Introduccion Ansiedad

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TALLER DE EXPRESIÓN

ORAL Y REDACCIÓN

“AÑO DE LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN E IMPUNIDAD”

LA ANSIEDAD

ALUMNA: Pillpe Meza, Karina Gabriela.


DOCENTE: Mg. Clara Zenovia, Balbuena Caballero.

2019
LA ANSIEDAD

¿QUÉ ES LA ANSIEDAD?
La ansiedad es básicamente un
mecanismo defensivo. Es un sistema
de alerta ante situaciones consideradas
amenazantes. Es un mecanismo
universal, se da en todas las personas,
es normal, adaptativo, mejora el
rendimiento y la capacidad de
anticipación y respuesta. El concepto
de ansiedad está pues estrechamente
vinculado a la percepción de amenaza
y a la disposición de respuestas frente
a ella. La función de la ansiedad es advertir y activar al organismo,
movilizarlo, frente a situaciones de riesgo cierto o probable, quimérico o real, de
forma que pueda salir airoso de ellas. Dependiendo de la naturaleza de las
amenazas, o adversidades, la ansiedad nos preparará:

 para luchar, enfrentar o atacar el posible peligro o problema;


 para huir del posible peligro o amenaza;
 para evitar las situaciones aversivas o temidas;
 para activar conductas de sumisión que neutralicen conductas hostiles
de otros -en miedos de carácter social-;
 para buscar apoyo, elementos de seguridad y protección;
 para dotarnos de las herramientas o conocimientos que permitan sortear
los riesgos y/o acceder a nuestros objetivos.

La ansiedad implica tres tipos de aspectos o componentes

 COGNITIVOS: anticipaciones amenazantes, evaluaciones del riesgo,


pensamientos automáticos negativos, imágenes importunas, etc.
 FISIOLÓGICOS: activación de diversos centros nerviosos, particularmente
del sistema nervioso autónomo, que implica cambios vasculares,
respiratorios, etc.

 MOTORES Y DE CONDUCTA: inhibición o sobreactivación motora,


comportamiento defensivo, búsqueda de seguridad, sumisión, evitación,
agresividad, etc.

Cada uno de estos componentes puede actuar con cierta independencia. La


ansiedad puede ser desencadenada, tanto por estímulos externos o situacionales,
como por estímulos internos al sujeto, tales como pensamientos, sensaciones,
imágenes. El tipo de estímulo capaz de evocar la respuesta de ansiedad vendrá
determinado en gran medida por las características de la persona, y por su
circunstancia.

Se trata pues de un mecanismo facilitador de nuestra relación con el medio, y


destinado a preservar los intereses del individuo y de la especie. Muchas de las
cosas que nos van bien son debidas, en parte, al correcto funcionamiento de este
sistema: evitamos actividades o lugares peligrosos, procuramos no llegar tarde al
trabajo, plantamos cara a diferentes conflictos, nos preparamos para un examen o
una reunión, buscamos apoyos para resolver un problema, minimizamos algunos
contratiempos o buscamos formas de asumirlos y reformularlos.

De hecho, para desempeñarnos convenientemente, en función de las exigencias y


opciones del medio, por un lado, y de nuestras posibilidades e intereses, por otro,
es necesario un cierto estado de alerta, una activación psicológica y fisiológica
mínimas. De otro modo estaríamos lentos, desatentos, con poca capacidad de
anticipación y respuesta, lo que podría acarrearnos algunos perjuicios o renuncias.

Cuando la ansiedad es proporcionada y se manifiesta dentro unos límites, no se


aprecian manifestaciones sintomatológicas -los cambios psicofisiológicos no
alcanzan a superar los umbrales sensoriales de los receptores del dolor, la
presión, la temperatura-, o bien son menores, salvo en algún momento puntual y
limitado que pueden llegar a ser altos. Estos cambios en los procesos fisiológicos
no sólo son normales, sino que son funcionales: prepararán organismo para emitir
las acciones pertinentes en relación a la caracterización de la realidad a la que se
enfrenta o pudiera enfrentarse.

Son muchos los investigadores que han estudiado la relación entre el nivel de
activación psicofisiológica del organismo y la capacidad de individuo para
desenvolverse de una manera eficiente. En general se considera que el mejor
rendimiento se consigue con niveles medios de activación.

Cuando sobrepasa determinados límites, la ansiedad se convierte en un problema


de salud, impide el bienestar, e interfiere notablemente en las actividades sociales,
laborales, o intelectuales. Puede limitar la libertad de movimientos y opciones
personales. En estos casos no estamos ante un simple problema de nervios, sino
ante una alteración.

