La Sobriedad
La Sobriedad
La Sobriedad
La Sobriedad
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Requisitos para la Sobriedad
1. Conocer y vivir valores que permitan mirar hacia arriba, hacia lo que
perdura, hacia el Cielo. Por lo tanto, hay que buscarlos. Lo que vemos
con más facilidad son los placeres, la comodidad, la satisfacción de los
sentidos. Lo que sentimos es lo que llevamos en nuestro cuerpo. No hay
que ir lejos para encontrarlos. Para ello, no hay que pensar. Basta
existir.
1. La sociedad de consumo.
Basta que miremos un momento la televisión para que entendamos lo
que es la sociedad de consumo: "¡Compra los productos AA y serás
feliz!"; "Si usas la ropa BB, tendrás éxito en la vida"; "En un hogar feliz
no puede faltar el producto CC. ¿Tú ya lo compraste"; "La bebida que te
hará disfrutar de la vida"...
¿Cuántas cosas se nos ofrecen hoy día que no son necesarias? ¿Cuántas
cosas esclavizan al corazón humano? ¿Cuántas cosas nos gustaría tener
sólo por el placer de tenerlas? La persona sobria sabe distinguir entre lo
que es necesario y lo que es superfluo.
3. El egoísmo
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El egoísmo es la raíz de todos los desenfrenos, de los gastos
innecesarios, de la búsqueda del placer. Cuando mi tesoro está en mí
mismo, en mi placer, en mis caprichos, mi corazón ahí estará y mi
voluntad trabajará con todo su esfuerzo por satisfacer mis ansias de
placer. Cuando yo soy el centro del mundo o soy mi único mundo, la
preocupación de mi vida será darme gusto.
La virtud de la Sobriedad ayuda a darle un sentido a la vida, y a
mantenerse siempre en ese camino.
TEMPLANZA
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La tendencia natural hacia el placer sensible que se observa en la comida, la
bebida y el deleite sexual es la forma de manifestación y el reflejo de
fuerzas naturales muy potentes que actúan en la propia conservación. Estas
energías vitales representan la actividad de la vida y, cuando se desordenan,
se convierten en energías destructoras.
Las realidades llamadas sensibles juegan un papel tan importante como las
sutiles en el conjunto de la Vida, pero se les debe dar el valor adecuado. El
ser humano lujurioso, goloso y ávido de placeres quiere, pero quiere
exclusivamente para sí mismo; siempre se halla distraído por un interés
ilusorio, que no es real. La obsesión de gozar, que lo tiene siempre ocupado, le
impide acercarse a la realidad serenamente y le priva del auténtico
conocimiento. El mirador del alma se vuelve opaco, empolvado por el interés
egoísta, que no deja pasar hasta ella el aroma de la Vida. Sólo puede ver y oír
quien guarda un silencio consciente, y sólo emite Luz la pureza.
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correctamente la realidad, creando así conductas acordes con ella, sino que
prepara el alma para la contemplación, esa forma sublime de contacto con la
verdad objetiva en que se confunde el conocimiento límpido con la amorosa
entrega.
Mediante la vida espiritual, el ser humano entra en comunión con Dios asimila
la Verdad, que es el bien supremo, y obra adecuadamente. La esencia de la
persona espiritual y virtuosa consiste en vivir abierto a la verdad real de las
cosas, vivir la verdad que se ha incorporado al propio ser y obrar
adecuadamente. Sólo quien sea capaz de ver esto y de realizarlo en su propia
vida será también capaz de entender hasta qué profundidades llega la
destrucción que en sí mismo desencadena un corazón impuro.
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perversión ofrezca en recompensa el aturdimiento y la fuga constante de
sí mismo.