01 - Sociologia de Las Organizaciones - Teoria

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LOMAS DE ZAMORA – Facultad de Ingeniería

Cátedra: Sociología industrial

UNIVERSIDAD NACIONAL DE LOMAS DE ZAMORA

FACULTAD DE INGENIERÍA

SOCIOLOGÍA INDUSTRIAL

Equipo docente:

Mg. Miryam Nicolaci


Mg. Noelia Morrongiello
Ing. Constanza Sanchez
Ing. Antonio Paz
Ing. Sergio Luna

Año: 2019

1 Equipo docente: Nicolaci - Morrongiello


UNIVERSIDAD NACIONAL DE LOMAS DE ZAMORA – Facultad de Ingeniería
Cátedra: Sociología industrial

1) Sociología del trabajo.

Dentro del amplio campo de acción de la sociología, encontramos la rama específica


de la sociología aplicada al trabajo, que estudia los aspectos sociales vinculados al
fenómeno del trabajo. En una sociedad construida por el trabajo y en la que el mismo
se diversifica cada día más, este tipo de estudios cobra cada vez más una especial
relevancia.

Para empezar, el trabajo es entendido como una de las categorías centrales de la


sociología en general, y puede definirse como “el accionamiento de una serie de tareas
que exigen algún tipo de esfuerzo físico o mental y cuyo objeto principal es satisfacer
las necesidades humanas”. En ese contexto, al sociólogo le interesa el fenómeno del
trabajo, en tanto que por medio del mismo ocurren hechos sociales susceptibles a
análisis que dan significación a la sociedad.

La sociología del trabajo tiene sus orígenes en los estudios sobre las relaciones
humanas desarrollados por Comte, Durkheim y Hawthorne a finales del siglo XIX. Por
su parte, Lesley Koplow la define como “el estudio de los hechos sociales relacionados
con la división del trabajo donde la ocupación (actividad laboral) desempeña un papel
fundamental”.

Ya el sociólogo francés Georges Friedmann definió este tipo de sociología de la


siguiente manera: “el estudio, en sus diversos aspectos, de todas las colectividades
humanas que se construyen con motivo del trabajo”. De manera que lo que le interesa
a la disciplina no es el trabajo per se, sino observar como éste influye y construye la
sociedad. En ese sentido, la evolución de la sociedad está intrínsecamente ligada con la
evolución del trabajo.

1.1 La historia del trabajo es la historia de la sociedad

Desde la aparición de los primeros grupos humanos hasta la llegada de la agricultura,


el trabajo básicamente tenía como objeto la supervivencia. Con el inicio de la
agricultura la sociedad deja de ser nómada para ser sedentaria y es entonces cuando
nace la civilización (en la Mesopotamia). En adelante, los trabajos se multiplican y
tienen el objeto de cubrir necesidades básicas o placenteras. Con el correr de la
historia, el trabajo evoluciona junto con el hombre. Llegada la revolución industrial y la
era postindustrial, el trabajo no solo se diversifica y se vuelve más complejo, sino que
los humanos cada vez se crean más necesidades y por ende generan nuevos campos
de trabajo. Así, por ejemplo, se entiende entonces que en la contemporaneidad la
industria del espectáculo es una fuente de trabajo elemental que da significación a la
sociedad.

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1.2 La sociología del trabajo y el capitalismo.

Tras la revolución industrial surge la sociología del trabajo, cuyo desarrollo, al igual
que el de la sociología y las nuevas definiciones del trabajo, llegan hasta nuestros días.
Desde que se fundó, esta disciplina se ha encargado de registrar la inmovilidad del
capitalismo en la sociedad, desmintiendo la profecía marxista que señalaba que este
sistema colapsaría. Contrario a esto, el capitalismo continúa en una perpetua auto-
revolución, a través de incesantes cambios tecnológicos a los procesos de trabajo.

Hoy más que nunca es importante entender la funcionalidad de la sociología del


trabajo, pues presta atención a los modos de vida y los sistemas de dominación que se
desarrollan en base al trabajo en el marco del capitalismo. En otras palabras, esta
disciplina logra observar y definir la época en que vivimos.

2) 1960: Consolidación de un paradigma de la Sociología del trabajo.

Durante la segunda postguerra mundial se conoció una gran implantación de la


producción de masa, de lo que se ha convenido en denominar “fordismo”, en los
países más desarrollados, los que hoy podríamos llamar “centrales”. En ese contexto
productivo, la sociología trata como preocupación fundamental, y especialmente la
sociología norteamericana, de cómo adaptar al obrero común, al que en Europa se
denominará el "especialista", a una tecnología que, en modo alguno, se considera
modificable: el progreso técnico es ineludible [1]. En 1946, la American Sociological
Association consagra una sesión especial por primera vez a la sociología industrial.
Según Touraine, que habla de las "ambigüedades" de esta sociología norteamericana,
la investigación se organiza en torno a los problemas psicosociológicos, y no en torno
al trabajo mismo, que a su juicio, será la característica de la sociología europea,
también “industrial” en aquél momento, y pronto del trabajo. Según esto la Sociología
del Trabajo parte "del trabajo y no del comportamiento del hombre en el trabajo, de
las relaciones reales de los diversos aspectos del trabajo y de los diversos niveles de
valorización y no de su impacto sobre el trabajador, de su unificación en el
comportamiento del trabajador" [2].