La gravedad de los trastornos de ansiedad se mide fundamentalmente por dos


parámetros: el sufrimiento y la incapacitación que generan, siendo más graves los
que originan más problemas de salud, y más intensos, e implican mayores
limitaciones para quien los padece.

SÍNTOMAS DE LA ANSIEDAD

Las manifestaciones sintomatológicas de la ansiedad son muy variadas y pueden


clasificarse en diferentes grupos:

 FÍSICOS: Taquicardia, palpitaciones, opresión en el


pecho, falta de aire, temblores, sudoración, molestias
digestivas, náuseas, vómitos, “nudo” en el estómago,
alteraciones de la alimentación, tensión y rigidez
muscular, cansancio, hormigueo, sensación de mareo e
inestabilidad. Si la activación neurofisiológica es muy alta
pueden aparecer alteraciones del sueño, la alimentación y
la respuesta sexual.

 PSICOLÓGICOS: Inquietud, agobio, sensación de amenaza o peligro,


ganas de huir o atacar, inseguridad, sensación de vacío, sensación de
extrañeza o despersonalización, temor a perder
el control, recelos, sospechas, incertidumbre,
dificultad para tomar decisiones. En casos más
extremos, temor a la muerte, a la locura, o al
suicidio.

 DE CONDUCTA: Estado de alerta e hipervigilancia, bloqueos, torpeza o


dificultad para actuar, impulsividad, inquietud motora,
dificultad para estarse quieto y en reposo. Estos
síntomas vienen acompañados de cambios en la
expresividad corporal y el lenguaje corporal: posturas
cerradas, rigidez, movimientos torpes de manos y
brazos tensión de las mandíbulas, cambios en la voz,
expresión facial de asombro, duda o crispación, etc.

 INTELECTUALES O COGNITIVOS:
Dificultades de atención, concentración y
memoria, aumento de los despistes y
descuidos, preocupación excesiva, expectativas
negativas, rumiación, pensamientos
distorsionados e importunos, incremento de las
dudas y la sensación de confusión, tendencia a
recordar sobre todo cosas desagradables, sobrevalorar pequeños detalles
desfavorables, abuso de la prevención y de la sospecha, interpretaciones
inadecuadas, susceptibilidad, etc.

 SOCIALES: Irritabilidad, ensimismamiento,


dificultades para iniciar o seguir una
conversación, en unos casos, y verborrea en
otros, bloquearse o quedarse en blanco a la hora
de preguntar o responder, dificultades para
expresar las propias opiniones o hacer valer los
propios derechos, temor excesivo a posibles
conflictos, etc.
No todas las personas tienen los mismos síntomas, ni éstos la misma intensidad
en todos los casos. Cada persona, según su predisposición biológica y/ o
psicológica, se muestra más vulnerable o susceptible a unos u otros síntomas.

ANSIEDAD: EL POR QUÉ DE LOS SÍNTOMAS

La finalidad de la ansiedad es proteger al organismo y sus intereses. Si nos


encontramos ante una situación de peligro (fuego en el edificio, por ejemplo)
tenemos que estar preparados para una acción inmediata, necesitamos que en
nuestro cuerpo se produzcan una serie de cambios, encaminados a superar con
éxito la situación (escapar de las llamas, sobrevivir).

Nuestro actual mecanismo de defensa es heredero del que como especie hemos
ido desarrollando a lo largo de miles de años de evolución. Los peligros a los que
estaban expuestos nuestros antepasados estaban ligados a la supervivencia y a
funciones primarias de lucha y huida (luchar contra los animales, competir contra
otros humanos, correr, pelear, esconderse…). Todas estas, son acciones que
requieren una activación muscular alta. En la actualidad hay muchos peligros que
no se resuelven atacando o luchando, sin embargo, seguimos conservando el
componente de alta sobreactivación motora cuando interpretamos que una
situación es peligrosa.

El encargado de coordinar dicha activación motora y todos los cambios físicos que
supone es el Sistema Nervioso Autónomo (SNA), también conocido como Sistema
Nerviosos Vegetativo. Conozcámoslo un poco mejor antes de detallar la respuesta
de lucha-huida.

El SNA forma parte del sistema nervioso periférico. Es un sistema involuntario que
se encarga de regular funciones tan importantes como la digestión, la circulación
sanguínea, la respiración y el metabolismo. Entre sus acciones están: el control de
la frecuencia cardíaca, la contracción y dilatación de vasos sanguíneos, la
contracción y relajación del músculo liso en varios órganos, la acomodación visual,
el tamaño pupilar y secreción de glándulas exocrinas y endocrinas.

