimétrica.
66
Lèvinas, E. Humanismo del otro hombre, Ed Caparrós, Madrid, 1998, p 40
67
Feito Grande, L. “Vulnerabilidad” An. Sist. Sanit. Navar. 2007 Vol. 30, Suplemento 3, p 20
38
5.- Aplicabilidad del concepto de autonomía relacional
68
En nuestro país, la autonomía del paciente es reconocida jurídicamente en la ley 41/2002, de 14 de
noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de
información y documentación clínica.
39
familiares, en nombre del supuesto mejor interés del enfermo, pero sin contar con su
opinión. Algunos valores fundamentales que se ponen de manifiesto con el
consentimiento informado son la autonomía, la libertad, la racionalidad, la
responsabilidad y la justicia.69
69
García Gómez-Heras, J.M. “Consentimiento informado y autonomía moral”, en García Gómez-Heras,
J.M y Velayos Castelo, C. (ed) Bioética. Perspectivas emergentes y nuevos problemas. Tecnos, Madrid,
2005. Pp 257-291
70
Rodríguez-Arias Vailhen, D. y Rodríguez-Arias Palomo, J.L. “¿Deben decidir los locos? Cuestiones
sobre el consentimiento informado de los enfermos mentales en investigación y clínica”, en García
Gómez-Heras, J. M Y Velayos Castelo, C. Bioética: perspectivas emergentes y nuevos problemas.
Tecnos, Madrid, 2005, pp 287- 308
40
documento sería un elemento puntual del acto clínico, que además debe incluir la
posibilidad de que el paciente consulte todas sus dudas con los profesionales que lo
atienden, así como un apartado específico para la aceptación, denegación o revocación.
71
Kottow, M. “Participación informada en clínica e investigación biomédica: las múltiples facetas de la
decisión y el consentimiento informado”. Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura, UNESCO y Universidad Nacional de Colombia, Colombia, 2007. Disponible en:
http://www.unesco.org.uy/shs/fileadmin/templates/shs/archivos/participacion%20informada.pdf
72
Broggi Trias, M. A., Llubià Maristany, C. y Trelis Navarro, J. Intervención médica y buena muerte.
Fundación Alternativas, 2006 ( edición electrónica) disponible en:
http://www.eutanasia.ws/hemeroteca/j40.pdf
41
una parte a los profesionales sanitarios y por otra a los ciudadanos, para que puedan
aceptar la responsabilidad de la elección. Esto sólo será posible si la ciudadanía conoce
realmente cuál es el alcance de sus derechos en lo concerniente a su salud.
73
Camps, V. La voluntad de vivir. Ariel, Barcelona, 2005, p 48
74
Broggi Trias, M. A., Llubià Maristany, C. y Trelis Navarro, J. Intervención médica y buena muerte
Fundación Alternativas, 2006 ( edición electrónica) disponible en:
http://www.eutanasia.ws/hemeroteca/j40.pdf
42
Además, es necesario detectar coacciones del entorno, como la familia, las de
una religión o cultura que obliga a aceptar o a rechazar un tratamiento, etc.
b) El paciente debe ser competente. El enfermo que da el consentimiento debe tener
capacidad para tomar decisiones. Es decir, debe comprender la situación y las
consecuencias de su decisión. Además de tener la prudencia necesaria, se
debería procurar aumentar la competencia del paciente en aquellos casos en que
no sea plenamente competente, sobre todo equilibrando la información, de
manera que este se sintiera más libre y mejor comprendido.
c) El paciente debe estar bien informado para dar su consentimiento o rechazarlo.
Sin este requisito los demás quedan vacíos de contenido. Lo importante es que la
cantidad de información se base en las necesidades de cada cual, que sólo
podrán descubrirse a través del diálogo. Cabe recordar que, dada la complejidad
que comporta el establecimiento de acuerdos en el ámbito de la clínica, el que
sean vistos como precarios no significa que no satisfagan a quienes han
participado en su construcción, y eso es lo esencial.
43
de los pacientes concretos. Se añade el término toma de decisiones compartida para
reflejar el hecho de que las decisiones se adoptan de manera conjunta entre el equipo
sanitario y el paciente, una vez que el paciente dispone de la información necesaria75.