Existían debates respecto a la denominación de “Sociología Industrial”. Se creía que la


misma debía está denominación por haber nacido aplicada a la industria
manufacturera, como hoy la entendemos. Hoy se reconoce a “industria” a cualquier
actividad industrial en la que se aplica el ingenio y la capacidad de las personas para
transformar la naturaleza o las cosas. O ambas a la vez

Durante 1959 a 1961 suceden de una serie de acontecimientos, publicaciones,


creación de revistas, y cambios de rumbo en los estudios vinculados con las ciencias
sociales del trabajo. Este conjunto de hechos hace que pueda tomarse la situación
1960 como el momento de inflexión o cambio que, junto a otros desarrollos que
tendrán lugar en los años inmediatamente siguientes, y prácticamente hasta el final de
la década, constituyen un auténtico paradigma hegemónico, con todas sus

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modulaciones y variantes, en la comunidad científica, en muy distintos países. Así lo


recoge el excelente informe-estado de la cuestión de Franco Ferrarotti, redactado en
1959, que destaca la influencia de la II Guerra Mundial en el fortalecimiento de la
Sociología del Trabajo, y que da cuenta de los logros conseguidos y de los retos por
venir: la "función social de la investigación social"; el naciente papel de la ergonomía:
no hay dos obreros iguales; la necesidad de la interdisciplinariedad; la participación de
los agentes sociales; el problema número uno del margen de maniobra del científico
social, etc.

Tras la publicación del estudio de Ralph Bendix, “Trabajo y autoridad en la industria”,


en 1956, comienzan a llevarse a cabo algunos estudios que han sido recuperados con
posterioridad, a partir de un paradigma que entonces no era el dominante. Tal como el
libro de Bright, Automation and management, de 1958, cuyas tesis iban en contra del
optimismo del desarrollo tecnológico y de las fuerzas productivas y sus beneficiosas
consecuencias sociales.

En lo que estos estudios innovan es en partir del trabajo mismo, del análisis primero
de lo que la persona hace en el trabajo, para intentar, desde ahí, inferir o explicar los
comportamientos o las consecuencias.

La demanda ha generado varias nuevas sociologías, y entre ellas, la sociología del


trabajo: en 1959 se puede decir que "los sociólogos invaden los talleres" en Estados
Unidos [3]. Y no pasará mucho tiempo para que la reflexión sobre la práctica de como
fruto una crítica del "uso de la ciencia social en la industria americana", bajo el
significativo título “Los sirvientes del poder” [4].

En el Reino Unido, el cambio se ejemplifica bien con los artículos y debates contenidos
en un número monográfico del British Journal of Sociology, en 1959. Los "nuevos
caminos" de la sociología industrial, que para algunos comienza con los 'experimentos
Hawthorne', conducen con seguridad hacia una renovación, provocada por la
inadecuación de los métodos usados a los problemas planteados. Resumiendo, se dice,
"el énfasis se ha desplazado de las actitudes individuales a (...)'la estructura de la
situación misma', es decir, el complejo de instituciones que rodean al individuo y a su
grupo de trabajo” [5].

En Francia, con los sólidos fundamentos de la obra de Georges Friedmann como punto
de partida [6], es sobre todo la fundación en 1959 de la revista Sociologie du Travail lo
que va a imprimir un giro innovador, que influirá más allá de las fronteras nacionales
francesas.

Y la que fuera la primera preocupación de la sociología francesa, el estudio de los


efectos profesionales sociales de las transformaciones técnicas del trabajo industrial
es, también, el horizonte que se fija la nueva psicología industrial que plantea su
porvenir en este año de 1961.

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Por entonces se publica, también en 1961, y bajo los auspicios de la UNESCO, una
suerte de "situación de la sociología industrial en la enseñanza superior", debida al
mismo Smith que dos años antes propugnaba la apertura de "nuevas vías". Con una
perspectiva realmente amplia, el cuestionario que recababa la información no
restringía el campo de interés ni la disciplina de enfoque: desde la antropología del
trabajo, hasta las ciencias de gestión.

El mismo año 1961 se publica el que habrá de ser el Tratado de Sociología del Trabajo
de más larga, amplia y duradera influencia: lo mismo en Italia que en España, o en
América Latina, además, obviamente, de en Francia y los países de lengua francesa.
Editado por Georges Friedmann y Pierre Naville, y traducido al castellano en 1963.

El caso es que en 1962, se hablaba de sociología industrial. El cambio de vocabulario


parece explicarse solamente por el deseo de extender los estudios a los trabajos no-
industriales, primarios o terciarios. Pero indica trastornos más profundos", hay más
pluralidad, más enfoques, y la noción de trabajo se usa para conjurar esa diversidad..

La Sociología del trabajo se ocupa, según Friedmann, de

"toda colectividad de trabajo con ciertos rasgos mínimos de estabilidad (que


trataremos a propósito de los conceptos de estructura y organización)(...): una
empresa industrial lo mismo que un trasatlántico o una lancha de pesca, una gran
explotación de agricultura intensiva o la finca del pequeño agricultor donde trabajan
algunos empleados con la familia del agricultor, una gran tienda de departamentos o
un pequeño comercio que sólo emplea a algunos vendedores, un taller de artesano y la
oficina de una delegación de policía, el equipo de un avión que se reconstituye a
intervalos regulares en una línea aérea o el personal de una automotriz de la SNCF
(Ferrocarriles del Estado)" [7].

