Zaha Hadid

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Las mejores obras (construidas) de Zaha

Hadid
Hoy 31 de octubre conmemoramos el nacimiento de
la arquitecta iraquí, única mujer galardonada con el
Premio Pritzker de Arquitectura
Jaime Martínez Sena

27 de agosto de 2019, 09:38

Nueva sede de la Autoridad Portuaria de Amberes.

Su inspiración, decía, nacía de los ríos y de las dunas. De aquel paisaje fluido del
Bagdad en el que nació, y que en poco se parece a la actual visión que tenemos
de la capital iraquí. “Era un lugar liberal particularmente progresista para las
mujeres”, relataba Zaha Hadid (1950-2016), haciéndonos recordar que por muy

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asentadas que creamos tener nuestras libertades, no deberíamos darlas por
sentadas.

Aunque sus padres eran musulmanes —él un prominente industrial de Mosul—


estudió en un colegio católico hasta los 16 años. Luego vendrían los internados
en Suiza, Beirut y Londres. A la capital inglesa regresaría en el 71 para ingresar en
la prestigiosa Architectural Association (AA), tras terminar su carrera de
matemáticas en la Universidad Americana de Beirut. De allí llegaba con los
conocimientos que le permitirán desarrollar su extraordinaria arquitectura
paramétrica, mientras que en la AA aprenderá a imaginar los proyectos más
experimentales y radicales. “Solo podías hacer edificios de una manera en
particular, pero mis maestros iconoclastas nos ayudaron a rebelarnos contra
todo eso”. Sabía que tenía que haber otra manera de construir, otras
posibilidades formales y programáticas.

Retrato de Zaha Hadid, cuando alcanza el estatus de arquitecta consolidada

Para comprender el carácter organicista y la complejidad de sus proyectos,


basta con posar nuestra mirada en los dos edificios que resultarán determinantes
para el triunfo de su arquitectura:

el Museo Guggenheim de Frank Lloyd Wright en Nueva York,

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y el Museo Guggenheim de Frank Gehry en Bilbao, ciudad en la que lideraría la
reurbanización de un antiguo barrio industrial. “Ha tenido una increíble influencia
en mí”, resaltaba sobre el escultural edificio neoyorkino. “Wright fue un visionario,
creó un camino que conecta el museo con el exterior y define su circulación”.
Un aspecto que servirá de germen a ese “espacio fluido” que insistentemente
buscará en sus proyectos. En cuanto al edifico de Gehry en España, su
construcción será fundamental como referente de esa otra manera de construir,
que muchos tildaban de inconstruible y que ella tanto defendió.

Zaha Hadid en su oficina de Londres en los años 80.

“Era una dibujante con muchísimo talento”, señalaba Steven Holl sobre aquellos
años en los que coincidió con Hadid en la AA. También estudiaría bajo la tutela
de Elia Zenghelis y Rem Koolhaas, quienes le invitaron a participar en OMA, su
recién inaugurado estudio. “Fue más una reunión de afinidades e intereses en
común”, y no tanto “la tradicional relación entre maestro y alumno”, apuntaba
Koolhaas. En OMA estaría de 1977 a 1979, momento en el que se independiza y,
compaginándolo con su labor como profesora en la AA, funda en Londres su
propio estudio. Es el tiempo de la experimentación, de los proyectos sin construir
y, sobre todo, el tiempo para pintar.

“Fue una herramienta esencial al inicio de mi carrera”, confesaba la propia


Hadid sobre unas obras que recogían las indiscutibles influencias del

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constructivismo y el suprematismo ruso de sus primeros proyectos. Influencias
venidas de las obras de Moholy-Nagy, de El Lisitski, de las esculturas de Naum
Gabo y, sobre todo, de un Kazimir Malévich cuya abstracción “me permitía
experimentar intensamente tanto con la forma como con el movimiento”.
Fundamentales como génesis de su arquitectura, precisamente gracias a ellas
conseguiría el primer gran empujón a su carrera. Con The Peak, una serie creada
a raíz del proyecto de un club social en Hong Kong —proyecto que nunca se
realizó—, lograba en 1988, y sin ninguna obra construida, introducirse en las salas
del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) como una de las
protagonistas de la exposición Deconstructivist Architecture. Una muestra
comisariada por Philip Johnson, en la que aparecía junto a nombres como el de
Peter Eisenman, Frank Gehry, Daniel Libeskind o el de su íntimo amigo, Rem
Koolhaas.

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Mobiliario

Zaha Hadid impresa en alfombras

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Pintura para el proyecto “The Peak Leisure Club”.

Pero a pesar del gran éxito y atención que obtenía con sus propuestas, seguía
sin conseguir ningún proyecto. “No elegí no construir durante tantos años;
simplemente la posibilidad no existía”, señalaba sobre aquella época en la que

“nadie creía que lo que yo dibujaba se pudiera construir”,

y la llamaban “arquitecta de papel”. Eso comenzaría a cambiar a partir de 1990,


cuando emprende la construcción de su primera obra significativa: la estación
de bomberos Vitra, un pequeño edificio cuya forma nace de su propia lógica
funcional, y que aparece como congelado en el tiempo, tensionando el espacio
con su explosión de planos inclinados. Destinado a dar soporte a la fábrica de
mobiliario en Weil am Rhein, en Alemania, desde un principio se concibió como
un espacio multifuncional, siendo utilizado actualmente ya no como retén sino
como área expositiva y de conferencias.