El sistema nervioso autónomo se divide en dos subsistemas que tienen funciones


diferentes:
 El sistema nervioso simpático: se encarga de preparar al cuerpo para la
acción y la producción de la energía que necesita. Para ello libera dos
productos químicos (la adrenalina y la noradrenalina), que desencadenan
una respuesta completa, es decir, se experimentan todos los síntomas que
componen la respuesta de ansiedad (lucha y huida).

 El sistema nervioso parasimpático: su acción produce efectos opuestos al


sistema nervioso simpático. Propicia la desactivación, la recuperación y
restauración del organismo. Favorece el almacenamiento y la conservación
de la energía. Lo hace a través de la acetilcolina, un neurotransmisor.

Una vez conocido el Sistema Nervioso Autónomo volvamos a la descripción


detallada de la Respuesta de lucha y Huida. Decíamos que es un tipo de
respuesta que nos prepara para hacer frente a los peligros, luego ¿qué pasa
cuando nuestro cerebro (corteza cerebral, amígdala) interpreta que estamos ante
una situación peligrosa?. Se comunica con el Sistema Nervioso Autónomo, que
activa su rama simpática, propiciando una serie de cambios físicos para preparar
al organismo para luchar o huir. Veamos cuáles son dichos cambios agrupados
por sistemas:

Sistema muscular: Necesitamos que los grandes


grupos musculares (extremidades y otros) entren
en acción, tensándose, para poder emprender la
acción de huir o luchar.

Visión: Las pupilas se dilatan para poder tener una visión


más nítida, más agudizada en el centro del campo visual
donde suele situarse el peligro, para poder discriminarlo
mejor o para saber por dónde hay que huir.

Sistema cardiovascular: Se encarga del transporte y


la distribución, por vía urgente, de las sustancias
nutritivas y el oxígeno. ¿Cómo lo hacen? mediante el
incremento del ritmo y la fuerza de los latidos
cardíacos, para que las extremidades puedan recibir
las sustancias nutritivas y el oxígeno.
A su vez se produce una redistribución del flujo sanguíneo, de manera que los
músculos más directamente relacionados con la actividad física reciben más
sangre, y reciben menos sangre la piel, los dedos de manos y pies y la zona
abdominal. En el cerebro se produce también una redistribución de la sangre que
afecta, por un lado, al área frontal (zona vinculada con el razonamiento) donde
disminuye el flujo; y por otro, a las zonas relacionadas con las respuestas
instintivas y motoras (correr o luchar) donde se incrementa. La redistribución del
flujo sanguíneo en el cerebro puede producir sensaciones de mareo, de
confusión… y dificultar ciertas funciones cognitivas superiores como la capacidad
de planificación, razonamiento… que se verán restablecidas cuando se
desvanezca el estado de alarma.

Sistema respiratorio: La preparación del organismo para


una reacción rápida e intensa requerirá un aporte
energético extra (glúcidos y lípidos). Estas materias primas
se transformarán en energía, mediante procesos de
combustión, para lo que se necesita oxígeno, el
combustible de nuestro organismo, en mayor cantidad.

Sistema exocrino: El proceso de sobreactivación propio de


la respuesta de lucha-huida produce un aumento de la
temperatura corporal que el organismo compensa
incrementando la sudoración, para refrigerarse. Por otro
lado, la piel resbaladiza a causa del sudor dificultaría el ser
capturado.

Todos estos cambios constituyen la respuesta fisiológica de la ansiedad,


respuesta, que a su vez acaba influyendo o modulando las respuestas cognitiva y
conductual. Nos disponemos, a continuación, a describir en qué sentido.

Los procesos atencionales juegan un papel destacado en la respuesta de


ansiedad: nos fijamos más en las señales que tienen que ver con la amenaza. Se
produce, en este sentido, un cambio en la prioridad de las acciones que llevamos
a cabo, de modo que lo relacionado con lo peligroso recibe la condición de
preferente. El objetivo principal es protegerse y/o prepararse para superar los
peligros:
 Luchar, enfrentarse con el problema.

 Escapar o huir de la situación amenazante.

 Evitar la situación amenazante, en los casos en que la anticipemos.

 Quedarse paralizado o inmovilizado ante la situación amenazante. Es una


respuesta más habitual en el reino animal, que se constituye como la
alternativa más eficaz en los casos en los que no son posibles las
anteriores.

Y, ¿cómo y cuándo se acaba esta reacción de defensa? La reacción suele


frenarse cuando nos sentimos a salvo, cuando el peligro ya no está presente. Para
refrenar la respuesta de ansiedad suelen ponerse en acción, por un lado, el
Sistema Nervioso Parasimpático, que como hemos visto anteriormente se encarga
de proteger y reparar al organismo; por otro lado, el organismo libera una serie de
productos químicos que destruyen la adrenalina y la noradrenalina, con la
consecuente sensación de desactivación.