La definición que se da entonces de la Sociología del Trabajo será:

"el estudio de colectividades humanas muy diversas por su tamaño, por sus funciones,
que se constituyen para el trabajo, de las reacciones que ejercen sobre ellas, en los
diversos planos, las actividades de trabajo constantemente remodeladas por el
progreso técnico, de las relaciones externas, entre ellas, e internas, entre los individuos
que las componen" [8].

Pero, las bases ya están sentadas y en el discurrir de los años 60, la revista Sociologie
du Travail tomará una posición que influirá notablemente en Europa y América Latina:

"la noción de trabajo por la cual fundábamos nuestra especificidad se entendía en un


sentido fuerte, la actividad por la cual los hombres dominan y crean su sociedad (...),
definiéndose no por un terreno, sino por una perspectiva. Frente al análisis formal de
los hechos sociales, Sociologie du Travail defiende una orientación socio-histórica:
estudiar la sociedad como obra de los hombres".

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2.1) Quaderni Rossi.

En Italia, y en 1962, nace Quaderni Rossi, la mítica revista vinculada al movimiento


obrero y a la mejor sociología académica del momento, que va a hacer de la encuesta,
en "uso operaio", el punto de partida de una reflexión crítica que está en la base del
resurgir de la sociología del trabajo aplicada italiana. Y que, años más tarde estallará
en muy distintas corrientes de pensamiento y acción, cuyas trazas son aún detectables.

Además de la recuperación de las mejores investigaciones del momento,


norteamericanas o inglesas, por ejemplo, los Quaderni “operacionalizan” la "Encuesta
Obrera" redactada por Marx para la Revue Socialiste, y ponen en marcha un proyecto
que ha sido el sello de fábrica de la sociología del trabajo italiana, en sus distintas
escuelas de pensamiento. Con tres características:

1) Ser un proyecto ilustrado, que da fundamental importancia a la socialización,


esto es a la difusión y asunción por los propios sujetos investigados, de los
resultados de la investigación. Lo que no dejará de tener muy importantes
consecuencias en la forma de presentación de los resultados finales, en la
manera en que se plantea la relación entre investigadores e investigados: el
papel del técnico, cuando lo que se propone es, en suma la unidad sujeto-
objeto de investigación. Lo que en la jerga del movimiento sindical se
denominara "non delega". Los trabajadores son, tendencialmente, sus propios
sociólogos del trabajo, sujetos y objeto de análisis.

2) Un segundo rasgo marcará esta impronta: se descubre y privilegia la


"cientificidad de la experiencia obrera".

3) Un tercer rasgo es el impulso que se dará, desde entonces, a la realización de


investigaciones, a veces encargadas a la Universidad, por los propios sindicatos,
que, en Italia, se convierten en uno de los primeros “comitentti”, demandantes,
de investigaciones sociológicas, algunas de ellas han dejado trazado el camino
hasta el presente. Tal las encuestas sobre L'ambiente di lavoro, la primera,
masiva, de 1969. O, más tarde, sobre el “decentramento produttivo”, en 1974.

2.2) Ergonomía y Determinismo tecnológico.

En los sesenta también se colocaron los cimientos de una posterior influencia decisiva
en el paradigma dominante en la investigación del trabajo. Se trata de la ergonomía,
que a partir de la vieja Psicotecnia de los primeros años de este siglo, y sobre todo del
desarrollo de la fisiología del trabajo tras la Primera Guerra mundial, cobra un
importante desarrollo tanto por su presencia en las empresas (ejemplos son la Renault
en Francia o los laboratorios de la Olivetti en Italia), como por la institucionalización en
centros de investigación (como el Laboratoire de Physiologie et d'Ergonomie, en el
CNAM de Paris, el Conservatoire National des Arts et Métiers).

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Un número monográfico de la prestigiosa revista Le Travail Humain, puede tomarse


como señal del cambio de orientación, en 1962, bajo el título "la adaptación del
trabajo al hombre” el “hombre estándar”, el “hombre medio” sobre el que razonaban
las ciencias sociales del trabajo no existe en esta perspectiva, quebrando la base
principal del enfoque ingenieril y taylorista.

Con cuanto hemos venido argumentando, la situación en la década del 60 consolida un


paradigma de análisis marcado aún por un determinismo tecnológico apenas
matizado, que ha sido felizmente bautizado como el "optimismo de las fuerzas
productivas". Basta esperar el desarrollo de las capacidades productivas, porque ellas
traerán los cambios en las relaciones sociales. Si el taylorismo había sido una etapa
necesaria para la sociedad (e inevitable...), aunque perjudicial para los individuos, la
automatización en curso iba a devolver las posibilidades de recomposición de las
“miettes o los frantumi”, las “migajas”, en que se había convertido el trabajo. Más aún,
y esta es una de las señas de identidad de los productos de investigación de esta
época, como consecuencia de esos cambios automáticos, una nueva clase obrera
estaba emergiendo (en algunos casos se la veía ya en acción), capaz de implicarse en
un sindicalismo de nuevo tipo, de gestión, y de ampararse de los sistemas productivos,
en la fase C1 para decirlo con la terminología tourainiana que se generalizará en la
época [9]

Quizá, en perspectiva europea, el libro que recoge "la orientación dominante" en esos
años sea el editado por la OCDE2, en 1965, Los trabajadores y la evolución técnica, una
suerte de balance crítico, con perspectivas de intervención práctica, sobre las
investigaciones de "los sociólogos", durante los veinte años anteriores, sobre "las
actitudes de los trabajadores frente a los cambios". Como Salomon Barkin indica en el
prólogo la cuestión de fondo era ésta:

"el progreso técnico y el progreso económico se reflejan claramente en los lugares de


trabajo, donde se manifiestan por la modificación, la supresión o la adición de puestos
entre los de los trabajadores manuales y no manuales, en los talleres y en las oficinas.
La facilidad con la que podrán operarse esos cambios depende en parte de la actitud
que los trabajadores adopten a su respecto" [10].