Estación de bomberos para Vitra en Weil am Rhein.

Tras el éxito de Vitra llegaría el trago más amargo de toda su vida profesional.
Había ganado el concurso para la construcción de la Ópera de Cardiff en 1994,

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un proyecto con el que pensaba poder darse a conocer, pero una serie de
ataques lanzados por las propias autoridades políticas de Gales se lo impidieron.
“Fue una experiencia horrible”, relataba. “Como un asesinato público”. Los
ataques surtieron efecto y el proyecto fue cancelado, un acto que no dudó de
calificar de “una tragedia para la gente de Gales” y de “un triunfo para la
mezquindad”.

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Arquitectura

Zaha Hadid imaginó vivir en Nueva York

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Y de repente algo sucedió que revolucionó el campo de la arquitectura: en 1997
abría sus puertas en Bilbao el Museo Guggenehim de Frank Gehry. Con ese
referente demostrando al mundo que esa otra arquitectura tan defendida por
Zaha Hadid era posible, emprendía la construcción de su siguiente obra: El
Centro de Arte Contemporáneo Rosenthal,

en Ohio. Tomando del Guggenheim original, del de Wright, su carácter de plaza


pública y de conexión directa entre el edifico y la ciudad,

planteaba una “alfombra urbana” que se introducía directamente desde el


exterior,

plegándose y proyectándose verticalmente para generar el espectacular vació


que vertebra las diferentes plantas del edificio. Un proyecto que seguía aquella
misma línea inicial de fragmentación y abstracción formal, pero en el que
comenzamos a ver esa “alfombra urbana” y esos pliegues que terminarán por
dominar sus obras posteriores.

Centro de Arte Contemporaneo Lois&Richard Rosenthal.

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Habiendo obtenido en 2003 el Premio Mies Van der Rohe por su terminal de
Hoeinheim Norte, en 2004, y para sorpresa de muchos, se convertía en la primera
mujer en obtener el Premio Pritzker de Arquitectura. Apenas contaba con unas
pocas obras concluidas, pero ya se encontraba inmersa en tres de sus mayores
proyectos: la Central BMW de Leipzig, el Museo MAXXI de Roma y la Ópera de
Guangzhou, en China.

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Estilo de vida

Morpheus, un sueño de hotel de Zaha Hadid

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El primero en inaugurarse fue la Central de BMW, en 2005. Destinada a albergar
oficinas e instalaciones de las áreas de administración y diseño, el edificio se
planteó como el centro neurálgico de la fábrica y nexo de unión entre otros tres
edificios preexistentes.

Una construcción integradora con la que transgredía los elementos


programáticos de la fábrica tradicional,

introduciendo un estimulante factor de fluidez y velocidad mediante la propia


forma del edificio y a través de la reorganización de su línea de producción. Un
proceso de fabricación compuesto por unas increíbles cintas que se encargan
de transportar los vehículos de un lado a otro de la fábrica, generando un
movimiento cuasi poético que puede ser admirado por los propios trabajadores
en las diferentes áreas comunes y departamentos.

Fábrica BMW en Leipzig.

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Interior de la fábrica de BMW en Leipzig.

Cuatro años más tarde, en 2009, y alejando a la Ciudad Eterna de su tradicional


visión clasicista, abría el Museo MAXXI de Roma, un campus urbano destinado a
la investigación y la exhibición de las nuevas expresiones artísticas del siglo XXI,
en el que los conceptos de rigidez y ortogonalidad desaparecen para dar lugar
a una superposición espacial de líneas sinuosas. “Es emocionante construir en un
entorno de múltiples capas, en medio de tanta belleza en la que se combinan
pasado y presente”, señalaba Hadid sobre un proyecto con el que conseguía su
cuarto Premio RIBA y su primer Premio Stirling.

Museo MAXXI de Roma.

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Interior del Museo MAXXI de Roma.

Dando un paso más hacia el abandono de esa primera etapa dominada por la
fragmentación y la abstracción, y en su continua evolución hacia “lo que debía
ser la arquitectura, que es una organización más fluida”, se inauguraba en 2010
la Ópera de Guangzhou. Un descomunal proyecto con el que volvía a insistir en
la importancia del “lugar” como generador de sus obras, y en el que a partir de
conceptos como la erosión, la geología y la topografía, planteaba la
construcción de esas dos grandes “piedras” varadas a orillas del Río de las Perlas.

Ópera de Guangzhou.

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Sala principal de la Ópera de Guangzhou.

