La Reforma. Delumeau.
La Reforma. Delumeau.
La Reforma. Delumeau.
Jean Delumeau
Causas que provocaron el nacimiento de la Reforma
El protestantismo se apoyó en tres doctrina principales: la de la justificación por la fe, la del
sacerdocio universal y la de la infalibilidad basada tan sólo en la biblia.
I. Procesos del individualismo y del espíritu: Era normal que el pecador se sintiera a veces
solo frente a Dios, en una época en que el individualismo estaba en vías de
desarrollarse. Nobles y burgueses adinerados hicieron construir santuarios privados, en
los que se rogaba especialmente por los muertos de la propia familia.
En el plano teológico, el sistema de Guillermo de Occam fue la manifestación más
notable de este deseo de emancipación, este declaró que la razón era incapaz de
comprender a Dios, y que solamente la revelación permitía acercarse a Él, y que existían
dos campos radicalmente separados: el divino, en el que no entraba la razón, y el de los
fenómenos terrestres, susceptibles de ser interpretados científicamente. El primero
sólo podía ser explorado por la teología, el segundo debía ser autónomo y debía quedar
al margen de la inquisición de la Iglesia. Occam indicó que el hombre no era imagen de
Dios. Con lo que hizo tambalear los fundamentos de la armoniosa catedral intelectual
constituida por Santo Tomás de Aquino, quien había destacado el acuerdo existente
entre la razón y la revelación, mientras que el franciscano inglés anuló el paso de la una
a la otra. Quiso aumentar deliberadamente la importancia de los laicos en la Iglesia, en
una época en que todos los actos de la sociedad tenían un significado religioso.
Otra forma de individualismo que aparece frente al individualismo laico: el que
corresponde a la piedad personal. La expresión más vehemente de esta forma de vivir
la religión dio lugar al misticismo. La Iglesia desconfió de estos arrebatos ¿era acaso el
misticismo una forma de escapar de la disciplina eclesiástica? En todo caso, hay que
señalar que Lutero fue discípulo de los místicos medievales.
No podemos dejar de referirnos aquí a la experiencia mística de Juana de Arco. Aa sus
diecinueve años prefirió una muerte atroz en la hoguera antes que renegar de sus
“voces”.
II. Desprestigio del sacerdocio: la sociedad rural de la Alta Edad Media había permitido el
florecimiento de una cristiandad comunitaria dominada por la jerarquía eclesiástica y
las abadías. Por el contrario, el ascenso de la burguesía y de los artesanos, y más en
general del elemento laico, la creación de una civilización urbana, la aparición del lujo,
la afirmación de un cierto sentimiento nacional, el desorden general de los espíritus en
un clima de inseguridad y los defectos de la Iglesia engendraron a fines de la Edad Media
una especie de anarquismo cristiano. En aquella atmosfera, los fieles ya no eran capaces
de distinguir entre lo sagrado y lo profano, y entre el sacerdote y el laico.
El dominio de la fe era asaltado por una oleada de elementos profanos. Sólo podía
producirse en una sociedad saturada de preocupaciones religiosas.
Los obispos de Estraburgo habían perdido la costumbre de llevar la mitra y el báculo,
muchos prelados sólo decían misa en raras ocasiones. Gran número de sacerdotes
vivían en concubinato y tenían hijos bastardos. Vestidos como el resto del pueblo,
jugaban a los bolos con sus feligreses, iban a la taberna y tomaban parte en los bailes
pueblerinos. Se esfumaba su carácter sagrado. La distinción entre sacerdotes y laicos
tendía a desaparecer.
III. Los laicos en ayuda de la Iglesia: el que la sociedad laica hay chocado frecuentemente
con la sociedad eclesiástica, en los últimos siglos de la Edad Media, no invalida la
creciente confusión entre lo sagrado y los profano y la mutua influencia entre ambos
dominios, religioso y civil. La civilización de la época era demasiado religiosa para que
la Iglesia y el Estado pudieran delimitar amistosamente sus respectivos dominios. O bien
la Iglesia tendía a someter a su ley al poder secular, o bien los soberanos trataban de
imponer su propia dominación a la Iglesia.
La intromisión del Estado en la Iglesia era cada vez más evidente. Antes el
debilitamiento de la Iglesia, y en una época en que los papas se comportaban con
frecuencia como príncipes, las autoridades laicas fueron tomando conciencia cada vez
más clara de sus responsabilidades religiosas.