Otras investigaciones están abriendo la brecha en este paradigma consolidado. En el


Reino Unido, las tesis sobre los sistemas socio-técnicos, difundidas por el Tavistock

1
La transición de un sistema al otro pasa por tres fases, que Touraine denomina A, B, C, definidas
sucesivamente por el predominio del artesanado, la producción de masa y la automatización. En cada
una de ellas existe, aunque en dosis bastante diferentes, la presencia de los dos sistemas de trabajo. En
la fase A, se halla una significativa primacía del trabajo profesional incluso si es cierto que la situación
productiva es ya la de la industria. En la fase B, se yuxtaponen, por una parte, el trabajo en serie y la
cadena de montaje donde el obrero interviene todavía directamente, aunque sea de manera parcial y
repetitiva, y, por otra parte, una organización colectiva que dirige con fuerza la ejecución individual del
trabajo. Por último, la fase C es la del agrupamiento de las tareas, de la automatización creciente, aun
cuando el trabajo de ejecución aún esté presente
2
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.
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Institute, y ya aplicadas, especialmente en la minería del carbón desde los primeros


años 50, son caldo de cultivo de rupturas conceptuales sonadas. El también muy
influyente estudio de Joan Woodward3, “Industrial Organisation”, de 1965, sostendrá
que:

1) Existe una correlación entre tecnología y organización de la empresa, pero no


de causa a efecto, sin márgenes de maniobra.

2) No hay, sin embargo, relación entre éxito empresarial y aplicación de las teorías
organizativas, pues, los mismos principios pueden producir resultados diversos
en circunstancias diversas.

Cuando, con posterioridad se reflexione sobre los veinte años que transcurren desde
éste de 1959, Marc Maurice señala el momento del fin de esta primera etapa, que va,
en las denominaciones, de la sociología industrial a la sociología del trabajo, con una
pregunta retórica:

"el fin del paradigma del evolucionismo tecnológico, a la vez ideología y cultura de la
'sociedad industrial', ¿no significa, también el fin de un tipo de sociología industrial?
Sin que eso signifique, en consecuencia, la desaparición de una sociología que, desde su
origen, ha considerado la noción de trabajo como 'la actividad por la cual los hombres
gobiernan y crean su sociedad'" [11]

3) De la sociología del trabajo a la sociología industrial.

La sociología del trabajo en Francia se restablece, desde hace una veintena de años
alrededor de nuevas orientaciones de investigación, luego de haber atravesado una
crisis.

Desde los años cincuenta, ella condecía una gran atención a los interrogantes del
trabajo y los movimientos sociales suscitados por las relaciones de producción. Era una
subdisciplina, con sus obras de referencia (Traité de sociologie du travail publicado
bajo la dirección de Georges Friedmann y de Pierre Naville (1961-1962), su posición
(trabajo en equipo, sobre el terreno), su revista (Sociologie du travail que tiene ya
cuarenta años) y sus equipos de investigación especializados, sostenidos por el Centro
Nacional de la Investigación Científica (CNRS). Alrededor de una segunda generación
de investigadores: Alain Touraine con el grupo de la Sociología del Trabajo, después
con el Centro de Estudio de los Movimientos Sociales; Michel Crozier con el Centro de
Sociología de las Organizaciones; Jean-Daniel Reynaud y el Laboratorio de Sociología
del Trabajo y de relaciones profesionales (en el Conservatorio Nacional de Artes y
Oficios, CNAM). Los programas públicos de investigación y las demandas de las

3
Joan Woodward (27 de septiembre de 1916 - 1971) fue profesora británica en sociología de la
organización.
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organizaciones sindicales, además de las empresas han contribuido ampliamente a la


dinámica de ésta sub-disciplina.

Desde sus comienzos, la sociología del trabajo se ha interesado por la racionalización


industrial siguiendo, especialmente, el curso de la evolución técnica y de las formas de
organización. En esa época, no obstante, la racionalización industrial estaba vista, en
primer lugar, como un problema, como el problema de la deshumanización del trabajo
obrero; el proyecto científico era entonces el de enunciar las condiciones bajo las
cuales se le encontraría una salida a ese problema. La sociología del trabajo se ha
interesado inicialmente en el movimiento de taylorización, en las primeras
experiencias de recomposición del trabajo parcelario, en la automatización de
procesos, luego en las formas de calificación y en la influencia de las evoluciones
técnicas (la pregunta por el determinismo técnico). La preocupación era mostrar en
qué medida la intervención de los actores sociales y los dirigentes podían modular los
efectos de la racionalización capitalista, donde se consideraba la división del trabajo
como un constructo político y social, donde las relaciones profesionales (las preguntas
por los conflictos sociales y por la negocación colectiva) eran a la vez el catalizador del
cambio social y un objeto de estudio para el sociólogo. La sociología del trabajo, en esa
época (era una sociología que se limitaba al taller) tenía la preocupación por validar
sus hipótesis bajo la perspectiva de hacer largas y cuidadosas observaciones, más que
confiar en un sentido de la historia definido por fuera de los actores concretos del
cambio.