Dado el valor adaptativo que tiene la ansiedad para nosotros, ¿cuándo acaba
convirtiéndose en un problema?

 Si la ansiedad pasa de ser un episodio poco frecuente, de intensidad leve o


media y duración limitada, a convertirse en episodios repetitivos, de
intensidad alta y duración prolongada.

 Si la ansiedad deja de ser una respuesta esperable y común a la de otras


personas para unos tipos de situación, y pasa a ser una reacción
desproporcionada para la situación en la que aparece.

 Si la ansiedad conlleva un grado de sufrimiento alto y duradero, en lugar de


limitado y transitorio, e interfiere significativamente en diferentes áreas de la
vida de la persona que la padece, causando molestias generalizadas que
afectan a los hábitos básicos de la persona: ritmos de sueño, alimentación y
nivel general de activación.
Siguiendo estos criterios debemos tener en cuenta que cuando estamos
sometidos a un nivel de activación muy intenso y/o sostenido, los efectos
beneficiosos producidos por los cambios fisiológicos se convierten en sensaciones
físicas desagradables. De forma detallada tenemos:

La contracción de los grandes grupos musculares que prepara al organismo para


la acción se reconvierte en sensaciones de tensiones musculares o incluso dolor,
temblores, espasmos, calambres y sacudidas. Estos últimos son producidos por la
acción del ácido láctico, un producto que se obtiene al generarse la energía, que al
permanecer en los músculos termina por actuar como un tóxico.

La dilatación pupilar que permite que entre más luz en el ojo y aumenta la
discriminación visual, acaba creando molestias como la visión borrosa,
sensibilidad a la luz, neblina o puntos luminosos.

El aumento de la presión sanguínea y la frecuencia cardiaca para intensificar el


transporte de nutrientes y oxígeno, se viven como palpitaciones o taquicardia. La
sudoración profusa aparece por la necesidad del organismo de refrigerarse,
liberando el calor generado en la producción de energía.

A su vez la redistribución, por parte del torrente sanguíneo, de los nutrientes y


oxígeno a las zonas donde son necesarios, puede producir pérdida de
sensibilidad, hormigueo, palidez y frío (especialmente en manos y pies). A su vez,
el hecho de que la digestión (y con ella la secreción de saliva) se vea enlentecida
o parada puede generar molestias estomacales, náuseas, diarrea y la sensación
de boca seca.

La redistribución del flujo sanguíneo cerebral que facilita que el organismo se


concentre en la acción (luchar o escapar), más que en un análisis reflexivo, crea
problemas como atención selectiva hacia el peligro, dificultad para pensar con
claridad o confusión, mareo y sensación de irrealidad.

El aumento de la frecuencia y e intensidad de la respiración, ideales para tener un


mayor suministro de oxígeno en los músculos, puede transformarse en
hiperventilación, lo que conlleva que se reduzca el nivel de dióxido de carbono en
la sangre y se desencadenan una serie de sensaciones desagradables como:
hormigueo, mareo, debilidad, sensación de desmayo, sudoración, escalofríos,
visión borrosa, taquicardia, nudo en la garganta, temblor, sensación de irrealidad,
opresión/dolor en el pecho, sensación de falta de aire, cansancio.

Normalmente, la respuesta de lucha-huida descrita anteriormente, y la activación


que la caracteriza, se vive como muy oportuna ante una situación de peligro que
entrañe movimiento o desplazamiento. La cuestión es que muchos de las
situaciones amenazantes a que se enfrenta el hombre actual no requieren, para su
solución, dicha respuesta motora. Y no sólo eso: una reacción de activación
excesiva se podría vivir como interferidora y alarmante, más que como facilitadora
para la situación. Las fuentes de riesgo pueden ser muy distintas e incluso ir
cambiando por razones culturales, sociales u otras, pero la respuesta fisiológica
ante la ansiedad es esencialmente la misma.

FACTORES IMPLICADOS EN EL ORIGEN Y MANTEMIENTO DE LA


ANSIEDAD COMO TRASTORNO

En la aparición y mantenimiento de la ansiedad como trastorno influyen tres


grandes grupos de factores: los factores predisposicionales, los factores
activadores, y los factores de mantenimiento.