A fines de la Edad Media pueda comprobarse esta intrusión creciente del elemento laico
en los dominios tradicionalmente reservados a la Iglesia.
Los malos monjes, las riquezas de la Iglesia que podían parecer excesivas y parcialmente
inútiles, los obispos y los curas que no residían en sus lugares de apostolado pero que
acumulaban los cargos eclesiástico, el dinero de los cristianos, utilizado por Roma con
fines puramente terrenales, contribuyeron a desprestigiar al sacerdote y a arrojar sobre
él no sólo el descrédito, sino también la duda, lo que es mucho más grave. Puesto que
se advertía que “los laicos eran mejores que los religiosos”. ¿No resultaba fácil llegar a
la conclusión de que un laico de vida santa es un sacerdote más verdadero que un mal
eclesiástico?
C- La Biblia. Humanismo y Reforma.
I. La aparición del libro: en aquellos tiempos de confusión tenían más necesidad que
nunca de apoyarse en una autoridad infalible. Pero, ¿dónde encontrarla cuando se duda
del sacerdote? Únicamente en dios. La biblia se convertía en el último recurso. Se
aducirá que las masas no leían, pero la clase selecta que dirigía la sociedad sabía leer y
se apasionaba cada vez más por la palabra escrita.
Petrarca y Nicolás de Cusa buscaron descubrieron manuscritos de obras antiguas. Esta
pasión por la palabra escrita, que es la fuente del humanismo fue reducida y difundida
gracias al descubrimiento de la imprenta.
Gracias a la imprenta, la Biblia se extendió más ampliamente, antes de la revolución
luterana, en el público letrado. Para los que sabían leer, pero ignoraban el latín, las
Escrituras traducidas a lenguas vulgares fueron más accesibles que antes. La obra
impresa hacía menos necesario al sacerdote y permitía una meditación personal.
Cuando ese libro era la Biblia, todo el mundo podía entender a Dios, hablarle y
exponerse a interpretar a su manera el mensaje divino. Las traducciones de la biblia
empezaban a divulgarse y mitigaban la sed que los fieles sentían por las Escrituras. La
Biblia de Lutero, fue voluntariamente redactada en un alemán accesible a todos.
II. La solución humanista y los males de la Iglesia: el humanismo quiso purificar el lenguaje
en que se transmite la Palabra eterna, liberar a la Escritura de escorias, y presentarla
bajo una luz nueva. Con ello contribuyó a la Reforma, poniendo en duda la autoridad de
la Vulgata y colocando a las ciencias filológicas por encima de todo magisterio. Introdujo
el método crítico en las ciencias religiosas.
Se llegó a pensar que la Biblia que conocían los cristianos de su tiempo era incompleta,
y que la Iglesia ha venido ignorando parte de la revelación divina.
Lutero profundizó sus conocimientos de griego y hebreo para traducir la Biblia al
alemán.
El humanismo ha sido mucho más religioso de lo que se ha sostenido durante mucho
tiempo. Religioso, pero independiente. Redescubrieron la Antigüedad, evolucionaron
hacia una concepción optimista del hombre. Descubrieron en el alma humana una
aspiración natural hacia Dios y hallaron en cada religión una manifestación al menos
parcialmente válida de este impulso hacia lo divino.
Los humanistas no niegan el pecado original, pero en general no insisten sobre él. No
iban hacia Dios por el camino de la desesperación como Lutero. Pregoneros de una
doctrina de paz, desaprobaban la violencia y el cisma. Se comprende por que los
representantes más notables de la filosofía del Renacimiento se negaron a pasarse al
campo de la Reforma. El luteranismo y el calvinismo fueron, en su fondo doctrinal, un
antihumanismo.
Los humanistas aspiraban a una religión sencilla, vivida, evangélica, cono pocos dogmas,
en la que la humanidad habría buscado y encontrado la paz del corazón en la imitación
de Jesús.
Durante este período hubo reformas, pero no una Reforma, porque el impulso no venía del centro.
Únicamente la conmoción del cisma protestante obligó a Roma a reconsiderar su teología, a
clarificar su doctrina y a revalorizar el sacerdote y los sacramentos. Lutero, Calvino y todos los
reformadores estaban convencidos de la irremediable decadencia de la Iglesia romana, en lo que se
equivocaron por completo. El resurgimiento de ésta constituyó una sorpresa extraordinaria. Las dos
Reformas contrarias correspondieron a un mismo despertar de la conciencia cristiana.