3.1) Los primeros adelantos de la sociología del trabajo

Esta sub-disciplina ha comenzado a renovarse a partir del momento en que los


sociólogos han sentido la necesidad de salir del marco que les proporcionaba la
discusión inicial sobre la racionalización del trabajo. Es lo que hizo Michel Crozier al
participar en el desarrollo de la “sociología de las organizaciones”. La investigación
empírica mostró entonces que cualquiera que fuera el modelo de referencia, el
funcionamiento industrial escapaba a las “reglas prescritas” para volverse a dar la
capacidad de “regulación autónoma”4 de los ejecutantes. En lugar de preguntarse
“donde iba el trabajo humano”, se puso el énfasis en el “trabajo real”, esa cara
escondida de los sistemas productivos, más o menos resistente al cambio.

Sobre bases totalmente diferentes, Alain Touraine, preocupado por comprender “los
hechos portadores de futuro”, puso en duda los fundamentos de una sociología
confinada en los problemas del desarrollo industrial para mirar más allá, en dirección
de la “sociedad post-industrial” en construcción [12]. El salió del campo de la
sociología del trabajo para ampliar su campo de visión a los terrenos donde los
“actores históricos” podían ser identificados: al lado del movimiento obrero, de las
luchas estudiantiles, de los movimientos de mujeres, del movimiento occitano, del
movimiento antinuclear [13].

4
Según el vocabulario reciente de Jean-Daniel Reynaud [16]
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A esas tendencias centrífugas, características de los años setenta en Francia, tenemos


que añadir el debate en el interior de la sub-disciplina, que puso a competir el
problema del trabajo con el empleo. El aumento del desempleo, a lo largo de los años
ochenta, tuvo como efecto relativizar el alcance de las discusiones tradicionales sobre
el futuro de la calificación. Ese cambio coincidió con un período cuando se empezó a
considerar que “Taylor estaba muerto”, para dejar el lugar a organizaciones más
respetuosas de los individuos y más atentas a la movilización de competencias.
Después de haber vuelto a cuestionar la centralidad del problema del trabajo en
sentido estricto, poner en primer plano el problema del empleo tuvo por efecto
revalorizar las prácticas de rango intermediario. Así la sociología del trabajo asistió a la
emergencia de una meso-sociología del empleo, aplicada a los grupos profesionales, a
las ramas de actividad, a las clases de edades, incluso a las trayectorias de los
individuos (por ejemplo, la comparación de situaciones vividas por hombres y mujeres
en el mercado de trabajo).

Otro efecto de ese desplazamiento de perspectiva se tradujo en la intensificación del


tema de la acción en la sociología del trabajo. Los trabajos sobre la conciencia de clase
y sobre la acción colectiva en el trabajo han vuelto a preguntar, de manera crítica, por
la noción de “clase obrera”, que ya no era considerada necesariamente como una
unidad pertinente del análisis. Sin embargo, los trabajos sobre la cultura condujeron a
observar que, en la Francia moderna, permanecía con toda su lozanía una “sociedad
obrera”, cuya cohesión antropológica no podía ser subestimada. Al contrario, esa
constatación de cohesión ya no valía si el interés se ponía en la situación objetiva de
los asalariados, separados en posiciones de empleo extremadamente heterogéneas.

3.2) De una nueva problemática de la acción a la primacía del paradigma


interaccionista.

Desde entonces, los sociólogos ya no estudian los “movimientos sociales” en general.


Su interés está, ya sea en el funcionamiento del sistema sindical (en las organizaciones
y su lugar en las instancias de la regulación económica y social), o en los movimientos
de rango intermedio (por ejemplo, el movimiento de las enfermeras, el de los
descargadores del muelle, o las acciones con base territorial por la defensa del
empleo). La sociología del empleo, por ejemplo, se aleja así de las problemáticas de la
acción colectiva (movimiento social y acción reivindicativa), para interesarse en las
estrategias de los agentes económicos, su inserción y su evolución en el mundo del
trabajo. La tendencia va entonces hacia la descripción de los verdaderos actores, que
se consideran libres y trabajando en su situación y destino. Los fundamentos colectivos
de la acción ya no están puestos en primer plano. Al contrario, los procesos (por
oposición a las estructuras) se vuelven la referencia problemática de base y la hipótesis
central que supone que los individuos y los grupos están en una situación permanente
de interacción en el interior de sistemas complejos y en continuo movimiento. El
sociólogo se propone entonces abrir la “caja negra” de las condiciones concretas en las
que actores sociales negocian su lugar en la vida activa: reclutamiento de jóvenes,
acceso de los obreros a carreras que dan una calificación, identificación de las

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relaciones entre los proyectos de innovación industrial y los proyectos de evolución


individual, etc. La sociología de las organizaciones, la sociología de los movimientos
sociales y la sociología del empleo convergen para describir así una especie de
“implosión” del sistema social. Las preguntas que antes eran centrales sobre las
relaciones profesionales y de trabajo se renuevan en beneficio del emergente
paradigma del interaccionismo. El énfasis está puesto en la autonomía de los actores.