A) FACTORES PREDISPOSICIONALES:

Con este término nos referimos a variables biológicas y constitucionales,


hereditarias o no, que hacen más probable que un individuo desarrolle
alteraciones de ansiedad si se ve expuesto a situaciones capaces de activarla.
Dentro de este grupo de factores podríamos considerar también algunos referidos
a la personalidad, dependiente de la historia del individuo, condicionada por la
biología y el aprendizaje. Estos factores predisposicionales no son la ansiedad ni
condenan a padecerla. Son factores de vulnerabilidad. Dicho en otras palabras,
hay personas que cuentan con un sistema de alerta más sensible, por un lado, y
más complejo de desactivar una vez disparado, por otro. En cierto sentido, son
personas que se encuentran regularmente en una especie de pre-alerta que
condiciona su disposición hacia el medio -externo o interno-, la advertencia y
el registro de determinados acontecimientos, y la prefiguración de un tipo de
respuestas –defensivas- como más probables.
Algunos de estos factores predisposicionales se desconocen aún, aunque se
presume su existencia. Otros son conocidos, pero, para un buen número de ellos,
sobre todo los orígenes genéticos, no se han desarrollado aún terapéuticas
específicas. Sí existen tratamientos para la corrección de algunos de los efectos
causados por dichos factores y expresados en los sistemas de neurotransmisión,
lo que permitiría la reducción de su influencia, en algunos casos muy importantes,
la consiguiente mejora, y la reducción de la vulnerabilidad.

B) FACTORES ACTIVADORES:

Con esta expresión nos referimos a aquellos hechos, situaciones o circunstancias


que son capaces de activar el sistema de alerta, la preparación para responder
ante ellas y la respuesta propiamente dicha. Hemos señalado anteriormente que la
ansiedad está fundamentalmente vinculada a la percepción de amenaza, por lo
tanto, esencialmente, los factores activadores de la ansiedad son aquellos que
están relacionados con la amenaza y su naturaleza. Hemos indicado, también,
que la percepción de riesgo, es decir de lo considerado amenazante, depende
fundamentalmente de un proceso de evaluación, consciente o automático,
determinado por la valoración de qué pasa y cómo nos afecta, por un lado; y qué
podemos hacer frente a ello, por otro. Básicamente, en términos generales, la
ansiedad procede de dos grandes tipos de problemas. En primer lugar, de
la posible obstaculización o entorpecimiento de planes, deseos o necesidades,
aún en desarrollo, cuya consecución es para nosotros importante o necesaria –
por ejemplo, la superación de un examen para acceder a un puesto de trabajo- En
segundo lugar, del posible deterioro o problematización de objetivos que ya hemos
alcanzado, logros con los que ya contamos o forman parte de nuestro estatus. Así,
percibiríamos como amenazante la pérdida de la salud o el trabajo.

También se encuentran en este grupo de factores otros que por diversas vías
inducen una sobreestimulación/sobreactivación del organismo: podemos
mencionar especialmente el estrés y el consumo de sustancias, particularmente
las estimulantes.

C) FACTORES DE MANTENIMIENTO:
Este grupo de factores afectan fundamentalmente a aquellos casos en que los
problemas originarios de ansiedad no se resuelven satisfactoriamente, o bien
cuando la ansiedad alcanza límites de trastorno. Una vez que la ansiedad se
manifiesta como problema tiene ciertas probabilidades de incrementarse. En el
momento en que la ansiedad aparece, debido a los factores activadores,
ayudados en más o en menos por los factores predisposicionales, si es excesiva y
sostenida, propicia la aparición de problemas de salud. Estos problemas, que
previamente no existían, son debidos a la ansiedad, pero, a su vez, la multiplican.
La salud es un bien valorado en sí mismo. Si se problematiza, por cualquier motivo
incluida la propia ansiedad, genera un incremento del estado de alerta e
indefensión.

Se ha de considerar, además, que la salud es una condición necesaria para la


realización de otros planes que pueden resentirse por el nuevo estado del
organismo, lo que llevaría a la aparición de nuevos problemas, distintos de los que
originariamente motivaron la ansiedad, pero que contribuyen a su
retroalimentación.

Las acciones vinculadas a la ansiedad como mecanismo de alarma -obsérvese


esta voz: ¡¡ Alarma !!-, por su valor adaptativo y de supervivencia, son
jerárquicamente prioritarias sobre otras acciones, de forma que se retiran de éstas
últimas recursos atencionales, cognitivos y conductuales para poder responder
satisfactoriamente a la emergencia. Tiene su lógica que, por ejemplo, se declara
un incendio, la gestión de otros programas de acción en curso – leer, realizar un
informe, participar en una reunión, comer- pase a un segundo plano. Si la
ansiedad es puntual, la paralización provisional de estos programas, o su
seguimiento bajo mínimos, no representa grandes inconvenientes; pero si el
estado de alarma se prolonga en el tiempo afecta severamente a su desarrollo y, a
la postre, tendría consecuencias tales para individuo que se convertirían en
nuevas fuentes de ansiedad.