El modelo de ayuda para la toma de decisiones en salud de Ottawa (Canadá) fue
creado para ayudar a los usuarios que se enfrentaban a una decisión que les generaba un
conflicto decisional importante. Trabaja siguiendo esta misma perspectiva cognitiva,
aunque ampliando lo racional para abarcar otras dimensiones del paciente: la emocional,
la social y la ambiental76. Los autores del modelo explican que valorar las necesidades
con respecto a la decisión de los actores involucrados en un proceso de toma de
decisiones, ya sean personas a nivel individual, familias, poblaciones o profesionales de
la salud, afectará a la calidad de las decisiones –informadas y basadas en valores–, lo
que a su vez repercute en comportamientos (por ejemplo, retrasar la decisión),
resultados de salud, emociones y en el uso adecuado e informado de los recursos. Las
necesidades que no se hayan resuelto afectarán negativamente a la calidad de las
decisiones, de ahí que la ayuda a la toma de decisiones en forma de consejo clínico,
herramientas de apoyo a la toma de decisiones y entrenamiento en habilidades
específicas puedan mejorar la calidad de la decisión, abordando necesidades no
resueltas77
75
Izquierdo Botica, F. y Blasco Amaro, J. A. “Herramienta de Ayuda para la Toma de Decisiones
compartida en cáncer de mama- Patient Decision Aids Tool for breast cancer”. Madrid: Plan de Calidad
para el SNS del MSPSI. Unidad de Evaluación de Tecnologías Sanitarias, Agencia Laín Entralgo; 2010
Disponible en: http://aunets.isciii.es/ficherosproductos/371/UETS%2009-07.pdf
76
O’Connor AM, Drake ER, Fiset V, Graham ID, Laupacis A, Tugwell P. “The Ottawa Patient Decision
Aids. Effective Clinical Practice.” 1999; 2, pp 163-170. July/August.
77
Jacobsen MJ y O’Connor AM. “Population Needs Assessment. A workbook for assessing patients´ and
practitioners´ decision making needs”. University of Ottawa, Canada; 2006. Disponible en:
http://decisionaid.ohri.ca/docs/implement/Population_Needs.pdf
78
Perestelo-Pérez, L., Pérez-Ramos, J., Rivero-Santana, A., y González-Lorenzo, M. “Toma de
Decisiones Compartidas en Oncología”. Psicooncología. Vol. 7, Núm. 2-3, 2010, Pp. 233-241.
Disponible en: http://revistas.ucm.es/index.php/PSIC/article/viewFile/PSIC1010220233A/15005
44
que el profesional sanitario aporta sus conocimientos técnicos sobre la condición de
salud y el balance riesgo-beneficio de las intervenciones, y el paciente aporta sus
valores, preferencias y preocupaciones respecto a su experiencia con la condición de
salud, así como las características que más le importan de las intervenciones. Son
diversas las ocasiones en que los pacientes y los profesionales sanitarios han de tomar
decisiones sobre pruebas diagnósticas o tratamientos sobre los que no existe certeza
acerca de sus resultados clínicos. Esta incertidumbre puede estar ocasionada
directamente por la ausencia de evidencia científica al respecto, pero también por el
hecho de que diferentes tratamientos con el mismo objetivo terapéutico ofrezcan, en
muchos casos, un balance riesgo/beneficio similar. Precisamente, por no existir en esas
ocasiones una única o “mejor” decisión, se hace necesario informar al paciente para
incorporar sus valores y preferencias en la toma de decisiones, dado que en estas
situaciones el punto de vista de los pacientes puede diferir de la percepción del
profesional en cuanto a la importancia personal o valor que se le asigna a la relación
entre los beneficios y los efectos adversos de las diferentes opciones diagnósticas y
terapéuticas.
El objetivo de este modelo de relación clínica, de esta herramienta, es que el
papel de los pacientes en la toma de decisiones clínicas adquiera un mayor peso, de
modo que se respete plenamente su autonomía. También es cierto que esta herramienta
no pretende sustituir al consentimiento informado. Más bien, lo que trata de desarrollar
son estrategias de apoyo para la toma de decisiones que, por tanto, también apoyaría el
proceso de consentimiento informado. En todo caso, lo cierto es que el modelo de toma
de decisiones compartida no debe basarse en un modelo contractual, sino en una
relación de ayuda, en lo que ha dado en denominarse la atención centrada en el
paciente.79 Por eso, es interesante que el modelo de autonomía relacional se desarrolle
conjuntamente con estas herramientas que complementan y enriquecen la relación
clínica en cuanto que relación de ayuda. La promulgación de leyes, o la firma de
consentimientos informados, no garantizan por sí mismas una información adecuada a
la persona que acude a la consulta. Es más, pueden terminar siendo instrumentos de
79
Costa Alcaraz, A. M.; Almendro Padilla, C. “Un modelo para toma de decisiones compartida con el
paciente”. Aten Primaria. 2009; 41:285-7. - vol.41 núm 05. Disponible en:
http://www.uv.es/gibuv/Tomadecisiones.pdf
45
medicina defensiva. Además de los diferentes procesos reguladores o de herramientas
de apoyo, es necesario un cierto talante profesional.