Dos años antes de finalizar aquella suntuosa obra en China, había construido uno
de las pocos proyectos que realizaría en nuestro país, el Pabellón Puente para la
Exposición Universal de Zaragoza de 2008. Uniendo los dos márgenes del río Ebro
a su paso por la ciudad, el pabellón se diseñó para ejercer una doble función:
como puerta de acceso y como espacio expositivo. La fluidez espacial y las
relaciones tanto con los márgenes del río como con la incidencia del viento del
cierzo, tan característico de la zona, serían aspectos centrales durante la fase de
diseño del pabellón, cuyo posterior uso y aprovechamiento sigue siendo cuestión
muy discutida entre los vecinos y los responsables políticos de la ciudad.

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Pabellón Puente para la Exposición Universal de Zaragoza

En 2011 conseguía su segundo premio Stirling gracias a su proyecto de la


Academia Evelyn Grace. Unas modernas instalaciones educativas en las que
volvía a transgredir los parámetros tipológicos tradicionales, y que suponía su
primera obra construida en un Londres que parecía resistirse a los encantos de
su arquitectura. “Tal vez piensen que mi trabajo es demasiado fantasioso”,
respondía ante la realidad de una falta de proyectos en la ciudad en la que
vivía, y que muchas voces asociaban a una discriminación por su condición de
mujer, árabe e inmigrante, una combinación que ella misma reconoció que no
le había facilitado nada las cosas.

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Academia Evelyn Grace de Londres.

Uno de los capítulos más interesantes de su carrera lo encontramos con la


inauguración del pabellón que diseñó para la prestigiosa casa Chanel, en 2008.
Un edificio que viajó por Hong Kong, Tokio, Nueva York y París, y que deslumbró
al mundo con su aspecto futurístico y las líneas de un caparazón exterior
fabricado en PRFV (poliéster reforzado con fibra de vidrio). Con él seguía
experimentando en una serie de construcciones “ligeras”, tanto efímeras como
permanentes, que de alguna manera había iniciado con la construcción de la
Estación Nordpark de Austria. Gracias a esta obra para Chanel

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lograba potenciar su imagen de “artista total”,

al mismo tiempo que intensificaba sus vinculaciones con la industria de la moda,


un sector con el que ya había colaborado en proyectos como el de la
reinterpretación del icónico Bucket Bag de Louis Vuitton, y al que le seguirán el
diseño de piezas para firmas como Bulgari, Fendi o Adidas.

Chanel Mobile Art Pavilion.

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“Bucket Bag” de Louis Vuitton reinterpretado por Zaha Hadid.

Por entonces su estudio contaba con entre 250 y 300 colaboradores, lo que les
permitía emprender proyectos tan imaginativos y complicados como el del
Centro Heydar Aliyev de Bakú, que abría sus puertas en la capital de Azerbaiyán
en 2013. Un edificio sorprendente que parece nacer de los pliegues del propio
paisaje, que alzándose como un sistema de dunas abatidas por el viento, genera
una cubierta continua destinada a albergar sus diferentes usos. El complejo
alberga una triple función como biblioteca, auditorio y museo, en el que
aproxima hasta el límite las realidades contrapuestas de interior y exterior, y se
acerca más que nunca a las cualidades espaciales, escultóricas y de “plaza
pública” de su admirado Guggenheim de Nueva York. “La gente se pregunta
por qué no hay líneas rectas o ángulos de 90 grados en nuestras propuestas”, se
auto inquiría durante una entrevista en 2012, y es “porque la vida no tiene lugar
en una cuadricula. Un paisaje natural nunca es uniforme o regular, y las personas
se sienten bien en ellos”.

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Centro cultural Heydar Aliyev, en Bakú

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Centro cultural Heydar Aliyev

Esa extrema fluidez del Centro Cultural de Bakú, heredera directa de aquellas
construcciones “ligeras”, podemos igualmente observarla en proyectos como el
del inmenso complejo Galaxy Soho de Pekín. Compuesto por cuatro volúmenes
principales y de un llamativo aspecto futurístico, se asemeja a una especie de
ilusión grandilocuente cuyas atrevidas líneas, sinuosas y envolventes, lo
convierten en una “entidad” todavía muy difícil de asimilar. Al verlo uno siempre
acaba por preguntarse si realmente existe o sencillamente es un mágico
espejismo.

Complejo Galaxy Soho de Pekín.

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Complejo Galaxy Soho de Pekín.

Algo muy parecido a lo que provoca el Centro de Estudios e Investigaciones


sobre el Petróleo de Riad (KAPSARC). Este complejo de un fuertísimo carácter
orgánico se destina a la investigación de tecnologías energéticas y
medioambientales, compuesto por una red de microcélulas espaciales de forma
prismática unidas alrededor de patios. Inaugurado en octubre de 2017, el
Campus KAPSARC formaba parte, junto a obras tan sorprendentes como la de
la Autoridad Portuaria de Amberes, de la larga lista de proyectos en construcción
que dejaba Zaha Hadid cuando, a los 65 años, fallecía el 31 de marzo de 2016.
La arquitecta de papel, la que soñó con abrir una puerta a un mundo que aún
no se había inventado, se marchaba tras revolucionar los campos de la
arquitectura y del diseño. “Sé que puedo construir lo imposible”. Y lo hizo.

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Centro de Estudios e Investigaciones sobre el Petróleo de Riad (KAPSARC).

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