Finalmente, dentro de los factores de mantenimiento, hemos de citar las


estrategias contraproducentes de afrontamiento: soluciones intentadas, fallidas,
que, destinadas a regular la ansiedad, sus motivos o sus efectos, no sólo no lo
consiguen, si no que contribuyen a su incremento y perpetuación. Estos
procedimientos son variados y afectan tanto control de los síntomas, como de los
pensamientos, del medio y de la conducta. Por poner un ejemplo que ilustre a qué
nos estamos refiriendo, valga citar la hiperventilación. Algunas personas, ante la
sensación de ahogo y falta de aire, responden con una respiración rápida,
superficial, e intensa, cuya consecuencia es una caída brusca de los niveles de
dióxido de carbono, lo que a su vez genera un incremento del ahogo, del calor, de
la tasa cardiaca, de los mareos, del hormiguero, etc., síntomas que exacerbarían
más el miedo, si cabe.

¿SE HEREDA EL TRASTORNO DE ANSIEDAD?

Los trastornos de ansiedad muestran agregación


familiar. Esto sugiere que individuos de la misma familia
pueden estar compartiendo cierta predisposición
heredada hacia este tipo de problemas psicológicos. Así,
por ejemplo, tomando como base muestras muy
numerosas de gemelos monocigóticos, los
investigadores han llegado a la estimación de que la
aportación genética en la ocurrencia del trastorno de
ansiedad generalizada es del 38%, y del 44% en el trastorno de pánico.

Sin embargo, no se puede decir que exista un único gen que ‘cause’ ansiedad. De
hecho, los trastornos de ansiedad aparecen como resultado de la combinación de
diferentes factores, tales como rasgos heredados, estresores externos,
experiencias vitales, etc. Tener un familiar que padezca un trastorno de ansiedad
puede ser un factor de riesgo de desarrollar este tipo de patología, sin embargo,
no implica que la persona siempre y en cualquier caso lo acabe padeciendo.

Por otro lado, en la génesis de los trastornos de ansiedad juega un papel muy
importante la historia de aprendizaje del sujeto. Convivir con alguien que padece
un trastorno de ansiedad puede influir en el niño no sólo a nivel biológico o
genético. Estos familiares pueden servir de modelo de conducta a seguir e influir
en él a través de lo que observe y aprenda en casa.

TIPOS DE TRASTORNO DE ANSIEDAD

1. TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO (TOC)


El trastorno obsesivo compulsivo o TOC es un trastorno de ansiedad bastante
frecuente. Se caracteriza porque la persona que lo padece muestra
comportamientos que pueden parecer extraños.
En algunos casos, los pensamientos ansiosos pueden ser beneficiosos para
nosotros, pues nos mantienen alerta. Por ejemplo, no hay nada malo en
comprobar que la puerta de nuestra casa esté cerrada antes de acostarnos, así
nos aseguramos de que nadie nos roba. El problema surge cuando después de
haber chequeado las puertas y las ventanas volvemos a repetir la misma conducta
una y otra vez, porque pensamos que si no lo hacemos algo malo nos va a ocurrir.
Este trastorno se caracteriza por las conductas obsesivas y compulsivas. Las
obsesiones hacen referencia a los pensamientos, ideas o imágenes intrusivas, que
provocan preocupación y ansiedad y que aparecen una y otra vez en la mente.
Las compulsiones son las acciones que se llevan a cabo para reducir la ansiedad
que provocan las obsesiones.
Por ejemplo, una obsesión puede ser el pensamiento siguiente: “si no
encendemos y apagamos el interruptor de la habitación diez veces seguidas nos
vamos a morir”. La compulsión, en cambio, es el acto de encender y apagar las
luces. El hecho de no realizar las compulsiones provoca un gran malestar y un
sentimiento fuerte de ansiedad.

2. TRASTORNO POR ESTRÉS POSTRAUMATICO (TEPT)

El TEPT ocurre cuando un individuo sufre una situación traumática que le ha


provocado un fuerte impacto emocional y estresante. Las personas con TEPT
reviven continuamente el hecho que desencadenó el trastorno, por ejemplo, el ser
víctima de una violación o el haber participado en una guerra.
Si el impacto emocional es muy grande, el malestar de personas puede durar
años, y algunas personas necesitan apoyo psicológico porque son incapaces de
superarlo por sí solas.
Los síntomas incluyen:

 Revivir el trauma: pueden revivir el trauma constantemente, por ejemplo, con


pesadillas.
 Responder a estresores: la persona puede revivir el evento ante la presencia
estresores similares a la situación o la escena del hecho. Por ejemplo, al
escuchar ruidos fuertes o al reconocer un olor similar.
 Ansiedad recidivante: el individuo experimenta ansiedad de forma regular.
 Problemas emocionales: la persona también experimenta problemas
emocionales, por ejemplo, desinterés por las relaciones con los demás.