46
Dadas las insuficiencias de uno y otro modelo (el primero centrado en la
beneficencia y el segundo en una autonomía absoluta), el principio de autonomía
relacional exige un nuevo modelo para la toma de decisiones con el paciente, basándose
en una relación médico-paciente que se entienda como un acto de deliberación y
colaboración entre ambos. Este tipo de entrevista, además de precisar tiempo, requiere
cambiar desde el estilo directivo, en el que el experto sabe lo que le conviene al que
consulta, hacia el centrado en el paciente, en el que ambos deliberan sobre la mejor
solución personalizando cada caso. En este modelo de entrevista clínica, se atiende a las
emociones del paciente, se le escucha, se contemplan recursos psico-sociales, se
informa de las consecuencias de la elección, etc. Los pacientes tienen una serie de
valores propios y teorías tanto sobre la salud y enfermedad en general, como sobre sus
problemas específicos y tratamientos. Cuando un paciente es atendido por un
profesional sanitario tamiza la información que recibe a través del filtro de sus
creencias. Si la recomendación del profesional no entra en conflicto con sus valores
podrá aceptar el consejo pero si lo hace puede escoger otra opción.
Tampoco debemos olvidar que aunque una mayoría de pacientes podría recibir
información suficiente para fomentar su participación activa en la toma de decisiones,
es muy variable el deseo de querer ejercer ese derecho de autonomía. No todos los
pacientes quieren ser ellos los que tomen las decisiones, y algunos ni siquiera quieren
80
O'Connor AM, Stacey D, Entwistle V et al. “Decision aids for people facing health treatment or
screening decisions (Cochrane Review)”, The Cochrane library, Issue 1, 2004. Chichester, UK; John
Wiley & Son, ltd.
47
ser informados de su estado y evolución. En cualquier caso, a aquellos pacientes que
adoptan una actitud más pasiva se les debe ayudar a sopesar sus valores. Deben ser estos
valores, y no los del médico, los que tras integrarse con la información clínica necesaria,
ayuden al profesional a orientar su decisión para buscar el mejor resultado posible en
cada paciente.
81
Costa-Alcaraz AM, et al. “Reconocimiento recíproco y toma de decisiones compartida con el paciente”.
Rev Clin Esp. 2011. doi:10.1016/j.rce.2011.01.025
82
Calvo Rigual, F. et al. “Sin reconocimiento recíproco no hay calidad asistencial” Rev Esp Salud
Pública 2011, Vol. 85, N.º 5
48
situación de fragilidad. Como señalan estos autores, el reconocimiento ha de ser
recíproco, de modo que también el paciente ha de saber reconocer la profesionalidad de
su interlocutor, lo que no siempre es sencillo. Con frecuencia, vemos a pacientes
informados, y muchas veces mal informados, a través de los medios de comunicación y
de internet que cuestionan la competencia médica cuando no coinciden sus expectativas
con lo que el profesional les comenta. Los pacientes que presionan al médico para
obtener lo que clínicamente no está justificado, sin atender a razones, están
interponiendo barreras, dejando de reconocer la cualificación del profesional. Es por
ello que se hace necesario que el reconocimiento sea recíproco. Estos autores proponen
que se potencie la respectiva identidad para facilitar el reconocimiento recíproco entre
profesionales y pacientes. La identidad del paciente se potencia con el trato personali-
zado así como con la invitación a participar en los procesos diagnósticos y terapéuticos
y facilitándole la articulación de un discurso narrativo propio que le ayudará a
autocomprenderse y permitirá al profesional conocer potenciales miedos y expectativas
que hayan podido despertar con el proceso de enfermedad. La identidad del profesional
se potencia con la actualización de conocimientos y el perfeccionamiento de habilidades
o la adquisición de otras nuevas que sean aplicables en su contexto.
49
Además, se puede argumentar que este concepto de autonomía relacional
encierra una nueva forma de paternalismo. De alguna manera, desde la perspectiva
liberal polarizada, se puede entender como un acto de excesiva intromisión en la
decisión personal el poner en práctica algunas herramientas como la de la toma de
decisiones compartida que hemos visto en el apartado anterior. Hay autores que
defienden incluso la pertinencia de un nuevo paternalismo, articulado como vía
intermedia entre el paternalismo tradicional y la primacía de la autonomía, que se
establezca como una visión integradora de ambos aspectos fundamentándose en la
dignidad de la persona y en la experiencia83.