Paradójicamente, en el momento en que la sociología del trabajo, en los años ochenta,


da la impresión de estar fragmentada y en crisis, los programas de investigación en
curso, por el contrario, hacen aparecer fuentes de inspiración, problemáticas o
“paradigmas” relativamente homogéneos. La nueva cohesión proviene del
permanente uso de las nociones que están asociadas a las teorías de la acción. La
noción de actor llega a ser literalmente una noción-clave, asociada a las de estrategia,
sistema de acción e interacción. La realidad es aprehendida en ese nivel, aceptando
que los fenómenos observados son complejos. Un taller, un servicio, una empresa, una
profesión son analizados a partir de nociones de sistemas o de redes, para evocar
instancias meso-sociales autónomas que dan lugar a interacciones fuertes. Se trata, sin
embargo, no tanto de describir el sistema o la red por sí mismos sino de analizar los
mecanismos de construcción y de regulación de los cuales ellos son el asiento. El
interés se da entonces menos sobre las estructuras que sobre los procesos y lo que los
anima: cómo se construyen las reglas, bajo cuáles condiciones los actores consiguen
comunicar o coordinar sus actividades o sus intereses. La interacción, interpretada
como un intercambio social irreductible a la mera negociación de la economía clásica,
plantea también el problema de las formas de legitimidad, en base de las que se
obtiene el consentimiento de los socios de un compromiso. Desde los años ochenta en
Francia, una buena parte de los estudios de la sociología del trabajo, utilizan los
paradigmas interaccionistas al igual que similares evoluciones se observan dentro de
las disciplinas con las que los sociólogos debaten y trabajan, economistas, politólogos,
juristas, historiadores…

El campo de la investigación se reorganiza. Sin embargo, mientras que los problemas


del empleo y de la socialización profesional marchan sobre ruedas, algunos sociólogos
vuelven sobre el problema del trabajo. Ellos señalan los límites del movimiento actual
de la modernización de las empresas. Con las exigencias de la competencia económica
internacional, no es tan evidente, según ellos, que se deba dar prioridad a mejorar las
condiciones de trabajo. El cambio concierne primero a la gestión misma, es decir, la
puesta en coherencia de los diferentes componentes del sistema productivo: el
taylorismo está rebasado en la medida en que las unidades de investigación y
desarrollo están llamadas a comunicarse con la producción, con el mercadeo y en que
el taller - en el paso limitado al “trabajo directo” – se encuentra a cargo de una parte
sustancial del trabajo “indirecto” (funciones de ordenamiento, de mantenimiento, así
como gestión de calidad y de métodos). El cambio toca también a las técnicas de
enrolamiento de los ejecutantes, llamados a desempeñarse dentro de los sistemas de
información y de regulación que se han vuelto interactivos. Por el contrario y salvo
excepción, el cambio sería infinitamente más modesto si se reduce el análisis del

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trabajo concreto. Los investigadores que militen por que esos enfoques del trabajo no
sean olvidades, son a su manera, “fieles a Friedmann” y a su libro Travail en miettes.

3.3) Hacia una problemática de sociología industrial.

Otros investigadores, al contrario, ponen en el primer plano nuevas dimensiones del


problema del trabajo y de la producción: por ejemplo, los efectos de la evolución
técnica sobre la redistribución de las competencias confiadas respectivamente a los
hombres y a las máquinas. Esto ha dado lugar a discusiones sobre la calificación de los
saberes y la parte que ellos toman en la elaboración de nuevas representaciones del
sistema productivo [14]. El debate interesa igualmente a la sociología de la innovación
y de la formación, las ciencias administrativas, la psicología cognitiva y la ergonomía.

En el último plano de estos campos de reflexión, se ha abierto otro debate sobre el


surgimiento de nuevos modelos productivos, alternativos a los modelos burocrátivos y
tayloristas que han obsesionado al siglo XX. Cualquiera que sea la posición sobre la
supervivencia del taylorismo, ya se tiene como una adquisición que los “principios de
la organización científica”, que fueron difundidos a partir de Taylor, están ahora
objetivamente descalificados. Incapaces de hacer frente a las condiciones actuales del
funcionamiento industrial, ellos deberán ceder su lugar, por razones que tienen con la
economía (límites alcanzados por la estandarización de los procesos), la técnica
(capacidades de “flexibilidad” integradas en las máquinas actuales) y la sociedad
(elevación del nivel de formación de los operarios). El problema que se plantea es
saber lo que significa la idea de que un nuevo modelo de racionalización industrial, no
taylorista, sustituya al antiguo.

En realidad, el problema de los modelos de organización industrial esconde otro, tan


fecundo como el primero y que tiene que ver con las condiciones de la innovación
industrial. Una cosa es preguntarse hacia donde nos lleva la transformación de los
sistemas productivos y otra cosa es estudiar cómo se operan estas transformaciones
consideradas desde el punto de vista de las decisiones económicas, organizativas o
técnicas. Ahora bien, si se exceptúan algunos procesos netamente delimitados y
analizados utilizando las claves universales en que se han convertido el “sistema de
acción concreto” y la “racionalidad limitada”, pocos sociólogos industriales se han
aventurado en el terreno de las teorías de decisiones de gestión. El problema es sin
embargo crucial, al menos porque el interés de lo que está en juego en las
transformaciones en curso conduce precisamente a aumentar el nivel de dominio de
las informaciones con base en las cuales se toman las desiciones, como lo muestra, por
ejemplo, la difusión de los métodos de conducción de proyectos puestos en práctica
en el diseño de equipos o de nuevos productos.