3. TRASTORNO DE PÁNICO

El trastorno de pánico se caracteriza porque la persona que lo padece tiene


sensaciones de que se va a morir y que le falta al aire. Son sensaciones que la
persona percibe como muy reales, lo que le provoca un miedo intenso y, en
consecuencia, un gran malestar. En casos graves incluso hay que hospitalizar al
paciente.
Los síntomas son altamente debilitantes e incluyen:

 Ataques de pánico inesperados y repetidos.


 Una vez ha ocurrido el primer ataque de pánico, la persona piensa que va a
ocurrir otro, al menos durante un mes.
 Preocupación por los síntomas del ataque de pánico. Por ejemplo, al pensar
que es una enfermedad médica no diagnosticada o que van a sufrir un infarto.
 Cambios en su comportamiento habitual, como evitar hacer deporte por los
síntomas que experimenta la persona.
 Los ataques suelen durar media hora, y el pico se da a los 10 minutos
aproximadamente.
 Su frecuencia puede variar, desde varias veces al día hasta a una vez cada
pocos años.
4. TRASTORNO DE ANSIEDAD GENERALIZADA

Aunque muchas personas experimentan ansiedad en algunos momentos


puntuales: cuando van a jugar un partido de baloncesto importante, antes de un
exámen o cuando van a quedar por primera vez con una chica que les
encanta, los individuos que padecen el trastorno de ansiedad generalizada (TAD)
sienten preocupación o ansiedad la mayoría del tiempo, no solo en situaciones
que pueden causar estrés.
En el TAD, las preocupaciones son persistentes (ocurren la mitad de los días al
menos durante seis meses), intensas, irracionales e interfieren en el
funcionamiento normal de alguna área de la vida de la persona afectada. Por
ejemplo, el trabajo, los amigos o la familia.

5. FOBIA SOCIAL

Es habitual pensar que la timidez y la fobia social son lo mismo, pero en realidad
no es así. La fobia social es un trastorno serio, y las personas que lo sufren se
sienten tan mal ante las situaciones sociales, que son incapaces de controlar su
miedo y su ansiedad, por lo que a menudo evitan este tipo de situaciones.
Sentir timidez por hablar en público es normal, pero cuando ese miedo y ansiedad
interrumpen el funcionamiento normal de la vida del individuo, se vuelve un
problema severo. Las personas con fobia social pueden evitar todo tipo de
situaciones sociales, por ejemplo, ir a comer a un restaurante, pues viven con un
gran temor a ser juzgados u observados.

6. AGORAFOBIA

La agorafobia es el miedo irracional a estar en espacios públicos y lugares


abiertos, como parques o calles. Pero no son los espacios públicos la raíz del
problema, sino la posibilidad de sufrir un ataque de pánico y estar desprotegidos
en estos lugares. Por eso, estas personas se no quieren salir de sus casa y evitar
viajar a cualquier lugar que no sea su hogar y su oficina. En muchas ocasiones,
las personas que sufren agorafobia también padecen ataques de pánico o TEPT.

7. FOBIAS ESPECÍFICAS

Las fobias son miedos irracionales a un estímulo específico, por ejemplo, una
situación, un objeto, un lugar o un insecto. Por tanto, cuando una persona sufre
este trastorno hace todo lo posible por evitar esa situación u objeto que causa
ansiedad y malestar.
Existen distintos tipos de fobias, por ejemplo, aracnofobia (fobia a las arañas)
o coulrofobia(miedo a los payasos), etc.
TRAMIENTO

PSICOTERAPIA:

También conocida como terapia del habla o asesoramiento psicológico, la


psicoterapia incluye el trabajo con un terapeuta para reducir los síntomas de
ansiedad. Puede ser un tratamiento eficaz para la ansiedad.

La terapia cognitiva conductual (TCC) es la manera más eficaz de la psicoterapia


para tratar los trastornos de ansiedad. Generalmente la TCC es un tratamiento a
corto plazo y se enfoca en enseñarte técnicas específicas para mejorar tus
síntomas y poder gradualmente volver a las actividades que evitabas como
consecuencia de la ansiedad.

