083 Matura
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Si analizamos atentamente los textos evangélicos, ¿qué relación encontramos entre los
textos evangélicos considerados como radicales y la vida religiosa, tal como ésta se
concibe y vive en la actualidad?
PREÁMBULOS
Exegético
Histórico
Se sabe que el monaquismo antiguo estaba muy marcado por rasgos que no eran propios
del evangelio (o, al menos, no ocupaban en él un lugar central): ascetismo, huida del
mundo, etc. Pero el monje cristiano sabía que la salvación le venía de la gratuidad pura
de Dios que salva al pecador. Por esto resulta importante verificar qué parte el evangelio
THADDÉE MATURA
1. De hecho, todas las grandes familias religiosas han nacido en un clima de radicalismo
evangélico: quieren, como lo prueban p. Ej. las reglas de S. Basilio, S. Benito y S.
Francisco, aceptar hasta las últimas consecuencias el evangelio de Jesús, vivir
consecuentemente la vocación cristiana.
2. Un aná lisis sumario de los textos muestra que una buena parte de las consignas
radicales del evangelio ha sido asumida en las reglas fundacionales.
3. La comparación entre dichas reglas y los textos radicales del evangelio mostraría
cómo estos han inspirado y guiado sus opciones y se podría verificar en qué medida y
sentido el radicalismo es la norma de la vida religiosa.
Interpretativo
1. Los textos fundacionales no proponen jamás una teoría, una interpretación de la vida
que describen. Los fundadores no intentan comparar esta vida con otras ni se preguntan
si está reservada a una categoría especial de creyentes o si todos están llamados a ella.
a) una corriente, que se remonta hasta Eusebio, Jerónimo y Casiano y está representada
hoy por el monaquismo oriental ortodoxo, subraya que la vida religiosa se identifica con
la vida cristiana integral: ser monje significa, entonces, tomarse en serio, individual y
comunitariamente, todo el evangelio, teniendo como centro de la propia existencia la
escucha de la Palabra, la entrega incondicional a Cristo, la celebración de la oración, el
amor mutuo creador de una comunidad de acogida, de perdón y en la que se comparte lo
espiritual y lo material; en este sentido es un recuerdo radical de la vocación común a
todo cristiano.
b) Otra corriente que, parece, fue inaugurada por Orígenes y fue sistematizada en la
época escolástica, tiene como punto central la distinción entre los preceptos y los
consejos: los primeros obligan a todos los cristianos, los segundos (concretados sobre
todo en la pobreza, castidad y obediencia) ofrecen el modo de conseguir una perfección
mayor. Esta concepción que presupone la existencia de dos categorías de cristianos, no
concuerda con los resultados de la exégesis. Por un lado, reduce sin razón el radicalismo
evangélico y, por otro, monopoliza el radicalismo evangélico en provecho de una clase,
la de los religiosos, de modo que la vía de los cristianos no religiosos sería menos
perfecta, menos segura.
Aquí se sitúa el centro de la vida cristiana y, por lo tanto, el de la vida religiosa. Esto
parece obvio, pero ¿la vida religiosa ha considerado siempre que su centro es éste?
2. El radicalismo del amor al hermano es otro polo importante. El religioso no hace voto
de creer a Cristo y de amarlo; tampoco lo hace de amar al prójimo como a sí mismo y,
sin embargo, el amor paciente, misericordioso, que excluye el juicio, que practica el
perdón una y otra vez, que soporta la violencia, que llega hasta el amor a los enemigos
es ciertamente el signo distintivo del discípulo de Jesús.
3. El radicalismo del compartir está más relacionado con el mandamiento del amor que
con la exigencia de un desprendimiento ascético: la palabra "dar", "distribuir" es más
importante que la de "renunciar". La finalidad esencial es, en definitiva, la igualdad de
todos y la perfecta comunidad. En cambio, buscar la riqueza y usarla de modo egoísta
aparece como un mal y un peligro ante el que el discípulo debe estar alerta.
CONCLUSIÓN