Finalmente, desde los años ochenta, en Francia se ha abierto un debate sobre el


problema de saber si se puede tener un lugar legitimo para una sociología que tome la
empresa como su objeto explícito, al lado de la sociología consagrada a las
organizaciones (consideradas en un sentido genérico). La discusión se abrió en el

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momento en que los problemas del empleo se agudizaban; se habló entonces de un


movimiento de “rehabilitación de la empresa” que la hacía pasar del estado de enclave
extraño a las reglas de la ciudad a la situación de instancia central de la sociedad.
Simultáneamente, la supuesta transformación en modelos de gestión, así como la
perdida de credibilidad de los sindicatos han contribuido a un movimiento de
acercamiento entre los valores transmitidos en las empresas y en la sociedad. La
hipótesis de los sociólogos que se desempeñan sobre este terreno ha sido que la
empresa ya no se contentaba con considerar a la sociedad que la rodea: por el
contrario ella tendía también y cada vez más a presentarse como modelo para la
sociedad, para difundir en ella sus propios valores.

La eventualidad de un reconocimiento de la empresa como categoría pertinente de la


sociología ha suscitado vivos debates. Para algunos, la referencia del sociólogo debe
continuar siendo la relación salarial y lo que ella suscite (la vida de los colectivos de
trabajo y su confrontación a la autoridad patronal). Para otros, la entrada en escena de
la sociología de la empresa es uno de los efectos del discurso dominante sobre la
“rehabilitación” de la empresa, y que debe relacionarse con la moda que alcanzan los
conceptos poco precisos de cultura o de identidad de la empresa. El problema de
fondo está sin embargo el del lugar de la empresa dentro de la sociedad y las
evoluciones que se observan hoy con relación a este tema. “Los dirigentes industriales
han vuelto a tomar conciencia de la necesidad en que se encontraban de hacer de sus
empresas unas instituciones sociales a parte entera” [15]. La pertinencia de la empresa
en tanto que objeto para la sociología ha sido, sin embargo, derrotada, por otro lado,
con el ascenso de los paradigmas interaccionistas que tienden a disolver la empresa en
un conjunto de contratos, de intercambios o de interacciones entre actores
heterogéneos.

4) El surgimiento de un foco de renovación para la sociología


industrial.

En los años ochenta, la sociología del trabajo francesa atravesaba un período de


renovacion que hacía creer que estaba en crisis. Ella había llegado a un nuevo giro. Sus
problemáticas fundatrices ya no estructuraban más el movimiento de la investigación,
las antiguas referencias se esfumaban mientras que un nuevo cambio de generación y
de instituciones se creaba al mismo tiempo que el paradigma internacionalista seducía
cada vez más a los jóvenes investigadores. Los problemas relacionados con trabajo, el
empleo y la producción no solamente hacen parte de la agenda de las ciencias sociales,
también las recientes mutaciones industriales despiertan aún fomentar el interés.

En este contexto de transformación de la sociología del trabajo, surgen unos nuevos


grupos y problemáticas; la aventura del Centro de Investigación sobre la Innovación
Socio-Técnica y las Organizaciones industriales (CRISTO) es ejemplar desde este punto
de vista. Partiendo de la sociología del trabajo y de la sociología de las organizaciones,

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el proyecto de este equipo, creado en 19895, es desarrollar una sociología industrial.


En menos de diez años, ella se volverá a la vez uno de los focos de renovación de la
sociología y una de las más ricas experiencia de confrontación interdisciplinaria,
conducida en el corazón de las evoluciones del terreno.

El nacimiento de CRISTO es prácticamente indisociable de la apertura en Grenoble en


1990 de una nueva Escuela de Ingeniería, que se constituye en un hecho sin
precedentes - la Escuela Nacional Superior de Ingeniería Industrial (ENSGI) – creada
bajo la doble tutela del Instituto Nacional Politécnico de Grenoble (INPG) y de la
Universidad de Ciencias Sociales (UPMF). A esta escuela se le asignó la misión de
preparar a los jóvenes ingenieros en funciones transversales que suponen un dominio
global de los problemas de la producción (funciones logísticas, compras, conducción de
proyectos, asesoramiento) y la organización de la innovación. Preparada con la
asistencia de un círculo de industriales particularmente activos, la nueva escuela fue
concebida como un crisol de intercambios interdisciplinarios – la ingeniería industrial
no está considerada una disciplina, sino como un objeto lugar de encuentro de varias
perspectivas disciplinarias – y otorga un lugar determinante a las ciencias sociales (40%
de horas asignadas, sin contar las múltiples pasantías y proyectos que demandan
capacidades de análisis y de acción que van más allá del dictamen técnico).

Uno de los objetivos explícitos del proyecto de la ENSGI era romper con la desastrosa
tendencia de las escuelas de ingeniería francesas de sólo concebir el aporte de las
ciencias sociales en términos de “apertura” en cursos, que por lo demás conducen al
olvido del “factor humano”. La ocasión estaba dada a la sociología, particularmente, de
tomar el contrapase de esa imagen e instalarse en el corazón de la formación. El
problema es de poner en evidencia que la practica industrial no permite pensar en lo
“social” en si mismo, independientemente de los objetos que se captan también las
ciencias de la ingeniería que son las de las empresas. Se trata entonces de mostrar a
los estudiantes que el trabajo de la sociología no puede concebirse sin un contacto
directo con el terreno, en esta circunstancia con la empresa.