83
Méndez Sardina, G. “El necesario regreso de un nuevo paternalismo a la relación médico paciente”.
Bioética & Debat, 16/02/2009.
Disponible en: http://www.bioetica-debat.org/modules/news/article.php?storyid=262&page=0
84
Dworkin, G. “Paternalism” en Sartorius, R. Paternalism, ed University of Minnesota Press,
Minneapolis, 1987, pp 19-34.
85
Alemany García, M. Tesis doctoral: El concepto y la justificación del paternalismo. Directores: Manuel
Atienza y Juan Ruiz Manero. Facultad de Derecho. Universidad de Alicante. 2005.
50
Los defensores del paternalismo habitualmente argumentan que la enfermedad
tiene una fuerte carga emotiva, así como distorsiones en la percepción de la realidad,
que impiden al paciente ejercer razonablemente su autonomía. Además, sostienen que
hay pacientes a los que conocer su pronóstico les supondría un mayor riesgo de
depresión, y menos capacidades para poder afrontar la enfermedad. El paternalismo
tiende a infiltrarse en la relación médico-paciente en formas que invaden la autonomía
del paciente: el ocultamiento de la verdad, y la aplicación de medios ordinarios y
extraordinarios sin consultarles, etc. Kottow86 señala que especialmente hacia el final de
la vida, el paciente muchas veces es calificado de incompetente, despojado de su
autonomía y sometido a decisiones paternalistas, siendo víctima de obstinación
terapéutica contra su voluntad, desatendiendo la inutilidad de estos esfuerzos. Si el
enfermo solicita la suspensión del tratamiento, sólo se le concede si no pone en riesgo
inminente su vida, y si va más allá y solicita ayuda para abreviar el proceso de muerte y
anticipar su fin, se encuentra con una rotunda negativa. La utilización de medidas
ordinarias o extraordinarias hacia el final de la vida suele ser presentada como una
decisión técnica que debe tomar el médico, ocultando sus componentes éticos, negando
sus aspectos existenciales, y rechazando la capacidad de decisión del paciente. Como
señala Marzano, “incluso cuando una petición es extrema, como en el caso de la
eutanasia, oponerse por principio pudiera querer decir que no se escucha ni se quiere
comprender lo que vive el enfermo. Ello podría finalmente significar que tenemos
derecho a decirle a alguien que no está capacitado para tomar una decisión. Ni
autónomo, ni “sujeto” ”87
El modelo defendido en estas páginas está muy lejos de justificar ninguna vuelta
al paternalismo. Lejos de ello, lo que sí se afirma es que la autonomía sólo será posible
a partir del empoderamiento del individuo, que permita dar respuesta al “paciente del s
XXI”88. Como ha sostenido Gaia Marsico, la relación clínica es una oportunidad de
empoderamiento, en la que se puede ayudar a los sujetos implicados a realizar un
86
Kottow, M. “Participación informada en clínica e investigación biomédica: las múltiples facetas de la
decisión y el consentimiento informado”. Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura, UNESCO y Universidad Nacional de Colombia, Colombia, 2007. Disponible en:
http://www.unesco.org.uy/shs/fileadmin/templates/shs/archivos/participacion%20informada.pdf
87
Marzano, M. Consiento, luego existo. Ética de la autonomía. Proteus, España, 2009, p 99.
88
Jovell, A.J. “El paciente del siglo XXI” An. Sist. Sanit. Navar. 2006 Vol. 29, Suplemento 3
51
recorrido con el fin de conseguir una auténtica capacidad de decisión.89 De ningún
modo se justifica que los profesionales sanitarios decidan por el paciente, en lugar del
paciente, por mucho que se pretenda justificar argumentando que su finalidad es evitar
daños mayores. En una sociedad plural, multicultural y democrática, nadie puede ni
debe decidir qué es lo mejor para otra persona, puesto sólo ella puede saberlo. Pero sí
que es necesario dar herramientas al individuo para que pueda decidir, en lugar de
dejarlo “solo” y sin recursos para tomar decisiones. Se trataría de defender la necesidad
de promover la participación de los pacientes y de las personas afectadas por la
enfermedad para conseguir una mayor democratización de la sanidad e intentar mejorar
la efectividad de la atención sanitaria,90 sobre todo, si tenemos en cuenta el elevado
desconocimiento que tienen los ciudadanos de sus derechos formales como pacientes.
89
Marsico, G. Bioética: voces de mujeres. Narcea, Madrid, 2003, p 99.