LA TCC incluye terapia de exposición en la que gradualmente encuentras el objeto


o la situación que provoca tu ansiedad, de modo que desarrollas confianza para
controlar la situación y los síntomas de ansiedad.
MEDICAMENTOS:

La mayoría de los tratamientos psicofarmacológicos empleados en la actualidad


por la psiquiatría actúan químicamente sobre los sistemas de
neurotransmisión tratando de regular, convenientemente, la actividad de
determinadas áreas del sistema nervioso implicadas en el trastorno que se desea
tratar.
En el tratamiento de la ansiedad, se emplean habitualmente dos tipos de
fármacos: los ansiolíticos, y los antidepresivos.
Los ansiolíticos más utilizados pertenecen al grupo de las benzodiacepinas de alta
potencia (Alprazolam, Loracepam, Diacepam, Cloracepam, etc). Producen un
efecto tranquilizante. Actúan reduciendo los síntomas de ansiedad en cuestión de
minutos y disminuyendo tanto la intensidad como la frecuencia de los episodios de
angustia.
Los principales efectos adversos de las bezodiacepinas consisten en somnolencia,
alteraciones de la memoria, alteraciones de la atención y de la concentración. El
deterioro de estas funciones cognitivas suele ser transitorio (se experimenta
mientras se está tomando el medicamento) y sólo se produce con dosis elevadas
y prolongadas en el tiempo. Otro inconveniente es que su consumo prolongado
puede generar efectos de dependencia (adicción) y tolerancia (pérdida progresiva
de efectividad).
Los antidepresivos comúnmente empleados hoy en día en el tratamiento de los
trastornos de angustia son los ISRS (Inhibidores Selectivos de la Recaptación de
la Serotonina). Constituyen el tratamiento de elección primaria. Diversos estudios
apuntan a la implicación de la serotonina como principal neurotransmisor
involucrado en los trastornos de ansiedad, aunque hay otros. El grupo de los ISRS
está constituido por la Fluoxetina, Paroxetina, Fluvoxamina, Sertralina, Citalopram
y Escitalopram. Poseen una alta especificidad contra la ansiedad y escasos
efectos colaterales (principalmente la ganancia de peso, somnolencia, y disfunción
sexual). Apenas presentan interacciones con otros medicamentos y no crean
dependencia.
Existe con mucha frecuencia una reticencia inicial al tratamiento
psicofarmacológico, fundamentada principalmente en el desconocimiento del
paciente respecto a la medicación y el temor por su parte a hacerse dependiente
de la toma de éstos medicamentos, o a que le ocasione una excesiva sedación.
En muchos casos, tras lograrse el efecto terapéutico y remitir o desaparecer la
sintomatología, el enfermo ya se cree curado y en ocasiones abandona
precipitada y bruscamente la medicación. El profesional deberá advertirle de los
riesgos inherentes a esta suspensión brusca o prematura. La retirada del
medicamento deberá ser programada por el médico en el momento apropiado y de
una forma paulatina. Así mismo el profesional deberá insistir en el correcto
cumplimiento de las tomas del fármaco como única vía para lograr el deseado
efecto terapéutico. Deberá informar también al paciente sobre la posibilidad de
otras alternativas farmacológicas distintas a las benzodiacepinas y los ISRS para
el caso que no se lograse con ellos una evolución clínica favorable. De la misma
manera informará al enfermo sobre los riesgos de la automedicación.
Como co-ayudante al tratamiento psicofarmacológico se deberá intentar una
modificación de los posibles hábitos que pudieran influir negativamente en la
mejoría de la ansiedad (por ejemplo: consumo de cafeína, alcohol, cannabis, etc.)
El abordaje psicoterapéutico de los trastornos de angustia consiste principalmente
en eliminar los temores que pueden dar lugar a los síntomas somáticos que el
paciente percibe, así como suprimir las interpretaciones erróneas de las diferentes
sensaciones corporales, junto a la anulación de las posibles conductas de
evitación respecto a los estímulos ansiógenos.
Existen numerosos estudios que demuestran las ventajas de los tratamientos
combinados (psicofarmacológico y psicoterapéuticos) de los trastornos de
ansiedad.
Parece que incluso en ciertos casos la estrategia de utilizar tratamientos
combinados produce un resultado terapéutico inmediato superior al obtenido con
un abordaje psicoterapéutico o psicofarmacológico por separado. También se ha
observado que a largo plazo, y en ciertas ocasiones que estas ventajas parecen
ser menores o incluso desaparecer. La secuenciación adecuada de
farmacoterapia y psicoterapia cognitivo-conductual puede ofrecer muy buenos
resultados. Las técnicas cognitivo-conductuales pueden ayudar, también, en los
procesos de discontinuación de la medicación, muy particularmente en el caso de
largos periodos de consumo de ansiolíticos.

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