El proyecto de esta nueva Escuela comprendía desde sus inicios un componente de


investigación, alimentado por una red de laboratorios que permanentemente
desarrolla su actividad bajo el nombre de Institut de la Production et des organisations
Industrielles (IPI). El IPI impulsa programas sobre la evolución de los sistemas
productivos y las organizaciones industriales. Para ello reúne investigadores en
automatización y contro, en ingeniería mecánica, estadística, sistemas de información,
economía, administración y sociología.

Al núcleo de personas que estuvo en la creación de CRISTO6 se le hicieron múltiples


demandas debido a su doble experiencia de investigación y de enseñanza

5
Unidad de investigación de la Universidad Pierre Mendés-France (UPMF), asociada al CNRS desde
enero de 1992.
6
Los sociólogos que fundaron el Centro provienen esencialmente de la sociología urgana, algunos de los
cuales pasaron a la sociología del trabajo a partir de diversas problemáticas de articulación entre trabajo
y no-trabajo, entre la industria y la ciudad.
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pluridisciplinaria alrededor de la actividad productiva y de su organización. Diez años


más tarde, el Centro continua siendo muy activo (un sociólogo ha sido llamado a
cumplir las funciones de director de la ENSGI). El equipo de sociología industrial ha sido
uno de los “actores – mediadores” que están en el origen de estas instituciones.

En el curso de estos diez años nuevas formaciones doctorales y de diplomas de


estudios avanzados han venido a reforzar el dispositivo de enseñanza e investigación
sobre los sistemas de producción. Los sociólogos de CRISTO se han visto implicados en
la formación doctoral de Ingeniería industrial y en la co-dirección de tesis de
estudiantes, que con frecuencia son ingenieros. La formación que se da en este marco
otorga un amplio espacio a las ciencias sociales: “Metodología de la investigación e
interdisciplinariedad”, “Herramientas y organización de la concepción integrada de
productos”, “Dinámica de las herramientas de gestión”. En forma paralela, la
reconfiguración del panorama doctoral ha llevado a la creación, en 1999, de una
opción de DEA en Sociología industrial y a la creación de una escuela doctoral temática
interinstitucional sobre “Organizacióin industrial y sistemas de producción”.

Todo lo anterior evidentemente no ha dejado de tener consecuencias en el proyecto


científico del Centro y en la sociología industrial de la que éste ha sido un renovador.
En efecto, es en el seno de estos dispositivos de investigación y enseñanza donde nace
una acción inédita y de largo plazo sobre los cambios que se operan en la concepción
de productos que asocian a los sociólogos con el equipo “Concepción integrada” del
laboratoro de mecánica 3s (Suelo – Sólido – eStructura de la Universidad Joseph
Fourier y del INPG), así como a los trabajos orientados a la difusión de normas de
gestión de la calidad.

Bibliografía
[1] E. HUGHES,. United States: The Free Press of Glencoe-Collier Macmillan, 1964, p.
184.
[2] A. TOURAINE, "Ambigüités de la Sociologie Industrielle Américaine," in Cahiers
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[3] E. CHINOY, La sociedad. Una introducción a la sociología. México: FCE, Mar. 1969,
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[4] L. BARITZ, The servants of power. A history of the use of social science in American
industry, Wesleyan University Press, Ed. Middletown: Conn, 1960.
[5] J. H. SMITH, "New ways in Industrial Sociology," in The British Journal of
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[6] G. LAJOINIE, "Sociologie du travail: vers de nouvelles frontières," in Une nouuvelle
civilisation? Hommage à Georges Friedmann.: Gallimard, 1973, pp. 197-198,
Hommage a Friedmann.
[7] G. FRIEDMANN and P. NAVILLE, "Tratado de Sociología del Trabajo," in Tratado de
Sociología del Trabajo. México: F.C.E., 1963, ch. Prólogo.
[8] G. LAJOINIE, "Sociologie du travail: vers de nouvelles frontières," in Une nouuvelle

15 Equipo docente: Nicolaci - Morrongiello


UNIVERSIDAD NACIONAL DE LOMAS DE ZAMORA – Facultad de Ingeniería
Cátedra: Sociología industrial

civilisation? Hommage à Georges Friedmann. París: Gallimard, 1973, p. 220.


[9] A. TOURAINE, "La conscience ouvrière," in La conscience ouvrière. París: Éditions
du Seuil, 1966, p. 397.
[10] A. TOURAINE, C. DURAND, D. PECAUD, and A WILLENER,. Barceloa: Nova Terra,
1960, ch. Prólogo, p. 9.
[11] M. MAURICE, "Le déterminisme tecnologique dans la sociologie du travail
(1955:1980). Un changement de paradigme?," in Sociologie du Travail., 1980, ch.
1, pp. 22-37.
[12] A. TOURAINE, "Les nouveauz conflits sociaux," in Sociologie du travail., 1975, ch.
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[13] A TOURAINE, La voix et le regard. París: Seuil, 1978.
[14] A. HATCHUEL and B. WEILL, L´expert et le systeme. Francia: Economica, 1992.
[15] D. SEGRESTIN, Sociologie de l´entreprise. Paris: Armand Colin, 1992.
[16] J. D. REYNAUD, "La régulation dans les organisations: régulation de controle et
régulation autonome," in Revue francaise de sociologie., 1988, pp. 5-18.

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