90
Jovell, A. J; Navarro Rubio, M. D. “La voz de los pacientes ha de ser escuchada. Informe SESPAS
2008”. Gac Sanit. 2008;22(Supl 1):192-7. - vol.22 núm Supl.1 Disponible en:
http://apps.elsevier.es/watermark/ctl_servlet?_f=10&pident_articulo=13118105&pident_usuario=0&pcon
tactid=&pident_revista=138&ty=11&accion=L&origen=elsevier&web=www.elsevier.es&lan=es&ficher
o=138v22nSupl.1a13118105pdf001.pdf
52
La autonomía remite siempre a la capacidad de la persona de asumir sus
elecciones y justificarlas, y esto no es posible hacerlo desde un modelo de relación
clínica que pone en el centro el mal entendido consentimiento informado, no como
garantía del respeto a la autonomía del individuo, sino como salvaguarda legal del
profesional. Frente a estos abusos, el modelo de autonomía relacional propone
empoderar al paciente. ¿Cómo hacerlo? Mediante una relación clínica en la que prime la
comunicación, el diálogo, el consentimiento informado verdaderamente entendido como
un proceso dialógico y mediante la toma de decisiones compartida. Para ello, como
hemos señalado, será condición imprescindible el compromiso y la responsabilidad
tanto del profesional sanitario como del paciente.
Se podría también argumentar que bajo la herramienta de la toma de decisiones
compartida se pueden esconder actos de persuasión, en los que ya el paciente dejaría de
ser autónomo para la toma de decisiones en lo referente a su salud, desde el momento en
que el profesional interfiere, ayudándolo o persuadiéndolo. Cuando haya conflicto de
intereses aparente, el médico o el profesional sanitario intentará conseguir que el
paciente “ceda”, que cambie de opinión, etc. A este respecto, cabe señalar que el
modelo de autonomía relacional que se ha defendido pretende ayudar al paciente a
adquirir las herramientas necesarias para poder ejercer su autonomía en sentido pleno.
Por lo tanto, ha de descartarse cualquier pretensión abusiva, opresiva, proteccionista o
paternalista.
91
Marzano, M. Consiento, luego existo. Ética de la autonomía. Proteus, España, 2009.
53
La autonomía, tal como se ha venido definiendo, es un derecho, y no debe
convertirse en una obligación. No se debería obligar a las personas a tener que decidir
algo, si libremente ellas consideran que no están preparados para decidir. Lo que es
irrenunciable es la determinación de quién ha de decidir por ellos, si ha de ser un
familiar, el facultativo, etc.
7.- Conclusiones
Es por todo ello que se hace necesario reformular el concepto de autonomía para
la Bioética. Como hemos visto, la autonomía en sentido liberal, que parte de Kant y
Stuart Mill es una autonomía que se nos presenta como ajena a los hombres y mujeres
reales. Fundamentalmente, porque no tiene en cuenta la dimensión relacional del
hombre, ni las características propias de la relación clínica.
54
La autonomía relacional pretende articularse como un concepto que intenta dotar
de condiciones de posibilidad a la autonomía. Y esto lo consigue, por paradójico que
parezca, en primer lugar, reconociendo la vulnerabilidad como característica propia de
los seres humanos. Vulnerabilidad que va ligada a la autonomía. La autonomía no debe
desprenderse de otras características de lo humano como la fragilidad, la vulnerabilidad
y la interdependencia. Lejos de ello, una de las tareas de la Filosofía consiste en
encontrar puentes que posibiliten que la autonomía se dé en contextos reales, concretos.
Además, he señalado también la importancia que los vínculos y las relaciones adquieren
en todo este entramado. Somos seres irrenunciablemente relacionales, y para ser
autónomos, debemos desarrollarnos con otros.
Por último, hemos visto, algunas de las acusaciones que se podrían hacer al
modelo de autonomía relacional. La acusación más fuerte provendría de las críticas que
podrían sostener que se trataría de una vuelta al paternalismo. Al no resaltar una idea
liberal de autonomía, en la que sólo el individuo puede autogobernarse, y decidir sin
ningún tipo de coacción, se puede interpretar que lo que se busca es un debilitamiento
de la autonomía, bajo el que se escondería una nueva forma de paternalismo. Una vez
que la decisión ya no se deja de entrada solamente en el individuo, sino que en esa
decisión se da cabida a las personas vinculadas con el paciente en la medida en que este
así lo desee, y a los profesionales sanitarios, puede caer bajo sospecha el modelo de
autonomía relacional. Sin embargo, debemos tener claro que el objetivo de una
autonomía definida como relacional no es otro que empoderar al paciente: no
abandonarlo ante una decisión para la que probablemente no está preparado para tomar,
sino darle herramientas que permitan que ejerza verdaderamente su autonomía.
56
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